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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.21 no.1 Medellin Jan./June 2021  Epub Nov 01, 2021

https://doi.org/10.21500/16578031.4551 

Artículos derivados de investigación

Moratoria social y embarazo adolescente

Social Moratorium and Teenage Pregnancy

Jacqueline Benavides-Delgado1 

1. Psicóloga Universidad de los Andes. Master en Protección Infantil Universidad del País Vasco. Doctora en Psicología Universidad del Valle. Directora de la línea de Desarrollo Humano, grupo Bouloma Profesora Universidad Cooperativa de Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0001-8889-4317 Scholar: https://scholar.google.com/citations?user=mVGvlFMAAAAJ&hl=es Contacto: jaqueline.benavidesd@campusucc.edu.co


Resumen

La infancia y la juventud se han considerado categorías emergentes del ciclo vital desde la modernidad. La adolescencia como etapa de transición entre la niñez y la adultez constituye un escenario de moratoria social que ha sido considerado como necesario para alcanzar la madurez. Este proceso ha sido definido como el camino de construcción de la identidad y la personalidad. Sin embargo, situaciones como la paternidad adolescente son hechos que ocurren con frecuencia y que tienen consecuencias en este proceso de identificación del adolescente.

Palabras Clave: Identidad; adolescencia; embarazo adolescente; paternidad adolescente; apoyo social; apoyo estatal; apoyo familiar; apoyo comunitario

Abstract

Childhood and youth have been considered emerging life cycle categories since modernity. Adolescence as a transitional stage between childhood and adulthood is a social moratorium scenario, which has been considered necessary to reach maturity. This process has been defined as the path of building identity and personality. However, situations, such as adolescent parenthood are facts, which often occur, and have consequences in this process of identifying the adolescent.

Keyword: Identity; Adolescence; Teenage Pregnancy; Adolescence Paternity; Social Support; State Support; Family Support; and Community Support.

El concepto de Moratoria Social

Desde las concepciones de Heller (1977) la juventud es una construcción que desde el marco de la modernidad, implica que un joven es definido como una persona pre funcional. En este sentido Heller plantea que un joven es aquel que no está absorbido por una función dentro de la división del trabajo. En esta misma línea y destacando la idea de la construcción de la juventud a partid de la modernidad, Bourdieu (1990) considera que el concepto de juventud surge en el momento que la sociedad moderna se vio obligada a categorizar y ordenar la vida. La modernidad organizó la sociedad en instituciones, como la escuela que en algunos momentos reemplaza a la familia en su función de socializar a los niños. La iglesia configuró las almas y la ciudad los espacios de intercambio social (Jiménez Becerra, 2010, 2012), por lo tanto la juventud constituyó una etapa de moratoria social. Esta moratoria se definió como un excedente o plus de tiempo. En este sentido, la sociedad le entregó al joven tiempo para definirse y asumir un rol productivo en el mundo. Por lo tanto, para la modernidad, la proyección de lo joven implica un ser inacabado, pero con un espacio para proyectarse hacia el futuro como ser aportante a la sociedad. La juventud se convirtió en un escenario de moratoria social, porque permite acceso a recursos controlados y da tiempo para que el joven ensaye muchos escenarios y roles hasta que defina uno con el que identificarse (Hernández-Toro, 2017).

El concepto de moratoria psicosocial fue creado por Erikson y acogido por las ciencias sociales en el tratamiento de la temática de la juventud, La adolescencia como moratoria social. Erikson en su libro Identity and the life cicle (1980), considera que la adolescencia es la última etapa de la niñez. Esta etapa es descrita por Erikson como un espacio para ensayar diferentes roles. De este modo se traslada un elemento de la infancia como es el juego a una etapa donde se juega a ser distintos personajes. Se juega a tomar diferentes roles y se permite experimentar con la fantasía y la introspección. Esta etapa de la personalidad la define Erikson (1980) dentro de la disyuntiva de Identidad vs. Difusión de identidad. El adolescente se enfrenta a la decisión de elegir una ocupación, a establecer una intimidad sexual, a una definición psicosocial.

En esta línea, como lo plantea este autor la juventud depende de una moratoria, un espacio de posibilidades que se presenta en ciertos contextos sociales. De tal manera que a finales del Siglo XIX y a principios del XX, algunos sectores sociales, logran ofrecer a los jóvenes, la posibilidad de postergar exigencias, familiares y laborales. Esto implicó la postergación del matrimonio y por el contrario trajo como elemento distintivo el dedicarse al estudio.

Ahora bien, el concepto de moratoria social no parece universal. Krauskopf (2004) considera que este concepto de moratoria psicosocial es un constructo que se creó desde una mirada de una clase social, determinada, una historia determinada y un contexto específico. Esta autora considera que la mayoría de las jóvenes en América Latina, enfrentan premuras psicosociales en el cumplimiento de responsabilidades adultas y con ausencia de oportunidades. Sugiere esta autora que es en la pubertad la etapa en la cual estas presiones se concretan y obligan a los jóvenes a crear alternativas de producción, por lo tanto, en algunas de las culturas latinoamericanas, como en las culturas indígenas los niños pasan a ser adultos jóvenes sin pasar por la adolescencia. La idea de la moratoria social se ha considerado como un periodo de preparación para la adultez, por lo tanto, se asume que los jóvenes carecen de madurez social. Se habla de los adultos del mañana, en ese sentido los jóvenes son los adultos del mañana, la meta es llegar a ser un adulto, ya predeterminado.

Para la autora Margulis y Urresti (1996) existe una moratoria vital y otra moratoria social. La moratoria social implica la postergación del matrimonio y la procreación. Esta autora considera que esta moratoria social, donde se postergan las responsabilidades adultas como el embarazo y la paternidad, en aras de lograr prepararse para la vida laboral, se presenta en las clases altas y medias de América Latina. La moratoria vital es básicamente la posibilidad de prolongar la temporalidad de la vida hasta la muerte.

Esta autora considera que la linealidad con que se ha planteado el desarrollo no refleja la realidad. Actualmente los cambios en el ciclo vital no son tan lineales, porque por ejemplo la juventud se definía como la etapa en la cual se dejaba de ser niño y la adultez cuando se casaba, trabajaba y se convertía en ciudadano. Esta idea, muestra cómo el concepto de moratoria psicosocial ha perdido vigencia en la medida en que ya no existen este momento tan definido de demorar el paso hacia la adultez.

Es así como la adolescencia se ha considerado como una invención histórica, social y cultural, que corresponde a la realidad de cada época. Cada joven vive esta etapa de acuerdo a su momento histórico (Levi & Scmitt, 1995). Como lo plantea Kait (2007), “la adolescencia no es sólo una edad, un tiempo sino también un lugar, más bien una falta de lugar” (p.42). La adolescencia para esta autora es la transición entre dos mundos, dos lugares. De este modo ella se refiere al lugar de la infancia que es en el hogar de los padres y a la adultez, cuyo lugar es el propio hogar. Sin embargo, la adolescencia, no tiene lugar, tampoco tiene tiempo. Si el adolescente está en casa con sus padres, se siente fuera de todo, porque no es niño ni adulto. La autora refiere unas frases alusivas al sentimiento del adolescente planteando la idea cartesiana de pienso luego soy.

Para el adolescente la idea se traduce en pienso luego no soy o aún más interesante, la autora manifiesta que el adolescente cuando no piensa es y cuando piensa no es. En este sentido, se rescata la frase que plantea Kait (2007) cuando se refiere al adolescente que dice: “no pienso, ni soy y luego actúo” (p.44). Siguiendo con esta autora se puede definir al adolescente como alguien sin lugar, pero a la vez alguien que actúa sin pensar. Su tránsito hacia la adultez, implica dejar la infancia, pero no estar inscrito sino en una etapa transitoria, en un puente. Esta idea de puente motiva el presente estudio porque plantea cómo el adolescente puede dirigirse a la adultez, que significa la independencia, incluso el lugar de independencia, o quedarse en la infancia, que traduciría en esta metáfora el regreso a casa.

Como es conocido, Eric Erikson (1985) plantea ocho edades del hombre entre las que se encuentra la fase de confianza versus desconfianza básica. En esta primera etapa el recién nacido comienza a confiar en otros y en sí mismo, en su propio cuerpo. La desconfianza básica provee dificultades psíquicas que pueden generar problemas de depresión o esquizofrenia (Erikson, 1985). La segunda etapa planteada por Erickson (1985) es la de Autonomía versus vergüenza y duda, en esta etapa se busca afianzar la autonomía y el auto-control. La siguiente etapa se refiere a la iniciativa versus la culpa, donde la cualidad esencial es la iniciativa.

La siguiente etapa hace referencia a la industria versus la inferioridad, donde se habla principalmente de la preocupación por la inferioridad y la no adaptación social. Finalmente, Erikson habla de la etapa de la adolescencia donde se abandona la infancia para comenzar a buscar la identidad. Esta búsqueda de la identidad, implica la escogencia de un rol y a la vez la confusión en los roles. En esta etapa juega un papel muy importante la formación de la identidad. Muchas veces, en esta búsqueda, es posible que el joven se enamore y por lo tanto proyecte parte de su identidad en el otro. Erikson considera que la adolescencia es la etapa de moratoria social entre la niñez y la adultez. Es la etapa en la que el joven comienza a ensayar diferentes roles y a identificarse.

La paternidad adolescente

Beggs-Webber (2012) considera que la paternidad adolescente interrumpe la expectativa cultrual acerca de cuàndo y y quién puede y debe tener un bebé. En esta línea de análisis, asumir un rol de padre en la adolescencia, implica interrumpir la etapa de moratoria social. Este concepto de moratoria social, implica un aplazamiento de las responsabilidades, en búsqueda de la identidad. Como lo señala Havighurt (1972) existen unas tareas evolutivas que debe desarrollar el adolescente en esta etapa. Por una parte, uno de los objetivos es lograr una identidad, que implica tener una claridad sobre el concepto de sí mismo. ¿La paternidad en la adolescencia afianza este concepto de sí mismo y ubica a los padres en su rol o por el contrario confunde y complejiza la identificación con un rol?

Embarazo adolescente

Para la Organización Mundial de la Salud (2014), aproximadamente 16 millones de adolescentes entre 15 y 19 años dan a luz cada año, la mayoría en países en desarrollo. Esto equivale aproximadamente al 11% de todos os nacimientos en el mundo. Los embarazos adolescentes son más comunes en comunidades pobres según cifras de la OMS (2014). Esta organización plantea que los riesgos del embrazo adolescente son muchos, puesto que son la segunda causa de muerte entre las jóvenes entre 15 y 19 años en todo el mundo . De igual manera, los bebés de madres adolescentes tienen muchos más riesgos al nacer que los de madres con mayor edad.

Estudios recientes (East, Reyes & Horn, 2007; Margherita, Troisi, Tessitore & Gargiulo, 2017), muestran que haber sido una hija de madre adolescente, eleva los riesgos para tener un embarazo adolescente. Este estudio también demostró que las madres adolescentes suelen pertenecer a poblaciones vulnerables, donde las jóvenes han sido expulsadas de los colegios y trabajos son escasos (Save the children, 2011). Podría decirse que el embarazo adolescente como problema social surge en la década de 1960, en los Estados Unidos a partir de los cambios derivados por la segunda guerra mundial. En esta época, como lo relatan algunos autores (Fustenberg, 2003), el embarazo adolescente que se gestaba fuera de la institución matrimonial se convierte en problemático y es entonces cuando comienza a ser una preocupación del Estado. El Estado entonces legisla y condena prácticas como el aborto, además de priorizar los programas de prevención.

Se ha considerado que el embarazo adolescente es un problema porque tiene un impacto psicológico, cultural, social y biológico a cualquier edad y en la adolescencia supone mayores complicaciones. Los riesgos médicos como la hipertensión y anemia, son algunos de los más comunes. Sin embargo, estos autores consideran que el mayor problema se presenta a nivel personal. Uno de los problemas que se encontraron en el estudio realizado en Cuba, tenía relación con el rol de madre, que asumía la abuela y no la madre, lo que complicaba aún más la identificación de la adolescente con su nuevo rol y a la vez la alejaba del rol de adolescente.

Este estudio también arroja elementos muy importantes que permiten analizar el problema de la maternidad adolescente como una forma de identificación que muchas veces se ve interrumpida por el exceso de apoyo familiar. Muchas veces este apoyo evita que la adolescente asuma el rol de madre y exija del padre su rol. De acuerdo con el Ministerio de Cultura (2015), el embarazo adolescente es un tema complejo, que se ha considerado como problema desde la década de los 70, como problemática social y de salud pública. Se asume como un proceso que interrumpe el equilibrio, el desarrollo biológico, psicológico y social de la madre. Se asume que el embarazo adolescente acelera el paso a la adultez, en consecuencia el embarazo adolescente obliga a la joven madre o al joven padre a incursionar en el mercado laboral, abandonar el colegio y el estudio. De acuerdo con esta mirada, el embarazo adolescente interrumpe la moratoria psicosocial planteada por Erikson (1982). Además de estas pérdidas, se considera que las madres y el joven padre interrumpen el curso normal del proceso de construir un proyecto de vida y vulneran su autoconcepto.

Esta es una cara del problema, sin embargo, no todos los estudios han demostrado que ser madre adolecente implica consecuencias negativas (Sheeran, Jones & Rowe, 2015; Margherita, Troisi, Tessitore & Gargiulo, 2017). Es importante analizar la otra cara de la moneda que muestra las creencias que se tienen acerca de la maternidad y paternidad adolescentes. Los índices de embarazo adolescente son elevados y las intervenciones del Estado chocan recurrentemente con las tradiciones y concepciones acerca de la maternidad y la paternidad que fluyen en la cultura y en los procesos de socialización de grupos sociales como los latinoamericanos. Oviedo y García (2011), ilustran que la idea de maternidad ligada a la socialización de las niñas, es un tema que se remonta hasta la antigua Grecia. En estas culturas y ligada a la historia de occidente, la mujer ha sido considerada como parte de un ámbito privado, cuya función principal es la maternidad. Todo el proceso de socialización femenina desde los juegos infantiles, hasta los sueños adolescentes se centran en la maternidad. Concluyen estas autoras, que resulta difícil en este escenario, pensarse como mujer sin que la maternidad constituya un ideal de desarrollo personal.

Por lo tanto, las tensiones que viven los adolescentes en pleno siglo XXI respecto a la maternidad como ideal de toda mujer y, por otra parte, la posibilidad de un desarrollo autónomo de la sexualidad sin los componentes de la maternidad, es difícil de conciliar. Muchas veces, en las sociedades latinoamericanas, de clases socioeconómicas baja, estos ideales de mujer postmoderna no encajan, porque no existen referentes claros, ni modelos de identificación suficientemente convincentes para optar por algo diferente a lo que el modelo patriarcal ha ofrecido durante siglos en nuestras culturas (Bauman, 2001).

En esta línea de análisis resulta por lo tanto evidente que si bien las voces del Estado y las entidades internacionales alarman sobre el incremento del embarazo adolescente en el mundo y especialmente en América Latina, las voces de algunos adolescentes muestran que el embarazo forma parte del proyecto de vida de los jóvenes y en este proceso de identificación y de búsqueda de la identidad con la cultura patriarcal, que les permite encontrar un sentido a la vida (Mohammadi, Montazari, Rad, Ardabili & Garacheh, 2016). De este modo el estudio realizado por Beggs Weber (2012) con padres adolescentes muestran que para ellos ser padres jóvenes implica demostrar su interés por las mujeres, su heterosexualidad y masculinidad. En algunos casos, el embarazo adolescente no surge dentro de un contexto de sexo casual, sino que surge en el contexto del amor mutuo. Muchos de los discursos de los adolescentes sobre las razones de no usar protección como condones, se relacionan con la confianza y la expresión de amor verdadero.

Significados del embarazo adolescente

Algunos estudios han mostrado una cara diferente del embarazo adolescente, como parte de una identificación con el mundo adulto “ser madres es ser adulta” (Oviedo & García, 2011, p 8). Recopilando algunas experiencias de mujeres con historia de maternidad adolescente, Oviedo y García, (2011) plantearon vivencias que reflejan la complejidad del tema. Estas autoras mostraron cómo estas mujeres desde niñas aprendieron a ser madres, ya no sólo en los juegos, sino como apoyo a su propia madre en las labores de maternidad con sus propios hermanos. Ellas imitan al modelo que conocen que es su propia madre, aprenden de ella y ésta les enseña que su identidad está ligada a la maternidad. Como lo plantea Kait (2007) el embarazo adolescente resuelve en el joven la eterna pregunta acerca de su identidad ¿quién soy yo? Soy madre o soy padre tengo a quien cuidar y quien dependa de mí. Por eso, resulta tan difícil considerar que el embarazo adolescente es un evento no planeado y no deseado, la mayoría de las veces, el embarazo adolescente es una idea anhelada donde se conjugan tanto la necesidad de cuidar, de ser indispensable, como la necesidad de ser cuidada y darle un sentido a la vida.

En el caso de los jóvenes, también se encuentran estudios que muestran cómo la paternidad es también una oportunidad de reafirmar la masculinidad y el rol de proveedor muy arraigado en las culturas patriarcales. El padre, a lo largo de las generaciones sigue teniendo el papel de proveedor económico, poseedor de poder, frío emocionalmente y poco comunicativo (Vanegas López & Oviedo Córdoba, 2007). Claramente, la masculinidad es una construcción cultural (Valdés y Olavarría 1997) que en nuestro medio impone modelos de masculinidad dominante que caracteriza a los hombres como personas importantes, activas, heterosexuales, proveedores en la familia entre otras características. Como lo plantean Olavarría y Parrini, (2000)

En este contexto, para hacerse “hombre” los varones deben superar ciertas pruebas como: conocer el esfuerzo, la frustración, el dolor, haber conquistado y penetrado mujeres, hacer uso de la fuerza cuando sea necesario, ser aceptados como “hombres” por los otros varones que “ya lo son”, y ser reconocidos como “hombres” por las mujeres. Asimismo, son los otros hombres -y no las mujeres- los que califican y juzgan la masculinidad del varón. Ellas son su opuesto inferior, aun cuando su desempeño sexual los haga vulnerables a la reprobación de sus parejas (p.12).

Estas propuestas culturales de masculinidad se gestan desde la infancia y no son ajenas a los adolescentes. Cuervo (2013) en su estudio con jóvenes padres, considera que un elemento importante que en marca este hecho el valor que le dan los jóvenes a la idea de ser proveedor. Por lo tanto, la paternidad se refleja para los jóvenes como un medio o una estrategia para probar su masculinidad (Cuervo, 2013). Esta perspectiva muestra que, en muchos casos, la paternidad adolescente en los jóvenes le plantea un reto de convertirse rápidamente en hombres proveedores de su nueva familia que acelera el tránsito de la juventud a la adultez como una aceleración del rito de iniciación hacia la etapa adulta (Olavarría, 1999; Olavarría & Parrini, 1999). Estas ideas de la maternidad y la paternidad como formas de pasar rápidamente de la adolescencia a la adultez, contradicen en parte la idea muy arraigada entre algunos autores acerca de la importancia de la adolescencia como moratoria social. A continuación, se analizarán algunos postulados de la teoría de Erikson.

Los imaginarios sociales que surgen en la población joven sobre el tema del embarazo adolescente sorprenden cuando se analiza que en general no existe un sentimiento de frustración ante la llegada de un hijo, por el contrario, la existencia de un hijo da un sentido a la vida. También en este estudio realizado en Chile se puede analizar que, si bien el embarazo implica obstáculos para lograr las metas, para los jóvenes no significa haber truncado su proyecto de vida. El hijo y su nueva familia son un motivador para estudiar y mejorar su condición de vida.

Apoyo Social y Paternidad Adolescente

La red de apoyo constituye, un recurso muy importante con el que cuenta la persona para afrontar cambios y situaciones nuevas, como sería el caso de la propia adolescencia (Musitu & Cava, 2003). Es importante tener en cuenta que además de los cambios propios de la edad, en el caso de la paternidad adolescente, se añade un cambio radical que obliga a los jóvenes a convertirse en adultos rápidamente, asumiendo las funciones paternas de cuidado y protección de otro. Por una parte, el apoyo social ha sido considerado como un amortiguador ante las situaciones de crisis, en este caso el convertirse en padre.

El concepto de apoyo social surge nace a partir de los años 70, así Cassel (1974) definió el apoyo social como aquellos lazos entre los individuos, que permiten promover un dominio emocional, ofrecer consejos y proporcionar una retroalimentación sobre identidad y desempeño. El apoyo social podría definirse como la ayuda que se le brinda a una persona, por parte de su red cercana que genera bienestar psicológico al sentirse apoyada y cuidada (Lin, Deán & Ensel 1981). Quizás la definición más completa sobre apoyo social es la que brinda Lin y Ensel (1989) donde el apoyo social es descrito como un proceso de percepción o recepción por el cual los recursos en la estructura social (Comunidad, redes sociales y relaciones íntimas) permiten satisfacer las necesidades instrumentales y afectivas en situaciones cotidianas y de crisis.

En esta línea, el embarazo constituye una situación de crisis para un adolescente porque interrumpe su normal desarrollo y obliga al joven a asumir el cuidado y protección de otro (Cuervo, 2013). Los estudios realizados por Musito y Cava (2003) con respecto a las variaciones de las redes de apoyo social en los adolescentes, comprueban que claramente el foco de apoyo social migra de los padres al grupo de pares. La red de apoyo constituye, sin duda, uno de sus principales recursos con los que cuenta la persona para afrontar cambios y situaciones nuevas, como sería el caso de la propia adolescencia. Este estudio buscó determinar cuál fue la fuente de apoyo social ante la paternidad adolescente en jóvenes con experiencia de paternidad adolescente, nacidos en los años 1970-1980y 1990, y cómo esta red de apoyo puede influir en el proceso de desarrollo de los jóvenes. En esta época, como ya se explicó surgieron cambios en las políticas de Estado, pero, quizás los componentes privados del deseo de la paternidad conservados a través de la familia, permanecieron intactos. La pregunta por lo tanto apunta a comprender ¿qué apoyos recibió el joven padre ante la experiencia de embarazo de su pareja?

Método

Participantes

Los participantes con los que se realizó el estudio, fue una muestra de 29 hombres nacidos en las décadas de 1960 (10 participantes), 1970 (10 participantes) y 1980 (9 participantes) de estrato 2,3 y 4, que tuvieron su primera experiencia de embarazo entre los 14 y los 19 años. En la ciudad de Ibagué y sus alrededores.

La participación de los hombres fue voluntaria y registrada con la firma del consentimiento informado. El método de selección de la muestra fue por bola de nieve.

Instrumentos

Se utilizó una encuesta psicosocial elaborada por el equipo de investigadores y tuvo una validación de contenido a través del criterio de cuatro jueces expertos. La encuesta indagó acerca del apoyo recibido por el Estado, la comunidad y la familia.

Procedimiento

La muestra se seleccionó a partir de referidos y por el método bola de nieve. Los participantes fueron informados de los objetivos de la investigación y de sus alcances y riesgos. Cada participante firmó el consentimiento informado. La encuesta fue leída a los participantes y el investigador fue el encargado de llenarla y explicar las preguntas si había dudas. Una vez recogida la información las encuestas fueron tabuladas y los resultados analizados utilizando un programa de SPSS.

Resultados

Los resultados aquí presentados se organizan en tres grandes bloques temáticos. Por una parte, se analizó el apoyo recibido por parte del Estado, en segundo lugar, el apoyo recibido por parte de la comunidad y, en tercer lugar, el apoyo recibido por parte de la familia. En la Tabla 1 se registran los porcentajes de apoyo estatal recibido por décadas.

Tabla 1 Apoyo Social Recibido y Percibido 

Generación Percepción de Apoyo Estatal (%) Tipo de Apoyo Recibido (%)
Si No Emocional Médico Informacional
1960 20% 80% 0% 100% 0%
1970 20% 80% 20% 80% 0%
1980 11,1% 88,9% 0% 0% 100%

Es importante resaltar que los resultados obtenidos muestran un apoyo del Estado que se limita, en el caso de los padres nacidos en 1960, a la atención médica. Respecto los jóvenes nacidos en la década de los 70, es claro que no sólo se recibió apoyo médico sino también emocional por parte del Estado. Se destacan los datos de la década de los 80 donde el apoyo estatal sólo fue recibido por el 11.1% de la muestra y todo el apoyo recibido se concentró en el apoyo informacional. Adicionalmente como se muestra en la Tabla 2, la percepción de apoyo del Estado, se considera sujeta a la intervención de intermediarios. Por ejemplo, en la Tabla 2, se destaca que los padres nacidos en los años 70, consideraron que en un 90% cualquier ayuda del Estado debe venir a través de palancas.

Tabla 2 Percepción de Apoyo por parte del Estado 

Generación Apoyo del Estado a través de Intermediarios
Si No
1960 70% 30%
1970 90% 10%
1980 66.6% 33,3%

Tabla 3 Tipo de Apoyo recibido por la Comunidad 

Generación Percepción de Apoyo Comunitario Tipo de Apoyo Recibido
SI NO Material Informacional Médico Emocional Ninguno
1960 20% 80% 0% 0% 0% 20% 80%
1970 10% 90% 0% 0% 0% 10% 90%
1980 44,4% 55,6% 11,1% 0% 0% 33,3% 55,6%

La Tabla 3 muestra cómo en la generación de 1960, el 20% de los padres que participantes en el estudio, reportó apoyo comunitario a nivel emocional, en contraste con la generación de 1970, dónde sólo el 10% de los padres reportaron apoyo a nivel emocional. Finalmente, en la generación de 1980 se evidenció que el 44,4% de los padres recibieron apoyo comunitario de tipo material y emocional, Los padres nacidos en la década de 1980 y quienes tuvieron sus hijos en la década del 90 y 2000, recibieron más apoyo de la comunidad que otros padres de las décadas anteriores. Con respecto al apoyo recibido por la familia en la Tabla 4 se muestran los porcentajes obtenidos.

Tabla 4 Percepción de Apoyo Social Familiar 

Generación Percepción de Apoyo Familiar Tipo de Apoyo Recibido
SI NO Material Informacional Médico Emocional
1960 90% 0% 30% 0% 0% 70%
1970 90% 10% 10% 10% 10% 70%
1980 66,6% 33,3% 11,1% 11,1% 11,1% 66,6%

Respecto al apoyo familiar, las tres generaciones reportaron apoyo de las familias en un porcentaje superior al 66%. Cabe destacar que las generaciones de 1960 y 1970 reportaron en un 90% que fueron objeto de apoyo familiar a nivel emocional principalmente.

Discusión

Los resultados obtenidos apuntan claramente a mostrar, lo que desde la teoría ya se planteaba (Oviedo & García, 2011), el embarazo adolescente está ligado a las expectativas que la familia misma ha depositado en el joven. Ser padre, ser proveedor, es desde luego la expectativa que la familia en muchos sectores sociales ha depositado en el adolescente (Havighurt, 1972). En el adolescente, como lo plantea Cuervo (2013) es también una forma de afianzar su masculinidad, demostrando que puede ser padre. Por lo tanto, no sorprenden los resultados cuando se muestra que es la familia la que apoya, la que acoge, la que recibe al joven y lo ayuda en su nuevo rol. Los soportes son de todo tipo: emocional, económico y también material. También es comprensible que la familia no ofrezca aportes a nivel de información, por ejemplo, de programas o recursos de la comunidad o del estado, porque no los conocía y además la familia asume también que su rol debe ser de apoyo casi exclusivo. Adicionalmente y en la línea del proceso de identificación Reyes y Cabello (2011) plantean que la paternidad adolescente constituye el paso de la adolescencia a la adultez, porque el joven comienza a tener responsabilidades de adulto. Para estos autores la paternidad adolescente, es percibida por algunos jóvenes como la oportunidad de darle sentido a su vida y organizarse. Estas conclusiones llevan a pensar que la paternidad adolescente obliga al joven a asumir un rol, con el que se puede integrar a la sociedad como adulto. La moratoria social, termina y la familia siente que el joven finalmente va a dejar de lado su vida irresponsable. Sin embargo, el papel de la familia como fuente de apoyo materia y emocional principalmente puede analizarse de muchas formas.

En primer lugar, podría pensarse que el joven retorna a su familia, con el rol que la familia espera de él. Esta postura es polémica, puesto que no permite la emancipación, ni la rebeldía, ni la oposición propia de la adolescencia, sino que ubica al joven nuevamente como dependiente de un apoyo familiar. De otra parte, la escasa presencia del Estado o la comunidad como fuentes de apoyo, independientes de la familia, que podría ser un elemento de emancipación del joven de su núcleo primario y de afianzamiento de su rol “adulto”, es muy escasa. Los datos muestran que la presencia del Estado como fuente de apoyo para el joven sólo se presentó en un 20% en las décadas de 1960 y 1970, pero, en las décadas de 1980 bajó al 11.1%. Quizás la presencia de mayor apoyo del Estado podría permitir que los jóvenes en estas etapas lograran fortalecerse en su camino hacia la adultez. Sin embargo, la presencia del Estado en estas etapas, ha sido escasa. La posibilidad de gestionar por sí mismo las ayudas del estado, exigir sus derechos como ciudadano y posicionarse como merecedor de apoyo, podría contribuir al afianzamiento de su autoestima y de su sentimiento de auto-eficacia como gestor de recursos para su nueva familia.

A partir de la pregunta formulada en este estudio acerca de las fuentes de apoyo de los padres adolescentes en tres generaciones se ha podido concluir que en las tres generaciones existen bajos niveles de percepción de apoyo estatal, asociado a la baja oferta de programas de apoyo para los padres adolescentes e indiscutiblemente se destaca la existencia de apoyo familiar. Este hecho puede tener dos interpretaciones, por una parte, desde el punto de vista del soporte en una situación de crisis, permite como lo dice (Abello, 1999) ser un amortiguador ante los factores estresantes y, por ejemplo, reducir los riesgos de maltrato infantil. Sin embargo, en cuanto al desarrollo e independencia de los jóvenes de su núcleo familiar no parece tan claro. Esta ruptura con la familia de origen equivale a la posibilidad de construirse como individuo y llegar a la adultez de forma escalonada.

Ahora bien, en los datos existen elementos interesantes en cuanto a generaciones. Así, en la generación de 1980 existió mayor cantidad e incidencia de apoyo comunitario a lo cual se presume la creación de redes y uso de vínculos sociales significativos con influencia sobre decisiones y factores de protección para el fortalecimiento del bienestar y las situaciones que como esta se pueden diferenciar como situaciones estresantes y desconocidas que pueden generar desequilibrio en el Estado físico y psicológico del joven. En las generaciones de 1960 y 1970 se reflejan escasos niveles de percepción de apoyo comunitario lo cual se puede asociar a la falta de grupos de apoyo social, además del enfrentamiento a una situación que no era del todo estresante, es decir, según lo reportado por algunos padres de estas generaciones, tener un hijo a temprana edad, dependiendo de la situación era algo esperado, dadas las tradiciones sociales de la época, donde se formaban parejas permanentes a temprana edad, por lo tanto no requerían tanto apoyo por parte de las comunidades, dado que entre la pareja podían solventar todo con ayuda de la familia.

En resumen, los resultados muestran que la familia fue durante mucho tiempo la única fuente de apoyo para los jóvenes padres. No es de extrañar esta postura si se asume, como ya los dicen Olavarría y Parrini (2000) que la expectativa de la cultura y de la familia ha sido que el joven afiance su masculinidad y una forma de hacerlo es a través del embarazo de una mujer. Estos datos, aportan elementos que permiten mostrar que quizás, el problema del embarazo adolescente como se plantea a nivel Estatal, no podrá controlarse si no se conocen las expectativas de las familias con respecto a sus hijos.

Referencias bibliográficas

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Recibido: Enero de 2020; Revisado: Marzo de 2020; Aprobado: Junio de 2020

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