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Revista Latinoamericana de Bioética

Print version ISSN 1657-4702On-line version ISSN 2462-859X

rev.latinoam.bioet. vol.11 no.1 Bogotá Jan./June 2011

 

Ética sin metafísica, ¿y la bioética qué?

ETHICS WIHOUT METAPHYSICS, AND WHAT ABOUT BIOETHISCS?

ÉTICA SEM METAFISICA, E O QUE ACONTECE COM A BIOÉTICA?

Carlos Eduardo Maldonado*

* Profesor Titular. Universidad del Rosario. Bogotá, Colombia. Email: carlos.maldonado@urosario.edu.co

Fecha Recepción: Enero 20 de 2011
Concepto Evaluación: Marzo 19 de 2011
Fecha Aceptación: Mayo 10 de 2011


RESUMEN

La filosofía ha asistido a un proceso largo mediante el cual numerosas disciplinas se han independizado de ella, tales como la estética, la lógica, y la historia. Prácticamente todas las disciplinas tradicionales que alguna vez pertenecieron a la filosofía se han convertido actualmente en ciencias o disciplinas independientes. Sin embargo, el único campo que permanece al interior de la filosofía es la ética o la moral. El resultado es que la ética o la moral cumplen las veces de la metafísica. Este artículo argumenta a favor de la posibilidad de una ética sin metafísica. Al final, surge la pregunta: si ello es así, ¿qué sucede entonces con la bioética? La razón que motiva este interrogante tiene que ver con las relaciones intrínsecas entre ética y bioética.

Palabras Clave

Moral, bioética, filosofía, ciencia, historia.


ABSTRACT

Philosophy has been watching for a while how various disciplines have become independent from her, namely aesthetics, logics, history. Nearly all traditional disciplines that once belonged to philosophy are nowadays a sciences or a discipline on its own. Yet, the only one that still remains within philosophy is ethics, i.e. morality. The outcome is that ethics, i. e. morality is pervaded by metaphysics. This paper claims for the possibility of an ethics without metaphysics. At the end, the question is raised: if so, what about biothics? The reason that motivates the question has to do with the inner relationships between ethics and bioethics.

Key Words

morality, bioethics, philosophy, science, history.


RESUMO

A filosofia tem assistido um longo processo através do qual inúmeras disciplinas dela se independizaram, tais como, a estética, a lógica, a história. Praticamente todas as disciplinas tradicionais, que alguma vez pertenceram à filosofia, são hoje ciências ou disciplinas independentes. Entretanto, o único campo que permanece dentro da filosofia é o da ética ou moral. O resultado é que a ética ou a moral cumprem as vezes da metafísica. Este artigo argumenta a favor da possibilidade de uma ética sem metafísica. No final, surge a pergunta: se é assim, o que acontece então com a bioética? A razão que motiva esta pergunta tem a ver com as relações intrínsecas entre ética e bioética.

Palavras-chave

Moral, bioética, filosofia, ciência, história.


La historia de la modernidad es, desde el punto de vista del conocimiento, la historia de una magnífica eclosión de ciencias, disciplinas, prácticas y saberes que nacen y se independizan del tronco de la filosofía es decir, de la metafísica. Se trata de nuevos conocimientos que pretenden dar cuenta del mundo o de una región del mundo sin necesidad de supuestos o asunciones de tipo metafísico. La historia es prolífica: se trata del nacimiento de la física clásica -Galileo, Copérnico y Kepler, hasta arribar a Newton-; nace la química gracias a la obra pionera de Hooke, y posteriormente de figuras como Lavoisier y Mendeleiev; nace la biología, notablemente a partir de la obra de Darwin, y en general y de manera muy significativa, nacen la mayoría de las ciencias sociales y humanas en el sentido tradicional de la palabra, esto es, como ciencias de lo humano-social.

Ahora bien, lo verdaderamente apasionante consiste en el hecho de que esta historia no se detiene con el siglo XVIII o XIX, sino, que continúa en el siglo XX y se prolonga en el curso del siglo XXI. Son numerosas las ciencias y disciplinas -dicho en sentido laxo- que nacen y continúan naciendo del tronco de la filosofía pero independientemente de ella.

Con seguridad, algunos de los casos más recientes son la genética, la historia, la lógica, la estética incluso, hasta la aparición de nuevas ciencias y tecnologías radicalmente diferentes de la ciencia en el sentido clásico de la palabra. Se trata de ciencias de frontera fundadas a partir de problemas de frontera - no ya únicamente de ciencias y disciplinas de carácter disciplinar, sino, mejor aún, de ciencias de carácter abiertamente inter, trans y multidisciplinario - . Los ejemplos más conspicuos son las ciencias cognitivas, las ciencias de la vida, las ciencias de la salud, las ciencias de la tierra, las ciencias del espacio, las ciencias de materiales, y las ciencias de la complejidad.


I

Esta historia es verdaderamente apasionante desde el punto de vista de la sociología de la historia, o la historia de la ciencia, o la antropología de la ciencia, por ejemplo, para no mencionar el ámbito de las políticas de ciencia y tecnología y la perspectiva de los estudios -culturales- sobre ciencia, tecnología y sociedad. Pero entre la comunidad de académicos, científicos e investigadores hay un grupo, por así decirlo, que permanece preocupado, por decir lo menos, con respecto a este estado de cosas. Se trata, naturalmente, de la comunidad de los filósofos, en el sentido técnico y profesional de la palabra. En efecto, el problema puede resumirse en los siguientes términos: si tal es la historia del conocimiento, ¿qué queda entonces de la filosofía? Esta pregunta se ha formulado y reformulado una y mil veces en los tiempos recientes en torno a qué es, hoy, la filosofía. La bibliografía al respecto es amplia y numerosa1.

Quizás el mejor diagnóstico sobre el estado de la filosofía, ante este estado de cosas es el que realizara oportuna y lúcidamente R. Rorty. La filosofía, de acuerdo con este autor, ha quedado reducida a tres cosas: el estudio de la historia de la filosofía, el estudio de ontologías regionales, y los temas y problemas relativos a los estudios culturales y de postmodernidad. Digamos, en otras palabras, que la filosofía ha quedado reducida a tres ámbitos principales, así: la metafísica en el sentido más fuerte y clásico de la palabra, la historia o historiografía de la filosofía y, a lo sumo, cuando quiere pronunciarse sobre temas del mundo y de actualidad, queda convertida en caricatura de la sociología, la política y el derecho (Rawls, Habermas). Tan sólo deja oír su voz cuando se pronuncia sobre temas de ética y moral.


II

Con este texto no me propongo dirigir la mirada hacia el estado y las posibilidades de la filosofía2. Por el contrario, quisiera concentrarme en otro tema, sin duda alguna altamente álgido desde varios puntos de vista y sobre lo cual tendré, oportunamente, la ocasión de explicarme mejor. Se trata del hecho de que el último de los campos tradicionales -desde la Grecia antigua- que permanece aún, clara y distintamente, por lo menos desde el punto de vista más normal y generalizado de la palabra, al interior de la filosofía es la ética. Pero quiero subrayar que es el último de los ámbitos propios de la filosofía en sentido usual y tradicional de la palabra. Pues bien, quiero sostener la tesis según la cual no es inevitable que ello siga siendo así. Todos los demás ámbitos que tradicionalmente formaron parte de la filosofía se han independizado de ella y son posibles sin ninguna clase de supuestos metafísicos: la lógica, la estética, una presunta teoría del conocimiento, para no mencionar la retórica (= teoría de la argumentación). La filosofía ha quedado con dos cosas que, al cabo, han sido sólo una: la metafísica y la ética. Me explico:

La ética es un tema que nace, propiamente hablando, en la Grecia antigua, y más exactamente, en el tránsito entre la Grecia clásica y el Período Helenístico. Su padre fue Aristóteles. Con Aristótels, y desde Aristóteles, la ética ha sido tradicionalmente literatura de autoayuda. En un caso, unas cartas de recomendación a su hijo Nicómaco, como reglas y consejos de vida o de conducta; en otro caso, como sucede con Epicuro (2009), es la carta a Meneceo, su hijo, enseñándole a no temer a los dioses, a la muerte, al dolor o a la mala fortuna. En el curso de la Edad Media y la Modernidad, la ética hacía referencia a la creencia y las acciones de acuerdo con el Dios de las instituciones cristianas y católicas, o en fin, el ámbito de la razón práctica (Kant). Digámoslo sin ambages: la ética, así, hoy, se encuentra en la literatura de autores como W. Rizo, P Coelho, Osho y demás literatura. La ética siempre fue y ha permanecido como literatura edificante: la ética nunca ha hecho bueno a nadie.

De manera tradicional, el tema de la ética fue siempre el ser humano, de tal suerte que la ética ha sido, desde siempre, un tema vinculado a una visión antropológica, antropocéntrica y antropomórfica de la realidad. Difícilmente, en la historia de los últimos dos mil quinientos años puede hablarse de ética con respecto a otras especies distintas al ser humano. Más exactamente, la ética ha sido un tema eminentemente Occidental, puesto que las culturas no occidentales no tienen un cuerpo de conocimientos, normas y preceptos similares estrictamente a lo que desde la Grecia antigua aprendimos como "ética" - incluyendo a la distinción, incluso, entre ética y moral, algo que es suficientemente conocido por parte de quienes se han dedicado al tema - . (Singer, 1993).

Es claro, sin embargo, que a lo largo de la historia de Occidente la ética ha conocido, para decirlo en lenguaje musical, variaciones sobre un mismo tema. Esto quiere decir que hay una historia de la ética (Camps, 1999). Es igualmente cierto que la ética ha marcado, de un extremo a otro, a la historia de la humanidad occidental y con ella y desde ella, también, al resto de la humanidad sobre el planeta. La sorpresa es que la ética desapareció de la Agenda Internacional un poco antes del ataque al World Trade Center en el 2001, cuando se redefine la Agenda Internacional en torno a otros intereses.

En otras palabras, puede elaborarse toda una tipología sobre los discursos, prácticas y normas -escritas y no escritas, personales y sociales- que han caracterizado a la ética. Esta tipología encuentra sus raíces en unas ocasiones en una política imperial determinada; otras en un credo religioso o en una doctrina filosófica; unas veces incluso en un cierto ideario político o en ciertas prácticas culturales de orden sociológico o antropológico; puede tener aires teleológicos o también servir de basamento o catalizador de otras acciones y discursos. En fin, la ética puede ser vista con pretensiones universales, o bien centrada en la afirmación de grupos, comunidades y círculos bien determinados. Unas veces se la identifica como ética de mínimos, otras como ética de máximos. Existen enfoques eminentemente procedimentales y otros de tipo principialista.

Como quiera que sea, en todos los casos, la ética ha sido la afirmación -generalmente más explícita que tácita- del humanismo; con todo y el reconocimiento explícito de que ha habido varios tipos de humanismo - tales como el humanismo cristiano, el humanismo renacentista, el humanismo ateo o el humanismo griego, incluso el humanismo marxista y varios más. Todo lo cual conduce a la creencia o la afirmación abierta de que el ser humano ocupa el lugar central y más destacado con respecto a todas las especies y al resto de la naturaleza. Una manera puntual de condensar esta idea es la creencia en el principio antrópico - ya sea en su versión fuerte o débil (Barrow y Tipler, 1989).


III

La ética pertenece -¡aún! a la filosofía, y por extensión y definición, a la metafísica-, y siempre ha permanecido como un "patrimonio filosófico" Pues bien, con este texto me propongo sostener que no es inevitable que la ética siga siendo parte de la filosofía. Incluso, no es tampoco deseable ni necesario que siga haciéndolo, y no solamente en correspondencia con la historia de la ciencia en general, sino, además, con los desarrollos, retos, temas y problemas que caracterizan y definen al mundo contemporáneo.

No hace mucho, por ejemplo, aprendimos la importancia de la naturalización de la lógica y de la epistemología, notablemente gracias a W. O. Quine. Los trabajos pioneros de Quine significaron, en el ámbito de la lógica, el reconocimiento explícito del problema de la falibilidad de la lógica, un tema novedoso en su momento e intocable en la historia precedente de la humanidad occidental. Pero, al mismo tiempo, en el plano de la epistemología, los trabajos de Quine arrojaron nuevas luces en torno a la sospecha de la pureza de la lógica con respecto a la psicología, al lenguaje y al propio proceso del conocimiento.

Mientras, surgieron las discusiones acerca del falibilismo lógico, y a la luz de este debate se erigieron las posturas coherentista y el fundacionalismo en lógica, epistemología y filosofía de la ciencia. Contemporánemente emergieron las lógicas no-clásicas; notablemente, la lógica de la relevancia, la lógica paraconsistente, la lógica del tiempo, la lógica cuántica, la lógica epistémica, la lógica libre, la lógica modal, la lógica intuicionista, la lógica de fábrica, la lógica polivalente y la lógica difusa para mencionar tan sólo las más relevantes. De este modo, se consolidó el abandono de la(s) lógica(s) de la filosofía (= metafísica).

Por otra parte, gracias a trabajos de autores como H. Maturana, F Varela, B. Goodwin y R. Solé, hicimos igualmente el aprendizaje de que el conocimiento (= "epistemología" "lógica"), no se funda en artilugios como la razón, el entendimiento, el alma, la conciencia y demás, sino, por el contrario, más originaria y radicalmente, en la biología. En pocas palabras: la quintaesencia del conocimiento -por así decirlo-, es la biología misma. Con lo cual el resultado fue absolutamente sorpresivo, a saber: el conocimiento -en cualquier acepción de la palabra- no es, en absoluto, una prerrogativa humana, sino, mejor aún, el modo mismo de la vida o de los sistemas vivos. Sencillamente, lo que hacen los seres vivos para vivir -y sobrevivir- es simple y llanamente conocer. Y ello, claro, implica siempre un riesgo.

En términos de conocimiento, en sentido amplio, asistimos a la historia de la ciencia y el conocimiento exactamente como selección de teorías, ciencias y filosofías. Existe una estela larga e impresionante de extinciones de teorías a lo largo de la historia de la humanidad. La mortandad de conceptos, teorías, modelos y ciencias es impresionante en la historia de la humanidad. Si ello es así, en otras palabras, no es necesario ni inevitable que una teoría subsista por sí misma y ni siquiera con base en argumentos de tradición, abolengo o de tipo consuetudinario. Si la ética quiere subsistir, debe transformarse radicalmente; de lo contrario, con seguridad habrá de desaparecer. Tal es, exactamente, la tesis que me propongo defender con este texto.

Quisiera puntualizar en qué dirección puede moverse la ética, si quiere subsistir en el tiempo. Creo que el mejor camino es el de la naturalización de la ética, y que consiste, exactamente, en el encuentro y diálogo entre filosofía, ética y ciencias, notablemente de las dos primeras con campos como la biología evolutiva, la biología del desarrollo, la etología, e incluso los estudios centrados en torno a la inteligencia colectiva o inteligencia de enjambre (swarm intelligence). Oportunamente tendré la ocasión de precisar y ampliar este espectro.


IV

La cultura moderna y contemporánea asiste a una centralidad, a un protagonismo sin igual de la ética. Ninguna otra época había presenciado un protagonismo de la ética semejante.

Pues bien, quiero sostener que entre las razones que explican esta centralidad de la ética se destaca la creciente laicización y secularización del mundo moderno y contemporáneo. En efecto, como resultado de la secularización y laicización crecientes, el espíritu, el discurso y las prácticas dominantes en el medioevo resultan cada vez más imposibles. Más exactamente: dado que, por decir lo menos, hoy no es ya de buen recibo hablar de teología ni pregonar la importancia, la centralidad y el carácter ortogonal de la misma en la vida de la sociedad y sobre la conciencia de los individuos, la ética ha llegado para ocupar el lugar que tenía la teología en la Edad Media. Tal es la historia de la ética en la Modernidad y en el mundo contemporáneo.

Aun cuando no es cierto que todos los partidarios y defensores de la ética y la moral tienen intereses claramente teológicos, y por consiguiente religiosos y fundamentalistas, sí es cierto que, muchas veces incluso sin saberlo explícitamente, le hacen el juego al protagonismo, a los intereses, a las fuerzas y a las organizaciones de carácter religioso, cuando no confesional y clerical de nuestra sociedad - en marcado contraste con las tendencias secularizantes y laicizantes de la sociedad contemporánea - .

Para bien o para mal, la teología es hoy por hoy imposible - para no mencionar siquiera la teología de la liberación, algo proscrito en los gobiernos de Juan Pablo II y Benedicto XVI (si no antes, por decir lo menos). -Dios, según el viejo dictum de Nietzsche, ha muerto; y, como sostiene con acierto Dosoievsky, si Dios ha muerto todo es posible. En otras palabras, la existencia de Dios coincide, plano por plano, con la reducción de los grados de libertad de la posibilidad y se traducen en el imperio de lo real - seguramente afirmado, en últimas, por criterios de autoridad - . No en vano, el capítulo más importante en las teologías occidentales es la teología dogmática.

Algo o alguien tiene, por tanto, que pasar a ocupar el papel de la teología y que ya hoy no es posible (no sin cierto sentido de la ironía hay quienes sostienen que este papel ha llegado a ocuparlo la economía y, más específicamente, en días recientes, las finanzas). Quiero sostener expresamente que la ética es hoy en día, y desde la Modernidad, la instancia que ocupa el protagonismo de la vida social dada la imposibilidad de la teología. Precisamente por ello lo habitual es hablar y trabajar en éticas deontológicas y aplicadas: ética de la empresa, ética del médico o el abogado, comisiones de ética de toda índole, ética del medio ambiente, las bioéticas, justamente, en fin, las éticas profesionalizantes. Éticas genitivas para decirlo categorialmente. Al mismo tiempo, de otra parte, prácticamente todas las ciencias, disciplinas y prácticas deben ser interpeladas de manera frontal, atravesadas o se fundamentan en discursos, elaboraciones y prácticas que reclaman de la ética y la moral en algún sentido.

Digámoslo de manera frontal: a todas luces sería un suicidio -suicidio moral, laboral social, o político, por ejemplo- atentar contra la ética y la moral y acusar hoy por hoy su inutilidad, su insuficiencia, su absurdo o la posibilidad de un mundo sin ética ni moral. Los individuos, la sociedad, las instituciones y las buenas costumbres no solamente no están preparados para un golpe semejante, sino que, incluso, son y generalmente por las más variadas razones que se quieran, las defensoras de la necesidad, la inevitabilidad y la suficiencia de la ética y la moral. Y a fortiori, de la filosofía moral, la filosofía y la metafísica. "Si nadie defiende hoy la ética, tenemos que hacerlo nosotros" diría una conciencia políticamente correcta. "No podemos ceder las banderas de la ética a otras instancias, personas, universidades, organizaciones, fuerzas o instituciones", concluiría esta misma persona. Sería un suicidio denunciar la inutilidad de la ética; pero sí podemos, por lo menos, acusar su lastre metafísico y establecer la posibilidad de que pueda existir una ética sin metafísica - en concordancia con la historia de las ciencias y disciplinas desde el Quattrocento hasta hoy - . La postura que sostendría la futilidad de la ética entraría a la Thomas de Quincy en el suicidio como una de las bellas artes.

Digamos, por lo demás, que Moore y Wittgenstein (1965) sostienen muy sesudamente que la ética no se puede, no se debe enseñar; puesto que ella es ejemplarizante, una posición que demasiados pocos entienden. ¡Lo irónico es que hoy en día prevalecen, en nombre de las buenas costumbres, cátedras de ética, que hay profesores de ética y que incluso hay estudiantes que se rajan en ética! Recordar los argumentos de Moore y de Wittgenstein bien le haría a las buenas conciencias y a quienes proclaman la formación de hábitos. Dejemos, por lo pronto de enseñar ética y por extensión y derivación lo que se sigue o se inspira en ella.

Dicho de manera franca y directa: una ética sin metafísica es aquella que se sitúa exactamente en la misma longitud de onda que Moore y Wittgenstein, y justamente aquello que no se puede ni se - debe enseñar. Inversamente: la ética que forma parte de los currículos es ética metafísica. Period.


V

El supuesto fundamental de la ética es que los temas propios del tema -tales, por ejemplo, como la libertad, la felicidad, la autonomía, la amistad, el amor, la excelencia, los valores, la calidad de la vida, la dignidad incluso de la vida- son cuestiones eminente y exclusivamente humanos y que, en manera alguna, cabe hablar de cuestiones similares con respecto a otros seres de la naturaleza. Dicho de manera puntual: el supuesto de toda la ética en la historia de la humanidad -no obstante diferencias, matices y acentos a lo largo de la historia y de las sociedades o culturas-, es manifiestamente metafísico, a saber: se funda en la asunción de una "naturaleza humana" y que, por definición, la separa y la sitúa incluso en un plano superior con respecto al conjunto entero, restante de la naturaleza. La eminencia del ser humano estriba, en otros términos, en su naturaleza y problematicidad ética, y difícilmente -si no de manera absurda- puede decirse lo mismo con respecto a otros planos, escalas y dimensiones de la realidad y del mundo.

Pues bien, es preciso señalar de manera directa y abierta la crisis del concepto y de la metafísica que afirma algo semejante a una "naturaleza" humana. Para ello, es preciso situar el origen de esta creencia. La idea de una naturaleza humana se origina en la filosofía de Aristóteles cuando afirma que existen tres naturalezas en el orden de las cosas: las plantas, los animales y el ser humano, de tal suerte que existen soluciones de continuidad entre las tres y que es imposible que haya cualquier tipo de conexión o de intercambio entre ellas. En otras palabras, existen diferencias de naturaleza en el mundo, y nada puede modificar las relaciones ni los componentes de cada una de ellas.

La creencia de que existen diferencias de naturaleza en el mundo -y por consiguiente, diferencias ontológicas radicales entre ellas-, será ampliamente acogida por la Cristiandad y, en términos al mismo tiempo más amplios y precisos, por una concepción creacionista del mundo y de la naturaleza. Esta creencia atraviesa intacta por toda la Modernidad y se proyecta aún hasta nuestros días.

Exactamente en este orden de ideas, los seres humanos fueron creados -por natura- con las características, propiedades y calidades que tienen desde el inicio de los tiempos y nada que hagan o dejen de hacer podrá modificar ello puesto que el fundamento se encuentra, ulteriormente, en un ser superior que así lo ha establecido: Dios. Por consiguiente, los seres humanos se sitúan o ocupan un lugar preeminente en la economía de la naturaleza de tal suerte que se establece una conexión de medios a fines de acuerdo con la cual la naturaleza en general ha sido creada para que los seres humanos se enseñoreen sobre ella, convirtiendo a éstos en fines de la creación. Esta es, en otra perspectiva, la postura del principio antrópico fuerte.

Ahora bien, que los seres humanos tienen un destino propio -y dentro de él una serie de avatares que reafirman precisamente la idea de lo humano como distinto de lo natural-, y una serie de temas, cuestiones y problemas que no tiene ninguna otra especie en la naturaleza es lo que sirve al mismo tiempo de basamento y de justificación a la ética. De este modo, decir "humano" y "ética" equivale a dos expresiones concomitantes que remiten, de manera necesaria, intrínsecamente cada una a la otra, de suerte que la ética termina por convertirse en la reflexión -que incluye o atraviesa a la normatividad-, sobre el origen, el destino, las acciones y la conciencia humana y de lo humano mismo. Lo humano es de naturaleza ética.

Todos los modelos teóricos, las teorías, filosofías y demás habidas en la historia de la humanidad occidental han sido antropológicas, antropocéntricas o antropomórficas - tres títulos para referirnos a un solo y mismo problema - . Todos, excepto tres, de acuerdo con P. Ricoeur y, en otro contexto, de acuerdo con B. Mazlich (1995). Ricoeur se refiere a la denominada Escuela de la Sospecha, conformada por Marx, Nietzche y Freud. En otro contexto, perfectamente diferente, Mazlich hace referencia a una tríada de pensadores exocéntricos.

Mazlich denomina modelos "exocéntricos" para contraponerlos a los normales, a la obra y al significado de su obra, de tres fuentes: cronológicamente hablando, de Galileo Galilei, Darwin y Freud. Galileo, por cuanto sugirió que la Tierra no era el centro del universo en contravía con las ideas de Aristóteles y de la Edad Media cristiana. Por el contrario, la Tierra es un pequeño planeta que orbita alrededor de una estrella de tamaño y edad promedio, y lo hace en términos de una trayectoria imperfecta: como hipérbole. El Cardenal jesuita Bellarmino fue el encargado de silenciar a Galileo. Por su parte, Darwin propuso que lo que caracteriza a los seres humanos no es distinto ni mejor que el resto de la naturaleza. Puntualmente dicho: el ser humano no es la mejor especie sobre el planeta: sólo es selectivamente la mejor especie. El Origen de las especies por medio de la selección natural (1859) estuvo un tiempo en el Indice Romano, la antesala de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En cuanto a Freud, la cultura humana no se caracteriza por aspectos espirituales de tal o cual tipo, sino, tan sólo, por pulsiones (Trieb, Trieben) que comparten el resto de los animales: pulsiones tanáticas o destructivas y pulsiones creativas o amorosas y que en la cultura son el objeto de sublimaciones, represiones, racionalizaciones, transferencias, y otras. Las universidades y los sectores más puristas y fundamentalistas hoy en día prohíben y/o proscriben la lectura de Freud. Freud fue ridiculizado y varios de sus textos incluidos también en el Índice Romano - al lado de tantos otros autores, como Hobbes, Descartes, Nietzsche, y Marx, por ejemplo.

Frente a este panorama, es razonable y de hecho existen numerosos autores y trabajos que claman a favor de una desantropologización de la ética (No mencionaré que un autor como P Singer no es bienvenido por los sectores más ortodoxos de la ética y la bioética).

Existe una naturaleza humana; así, la ética se funda en la idea de una constante humana, análogamente a como en física o cosmología se habla de constantes; es decir, medidas o patrones esencialmente invariables. La idea se basa, abierta o implícitamente, en la idea de que el ser humano es de naturaleza, por naturaleza, diferente del resto de la naturaleza; del planeta digamos. Digámoslo en términos informacionales: el ser humano es el input de acciones, principios y valores éticos y morales en el mundo, y es también, incluso con la eventual existencia de otras mediaciones, el output mismo de estos principios, valores y acciones éticas y morales.

Quiero sostener la idea de que es posible, es necesaria y es deseable una ética sin metafísica. Un analogon a esta idea se encuentra, por ejemplo, recientemente en el libro, ya clásico, de J. Austin (2003): Cómo hacer cosas con palabras (How to do things with words), cuyo vórtice capital lo constituye el llamado a que debe ser posible -algo que no existe aún hasta la fecha- una ciencia del lenguaje desprovista (justamente) de metafísica.

Una ética sin metafísica implica, de entrada, inmediatamente, el nacimiento de la ética como una ciencia o disciplina con estatuto propio, con derecho propio, en correspondencia con todas las ciencias y disciplinas de la modernidad y de acuerdo con el cuadro que hemos bozquejado anteriormente.

De manera puntual, para decirlo en el lenguaje de Kant: luego de 2500 años, la ética no ha alcanzado la mayoría de edad. Todavía es menor de edad -en toda la acepción de la palabra- y se refugia en la filosofía, esto es, en la metafísica. Por extensión todos los filósofos morales, eticistas e interesados en la moral y la ética se encuentran, malgré eux-mêmes, en la minoría de edad - en sentido kantiano - . Quiero hacerlo explícito: aún no se atreven a saber por sí mismos, a pensar por sí mismos -¡Sapere aude!- puesto que piensan, actúan y viven en conformidad con las normas y las buenas costumbres, las autoridades y los poderes, que implican siempre, por definición, la total heteronomía. Incluso en la mejor tradición kantiana.

La primera condición para la existencia de una ética sin metafísica consiste en la desantropomorfización de la ética. Ello pasa no simplemente por la transformación radical de los valores, principios y fundamentos tradicionales que ha tenido, sino, además, por el consiguiente cambio profundo en el lenguaje de la misma. No en última instancia, incluso, para que la ética sobreviva y sea posible debe cambiar su propio nombre, como sucede por lo demás en toda conversión radical. La liberación de sí misma de parte de su propio yo comienza o pasa por el abandono del nombre recibido y por la asunción de un nombre por y para sí mismo(a). La salvación de sí mismo, pasa por la pérdida del yo.

Mejor aún, es evidente que el input de la ética sigue siendo el ser humano, por la sencilla razón de que las acciones y las decisiones recaen en los seres humanos (Difícilmente un delfín, un árbol o una cucaracha tomarán decisiones por nosotros o hacia nosotros). Pero, por primera vez en la historia de la humanidad, el output ya no somos los seres humanos. Por primera vez el output es más, bastante más que la escala humana. El output está constituido por el conjunto resultante de la intersección y la complementariedad entre los aspectos bioéticos y los abióticos en la biosfera.

Una ética sin metafísica antes que un discurso meramente epistémico -que es, indudablemente sensible e inaplazable- debe transformar de raíz las comprensiones del ser humano y las relaciones que tiene y puede tener con la biosfera. Y el primero de los reconocimientos es el hecho de que el ser humano no constituye ni el centro, ni el ápice o el cénit de la evolución - ni mucho menos-.


VII

Con este texto no pretendo -no aún- desarrollar la idea de una ética sin metafísica. Ya existen en la literatura en lógica, en filosofía, en estética, en historia y en filosofía de la ciencia muy buenos hints al respecto. Sin duda alguna, los trabajos sobre historia sin metafísica son ya sólidos y clásicos, y lo mismo sucede con la lógica. La estética, mucho más recientemente (Casti) ha avanzado, de manera irreversible por el mismo camino. En el caso de la ética, el terreno está completamente anegado de metafísica. Trabajo en el desarrollo de ética sin metafísica, pero la presentación de esta tarea y su resolución queda para otro momento y espacio.

Quisiera aquí concentrarme, de manera puntual, en una de las éticas aplicadas más conspicuas: la bioética. Formulemos abiertamente la pregunta: Una ética sin metafísica, ¿y la bioética qué?

La pregunta no es vacua. Manifiestamente, la bioética es objeto de elaboraciones estratégicas. De un lado, abiertamente, los católicos reciben, por así decirlo, la sugerencia de que no se debe descuidar a la bioética, a partir de un documento Pontificio (1995). Por otra parte, la comunidad de médicos y profesionales de la salud han decidido, con diversas justificaciones, adoptar a la bioética como un asunto estratégico, y no parecen dispuestos a renunciar a ella. Para ellos existe un claro reduccionismo de la ética a estudios de casos, discusiones de ética profesional, en fin, se han impuesto hace rato y muy ampliamente protocolos al respecto. Ya la sospecha que hacia la bioética tiene la industria farmacéutica es un claro indicio de las pasiones que se generan alrededor suyo. Por lo demás, nunca debemos dejar demasiado en la trasescena el documento de R. Van Potter "Los diez mandamientos de la bioética" que aunque afortunadamente se estudia cada vez menos, es objeto de referencia necesaria entre los círculos más ortodoxos de la bioética.

La ética está impregnada de metafísica; y a fortiori, incluso sin saberlo, la bioética es igualmente una disciplina fuertemente permeada por la metafísica. Ahora bien, desde luego que esta observación no afectará para nada a los sectores más conservadores o a los menos formados teórica, filosófica y científicamente; incluso, por el contrario, les puede alegrar. Sin embargo, en la dúplice perspectiva de la historia de la ciencia -en general; por ejemplo, en particular, en la historia de la disciplina de la bioética en relación con otras ciencias y disciplinas afines y/o próximas-, tanto como desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia -notablemente en relación con aspectos sensibles como el estatuto epistemológico de la bioética; la inscricipción de la ética en la perspectiva CTS; o la consideración acerca de las propias perspectivas de supervivencia de la bioética hacia futuro-, el motivo de un maridaje non sancto (digamos parodiando a Prigogine: une mauvaise alliance) con la metafísica sí que constituye un motivo de preocupación seria.

Si cabe la expresión de una bioética latinoamericana -una expresión heredera del espíritu de una filosofía latinoamericana como filosofía de la liberación y familiar (acaso lejana) de la teología de la liberación-, ésta tiene, de lejos, las mejores posibilidades de liberación de la metafísica y la filosofía en los sentidos mencionados antes arriba - bastante más que las bioéticas llamadas anglosajona y europea-.


VIII

La bioética llamada latinoamericana se define no tanto, sostengo, en función de sus orígenes en una región del continente americano, cuanto que por los conceptos, problemas y ejes que la caracterizan, distintos de los de las llamadas bioética anglosajona y la europea3. Más exactamente, mientras que estas dos parten de, y se fundan en, conceptos, en principios filosóficos y éticos, y suponen claramente tradiciones filosóficas y una metodología precisa centrada usualmente en la casuística, la bioética llamada latinoamericana parte de, y se ocupa con, problemas - problemas, por lo demás perfectamente laterales si no ignorados por dos frentes de trabajo en bioética que son, a la postre, principialistas metafísicos-. Se trata de problemas tales como conflictos y problemas sociales, en toda la extensión de la palabra, problemas de pobreza y medioambiente, problemas relativos a los derechos humanos, en fin, problemas pertinentes a conflictos éticos de la ciencia y la tecnología contemporáneas. Se trata de una bioética que dirige su mirada al espectro social de la biomedicina e incorpora elementos críticos provenientes de ciencias y disciplinas diversas, fundadas en problemas. Dos referentes sólidos al respecto son las revistas Acta Bioethica (Chile) y Bioética Latinoamericana (Venezuela).

La bioética como disciplina es un campo importante de trabajo e investigación: ¿qué duda cabe? Pero debe ser entendida como un área que no se reduce a los intereses de teólogos, sacerdotes y ex-sacerdotes, de filósofos en sentido tradicional o metafísico, o de médicos y profesionales de la salud, habitualmente de la llamada "vieja guardia" que son los tres sectores predominantes en lo que podríamos denominar como la primera generación de la bioética. Recientemente se incorporan a ella profesionales, investigadores y científicos provenientes de otras áreas del conocimiento pero que tienen una clara experiencia en el diálogo interdisciplinar, transversal y cruzado sin privilegiar a priori ninguna ciencia, disciplina o enfoque. Buena parte de estos nuevos campos del conocimiento provienen de la genética, la ciencia política, la ecología y la biología evolutiva, de la filosofía de la ciencia o de la economía, principalmente.

Creo, sin embargo, que la bioética latinoamericana puede y debe renunciar a su apellido. Lo que le aportará réditos provechosos hacia futuro no será por virtud del apellido, sino por sus propias realizaciones, por la robustez y la flexibilidad de sus relaciones y por el rigor y la contundencia de sus estudios, trabajo e investigaciones. Mientras tanto la vieja bioética seguirá con sus pequeñas preocupaciones: bioética médica y clínica, bioética y educación, principios y estudios de casos, y demás.

Las posibilidades de una bioética sin metafísica se traducen inmediatamente en el reconocimiento de que prevalecen, con otros rostros y nombres, cordones sanitarios en la estructuración y dinámica de la sociedad, alimentados y sostenidos por parte del Estado, y que no podrá ser posible hablar efectiva y plenamente de calidad de la vida y dignidad de la misma sin una crítica profunda y radical sobre los cordones sanitarios prevalecientes aún. Asimismo, una bioética sin metafísica es aquella que sin descuidar los derechos humanos de primera generación ni tampoco los de segunda generación, enfoca la mirada en los problemas de derechos humanos de tercera y de cuarta generación. La fuerza del mundo contemporáneo estriba, sin ningún lugar a dudas, por primera vez en mucho tiempo en la historia de la humanidad occidental, en la secularización y en la laicización de la sociedad. Pues bien, la bioética debe poder ponerse a tono con los procesos en marcha de secularización y laicización si verdaderamente hace de la diversidad de la vida el motivo central de su existencia y sus posibilidades.

A través de sus críticas -en numerosas ocasiones prejuiciada y preconcebida- contra la investigación de punta en campos como las células madre y la clonación, la bioética normal (Kuhn), le hace el juego, abierta o tácitamente a la logofobia. En otras palabras, la bioética con metafísica -de manera idéntica a la ética con metafísica- es control del conocimiento, control y delimitación de la Investigación, en fin, delimitación y circunscripción de la ciencia, el pensamiento y la acción a los márgenes de una canónica. Es la prolongación del nihil obstat o del imprimatur por otras vías y en otros términos. Es el caso, notablemente, de numerosas universidades clericales en los que existe investigación en ciencia y tecnología, en el sentido amplio de la palabra, pero siempre con el techo de la teología. O también, siempre con el techo de presuntos "criterios, principios y valores éticos" Puro altruismo.


IX

La bioética debe poder salir de la minoría de edad si quiere sobrevivir. Estrictamente hablando, ¿a quiénes interesa la bioética hoy por hoy? A la comunidad de expertos, teóricos, investigadores y profesionales interpelados, no tanto por los contenidos de la bioética, como por su sentido y posibilidades. Pero hay una parte amplia de la sociedad, del sector privado y del sector público al que la bioética no parece decirle mayor cosa. La carga de la responsabilidad recae, como es frecuente el caso, del lado de quienes trabajan activamente en distintos planos en bioética. Pero, con seguridad, una razón grande de la apatía, la indiferencia o el desconocimiento de la bioética por parte de la gran mayoría de los individuos, organizaciones e instituciones tiene que ver con el hecho de que la imagen normal que se proyecta de la bioética no es la mejor, por restringida, deletérea, profesionalizante.

La ciencia, en general, se debate y se hace posible hoy por hoy y cada vez más de cara a la sociedad y no ya tanto de cara al Estado o a determinados centros de poder. La bioética sin metafísica puede ser una herramienta valiosa para la sociedad civil y, como es sabido, la complejidad de la sociedad estriba en su civilidad. La bioética que pensamos y trabajamos desde América Latina puede contribuir enormemente en esta dirección. A condición, claro, de que se nutra mejor, que cambie su lenguaje y estilo, y que se abra a otras preocupaciones. Pero esa, queda claro, ya no será la misma bioética en la que pensaron los clásicos -Van Potter, Gracia, Engelhardt, el Hastings Center, Beauchamp y Childress, Pence o Jonas, por ejemplo-. Esa, franca y directamente, será una bioética que se sitúa en congruencia con la historia de las ciencias y las disciplinas desde la modernidad hasta hoy y, previsiblemente, con optimismo, hacia futuro: ciencia sin metafísica.


NOTAS

1 Bastaría con una mirada cuidadosa a la obra de autores tan disímiles entre sí pero tan comprometidos con la filosofía como J. Patocka, G. Deleuze, Rorty o Habermas, por ejemplo. Son numerosas las revistas especializadas que han dedicado números monográficos a la pregunta, con todo y que hay intereses y preocupaciones diversas y no siempre confluyentes o uniformes. El estado de preocupación por la situación actual de la filosofía en el mundo es generalizada; la literatura y la ciencia, las artes y las nuevas tecnologías constituyen los referentes más permanentes en estos casos.

2 He tratado este tema en varias ocasiones, siendo la más reciente: "De la ciencia a la filosofía, y viceversa" en: Cuadernos de Filosofía, No. 9, 2007, págs. 71-86, y antes, en "Ideas acerca de la historia y el futuro de las relaciones entre ciencia y filosofía" en: Problemas actuales de la filosofía, Universidad Libre, M. Rujana (compilador), 2000; coautor, pp. 105-196.

3 Un buen ejemplo del hecho de que una nueva y radicalmente diferente bioética puede ser posible sin que coincida, plano por plano, con la idea de "lo latinoamericano", y sí en el sentido apuntado en este texto es el buen trabajo de Vallverdú (2009).


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