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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.20 no.2 Medellin July/Dec. 2020

https://doi.org/10.21500/16578031.5129 

Editorial

La Universidad y su papel en la crisis civilizatoria

The University and Its Role in the Civilizational Crisis

Alfonso Insuasty Rodríguez1 

Luis Fernando Sánchez2 

1. Licenciado en Filosofía, Especialista en Ciencias Políticas, Abogado UNAULA, Magister y Doctor en pensamiento y cultura en América Latina, Ipecal (Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina, A.C.). Docente investigador Universidad de San Buenaventura Medellín, director del grupo de investigación Gidpad, Editor de la Revista Académica El Ágora USB, integrante de la Red Interuniversitaria por la Paz (Redipaz-Colombia), integrante del grupo autónomo de investigación Kavilando. Medellín - (Colombia). Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2880-1371 Contacto: alfonso.insuasty@usbmed.edu.co

2. Licenciado en filosofía, Mágister en educación, especialista en Gestión educativa. Docente Investigador, Grupo: GIDPAD. Universidad de San Buenaventura Medellín (Colombia). Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5610-0690 Scholar: https://scholar.google.es/citations?user=AGBeD1MAAAAJ&hl=es Contacto: luis.Sanchez@usbmed.edu.co


Resumen

Hemos de resignificar el papel de la Universidad hoy ante esta profunda crisis civilizatoria; el punto de partida será lograr un acuerdo común para rescatarla y jamás permitir que sea ella una correa de transmisión de un modelo económico, político y social negador del sujeto, despojador y colonial; por el contrario, potenciarla como eje de las transformaciones esenciales que hoy la vida y los seres humanos necesitamos.

Palabras clave: crisis civilizatoria; universidad; formación; cambio; defensa del territorio; defensa de la vida; América Latina; conocimiento; divulgación

Abstract

We must re-signify the role of the University today in the face of this profound civilizational crisis. The starting point will be to reach a common agreement in order to rescue it and never allow it to be a transmission belt of an economic, political, and social model, a denier of the subject, stripper and colonial. On the contrary, to enhance it as the axis of the essential transformations that today life and human beings need.

Keyword: Civilizational Crisis; University; Training; Change; Defense of the Territory; Defense of Life; Latin America; Knowledge; and Disclosure

Algo más de 40 años ha necesitado el modelo capitalista en su forma neoliberal, para profundizar e ir hegemonizando una cultura basada en el hiperconsumo, individualista y desconectada de su propia realidad, configurando una masa que sueña un futuro injertado, de acumulación y el derroche al que llama vida exitosa, aunque su realidad marche por otro camino muy diferente. Este modelo nefasto está generando la destrucción acelerada de la vida.

El informe Pérdida de la naturaleza y pandemias (2020a), emitido por el Fondo Mundial para la Naturaleza, conocida por las siglas WWF, no solo da cuenta del acelerado daño y destrucción sin par que el hombre en su modelo de vida capitalista, basado en el consumo y producción ascenden tes, centrado en la ganancia y la acumulación de capital, sino de la relación de este fenómeno con la presencia aún más frecuente de enfermedades sin tratamiento y las pandemias. En éste orden, afirma que:

Es imprescindible redoblar los esfuerzos para frenar la pérdida de biodiversidad y luchar contra el cambio climá tico, puesto que de esta lucha depende la salud de nuestro planeta y por tanto nuestra propia supervivencia. Tres metas debemos alcanzar: frenar la extinción de especies; acabar con la destrucción de hábitats y reducir a la mitad nuestra huella ecológica. (Fondo Mundial para la Naturaleza [WWF], 2020b).

La ONU calcula que para el 2050 seremos casi diez mil millones de habitantes, el 70% de di cha población habitará centros urbanos (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 2018), transi tando así la construcción acelerada de megalópolis. Este crecimiento poblacional, la concentración urbana y su forma de habitarla se hace insostenible. Lo único asegurado con esta tendencia bajo la lógica valórica capitalista-neoliberal, será la profundización de la catástrofe:

El Índice Planeta Vivo Global 2020 muestra, por ejemplo, un desplome medio del 68% en las poblaciones analizadas de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces entre 1970 y 2016. Las tendencias poblacionales de las especies son importantes porque constituyen un buen indicador de la salud global de los ecosistemas.” (Fondo Mundial para la Naturaleza [WWF], 2020b).

El alto nivel de consumo requiere más y más recursos, por ello se aceleran las relaciones internacionales de dominación y control de los territorios con una importante carga de dichos recursos, que incluye el control de la producción de alimentos. Como lo ha afirmado la FAO, el crecimiento de la población proyectado para 2050, nos presenta un reto sin precedentes para lograr la producción acelerada de alimentos, para lo cual se requerirá disposición de tierras aptas para cultivar y acceso a fuentes abundantes de agua (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [FAO], 2009).

Es clara la crisis civilizatoria en la que vivimos y que avanza en su insistente política de muerte, poniendo en jaque la vida y además, profundiza las desigualdades e injusticias sociales. Esta realidad genera contextos de guerra, expulsión, desterritorializaición, de acaparamiento de tierras y negación de las culturas locales. Así lo dejan entrever varios informes internacionales, entre ellos Driving Dispossession: The Global Push to “Unlock the Economic Potencial of Land, del Instituto Oakland, donde a través de seis estudios de caso (Ucrania, Zambia, Myanmar, Papua Nueva Guinea, Sri Lanka y Brasil), alertan sobre la ola de acaparamiento de tierras a nivel global; el informe detalla las innumerables formas en que los gobiernos, voluntariamente o bajo la presión de las institucio nes financieras y las agencias donantes occidentales, están cambiando las leyes, favoreciendo que más tierras, sobre todo del Sur Global que es tierra pública (baldíos) o tierra destinada a la peque ña producción (sea campesina, indígena, afro en el caso de Colombia, por ejemplo), se dispongan para grupos empresariales para su “uso productivo” todo bajo el llamado desarrollo, para el creci miento económico, es su justificación. La desigualdad que crea este sistema económico y político, capitalista-neoliberal, trae grandes beneficios para pequeños grupos de seres humanos y como con tracara, gran escasez y cargas insoportables para la mayoría. Se ha creado así, todo un teatro global de dominación neocolonial (Insuasty, 2020a).

La Oxfam, en su informe Privilegios que niegan derechos (2016), describe cómo la democracia, por ejemplo, ha sido capturada por las grandes corporaciones, haciéndose a un poder ilimitado sobre los países, al punto de incidir de manera directa en el re-diseño institucional y normativo de los Estados, aumentando de manera irracional sus privilegios de orden fiscal y facilitándose su acceso a recursos públicos vía contratación para la construcción de mega-obras, donde la corrupción campea (Oxford Committee for Famine Relief [Oxfam], 2016). En ésta lógica, se acentúa la concentración de poder, el conservadurismo, las políticas de fuerza y la acumulación de riqueza y privilegios y lo que es peor, este nefasto panorama se normaliza.

Este sistema no solo genera injusticias, destruye valores fundantes como la libertad y la demo cracia, sino que se hace altamente cínico, pues se atreve a venderse como defensor de valores que abiertamente niega. Se trata de un sistema político, social y cultural altamente violento que centra su inversión no en asuntos sociales de fondo, sino en aumento de proyectos militaristas regionales, atizando confrontaciones bélicas con el único fin de hacerse al control de regiones estratégicas por su carga en recursos.

El Papa Francisco bien lo describe, alerta y hace urgentes llamados a la humanidad por cambios esenciales. Así lo expresa en su enciclíca Laudato Si’, una fuerte llamada al cuidado de la Casa Común ante su constante destrucción, fruto de una humanidad basada en la indiferencia, el individualismo, el consumismo; en sí, una profunda crítica al sistema mundo imperante y hegemónico:

  1. “1. «Laudato si’, mi’ Signore» - «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».

  2. 2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expo liarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.” (Papa Francisco, 2015).

Y la encíclica firmada el pasado 4 de octubre de 2020, profundamente política: Fratelli Tutti, donde profundiza y alerta sobre una sociedad basada en el consumismo, el engaño, la exclusión, la desigualdad, una profunda falta de ética, tendiente a la explotación, la injusticia, la avaricia del poder, cuestiona profundamente el liberalismo económico, la tiranía de unos pocos que acumulan irracionalmente la riqueza, un sistema social y política el cual urge transformar,

12. “Abrirse al mundo” es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se refiere exclusi vamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentali zados por la economía global para imponer un modelo cultural único. Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos». Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individua les y debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Hay más bien mercados, donde las personas cumplen roles de consumidores o de espectadores. El avance de este globalismo favorece normalmente la identidad de los más fuertes que se protegen a sí mismos, pero procura licuar las identidades de las regiones más débiles y pobres, haciéndolas más vulnerables y dependientes. De este modo la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”. ( Papa Francisco, 2020).

Pero, queda la pregunta, todos este aparataje de exclusión y muerte, ha sido creado por personas con múltiples títulos académicos, se han diseñado desde centros estratégicos de pensamiento, universidades enteras se esfuerzan por ser las abanderadas de estas ideas, compiten por ser vistas como las que mejor hacen la tarea en medio de éste sistema, esperando pasar a la historia como centros de formación avanzada, es decir, centros que cual correa de transmisión preparan nuevas generaciones de empresarios, políticos, ingenieros, profesionales e individuos capaces de mantener este estado de cosas, e incluso en centros universitarios ubicadas en países agredidos y expoliados por éste nefasto sistema mundo, se esfuerzan por ser como dichos centros de pensamiento y formación, replicando ese modelo explotador, despojador y agresivo con la naturaleza, las comunidades y pueblos que profesan otras maneras de estar y habitar el planeta señalan así, sus formas como anquilosadas en el pasado, buscando estrategias para adaptarlas al “cambio”. En éste sentido, surge la pregunta: ¿Es la universidad el lugar donde simplemente se reproducen las relaciones de poder y de dominio a través de la enseñanza presencial y/o virtual?

Existen rutas para salir de esta crisis. Para ello debemos reconocernos, en tanto América Latina, que sus pueblos originarios, campesinos, comunidades afro, pueblos rurales y urbanos, poseen una serie de saberes, valores, cosmovisiones profundamente arraigadas a sus territorios, al cuidado de la Madre Tierra, otras formas de comprender la producción, la economía, saberes que llaman al perma nente equilibro entre el naturaleza y el ser humano y que, abogan por la vida; estamos inmersos en territorios y pueblos cargados de historias de lucha que aportan de manera esencial en la transforma ción de esta profunda crisis civilizatoria que sin duda palpita muerte. Es abrirse al dialogo, el reconocimiento, la interacción, abrirse al mundo, empezando por nuestro propio territorio, luchas y saberes.

Hoy más que nunca, por ejemplo, se hace necesario que aprendamos a producir desde lo que comemos hasta lo que usamos; nosotros, al igual que el planeta, estamos paralizados, pero debe mos ya ir preparándonos para un mundo que cuida y protege el agua, los bienes comunes, la vida. Urgen tejer saberes, comunicarlos, generar comunidades académicas ubicadas y de sentido, fortale cer organizativamente los pueblos y comunidades, empoderarlas, cualificarlas, ser capaces de am pliar la escucha, de dialogar activamente e interactuar con una institucionalidad cerrada, para lograr rediseñarla y avanzar paso a paso hacia los proyectos y planes de vida colectivos, de los pueblos, en armonía con la madre naturaleza. Recuperar el sujeto ubicado y consciente, capaz de reconocer su historia, su conexión ancestral con su cultura, pasado y presente, permitiéndole tomar posición como generador de transformaciones que potencien lo posible. Tejer esperanzas reales, basadas en las luchas concretas, que van transformando cosmovisiones, lógicas, escalas valóricas, necesarias para sostener acciones de sentido, sostenidas como proyectos de presente y futuro.

Y en éste contexto, es urgente resignificar el papel de la Universidad hoy ante esta profunda crisis civilizatoria: el punto de partida será lograr un acuerdo común para rescatarla y jamás permitir que sea ella una correa de transmisión del modelo y poder imperante, capitalista, neoliberal, expropiador, negador del sujeto, despojador y colonial, un centro de adiestramiento sin pensamiento crítico. Resignificar las funciones sustantivas que le hablen a éstos nuevos retos, pues seguimos for mando a las nuevas generaciones bajo paradigmas que permitirán al sistema seguir vivo con su gran poder destructor activo. Profundizar la capacidad de pensar y crear, pensamiento crítico y ubicado, asumiendo el reto de la digitalización para darle un lugar emancipador, evitando sea la era de la digitalización la que nos ponga un lugar y un rol de dominados.

Los investigadores, docentes, académicos críticos han de poner su saber en construcción al ser vicio permanente de la necesaria construcción de Paz, advirtiendo de la necesidad de partir de la realidad y contexto mismo de las comunidades, construir tejidos sociales, liderazgos autónomos, planeación desde abajo reconocer y acompañar a las comunidades para identificar sus problemá ticas, trazar rutas propias de transformación. No basta con expresar, hay que mantener abierta la universidad al diálogo de múltiples cosmovisiones, culturas, saberes, acá debe producirse y reproducirse junto con los pueblos, los cambios necesarios.

Hoy cunde la desilusión, pero debemos activar la esperanza como energía creadora de otras posibilidades: es preciso construir pequeños espacios de libertad, del no control, para hacerle profundas, largas y duraderas fisuras a este cerrado sistema mundo, para pensar-sentir-hacer la eman cipación necesaria y sobre todo, dejar un planeta y una sociedad que cuida la vida, como legado de sentido a nuevas generaciones, es un compromiso profundamente ético. Urge la creación de comunidades de conocimiento y de sentido, desde y más allá de la misma Universidad; en este ejercicio complejo de creación social, la construcción y difusión de conocimiento se hacen vitales, la difusión y disputa por el relato, por ese registro colectivo del pensamiento, sea por medio de las tradiciona les revistas especializadas, de difusión, así como otras maneras de comunicar el saber. Las diversas estrategias multimodales son esenciales para tejer esas comunidades y crear relato de lo que llama mos realidad, generar los debates, los referentes que permitan mover discusiones, dejando incluso referentes para las futuras generaciones, propiciando dinámicas de saber que abran discusiones ante esta crisis civilizatoria.

Es en este contexto que cobran sentido consolidar redes de saber por medio por ejemplo de un proyecto en sí mismo, que ya cumple 20 años de existencia, como lo es la Revista El Ágora USB.

Vale decir que, pretender articular una producción escritural a un campo formativo universitario imprime para todas las instituciones universitarias y en todas sus épocas, diferentes retos que se van convirtiendo en estímulo permanente para construir una línea de trabajo, una identidad; hasta una perspectiva política.

La revista El Ágora, ya en sus 20 años de existencia, ha sido un ejemplo de constancia, resiliencia, permanencia y análisis de la realidad social hacia la conciencia y sensibilización del conflicto, la búsqueda de la paz y las coyunturas políticas, desde su línea editorial actual.

Entre un amplio abanico de publicaciones en formato, tanto físico como digital, ha logrado salvar dificultades presupuestales, resistencias administrativas, aletargamientos investigativos institucionales para mantener un esfuerzo por posicionar una perspectiva crítico-social ubicada (Borja Bedoya, & Insuasty Rodríguez, 2016), de juicio y denuncia de la realidad nacional y latinoamericana, dándole sentido a lo que Eduardo Galeano titulaba sus venas abiertas.

Apostarle, de forma simultánea, a mantener esos dos formatos de divulgación (físico y digital) de difusión y entrega de la revista ha sido uno de sus esfuerzos permanentes y cumplidos hasta hoy. Su presencia en el medio investigativo y científico-social sigue siendo una pregunta y confrontación permanente por la genuina y auténtica voluntad de las instituciones universitarias y de quienes la lideran, por el avance del conocimiento científico y la transformación humana y social ante intereses meramente rentistas y de cálculo, que le han venido imponiendo a éste tipo de producciones edito riales por parte de quienes abogan solo por la lógica utilitarista de la indexación, el ranking y manejo maquillado de intereses exclusivamente económicos. Hoy, El Ágora USB (2001-2020) sigue siendo una manifestación del poder transformador de las personas teniendo como instrumento principal la fuerza del logos.

La revista El Ágora USB es el testimonio, como decía Witman, que el conocimiento es parte viva de nuestro ser, lleva la cuenta del significado de las cosas y de nuestras búsquedas; de un camino re corrido y del que nos falta por recorrer. Dos décadas de entrega y producción continúa reconociendo su evolución y sus cambios son muestras de constancia, de la tarea cumplida, como aquel caminante que ha hecho camino al andar.

En cada acto, debemos asumir el reto de mover la sociedad y en ella de manera especial a la Universidad, sacarla de su letargo, de esa posición servil consciente o inconsciente a un modelo po lítico, económico y social de muerte, evitar que caiga en el fango de ser la multiplicadora de individuos serviles a una modelo que no cuestionan y que genera dolor y destrucción, hacerlo todo para que no caiga en las garras del poder instituido e imperante, hegemónico y hegemonizante, para crear desde ya, los cambios valóricos esenciales para pensar-hacer una sociedad basada en el cui dado, en economías propias, autónomas y equilibradas, acciones basadas en el respeto por la vida, fundado en el diálogo intercultural, basada en el amor por la madre naturaleza, por el territorio, los pueblos y generaciones presentes y futuras, acorde al pensamiento y vigencia del pensamiento Franciscano que bien potencia el Papa Francisco hoy, por medio de su ejemplo, enseñanzas reflexio nes y orientaciones.

Referencias bibliográficas

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