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Revista Latinoamericana de Bioética

Print version ISSN 1657-4702

rev.latinoam.bioet. vol.14 no.2 Bogotá July/Dec. 2014

 

ARTÍCULO ORIGINAL

APROXIMACIÓN A UNA CARTOGRAFÍA CONCEPTUAL DE LA BIOPOLÍTICA

APPROACHING A CONCEPTUAL MAPPING OF BIOPOLITICS

APROXIMAÇÃO A UM MAPEAMENTO CONCEITUAL DA BIOPOLÍTICA

Jorge Eliécer Martínez Posadaa, Yudy Alejandra Guarín Salazarb

*Este artículo cuenta con los aportes de la investigación: Dispositivos de producción de subjetividad (epistémico, política y moral) de los jóvenes universitarios de la Universidad de la Salle y Estrategias gubernamentales y formas de resistencia posible del grupo de investigación "Intersubjetividad en la Educación Superior", de la Universidad de la Salle, Bogotá - Colombia.
a Doctor en Filosofía programa Historia de la Subjetividadd de la U. Barcelona. Doctor en Ciencias Sociales. Niñez y Juventud. CINDE-UM, Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en Filosofía U. Barcelona Magíster en Desarrollo Educativo y Social CINDE- UPN, Licenciado en Filosofía - USB, Postdoctorado en Ciencias Sociales CINDE-CLACSO. Miembro del grupo Intersubjetividad en la Educación Superior y del Grupo internacional CLACSO: Subjetivaciones, ciudadanías críticas y transformaciones sociales. Catedrático de la Universidad Javeriana en la Maestría en Educación y en el doctorado en Ciencias Sociales y Humanas. Miembro de la Red Internacional de Investigadores en Subjetividades Políticas. Director de la línea de Socialización y Subjetividades Políticas, CINDE-UPN. Docente investigador de la Universidad de La Salle. jmartinezp2@gmail.com
b Estudiante de la Maestria en desarrollo educativo y social CINDE_UPN pertenece la línea de Socialización y Subjetividades Políticas.

Fecha de recepción: 18 de febrero de 2014
Fecha de evaluación: 30 de marzo de 2014
Fecha de aceptación: 9 de junio de 2014


RESUMEN

Cuando nos referimos a la noción de biopolítica podemos percibir que se refiere a la idea de una política de vida (Castro, 2011, p. 15) que se manifiesta en el control de la conducta humana, así como en la construcción de supuestos de verdad, la moralidad de la sociedad. De la biopolítica existen diferentes concepciones genealógicas que posibilitan el debate y la reflexión sobre su concepto. Por esa razón, el presente escrito tiene como propósito analizar y contrastar los aportes de Michel Foucault, Giorgio Agambem y Roberto Espósito, quienes han realizado una elaboración teórica que permite complejizar y evidenciar las diferencias entre autores, además de analizar cómo de la vida (el bíos) se ocupa la Bioética, como protección de cada ser humano en su integridad.

Palabras clave

Biopoder, biopolítica, anatomopolítica, Estado de excepción.


ABSTRACT

When we refer to the notion of biopolitics we can perceive that it alludes to the idea of a politic of life (Castro, 2011, p. 15) that is show in the control of human behavior as well in the construction of suppositions of truth, the morality of society. There are different perceptions of biopolitics that make possible to debate and to think about its concept. For that reason, the purpose of this paper is to analyze and contrast the contributions of Michel Foucault, Giorgio Agambem and Roberto Esposito, those who have done a theoretical production that allows joining and showing the difference between authors, besides analyzing how bioethics take care of life as a protection of each human being in its integrity.

Keywords

Power, biopower, biopolitics, anatomopolitics, exception's estate.


RESUMO

Quando nos referimos à noção de biopolítica podemos perceber que se refere à idéia de uma política de vida (Castro, 2011, 15 p.) que se manifesta no controle do comportamento humano, bem como a construção de supostos de verdade, a moralidade da sociedade. Da biopolítica existem diferentes concepções genealógicas que permitem o debate e a reflexão sobre seu conceito. Por essa razão, o presente trabalho tem como objetivo analisar e comparar as contribuições de Michel Foucault, Giorgio Agambem e Roberto Esposito, que fizeram uma elaboração teórica que permite complicar e demonstrar as diferenças entre autores, além de analisar como da vida (o bíos) ocupa-se a Bioética, como proteção de cada ser humano em sua integridade.

Palavras-chave

Poder, biopoder, biopolítica, anatômopolitica, Estado de exceção, bios, zoé, imunização.


El control de la sociedad sobre los individuos no sólo se efectúa mediante la conciencia o por la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista es lo bio-político lo que importa ante todo, lo biológico, lo somático, lo corporal. El cuerpo es una entidad biopolítica, la medicina es una estrategia biopolítica (Foucault, 1977).

INTRODUCCIÓN

Este escrito corresponde a un recorrido por el concepto de biopolítica a través de diferentes momentos históricos en los cuales el tema de la vida toma los aportes de Michel Foucault (1978) sobre el poder y el control en las sociedades disciplinarias. Luego se expondrá el trabajo que realiza Agambem y Espósito (2012) sobre el bíos y zoé aclarando sus diferencias e incluyendo el análisis de la Bioética en el campo que corresponde al bíos de la vida natural. Finalmente, en la primera parte, también se reflexiona sobre el concepto de Estado de excepción y de inmunización que se ven enmarcados en la biopolítica de la modernidad que emana del poder soberano.

Profundizando en el trabajo de Foucault, se integran los aportes de Hardt y Negri (2004) sobre las sociedades de control y se realizan comparaciones con el mercado y las políticas del sistema capitalista, para finalmente llevar a cabo las observaciones y conclusiones de la biopolítica como concepto.

Sobre la noción de biopolítica

Los debates sobre la vida y la muerte son modernos y se mantienen en la actualidad. La paradoja vida-muerte fue uno de los interrogantes para Michel Foucault (2007), quien en sus escritos de 1970 planteaba el siguiente cuestionamiento: ¿por qué, al menos hasta hoy, una política de la vida amenaza siempre con volverse acción de muerte? Actualmente, las interpretaciones que existen frente al concepto de biopolítica pueden ser opuestas, e incluso se puede generalizar su significado y lograr así un aumento entre sus diferencias. Por esto es necesario realizar una mirada a las teorías que abordan el tema en cuestión desde sus raíces históricas y conceptuales.

Michel Foucault ha sido uno de los autores más citados por desarrollar el concepto de biopolítica; si bien no acuñó su denominación, sí replanteó y recalificó el concepto, por eso toda la filosofía política sufrió una profunda "modificación" (Esposito, 2004, p. 17). La noción de biopolítica se ha instalado en el centro del debate internacional y se ha iniciado un nuevo campo de reflexión contemporánea:

se encuentra en los derechos humanos, debido a que no está destinado a determinados sujetos jurídicos, sino que hace referencia a individuos definidos exclusivamente por su condición de seres vivientes. Algo análogo se puede afirmar acerca del dispositivo político de la soberanía: este no parece en modo alguno destinado a desaparecer, como con cierta precipitación se había pronosticado, sino que al menos en lo que respecta a la mayor potencia mundial parece extender e intensificar su radio de acción. (...) tras haberse derrumbado la clara distinción entre lo interno y lo externo y, por consiguiente, también entre paz y guerra, que durante mucho tiempo caracterizó al poder soberano, este se encuentra en contacto directo con cuestiones de vida y muerte que ya no conciernen a zonas determinadas, sino al mundo en toda su extensión (Esposito, 2004, p. 20).

Teniendo en cuenta este orden de ideas, Espósito afirma que derecho y política aparecen cada vez más comprometidos por algo que excede a su lenguaje habitual, y que los arrastra a una dimensión exterior a sus aparatos conceptuales. Ese elemento es justamente el eje de la biopolítica. Al respecto, dirá Espósito (2004) que si se desea permanecer dentro del léxico griego y en especial aristotélico, más que al término bíos entendido como "vida calificada" o "forma de vida", la biopolítica remite al caso a la dimensión de la zoé, naturalizándose también. Pero debido a este intercambio terminológico, la idea de biopolítica parece situarse en una zona de doble indiscernibilidad. La zoé corresponde a las acciones de vida que están fuera de la cultura, de las normas sociales, que aparentemente parecen excluidas del control social. Pero al descartar la zoé, así se considere irónico, se incluye dentro del ejercicio de la biopolítica, ya que se tienen condiciones o reglas sobre lo que no se puede manipular desde la ley; de manera que el poder hacia los individuos de una sociedad permea la esencia de cada uno en su subjetividad.

La Bioética se encarga de la protección de los individuos, se sanear las inequidades y las injusticias producidas por el control y el poder ejercido por los sistemas económicos y políticos que rechazan o abandonan a algún tipo de población. Como ejemplo se puede citar a las víctimas del conflicto que no han sido reconocidas en la posibilidad de reivindicar sus derechos, o en el caso de los palestinos que también son rechazados por las políticas de Estado para protegerlos. En este caso, la Bioética se preocupa por trascender lo que ha sido ajeno al sistema para reivindicar aquello que se excluye dentro de las sociedades.

Así pues, "la Bioética se ocupa del cuidado y el posibilitamiento de la vida en general: de la vida humana, pero además y principalmente de la vida general actual y posible conocida y por conocer" (Maldonado, citado por Kotow, 2005). La vida en el estado del zoé está despojada de las facultades sociales y políticas de un individuo, porque lo desnuda, según kotow (2005): "ya no es ciudadano ni miembro de una sociedad" (p. 10). El individuo es catalogado por diferentes categorías que lo hacen ser excluido. Por ejemplo, si se le atribuye como gay, judío, negro, islámico, VIH, se generan unas características propias que despojan a cada uno y lo posicionan dentro de la vida desnuda de la cual habla Agambem y que más adelante se explicará. El Estado de excepción en el cual el individuo rechaza o no es reconocido socialmente como en los campos de concentración nazi, en los cuales los judíos no eran considerados como seres desprovistos de todos sus derechos; por el contrario, se legitimó el poder sobre ellos, o el caso de la invasión de Estados unidos a Irak. Estos son ejemplos en los que la población se ve excluida como sujeto de derechos, y ahí la labor de la Bioética consiste en reconocer a los individuos como sujetos, que es propio del bíos.

LOS ORÍGENES CONCEPTUALES DE LA BIOPOLÍTICA

Se podría pensar que la biopolítica se vendría a discutir desde sus orígenes con la aparición del Estado moderno y del poder soberano, en el momento que se necesitaba tener un control y planificación sobre la población y la inserción cada vez más latente de la sociedad en el capitalismo. Sin embargo, el concepto se puede asociar desde los griegos, como Aristóteles, para quien la vida bíos se distingue de la vida zoé porque: "la primera se asigna a los animales que poseen logos, esto es, sólo a los hombres. La vida "zoé" a los animales y hombres que carecen de logos" (Castro, 2011, p. 18). Al logos también se atribuye la capacidad de politicidad del hombre; para Aristóteles el ser humano hace parte de la naturaleza y de la animalidad pero a diferencia de las demás especies usa la razón, que también constituye su moral y su ética para vivir en sociedad: "Es evidente por qué el hombre es, más que la abeja o cualquier animal gregario, un animal político. La naturaleza, como se dice, no hace nada en vano, de los animales sólo el hombre posee logos" (Castro, 2011, p. 22). Otro de los teóricos que presenta los orígenes del concepto de la biopolítica es Rudolf Kjellén (1914), para quien esta categoría se manifiesta en el Estado que actúa como organismo viviente que se hace cargo de la vida biológica de la población; sin embargo, el bíos no se remite únicamente a la vida en su estado natural, sino también a lo social y cultural. El gobierno también es agente de control de la vida (Castro, 2011, p. 38).

El consenso teórico es que la biopolítica trata del control exhaustivo de la vida, y en la modernidad se fortalece a través del control sobre la población en cuanto a los índices de natalidad, las políticas de sanidad, de las enfermedades, la categorización de lo normal y lo anormal, la sujeción al mercado; esto es lo que va constituyendo el poder sobre el cuerpo y la sociedad en común. Aún más con la expansión del capitalismo, tras la separación de la regulación del Estado con la sociedad del mercado, la separación de lo global y local, de lo privado y de lo público, el control sobre el bíos se hace más latente e influenciable, en cada individuo, que las sociedades disciplinarias de Foucault. Incluso sobre este consenso, según los planteamientos teóricos, existen diversas maneras de concebir la biopolítica porque se puede referir al control de la vida biológica de la especie referente al desarrollo físico o a la configuración social y cultural propia del ser humano. De manera que la diversidad semántica y epistemológica de la biopolítica hace que la discusión en torno a la configuración de esta categoría se haga compleja en su discusión y análisis.

En el primer grupo de autores citados en esta breve cartografía estás los siguientes pensadores alemanes: Karl Binding, Eberhard Dennert, Eduard Hahn. Los cuales tienen en común una concepción vitalista del estado; sin embargo, quien se destaca en este grupo es el sueco Rudolph Kjellen, debido a que fue probablemente el primero en emplear el término de biopolítica y quien acuñó el término de geopolítica (este concepto fue luego elaborado por Friedrich Ratzel y Karl Hausofer).

Parte de la importancia de Kjellen se encuentra en que en una de sus obras sostiene que los estados vigorosos que solo disponen de un territorio limitado se ven en la necesidad de ampliar sus fronteras mediante la conquista, la anexión y la colonización de otras formas de tierra, pero en su libro de 1916 afirma la necesidad geopolítica en estrecha relación con una concepción organicista irreductible a las teorías constitucionales de matriz liberal. Mientras estas representan el estado como el producto artificial de una libre elección de los individuos que le dieron origen, Kjellen lo entiende como "forma viviente" provista en cuanto tal, de instintos y pulsiones naturales. En esta transformación de la idea de estado, según la cual este no es un sujeto de derecho nacido de un contrato voluntario, sino un conjunto integrado de hombres que se comportan como un único individuo espiritual y corpóreo a la vez, puede detectarse el núcleo originario de la semántica biopolítica (Esposito, 2004, p. 27).

Este sumario de naturalización de la política, que en Kjellen todavía se inscribe en una distribución históricocultural, se acelera decididamente en un ensayo del barón Jacobo von Uexküll, quien exterioriza un razonamiento conducente a entender el Estado desde una configuración biológica Estado-cuerpo, según la cual están unidos por una relación armónica ente sus órganos, los cuales son representativos de diferentes profesiones y competencias. No se habla de un estado cualquiera, sino de un estado Alemán, con sus características y necesidades particulares (Esposito, 2004, p. 27). Un tercer autor mencionado en esta parte es Morley Roberts, quien en su obra de 1938 presenta una conexión analógica, real, concreta y material de la política con la biología, en especial con la medicina.

Frente a estos postulados presentados por los diferentes autores, se encuentra que la biopolítica tiene por un lado la misión de reconocer los riesgos orgánicos que amenazan al cuerpo político, y por el otro la de individualizar y preparar los mecanismos de defensa para hacerles frente, arraigados también en el terreno biológico. Este planteamiento se relaciona con la idea de Roberts en la cual compara el aparato defensivo del Estado y el sistema inmunitario, el cual se retoma posteriormente en el análisis de Espósito (2004).

Un segundo grupo de autores relacionados con el análisis del concepto de biopolítica se encuentra en Francia, específicamente en la década de los setenta. Para este grupo existe una conciencia sobre la necesidad de una reformulación semántica a favor de un desarrollo neohumanista. Bajo esta mirada Aroon Starobinski escribe que "la biopolítica es un intento de explicar la historia de la civilización sobre la base de las leyes de la vida celular y de la vida biológica más elemental" (1960, p. 7); además de ello afirma que existe una necesidad de que la política incorpore elementos espirituales capaces de gobernarlas en función de valores metapolíticos.

El concepto de biopolítica también ha estado bajo el riesgo de perder su identidad y esto se debe al planteamiento del autor Edgar Morin (1965): "en él los campos estrictamente biopolíticos de la vida y de la supervivencia, es decir los de la vida y la muerte de la humanidad, el hambre, la salud, la mortalidad, se incluyen en un conjunto más amplio de tipo antropolítico que a su vez remite al proyecto de una política multidimensional del hombre" (p. 11).

Según el análisis, antes que insistir en el vínculo entre biología y política, se sitúa un punto de observación en la problemática donde los motivos infrapolíticos de la subsistencia mínima se entrecruzan productivamente con los suprapolíticos, es decir, filosóficos, relativos al sentido de la vida misma. El resultado, más que una biopolítica en el sentido estricto de la expresión, es una suerte de ontopolítica a la que se atribuye el cometido de revertir la actual tendencia economicista y productivista del desarrollo del género humano. "Así todos los caminos del vivir y todos los caminos de la política comienzan a encontrarse y compenetrarse y anuncian una ontopolítica que concierne al ser del hombre de manera cada vez más íntima y global" (Morin, 1965, p. 12).

La tercera etapa de estudios biopoliticos surgió en el mundo anglosajón, y se encuentra aún en curso, el inicio formal se reseña en 1973, cuando la International Political Science Association inauguró oficialmente un espacio de investigación sobre política y biología. Sin embargo, para encontrar el origen de esta corriente de investigación se parte de la década de 1960, en la cual se encuentran los siguientes autores: Lynton K Caldwell, James Davis, Roger Masters, entre otros. Como resultado de esta corriente de pensamiento se encuentra una noción de biopolítica, la cual consiste en un término comúnmente usado para describir el enfoque de los científicos políticos que se valen de conceptos biológicos, específicamente en la teoría evolutiva de Darwin y las técnicas de investigación biológica para estudiar, explicar predecir y prescribir el comportamiento biológico.

EL BIOPODER Y LA ANATOMOPOLÍTICA EN Foucault

Luego de presentar las diferentes nociones de biopolítica que formaban parte del discurso de autores diferentes a Foucault, cabe afirmar que en cierto sentido es comprensible que Foucault no haya presentado todas estas interpretaciones que existían antes de su análisis, pero no significa que no existiera punto de contacto directamente con sus contenidos pero sí con la necesidad crítica de la cual surgieron; esto se atribuye a una general insatisfacción acerca del modelo donde la modernidad construyó la relación entre política, naturaleza e historia. "Solo que, justamente en lo atinente a esta temática, la operación iniciada por Foucault a mediados de la década de los setenta por su complejidad y radicalidad no admite comparación con las teorizaciones previas. Así pues, no carece de importancia el hecho de que detrás de su específica perspectiva biopolítica y dentro de ella esté en primer lugar la genealogía nietzscheana. Porque precisamente de ella extrae esa capacidad oblicua de desmontaje y reelaboración conceptual que otorga a su trabajo la originalidad que todos reconocen" (Esposito, 2004, p. 41).

Como uno de los autores que estudia detalladamente las estrategias y las fuerzas del poder, Michel Foucault realiza una genealogía y arqueología del biopoder y la biopolítica, categoría que es publicada en la última sección de la voluntad del saber, en el primer tomo de la historia de la sexualidad publicado en 1976.

Luego de la anatomopolítica del cuerpo humano, introducida durante el siglo XVIII, vemos aparecer, a finales de éste, algo que ya no es esa anatomopolítica, sino lo que yo llamaría una biopolítica de la especie humana. ¿Cuál es el interés central en esa nueva tecnología de poder, esa biopolítica, ese biopoder que está estableciéndose? Hace un momento lo señalaba en dos palabras: se trata de un conjunto de procesos como la proporción de los nacimientos y las defunciones, la tasa de reproducción, la fecundidad de una población, etcétera (Foucault, 2000c, p. 220).

La biopolítica nace como el disciplinamiento y la normalización en la modernidad, y se enfoca en la protección de la vida para regularla. En su texto, la sexualidad es uno de los ejemplos centrales donde actúa la biopolítica y el biopoder para controlar los cuerpos de cada individuo y de la población en la historia moderna occidental. De manera que "combina las técnicas disciplinarias con las técnicas regulatorias" (Castro, 2012, p. 52).

Sin embargo, no significa que la sexualidad esté totalmente dominada por los mecanismos de control, sino que se entreteje en una red de fuerzas de poder que entran en conflicto sobre los discursos que se construyen en torno al sexo, como los supuestos de verdad, en los cuales el surgimiento de controles y de resistencias se entrelazan unos con otros u forman grandes estrategias de saber y poder (Ríos y Cossio, 2012, p. 12).

Según el estudio que hace Foucault, estas formas de poder se introducen entre los siglos XVII y XIX, y se presentan como la regulación de los cuerpos, la intromisión de la normalización en la sociedad. La anatomopolítica es individualizante, divide los cuerpos para volverlos maleables y así conducir sus comportamientos. El mecanismo del biopoder es la vigilancia y el control. El poder soberano que da muerte o deja vivir es reemplazado por el saber médico.

Dentro del ámbito jurídico discursivo, el derecho crea una relación entre el poder y el saber que es diferente al poder ejercido por la monarquía enmarcado dentro de la ley y la prohibición, que coartan la libertad. El poder para Foucault no se mantiene en un solo punto, sino que se dinamiza por las diferentes fuerzas, en los micropoderes que surgen como tácticas estratégicas que acontecen en los conflictos y en las luchas.

El poder de la soberanía del rey se desplaza a las sociedades disciplinarias que respaldan el Estado y que permiten distinguir aquello que se considera sano e insano, normal y anormal. La normalización social permite reconocer la medicalización entre las patologías, la cual responde a una serie de reglas regidas por el discurso jurídico en el que "las instituciones y aparatos someten los sujetos al Estado" (Ríos y Cossio, 2012, p. 8). Dentro de los controles de la biopolítica está el control de la natalidad y de las enfermedades de la población; por otra parte, desde el biopoder, es la regulación de los individuos en sus comportamientos, como la psiquiatrización de los comportamientos, que define las perversiones, las conductas inmorales. Ejemplo de ello es "la histerización de la mujer y la pedagogía de las conductas del niño" (Ríos y Cossio, 2012, p. 8).

Las prácticas de regulación también benefician el desarrollo del capitalismo, dentro de ellas están el control sobre la procreación y la medicalización, que es una de las estrategias que pretende beneficiar al sistema desde el cual se diagnostican las patologías, tomando como ejemplo la creación de las políticas de salud pública, en el control de las enfermedades; instituciones también como la escuela y el cuartel en la sociedad disciplinaria permitieron la regulación de los cuerpos, de la obediencia a las normas y la sujeción al sistema.

Foucault analizó aspectos relacionados con el tema de la soberanía:

Pese a las infinitas variaciones y metamorfosis a que se vio sometido durante la época moderna, por obra de quienes en cada caso lo utilizaron para sus propios fines, aquel siempre se baso en el mismo esquema simbólico: el de la existencia de dos entidades diferenciadas y separadas - el conjunto de los individuos y el poder- que en determinado momento traban relación entre sí conforme a las modalidades definidas por un tercer elemento -la ley-. Cabe afirmar que todas las filosofías modernas, a pesar de su heterogeneidad o aparente contradicción, se disponen dentro de este esquema triangular. (...) ya propugnen el poder soberano absoluto, según el modelo hobbesiano, o bien por el contrario, insistan en sus límites, en consonancia con la tradición liberal; ya sustraigan al monarca respecto de las leyes que él mismo promulgó, o lo sometan a ellas; ya superpongan los principios de la legalidad y de legitimidad, o los diferencien, todas estas concepciones comparten la misma ratio subyacente -ratio caracterizada por la preexistencia de los sujetos respecto del poder soberano que ellos ponen en acción y en consecuencia, por el derecho que de este modo mantienen en relación con él (Esposito, 2004, p. 42).

Toda la disputa filosófica-jurídica moderna se inscribe con desigualas segundarias, dentro de esta complejidad topológica que ve la política y el derecho, el poder y la ley, la decisión y la norma, situados en los polos opuestos a una dialéctica cuyo objeto es la relación entre súbditos y soberano.

Foucault trabaja conscientemente para quebrantar este proyecto categorial y contrapone lo que él mismo define como una nueva forma de saber, o mejor dicho, un orden discursivo diferente a todas las teorías filosófico-políticas modernas, que no implica borrar la figura del paradigma soberano ni reducir su rol objetivamente decisivo, sino reconocer su mecanismo de funcionamiento. Este no consiste en la regulación de las relaciones entre los sujetos, ni entre ellos y el poder, sino en su sujeción a determinado orden que al mismo tiempo es político y jurídico. Desde este ángulo, el derecho no resultará otra cosa que el instrumento utilizado por el soberano para imponer su propia dominación, y en correspondencia con ello, el soberano será tal solo sobre la base del derecho que legitima su actuación.

Como parte del análisis sobre la obra de Foucault, se encuentran el conflicto interracial, vigilar y castigar, el análisis de la vida bajo el concepto de soberanía, Roberto Esposito concluye que la perspectiva de Foucault no parece alejada de la biopolítica norteamericana. Por cierto él también sitúa la vida en el centro del cuadro, polemizando el mismo como vimos, con el subjetivismo jurídico y el historicismo humanista de la filosofía política moderna. Pero el bíos que el contrapone al discurso del derecho y a sus efectos de dominio se configura, a su vez, en términos de una semántica histórica, si bien simétricamente invertida respecto de la semántica legitimante del poder soberano. La vida y nada más que la vida es tocada, atravesada y modificada aun en sus fibras intimas por la historia. Esta era la lección que Foucault había extraído de la genealogía nietzscheana, dentro de un marco teórico que reemplazaba la búsqueda del origen, o la prefiguración del fin, por un campo de fuerzas desencadenado por la sucesión de los acontecimientos y por el enfrentamiento de los cuerpos (2004, p. 49).

En este análisis se incluye el concepto de la vida desde una línea netamente biológica. En este aspecto, Charles Darwin ha dejado un incomparable legado a la historia al plantear que la vida evoluciona, que las especies biológicas evolucionan por fuerzas de presión de selección que no se encuentran alejadas del azar, pero que sí tienen un referente en su historia y su existencia en la tierra. La propia biología nació a fines del siglo XVIII, como resultado de la consolidación del concepto de vida y de las teorías que podrían "explicar la existencia de ésta de una manera factible, para Foucault la noción de vida no es un concepto científico, sino un indicador epistemológico que permite la clasificación y la diferenciación, sus funciones ejercen un efecto sobre las discusiones científicas, pero no sobre su efecto (Esposito, 2004, p. 50).

Desde la concepción de biopolítica planteada por Foucault, se encuentra el término biohistoria; biopolítica no remite solo o predominantemente al modo como desde siempre la política es tomada por la vida, sino también y al modo como la vida es aferrada, desafiada, penetrada por la política. "Si se puede denominar biohistoria a las presiones mediante las cuales los movimientos de la vida y los procesos de la historia se interfieren mutuamente, habría que hablar de biopolítica para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana" (Foucault, 1972. p. 126).

Así como la categoría de vida es empleada por Foucault para hacer explotar desde dentro el discurso moderno de la soberanía y de sus derechos, la categoría de historia aparta a la vida del achatamiento naturalista al que la expone la biopolítica norteamericana. La vida en cuanto tal no pertenece ni al orden de la naturaleza, ni al de la historia, sino que se inscribe en el margen móvil de su cruce y de su tensión (Esposito, 2004, p. 51). "El significado mismo de la biopolítica debe buscarse en esa doble posición de la vida que la pone en el exterior de la historia como su entorno biológico y, a la vez, en el interior de la historicidad humana penetrada por sus técnicas de saber y de poder" (Foucault, 1972. p. 127).

Frente a los efectos de la biopolítica, la respuesta de Foucault lleva a concluir que la categoría se cierra sobre sí misma, ya que se abre en dos caminos relacionados con el concepto de bíos que configuran la capacidad de subjetivación del sujeto y "produce subjetividad, o produce muerte, o torna sujeto a su propio objeto o lo objetiviza definitivamente: es política de la vida o sobre la vida" (Esposito, 2004). Frente a esta diferencia de interpretaciones se encuentra una estructura más compleja y profunda sobre el concepto de biopolítica, o parece haber estado siempre constituido por una brecha semántica que lo divide en dos elementos.

Casi como si los dos términos que lo conforman la vida y la política solo pudieran articularse en una modalidad que a la vez los yuxtapone. Más que componerse, o disponerse a lo largo de una misma línea de significado, parecen ser oponentes en una lucha sorda por la apropiación y el dominio del otro. De ello deriva esa tensión nunca descargada, ese efecto de laceración del que la noción de biopolítica parece no lograr liberarse porque ella misma lo produce como una alternativa sin escapatoria: o la política es frenada por una vida que la encadena a su insuperable límite natural, o al contrario, es la vida la que queda atrapada, presa de una política que tiende a sojuzgar su potencia innovadora (Esposito, 2004, p. 59).

Inmersa en este análisis, surge una noción de biopolítica como oposición al paradigma soberano, y prevalece una modalidad negativa según la cual la biopolítica es todo aquello que no es soberanía. En este sentido, el autor profundiza en la relación existente entre soberanía y biopolítica, retoma el planteamiento de los dispositivos de control y los aparatos disciplinarios descritos por Foucault y en torno a ello explica cómo la vida y la muerte se relacionan determinando no solo la individualidad, sino también las poblaciones en general. Esto nos lleva a afirmar que para aprehender globalmente la semántica afirmativa que connota el nuevo régimen de poder hay que referirse a las tres categorías que lo caracterizan: subjetivación, inmanentización y producción (Esposito, 2004, p. 58). Dichas categorías están conectadas entre sí en una misma vertiente de sentido, se las reconoce claramente en las tres ramificaciones genealógicas en cuyo seno nace, y después se desarrolla, el código biopolítico; son las que Foucault define como poder pastoral, artes de gobierno y ciencias de policía.

(...) ya se perfila plenamente el carácter afirmativo que Foucault parece asignar a la biopolítica en contraposición con la actitud característica del régimen soberano. Al contrario de este, ella no limita ni violenta la vida, sino que la expande de manera proporcional a su propio desarrollo. Más que de dos flujos paralelos, debería hablarse de un único proceso expansivo cuyas dos caras contrapuestas y complementarias son el poder y la vida. Para potenciarse a sí mismo, el poder está obligado a potenciar, a la vez, el objeto sobre el cual se descarga; y no solo esto, sino incluso, como vimos, a tornarlo sujeto de propio sometimiento. Por lo demás el poder no solo debe presuponer, sino también producir, las condiciones de libertad de los sujetos a quienes se aplica, si quiere estimular la acción de estos, si somos libres por el poder, podremos serlo también en su contra. Estaremos en condiciones no solo de secundarlo y acrecentarlo, sino también de oponernos a él y hacerle frente (...) que la resistencia ya esté desde siempre sometida al poder al cual parece contraponerse, sino mas bien que el poder necesita un punto de confrontación con el cual medirse en una dialéctica sin resultado definitivo. Según parece, para fortalecerse, el poder debería dividirse y luchar contra sí mismo continuamente. O producir un saliente que lo arrastre adonde no estaba. Esta línea de fractura, o saliente, es la vida misma. Ella es el lugar a la vez objeto y sujeto de la resistencia (Esposito, 2004, p. 63).

EL LIBERALISMO Y EL NEOLIBERALISMO EN LAS SOCIEDADES DISCIPLINARIAS Y DE CONTROL

Para beneficio del capitalismo, las sociedades disciplinarias impulsaron como mecanismos de control el panóptico, los talleres y la escuela con el propósito de regular los comportamientos de los sujetos con fines productivos. La función y gestión misma del liberalismo fue la producción de algunas libertades para poder mantener el sistema político y económico, tomando como ejemplo la libertad de tener propiedad privada, de comerciar del derecho a la expresión. Sin embargo, con esto no quiere decir Foucault que el Gobierno del siglo XVII y XVIII permitiera garantizar mayores libertades a los individuos en comparación con el poder soberano del rey, sino que este respondía a los intereses del liberalismo:

El liberalismo no plantea ese sé "libre" el liberalismo plantea contrariamente lo siguiente: voy a producir para ti lo que se requiere para que seas libre. Y al mismo tiempo si ese liberalismo no es tanto un imperativo de libertad como la administración y la organización de las condiciones en que se puede ser libre, verán con claridad que en el corazón mismo de esa práctica liberal se instaura una relación problemática, siempre diferente, siempre móvil entre la producción de la libertad y aquello que, al producirla, amenaza con limitarla y destruirla (Foucault, p. 84).

El liberalismo como sistema que promulga las libertades también lo acompaña la necesidad de tener seguridad ante el peligro que se pueda presentar sobre la sociedad, como la propagación de enfermedades, su preocupación por la higiene y la sanidad; estas son las situaciones cotidianas que se ponen en riesgo. Por esta razón, se crean políticas que lleguen a "inmunizar" en contra de la enfermedad y se impulsa la educación para evitar la degeneración y para corregir la perversión. Foucault afirma: "El liberalismo es un arte de gobernar que en lo fundamental manipula los intereses, no puede- y esta es la otra cara de la monedamanipularlos sin ser al tiempo el administrador de los peligros y de los mecanismos de seguridad/ libertad, del juego de seguridad/ libertad, que debe garantizar que los individuos o la colectividad estén expuestos lo menos posible a los peligros" (2007 p. 86).

Aunque las sociedades disciplinarias se valieron del panoptismo como dispositivo de vigilancia exterior, la sociedad de control implementa mecanismos de autorregulación de los comportamientos que impulsa el mercado hacia la competitividad y la productividad, que crean una gran influencia sobre la constitución de las subjetividades de las personas. Con el neoliberalismo, el mercado se va separando del Estado como regulador de la economía y es por ello que se genera un tránsito de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control. Como se expuso anteriormente, las sociedades disciplinarias se manifestaron a través de los dispositivos para lograr regular los hábitos y las costumbres de la población, con el fin de generar obediencia y mayor productividad. Pero a diferencia de esta, las sociedades de control están dominadas por el dispositivo que cada sujeto lleva dentro, como si se insertara es cada uno aquel que lleva su autorregulador de comportamientos, ligados a la competitividad y la productividad. "El poder se ejerce ahora a través de máquinas que organizan directamente los cerebros (en los sistemas de comunicación, las redes de información etcétera) y los cuerpos (en los sistemas de asistencia social, las actividades controladas etcétera) con el propósito de llevarlos hacia un estado autónomo de alienación, de enajenación del sentido de la vida y el deseo de creatividad" (Hardt y Negri, 2004, p. 36).

Se podría considerar que en las sociedades de control tiene mayor influencia el biopoder en cuanto se introduce en la conciencia y la mente de cada sujeto. Es un poder que parecería garantizar la democratización, la autonomía y la decisión propia, pero que en realidad se expande en toda sociedad. El mercado limita las acciones del Estado para vigilar, garantizar el pleno empleo, la seguridad social que defendían las políticas keynesianas, y por su parte impone un modelo económico que regula la oferta y la demanda en el mercado y la inflación. "Para los neoliberales es necesario separar la economía de mercado del Laissezfairer. "El estado es responsable de la dinámica de los monopolios y la cuestión de las políticas adecuadas para su intervención" (Castro, 2012, p. 63).

A cambio de que el Estado se encargue de la protección y de salvaguardar a los ciudadanos, el neoliberalismo impulsa a que cada sujeto se encargue de sus autocuidado, que sería la capitalización de sí mismo. Con relación a esta capitalización, la biopolítica del neoliberalismo promueve lo que se denomina capital humano, que son las capacidades, las habilidades que tiene cada sujeto para desempeñarse desde el punto de vista productivo. Esas son las facultades que cada quien debe potenciar para ejercer de manera eficiente en el mercado laboral, y a esto es lo que llama Foucault: "el nuevo homo económicus del neoliberalismo es un empresario de sí mismo" (Ríos y Cossio, 2012, p. 70). Pero así mismo, como se espera un sujeto productivo también existen peligros frente a este propósito, de sujetos ineficaces, antiemprendedores, delincuentes, que no sigan los parámetros de la influencia del mercado.

Foucault se encargó de reflexionar acerca de cómo el liberalismo y el neoliberalismo podían regular a los sujetos y la población desde la productividad, con el propósito de responder a los intereses del mercado y de la mundialización de capitalismo. Aunque su trabajo se centra temporalmente en los siglos XVII y XIX con el fortalecimiento de la modernidad, Giorgio Agambem (2003) complementa el estudio de las dinámicas que toma la biopolítica con los gobiernos totalitarios, como el nazismo y el racismo, que constituye su trabajo en la publicación del homo sacer.

EL ESTADO DE EXCEPCIÓN Y LA VIDA NUDA

Giorgio Agamben (2003) explica el concepto del Estado de excepción retomando a los griegos sobre el zoé como la vida natural y el bíos como una forma particular de vida. Para Aristóteles todo lo que está fuera de la polis se encuentra excluido de la política y por tanto representa el zoé, mientras que la comunidad que vive dentro de ella representa el bíos, que se rige mediante una jurisdicción que le permite acceder a una calidad de vida. Para el autor la biopolítica se funda en el Estado de excepción, en el cual la existencia de la política está determinada por la exclusión de la vida natural.

"El estado de excepción al orden jurídico-político funda la biopolítica en la medida que los ciudadanos en tanto biológicos son incluidos y excluidos a la vez de un estado de derecho que garantice su funcionamiento a través de normas sin ley o ley sin normas" (Ríos y Cossio, 2012, p. 95). La exclusión lleva a que la zoé sea incluida en la vida política a la que Agamben (2003) le llama la "nuda vida" (vida desnuda) como una vida totalmente restringida del poder soberano. "Es una vida que ha quedado desprovista de la humanidad y que puede llegar a ser sacrificada sin ningún costo" (Múnera, 2008, p. 21).

La vida nuda no es simplemente una vida natural que proviene de la zoé, sino que está desprotegida del poder político, está abandonada, expuesta a la muerte y a la impunidad por las acciones que pueda tomar el poder soberano en contra de la vida. Se pueden tomar como ejemplo los campos de concentración nazi, los prisioneros de Guantánamo, las personas víctimas del conflicto armado, los habitantes de la calle que reciben atención por parte del Estado, y que en cambio pueden ser sacrificados y llevados a la muerte. Así como la vida de los súbditos dependía del poder soberano en la Edad Media, los ciudadanos dependen del jefe de Estado en la sociedad moderna; como lo expresa Agamben:

Además, la nuda vida habita en un terreno de nadie entre lo privado y lo público, pues para el poder soberano esta diferencia no es pertinente frente a ella, todo lo privado es público y todo lo público es privado. El poder de muerte invade la vida del individuo, al tiempo que el individuo queda expuesto a la mirada pública del poder soberano. La nuda vida es la "vida sin valor" o "indigna de ser vivida", la vida que deja de ser política y jurídicamente relevante, la vida a la que se puede dar muerte sin cometer homicidio (Múnera, 2008, p. 26).

Agamben se basa en Carl Schmitt, el máximo pensador del Estado de excepción, en cuanto el poder soberano, donde recae la decisión sobre la aplicación y la inaplicabilidad de la ley. Sin embargo, para este autor la vida se mantiene dentro del rango de la excepción, de lo que hace parte del orden jurídico y de lo que queda fuera del mismo. Ambos autores comparten que el soberano es el único que puede encargarse de la suspensión de la ley, de crear lo que se llama el Estado de excepción. Para Schmitt "el soberano a través de la excepción 'crea y garantiza la situación' de la que tiene necesidad el derecho para la propia vigencia. Mediante esta decisión, el derecho mantiene con la vida una relación que es al mismo tiempo de exclusión e inclusión" (Castro, 2012, p. 136).

Según Schmitt el soberano decide sobre el Estado de excepción solo cuando existe conflicto o crisis estatal. "La decisión estriba en el interés público y el del Estado, la seguridad y el orden público" (Ríos y Cossio, 2012, p. 98). Para Schmitt (1985) el caso específico del poder del soberano y el Estado de excepción es la dictadura que aparece como el gobierno de un individuo o de una clase, "que puede implicar la violación de los principios democráticos y liberales" (Ríos y Cossio, 2012). La dictadura se puede ver como el mecanismo que utiliza el soberano para obtener un propósito específico, de manera que restablece el orden jurídico. Teniendo presente que Schmitt ejerció cargos durante el régimen nazi, su estudio se basó en que el poder dictatorial resulta ser antiliberal, ya que en la política ante todo se debe salvaguardar al Estado y su constitucionalidad. Además del gobierno dictatorial se podría decir que el Estado de sitio, la aplicación de la ley marcial o los poderes de emergencia que llevan a cabo los gobiernos constitucionales son ejemplos en los que se presenta el Estado de excepción, pero que no llegan a ser totalitarios como en la dictadura.

Con base en los argumentos de Carl Schmitt, Agamben analiza todo lo relacionado con el Estado de excepción en los campos de concentración nazi, como ejemplo del totalitarismo y de la vida nuda. En este caso "Hittler proclama el 28 de febrero el Decreto para la protección del pueblo y del Estado, que suspende la Constitución de Weimar concernientes a las libertades personales. El decreto nunca fue revocado, de manera que todo el Tercer Reich puede ser considerado, desde el punto de vista jurídico, como un estado de excepción que duró doce años" (Agamben, 2003, p. 25). Este es uno de los ejemplos que han venido generándose en las medidas que han tomando los gobiernos, hasta los que son democráticos. Así que la excepción se ubica entre los límites de la democracia y el absolutismo. Se puede ver cómo durante los ataques del once de septiembre el presidente George Bush decide invadir Irak como una arremetida en contra de la población civil por los ataques cometidos y se comienza una persecución exhaustiva a inmigrantes provenientes del medio oriente, iraníes, iraquíes, árabes, excluyéndolos de los derechos civiles, y crea sobre esta población un estigma de terrorismo que podría poner en crisis a Estados Unidos como potencia económica.

La President Military Order del 13 de noviembre de 2001 -el mismo día que cae Kabul- confiere a Bush la facultad de decidir por sí solo quiénes son los presuntos terroristas que deben ser detenidos y autoriza la creación de tribunales militares secretos encargados de juzgarlos, en el interior y exterior del territorio de Estados Unidos. La Mylitary Order viola las garantías del Artículo 14 del pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la quinta y sexta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos acerca de la autoincriminación, el debido proceso judicial y los derechos del acusado (Ríos y Cossio, 2012, p. 86).

Después del 11 de septiembre se puede evidenciar que el Estado de excepción se manifiesta como una suspensión del derecho que en este caso restablece otra ley. Con este ejemplo el aporte de Agamben se basa en que su análisis no se centra en lo que está dentro o fuera del orden jurídico, sino en el umbral en el cual se difumina la aplicabilidad de la ley. Según Castro (2012) la soberanía finalmente no es, como para Schmitt, una potencia externa de orden jurídico; por el contrario, es "la estructura originaria por la que el derecho se refiere a la vida y la incluye en sí mismo a través de su propia suspensión". Ahí es cuando la vida nuda y el orden jurídico no tienen distinción.

DIFERENCIAS ENTRE LA BIOPOLÍTICA PARA AGAMBEN Y FOUCAULT

El primero de los aspectos que diferencia Agamben se basa en que la biopolítica no solo se evidenció en la modernidad, ya que el control sobre la vida ha tenido gran influencia desde los antiguos griegos hasta nuestros tiempos. Por otra parte, el autor extiende su estudio sobre los campos de concentración y exterminio, y completa así las investigaciones acerca de la biopolítica en Foucault, que son contemporáneas a los años en los que Carl Schmitt desarrolló su trabajo sobre el Estado de excepción.

Para Agambem el Estado de excepción funciona con un dispositivo biopolítico que permite al soberano enfrentarse sin mediaciones con la vida biológica de los súbditos, por ejemplo, al suspenderse las garantías constitucionales. Esta nuda vida, vida sagrada, no es tan solo una vida biológica (zoé), un corpus; es además una vida expuesta a la muerte (Saidel, 2007). En resumen, para Foucault la biopolítica se centra en los mecanismos de control y normalización que se crearon en la modernidad, mientras para Agamben la biopolítica se puede vislumbrar en el Estado de excepción que es más contemporáneo en los gobiernos que han anulado leyes para imponer otras para beneficio del Estado, y de la autoridad propia del soberano o del gobernante, excluyendo a los ciudadanos o a la población que son vistos como la zoé o las vida nuda, desprovistos de sus derechos civiles.

Al igual que Agamben, Espósito (2004) es otro de los autores que analiza la biopolítica en la contemporaneidad en los campos de concentración nazi, en los cuales el poder sobre la vida adquiere un sentido negativo o de restricciones que impone el Estado sobre la vida de los ciudadanos. Es así como Espósito propone dos categorías: la inmunización y la tanapolítica.

LA BIOPOLÍTICA PARA ESPÓSITO: LA INMUNIZACIÓN QUE NIEGA LA VIDA, PERO LA RESCATA DEL PELIGRO

Según Roberto Esposito (2004), la inmunización se hace presente en la modernidad como una forma de proteger la vida pero arriesgando otras; es decir, tomando medidas que pueden salvar, pero también generar muerte. Espósito toma como ejemplo para este concepto la noticia en un teatro de Moscú, en el que las fuerzas de seguridad atacan a un grupo de chechenos independentistas musulmanes que habían tomado a 700 rehenes. Las fuerzas deciden lanzar un gas paralizante letal que no solo asesina a los chechenos, sino también a los rehenes y demás personas del teatro (Ríos y Cossio, 2012, p. 124). Con lo anterior se puede deducir que el control sobre la vida se puede generar bajo la potestad del Estado, el cual prefiere dar muerte con la pretensión de proteger la seguridad y la vida de la población, así haya que sacrificar a otros.

Con la inmunización que nos presenta Espósito se puede comprender cómo se ha ido expandiendo la prevención a los ataques homicidas, al terrorismo, se ha difundido el peligro al que pueden estar sometidos los países, a través de medidas preventivas de guerra, que están dispuestas a luchar en contra del enemigo, como lo que sucedió con la guerra en Irak o con los países que son acusados de tener armas nucleares, y que están en mira de Estados Unidos o de la ONU, así que toda intervención que aniquile al que está en contra puede llevar a preservar la vida de los ciudadanos.

COMUNITAS E INMUNITAS: LA GENEALOGÍA DE LA BIOPOLÍTICA

Espósito hace referencia a los conceptos de bíos y zoé para explicar su relación con las categorías que condicionan la vida: comunitas e inmunitas. Con la primera, contrario a lo que se podría pensar, se refiere al don de la obligación. Este término proviene de "munus" que puede significar "onus" obligación, "officium", (oficio, función) y "donum" (don). Las dos primeras acepciones son formas del deber pero Espósito subraya también lo que es el don: el don obligatorio aunque suene contradictorio. Un don que se da porque se debe dar y porque no puede no darse (Castro, 2005).

La comunidad entonces ya no es comprendida como la unión de personas por un bien común o la comprensión intersubjetiva que subyace a lo compartido, sino que se refiere a la obligación que tiene cada individuo por dar. De manera que la comunidad es vista en sentido negativo por el deber. Con esto se puede explicar que la defensa de lo propio se sacrifica por la comunidad, la subjetividad queda atada a lo común y es susceptible a la disolución de la identidad del sujeto. En cambio, por inmunitas se puede entender la defensa de lo propio, de lo subjetivo que se sustrae en lo común. En ambos conceptos, la propiedad como apropiación es importante en cuanto que es una de las categorías constitutivas en las políticas y el derecho en la modernidad.

A pesar de que pareciera que Espósito quisiera mostrar lo común y lo inmune como contradicción, lo presenta más como una tensión de fuerzas, en la cual no se puede llegar a pensar en políticas que sacrifiquen totalmente la vida o que no proteja la individualidad, de modo que no se niega ninguna de las dos categorías porque ambas se retroalimentan y reconstituyen. Communitas e inmunitas permiten a Espósito pensar también la diferencia entre la biopolítica y el biopoder: la primera trata de preservar la vida y de potenciarla, mientras que el segundo se procura la inmunizar la vida, de negarla a sí misma.

LA TANATOPOLÍTICA: LOS DISPOSITIVOS DEL BIOPODER QUE NIEGAN LA VIDA

Espósito explica que este concepto se refiere a los mecanismos que despliega el biopoder con el fin de conservar la vida, pero en detrimento de otras, en otras palabras, la salvación de unos a costa de los demás. En este caso, el Estado procura proteger la vida de sus pobladores, pero puede acontecer que debe sacrificar la vida de algunos para preservar el del resto de sus ciudadanos, y es en este caso donde la tanatopolítica se relaciona con la inmunización. Para Esposito es evidente un enigma relacionado con el bío antepuesto a la política, y se pregunta por qué la biopolítica amenaza continuamente con volverse tanatopolítica. Afirma también que al resolver este interrogante se encuentre con el problemático cruce entre soberanía y biopolítica.

Con el régimen nazi, Espósito hace visible la tanapolítica como implementación de los dispositivos del bipoder, mediante la aniquilación de los judíos en los campos de concentración, con el fin de preservar supuestamente la raza aria y evitar el contagio con otras culturas. Así como la vacunación incursionó en el siglo XX con el fin de hacer el cuerpo autoinmune a las enfermedades, así mismo los alemanes se encargaron de hacerse autoinmunes para evitar la degeneración de la raza.

Según Espósito, el nazismo lleva así al paroxismo, la lógica inmunitaria, al punto de volver los dispositivos protectivos contra el propio cuerpo, como en las enfermedades autoinmunes. Los tres dispositivos inmunitarios por el nazismo serían la normativización absoluta de la vida (que se realiza acabadamente en el campo), la doble clausura del cuerpo (al espiritualizar la zoé y biologizar el espíritu, y al incorporar definitivamente al cuerpo individual en una totalidad mayor, como cuerpo alemán) y la supresión anticipada del nacimiento (esterilización forzada como primera medida de policía, y eutanasia de niños, producto de la subordinación del nacimiento de la política) (Saidel, 2007).

Dentro de los mecanismos de inmunización también podemos incluir la propiedad, como se expuso anteriormente, que es constitutiva a la modernidad, y la libertad. La primera hace referencia a lo propio, pero en el sentido jurídico puede ser expropiada del individuo, se inmuniza a sí mismo. La libertad, por su parte, se caracteriza por no estar al servicio de los demás, sino por la potenciación de cada sujeto que a su vez se encuentra en tensión con por conseguir la seguridad para evitar que la humanidad se extermine, lo cual es propio del pensamiento occidental. Es así como se crean políticas para proteger la vida de la población, mediante la medicalización se promueven prácticas para evitar las enfermedades, se crean mecanismos para promover la longevidad. Actualmente se vive un proceso de transformación en el que la invasión, las grandes migraciones, el terrorismo, la guerra son puntos fundamentales donde la inmunización es reflejo de la protección y de la misma destrucción.

En resumen, Espósito explica cómo se configura la biopolítica en la modernidad, donde se protege la vida pero también queda suspendida en la muerte, como para Agambem la nuda vida representa la exclusión. El aporte de estos autores se basa en que encontraron uno de los intersticios de los que se ocupa la biopolítica en la era contemporánea, sobre los dispositivos que se generan en la sociedad globalizada para controlar, prevenir y salvaguardar al mundo de las amenazas externas, de dejar a su suerte lo que no cubre la ley e incorporarla a sí mismo.

LA PRODUCCIÓN BIOPOLÍTICA DE HARDT Y NEGRI

Si bien Antonio Negri y Michael Hardt se basan en los aportes de Foucault sobre el paso de la sociedad disciplinaria a las sociedades de control, su aproximación a la biopolítica se centra en el pensamiento materialista, que en su obra Imperio presenta cómo funciona el biopoder en la manipulación de los sujetos y las masas. Hablar sobre los totalitarismos y las dictaduras no es tan importante en este momento en el cual los grandes dispositivos de control emergen de las comunidades internacionales que dirigen la sociedad globalizada. Los autores resaltan en su texto que la sociedad de control representa un nuevo orden social, en el cual la nueva noción de derecho emerge en el contexto de la globalización y se presenta como un concepto capaz de tratar la esfera planetaria, universal. Como un único conjunto sistémico, debe suponer un requisito previo inmediato (que se actúe en un Estado de excepción) y una tecnología adecuada, plástica y constitutiva (las técnicas de la policía) (Hardt y Negri, 2004, p. 38).

El nuevo derecho ya no subyace en las fronteras del Estado-nacional, sino que lo transciende hacia el poder supranacional, que abarca todos los espacios, donde el imperio pone a prueba su potencialidad. Para Negri y Hardt lo que Foucault no logró comprender fue la dinámica de la producción que tiene lugar en la sociedad biopolítica (2004, p. 40).

BIOPODER, BIOPOLÍTICA, POLÍTICA

Ambos autores comprenden por imperio el poder que se despliega fuera de las naciones que se difunde en todos los espacios de la sociedad globalizada, de modo que no es un poder centralizado, es desterritorializado, en el cual el mercado se ha ido apoderando de todas las esferas de la sociedad. El poder está manipulado por las tecnologías y los flujos de capital que se encuentra sumido en los países del primer y el tercer mundo.

Los cambios en la sociales desde la perspectiva de Hardt y Negri se basan en que durante la década de los sesenta y setenta mujeres, trabajadores y estudiantes lograron expresar sus derechos y reivindicarlos, lo que incidió en una transformación sobre la resistencia que ha posibilitado que la población actúe de manera visible para manifestarse respecto a sus derechos; aspecto que es aceptado por la sociedad global ya que permite que se generen focos de lucha y de tensión. Los autores ven este cambio de manera positiva, así que esto demuestra que no ven con nostalgia la sociedad que imaginaba el marxismo ligada a la dominación del capitalismo en los Estadosnación. Dentro del contexto actual ejerce el biopoder como una fuerza que controla a cada uno de los individuos, de manera que el poder no se inserta desde una ideología, como lo planteaba el marxismo, sino cuerpo a cuerpo. Entonces en la sociedad capitalista el control sobre la vida, lo biológico y lo somático es lo más importante.

Dentro de este marco de la sociedad globalizada las organizaciones transnacionales y supranacionales, como el FMI, el Banco mundial o el GATT, no solo se podrían considerarse como instituciones reguladoras de la economía, sino dentro del ámbito de la biopolítica como productoras de subjetividades. Hardt y Negri ven en estos cambios sobre la conducción de la subjetividad una gran diferencia entre imperialismo e imperio, siendo que el segundo surge como una nueva soberanía de dominación. El cambio de la sociedad disciplinaria a la de control es sustancial para los dos autores, ya que en la primera Foucault hace un análisis sobre los dispositivos de control desde el encierro, pero en la segunda Hardt y Negri expresan que los mecanismos son más democratizados, pues ya no se presenta como un poder externo, sino que se inserta en los cuerpos y en las mentes, en toda sus dimensión. De acuerdo con esto, los medios de comunicación, las grandes corporaciones transnacionales son las que hacen el control policial que se fundamenta en el control de los sujetos desde el cuerpo desde su interior. El Estado de excepción y las fuerzas policivas son necesarios para comprender el biopoder; sin embargo, los autores resaltan también que la transformación de las fuerzas productivas es la que ha redefinido la totalidad del trabajo y todo el horizonte mundial de la producción. Son entonces esas nuevas fuerzas y nuevas posiciones del trabajo efectivo las que han caracterizado la fuerza de trabajo, tanto corporal como intelectual. Es por ello que esos poderes de la producción hoy en día son vistos en su totalidad como biopolíticos, es decir, que atraviesan y constituyen no solo la producción, sino todo el ámbito reproductivo (Martínez, 2010, p. 65).

Al biopoder le interesa el cuerpo de los trabajadores, y por eso la vida llega a ser el centro de las discusiones, de las intervenciones del Estado y del mercado, en cuanto el trabajador es la fuerza productiva que mantiene el sistema y por ello se interesa por la corporeidad. En conclusión, Hardt y Negri se centran en las sociedades de control con el propósito de observar allí que la biopolítica se expande y se difumina por todos los espacios de la vida de los ciudadanos, y la cual no se caracteriza por ser un poder despótico, sino que genera un espacio para la deliberación y la resistencia.

CONCLUSIONES

En la comparación de los diferentes autores que abordan la biopolitica se puede observar que cada una está asociada a las formas de control sobre la vida de la población y de los individuos que si bien se emprendió desde la antigüedad con el poder soberano se materializa en la modernidad mediante las políticas que implementa el Estado para el control y la vigilancia de la sociedad, y crea una planificación de la misma, hecho que posibilita formas de la Bioética y de la biopolítica. Para Foucault, el poder se configuró en las sociedades disciplinarias, mientras para Agambem y Espósito el control biológico se ejerce a través de la exclusión del poder del Estado y del orden jurídico. Para Hardt y Negri, su fundamento en las sociedades de control se basa en el poder que se difunde en todos los cuerpos, que comprende las transformaciones en la productividad, donde el individuo es invadido por los medios y el poder es transnacionalizado.

Como parte de la política de la vida a partir de este análisis, que al mismo tiempo pertenece al poder y es ajena a este, la vida parece llenar todo el escenario de la existencia: incluso cuando está expuesta a las presiones del poder, la vida parece capaz de retomar aquello que la toma y absorberlo en sus pliegues infinitos.

Así pues, la biopolitica es relacionada directamente con la vida y con una política sobre esta, y como parte del análisis planteado retomamos las ideas de Foucault orientadas particularmente hacia la relación podersoberanía y los dispositivos de control como posiciones para interpretar el concepto de biopolítica, donde la biopolítica puede ser una articulación interna de la soberanía o, por el contrario, la soberanía se reduce a la máscara formal de la biopolítica. Por eso para Foucault existen dos posibilidades contrapuestas sobre el concepto de biopolítica: la biopolítica se resolvería en un poder absoluto sobre la vida o en un poder absoluto de la vida, y este es el hilo que inacaba sus ideas entre la relación política y vida.

Con referencia a lo que se ha investigado hasta el momento sobre la biopolítica, podría cuestionarse si existen otras maneras de comprenderla, si se hace presente en otras esferas que no se hayan estudiado. Sin embargo, los fundamentos que dan los autores permiten analizar cómo en la sociedad globalizada la biopolítica se hace más evidente, porque más que la regulación del Estado que implementa medidas para regular el comportamiento de los ciudadanos, se interesa por la integridad de la vida de cada persona, que a su vez responda a los propósitos del mercado, como dice Hardt y Negri.

A partir del análisis de la biopolítica, se pueden comprender las dinámicas que toman el poder y las transformaciones sociales que se van produciendo, el tipo de sujeto que se quiere configurar y las dinámicas que van tomando el mercado y la sociedad de control.


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