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Sociedad y Economía

On-line version ISSN 1657-6357

Soc. Econ.  no.32 Cali Jan./June 2017

 

Articles

La confesión de un economista

Boris Salazar Trujillo  

Docente e investigador de la Universidad del Valle, Cali, Colombia. boris.salazar@correounivalle.edu.co


Rodrik, D. (2015). Economics Rules: the Rights and Wrongs of the Dismal Science. New York: WW Norton & Company.

Debieron pasar más de sesenta años para que un economista eminente, Dani Rodrik, descendiera desde la cima de la teoría a la llanura metodológica para contarnos en qué consiste la actividad científica de los economistas. No lo hizo con la brutal audacia de su ilustre predecesor Milton Friedman, a quien le bastó un ensayo para destruir las relaciones tradicionales entre teoría y realidad empírica que dominaban la metodología de la economía, al postular que el realismo de los supuestos era irrelevante para evaluar la validez de las teorías económicas.

Si el ensayo de Friedman (1953) era una dura polémica contra los devaneos realistas de los críticos de la economía marginalista o neoclásica, el libro de Rodrik (2015) es una elegante confesión de lo que los economistas hacen todos los días, pero nunca se habían atrevido a decir por escrito. Como toda confesión, dice cosas que todo el mundo sabía, otras apenas sospechadas por los expertos y unas cuantas sorprendentes para todos.

La confesión de Rodrik no es tan polémica como el célebre ensayo de Friedman. El oficio de los economistas, dice Rodrik, profesor de Harvard, consiste en producir nuevos modelos y sumarlos a la biblioteca de modelos que constituyen el conocimiento científico sobre la realidad económica. Cada vez que un economista encuentra un hecho, o un conjunto de hechos, que no pueden ser acomodados o reproducidos dentro de los modelos disponibles, basta con que se siente -con papel y lápiz o con la ayuda de un computador- y produzca un nuevo modelo que encajará, de forma suave y lineal, en la secuencia de modelos empezada hace ya muchos años.

En palabras de Rodrik, sería un “progreso “horizontal”: no habría ni destrucción ni contrastación ni refutación de los modelos anteriores. Todos los modelos antiguos tendrían su campo específico de aplicación: su pequeña parcela del vasto jardín de hechos económicos en la que siempre funcionaría como había funcionado en el momento en que fue producido. Tampoco habría espacio para revoluciones o contrarrevoluciones. No habría necesidad de ellas: siempre era posible regresar a modelos del pasado cuando su campo de aplicación fuera legítimo, y siempre habría la posibilidad de producir modelos que se separaran en lo necesario de sus antecesores. Ningún modelo, por potente que fuera, enviaría al olvido definitivo los modelos anteriores, ni abriría una trayectoria sin regreso hacia un nuevo tipo de modelación. Se mantendrían, sí, algunos espacios conflictivos, pero en ninguno de ellos, un enfoque se impondría sobre el otro. Nuevos clásicos y neokeynesianos han seguido coexistiendo, en forma más o menos tensa, haciendo modelos con resultados distintos, que resultan útiles en periodos y contextos distintos.

Como todo transcurriría en un mundo de acumulación continua, por suma horizontal de modelos, la economía sería, a un tiempo, una y diversa. Una, porque todos los economistas pueden hacer uso de cualquiera de los modelos disponibles en la gigantesca biblioteca creada por ellos mismos. Diversa, porque distintos tipos de modelos cabrían dentro de la secuencia creciente de modelos producida al calor de la aparición o descubrimiento de nuevos hechos.

No es una tesis nueva. Hace casi sesenta años el físico, convertido en economista, Tjalling Koopmans (1957), escribió un agudo ensayo metodológico en el que postuló que la economía era una secuencia de modelos, en la que los modelos iniciales podían ser usados como módulos para construir nuevos modelos que ampliaran el rango de cobertura de la economía científica. Era una especie de juego de Lego que podía crecer a través de la combinación de los bloques fundadores y la suma de nuevos bloques. Koopmans incluso se atrevió a sugerir cuáles serían los campos en los que deberían aparecer los modelos por venir: el esfuerzo futuro estaría en las expectativas y la incertidumbre. No se equivocó en su pronóstico. Lo nuevo de la tesis de Rodrik no está entonces en su contenido, sino en el momento en que es lanzada al mundo y en la relación que establece entre modelos, experimentación y realidad empírica. Veámosla en su despliegue y consecuencias.

La desaparición de la realidad empírica

Rodrik sugiere un nuevo tipo de relación de la teoría económica con la realidad empírica. Mientras que en la metodología científica tradicional la economía sería una ciencia hipotético-deductiva, en la que los economistas propondrían nuevas hipótesis derivadas de cuerpos de teoría más amplios y las contrastarían con los hechos observables a través de pruebas o experimentos, Rodrik postula que los hechos observables aparecen primero, antes de que el nuevo modelo haya llegado a este mundo. Es la observación de hechos que no encajan dentro de los modelos existentes, o no pueden ser reproducidos dentro de ellos, lo que lleva a la variación de supuestos cruciales, la postulación de mecanismos alternativos y la formulación de nuevos modelos que sí puedan cubrirlos y reproducirlos.

El papel de los hechos aparece invertido en la tesis de Rodrik. Antes los hechos estaban al final de todo el proceso: lo que los investigadores buscaban era el mayor acuerdo posible entre las predicciones del modelo y los hechos observables, o al menos la mejor aproximación o ajuste a los hechos reales. Las pruebas de hipótesis o los experimentos actuaban como los guardianes finales del proceso científico: al final, el modelo debía someterse al juicio objetivo de los hechos observables. Esta regla no era exclusiva de la economía. Es todavía la regla de oro de la ciencia contemporánea: lo que hace ciencia a la ciencia, y no charlatanería organizada, es el papel de los hechos observables y de la experiencia real dentro de su actividad.

La economía contemporánea, en la tesis de Rodrik, no estaría renunciando al papel de los hechos observables: solo lo estaría desplazando en el tiempo. Ahora los hechos aparecerían primero ante los ojos curiosos de los economistas que estarían al acecho de fenómenos situados por fuera del rango y el poder de los modelos existentes. Al encontrarlos, harían lo que han aprendido a hacer en las últimas décadas: construir modelos que imiten o reproduzcan esos hechos dentro de los límites fijados por esos mismos modelos.

Con lo que llegamos al centro de la metodología económica contemporánea: los economistas sí realizan experimentos, pero lo hacen dentro de sus propios modelos (Maas, 2014). No hay duda de que un número creciente de economistas está realizando experimentos de campo, y otros continúan realizando experimentos de laboratorio, pero lo que ha sido común en el oficio de los economistas en las últimas décadas es el uso generalizado de los modelos como espacios de experimentación. Es allí, a través de la variación de supuestos y mecanismos en el ambiente particular de un modelo, que los economistas progresan en su conocimiento del mundo real.

Lo hacen modelo a modelo, situación por situación, porque no cuentan con leyes o regularidades o primeros principios que les permitan deducir hipótesis contrastables en experimentos reales o de laboratorio. Y, sobre todo, porque la extrema fluidez de la realidad social haría imposible, según Rodrik, la contrastación de los modelos económicos. Para Rodrik (2015) el estatus especial de la economía es tan evidente que lo puede condensar en una frase feliz: “En la economía el contexto lo es todo” (p. 67).

Las consecuencias, desde el punto de vista de la verdad, son devastadoras: “Lo que es verdad en un escenario no es verdad en otro”, anuncia Rodrik en la frase siguiente como si fuera la cosa más natural del mundo. Pero no lo es. Detrás de la aparente naturalidad de la posición de Rodrik está la forma muy particular en que evolucionó la relación de la economía con la verdad y con la realidad empírica. La proliferación de modelos para dar cuenta de contextos cambiantes y en flujo permanente no es un hecho natural del desarrollo del conocimiento en economía. En realidad, es el resultado de la elección temprana del modelo de equilibrio general de Arrow-Debreu como el marco de referencia teórico para explicar el funcionamiento de economías de mercado.

Con su expansión a un número creciente de campos de la economía, también fueron transferidas sus propiedades, exigencias y supuestos formales, y sus evidentes limitaciones para dar cuenta de fenómenos reales que violaban las propiedades asignadas en el marco de referencia teórico. El problema no estaba, por supuesto, en el modelo de equilibrio general de Arrow-Debreu, sino en su aplicación directa al conocimiento del mundo real -algo para lo que no estaba diseñado-. Muchos economistas descubrieron que numerosos fenómenos del mundo real no podían ser reproducidos ni explicados ni imitados en modelos que conservaban los supuestos y propiedades del modelo original.

La proliferación horizontal de modelos que intentan dar cuenta de fenómenos del mundo real ha venido ocurriendo dentro del mismo mundo de los modelos. Los hechos discordantes que los animan son discordantes con respecto a las propiedades y exigencias formales de los modelos originales. No lo son con respecto a una realidad empírica excluida, por decisión metodológica, del escenario. Los hechos entonces no son interesantes por sí mismos: lo son porque entran en contradicción aparente con las propiedades y resultados de los modelos existentes.

¿Cómo entran los hechos en el mundo imaginario de los modelos? A través de la inducción. Apoyándose en el célebre ejemplo de la existencia de racionamiento del crédito en mercados competitivos (Stiglitz y Weiss, 1981), Rodrik afirma que los mejores economistas aplican la inducción para llegar desde los hechos a la construcción de nuevos modelos teóricos. No la inducción tradicional que va desde la repetición de un evento particular hacia su generalización, sino el hallazgo de un hecho estilizado que entra en contradicción con los resultados y predicciones de un modelo particular:

Pero, de hecho, el pensamiento que produjo el modelo involucraba un elemento considerable de inducción. Y como el modelo estaba diseñado específicamente para dar cuenta de una realidad empírica particular, no puede ser directamente contrastado mediante la confrontación directa con la misma realidad (Rodrik, 2015, p. 65).

Si los nuevos modelos no alcanzan la legitimidad científica buscada a través de la contrastación empírica, ¿cómo la podrían alcanzar? Rodrik, en forma sorprendente, recurre a una fuerte dosis de sociología de la ciencia: en lugar de la contrastación con los hechos observables, los economistas seguirían la evolución caprichosa de “las novedades y la moda”.

En últimas, todo ocurre dentro de los modelos. Los mundos reales que la teoría económica intenta explicar y predecir quedan por fuera del ejercicio cotidiano de los economistas: no contribuyen a la contrastación final de los modelos, y tampoco son establecidos, con todas sus consecuencias, al comienzo del ejercicio. La realidad entra al mundo de los economistas académicos por una vía demasiado humana: la emergencia de modas y su expansión vía contagio y poder en contextos académicos. Por eso, la conclusión en extremo tranquilizadora de Rodrik no está justificada del todo: Esta dependencia de múltiples modelos no refleja la falta de adecuación de nuestros modelos; refleja la contingencia de la vida social.

Elogio de la simplicidad

Como ocurre en toda narrativa pedagógica, la complejidad inherente a lo que ha ocurrido con la economía es reducida, en el libro de Rodrik, a una moraleja sencilla: lo simple es mejor que lo complejo. Y haber elegido la simplicidad analítica sobre la complejidad explicaría por qué el progreso de la economía ha tomado la forma de adición sin límite de nuevos modelos. Rodrik nos recuerda la célebre parábola de Borges (1992) sobre el rigor en la ciencia: los cartógrafos de un imperio lejano, prisioneros del realismo descriptivo, habrían dibujado unos mapas que coincidían en forma tan exacta con la realidad, que habían terminado siendo abandonados, por inútiles, en el desierto.

Es obvio que ningún modelo es una buena descripción de la realidad. No es su función. Y que un buen modelo no hace más que representar un conjunto limitado y tratable de interacciones de la realidad. Hasta allí no hay ningún problema. El problema está en las implicaciones que Rodrik saca con respecto a la pertinencia de la complejidad en la economía. Rodrik parece creer que la complejidad es equivalente a la descripción minuciosa, enmarañada, y por tanto inútil de la realidad, al estilo de los cartógrafos del cuento de Borges.

Pero eso no es complejidad ni en las ciencias naturales ni en las sociales. La complejidad alude a la existencia de sistemas compuestos por la interacción no lineal entre múltiples elementos, sin control central, y unidos en red, que producen fenómenos emergentes como el orden, el aprendizaje y la evolución. Las economías de mercado son, en ese sentido, sistemas complejos y podrían ser estudiadas haciendo uso de los métodos de la complejidad. La reciente crisis financiera global mostró la irrelevancia de los modelos analíticos dominantes para entender fenómenos extremos producidos por la evolución de sistemas interconectados complejos, como en efecto lo es el sistema financiero global.

Pero Rodrik cree que la complejidad es irrelevante para el estudio de la economía y optó, como la gran mayoría de sus colegas, por los modelos analíticos simples para tratar fenómenos que son complejos en su esencia. Sin embargo, un observador externo podría ver que el progreso de la economía ha devenido la adición interminable de modelos analíticos simples porque el paradigma dominante eligió, hace varias décadas, tratar los fenómenos de mercado como si fueran producidos por sistemas simples de equilibrio, y excluir cualquier otro tipo de tratamiento metodológico.

Lo que Rodrik nos cuenta en su confesión no es el resultado inevitable de haber encontrado el mejor camino hacia el conocimiento en economía. Tampoco de la indiscutible fluidez y contingencia de la vida social. Es el resultado de las preferencias de los economistas académicos por el tipo de modelos analíticos de equilibrio que requieren ser reparados una y otra vez para dar cuenta de los muchos fenómenos que no pueden cubrir en su forma analítica y simple de hoy. Y de la evolución de las relaciones de poder y conocimiento en la academia y en la política en las últimas décadas. Algo que, por supuesto, no tenía por qué admitir Rodrik en su elegante confesión

Referencias

Borges, J. L. (1992). Del rigor en la ciencia. En J. L. Borges, Obras Completas II (pp. 443). Barcelona, España: Círculo de Lectores. [ Links ]

Friedman, M. (1953). The Methodology of Positive Economics. En M. Friedman, Essays in Positive Economics (pp. 3-43). Chicago, US: Chicago University Press. [ Links ]

Koopmans, T. (1957). Three Essays on the State of Economic Science. New York, US: Kelley. [ Links ]

Maas, H. (2014). Economic Methodology: A Historical Introduction. New York: Routledge. [ Links ]

Stiglitz, J. & Weiss, A. (1981). Credit Rationing in Markets with Imperfect Information. American Economic Review, (71), 393-410 [ Links ]

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