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Revista Latinoamericana de Bioética

versión impresa ISSN 1657-4702

rev.latinoam.bioet. vol.15 no.1 Bogotá ene./jun. 2015

 

EDITORIAL

BIOÉTICA Y ECOÉTICA: ENTRE CIENCIA, NATURALEZA Y REALIDAD SOCIAL

JUAN MARÍA CUEVAS SILVA


La realidad nos cobija con fenómenos y dinámicas tensionadas entre lo natural y lo artificial, como resultado del proyecto racional en el que se privilegia más el pensar que el existir y el vivir. Ante este contexto, el hombre se ha propuesto crear la ciencia como uno inventa sistemas de supervivencia. Estas dos posturas han generado en la cultura actual un enfrentamiento caracterizado por la defensa de la vida en todos sus ámbitos y aspectos.

Desde lo natural, nuestra casa planetaria reclama por el cuidado de ella como hábitat, como núcleo central y primordial para poder vivir; es un reclamo que se le hace a la mano del hombre como ser que desde los albores de su aparición en la tierra, por lo menos en occidente, manipula los recursos naturales como medio para demostrar su poderío como dueño y señor de la tierra, hasta el punto que, como lo afirman Gustavo Correa y Astrid Muñoz: "por ello, nacen, crecen y se reproducen fenómenos de desigualdad caracterizados por condiciones de inequidad en el acceso al agua y las implicaciones que tal situación guarda con la pobreza. En este sentido, es posible sugerir que la inequidad obedece a fenómenos que tanto desde afuera como desde adentro tienden a perpetuarla en el tiempo".

No solo es el acceso al agua, aquí es un ejemplo de cómo el uso de los recursos naturales con fines netamente mercaderistas y de consumo incrementan las desigualdades, inequidades e injusticias sociales; nada más basta ver cómo los tratados de libre comercio, firmados con los países latinoamericanos, se centran en la importación de insumos artificiales a cambio de nuestros productos naturales. En este contexto la ciencia cada vez más está tratando de responder al proceso de desnaturalización del hombre, a una realidad de negación del hombre de ser natural, a un sistema social que cada día se aleja de su naturaleza y plantea sistemas de vida al estilo de la selección natural donde sobrevive el más fuerte. Al mismo tiempo, los discursos académicos y las producciones intelectuales, dentro de su mar proceloso de alternativas, han llegado a determinar que nos encontramos en medio de un problema centrado en la "bioética y la ecoética", terminologías que aún no han sido entendidas en la cotidianidad, pero que abren horizontes de comprensión para la realidad.

Bioética y ecoética1 son conceptos que en esencia tienen la misma intencionalidad: rescatar el valor de la vida en el contexto de la controversia entre lo natural y lo artificial. Para comprender este aspecto es importante tener en cuenta que en la época álgida del pensamiento cristiano, más conocida como "época medieval", la lucha se centró entre la razón y la fe, dos elementos fundamentales en la constitución del cristianismo que forjaron fenómenos peculiares en la cultura occidental. Pues bien, así como esa lucha entre fe y razón fue vital para la construcción de cultura en la época medieval, hoy estamos frente a la dicotómica realidad entre lo natural y lo artificial, entre la bioética y la ecoética, entre la ciencia y la tecnología, entre la economía y el bienestar; en pocas palabras, de acuerdo con lo que desarrolla Pedro Cantú-Martínez, una dicotomía entre ética y sustentabilidad, o como lo establecen desde los resultados de su investigación María Teresa Escobar y César Alexis Carrera al abordar el problema en la relación entre paciente y consentimiento informado. El mundo de las dicotomías continúa deambulando por las calles de la existencia humana, una dicotomía que se hace realidad al evidenciar el crecimiento de la población y que como efecto desarrolla violencia, hambre, guerras, injusticia, ciencia, tecnología, sistemas económicos y hasta religiones o movimientos espiritualistas.

Por su parte, Bioética y ecoética son neologismos que conjugan la vida y la naturaleza con la ética, es decir, con el sentido de vivir, la combinación entre lo humano y lo natural, la necesidad de reflexionar sobre las estructuras más humanas como son la ciencia, la tecnología y la paradigmática "calidad de vida", así como abordar los problemas profundos en la relación hombre-ecología. En estos escenarios neologísticos pululan discursos reiterativos de un contexto que se caracteriza por desarrollarse en medio de un proceso de deshumanización, pero realmente estamos frente al proceso más avanzado de lo humano, sobre todo si nos centramos en los productos de la apuesta racional del hombre, pues no hay nada más humano que un artefacto tecnológico, o la violencia y las guerras que justifican la acciones de unos hombres contra otros. Más bien nos encontramos en medio del proceso más avanzado de humanización con énfasis en la desnaturalización, en medio de un desenvolvimiento sociopolítico y socioeconómico que, como los afirma Dulce María Bautista en su artículo, "han surgido nuevas formas de ver el mundo y obviamente nuevos productos y deseos", esas nuevas son cada vez menos duraderas, más volátiles y con efectos nefastos para la naturaleza, el medio ambiente, la ecología humana, las dinámicas relacionales; en otras palabras, para todo aquello que involucre e influya en la vida.

En este escenario de dinámicas sociológicas tan diversas, la educación tiene retos, que desde el planteamiento de Jorge Enrique Gómez hay que preguntarse: "¿cómo compaginar en un mundo plural, y dentro de la enseñanza en el aula, la ética con tendencia universal y evitar a la vez el relativismo ético?"; o como lo aborda Alejandra Peñacoba: "Se escinden razón y realidad; razón, voluntad y corazón; individuo y sociedad; fe y razón. En definitiva, se escinde el hombre en un abanico de posibilidades supuestamente válidas por igual". Ambos autores hacen un llamado al valor de la educación y su puesto social como "dispositivo cultural" que debe centrar su acción en la axiología y el valor de la persona, aspectos que deben superar el antropologismo y el antropocentrismo, de tal forma que se piense en la vida como un proceso que se desarrolla de manera "holística", en términos de "inter-acción". Pero no es solo la educación, sino que también deben estar involucrados otros estamentos fundamentales para la protección de la vida, como lo es la medicina en todos sus campos, los cuales en este número son abordados por los desarrollos investigativos de Jorge Oliva, Gloria Arango, Ángela María Henao y Consuelo del Pilar Amaya. Por otra parte, para el desarrollo comprensivo de la bioética y la eco ética, es necesario hacer su estudio desde un ámbito "transdisciplinar", alternativa de estudio que desarrolla Jorge Alberto Álvarez al hacer la relación entre bioética y psicoanálisis.

La transdisciplinariedad, y la interdisciplinariedad, propias de la ecoética y de la bioética, como sistemas que ayudan a comprender las problemáticas de la vida no se pueden ejecutar, como ciencias sociales (humanas, humanidades, de la salud, del medio ambiente, entre otras más) de manera aislada de los procesos sociales, políticos y económicos, que además se implementan divorciados de la realidad social. Por ello, así como lo plantean Rafat Ghotme y Alejandra Ripoll "la cooperación internacional ha estado marcada por la desigualdad y el individualismo, a pesar de la creciente interdependencia mundial, porque aún los intereses opuestos y la competencia por el poder son una constante en las relaciones dentro del sistema internacional", lo ético, lo bioético y lo ecoético debe estar dentro de las dinámicas de las acciones internacionales de manera mancomunada, pero la desconexión entre producción de ciencia y realidad social es cada vez más profunda y evidente.

Un ejemplo de esto es el ébola, una enfermedad que se origina en una región rica en recursos naturales, pero que es olvidada en su realidad social y poblacional, verbi gracia, al individualismo e intereses dañinos de los países saqueadores de dichos recursos naturales. Hoy es urgente que a nivel internacional la cooperación sea ágil, equitativa y contextual, que haga memoria y se tome conciencia para una proyección de la vida con sentido, pero no solo la vida del ser humano, sino la vida en su totalidad, desde el ser más pequeño hasta el más grande.

Bioética, ecoética, desarrollo humano y cooperación internacional son ámbitos que pueden aportar en estos momentos a un mundo convulsionado no solo por la revolución de la era digital sino convulsionado porque no ha encontrado el hilo de Ariadna que lo lleve a descubrir las estrategias para proteger la vida y hacerla valer de manera justa y equitativa, sagrada e inviolable.


NOTAS

1 En esta editorial no se va a definir qué es cada una, sino que se trata más bien de hacer una reflexión del papel de los paradigmas discursivos en los que se encuentra envuelta la ética de la vida. Volver