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Ecos de Economía

Print version ISSN 1657-4206

ecos.econ. vol.17 no.37 Medellín july/Dec. 2013

 

ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN

 

El índice de miseria corregido por informalidad: una aplicación al caso de Venezuela

 

Misery Index Corrected by Informality: Applicable to Venezuela

 

 

Josefa Ramoni-Perazzi *, Giampaolo Orlandoni-Merli**

* PhD. en Economía. Profesora titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES) de la Universidad de Los Andes (ULA), Venezuela [jramoni@ula.ve]

** Doctor HC en Estadística. Profesor titular jubilado de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES) de la Universidad de Los Andes (ULA), Venezuela [orlandon@ula.ve]. 

 

Recibido: 17/04/2013 Aprobado: 20/05/2013

 


Resumen

Esta investigaci ón propone una modificación al índice de miseria de Okun (IMO) adaptándolo a mercados con estas características, agregándole al nivel de desempleo el nivel de empleo en el sector informal (ESI). El estudio compara la evolución de diversos índices de miseria tradicionales en varias regiones durante las últimas décadas, haciendo hincapié en el caso venezolano, para el cual se estima también el nuevo índice propuesto. Los resultados muestran mejoras en el bienestar de los grupos de países considerados, que contrastan con el deterioro que el indicador experimenta en Venezuela. En términos generales, el IMO está dominado por el desempleo, excepto en Venezuela. Sin embargo, la preponderancia de la inflación sobre el desempleo en este país parece ocurrir por la subestimación que la tasa de desempleo hace de la situación del mercado laboral venezolano.

Palabras clave: índice de miseria, pobreza, empleo en el sector informal, Venezuela.


Abstract

This paper suggests a variation of the IMO index (Okun's Misery Index), adapting it to markets with these characteristics, adding the ESI level (Employment in the Informal Sector) to the unemployment level. This research compares the evolution of several standard misery indexes in several zones during the last decades, with emphasis on the case of Venezuela, for which the new proposed index is also estimated. Results show improvement in the well-being of groups of countries under study, compared to the deterioration of the indicator in Venezuela. In general terms, the IMO is controlled by unemployment, except in Venezuela. However, preponderance of inflation over unemployment in this country seems to occur by the underestimate that the unemployment rate has on the Venezuelan labor market situation.

Key Words: Misery index, poverty, employment in the informal sector, Venezuela.

JEL: I32; D6; D63; O2


 

 

1. Introducción

La economía solidaria puede ser vista como una parte de la economía social en la cual la actividad económica se concentra en ayudar a los grupos menos favorecidos y marginados, los cuales por lo general enfrentan barreras que impiden su acceso al mercado laboral, razón por la cual no son capaces de participar en la creación de bienes y servicios y en el disfrute de ellos. Estos grupos incluyen minorías étnicas, raciales, de género, jóvenes, minusválidos, o simplemente individuos sin suficiente entrenamiento para el trabajo. De allí la necesidad de que la economía solidaria cuente con estrategias, públicas y privadas, para desarrollar el mercado laboral, logrando identificar sectores claves para la solución del problema.

El éxito de la economía social parte del diagnóstico adecuado de los problemas económicos que afectan a la sociedad donde se piensa desarrollar, siendo el desempleo por estancamiento una de las peores formas de marginación y, junto con la inflación, los principales generadores de pobreza y fuente de problemas sociales como la criminalidad. La inflación resta poder adquisitivo al salario del trabajador, limitando su acceso a los bienes y servicios básicos. Igualmente, la inflación obliga al incremento en las tasa de interés, con su consiguiente efecto perverso sobre la inversión; la presiones sobre los salarios nominales y las tasas de interés como consecuencia de la inflación elevan los costos y el riesgo de inversión, por lo que repercuten negativamente en la inversión, causando estancamiento y, por ende, desempleo. La competencia por los limitados puestos de trabajo deja por fuera a los menos capacitados, al imponerles barreras que los alejan cada vez del mercado de trabajo en la medida en que su condición de desempleado se extienda en el tiempo. En esta situación, los sindicatos tienen poco poder de control, por cuanto su capacidad para facilitar el acceso de sus afiliados a los programas de capacitación es limitada.

Para los individuos marginados del mercado laboral, el empleo en el sector informal (ESI) luce probablemente como su única salida, no obstante las precarias condiciones en las que este trabajo se lleva a cabo y su asociación con la pobreza. Más aún, el ESI distorsiona la cuantificación del desempleo, lo que limita la efectividad de cualquier política orientada a su solución. Es bien sabido que bajos niveles de desempleo e inflación son necesarios y, a su vez, consecuencia del desarrollo económico sustentable. Una salida viable para la mejora del desarrollo social, cultural y económico del país es la introducción de incentivos para la creación y desarrollo de empresas, incluso en actividades comparativamente menos rentables. Para ello se requiere del apoyo del Gobierno en materia de financiamiento y medidas fiscales que promuevan la participación de la empresa privada, que permitan elevar la productividad del empleo en el sector informal, mejorar las condiciones de trabajo que ofrece y crear, a partir de este, empleo formal.

Esta investigación propone una modificación al índice de miseria de Okun (IMO), adaptándolo al caso de mercados laborales caracterizados por altos niveles de informalidad y para los que el uso únicamente de la tasa de desempleo podría subestimar la verdadera pérdida de bienestar de los individuos, producto no solo de la merma en su acceso a bienes y servicios básicos, sino también de su exclusión y marginación del mercado laboral. Si bien se hace un análisis del contexto internacional, el estudio enfatiza el caso de Venezuela, país que en los últimos años ha padecido una de las tasas de inflación más altas del mundo, pero con una tasa de desempleo relativamente baja encubierta por la fuerte incidencia del empleo en el sector informal. La modificación propuesta supone agregar al IMO la tasa de participación del sector informal como fuente generadora de empleo. Con ello se pretende tener una medida expedita y relativamente clara del esfuerzo que la economía social debe hacer para incorporar a grupos menos favorecidos a fin de mejorar su condición de vida.

El trabajo se estructura así: la sección que sigue a esta introducción brinda una breve descripción del índice de miseria y sus diferentes variaciones; la tercera sección resume las causas y consecuencias del empleo en el sector informal; la cuarta brinda una visión panorámica del desempeño de diversas modalidades del índice de miseria a nivel internacional; la quinta sección muestra la evolución del empleo en el sector informal en Venezuela y estima tanto su IMO como la modificación propuesta  adaptada a la situación de informalidad; finalmente, se dan algunas conclusiones.

 

2. El índice de miseria

La relación entre el desempleo y la inflación es un tema controversial en economía. Los estudios de Phillips sugirieron una relación inversa entre ambas variables, lo que dio pie a un sinfín de trabajos en torno a la forma y magnitud de dicha relación, que además varía dependiendo del país y del periodo que se considere.

El índice de insatisfacción económica, como fue originalmente concebido, o simplemente el índice de miseria, propuesto por el economista Arthur Okun en los años sesenta del pasado siglo mientras fungía como asesor del presidente Lyndon Johnson, es una medida de los costos económicos y sociales que se derivan del desempleo y la inflación. Este índice mide la pérdida de bienestar económico mediante la suma simple de las tasas de desempleo (DES) e inflación anuales (INF), de modo que

IMO = DES + INF

donde IMO representa el índice de miseria de Okun, siempre medido en porcentajes. El índice crece con los niveles de desempleo e inflación, indicando con ello el deterioro del desempeño económico de un país y la insatisfacción de los individuos.

El índice básico pondera por igual los problemas de precio y los de empleo. Sin embargo, este supuesto puede resultar poco realista, dado que los individuos tienden a percibir el desempleo como un problema más personal y directo que la inflación. De hecho, Di Tella et al. (2001) señalan que los individuos están dispuestos a aceptar un incremento de 1,7 puntos porcentuales en la inflación, a cambio de reducir el empleo en un punto porcentual. En todo caso, es cierto que las penurias causadas por una alta inflación son más llevaderas con empleo y preocupa menos el desempleo de los demás (o puede ayudárseles mejor) cuando los precios son bajos. De allí que el IMO pueda entenderse como una función de utilidad, o mejor dicho de desutilidad, cuya pendiente indica la tasa a la cual los individuos están dispuestos a sustituir un problema por otro.

La simplicidad del IMO hacen de este un indicador de pobreza alternativo muy sencillo de calcular y relativamente mejor, comparable entre países, el cual, a diferencia de los tradicionales indicadores de pobreza, no se limita a considerar esta como un problema de insuficiencia de recursos económicos, sino, por el contrario, es consecuencia de ello, siendo que además tanto el empleo como la inflación reflejan el estado real de la economía y son generadores de pobreza. En efecto, el Banco Mundial generalmente mide niveles de pobreza con base en la línea de pobreza, dada por proporción de la población que vive con menos de un dólar (pobreza extrema) o dos (pobreza moderada) al día. Este indicador, laborioso de estimar, no se aplica en economías desarrollas, las cuales no están exentas de padecer problemas de pobreza en cierta medida. Otro indicador es el de la pobreza relativa, o porcentaje de personas cuyo ingreso se ubica por debajo del 50% del ingreso promedio nacional. Sin embargo, las variaciones en el porcentaje de referencia (algunos países utilizan 60% e incluso más) y la diferencia de ingresos entre países hacen difícil su uso en comparaciones internacionales.

Un indicador más completo, pero también laborioso y estimado solo para economías en desarrollo, es el de las necesidades básicas insatisfechas, sugerido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en la década de los setenta a efectos de determinar el porcentaje de hogares que no logran reunir los recursos necesarios para satisfacer ciertas necesidades básicas definidas a conveniencia. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), este índice considera problemas de inasistencia escolar de los menores; hacinamiento, por lo general más de tres personas por habitación; inadecuadas condiciones de la vivienda; carencia de servicios básicos (agua, electricidad, eliminación de excretas, accesibilidad) y número de individuos que dependen del jefe de hogar, así como nivel de instrucción de este. Según dicho indicador, los hogares que reportan la carencia de al menos una o dos necesidades se clasifican como pobres o pobres extremos, respectivamente.

En la década de los ochenta Amartya Sen intentó medir la pobreza humana con su índice de capacidades, el cual combina variables como PIB per cápita, esperanza de vida y niveles de escolaridad. Varios de sus trabajos describen su interés por unir capacidades con pobreza (Sen, 1989 y 1993, son solo algunos). Sen define pobreza como la incapacidad de los individuos de vivir en condiciones favorables y de adquirir su sustento básico debido a su falta de destrezas y capacidades.

Algunas modificaciones fueron hechas posteriormente al índice básico, sin que por ello este perdiese vigencia. En 1999 Barro le agrega la tasa de interés nominal de los bonos de largo plazo (I), por su asociación con la inflación, y le resta la variación del producto interno bruto real (PIB) en torno a su tendencia de largo plazo, de modo que

IMB = DES + INF + I -ΔPIB

donde IMB equivale al índice de miseria de Barro. Con ello se le resta a los costos sociales el bienestar que genera el crecimiento del producto (o se le suma la pérdida de bienestar causada por la caída de este).3 Sin embargo, Barro plantea utilizar ese índice para comparaciones entre diferentes periodos presidenciales, antes que en comparaciones internacionales. Steve Hanke (2000) sugiere utilizar la tasa de variación interanual del PIB real, antes que las desviaciones en torno a la tendencia.

La flexibilidad del índice de miseria ha llevado a la creación de nuevas versiones de él, adaptándolo a las circunstancias de cada economía o a los factores que se quieren resaltar. Gaddo (2011) creó un índice de miseria modificado, simplemente restándole a este la tasa de crecimiento económico. Hufbauer y Muir (2012) crearon un índice de miseria ampliado, agregándole al desempleo y la inflación el cambio en el precio promedio de las viviendas, variable muy dinámica que refleja el buen o mal estado de la actividad económica.

Es común asociar miseria con estanflación, sobre todo a la luz del IMB, por cuanto el término ''estanflación'', introducido en 1965 por Ian McLeud, ministro de Finanzas de Gran Bretaña, se refiere a la combinación de inflación con estancamiento económico, el cual se conoce como causa de desempleo. En un escenario de inflación y desempleo

por recesión es posible que el Estado implemente medidas que intenten elevar el bienestar social por medio de políticas fiscales financiadas con deuda pública y presión tributaria, como efectivamente se hizo en Europa a raíz de la crisis en 2008. Basado en ello, la Fondazione Magna Carta Londra sugiere un superíndice de miseria, agregándole al índice original una variable que refleje el nivel de endeudamiento o variación del déficit fiscal y restándole la variación del PIB. Otros consideran conveniente incorporar el porcentaje de desabastecimiento o escasez, a fin de recoger la carencia de bienes de consumo básicos.

Ahora bien, en los países en vías de desarrollo existe alta incidencia del empleo en el sector informal, a veces por encima incluso del empleo formal, lo cual puede subestimar la verdadera tasa de desempleo y, por ende, el IMO. Aun la Organización Internacional del Trabajo (OIT) previene acerca de la incapacidad de la tasa de desempleo para describir el mercado laboral en presencia de altos niveles de empleo en el sector informal. Incluso entre los miembros de la Organización Económica para la Cooperación y el Desarrollo (OECD) el tamaño del sector informal ha crecido, de 13,2% en 1990 a 16,7% en 2000, mientras que en América Latina este sector pasó del 47,5% a 50,3% entre 1990 y 2005 (Tokman, 2007). En ese mismo periodo, según el INE, Venezuela experimentó una fuerte expansión del ESI, llegando a superar el 50% del total de la fuerza laboral.

Cierto es que la decisión del individuo de trabajar en el sector informal no obedece únicamente al déficit de demanda de trabajo, sino que puede atribuirse a otros factores, tales como la evasión fiscal o las trabas burocráticas, que dificultan la creación de empresas formales. De allí que cierto nivel de solapamiento entre la tasa de desempleo y el ESI es inevitable, al menos con la estructura actual de la información primaria que suministran los entes gubernamentales consultados. Sin embargo, las limitaciones que enfrenta el trabajador en este sector, su fuerte asociación con la tasa de desempleo (Quijano, 2004) y las semejanzas entre el trabajador desempleado y el informal, cuando menos en Venezuela (Banco Mundial, 1998) hacen pensar en la informalidad como una solución inmediata a los problemas de subsistencia del trabajador.

Por lo antes dicho, resulta comprensible ajustar el IMO para dar cabida al desempleo escondido, de modo que:

IMOI = (DES + ESI) + INF

donde EMOI es el índice de miseria de Okun corregido por el empleo en el sector informal (ESI).

 

3. Una breve repaso a las causas y consecuencias del empleo en el sector informal

Se entiende por empleo en el sector informal al porcentaje de trabajadores empleados en empresas del sector informal en el periodo de referencia, independientemente de si dicho empleo es el principal o el secundario (Ramoni, 2012). El indicador mide el porcentaje de trabajadores en esta condición, con respecto al total de empleados. La XV ICLS de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 1993) define estas empresas como privadas no corporativas destinadas a la producción de bienes y servicios no agrícolas para ser transados en el mercado, operadas por su(s) dueño(s), cuya contabilidad y movimiento de capitales no permite distinguir entre las actividades de la empresa y las de este (estos). Los dueños, de haber varios, pueden o no ser miembros de la misma familia, y pueden estar o no constituidos en cooperativas. El número de empleados en estas empresas está por debajo de un cierto límite, que varía de un país a otro. Las empresas y/o sus empleados pueden o no estar registradas según la legislación nacional.

Castillo (2008) caracteriza la actividad en el sector informal de la siguiente manera: escaso o nulo control estatal; ausencia de barreras a la entrada o salida del sector; propiedad familiar de las empresas, con propietarios directamente involucrados (autoempleo) y operación en pequeña escala; rudimentaria organización, sin distinción entre capital de trabajo y personal; uso intensivo de mano de obra poco calificada; escasa o no actualizada tecnología; baja productividad y poca capacidad de acumulación de capital físico y humano; mayor probabilidad de participación del sexo femenino y de población joven, aunque esta característica no es aplicable a todos los países; flexibilidad laboral, con contratos formales o informales; predominio del uso de efectivo en las transacciones, no obstante en algunos países subdesarrollados se han diversificado los medios de pago empleados en el sector informal.

Algunos consideran que el sector informal afecta negativamente los ingresos fiscales, distorsiona la medición del desempleo y, por ende, el diseño de políticas laborales, y plantea una competencia deshonesta al sector formal. Otros ven en él una ayuda para reducir presiones sociales al ser fuente generadora de empleos e ingresos en situaciones en las cuales el mercado laboral resulta insuficiente para absorber la oferta de trabajo. Sin embargo, ello ocurre en un ambiente de bajos niveles de productividad y eficiencia, poco o ningún acceso a fuentes de financiamiento, ausencia de leyes contractuales y de seguridad social que amparen al trabajador y, por ende, inestabilidad y pésimas condiciones laborales. Muchos señalan a la globalización y su presión por reducir costos como la principal causante de la informalidad, ya que la globalización erosiona las relaciones laborales contractuales e induce a empresas formales a contratar trabajadores informales. Para otros es una opción que permite evitar trabas burocráticas o evadir impuestos (Ramoni, 2012). En todo caso, la evidencia demuestra que el trabajo en el sector informal margina al individuo, tornándolo poco productivo y poco remunerado, lo que eleva los niveles de pobreza. El trabajador en esta situación no tiene acceso a fuentes de financiamiento y carece de leyes que velen por sus condiciones laborales. Es allí donde la economía social tiene un campo de acción totalmente virgen y una gran oportunidad para enmendar los errores de la actividad económica tradicional.

 

4. El índice de miseria en el contexto internacional

En los últimos años, los países en general han venido experimentando aumentos en las tasas de desempleo. Esta situación ha sido más marcada en países desarrollados, como resultado de la crisis económica de Estados Unidos en 2008 y la posterior crisis europea.

La tasa de desempleo, entendida como el porcentaje de la fuerza laboral que busca activamente un empleo, tiende a ajustarse lentamente en comparación con otras variables más volátiles, tales como las tasas de interés o ingreso. De allí que, incluso finalizadas las crisis, se mantienen los altos niveles de desempleo.

Muchos estudios han utilizado el índice de miseria, tanto para comparaciones entre países como para el análisis de su evolución en el tiempo en países específicos, especialmente en Europa. Di Tella et al. (2001) concluye que tanto en Europa como en Estados Unidos predomina el efecto del desempleo sobre el de la inflación y que los niveles de satisfacción decrecen con estas dos variables. Lovell y Tien (2000) llegan a resultado similar para Europa. Otros trabajos analizan el IMO y los impactos del desempleo a diferentes edades en Inglaterra (Clark y Oswald, 1994), Alemania (Winkelmann y Winkelmann, 1998) o Europa en general (Becchetti, Castriota y Giuntella, 2005), mientras que otros analizan la vinculación del IMO con variables que lo causan o que pueden verse afectadas por este. Por ejemplo, Tang y Lean (2009) utilizan datos de Estados Unidos en el periodo 1960-2005 para demostrar la alta correlación positiva existente entre el IMO y la tasa de criminalidad. Por su parte, Davis y Trebilcock (1999) relacionan la miseria humana y el pobre desempeño económico con el débil marco jurídico y legal de los países y la incapacidad de las instituciones de imponer las leyes.

Bell y Blanchflower (2011) consideran datos de Europa en el periodo 1975-2010 para estimar la razón de miseria como el cociente entre la tasa de desempleo y la tasa de inflación. Dicha razón equivale a la pendiente de la curva de indiferencia a la que hace alusión Okun al presentar su IMO, esto es, la tasa marginal de sustitución entre inflación y empleo. Sus resultados indican que la razón de miseria ha venido creciendo desde la década de los setenta y que el desempleo afecta el bienestar 2,5 veces más que la inflación. También para Europa, Fabrizio y Mody (2008) concluyen que no es el déficit fiscal el que motiva a los legisladores a imponer disciplina fiscal e introducir reformas tendentes a revertir dichos déficits. En cambio, el empeoramiento de los niveles del IMO incrementan sustancialmente las probabilidades de reformas en las finanzas públicas.

Lechman (2009) compara los resultados de estimar el IMO, el IMB y el IMBd para diferentes países de Europa, y estos con el índice de pobreza relativa. Sus resultados muestran que, no obstante su sencillez, el índice de miseria, en cualquiera de sus versiones, es un buen indicador del desempeño económico de los países. La combinación de altas tasas de inflación y desempleo, conjuntamente con bajas tasas de crecimiento del PIB real impone un obstáculo considerable al logro del bienestar de una nación, por lo que es conveniente monitorear este indicador a fin de evaluar si la economía se mueve en la dirección correcta. Sorprendentemente, su estudio muestra que existe poca correlación entre el índice de pobreza relativa y el índice de miseria, en contraposición con la alta correlación entre los índices de miseria de Okun y Barro, excepción hecha por los países del antiguo bloque soviético, probablemente debido a información incompleta.

Dao y Loungani (2010) señalan que en Estados Unidos el IMO ha venido decayendo desde 1980, cuando se situó en 20,76%, con predominio total del desempleo sobre la inflación. Ellos analizan los efectos perversos del desempleo, traducidos en: pérdida de ingresos durante el periodo de desempleo y a futuro, los cuales suelen ser peores para los jóvenes (por su tendencia a tomar cualquier trabajo y estancarse) y para los que pierden el empleo durante periodos de recesión; pérdida de salud y vida, dada la asociación de desempleo con infartos y enfermedades relacionadas con el estrés, lo que reduce la esperanza de vida de entre 1 y 1,5 años; menor formación académica de los hijos de desempleados, de quienes se estima tener 15% más probabilidad de repitencia escolar, ganar 10% menos que sus similares (Canadá) y tener mayor tasa de mortalidad (Suecia); pérdida de confianza en sí mismos y obsolescencia del desempleado, lo que redunda en un agravamiento del desempleo.4

Gaddo (2011) hace un análisis comparativo del desempeño de diferentes versiones del índice de miseria en los países del Grupo de los Siete (G7), además de España, Suecia y Holanda, buscando su asociación con el desempeño económico de los países, las tendencias internacionales y los eventos políticos, especialmente la crisis de 2008. Sus resultados demuestran la alta correspondencia en los resultados de los diferentes índices utilizados. Además, para casi todos los países se observa una fuerte correlación entre el índice de miseria y las tendencias internacionales en la inflación, así como entre el nivel y variabilidad del índice de miseria y el embargo petrolero. Igualmente, concluye que los Gobiernos de izquierda tienden a elevar el índice de miseria, en oposición a los Gobiernos de derecha, dado que estos últimos son más proclives a implementar las políticas económicas necesarias para revertir la tendencia creciente del índice de miseria, mientras que los primeros tienden a demorar la implementación de ellas.

La figura 1 muestra la evolución del IMO en el grupo de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Unión Europea (UE) y Estados Unidos durante las últimas décadas, medidos en el eje izquierdo. Igualmente, se incluye el IMO de América Latina (AL), esta vez medido en el eje derecho. La razón de esta representación se explica por la gran diferencia de escala entre AL y los restantes grupos considerados. En ella se evidencia cómo el indicador decrece consistentemente desde 1980, año en el que alcanza su máximo nivel tanto en Estados Unidos como en la OCDE en general (20,76 y 20,4, respectivamente). A raíz de la crisis de 2008, el IMO comienza a crecer, con un comportamiento similar en los tres primeros grupos considerados. Llama la atención el hecho de que, desde 1980 hasta 2007, el IMO de Estados Unidos estuviese siempre por debajo del de la OCDE, con clara tendencia a reducirse la distancia entre ellos. Después de 2008 la situación se revierte y el IMO de la OCDE pasa a ser inferior. En el caso de la UE, el IMO se encuentra siempre por encima de los dos anteriores, pero con comportamiento similar.

En América Latina el IMO se comporta de manera diferente. Después de un largo periodo de alta volatilidad, con cifras de tres y cuatros dígitos y un máximo de 1692% en 1990 (algunas de ellas excluidas del gráfico por razones de claridad en su representación), como resultado de los altos niveles de inflación experimentados por la región en la década de los ochenta e inicios de los noventa, el índice muestra un punto de inflexión. Así, mientras en los países desarrollados el IMO comienza a crecer en los últimos años (EE. UU., 1998; OCDE y UE, 2008), en América Latina el índice decrece aceleradamente, tal y como lo resalta el recuadro derecho inferior, pero coincidiendo todos en niveles de un solo dígito.

Tanto en Europa como en Estados Unidos y demás economías desarrolladas, el índice está dominado por el desempleo. En efecto, la razón de miseria (RM, medida en unidades), calculada arbitrariamente en este trabajo como el cociente entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo, muestra igualmente una tendencia a caer en todos los grupos por igual y su valor se mantiene por debajo de 1, salvo en los años setenta y principio de los ochenta, para las economías desarrolladas representadas en el eje izquierdo de la figura 2. Ello se explica por el impacto de la crisis petrolera de 1973, en la cual los países árabes acordaron no exportar petróleo a Estados Unidos y sus aliados europeos, lo que elevó sustancialmente los precios del crudo con impacto negativos en la inflación de estos, de allí los valores más altos de la RM antes de 1981. De nuevo, América Latina (eje derecho) logra descender a niveles comparables con los de las restantes regiones, pasando de tener un IMO dominado por la inflación a otro dominado por el desempleo. La estanflación de los años setenta (en los primeros) y ochenta ameritó políticas monetarias tendientes a subsanar el problema de precios, en desmedro de planes de generación de empleos.

El que los valores del IMO en América Latina hayan llegado a ser inferiores a los de los demás grupos considerados, no debe engañarnos: recuérdese que el empleo en el sector informal es un fenómeno ampliamente difundido en América Latina, de ahí que las cifras de desempleo no reflejan la gravedad del problema. Igual ocurre con su composición. Después de años de procesos hiperinflacionarios, América Latina logró estabilizar sus precios y pasó de tener un IMO totalmente dominado por la inflación, a un indicador con predominio del desempleo. En todo caso, las noticias para Europa y Estados Unidos también son favorables: las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) sugieren una considerable disminución de la inflación y el desempleo y, por ende, del IMO para el periodo 1012-1017.

 

5. Evolución del índice de miseria y la informalidad en Venezuela

5.1 Empleo en el sector informal (ESI)

Seg ún datos del INE, el trabajador del sector informal en ese pais se caracteriza por tener en promedio mayor edad que los trabajadores del sector formal (tres a cuatro años); mucho más bajo nivel de escolaridad (cuatro años menos) y predominio de la participación de la mujer, lo que pone en evidencia dificultades de acceso de este grupo a empleos formales. Las principales actividades económicas del sector son el comercio y la prestación de servicios.

La ESI ha mostrado una tendencia creciente durante los años ochenta, noventa y principios del siglo XXI. Entre 1999 y 2003, ambos años incluidos, más de la mitad de los trabajadores empleados se desempeñaban en el sector informal, alcanzando su nivel más alto en 2003 (52,6%). A partir de 2003 el empleo en este sector ha venido disminuyendo, aun cuando se mantiene por encima del 40% (ver figura 3).

Muchos trabajos intentan explicar las razones de la alta incidencia del ESI en Venezuela: estancamiento de la actividad económica e insuficiencia del aparato productivo para absorber la masa laboral, programas de desarrollo inadecuados, trabas burocráticas que desestimulan la creación de empresas formales, mientras que otros hablan de insuficiente capacitación laboral del trabajador (Ramoni, 2012).

Así, Venezuela tiene casi la mitad de su fuerza laboral empleada en un sector que, según algunas estimaciones, produce apenas una cuarta parte de su PIB no petrolero, por lo cual se requiere del diseño de políticas para el rescate de estos trabajadores (mediante programas de capacitación, por ejemplo), así como la participación de empresas que, en el ámbito de la economía solidaria, contribuyan a empoderarlos y elevar su nivel de vida.

En todo caso las cifras de ESI no hacen sino corroborar las declaraciones de la OIT en cuanto a las distorsiones de la tasa de desempleo en presencia de este problema. De allí la conveniencia de incorporarla al índice de miseria, tal y como fuera propuesto.

5.2 Índice de miseria original, y modificado por ESI

En Venezuela, al igual que en el resto de Am érica Latina, el índice de miseria de Okun tuvo un momento de alta volatilidad, aunque un poco más tardía y sin duda moderada por cuanto Venezuela no llegó a tener problemas de hiperinflación. Sin embargo, sí fueron los precios los causantes de los mayores valores que se observaron en el IMO durante el periodo 1988-1998, que coincide además con una época de fuerte inestabilidad política5 (ver figura 4). Sin embargo, a diferencia de América Latina, el IMO en Venezuela vuelve a crecer a partir de 2007, durante el segundo gobierno del presidente Hugo Chávez, precisamente en época de altos precios del petróleo, principal sustento del país. Incluso entre 1998 y 2007 el indicador había mostrado una tendencia errática, época que se corresponde con el primer mandato de Chávez, incluyendo los dos años previos a la reforma constitucional.

El comportamiento del índice de miseria varía, ya sea que se tomen en cuenta solamente los niveles de desempleo e inflación, o que se corrija por tasas de interés y niveles de crecimiento económico. En efecto, el gráfico muestra que las diferencia entre el IMO y el IMB van más allá de un cambio de nivel, con un IMB rara vez por encima del IMO, lo cual denota que el nivel de crecimiento económico, si hay alguno, no es suficiente para compensar los problemas observados en las otras variables. Además, el IMB presenta fluctuaciones más marcadas e incluso crece cuando el IMO decrece (1994-1995, 1997-1998 y 2008-2009). La mayor diferencia entre ambas variables se da en los años 2002-2003.

Como se dijo inicialmente, se propone corregir el IMO para considerar el desempleo escondido, que incorpora el trabajo en el sector informal y la tasa de desempleo. Ello en virtud de la incorrecta lectura que se le puede dar a la evolución del mercado laboral si se ignora la elevada incidencia del ESI. La figura 4 muestra cómo la incorporación de esta variable afecta básicamente el nivel del indicador, dada la fuerte correspondencia entre desempleo y empleo en el sector informal, ubicándose por encima del IMO. Precisamente es en los periodos de mayor desempleo cuando la gente recurre al sector informal, siendo la correlación entre ambas variables igual a 0,63. Así, mientras el nivel medio del IMO es 34,11%, el IMOI promedio se ubica en 76,01% y el IMB en 70,79%, por lo cual puede concluirse que el nivel de insatisfacción o miseria es mayor que el inicialmente estimado. Cabe acotar que los niveles de pobreza que indica el IMO son similares a los estimados por el INE mediante el método de línea de pobreza, este último con un promedio de 38,02%, lo que hace pensar en la insuficiencia de este último indicador como guía para los ajustes que requiere la economía venezolana a fin de garantizar la inclusión de todos los sectores en la generación y disfrute de riqueza. Igualmente, las tendencias analizadas sugieren la necesidad de revisar la eficiencia de las políticas sociales puestas en marcha por el Gobierno.

Venezuela también se mueve a contracorriente en materia de estructura del IMO. Mientras que todos los grupos analizados se dirigen hacia un predominio del desempleo sobre la inflación, en Venezuela es cada vez mayor el peso de la inflación sobre el índice, lo que se explica por el hecho de presentar este país una de las tasas de inflación más altas del mundo (ver figura 5).

En términos comparativos, el cuadro 1 evidencia un hecho alarmante. En 1980 y 1990, el IMO de Venezuela estaba muy por debajo del índice de América Latina, ambos siempre crecientes y dominados por la inflación, pero con menor incidencia en el país. En 2000 se observa que el IMO en Venezuela pasa a ser mayor que el de la región, situación que se repite en 2010. Así, mientras el índice de miseria decrece en América Latina, al igual que lo hace el peso de los cambios en los precios, este continúa creciendo en Venezuela, así como la incidencia de la inflación en él. 

 

6. Conclusiones

Los datos analizados muestran que Venezuela se comporta a contracorriente con respecto a América Latina y a la comunidad de países desarrollados. Así, mientras que por lo general el IMO decrece, en Venezuela este indicador crece, señal de un mayor nivel de miseria. Este mayor costo social obedece a la creciente y sostenida pérdida del poder adquisitivo de los venezolanos, quienes enfrentan un largo periodo de alta inflación. Ello explica por qué el IMO de este país está dominado por la presión sobre los precios, mientras que la tendencia mundial es hacia un predominio del desempleo sobre la inflación. Las comparaciones entre el índice de miseria de Okun y el de Barro también arrojan resultados interesantes. El segundo es más volátil y dos veces mayor que el primero, producto de las negativas tasas de crecimiento y excesivamente altas tasas de interés.

La preponderancia de la inflación sobre el desempleo en Venezuela solo ocurre por la subestimación que la tasa de desempleo hace de la situación del mercado laboral venezolano. Así debería ocurrir en toda economía con relativamente baja inflación y altos niveles de informalidad. El que casi la mitad de los trabajadores (y a veces incluso más de la mitad) deba recurrir al sector informal como fuente de empleo, es prueba de ello. Como es de esperar, al estimar el índice de miseria con base en el desempleo escondido, antes que solo la tasa de desempleo, la pérdida de bienestar estimada se incrementa, por lo que el índice así modificado parece reflejar de manera más acertada la magnitud de dicha pérdida en una economía sometida a estos flagelos.

Al corregir el IMO venezolano por el empleo en el sector informal, el nivel de miseria crece 2,22 veces, pasando de 34% a 76% durante el periodo estudiado, pero manteniendo el mismo patrón de comportamiento inicial, lo que se explica por la alta correlación entre desempleo y el ESI. El creciente nivel de miseria en este país, medido por medio de cualquiera de los tres indicadores empleados (IMO, IMB e IMOI), en un ambiente de abundancia de recursos, producto de los altos precios del principal rubro de exportación del país (petróleo), pone de manifiesto la insuficiencia de las medidas gubernamentales tendentes a reducir la pobreza y la necesidad de políticas solidarias para corregir los problemas de exclusión en el mercado laboral y mejorar el nivel de vida de una gran porcentaje de la población que, hasta ahora, ha sido y se mantiene excluida.

 


Notas al pie

3. Barro también sugiere calcular el índice tomando en cuenta las variables en diferencia (IMBd), con lo que IMBd = DDES + DINF + DI - DPIB.

4. La página web www.miseryindex.us brinda información acerca de la evolución histórica del IMO desde 1948.

5. El conjunto de medidas económicas que introdujo el presidente Carlos A. Pérez en su segundo mandado condujo a un estallido social en 1989. El país no logró retomar la calma y en 1992 el presidente Pérez enfrentó dos fallidos golpes de Estado (febrero y noviembre), uno de ellos liderado por Hugo Chávez. Finalmente, Pérez fue retirado de su cargo en 1993 y le sucedieron dos presidentes interinos. Le siguió el segundo gobierno de Rafael Caldera, quien tuvo que lidiar con toda la inestabilidad generada en el periodo anterior, a lo que se sumó una fuerte crisis bancaria.


 

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