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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.18 no.2 Medellin July/Dec. 2018

https://doi.org/10.21500/16578031.3825 

Investigación

Las fronteras invisibles en las comunas 16 y 70 de Medellín (2008-2013): poder, territorio y resistenciai

Invisible Borders in Medellin’s Communes 16 and 70 (2008-2013): Power, Territory, and Resistance

Jorge Eduardo Suárez-Gómez1 

Emmanuel Ramírez-Cárdenas2 

Jaime Rafael Nieto-López3 

1. Profesor del Departamento de Trabajo Social, Universidad de Antioquia. (Coinvestigador). Investigador del Grupo Cultura, Política y Desarrollo social. Integrante del Semillero de Investigación Memoria, Crítica y Política en América Latina. Colombia. Contacto: jorge.suarez@udea.edu.co

2. Sociólogo, Universidad de Antioquia. (Auxiliar de Investigación). Coordinador del Semillero de Investigación Memoria, Crítica y Política en América Latina. Colombia.

3. Profesor del Departamento de Sociología, Universidad de Antioquia. (Investigador principal). Investigador del Grupo Cultura, Política y Desarrollo social. Colombia. Contacto: nietolo@hotmail.com


Resumen

En este artículo se analiza la forma en que se desarrolló el fenómeno de las fronteras invisibles en las comunas 16 y 70 de Medellín entre los años 2008 y 2013, momento en que se agudizó el conflicto armado ur bano en la ciudad. Con ese objetivo se entrevistaron actores sociales, institucionales y académicos que experimentaron esos enfrentamientos violentos desde diversas posiciones. Estas voces se analizaron a partir de discusiones teóricas en torno al poder, el territorio y la resistencia, que permitieron explicar la territorialización de una violencia que devino en la imposición de barreras imaginarias sobre la población.

Palabras clave: Fronteras Invisibles; Violencia en Medellín; Conflicto armado urbano; Resistencia.

Abstract

This article analyses the way in which the phenomenon of invisible borders was developed in the Medellin’s communes 16 and 70 between the years 2008 and 2013. It was the moment in which the urban armed conflict was intensified in the city. With this objective in mind, social, Institutional, and academic actors, who experienced these violent clashes were interviewed, from different positions. These voices were analyzed from theoretical discussions around power, territory, and resistance, which allowed to explain the territorialization of a violence that became the imposition of imaginary borders on the population.

Key words: Invisible Borders; Violence in Medellin; Urban Armed Conflict; and Resistance.

Introducción

La imposición de “fronteras invisibles” en la ciudad de Medellín tal como se presentó entre los años 2008 y 2013 en zonas como Belén, fue producto de la agudización del conflicto armado urbano en ese periodo. En ese contexto, las fronteras impuestas por los armados fueron la expresión de una división violenta del territorio y para analizarlas es necesario entender la fragmentación del poder, producto de una tradición de cuestionamientos a la soberanía estatal. A esto se suma que Medellín posee condiciones de desigualdad económica y social que contribuyen a la legitimación de poderes no estatales, pues como argumenta Vásquez (2008), los conflictos armados contemporáneos se presentan en sociedades que sufren el “resultado de la globalización económica, que despliega sus efectos destructivos allí donde no encuentra una formación estatal robusta”. (p. 286)

En su investigación “Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia”, el sociólogo Vásquez (2008) analiza la teoría de las “nuevas guerras” surgida en la década de 1990 y su relación con el conflicto interno en Colombia. En dicha revisión, y a la luz de la perspectiva teórica de autores contemporáneos como Herfried Mûnkler, Martín Kalulambi o Mary Kaldor, el autor expone un debate que sirve para analizar las dinámicas más recientes de la conflictividad armada vivida en Medellín.

De acuerdo con el mencionado sociólogo, “durante los años 80 y 90 del siglo XX, se desarrolló un nuevo tipo de violencia organizada, propio de la era de la globalización que se diferencia de las guerras anteriores debido al desdibujamiento de la distinción entre guerra, (...) crimen organizado (...) y las violaciones a gran escala de los derechos humanos”. (Vásquez, 2008, p. 283). Desde esta perspectiva, se resaltan las motivaciones económicas del crimen organizado contemporáneo, sin desconocer que puedan estar insertos a su vez en una matriz política, como en el caso de Medellín.

Esto se debe a que como señala Vásquez siguiendo a Kaldor, en los conflictos armados del siglo XXI “la distinción entre lo privado y lo público, lo estatal y lo no estatal, lo informal y lo formal, lo que se hace por motivos económicos o políticos, no es fácil de establecer” (...) Esto es propio de un momento en que las “distinciones típicas de la modernidad se están desvaneciendo”. (2008, p. 283).

De acuerdo con el teórico de los conflictos contemporáneos, H. Münkler, hacer énfasis o prestar “especial atención a la economía de la guerra y de la violencia, no quiere decir en absoluto que pasemos por alto los factores ideológicos”. Citado por (Vásquez, 2008, p. 289). Siguiendo a Kalulambi, agrega al debate sobre el carácter de las “nuevas guerras” que “los objetivos inmediatos, tales como la gestión de la supervivencia cotidiana y el acaparamiento de recursos económicos, han llegado alterar los objetivos políticos originales sin, por tanto, hacerlas desaparecer”. (Ibidem).

A partir de los teóricos de las “nuevas guerras”, son introducidos tres elementos importantes para entender los conflictos contemporáneos:

En primer lugar, la desestatalización o privatización de la violencia bélica; en segundo lugar, la asimetría de la violencia bélica, o sea, el hecho de que por regla general no luchan entre sí contendientes comparables; y, en tercer lugar, una paulatina independización o autonomización del carácter militar, que significa que los ejércitos regulares han perdido control sobre el acontecer bélico, control que en gran parte ha caído a manos de actores de violencia que no son homólogos entre sí. (Vásquez, 2008, p. 283).

Ahora bien, las fronteras invisibles en Medellín no son completamente nuevas, en cada ciclo del conflicto aparecen, aunque de forma diferenciada. En la actualidad, cuando aparecen exacerbadas, las delimitan y determinan los “combos” y las llamadas “bandas criminales” herederas de los grupos paramilitares. Hacia adentro ejercen un control sobre los desplazamientos de la población, regulan la vida cotidiana y dirimen conflictos entre vecinos. Hacia el exterior delimitan el territorio sobre el que ejercen soberanía.

Desde esta perspectiva, el conflicto armado en Medellín en el periodo estudiado (2008-2013) se caracteriza por un antagonismo entre actores armados que buscan el monopolio de los recursos bélicos y económicos. Si bien el control de los recursos se convierte en un objetivo central, también existen indicios que evidencian “que en todas estas guerras, el control de los recursos está muy estrechamente ligado a la búsqueda de poder, motivada bien sea por la ambición de los ‘señores de la guerra’ o por la demanda del mercado político nacional”. (Vásquez, 2008, p. 289).

En este sentido, la guerra continúa siendo un instrumento para cuestionar la soberanía estatal y para producir órdenes opuestos (paraestatales). En el período estudiado, las “nuevas guerras” en Medellín tuvieron un carácter particularmente económico, pero con claras derivaciones políticas. De esta manera, la guerra por el territorio, en medio de una disputa por las soberanías de la ciudad, se ha manifestado en un conflicto armado urbano en el que se han desarrollado fronteras invisibles, sobre las cuales gira la cotidianidad de algunos sectores de Medellín como la Comuna 16 y el corregimiento de Altavista.

Hay que advertir, sin embargo, que en referencia a estas “soberanías” de facto (delincuenciales y paramilitares), muchas de ellas reconocidas como fronteras invisibles, no se trata sólo de ausencia o debilidad del Estado, sino también de estrategias de control territorial y poblacional auspiciadas o permitidas muchas veces por el propio Estado, que en muchos casos y aspectos, en vez de “una situación en la que el estado y las organizaciones criminales reclamaban de manera simultánea y sobrepuesta la autoridad sobre la sociedad (configurando una situación de oligopolio de la coerción)” (Duncan, 2014, p. 20), se trataría más bien de una suerte de “negociación del desorden cuando el Estado no es capaz de imponer el suyo” (Uribe de H., 1997, p.180), tal como se expresa no sólo en la capacidad de cooptación que ejercen estos poderes armados ilegales sobre sectores de la institucionalidad, sino también en su capacidad para incidir en la determinación de los objetivos y contenidos de las políticas públicas de seguridad adoptadas por la institucionalidad estatal de la ciudad.

Descripción sociodemográfica de la comuna 16

En la actual división política administrativa de la ciudad de Medellín, la comuna 16 corresponde al territorio que históricamente se ha llamado Belén, una de esas centralidades a partir de las cuales se desarrolló el poblamiento de la Medellín contemporánea.

La comuna 16 se sitúa en la zona sur occidental de la ciudad, limitando al Norte con la comuna 11 (Laureles-Estadio), al sur con la comuna 15 (Guayabal) y el municipio de Itagüí. Al Oriente con la comuna 10 (Centro de la ciudad) y al Occidente con el corregimiento de Altavista o comuna 70, que es semi-rural y cuyo desarrollo socio-espacial ha estado ligado a la comuna 16 hasta el punto de ser reconocido como Belén Altavista.

El desarrollo del sector y de la ciudad están muy relacionados. El Plan de Desarrollo Local Fase II Belén-Comuna 16 presenta algunas ideas sobre el desenvolvimiento de dicho territorio, que sirven para la labor de contextualización. En ese documento se afirma como antecedente más remoto 1541, época en que la zona Belén “se denominó Aburrá de los Yamesíes, nombre de la tribu que lo poblaba. A la vez que fue el sector por donde entró al Valle del Aburrá don Jerónimo Luis Tejelo.” (Departamento Administrativo Planeación Municipal., s.f., p. 9). Para 1616 la zona se convirtió en una encomienda denominada “Otrabanda de Aburrá”, haciendo alusión a la margen occidental del río que divide el Valle de Aburrá.

En la zona conocida como “Otrabanda” se formaron varias poblaciones con “identidad histórica propia”: San Sebastián (Palmitas), San Antonio de Prado, San Cristóbal y Belén. Esta última “comparte y entreteje una misma historia con los barrios la América, Robledo y Guayabal es por ello por lo que (...) al recopilar la historia de los barrios urbanos de Medellín ubicados en la zona occidental debemos remitirla a la historia de Belén. (Departamento Administrativo Planeación Municipal., s.f., p. 9).

De acuerdo con el historiador Roberto Luis Jaramillo, para principios del siglo XVII la zona que hoy conocemos como Belén funcionaba como

Una especie de centro económico, en donde los diferentes grupos indígenas llegaban para pagar su tributo a la corona española. Llegada la mitad del Siglo XVII empieza un segundo período caracterizado por la decadencia, debido a las luchas por las tierras que empiezan a ser vistas como fuente de gran importancia y valor para el desarrollo de la agricultura y la ganadería; por lo cual se tiene que trasladar la encomienda. (Plan de Desarrollo Cultural, s.f.)

Para finales de siglo XVII la zona comienza a adquirir vocación agropecuaria. En 1830 se le dio el nombre actual, Belén. En 1875 “era el segundo sector más poblado del Valle de Aburrá por número de habitantes, y el más productivo, especialmente de caña de azúcar y frutales”. (Departamento Administrativo Planeación Municipal., s.f., p. 9).

En 1918 Belén tenía un tranvía que lo unía con el centro de la ciudad de Medellín (hoy el Parque de Berrio) haciendo que la zona adquiriera cierta vocación industrial con la llegada de pequeñas factorías (tejares, tabaco, alimentos y textiles). En 1920 Belén era conside rada una “fracción” de Medellín. Contaba con 5.922 habitantes, y era clasificada como un corregimiento del área urbana”. (Departamento Administrativo Planeación Municipal., s.f., p. 9). Para esta época comienza también a desarrollarse el uso residencial del suelo tanto de forma legal como ilegal.

En 1931 comienza la construcción del aeropuerto Enrique Olaya Herrera al tiempo que se asfalta la carretera a Belén, haciendo que surjan nuevos barrios y sectores. En 1938 la zona se suprime como corregimiento y se anexa como barrio de la ciudad de Medellín redundando en un mayor crecimiento industrial, residencial y de servicios a partir de la década de 1940. Esta tendencia se mantiene hasta nuestros días, al ser una de las zonas con mayor expansión residencial en Medellín.

La comuna 16 Belén se ha establecido como un centro económico de gran importancia para el Valle Aburrá. Ligado a este crecimiento también aumentó la población, llevando a la construcción de nuevos barrios y a la expansión territorial hacia zonas más periféricas, y dando paso al surgimiento de nuevas identidades y conflictos territoriales.

Una consecuencia de este rápido crecimiento es que Belén no sea socialmente homogéneo. Es una de las comunas de Medellín con mayor variación en este aspecto, pues comprende barrios desde el estrato dos hasta el cinco, ocasionando conflictos por los usos del suelo y el usufructo de los bienes públicos. Esta zona, como buena parte de la ciudad de Medellín, ha sido escenario de las disputas violentas que han afectado al país desde finales del siglo XX hasta nuestros días, cuando las bandas o combos establecen fronteras invisibles sobre la población.

El conflicto armado en la Comuna 16 entre 2008 y 2013

La comuna 16 no ha sido una de las más violentas de Medellín, por lo menos, no en la misma proporción de otras zonas que han ostentado cifras más altas en términos de conflictividad. Las comunas 8 y 13 han tenido indicadores superiores en cuanto a homicidios se refiere. Esto se observa en la Figura 1, donde se contrastan los datos de las tres zonas mencionadas. La comuna 13 mantiene un amplio récord en cuanto a muertes violentas durante el periodo analizado, mientras la comuna 16 es la que tiene menor cantidad de víctimas (con cifras muy cercanas a la comuna 8). Este patrón se repite para el desplazamiento forzado intraurbano (DFI) como se evidencia en la Figura 2, que compara este fenómeno en las tres zonas analizadas.

Fuente: Elaboración propia

Figura 1 SEQ Figura_ \* ARABIC 1. Indicador comparativo de homicidios en las comunas 8,13 y 16 de Medellín 

Datos Personería de Medellín. Fuente: elaboración propia

Figura 2 SEQ Figura_ \* ARABIC 1. Comportamiento Desplazamiento forzado intraurbano comunas 8, 13, y 16. 

La comuna 16 tuvo cifras inferiores tanto en Desplazamiento forzado como en homicidios la mayor parte del periodo estudiado, sin embargo, eso no indica que la violencia allí no hubiese sido de consideración. Según el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia -SISCentre el 2008 y el 2015 hubo 592 homicidios. De acuerdo con el informe de la Personería de Medellín de 2013, la comuna 16 tuvo para ese año 291 personas desplazadas forzadamente únicamente ese año -Personería de Medellín. (2013). Informe sobre la situación de los derechos humanos en la ciudad de Medellín 2013-. Esto la ubica por encima de otras comunas altamente violentas en la ciudad como la 5, la 6 y la 10.

La violencia en la comuna 16 se intensificó para el periodo 2008-2013 en correlación con los ciclos de violencia vividos en la ciudad. El año 2012 fue uno de los más difíciles para la población de las comunas 16 y 70 en términos humanitarios como lo destacan los habitantes de ambas comunas: “En ese tiempo, todos los combos de todos los sectores que te estoy diciendo eran enemigos. (...) Ahí era donde las balaceras eran en cualquier momento, a cualquier hora, eso era una cosa absurda.” (ActorSocial6, 2016).

El periodo 2009-2011 es donde más casos de homicidios se presentan en la comuna 16, siendo esto coherente con una tendencia de la ciudad como se pudo apreciar en la gráfica 2 cuando se comparan las muertes violentas en las tres comunas abordadas. De acuerdo con la personería de Medellín, el 2012 fue el año en el que más desplazamientos intraurbanos se presentaron, evidenciado en la Gráfica 3.

Este incremento en los indicadores de violencia en el período 2008-2013, se presentó debido a la emergencia y auge de una serie de bandas articuladas directa e indirectamente al conflicto armado de orden nacional. Como se explicaba en el periódico El Colombiano: “La intensa disputa territorial entre combos delincuenciales en el occidente de la ciudad, que se evidencia en varios sectores de Belén la atribuyen líderes comunitarios de la zona, muchos habitantes y entidades como la Personería de Medellín a la presencia creciente de la banda criminal `Los Urabeños` en esta zona.” (Monroy, 2011).

La llegada de Los Urabeños implicó la entrada de ambas comunas en una guerra vinculada al conflicto de orden nacional, de esta manera: “Los Urabeños minaron la zona de gente que no era del barrio. Empezaron los que no eran del barrio a ejercer presión contra los que habíamos sido del barrio y habíamos quedado, a que teníamos que sumirnos a las leyes de ellos, y nosotros no permitimos eso, llegaron dos camionados por ahí con 60 manes de Los Urabeños traídos desde diferentes partes del país”. (ActorArmado1, 2014).

Fuente: Personería de Medellín, Informe sobre la situación de los derechos humanos en la ciudad de Medellín 2015 Datos Personería de Medellín

Figura 3 SEQ Figura_ \* ARABIC 3. Indicadores Desplazamiento Forzado Intraurbano. Comuna 16. 

Para esa época de mayor conflictividad, un actor con presencia armada en buena parte del país como la banda Los Urabeños, comenzó a disputarse la hegemonía en el mundo delincuencial de la ciudad de Medellín. La comuna 16 y la Comuna 70, Belén y el corregimiento Altavista respectivamente, quedaron bajo este antagonismo debido a que los ilegales tenían como objetivo, de acuerdo con un funcionario de la Personería de Medellín, dominar el corredor occidental de la ciudad dado que era “una zona estratégica de movilidad entre San Antonio de Prado y San Cristóbal, pasando por zonas periféricas de las comunas 16 (Belén) y 13 (San Javier), con salida hacía la subregión del Occidente antioqueño y el Urabá para el tráfico de narcóticos y armas y el hurto de combustible al poliducto”. (Monroy, 2011).

Desde el año 2010 la consolidación del control territorial alcanzado por la banda Los Urabeños en la ciudad de Medellín se cruzó con la dinámica del conflicto en las comunas 16 y 70. El territorio de Altavista se convirtió, dada su ubicación, en paso estratégico para la delincuencia. Por ello, se ubicó a este corregimiento como un territorio lucrativo en los intercambios de los actores armados, lo cual derivó en el incremento de sus niveles de conflictividad. Los conflictos por el control territorial en el corregimiento Altavista (comuna 70) estuvieron asociados, a partir de ese año, a una alianza estratégica implementada por Los Urabeños en la zona. Esta estrategia consistía en potenciar con armas y otros capitales a las bandas preexistentes vinculadas a una facción de la “Oficina de Envigado” (la liderada por alias “Valenciano”), y así disputarle paulatinamente el ingreso y monopolio en los barrios de esta comuna.

La entrada de este nuevo actor implicó un nuevo alineamiento de bandas y combos en la ciudad, lo que en el caso de estas comunas implicó una reconfiguración del mapa delincuencial de la siguiente forma:

En barrios como Belén Zafra (sector El Tanque) y Altavista la comunidad habla del combo “los Chivos” como el aliado de “los Urabeños” para imponerse sobre otros combos como “los Pájaros”, “Belén Zafra” y “Altavista”. Los investigadores de la Personería, tras un análisis de asesinatos, del desplazamiento forzado de habitantes y sus denuncias, sostienen que estructuras de la banda criminal (Los Urabeños) apoyan con armas y hombres al grupo de “los Chivos. (Monroy, 2011).

La contraparte de esta estructura criminal de orden nacional (Los Urabeños) fue la red mafiosa conocida como la “Oficina de Envigado”. Desde el punto de vista de uno de los líderes de la comuna 16, La Oficina de Envigado llegó a tener el control casi completo de la ciudad hasta que llegaron Los Urabeños:

Cuando llega la oficina... ¡Bueno señores armemos nuevamente esto! ¿Quién está conmigo? ¡Les voy a dar tantas armas! ¡Les voy a girar tantos millones! ¿Quién está conmigo? (…) eso fue lo que realmente hizo la oficina. La oficina para que se diera, se agrupara pues, se unieran a ellos, era un asunto de armas y un asunto de dinero. Entonces eso fue lo primero, la oficina trató de unificar mucho la ciudad, muy para eso, pero yo creo que la oficina si tuvo casi la totalidad del control de Medellín. (ActorSocial10, 2014).

En medio de esta dinámica, para el año 2013, más de 20 combos en Belén y Altavista se disputaban la zona.

Entre los jefes más mencionados por la comunidad y los diferentes artículos de prensa se encuentran los alias de “Monín” y “Pablo”. También se mencionan las bandas Los Chemines, Los Motoratones, Los Chivos, Los de Duran, Los Pesebreros, Los de Ñeque y Los Pájaros, y en menor medida, Los de la Lágrima, Los de Aguas Frías, Mano de dios, Los de Sucre, Los de Barrio Bolsa (El Rincón) y Los de la 14.

Estos grupos armados operaron tanto para la estructura criminal de La Oficina de Envigado como para Los Urabeños, y representaron una fuerte conflictividad entre la comuna 16 y el corregimiento Altavista.

De acuerdo al modo en que estos combos y bandas se relacionaron con las grandes estructuras criminales que ejercieron control en las comunas 16 y 70 entre el período 2008 2013, es decir, pasando de una facción a otra dependiendo de sus intereses puntuales y mediante intercambio de capitales, se entiende su accionar vinculada a una dinámica faccionalista que les ha permitido un realineamiento continuo para conservar la presencia y el control territorial en la zona pese al surgimiento de nuevos actores en el contexto de confrontación. Según lo relata un joven vinculado con estos grupos:

Todas las guerras que se ejercen en Belén llevan como el mismo nombre, Urabeños-Oficina, es una guerra de no dejar meter a los Urabeños más hacia la ciudad y la Oficina tratar de sacarlos de las zonas altas. Esa es la guerra que se ha presentado tanto en San Javier, tanto en Belén Rincón tanto en la Comuna 8; en todas las zonas es lo mismo, son zonas donde la parte alta la manejan ellos y la parte baja la maneja la Oficina, y es tratar de no dejar meter Urabeños a la ciudad (…). (ActorArmado1, 2014)

Es necesario mencionar que ninguno de los combos barriales mantuvo una filiación exclusiva a alguna de estas organizaciones de mayor poder. La característica de estas bandas ha sido la de perseguir sus intereses y, en este sentido, sus alianzas con “La Oficina” o “Los Urabeños” se dieron como una relación mercantil entre mercenarios (propia de las “nuevas guerras”), ante lo cual cada combo cambia de bando según lo dictan las condiciones del momento. Un ejemplo particular fue cuando algunos de los combos que tenían permanencia en las comunas 16 y 70 se vieron atacados por la Oficina de Envigado, entonces buscaron las alianzas con los Urabeños, y de modo contrario, dependiendo de la situación. Además, es una tendencia que desde esta mirada de acumulación de mercancías y concuerda con el marco teórico de las “nuevas guerras”, puesto que este conflicto armado urbano consolidado en Medellín has sido una guerra entre ambas estructuras por el control territorial que predominantemente se ha gestado por la búsqueda de capitales.

Otra característica importante de los combos en estas comunas es que nacieron a partir de vínculos familiares, y como una forma de defenderse de los grupos de limpieza social que llegaron a Medellín en la década de 1980 y 1990. Como se evidencia en voz de los habitantes de estos barrios, los actores armados que operan en las comunas eran habitantes que tenían su identidad y arraigo en el territorio y allí tejían sus redes delincuenciales.

En las palabras de una lideresa comunitaria y habitante del sector, se describe este carácter familiar para la permanencia de una de las bandas más fuertes de la zona: “Allá ha habido mucho muertes, hay muchos en la cárcel de ahí porque eso se convirtió en que es una familia la que empezó a dominar y como que rigen en todo, eso allí lo llaman la Palma, donde le dicen los Chivos.” (ActorSocial3, 2016).

Desde la perspectiva institucional se coincide en que estas son bandas delincuenciales familiares articuladas en torno a la economía ilegal. Las declaraciones de un integrante de la Fuerza Pública entrevistado dejan ver esta conceptualización:

Son combos que se puede decir que son como también de familia, son eso, son familias si, son familias completas que hay para eso, entonces la mamá es la que se encarga también de la de la venta de alucinógenos, pone a los hijos, el papá es el que también vende el armamento, vende las pistolas, los revólveres, entonces eso es un, son como núcleos familiares, entonces también se protegen entre ellos. (ActorInstitucional1, 2014).

Los líderes sociales destacan también la característica de autodefensa de estos grupos, mencionando que las bandas “no nacieron digamos de la necesidad de defender una ideología, de defender una plaza de vicio, sino la necesidad de defender sus familias. Eso básicamente. Y usted se pone a mirar por ejemplo Los Pájaros, familia; Los Chivos, familia; Los del Rincón, familia; entonces todos estos combos nacen es a partir de la necesidad de defenderse” (ActorSocial10, 2014).

Cuando Los Urabeños entraron a disputar la hegemonía de las comunas 16 y 70, quedó en evidencia cómo estas bandas de características familiares, de autodefensa y mercenarias, terminaron alineándose en algunos de los bandos para permanecer allí. Este alineamiento hizo que se vincularan al conflicto armado y a sus grandes estructuras. Realizaban, como un tipo de institución formal, reuniones periódicas para adelantar los operativos. Por eso las bandas que operan en Belén y Altavista cuentan con rangos que determinan, por ejemplo, la distribución salarial que les asignan a sus enlistados, y que van de acuerdo con sus funciones en la organización.

Otra acción que va en esta dimensión organizativa resulta cuando hay riñas callejeras o en las viviendas por problemas familiares, en estas situaciones “los muchachos” prefieren intervenir en la solución de tales problemas con el objetivo de evitar la llegada de la fuerza pública en el sector (así poder seguir con sus actividades como las vacunas y la venta de drogas). Con estas acciones generan un orden a nivel de su estructura, valiéndose de ello para instaurarse en el sector como ‘autoridad’, generando legitimación y evitando con esto que la fuerza pública haga presencia en el territorio.

De acuerdo con los actores sociales e institucionales, es muy clara la relación que hay entre condiciones de pobreza y el reclutamiento de los jóvenes que habitan el sector. En la visión de uno de los líderes comunitarios, los actores armados escogen ciertas zonas para instalarse “porque es más vulnerable la población, hay más pobreza, ahí hay de todo; y a mí hasta me da tristeza porque casi nadie le pone cuidado allá, siempre es allá y allá ha habido muchas muertes”. (ActorSocial3, 2016); mencionando el sector conocido como “Los Chivos” en el corregimiento Altavista.

En conclusión, estas organizaciones criminales cuentan un tipo de estructura que funciona mediante diferentes estrategias que implementan en el territorio: reclutamientos, vinculación tanto forzada como voluntaria, clientelismo armado; entre otras que utilizan para solventar la guerra: extorsiones, vacunas, tráfico de drogas, etc.

En este contexto de disputas por el dominio territorial se desenvolvieron los habitantes de la comuna 16 y la comuna 70 durante el 2008 2013. A partir de esta lucha, y como expresión de ella, es como surgieron las fronteras invisibles en este sector de Medellín.

Las fronteras invisibles en la comuna 1

La consecuencia principal derivada de las estrategias de dominio y control ejercido por estos actores armados en el territorio es el fenómeno de las llamadas “fronteras invisibles”. Éstas se entienden como una forma no sólo de delimitar el territorio conquistado, y más tarde controlado, sino también como una estrategia de coacción de la población a los propósitos del actor armado dominante. La existencia de las fronteras invisibles entre el 2008 y 2013 son evidencia de que la ciudad de Medellín continuaba siendo un territorio en disputa.

Es claro que estas fronteras son establecidas por los actores armados, de acuerdo con el territorio que están disputando, desde varias lógicas. Por esto, dependiendo de cómo están situados geográficamente en estos territorios (generalmente donde falta presencia estatal), se dan confrontaciones para ganar cada vez más espacio con la intención de instaurar expendios de estupefacientes al por menor y de controlar los corredores que permiten los flujos ilegales de mercancías y personas. De esta manera se delimitan fronteras que establecen en qué sector del territorio cada grupo armado puede operar. En estos espacios cada grupo es momentáneamente soberano.

Esta delimitación del territorio implica, en cierta medida, la cohabitación de los armados. Sin embargo, el límite de las fronteras está sujeto a cambios de acuerdo con las dinámicas del conflicto y a la capacidad de los actores de dominar y someter a sus enemigos. Inicialmente se daban enfrentamientos entre los miembros de los combos y las fronteras que se trazaban los incluían sólo a ellos, es decir, no perjudicaba la movilidad en el territorio de las personas que estaban al margen del conflicto. Aunque esta fue también una forma de establecer fronteras, de manera tácita, ante el miedo por la confrontación constante y esporádica en el territorio.

Las fronteras no son, sin embargo, exclusivas del período aquí analizado. Como lo relata una de las líderes entrevistadas, las fronteras se vuelven más consistentes después del predominio paramilitar de principios de siglo XXI: “de la administración de Fajardo para acá, como en estos últimos doce años uno siente que ya había fronteras mucho más marcadas, yo creo que en estos doce años para acá son más palpables. (ActorArmado1, 2014). Entre los años 2008 - 2013 esas fronteras se volvieron más relevantes en la cotidianidad de los habitantes de las comunas 16 y 70, ya que fueron trazadas para toda la población en la medida en que cualquiera podía ser sospechoso de llevar información o de hacer parte de un grupo armado considerado enemigo. Esta situación, según la explica el Instituto Popular de Capacitación, tuvo mayor impacto para el año 2010: “La dinámica que tiene esta nueva ola de violencia ha llevado a que los combos enfrentados asocien a los habitantes de los barrios, sin importar su edad, género o condición social como un enemigo más de la confrontación lo que ha generado un temor colectivo que tiene paralizada a la comunidad”. (Agencia de Prensa IPC, 2010).

Uno de los entrevistados afirma que el momento más complejo de esta territorialización de la violencia fue entre 2012 y 2013: “hace tres años, 2012, iniciando 2013. ¡Uy!, eso fue un año muy agresivo para la comunidad (...). Ahí sí había fronteras invisibles muy marcadas.” (ActorSocial6, 2016).

Igualmente, uno de los hechos que más recuerdan los habitantes, son las agresiones que vivió la comunidad de esa zona occidental de Medellín por el hecho de pasar una frontera invisible, especialmente, el homicidio de un joven que al parecer fue asesinado por cruzar un frontera: “Sé de un muchacho, vecino mío, que dicen, que lo mataron porque pasó la frontera invisible, porque fue a visitar la novia a La Esperanza y que no podía ir a La Esperanza, pero él no era de ningún combo.” (ActorSocial5, 2016). A ese mismo hecho se refiere otra de las entrevistadas: “aquí muchos los mataban porque pasaban las fronteras invisibles y éste es un problema porque si ustedes se dieron cuenta eso es una vida”. (ActorSocial3, 2016).

También lo destaca el joven perteneciente a estos grupos armados: “en la zona de abajo, personas que no tenían nada que ver subían en el bus y ellos se montaban y si les parecía sospechoso. ¡No, es que nos pareces sospechoso! y le pegaban puñaladas, ¡De buenas que no los mataban!, era el espacio que ellos tenían de donde se montaban, el bus transcurría y se tenían que bajar porque si no pasaba la frontera, la frontera invisible, entonces en ese espacio que tenían, hacían lo que podían hacer y se bajaban, entonces no alcanzaron a matar a nadie pero si a herir”. (ActorArmado1, 2014).

Como consecuencia de esta nueva realidad, la población civil se vio directamente afectada en su cotidianidad, otorgándole un nuevo significado a su territorio. Por medio de estas fronteras los actores armados instauraron discursos de miedo y de terror, ejerciendo un sometimiento de la población donde confinaban a cada persona dentro de su barrio, determinando “sutilmente” el uso del espacio. De ahí que los habitantes de las comunas aceptaron estas fronteras ante la presión ejercida, reconociéndose como visibles, y simplemente negándose a atravesarlas. En este sentido, la Agencia de Prensa IPC asegura que en la población civil “han tenido que modificar sustancialmente sus rutinas, dejar de frecuentar amigos, familiares y sitios públicos aledaños a su barrio para no poner en riesgo su vida” (Agencia de Prensa IPC, 2010).

El establecimiento de fronteras realizado por los actores armados no fue el único método para hacer cumplir su mandato, pues también se valieron de estrategias contundentes como las extorsiones, el cobro de vacunas, asesinatos y torturas, para demostrar más allá del discurso que se tenía el control de una zona. Debido al incremento del fenómeno de fronteras invisibles en el periodo 2010 2013 (una etapa que las personas entrevistadas recuerdan como de gran conflictividad para Belén y Altavista), hubo un incremento en el número de homicidios, desplazamientos intraurbanos y en la deserción escolar.

Fuente: Archivo personal

Fotografía 1 Institución Educativa Débora Arango Pérez, vista posterior. Enero de 2016. 

En zonas como el Colegio Débora Arango en Altavista, que presenta alta conflictividad al ubicarse en un espacio de disputa territorial entre varios actores, múltiples territorialidades se manifestaron para fijar dichas fronteras. En la versión de uno de estos actores armados queda consignado el funcionamiento de estas: “La zona alta era manejada por mí, unido al combo de abajo que era Los Chivos se manejaban de la Débora Arango [institución educativa] para abajo, yo manejaba de la Débora Arango para arriba y en la Débora Arango en toda la mitad, que esa era la frontera invisible de nosotros, ahí ejercían Los Urabeños”. (ActorArmado1, 2014).

La respuesta institucional ante las cifras de deserción escolar fue ejecutar medidas de protección a los jóvenes, prestando el servicio de transporte escolar con el objetivo de poder atravesar las fronteras existentes en los planteles educativos.

No obstante, estas estrategias fueron insuficientes, pues ante el miedo y la intimidación a enfrentamientos los padres de familia preferían proteger a sus hijos antes que enviarlos a estudiar.

A causa de esta frontera instalada en la zona escolar se implementaron medidas para evitar la deserción, lo que puede considerarse resistencia a esta territorialización de la violencia, como lo relata una de los líderes de Altavista:

Es que ha habido momentos muy duros acá y el mayor riesgo son los jóvenes hombres y mujeres, los niños. Por ejemplo, nosotros teníamos un programa que era los domingos, y un día un enfrentamiento de la banda del Concejo con otros, en el 2012-2013 fue muy duro. Generó deserción escolar, de hecho, tuvieron que poner transporte (...) a los de Nuevo Amanecer para llevarlos a los otros colegios. Los que estudiaban en la Escuela Pedro Octavio Amado no podían ir a estudiar, porque al frente mantenían ubicados quien entraba, una tensión horrible donde la institución estuvo cerrada yo creo ocho días, por eso. (...) Los que no tenían mucho riesgo [iban]. Los otros dejaron de estudiar. (ActorSocial3, 2016).

Los problemas escolares a raíz de las fronteras invisibles no sólo ocurrieron en la Institución Débora Arango. Otras instituciones públicas de la Comuna 16 y la Comuna 70 como la I.E Pedro Octavio y la I.E. Ramón Giraldo, también tuvieron conflictos debido a las fronteras invisibles para el acceso a la educación.

De acuerdo con esta líder comunitaria, en esa época un gran número de estudiantes tuvieron que dejar su ciclo formativo debido a que no podían asistir a ninguna de las instituciones públicas de la zona: “porque en el 2012 que estuvo eso tan activado, 52 chicos tuvieron que dejar la escuela porque no podían bajar allá, ni subir aquí el Débora, o sea, eso ha sido una afectación muy grande el tema de las fronteras”. (ActorSocial3, 2016).

De ahí que en el corregimiento Altavista la deserción escolar haya estado directamente ligada al problema de fronteras invisibles. Buena parte de los jóvenes en edad escolar no podían asistir a clases por vínculos con los actores armados, que van desde su participación directa en los combos hasta relaciones de consanguinidad (teniendo en cuenta que la variable familiar ha sido determinante en la preeminencia de estos grupos armados en el territorio). Este grupo poblacional se ha visto afectado profundamente en cuanto al acceso a la educación y a otras ofertas institucionales, lo cual ha posibilitado su ingreso a la ilegalidad en un primer momento.

Ahora bien, la distribución y organización de los grupos armados en el territorio se puede comprender a partir de los discursos de los habitantes, quienes afirman que las zonas con mayor conflictividad en la comuna 16 corresponden a las ubicadas en la periferia, es decir, son los barrios que limitan con el corregimiento Altavista o con el corregimiento Aguas Frías, allí donde la disputa territorial se ha concentrado en los últimos años. Es en esas zonas donde están las mayores cantidades de fronteras invisibles de acuerdo con las pesquisas hechas en el trabajo de campo. Hablamos de esas zonas donde la man cha urbana que van dando paso al territorio semirrural que constituye los corregimientos. (ActorSocial5, 2016).

De acuerdo con la experiencia de los habitantes de ambas comunas existían fronteras invisibles en los siguientes puntos: “En Manzanillo tenemos un sector muy fuerte que es iniciando el Manzanillo, que se llama el sector La Capilla. Ahí hay una problemática grandecita, porque hay una barrera invisible desde hace cuatro o cinco años. (...) En el sector de Aguas Frías tenemos sectores muy fuertes, como es, por ejemplo, La Playita, La Isla, cerquita a Las Violetas. (...) Aquí en Altavista ha habido fronteras muy fuertes, como es, por ejemplo, el llamado sector Los Chivos. (...) En el límite que tenemos entre Comuna 16 y Comuna 70 hay un combo muy fuerte, que son Los Pájaros.” (ActorSocial6, 2016).

Asimismo, este fenómeno se ha caracterizado porque la población civil identificaba una frontera mediante la ubicación de un combo en el territorio. Las fronteras son establecidas de acuerdo al control ejercido por los actores armados en las distintas zonas y así sus moradores han logrado reconocer la ubicación de fronteras. Ante la necesidad de poder identificarlas, en la comunidad se menciona:

Por ejemplo, acá había un grupo, entonces ellos como que se marcan y la gente, uno también aprende a conocer, bueno de aquí hasta allí, voy a poner un ejemplo, Sabor Latino, estos pueden funcionar, de ahí pa´abajo no pueden porque entonces son los otros los del Concejo que también ha habido ahí encima del Débora Arango, sector el Concejo, ahí también hay un sector donde se ubican mucho los actores y también ha habido paramilitares ubicados, que ejercen todo el control. Entonces ejercían el control, por ejemplo, de la Esperanza para acá hasta Sabor Latino, y eso todo lo conocíamos. (ActorSocial3, 2016).

La territorialidad de las fronteras es una característica que posibilita, además de su identificación, poder sortear los efectos que éstas producen. La generalidad en los relatos marca una tendencia por ubicar fronteras cercanas a instituciones educativas, principalmente porque en el conflicto, en el afán por financiar la guerra territorial, los actores armados vinculan principalmente a los jóvenes. Este grupo poblacional cumple una doble función para los actores armados: son víctimas del microtráfico y a su vez se unen a los combos para suplir necesidades básicas.

En este mismo sentido, es importante su identificación porque las fronteras son movibles. En relación con los realineamientos de los actores armados, también se mueven las fronteras. Así, ante la existencia de una alianza o pacto, o ante la presencia de una nueva fuerza en el territorio, la ubicación de las fronteras cambia de acuerdo con su nuevo carácter, manifestándose en las dinámicas cotidianas del territorio.

Las manifestaciones culturales son un tipo de resistencia que se implementa en algunos barrios de Belén, que han estado estrechamente vinculadas a una dimensión educativa. Está dirigida desde las organizaciones culturales de las que hay buena presencia en estas comunas, y aunque en muchas ocasiones estas organizaciones tienen un objetivo distinto a una resistencia abierta en sus territorios, en la práctica hacen que las personas que participan de estas actividades desarrollan un ‘discurso oculto’ y hagan frente a la violencia y al accionar del actor armado.

Ante las acciones de los actores armados la comunidad ha tenido que organizarse para sobrellevar estas consecuencias, y en estos contextos se ha logrado mediante la educación, los proyectos artísticos, comunitarios, deportivos y sociales. Esas acciones de resistencias son destacadas por uno de los activistas dedicados a desarrollar procesos artísticos con jóvenes tanto en Belén como en Altavista:

Se empezaron a hacer unas resistencias con los espacios. -`Profe por allá no podemos ir porque por allá es muy caliente`. -Vamos a ver qué nos dicen, ¿sí será que si nos ven a nosotros así, nosotros tan jóvenes, nos ven que entremos, será que sí? Entonces empieza a haber un asunto, de parte de unos actores [armados] que uno desconocía. Por decir, yo no sé quién es, pero los chicos sí. Empieza a haber un asunto también del respeto y del reconocimiento de la acción del que está con una niña o con un niño en una acción creativa, educativa o un intercambio. (ActorSocial9, 2016).

En esta misma línea, afirma un habitante del corregimiento Altavista que la resistencia al fenómeno de las fronteras invisibles es “implícito”:

Resistencia digamos que si hay, pero no de una forma explícita sino muy implícita, está por ejemplo la casa de arte, allá hay unos chicos que trabajan el arte clown, intentan llevarse los niños para que hagan zancos, le apuestan mucho a la cultura, han estado en México y Brasil, ellos tienen un buen grupo allá. La iglesia también hace como un poco de resistencia a eso, el Inder también va a hacer como muchas campañas, el centro de salud también es como un centro de apoyo para los adolescentes porque ha habido charlas educativas, le tiran mucho a provechar las charlas de prevención y planificación donde más acuden las chicos para aconsejarlos”. (ActorSocial11, 2014).

Los líderes comunitarios y sociales constituyen una forma importante de resistencia ante las fronteras y el conflicto armado en general. Mediante su labor han logrado trabajar, por ejemplo, por el Plan de Desarrollo de la comuna 16 y vincularse con proyectos como Presupuesto Participativo para captar recursos para proyectos sociales. Esta plataforma ha sido una de las bases para el desarrollo comunitario de las comunas 16 y 70. Con los recursos que se han obtenido de este programa se han desarrollado principalmente trabajos con población vulnerable como adultos mayores, niños, personas en situación de discapacidad, y como ha sido el referente más fuerte en este territorio, la resistencia a través de los proyectos educativos.

Por último, la población civil resiste los embates de las fronteras desde sus acciones cotidianas. Resisten las dinámicas del conflicto a través de su adaptación a las diferentes condiciones: en la forma en la cual cambian sus rutas para movilizarse en el territorio o cómo interactúan con sus vecinos utilizando un discurso que no ponga en evidencia su pensamiento frente a lo que sucede. A partir de estas acciones se leen otras expresiones de resistencia en la población. Todas ellas configurando un tipo de adaptación a la conflictividad, que en Belén y el corregimiento Altavista, se ha logrado a través ejes centrales como el acompañamiento del arte, las corporaciones culturales y la organización comunitaria.

Es claro que el contexto en las comunas 16 y 70 se ha transformado rápidamente durante los últimos años, esto quiere decir que se ha recrudecido el conflicto ante la llegada bandas criminales quienes poseen una estructura criminal con la capacidad de hacer mucho más daño a la comunidad.

No obstante, sin importar la denominación que se adopte (neoparamilitares o bandas criminales), quienes operan en estos contextos son perpetradores de una violencia que sigue cobrando víctimas por el sólo hecho de cruzar una esquina, de visitar un amigo, un familiar, de educarse, de hacer arte, son sólo expresiones que permiten mantener viva la guerra materializadas en fronteras invisibles.

Conclusiones

Después de realizado el trabajo de campo encontramos una serie de ideas que se repiten en todas las entrevistas a pobladores de la zona. Estas son consideradas conclusiones de esta fase analítica sobre el fenómeno de fronteras invisibles en las comunas 16 y 70 de Medellín entre 2008 y 2013.

Poder

Desde la perspectiva de los actores entrevistados el conflicto, en Belén y el corregimiento de Altavista, está relacionado directamente con el tráfico de drogas, especialmente con la venta y consumo de la población juvenil. Asimismo, es recurrente la relación de la confrontación y las fronteras territoriales con las dinámicas familiares. La violencia en esa zona de la ciudad parece estar nucleada en torno a familias con una larga trayectoria en la ilegalidad y que tejen alianzas con estructuras criminales del orden nacional.

Los entrevistados en su mayoría concuerdan en las periodizaciones e intensidades del conflicto. Muchos están de acuerdo en que el conflicto se ha “endurecido” o “calmado” en ciertos períodos, por ejemplo, comparten la idea según la cual entre el 2010 y el 2013, el conflicto estuvo “muy fuerte” para Belén y el corregimiento Altavista.

A partir del año 2012 el conflicto en la comuna 16 empieza a figurar en la coyuntura local como una zona con altos índices de inseguridad y problemas de orden público, al igual que las comunas 8 y 13, caracterizadas por enfrentamientos entre combos, balaceras con material de guerra pesado (fusiles, granadas, ametralladoras, etc.) y varios casos de desplazamiento intraurbano. Esto se corresponde con lo que se ha encontrado en la prensa para ese período, cuando especialmente en los primeros meses del año 2013 se evidenció un incremento en los enfrentamientos entre los combos locales relacionados con la “Oficina de Envigado” y “Los “Urabeños”. A este período le siguió una tregua que se conoció como el “pacto del fusil”, momento a partir del cual inició, de acuerdo con los entrevistados, una época de tensa calma en el territorio.

La idea de las deficientes condiciones socioeconómicas en las zonas más deprimidas es también reiterada entre las distintas voces. La falta de oportunidades y de acceso a recursos genera que los sectores más depauperados sean más vulnerables para la acción de los actores armados, sobre todo para los jóvenes. En los entrevistados hay una percepción de la seguridad en el territorio directamente proporcional a la tensión entre los combos, pues la sensación de inseguridad era muy alta en el pico de violencia registrado en el año 2013 cuando se presentaron disputas y enfrentamientos (balaceras) entre las bandas en disputa del territorio, lo cual generó la instalación de fronteras en su cotidianidad.

Las fronteras invisibles en la conflictividad de Belén y Altavista se manifestaron, entre los relatos, como una medida explícita de los actores armados en el territorio con la cual se decretaba el acceso a diferentes lugares. Es decir, fronteras concretas en calles de los barrios y sectores donde cada uno de estos grupos ha operado, convirtiéndose en límites para la población. Generalmente la población civil se informa mediante el “voz a voz” y los rumores, aunque, cuando no se configuran de esta manera, las fronteras se dan principalmente por el temor de los enfrentamientos constantes que allí se llevan a cabo. Así, entendemos que las fronteras invisibles son consecuencia de esa alta conflictividad que se expresa en enfrentamientos y en las balaceras y que generan una zozobra tal en la población civil que prefieren no pasar a otros espacios, con todas las implicaciones que esto tiene para su cotidianidad.

En resumen podemos hablar del conflicto en las comunas 16 y 70 identificando tres ejes: actores, intensidades y fronteras; teniendo presente que las fronteras invisibles son consecuencia de las disputas económicas y territoriales que involucran a la población civil, y que su vez, estas disputas generan los efectos que dan pie a la formación de dichas fronteras.

Es claro además que las fronteras invisibles surgen en los territorios controlados o pertenecientes a determinadas bandas o combos, y lo que anteriormente fue motivo de enfrentamiento, hoy en día se reconoce y se respeta como la presencia y control de ciertos grupos armados en los territorios.

Resistencia

La disputa del uso y presencia en un territorio no sólo es un litigio entre actores armados, también es una disputa territorial entre los actores sociales y los combos. Se pretende entonces qué lugares del territorio sean no sólo de soberanía de los armados, sino darle también usos de apropiación de parte de los actores sociales (actividades pedagógicas, reuniones comunitarias, festividades), como expresiones claras de la resistencia que la comunidad y las organizaciones construyen en las comunas. Lugares puntuales mencionados: los Charcos (Corregimiento Altavista), Cancha sintética de Belén Rincón; espacios de recreación.

La estrategia de resistencia más clara al conflicto y a las fronteras ha sido la organización, tanto artística como comunitaria, como forma de oponerse al poder de los grupos armados por medio de acciones simbólicas y de construcción de tejido social. La formación ha sido otro eje de la resistencia. Así buscan ganar espacios y construir sujetos críticos con la intención de mostrar otras formas de concebir la vida. En su mayoría estas apuestas están dirigidas hacia los niños, niñas y jóvenes para así tratar de evitar que con ellos y ellas continúen alimentando el conflicto. En general, los sujetos de la resistencia preponderantes en la comuna son quienes están organizados en las juntas de acción comunal y las organizaciones artísticas y culturales.

También se han desarrollado algunas expresiones de resistencia abiertas. Este fue el caso de la movilización que se realizó en rechazo al asesinato de un joven que pertenecía a la Corporación Cultural Casa-Arte en el año 2013.

En el periodo estudiado se han dado manifestaciones colectivas de reivindicación de la vida, que por medio de actos culturales cruzaron por el espacio donde existe una frontera o presencia de actores armados. Sin embargo, por fuera de las acciones simbólicas, la resistencia específicamente a las fronteras invisibles como tal consiste mayoritariamente en evitarlas, en no traspasarlas.

En este escenario los líderes y las organizaciones se han mantenido en una línea muy delgada entre no estar a favor de los actores armados, y al tiempo, no contradecirlos abiertamente dado el poder que detentan. Esta estrategia de indirecta hacia los actores armados ha sido un método para seguir trabajando y liderando procesos, básicamente es un método de supervivencia y permanencia en el territorio.

Es importante destacar que muchas de las entrevistas señalan que el impacto de la resistencia no es tan amplio, debido a otros problemas “estructurales” y al amplio poder de los armados. En términos generales, son inevitables las relaciones entre la comunidad y los actores armados, desde lo más mínimo (como el saludo), pero también desde espacios como las juntas de acción comunal, donde ya sea por legitimidad o no, existe un reconocimiento de que los actores armados hacen parte del territorio.

Territorio

El corregimiento de Altavista ha sido un territorio en disputa por los diferentes actores armados al considerarse un corredor estratégico, con posibles entradas y salidas a otras comunas y municipios de Medellín. Altavista juega un papel especial en el tema de conflicto armado urbano de la comuna 16. En los barrios donde es más neurálgico el problema de la confrontación armada y la presencia de combos: Las Violetas, El Rincón y Altavista (el barrio), está involucrado el corregimiento, tanto porque en los límites administrativos se da la conflictividad, como también por la relación de los actores armados del corregimiento con los de la comuna 16.

Existe solamente una vía de acceso y salida a la microcuenca central del corregimiento, lo cual complejiza la comunicación en su interior y permite que en esos lugares de frontera con otros corregimientos y comunas de Medellín se configure y consolide el conflicto, y los grupos armados ejerzan una influencia de poder territorial.

Es importante anotar que, en términos sociales, de las entrevistas desarrolladas se colige que en el corregimiento no hay una identificación de la población con el territorio como un todo. Esta se ha construido en torno a adscripciones territoriales. La identidad se diferencia según los sectores, por ejemplo, Aguas Frías, la Central, Manzanillo, Morro Corazón en el caso de Altavista. Y sumado a esto también existen todavía personas de los sectores del corregimiento para quienes su identidad está más relacionada con la comuna

16. Sin embargo, para esto, algunos líderes comunitarios han adelantado procesos para rescatar y fomentar una identidad propia del corregimiento. En Belén podemos encontrar una situación similar en la medida en que sectores como Zafra o La Capilla, a pesar de no estar reconocidos de manera oficial como barrios, sus pobladores han construido identidades importantes a partir de su vivencia en el territorio.

Políticas públicas de seguridad y convivencia

El enfoque que el Estado le ha dado al tema de seguridad hace énfasis en la contención de los grupos delincuenciales y en general de la violencia, dejando de lado otras dimensiones importantes de la conflictividad armada y en especial de las fronteras invisibles. Según las fuentes entrevistadas, las acciones se han centrado en lograr capturas, hacer incautaciones y aumentar el pie de fuerza.

Afirman, sin embargo, que no se realizan acciones que en realidad tramiten el problema de manera multidimensional. Por otro lado, reconocen la exitosa intervención pública con algunos programas que han tenido un impacto mediano. Entre los años 2012-2013 cuando el conflicto fue más intenso en la Comuna 16 y se activaron las fronteras invisibles, muchos niños, niñas y jóvenes no podían ir a sus colegios a causa de éstas. Para esto, el gobierno local implementó una estrategia para minimizar la afectación al desarrollo académico de los estudiantes que consistió en disponer de buses tipo transporte escolar escoltado por la fuerza pública para trasladar a los estudiantes.

Por otro lado, también aumentaron la disponibilidad de patrullas de policía, lo que redundó en la mejoría de resultados e indicadores de allanamientos, capturas y desmantelamiento de plazas de vicio, que tenían relación con los combos y estructuras delincuenciales.

Por último, hay que anotar que algunos entrevistados afirmaron que en las comunidades existe cierta desconfianza hacia la fuerza pública dadas las relaciones de cooperación entre éstos y los grupos armados. Además, porque de acuerdo con ellos, es evidente la complicidad de la fuerza pública con las bandas delincuenciales.

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i. Artículo derivado de la investigación “Las Fronteras Invisibles. Poder, Territorio y Resistencia en las comunas 8, 13 y 16 de Medellín (2008-2013)”, desarrollada por investigadores del Grupo de Investigación Cultura, Política y Desarrollo social de la Universidad de Antioquia y financiado por Comité para el Desarrollo de la Investigación, (CODI) de la misma universidad. En ese proyecto también participaron el profesor John Mario Muñoz en calidad de coinvestigador y los estudiantes de Trabajo Social Alejandro Saldarriaga, Deisy Quirós, Natalia Rivera y Juliana López, en modalidad de pasantía de investigación.

Recibido: Agosto de 2017; Revisado: Noviembre de 2017; Aprobado: Enero de 2018

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