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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.20 no.2 Medellin July/Dec. 2020

https://doi.org/10.21500/16578031.5131 

Artículos derivados de investigación

Las emociones en la resistencia y la defensa del territorio en Guamocó (Colombia)1

Emotions in the Resistance and Defense of the Territory in Guamocó, Colombia.

Claudia Quijano-Mejía1 

Johana Linares-García2 

Flor Manuelita Barrios-Rodrígueza3 

1. Trabajadora Social. Doctoranda en Sociología de la Universidad Federal de São Carlos. Docente: Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga (Colombia) Orcid https://orcid.org/0000-0002-0224-5621 Scholar: https://scholar.google.es/citations?user=Cm9Zp7oAAAAJ&hl=es Contacto: cmquijam@uis.edu.co; uyuni.48@gmail.com

2. Doctoranda en Servicio Social de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Docente Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga (Colombia). Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5401-4633 Scholar: https://scholar.google.es/citations?user=WBKug7EAAAAJ&hl=es Contacto: leidyjlg@correo.uis.edu.co; linaresjohana@gmail.com

3. Doctoranda en Ciencias Políticas, Administración y Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Directora de la Corporación Centrode Estudios Regionales del Magdalena Medio (Colombia) Orcid: https://orcid.org/0000-0003-3378-2398 Scholar: https://scholar.google.com/citations?user=RJgA_ Contacto: manuelita.barrios@cer.org.co; manuelitabarrios@gmail.com


Resumen

En medio de la confrontación armada entre guerrillas y paramilitares en la región de Guamocó (Colombia), entre 1998 y 2006, las comunidades se organizaron para resistir y permanecer en el territorio. Este artículo busca comprender las acciones de resistencia organizada desarrolladas por las comunidades campesinas y mineras, es pecíficamente las Juntas de Acción Comunal (JAC) y la Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó (AHERAMIGUA), las estrategias que fueron movilizadas por estas organizaciones sociales para vencer el miedo frente a los ar mados y esa construcción del nosotros colectivo y del territorio como identidad.

Palabras claves: resistencia organizada; poder y subordinación; conflicto armado; miedo; solidaridad; colectividad

Abstract

Amid the armed confrontation among guerrillas and paramilitaries in the Guamocó region (1998-2006) Colombia, communities organized to resist and to remain in the territory. This article seeks to understand the organized resistance actions develo ped by peasant and mining communities, specifically the Community Action Boards (JAC) and the Association of Agroecological and Mining Brotherhoods of Guamocó (AHERAMIGUA), the strategies, which were mobilized by these social organizations in order to overcome fear against the armed and that construction of the collective and territory as an identity.

Keywords: Organized Resistance; Power and Subordination; Armed Conflict; Fear; Solidarity; and Community

Introducción

Guamocó es una región que se ha caracterizado por la presencia de actores armados irregulares que se disputan los recursos provenientes de las economías ilegales de la minería de oro y el cultivo de coca. Este territorio ha sido transformado por las diferentes oleadas migratorias de colonos provenientes del centro y norte del país tras la explotación aurífera; trayendo consigo una mixtura cultural a una zona en donde confluye dinámicas de colonización, abandono y repoblamiento que dependen de los ciclos económicos alrededor de la minería y, desde los años ochenta, los cultivos de uso ilícito como la coca.

La región está localizada en las estribaciones de la Serranía de San Lucas, en la zona rural de los municipios de Santa Rosa del Sur, Simití, Montecristo, del departamento de Bolívar; y El Bagre, del departamento de Antioquia. En términos administrativos la región de Guamocó no existe; sin embargo, es un territorio reconocido por quienes lo habitan. Es una zona boscosa, bañada por los ríos Cauca, Nechí y San Jorge por el lado de la Serranía y Magdalena por el costado oriental.

A finales de los años sesenta, la guerrilla de las FARC-EP llegó primero con el Frente 4 y años después con el Frente 24, ambos parte del Bloque Magdalena Medio; por su parte, el ELN hizo presencia con los Frentes Héroes y Mártires de Santa Rosa y José Antonio Galán (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2006). En este escenario de colonización y frontera inter na abierta, los grupos guerrilleros veían las condiciones adecuadas para implementar su proyecto, pues ante una precaria presencia estatal o, como lo propone el historiador Fernán González (2014), ante un Estado en construcción, se erigía como la autoridad local que regulaba los conflictos propios de la vida cotidiana, así, durante mucho tiempo regularon los procesos de colonización, los conflictos locales y las actividades económicas.

Aunado a la presencia guerrillera, tras la creación del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en 1997, se originó un proceso de confrontación armada por el dominio territorial de zonas donde ejercían control los grupos guerrilleros, como fue el caso de Guamocó. En varias ocasiones, el crecimiento y la consolidación de las AUC en estas zonas implicaron enfrentamientos directos con los grupos guerrilleros, ataques a las poblaciones y el establecimiento de bases mili tares. Dos bloques de las AUC entraron a operar en las inmediaciones de la región de Guamocó: el Bloque Mineros, por el lado del Bajo Cauca, y el Bloque Central Bolívar, por el lado del sur de Bolívar. De ese modo, entre 1998 y 2006, Guamocó fue foco de las disputas entre los grupos guerrilleros y los bloques Minero y Central Bolívar de las AUC. Situación que significó repetidas incursiones para militares a Guamocó, en las que atacaron a la población y restringieron la movilidad y el ingreso de alimentos e insumos, lo que resultó esencial en la avanzada paramilitar en su propósito de lograr el control territorial de la zona.

Entre 1996 y 2006, los paramilitares realizaron repetidos ingresos a la región, en ocasiones desde El Bagre y en otras desde el sur de Bolívar. Durante estas incursiones los paramilitares llevaron a cabo diversas acciones armadas como la masacre de 17 personas en Minguillo, la quema del caserío de la vereda Palma Chica, la retención de la comunidad de Alto de Las Brisas, el saqueo de comer cios de la zona y los enfrentamientos con las guerrillas. Adicionalmente, la población también se vio afectada por la acción de la guerrilla de instalar minas antipersona en la región, bajo el argumento de impedir las incursiones paramilitares.

Las emociones. Un aspecto central para movilizar la resistencia organizada

Este contexto de confrontación y disputa entre grupos armados ilegales dio como resultado una serie de hechos violentos contra la población civil y, a su vez, acciones de resistencia de los pobladores contra las imposiciones de quienes hacían la guerra. Este hecho singular se suma a las luchas sociales y políticas adelantadas por las distintas organizaciones campesinas en Colombia que han logrado a través de la resistencia al conflicto armado crear una contracultura del conflicto, haciendo uso de la noviolencia para proteger sus vidas, sus territorios y sus costumbres y, al mismo tiempo, mantener y recuperar su dignidad (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015). Se convierten entonces en organizaciones ejemplo de resistencia civil noviolenta, superando la lucha armada, rehusándose a la militarización de la vida y, paralelamente, creando opciones productivas y de convivencia que favorecen la vida campesina. Su fuerza radica en que reafirman la vida frente a la guerra en contextos históricos de injusticia y marginación y en su capacidad organizativa y de creación de una territorialidad incluyente (Silva Prada, 2011). En palabras de Das (2008), resistir se hizo un acto cotidiano.

Podría decirse, en concordancia con el análisis de Tilly (1993), que el planteamiento de las reivin dicaciones por parte de los grupos oprimidos es producto de la articulación de intereses en común, de una organización compartida y de la percepción de amenaza u oportunidad referente a dichos intereses (Tilly, 1993, p. 84). Un ejemplo claro de ello fueron las Juntas de Acción Comunal Veredales y la Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó - AHERAMIGUA, procesos sociales que se desarrollaron y fortalecieron a finales de los años 90 y durante la primera década del siglo XXI. En la región de Guamocó los sujetos, tanto a nivel individual como colectivo, comparten el ideal de emancipación y se cohesionan, transformando con el tiempo las relaciones sociales y de poder. Es así como, se afirma lo expresado por Giraldo (2006), para quien la resistencia:

No es reactiva ni negativa, es un proceso de creación y de transformación permanente; desempeña, en las relaciones de poder, el papel de adversario, de blanco, de apoyo, de saliente para una aprehensión. Los puntos de resistencia están presentes en todas partes dentro de la red de poder, es decir, donde hay poder hay resistencia (p.105).

Ciertamente, estas prácticas noviolentas ante la dominación se lograron gracias a lo que Scott (2004) denominó “la coordinación y comunicación tácita o explícita dentro del grupo subordinado” (2004, p.147), las cuales crean unidad, según el autor, en medio del silencio y en espacios de auto nomía otorgados por los quiebres de la opresión, a partir de lazos de solidaridad que se construyen y fortalecen para realizar acciones colectivas en la búsqueda de defender la dignidad y autonomía de los territorios (2004, p. 149). Para Foucault, la resistencia existe como producto de las relaciones asimétricas de poder (Foucault, 1998). Por tanto, la víctima, no es un sujeto pasivo a la violencia. Así, actores sociales como las JAC y AHERAMIGUA construyeron símbolos y desplegaron acciones en contra de lo que Daniel Pecáut (1999) identificó como los impactos del terror: “la desterritorialización, destemporalización y desubjetivación” (p. 13), es decir, el desplazamiento, el olvido y la pérdida de identidad.

Y esa resistencia fue posible por el manejo emocional que los líderes de las JAC y AHERAMIGUA hicieron del miedo, la esperanza y la solidaridad. Como señala Silvia Otero (2016, p. 177) “la frustra ción, la indignación, la rabia o la esperanza constituyen motivantes fundacionales de la acción colec tiva”, es decir, las emociones son las que permiten explicar por qué las personas deciden movilizarse, aún cuando los costos de participar son más altos que los beneficios. Para esta autora, la solidaridad es un elemento clave para forjar el sentido de pertenencia al grupo, así, “los fuertes sentimientos de solidaridad, lealtad y amistad encontrados permiten entender que la organización hace las veces de grupo social de base o “patria social” para los participantes” (Otero, 2016, p. 179).

Es así como en medio del conflicto armado interno, las comunidades campesinas han adelan tado acciones que les permiten sobrevivir, permanecer en el territorio, pero también la construcción de un futuro que no se vea limitado por la guerra (Cancimance, 2014). En regiones como Guamocó, al igual que en otras zonas donde el conflicto armado se ha desarrollado con intensidad, la resistencia civil es noviolenta “y se inscribe en un amplio movimiento de reflexión y acción que hace frente a condiciones armadas de dominación […] la resistencia noviolenta no puede ser reivindicada sin una masa activa, firme y comprometida de personas no armadas” (Molina Valencia, 2005, p. 74).

Este tipo de resistencia tiene por principal objetivo el limitar el ejercicio de la violencia por par te de los grupos armados, construir formas de autonomía civil y social, recuperar la identidad y la cultura afectadas por la guerra, al igual que propender por la resolución de conflictos que superen la intermediación de los actores armados, las estructuras de dominación y la militarización de la vida cotidiana. (García de la Torre & Aramburo Siegert, 2011; Uribe, 2004; Silva Prada, 2011). Así, las iniciativas comunitarias y campesinas se caracterizan porque aún en medio del conflicto armado pri vilegian el diálogo, la movilización y la organización comunitaria como mecanismos de lucha social.

Al respecto, Ingrid Bolívar (2006) citando a Norbert Elias señala que las emociones hacen parte de la naturaleza biológica de las comunidades, en este sentido, se considera que van más allá de características individuales, puesto que se construyen en las relaciones entre los actores. A partir de ello, la autora señala: “las emociones son labradas en la interacción social, son estructuradas en términos de estatus y poder y son expresadas con base en “entendimientos culturales” (Bolívar, 2006, p. xxix). Por consiguiente, se parte de considerar que todas las acciones humanas están fundadas en una emoción. En este sentido, es importante distinguir las emociones afectivas, reactivas, así como las que hacen parte de sociedades que miran el pasado y otras hacia el futuro. A partir de ello, Bolívar señala: “la orientación histórica y cultural nos da indicios de la forma como los actores comprenden el orden social” (2006, p. xxx), por lo cual, para la autora es importante definir el lenguaje de lo que se siente, lo que se debe sentir y lo que se puede sentir.

Entonces, para comprender mejor la particularidad de estos procesos comunitarios debe reco nocerse la dimensión emocional que subyace a ellos. Las emociones motivan a los participantes, dan forma a los objetivos manifiestos o latentes de la acción colectiva y pueden dificultar o favorecer la movilización y el éxito de la acción (Jasper, 2013). En este sentido, puede afirmarse con Poma (2014) que en los procesos de defensa del territorio, como el vivido en Guamocó, el sentimiento de injus ticia, el choque emocional y el apego al lugar permiten entender por qué la gente se vincula a estos procesos organizativos a pesar de la violencia desplegada por los actores armados. Así, comprender el surgimiento y la consolidación de estos procesos de resistencia pasa por reconocer el trabajo emo cional desarrollado por las organizaciones sociales -para el caso las JAC y AHERAMIGUA- consis tente en la creación de estrategias para sobrellevar la impotencia, no perder la esperanza y vencer el miedo (Gravante & Poma, 2018).

En concordancia con esta línea de análisis, este artículo se centra en la comprensión de las accio nes de resistencia organizada presente en el territorio -específicamente las Juntas de Acción Comunal (JAC) y la Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó (AHERAMIGUA)- y las estrategias que fueron movilizadas por estas organizaciones sociales para vencer el miedo frente a los grupos armados ilegales y lograr la vinculación de la población a estas acciones de resistencia. Esto en un contexto de disputa por el control territorial entre actores armados ilegales y en el que, a pesar de la violencia, se tejieron lazos de solidaridad y se desarrollaron discursos ocultos que cuestionaron la supremacía del poder (Scott, 2004); buscando la oportunidad para la ruptura del silencio y la lucha contra la dominación.

Metodología

Es un estudio de carácter cualitativo participativo, con perspectiva de memoria histórica. Esto, implicó apelar a lo subjetivo, a la evocación del pasado vivido que habita en el recuerdo individual y colectivo que forja la identidad. Para Halbwachs (1968, p.210), la historia vivida es un marco vivo y natural en que el pensamiento se apoya para encontrar la imagen del pasado. Es entonces recrear la experiencia, no solamente relatar los hechos de manera cronológica. Para ello, fue indispensable la implementación de técnicas como las entrevistas individuales y colectivas, los diálogos informales, las líneas de tiempo y la cartografía social, así como la creación de un ambiente propicio que potenciara el debate entre los miembros de la comunidad acerca de su pasado como colectivo, siguiendo los lineamientos del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia.

Metodológicamente el trabajo de campo comprendió la realización de cinco (5) visitas a la zona, con una duración aproximada de dos meses en cada una, permitiendo realizar las siguientes actividades: socialización del proyecto a los líderes sociales en el territorio; reconocimiento del es pacio geográfico y gestión de información primaria a partir de observación participante, talleres y entrevistas en el Corregimiento de Buenavista y Puerto López y en las veredas La Corona, Minguillo, Los Tomates, Ventarrón, La Marizosa, Santa Fe de la Vega, Las Brisas, Palma Chica y Mina Walter, localidades pertenecientes al municipio de El Bagre y Santa Rosa del sur. En Colombia las zonas rurales de los municipios se dividen en corregimientos y veredas, siendo la vereda la unidad mínima de esa división.

En síntesis, del trabajo de campo se obtuvieron 47 entrevistas individuales, 8 entrevistas colec tivas, 14 talleres y 3 conversaciones informales.

Uno de los mayores hallazgos es que en este territorio se logró consolidar un “nosotros” en una comunidad heterogénea, con intereses particulares, que como menciona Veena Das, funciona como agente político eficaz en medio de las estructuras de poder dominantes (Das, 2008, p. 73), a través de las JAC y AHERAMIGUA.

Resultados

A partir de los elementos teóricos teóricos planteados y de la evidencia empírica recolectada, puede afirmarse que las Juntas Acción Comunal (JAC) y AHERAMIGUA se han constituido en organizaciones que represetan las emociones de una comunidad víctima de la violencia, permitiendo que de esta manera adquieran un estatus y poder que permite equilibrar el orden político en el territorio, convirtiéndose en agentes que contribuyen a regular la vida social (Otero, 2016).

De esta manera, son estas entidades las que se encargan de recopilar las emociones del grupo, orientarlas y generar las condiciones para realizar acciones de resistencia en defensa de su territorio. Como señala Otero (2016:76, citando a Kemper, 2003: 59), las emociones en tanto se configuran y se forjan en el orden social, son “resultados reales, anticipados, recolectados o imaginados de las rela ciones sociales”, y por eso, pueden dar pistas de características estructurales como el status y el poder.

De esta manera, las JAC y AHERAMIGUA cumplen con dos funciones, por un lado, son los en cargados de atender las necesidades de la comunidad, teniendo en cuenta que el territorio carece de presencia estatal, en este sentido adquieren un estatus político y de poder. Por otro lado, orientan sus emociones hacia acciones de resistencia que permiten organizarlos; desempeñando una fun ción clave para ejercer una contracultura del conflicto. Las JAC se encargan de crear y fortalecer los lazos de solidaridad a nivel veredal, a través de integrar a la comunidad, así como de motivarlos a realizar acciones que les permitan proveerse de alimentos y demás enseres que requieren para su sostenimiento. Mientras que AHERAMIGUA es la que se encarga de conectar a la comunidad con el mundo exterior, como una forma de visibilizar las diferentes violaciones a los derechos humanos que sufren los habitantes la región. Todas estas acciones fueron elementos claves para superar y vencer el miedo, así como empoderar a la población de Guamocó para resistir y permanecer en el territorio.

Las Juntas de Acción Comunal y la solidaridad como estrategia para vencer el miedo

En Colombia, las Juntas de Acción Comunal son iniciativas organizativas conformadas por vecinos de un lugar que nacen con el ánimo de gestionar el desarrollo y la satisfacción de las necesidades de sus localidades (Presidencia de la república de Colombia, 1979).

Los campesinos y mineros tradicionales de la región de Guamocó, antes de las incursiones pa ramilitares, venían organizándose alrededor de estos espacios, constituyendo la primera y principal instancia de resolución de conflictos veredales y de promoción de acciones en pro del mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de la región, es decir, como espacios de regulación social alternativos al Estado. De esta manera, la gestión de equipamientos, el mejoramiento de caminos de herradura, la apertura de vías transitables, la organización de eventos culturales y deportivos y el relacionamiento con las administraciones municipales para la realización de jornadas de salud o el funcionamiento de una escuela veredal, son actividades que tradicionalmente han estado a cargo de las JAC, al respecto un Líder de la vereda San Juan dice:

Tú sabes que es difícil que una comunidad tan grande, manejarla donde no hay entes organizativos o la ley, como es Policía y eso; sino que aquí ha regido siempre es por medio de la Junta de Acción Comunal. Desde el comienzo nos hemos mantenido en esa tónica de tener nuestras propias normas de supervivencia y acá nosotros nos reunimos como Junta de Acción Comunal toda la comunidad. Entonces se van colocando normas y la comunidad misma es la que va aprobando las normas que van a regir, y uno como Junta las hace valer, las hace respetar es como la máxima autoridad (Líder San Juan, 2015).

Dado que Guamocó es una región donde el acceso es difícil y costoso, con poca o nula infraestructura en salud y en la que el conflicto armado se ha desarrollado con especial intensidad, el afi liarse a la JAC de la vereda en la cual se habita es fundamental, puesto que, se constituye en la prime ra red de apoyo a la cual se puede acudir. Vale resaltar que, hay lugares en Guamocó a los que solo se llega a pie, en jornadas de hasta dos y tres días.

Ser parte de la JAC significa en términos prácticos contar con el apoyo y el aval de lo hombres y mujeres que habitan y trabajan en la zona. Entre las narrativas se encuentran referencias a las JAC como:

Por ejemplo las normas de la comunidad es que si yo vivo en la región y soy afiliado y no colaboro, no aporto o cualquier cosa, entonces también soy como una persona desconocida en la región, no tengo apoyo ni ayuda de nada, ni de la Junta ni de las comunidades, esas son las normas (Minero Guayacanes, 2014).

Es de destacar que en comunidades tan heterogéneas, con gran diversidad cultural como las que habitan en la región de Guamocó, se forjan lazos de solidaridad. Para Das (2008), se crea un nosotros, que opera como un “agente político eficaz” (p. 73), es especial en contextos como este en donde el Estado es inoperante y se halla ausente. Entre los procesos de desterritorialización empren didos durante las incursiones paramilitares entre los años 1998 y 2006, se buscó aniquilar “las auto nomías, las diversidades, las apuestas, opciones y formas de organización sociopolíticas” (CNMH, 2013), con el propósito de perpetuar la dominación. Las JAC tuvieron que enfrentar las constantes amenazas y señalamientos provenientes de este grupo armado que afirmaba que esta organización comunitaria estaba vinculada a la insurgencia. Si bien las JAC surgieron durante los años de presen cia de las guerrillas en la zona, viéndose afectadas por la confrontación armada, en las entrevistas y talleres de la memoria los habitantes de la región no identificaron una amenaza u acción violenta directamente dirigida a esta organización social por parte de las guerrillas, como sí lo hicieron los grupos paramilitares.

A raíz de ello, habitantes de Guamocó evitaron comprometerse o vincularse directamente a esta organización social y quienes se encontraban en estos lugares de liderazgo o eran afiliados a las JAC optaron por “quemar los libros de las juntas”, para no tener evidencia de la participación comu nitaria en estos espacios.

[…]Hicieron advertencias, hicieron amenazas, restringieron el comercio, ehh… restringieron las Juntas de Acción Comunal, decían que los presidentes de las juntas eran de la subversión. Una vez en Ventarrón, yo me acuerdo que…, nos reunimos 14 juntas en Guamocó, antes de la incursión de los para militares, porque cuando vinieron los paramilitares las Juntas se desorganizaron nuevamente, por las amenazas […] (Poblador La Marizosa, 2015).

Las formas de actuar de los paramilitares buscaban la dominación de la población partir de la producción sistemática de una “cosecha de insultos y de ofensas a la dignidad humana: la apro piación del trabajo, las humillaciones públicas, los latigazos, las violaciones, los actos y miradas de desprecio, las bofetadas, la denigración ritual” (Scott, 2004, p. 63) y la muerte. En este contexto de persecución y presión permanente a las comunidades de la región, los líderes seguían encontrán dose, buscando estrategias colectivas para defender sus derechos, su dignidad y autonomía. Es de cir, aunque las JAC dejaron de funcionar formalmente, al interior de las veredas los líderes seguían propiciando los encuentros comunitarios e impulsando actos de solidaridad entre sus habitantes, hecho que permitió fortalecer los lazos comunitarios, crear una red de apoyo, reconocerse mutua mente como víctimas de la barbarie, posibilitando así la permanencia en el territorio durante los años de presencia paramilitar.

[…] Emocionalmente sobrevivimos. En esa unión entre todos, […] yo tenía como tres pacas de arroz y una paca de azúcar. Si yo me hubiera puesto por ejemplo a que […] voy a resistir con esas pacas de arroz y esa paca de azúcar, no me hubiera fortalecido comunitariamente, no hubiera entendido lo que es ser una comunidad. Porque al que es mi vecino que tenía una niñita pequeñita, yo le decía “Tú sobrevives con lo que haya pero esa pelada (pelado o pelada son formas de llamar a los niños y niñas) no va a aguantar, por la tarde mándala acá, se le da arroz […]vea, cuando se acabó el azúcar, qué pasó con el azúcar, como había cañita sembrada por todas partes… se hicieron las zorras esas, trapiches, con dos palos… y ahí se molía y eso era chévere ahí, todo el mundo tomaba guarapo, sino hacían su panela o sacaban el dulce de ahí. Eso nos enseñó a ser comunitarios (Minero Altos de Ventarrón, Entrevista Individual, 2015).

Ante el miedo generado por la posibilidad de ser objeto de las acciones violentas, solo resta la organización comunitaria como única defensa (Gravante & Poma, 2018). Es al interior de las JAC veredales que los habitantes de Guamocó manejaron el miedo que, como señalado por Gravante y Poma (2018, p. 612), es uno de los desafíos del grupo y es un trabajo que se realiza colectivamente. De ese modo, al interior de cada vereda, organizadas en JAC, emergieron acciones de solidaridad, como estrategia comunitaria para afrontar el miedo.

En este contexto de confrontación, se resalta la decisión colectiva de permanecer y organizarse para resistir a la violencia desplegada por los grupos armados, como fue el caso de los habitantes de la vereda Palma Chica que reconstruyeron el caserío después de haber sido quemado durante una incursión paramilitar, al respecto un entrevistado contó:

[…] al otro día se fueron los paramilitares, ya llegamos nosotros, ya hablamos, nos reunimos, nos rehabilitamos, ahí sí, esa fue la segunda incursión paramilitar, estamos hablando del mes de mayo más o menos […] ya de esas 120 personas no quedamos sino como unos 70, ya resignados ya, dijimos bueno qué vamos a hacer. Yo los reanimé - ¡no! ustedes saben que el futuro, nosotros no tenemos opción, ¿para dónde nos vamos a ir? comenzamos a reorganizar el pueblito otra vez (Poblador Palma Chica, 2015).

En el relato se evidencia que el líder comunitario activó la “batería moral” (Jasper, 2013) resignación - esperanza, es decir, combina una emoción positiva a una negativa para que la tensión entre las dos provoque la acción. Se acepta lo ocurrido porque es imposible cambiarlo y porque no hay otro lugar para ir, pero esta resignación y falta de opción no frenan la acción, por el contrario, se transforman en el motivo para reconstruir el pueblo y continuar la vida allí. Al ser imposible cambiar el pasado, se hace énfasis en el futuro que se puede construir. Como bien señalan Poma y Gravante (2018) “los sujetos aprenden a convivir con la impotencia, aceptándola y limitando sus efectos des movilizadores y depresivos con acciones que evoquen otras emociones”, en este caso, la esperanza, la posibilidad de un futuro. Es la transformación de la resignación en esperanza lo que va a activar la resistencia en Guamocó y va a permitir la defensa del territorio por parte de sus habitantes.

A su vez, en continuas ocasiones los líderes de las JAC de Guamocó se vieron en la necesidad de confrontar directamente a los actores armados, siendo esta una resistencia de vital importancia porque ayudó a hacer oposición a las imposiciones de estos grupos, logrando la JAC su reconoci miento como organización social legal y legítima. Entonces, se niega la existencia de una natura lización de la violencia, cuya teoría desconoce las capacidades de los grupos humanos para idear órdenes sociales alternativos, con los cuales los subordinados buscan generar cambios en el sistema de dominación (Scott, 2004, p. 107). Es así como a pesar del terror y sufrimiento que pudo significar la guerra, las JAC fueron organizaciones sociales que, dada su legitimidad social, actuaron como interlocutores válidos ante guerrillas y paramilitares, intermediando a favor de hombres y mujeres que se vieron afectados por las acciones de los armados. Un líder de la población narró como se efec tuó una confrontación entre integrantes de la JAC y paramilitares ante la retención de un joven de la comunidad por parte de estos últimos:

[…] aproximadamente éramos por ahí unos 30 los que fuimos a reclamar al muchacho allá… y les di jimos, ustedes tienen que hacernos caso como Junta porque ustedes tampoco pueden ir llegando e ir cogiendo la gente así, irlos matando así sin saber por qué. Ustedes tienen que preguntar cuál es el motivo, al menos nosotros no sabemos cuál es el motivo de ese muchacho y nosotros el motivo que sabemos es que ese muchacho lo dejó fue su papá cuidando ahí. Yo fui ese día, cómo no iba a ir si yo era de la Junta… yo al tipo le dije: “hágame el favor y hablemos, usted porqué se trae ese muchacho así, sin saber nosotros, porque lo cogieron y sin tomarle una investigación a la Junta a ver qué es lo que es, como es que van llegando a coger a la persona así y se lo van llevando. Y al menos que ese pelado no tiene culpa de nada, porque ese pelado su papá lo dejó fue cuidando el negocio, necesitamos que nos suelte ese muchacho, hágame ese favor. ¡Y lo soltaron! (Líder Santa Fe de La Vega, 2015).

Las confrontaciones directas a los armados por parte de integrantes de las JAC provienen de interpretar la acción del grupo armado como injusta, pues no sigue los procedimientos que se es peraría fuesen realizados, como por ejemplo “tomarle una investigación a la Junta” sobre el joven retenido. Como señalado por Poma (2014, p. 391), la legitimidad de reaccionar a la injusticia es un desafío colectivo que crea un vínculo de unión y solidaridad entre los afectados, siendo el sentimien to de injusticia producto de las experiencias previas de los sujetos y alimentado por el discurso ocul to. Adicionalmente, esta situación reafirma lo planteado por Scott (2004), aunque estas protestas y conflictos sean abiertos, “se presentan con la expectativa realista de que los elementos centrales de las formas de dominación quedarán intactos”, es decir, son más bien una crítica a las formas de dominación que la búsqueda de un cambio radical, pues desafiar la hegemonía es evaluado por los grupos subordinados como un error en las relaciones de poder establecidas (2004, p. 119). Para el caso, no se cuestiona que el grupo armado retenga y asesine a una persona, se cuestiona el proceder inadecuado sin una debida “investigación”.

A pesar de la persecución que vivieron los pobladores de Guamocó, aquellos que no se des plazaron optaron por permanecer en el territorio y trabajar por sus comunidades. Esta resistencia civil fue posible mediante el establecimiento de redes y apoyos con actores externos nacionales e internacionales que permitieron aunar esfuerzos para mantener y fortalecer procesos organizativos, a fin de lograr la visibilización de las violaciones a los derechos humanos. La estrategia usada por los líderes de las JAC para vencer el miedo consistió en romper el aislamiento de la región trayendo a ella organizaciones sociales externas que, al solidarizarse con los pobladores de Guamocó, hicieron pública la situación ante los organismos competentes. Paralelamente, rompieron el aislamiento en tre cada una de las veredas y conformaron AHERAMIGUA como organización de segundo nivel (las organizaciones de segundo nivel son aquellas que reunen organizaciones menores, en este caso, AHERAMIGUA reune las diferentes JAC de la región) y de carácter regional; al respecto uno de los líderes narró:

[…] Ya después se nos compone más en el 2006, cuando llegan aquí los Derechos Humanos (hace refe rencia a las organizaciones nacionales e internacionales de Derechos Humanos). Nosotros hicimos denuncias ante los Derechos Humanos con fotos, evidencias. Ya comienzan los presidentes [de JAC] a formar AHERAMIGUA, ya traen los Derechos Humanos internacionales también y ya pues ellos hacen una ob servación, se llevan todas las denuncias, como que la hicieron bastante grande, porque ellos ya enton ces hacen una reunión en Bagre, como unos talleres en Bagre y eso, ya se desmontan los paramilitares allá, las retenciones que tenían de la merca, de la comida (Poblador Palma Chica, 2015).

Los cambios en el contexto, como el desmonte de las bases paramilitares y el levantamiento de bloqueos económicos y alimentarios, fueron interpretados como productos de las denuncias rea lizadas y la organización comunitaria y no del proceso nacional de desmovilización de los grupos paramilitares. (Debe recordarse que las estructuras paramilitares organizadas en las Autodefensas Unidas de Colombia se desmovilizaron oficialmente tras un proceso de diálogo con el Gobierno Nacional entre los años 2006 y 2007).

En este escenario, se resalta activar la esperanza fue una emoción clave para generar identidad y solidaridad de grupo, así como dar sentido a las acciones que llevaron a cabo para mantenerse en su territorio, de ahí la importancia de resaltar los logros hasta entonces alcanzados por el colectivo (Gravante & Poma, 2018, p. 609), como se evidencia en el siguiente relato:

[…] el cambio en Guamocó no se da por la desmovilización, el cambio se da porque las comunidades se reúnen y empiezan a llamar directamente a los comandantes paramilitares, guerrilleros, los del ejército, todo el mundo y ya como a reunirse y a preguntar qué está pasando y a poner las cosas al frente, a darles soluciones a un problema. Pero no fue por desmovilización, fue por el trabajo que hace la comunidad, ya pierde el miedo, dispuesto a lo que fuera y enfrentar toda la problemática, a buscarle una solución (Líder Alto de las Brisas, 2015).

En este sentido, la JAC actúa como un canalizador de los sentimientos de miedo y zozobra, generando las condiciones para que la población de Guamocó se empodere y ejerza acciones de resistencia. De esta manera, los discursos y cuestionamientos al poder que venían gestándose de manera oculta en el encuentro cotidiano y solidario entre las víctimas de la violencia, permitió el fortalecimiento de organizaciones de base y viabilizaron la creación de AHERAMIGUA como organización regional que representa los intereses colectivos de los habitantes de Guamocó.

La Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó - AHERAMIGUA y la defensa del territorio.

Durante los años más difíciles para la comunidad, cuando los paramilitares ejercían un férreo control sobre el ingreso de alimentos a la región, surgió la Asociación de Hermandades Agroecológicas y mineras de Guamocó-AHERAMIGUA. Una organización de segundo nivel que agrupa a las JAC, comités de mineros, arrieros y barequeros, así como diversas organizaciones veredales de la región. Esta asociación se caracteriza por la heterogeneidad de sus miembros quienes tras el bloqueo económico y alimentario ejercido por los paramilitares, vieron la necesidad de que las organizaciones de base interlocutaran con organizaciones defensoras de derechos humanos y entidades del gobierno, de tal manera que se pudiera ejercer algún tipo de presión sobre el Estado para que garantizara el ejercicio de los derechos a los habitantes de Guamocó. Con AHERAMIGUA, en contravía a la guerra, se promovieron: la territorialización, permanencia y defensa del territorio; la subjetivación, fortalecimiento de la identidad minero-campesina; y la temporalización, gestión de la memoria. De esta manera, AHERAMIGUA busca reunir las diferentes expresiones religiosas presentes en Guamocó y promover el desarrollo de actividades productivas alternativas a la minería de oro, de manera que se fortalezca la identidad de los habitantes de la región y, por lo tanto, la defensa del territorio.

AHERAMIGUA mira que hay la posibilidad de conseguir elementos que trajeran beneficio a la agricul tura en la región, incluso no solo la agricultura, sino la ganadería, la piscicultura, la avicultura. En fin, para que el hombre no solo dependiera de la mina, sino que tuvieran su propio, digamos parte de la situación alimentaria fuera más viable, que se creara en la región, que se diera en la misma región los productos necesarios (Minero Altos de Ventarrón, Entrevista Individual, 2015).

Con ello, se afirma que los actores comunitarios rescatan el rol de la asociación en la lucha por la verdad y la justicia para los campesinos a quienes se les han vulnerado sus derechos y a su vez han sido estigmatizados. Su fortaleza se centra en la pedagogía social para el empoderamiento y la participación de los campesinos y mineros en la defensa de sus derechos desde un marco de la noviolencia. La confluencia de este grupo heterogéneo y fragmentado por los intereses individuales alrededor de las economías de la región, permite la consolidación comunitaria. Ciertamente es en la comunidad en donde:

[…] se llevan a cabo y encuentran el sustento aquellos juegos de lenguaje que constituyen una forma de vida, donde se define el repertorio de plausibles enunciados y acciones, donde se encuentran los recursos socioculturales con que las personas se enfrentan a la adversidad. Es allí igualmente donde se auto-constituye a través de una gramática social que regula las relaciones entre sus miembros, les asig na pertenencia y les brinda seguridad a través de acuerdos vividos; y es allí mismo donde, al desconocer el reconocimiento mínimo a ciertos miembros de la comunidad (Das, 2008, p.24).

Para el caso de Guamocó, este fortalecimiento comunitario conllevó la lucha por la dignidad humana de sus miembros y a su vez, se encargó del desarrollo de procesos de empoderamiento de los campesinos desde la cotidianidad. Para Ribeiro y Diniz (2016), “la resistencia cotidiana en gran medida está preocupada por las ganancias de hechos inmediatos” (p. 52), particularmente aquellos que refieren a la temporalización a partir de la gestión de la memoria en donde se esclarezca la ver dad de los hechos y se restablezca el buen nombre y la moral de las víctimas. Al respecto, un Minero de Altos de Ventarrón (2015) explica cómo está organización contribuye al proceso de empodera miento de las emociones de la comunidad, en un proceso de reivindicar su identidad, derechos, así como contribuir a la de estigmaticación:

[…] siempre han reconocido a los campesinos como guerrilleros en Colombia, entonces a raíz de eso, se organizan a través de Juntas de Acción Comunal, se tiene conocimiento, es donde se empieza la idea de formar una asociación regional para luchar en defensa de limpiar el buen nombre de las comunidades y que tuviera reconocimiento, no solo la región y las cabeceras municipales, sino el gobierno en sí, de que los campesinos de Guamocó no eran guerrilleros, no eran paramilitares, sino que eran gente cam pesina, civiles de bien, en la pobreza, la humildad y no estaban caracterizados con ninguno de estos grupos (Minero Altos de Ventarrón, 2015).

En Colombia la estigmatización de comunidades campesinas y mineras como guerrilleras ha conllevado a que muchos sientan vergüenza por su origen rural. En esa sentido, el trabajo de orga nizaciones sociales como AHERAMIGUA se centran en transformar esa vergüenza en orgullo de ser campesino, minero o poblador rural que enfrenta y resiste en su vida cotidiana las vicisitudes de la guerra. Asimismo, el trabajo de AHERAMIGUA busca fortalecer el vínculo con la región y posibili tar cambios en las condiciones de vida que enfrentan los pobladores de Guamocó. En ese sentido, puede afirmarse a partir de los planteamientos de Jasper (2013, pp. 53,54) que la reputación, el sen timiento de pertenencia a un grupo y la posibilidad de impactar el mundo han sido motivaciones de la organización comunitaria en Guamocó.

Aunado a lo anterior, las formas organizativas son apoyadas por agentes que buscan defen der los territorios mediante la resistencia pacífica. De esta manera, AHERAMIGUA surge a partir del acompañamiento realizado a las comunidades de la región por parte de la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (ACVC) y el Observatorio de Paz Internacional (IPO).

(El impulso y el acompañamiento a nuevas organizaciones campesinas ha sido una estrategia usada por la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (ACVC) para la creación de condiciones para la permanencia del campesinado en regiones afectadas por el conflicto armado. El caso de AHERAMIGUA es paradigmático).

Hacia finales de 2007, líderes de las JAC de Guamocó promueven la visita de integrantes de estas dos organizaciones sociales y después de un recorrido por algunas veredas de la región, se em pieza una campaña de denuncia antes las autoridades competentes y ante organismos internacionales sobre la situación de Derechos Humanos que enfrentaban para aquel entonces los habitantes de Guamocó.

En el 2007 se conformó la Asociación AHERAMIGUA con el apoyo de procesos como la ACVC y el IPO. AHERAMIGUA es una Asociación Regional que ha venido haciendo un trabajo como defensores en los Derechos Humanos y defensa del territorio […] de ahí en adelante pues se ha conformado mucho grupo de trabajo al pie de la Asociación AHERAMIGUA, la cual se ha visibilizado a nivel nacional e in ternacional y hemos continuado de igual manera luchando para que las comunidades salgan adelante (Líder Alto de las Brisas, 2015).

Después de las denuncias y como estrategia para romper el cerco que existía sobre la región, se realizó el “Encuentro humanitario de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó”, evento realizado en la vereda Los Tomates entre el 24 de marzo y el 1 de abril de 2007 y que contó con la par ticipación de aproximadamente 200 campesinos y mineros de la región. En este espacio se llevaron a cabo capacitaciones en Derechos Humanos, legislación minera, intercambio de experiencias orga nizativas y una brigada de salud. Adicionalmente, este encuentro contó con la participación de cerca de 50 delegados de diversas organizaciones sociales nacionales y extranjeras, que posteriormente visibilizaron la situación de las comunidades de la región (Prensa Rural, 2007). Acciones como esta fueron de gran apoyo a los procesos organizativos de la región, así como para la reconstrucción del tejido social y cultural. Líderes de la comunidad señalaron:

Comenzamos a recibir con la creación de AHERAMIGUA un impulso inmenso ¡uff!, porque comenza ron a venir comisiones de Derechos Humanos, a apoyarnos, a recibir información cuando se realizó el primer Encuentro Humanitario que lo organizó AHERAMIGUA en la vereda Los Tomates(…), vinieron muchos abogados de comisiones organizadas en Colombia a recibir información de los abusos que se habían cometido y hubo mucho impulso... (Poblador La Marizosa, 2015).

En concordancia con los planteamientos de Goodwin y Pfaf (2001) este Encuentro Humanitario puede ser catalogado como uno de los “mecanismos de estímulo” activados por AHERAMIGUA y las JAC para generar coraje y mitigar el miedo frente al riesgo, pues esta reunión masiva permitió por su tamaño que algunas personas superaran la sensación de aislamiento y proporcionó un sen tido de seguridad (Goodwin & Pfaff, 2001, p. 289). Igualmente, podría afirmarse que este encuentro permitió la identificación con el movimiento campesino y por la defesa de los derechos humanos y posibilitó estrechar vínculos entre los habitantes de la región.

Dadas las difíciles condiciones humanitarias en Guamocó, AHERAMIGUA ha centrado su tra bajo en la defensa de los derechos humanos, mediante la denuncia pública y jurídica de las acciones que en contra de la población civil emprenden los armados. Asesinatos, abusos de autoridad, des plazamientos forzados, entre otros, son denunciados por AHERAMIGUA ante las autoridades com petentes, organismos internacionales y organizaciones internacionales aliadas. Esto ha permitido que el campesinado se empodere y defienda sus derechos ante los diferentes actores armados. La solidaridad de organizaciones externas a la región y la creación de redes de apoyo con ellas, fueron estratégicas para vencer el miedo ante las posibles acciones violentas contra la población civil por parte de paramilitares y guerrillas.

[…] desde que AHERAMIGUA empezó a gestionar de todo, a ilustrar los campesinos, las Juntas de Acciones Comunales, es como se dice, ponerle el pecho a la problemática, se llama al que se tenga que llamar por ejemplo a un grupo armado, sin tener en cuenta cómo se llama y no dejar que atropellen al campesino, que ellos con su trabajo pero que respeten al campesino y lo dejen trabajar. (Líder Alto de las Brisas, 2015).

AHERAMIGUA como organización social no solo lleva a cabo su trabajo al interior de la región de Guamocó, sino hacia fuera de este, en interlocución con las administraciones municipales, las autoridades militares y los organismos nacionales e internacionales defensores de los derechos hu manos. Su trabajo se articula a redes y coaliciones nacionales de organizaciones defensoras de los derechos humanos, logrando de esta manera visibilizar la situación que viven los mineros y campe sinos en esta apartada región de Colombia. Paralelamente, AHERAMIGUA ha logrado convertirse en una alternativa de civilidad y resistencia en medio del conflicto, alternativas que hoy comienzan a ser reconocidas como importantes para la consolidación del proceso de paz en los territorios.

Conclusiones

El proceso de resistencia y defensa del territorio en Guamocó se caracteriza por ser un planteamiento político que se gesta mediante los discursos ocultos que son compartidos por los grupos subordinados, quienes a pesar de su heterogeneidad construyen un nosotros forjado en medio de la violencia y la opresión. Es entonces una defensa articulada de los intereses de poblaciones -como por ejemplo, continuar en el territorio y construir su proyecto de vida allí- que contaban con formas incipientes de organización y que resisten a los impactos del terror.

Desde Guamocó se cuestiona la naturalización de la violencia y se desarrollan diversos juegos del lenguaje que buscan penetrar los discursos para la defensa de los derechos a través de proyectos productivos, de infraestructura y equipamientos para la gestión de bienestar, cuestionando las formas de dominación. Para ello, es vital la conciencia sobre los recursos internos basados en la diversi dad cultural y heterogeneidad comunitaria, así como el rechazo a la homogenización, la promoción del diálogo en la diferencia y la búsqueda del consenso en el desarrollo de las actividades económicas, que forjan lazos de solidaridad, fortalecen el tejido social y comunitario, superando los intereses de desarrollo individual.

Para el caso, las Juntas de Acción Comunal que los armados buscaron debilitar como escenario de participación comunitaria y de decisión sobre el desarrollo territorial, continuaron su trabajo de representatividad legal y legítima de la población en medio de la subordinación y estigmatización. La represión que vivieron los pobladores de esta región los llevó a consolidar esfuerzos asociativos como AHERAMIGUA, organización que buscó reconstruir el tejido social y cultural de la comunidad a partir del reconocimiento de la diferencia e impulsó la defensa de los derechos de los pobladores y la resistencia civil no violenta frente a la desterritorialización impulsada por los actores armados.

La organización comunitaria y con ello, la resistencia, fue posible porque se venció el miedo a los violentos y se evitó la desesperanza a través de la solidaridad, la creación de alianzas con or ganizaciones sociales, los encuentros masivos, la gestión del sentimiento de injusticia, la creación de vínculos comunitarios y la transformación de la vergüenza de ser de la región en orgullo de ser campesino-minero. El trabajo desempeñado por AHERAMIGUA y las JAC evidencian la importancia de la gestión del miedo en contextos altamente represivos, en donde la vida está constantemente en riesgo y en los que tan solo la organización comunitaria permite enfrentar a los violentos.

La JAC y AHERAMIGUA son organizaciones que redireccionan las emociones de miedo y te mor hacia la esperanza y solidaridad, como mecanismos para generar una contracultura del conflicto armado. De esta manera, fue vital para la población civil de Guamocó, pues se constituyeron en una red de apoyo para el desarrollo de la vida cotidiana en una región con dificultades de acceso y con una presencia estatal limitada en la mayoría de las ocasiones a la acción armada de la Fuerza Pública. Ciertamente, la resistencia organizada demanda comprender el contexto de confrontación, las estrategias que se establecieron por parte del grupo oprimido para generar acciones colectivas noviolentas, el manejo emocional por parte de los líderes sociales, la generación de opciones pro ductivas para la región, las opciones de convivencia campesina que denotan el esfuerzo de las comunidades por autorregularse, la lucha por una territorialidad incluyente y por supuesto, las acciones de recuperación de la identidad cultural; elementos que fueron claves para comprender el trabajo de las JAC y de AHERAMIGUA.

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Entrevistas - Trabajo de Campo

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1El presente artículo es parte del proyecto de investigación Minería y conflicto armado. Reconstrucción de la memoria histórica de la región de Guamocó desde un enfoque de género. Colciencias-CNMH, UIS, Unipaz y Aheramigua, 2016.

Recibido: Noviembre de 2019; Revisado: Diciembre de 2019; Aprobado: Febrero de 2020

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