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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.21 no.1 Medellin Jan./June 2021  Epub Nov 01, 2021

https://doi.org/10.21500/16578031.4326 

Artículos derivados de investigación

La potencia de juntarse: un acercamiento al proceso de colectivización de las mujeres trans en la Calle de las Guapas1

The Power to Come Together: An Approach to the Process of Collectivization of Transgender Women on Calle de las Guapas

Jessica Tatiana Castaño-Urdinola1 

1. Trabajadora social, Magíster en Justicia Social y Construcción de Paz de la Universidad de Caldas. Docente de la Universidad de Caldas e integrante del Grupo de Investigación Comunicación, Cultura y Sociedad. Integrante del Colaboratorio de Acción Colectiva “Pluriversos, Cultura y Poder”. Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0001-7343-1483 Scholar: https://scholar.google.com/citations?hl=es&user=BKjl96sAAAAJ Contacto: jessica.castano@ucaldas.edu.co


Resumen

En Manizales las Guapas se configuran como un colectivo social porque comparten existencial y políticamente en razón de unos significados comunes que tienen que ver con el ser mujeres trans, ser trabajadoras sexuales, ser pobres, nombrarse de una misma manera, habitar un mismo espacio, concebir el cuerpo como un territorio en transformación, reconocerse como sujetas de derecho que pueden interpelar al Estado, entre otros que se disputan cotidianamente entre ellas mismas y con otros actores sociales e institucionales.

Palabras clave: Mujeres trans; Colectivo social; Resistencia; Identidad política

Abstract

This article seeks to reconstruct the process of collectivization of transgender women, who engage in sex work on Calle de las Guapas, in Manizales, Colombia. It is concluded that the Guapas are configured as a social collective because they share existentially and politically because of common meanings, which have to do with being transgender women, being sex workers, being poor, by naming themselves in the same way, by inhabiting the same space, by conceiving the body as a changing territory, by recognizing themselves as subjects of law, who can challenge the State, among others, and, who dispute each other, on a daily basis, and with other social and institutional actors.

Keyword: Transgender Women; Social Collective; Resistance; and Political Identity

Introducción

El presente resultado de investigación tiene como objetivo general comprender la configuracióndelasprácticascolectivasderesistenciaantelainjusticiaespacialdelasmujeres trans que ejercen el trabajo sexual en la Calle de las Guapas de la ciudad de Manizales. En este escrito se busca abordar uno de los objetivos específicos de la investigación: reconstruir el proceso de colectivización social de las Guapas. Las mujeres trans son aquellas a las que les asignaron el sexo masculino al nacer, pero a lo largo de su vida han decidido transformar su identidad y expresión de género para asumirse como mujeres. Pueden pasar o no por un proceso de reasignación de sexo.

Se parte del ejercicio de conceptualización que se ha realizado desde el Colaboratorio de Acción Colectiva “Pluriversos, Cultura y Poder”, desde el que se ha desarrollado la noción de proceso de colectivización social. El punto de partida metodológico es la geo-etnografía feminista, en la que lo situado, lo cotidiano, lo corporal y lo político ocupan un lugar central tanto en la persona que investiga, como en quienes hacen parte del proceso de construcción de conocimiento. Las participantes de este trabajo son un grupo de mujeres trans trabajadoras sexuales de la Calle de las Guapas de Manizales, así como un grupo de actores sociales e institucionales clave para el problema de investigación.

A lo largo de este artículo se encontrará un breve recuento de los antecedentes globales y nacionales que han incidido en la acción colectiva trans. Posteriormente, se reconstruirá la historia de la Calle de las Guapas, donde también se explicará qué significado tiene ese punto de encuentro nominativo para estas mujeres. Después de explicará cómo ellas han construido su identidad política, configurando un “nosotras” y un “ellos” que visibiliza un antagonismo. Finalmente, se describirá el papel que han jugado y actualmente cumplen dos organizaciones sociales claves en este proceso colectivo: Armario Abierto y El Faro.

Se concluye que las Guapas pueden ser leídas como un colectivo social, ya que sus integrantes se han juntado para compartir existencial y políticamente en razón de unos significados que les son comunes y que buscan extender al resto de la sociedad, con el fin de transformarse a sí mismas e impactar sus condiciones de existencia.

Referentes conceptuales

Este trabajo se enmarca en los estudios sobre acción colectiva, que en sus inicios contaron con autores como Hobsbawm (1974), James (2003) y Thompson (1989), quienes comenzaron a reflexionar sobre la definición y naturaleza de los movimientos sociales obreros; en sus desarrollos más recientes este campo del conocimiento ha crecido notablemente y actualmente son reconocidos nuevos autores que grupalmente han desarrollado otras perspectivas, como Snow, Rochford, Worden, Benford (1986) con su teoría de la alineación de marcos; Tilly, Tarrow y McAdam (2001) con su teoría del proceso político; Baaz, Lilja y Vinthagen (2017) con su perspectiva de la resistencia cotidiana a la que también se suman Scott (2000) y De Certeau (2000), entre otros.

Desde Pluriversos, Cultura y Poder, colectivo de investigación-acción que nace en la Universidad de Caldas en el año 2013 como un espacio para sumar intereses y pasiones existenciales, políticas e intelectuales en relación con la acción colectiva, se plantea también como un escenario para facilitar la articulación y el trabajo colaborativo con distintos actores sociales y comunitarios, por lo cual también se enuncia como un Colaboratorio de Acción Colectiva. se reconoce que en el marco de estos estudios existe una multiplicidad de expresiones organizativas que han recibido nombres como “organización social”, “organización de la sociedad civil”, “organización de base”, “colectividad”, entre otras que han sido definidas de distintas maneras. Sin embargo, a partir de aproximaciones teóricas y empíricas propias a la acción colectiva en Manizales, se concluyó que era necesario construir un concepto que intentara agrupar estas nociones, pero que además incluyera a otras que se enuncian desde otras denominaciones o que desbordan las categorizaciones disponibles. Los colectivos sociales se diferencian de las organizaciones sociales u organizaciones de la sociedad civil en que en estas últimas sus integrantes no necesariamente construyen unas identidades políticas, es decir, un “nosotros” y un “ellos” a partir de las cuales disputen significados, pues sus objetivos pueden tener una orientación distinta.

Así, se propone la noción de colectivo social, entendida como:

…la articulación de dos o más personas con dos objetivos fundamentales: compartir existencial y políticamente en razón de unos significados comunes sobre el mundo que desean extender, y plantear desacuerdos públicos ante expresiones de las relaciones de poder y de la injusticia (a través de prácticas de resistencia). Del proceso de convertirse en colectivo social se derivan unas identidades ético-políticas que generan antagonismos sociales, es decir, aparece un “nosotros” (las mujeres, los animalistas, los campesinos…) y un “ellos” del que se distancian (el patriarcado, el especismo, las multinacionales…). (Salazar, 2019, p. 67)

Los colectivos sociales, entonces, nacen de una necesidad de juntarse que sienten varias personas que ven el mundo de una manera similar, donde esa visión habitualmente no concuerda con lo que sucede en la realidad. Así, colectivizarse les permite manifestar su inconformidad con el estado actual de la sociedad, a veces en su totalidad, en otras ocasiones respecto a un fenómeno social específico: el racismo, el sexismo, la homofobia y la transfobia, la pobreza, la desigualdad, la crisis ecológica, entre otros.

Como se describe en la definición, cuando se plantea un desacuerdo se genera un antagonismo que lleva a los colectivos a definir quién es su adversario, cuál es el conflicto en el que quieren insertarse, qué es aquello que les hace estar juntas/os y qué les distancia de aquellas/os a quienes enfrentan. Esta configuración identitaria tiene unas implicaciones no sólo colectivas o comunes (políticas), sino también personales y cotidianas (éticas), que exige que quienes se colectivizan diseñen una serie de estrategias sostenidas y repetitivas que les permita incidir y transformar los discursos y las acciones que se disputan a partir del “nosotros” y el “ellos” que construyen.

Así, en este escrito el proceso de colectivización social se define como una serie momentos y acciones, espontáneas, coyunturales y/o planeadas, que hacen posible, por un lado, la articulación inicial de dos o más personas, y por otro, la permanencia y sostenimiento de esta con el paso del tiempo debido a sus demandas explícitas frente a distintas expresiones de las relaciones de poder y de la injusticia. Estos procesos tienen unas características específicas, unas razones de su surgimiento, unos hitos significativos y unas transformaciones discursivas y prácticas que se van configurando gradualmente. La duración de estos procesos, o de los colectivos sociales, depende del poder de cohesión y consolidación que tengan sus integrantes, de la satisfacción de sus demandas y de las dinámicas propias de los contextos sociales.

Metodología

Esta investigación se basó en la geo-etnografía feminista. El prefijo “geo” da cuenta de la necesidad metodológica de abordar lo espacial y lo localizado. Frente a lo etnográfico, se tuvieron en cuenta algunos postulados que Quirós (2011), quien considera que se puede explicar describiendo y que se puede teorizar a partir de los acercamientos cotidianos que se generan en medio de la investigación, y se enuncia como feminista porque implica que “(…) lo emocional y lo personal no pueden ser separados de lo conceptual y, como indica Okely (1975), no sólo lo personal es político, también lo personal es teórico” (Gregorio, 2014, p. 299).

Las técnicas utilizadas a lo largo del proceso fueron: el sensorium experiencial, que es la base de un proyecto etnográfico en el que no se privilegia el uso de la observación en el proceso investigativo, sino que se ponen en juego todos los sentidos. Esta posición ha sido asumida desde el Colaboratorio de Acción Colectiva “Pluriversos, Cultura y Poder” como una forma de criticar el ejercicio científico impuesto por la modernidad en el que la observación es privilegiada y los demás sentidos ocupan un lugar secundario. Es claro que en el trabajo de campo no solo se observa, sino que también se huele, se toca, se siente, se escucha y se prueba. Se compromete el cuerpo en su totalidad en la investigación. El resultado de esta técnica se encuentra consignado en los diarios de campo del proceso.

Se realizaron doce entrevistas semiestructuradas que, al acompañarse con la técnica anterior, permitieron la construcción de reflexiones etnográficas importantes. Se empleó también la cartografía social, que es entendida como “(…) una metodología alternativa que permite a las comunidades conocer y construir un conocimiento integral de su territorio para que puedan elegir una mejor manera de vivirlo” (Herrera, s.f., p. 6). Según Ritterbusch y Montoya (2014), a esta técnica también puede llamársele contra-mapeo en la medida en que desestabiliza las representaciones oficiales del espacio, que en este caso es la ciudad de Manizales. Si bien esta podría ser una metodología en sí misma, en este proceso se utilizó como técnica, lo cual dejó como resultado una serie de mapas elaborados por las mujeres trans que ejercen el trabajo sexual en el espacio en mención.

Finalmente, la revisión documental fue clave en esta investigación, pues no solo adquirió relevancia al momento de construir los antecedentes temáticos y teóricos, o los referentes conceptuales, sino que fue utilizada para analizar las producciones textuales generadas alrededor de los asuntos de interés de esta investigación.

Las principales participantes del proceso fueron cuatro mujeres trans que ejercen el trabajo sexual en la Calle de las Guapas de Manizales, y que son reconocidas por sus compañeras por ejercer un liderazgo comunitario importante. En algunos ejercicios participaron otras trece mujeres trans de ese mismo espacio. Así mismo, se realizaron acercamientos con distintos actores sociales, organizativos e institucionales que inciden en las realidades de esta población, tales como la Alcaldía de Manizales, la Policía Nacional, la organización Armario Abierto, la Corporación El Faro, entre otros.

Resultados

Antecedentes globales y nacionales de la acción colectiva trans

Para comprender por qué un grupo de mujeres trans en Manizales decide juntarse, construir unos objetivos comunes y actuar en conjunto, es necesario reconocer una serie de hitos globales y nacionales que han inspirado y posibilitado las acciones colectivas locales para esta población. A continuación, se mencionarán brevemente, algunos de los momentos claves para las personas trans, sin negar que existen otros que por cuestiones de extensión no podrán desarrollarse en este texto.

En el siglo XIX la visión hegemónica sobre las personas trans respondía a una perspectiva médico-psiquiátrica, debido a que los tránsitos en el género eran patologizados y categorizados como anormales. Para entonces no había expresiones colectivas que permitieran transformar este imaginario, hasta 1966 en Compton’s, San Francisco donde, según Gómez (2016), se generó una confrontación con la policía en la Cafetería Gene Compton, a la que acudían las personas trans. Como resultado de varios días de protesta, las mujeres trans lograron obtener servicios sanitarios a través de una especie de carné que les ofrecía tratamiento por transexualismo e hicieron un pacto de no agresión con la policía. Para muchas esto fue una victoria, y para otras, el comienzo de la despolitización de los asuntos trans, pues con el carné se aceptaba la patologización de sus identidades.

Posteriormente en 1969 se dan los disturbios de Stonewall, que son los que mayor protagonismo histórico han ganado, pues a partir de esa fecha comienzan a conmemorarse las marchas del orgullo LGBT. Ese año inicia el Movimiento de Liberación LGBT, que no ha sido homogéneo, pues desde sus inicios algunas mujeres trans manifestaban sentirse excluidas de las agendas políticas que se centraban en demandas lésbicas y gais, especialmente de sectores blancos y adinerados de Estados Unidos.

Posteriormente, a finales de los setenta, en plena efervescencia de la agenda política LGBT, comienza la crisis del VIH/SIDA, lo que genera múltiples casos de discriminación y persecución en todos los ámbitos. La lucha por la defensa y la garantía de los derechos humanos de las personas seropositivas, especialmente las homosexuales, ocupó el primer plano de la lucha política en los ochenta. A su vez, distintos Estados comienzan a incorporar leyes y medidas de “inclusión” para las personas LGBT en el continente americano, a raíz de los múltiples pronunciamientos públicos de los movimientos sociales, mientras la esperanza de vida trans y las cifras de asesinatos hacia ellas no cambian.

En el siglo XXI surgen las Políticas Trans Críticas, que para Echeverría (2017) se centran en “la resistencia hacia los sistemas más perjudiciales para la comunidad trans y sus demandas fundamentales plantean un fin a la riqueza y la pobreza, y la abolición de todas las formas de condena (social, penal, médica y psiquiátrica)” (p. 26). Una de las demandas claves para las personas trans en la actualidad tiene que ver con la reivindicación de su condición activa y su capacidad de decisión sobre sus cuerpos en sus tratamientos, más allá de la condición de paciente que les subordina en relación con las y los médicos. La exigencia principal es que ser trans ya no sea considerado un trastorno mental, lo que debe impactar no sólo los manuales de psiquiatría, sino también la vida social. Un logro importante de este movimiento, especialmente de colectivos como Trangender Nation, ocurrió en 1993 cuando la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la transexualidad de su lista de enfermedades mentales (aunque hoy continúa apareciendo la disforia de género como trastorno).

En América Latina, según los relatos de algunas lideresas de la población trans, ha habido procesos importantes de agrupamiento para realizarle demandas a la institucionalidad y también a la sociedad, en los cuales se resaltan nombres como el de Lohana Berkins en Argentina, Mara Rita Villaorrel en Chile, Laura Weins en Colombia, entre otras. Sin embargo, no se han encontrado memorias ni documentos que registren las acciones individuales y colectivas de estas mujeres, lo que dificulta el rastreo o construcción de una línea de tiempo que solo responda a la historia de la resistencia trans en esta latitud.

En Colombia, específicamente, las expresiones colectivas trans no tuvieron mayor visibilidad en los primeros gérmenes de acción colectiva LGBT. En Colombia la homosexualidad era considerada un delito en el Código Penal hasta 1980. Hasta entonces eran escasos los colectivos u organizaciones visibles en torno a estos temas, pues los pocos que existían se reunían clandestinamente y estaban conformados, en su mayoría, por hombres homosexuales. Por ejemplo, en 1940 existían Los Felipitos, un grupo de gais de clase alta que se reunían para socializar en torno a sus experiencias (Sánchez, 2017).

En 1976 se crea el Movimiento de Liberación homosexual en Colombia, por parte de hombres y mujeres que habían comenzado a organizarse desde años atrás, pero el asunto trans seguía sin nombrarse. En 1982 se realiza en Colombia la primera marcha del orgullo gay, que según Velandia (2012), contó con la participación de treinta hombres y fue custodiada por más de cien policías. Hasta aquí podría concluirse que las acciones colectivas desde la diversidad sexual eran protagonizadas por hombres, hasta 1994, momento en el que se creó la Asociación Colombiana de Lesbianas y Homosexuales; ese mismo año nació el Grupo de Mujeres Lesbianas y Solidaridad Lésbica, que se enunciaba políticamente desde el feminismo lésbico (Esguerra, 2005). En 1996 nació Triángulo Negro, la organización de lesbianas que ganó mayor protagonismo histórico y que un par de años después sumó a las bisexuales (Rodríguez, 2017).

De acuerdo con Londoño (2018), en el año 2000 nace el proyecto Planeta Paz de la Corporación Derechos para la Paz -CDPAZ-, el cual buscaba fortalecer la participación de líderes populares en los diálogos entre el gobierno, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional. El proyecto incluyó a sectores étnicos, campesinos, de mujeres, LGBT, comunales, sindicalistas, de jóvenes, entre otros, a los cuales capacitó y formó políticamente en distintos temas en los que podían incidir, lo cual constituyó un hito en la participación política de las personas LGBT en distintos municipios de Colombia, que se convirtió en plataforma para organizaciones como Colombia Diversa, Caribe Afirmativo y Santamaría Fundación, las tres más importantes del país.

Según Londoño (2018), en 2009 asesinan a Wanda Fox, una importante lideresa trans de la localidad de Los Mártires en Bogotá, quien se había dedicado a denunciar la violencia policial y las persecuciones que sufrían las mujeres trans por parte de actores ilegales. Este se cataloga como un hito para los procesos de colectivización trans, que inicialmente se dan en Bogotá pero que han comenzado a expandirse por todo el país.

Finalmente, entre las principales organizaciones de personas trans que están activas actualmente en Colombia pueden resaltarse las siguientes, las cuales han ido ganando visibilidad e incidencia política en sus territorios, sin negar que en muchos municipios del país las personas trans han encontrado un lugar en organizaciones LGBT:

  • Santamaría Fundación: Nace en Cali en el año 2005 y se dedica a la reivindicación, defensa, exigibilidad y garantía de Derechos Humanos y Constitucionales para las mujeres trans.

  • Fundación Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans: Nace en Bogotá en el año 2008 y trabaja por la defensa y reivindicación de los derechos humanos y la ciudadanía plena de las personas con experiencias de vida Trans y sus redes de apoyo en Colombia.

  • Red Comunitaria Trans: Surge en Bogotá en el año 2013 y es una apuesta organizativa para fortalecer vínculos entre sectores poblacionales trans.

Entre las principales luchas para los colectivos sociales trans en Colombia se resalta la búsqueda de eliminación de todas las formas de discriminación, la erradicación de los crímenes de odio, la eliminación del abuso y la violencia policial y la despatologización de sus identidades.

La historia de la Calle de las Guapas

Las personas trans han ido consolidando un “nosotros” y un “ellos”, dependiendo del contexto y de las necesidades del momento, es decir, han construido antagonismos para diferenciarse de quienes les han discriminado y estigmatizado. Específicamente en el caso local, puede afirmarse que el “nosotras” que han construido las mujeres trans de la Calle de las Guapas para empezar a colectivizarse, tuvo como punto de partida un proceso de expulsión de los lugares de origen por haber asumido su identidad de género trans, lo que las llevó a ejercer el trabajo sexual en un espacio específico de Manizales: la Galería.

¿Por qué las mujeres trans ejercen el trabajo sexual en la Calle de las Guapas? ¿Históricamente ha sido este el espacio de ejercicio del trabajo sexual trans? Para el Dr. Gabriel Gallego, profesor e investigador de la Universidad de Caldas, quien fue entrevistado para este trabajo, la zona de la Galería (sector de la Plaza de Mercado) ha simbolizado en los distintos pueblos y ciudades de Colombia el espacio en el que se ofrecen distintos productos y servicios, incluidos los sexuales. Manizales no ha sido la excepción, y aunque la Galería ha cambiado su ubicación a lo largo de su historia, la presencia de trabajadoras sexuales ha sido una constante, al igual que la concurrencia de clientes de clases populares, en su mayoría.

Para gallego, las “zonas de tolerancia” (lugares en los que se permite el ejercicio del trabajo sexual) en las que ha habido mujeres trans han existido durante los últimos cincuenta años en la ciudad. Inicialmente estas se ubicaban en dos espacios: Arenales, localizada en el barrio San Antonio (comuna La Macarena) y la Galería. La primera zona tenía una tendencia más urbana, mientras que la segunda era más ruralizada, por el tipo de clientes que asistían. Arenales existió desde la década de los setenta hasta finales de los ochenta, mientras que la Galería aún permanece como espacio reconocido para el ejercicio de este oficio.

Existía una especie de estratificación del trabajo sexual en las zonas mencionadas, según lo manifiestan varias de las personas entrevistadas, ya que las mujeres trans que trabajaban en Arenales tenían una estética que era mayormente buscada por hombres de la élite económica y política de Manizales, mientras que quienes ejercían en la Galería utilizaban una forma de vestir más asociada a lo popular y sus clientes pertenecían al campesinado caldense o a jóvenes y adultos de los barrios aledaños. Esto se expresaba incluso en las relaciones entre ellas mismas, según lo explica “La Diva”, una mujer trans que ejerció el trabajo sexual en Arenales en los ochenta:

“Arenales fue una zona de tolerancia estrato cien acá en Manizales, que era donde iba la “high” de Manizales, y era pues muy estratégica porque de la Galería no podían subir allá, jamás, no las dejaban. Siempre ha existido como esa parte entre nosotras de división” (“La Diva”, comunicación personal, 8 de agosto de 2018).

A partir de los ochentas, según Gallego la crisis del VIH/SIDA reconfigura el ejercicio del trabajo sexual en la ciudad, pues se estigmatiza con mayor fuerza esta labor y esto incide en que desaparezca Arenales. “La Diva” reafirma esta versión y agrega que en esa década algunas personas les gritaban “sidosas” desde lejos; en 1987 asesinaron a tres mujeres trans en la Galería, y esta mujer manifiesta que el rumor era que tenían VIH. Una situación más que refuerza el declive de Arenales, según “La Diva”, es que una de las dueñas era “La Estrella”, una mujer trans altamente reconocida en la ciudad, que fue asesinada por otra chica trans de la zona en medio de una riña.

No se encontró documentación sobre ninguno de los hechos mencionados en el párrafo anterior, pero, basada en los relatos registrados durante este proceso investigativo, podría intuirse que a partir de los ochentas comienza a reforzarse y generalizarse un discurso de peligrosidad alrededor de las mujeres trans trabajadoras sexuales de Manizales, ya fuera porque ellas, al igual que los hombres homosexuales, eran quienes podían contagiar con VIH a otras personas de la ciudad, o porque incluso entre ellas mismas se agredían y asesinaban. Si bien, hasta entonces la comunidad e incluso la élite de la ciudad acudían y legitimaban el espacio de Arenales, después de estas situaciones esta percepción se transformó negativamente y reforzó el imaginario de suciedad, salvajismo y enfermedad que hasta entonces sólo recaía hacia los sujetos de la Galería.

Con la desaparición de Arenales, muchas de las mujeres trans que ejercían allí el trabajo sexual se fueron hacia ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, y pocas de ellas siguen con vida en la actualidad, pues algunas fueron asesinadas y otras fallecieron. A partir de esta reconfiguración espacial del trabajo sexual en Manizales, el sector de la Galería, especialmente entre las Calles 18 y 20, se ubicó como la única zona en la que los clientes podían encontrar mujeres trans en este oficio.

En la década de los noventa, según lo plantean Lorena Velásquez y Paulina Aponte, había una distinción temporal y de género importante: durante el día salían las mujeres cisgénero, (aquellas a quienes se les asignó el sexo femenino al nacer y a lo largo de su vida asumen una identidad de género como mujeres. No rompen con la cadena sexo-género) y durante la noche las trans.

Con el paso del tiempo, algunas mujeres trans comenzaron a salir también de día, y al percibir que esto no generaba ningún conflicto con las demás mujeres, terminaron ejerciendo el trabajo sexual a cualquier hora del día. La noche, de todos modos, sigue siendo el periodo temporal predilecto para muchas de estas mujeres y para sus clientes, pues les hace menos visibles para el resto de la sociedad.

Inicialmente, en la Galería existían muchos bares en los que se podía ejercer el trabajo sexual siendo trans, sin embargo, con el paso del tiempo comenzaron a cerrar varios de ellos, así como algunos de los hoteles más reconocidos en la zona. La calle comenzó a ser la más clara posibilidad espacial para el ejercicio del oficio, especialmente la Calle 20, que era frecuentada por una gran cantidad de hombres los fines de semana. Pero, en vista de que las mujeres cisgénero también se ubicaban allí, la calle 22 A comenzó a aparecer como otro espacio posible, pues allí ha existido un hotel muy frecuentado por ellas desde hace más de veinte años.

En el año 2000, la 22 A era ocupada especialmente por habitantes de calle y consumidores de sustancias psicoactivas. Las mujeres trans, buscando territorializar ese espacio, comenzaron a discutir constantemente con ellos hasta que se marcharon. Para entonces, esta calle recibía el rótulo de “Calle del bollo”, “Calle de la laguna” o “Calle de la Penicilina”, dando cuenta del estigma de suciedad e infección que se le asignaba.

En el año 2012, cuando aún esta calle era solo nombrada desde el rótulo de la degradación social, llega a Manizales el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA con un proyecto de prevención y acompañamiento para distintas poblaciones vulnerables, incluidas las trabajadoras sexuales. Allí comienza a trabajar Shaira Maritza Franco, una mujer trans que para entonces tenía unos veintiocho años y que ejercía el trabajo sexual en las calles de la Galería y el centro de la ciudad desde que tenía aproximadamente quince años. Se vincula al proyecto buscando ocuparse en algo distinto y obtener otros ingresos.

En el marco de este proyecto ella comienza a formarse como líder comunitaria, lo que inicialmente no le llamaba la atención, como ella misma lo expresa, pero con el paso de los meses se involucra más profundamente con los asuntos de la violencia, la discriminación y la lucha por los derechos de esta población, lo cual hace que quiera continuar fortaleciendo su liderazgo. En ese contexto y a partir de la invitación de Shaira Franco, aparece Marcela Bedoya, otra mujer trans que ejercía un liderazgo importante en la Galería, y Vanessa Londoño, para entonces estudiante de Sociología de la Universidad de Caldas, quienes comienzan a contemplar la posibilidad de crear una “organización de maricas” -palabra que usan las mujeres trans para nombrarse entre ellas-, inspiradas además por sus conversaciones con otras mujeres trans de Bogotá, como Laura Weins, que ya estaban organizadas.

Marcela fallece a sus treinta y cinco años por problemas en su salud, pero su muerte antes que derrumbar el anhelo de juntarse, motiva profundamente a estas tres mujeres a continuar con el proyecto de la organización, y es así como nace Armario Abierto, que para entonces tenía como objetivo principal la visibilización de las personas LGBT en Manizales, para lo cual comenzó a convocar a otras mujeres trans de la Galería, estudiantes universitarios y ciudadanía en general que estuviera interesada en trabajar las temáticas de diversidad sexual y de género.

Paralelamente, la Corporación El Faro, que para entonces se planteaba como objetivo el desarrollo de procesos de formación para fortalecer la ciudadanía, especialmente en la población juvenil, también estaba desarrollando acciones con las mujeres trans trabajadoras sexuales de la Galería, debido a que actuaban como operadores del proyecto del Fondo Mundial.

El Fondo Mundial, en asocio con Armario Abierto y El Faro, propone que se pinte un mural en la calle 22 A como una de las acciones del proyecto, así que Shaira y sus compañeras deciden pintar el rostro de Marcela Bedoya como homenaje a ella, pero además proponen que le pongan un nombre a la calle y que en el muro esté también plasmado: la Calle de las Guapas. “¿Por qué de las Guapas?”, le preguntan, y en ese momento Shaira empieza a describir lo que esta palabra significa para ella:

Guapa es porque uno tiene mucho aguante ¿cierto? Porque es que una cosa es que la gente diga que somos “mujeres de la vida fácil”, que nosotras venimos y nos paramos aquí por diversión, que salimos desnudas porque nos encanta estar acá mamando frío, no. Ser guapa es tener el aguante primero del rechazo que uno tiene de la familia cuando uno empieza a ser una mujer trans o empieza a hacer su tránsito. Aparte de eso lo que yo siempre digo es: guapa para estar a las tres de la mañana en una esquina, con poca ropa, expuesta a todo lo que hay que exponerse y entrar a mamárselo a un borracho sea feo o sea lindo, sea el que sea, hay que ser guapa. Para mí eso significa ser guapa, tener el aguante que nosotras tenemos (S. Franco, comunicación personal, 28 de marzo de 2018).

La palabra “Guapa” comienza a resonar y a tomar fuerza en la comunidad de mujeres trans que ejercen el trabajo sexual en esa calle, que ahora era nombrada como su propia calle. “Guapa” se convierte, entonces, en un punto de encuentro nominal, en una forma no despectiva de nombrarse, en la posibilidad de mostrar cómo a pesar de los riesgos, peligros y dificultades de la calle ellas logran sobreponerse con valentía, ímpetu y espíritu de guerreras. “Guapa, alude a alguien bonita, agradable, bien parecida, pero además en Colombia guapo o guapa se asocia con “berraco” y “berraca”, un colombianismo que significa persona fuerte, arriesgada, que enfrenta y supera los obstáculos de la vida” (Castaño y Salazar, 2017, p. 210).

Para Juliana Bernal, existen muchas mujeres que son “guapas” porque, por ejemplo, son madres solteras y deben enfrentarse a la realidad solas con sus hijos e hijas; sin embargo, existen otro tipo de “guapas”, que son aquellas que soportan los insultos de las personas, las agresiones policiales, las dificultades de su oficio en la calle, la discriminación por ser trans y la exposición constante al peligro, lo que les da un carácter especial y le otorga valor a ese adjetivo.

Para Paulina Aponte, el ser Guapa tiene unas implicaciones temporales específicas, pues ejercer el trabajo sexual implica exponerse de mayor manera a los riesgos que le son propios a ciertos períodos del día:

En el día no es que tenga muchas vivencias malucas pero en la noche sí, o sea, en el día como dice el dicho es un pan que es fácil de cortar, pero en la noche sí es muy maluco, se ven muchas cosas que le pasan a las chicas, uno sobrevivir, sobreponerse y superar todas esas barreras que uno pasa en la noche…eso es ser guapa (P. Aponte, comunicación personal, 2 de abril de 2018).

Nombrar ese espacio como la Calle de las Guapas, apropiándose del mismo como una forma de reaccionar ante el estigma que recaía sobre ese espacio y sobre ellas mismas, ha sido uno de los hitos más importantes para estas mujeres y uno de los detonantes más interesantes que les ha llevado a construir su juntanza.

La construcción del “nosotras”, su identidad política

A partir de hitos como los mencionados anteriormente es como estas mujeres comienzan a colectivizarse: inicialmente llegan al mismo espacio para intentar suplir sus necesidades económicas a través del trabajo sexual, pero terminan encontrando a sus pares, con quienes pueden construir un “nosotras”. Como Guapas las une una serie de experiencias de injusticia que han atravesado a lo largo de sus vidas. Por ejemplo, en los relatos de la gran mayoría de ellas se escuchan recuerdos de rechazo y expulsión familiar que hacen que hoy sus redes sean frágiles o inexistentes; prácticamente sólo se tienen entre ellas, pues no pueden contar con nadie más porque asumir su identidad de género les costó olvidarse de su pasado y de quienes que no las acompañaron en su proceso de autorreconocimiento, aceptación y tránsito.

La condición de precariedad y pobreza también les es común. En ejercicios de caracterización que se han realizado desde Armario Abierto, se ha concluido que los ingresos diarios de estas mujeres se encuentran entre los $0 y los $30.000 pesos colombianos, que equivalen aproximadamente a diez dólares. Cuando se hace referencia a los cero pesos, tiene que ver con algunos días de trabajo en los que no llega ningún cliente. Estos bajos ingresos las ubica en un lugar de vulnerabilidad y pobreza que no les permite tener una calidad de vida digna. Entre ellas se han hecho conscientes de la sociedad desigual de la que hacen parte, y la búsqueda de mejores condiciones refuerza su deseo de juntarse.

Otro significado que les es común tiene que ver con sus cuerpos, que son entendidos como espacios de transformación permanente y de búsqueda constante de la consolidación de su identidad de género femenina. Existen una serie de rasgos que la cultura occidental le ha asignado a lo femenino, y en el caso de las Guapas existe, en la gran mayoría de los casos, una reproducción de este modelo, lo que plantea una paradoja interesante: existe una transgresión del patrón binario al construir una identidad de género que no concuerda con el sexo asignado al nacer, pero al momento de transitar hacia lo femenino, se reproduce el estereotipo de belleza que se le ha impuesto a todas las mujeres.

Un ejemplo de lo anterior se expresa en un relato de Juliana Bernal:

Ser mujer es arreglarse, ponerse chusca, bonita, salir a la calle y que todos los hombres te miren, te observen, oler rico, que las uñas estén así largas, arregladas, y ellos digan: “Ay, esta mujer tan cachesuda”, el pelo así largo, bien bonita, ¿si me entiende? Eso es ser mujer (J. Bernal, comunicación personal, 18 de marzo de 2018).

Se aclara que la expresión “cachesuda” es una forma de nombrar a una mujer que por su forma de verse y expresarse parece ser de clase alta.

Ese ser mujer, que en el ejercicio del trabajo sexual debe exaltarse porque de eso depende el número de clientes, no es estático, es decir, no existe una sola forma de ser mujer o de ser Guapa, especialmente cuando salen de su Calle y transitan por otros lugares limitados para conseguir alimentación o para tomar un transporte hacia sus viviendas. Lorena Velásquez argumenta que cuando se dirige a su casa, ubicada en la comuna Ciudadela del Norte, se siente como una señora, no como una trabajadora sexual: “…a mí la vida me cambia cuando ya yo salgo de ese espacio, cuando ya yo me pongo otro vestido, ¿sí me entiende? O sea, cuando ya yo entro al hotel, me cambio de ropa y cruzo la calle para mí la vida es diferente”. El ser trabajadora sexual para algunas se vuelve un lastre con el que cargan permanentemente, pero para otras, el vestuario puede ser una estrategia para proyectar otra identificación.

Frente al cuerpo, entonces, hay un significado que las une y que Butler (2002) ha conceptualizado como la materialidad de los cuerpos, que tiene que ver con la capacidad de inscripción que tiene el poder, con la atribución de ciertos significados a determinadas materialidades, formas de verse y comportarse, que derivan en una jerarquización de importancias, en una especie de pirámide de valor de la que depende qué tanto importa un cuerpo o una vida. Así, los cuerpos de las mujeres trans se enfrentan al desafío de tener un tránsito “exitoso”, porque entre más conserven rasgos masculinos, mayor inferioridad tendrán en la jerarquización social de los cuerpos. De igual modo, al salir de la Calle, al cambiar de espacio, deben cambiar su forma de vestir para intentar ser aceptadas socialmente. La lucha por ser reconocidas como mujeres trans con sus estéticas propias también configura un “nosotras” particular, frente a un “ellos”, la sociedad que les impone una sola posibilidad de verse.

El ser víctimas de la violencia es otra de las características principales que las ha llevado a asumirse colectivamente como Guapas. La sociedad las violenta de múltiples maneras: las golpea, las insulta, se burla de ellas, las nombra en masculino, entre otras manifestaciones, y actores institucionales como la Policía Nacional protagonizan un importante número de las acciones violentas hacia ellas. Muchas de las requisas que se realizan los fines de semana terminan en confrontación, y cuando las Guapas intentan transitar por otros espacios distintos a la Galería, obtienen como respuesta una agresión física o verbal porque se supone que no deben estar allí o que dan una mala imagen del centro histórico de la ciudad. El agotamiento que les produce estas situaciones, ha sido una de las principales motivaciones para agruparse y generar acciones que les permitan transformarlas.

La presencia diferenciada que tiene el Estado en la ciudad de Manizales marca otras características que les son comunes a las Guapas: tienen bajos niveles de escolaridad, especialmente las adultas, ya que la mayoría de ellas no pudieron terminar la básica primaria porque iniciaron su tránsito desde los diez u once años. El acceso a la salud también es complejo, pues la gran mayoría de ellas pertenecen al régimen subsidiado por el Estado y este no logra suplir satisfactoriamente sus necesidades. La salud mental, específicamente, es uno de los aspectos más vulnerables para ellas, pues muchas consumen sustancias psicoactivas y terminan generando adicción con estas; si deciden internarse, el régimen no tiene activos los convenios con las clínicas de rehabilitación y ellas terminan condenadas a la adicción permanente o a convertirse en habitantes de calle.

Su acceso a la vivienda también es limitado. La mayoría de ellas viven en residencias o en viviendas precarias en los barrios más vulnerables de la ciudad. La posibilidad de tener un subsidio también es reducida, a pesar de que se han tenido diálogos al respecto con la Alcaldía de Manizales, pero la población LGBT no está priorizada para su distribución. La posibilidad de organizarse entre ellas y vincularse temporalmente o a largo plazo con otras organizaciones sociales, ha aparecido como una posibilidad de defender sus derechos fundamentales y garantizarlos de forma sostenida.

Ya se han planteado hasta aquí varias razones, propósitos y significados que les son comunes a estas mujeres, los cuales están transversalizados por una idea básica pero potente: las mujeres trans también son personas, son seres humanos, son ciudadanas, por lo tanto merecen acceder a los mismos bienes y servicios y disfrutar plenamente de los mismos derechos que las demás personas. Estos acuerdos y desacuerdos que les permiten compartir existencial y políticamente las hace convertirse en un colectivo social que con el paso de los años y con el apoyo de otras/os aliadas/os, va analizando sus discursos y prácticas para potenciarlas o transformarlas.

El funcionamiento de las Guapas como colectivo social y su vinculación con otras organizaciones

Los colectivos sociales cuentan con una especie de armazón, que de acuerdo con Freeman (citada por Crabbé, Müller & Vercauteren, 2010), “son unas estructuras caracterizadas por una distribución de las posiciones, los roles, las prerrogativas, por unas reglas, normas y prohibiciones, por un funcionamiento y, por lo tanto, por unas modalidades de convocatoria, de circulación de la información, de toma de decisiones...” (p. 120). Las Guapas han definido roles y funciones dentro de su colectivo (las madres y las hijas, las lideresas, las que apoyan las actividades, las que están en proceso de formación...); han ido construyendo sus propias formas de comunicarse y regularse al momento de concebirse y actuar como grupo; están atravesadas por unas relaciones de poder, a veces autoritarias y a veces democráticas, debido a la naturalización de la violencia que ha existido entre ellas, y en general en la población colombiana, y la habitual jerarquización que existe en los grupos sociales.

Han definido que la toma de decisiones siempre es colectiva, y que en la medida de lo posible debe darse el debate necesario para consensuar. Cuando esto no sucede, se recurre a la votación como último recurso. También han decidido que no cualquier mujer trans que llega a la Calle de las Guapas puede ser parte inmediatamente del colectivo social; debe demostrar que quiere conformarlo, que para ella significa algo ser Guapa, que va a quedarse por lo menos por un tiempo importante en Manizales, que está dispuesta a asumir funciones que beneficien al colectivo y que se formará políticamente con las demás chicas, comprendiendo y respetando a aquellas que llegaron antes y ya llevan un recorrido notable. Las alianzas temporales o permanentes se van analizando con el paso del tiempo, así como la participación en espacios institucionales. Operan estratégicamente en este sentido, ya que no aceptan hacer parte de cualquier espacio generado por el Estado; así, la formulación de los Lineamientos de Política Pública para los Sectores LGBTI del municipio de Manizales se convirtió en un escenario de disputa importante para las Guapas, lo que las llevó a participar en los distintos momentos de su diseño, y actualmente existe un interés por hacerle veeduría a su implementación, pues en ello ven una oportunidad de incidir políticamente. También ha habido vinculaciones intermitentes a las mesas de diversidad sexual y de género de la Alcaldía de Manizales y la Gobernación de Caldas, pues por momentos parece que estos espacios son un “saludo a la bandera” que no se derivan en procesos concretos y a largo plazo que impacten las vidas de las mujeres trans que ejercen el trabajo sexual. Finalmente, es necesario visibilizar el papel que juegan las dos organizaciones sociales arriba mencionadas en este proceso de colectivización social: Armario Abierto y El Faro.

Para las Guapas que participaron en este proceso, estas organizaciones han llegado a asumir responsabilidades y realizar acciones que el Estado ha dejado de lado. Actualmente desde Armario Abierto, organización que ellas mismas coordinan, se han desarrollado y se continúan realizando acciones de formación política, de acompañamiento en salud, de asesoría jurídica, culturales y artísticas, de formación académica y de comunicación que han generado que las Guapas se perciban a sí mismas como agentes principales de sus procesos de transformación y como sujetas de derechos que pueden interpelar al Estado. Muchas de ellas al formarse como lideresas comunitarias han empezado a pensar que pueden dedicarse a ello, y no al trabajo sexual, aunque cabe aclarar que la organización no plantea el abandono de su oficio como un requisito de participación en las actividades o proyectos.

Ambas organizaciones tienen objetivos y estrategias de acción distintas. Armario Abierto tiene un accionar endógeno, que busca impactar especialmente a las mujeres trans que participan en los procesos, mientras que El Faro tiene un foco más exógeno que busca que la ciudad reconozca a las mujeres trans como pares y ciudadanas y se acostumbre a verlas en cualquier espacio que ellas quieran recorrer.

Sin embargo, el proceso de colectivización social de las Guapas no puede explicarse sólo desde un deseo que surge de ellas, o verse como el resultado un conjunto de proyectos sociales que han emergido de otras personas distintas a ellas, sino como una especie de sincretismo colectivo que se ha configurado en los últimos diez años en la ciudad. En palabras de Vanessa Londoño: “lo que sucede hoy con las chicas y lo que ellas hacen, y lo que son, no es producto solamente de un proceso o de una organización, o de un proyecto, sino de muchas experiencias que ellas también han tenido y que para ellas también han sido formativas” (comunicación personal, 30 de mayo de 2018).

Conclusiones

Desde el siglo XX surgen en el mundo distintas expresiones de la acción colectiva trans, como respuesta a una mirada médico-psiquiátrica que les ha patologizado y anormalizado; Colombia no ha sido la excepción, aunque en la historia nacional de la acción colectiva LGBT han logrado mayor protagonismo y visibilidad las demandas y colectivos de gais y lesbianas. A partir del año 2000 comienzan a emerger algunas organizaciones trans en el país, conformadas especialmente por mujeres, que influencian e inspiran a sus iguales de otros territorios, lo que da pie a la expansión de estos procesos de colectivización social.

En Manizales las Guapas se configuran como un colectivo social porque comparten existencial y políticamente en razón de unos significados comunes que tienen que ver con el ser mujeres trans, ser trabajadoras sexuales, ser pobres, nombrarse de una misma manera, habitar un mismo espacio, concebir el cuerpo como un territorio en transformación, reconocerse como sujetas de derecho que pueden interpelar al Estado, entre otros que se disputan cotidianamente entre ellas mismas y con otros actores sociales e institucionales.

Lo anterior significa que ellas han logrado construir un antagonismo notable en Manizales: un “nosotras” propio, que no puede reducirse a su participación en organizaciones sociales como Armario Abierto o El Faro, aunque claramente ambos colectivos han marcado significativamente su trayectoria política en la ciudad. Ese “nosotras” se enuncia y ubica frente a un “ellos” el Estado, el patriarcado y la heteronormatividad -que se encarnan en quienes habitan la ciudad-, y que ha derivado en un conjunto de repertorios y estrategias colectivas a partir de las cuales ellas buscan transformarse a sí mismas, transformar la sociedad de la que hacen parte marginalmente y a las instituciones del Estado que las reconoce parcialmente y no transforma sus condiciones de existencia.

Además, plantean unos desacuerdos comunes frente a las realidades que enfrentan, que dan cuenta de una exposición permanente a la injusticia, la vulnerabilidad y la precariedad. El espacio que se ha tornado idóneo para expresar estas divergencias es la Calle de las Guapas, lugar que inicialmente era rotulado con adjetivos relacionados con la peligrosidad y la marginalidad. Cada año se diseña y realiza colectivamente una intervención estética en el muro que identifica esta Calle, imprimiendo las huellas y mensajes que les interesa comunicar. Esta no sólo es una apuesta estética, sino también política que busca cuestionar y replantear las formas como se concibe, gestiona y usa el espacio en la ciudad. Ellas se han apropiado de la calle para resignificarla y recordarse a sí mismas y al resto de la sociedad que ante la violencia, la discriminación y la presencia constante de la muerte no hay mayor potencia que juntarse, y para demostrar que para ser trans en Colombia hay que ser Guapa.

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1Artículo de investigación que expone algunos de los resultados de la tesis “La ciudad como triángulo: mujeres trans, injusticia espacial y resistencia en Manizales”, finalizada en el año 2019 en el marco de la Maestría en Justicia Social y Construcción de Paz de la Universidad de Caldas.

Recibido: Octubre de 2019; Revisado: Diciembre de 2019; Aprobado: Abril de 2020

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