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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.21 no.1 Medellin Jan./June 2021  Epub Nov 01, 2021

https://doi.org/10.21500/16578031.4562 

Artículos derivados de investigación

Fortalezas para la socialización en habitantes de calle de la ciudad de Medellín i

Strengths for Socialization in Homeless People in the City of Medellin

Norman Darío Moreno-Carmona1 

Ricardo Alberto Andrade-Rodríguez2 

Andrés Burbano-Hernández3 

Soleil García-Pulgarín4 

David Villegas-García5 

1 Psicólogo, Magíster en Educación: Desarrollo Humano, Doctor en Investigación Psicológica. Profesor Titular en la Facultad de Psicología de la Universidad de San Buenaventura, Medellín. Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-8216-2569 Scholar: https://scholar.google.com/citations?user=Vi1iIrgAAAAJ&hl=es Scholar: Contacto: norman.moreno@usbmed.edu.co

2 Psicólogo, Magíster en Lingüística, Candidato a Doctor en Filosofía. Profesor Asociado en la Facultad de Psicología de la Universidad de San Buenaventura, Medellín. Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-6546-7432 Scholar: https://scholar.google.com/citations?user=_4rDHp4AAAAJ&hl=en Contacto: ricardo.andrade@usbmed.edu.co

3 Psicólogo. Con formación continua en psicología clínica y atención psicosocial. Psicólogo del programa Granja Somos Gente de la Fundación Salva Terra. Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2119-4580 Scholar: https://scholar.google.com/citations?view_op=new_profile&hl=es Contacto: asesorpsi@gmail.com

4 Psicóloga, Especialista en Psicología Organizacional, Formación Internacional en Terapia Sistémica. Psicóloga del programa Granja Somos Gente de la Fundación Salva Terra. Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0003-0062-0894Contacto: geminisor27@hotmail.com

5 Ingeniero Agrónomo con licenciatura en Ciencias Agrícolas de la Universidad EARTH, Guácimo Limón Costa Rica. Co-Fundador y Director Ejecutivo de la Fundación Salva Terra. Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-3063-0906 Scholar: https://scholar.google.es/citations?user=k_JSDCMAAAAJ&hl=es&oi=ao Contacto: davillegas@fundacionsalvaterra.org


Resumen

Este estudio busca comprender si una intervención desarrollada con habitantes de calle en Medellín, Colombia, favoreció el fortalecimiento de algunos activos de los participantes, relacionados con su resocialización, tomando como base la perspectiva del Desarrollo Positivo. Se realizó un estudio comprensivo mediante entrevistas semiestructuradas a tres personas que participaron de un programa de resocialización. Se indagó por la presencia de fortalezas internas y externas, por su socialización primaria y secundaria, su trayectoria en la calle, el proceso vivido en el programa y lo sucedido después de su egreso. Los resultados evidenciaron que el principal impulsor del cambio subjetivo y que llevó al no retorno a la calle fue la modificación de la relación consigo mismo.

Palabras clave: joven desfavorecido; psicología del desarrollo; ecología humana; socialización

Abstract

This study seeks to understand whether an intervention developed with homeless people in Medellin, Colombia, favored the strengthening of some of the participants’ assets, related to their resocialization, based on the perspective of Positive Development. A comprehensive study was conducted through semi-structured interviews with three people, who participated in a resocialization program. It was ascertained by the presence of internal and external strengths, for their primary and secondary socialization, their path on the street, the process lived in the program, and what happened to them after their leaving the program. The results showed that the main driver of subjective change and what made them not to return to the street was the modification of the relationship with themselves.

Keyword: Disadvantaged Young Man; Developmental Psychology; Human Ecology; and Socialization

Introducción

Para la creación del programa Granjas Somos Gente se identificó que el consumo de sustancias psicoactivas, la presencia de algunos trastornos mentales y la disfuncionalidad que esto le genera a las personas en condición de calle, requería de un modelo de atención interdisciplinario intensivo (Rementería, 2001) que, en coherencia con ello, planteara la modalidad cerrada. Además, se encontró que la población masculina más joven (entre 18 y 35 años) que presentaba menor deterioro y un tiempo inferior en calle tenían un pronóstico mayor de superar la condición, esto asociado a no tener como sustancia de impacto el bazuco y contar con redes de apoyo familiares o sociales operantes.

Luego de revisar experiencias internacionales y locales se construyó una propuesta sustentada en la Ecología Humana, que reconoce las actividades rurales como alternativas ocupacionales y a futuro laborales para la población, intencionando las posibilidades que brinda el internamiento en la granja y construyendo la reinserción social en la reconciliación consigo mismo, el entorno y la comunidad.

Todo parte del impacto que el programa Granja Somos Gente, operado por la Fundación Salva Terra, tuvo en los procesos de socialización de jóvenes habitantes de calle entre los años 2017 y 2018. Más de la mitad de los egresados del programa no han regresado a habitar la calle. Esto justifica la indagación por la manera en que dicho programa promovió el fortalecimiento de habilidades para la socialización en los habitantes de calle, con base en lo propuesto por el Desarrollo Positivo de los Jóvenes (PYD), en relación con la propuesta de Ecología Humana de la Fundación. Se buscó entender mejor los positivos resultados del programa.

El enfoque de Ecología Humana nace de la Bioética (Galiana, 2001)como una apuesta de enfrentar la vida, a pesar de las adversidades (Cely Galindo, y otros, 1998, Molina Ramírez, 2015). Se trata de que, a través del desarrollo de la autoconsciencia del ser humano, su hábitat también crezca en similar dignificación de sí mismo en hermanamiento con la naturaleza (Correa, 2009). La Ecología Humana es un conocimiento aplicable en función de mejorar la convivencia (Gamboa-Bernal, 2011), mediante un entrenamiento sistemático para recuperar la armonía con el medio ambiente, la ética y los deberes humanos (Baigorri, 1990).

La meta de la Ecología Humana es generar en los seres humanos un convencimiento de la posibilidad de poder vivir en autonomía, aprovechando sus potencialidades y mejorar la autoestima, autoabastecimiento, autorrealización y armonización. Además, se considera que el ser humano debe aprender a cuidar del entorno para poder tener éxito en el autocuidado.

En articulación con esta perspectiva está el Desarrollo Positivo de los Jóvenes (PYD), la cual surge del interés entre los teóricos del desarrollo por usar modelos dinámicos de la conducta humana y el desarrollo para entender la plasticidad de los procesos, la importancia de las relaciones entre los individuos y su mundo ecológico y las bases de la variación durante el desarrollo. Esta aproximación al estudio del desarrollo introdujo una visión más afirmativa de los jóvenes, considerándolos como recursos, más que como problemas para la sociedad (Lerner, y otros, 2005). Así, una de las metas iniciales del PYD fue identificar características que se asocien con las contribuciones positivas que los jóvenes pueden hacer en sus propias vidas, sus familias, su comunidad y y la sociedad en general.

Si bien la investigación en los jóvenes se ha enfocado tanto en aspectos positivos como negativos del desarrollo, es claro que la investigación en conductas negativas bajo el enfoque de riesgo y protección derivados de la psicopatología del desarrollo ha sido prominente (Cicchettti & Rogosch, 2002). El enfoque en aspectos positivos del desarrollo es más reciente.

El PYD adopta una perspectiva saludable y amplía del concepto de salud para incluir habilidades, conductas prosociales y competencias necesarias para tener éxito en el trabajo, la educación y la vida cívica. Va más allá de la erradicación del riesgo, buscando un bienestar integral (Lerner, y otros, 2005).

Las fortalezas son “relaciones clave, oportunidades, valores, habilidades y autopercepciones que ayudan a los jóvenes a limitar su involucramiento en conductas de riesgo, demostrar resiliencia ante la adversidad y ser productivos” (Moreno-Carmona, Andrade-Palos, & Betancourt-Ocampo, 2018, pág. 799).

Si el modelo del déficit está centrado en identificar los problemas y desajustes, el modelo del desarrollo positivo define las competencias que configuran un desarrollo saludable. Se asocia el concepto de recursos o activos para el desarrollo, que se refiere a los recursos personales, familiares, escolares o comunitarios que proporcionan el apoyo y las experiencias necesarios para la promoción del desarrollo positivo (Scales & Leffert, 1999).

La propuesta incluye un total de 40 fortalezas, 20 de ellas son externas y se refieren a características de la familia, la escuela o la comunidad en la que vive el joven, como la existencia de apoyo y límites, la seguridad, la presencia de modelos adultos positivos o la influencia positiva del grupo de iguales. Y otras 20 fortalezas son internas, es decir, son características psicológicas o comportamentales como, por ejemplo, una alta autoestima, la responsabilidad personal, las expectativas de futuro o la capacidad para tomar decisiones.

Cuando estos activos no están presentes será menos probable ese desarrollo positivo y serán más frecuentes los trastornos emocionales y comportamentales. En consecuencia, un joven tiene un desarrollo positivo si presenta interacciones saludables con los actores de su contexto. Es posible realizar intervenciones psicosociales que permitan crear un ajuste óptimo entre el joven y su entorno (Oliva, y otros, 2010), lo que al parecer pretende la experiencia de la Granja Somos Gente con una especie de acercamiento a la naturaleza y la vida, a través de las prácticas agropecuarias que el programa les ofrece.

En América Latina y particularmente en Colombia existen pocos estudios que se fundamenten en la perspectiva del PYD. Por ejemplo, Andrade Palos, Morales, Sánchez y González (2013) identificaron a través de grupos focales algunas fortalezas, personales, familiares y contextuales de estudiantes de bachillerato que no presentan conductas de riesgo. Con base en estos resultados, Andrade desarrolló un instrumento para evaluar las fortalezas internas y externas en adolescentes. La misma autora, junto con colegas mexicanos y colombianos analizaron el efecto de las fortalezas en las conductas de riesgo en adolescentes escolarizados de ambos países. De acuerdo con los resultados, los jóvenes que presentan un mayor número de fortalezas se involucran en un menor número de conductas de riesgo. (Andrade Palos, Betancourt Ocampo, Moreno Carmona, & Alvis Rizzo, 2017; Moreno Carmona & Alvis Rizzo, 2018; Moreno-Carmona, Andrade-Palos, & Betancourt-Ocampo, 2018).

De otro lado, Catalano, Berglund, Ryan, Lonczak y Hawkins (2004) realizaron una revisión sobre programas enfocados en la perspectiva del PYD. Los autores concluyeron que, en la mayoría de los programas revisados, se obtuvieron cambios positivos en el comportamiento de los jóvenes, incluyendo mejoras significativas en las habilidades interpersonales, la calidad de las relaciones con sus compañeros y adultos, habilidades de autocontrol, resolución de problemas, competencias cognitivas, autoeficacia, compromiso con la educación y logros académicos. Se reportaron mejoras importantes en la disminución de conductas problemáticas.

A pesar de que los autores detectaron un número importante de estrategias en los diferentes programas exitosos, las fortalezas que encontraron como más exitosas fueron: sociales, emocionales, conductuales, cognitivas y competencias morales, desarrollo de autoeficacia, comunicación más adecuada dentro del contexto familiar, normas claras de comportamiento dentro del contexto, vinculación saludable con adultos y compañeros, y oportunidades y reconocimiento para los jóvenes. Otro aspecto que señalan los autores es que una tercera parte de los programas exitosos revisados sólo se enfocan en abarcar un solo entorno, no obstante, dos terceras partes utilizan la combinación entre los entornos familiares, de la comunidad y la escuela.

Método

Se asumió un enfoque cualitativo, que buscaba explorar las fortalezas, partiendo del interés por captar la realidad desde la percepción de los jóvenes y desde su propio contexto (Strauss & Corbin, 2002). El diseño utilizado fue Estudio de Caso: el joven egresado del programa Granja Somos Gente.

Se definieron categorías basadas en los postulados del modelo del PYD desde su concepción de fortalezas externas: familia, escuela, pares, y que hace referencia a un clima afectuoso y seguro; vínculos positivos referido a las relaciones que los jóvenes establecen con adultos diferentes a los del hogar que se convierten en modelos positivos; oportunidades positivas definidas como los espacios de interacción que ofrecen las instituciones y que favorecen el desarrollo de competencias en el joven; y fortalezas internas: entendidas como las características psicológicas de los jóvenes como por ejemplo autoestima, resiliencia, responsabilidad personal, expectativas de futuro, capacidad para tomar decisiones (Oliva, y otros, 2011).

Siguiendo el procedimiento de la Teoría Fundada se realizaron dos entrevistas a profundidad con el primer informante, se codificaron en primer orden, posteriormente se utilizó el análisis para entrevistar un nuevo participante, con el cual se procedió del mismo modo. Se llegó a la saturación con el tercer participante.

Se realizó codificación axial y de segundo orden usando el el software Atlas Ti (v.7). Se generaron familias a partir de los códigos y se contrastaron para llegar a una categoría emergente, como una apuesta de comprensión del fenómeno.

Los participantes fueron previamente identificados por la Fundación Salva Terra y se les solicitó su consentimiento informado. Las entrevistas tenían como temáticas guías para la profundización: la profundización: la socialización primaria y secundaria, la experiencia en la calle, el proceso en la granja y la asunción de la vida luego del proceso de resocialización.

Resultados

El análisis de estas entrevistas a profundidad lleva a la propuesta de que el principal impulsor del cambio subjetivo fue la modificación de la relación consigo mismo. Son las experiencias del proceso en la Granja que lograron generar cambio en torno a este constructo las que mejor explican las lógicas psíquicas que llevaron a la salida de la calle de los participantes. Esta modificación se expresa en 5 registros concretos, a saber: 1) como experiencia límite que detona la búsqueda de ayuda, 2) a través de la compensación de la imagen desvalorizada de sí mismo 3) como motor de reparación de la forma de vinculación con los familiares y otros significativos, 4) como posibilidad de resignificación de la función subjetiva del dinero y de la droga como una deriva de esta y 5) como modulación del procesamiento de las emociones.

La modiflcación de la imagen de sí mismo como detonante de la demanda de ayuda

La vida en la calle está asociada con una representación notablemente desvalorizada de sí mismo, asociada al desecho, a lo perjudicial. Esa imagen de sí acompaña a los informantes a través de su ciclo vital y alcanza una dimensión importante en el tiempo en el que están habitando la calle. Pero, al mismo tiempo, constituye el motor que lleva a las decisiones relacionadas con el abandono de tal situación. Es justamente, a causa de una confrontación con tal imagen, que se toma la decisión de abandonar esa vida y también el consumo de drogas, asociado a ella. Del mismo modo, esta imagen de sí constituye uno de los aspectos de cambio más relevantes, según el material analizado. Por un lado, hay una confrontación con la imagen de sí que detona la búsqueda de ayuda y, por otro, hay una restitución de la relación especular consigo mismo que resulta del proceso en la Granja.

Dicha confrontación es una experiencia límite en la que el sujeto se ve a sí mismo en una condición que estima deplorable, de la que urge salir, justamente como una necesidad de cambiar la condición. Pero, lo que constituye lo límite en esa experiencia tiene al mismo tiempo la mediación de otra persona que significa. Se trata de una relación imaginaria, especular consigo mismo, a través de otro que enrostra el hecho de que no se puede ir más lejos en aquello que juzga deleznable, pero que, del mismo modo, hay una ruta para la modificación:

Un día yo dije: “bueno, a ver qué vamos a hacer, o sea: ¿nos vamos a volver un habitante de calle como tal, pa’yo quedarme aquí durmiendo en el Bronx? O voy a echar pa’lante”. (…) estaba cuidando unos carros y llegó un muchacho muy parecido a como yo me vestía en esa época, así todo ostentoso y todo eso, y me puse a conversar con el muchacho y él me decía: “pero vos te ves que sos un buen muchacho, porque hablás bien, te ves que sos inteligente, esto y lo otro”. Me regaló 20.000 mil pesos y me dijo: “vaya cómprese unos zapatos, que esos zapatos están muy feos”. Entonces yo pensé: “20.000 mil me alcanza pa’consumir y pa’la pieza”. Y cuando ya iba directico a eso, yo me acordé del muchacho, de verlo como estaba de bien. Yo dije: “¡no, yo también puedo!”. Me fui pa’La Minorista, me compré los zapatos. Me fui para la Casa Acogida ese día, ese jueves y le dije al profe: “profe acá estoy, soy todo de ustedes”. (Sujeto B)

Nótese que la persona que le regala los 20.000 pesos le recuerda la imagen en la que debería reconocerse. Por oposición, la situación en la que se encontraba en ese momento distaba de la condición en la que imaginó estaba esa persona y a la cual él tenía el imperativo de retornar. El informante tiene ante sí ambas posibilidades, pero se percata de estar en un momento de su vida en el que la imagen de sí se confronta con la de la persona que encarna el ideal.

He aquí el testimonio de otro informante que muestra esta confrontación. Debido a una lesión en un tobillo y, para poder acceder a los servicios de salud, solicita a su madre que le lleve la cédula de ciudadanía a un lugar del centro de la ciudad:

Cuando yo me fui de mi casa, yo había salido robustico, lindo. Cuando llegué a la calle prácticamente me volví todo un degenerado, un bochornoso ahí. Y se bajó mi mamá del bus, yo estaba sentado ahí, y ella me pasó por el lado y no me reconoció. A mí se me hizo raro; ¡no, no conoció al hijo! Me fui detrás de ella.

(…) Ella pasó con su sonrisa radiante, pero en el momento que yo me paro y me voy caminando detrás de ella y le digo: “¡ave maría, mamacita, como está de hermosa!

¿me va a regalar su número de teléfono?, ella se voltea y yo veo cómo cambia… ¡Cómo cambia ese momento de felicidad en tristeza!

Esa fue la abierta de Dios de mis ojos (…), pero el vicio, la droga no lo deja ver, lo ciega. Y ese día me sentí que yo no valía nada. Ese día yo me sentí que mi madre, que es lo más valioso de este mundo, que yo la estaba haciendo sufrir. (…) yo quiero que mi mamá se sienta orgullosa de su hijo”. (Sujeto C)

De una condición en la casa, en la que se encontraba “robusto y lindo”, el informante pasó a identificarse como un “degenerado”, al cual ni siquiera su madre puede reconocer. El hecho de que su condición actual impida que su madre lo reconozca y además le transforme su rostro de felicidad -de nuevo hay una condición ideal que se ha perdidoocasiona la necesidad de cambio. Es la confrontación con una imagen de sí que al mismo tiempo parece estar al borde de la autodestrucción con la posibilidad de restitución, que en el primer caso era de forma de vestir y en este es de felicidad de la madre. La imagen de sí, su degradación al máximo, encontrarse en una condición en la que nunca se creyó posible estar y de la cual parece imposible caer más es, pues, el gatillo que genera la intención de cambio: el sujeto logra evaluar su propia condición gracias a la relación especular con un semejante que le sirve de referente de comparación, ya por la vía de un ideal, ya por la de algo que se ha perdido.

La modiflcación de la relación consigo mismo a través de la compensación de la imagen desvalorizada de sí mismo

La condición de habitante de calle está relacionada con una imagen notablemente desvalorizada de sí mismo; una suerte de percepción de sí como una persona incapaz o al margen del círculo social o moral que se considera ideal. Así que la relación consigo que detona la búsqueda de opciones de ayuda está soportada sobre una autoevaluación negativa del sujeto:

Los compañeros eran personas que…, pues también había la gordita, el flaquito, pero yo me sentía el patito feo, pues, del colegio; y a veces algunos me lo hacían sentir, me lo reafirmaban, por así decirlo, pero complicado. Entonces eso hizo que yo siempre estuviera muy alejado de todo, si en el colegio había una kermés no iba, si en el colegio había un paseo a Yanacona, qué sé yo, no iba, me quedaba encerrado en mi casa. (Sujeto B)

Es como si hubiera una condición personal de radical desventaja respecto de los otros y tal condición lleva de modo necesario a un aislamiento social que genera un monto importante de sufrimiento. O también se puede estar fuera del lazo social a causa del comportamiento, que se puede percibir como radicalmente opuesto al de los otros, más adecuados:

Yo sí estudiaba, lo que pasa, señor, era que yo… yo fui muy bueno para el estudio, pero lo que a mí lo que me mataba era la disciplina. A mí me… me sacaron prácticamente de dos colegios, porque a mí ninguna persona me podía aguantar charla… yo era de decir, por decir, una… una persona con la mano pesada, y eso…

(…) Era un “pelado” desorganizadito, al que le gustaba hacer dañitos “digámoslo” así por decir. (Sujeto C)

Si bien está el reconocimiento de una fortaleza: “fui muy bueno para el estudio”, se sigue presentando el elemento disruptivo y desventajoso que lo ubica en una posición de desventaja frente a los otros; en este caso son los calificativos de “tener la mano pesada”, “ser desorganizadito” o que “le gustaba hacer dañitos”. Son formas de denominar aquello que, como condición de sí mismo, lo privó de la oportunidad de estudiar. Pero, no es sólo una representación negativa a causa de su comportamiento en el entorno académico, en el contexto del hogar también una representación de sí como un ser negativo, diferente a los otros justamente por aquello que resultará reprochable y asociada al comportamiento que detona tanto el consumo de drogas como la vida en la calle:

…yo en mi casa fui el pelao manilargo, ¿si me entiende?, la ovejita negra… (Sujeto C)

Justamente, uno de los aspectos que se transformaron más directamente a lo largo del proceso en La Granja fue esta representación de sí. Podría decirse que la interacción con los profesionales y los demás miembros del equipo, y particularmente el trabajo agropecuario, permitieron una suerte de restitución o de compensación de la imagen de sí, una resolución del déficit en la imagen personal, que posibilita resignificar el lugar en el lazo social.

Así, la mirada del semejante es como un escenario que en el fondo hace las veces de validador de tal restitución y el otro significativo enrostra, por la vía de la confrontación imaginaria, la condición actual y la de un posible futuro, si se toma una decisión. Es una restitución imaginaria que, una vez realizada, hace que el sujeto se aproxime a una imagen de sí valorizada positivamente. El proceso de atención vivido en las Granjas permitió por varios caminos las experiencias para revertir esa condición y, de un modo u otro, replica las situaciones límite de confrontación con la imagen de sí, ahora desde una restitución de la condición subjetiva de dignidad, por oposición al desecho:

La conexión de un nadie, de una persona que tiene un sinnúmero de problemas y de adversidades, y… de… cosas negativas adentro, con la tierra, es maravillosa; si se sabe aprovechar es maravillosa. Porque es el espacio donde usted como que descarga lo negativo, donde que, si usted está dando el picazo y está metiendo la plantica ahí, la está sembrando, entonces usted después ve que la plantica floreció, usted se da cuenta de que tiene cosas positivas, que tiene cosas que hacer, que lo suyo también puede ser construir. (…) si usted siembra una planta, florece, o sea, usted también tiene esas capacidades y uno descarga en la tierra todo ese tipo de emociones negativas. Yo descubrí en una monitoría, alimentando los camuritos, que el problema mío no era la droga, que el problema mío era que yo me acumulaba de un montón de sensaciones y emociones negativas y eso era lo que me deprimía y me llevaba a consumir. (Sujeto B)

La experiencia agropecuaria, el hecho de que el usuario del programa pueda verse a sí mismo logrando el crecimiento de una planta o alimentando un ser vivo (como el “camurito”), genera una experiencia de restitución que modifica de manera directa la imagen de sí mismo como desecho, como ser perjudicial. El contacto con la tierra, además de ser un escenario de transformación emocional, como se verá posteriormente, también lo es de transformación de la imagen de sí. Esto supone una potenciación de fortalezas internas, como la autoeficacia y la valoración positiva del sí mismo, elementos cuyas condiciones vitales habrían conducido a una percepción completamente opuesta. En el siguiente testimonio, es justamente el sentirse reconocido, a propósito de ser escuchado en sus sugerencias para mejorar el proceso agropecuario, la experiencia que se resalta en este sentido:

…. Pero yo tenía muchas ideas, sí, yo era más de ideas. Por ejemplo, allá las “camas” eran muy chiquitas, y no cabía casi. Entonces yo vi por allá unas cosas de pasta, que “con esto las podemos anchar”. Entonces yo empecé con mi idea toda loca, porque yo les digo “ideas locas” y un día me levanté como a las seis de la mañana y me subí, y le dije yo al agrónomo: “Parce ¿sabe qué? vamos a anchar esas camas”; que no, que eso se daña, que no. Y yo le insistía: “parce, vamos a ensayar”. y el man que no, que ya muchas veces nos han dado esas ideas y no la hemos hecho. “Pero ¡vamos a hacerlas!” Y a lo último tooooda la finca, todo eso terminó así, anchando las camas con maderas (…) ¡Noooo, eso fue una idea! y eso me daba más y más motivación.

(…) Allá hay un corral, había un corral grande, y los cabros y las chivas las mantenían encerraditas, entonces, por ejemplo, yo por la mañana iba a las seis de la mañana sacaba unos y los metía en el corral grande, después al medio día los entraba y metía a los otros, así empecé, entonces ya, el mismo Leo (el agrónomo) empezó hacer esto con todos los usuarios que subían. (Sujeto A)

En este caso, se trata del reconocimiento de las aptitudes lo que detona una modificación de la imagen de sí. En el contexto agropecuario de la Granja, este sujeto se da cuenta de que no se le da tan bien el trabajo como tal; participa, pero no es aquello que lo transforma. Sin embargo, darse cuenta de que tiene la capacidad para impactar positivamente el proceso, y que además el agrónomo cuenta con la flexibilidad para incorporar sus ideas, se transforma en un causante de motivación que incluso facilita su avance en el programa. De nuevo, hay un tránsito de una imagen desfavorable de sí a otra en la que se es capaz y que logra un modo alternativo de reconocimiento. Es una restitución triangular en la cual el sujeto está en un vértice, la imagen de sí en otro y el semejante en otro. No se puede dar tal reparación sin otro que valide la modificación de la relación especular consigo mismo. En el lugar de ese otro están los profesionales y el staff general de la Granja, pero, una vez terminado el proceso, también la comunidad circundante.

Luego de ese proceso de restitución imaginaria, la persona que otrora habitara la calle está en condiciones de verse diferente y de recibir otro modo de reconocimiento por parte del otro:

Yo fui una persona muy arrogante, usted me miraba a mí, y yo era serio, rayado de mi cara, de todo. Incluso, cuando yo ya me miro en los espejos es normal ver mi sonrisa, cuestión de que yo primero cuando me miraba en el espejo y… ¡ah vos no valés nada, vos si en esta vida viniste fue a sufrir, viniste sino a padecer. Pues, a muchas cosas, uno se trata de hasta de hp, gono… de muchas cosas. (Sujeto A)

La modiflcación de la relación consigo mismo como motor de la reparación de la forma de vinculación con los familiares y otros signiflcativos

Lógicamente, habitar la calle implica una ruptura radical con el entorno familiar. Esa ruptura está determinada por relaciones precarias con los otros significativos, generalmente a raíz de comportamientos que en su momento resultaron lesivos o traumáticos. El entorno familiar deviene “expulsivo” a causa de formas de crianza basadas en el maltrato, el abandono y prácticas de cuidado poco efectivas durante la infancia:

Me ve fumándome un cigarrillo, me siente el tufo a cigarrillo y me dice: “ve, ¿ya estas fumando? Y le dije: ¿qué tiene eso má?, sí me fumé un cigarrillo ¿no puedo? Y dizque:

¡cómo se le ocurre, mijo vea! Y le dije ¡ay no!, no, no, no, no me diga nada, que usted no ha hecho nada por mí. (Sujeto A)

(…) Yo soy uno de esos hijos que no sé. No he podido superar esos gritos, esas pelas, esos… esos momentos ¿si me entiende? como que, eso uno no lo olvida, porque eso no eran pelas normales pa’ un niño (llora) ¡eso que eran pelas de sacada de sangre! (Sujeto C)

(…) Esos primeros cuatro años fueron unos años muy difíciles. (…) lo más importante de esa época, fue que sufrí mucho, porque me dejaron con una familia, con mi familia y no me querían mucho, por así decirlo. Entonces, por allá una tía me quemó con una olla de mazamorra, me la echó en un bracito, recuerdo. (Sujeto B)

Como es obvio, el estado emocional resultante es el de resentimiento. Como consecuencia, hay aislamiento familiar y también social; la soledad es una experiencia que está en el trasfondo de la vida en la calle, pues, aunque se esté rodeado de personas, lo común es que incluso lo vínculos amistosos resalten por su limitación y su pobreza afectiva.

Ahora bien, según puede interpretarse en la información recolectada, en la medida en que la relación consigo mismo se va modulando, una de las consecuencias es que el procesamiento emocional respecto de los otros también tiene un cambio importante y, por ende, la posición subjetiva para relacionarse con otros. Generalmente, hay una moderación del resentimiento, que le abre la puerta a la experimentación de otras emociones, incluso sentimientos de tolerancia o comprensión de las situaciones que llevaron a los comportamientos otrora reprochados:

Jamás me imaginé que las personas tuvieran ese valor tan importante y ahí lo empecé a descubrir, en ese encierro, en ese medio. Cuando me encontré con ellos, ahí comencé a entender por qué el otro es tan importante para mí y empecé a valorar más las personas y a respetarlas más, y a entender que ellos piensan diferente a mí, eso no los hace malos. (Sujeto B)

De hecho, la posibilidad de percibirse diferentes, en la medida en la que la imagen de sí empieza a aproximarse a una forma más cercana a lo que juzgan como adecuado, permite una experiencia vincular reparadora, cuyo resultado afianza el proceso. Así como sucedía en torno a la reparación de la imagen de sí, la experiencia vincular reparada es garante fundamental de la condición de persona con una forma diferente de vida y como resignificación de tales conductas, otrora percibidas bajo el cariz del resentimiento:

Mi mamá es una que me dice: “mijo, usted es el que me hace… es la persona que me hace más feliz, porque yo por usted ya no tengo un dolor de cabeza…, yo por usted ya no estoy pensando ¿dónde estará?... ¿será que ya comió?... lo que habrá hecho... ¿será que me lo mataron? Yo por usted ya no pienso en nada de eso; entonces por usted yo me siento la mujer más tranquila del mundo. (Sujeto A)

Yo aprendí que las cosas se ganan; yo, a pesar de lo atravesado, pero yo nunca le he robado… así, que literalmente que ir y coger a alguien de quieto, no. Pero, sí he hecho muchas cosas distintas, entonces siempre ha habido como ese ejemplo ¿sí me entendés? Como, “vos sabés que yo no te lo enseñé, pero vos lo cogiste, porque te dio la gana”

… y esas cosas así. No yo a mi mamá yo la amo. (…) yo no tengo nada que perdonarle a ella. No, ¿sí me entiende? Yo ya me perdoné por mi actitud y mi comportamiento con ella. Porque, independientemente de lo que haya sido, yo era el que la rechazaba. (Sujeto C)

Esa forma de percepción alternativa de lo ocurrido durante la infancia viene necesariamente precedida de una transformación emocional, tal como se indicó anteriormente. Esto es, en la medida en la que el sujeto es capaz de leer sus emociones y de interpretarlas, en un acto metacognitivo, es posible que los vínculos con los demás tengan la moderación a la que se ha venido haciendo referencia. El proceso de acompañamiento en La Granja facilitó ese proceso de lectura de sí mismo en la medida en la que los profesionales se transformaron en pares capaces de devolver el proceso emocional a través de un relacionamiento directo con el usuario:

Ese profesor decía que nosotros, los viciosos, demostrábamos mucha rudeza, pero nosotros por dentro somos unos “Jordanos”, que esa es la sensibilidad, que nosotros, que a nosotros nos lleva a ser rudos e inconscientes. Y descubrí ese Jordancito, sino que, a ese Jordancito, ya no le importa nada del qué dirán ¿sí me entiende? Vivo mi vida y mi vida la vivo para hacer feliz a mi mamá. Esa es mi única vida; también sé que yo conoceré mi otra vida, cuándo nazca mi hijo o mi hija, no sé qué me tendrá preparado el destino. Pero yo quiero que, en ese momento, yo sea una influencia muy buena para mis hijos. (Sujeto C)

Y esa mediación emocional, modulada por el proceso de resocialización se revierte, en efecto, en un estilo vincular que cambia y que permite interacciones que en otro momento de la vida hubieran resultado diferentes:

Ha pasado, a veces, estamos conversando y él me dice cosas al respecto (el papá en relación con la quiebra de la discoteca) o me dice cosas que en otro momento de la vida yo no le hubiese respondido como tan cortésmente, como le respondo ahora. (…) Él me apoyó para la compra de la moto, me ayudó… con una parte de dinero. Siento que lo busqué como por ese interés, o de pronto por ese interés no, él se ofreció y yo le tomé la... Yo en estos momentos lo que estoy haciendo, lo estoy haciendo por mí… quiero hacerlo para ayudar mi entorno, ayudar las personas con esta problemática. Mi papá es un gran ser humano, es un papá… como es, y yo aprendí a aceptarlo como es, entonces en momentos no podemos estar juntos, porque él está allá y yo estoy acá, pero todos los días pienso que sueño con que algún día me vea con el título como psicólogo y se sienta orgulloso. Y diga ¡eh… este berraco le dio y le dio hasta que pudo! (Sujeto B)

La modiflcación de la relación consigo mismo como posibilidad de resigniflcar la función subjetiva del dinero y de la droga, como una deriva de ella

Como una emergencia del proceso de análisis apareció un hecho que resulta relevante y que puede ser objeto de ulteriores investigaciones. Se encontró que el consumo de drogas en los informantes se relaciona con un modo particular de relación con el dinero. El dinero, muy tempranamente, se transformó en el mediador por excelencia de las relaciones familiares y también de su valor frente a los suyos.

En un entorno vincular en el que la afectividad estaba siempre en el trasfondo de la carencia y de la imagen personal desvalorizada, el dinero emerge como una forma de tasar las relaciones, el sí mismo y el propio valor de la vida familiar. A ello se va a asociar no solamente el modo de transacción de los vínculos, sino también de la vida emocional a ella asociada y, al mismo tiempo, de la valía de sí en un contexto en el cual el dinero no es un modo de resolución de las necesidades, sino una necesidad en sí mismo:

En mi casa…conmigo se utilizó un modelo que era compensatorio; yo siempre lo llamo así, porque era tratar de equiparar las cargas, de que, si no le doy esto, con dinero le doy esto. Entonces, por ejemplo, eh... si un lunes, eh, yo tenía que irme a estudiar a las 11:30 y no había almuerzo, entonces tome 20 mil pesos para que se coma lo que quiera en el colegio, ¡y 20 mil en aquella época era un dineral para uno de “pelao”! Entonces, trataban de compensar, vivir compensando todo el tiempo, digo, carencias afectivas.

También el trabajo infantil, como necesidad de aportar desde edades muy tempranas al hogar, aparece como un condicionador importante de las relaciones interpersonales con los familiares. Además, aparece relacionado con elementos riesgosos, como el pasar un monto de tiempo muy elevado en la calle. El siguiente informante, además, descubrió que el dinero facilitaba una conducta que lo acompañó toda la infancia y que él mismo asocia con sus comportamientos adictivos posteriores. En este momento de su vida, tenía 6 o 7 años:

Sí, yo trabajaba en el centro vendiendo, pues, los dulces, y yo le colaboraba a mi mamá. Pero entonces también me quedaba jugando maquinitas. Entonces siempre fue como esa atracción por las máquinas, independientemente de que si me daban plata o no. (Sujeto A)

Y es un comportamiento que incluso media la relación con la sociedad, en un sentido más amplio, pues una vez la infancia ha devenido un medio para conseguir dinero, esta forma de relación con los otros parece devenir especialmente relevante en la vida en la calle:

Allá nos metieron a estudiar, y todos los días por la mañana nos íbamos a pie, nos íbamos una tanda pal colegio, y así mismo nos veníamos. Pero, entonces, yo nunca me venía con ellos, yo me venía solo y me venía por otro lado, pero, yo me venía pidiendo, yo me venía pidiendo plata, pa’l otro día tener que llevar al colegio y gastar, porque obviamente cuando ingresábamos al internado no podíamos ingresar con plata, porque ¿ustedes de dónde sacaron esa plata? Entonces yo la enterraba. Yo, antes de llegar al internado, ahí en la esquina donde estaba el árbol que quedaba el ancianato, ahí en ese árbol yo le hacía un huequito y ahí miraba pa’todos lados y ahí metía la plata. (Sujeto A)

Aunque, en ese momento de su vida está en un internado en el que tiene sus necesidades básicas resueltas y ya nadie le pide que “colabore”, él sigue valiéndose de diferentes estrategias para conseguir dinero. Así, si bien en principio el dinero aparece como una necesidad, finalmente cobra valor a través de una significación diversa en la economía motivacional y se convierte en una forma de conseguir otro tipo de experiencias.

El análisis reveló que, en esa economía, la droga entra a jugar un papel importante, pues, se comporta como un artefacto, como un objeto de consumo que se compra con dinero y por eso forma parte de las ofertas del mercado y dentro de ellas promete experiencias que cumplirán funciones diversas, en estrecha relación con la lógica motivacional, relacional y subjetiva del consumidor.

Por ejemplo, uno de los informantes, el mismo que refería como compensación de la ausencia afectiva el acceso al dinero, manifiesta en la entrevista que le costó mucho relacionarse con compañeros de la misma edad, pues se sentía inferior. Se califica, antes de iniciar el consumo de droga, como una persona introvertida. Pero, una vez logra administrar una discoteca, propiedad de su papá, el dinero le permite “comprar” otro estilo de socialización y la droga jugará un papel importante en ese contexto:

Bueno ese Luis dejó aflorar otro Luis, otro Luis que eh... no lo conocía hasta ese momento. Dejó aflorar un Luis más dispuesto, un Luis que no le tenía miedo ya a consumir drogas, no le tenía miedo a salir a un concierto y gritar hasta quedarse sin voz. Ese fue un Luis que afloró cuando tuvo eso. Pero yo creo que eso me lo dio como ese exceso de poder, en tanta ignorancia que tenía, porque tampoco nunca me preparé ni emocional ni psicológicamente, ni estudié para hacerlo. Entonces era sino ir y ganar plata y cómo me la gasto. (Sujeto B)

Vale anotar que, en el relato, se cambió el nombre del participante para salvaguardar su identidad.

En efecto, hay una gran diferencia en el modo en el que se relacionan ahora, luego de su proceso en La Granja, con sus habilidades y el mundo laboral, una vez han dejado el consumo de drogas y la vida en la calle:

Yo no aproveché el colegio. Pero, siempre va a haber algo para uno aprender en la vida (...) más que todo si uno abre su mentalidad. En cambio, si uno está como en el tiempo mío, cuando fui vicioso. que ¡ah, vamos a buscar trabajo! Pero no es lo mismo, si no que uno lo ve como aggggh, como, como una bonificación hacia que debo hacer algo para poder conseguir mi vicio. (Sujeto C)

La droga se convierte en un objeto de consumo que absorbe progresivamente todos los esfuerzos económicos del adicto y, en esa lógica, introduce un uso del tiempo, de las habilidades, de los conocimientos. Se transforma en la necesidad por excelencia, una más urgente que la comida o el vestido. Ese circuito se instala justamente porque el dinero tiene una función subjetiva de mediación vincular, emocional y afectiva, y la droga se inserta en esa gramática.

Y la experiencia de La Granja altera ese circuito. Propone un sistema económico basado en la valorización del sí mismo y el aprovechamiento de las fortalezas internas del usuario. Como resultado del proceso, la vida laboral se dibuja en ese mismo trasfondo: no se intercambia fuerza laboral de cualquier tipo para conseguir un dinero que se evaporará al ritmo del ciclo de consumo de la sustancia, sino habilidades valorizadas, relacionadas con la lógica de sí mismo que el usuario ha descubierto en su proceso de reflexión e introspección.

Como consecuencia, el flujo de dinero se retiene por más tiempo en el entorno vital; significa acceso a otras experiencias que anteriormente no resultaban significativas. Se amplían, por tanto, las dimensiones del uso del dinero. Una vez la droga deja de ser el objeto privilegiado de consumo “compite” en la motivación con otros objetos redescubiertos, investidos de una importancia renovada, debido justamente a la modificación del modo en el que el sujeto se relaciona consigo mismo:

Sembré lechuga crespa, yo le quitaba la maleza, ¡yo mantenía esa cama full! Y eso me dio unas cooosas, así profe (indica con ambas manos el tamaño de las lechugas) Yo le dije: “Leo, regáleme una lechuga”. Hice una ensalada y me la comí. Fue como lo más, lo más… agradable que sentí. (Sujeto A)

(…) Entonces, empecé a manejar el dinero. Y lo primero que me compré fueron unos “Apolo”, no, unos “Pegasos”, unos Nike “Pegasos”. No… ¿sabe qué? más contento que un berraco. En dos fines de semana me compré esos zapatos. Y entonces ya empecé a pensar en mis hijos, empecé a pensar que ellos necesitaban pa’los pasajes, para ir y todo; entonces empecé que cada ocho días que salía, empecé a reunir. (Sujeto A)

Yo estaba acostumbrado a que en una semana me ganaba un millón, millón y medio, dos millones de pesos… Pero, yo con la plata que me gano ahora… me rinde más; me rinde más precisamente porque ya no consumo, porque ya no juego máquinas (…)Yo me siento muy bien con lo que gano… como estoy… me siento tranquilo. (Sujeto A)

Y en el siguiente fragmento, otro informante da claras noticias de la reconfiguración de su relación consigo mismo como precursora del replanteamiento de la función que el dinero cumple en su subjetividad:

Yo hoy en día valoro si llueve, si no llueve; disfruto cada momento, que no lo sabía. Yo hoy en día he… aprendí lo que era tener la capacidad de tener unos zapatos de 500.000 o 600.000 pesos y andar con ellos rotos. Entonces, yo hoy en día, no, ya no soy tan apegado a lo material, como era antes. Ya hoy en día a mí me da lo mismo si tengo celular, o si no lo tengo, si esta bonito o no. (…) descubrí que yo puedo estar conmigo mismo, o sea, porque yo pensaba que el problema mío era porque estaba solo: no tenía familia, porque no tenía hermanos, porque no tenía pareja, porque no casaba con nadie. No, yo descubrí en esa simplicidad, que estar conmigo mismo, conocerme (…) descubrí que estar conmigo, con el perdón suyo es una ch…, es una bacanería, o sea ya no me da miedo. (Sujeto B)

La modiflcación de la relación consigo mismo como precursora de la modulación en el procesamiento emocional

Como última forma de expresión de la relación consigo mismo, el análisis mostró que permite, de modo análogo, una transformación importante a nivel del procesamiento emocional.

Los informantes coinciden en que la situación emocional durante la adicción a las drogas y la vida en situación de calle es cercana al remordimiento, vergüenza, tristeza, ansiedad, miedo. Es en esa situación emocional en la que la droga parece cumplir un papel relevante, como una suerte de anestésico emocional, cuyo efecto es tan necesario e impostergable como para generar la relación con el dinero y la producción económica de la que se habló anteriormente. Es de entender, entonces, que sólo cuando se ha transformado el modo en el que el sujeto procesa la vida emocional, pueda hacerse un uso diferente del consumo de sustancias y consecuentemente sea posible suspender la habitación de la calle:

El efecto de la droga es el que a uno le causa... esa inseguridad. Porque cuando tú dejas de consumir, tú ahí mismo empiezas a sentir otra vez esa desolación, tristeza, rabias, pensamientos que usted los ve, de una u otra forma, que le están causando mentalmente trastornos interiorment. (Sujeto C).

Tanto el trabajo con los profesionales y el equipo de La Granja como el mismo trabajo agropecuario tienen un efecto directo a ese nivel. Una vez el sujeto se posiciona frente a sí mismo como capaz de comprender la dinámica emocional, está en condiciones para tolerar emociones que otrora le generarían un estado insoportable y un consecuente consumo de drogas. Puede afirmarse que hay un efecto metacognitivo que permite la anticipación a tales estados emocionales y, con esa base, a tomar acciones para el procesamiento emocional:

Cuando yo estaba en la granja recibiendo la terapia de la psicología, yo notaba que mi profesor era muy tranquilo, era muy como el entorno, era muy… ah… pasivo, nada lo perturbaba; era muy eficaz con lo que decía. Entonces, yo comienzo a descubrir que eso viene del trabajo interior de uno como persona. Porque es que hoy en día nos preocupamos por el afuera y no por el adentro. (Sujeto B)

Al descubrir la naturaleza de su procesamiento emocional y la relación que esta tiene con el consumo de alcohol, uno de los participantes logra expresar el modo en el que ha resuelto la situación, ahora que ha terminado su proceso:

Y por eso hoy en día soy abstemio; no me tomo una gota de licor, no me gusta. porque sé que desde ahí se empiezan a desencadenar un montón de emociones negativas. Porque ahí me trae recuerdos de la niñez. O sea, me empieza a avivar ese tipo de cosas, y yo como que ya eso en estos momentos de mi vida he tratado como de dejarlo atrás y de olvidarlo, y de perdonar con amor. (Sujeto B)

En efecto, se instala otra forma de tramitar las emociones, tomar acciones que anteriormente hubieran estado por fuera del control metacognitivo del sujeto. En el siguiente fragmento se evidencia una nueva posición de vigilancia frente al estado emocional, producto del proceso, así como una forma diferente de tramitar los conflictos, en este caso amorosos:

Que haya ansiedades ¡sí! Que haya ansiedades sí, porque obviamente uno está en un entorno del Centro (de la ciudad). Por ejemplo, hubo una dificultad, hubo una dificultad cuando me vi con mi compañera… (…) Pero, entonces, en el momento lo he tomado muy bien. Yo me separé de mi señora. Yo me separé de mi señora por circunstancias y por situaciones, pero no me he sentido que “¡ay, que es que me voy a morir!, ¡que es que me voy a ir a consumir pa’ estar tranquilo!” (Sujeto A)

Y aquí, el efecto de una intervención interdisciplinaria en el proceso, que generó gran molestia en el usuario, finalmente le permite dar cuenta del modo en el que la cualificación de su capacidad de control inhibitorio le permite un procesamiento emocional que no parecía estar instalado en su estilo de vida anterior. La intervención consistió en suspender por unos días su proceso en La Granja, lo cual resultó especialmente frustrante. Nótese el reconocimiento que hace el sujeto de su estilo de afrontamiento de las situaciones y de la forma en la que resuelve el evidente conflicto intrapsíquico:

Yo salgo y yo voy bajando… cuando voy bajando empieza mi cabeza a poner todo en su lugar. Porque yo soy una persona que, yo en el momento yo me estallo ¿sí? Y en el momento puede que no entienda, pero de ahí empiezo a resumir todo… y empiezo a sacar lo positivo de las cosas. (…) entonces mi inconsciente ahí mismo llega y me dice: “¡quihubo! ¿a usted qué le pasa? ¿es que eso fue todo lo que le enseñaron en la Granja? ¿o sea, que a todo el que mandan a resolver se tiene que ir es a consumir?... ¡qué le pasa! ¿eso es lo que va a hacer usted? ¿va a tirar su proceso a la basura pa´dale el gusto a otros? ¿y vean que usted también era un bobo como todos ellos? ¡No papá! ¡párese duro!”. (Sujeto A)

El resultado, por tanto, es una condición emocional diferente, que el usuario reconoce como novedosa y que diferencia de modo claro con la que presentaba durante su vida anterior al proceso. Una forma de relación consigo mismo que tiene efectos evidentes a nivel del autocuidado. Por ello, tal como se ha insistido, en el trasfondo de lo que se trata es de una relación de subjetivación en la que los usuarios logran relacionarse consigo de una forma diferente, tomarse como objetos de conocimiento, de reparación, de valoración, de cuidado y de control. Los siguientes dos fragmentos señalan de modo claro este punto:

Sí, que ya soy más tranquilo. Ya soy más tranquilo, ya soy más sereno. Ya, por ejemplo, si yo cometo un error, lo veo, lo reconozco. Pero, también tengo como ese defecto que si lo veo en el otro se lo tengo que hacer saber… así a él no le guste se lo tengo que hacer saber. (Sujeto A)

(…) Ese tema yo lo trataba muy mal. Porque... así como yo era de inseguro, era muy riesgoso. Eso no me... cuando yo voy... tratar el tema de la inseguridad, sí lo traté mucho porque yo fui muy arriesgado, yo arriesgué mi vida en muchos momentos. Y de esos momentos yo digo que gracias a Dios salí librado de unos. (Sujeto B).

Conclusiones

Las primeras evidencias de este estudio, tienen que ver con la confirmación de las investigaciones que indican una relación entre las fortalezas externas y el bajo involucramiento de los jóvenes en conductas de riesgo. En este caso, el haber llegado hasta la habitancia de calle, en medio del policonsumo de psicoactivos, podría considerarse la expresión máxima de conductas de riesgo; y al revisar las historias de vida de los participantes, lo que se encuentra son entornos familiares difíciles en la infancia, caracterizados por violencia intrafamiliar, maltrato, sufrimiento y negligencia. Así, se constata, en sentido inverso, lo planteado por Moreno-Carmona, Andrade-Palos y Betancourt-Ocampo (2018), que son fortalezas protectoras la presencia de buenas relaciones parentales en la infancia, específicamente la importancia del apoyo y comunicación del padre y de la madre. También que, frente al riesgo de consumo de psicoactivos, son la comunicación y supervisión de los padres y el no tener amigos involucrados en conductas de riesgo, como el consumo de drogas y las contravenciones, fortalezas protectoras (Andrade Palos, Betancourt Ocampo, Moreno Carmona y Alvis Rizzo, 2017).

En efecto, es muy probable que los bajos niveles de fortalezas externas ayuden a entender mejor el por qué estos jóvenes han terminado en la calle, involucrados en policonsumos de drogas y exponiendo su vida en todo momento; mientras que, al parecer, podrían ser las fortalezas internas las que pudieran contribuir mejor al proceso de resocialización de los habitantes de calle. En otras palabras, si los activos externos ayudan a prevenir, podría pensarse que el fortalecimiento de los activos internos ayuda a recuperarse.

Es muy posible que, ante la falta de redes de apoyo social y familiar de muchos de estos jóvenes habitantes de calle, el recurso que queda es trabajar en el fortalecimiento de recursos internos que, mediante la conexión con la tierra y la atención psicosocial, les ayuda a recuperar su valor y lugar en el mundo. Esto se logra evidenciar en aquello que se constituyó en el principal impulsor del cambio subjetivo y que llevó al no retorno a la calle, que fue la modificación de la relación consigo mismo.

Por otro lado, aunque explícitamente el programa Granja Somos Gente no fue diseñado desde la perspectiva del Desarrollo Positivo, dado su énfasis en los principios de la Ecología Humana, que coinciden en gran medida con los del PYD, es posible constatar lo que previamente plantearon Catalano, Berglund, Ryan, Lonczak y Hawkins (2004) al afirmar que este tipo de programas producen cambios positivos en el comportamiento de los jóvenes, particularmente en sus habilidades interpersonales, autocontrol, resolución de problemas y logros académicos, así como la disminución de conductas problemáticas, incluyendo el consumo de alcohol y drogas ilegales.

De otro lado, los hallazgos coinciden con el basamento teórico sugerido por el programa Somos Gente, es decir la Ecología Humana. Recuérdese que en esta perspectiva hay que pensar el fenómeno de un modo complejo, pues uno de los pilares de esta teoría: “…conceive man as an animal connected, on the one hand, with the web of life under the same conditions as other living beings, and, on the other hand, with the social system as author and actor” (Anilton Da Silva, Silva de Souza, & Vantin Bomfim, 2019) quien concibe al hombre como un animal conectado, de un lado, con la red de la vida bajo las mismas condiciones que los otros seres vivos, y, de otro, con el sistema social como autor y actor.

Así, el proceso que cada uno de los usuarios experimentó implicó el replanteamiento de su rol como ser vivo, a partir del cuidado de otras especies de animales y de plantas, y también de resignificar su lugar en el entramado social, del cual había venido formando parte de una manera relativamente reactiva. En ese sentido, los resultados dan cuenta de un proceso que exige comprender el cambio no solo como una modificación comportamental o de la significación de las relaciones con los familiares, sino también como ser vivo y como parte del lazo social. La relación con los animales, con la tierra y con los otros se vio transformada con base en el enriquecimiento de su relación consigo mismo, tal como lo señala Gamboa-Bernal (2011).

De acuerdo con esta perspectiva, el autoconcepto tiene implicaciones significativas en numerosos procesos psicológicos, dentro de los cuales se encuentra la percepción, la cognición, la motivación, la emoción y el comportamiento (Vaune & Schoeneman, 1997). De hecho, la teoría muestra que aspectos tan variados como los logros académicos, las relaciones sociales y la enfermedad mental están relacionadas fuertemente con el mismo. (Markus & Wurf, 1987; Mwaniki, 1973 Citados por Vaune & Schoeneman, 1997). Una modificación en esta estructura mental tiene consecuencias comportamentales consistentes en el tiempo.

En el mismo sentido, lo hallazgos concuerdan con lo observado por Wu, Zhang, Walsh, & Slesnich (2020). La percepción de ser una carga para la familia y la pertenencia frustrada han demostrado relacionarse con la ideación suicida. Así como esta perspectiva señala para los sujetos con ideación suicida, los participantes reportaron que se percibían como un peso para los miembros de la familia y la sociedad y que también experimentaban sentimientos de alienación social y de no ser cuidados recíprocamente en las relaciones. La terapéutica sostenida desde esta perspectiva intenta generar una experiencia familiar-social positiva como complemento de la psicoterapia. El estudio demostró igual relación en personas que presentaban la ideación en condición de indigencia.

Igualmente, la negligencia y los traumas infantiles son un elemento presente en cada una de las narrativas de los informantes. Cupit Swenson & Chaffin (2006) muestra coincidencia con algunas aproximaciones basadas en un modelo ecológico para el tratamiento de niños abusados. En efecto, apuestas relativamente recientes han mostrado una perspectiva más comprensiva del fenómeno, como alternativa a los modelos focalizados en la terapia individual. Es una intervención basada en la ecología social de los niños.

Así, tanto la Psicología Positiva como la Ecología Humana son aproximaciones consistentes con los hallazgos del estudio, como modelos de aproximación a la comprensión de la condición de calle y también una ruta de intervención y tratamiento cuya profundización puede redundar en modelos integrativos que propendan por un impacto sostenible en la calidad de vida de estas personas.

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i El presente artículo es resultado de la investigación “Impacto del Programa Granja Somos Gente en el fortalecimiento de habilidades para la socialización de jóvenes habitantes de calle de la ciudad de Medellín”, desarrollado y financiado por la Universidad de San Buenaventura Medellín en convenio con la Fundación Salva Terra, aprobado en la convocatoria interna del año 2018 y ejecutado en el 2019 (Código M3851). Agradecimiento a los estudiantes de psicología de la Universidad de San Buenaventura, extensión Armenia: Joseph Esteban Silva Echeverry, Brenda Juliana Arango Mejía, Valentina Mazo Marroquín, Brayan Stiven Marín Barahona y María Paula Valencia Tovar, quienes apoyaron el proyecto en calidad de auxiliares de investigación.

1Centro recreativo de la ciudad de Cali

2Figura de un perrito de peluche en algunas tarjetas que suelen regalarse los novios como expresión de ternura y afecto.

Recibido: Febrero de 2020; Revisado: Marzo de 2020; Aprobado: Junio de 2020

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