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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.17 no.1 Medellin Jan./June 2017

 

Reflexividad dialógica, como experiencia de epistemes sentipensantes y solidarias

Dialogical Reflection as an Experience of Common and Feeling-Thinking Episteme

Por: Alfredo Manuel Ghiso1

1 Educador popular, Docente investigador emérito. Medellín (Colombia). Contacto: amghiso@gmail.com

Recibido: Junio de 2016 Revisado: noviembre de 2016 Aceptado: noviembre de 2016


Resumen

Desarrollar prácticas de construcción de conocimientos desde una episteme solidaria - emancipadora requiere de opciones éticas, políticas y epistemológicas explícitas; este desafío, en el contexto inhabilitante e inmovilizante en el que vivimos, exige altas dosis de convivencialidad, imaginación, creatividad y coraje porque tenemos que estar preparados para superar muchas frustraciones y curar las tristezas y desesperanzas, que sufrimos a diario y que nos debilitan y enferman.

Palabras clave: Reflexión dialógica, Sentipensar, construcción de conocimiento, pensamiento crítico, pensamiento emancipador.


Abstract.

Developing practices of construction of knowledge from a shared and emancipatory episteme requires explicit, ethical, political, and epistemological choices. This challenge within the disqualifying and immobilizing context we live in, demands a high dose of conviviality, imagination, creativity, and courage since we need to be prepared in order to overcome many frustrations and to heal the sadness and hopelessness, that we experience on a daily basis, weaken and sicken us.

Key words: Dialogical Reflection, Feeling-Thinking, Construction of Knowledge, Critical Thinking, and Emancipating Thinking.


Introducción.

Decidirse a desarrollar, con otros, procesos de reflexividad dialógica en nichos formativos, comunicativos y de investigación, lleva a experienciar, reconocer y profundizar epistemes sentipensantes y solidarías, tarea que exige audacia y coraje para deconstruir las percepciones y certidumbres políticas, académico/científicas que tenemos sobre nuestras realidades. Tomar esta decisión invita a nomadismos, a iniciar tránsitos y a proponer éxodos que necesitan la valentía para vencer el miedo de remover puntos de vista, que permitan encuentros entre las personas y de estas con el conocimiento; en los que también se reconocen miradas marcadas por la desigualdad, la diversidad y la diferencia.

Optar por llevar a cabo dinámicas reflexivo/dialógicas requiere, entonces, fortaleza para asumir lecturas críticas que tomen distancia del pensamiento único hegemónico y que lo confronten. Para ello hay que reconquistar la creatividad e imaginación dialógica en el proceso de conocer y de actuar, respondiendo, así, a la necesidad y urgencia de visibilizar la multidimensionalidad de la realidad social que no se agota en los parámetros indicados e impuestos por la tecnocracia neoliberal, en donde prevalecen aspectos rígidos, inflexibles, abstractos y cuantificables, expresos en protocolos y reglamentaciones que sólo buscan hacer visibles y seguras las inversiones y negocios de transnacionales, tecnoburócratas o políticos corruptos.

En este contexto, a los ciudadanos de a pie, los trabajadores y desempleados, los jóvenes, las minorías y los nómadas empeñados en transitar buscando posibilidades de cambio, el sistema imperante los convierte en cosas, los reifican. Es justamente contra la reificación (Lukács, 1969) que las experiencias investigativas y de actuación caracterizadas por la reflexividad dialógica, fundamentadas en una epistemología sentipensante y solidaria se enfrentan. Llevar a cabo esta propuesta es una experiencia de confrontación con las significaciones y sentidos que se nos imponen y que aumentan las opacidades de las interacciones sociales, de la participación política, de las tecnologías y mediaciones tramposas que ejercen un efecto deformador de las múltiples discursividades sociales, en las diferentes esferas de la vida cotidiana e institucional.

Esta reflexión, limitada e inacabada quiere compartir los rasgos de procesos investigativos orientados desde la perspectiva de la reflexividad dialógica/solidaria que está orientada a la producción de conocimiento para la acción social, poniendo atención a las condiciones y experiencias que lo facilitan.

Hemos aprendido que un pensamiento nómada, dialógico tiene visos de desencanto porque se reconocen las limitaciones, obstáculos, controles y restricciones que se nos imponen; pero también hemos valorado las apropiaciones realizadas solidariamente de los conocimientos generados por grupos o colectivos comunitarios. Eliseo Verón en 1987, reflexionaba acerca de las "condiciones de producción" y de las "condiciones de reconocimiento de los discursos sociales"; la práctica de reflexividad dialógica se ancla en la construcción y deconstrucción de discursividades sociales, desde opciones solidarias y emancipadoras. Esto lleva, necesariamente, a develar las relaciones de los discursos con sus condiciones de producción y el análisis de las huellas que dejan en ellos, los dispositivos de poder y control. Así, llegamos a reconocer críticamente, que lo ideológico y el poder son dos dimensiones que están presentes en la naturaleza del conocimiento y de los discursos sociales que lo significan y otorgan sentido.

Es por lo anterior, que los sujetos que participaron o participan en estos procesos investigativos caracterizados por la reflexividad dialógica, como un quehacer solidario, se convierten en constructores/defensores de culturas y civilizaciones que buscan reconciliarse con el territorio, las víctimas, los excluidos en la historia y con la naturaleza; además de abrirse espacios para intervenir solidariamente, en la definición del futuro.

La reflexión, que plasmamos en estas notas, tiene su raíz en la documentación, reflexión y sistematización de algunas prácticas/experiencias dialógico/solidarias de producción de conocimientos, en las que los participantes se van reconociendo como sujetos pertinentes de acción y de estudio, con memoria, conciencia e imaginación para resignificar y transformar la realidad.

Episteme dialógica/solidaria.

La práctica social de conocer dialógica y solidariamente la realidad parte de dos reconocimientos: uno darnos cuenta que experimentamos en nuestra vida cotidiana y en nuestros campos de actuación la necesidad de conocer y dos, develar, reconquistar la capacidad - potencia - que los sujetos tenemos de conocer solidariamente, por más que nos hayan acostumbrado a otra cosa.

Esta es la experiencia fundante de esta propuesta investigativa dialógica reflexiva que rompe con la naturalización de una sociedad mercantilista en la que, lo que se necesita conocer ya está resuelto o lo resuelven otros, donde el conocimiento es producido lejos de la cotidianidad y circula como bien adquirible; por ello se requiere que sea inmovilizado en un anaquel, separado de la vida cotidiana porque requiere ser acreditado y certificado de acuerdo a unos parámetros y estándares de calidad y así responder a necesidades del mercado, conocidas y objetivadas por especialistas o expertos, capaces de medir globalmente la satisfacción del cliente, usuario o beneficiario.

Experimentar solidariamente y dialógicamente la capacidad y potencia de identificar, con otros, necesidades de conocimiento y, además, reconocernos como sujetos de poder y de respuesta a inquietudes generadas en la relación con situaciones o problemas, con grupos o instituciones, con saberes y conocimientos inapropiados es un acontecimiento ético y una experiencia política (Ghiso, 2012). Esta experiencia viene siendo negada en sociedades excluyentes, patriarcales, autoritarias, guerreristas, marcadas por la desconfianza, por la competencia, por la certidumbre de la prescripción, de la regulación o del control sobre otros seres humanos y sobre la naturaleza.

La construcción dialógica y solidaria de conocimiento es una experiencia de conciencia e imaginación que rompe con el interés hegemónico de negar, silenciar y neutralizar todo intento que surge desde la autonomía. Una experiencia cognitiva dialógica y solidaria que permite a los involucrados reconocer y comunicar los limites, lo condicionado, lo singular, lo diferente, lo desigual y las procedencias o el origen, - la historicidad-sociocultural de los conocimientos; develando , en el proceso, las condiciones de producción y haciendo conciencia de los elementos éticos y políticos, movidos por una curiosidad epistemológica, capaz de formular preguntas sobre las condiciones que permiten reconocer los conocimientos y discursos sociales que circulan y que el grupo construye y apropia.

Pero la experiencia no se queda allí, la práctica de producción dialógica y solidaria lleva a reconocer las potencias y límites de lo que ya sabemos pensar, de lo que ya podemos pensar, dándonos cuenta que no hay norma que nos impida cambiar de modos, paradigmas, culturas hegemónicas y coloniales de producir y apropiar conocimientos y, que si creamos y defendemos estas condiciones tenemos la potencia, el poder de imaginar y experimentar otros caminos posibles del pensamiento, que vayan más allá del describir cuantitativo, del explicar dicotómico y del interpretar desde los sentidos otorgados por otros.

Proponer la construcción dialógica y solidaria como experiencia gnoseológica lleva desde un inicio a establecer la relación entre saberes - conocimientos - poder y esto permite reconocer los límites, las debilidades, los riesgos y los obstáculos que los poderes conquistados y ejercidos presentan, planteando desafíos de cambio que hay que asumir si se opta por un conocimiento que no está sujeto a parámetros, determinaciones y donde las personas no son simples espectadores.

Uno de los retos de los procesos de construcción de conocimiento dialógico/solidarios es justamente el de seleccionar y decidir tópicos pertinentes a estudiar; para ello hay que recurrir a la memoria y a la inserción experiencial, sentipensante y solidaria - emancipadora - de los sujetos participantes, procurando que no se desliguen del mundo de la vida, de la cotidianidad, del contexto y de los entornos donde desarrollan sus prácticas sociales. Es ese nosotros que indaga dialógicamente el que enfrenta problemas, tensiones, conflictos; es por ello que no se desliga de los hechos que causan indignación e inconformidad.

Es, en este reconocimiento epistémico y experiencial de ser sujetos en contexto, que se despliegan y recrean repertorios de creatividad, resistencia conversacional y rebeldía emocional; porque en esta episteme sentipensante se conoce desde allí, desde lo que necesitamos hacer, desde los modos de describir, explicar y comprender sobre la realidad y, también, desde las posibilidades que podemos solidariamente imaginar.

En este momento de la reflexión podríamos transitar como buenos nómadas al discurso poético de Mario Benedetti, porque sus palabras generadoras invitan a conocer esta práctica, debido a que están en la base de una experiencia cognitiva vital, ética y liberadora:

No te quedes inmóvil al borde del camino, no congeles el júbilo, no quieras con desgano, no te salves ahora, ni nunca, no te salves. No te llenes de calma, no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo, no dejes caer los párpados pesados como juicios, no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño, no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo… (Benedetti, 1980)

Esto, sin duda, es un desafío para los académicos, que, como lo planteaba Pierre Bourdieu (1995): "tienden a asumir con demasiada facilidad que la importancia sociopolítica de un objeto es suficiente en sí misma para garantizar la importancia del discurso que emiten (…) propensos a igualar su importancia con la importancia de su objeto" (p.163). Situación que lleva a que la gente y en especial muchos profesionales no se cuestionen críticamente la naturaleza y condición ético/política de los objetos de estudio, de los intereses en juego, de las condiciones de producción y de los contextos en los que estos se reconocen e imponen a otros. Es por ello que la pertinencia de sus búsquedas tiene que ver con intervenciones sociales, culturales o económicas, más que con la participación democrática de los diversos grupos y colectividades (Fals Borda, 1993).

Hay que reconocer que hoy, en los diferentes escenarios de actuación, de los que no se salva la academia, las interacciones sociales están marcadas por el autoritarismo, el arribismo, la competencia y el ranking. Los contextos institucionales se nos presentan como fuertes sistemas de control, con exigencias de certificaciones globales, en los que se impulsan por medio de premios y beneficios o en su defecto el miedo a la sanción por no cumplir con los estándares. No es raro ver, en los competitivos ambientes universitarios o académicos, el silenciamiento de los grupos que pretenden indagar por fuera de los cánones que se establecen globalmente y no es extraño percibir la depresión en las personas que se ven limitadas por las condiciones que se le imponen; manteniendo contextos que no fortalecen autonomías, ni potencian el pensamiento y menos rejuvenecen la emoción, liberan la expresión, favoreciendo conocimientos ligados a acciones sociales de vida.

La experiencia de reflexividad dialógica/solidaria entendida como proceso investigativo/formador rompe con la figura del científico individual, productor independiente de conocimientos y se relaciona con la construcción de conocimiento vinculada a actores y realidades, a actividades sociales colectivas que demandan y legitiman otro tipo de epistemes y procesos del conocer (De Sousa Santos, 2006).

En estos procesos, los sujetos de manera consciente e intencionada se ponen en situación y en condición de reconquistar las condiciones que posibilitan el conocer, el desarrollo de la creatividad y el coraje; capacidades éstas, necesarias para superar las frustraciones y sanar la parálisis ante los problemas sociopolíticos, culturales, económicos y ambientales, cada día más agudos. Boaventura de Sousa (2006) alerta sobre la necesidad que tenemos los que nos involucramos en epistemes alternativas de superar la postura que hace curso en muchos procesos investigativos autollamados populares, enmarcados en las teorías posmodernas que, al centrarse en la deconstrucción y en la exaltación de la contingencia, abandonan la tarea de pensar crítica y contextuadamente asuntos que requieren respuestas alternativas pertinentes.

Para que los involucrados en procesos de reflexividad dialógica y solidaria seleccionen tópicos pertinentes de investigación y acción es necesario que la razón, la teoría, los métodos y las técnicas se tensionen y, se problematicen tanto las condiciones de producción, como las condiciones de reconocimiento de saberes, conocimientos y discursos sociales; estos pasos se dan si se asumen criterios como: la legitimidad, la pertinencia, la indignación, la curiosidad epistémica, la solidaridad y el deseo - emocionar, sentir-de crear. Son los problemas que nos causan indignación e inconformidad los que nos llevan a cuestionar críticamente la naturaleza de problemas como: los conflictos raciales, la violencia sexual, la adicción a las drogas, la limpieza étnica, los desplazamientos forzados de poblaciones, la corrupción instalada en la vida pública, la depredación generada por las empresas multinacionales y locales, entre otros. Problemáticas todas que nos instigan a interrogar la condición moral y la irracionalidad instalada en nuestras sociedades, con el fin de encontrar respuestas, teórica y éticamente sustentadas a las preguntas generadas ante estas situaciones. Es de notar, que no se nos hace raro que, desde las entidades rectoras de la investigación, que responden a los intereses hegemónicos globales, se nos diga que no se puede hacer ciencia si integramos claves epistémicas sentipensantes y menos si asumimos opciones ético/políticas críticas al sistema.

Es notable que, contrario a las tendencias tecnocráticas, instrumentales y colonialistas, pensadores de la talla de Paulo Freire (2001), Orlando Fals Borda (1991), Edgar Morin (1984), Humberto Maturana (1991), Hugo Zemelman (1998) y Boaventura de Sousa Santos (2006), entre otros, desde sus diferencias conceptuales y epistémicas coinciden en indicarnos que para producir conocimiento con legitimidad social, tenemos que trabajar sobre objetos pertinentes de estudio y acción; por eso es que insisten en la necesidad de rescatar y reconocer la condición humana en todas sus dimensiones, sin desconocer la condición sentipensante, capaz de relacionar la locura con la sanidad, el amor, la creatividad, la poesía, la pintura, el juego y la danza con las múltiples formas de producción y expresión del conocimiento; además de integrar recursivamente la indignación con la sabiduría, presentes en las propuestas y estrategias diseñadas para proteger y resignificar la vida de los grupos sociales que luchan por su dignidad.

En la investigación socioeducativa, psicosocial o sociocultural caracterizada por la reflexividad, la dialogicidad y la solidaridad se recuperan y resignifican construcciones colectivas de conocimiento solidario; esta consciencia permite reconocer y expresar que es posible experienciar otras condiciones de producir conocimientos y discursos sociales. Son condiciones alternativas que posibilitan romper con los fetiches que el sistema tecnocrático hegemónico y globalizado ha ido construyendo, enajenando las capacidades y alienando decisiones de los sujetos, de escoger asuntos de estudio que sean pertinentes y socialmente legítimos.

Vale la pena recordar que en "El capital" Karl Marx desarrolla un capítulo, sobre el fetichismo. Este tema, en Marx, plantea como se producen las cosas y como se las representa; creo que es un apartado que brinda pistas para interrogar asuntos como: la vigencia de espejismos, robos de significaciones, imaginarios engañosos y decodificaciones falsas.

Las personas que participan en estos procesos de producción de conocimientos recuperan críticamente sus raíces en lo cotidiano; aprenden a leer las problemáticas, historias, posibilidades y proyectos. Es en estos momentos que llegan a reconocer que la determinación de temas y asuntos de estudio son producto de interacciones, resignificaciones y acuerdos, legitimados por las respuestas a las necesidades de conocimiento que el propio grupo ha desarrollado de manera solidaria, creativa y autónoma.

Reflexividad sentipensante y solidaria.

En los procesos de producción de otro conocimiento posible, la realidad se asume a través de la memoria que reelabora situaciones, experiencias y eventos vividos que dejaron huellas en cada uno. Estas huellas son repertorios de sentipensamientos que se nos presentan en la medida en que hay una apertura solidaria a la expresión, a la escucha y al diálogo. Estos sentipensamientos son potencias, que se nos brindan como acumulados de sentidos y sin sentidos. Son las versiones que cada uno tenemos de la realidad, del contexto, de lo que transcurre a nuestro alrededor y de lo que nos atraviesa, nos parte, nos marca. Estos sentipensamientos son la muestra irrefutable de que algo fue y está siendo con posibilidad de ser y estar de otra manera. También, los sentipensamientos son portadores de imaginación y creatividad.

Desde ellos y con conciencia de ellos se describen y expresan las caras narrables de la realidad, que no se discuten, la mayoría de las veces, sino que se relatan, narran y se informan a partir de historias que dan cuenta de ella. Esto no es simple ni en el orden epistémico, ni en la práctica investigativa dialógica; el problema es que la realidad social, esa que construimos los sujetos, tiene también una dimensión social, cultural, emocional, subjetiva e intersubjetiva, que se pone de manifiesto cuando se expresan las percepciones, comprensiones, valoraciones, los juicios y las proyecciones que de la situación a estudiar poseen las personas. Es aquí donde el diálogo reflexivo aparece como tensión desvinculante o como vínculo, como mediación que avanza de experiencia en experiencia volcándose sobre la otredad, en una tarea de recrearse, abrirse y apropiarse críticamente, de múltiples y complejos mundos.

Es por ello que en el proceso de conocimiento dialógico/solidario no bastan los datos verificados o validados, sino que se hacen también relevantes las percepciones, las ambigüedades, las confusiones y los fetiches que los diversos sujetos poseen y comparten. Es en los procesos de reflexividad dialógica que se analizan los espejismos, los robos de significaciones, los imaginarios engañosos y las decodificaciones falsas, trazando senderos experienciales y conceptuales que permitan ubicarse frente a los asuntos que se quieren estudiar y sobre los que también se quiere actuar con autenticidad y con una opción ética.

Es de notar, que no es sólo frente al objeto de estudio o a los datos que se disponen, que las personas se posicionan, sino que también lo hacen frente a las opiniones y comprensiones que los otros sujetos expresan del asunto en estudio.

Las percepciones que comparten los sujetos pasan por un proceso de reflexividad dialógica, de deconstrucción histórica, teórica, ideológica y experiencial; pues es desde aquí que se develan los sesgos y se reconocen las diversas, diferentes y desiguales versiones y comprensiones de los hechos que son necesarias revelar y hacer expresas.

Se requiere entonces, de momentos con intensidades reflexivas, analíticas, interpretativas capaces de descubrir sentidos y sin sentidos, de resignificar realidades y comprensiones de la realidad. Es necesario reconocer críticamente con qué y con quiénes se articulan los hechos y las percepciones, identificando y analizando los diferentes ángulos, perspectivas y enfoques desde donde el asunto a estudiar está siendo o puede ser observado, interrogado, problematizado y reflexionado, procurando desamarrarlo de puntos de mira únicos, parciales y fragmentarios.

Todo esto implica, aplicarse al desarrollo de lógicas complejas y articuladoras. Exige a la vez, considerar de forma abierta y crítica cada aspecto de la realidad, así como su relación con los otros que la integran y configuran. Esto, metodológicamente, es observarla y describirla sin pretender encuadrarla dentro de un esquema teórico que supone relaciones analíticas a priori (Zemelman, 1998). Además, hay que recordar que somos seres dispuestos, listos para narrar, relatar y contar; además de compartir y apropiar lo que otros nos relatan sobre hechos, personas o sucesos. Somos sujetos testimoniales, nos gusta nombrar, estamos dispuestos a rememorar contando y a registrar para recordar y dejar una marca. En los procesos reflexividad dialógica el relato, la narración y la expresión se ponen de manifiesto en grafías, fotos y videos que dan cuenta de situaciones, actividades, acciones y actuaciones. Todo registro es un punto de partida para emprender una búsqueda sobre la realidad que nos inquieta.

Los relatos ubican, describen y relacionan el objeto de estudio con los diferentes aspectos del contexto y de la vida de las personas, los grupos, las comunidades y las instituciones. La realidad se va describiendo, narrando en reuniones, entrevistas, tertulias, foros y talleres. Hablar de la realidad, para ver donde habitualmente no se ve, por ello se hace necesario registrar estas narraciones de una manera sencilla y sistemática, que permita la utilización posterior de la información. La revisión de información documental es un aspecto importante en el momento descriptivo, pero no el único como a veces se cree en la academia, porque pone de manifiesto otras maneras de observar, relatar y representar.

A diferencia de otros procesos investigativos, éste no tiene como pretensión elaborar el texto único, que debe ser considerado como descripción objetiva y verdadera de la realidad social; por el contrario, como otra práctica investigativa, se sitúa en múltiples terrenos y nichos vitales/discursivos, donde se generan voces, conversaciones, relatos y nombres con los cuales se objetiva la realidad. Los procesos de reflexividad dialógica, solidaria reconocen diversidad descriptiva y favorecen la aparición de múltiples textos, que van dando cuenta de las particulares y singulares maneras de describir, comprender, explicar e imaginar la realidad.

Así se quiebran equilibrios, regulaciones, normas y se entra en un clima de tensión cuando el grupo, después de una descripción de fotos, de la elaboración y comentario de relatos expresos en murales o colchas de retazos, en mapas parlantes o cartografías empieza a inquietarse y a problematizar espejismos, significaciones engañosas, imaginarios tramposos y decodificaciones aparentes; así se va ganando en reflexividad sobre las percepciones que el colectivo, ese nosotros que indaga, tiene de la realidad. La problematización de las visiones, opiniones y valoraciones sobre los hechos, se desarrolla por medio de procesos reflexivo/dialógicos, donde los involucrados decodifican representaciones, imaginarios y analizan e interpretan críticamente con un esquema de análisis acordado que permite reconocer, impugnar y objetar significados, sentidos y cambios otorgados, cuando se los relaciona con hitos históricos, eventualidades o acontecimientos desde miradas unidimensionales, acabadas y simplificadoras.

En el proceso dialógico/solidario los participantes amplían y cualifican la comprensión crítica de cómo los sentidos y los significados son construcciones producidas por interacciones marcadas por tiempos, espacios sociales, negociaciones culturales, intereses, opciones políticas y ejercicios de poder. En estos procesos investigativos afloran y confluyen deseos, saberes, intereses, experiencias e ilusiones, nada ajenos a la condición social, a las identidades individuales y colectivas, configuradas bajo efectos de la globalización cultural, el autoritarismo político, y la injusta transnacionalización financiera.

Para que haya un proceso interpretativo crítico en el proceso reflexivo/dialógico, se requiere tanto del autoconocimiento, como de la comprensión de la vida ajena, de la interpretación comprensiva de otras historias o formas de ser, estar, sentir y expresar el mundo. Estos procesos toman como ejes la interacción y el diálogo de saberes, donde la hermenéutica colectiva fundamenta, también, la comprensión de las acciones, los relatos y discursos generados en nichos de vida propia y ajena, en nichos de convivencia.

Por último, en los procesos de reflexividad dialógica y solidaria la autocomprensión y la comprensión de otras vidas no son separables. La reflexividad dialógica es otra posibilidad de recrear y dinamizar las reflexividades sobre las descripciones y las percepciones que tenemos de la realidad social; de esta manera, no sólo se comprende más, sino que también se resignifican las relaciones explicativas e interpretativas, latentes, reprimidas o silenciadas.

Este proceso pasa por reconocer los hechos y retomar memorias, imágenes, nociones e ideas fundantes, aquellas que nos hacen solidarios con otras personas y la naturaleza. Es por esto que en este modo de hacer investigación se ponen al descubierto las contradicciones y coherencias del propio/ajeno pensar, en un nicho ecológico caracterizado por la acción dialógica y la solidaridad.

"no me gaste las palabras no cambie el significado mire que lo que yo quiero lo tengo bastante claro" (Mario Benedetti)
"No pienso auténticamente si los otros no piensan también. Simplemente no puedo pensar por las y los otros, ni para las y los otros, ni sin las y los otros: ésta es una afirmación que incomoda a los autoritarios por el carácter dialógico implícito en ella. […] la condición fundamental del acto de conocer es la relación dialógica". Ideas inspiradas en Paulo Freire.

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