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Revista Latinoamericana de Bioética

versão impressa ISSN 1657-4702

rev.latinoam.bioet. vol.15 no.1 Bogotá jan./jun. 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL: HERRAMIENTA DE DESARROLLO O DE ATRASO*

INTERNATIONAL COOPERATION FOR DEVELOPMENT OR DELAY

COOPERAÇÃO INTERNACIONAL PARA O DESENVOLVIMENTO OU ATRASO

Alejandra Ripolla, Rafat Ghotmeb

a Magíster en Relaciones Internacionales. Docente investigadora de la Facultad de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, de la Universidad Militar Nueva Granada, Bogotá. Correo electrónico: alejandra.ripoll@unimilitar.edu.co. Bogotá, Colombia.

b Doctor en Historia Política Comparada, magíster en Historia y licenciado en Relaciones Internacionales. Profesor asociado e investigador de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad Militar Nueva Granada. Correo: rafat.ghotme@unimilitar.edu.co. Bogotá, Colombia.

*Este artículo es un capítulo de una investigación titulada "La cooperación internacional: herramienta para el desarrollo". Universidad Militar Nueva Granada, Bogotá.

Fecha de recepción: mayo 18 de 2014
Fecha de evaluación: agosto 5 de 2014
Fecha de aceptación: octubre 14 de 2014


RESUMEN

La Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID), a pesar de ser considerada como un instrumento importante para la convivencia pacífica y estabilidad del sistema internacional, no ha logrado alcanzar su objetivo principal, que es el desarrollo económico y social para reducir la pobreza mundial. Para demostrarlo, se hace una distinción entre cooperación y ayuda, en la que se afirma que la primera ocurre en relaciones simétricas en la que las partes involucradas dan y reciben, mientras que en la segunda se orienta a responder a los intereses de los donantes. Seguidamente, se examina la oposición entre interés nacional y cooperación, para finalmente develar lo poco efectivo que ha sido la CID en la solución de los problemas del subdesarrollo, porque las acciones han sido poco efectivas e inadecuadas. Esto último se puede constatar con la crisis humanitaria que se vive hoy en el planeta y que requiere del análisis desde los puntos de vista de las ciencias sociales, políticas y desde la interdisciplinariedad que caracteriza a la bioética como ética del siglo XXI.

Palabras clave

Cooperación Internacional para el Desarrollo, ayuda, intereses nacionales, asimetría, subdesarrollo.


SUMMARY

International Cooperation for Development (CID) despite being considered an important instrument for peaceful coexistence and stability of the international system, has failed to achieve its main objective which is the economic and social development to reduce global poverty.

To demonstrate the above, a distinction is made between cooperation and assistance, stating that the first occurs in symmetrical relationships in which the parties involved give and receive, while the second is called to respond to the interests of donors. Next, it examines the conflict between national interest and cooperation, to finally reveal how unproductive has been the CID in solving the problems of underdevelopment, because its actions have been ineffective and inadequate, which can be seen with the humanitarian crisis lived in the planet today, that require an analysis from the social and political sciences standpoint and from the interdisciplinary view that characterizes bioethics as the ethic of the XXI century.

Keywords

International Development Cooperation, aid, national interests, asymmetry, underdevelopment.


RESUMO

A Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID), mesmo sendo considerado como um instrumento importante para a convivência pacífica e a estabilidade do sistema internacional, não tem conseguido atingir seu principal objetivo, que é o desenvolvimento económico e social para reduzir a pobreza mundial. Para demonstrá-lo, é feita uma diferenciação entre cooperação e assistência, em que se afirma eu a primeira acontece em relações simétricas em que as partes envolvidas dão e recebem, enquanto que na segunda orienta-se para atender aos interesses dos doadores. Em seguida, examina-se a oposição entre o interesse nacional e a cooperação, para finalmente descobrir o pouco eficiente que tem sido o CID na resolução dos problemas do subdesenvolvimento, porque as ações têm sido ineficazes e inadequadas. Este último pode ser conferido com a crise humanitária que existe hoje no planeta e que exige a análise do ponto de vista das ciências sociais, políticas e desde a interdisciplinariedade que caracteriza à bioética como ética do século XXI.

Palavras-Chave:

Cooperación Internacional para el Desarrollo, assistência, interesses nacionais, assimetria, subdesenvolvimento.


INTRODUCCIÓN

La Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) ha sido vista como herramienta válida para la solución de problemas mundiales, como aparece en la Carta de San Francisco, donde los Estados parte se comprometen a "realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión (...)" (citado por Vergara, 1995, p. 442). A través de ella, se pretende contribuir a un contexto internacional más estable, pacífico y seguro para todos los habitantes del planeta (Gómez-Sanahuja, 1999, p. 1).

Esta noción, que a simple vista está integrada por muy buenas intenciones, presenta una dificultad: la distinción entre una verdadera cooperación y la ayuda. De este modo, en el presente ensayo se busca argumentar que la CID ha servido de instrumento de penetración con alcance global por parte de los países poderosos a través del discurso globalizador, y como consecuencia de ello no ha logrado cumplir su objetivo principal, que consiste en la superación de la pobreza en el mundo o por lo menos reducirla a niveles tolerables. Usualmente ha enfrentado sendos debates acerca de su eficiencia, la cual para muchos es dudosa e inteligible. Para Paul Collier (2008, p. 32), la misma ha llegado a convertirse en un tema altamente politizado, cuyo diseño no responde adecuadamente a las realidades de los países a los cuales va dirigida, acuñados por él como los del "bottom billion"1. Por otro lado, Nathan Andrews (2009, pp. 8-15) plantea un argumento sociocultural como complemento para entender las falencias de los programas de ayuda externa, insistiendo así que las aproximaciones meramente macroeconómicas no explican por sí mismas su carencia de resultados.

¿COOPERACIÓN O AYUDA?

La cooperación se define en sentido amplio como un sistema de interacciones entre distintos actores y organizaciones cuyo objetivo es lograr unos niveles de conformidad recíproca mediante un proceso de negociación denominado "coordinación de políticas" (Keohane, 1988, p. 51).

Lo anterior implica que la cooperación se conforma con aportes de ambas partes; por consiguiente, los réditos recogidos son también en doble vía. En sentido estricto, es un "esquema que desde el Estado y con el concurso activo de actores no estatales se produzcan proyectos y acuerdos selectivos, puntuales y realizables de tipo económico y comercial particularmente y con un trasfondo político, entre dos o más partes entre sí y eventualmente entre aquellos países y otras contrapartes próximas" (CEPAL, 1994, p. 54). En este sentido, es fundamental el papel que desempeñan los actores no estatales con el apoyo decidido del poder central para el logro de propósitos, encaminados al desarrollo y estado de bienestar.

Es así como la cooperación ocurre cuando diversos actores estatales o no estatales ajustan su comportamiento a las preferencias actuales o anticipadas de otros actores mediante un relacionamiento político. "Claramente, la cooperación se vislumbra como una forma de interacción estatal más compleja que la concertación, pero menos intrincada que la integración" (Ripoll, 1998, p. 31). Como se ha expuesto, la cooperación en relaciones equilibradas de poder funciona, así sea con costos impuestos para una de las partes, siempre y cuando esos costos sean admisibles.

La ayuda, a diferencia de la cooperación, ocurre cuando se plantea unilateralmente. Por ejemplo, el programa del Gobierno de Andrés Pastrana2, plasmado en el Plan de Desarrollo (PD), tenía como bandera lograr la paz en Colombia. Después de una visita del mandatario a Estados Unidos, el PD dio un vuelco total y fue reemplazado por un plan para la paz, el fortalecimiento institucional y la prosperidad, que en resumidas cuentas se le conoce como Plan Colombia, la alineación incondicional para la lucha antidroga emprendida por Estados Unidos. Con el Plan Colombia, el país aceptó la nueva estrategia "impuesta" que incluía la fumigación y otras medidas con especial énfasis militar para combatir el flagelo del narcotráfico, a fin de asegurar la ayuda de Estados Unidos. Por lo tanto, la lucha contra las drogas desplazó la prioridad nacional, que era y es alcanzar la paz. A claras luces se denota el intervencionismo en los asuntos internos, por ejemplo, con las directrices económicas que se impusieron. La exigencia de una economía política de la guerra en la que se aumenta el gasto militar y las condiciones sociales no mejoraron. Desde ese escenario brilla la asimetría por la distribución de costos y beneficios, que no solo se traduce en conservar el control por parte del donante, sino responder a los intereses del otro por parte del receptor que es la condición principal para recibir la ayuda.

Para que la cooperación sea eficaz se requiere de un ambiente especial en el país que la recibe. Ese ambiente debería ser producto de un diálogo basado en una relación equilibrada, como lo afirman Gómez y Sanahuja (1999b, p. 2), pero en relaciones asimétricas, los del norte le exigen a los del sur lo que deben hacer para recibir la ayuda. Por ejemplo, la cooperación que Guatemala recibirá próximamente de la Unión Europea con US$250 millones asignados generará unos compromisos en términos de servirles de despensa agrícola. No es de extrañar que este último tenga 500 productos certificados para exportar a la Unión Europea, en el marco del Acuerdo de Asociación (ADA).

Por eso, las prácticas de la cooperación internacional siempre están asociadas a una determinada geografía del poder, en la que deben analizarse los actores, los proyectos y proyecciones en juego (Blanco et al., 2013, p. 45). De ahí, que la cooperación ocurra en un espacio condicionado por parte del donante dirigido a preservar sus intereses. A pesar de ello, hay alternativas por parte de los tomadores de la ayuda para disminuir el impacto o la condición desfavorable de la asimetría en el sistema de ayuda norte-sur. Esa alternativa es la creación de lazos de cooperación sur-sur, en la cual la apuesta sea la integración para el manejo de la cooperación internacional, donde todos los esfuerzos vayan encaminados a la investigación y desarrollo y no como hasta ahora a la agricultura, a los desastres naturales y otros reglones que no sacan a los países pobres del profundo subdesarrollo.

Así, la cooperación internacional ha estado marcada por la desigualdad y el individualismo, a pesar de la creciente interdependencia mundial, porque aún los intereses opuestos y la competencia por el poder son una constante en las relaciones dentro del sistema internacional.

Tal visión egoísta es predominante. Por lo tanto, se requiere un cambio de actitud responsable por parte de los hacedores de política, sobre todo del Club de los Ocho, para producir efectos reales y avanzar significativamente en el mejoramiento de las condiciones de las sociedades del Sur. "Los cambios necesarios no pueden ser abordados por organizaciones aisladas ni por proyectos puntuales, sino que deberán establecerse fórmulas sistemáticas y persistentes de interacción social" (Gallicchio, 2004, p. 18). Estos cambios metódicos que sugiere Gallicchio lograrán crear conciencia por parte de los Estados sobre la obligación de apoyar a los más pobres con el fin de minimizar las condiciones de pauperismo. En corto, el mundo subdesarrollo precisa de más cooperación y recursos extras que provengan del mundo desarrollado con miras a mejorar sus realidades.

INTERESES NACIONALES VS. COOPERACIÓN

Pasar de un estado hobbesiano de guerra al estado lockiano de la sociedad civil es avanzar hacia un estado de armonía donde el uso de la fuerza se desplaza y se llega a la búsqueda de otros instrumentos como la cooperación.

Después de la Guerra Fría se ha intentado elaborar una agenda, no solo de seguridad, sino una social y económica para enfrentar el subdesarrollo, a partir de la construcción de mecanismos colectivos. Desde los años setenta las agendas internacionales de los diferentes países incorporan temas como los económicos, medio ambiente, derechos humanos y otros, que demandan la necesidad de la participación multilateral para resolver los problemas comunes. El multilateralismo ha sido exitoso en muchos campos sobre todo en el económico, como se puede constatar con el modelo de la Unión Europea. También se ha evidenciado en la resolución de conflictos internos, cuando estos amenazan con la estabilidad regional o la seguridad hemisférica. Timor Leste se tiene como un ejemplo exitoso donde la cooperación internacional ha funcionado en resolver problemas internos (Cadena y Devia, 2010, pp. 58-59). Pese a la afirmación de estos autores, actualmente la construcción de nación e institucionalidad está en entre dicho.

Por eso, el sistema internacional contemporáneo ha mostrado la tendencia a involucrar actores transnacionales, ya sean Gobiernos u organismos internacionales, para solucionar problemas domésticos e internacionales y de subdesarrollo "bajo principios básicos que guarden estricta correspondencia con la génesis de los intereses comunes y problemáticas predominantes en el relacionamiento mutuo" (Garay, 1998, p. 39). A pesar de ello, no elimina la competencia permanente, debido a los cálculos basados en intereses nacionales.

Como consecuencia de ello, un Estado poderoso exige total identidad con sus intereses para ofrecer cooperación, lo que limita las posibilidades del receptor. En ese sentido, no solo la decisión estatal influye para que la CID no reporte buenos dividendos para minimizar el subdesarrollo, sino aspectos sistémicos. Uno de esos aspectos tiene que ver con la proliferación de grupos e individuos que cada día demandan sus derechos y que de alguna manera han dado un nuevo orden en medio de la anarquía que caracteriza el sistema internacional (Snow y Brown, 2000, p. 9).

Otra limitante no solo para el receptor sino para avanzar en el sistema de la cooperación es de carácter estructural, y concierne al ambiente anárquico que inhibe el deseo de cooperar (Grieco, 1988, p. 16). De igual forma, influyen las nuevas relaciones internacionales, con sus realidades de poder político y económico por los estrechos vínculos sociales y culturales que existen. Porque a pesar de que hay cooperación, se mantiene la competencia. La crisis en Grecia, país que pertenece a la Unión Europea (UE), es un ejemplo de falta de cooperación. La UE, ente supranacional y modelo de integración por excelencia, demostró que hubo falta de cooperación entre los miembros de la eurozona, donde prevalecieron los intereses individuales de los Estados sobre el colectivo. Finalmente, tuvieron que plantear el Plan de Ayuda, después de que la crisis produjo la caída de la bolsa y la posibilidad de devaluación del euro, ya que si la Unión Europea en conjunto no lo evitaba sería su fin.

No hay duda de que las relaciones pacíficas son mejores que las conflictivas, por eso la cooperación internacional ha ganado espacios y es vista como mecanismo eficaz en la solución de las controversias y como herramienta de desarrollo. A pesar de ello, persisten los intereses y los objetivos opuestos y las prioridades de los actores son distintos, lo que dificulta un acuerdo entre dador y receptor. Así, se requiere con urgencia la incorporación de variables que permitan mirar el subdesarrollo en toda su dimensión como un problema de todos, desde la óptica de los derechos humanos y no como un juego de suma cero. Sin embargo, hay zonas que se convierten en un ring que permite medir fuerzas a los donantes. Actualmente África Subsahariana, que pide a gritos ayuda, es objeto de disputa entre Estados Unidos y China debido a la penetración de esta última en la región.

A pesar de la competencia por medir fuerzas entre los Estados, se puede avanzar en el sistema de la cooperación internacional en Estados democráticos, que neutraliza la tendencia que ha tenido el Sistema Internacional a tener relaciones conflictivas por la acumulación de recursos de poder. Las asimetrías de poder podrían desdibujar en sentido amplio la cooperación entre los diferentes Estados, y estas a su vez permitirán generar mejores espacios para la negociación. En todo caso, los donantes deben ceder en su codicia y dejar de exigir, demandar o imponer condiciones absolutamente favorables para sí, en detrimento del otro, con miras a mejorar las realidades de vida de una parte de la población del mundo en desarrollo. En ese sentido, un avance importante es la Declaración del Milenio y de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que en su agenda compromete a la comunidad internacional y como resultado ha transformado las políticas de cooperación para el desarrollo.

POCA EFECTIVIDAD DE LA CID PARA DISMINUIR EL SUBDESARROLLO

Si bien se ha progresado en ciertos aspectos sociales, como la educación y la esperanza de vida, la CID no ha sido suficiente. La insuficiencia se debe a varios factores. El primero se relaciona con el enfoque asistencialista de la ayuda que ha generado dependencia por parte del receptor y no ha arrojado desarrollo como se espera. Entonces, pasar de este enfoque asistencialista a un enfoque fundamentado en relaciones estratégicas ayudaría a fortalecer institucionalmente el manejo de los recursos. Experiencia exitosa en ese sentido es el Plan Marshall. La situación de la Europa de hoy tiene parte de su asidero en esa mencionada estrategia aunque las motivaciones de Estados Unidos eran de tipo estratégico-político, esto es, combatir el comunismo, identificado como una amenaza a sus intereses vitales. El segundo factor es la falta de desarrollo de capacidades de los Gobiernos que reciben la ayuda, que deben sin lugar a dudas valerse por sí mismos.

Esas capacidades incluyen articulación de iniciativas en estructuras y estrategias planificadas que beneficien los procesos de desarrollo estatal. También es necesario y esencial por parte de los que dan la ayuda que brinden capacitación acerca de cómo desarrollar las capacidades, para hacerlas eficientes. En el caso de Afganistan, desde el 2001 cuando la intervención americana derrocó al régimen Talibán, la ayuda económica encaminada a la construcción de un proyecto estatal que garantice una cierta estabilidad no ha dejado de fluir. No obstante, los resultados son discutibles y la violencia parece no tener fin en un Estado dividido entre los señores de la guerra y un Gobierno decadente. De acuerdo con el Banco de Desarrollo Asiático (BDA), "a pesar de billones gastados en asistencia, 42 por ciento de la población vive bajo la línea de pobreza, con ingresos de alrededor $US14 per cápita al mes" (Kapstein y Kathuria, 2012, p. 11). Ciertamente, tal escenario refuerza las dudas acerca de la efectividad de la cooperación para el desarrollo en esta turbulenta región del Oriente Medio.

Igualmente, el propio Gobierno Afgano ha cuestionado la efectividad de los programas para el desarrollo, señalando que el gran número de contratistas a los cuales se entregan directamente las ayudas no pueden ser monitoreados por el Gobierno. Para Mwega (2009, pp. 1-51), la falta de coordinación puede llegar a ser un verdadero problema en escenarios donde la proliferación de donantes y proyectos mina la efectividad de los programas, debido a la duplicación, superposición e inconsistencias de quienes los ejecutan. En consecuencia, la tímida eficiencia en la reconstrucción del Estado continuará siendo un mal endémico con desafortunados efectos para la población civil.

Así mismo, Estados como Zambia y Kenia que son receptores de ayuda internacional padecen graves problemas de corrupción que obstaculizan gravemente el avance de cualquier proyecto de cooperación para el desarrollo, todo esto es exacerbado por la permisividad de los donantes y la pobre coordinación entre ellos y el Gobierno. Para Beuran et al. (2011a), una arista más de estos problemas se concentra en la carencia de mecanismos de control por parte de los donantes y receptores. Es en este complicado escenario donde paradójicamente el flujo de ayuda extranjera a Zambia se ha duplicado, tendencia que comenzó a partir de la "adopción de los objetivos de Desarrollo del Milenio en el año 2000" (Beuran et al., 2011b, p. 6).

Paralelamente, un proceso de armonización de los donantes en cuanto a su accionar en Zambia comenzó a tomar forma a partir de 2002 (Beuran et al., 2011c). Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos la falta de transparencia ha supeditado la eficiencia de los programas de ayuda a la voluntad política de las élites dominantes. Así, aun existiendo resultados relativamente positivos en términos de infraestructura construida, otros factores han permanecido relegados, como el mejoramiento de la cobertura educativa, incremento de la competitividad y reducción de la pobreza rural (Beuran et al., 2011). Como consecuencia, la desigualdad extendida se convierte en una característica definitoria de la situación en Zambia y Kenia, la cual los programas de ayuda extranjera para el desarrollo no podrán erradicar al corto o mediano plazo.

Así, los esfuerzos mancomunados para el desarrollo de estos Estados del África parecen condenados a la inoperancia total. Según Beuran et al. (2011), el impacto de los programas de desarrollo también se ven obstaculizado por el interés de las élites gobernantes de permanecer en el poder; en casos extremos, instituciones ineficientes son mantenidas en su lugar no por los beneficios que puedan dar a la sociedad, sino por las ventajas que otorgan a la élite gobernante. De este modo, es posible sostener que la cooperación dirigida al desarrollo en Zambia continuará siendo lenta y poco productiva, mientras problemas estructurales como la corrupción se mantengan profundamente enraizados en sus sistemas administrativos.

Debido a este manejo y a sus consecuencias, se han venido generando unos procesos de cambios que se empezaron a evidenciar en el escenario de la cooperación a partir de los años noventa y que han sido enmarcados en lo que comúnmente se conoce como la "nueva arquitectura de la ayuda", caracterizada por el establecimiento de nuevos objetivos, actores, instrumentos y principios relacionados con la eficacia de la ayuda (Grandas, 2012,p 80).

El fenómeno de la globalización ha sido un factor, entre muchos, que ha aumentado la desigualdad, se ha convertido en un polarizador social y económico dentro y fuera de los Estados. Para combatir, disminuir o mejorar esos escenarios adversos se requiere la cooperación internacional como el medio más eficaz para proponer acciones dirigidas a equilibrar las desigualdades. En pleno siglo XXI, es inaceptable que muchas sociedades apenas sobrevivan.

Efectivamente, la cooperación es el medio idóneo para lograr disminuir las desigualdades, a través de la integración de actores estatales y no estatales, pero se demanda conjugar políticas encaminadas a plantear estrategias y posteriormente implementarlas dependiendo del objetivo del donante y de las circunstancias del receptor. En esa misma dirección, es efectiva para minimizar los efectos de la pobreza y suplir las deficiencias tecnológicas, entre otras; igualmente para la construcción de la confianza mutua que abarque desde lo diplomático hasta el acercamiento con los diferentes organismos que conforman la burocracia estatal. Por último, cumple un rol de facilitador para disminuir las condiciones de pauperismo mundial, empleando todas las herramientas que tenga a su alcance.

Desde la lógica de que la CID es un proceso cooperativo donde todos los Estados involucrados trazan formas de desarrollarla, y "en el cual los programas y las políticas unilaterales se sustituyan por programas conjuntos" (Toro, 1997, p. 74), se hace necesaria una sincera voluntad política de los países desarrollados, para que la cooperación sea eficiente e impacte verdaderamente para sacar al mundo en desarrollo del subdesarrollo. Los otorgamientos incluyen las preferencias comerciales, la cooperación económica, la ayuda financiera, la asistencia técnica, la cooperación científica y tecnológica, la ayuda alimentaria, la ayuda de emergencia y la ayuda humanitaria (Gómez-Sanahuja, 1999c, p. 31).

Dentro de este abanico de posibilidades, la principal de ellas es la transferencia tecnológica, que es la que da utilidades para salir del subdesarrollo. Esta transferencia es ideal, pero problemática, desde el punto de vista del poder político, porque a mayor concentración de recursos de poder -como la tecnología-, mayor garantía de mantener su status en el sistema internacional, y cederlo puede habilitar otro competidor en el escenario internacional. Esta afirmación contraría abiertamente el discurso liberal, que está impreso en la cooperación internacional y que parte de la bondad racional de la gente para vivir en un mundo más pacífico (Brown y Aslhey, 2009, p. 23).

A pesar de todos estos impases, con el tiempo la CID ha ampliado el espectro hacia el cual va dirigida. Como se mencionó, tradicionalmente se había planteado para el desarrollo económico y social; hoy incluye esferas como lo político y ambiental. No obstante, el espíritu siempre ha sido superar la pobreza, la que no se ha logrado si se tiene en cuenta lo que pasa en el mundo3, como niños que mueren diariamente por desnutrición y por las condiciones de pobreza. Según Save the Children (2012), "a día de hoy, casi siete millones de niños y niñas mueren cada año antes de haber cumplido los cinco años por causas que, en su mayoría, pueden prevenirse o curarse"; personas que no tienen acceso a agua potable, los espacios donde viven muchos habitantes del mundo que no se pueden llamar viviendas. Entonces, se puede hablar de crisis humanitaria, producto del subdesarrollo.

Para superar la crisis humanitaria que se vive hoy en el mundo, se necesita de voluntad política, programas y políticas estatales sostenibles. Los programas y las políticas estatales deben formularse e implementarse conjuntamente, para que sean realmente efectivos y den buenos resultados (Toro, 1997b, p. 24). También se necesita identificar los recursos que se necesitan en cada región, porque los entornos no son iguales, a pesar de que la pobreza sea una. Entonces, para que la CID sea sostenible y arroje resultados positivos se solicita cada vez más la solidaridad y acción cooperativa de los Estados con mayor riqueza, hacia los menos favorecidos (Organización de Estados Americanos (OEA), 1997, p. 104).

El aporte de recursos económicos por parte de los Estados ricos va a responder por los costos del recurso humano y técnico requerido. Recaudar estos ingresos se ha convertido en un viacrucis por la disminución de los recursos aportados por los países ricos. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la cooperación de los principales donantes a los países en vías de desarrollo ha caído alrededor de un 3 % en el 2011, rompiendo con la tendencia de incrementos anuales que se mantenía desde 1997 (OCDE, 2012). Esta disminución de los aportes va en detrimento de programas emprendidos y por emprender, lo que va a dificultar aún más la disipación de los problemas del subdesarrollo, por lo que demandará mayores esfuerzos de donación y gestión.

En todo caso, para que sea efectiva la CID y logre sus objetivos se requiere capacitación, asistencia técnica y ejecución de programas de experiencias relativamente exitosas en diversos campos. Con todo, la solución al subdesarrollo exige de una estrecha colaboración entre los países poderosos donde aúnan esfuerzos para fortalecer los lazos entre Estados pobres y ricos, porque sin responsabilidad compartida o, en otras palabras, con corresponsabilidad y confianza recíproca entre los actores será imposible promover una verdadera cooperación internacional tendiente a eliminarlo.

Así, es imperiosa una acción concertada basada en la confianza mutua en la esfera internacional, donde se adopten programas coordinados entre los diferentes actores públicos y privados. La sociedad internacional debe asumir acciones de mayor participación, acción y presión, asumiendo una actitud diligente para buscar nuevas maneras de consenso y así medir el desarrollo y la pobreza, y de esta manera prosperar en la idea de reducción de la pobreza, porque el pauperismo es una violación a los derechos humanos.

CONCLUSIONES

La CID es un mecanismo que, bien estructurado y con voluntad política de los donadores, puede impactar positivamente para mejorar las condiciones de vida de los países en desarrollo, aspecto que desde el discurso bioético puede ser potencializado para plantear su viabilidad dentro de la sociedad actual. Es un retornar al discurso de las ideas del liberalismo internacional, en el que se parte de la bondad de la gente para un mundo pacífico.

La concentración de la ayuda, tanto en actores donantes como receptores, reduce las posibilidades de muchos Estados urgidos de ella, lo que provoca que haya zonas deprimidas a las que no les llega suficientemente, a pesar de la necesidad imperiosa por recibirla. Entonces, reorientar consensuadamente la cooperación es un reto de la sociedad internacional.

Esa nueva orientación debe encaminarse, en primer término, a cambiar la concepción clásica asistencialista que ha mantenido la CID y que evolucione hacia un enfoque estratégico, que conduzca al fortalecimiento interno de los receptores, para que aprendan a manejar los recursos institucionalmente. Sin duda, varios actores, a pesar de tener relaciones asimétricas, tienen mejor capacidad de manejo y gestión que otros a nivel interno e internacional, y pueden mantener la ayuda de sus donantes por largo tiempo. Entonces se evidencia la obligación de establecer nuevas prácticas entre donantes y receptores. En segundo término, acordar las metodologías utilizadas para la medición de la pobreza y del subdesarrollo, para poder contar con cifras aproximadas a la realidad y a partir de ellas tomar las mejores decisiones posibles dirigidas a disminuirlos.

De ese modo, lo ideal es que la CID no responda a intereses particulares de los cooperantes, sino que se encauce a trabajar en el desarrollo económico y social global, con el fin de mejorar las condiciones del mundo en desarrollo, con metas suficientemente realistas y no utópicamente alcanzables.

Para conseguir esas metas y que se den buenos resultados, se precisa de relaciones interactorales duraderas y plantear estrategias a corto, mediano y largo plazo. En todo caso, un ejercicio que no se debe soslayar es la evaluación de las acciones después de su ejecución, con el fin de tomar medidas de mejoramiento en la práctica de las donaciones.

Para terminar se puede aseverar que la CID se encuentra en crisis debido a que no responde a los objetivos por los cuales fue creada, debido a lo poco efectivas o inadecuadas que han sido sus acciones.


NOTAS

1 Los países del "Bottom Billion" son todos aquellos que, según Collier (2007), se encuentran en el fondo del sistema económico mundial, siendo caracterizados por su extrema pobreza y paupérrimo crecimiento. Volver

2 Presidente de Colombia 1998-2002. Volver

3 Se esquivarán las estadísticas debido a la falta de acuerdo en la metodología de cómo medir la pobreza y el desarrollo. Volver


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