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Revista Colombiana de Antropología

Print version ISSN 0486-6525On-line version ISSN 2539-472X

Rev. colomb. antropol. vol.59 no.3 Bogotá Sep./Dec. 2023  Epub Sep 01, 2023

https://doi.org/10.22380/2539472x.2516 

Artículos

Entre la conspiración, la sospecha y el absurdo: contribuciones para una interpretación del terraplanismo

Between Conspiracy, Suspicion and Absurdity: Contributions to an Interpretation of the Flat Earth Movement

Rafael Antunes Almeida1 
http://orcid.org/0000-0001-7497-1254

1Universidade da Integração Internacional da Lusofonia Afro-Brasileira, Brasil. almeida.rafaelantunes@unilab.edu.br


Resumen

Este trabajo expone una interpretación antropológica del terraplanismo, movimiento que tiene como principales tesis las afirmaciones de que la Tierra es plana, de que hay una conspiración mundial que oculta el mencionado secreto y de que los terraplanistas serían los verdaderos científicos. En su análisis, el artículo vincula la literatura sobre el concepto de posverdad y la discusión sobre los otros repugnantes (Harding 1991), valiosas referencias para pensar sobre las entrevistas hechas a miembros del autoproclamado movimiento terraplanista. Se establece aquí una comparación entre estos actores y otra comunidad de paracientíficos, los ufólogos, estudiados por el autor entre los años 2011 y 2014. Se afirma que tanto los terraplanistas como los ufólogos acusan a los científicos de ser dogmáticos (Cross 2000). Sin embargo, se observa una intensificación de la desconfianza más general hacia la ciencia entre aquellos que sostienen que la Tierra es plana.

Palabras clave: antropología de la ciencia; posverdad; teorías de la conspiración; ufólogos; Tierra plana

Abstract

This paper is an attempt to present an anthropological interpretation of Flat Earthers, a movement that claims that the Earth is flat, that there is a world conspiracy that hides the aforementioned secret and that the Flat Earthers are the real scientists. To address these topics, the paper draws on the literature on the concept of post-truth and the discussion on the “repugnant others” (Harding 1991), as valuable references to interpret the interviews conducted with members of the self-proclaimed Flat Earth movement. They are here presented in comparison with another community of paracientists, the UFO researchers studied by the author between 2011 and 2014. It is claimed that both UFO researchers and Flat Earthers accuse the scientists of dogmatism (Cross 2000). However, among those who hold the argument that the Earth is flat there is an intensification of the general suspicion about science.

Keywords: anthropology of science; post-truth; flat earth; conspiracy theories; ufology; UFO

Introducción

Este trabajo, formulado a modo de ensayo, tiene como objetivo plantear una interpretación del movimiento conocido como terraplanismo. Se basa en un esfuerzo comparativo con el trabajo etnográfico que realicé entre los colectivos de ufólogos brasileños desde el 2011 hasta el 2014, que sirve como telón de fondo para esta exploración.

Los terraplanistas, como se expondrá más adelante, defienden la teoría de que la forma de la Tierra no es geoide. Por el contrario, sostienen que es plana, que hay una conspiración mundial que oculta el mencionado secreto y que los terraplanistas serían los verdaderos científicos. Aunque la discusión ha ganado espacio público, especialmente en los años 2018 y 2019, con la producción en masa de videos e imágenes sobre el tema, el asunto, de ninguna manera, es nuevo. George Hendricks, en una nota publicada en el periódico Western Folclore en 1968, escribió:

La farsa de la Tierra plana: este jueves, el líder de la Sociedad de La Tierra Plana dice que la fotografía orbital de la Luna es un engaño. “Es un fraude, una farsa, una especie de trampa y engaño”, dijo Samuel Shenton, 63, el secretario británico de la Sociedad Internacional de Tierra Plana. “Mire la fotografía que supuestamente tomó el satélite. Observe estas líneas a lo largo de la parte inferior de la imagen. Muestran una composición, una broma”. (Hendricks 1968, 213)

Lo que se presenta debe leerse como un esfuerzo inicial por discutir el tema desde la perspectiva de la antropología, en particular, a partir del subcampo de la antropología de la ciencia y la tecnología. Desde esta subárea, se trata sin duda de un objeto nuevo, que integra el ámbito de lo que se ha denominado posverdad. Por esta razón, comienzo el texto discutiendo cómo los estudios sociales de la ciencia y la tecnología han abordado la aparición de este concepto en el espacio público. Después de presentar la discusión sobre la posverdad, menciono los desafíos que el estudio del terraplanismo supone para la investigación antropológica. Luego, a partir de los trabajos de las antropólogas Susan Harding y Saba Mahmood, discuto los problemas que el estudio de los colectivos que Susan Harding (1991) nombró como otros repugnantes imponen a la etnografía. Teniendo en cuenta que los ufólogos también son un grupo de paracientíficos y que sobre ellos existe cierto conocimiento antropológico acumulado, posteriormente, el trabajo examina los temas de la sospecha, la conspiración y lo que Hofstadter llamó el estilo paranoico (1952) entre los estudiosos de los platillos voladores. Finalmente, tomando como punto de partida la entrevista con Mark Sargent, protagonista del documental Behind the Curve (2018), se describen las tesis centrales de quienes sostienen la teoría de la Tierra plana.

Esquivando las interpretaciones que han tratado a los terraplanistas como irracionales o como si estuviesen “escenificando conscientemente el absurdo”, este artículo busca contribuir a una interpretación de las prácticas de conocimiento (Strathern 1988) de estos sujetos, poniendo especial interés en sus visiones sobre la ciencia. Tomo como presupuesto que, si el estudio de las “paraciencias” ya era relevante como objeto de investigación antes de 2016, ahora, que el término posverdad ha adquirido escala global y que las teorías que se creían demasiado raras para recibir alguna atención de los medios de comunicación han sido diseminadas en la política mundial hasta el punto de convertirse en el objeto de atención e interés de los estadistas y sus consejeros, la relevancia parece aún más pronunciada. Jodi Dean, al comentar el contexto estadounidense, sugirió que la “[p]olítica debería ahora ser teorizada desde la dispersión de la paranoia” (Dean 1998, 9). Calculo que su diagnóstico, originalmente hecho para los Estados Unidos de la década de 1990, también tiene valor para el contexto contemporáneo.

Los estudios sociales de la ciencia y la posverdad

El surgimiento de la categoría posverdad en los debates políticos contemporáneos -noción que Pilar Carrera calificó como “ubicua, viral, conceptualmente superficial y de fundamentos teóricos vacíos” (2018, 1477)- ha creado una inmediata alerta en los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Sergio Sismondo, en un editorial de Social Studies of Science, la principal publicación en el campo, sugirió que no se puede culpar del efecto de la “universalización de la simetría” (2017, 3), promovido por diferentes corrientes de los estudios de ciencia, a la proliferación de los llamados “hechos alternativos” (Mair 2017). En otras palabras, no se puede sostener que los análisis académicos producidos por dicho campo, que señalaron que la ciencia es un producto sociohistórico, que los determinantes sociales modulan la producción científica y que la ciencia es susceptible de ser estudiada como cualquier otra forma de producción de conocimiento, hayan tenido efectos sustantivos en el aumento de las noticias falsas, las teorías conspirativas y el cuestionamiento de la ciencia misma.

Collins, Evans y Weinel (2017, 2) sostienen que “debemos admitir que, durante mucho tiempo, las visiones adoptadas por los Estudios de ciencia fueron consistentes con la posverdad, independientemente de la visión de los autores o de su impacto causal”.

En este trabajo, el reconocimiento de que muchas de las tesis de los estudios de ciencia pueden ser sostenidas en el contexto de la posverdad, se asocia con una recomendación para entender “[...] qué tipos de trabajos son necesarios para mantener la posverdad y en qué se diferencia del trabajo necesario para mantener la forma de vida científica” (Collins, Evans y Weinel 2017, 2). Los sociólogos ingleses, autores del texto, nos recuerdan que, al discutir el tema de la expertise, ya habían abordado las formas de sobrevivir en un mundo de populismo tecnológico (Collins, Evans y Weinel 2017, 3).

Michael Lynch (2017), se empeña en dialogar con las cuestiones planteadas por sus colegas, participa en el debate retrocediendo hacia el campo de las definiciones y se lanza a la tarea de definir la noción de posverdad. Al final del texto, ante la cuestión absolutamente trivial de la responsabilización de los estudios de ciencia -en torno a la cual gravitan los textos citados- su veredicto es la imposibilidad de rastrear en ellos el origen o la responsabilidad por el surgimiento del fenómeno.

El tema recibió la reciente atención de Bruno Latour. Desde las primeras páginas del libro Down to Earth: Politics in the New Climate Regime (2018), el sociólogo ofrece una interpretación de la contemporaneidad que, en cierta medida, nos recuerda el ejercicio de Nunca fuimos modernos (Latour 1994), a través de las categorías que elige, como por ejemplo, modernidad y globalización. Según Latour, después de diferentes advertencias de los científicos sobre un nuevo régimen climático (2018, 1), las élites globales habrían “tomado en serio la amenaza; concluyeron que su dominio estaba amenazado y decidieron desmantelar la ideología de un planeta compartido por todos” (2018, 20). De acuerdo con el panorama construido por el autor, todo pasaría como si el ideal de un mundo común (2018, 1) impulsado por la modernización hubiese colapsado, lo que estableció una suerte de movimiento que Latour prefiere nombrar como traición de las élites (2018, 20).

Siguiendo una línea causal que el autor trata como una hipótesis, esta traición habría dado lugar a una especie de desconfianza de las masas1, movimiento que le permitió ingresar al dominio de los llamados “hechos alternativos” (Latour 2018, 20). Aprendemos del autor que la entrada en la era de la posverdad no debe ser apreciada como un fracaso cognitivo, sino como un tipo de configuración sociológica del nuevo régimen climático. Para describirla, Latour recapitula las lecciones que los lectores de Ciencia en acción y de otras de sus obras ya han aprendido: que la naturaleza de los hechos (y su propia condición) está menos atada a la capacidad de pasar por regímenes de verificación, que a los tipos de conexiones que los mantienen. Es como si la traición antes mencionada tuviera el potencial para debilitar estas conexiones. Según Latour, “Ningún conocimiento certificado puede mantenerse a sí mismo, como todos sabemos. Los hechos siguen siendo sólidos solo cuando son sostenidos por una cultura común” (2018, 23).

En el campo de los estudios de ciencia, entre el 2017 y el 2018, encontramos al menos dos posiciones sobre la noción de posverdad. El primer conjunto de textos presentados busca establecer cierto nexo entre las ondas relativistas y la aparición del fenómeno. Latour, a su vez, intenta entender estos regímenes de saber a través de una lectura centrada en las transformaciones climáticas y los cambios en el proyecto de modernidad que produjeron tales regímenes.

Reacciones antropológicas, etnografías del otro repugnante y sus riesgos

Durante 2017 y 2018, la antropología produjo algunas reacciones ante la creciente difusión de la expresión posverdad en los grandes canales de comunicación. En el editorial de la revista Anthropology Today, escrito por Jonathan Mair, el autor hace un comentario muy significativo al tratar de evaluar la posibilidad de traducir el concepto de posverdad en términos de investigaciones etnográficas. Mair desea oponer lo que entiende como un retrato puramente pasivo (2017, 3), a una lectura cuidadosa del hecho de que “hay un aspecto activo y sustantivo” (2017, 3) en el comportamiento, en relación con lo que se llamó posverdad. El autor coincide con Latour en su negativa a entender las prácticas de posverdad en términos de una falta y propone volver a tratarlas como “prácticas de conocimiento culturalmente específicas” (Mair 2017, 3).

Dadas las reflexiones del autor, tenemos lo que parece ser un camino interesante en una agenda de investigación que decide evitar el lugar reactivo, anclado en una posición que podría describirse como la “defensa de los hechos contra el oscurantismo” y que, en su lugar, vuelve a investigar las formas según las cuales se construyen ciertos colectivos, teniendo como telón de fondo el lodazal de la posverdad. En el paisaje en el que se insiere este terreno, la pregunta planteada por Giovanni da Col resuena muy bien: “¿Todas las culturas gastan enormes cantidades de energía y trabajo en la detección entre lo falso y lo verdadero? ¿Qué nos dice la obsesión moderna con los inventos y los fraudes sobre nosotros mismos?” (Da Col 2018, X).

Siguiendo este camino, nos colocamos en la posición de dejar las grandes generalizaciones sobre este concepto y pasaremos al análisis de las prácticas de conocimiento (Strathern 1988, 180), tal como son activadas caso por caso. Los lugares donde investigaciones como esta tienen el potencial de florecer son muchos y, en algunos casos, se superponen: los negacionistas del cambio climático (Duarte 2014; Lahsen 2013); los neoconservadores (Cesarino 2019) -o la nueva derecha, que abunda en todo el mundo-y los grupos antivacunas. Los terraplanistas, por su parte, parecen ofrecer un terreno fértil para ejercitar etnografías cuya condición de producción no dependa de cualquier forma de empatía.

Estos grupos, para los que el elemento distintivo quizás sea el cuestionamiento de la ciencia sin necesariamente hacerlo en un terreno común reconocido por los científicos, parecen contrariar el diagnóstico ácido de Donna Haraway sobre el tema de la objetividad. Según la autora, “las únicas personas que terminan creyendo y actuando de acuerdo con las doctrinas ideológicas de objetividad científica no incorporada [...] son los no científicos” (1988, 576).

En teoría, según lo que Jayson Harsin (2015) llamó régimen de posverdad, estaríamos en una posición radicalmente antagónica: los no científicos no solo se niegan a describir a los científicos en términos de lo que Haraway (1988, 576) nombró como doctrinas ideológicas de la objetividad científica, sino que también parecen respaldar descripciones sobre el mundo que pueden ser absurdas, en contraste con aquellas que los científicos reconocen como legítimas.

El estudio de estos grupos, con los cuales el investigador difícilmente tiene empatía, es un terreno parcialmente explorado por Susan Harding en su etnografía sobre los fundamentalistas cristianos americanos. Cuando se refirió a lo que llamó de “repugnant cultural ‘others’” (1991, 392), Harding tenía la intención de entender, al mismo tiempo, “los contextos culturales que llevaron a ciertas personas a reaccionar a la vida moderna convirtiéndose en fundamentalistas” (Harding 1991, 373) y en qué sentido tales adhesiones “son también constituidas por prácticas discursivas modernas” (Harding 1991, 373). Seguramente, Harding es consciente de los desafíos de este esfuerzo y de los riesgos derivados de su proyecto:

[...] En la medida en que las representaciones académicas sobre los fundamentalistas son modernas, deshacerlas puede generar acusaciones de asociación con “ellos”, los oponentes de la modernidad, del progreso, de la iluminación, de la verdad y de la razón. (Harding 1991, 375)

Los riesgos -como el fragmento citado comprueba- derivan directamente de la práctica de la propia descripción. Al negarse a emplear la idea de irracionalidad y preferir la construcción de un texto sensible a las ambigüedades internas, a las incertidumbres y a los conflictos de los actores que participan en tales colectivos, existe el riesgo de que tales formas de vida se conviertan, a los ojos del lector, en formas menos repugnantes de lo que propiamente pueden ser. Por mi parte, calculo que una descripción sensible no inhibe de ninguna manera la crítica. De hecho, la densidad de las descripciones podrá servir a esta como combustible.

Saba Mahmood, en el trabajo “Teoria Feminista, agência e sujeito liberatório: algumas reflexões sobre o revivalismo islâmico no Egito” (Mahmood 2006), hace una elaborada discusión sobre la relación entre la descripción etnográfica y la crítica cultural. Como veremos en este fragmento, Mahmood opone la crítica y la critique como actitudes diferentes:

La crítica, desde este punto de vista, tiene que ver con la exitosa deconstrucción de la posición del oponente y la exposición de la inverosimilitud de su argumento y la incoherencia de su lógica. Esta es, desde mi punto de vista, una comprensión limitada de la noción de critique. La critique, creo, es más poderosa cuando deja abierta la posibilidad de que nosotros mismos seamos cambiados por el involucramiento en la cosmovisión de los demás y de poder aprender cosas que no sabíamos antes de esta participación. Esto implica que, de vez en cuando, veremos la mirada crítica en nuestra dirección para dejar abierta la posibilidad de ser cambiados a través del encuentro. (Mahmood 2006,153, énfasis añadido)

La autora prefiere la noción de critique, que, en sus propios términos, abre la posibilidad para “que nosotros mismos seamos cambiados por el involucramiento en la cosmovisión de los demás” (Mahmood 2006, 153). Ante esta afirmación, me pregunto si, tal como hizo Saba Mahmood con el renacimiento islámico entre las mujeres egipcias, pudiéramos elegir la critique cuando estudiamos los terraplanistas, los negacionistas climáticos y los grupos de extrema derecha. A mí me parece que no. Abrirnos a ellos y “ser cambiados a través del encuentro” (Mahmood 2006, 153) puede significar poner en peligro la antropología y la ciencia en general. Nos parece muy difícil ser cambiados o acomodados por perspectivas hipercríticas a la propia actividad de los científicos.

El surgimiento de la discusión sobre la Tierra plana en una comunidad de ufólogos

Tal vez sea interesante tratar de conocer el estatuto de estas “explicaciones” que calificamos como vinculadas a los dominios de la posverdad dentro de las comunidades que tradicionalmente mantienen relaciones muy particulares con la ciencia. Teniendo en cuenta mi acercamiento con el caso de los ufólogos2, los menciono aquí porque encuentro entre ellos la ocasión de explorar las narrativas de sospecha. Sin embargo, es importante aclarar que mi intención no es ilustrar con sus prácticas de conocimiento (Strathern 1988) el concepto contemporáneo de posverdad, ya que proceder con este argumento sería impreciso.

Sería inexacto porque los ufólogos mantienen modos de argumentación muy similares desde finales de los años cuarenta, década que marcó el inicio de los primeros avistamientos de objetos voladores no identificados en Estados Unidos. En este sentido, no se les podría presentar como un ejemplo de comunidad emergente en el contexto de la posverdad, porque ellos, desde hace al menos 70 años, han desarrollado narrativas de sospecha sobre el encubrimiento gubernamental de la información sobre extraterrestres y han expresado críticas a la forma en que científicos y académicos abordan el tema de la vida fuera de la Tierra.

Lo anterior fue ampliamente discutido por la politóloga Jodi Dean en su libro Aliens in America: Conspiracy Cultures from Outerspace to Cyberspace (1998). Según la autora, dos de los principales hitos de la democracia estadounidense en los noventa se expresan en la figura del alien, a saber: la idea de que no hay nadie en quien se pueda confiar, encontrado por Dean en el slogan del programa televisión X-Files: “Trust no one”, lo que indica que los aliens son “una invitación a la sospecha” (Dean 1998, 17).

La segunda característica de la democracia estadounidense contemporánea puede resumirse por la idea de que “la verdad está afuera”. Junto con la desconfianza de los expertos y de los políticos, existe la sensación de que, incluso si alguien no sabe lo que es, la verdad todavía está disponible. (Dean 1998, 17)

Esta continua sospecha puede manifestarse en las narrativas que señalan la invención deliberada de los hechos como una práctica cuya intención es producir desinformación, es decir, “un mensaje cuidadosamente construido, que es insertado en el sistema de comunicación para engañar” (Bittman 1985, 49).

Además de las sospechas relacionadas con el encubrimiento (acobertamento) puesto en práctica por los gobiernos y las élites mundiales con respecto a los temas ufológicos3, estos investigadores mantienen relaciones con la ciencia que también se pueden leer en la misma clave.

El ufólogo Fábio Jed, en una entrevista conmigo, señaló que “hay una parte de la ciencia que lamentablemente funciona como una nueva inquisición. Solo permite publicar lo que le interesa a ella y lo que está a favor de sus conocimientos”. Los comentarios de esta naturaleza, o sea, que señalan cierto “dogmatismo” en la práctica de los científicos, son comunes y han sido observados por investigadores sobre el tema tanto en el contexto estadounidense (véase, por ejemplo, Cross 2000) como en el contexto brasileño. Aunque aquí haya cierta ambivalencia, en las formulaciones de los ufólogos sobre la ciencia encontramos discursos que apuntan a cierto potencial de la ufología para convertirse en una disciplina científica, que se asocia con argumentos iconoclastas como el que Anne Cross descubre en J. Allen Hynek, autor de The UFO Experience: A Scientific Inquiry, según quien “Science is not always what scientists do” (no siempre la ciencia es lo que los científicos hacen) (Cross 2000, 45).

Es en este contexto de fuerte cuestionamiento al Estado y a la ciencia, donde aparecen individuos en las redes virtuales frecuentadas por los ufólogos, con deseos de discutir teorías que sostienen que la Tierra es plana. Elijo este tema en particular porque, en cierto sentido, esta discusión se convirtió en uno de los íconos de lo que se concibe como la “era de la posverdad” (Harsín 2015) y porque, al discutirlo, frecuentemente los individuos emplean argumentos descritos como teorías de la conspiración. Sin embargo, quiero recordarles que las dos expresiones se refieren a contenidos diferentes. Mientras que las teorías de la conspiración parecen funcionar como una malla de interconexiones universales, el término posverdad se refiere a la descripción de una actitud de la era pos-Trump.

En lo que se refiere a la discusión de las teorías de la conspiración, al trabajo de George Marcus (1999) le debemos el redescubrimiento de la obra de Hofstadter The Paranoid Style in American Politics (1952). En el primer capítulo de su libro, Hofstadter historiza la trayectoria de lo que llama el estilo paranoico en la política estadounidense. Con respecto a esta expresión, el autor aclara: “utilizo el término de la misma manera que un historiador del arte habla de los estilos barroco o manierista. Es, sobre todo, una forma de ver el mundo y de expresarse” (Hofstadter 1952, 4).

A partir de los desarrollos de Hofstadter, George Marcus (1999) resume los elementos principales del mencionado estilo paranoico. Aquí los reproduzco tal como fueron citados en el texto “The Paranoid Style Now”:

Lo que distingue el estilo paranoico no es, entonces, la ausencia de hechos verificables (aunque sea ocasionalmente verdad que, en su pasión por los hechos, lo paranoico ocasionalmente los produzca), sino, por el contrario, el curioso salto en la imaginación que siempre se hace en un punto crítico para narrar los acontecimientos. (Hoefstadter 1952, 37, citado en Marcus 1999, 1)

El procedimiento típico del pensador paranoico es comenzar con suposiciones defendibles y la acumulación de lo que parecen ser hechos, y combinar estos hechos de tal manera que se cree una prueba extraordinaria de la conspiración particular que uno desea establecer. Es absolutamente coherente, de hecho, la mentalidad paranoica es mucho más coherente que el mundo real, ya que no deja lugar a errores, fallas y ambigüedades. (Hoefstadter 1952, 36, citado en Marcus 1999, 1)

Una sensación de persecución es central en el estilo paranoico, pero mientras que una persona clínicamente diagnosticada con paranoia percibe hostilidad y conspiración en su contra, el representante del estilo paranoico los encuentra dirigidos contra una nación, una cultura, una forma de vida, que afecta no solo a uno mismo, sino a millones de otros. (Hoefstadter 1952, 3 citado en Marcus 1999, 1)

Teniendo en cuenta estas características asociadas con la conspiración, es posible afirmar que tanto las teorías de la conspiración como las discusiones sobre la posverdad parecen depender del binomio verdadero-falso. Sin embargo, mientras que la primera busca la verdad detrás de los hechos aparentemente desconectados, la segunda señala las determinaciones sociopolíticas de todos los hechos.

Con respecto al terraplanismo, en primer lugar, quiero destacar que el principal ufólogo brasileño, Ademar Gevaerd, exeditor de la más grande publicación brasileña sobre el tema y organizador de los congresos más conocidos, consideraba absurdas las discusiones sobre el terraplanismo; de hecho, en el periódico que editaba no había espacio para este tipo de asuntos4. Sin embargo, a veces el terraplanismo aparecía en los espacios digitales administrados por la revista, donde los participantes podían dejar comentarios y puntos de discusión. En estos casos, los comentarios que defendían la posibilidad de que la Tierra fuera plana, eran criticados y calificados de absurdos.

Hay casos, por supuesto, en que algunos se atreven a presentar posibles ejemplos que probarían, de una vez por todas, que la Tierra tiene forma geoide. Para ello, se valen de ejemplos, como el hecho de que los buques no pueden ser vistos después de pasar cierto punto en el horizonte. Por otro lado, los adeptos a la teoría de la Tierra plana pueden presentar situaciones que pretenden demostrar que “algo está mal en el modelo”, o como en el ejemplo citado a continuación, pueden argumentar que la supuesta “farsa” es muy difundida, como ocurre con los casos relacionados con los viajes al espacio. El siguiente texto es la respuesta de un individuo interesado en el terraplanismo al comentario según el cual la teoría de la Tierra plana es poco probable, dado el alto número de satélites espaciales ya lanzados, además de las numerosas imágenes del globo ya producidas por los astronautas:

Dichos videos de caminatas espaciales están llenos de burbujas de aire sobresaliendo alrededor de los astronautas. Coincidentemente, el entrenamiento de los astronautas se hace en piscinas gigantescas, y se percibe, sin duda, el uso de CGI, sin contar las transmisiones hechas desde dentro de la estación donde se ven mariposas batiendo las alas y astronautas colgando de cables. [...] Para mí, todo se reduce al dinero: los proyectos espaciales y los lanzamientos de satélites geoestacionarios, de los cuales ni siquiera han visto una fotografía, son solo justificaciones para financiaciones multimillonarias y una disminución del ser humano […] Tengo una enorme colección de videos fraudulentos relacionados con la NASA. Es hora de abrir los ojos ante estas agencias y, para esto, uno tiene solo que hacer una breve investigación en sus orígenes [...] (Mensaje de Marcílio Porto en la lista de correos electrónicos de la Revista UFO)

Comentarios como el de Marcílio Porto son frecuentemente cuestionados por los otros miembros de la lista. Por ejemplo, ante las sospechas sobre la farsa que involucra a la NASA y otras agencias espaciales, un tema recurrente en ufología, Carlos Yates lo interroga sin apelar a las descalificaciones:

¿Es realmente que todos estos países -y hay tantos en estos días- participarían en una farsa? ¿A cambio de qué? Cuando los medios de comunicación descubren prácticamente cualquier cosa con el poder del análisis y de visualización actuales5. (Mensaje de Carlos Alberto Yates en la lista de correos electrónicos de la Revista UFO)

De hecho, lo que se nota en estos diálogos es que la noción de “prueba” es aparentemente fundamental para estos y otros miembros que participan en el debate en la lista de correos electrónicos de la Revista UFO. Es común encontrar sugerencias, tanto en este espacio como en otros frecuentados por ufólogos, sobre la necesidad de realizar “experimentos”, así como mensajes que piden al equipo de imágenes de la revista que analice las fotografías para determinar la presencia de lo que Roger, otro participante de la lista, describió como “inconsistencias en el modelo esférico”. Roger confesó que, hasta hoy día, no había visto “ninguna imagen real de la Tierra que no tenga injerto de Photoshop”. Esta obsesión con la evidencia fue señalada por Hofstadter:

Una de las cosas impresionantes de la literatura paranoica es precisamente la elaborada preocupación con la prueba que invariablemente demuestra [...] El carácter fantástico de sus conclusiones le lleva a luchas heroicas por “evidencia” para demostrar que lo increíble es lo único en lo que uno puede creer. (1963, 35-36)

Otras sospechas se ciernen entre los miembros y parecen estar vinculadas con la naturaleza misma de la discusión. Reinaldo, por ejemplo, dice que no le importa la discusión sobre la forma de la Tierra, ya que este es “un asunto lanzado al viento para distraer a las mentes pensantes de asuntos más serios y que traerían impactos más grandes”, los cuales, uno deduce que son los seres alienígenas. Otros miembros que reaccionaron a la introducción del tema, se quejan de que este dismi­nuye la calidad de la lista. Roger, otro participante, responde que “si estamos en un sistema cerrado, donde nadie entra y nadie se va, los Ets que aparecen en los casos mundiales son de aquí”. Con este comentario, Roger intenta validar el terraplanismo en una lista de correo dedicada a la ufología.

El examen que hago de la aparición de este tema entre los ufólogos no es exhaustivo y se limita a algunos intercambios de mensajes que ocurrieron a principios de 2019. En estos, los patrones de argumentación son similares a los que prevalecen en otros temas: identificación de una intencionalidad oculta; el recurso a la noción de prueba y la asunción de una red interconectada de farsas. Por otro lado, es importante prestar atención al tema elegido, donde no parece haber ninguna novedad en el patrón de argumentación ya presente entre los ufólogos. ¿Qué hace de esta discusión sobre la Tierra plana un acontecimiento singular? ¿Por qué, más que para otros temas, para este son conjurados los adjetivos que más fuertemente se asocian con el oscurantismo?

El físico y divulgador de ciencia, Marcelo Gleiser, en una entrevista con una estación de radio conservadora de São Paulo, resumió las dos interpretaciones más comunes de los terraplanistas: “para mí, no sé si estos chicos son serios o si están haciendo una especie de movimiento de resistencia anárquica al control de la información que vivimos hoy en día” (Gleiser 2019). Es decir, o los terraplanistas son la máxima representación de la locura, porque desacreditan lo obvio, o sus declaraciones no deberían ser leídas literalmente. Sus enunciados, si así fuesen leídos, serían la evidencia de otra cosa, y los discursos que cuestionan el modelo esférico serían menos importantes por lo que dicen explícitamente que por lo que permiten descubrir. Y, si llevamos a las últimas consecuencias el argumento, lo que nos dejarían encontrar sería cierta performance del absurdo.

“Resistencia anárquica”, performance del absurdo y la negación de la etnografía

La “resistencia anárquica” es uno de los caminos indicados por el físico Marcelo Gleiser para sugerir que los defensores del terraplanismo estarían actuando en una forma de nihilismo. Según esta interpretación, cuando estos atacan una afirmación ampliamente consolidada entre los científicos desde la antigüedad -apoyada por personalidades como Galileo-, no lo hacen porque realmente crean que la Tierra sea plana, sino porque desean expresar una forma de resistencia.

Cabe señalar que los intentos de interpretar los argumentos terraplanistas por el camino de la resistencia anárquica” son incapaces de aclarar el deseo genuino de estos actores de “explicar” la verdadera conformación de la Tierra. No estamos describiendo discursos que indican la imposibilidad de saber cuál es, efectivamente, la forma de la Tierra, sino de afirmaciones que constituyen una inversión deliberada, que se formula, al mismo tiempo, a partir del lenguaje de la prueba y de la farsa.

Una hipótesis similar a la de Gleiser es la de performance del absurdo. Esta hipótesis implica comprender los argumentos de los terraplanistas como un intento de llevar el idioma de la sospecha, identificado por Latour (2018), hasta su punto más alto. Al defender la tesis de la tierra plana, ellos se valen de una hipótesis extrema, excepcional incluso para los ufólogos, los maestros de la sospecha. Si seguimos esta lógica, el comportamiento de los terraplanistas debería ser explicado por términos ajenos a sus propias prácticas. Su persistencia tenaz en el absurdo debería ser objeto de una razón sociológica, porque, después de todo, no es razonable que alguien pueda sostener que la Tierra es efectivamente plana, a menos que con eso, quiera decir algo más. Lo absurdo, en esta versión, sería una especie de lenguaje codificado de los estados de ánimo de nuestros tiempos. Aunque, ciertamente es un lenguaje de difícil codificación. Esto se debe a que, a diferencia de los negacionistas del cambio climático, quienes, frecuentemente, son acusados de recibir financiamientos de compañías petroleras, no podemos afirmar que intereses corporativos estén actuando con base en las afirmaciones de los terraplanistas.

De mi parte, me temo que esta solución, este apelo a la noción de performance del absurdo, por razonable que parezca, trae el riesgo de impedirnos hacer etnografía. Por un lado, el concepto está bien adaptado a las sensibilidades políticas de nuestros tiempos, porque describe el terraplanismo sin apelar a la acusación de que sus adeptos estarían operando en una especie de prelógica, pero, por otro, borra la posibilidad de seguir los contenidos de las elaboraciones de aquellos que se oponen al modelo esférico. Esto ocurre porque la expresión “performance del absurdo” nos llama a estar atentos a la forma de las declaraciones y no a su contenido, lo que nos impide, por ejemplo, seguir los detalles de las historias de quienes se atribuyen a sí mismos el título de “verdaderos científicos”.

Detrás de la curva, ¿la más grande conspiración de todas?

“Si crees en la Tierra plana, es casi automático que crees en otras conspiraciones bajo la Tierra plana”.

(Entrevista con Mark Sargent)

Al entrar en el mundo de los terraplanistas, un curioso observador pronto se encuentra con la inmensidad de videos dedicados a presentar distintos casos que apuntan a fisuras en el modelo esférico de la Tierra. A mediados de abril de 2019, Roger compartió en la lista de correo de la Revista UFO tres enlaces que nos llevarían a estas “pruebas”. Uno de ellos, publicado en YouTube por un usuario que, no por casualidad, se llama AcordeiTarde (MedespertéTarde), presenta experimentos de pensamiento y demostraciones del equívoco de uno de los conceptos más establecidos en diversos campos de la ciencia: la idea de que la Tierra es redonda. Este es un ejemplo:

Si la Tierra fuera una bola con 25 000 millas de circunferencia, como afirman la Nasa y la astronomía moderna, entonces la trigonometría esférica decreta que cada superficie del agua estancada debe doblarse hacia abajo. Lo que resultaría en fácilmente medibles 8 pulgadas por milla, multiplicadas por el cuadrado de la distancia. Esto significa que, a lo largo de un canal de 6 millas de agua estancada, la Tierra se hundiría seis pies en ambos extremos a partir de la cresta central. Sin embargo, cada vez que se realizaron estos experimentos, el agua estancada resultó estar perfectamente nivelada. (AcordeiTarde 2019)

Estos “experimentos” en sí mismos ya serían objeto de interés para una descripción detallada6. Sería necesario examinar varios de ellos para proporcionar un nivel mayor de precisión, pero, por ahora, puedo decir que la forma como proceden los terraplanistas consiste básicamente en dibujar situaciones, ya sea desde la mera observación o con simples instrumentos de medición, como los giroscopios presentes en los smartphones, que permiten ver fácilmente la forma real de la Tierra. Lo fácilmente en este caso importa, porque lo que hace a tales experimentos tan únicos no es la ausencia de precedentes ni su ingenio, sino, sobre todo, el hecho de que son capaces de perforar lo que Mark Sargent llamó la más grande conspiración de todas.

Entrevisté a Mark Sargent en julio de 2019, después de ver el documental Behind the Curve, exhibido por una gran plataforma de streaming de video. Mark Sargent es el personaje principal de la película, que se desarrolla en la casa donde vive con su madre, en las conferencias y encuentros de terraplanistas y en sus muchas apariciones en diferentes canales de YouTube, lugares donde Mark parece tener la mayor parte de su público.

Aunque sea el terraplanista más conocido, su posición de portavoz de la teoría de la Tierra plana es cuestionada por los mismos críticos del modelo esférico. Este es el caso de Roger, ya presentado en este texto, que ve a Mark como una especie de representante burlesco del movimiento. Roger indica, por ejemplo, que Mark Sargent sería un producto de las tácticas de contrainformación. Es decir, al presentarlo como el principal representante del terraplanismo, el documental termina por “ridiculizar y servir al sistema de engaño”. (Mensaje enviado por Roger a la lista de correo de la Revista UFO).

En esta versión, nos encontraríamos ante un complot en el que se supone que el propio Mark es capturado en las conspiraciones que él mismo pretende denunciar. Cabe destacar que este tipo de acusación no es rara para las comunidades que se construyen en torno a las conspiraciones (véase Almeida, 2018). De acuerdo con Roger:

De hecho, Mark Sargent no es una referencia seria para quien estudia la Tierra plana. No quiero entrar en teorías fantasiosas sobre él, pero él no representa quien mejor estudia el modelo TP. Este documental de Netflix es un intento del cientificismo para crear confusión y desinformación, pero ya fue revelada su parcialidad y falta de verdaderos criterios científicos, un verdadero farol mediático, eso es todo. (Entrevista con Roger)

Por ahora, dejemos este problema y caminemos hacia la exposición de las principales suposiciones de los terraplanistas. Cuando le pedí a Mark que resumiera sus principales tesis, me dio la siguiente respuesta:

La versión corta es: No es solo plana. Es plana y cerrada. Es un disco plano y circular, no muy diferente a un globo de nieve, un terrario, una especie de planetario, con una cúpula. Es un sistema presurizado. Honestamente, el globo de nieve probablemente sería la mejor representación y parece ser el que mejor resuena para la gente. Luego hay un borde inferior y un borde superior, y se hizo hace mucho tiempo -no por nosotros- e incluso nuestros mejores y más brillantes científicos y militares no lo sabían hasta 1960. (Entrevista con Mark Sargent)

Si hasta 1960 los propios militares y los científicos ignoraban la forma real de la Tierra, desde su descubrimiento, según Mark, habrían pasado a poner en práctica una serie de estrategias para producir conscientemente el engaño:

Cuando descubrieron que había paredes, un piso y un techo, básicamente mantenidos en secreto, lo escondieron de la gente. Lo cual no era difícil de hacer, porque el borde inferior es la Antártida y el borde superior está muy por encima de los aviones comerciales. Es un sistema presurizado, cerrado y no tenemos idea de lo que hay fuera. Si el Sol y la Luna son objetos 2D o 3D, no lo sabemos. Solo sabemos que son completamente autocontenidos y no tienen ninguna relación entre sí. El Sol es solo una bombilla incandescente y la Luna es una luz láser fría, como una luz LED modificada. Todo lo que ves en el cielo, todos los planetas, todas las estrellas, son parte de un gigantesco sistema de engranajes. Eso es todo. Comparativamente al modelo “sistema solar”, nuestro modelo es más fácilmente explicable, por eso está resonando. Es por eso que usted, en América del Sur, tuvo la oportunidad de ver la película Behind the Curve. (Entrevista con Mark Sargent)

Durante la entrevista, no le pregunté a Mark Sargent por qué los militares estarían encubriendo las informaciones sobre la forma real de la Tierra. Los ufólogos que conocí durante los cuatro años de investigación doctoral, por ejemplo, tuvieron diferentes explicaciones para lo que llamaron un encubrimiento científico o militar. En el caso de Mark, lo que hemos aprendido es que los terraplanistas cuestionan no solo la forma de la Tierra, sino que también parecen estar reeditando un tipo nuevo de creacionismo. Mark dice que no sabe si este sistema cerrado y “presurizado” fue producido por Dios o por una “civilización antigua y poderosa”. Sin embargo, según él, “si es plano, entonces fue construido, y estás aquí por una razón. No eres solo un pedacito de piedra volando a través de lo imposible. Te están colocando aquí por una razón específica”.

Cabe señalar que la tesis que sostiene que el terraplanismo es una forma de creacionismo, no parece ser una conclusión precipitada. Mark no niega que exista algún tipo de relación entre el cristianismo y el terraplanismo. En sus términos, los terraplanistas “no pueden encontrar nada en la Biblia que no sea la Tierra plana. […] La Biblia es un libro sobre Tierra plana”. En una analogía que Mark frecuentemente hace, la Tierra es una especie de The Truman Show, película de 1998 dirigida por Peter Weir, en la que toda la vida del protagonista transcurre, desde el nacimiento hasta la edad adulta, en una especie de ambiente altamente controlado. Sin embargo, si en la película son los humanos quienes manejan el escenario, Mark dice que, en el caso de la tierra, no está seguro de quién lo hace. Seguramente, en sus términos, “cualquiera que esté tocando esto es mucho más avanzado porque estamos hablando de habilidades de ingeniería que podemos entender, pero no podemos replicar. No podemos replicar ni las pirámides” (entrevista con Mark Sargent).

Yo cuestioné a Mark abiertamente. Le dije que la forma de la Tierra es algo muy establecido entre los científicos durante siglos, y le pregunté cómo ellos, los terraplanistas, veían a los científicos y sus tesis. Mark me explicó que no odiaba la ciencia; por el contrario, reeditó un patrón de argumentación presente entre los ufólogos con los que estudié entre 2011 y 2014, a saber, la combinación de la idea de que los terraplanistas serían algo así como los “nuevos científicos”, con la acusación de dogmatismo7 ya observada por Cross (2000).

No es que odiemos la ciencia. Me gusta hablar de los terraplanistas como los nuevos científicos. Porque miramos todo con escepticismo y no creemos en cualquier cosa. Lo que le pasó a la ciencia es que ellos se convirtieron en su propia religión. Una vez que se dieron cuenta de que la gente aceptaría todo lo que decían como la verdad, abusaron de este poder [...]. (Entrevista con Mark Sargent)

Pero hay algo nuevo en la escena cuando los comparamos con la posición de los ufólogos en relación con la ciencia. Hay cierta suposición en el discurso de Mark Sargent de que la ciencia dice ser capaz de explicar ciertos fenómenos, cuando, de hecho, no puede.

Cosas como la datación del carbono, el Big Bang, la materia oscura. Hay todo tipo de cosas que la ciencia hace sin tener idea de lo que está pasando. No odiamos la ciencia, pero una de las cosas más arrogantes que he oído es: la ciencia tiene razón, independientemente de si usted lo cree o no. ¿Qué quieres decir? ¿Todo lo que dices que es ciencia [es verdad]? [...] Básicamente están recogiendo cosas que se describirían como magia y, como pueden repetirlas, dicen que es ciencia. Es una de las cosas que me gusta decirle a la gente, “la ciencia es magia sin misterio”. (Entrevista con Mark Sargent)

Mark señala la participación de las tradiciones en la aceptación de algunas tesis científicas. Y el ejemplo de la Tierra regresa cuando me explica que se cree que la Tierra es redonda porque esta información se ha repetido de una manera poco crítica durante siglos. Además, según él, la ciencia es corruptible, así como otras áreas de la vida: “money talks” (el dinero es lo que importa). El ejemplo más importante que me ofrece de su corruptibilidad es el hecho de que algunos científicos, hace décadas, afirmaban que no había ningún problema con fumar, a pesar de las evidencias que asociaban el tabaquismo con varios tipos de cáncer.

El modelo esférico sería, en opinión de Mark, la más grande conspiración de todas. La que involucraría al mayor número de personas. Roger, mencionado anteriormente en el texto, rechaza totalmente describir su posición con el término conspiración. Según él, el recurso a la idea de la teoría de la conspiración serviría a un propósito: el mantenimiento de lo que él entiende como un sistema de engaño.

Esta es una táctica del sistema para descalificar a los individuos que cuestionan mucho. Este término, “teoría de la conspiración”, fue creado por la CIA, en la ocasión del asesinato de John Kennedy. El informe Warren, una pieza oficial de ficción del caso tenía tantos absurdos e imposibilidades físicas que fue el objetivo de innumerables cuestionamientos. Luego vino el término “teóricos de la conspiración”: alucinados, traidores a la patria, rebeldes y todo lo peor que hay en la colección. El problema de todos nosotros (ya estoy vacunado) es que creemos en lo mainstream de los medios de comunicación que nos dicen “la verdad” y listo. Si quieres profundizar, busca en el libro del filósofo francés Jean Baudrillard, cuyo título es Simulacros y simulación, de la década de 1980, donde él nos introduce la hiperrealidad “el territorio fue reemplazado por el mapa y la realidad por su simulacro”. (Entrevista con Roger)

La mención al político estadounidense John F. Kennedy estimula al investigador interesado en las cosmovisiones de los terraplanistas a preguntarse por las posibles relaciones entre la adopción de teorías conspirativas y la visión política de los actores. Cuando le pregunté a Mark Sargent sobre su posicionamiento en las elecciones estadounidenses de 2016, me respondió que, aunque la mayoría de los terraplanistas era republicana, él nunca había votado. En su perspectiva, no haría ninguna diferencia entre elegir a uno u otro gobernante, teniendo en cuenta que aquellos que en realidad estarían en el poder se mantendrían escondidos. Si la forma misma de la Tierra, en la visión de mi interlocutor, es una farsa, ¿qué decir de los asuntos más cotidianos de la política?

Esta posición coincide con el contexto estudiado por Susan Lepselter en su libro The Resonance of Unseen Things: Poetics, Power, Captivity and UFOs in American Uncanny (2016). En su investigación con individuos vinculados con la ufología, la autora considera que entre sus interlocutores existe cierto recurso a un conjunto de fuerzas ocultas, responsables de las decisiones realmente importantes.

Había una sensación de la existencia de operaciones ocultas y siniestras, algo que iba mucho más allá de los estruendos y colapsos del momento, de las elecciones, trazables hace miles de años antes, avanzando en el futuro, más allá de Estados Unidos, más allá de Europa, más allá de la Tierra. Hubo fuerzas malas y malas, fuerzas que se manifestaron en nuestros políticos, pero que les trascendieron. (Lepselter 2016, 3)

Roger, en oposición a la expectativa inicial y al comentario de Mark Sargent, quien según la mayoría de los terraplanistas estaría asociado a la derecha, rechaza firmemente esta asociación y critica cualquier posible nexo entre orientación política y la teoría que defiende. Roger se presenta como un socialista.

De antemano, informo que el paralelo de simpatizantes y estudiosos del modelo de la Tierra plana con cualquier tipo de ideología política es un error y una desviación del estudio. Yo soy un socialista, que, a pesar de ser de clase media, soy un asalariado y estoy asociado a la masa de trabajadores que luchan por sobrevivir. Me entristece ver al país en estas condiciones humillantes y al pueblo destruido en sus derechos y logros sociales. Un país al servicio de los intereses transnacionales, como vasallo bien comportado. (Entrevista con Roger)

Estos dos comentarios, de cierta manera, contribuyen a retrasar nuestras generalizaciones más intuitivas de que los terraplanistas se vincularían automáticamente a la extrema derecha y nos indican que, antes de llegar a esta conclusión, parece ser necesario producir estudios más profundos sobre estos posibles lazos. Está claro que tenemos pistas de la asociación. El cuestionamiento de Mark Sargent de la política, por ejemplo, es un procedimiento ya bien marcado en los grupos de la derecha, especialmente los estudiados por Leticia Cesarino (2019). El discurso de Mark, sin duda, es similar a los “patrones discursivos” (Cesarino 2019, 2) identificados por la autora en los miembros de los grupos de mensajes instantáneos durante las elecciones presidenciales brasileñas de 2018, en particular, en lo que concierne al “desplazamiento de las formas tradicionales de conocimiento autorizadas, como los medios de comunicación y los académicos” (Cesarino 2019, 2). La negación de la política, en el caso de Mark, es una especie de clamor por el conocimiento de la “verdadera política”, que opera oculta, lejos de la superficie visible de las disputas entre los políticos. La crítica a la ciencia, de igual manera, está asociada a un deseo por la “verdadera ciencia”.

Consideraciones finales

Este texto fue un modesto intento de presentar una interpretación del terraplanismo. Al describirlo, evité acudir a la acusación de una prelógica, así como a la tesis de la performance del absurdo. Preferí limitarme a describir algunas de las suposiciones y tesis centrales de este movimiento. Para hacerlo, estuve atento a la literatura antropológica que ha discutido el tema de los otros repugnantes (Harding 1991) y las relaciones entre crítica y critique (Mahmood 2006).

Además de incursionar en las ideas de los terraplanistas, un campo todavía poco explorado por la antropología, el artículo arroja luz sobre las relaciones entre grupos que mantienen teorías conspiratorias desde hace mucho, como son los ufólogos, y aquellos que son los representantes contemporáneos más destacados de los estilos paranoicos (Hofstadter 1952).

La principal conclusión que se presenta es que entre terraplanistas y ufólogos hay patrones similares de argumentación sobre la ciencia. Los terraplanistas, como ya he observado, son conscientes de que al sostener la tesis de la Tierra plana, incrementan el nivel de sospecha a un grado superior, lo que justificaría el comentario de Mark de que esta sería la más grande conspiración de todas. Si nosotros somos llevados a creer que entre ellos se encuentra la reedición de los patrones de sospecha y de crítica del dogmatismo de la ciencia, calculo que esta se ha potencializado, en la medida en que implica una conspiración sobre un hecho científico considerado incuestionable por casi la totalidad de los científicos.

Desde el punto de vista de la imputación de una fuerza creativa que habría engendrado a los humanos -lo que he llamado de creacionismo- tal vez podamos encontrar un paralelismo en las tesis ufológicas que describen la existencia humana como el resultado de la creación de razas extraterrestres.

Finalizo señalando la necesidad de más etnografías sobre este movimiento, pues el retrato que he construido de los terraplanistas está basado en un limitado número de entrevistas con estos individuos. Además, para aquellos interesados en realizarlas, vale la pena recordar que los terraplanistas se presentan como críticos a los científicos y, por tanto, reclutarlos para la investigación y convencerlos a ofrecer entrevistas puede ser un enorme desafío.

Referencias

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1El autor no emplea este término, prefiere “people”, así mismo, entre comillas.

2La etnografía realizada con los ufólogos brasileños dio lugar a la tesis de doctorado “Objetos intangíveis: ufologia, ciência e segredo” (Almeida 2015).

3Para una discusión detallada sobre este tema, véase Almeida (2015).

4Como escribió en una publicación en sus redes sociales, “creer que la Tierra es convexa o plana es la manifestación de una ignorancia aberrante y avilante”.

5La puntuación ha sido modificada para garantizar la comprensión de la cita. El original: “Será mesmo que todos esses países, e são tantos hoje em dia, participariam de uma farsa? A troco de que, quando os meios de comunicação desvendam praticamente qualquer coisa com o poder de análise e visualização de hoje em dia?”

6Para conocer la discusión pionera sobre los experimentos en las de “ciencias extraordinarias”, véase Harry Collins y Trevor Pinch [(1982) 2009].

7El mismo punto apareció en la entrevista con Roger: “De hecho, la ‘ciencia’ fue encadenada y sirve a los intereses de una minoría —los cientificistas—. Pero la ciencia de la verdad de Auguste Piccard, de Tesla, de Diesel, Samuel Rowbotham, de Michelson y Edward Morley, entre otros experimentadores y verdaderos científicos, se está restableciendo, superando la inercia, la conducta de no cuestionar los ‘dogmas’ científicos y la alienación del cientificismo que sirve a unos pocos. ¿Aprendiste en la escuela sobre el Dr. Auguste Piccard? Swiss Explorer, que fabricó un globo, fue a la estratosfera, se arriesgó a morir y señaló que ‘la Tierra es como un disco, con los bordes mirando hacia arriba’, declaración publicada en la revista Popular Science de agosto de 1931. Esta ciencia de verdad no está permitida en los libros y en la academia, porque desmiente el sistema de la actual mentira [...]”. (Entrevista con Roger)

Recibido: 11 de Septiembre de 2022; Aprobado: 17 de Marzo de 2023; Publicado: 01 de Septiembre de 2023

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