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Revista Latinoamericana de Bioética

Print version ISSN 1657-4702

rev.latinoam.bioet. vol.12 no.1 Bogotá Jan./June 2012

 

La bioética en el mundo de incertidumbres morales

BIOETHICS IN A WORLD OF MORAL UNCERTAINTIES

A BIOÉTICA NO MUNDO DE INCERTEZAS MORAIS


Gilberto Cely Galindo*

* Gilberto Cely Galindo es profesor-investigador de Bioética y Decano del Medio Universitario de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Autor de veinte libros y de 36 artículos de Bioética.
E-mail: gcely@javeriana.edu.co

Fecha de recepción: abril 12 de 2012
Fecha de evaluación: mayo 12 de 2012
Fecha de aceptación: mayo 30 de 2012



RESUMEN

En el presente artículo de reflexión se estudian algunos de los aspectos filosóficos relacionados con la antropología cultural y la Bioética, en la así llamada contemporánea "Sociedad del Conocimiento". La incertidumbre moral, que lo es también cultural, es factor dominante en el horizonte de las tecnociencias y se constituye en instancia necesaria de reflexión bioética. Cuando se trata de dubitación moral, ocasionada por la amenaza severa de las biotecnociencias a la viabilidad de la vida humana y de todo tipo de vida sobre el planeta Tierra, surge la Bioética como interdisciplina que reclama cordura sapiencial a favor de una nueva cultura de la vida de cara al futuro, para lo cual es necesario articular armónica y proactivamente el desarrollo de las Tecnociencias con las Humanidades.

Palabras Clave

Bioética, Sociedad del conocimiento, incertidumbre moral, biotecnociencias, sabiduría.



SUMMARY

Some philosophical aspects related to Bioethics and Cultural Anthropology in the contemporaneous "Society of Knowledge" are studied in this essay. We have taken as a turning point for analysis, the incidence of biotechnologies sciences in the horizon of moral values which are invading today the entire physical and cultural living phenomenon. Moral uncertainty is the dominant factor in that horizon and it constitutes a necessary point of reflection. Bioethics rises as an interdisciplinary activity, which favors a kind of prudential wisdom in pursuit of a new life style that faces the future. In order to do this, it is necessary to articulate a new culture of life that would make it possible for the Sciences and the Humanities to exist in harmony.

Keywords

Bioethics, Society of Knowledge, moral uncertainty, biotechnologies, wisdom.



RESUMO

No presente artigo de reflexão são estudados alguns dos aspectos filosóficos relacionados com a antropologia cultural e a Bioética, na assim chamada "Sociedade do Conhecimento" contemporânea. A incerteza moral, que também é cultural, é fator dominante no horizonte das tecnociencias e constitui uma necessária instância de reflexão bioética. Quando se trata de dubitação moral, ocasionada pela grave ameaça das biotecnociências à viabilidade da vida humana e de todo tipo de vida sobre o planeta Terra, surge a Bioética como interdisciplina que reclama cordura sapiencial a favor de uma nova cultura da vida com vistas ao futuro, para o que é necessário articular de forma harmônica e produtiva o desenvolvimento das Tecnociencias com as Humanas.

Palavras-Chave

Bioética, sociedade do conhecimento, incerteza moral, biotecnociências, sabedoria.



DECISIONES MORALES EN TIEMPO DE INCERTIDUMBRES

Cuando yo era niño tenía muchas preguntas que se quedaron sin respuestas. Ahora que soy adulto mayor tengo muchas respuestas que nadie se interesa en conocerlas, ¡ni yo mismo...! Quizás porque las preguntas de ahora nada tienen que ver con mis respuestas. Percibo que todo cambia a velocidades vertiginosas y que debo correr en exceso, solamente para mantenerme en el mismo sitio de antes, sin avanzar. Y todo esto me genera incertidumbre y cansancio existencial que debo disimular para no quedar en ridículo ante mis estudiantes.

Los tiempos actuales están marcados por incertidumbres morales y éticas, procedentes de convulsionados cambios económicos, científicos, políticos, sociales, culturales y religiosos que interactúan entre sí y que no paran de dar vueltas huracanadas al globo terráqueo, cabalgando velozmente en los briosos lomos de los medios masivos de comunicación social.

Estas incertidumbres generan desconfianza y pérdida de credibilidad.1 Escasean hoy las verdades absolutas, las certezas y seguridades que anteriormente nos permitían fiarnos a ojos cerrados de las tradiciones religiosas, de los valores culturales, de los códigos éticos, de la legislación vigente, de los consejos de las personas mayores y de las diversas autoridades para tomar decisiones sin dubitar. Parece que lo único absoluto ahora es que ya no existen verdades absolutas y quietas, sino inestables y en movimiento. Se sospecha y desconfía de doctrina ética alguna con pretensión de absolutez, para llevarnos a puerto seguro a través de las aguas turbulentas de la sociedad contemporánea en continuo cambio. Pero, a la vez, hay un reclamo mundial por ofertas de principios y valores morales que aporten seguridad y sentido trascendentes, ya que el hombre contemporáneo se topa, aterrorizado, con la inestabilidad de su ser en un universo humano de pendiente resbaladiza que amenaza su futuro.

Desde los inicios de la Modernidad y con su aliada a Ilustración, el oscurantismo medieval ha venido cediendo su espacio al dominio de la razón ilustrada que se propone disipar la ignorancia, derrotar las creencias sin justificaciones lógicas y científicas, eliminar las supersticiones, mitos y tabúes, para combatir todo tipo de tiranías que esclavizaban al ser humano y correr las fronteras de la libertad y la autonomía.

El dominio de la razón instrumental se constituye, desde el siglo XVIII, con la revolución industrial y el creciente desarrollo centrífugo de las ciencias sociales y humanas, en la brújula que señala el norte del ser humano para liberarlo de auto y hetero-tiranías. ¿Lo hemos logrado?; ¿Somos actualmente más conscientes, libres, responsables, justos y felices?; ¿El modelo económico neocapitalista liberal, ligado íntimamente a los avances tecnocientíficos, nos ha traído buenas estructuras sociales para la convivencia justa y pacífica?; ¿Qué hemos sacrificado con tal de ganar mejores condiciones de vida material?; ¿Cómo se explica, entonces, el movimiento globalizante de los "indignados"2, que invade las calles de ciudades capitales del mundo con protestas no siempre pacíficas a favor de razones justas y de las otras...?.

Veamos algunas causas de las protestas: rabia colectiva que empuña las armas libertarias por falta de democracia en países con gobernantes tiranos y criminales aferrados al poder por décadas (países árabes del norte africano). Rechazo airado a la falta de justicia distributiva de bienes económicos en aquellos Estados ricos que se autodenominan protectores mundiales de la democracia, los Derechos humanos y que también son ejemplos fallidos de desarrollo equitativo. Gigantescas manifestaciones de indignación en Grecia, Alemania, Francia, Inglaterra, España, Italia, en Estados Unidos contra Wall Street, símbolo del capitalismo, como lo fueron las Torres gemelas de NY. Profundo malestar ocasionado por la negación de los valores morales que fundamentan la dignidad humana y son patrimonio histórico de tradiciones culturales y religiosas, exaltándose antivalores que traen vacío existencial (movimientos étnico-políticos de los países andinos, del islamismo, del Himalaya chino con Dalai Lama). Sentimiento de frustración por la prevalencia del desarrollo tecnocientífico sobre el verdadero sentido del bienestar humano, el consumismo, la sobreexplotación industrial de los recursos naturales y la destrucción del planeta. Protestas contra las multinacionales productoras de alimentos transgénicos, las mismas que nos envenenan con los agroquímicos. Protestas contra la OMC, contra el G8, el G20, contra el Banco Mundial, contra los fallidos Protocolos de Kioto, de Cartagena y Río 20. Furiosos reclamos contra el armamentismo, contra las guerras, contra la energía atómica, contra las industrias predadoras del medio ambiente. Indignación de los jóvenes ante las pocas oportunidades educativas de calidad, gratuitas y acceso equitativo al mundo laboral.

Revueltas estudiantiles de largo aliento en Chile y en Colombia. Y un larguísimo etcétera de causas sociales, económicas y políticas que asfixian a los ciudadanos del mundo, produce desencanto de las promesas de bienestar que nos ha hecho la razón ilustrada e instrumental, hoy concretizada en la llamada "Sociedad del conocimiento" que acrecienta la incertidumbre moral de nuestros días y evidencia una gran crisis civilizacional.

Si esta indignación y descontento emerge en los países que gozan de mayores privilegios, ¿qué puede esperarse de los nuestros?; ¿Cuántas subjetividades disímiles se incluyen en las expresiones de indignación?; ¿Cuántas ideologías antagónicas convergen en un mismo mitin y quién se apropia de los beneficios o perjuicios de sus consecuencias?; ¿Estas protestas aportan soluciones razonables a los problemas?; ¿Se protesta con razón o sin razón?. Parece que la razón no ha podido desligarse de la sinrazón. Y el ser humano sigue siendo simultáneamente sapiens y demens.3 Esta contradicción ontológica la llevamos siempre con nosotros y nos hace incoherentes, faltos de certeza moral, inseguros pero audaces para tomar decisiones temerarias que arriesgan futuros, no previsivos de las consecuencias, injustos, violentos, destructores de nosotros mismos y de nuestra casa terrenal que generosamente nos hospeda y sustenta.


EL BIENESTAR COMO OBJETIVO DE LA LIBERTAD Y UNA NUEVA ÉTICA

En este proceso histórico de liberación de todo cuanto nos esclaviza, la razón científico-tecnológica instrumental ha venido en ayuda de los saberes humanísticos y se ha dado a la tarea de penetrar en los secretos de lo humano y de la naturaleza para desencantarlos y ponerlos al entero servicio de las necesidades reales y presuntas de nuestra especie que incansablemente busca bienestar.

De esta manera, la razón ilustrada proclama el ejercicio de la libertad y se posiciona cada vez más como decisora confiable del destino presente y futuro del género humano y del planeta, reclamando para sí la construcción de una nueva ética con fundamentos científicos, casuística, interdisciplinaria y dialógica, que incline los juicios morales por los argumentos más plausibles de los interlocutores, con los cuales se comparte la responsabilidad. La Dignidad humana y los Derechos humanos son el faro iluminador de la toma de decisiones de la ética nueva.

Así pues, no cabe duda de que la versión visible contemporánea del inmenso poder operativo de la razón ilustrada son las ciencias y tecnologías, unidas hoy indisolublemente como tecnociencias, a través de las cuales nos empoderamos de nuestro cuerpo, de nuestra psique y de nuestro hábitat, creando un imaginario colectivo de que con ellas tenemos asegurado un futuro exitoso de sobrevivencia, calidad de vida y felicidad. Este es un movimiento antropocéntrico que desplaza al teocéntrico medieval y al cosmocéntrico primitivo lleno de mitos y temores reverenciales a las fuerzas ciegas de la naturaleza.

Por otra parte, la razón ilustrada lleva tres siglos fiándose en exceso de las ciencias y las tecnologías, sin percatarse de que estas se movilizan en el credo de la indeterminación, de la falsación constante de sus certezas y de los cambios paradigmáticos de las revoluciones científicas. Actualmente, todas las ciencias y humanidades llevan en sus epistemologías verdades transicionales, no definitivas. Hoy nada tiene validez de por vida.

En nuestra cultura antropocéntrica, se supone que nada se nos resiste al conocimiento racional y a la intervención científicotécnica. Con la cosmofísica exploramos los secretos de la materia-energía que constituyen nuestro planeta y el universo. A todo le buscamos utilidad, lo convertimos en mercancía, lo explotamos hasta su agotamiento, no reparamos en los macro desequilibrios ecológicos que causamos y contaminamos sin piedad los ecosistemas.

Ya descubrimos con el ADN el misterio de la vida, no para llenarnos de admiración contemplativa reverencial, sino para modificarla a nuestro antojo con la ingeniería genética, sin fijar límites a la curiosidad y al riesgo. Modificamos genéticamente microorganismos, vegetales, animales y la misma vida humana, con pretensiones eugenésicas que dan lugar a muchas y espinosas discusiones bioéticas.

Desde los años sesenta, separamos la sexualidad de la procreación con los métodos anticonceptivos. Nos ilusionamos con las posibilidades biomédicas de "engendrar hijos a la carta", escogiendo de antemano el color de la piel y de los ojos, el género, sus condiciones corporales, su desempeño intelectual y otras características prediseñadas en el deseo de los padres. Y cuando los esposos padecen de obstáculos orgánicos y psicológicos para tener bebés, ya existen, desde los años ochenta, métodos de procreación humana asistida que resuelven sus problemas.

Hoy se habla de la "medicina del deseo", que tiene que ver con la insaciable demanda de preferencias particulares y subjetivas al sistema público de salud, bajo el argumento del respeto a la autonomía del paciente que debe prevalecer sobre los intereses de lo público. Este tipo de medicina del deseo, sesgada por veleidades estéticas de marcado egocentrismo individualista, típico de la sociedad de consumo, dispara los costos de la salud en el sistema de protección social. Hasta en los países más ricos, los recursos económicos son escasos para satisfacer todas las demandas de los ciudadanos.

Hoy queremos "rediseñar" el cuerpo humano4 para librarlo del azote del tiempo, del deterioro natural y de la muerte misma. Es cierto que las ciencias biomédicas actuales aportan calidad de vida y también mayor longevidad a las personas, incluyendo la distanasia, lo que ocasiona problemas demográficos y económicos severos con poblaciones cada vez más envejecidas en los países del primer mundo y pocos jóvenes por haber realizado programas muy intensos de control natal. Y a resultas de todo lo anterior viene, además, el tema de la eutanasia a provocar innumerables debates éticos, puesto que el mundo moral se ha enrarecido globalmente con la prevalencia del ejercicio de la libertad y autonomía individuales sobre las políticas públicas.

Con los anteriores y muchísimos otros ejemplos, la civilización actual, jalonada por el conocimiento y sus aplicaciones tecnológicas, en especial las biotecnociencias que dan lugar a la llamada Era bíos, más los aportes de corrientes filosóficas que apuntan a nortes antropológicos diversos y algunas veces antagónicos, ha ocasionado el tambaleo de las verdades éticas y morales5 sobre las que se apoyaba la sabiduría ancestral de las religiones históricas y las grandes culturas, la antropología cultural y la filosofía práctica que tradicionalmente se han ocupado de la ética y la moral. Estas verdades están hoy cuestionadas por las certezas transitorias que aportan las ciencias positivas y las humanidades de vanguardia, por el imaginario colectivo acerca de la libertad y la autonomía, por las costumbres culturales y religiosas, por las preferencias individuales acerca de cómo vivir la vida para llevarla con calidad a su manera, por las diversas interpretaciones casuísticas de los Derechos Humanos a la luz de las legislaciones nacionales e internacionales, y todo esto aumenta el enrarecimiento moral de la cultura.

La tendencia macro cultural contemporánea de la globalización es a construir una sociedad liberal, democrática, laica, pluralista, incluyente, tolerante y multirreligiosa.

En esta tendencia transitan a sus anchas las ideas de la Postmodernidad, no sin pagar costosos peajes de relativismo moral, sincretismos, anomía, soledad, desgano existencial, neurosis, pérdida de trascendencia y búsqueda de compensaciones psicológicas en consumo de sustancias psicoactivas.


LAS CIENCIAS Y SUS OFERTAS DE VERDAD

En la actualidad, el concepto de verdad6 se fragmenta en continuas propuestas de certezas transitorias ofrecidas por los avances de cada una de las ciencias7 que epistemológicamente buscan las verdades propias de sus objetos de estudio, sin hallarlas definitivamente porque la realidad siempre es mayor que la comprensión que se tenga de la misma. La verdad del conocimiento no está en la cosa que se observa, como ocurría en las ideas de Platón, sino en la necesidad y universalidad de su representación. (Castillo, S. F. (2002), p. 11). Pensar que lo que se conoce de las cosas son las cosas mismas en su totalidad, no es más que un realismo ingenuo carente de cientificidad. A esta presunción de realismo objetivista tendremos que agregar que cada vez más el conocimiento que tenemos de las cosas está mediado por múltiples factores: instrumentos, tanto físicos como conceptuales, métodos de investigación, cosmovisiones culturales, el lenguaje, conflictos de intereses, más responsabilidades económicas, políticas y religiosas.

Dichas mediaciones comportan obstáculos epistemológicos que comprometen al cognoscente en lo que se propone observar y conocer, sin que se pueda liberar totalmente el observador científico de sus cargas subjetivas y de los referentes histórico-sociales que condicionan tanto la actividad investigativa en sí misma como los resultados. Digámoslo de otra manera: todo acto cognitivo es un constructo social e histórico, de lo cual nos ponen en alerta los autores del constructivismo genético. Y a partir de esa realidad ineludible, emergen las mutuas responsabilidades éticas entre el investigador científico y su comunidad moral de pertenencia, a la vez que de estos dos con el hábitat. No hay espacio alguno, entonces, para reclamar la "neutralidad valorativa" del quehacer científico en sí mismo, como del investigador y de la sociedad que le encomienda esta tarea, habida cuenta de que todos responden a intereses cargados de intencionalidad moral.

Así, pues, la búsqueda científica de la verdad es tanto un "desvelamiento" dinámico y siempre inconcluso de la verdad, propia de los objetos hacia el sujeto humano que los percibe dialécticamente por el conocimiento y sus mediaciones, como también es una "construcción histórico-social de la realidad". Tanto el desvelamiento como la construcción son procesuales y siempre inacabados, más que un encuentro definitivo con "la verdad" del campo específico del objeto de estudio científico. En estos procesos es menester afinar cada vez más los métodos instrumentales de observación empírica y hermenéutica para hacer claridad entre lo verdadero y lo falso, entre lo objetivo y lo subjetivo, de manera coherente con su correspondencia cognitiva, dando pasos hacia la necesidad y validez universal que se predican de lo que se conoce.

Muchas personas acostumbradas a llevar su vida confiando siempre en verdades, principios y normas absolutas no cuestionables, perciben ahora la sensación de navegar a la deriva del relativismo moral de la cultura contemporánea, pues ésta está a merced de los avances dialécticos de las ciencias8 y sus constructos de verdad9 que impactan y desestabilizan la jerarquía de valores morales de la arquitectura social. A muchas de estas personas las acosa, entonces, la convicción de que "todo tiempo pasado fue mejor", que asistimos a una "depravación de las costumbres", y caen en la tentación de recuperar las riendas de antaño acudiendo a todo tipo de integrismos, fundamentalismos, fanatismos, esoterismos, como también a escepticismo, relativismo, ateísmo, nihilismo y agnosticismo.

La inteligencia humana, destinada a descubrir la verdad acerca del hombre y del cosmos, dispone potencialmente de varias racionalidades para obtener su objetivo, porque existen varios tipos de verdades, cada una con epistemologías y métodos propios, sin que haya antagonismo, paralelismo, o sumisión entre dichas verdades10. Podríamos preguntarnos: ¿La verdad se descubre o se construye individual y colectivamente, como proceso histórico e inacabado?; ¿Es algo subjetivo?; ¿Existe la verdad única y absoluta?; ¿La verdad teológica de las religiones valida o invalida la verdad de las ciencias y al contrario?; ¿Solamente hay verdades parciales, transitorias y relativas?; ¿Qué es el relativismo?. El tema es apasionante, pero no es este el momento de entrar en el debate.

Digamos que la verdad buscada por el grupo de ciencias positivo-analítico-experimentales (química, física, matemáticas, biología, genética, etc.), no es el mismo tipo de verdad que buscan las ciencias histórico-hermenéuticas, llamadas tradicionalmente "humanidades" o ciencias sociales y humanas (historia, filosofía, psicología, sociología y un larguísimo etcétera). Cada una de las ciencias o disciplinas adscritas a estos dos grandes grupos disponen de epistemes y metodologías apropiadas a su racionalidad, como también de lenguajes que necesariamente utilizan metáforas y símbolos para poder hablar de sus verdades o certezas transitorias que no pueden expresarse de otra manera. Cuando sus teorías, leyes, verdades o certezas logran superar los embates de la falsación popperiana, se convierten en paradigmas kuhnnianos, a la espera de que los avances de las ciencias los suplante por otros paradigmas o que la Postmodernidad termine por desvirtuarlos en su empeño por destruir metarrelatos.

A la complejidad de los dos conjuntos de ciencias mencionadas anteriormente, tendremos que agregar otra gama gigantesca de combinaciones de disciplinas llamadas profesionales, las que se ocupan de resolver problemas prácticos y específicos de beneficio humano, como es el caso de la Medicina y sus especialidades, para atender a verdades particulares de la racionalidad propia de las ciencias de la salud.

Por otra parte, la racionalidad de la estética, que se comunica en la poesía, o en cualquiera de las artes plásticas, literarias y musicales no es la misma para todas ellas. Tampoco lo es para la estética implícita en las matemáticas. Entonces, en la variopinta racionalidad estética de profundo calado subjetivo de la inteligencia emocional, cada una de las artes expresa su verdad de manera diferente para todos los gustos, con lenguajes diversos, coincidiendo todas en transmitir un mensaje de belleza sensorial que produce placer edificante recreativo del yo íntimo. Y esta es la verdad específica y diferenciadora de las artes. Verdad subjetiva y comunicativa de valores estéticos para quienes sintonicen con ellos con su inteligencia emocional. Así las cosas, no hay nada tan objetivo como lo subjetivo para quienes educan su percepción sensorial.

Ahora bien, la existencia de Dios no es comprobable ni refutable por ninguna ciencia de racionalidad empírica, ni siquiera por la teología que, para muchos, no califica como ciencia sino como un tipo de sabiduría, cuyo raciocinio argumentativo no puede pretender nada más allá de ofrecer recursos hermenéuticos para el discernimiento trascendente de las preguntas últimas de sentido existencial que están en la base de las múltiples inteligencias que tenemos los seres humanos de todas las épocas y culturas. Dios no es objeto de estudio científico, por la sencilla razón de que Él no es un objeto. Tampoco es un sujeto, a la manera como los seres humanos objetivamos a los sujetos humanos para racionalizar su comprensión (lo hace la psicología, la antropología, la filosofía, etc.).

La verdad acerca de Dios proviene de dos fuentes: de la experiencia interior de autenticidad auto-trascendente11 que da consistencia a la realización existencial de cada persona y de la conciencia histórica colectiva de la revelación de Dios a la humanidad, conciencia que se transmite de generación en generación, también ella como autenticidad auto-trascendente. Ambas experiencias se entrelazan, evolucionan, se purifican, se resignifican simbólicamente y se actualizan permanentemente como vivencias dadoras de sentido para el creyente, de acuerdo con los signos de los tiempos.

El descubrimiento experiencial de Dios en la vida individual, difícilmente se queda solamente a nivel cognitivo, intelectual, especulativo, frío, neutral, alejado del mundo de los sentimientos, de los afectos y de las motivaciones volitivas que promueven el encuentro gozoso y confiado de la persona con el Dios maravilloso que se le revela en su intimidad más recóndita, en su autoconciencia, en su êthos vital, pero también en su pathos. Este desvelamiento de Dios es simultáneamente un desvelamiento del yo personal hacia sí mismo, es una iluminación interior que se capta y vive espontáneamente a la luz de la fe, sin que al acto de creer le tengan que preceder rigurosos argumentos intelectuales. Porque la fe es un don, un regalo divino que se acepta libremente sin oponer resistencia, simplemente se disfruta y agradece, como lo haría un niño con un delicioso helado o con un juguete que recibe gratuitamente. El niño no le aplica al helado dispendiosos estudios químicos antes de consumirlo, ni desbarata el juguete para analizarlo antes de complacerse jugando con él.

La más urgente necesidad de los individuos y de la sociedad contemporánea es orientar sapiencialmente la propia vida, mirar más allá del cortoplacismo inmediatista para dotarse de un norte trascendente, construir un proyecto existencial, fijarse metas de acción, identificar valores morales que le den fuerza para superar la fragilidad, las miserias y contingencias humanas. En este orden de ideas, las religiones aportan sabiduría espiritual milenaria para el bien vivir. Su verdad y sus certezas están en íntima relación con la manera como sus doctrinas y prácticas dignifiquen al ser humano en comunión con el entorno natural. La verdadera fe religiosa, la que no es integrista ni fanática, es una tabla de salvación que evita el naufragio en el océano tormentoso de las incertidumbres.


INCERTIDUMBRES EN LA ERA BÍOS Y EL ROL DE LA BIOÉTICA

En el contexto de la Sociedad del conocimiento científicotecnológico del que nos hemos ocupado en las páginas anteriores, merece especial consideración el espacio temático de la recientemente llamada "Era bíos", que dio lugar al nacimiento, por los años sesentas del siglo pasado, de una nueva ética de segundo grado epistemológico12 (Sotolongo, P.L. (2005)) por su complejidad, independiente ya del fuero exclusivo de la filosofía, por su condición interdisciplinaria y transdisciplinaria.

Esta nueva ética de la Era bíos es la Bioética. Su objetivo consiste en acompañar a la ciencia para que la ciencia se haga con conciencia, con sentido de responsabilidad social y ecológica. Esto es, que los saberes humanísticos acompañen a los saberes científicos con sus ofertas de sabiduría en la toma de decisiones personales, colectivas y públicas, previendo y respondiendo por las consecuencias de las decisiones a lo largo del tiempo, sin perjudicar a las generaciones presentes y futuras ni a su medio ambiente.

La Bioética, con su método dialógico deliberante e incluyente, invita a las diferentes ciencias, humanidades y credos religiosos a exponer su percepción de verdad en torno a problemas específicos de carácter complejo, buscando la solución moral más razonable, digna y humanizante. También la Bioética pone en alerta las potencias emocionales, afectivas, intelectivas, religiosas, éticas y estéticas de los ciudadanos del mundo para hacernos conscientes, responsables y cultivadores de la vida, de su calidad y su sentido, dentro de un gran pluralismo cultural.

El cuidado de la vida toda, de todo tipo de vida, como fenómeno particular y global de nuestro planeta Tierra, es la preocupación bioética fundamental, a la vez que sus soportes abióticos. Los seres vivientes, humanos y no, son víctimas de nuestras malas actitudes individuales y de los inventos tecnocientíficos que tienen consecuencias positivas y negativas, como sucede con la industrialización altamente contaminante, la agricultura masiva con agroquímicos tóxicos destructores de biodiversidad, los transgénicos, la producción de energías no limpias, el armamentismo, las drogas psicoactivas, los medios masivos de comunicación que invaden la privacidad de los seres humanos con mensajes deshumanizantes y un sinnúmero de ejemplos.

En la Era bíos, las biotecnologías lideran profundos cambios morales por su efecto modificador de la jerarquía de valores en las personas y en las sociedades, de cara a sus fascinantes ofertas de mejoramiento de calidad de vida. Al respecto, Jeremy Rifkin comenta: "La revolución biotecnológica influirá en todos los ámbitos de nuestras vidas. Qué comemos; con quién salimos y nos casamos; cómo tenemos a nuestros hijos; cómo se los cría y educa; en qué trabajamos; cómo participamos políticamente; cómo expresamos nuestra fe; cómo percibimos el mundo que nos rodea y el lugar que ocupamos en él: las nuevas técnicas del siglo de la biotecnología afectarán a todas nuestras realidades, individuales o compartidas. Qué duda cabe de que técnicas tan personales merecen que el público en general hable y debata de ellas antes de que se conviertan en parte de nuestras vidas diarias. La revolución biotecnológica nos obligará a todos a poner un espejo ante los valores que más apreciamos, y a ponderar la pregunta final sobre el fin y el significado de la existencia. Puede que esta sea la contribución más importante de esa revolución. El resto es cosa nuestra" (Rifkin, J. (1998), p. 221).

El concepto de Era bíos proviene del vocablo griego bios=vida en todas sus manifestaciones, tanto biológica como cultural y espiritual. Si fuese solamente la vida biológica se utilizaría la palabra griega zoé, que significa vida animal, corporal, física, somática, material. Nuestra especie goza del privilegio de haber escalado, por autopoiesis, los más complejos gradientes de evolución, articulando en sí misma el zoé y el bíos, como realidad única materia-espiritual, para traducirla en cultura, como conciencia trascendental de ser en el mundo, pero para desgracia propia y del mundo olvidándose el hombre de que es y sigue siendo mundo, humus, tierra, barro. Todos los seres que poblamos nuestra casa terrenal somos hechos del mismo humus, tierra, barro, aunque con moldes diferentes.

Como fruto lamentable de este olvido, las tramas de la vida y de nuestra casa terrenal están puestas en alto riesgo de destrucción por el ser humano, la más reciente e ingeniosa especie parida por nuestro planeta, pero también la más depredadora. No hemos caído en cuenta de que somos naturaleza devenida en cultura, para desde la cultura ser la conciencia de la naturaleza y cuidar de ella. Porque cuando se es consciente de lo que se es, se toma conciencia de la realidad y se procede en coherencia con la recta razón que fija linderos al ejercicio de la voluntad libre individual y colectiva. Esto se espera del ser humano que, con la cultura tecnocientífica, se ha convertido en la especie agente de profundos y acelerados cambios en la naturaleza y en sí mismo, presumiendo que asume el proceso evolutivo para direccionarlo inteligentemente hacia nuevas condiciones deseables y ejercer control sobre las leyes ciegas del caos y el azar. ¿Será posible tan audaz y temeraria empresa?; ¿Qué aporta la Bioética para ayudar al hombre contemporáneo hundido en las incertidumbres morales?.


NOTAS

1 La actual crisis económica mundial es un ejemplo más de la incertidumbre global que genera desconfianza, pérdida de credibilidad, de fe y hace tambalear tanto los mercados como los gobiernos. Como dice L. Bruni: "Confianza proviene del latín "fides", palabra que significa confianza mutua, fiabilidad, unidad y fe religiosa. Confío en ti, te doy crédito (si eres creíble), porque compartimos la misma "fides", aquella fe que era la principal garantía de fiabilidad y de restitución del préstamo, sobre todo cuando se negociaba con forasteros. Sobre esta fides-confianza-fiabilidad-credibilidad-unión-fe nació el primer mercado único europeo entre el 1300 y la Modernidad. Con la reforma protestante esta fides entra en crisis, la cuerda se rompe (ya no alcanzaba la fides cristiana para los negocios y para la paz). Europa encuentra una nueva forma de confianza para poder sostener el naciente comercio: nacen en el 1600 los bancos centrales y las bolsas de valores, que derivan en las nuevas garantías "laicas" del nuevo mercado sin-fe. El actual sistema capitalista no tiene —y aquí radica todo— los recursos antropológicos y éticos para poder reconstituir estas expectativas ya que carece de perspectivas culturales a la altura de los desafíos propuestos". Luigino Bruni. Artículo publicado en revista Ciudad Nueva. Traducción: Soledad Fattori, www.ciudadnueva.org.ar (Consultado en septiembre 20 del 2011).

2 Stéphane Hessel, filósofo francés, en 2010 publica un pequeño libro que ha dado la vuelta al mundo y que tituló ¡Indignaos! (Indignez-vous!). Invita a la población civil a indignarse y salir a las calles a reclamar el ejercicio de sus derechos democráticos y la justa distribución de la riqueza. Hessel, judío que padeció la persecución nazi en un campo de concentración, fue coautor del documento de los Derechos Humanos pactados en la ONU en 1948 y gran defensor de un humanismo para la contemporaneidad. Hessel inspira el actual movimiento civil de los "indignados".

En el mundo actual, hay una creciente proliferación global de movimientos de población civil que visualizan la opinión pública insatisfecha e indignada con el sistema neoliberal que prometió mucha prosperidad y no ha cumplido con la mayoría de las gentes. Estos movimientos espontáneos, surgidos principalmente de afinidades emocionales en torno a problemas que tienen que ver con la dignidad humana, se empoderan políticamente de los asuntos públicos, en busca de cambios radicales que no siempre son pacíficos. Dichos movimientos pueden nacer de situaciones episódicas aisladas y coyunturales y dar lugar a partidos políticos de poco futuro por su frágil estructura organizacional, agrupamiento de intereses disímiles y conflictos de liderazgo. Algunos pocos vinieron para quedarse. Todos van contra la resignación, la pasividad y la apatía política. Son ellos una nueva esperanza de cambio que logra poner en jaque a gobernantes, regímenes políticos y hasta instituciones de gran trascendencia como son las universidades privadas y públicas de gran prestigio. Cuentan con las superpoderosas "redes sociales" como Twitter, Facebook, Linkedin, Skype, Myspace, Google buzz, Flickr, His, Messenger, etc., para comunicarse sin censura alguna y convocar a mítines locales con eco internacional que atrapan solidaridades de propios y extraños.

3 No de otra manera se explica que seamos tan inteligentes e ingeniosos para inventar maravillosos productos tecnocientíficos para dotarnos de calidad de vida, a la vez que también con ellos amenazamos de muerte a congéneres y a nuestra casa terrenal.

4 "El cuerpo no es solamente aquello que el hombre tiene delante suyo, sino que es sobre todo aquello que es él mismo en la multiplicidad de sus relaciones históricas... y el mundo es nuestra prolongación que, para bien o para mal, vamos actualizando en todos los instantes de nuestro trayecto biográfico". L. Duch y J_C Melich, (2005), Escenarios de la corporeidad. Antropología de la vida cotidiana, 2/1, Trotta, Madrid, p. 238.

5 "La pérdida de una única verdad y de los valores absolutos, es la enseñanza más importante que tenemos de F. Nietzsche. Con la sentencia "Dios ha muerto", está presentando una pérdida de gravísimas consecuencias para la historia de la humanidad, pues después de esta muerte nada puede volver a ser como antes, ya que, el mundo se vuelve sombrío, la vida se vuelve extrañamente leve, insoportablemente absurda. Estamos a la deriva, sin rumbo, sin sentido, sin causa y sin finalidad". Tomado del texto introductorio a la IX Olimpíadas de Filosofía de los Colegios de ACODESI, (2011), en Manizales.

6 ¿Qué es la verdad?. Se supone que la Bioética presta un servicio cualificado a la verdad sobre el hombre y el mundo. ¿Existe diferencia entre la verdad tecnocientífica y la verdad moral?. Si existen diferencias, ¿cuál de las dos verdades es la verdadera?, ¿son antagónicas?, ¿son paralelas?, ¿son complementarias?. Sobre este difícil tema remito al lector al artículo de Pérez, Gabriel Jaime, "Los conceptos de verdad y la responsabilidad de comunicarla", en Signo y Pensamiento. Revista de la Facultad de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana, Vol. 9, N° 16, p. 111-117. Pérez expone siete conceptos de verdad, los cuales enuncio a continuación: 1- Un primer concepto, de carácter lógico-objetivo es el que surge de la teoría de la correspondencia o conformidad: "conformidad del entendimiento con la realidad", decían los escolásticos recogiendo la definición aristotélico-tomista de "verdad". 2- Otro concepto de "verdad" es el que corresponde a la teoría de la coherencia interna del discurso. Se trata también de un concepto lógico, pero subjetivo. 3- Una tercera concepción es la que se deriva de la teoría de la "revelación". Desde este punto de vista, la verdad se concibe como un misterio de fe que se va dejando descubrir con la ayuda de la razón debidamente ilustrada, que se manifiesta progresivamente a partir de la actitud indagatoria del hombre, aunque el misterio no abandona la develación de la verdad. Este concepto, de carácter ontológico, es común a la filosofía metafísica y a las teologías de las confesiones religiosas. 4- Un cuarto modo de concebir la "verdad" es el derivado de la teoría de la situación o de las circunstancias. Según esta postura, no hay verdades absolutas porque cada cual ve y siente de manera diferente, desde un determinado "punto de vista" y según el momento vital o vivencial en que se encuentra. 5- El quinto concepto de "verdad" que podemos plantear es el relacionado con la teoría pragmática. Según esta teoría lo verdadero es lo "útil", lo que aporta "beneficios", de modo que son los efectos prácticos de una proposición, su aplicabilidad concreta "verificable" empíricamente, lo que la hace válida. 6- La sexta concepción de "verdad" es la correspondiente a la teoría de la praxis, que tiene gran conexión con la anterior, pero surge y se desarrolla, no en el contexto liberal-capitalista del utilitarismo, sino en el marco del materialismo histórico y dialéctico del marxismo-leninismo. 7- Una séptima y última concepción de "verdad" es la que se deduce de las teorías consensuales del diálogo comunitario. Éstas se basan en el propósito de "buscar acuerdos" entre los participantes de un proceso dialógico, en el cual se pretende constantemente llegar a consensos -siempre provisionales- sobre los criterios que deben adoptarse y las decisiones que hay que tomar, teniendo en cuenta todos los factores que entran en juego, incluso los intereses irrenunciables de todos los interlocutores.

7 El concepto clásico de Ciencia, es decir, según Aristóteles y Santo Tomás, alude a una actividad cognitiva ontológica en la cual la inteligencia humana afirma simultáneamente el conocimiento del mundo exterior objetual y del interior subjetivo, en procesos de abstracción, dándose razones inteligibles del ser de las cosas y de uno mismo. Este concepto ontológico de la Ciencia aristotélico-tomista es de tipo cualitativo. Por otra parte, la Ciencia moderna es un estudio racional, inductivo, que emplea como método la observación mediada por instrumentos de alta precisión, cuantificada, repetitiva, analítica, que propone una teoría y pasa luego a su demostración hasta concluir en una ley, generalmente matematizada y reconocida por pares académicos.

8 De todas las ciencias. También de las Ciencias sociales y humanas, cuyos esfuerzos hermenéuticos conducen a prácticas emancipatorias del modo de vida de los ciudadanos.

9 P. Kitti y G. Díaz, en su artículo "Sobre el concepto de verdad en las ciencias", concluyen: "El concepto de verdad absoluta no tienen entonces valor, la verdad depende de su definición. En Física la certeza se fija en forma casi arbitraria, como la relación entre la dispersión de los datos y la de las predicciones. En Economía y Sociología, en el caso de que las predicciones tengan una forma estadística, se analizan a través del X2 fijado en forma prácticamente arbitraria. En el caso de que se prediga sólo un acontecimiento, como en el caso de una crisis, el tiempo en que ésta ocurra es muy incierto, sólo sabemos que periódicamente ocurren. Por lo tanto, la certeza en Economía y Sociología es muy elástica. En el caso de la Matemática, que sería la ciencia cierta por antonomasia, hay que adoptar un sistema axiomático que se postula como sin contradicciones, pero esta elección es una elección humana. Luego en todos los casos, el criterio de certeza es esencialmente una elección o una decisión humana". www.Roberto-Acevedo.cl/wp.../03/Kittl-Daz-Verdad-en-Ciencias-Rev.pdf (E-mail: gediaz@cec.uchile.cl)

10 THAGARD, Paul, Coherence, Truth, and the Development of Scientific Knowledge. [Documento en línea] <http://cogsci.uwaterloo.ca/Articles/coherence.truth.pos.2007.pdf> [Consultada: 13-04-2006]

11 SAGAN, Carl, Does Truth Matter? Science, Pseudoscience, and Civilization. [Documento en línea] <http://commonsenseatheism.com/wp-content/uploads/2009/11/Sagan-Does-Truth-Matter.pdf> [Consultada: 13-04-2006]

Remito al lector a la primera parte de la conferencia de Bernard Lonergan: "The Response of the Jesuit as Priest and as Apostle in the Modern World". En: A Second Collection. Papers by Bernard J. F. Lonergan. [W.F.J. Ryan & B.J. Tyrrell, Eds.] London: Darton, Longman and Todd, 1974, pp. 165-170. (Trad. Francisco Sierra G.).

12 Analizar el excelente artículo de Sotolongo, P.L. (2005), p.110.



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