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Revista Latinoamericana de Bioética

Print version ISSN 1657-4702

rev.latinoam.bioet. vol.19 no.1 Bogotá Jan./June 2019

https://doi.org/10.18359/rlbi.4118 

Editorial

La urgente tarea de estructurar una bioética latinoamericana

Miguel Kottowa 

aUniversidad de Chile


Las raíces históricas que determinan el actual contexto material y cultural de Latinoamérica se remontan a la colonización eurocéntrica que durante tres siglos destruyó la estructura social y económica indígena e invalidó sus tradiciones y creencias. Las independencias nacionales logradas en el siglo XIX reemplazaron la dominación española por un neocolonialismo de hegemonía criolla coligada con economías transnacionales, entregada a afanes modernistas modelados en torno al centro anglosajón. Con la globalización económica impulsada por un capitalismo neoliberal que se ha impuesto sobre modelos políticos fracasados, el mundo cambió su dicotomía política -Occidente capitalista-Oriente socialista- por una división horizontal en un Norte próspero y regiones Sur entrampadas en luchas políticas y adoleciendo de severas falencias socioeconómicas.

Los estudios postcoloniales reconocen que las naciones del Sur continúan sometidas a dependencias y penurias económicas, enfiladas a lo que eufemísticamente se denomina "vía de desarrollo", es decir, pendientes de un proyecto de "progreso" hacia el modelo de sociedad donde prima la productividad perfeccionada por exitosas exploraciones tecno-científicas acuciadas por el consumismo de bienes de vida útil breve que estimula su acelerada renovación. Alcanzado o anhelado, el desarrollo fomentado por la globalización capitalista y anti-estatista condiciona una ciudadanía autónoma, pero con limitado poder de ejercer su autonomía, marcada por incertidumbres, inseguridades y desprotección. La estrategia de igualdad de oportunidades y privatización de las tareas sociales del Estado han causado un aumento lamentable de inequidades inter e intra-sociales, convirtiendo a Latinoamérica en una región que, si bien mejora sus indicadores económicos, presenta los más altos y persistentes índices Gini de distribución en extremo inequitativa de ingresos. Es el contexto actual de Latinoamérica que viene siendo naturalizado como una condición de desmedro y pobreza originada por "determinantes socioeconómicas".

¿Pueden hablar los sujetos subalternos?, pregunta desde la India G. CH. Spivak y responde negativamente, pues el subordinado carece de oportunidad y empoderamiento para desarrollar un discurso formado por "expresiones significativas" que sea escuchado y validado. El Otro marginado, el subalterno silenciado, solo podrá ser rescatado por una ética que logre crear condiciones de empoderamiento para que el subordinado encuentre su voz o, en otra formulación, que la élite "aprenda a aprender del subordinado". La confianza en la deliberación democrática, que todos hemos celebrado como el método más adecuado para encarar asuntos bioéticos, se practica en sociedades hegemónicas entre miembros de la élite académica donde los subalternos no pueden participar. Nuestra pleitesía al equilibrio reflexivo, a la ética del discurso, a la ética comunicativa, olvida que estos son planteamientos teóricos que no se dan siquiera en sociedades paritarias, si las hubiese, pero son imposibles de aplicar a las inequidades de empoderamiento que maculan las naciones del Sur.

El ingreso de la bioética en el contexto latinoamericano ocurre desde el Norte, donde emerge como "el estudio sistemático de la conducta humana en las áreas de las ciencias de la vida y de la salud, examinada a la luz de valores morales y principios". Tradicional y muy general, esta caracterización de la bioética ha virado a ser ahora "una ética para la tecnociencia" y, como tal, también ha captado la atención académica de nuestra región. Las filigranas bioéticas en torno a selección embrionaria, mejoramiento genético y biotécnicas de perfeccionamiento -enhancement-, antropo-plasia transhumana y medicina del deseo, relegan al plano filosófico metabioético las disquisiciones sobre justicia y solidaridad que acucian a los países víctimas del neoliberalismo antropofágico.

El predominio de la bioética anglosajona no es producto de una copia pasiva, pues hay ingentes esfuerzos por establecerla en nuestra región mediante programas curriculares, textos traducidos al español, asesorías en trabajos de Comités de Ética, cursos y congresos organizados desde la academia anglosajona -noratlántica, según Dussel- y otros emprendimientos, inspirados por una invasión transcultural de la que hemos sido cómplices al tolerar y padecer un creciente desorden moral de prácticas biomédicas: la inequidad en salud crece a la luz del desfinanciamiento de la medicina pública y la mercantilización de su ejercicio privado; la investigación biomédica es cada vez más coaptada por la gran industria farmacéutica, enfocada en intereses corporativos y ajena a necesidades sociales. Asistimos con indulgencia a la erosión de la protección social del Estado, tanto más necesaria mientras más desvalida sea su población.

El estado colonial de Latinoamérica queda expuesto en la ética de investigación biomédica con seres humanos, donde se ejercen prácticas de off shoring, distribución sesgada de recursos según el esquema 90/10, la presentación de un doble estándar ético -aspiracional y pragmático-, resultado de lo cual la mayoría de los estudios clínicos son patrocinados por la gran industria farmacéutica que luego inunda el mercado con medicamentos a precios inalcanzables para la gran mayoría de la población menos pudiente, que ni siquiera obtiene beneficios por haber hospedado la investigación respectiva.

Al importar prácticas biomédicas que ensanchan la brecha entre privilegiados y desposeídos sin acceso a sofisticación biotecnológica, se acentúa el debate bioético espoleado por intereses creados más que por necesidades locales, donde la voz del Sur ha de ser crítica, en vez de caer en servil aceptación.

A medida que los costos sociales y medioambientales de la globalización afectan también a las naciones que ven sobrepasado su progreso material por efectos negativos de consideración, se vienen desarrollando diversas formas de ética global que releva la justicia, la igualdad y la multiculturalidad, muy en consonancia con el discurso denunciatorio iterado desde Latinoamérica. Con todo lo legítimo y urgente que es el clamor de más equidad y justicia para nuestra región atrapada en contextos en más de una ocasión denunciados como imperialistas, no ha tenido mayor influencia sobre las condiciones de desmedro material y cultural que aqueja a la región. La propuesta de una ética global desdibuja las diferencias culturales y desatiende que las necesidades de equidad en naciones del Sur difieren cuantitativa pero también cualitativamente de las aspiraciones igualitarias de un neoliberalismo individualista que insiste en propiciar una igualdad de oportunidades que en ninguna sociedad se ha dado ni tiene visos potenciales de realizarse.

Los latinoamericanistas no han logrado acordar si es posible enmarcar una identidad propia -indígena, mestiza, sincrética con influjo europeo, ahora anglosajón- ni despejar la incógnita de si acaso existe una filosofía propiamente latinoamericana o si esta no es más que "el fervor de traer sin meditación el pensamiento filosófico extranjero", desplegando, como dice el pensador mexicano Carlos Pereda, filosofías "sucursaleras". Este término peyorativo lamentablemente puede aplicarse a buena parte de la producción bioética del Sur que se mantiene fiel a ciertos hitos de la bioética anglosajona transformada en "ética de la techne, más que una ética del bíos". La colonización bioética del Sur menos desarrollado ocurre a diversos niveles, incluyendo institucionalización, profesionalización, formación universitaria, y patrocinio de eventos académicos, fomentando una "bioética sucursalera".

Hay ciertamente una bioética originada en Latinoamérica preocupada por las inequidades que claman por justicia, así como resistencia contra el énfasis en autonomía individual cultivada en prosperidad, mas negada a los desposeídos. Análisis previos que reconocen brotes de una bioética latinoamericana sugieren que su bibliografía consta de aportes primarios -propios y originales-, secundarios -repetitivos de los primarios- y terciarios o cuaternarios carentes de novedad y calidad. Algo más específico será pensar una tripartita categorización de la bioética: a) que transcribe discursos foráneos, sea casi mecánicamente bajo la idea de que provienen de una moral común universal, o sea intentando un trabajo de traslación al contexto cultural regional; b) que convoca los trabajos que se afilian al pensamiento global y participan en un discurso universal y pluralista, y c) el aporte de quienes proponen un pensar bioético creativo y autóctono decidido a cautelar los valores e intereses de la región.

En esta tercera categoría la bioética de intervención realza la importancia de un compromiso político activo y militante para combatir la pobreza e inequidad; la bioética de protección propone una bioética que represente y resguarde prácticas sociales que cautelen a los más vulnerables y vulnerados, evitando el discurso global y utópico de un mundo justo; la bioética más expresamente fusionada con los derechos humanos entendidos como fundamento universal de convivencia y, en cuarto lugar, la bioética que desplegando valores contrarios a la violencia de todo orden y a todo nivel. De notar es así mismo la propuesta de una bioética hermenéutica que sepa identificar y resignificar los problemas actuales y futuros, así como explorar posibles instancias de su resolución. Otra sugerencia que proviene de Latinoamérica se centra en una hermenéutica de profanación, es decir, propone la mundialización de lo que por sagrado escapa a la reflexión terrenal. En las regiones del Sur, que han recibido el impacto de conceptos intocables provenientes tanto de la secularidad capitalista como de los esfuerzos misionarios religiosos, urge repensar sacralidades como progreso, desarrollo, autonomía, individualismo, como etapa indispensable para iniciar un pensamiento creador.

Una bioética latinoamericana es posible y muy necesaria. Quienes pretenden construirla han de bajar del pedestal al ágora, crear y cultivar canales de comunicación y difusión de una calidad tal que participar en ellos sea un privilegio y no un mero trámite académico. Han de tener la honestidad intelectual de reconocer nuestro pasado y nuestro contexto presente, bregando porque seamos partícipes de la cultura noratlántica, pero no vasallos de su influencia ni cómplices de su indiferencia ante nuestras tradiciones ancestrales.

La bioética se apoya en un trípode, con un pie en las humanidades, otro en la ciencia y el tercero en la praxis social. El trípode no es estable porque el valor de las humanidades ha sido cuestionado y su influencia abreviada por la razón instrumental dominante y el desarrollo del circuito producción-consumo. La bioética de cauce central ha traicionado sus orígenes, olvidando que V. R. Potter pedía una "desesperadamente necesaria nueva sabiduría cuyos dos ingredientes más importantes son el conocimiento biológico y los valores humanos". La médula de las humanidades es la palabra escrita, y el más indiscutible aporte de Latinoamérica a la cultura humanista ha sido su literatura. Si la bioética latinoamericana quiere serlo en serio, habrá de nutrirse de su propio humanismo ensayístico, narrativo y poético.

Los instrumentos necesitan afinación, las cajas de herramientas han de estar a punto. Nuestra bioética ganaría foco y atención recurriendo a estrategias como publicar revisiones anuales de la producción bioética latinoamericana; programar publicaciones temáticas relevantes seleccionadas por su calidad y escuchar nuestra propia voz, allanando el camino para conocer y debatir sobre las cuestiones bioéticas que están sobre la mesa, buscando puntos de contacto, sinergias, análisis críticos, acuerdos y concesiones, para ir tejiendo una red de ideas que permita defender la historia, las culturas, las necesidades y los intereses de los latinoamericanos, evocando el nerudiano "América, no invoco tu nombre en vano".

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