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Sociedad y Economía

versão On-line ISSN 1657-6357

Soc. Econ.  no.36 Cali jan./abr. 2019

https://doi.org/10.25100/sye.v0i36.5932 

Artículos

¿Somos conscientes del racismo? Cómo las categorías étnico-raciales, el color de la piel y el mestizaje inciden en el reconocimiento del racismo en Colombia1

Are We Aware of Racism? How Ethno-racial Categories, Skin color and Miscegenation Shape the Recognition of Racism in Colombia

Darío Hernán Vásquez-Padilla1  2
http://orcid.org/0000-0003-4213-7497

1Universidad de Massachusetts, Amherst, MA, US. dhvasque@umass.edu. http://orcid.org/0000-0003-4213-7497


Resumen

Este artículo examina el efecto de las categorías étnico-raciales, el color de la piel y el mestizaje sobre la percepción del racismo en Colombia. Utilizando modelos de regresión logística ordenada sobre una muestra nacional del Barómetro de las Américas 2010 y 2011, se encuentra que las categorías de auto-identificación étnico-racial y el reconocimiento del racismo no están asociados, mientras que tener tonos de piel más oscuros aumenta la probabilidad de reconocer este fenómeno. Los hallazgos también revelan que el deseo individual de querer tener un color de piel más claro, entendido como parte de la lógica del blanqueamiento dentro del mestizaje, tiene una fuerte asociación negativa. Este artículo contribuye a los estudios del racismo en América Latina y propone repensarse el uso de las categorías étnico-raciales y el papel del color de la piel en el análisis de sistemas racializados.

Palabras clave: raza; racismo; multiculturalismo, mestizaje; Colombia

Abstract

This article examines the effect of ethnic-racial categories, skin color, and miscegenation on individuals’ perception on racism in Colombia. Utilizing ordered logistic regression models on a national sample from the 2010 and 2011 America’s Barometer, it is found that ethnic-racial self-identification categories and the recognition of racism are not associated, while darker-skinned individuals have a higher probability of recognizing this phenomenon. Findings also reveal that desiring to have a lighter skin color, understood as part of the whitening logic of miscegenation, has a strong negative association. This article contributes to the studies on racism in Latin America and calls for rethinking the use of ethnic-racial categories and the role of skin color in the analysis of racialized systems.

Keywords: race; racism; multiculturalism; miscegenation; Colombia

1. Introducción

El análisis sobre cómo opera el racismo y la discriminación racial en Colombia ha estado mediado por explicaciones históricas relacionadas con la ideología del mestizaje (mezcla racial). Esta ideología racial ha sido definida como un proyecto destinado a enmascarar la raza, el racismo y los regímenes raciales en América Latina, especialmente a partir de las primeras décadas del siglo XX (Rodríguez, Alfonso y Cavelier, 2009; Bonilla-Silva y Dietrich, 2009; Cavelier, 2007). Uno de los componentes más pragmáticos de esta ideología se expresa en la esfera institucional a través de ambigüedades discursivas que niegan o reconocen el racismo basado en análisis coyunturales que incluyen matices políticos y económicos3. De igual forma, la ideología del mestizaje se manifiesta en el ámbito social mediante la forma en que los individuos perciben o no las prácticas racistas cotidianas, cómo explican la pobreza de los afrodescendientes, las percepciones que tienen sobre la mezcla racial, y sus opiniones sobre las ventajas de tener un color de piel más claro en una sociedad pigmentocrática.

Actualmente, el multiculturalismo se constituye en el nuevo discurso para enmascarar el racismo estructural a través de la exaltación de la diversidad étnica y cultural de las naciones (Mosquera y León, 2009) mientras se ignoran discriminaciones históricas y contemporáneas, así como la agencia histórica de sujetos subalternizados. El multiculturalismo consiste en una estrategia que evita abordar las causas de las desigualdades sociales a través de patrones de homogenización racial y cultural, y nociones de ciudadanía universal/liberal. Pese al impacto de la ideología del mestizaje y los discursos multiculturalistas, las encuestas de opinión pública en las Américas muestran que 57,3% de los colombianos considera que las personas negras son tratadas “peor” o “mucho peor” que aquellos que se identifican como blancos, mientras que 30,3% niega la existencia de racismo en el país (García, 2011).

Debido a las implicaciones políticas y sociales de la raza y el racismo en América Latina, los académicos se han centrado en el desarrollo de análisis históricos, teóricos o empíricos de dimensiones concretas de ambos fenómenos en un contexto espacio-temporal particular. En este estudio examino específicamente los factores que llevan a los individuos a percibir la existencia del racismo en Colombia, prestando especial atención a 1) la asociación entre la autoidentificación étnico-racial y el reconocimiento del racismo, 2) el papel del color de la piel, y 3) el efecto del mestizaje sobre las percepciones alrededor de la existencia del racismo en el país. Aunque varios de estos aspectos han sido examinados previamente, algunos estudios nacionales se han centrado en el examen de las relaciones raciales en ciertas ciudades del país, mientras que otros ignoran el análisis del color de la piel o desarrollan análisis comparativos entre diferentes países de América Latina, pasando por alto algunas particularidades del caso colombiano asociadas a la diversidad regional.

En Colombia, aunque el análisis de los factores que predicen el reconocimiento del racismo no ha sido el centro de la mayoría de los estudios académicos, algunos de ellos han abordado este aspecto en ciudades específicas o grupos de ciudades, centrándose en ciertos sectores de la población (funcionarios, miembros del movimiento social afrocolombiano, residentes afrodescendientes en algunos barrios e inmigrantes negros) para analizar sus narrativas, experiencias y percepciones sobre el racismo y la discriminación racial (Arocha, 2002; Mosquera, 1998; Mosquera y Rodríguez, 2009).

Por su parte, en el contexto latinoamericano, los estudios basados en datos del Proyecto sobre Etnicidad y Raza en América Latina (PERLA) o en la encuesta del Barómetro de las Américas, desarrollan análisis comparativos entre diferentes países de la región. Por un lado, algunos de estos estudios examinan cómo las categorías étnico-raciales moldean las percepciones sobre la discriminación racial y las explicaciones alrededor de la existencia de desventajas estructurales (Telles y García, 2013), así como el apoyo al mestizaje y a los matrimonios interétnicos (Telles y Bailey, 2013). Otros estudios indagan cómo el color de la piel, el Estado y la nación influyen en la identificación racial (Telles y Paschel, 2014); mientras que otros se enfocan en los factores que influyen en la percepción de la discriminación basada en el color de la piel (Canache, Hayes, Mondak y Seligson, 2014), en las desigualdades educativas (Telles, Flores, Urrea-Giraldo, 2015) y en las disparidades en salud (Perreira y Telles, 2014). No obstante, la literatura existente no ofrece evidencia empírica específica que demuestre cómo las categorías étnico-raciales, el color de la piel y el mestizaje están asociadas o no al reconocimiento de racismo en Colombia.

A partir de una muestra nacional representativa de la encuesta del Barómetro de las Américas en Colombia, este artículo muestra que las categorías de autoidentificación étnico-racial no se encuentran asociadas al reconocimiento del racismo ni proporcionan sistemáticamente patrones explicativos de las desigualdades históricas que marcan a la población afrocolombiana. Los resultados contribuyen a la creciente evidencia que respalda la importancia del color de la piel en el análisis de las actitudes raciales y la estratificación social, al mostrar que cuanto más oscuro es el color de piel de una persona, mayor es la probabilidad de reconocer el racismo. Además, encuentro que existe una asociación significativa y negativa entre el deseo individual de blanqueamiento y el reconocimiento del racismo. En particular, este artículo propone repensarse el uso de las categorías étnico-raciales y el papel del color de la piel en el análisis de sistemas racializados y pigmentocráticos.

En las páginas que siguen proporciono un análisis de las ambigüedades del Estado colombiano frente al reconocimiento del racismo. Luego describo la forma en que investigaciones previas han abordado el estudio de los factores que influyen sobre la percepción que tienen los individuos alrededor de la existencia del racismo en el país. Sobre la base de esa literatura, discuto las principales variables explicativas del estudio, seguida de la descripción de los datos utilizados y el método de análisis. Finalmente, presento los principales hallazgos de esta investigación y discuto sus posibles alcances.

2. Antecedentes: aproximaciones al ámbito institucional

Analizar hasta qué punto el racismo es reconocido o negado en el ámbito institucional es crucial para rastrear y comprender las relaciones raciales contemporáneas en América Latina. Los informes periódicos presentados por los Estados partes del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) son una valiosa fuente de información respecto a las dinámicas del racismo y la discriminación racial en la región. Dulitzky (2005) demuestra cómo a finales de 1990, diferentes países de América Latina y el Caribe (República Dominicana, Venezuela, Haití, Perú, México y Cuba) negaron institucionalmente la existencia del racismo, la discriminación racial o el prejuicio racial en sus informes oficiales presentados al Comité. Sin embargo, algunos años después, en la Conferencia Regional de las Américas (2000), preparatoria para la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia (2000), los países de la región reconocieron la existencia de racismo y la discriminación racial en las Américas y sus efectos negativos sobre la democracia y la justicia social (CIDH, 2009, párrafo 15). En el caso de Colombia, existe un complejo escenario producto de las ambigüedades entre la negación y el reconocimiento del racismo institucional. Haciendo un balance de más de dos décadas (1984-2008) de los informes presentados por el Estado colombiano al Comité, considero importante resaltar los siguientes aspectos:

Primero, desde 1984 el Comité recomendó la modificación de la ley penal colombiana para el cumplimiento del artículo 4 de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial, en relación a la penalización del racismo, la discriminación racial y el odio racial. Sin embargo, la Ley Antidiscriminación en Colombia solo fue adoptada en el 2011 y dentro de los motivos para su promulgación no se hace referencia a esta Convención o a la Tercera Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia.

En segundo lugar, las estrategias de negación del racismo utilizadas por el Estado colombiano hasta 1998 consistieron en manifestar que la ley prohibía la esclavitud (CERD, 2006, p. 176) y en resaltar la inexistencia de políticas o leyes que promovieran abiertamente la discriminación racial en el país (CERD, 2006, p. 171). El Estado también ocultó el racismo basándose en la supuesta inexistencia de quejas de discriminación racial social dado el carácter multicultural de la nación (CERD, 2006, p. 169); o debido a que Colombia era una “nación mestiza” (CERD, 2006, p. 174).

Tercero, en 1998 el gobierno señaló que la discriminación racial en el país estaba en una “fase de reconocimiento institucional”, mientras que las comunidades negras y la sociedad en general estaban “empezando a darse cuenta de la seriedad” de este tipo de prácticas (CERD, 1998, párrafo 123). Esta afirmación sugiere una relación causal entre el ámbito institucional y la esfera social. Irónicamente, de acuerdo con esta lógica, la conciencia institucional del racismo parece anteceder y determinar el reconocimiento de este fenómeno por parte de aquellos que diariamente sufren los efectos de ser discriminados, marginados y racializados negativamente.

En el informe del 2008, el gobierno nacional definió la discriminación racial como un “problema cultural complejo” ligado a la historia de América Latina y que genera afectaciones a las comunidades afrocolombianas e indígenas en el país a través de procesos de marginación y pobreza (CERD, 2008, párrafo 49). Sin embargo, el CERD sostuvo que, a pesar del reconocimiento de la persistencia de la discriminación racial por parte del Estado colombiano, “no existía una disposición general que prohibiera la discriminación por motivos de raza” (CERD, 2009, párrafo 13).

Por su parte, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2009) publicó un informe sobre la población afrodescendiente de Colombia. El relator encontró que los funcionarios de alto nivel negaban el carácter estructural de la discriminación racial en el país y determinó que la persistencia y reproducción del racismo y la discriminación racial, tanto estructural como institucional, estaban vinculadas a evidencias que sugerían que el racismo y la discriminación racial eran practicados y aceptados constantemente en el país (CIDH, 2009, párrafo 33). Además de la existencia de cierta tolerancia social frente a las prácticas racistas, el informe también llama la atención sobre la presencia de una discriminación estructural que priva a los afrocolombianos del pleno disfrute de sus derechos fundamentales como miembros del pacto nacional representado por la actual Constitución Política.

Dado que el Estado no es un ente homogéneo conformado por actores institucionales alineados sobre un mismo discurso racial, no sería apropiado argumentar tajantemente que los discursos que admiten la existencia del racismo en el país son uniformes y generalizados después de la Conferencia Mundial contra el Racismo llevada a cabo en el 2001. Se debe matizar este tipo de afirmaciones mediante la identificación del portador del discurso, así como el contexto en el que se desarrolla y los intereses subyacentes. En este sentido, el estudio del perfil de las personas que reconocen la existencia del racismo, que es el objetivo principal de este estudio, es parte del análisis del racismo como una categoría analítica para el examen de los sistemas de opresión (Ladson-Billing y Tate, 1995; Mosquera, Barcelos y Arévalo, 2007; Lao-Montes, inédito). Además, permite identificar cómo las estructuras sociales y las instituciones afectan la vida cotidiana de los individuos y su percepción de fenómenos sociales y de las relaciones raciales en un momento particular de la historia.

Hasta ahora me he centrado en el análisis de la perspectiva institucional alrededor del reconocimiento del racismo y la discriminación racial en Colombia. En las siguientes dos secciones abordo los enfoques teóricos de investigaciones anteriores desarrolladas en el marco de los estudios afrocolombianos, así como estudios comparativos en América Latina. Particularmente, exploro los efectos de la identificación étnico-racial, el color de la piel y el mestizaje sobre el reconocimiento del racismo.

2.1. Color de piel y categorías étnico-raciales

En términos conceptuales, la raza no debe reducirse al color de la piel ni a la apariencia física, ya que también implica un componente cultural, así como un régimen de dominación que configura un escenario de racialización y de violencia epistémica (Lao-Montes, inédito). Aunque la raza y el color de la piel están relacionados, no son lo mismo. Según Jones (2009), la pigmentación de la piel es solo uno de muchos otros indicadores de la raza (incluidos el origen étnico, la ascendencia o la apariencia física) utilizados para clasificar a las personas en categorías raciales; mientras que la raza se refiere al significado social asignado a esa categoría y a las creencias, suposiciones y estereotipos (racialización) sobre los individuos y/o grupos que forman parte de una clasificación étnico-racial particular (Jones, 2009, p. 225). Por lo tanto, el color de la piel es un signo de diferencia racial percibida (Telles y Paschel, 2012). Los académicos se refieren al colorismo para referirse a las jerarquías sociales y desigualdades generadas a partir del color de la piel. De hecho, estudios recientes sostienen que el color de la piel es un factor explicativo de la desigualdad socioeconómica entre los afroamericanos desde el siglo XVIII hasta la actualidad (Monk, 2014), así como en América Latina (Bonilla-Silva y Dietrich, 2009; Telles, 2014), incluyendo Colombia (Urrea, Viáfara y Viveros, 2014).

Un estudio cualitativo en áreas urbanas en Colombia revela que la variación del color de la piel y “tener algunas habilidades y comportamientos” influyen en la percepción de la discriminación racial en Bogotá D.C. (Mosquera, 1998, p. 70); mientras que otras investigaciones advierten que las narrativas que niegan la existencia de racismo en las regiones habitadas mayoritariamente por afrocolombianos omiten el análisis de la relación entre clase y raza, así como las “diferencias sociales” históricas que aún persisten entre personas de piel más clara y más oscura (Mosquera y Rodrígez, 2009, p. 643).

Recientemente, estudios cuantitativos en América Latina demuestran que la influencia del color de la piel sobre la percepción de la discriminación es más grande en Colombia porque la variabilidad en la pigmentación en este país es más prominente que en Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú (Canache et al., 2014). Este estudio también encuentra que ser indígena, negro o mulato aumenta la probabilidad de percibir la discriminación por el color de la piel, aunque ninguna de estas categorías étnico-raciales es significativa (p < 0,05) en Colombia.

Telles et al. (2015) encuentran que el color de la piel tiene un efecto negativo y estadísticamente significativo (al igual que las categorías de autoidentificación étnico-racial indígena y negra) en la predicción del logro educativo en diferentes países de América Latina, si bien es más fuerte en Bolivia y Guatemala y más bajo en Ecuador y Colombia (Telles et al., 2015). Por su parte, Viáfara (2017a) encuentra que el nivel educativo, los diferenciales de ingreso y la brecha en la desigualdad de oportunidades aumentan en la medida en que el color de la piel se hace más claro. Este estudio demuestra especialmente la manera en que los diferenciales de ingreso entre diferentes grupos étnico-raciales se encuentran asociados a la “transmisión intergeneracional de las desigualdades por el color de la piel” (Viáfara, 2017a, p. 122). Otro estudio de Viáfara (2017b) demuestra que las limitaciones de los procesos de movilidad social son fortalecidas por las diferencias en el color de la piel, lo que implica que los procesos de movilidad social ascendente son más difíciles para las personas con colores de piel oscuros que para aquellos que cuentan con colores de piel más claros.

El color de la piel también es central en las percepciones que las personas tienen sobre su propia salud. Perreira y Telles (2014) encuentran que tener un color de piel más oscuro influye en una peor autoevaluación de la condición de salud de los individuos y plantean que la autoidentificación étnico-racial no media la influencia del color de la piel sobre esta percepción individual en países como Brasil, Colombia, México y Perú (Perreira y Telles, 2014, p. 248). De acuerdo con estos autores, el color de la piel no está sujeto a las presiones sociales y políticas que definen las categorías de autoreconocimiento étnico-racial. Gran parte de los estudios abordan parcialmente la percepción individual sobre la existencia de la discriminación racial y se concentran fundamentalmente en las jerarquías basadas en el color de la piel, aunque no indagan directamente por los factores que influyen sobre el reconocimiento de la existencia del racismo.

En cuanto a las clasificaciones étnico-raciales, Telles y Paschel (2012) sostienen que las fronteras de las categorías raciales en los países de América Latina son “borrosas”, “ambiguas” y fluidas en comparación con los Estados Unidos. Estos autores argumentan que el sistema de clasificación racial en la región tiene tres patrones distintivos: “un enfoque en la apariencia más que en el origen como el criterio principal, el uso común de categorías intermedias o de mezcla racial y, por lo tanto, la clasificación en un continuo del color de la piel” (Telles y Paschel, 2012, p. 865). Los autores demuestran que el color de la piel tiene una asociación intermedia con los procesos de autoidentificación étnico-racial en países como Brasil y Colombia.

Por su parte, el estudio de Urrea et al. (2014) encuentra que en Colombia las personas con un color de piel oscuro afirman que han sido testigos y han sufrido directamente prácticas de discriminación asociadas al color de su piel y a su condición socioeconómica. Mientras que 59,4% de las personas con un color de piel claro manifestaron haber sido testigos de un acto discriminatorio basado en el color de la piel, 71,5% de las personas con piel oscura expresaron este mismo hecho. En el caso de las experiencias de discriminación, estos porcentajes se reducen en más de la tercera parte para las personas de piel más oscura (Urrea et al., 2014, p.114). Otros de sus hallazgos indican que existe una amplia variabilidad entre las categorías de autoreconocimiento y el color de piel asignado por el entrevistador, poniendo de manifiesto que los patrones de inequidad social podrían resultar siendo diferentes si se miden a partir del color de la piel antes que por las categorías de autoidentificación étnico-racial (Urrea et al., 2014, p.102).

A partir de allí, especulo que no existe una imbricación completa entre las categorías étnico-raciales y el color de la piel dado que las divisiones actitudinales relacionadas con las percepciones sobre la existencia del racismo en Colombia podrían estar más marcadas por el color de la piel que por las categorías étnico-raciales. La forma en que las personas experimentan el mundo está influenciada, en parte, por su apariencia física y por la manera en que son percibidos por la sociedad, sin dejar de lado la importancia de las identificaciones políticas como un lugar de resistencia por parte de grupos subalternizados (Crenshaw, 1991, p. 137). Así, aunque es posible que personas con un color de piel oscuro se autoreconozcan como mestizos, eso no les permite escapar de las prácticas de discriminación cotidianas basadas en el color de la piel.

Investigaciones en Colombia y diferentes análisis comparativos en la región muestran una imagen contradictoria con respecto a cómo las categorías étnico-raciales influyen en la percepción sobre la discriminación racial. Esos estudios usan diferentes metodologías, diferentes tamaños de muestra y se enfocan en una población diversa. Encuentro en general tres tendencias: primero, los afrocolombianos tienden a negar el racismo en algunas áreas locales en comparación con la población no negra. Al estudiar la dinámica de los procesos de inserción de inmigrantes negros y no negros en Bogotá D.C., particularmente en el análisis de las relaciones interculturales, Mosquera (1998)) constató que casi la mitad de los inmigrantes negros negaron categóricamente haber sido víctima de discriminación. Sin embargo, admitieron haber presenciado prácticas de discriminación contra amigos o miembros de sus familias y reconocieron que el racismo existe en el país como un fenómeno “inevitable” (Mosquera, 1998, p. 71).

En otro estudio socioeconómico de la población afrocolombiana en Bogotá D.C., los resultados indican que 63,1% de los encuestados afirmaron que no existía discriminación en sus barrios, frente al 33,1% que lo admitió (Arocha et al., 2002). Dentro de este segundo grupo, 82% asoció la discriminación al color de la piel. En términos generales, las personas percibían que los afrocolombianos recibían un trato igualitario al ser comparados con otros grupos (Arocha et al., 2002, p. 67). En este estudio se plantea que los afrocolombianos no reconocen que son discriminados como parte de una estrategia de resistencia con raíces históricas en búsqueda de igualdad social (Arocha et al., 2002, p. 151-152). Ambos estudios sugieren la existencia de una correlación negativa entre la autoidentificación como afrocolombianos y el reconocimiento del racismo en Bogotá D.C.

Segundo, al analizar las narrativas de diferentes actores sociales en ocho ciudades de Colombia (Cali, Cartagena, Medellín, Bogotá DC, Quibdó, Buenaventura, Pereira y San Andrés) y particularmente enfocándose en las narrativas de líderes afrocolombianos, Mosquera y Rodríguez (2009) encuentran que la forma en que la gente experimenta y piensa el racismo no solo depende del hecho de ser afrocolombiano, negro, raizal o palanquero. Es importante tener en cuenta “el estado socioeconómico, el nivel de auto-identificación étnico-racial, el lugar de origen y el hecho de ser hombre o mujer, entre otros” (Mosquera y Rodríguez, 2009, p. 771).

En tercer lugar, otra investigación encuentra que no existen diferencias significativas entre quienes se autoidentifican como afrodescendientes y blancos frente al reconocimiento de la discriminación racial. Telles y Bailey (2013), utilizando el Barómetro de las Américas de 2010, sugieren que las categorías étnico-raciales no afectan las percepciones que tienen los individuos sobre la discriminación ni las explicaciones de la pobreza que afecta a grupos minoritarios. Los autores concluyen que “las actitudes sobre la existencia y las causas de la desigualdad étnico-racial no están sólidamente definidas por el estatus de grupo étnico-racial” (Telles y Bailey, 2013, p. 1578). Aunque el Barómetro de las Américas de 2010 incorpora el módulo diseñado por el Proyecto de Etnicidad y Raza en América Latina (PERLA), los autores prescindieron del análisis del efecto del color de la piel sobre ambas variables (discriminación y explicación de la pobreza), lo que habría ayudado a establecer los efectos diferenciales de las categorías étnico-raciales y el color de piel en la percepción de los procesos de estratificación social.

2.2. Mestizaje y blanqueamiento

Los académicos han argumentado que, con algu-nas excepciones, la mayoría de los Estados - nación latinoamericanos están mezclados racialmente, lo que ha llevado a la generación de un grupo intermedio “socialmente reconocido” de mestizos o trigueños (Bonilla-Silva y Dietrich, 2009, p. 43). La posición intermedia de estos grupos, sin embargo, les proporciona un estatus más alto que a los indígenas y a las poblaciones negras dado que históricamente las características raciales y la herencia racial se han constituido en indicadores de estatus que influyen profundamente en la estratificación social (Wade, 1997).

Bonilla-Silva y Dietrich (2009) sostienen que la ideología del mestizaje fue más efectiva que la noción de hispanidad, porque el mestizaje “oculta la prominencia de la raza y la existencia de una estructura racial, une a la nación y salvaguarda mejor el poder blanco” (p. 45). De hecho, a principios del siglo XX, los discursos del mestizaje se consolidaron como una estrategia para enmascarar las prácticas de opresión racial haciendo desaparecer la raza y construyendo un mito según el cual no existían diferencias ni discriminaciones de tipo racial. De este modo, la raza no era substancial para América Latina, debido a que lo que importaba era la etnicidad, las diferencias culturales y/o las diferencias de clase social (De la Cadena, 2001; Cottrol, 2013). Uno de los propósitos principales de este mito fue el de “desmovilizar a los grupos racialmente subordinados y así reproducir órdenes sociales desiguales” (De la Fuente, 2010, p. 161). Aunque el mestizaje durante este período llevó a algunos grupos a adoptar el llamado mito de la democracia racial para evitar argumentar que la raza o el color de la piel influían en la distribución inequitativa de recursos, la mezcla racial nunca desafió el sistema de poder de la supremacía blanca en la medida en que los órdenes de “raza/género” y “raza/clase” no sufrieron ningún tipo de transformación y dado que “la mezcla siguió un patrón racial jerárquico con el blanqueamiento como objetivo” (Bonilla-Silva y Dietrich, 2009, p. 44).

Estudios cuantitativos sobre las actitudes raciales en América Latina abordan el examen de la ideología del mestizaje a partir del análisis de las percepciones sobre la mezcla de razas y los niveles de aceptación frente a matrimonios mixtos con personas negras o indígenas. Telles y García (2013)) encontraron que Brasil y Colombia fueron los países con mayor apoyo para cada dimensión del mestizaje porque en ambos países existen políticas multiculturales que protegen a los grupos minoritarios. Aunque durante gran parte del siglo XX la ideología del mestizaje se ha relacionado con el camuflaje del racismo y la discriminación racial, los autores encuentran que la creencia en el mestizaje no predice el reconocimiento o la negación de la discriminación en América Latina (Telles y Bailey, 2013).

Algunos países de la región se inclinaron hacia el blanqueamiento como un componente central en el discurso y la práctica del mestizaje (Telles y García, 2013, p.135). El blanqueamiento no es solo una ideología, sino “un proceso económico, político y personal real” (Bonilla-Silva, 2006, p. 230) que abarca una dimensión tanto cultural como biológica (Cunin, 2003). La dimensión cultural implica una estrategia de movilidad social utilizada por personas negras que conduce a la pérdida o cambio de su ethos cultural, valores, cosmovisión y tradición (Mosquera, 1998, p. 11), mediante la adopción de patrones culturales relacionados con la blancura (Cunin, 2003). El componente biológico, como una expresión radical de blanqueamiento (Cunin, 2003), se refiere a la voluntad de cambiar la apariencia física (aspectos como el color de la piel o el cabello), a través de relaciones interraciales, en búsqueda de una mejor posición social que tome distancia de cualquier conexión con los estereotipos raciales y culturales asociados a la negritud. Desde la perspectiva de las élites, el blanqueamiento cultural y biológico formaba parte del proyecto de construcción nacional para incorporar a las personas negras dentro de un esquema de “modernización eurocéntrica” para unificar a la nación a partir de un proceso de homogenización y etnocidio (Segato, 2010).

Como lo señalaron Bonilla-Silva y Dietrich (2009), “la mezcla racial orientada por el objetivo del blanqueamiento muestra la efectividad de la lógica de la supremacía blanca” (p. 45). En otras palabras, desear tener un color de piel más claro representa la utilidad social del blanqueamiento dentro de una jerarquía racial. Aunque otros estudios han sugerido que la ideología del mestizaje no afecta significativamente el reconocimiento de la discriminación racial (Telles y Bailey, 2013), sostengo que en Colombia el deseo de tener un color de piel más blanco es un mejor indicador de la ideología del mestizaje porque representa parte de la lógica impuesta por las jerarquías raciales existentes. En resumen, si bien la percepción positiva de la mezcla racial puede no afectar el reconocimiento del racismo como lo sugieren algunos análisis, se puede esperar que el deseo de blanqueamiento tenga un efecto negativo sobre el reconocimiento de este fenómeno. Mientras que las percepciones positivas alrededor de la mezcla racial pueden representar una actitud sobre lo que se considera políticamente correcto en una sociedad multicultural, el deseo de blanqueamiento ilustra una dimensión esencial de la ideología del mestizaje en un sistema racializado y pigmentocrático como el colombiano.

3. Datos y métodos

Este artículo se basa principalmente en datos de la encuesta del Barómetro de las Américas 2010 y 2011 del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP)4. El Barómetro de las Américas 2010 y 2011 implementa las encuestas con base en un diseño probabilístico nacional a personas en edad de votar. Me concentro en los datos representativos para Colombia utilizando una muestra de 2887 casos. Algunas de las preguntas que utilizo fueron el resultado de la colaboración entre el Proyecto de Etnicidad y Raza en América Latina (PERLA) en la Universidad de Princeton y el Barómetro de las Américas (LAPOP).

3.1. Variable dependiente

La variable dependiente de este estudio se basó en la pregunta de la encuesta: “NO hay racismo en Colombia. ¿Hasta qué punto está de acuerdo o en desacuerdo con esta afirmación?” Los encuestados seleccionaron sus respuestas en una escala que va desde “Muy en desacuerdo” (1) a “Muy de acuerdo” (7). Invertí la escala para asociar los números altos al reconocimiento del racismo. Esta pregunta tiene como objetivo medir una percepción general sobre la existencia del racismo, pero no representa una medida empírica del nivel de racismo o de desigualdades raciales dentro de la sociedad colombiana. Esta medida varía en una escala de 1 a 7, con una media de 5,08 y una desviación estándar de 2,00. Utilizo esta variable dependiente en modelos de regresión logística ordinal para identificar los factores que afectan el reconocimiento del racismo en el país.

3.2. Principales variables independientes

Las tres principales variables independientes de este artículo son las categorías de autoidentificación étnico-racial, el color de la piel y el mestizaje. Para la identificación étnico-racial utilizo la siguiente pregunta de la encuesta: “¿Usted se considera una persona blanca, mestiza, indígena, negra, mulata u otra?” Hicieron parte del análisis cuatro categorías de autoidentificación étnico-racial: mantuve la categoría indígena y otra; agrupé las categorías blanca y mestiza; y creé la categoría afrocolombiana en la que se agregan a quienes se autoreconocieron como negros, mulatos, palenqueros y raizales. El color de la piel, por su parte, está representado a través de una escala del 1 al 11 (donde 1 está asociado al color de piel más claro y 11, al más oscuro) cuyo valor es asignado por el entrevistador utilizando una paleta de colores de piel diseñada por PERLA. Recodifiqué la escala en cuatro categorías: piel muy clara (1-2), tez ‘marrón clara’ (3-4), piel oscura (5-7) y piel muy oscura (8-11) con el propósito de identificar la correlación no lineal entre el color de la piel y el reconocimiento del racismo.

En aras de medir dos dimensiones diferentes de la ideología del mestizaje, utilizo preguntas relacionadas con la mezcla racial, por un lado, y el deseo de blanqueamiento, por el otro. La primera dimensión del mestizaje se basa en la siguiente pregunta: “La mezcla de razas es buena para Colombia. ¿Hasta qué punto está de acuerdo o en desacuerdo con esta afirmación?” Mientras que la segunda dimensión está asociada a la pregunta: “A Ud. le gustaría que su piel fuera más clara. ¿Hasta qué punto está de acuerdo o en desacuerdo con esta afirmación?” Ambas respuestas se midieron a través de la misma escala que va desde “Muy en desacuerdo” (1) a “Muy de acuerdo” (7). La primera pregunta está relacionada a una perspectiva multiculturalista de las relaciones raciales en el país, mientras que la segunda tiene como objetivo evaluar la perspectiva individual sobre el color de la piel como capital social (Hunter, 2002) en el seno de una sociedad racializada.

3.3. Variables de control

También incluí en el análisis un conjunto de variables de control dado que estas podrían influenciar el reconocimiento del racismo. Para los modelos de regresión, controlo por el género (mujer = 1); nivel educativo (sin educación formal/primaria = 1, secundaria = 2 y universitaria o más = 3); nivel educativo de la madre (0 = ninguno hasta 8 = universitaria completa) y región (Caribe, Pacífica, Central, Bogotá, Oriental y Antiguos Territorios Nacionales). Aunque la variable dependiente no fue imputada, empleo imputaciones múltiples para reemplazar los valores faltantes en todas las variables explicativas. Las estadísticas descriptivas para cada variable se pueden encontrar en la Tabla 1.

Tabla 1 Estadísticos descriptivos de las variables del estudio según autoidentificación étnico-racial 

Fuente: Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina 2010-2011. Elaboración propia.

Los datos se analizaron mediante modelos de regresión logística ordenados, que son apropiados cuando los atributos de las variables dependientes consisten en categorías discretas ordenadas 5. Los coeficientes para cada variable independiente se pueden interpretar como el efecto de la variable sobre la probabilidad de estar en una categoría superior, en este caso asociada al reconocimiento del racismo. El exponencial del coeficiente (Exp (Coef.)) se utiliza para indicar comparativamente la probabilidad del reconocimiento del racismo. El modelo 1 incorpora las categorías de autoidentificación étnico-racial para examinar si existe alguna asociación entre ellas y el reconocimiento del racismo. En el modelo 2, examino la asociación entre el color de la piel y la variable dependiente. Luego, en el modelo 3, incorporo tanto las categorías de autoidentificación étnico-racial como el color de la piel para explorar si se presenta alguna variación de la asociación entre ambas variables explicativas y el reconocimiento del racismo. En el modelo 4, agrego variables sociodemográficas de control. Finalmente, en el modelo 5, evalúo la asociación entre el reconocimiento del racismo y variables de percepción alrededor de la mezcla racial y el deseo de blanqueamiento.

4. Resultados

Frente a las características generales de la muestra se debe indicar que alrededor de 83,3% de los encuestados se autoreconocieron como blancos o mestizos, cerca de 9,8% lo hizo como afrocolombiano, y 3,1% como indígena. Un punto importante de diferenciación entre todos los grupos étnico-raciales es el color de la piel, entendido como un signo de diferencia percibida y un componente fundamental que influye sobre diferentes prácticas de discriminación y exclusión: 16% de las personas de piel muy clara (1-2 en el paleta de colores) y 55% de quienes registraron una tez ‘marrón clara’ (3-4) se identificaron como blancos o mestizos, mientras que 48% de quienes tienen un color de piel oscuro (5-7) y 31% de las personas de piel muy oscura (8-11) lo hicieron como afrocolombianos. Las diferencias étnico-raciales también son significativas en términos del nivel educativo en tanto que quienes se autoidentifican como blancos o mestizos registran comparativamente los porcentajes más altos en el nivel universitario o superior (Tabla 1).

Con respecto a la dimensión espacial, cabe destacar que los afrocolombianos viven principalmente en las regiones del Pacífico (45%) y el Caribe (29%), mientras que los indígenas están ubicados mayoritariamente en la región Central (39%). Esta distribución geográfica revela una alta concentración de afrocolombianos en áreas específicas del país como resultado de la dinámica de la comercialización de personas esclavizadas, el centralismo, las barreras de movilización y las dinámicas del racismo estructural que operan en el país (Rodríguez et al. 2009).

Además, la Tabla 1 muestra que no existen diferencias significativas entre afrocolombianos y blancos/mestizos frente a la percepción positiva sobre la mezcla de razas ni tampoco en relación con el deseo individual de blanqueamiento. No obstante, es importante mencionar que la población indígena tiene el porcentaje más bajo de reconocimiento del racismo (4,8). Las personas de ascendencia indígena y africana han experimentado formas análogas de discriminación, aunque ambas poblaciones han estado sujetas a procesos diferenciados de racialización y etnización (Lao-Montes, inédito), creando así diferencias en la forma en que ambos grupos perciben las desventajas sociales y las desigualdades raciales. Segato (2006) se refiere a las comunidades indígenas de América Latina como un caso de etnicidad sin raza en el que “son los comportamientos, vestuario, idioma, acento o apellido lo que marca a las personas, lo que resulta en discriminación por parte de los blancos” (Segato, 2006, p. 4). Así, las poblaciones indígenas y afrocolombianas experimentan diferentes mecanismos de racialización (etnicidad con raza) que determinan la forma en que perciben las desventajas sociales y la discriminación por el color de la piel.

Por otro lado, estudios previos (Telles y Bailey, 2013) encuentran que los colombianos tienden a explicar la pobreza de los afrocolombianos a través de factores estructurales (educación y discriminación) y que no existen diferencias basadas en las categorías de autoidentificación étnico-racial en tales explicaciones estructurales. La Tabla 2 presenta la distribución porcentual, por categorías étnico-raciales, de cada uno de los posibles factores explicativos de la pobreza de la población afrocolombiana. En todos los casos, la discriminación es percibida como el principal factor estructural vinculado a la desventaja de las personas negras, seguido de la educación. Por su parte, la diferencia cultural es el factor individual comparativamente más alto elegido por los encuestados.

Tabla 2 Distribución porcentual de la percepción sobre los factores asociados a la pobreza de la población afrocolombiana según autoidentificación étnico-racial 

Fuente: Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina 2010-2011. Elaboración propia.

Pasando ahora al análisis de regresión, la Tabla 3 muestra los resultados de cinco modelos que predicen el reconocimiento del racismo en Colombia. En el ámbito nacional, y comparando blancos/mestizos, afrocolombianos, indígenas y otros, encuentro que en ninguno de los modelos existe una asociación significativa entre las categorías de autoidentificación étnico-racial y el reconocimiento del racismo. Las categorías de autoidentificación étnico-racial no son, por tanto, un buen predictor de quiénes reconocen el racismo en el país.

Tabla 3 Modelos de Regresión Logística Ordinal Prediciendo el Reconocimiento del Racismo (N=2887) 

Fuente: Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina 2010-2011.

En general, los modelos 2, 3, 4, y 5 muestran que existe una asociación entre tener un color de piel muy oscuro y el reconocimiento del racismo, incluso incorporando variables de control. Esta probabilidad aumenta a lo largo de los modelos. Mientras que en el modelo 2 la probabilidad de reconocer el racismo es 68% mayor para las personas de piel muy oscura que para aquellas de piel muy clara, manteniendo constantes las demás variables, en el modelo 5 la probabilidad es de casi 107% mayor, incluyendo todas las variables de control. Las escasas posibilidades de movilización social que poseen las personas con un color de piel muy oscuro en un sistema pigmentocrático podrían influir en la percepción que tienen sobre la existencia del racismo; es decir, las experiencias de discriminación padecidas a partir del color de la piel parecen marcar fuertemente la percepción que tienen los individuos acerca de las dinámicas del racismo en el país.

La Figura 1ilustra, mediante probabilidades predichas, la asociación entre el color de la piel y el reconocimiento del racismo utilizando los datos de la tabla 3. La conclusión principal es que cuanto más oscuro es el color de la piel de una persona, mayores son las probabilidades de reconocer el racismo. Los porcentajes van desde 31% cuando el color de piel es muy claro (1) hasta 45% cuando el color de la paleta está en el nivel más oscuro (11).

Fuente: Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina 2010-2011. Elaboración propia.

Figura 1 Probabilidades previstas para el reconocimiento del racismo según el color de la piel con controles establecidos en la media 

Por otro lado, en concordancia con los hallazgos de estudios previos (Telles y Bailey, 2013), la Tabla 3 muestra que la creencia en el mestizaje, expresada como una percepción positiva de la mezcla racial, no se encuentra asociada al reconocimiento del racismo (modelo 5), mientras que el deseo de tener un color de piel más claro, como parte de la lógica del blanqueamiento dentro del mestizaje, tiene una fuerte asociación negativa. Las probabilidades de estar muy de acuerdo con la existencia del racismo (categoría superior) frente a los resultados combinados, son 0,87 veces menores para aquellos que desean un color de piel más claro. El mestizaje es una ideología muy compleja que trasciende una definición limitada que la asocie estrictamente a una percepción positiva alrededor de las mezclas raciales. Los resultados sugieren que el deseo de blanqueamiento parece constituirse en una mejor medida de la ideología del mestizaje en tanto que expresa una connotación radical de la lógica de blanqueamiento dentro de esta ideología racial.

La asociación entre el deseo de blanqueamiento y el reconocimiento del racismo se muestra en la Figura 2. En este caso, las probabilidades predichas proporcionan evidencia de que el deseo de tener un color de piel más blanco se correlaciona negativamente con el reconocimiento del racismo. El principal hallazgo es que cuanto mayor es el deseo de tener un color de piel más claro, menor es la probabilidad de reconocer el racismo. Los porcentajes van desde 39% cuando es casi inexistente el deseo de blanqueamiento, hasta 23% cuando existe un mayor deseo de querer tener un color de piel más claro.

Fuente: Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina 2010-2011. Elaboración propia

Figura 2 Probabilidades previstas para el reconocimiento del racismo por niveles de deseo de blanqueamiento con controles establecidos en la media 

Aunque las categorías étnico-raciales, el color de la piel y el mestizaje son mis principales variables independientes, hago una síntesis de los efectos directos de las variables de control restantes porque son importantes en la identificación del perfil de los individuos que reconocen el racismo. De acuerdo con el análisis regional, las probabilidades de estar muy de acuerdo con que el racismo existe en Colombia son 0,51 veces menores para quienes viven en la región Caribe (modelo 3), lo que sugeriría algunas especificidades históricas y culturales de esta región en comparación con Bogotá. Para la región del Pacífico, el efecto no es significativo. Otro resultado importante que arrojan los modelos tiene que ver con la asociación entre el nivel educativo de los encuestados y el reconocimiento del racismo. En el modelo 3 se muestra que las personas con un nivel universitario o superior tienen una probabilidad 34% mayor de reconocer el racismo frente aquellos que tienen menores niveles educativos (sin educación formal o solo terminaron la primaria). Llama la atención también que el estatus socioeconómico familiar, medido a partir del nivel educativo de la madre, también se encuentra asociado significativamente con el reconocimiento del racismo. Este resultado es fundamental en la medida en que da cuenta de la manera en que el contexto más inmediato de socialización de los individuos contribuye en cierta forma a generar consciencia de la manera en que opera el racismo en el país. Finalmente, en los modelos 2, 3, 4, y 5 hay una fuerte asociación positiva entre el género, particularmente el ser mujer, y el reconocimiento del racismo. Me referiré a estos últimos puntos en la siguiente sección.

5. Discusión y conclusión

Utilizando datos del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) y el módulo étnico-racial diseñado por el Proyecto de Etnicidad y Raza en América Latina (PERLA), este estudio examina el efecto de las categorías étnico-raciales, el color de la piel y el mestizaje sobre el reconocimiento del racismo. Este artículo tiene cinco hallazgos principales relacionados con las tres principales variables explicativas y otras variables de control que discuto a continuación:

Primero, el estudio no encuentra ninguna asociación entre las categorías étnico-raciales y el reconocimiento del racismo. Esto está en línea con estudios comparativos previos en América Latina centrados en las percepciones sobre la discriminación (Telles y Bailey, 2013), pero a su vez contradice o amplía algunos estudios nacionales (Mosquera, 1998, Arocha et al., 2002; Mosquera y Rodríguez, 2009). Al explicar la ausencia de diferencias étnico-raciales frente a las desigualdades raciales en América Latina, Telles y Bailey (2013)argumentan que “Aunque los intereses de la élite blanca dominaron las sociedades latinoamericanas, la falta de un uso explícito/legal de la raza, un discurso del mestizaje y una segregación racial relativamente moderada pueden haber mitigado la percepción de intereses y actitudes raciales contrastantes entre las masas de latinoamericanos negros, trigueños y blancos pobres” (Telles y Bailey, 2013, p. 1587).

Si bien teóricamente la ausencia de diferencias significativas entre categorías étnico-raciales (en especial entre blancos, mestizos y afrocolombianos) frente al reconocimiento del racismo o en relación con patrones estructurales de las desigualdades sociales podría sugerir un acuerdo tácito entre grupos dominantes y subalternizados alrededor del desarrollo de políticas públicas progresistas (Telles y Bailey, 2013, p. 1588-1589), considero que en el análisis de dichos arreglos no se deben dejar de lado el examen de la forma en que operan las relaciones de poder en el ámbito estructural, institucional y social en América Latina. Al reducir las diferencias grupales a la pertenencia a determinadas categorías étnico-raciales, las diferencias generadas por el color de la piel, el género, la sexualidad o la clase social desaparecen como categorías que recrean sus propias dinámicas de inclusión y exclusión en sociedades pigmentocráticas, patriarcales, heteronormativas y clasistas. Además, es importante tener en cuenta la agencia de los movimientos sociales afrodescendientes; su intervención en la esfera pública ha sido fundamental en la visibilidad del racismo y las desigualdades raciales, generando procesos de interlocución con el Estado para generar políticas de reconocimiento, inclusión y protección de sus derechos ancestrales.

Segundo, el color de la piel es un marcador esencial de las actitudes raciales en el sistema pigmentocrático colombiano. En el caso de Colombia, el color de la piel es un predictor intermedio de quién se identifica como blanco, mestizo y negro6 (Telles y Paschel, 2014). Siguiendo los estudios sobre el colorismo, especulé que las personas con un color de piel más oscuro estarían más propensas a reconocer la existencia del racismo porque el color de piel cuenta con un significado social particular que define la forma en que las personas perciben y construyen sus experiencias en el mundo. A pesar de existir una asociación entre el color de la piel y los procesos de autoidentificación racial, no existe una completa superposición entre uno y otro. De hecho, al analizar los datos estadísticos descriptivos encontramos que existe 26% de personas con color de piel oscuro que se autoreconocen como blancos o mestizos. Es esta variabilidad de los colores de piel dentro las categorías étnico-raciales la que hace imposible identificar su efecto diferenciado sobre el reconocimiento del racismo, mientras que nos permite percibir con claridad la fuerte asociación entre la variable dependiente y el color de la piel.

En algunas pruebas que realicé encontré que, si bien ser testigos de prácticas de discriminación basadas en el color de la piel se asocia positivamente al reconocimiento del racismo, el padecer directamente la discriminación por el color de la piel no predice este fenómeno en el modelo 5. Parece haber una tendencia a reconocer socialmente el racismo, pero se le tiende a describir como un fenómeno externo que no afecta la experiencia personal de quienes lo reconocen. Urrea et al. (2014) encuentran que mientras 71,5% de las personas con un color de piel oscuro manifiestan haber sido testigos de una práctica de discriminación por el color de la piel, solo 23,6% de este grupo reconoce que sufrió directamente este tipo de discriminación. La expresión “hay racismo, pero no me ha tocado” representa muy bien esta tendencia discursiva.

Tercero, la ideología del mestizaje implica una homogeneización cultural y racial que conduce a la supresión de las diferencias de aquellos grupos que se desvían de los arquetipos y estándares definidos por quienes gozan de los privilegios de las jerarquías raciales y culturales. Argumento que las dos dimensiones de la ideología del mestizaje que utilizo en este artículo son radicalmente diferentes. La primera ha sido utilizada por investigaciones previas (Telles y Bailey, 2013; Telles y García, 2013), mientras que la segunda ha sido menos explorada (ver el estudio de Paredes, 2017). En este sentido, sostengo que una percepción positiva sobre la mezcla de razas está más asociada a las actitudes hacia los discursos sobre el multiculturalismo que a una medida real del impacto contemporáneo de la ideología del mestizaje. Los encuestados pueden sentir que negar la importancia de la mezcla racial podría implicar una opinión racista que se distancia de lo que es políticamente correcto en una sociedad que se define pluriétnica y multicultural.

Sin embargo, la segunda dimensión está más ligada a una perspectiva radical del mestizaje como blanqueamiento. En este caso, los encuestados evalúan el color de la piel como un capital social vinculado a estándares de belleza, estética y nociones de progreso. Tener un color de piel más claro facilita a las personas navegar bajo los privilegios tácitos y explícitos de ser blanco en una sociedad racializada. Debido a esto, el deseo de blanqueamiento muestra mejor la eficacia de la supremacía blanca como un sistema de opresión destinado a perpetuar las jerarquías raciales y a reproducir las configuraciones de poder que moldean las relaciones sociales, sexuales, culturales, políticas y económicas. Aunque una gran proporción de colombianos no desean tener un color de piel más claro, esta variable tiene una fuerte asociación negativa con el reconocimiento del racismo. Esta asociación parece recrear una falsa ambigüedad que reafirma la existencia del racismo. Aunque se niega la existencia de este fenómeno, la voluntad de tener una tez más clara reafirma el hecho de que existe un sistema pigmentocrático en el que las personas con colores de piel más oscuros son permanentemente discriminadas y marginalizadas. La pigmentocracia, por lo tanto, reafirma la existencia del racismo y destaca los beneficios generados por ser blanco en una sociedad racialmente jerárquica (Bonilla-Silva y Dietrich, 2009; Urrea et al., 2014).

Cuarto, las jerarquías raciales generan una geografía racializada que revela grandes brechas regionales en relación con indicadores sociales, acceso a programas gubernamentales y la presencia del Estado. A partir de allí, se podría esperar que las regiones negras (Pacífico y Caribe) fueran más propensas a reconocer el racismo que las regiones mayoritariamente blancas y mestizas (región Central, Bogotá). Sin embargo, contrario a cualquier previsión, encontré que vivir en la región Caribe tiene un fuerte efecto negativo sobre el reconocimiento del racismo, o lo que es lo mismo, que en la región Caribe existe una mayor probabilidad de negar la existencia del racismo que en Bogotá. Es válido entonces preguntarse por el contexto distintivo de esta región en comparación con el resto de las regiones del país. La dinámica de la ideología del mestizaje y las prácticas de discriminación no han sido homogéneas en las diferentes regiones de Colombia. De hecho, Peter Wade se refiere a la región Caribe como una zona “ambigua en el paisaje semántico y racial de la nación” (Wade, 1997, p. 82). Aunque el Caribe constituye la segunda región con el mayor porcentaje de población negra en el país, los discursos sobre la negritud en el imaginario nacional están asociados mayoritariamente a la región del Pacífico. Esta particularidad podría eventualmente ayudar a las personas de la región de Caribe a “escapar” de este estigma social que pueden sufrir (Cunin, 2003). Además, la composición demográfica de la región y el uso de categorías étnico-raciales intermedias (como moreno(a), por ejemplo) parece indicar que los efectos de la ideología del mestizaje en la región Caribe son más fuertes que en cualquier otra. Sin embargo, esta hipótesis requiere de mayor investigación empírica.

Quinto, a diferencia de Telles y Bailey (2013) que no encontraron efecto estadísticamente significativo del género en la creencia sobre la discriminación, y Mosquera (1998) que observó para Bogotá que los hombres tienden a reconocer el racismo más que las mujeres, encontré que existe una fuerte asociación entre ser mujer y el reconocimiento de la existencia del racismo. Este hallazgo particular sugiere la necesidad de tener un marco más amplio al examinar la raza, el racismo, la discriminación racial y las relaciones de poder. Es esencial tener en cuenta otras dimensiones diferenciadoras o identidades sociales asociadas a otros sistemas de opresión. En Colombia existe un proceso de racialización de las clases sociales que conduce a la organización de una estructura pigmentocrática en la que la dimensión de género es central. En otras palabras, los componentes de la clase social y el género están jerárquicamente organizados en términos de un sistema pigmentocrático (Urrea et al., 2014) y patriarcal. Aunque el enfoque de este estudio es sobre las percepciones sobre el racismo, es analíticamente importante tener en cuenta que el capitalismo, el imperialismo y el patriarcado, junto con el racismo, hacen parte de los regímenes de explotación, dominación y conflicto que constituyen la colonialidad del poder (Lao-Montes, inédito). Por lo tanto, la intersección de las identidades políticas y las relaciones de poder contribuyen a identificar la existencia de una matriz de dominación asociada a la raza, la clase, el género y la sexualidad.

En conclusión, el estudio del conjunto de factores que llevan a los individuos a reconocer la existencia del racismo proporciona algunas herramientas para el examen de este fenómeno, particularmente dentro del sistema social racializado colombiano. Los resultados demuestran que a pesar de lo que sugiere la ideología del mestizaje, el racismo en Colombia tiende a ser socialmente reconocido. Esto podría ser el resultado de las dinámicas propias del racismo en el país, a la agencia del movimiento social afrocolombiano, y a los discursos multiculturales que han proliferado sobre todo en el ámbito institucional luego de la Constitución Política de 1991. Los análisis aquí muestran empíricamente la asociación entre el color de la piel y el deseo individual de blanqueamiento con el reconocimiento del racismo. ¿Qué significa esto para entender las relaciones raciales en Colombia? En primer lugar, que el color de la piel se constituye en un componente esencial en los procesos de jerarquización que determinan la manera en que los individuos experimentan y perciben diferentes vectores de dominación. Es importante entender que el discurso multicultural que apela al reconocimiento de la diversidad étnica de la nación deja de lado las jerarquías raciales generadas por el color de la piel. En segundo lugar, este estudio también contribuye a la literatura previa al encontrar que el deseo de tener un color de piel más claro se asocia negativamente al reconocimiento del racismo. La valoración social positiva de tener un color de piel más claro dentro de una estructura social racializada da cuenta de la lógica de la supremacía blanco/mestiza en este país.

Finalmente, existen algunas limitaciones de este estudio que quiero mencionar. En primer lugar, dado el carácter del estudio y los datos incorporados en la encuesta, no es posible analizar cómo el tener un “discurso político de la etnicidad” afecta positivamente el reconocimiento del racismo, como lo sugieren otros estudios (Mosquera, 1998, p. 71). En segundo lugar, investigaciones futuras pueden desarrollar un análisis similar al presentado en este artículo utilizando solo una muestra para afrocolombianos con el fin de estudiar los efectos del color de la piel y el mestizaje frente al reconocimiento del racismo en el seno de este grupo étnico-racial. En tercer lugar, es importante seguir desarrollando estudios empíricos sobre las dinámicas de los procesos de racialización que nos permitan ampliar y entender, local y regionalmente, la forma en la que opera el racismo en el país y las afectaciones diferenciadas que tiene sobre las poblaciones afrodescendientes.

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1Una versión inicial del artículo fue presentada en la conferencia internacional: Intersecciones de raza, género, sexualidad y nación en Colombia, Brasil y Cuba en la Universidad de Massachusetts, Amherst, Estados Unidos, y en la 8ª Conferencia Bienal de la Asociación para el Estudio de la Diáspora Africana Mundial, celebrada en Charleston, Estados Unidos.

2 Magister en Sociología.

3Es posible encontrar discursos institucionales no homogéneos en relación con el reconocimiento del racismo. En 2007, por ejemplo, el presidente Álvaro Uribe (2002-2010) negó la existencia del racismo y la discriminación racial en un Consejo Comunitario celebrado en Cali con la participación del Caucus Afroamericano. Su propósito era el de avanzar en el proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y Colombia. Sin embargo, en el informe presentado en el 2008 al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD), el Estado colombiano reconoció la persistencia de la discriminación racial en el país. Este ejemplo muestra la existencia de dos posiciones institucionales radicalmente diferentes sobre el racismo, incluso durante el mismo período presidencial.

4Agradezco al Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) y a sus principales donantes (la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco Interamericano de Desarrollo y Vanderbilt University) por poner a disposición los datos.

5Utilicé también modelos OLS (ordinary least squares) y no se registró ninguna alteración de los resultados más relevantes del estudio.

6Para aquellos que se autoreconocen como blancos, el promedio del color de la piel a partir de la escala de colores de LAPOP es de 3,8; indígena, 5,6; afrocolombianos, 6,3; y Rom, 5,2. Además, en las clasificaciones raciales también se encuentran altos niveles de fluidez, en especial en las categorías intermedias como las de mulato o mestizo (Urrea et al., 2014).

Recibido: 13 de Diciembre de 2017; Aprobado: 26 de Octubre de 2018

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