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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.21 no.1 Medellin Jan./June 2021  Epub Nov 01, 2021

https://doi.org/10.21500/16578031.5576 

Artículos derivados de investigación

Los postulados de la pedagogía franciscana en relación con la formación ética en contexto de la Universidad de San Buenaventura

The Postulates of Franciscan Pedagogy in Relation to Ethical Training in the Context of Saint Bonaventure University

Nicolás Alberto Alzate-Mejía1 

Edgar Alonso Vanegas-Carvajal2 

1 Magíster en Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Magíster en Historia y Teología de las Grandes religiones del mundo de la Universidad de París, Francia. Licenciado en Teología de la Universidad de San Buenaventura, Bogotá, Colombia. Docente investigador del Grupo de investigación Interdisciplinario para el Desarrollo del Pensamiento y la Acción Dialógica GIDPAD y articulista para revista RED/BIOÉTICA de la UNESCO. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-9146-0517 E-mail: nicolas.alzate@usbmed.edu.co

2 Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Especialista en Pedagogía y Docencia Universitaria, por la Universidad de San Buenaventura, Bogotá. Licenciado en filosofía y teología por la misma Universidad. Docente investigador del Centro Interdisciplinario de Estudios Humanísticos CIDEH de la Universidad de San Buenaventura Medellín, Colombia. Catedrático de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Pertenezco al Grupo de investigación Interdisciplinario para el Desarrollo del Pensamiento y la Acción Dialógica GIDPAD en la línea Antropología Franciscana y al Grupo de Investigación en Ética y Bioética GIEB de la Universidad Pontificia Bolivariana. Orcid: https://orcid.org/0000-0001-6124-3944 Correo electrónico: edgar.vanegas@usbmed.edu.co


Resumen

Es importante recordar que los resultados de los saberes superiores en la Universidad de San Buenaventura, buscan el bien común de toda vida, de la biota en general, incluyendo la sostenibilidad de los ecosistemas. Este bien común se ha venido ejecutando con ayuda de un valor socio-humanístico denominado fraternidad, concretado en los proyectos de equipo interdisciplinario. He ahí dos grandes fortalezas que subraya la Universidad de San Buenaventura al tener en cuenta el ejercicio de una pedagogía franciscana.

Palabras clave: Pedagogía; Ética; Paideia franciscana; Educación; Formación

Abstract

It is important to remember that the results of higher knowledge at the Saint Bonaventure University seek the common good of all life, of the biota in general, which includes the sustainability of ecosystems. This common good has been implemented with the help of a socio-humanistic value called fraternity, which is concreted in interdisciplinary team projects. There are two great strengths underlined by the Saint Bonaventure University in considering the exercise of Franciscan pedagogy.

Keyword: Pedagogy; Ethics; Franciscan Paideia; Education; and Formation

El soporte técnico-administrativo para construir los postulados de una pedagogía franciscana

En el Estatuto Orgánico de la Universidad de San Buenaventura existen varios principios, normas y resoluciones, que van configurando los postulados de la pedagogía franciscana en relación con la formación ética en su mismo contexto universitario, veamos:

La Universidad de San Buenaventura es una institución de educación superior que, de modo riguroso y crítico, contribuye al desarrollo integral del ser humano y de sus culturas, mediante la docencia, la investigación, la proyección social y el bienestar institucional en los ámbitos local y nacional, o bien en el ámbito internacional… (Universidad de San Buenaventura, 2010, p. 17).

Esto significa, en primer lugar, que la pedagogía franciscana se va a modelar a partir de un esquema holístico que integra todas las dimensiones humanas; es por lo que le apuntará a formar integralmente la persona, teniendo en cuenta cuatro funciones sustantivas allí mencionadas: la actividad docente, la acción investigativa, el compromiso social y el ofrecimiento de un bienestar institucional.

Otro principio que articulará la acción pedagógica con la formación ética está señalado de la siguiente manera:

La Universidad considera fundamentales en su acción el rigor científico, la búsqueda constante de la verdad, la actividad creadora, el análisis serio y objetivo de la realidad, el valor intrínseco de la ciencia y de la investigación, el examen crítico de los conocimientos y la aplicación de estos al desarrollo y a la solución de las problemáticas de la sociedad (2010, p.17).

De aquí se infiere que la rigurosidad científica está ligada a la verdad. Este sería el binomio que intentará desarrollar la Universidad, para mantener el equilibrio y el énfasis en su identidad: ciencia y verdad en estado de rigurosidad.

La rigurosidad hará referencia a la calidad de las investigaciones y a la trasparencia de las acciones; e igualmente, a la apertura para estar en un estado de actualización epistemológico-pedagógica permanente, cuidando la postura ética que favorezca la vida, su dignidad y el mismo medio ambiente, según la dimensión espiritual que profesa la institución educativa.

En cuanto a un tercer principio plasmado en el Estatuto orgánico, se observa nuevamente la necesidad de mantener en sintonía el acto pedagógico con el acto axiológico que configura el ethos identitario institucional, veamos:

La Universidad, además de ser una casa del saber, de formación científica y tecnológica, es también un centro de vida donde se vivencian valores sociales, estéticos, éticos y religiosos. Forma integralmente a sus estudiantes y busca desarrollar en ellos la plenitud de sus facultades intelectuales, físicas y espirituales. (2010, p.17).

En este principio se expresa una invitación a asumir el acto pedagógico en articulación con el ethos axiológico, donde se otorga posibilidad de desarrollar valores sociales, éticos, estéticos, religiosos que pueden fortalecer el propio ethos cultural al que pertenecen los formados y la propia comunidad académica.

También existe un principio relacionado con la autonomía universitaria que ofrece la institución, para que las pedagogías sean ejercidas con autonomía, respetando la identidad institucional, sus valores, los principios constitucionales y aquellos que son netamente institucionales, veamos el texto:

La Universidad de San Buenaventura es una institución de educación superior que logra sus fines en desarrollo de las garantías constitucionales de autonomía universitaria, libertad de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra, dentro de actitudes de respeto y acatamiento de la ley (2010, p.18).

En síntesis, se encuentran cuatro principios generales e institucionales, que van a gestar las raíces de una pedagogía franciscana en constante interacción con un ethos axiológico, variables que interesan desarrollarse en esta investigación. Recordémoslos: a) desarrollo integral del ser humano; b) rigor científico y búsqueda de la verdad; c) ciencia y valores; d) autonomía universitaria para asumir un estilo pedagógico que favorezca la enseñanza de las ciencias y de la misma identidad institucional.

El capítulo I, artículo del Estatuto Orgánico corrobora la autonomía de la Universidad de San Buenaventura, Medellín, para desarrollar una pedagogía conforme a su identidad y sus principios institucionales; y es por ello que se viene hablando de pedagogía franciscana en constante referencia con una formación ética identitaria que la caracteriza. Veamos el texto:

La Universidad de San Buenaventura, en virtud de su autonomía consagrada por los artículos 69 de la Constitución Política de Colombia, y 28 de la ley 30 de 1992, tiene derecho a darse y modificar sus propios estatutos; designar sus autoridades académicas y administrativas; crear, organizar y desarrollar sus programas académicos; definir y organizar sus labores formativas, académicas, docentes, científicas y culturales; otorgar los títulos correspondientes; seleccionar a sus docentes; admitir a sus alumnos y adoptar los respectivos regímenes y establecer, arbitrar y aplicar sus recursos para el cumplimiento de su misión social y de su función institucional. (2010, p. 20).

Por otra parte, uno de los objetivos enunciados en el capítulo II, artículo 6 del mismo Estatuto Orgánico, otorga la posibilidad de practicar diversas metodologías en las prácticas del ejercicio pedagógico, intentando interactuar las ciencias sociales y humanas con el conjunto de ciencias experimentales y tecnológicas, abriendo espacio para el trabajo interdisciplinario. El texto dice:

Cumplir las funciones de docencia utilizando diversas metodologías; interrelacionando lo humanístico y lo tecnológico; desarrollando los estudios propios de cada profesión dentro de una educación general y creando espacios para la actividad interdisciplinaria. (2010, p. 22).

Hasta aquí se ha presentado el soporte administrativo que declara la impronta de la existencia de una pedagogía franciscana que pueda incidir en la formación ética de la comunidad universitaria, especialmente en el ethos académico.

Acercamiento al concepto “pedagogía franciscana”

El punto de partida es el concepto griego de Παιδεία que bien vale la pena profundizar, para poder arribar a la comprensión de la expresión Paideia franciscana, que interesa en este apartado.

La Παιδεία se asume también como: el movimiento formativo que busca modelar el ser y la manera de estar el ser en el mundo, con la finalidad (τέλος) de alcanzar un alto grado civilizatorio, de enaltecimiento, de dignidad, donde no sólo el individuo, sino toda una sociedad o una época de la humanidad pueda exclamar ¡luvat vivere!!! (vivir es hermoso). Un acto serio, profundo que buscará esculpir el ser y el quehacer de la persona, desde las verdades deconstruidas y construidas, donde prime equilibrio y armonía, coherencia y bienestar en la interacción ser-quehacer, trabajando por conquistar una vida feliz, recta y justa y es el estado de sinfonía donde los sonidos y los silencios de la existencia humana, se sincronizan de tal forma que la persona se visualiza como signo de enaltecimiento de la dignidad y de la cultura que hace parte (Alzate Mejía, 2018, p. 213).

El otro concepto que requiere ser auscultado hace referencia al “ethos franciscano” en íntima relación con la pedagogía; por tanto, ella puede interpretarse desde tres miradas, así:

En primer lugar, desde el sí mismo o desde su identidad-ipseidad la “Paideia Franciscana” se comprende como:

La Paideia Franciscana es el ejercicio formativo que comienza a moldear al sujeto desde su interioridad, para luego mostrarse en la interacción socio-fraterna, por tanto, se requiere un esfuerzo auto-cognitivo, no sólo para conocerse a sí mismo, sino para comprenderse como ser creacional en relación sistémica. De sí mismo, parte entonces el viaje itinerante hacia la vida fraterna, de comunidad interactuante, incluso con todo lo planetario. Esto traduce que el hombre es un ser que, al desarrollar sus capacidades auto-cognitivas, va hilvanando su identidad comunicativa, va entretejiendo un estado de vida comunitario y fraterno con todo lo creado, ya que está en conexión eco-sistémica (2018, p. 214).

De acuerdo con la citación anterior, la pedagogía franciscana centra su eje de atención en la persona siguiendo la línea del personalismo (Mounier, 1976, p. 46), enfatizando la importancia de formar al ciudadano como sujeto que busca la construcción de su propia identidad y personalidad, es decir un sujeto definido.

En segundo lugar, la expresión “Paideia Franciscana” se comprende desde la relacionalidad-alteridad, así:

Con el auto-conocimiento que hacen los miembros de la fraternidad, se expande, explícita o implícitamente, en una forma de vida fraterna y sociable. Esto quiere decir que la Paideia Franciscana es una forma de instrucción pedagógica para aprender a vivir en fraternidad, girando en torno a otra comunidad que enseña a vivir en común unión: la Trinidad, expresada en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. La Paideia Franciscana retroalimentada por la Trinidad, desarrolla los atributos de cada uno de los miembros de la Comunidad divina: Dios es Padre misericordioso, amoroso y acogedor; Cristo es Hermano compasivo y solidario; y el Espíritu Santo es quien retroalimenta las cualidades de la comunidad a través de sus dones y frutos. Por tanto, la Paideia Franciscana está basada en una formación con énfasis en el bienestar de la comunidad; los intereses colectivos priman sobre los intereses particulares; y la riqueza de todos aquellos bienes, cualidades y talentos individuales están para el enaltecimiento de la dignidad de la fraternidad-comunidad. (2018, p. 214).

De acuerdo con la referencia anterior, la pedagogía franciscana, después de haber colaborado en la construcción y formación de la personalidad del sujeto, continúa aportando las orientaciones pertinentes para que el ciudadano asuma un estado de vida civilizatorio en el ethos social, aprendiendo a vivir en fraternidad, en comunicación asertiva y en comunión solidaria con los demás.

Y en una tercera instancia, la Paideia Franciscana posee su propia connotación en el ethos académico y científico, lo que se expresa de la siguiente manera:

En el caso de la Universidad, la pedagogía franciscana se convierte en acto pedagógico cuando va encaminada a desarrollar el trabajo colaborativo, buscando el enaltecimiento de la ciencia, que se logra sin duda, desde las creaciones y recreaciones epistemológicas, desde los nuevos conocimientos que favorecen la sociedad, la comunidad académica y la sociedad del conocimiento; siempre y cuando, los conocimientos propendan por el enaltecimiento de toda una fraternidad cósmica-universal. Aquí, la común-unión no es sólo espiritual ni conventual. Aquí, en la Universidad, la común-unión es universal y enriquecedora, en cuanto el acto científico se ejecute con conciencia. Todos crecemos, todos nos formamos, todos nos favorecemos en la medida en que favorecemos el conocimiento universal, enaltecemos y dignificamos la vida, las empresas, los laboratorios, la industria, el medio ambiente, las comunicaciones, los sistemas, la capacidad crítica, el pensamiento crítico, la estética, la ética, el arte y la espiritualidad como un fenómeno trascendente. Aunque la Paideia Franciscana posee un itinerario para colaborar en la construcción de un método epistemológico, es también una pedagogía en estado de educabilidad, que partiendo del conocimiento de sí mismo o de los niveles introspectivos del sujeto, pasando por la proyección social de aquellos conocimientos interiores, llega a socializar los conocimientos suficientes para que ellos ayuden a la construcción de la fraternidad universal. (2018, p. 215).

De acuerdo con la cita anterior, la pedagogía franciscana asume la necesidad de hacer “ciencia con conciencia” (Morin E. , 1990), subrayando la importancia de crear, innovar, construir, deconstruir y proponer avances epistemológicos con un alto grado de cuidado, para no atentar contra la vida, contra los sistemas ecológicos y contra la calidad y sustentabilidad de lo que existe. Se ejecuta una pedagogía franciscana que denota un “cuidado esencial” (Boff, 1999) por toda la naturaleza, aspecto que siempre ha sobresalido en el pensamiento franciscano.

Hacia la asunción del ethos pedagógico en sentido franciscano y en contexto Colombiano y Bonaventuriano

Con respecto a la pedagogía franciscana, expresión interpretada arriba, siempre subrayará el concepto formación más que educación, puesto que la pedagogía franciscana intenta siempre orientar la enseñanza y el aprendizaje, teniendo en cuenta que la persona o sujeto que aprende, está en permanente construcción, sea de procesos cognitivos, volitivos, éticos, estéticos, filosóficos y científicos; además, este sujeto aprendiz, es considerado una persona holística íntegra e integral, con una gran pluralidad de dimensiones que se articulan unas con otras para mantenerse ensamblada, integrada, intentando actuar con un alto grado de coherencia con respecto a todas sus dimensiones antropológicas. Por tanto, la formación del sujeto buscará construir, deconstruir y básicamente, articular un alto nivel de coherencia entre el ser y el quehacer de la persona integrante del ethos universitario.

Como bien es sabido, este ethos universitario se desarrolla en un contexto definido y la Universidad de San Buenaventura, sede Medellín e incluso, las otras sedes nacionales, son conscientes de pertenecer también a una historia de la educación en Colombia y por ello, no trabaja sola ni aislada; más bien ella y el ministerio de Educación Nacional (MEN) se retroalimentan entre sí, para colaborar en la búsqueda de una identidad formativa, teniendo en cuenta la mirada gubernamental y la mirada pedagógica franciscana.

En esta integración de saberes, tanto desde el Ministerio de Educación Nacional como desde la experiencia pedagógica franciscana en Colombia, se han encontrado tres ejes articuladores que van resignificando o señalando el sentido del ethos pedagógico en el país. En primer lugar, el sujeto que aprende es considerado persona dispuesta a desarrollar procesos epistemológicos, no sólo científicos, sino igualmente, auto-cognitivos, con la finalidad de aprender a auto-conocerse. En segunda instancia, el maestro que se mueve entre su deseo de enseñar, pero también de aprender. Y en un tercer momento, el conocimiento entendido como los constructos cognitivos desarrollados para hacer acercamientos a la verdad, reconociendo que la verdad plena siempre está en construcción, en evolución.

Sin embargo, al abordar el ejercicio pedagógico, generalmente la sociedad se ancla en el ejercicio del maestro, sea como transmisor de con cocimientos, sea como orientador de los mismos, sea como generador de discusiones, debates o deliberaciones, específicamente, pertenecientes a su dominio, puesto que el saber-hacer del docente se identificó con el saber pedagógico, como se ha venido observando en algunos estudiosos del ejercicio pedagógico en Colombia, veamos:

La pedagogía ha sido vista en Colombia como una “disciplina que conceptualiza, aplica y experimenta los conocimientos referentes a la enseñanza propios de la exposición de las ciencias, como también al ejercicio del conocimiento en la interioridad de una cultura” (Zuluaga, 2003, p. 112). Para este tipo de apreciación, el saber-hacer del docente se concentra en la exposición que puede hacer de su dominio o de la disciplina científica que maneja y conoce. Pero hoy, tanto el MEN como los teóricos de la pedagogía franciscana en Colombia, tienen certeza de que el concepto es mucho más integrador, como se irá demostrando en el desarrollo de esta investigación.

Al respecto, puede argüirse que la pedagogía franciscana, no sólo hace referencia a la forma de enseñar los saberes, sino a la manera didáctica de enseñar pedagógicamente dichos saberes y llevarlos a la práctica. Esta concepción otorga la impresión que la pedagogía franciscana es forma y contenido, no sólo para que el sujeto-persona aprenda, sino para que se nutra y adquiera personalidad y carácter, formándose así integralmente.

Por ello, la pedagogía franciscana se convierte en acción y en función sustantiva o columna vertebral del proceso enseñanza-aprendizaje, donde la comunidad universitaria y más precisamente, el estudiante-sujeto-persona, adquiere una formación mucho más integral.

En la Universidad de San Buenaventura se llevan a cabo cada seis meses, procesos de formación de formadores, donde se enfatiza la necesidad de formar maestros integralmente, en la mayoría de sus dimensiones antropológicas (valores humanos, metodologías y procesos epistemológicos de enseñanza actualizados), para que sean utilizados e insertados en el acto pedagógico que el maestro ejerce en este ethos universitario.

Ahora bien, para explicar la relación del ethos pedagógico franciscano con la comprensión del ejercicio pedagógico en el contexto colombiano, se intentará desglosar a partir de tres miradas o perspectivas, que se desarrollan a continuación:

Tres perspectivas del ethos pedagógico franciscano en contexto colombiano y Bonaventuriano

Primera perspectiva

La pedagogía franciscana y la oferta pedagógica del MEN se centran y se concentran en la formación de la persona para asumir un compromiso social. Esto significa que la pedagogía franciscana, aunque desarrolla el ser y el saber en contexto, también hace el giro de comprender el proceso pedagógico, como forma de orientar al sujeto-persona, para que asuma igualmente un ejercicio auto-cognitivo; es decir la persona aprende saberes, aprende a conocerse, manteniendo como proyección el ejercicio y desarrollo de un compromiso social. El joven universitario se prepara, tanto en saberes específicos que le incumben a partir de su dominio, pero igualmente, se prepara para desarrollar su ser, su condición humana para enfocarse hacia el servicio social y su compromiso comunitario.

Así, la pedagogía franciscana, marcha en aquel mismo sentido ofertado por el MEN, convirtiéndose en medio (la pedagogía), para que el sujeto-persona que aprende integralmente, colabore en la construcción de una sociedad sostenible, sustentable, con un alto grado de cientificidad, de humanidad, de civilidad.

En perspectiva franciscana, un maestro, un colaborador universitario que asume un ejercicio pedagógico, se va convirtiendo entonces en constructor de cultura, también en el apoyo fundamental para enseñar a realizar procesos de emancipación y muy específicamente, se va transformando en maestro capaz de reivindicarse con la historia de sí mismo, de la universidad, de los otros, aspecto que logra al poder trascender en su quehacer pedagógico, a partir de la coherencia que expresa entre su ser y su saber pedagógico y disciplinar. El ethos pedagógico franciscano no se estaciona en el concepto de pedagogía entendido como el recorrido metodológico que ejecuta el maestro-docente; más bien se intenta comprender como el espacio para hacer planteamientos conceptuales que más tarde se convertirán en una praxis social expresada en su compromiso de responsabilidad social, ambiente que sin duda favorecerá la práctica de los valores humanos subrayados en este proceso pedagógico. Este concepto de pedagogía que va más allá de la metodología utilizada por el maestro, también se retomó por algunas corrientes epistemológicas a partir de la década de 1990 en Colombia. El siguiente texto da testimonio de ello:

La pedagogía es el saber teórico-práctico generado por los pedagogos a través de la reflexión personal y dialogal sobre su propia práctica pedagógica y de otras prácticas y disciplinas que intercalan con su quehacer. El acto pedagógico es la razón de ser de la pedagogía (Vasco, 1990, p. 119).

Hacia 1992, en Colombia apareció igualmente, otro concepto de pedagogía, interpretado como un acto que forma para el compromiso social:

La pedagogía es un discurso con un corpus conceptual resultante de la reflexión sobre la formación, cuando ésta es hecha ex profeso, con intencionalidad explícita en un escenario construido para ello (formal y no formal) y con actores y rituales (maestros y alumnos) (Zapata, 1992, p. 43).

Con respecto a la pedagogía franciscana, se encuentra también un respaldo en torno a la necesidad de formar para asumir un compromiso social, veamos el texto:

La relación con los otros seres humanos tiene varios niveles. Se inicia en la familia y se acrecienta en la sociedad en sus diversas especificaciones de género, etnia, cultura, lengua. En estas relaciones entran en juego verdades, valores y actitudes que, a su vez, están condicionados por la historia, el derecho, la política, la economía, la educación y la geografía. Estas relaciones, a veces, están cargadas de respeto, de acogida y solidaridad; y otras de sospecha, de hostilidad y de explotación (Patiño, 2015).

Segunda perspectiva

La pedagogía franciscana y la oferta pedagógica del MEN se encuentran igualmente en el acto de Guianza formativa que hace el maestro. Tanto en las directrices que tiene en cuenta el MEN como aquellas que identifican la pedagogía franciscana, se observa la puesta en valor el dominio de enunciados y el comportamiento profesional y ético que guían la práctica o el ejercicio docente.

Si en la primera perspectiva se enmarcaba la importancia de dirigir la pedagogía hacia el compromiso social, ahora es fundamental evaluar y tener en cuenta el dominio del maestro, no sólo de sus enunciados, sino también de los procesos pedagógicos que aplica para orientar al sujeto persona hacia la adquisición de una formación integral. Tal vez por ello, la pedagogía franciscana viene haciendo esfuerzos para ser interpretada como el arte de enseñar en la relación docente-discente.

Hacia el año 1994, en Colombia aparece una fuerte tendencia pedagógica con este mismo énfasis, “para Antanas Mockus y otros (1994), la pedagogía es un discurso que conlleva directamente al reconocimiento del sentido y compromiso social del quehacer y de la actividad del maestro” (Ossa, 2012, p. 88).

Con respecto a la pedagogía franciscana, se encuentra también un respaldo en torno a la necesidad de formar pedagogos, veamos el texto:

La educación entendida en clave franciscana es antes que nada práctica, para la vida; sin obviar por ello el intelecto. Hace que se exprese la síntesis entre la fe y vida; fe y cultura, para llevar a los educandos a la encarnación de los ideales de la pedagogía franciscana, y a enriquecer e iluminar el saber humano con los datos de lafe… (Carvhalo, 2009, p. 7).

El acto de formar formadores lo concibe la universidad como uno de los grandes compromisos con la misma sociedad. Ello no escapará a la Universidad de San Buenaventura, quien considera que el saber pedagógico se va cristalizando y fortaleciendo en el binomio teoría-práctica; y este binomio se mantiene activo precisamente con la oferta institucional que hace la universidad para invertir en la formación de formadores periódicamente.

Tercera perspectiva

La pedagogía franciscana y la oferta pedagógica del MEN consideran el acto pedagógico como una vocación. Esto significa que la pedagogía es concebida como una acción transformadora del sujeto-persona y, por ende, de cultura, de perfectibilidad y de civilidad; tanto el MEN como el ethos pedagógico franciscano entienden que, transformando el sujeto para que pase a la dimensión de persona digna, también se presenta transformación social.

La pedagogía como una vocación del maestro expresa un serio compromiso de fidelidad a la enseñanza del conocimiento y al enaltecimiento del sujeto-persona que aprende en relación con el sujeto-persona que enseña, es decir la inter-relación docente-conocimiento-discente se va desarrollando en un ambiente de dignidad, sin necesidad de atropellar la verdad, el conocimiento y mucho menos la integridad de la persona humana.

Una vocación pedagógica y, en particular, una pedagogía franciscana se interpreta entonces como un permanente encuentro comunicacional, donde los actores hablan, comunican ideas, leen signos y acontecimientos, con la finalidad de expresar la realidad con ayuda de los saberes aprendidos. Habermas lo intuye en la teoría de la acción comunicativa:

Hay una preocupación por la interacción social mediada por el lenguaje como una dimensión constitutiva de la praxis humana, no solamente como una acción fundamental, sino que además, se propone argumentar porqué en este tipo de acción reside el verdadero cambio social, no como en el Marxismo en donde este venía desde el trabajo (Garrido, 2012, p. 4).

La pedagogía en general es entonces comprendida como un permanente acto comunicativo, donde los actores discuten, deliberan y dialogan para buscar consensos que favorezcan los niveles comunicacionales y puedan vivir en una constante praxis comunicativa, es decir de comunión, y por qué no decirlo, de convivencia fraterna pacífica y armónica, otorgando o inspirando a la humanidad a vivir en estado de fraternidad universal, deseo manifiesto por el fundador de los franciscanos.

Con respecto a la pedagogía franciscana, se encuentra también un respaldo en torno al sentido de vocación pedagógica, veamos el texto:

Situados en un mundo en el que hay estructuras económicas, sociales, políticas, que influyen sobre el hombre y, bajo formas sutiles de manipulación, impiden con frecuencia la verdadera libertad, no podemos permanecer indiferentes ante tal estado de cosas, ni ser solidarios de cualquier situación en la que el hombre no puede vivir como hombre, porque siempre será subdesarrollado o explotado. Por todo esto, en nombre de la caridad y de la justicia y, precisamente, para ser fieles a nuestra vocación de heraldos de la paz y convivencia fraterna y pacífica, estamos llamados a luchar contra estos males y a trabajar por la liberación tanto de los oprimidos como de los opresores, anunciándoles la conversión a la fe y al Evangelio (Orden de Frailes Menores, 1973, p. 284).

Hacia la comprensión del concepto “formación” en contexto de la pedagogía franciscana

La formación-educación en el contexto pedagógico franciscano, se ha venido comprendiendo como el medio didáctico, que coadyuva al desarrollo humano integral de los sujetos (estudiantes y comunidad educativa), con los contenidos programáticos expresados en las asignaturas.

Es una formación que apunta a ilustrar personas capacitadas para deliberar dialógicamente; igualmente, para aprender a asumir un compromiso político activo ante las necesidades del país o la región y, especialmente, para asumir una identidad de justicia social, que también aporta la axiología de la identidad institucional, siguiendo los parámetros de la misma doctrina social de la Iglesia Católica, muy rica en asuntos de justicia y equidad social. La formación con sabor pedagógico-franciscano contribuye entonces a que el maestro-docente, se vea obligado a asumir su rol como protagonista de transformación social y no sólo y simplemente como un experto en su dominio académico y científico.

Este estereotipo de formación-educación, impartida desde la filosofía franciscana, va más allá de unos formalismos de la enseñanza tradicional, en cuanto que apunta más bien a asumir una formación, donde los sujetos aprendices, vayan relacionando el ejercicio de aprendizaje con las crisis sociales y humanas e incluso, con las rupturas epistemológicas que se van dando en la construcción de los nuevos conocimientos; también con las rupturas existenciales que la sociedad o la persona va presentando en la cotidianidad vivida.

Es entonces una formación que propone y construye con el sujeto-estudiante-docente, visiones y cosmovisiones del mundo, de la ciencia, de la tecnología, de su dimensión trascendente y de su propia ipseidad (identidad), netamente dignas y capaces de enaltecer los procesos tecnocráticos, científicos y sociológicos que lo circundan. A esta mirada, Edgar Morin la llamaría básicamente “capacidad de hacer ciencia con conciencia” (Morin E. , 1982).

En una formación con énfasis en pedagogía franciscana, se tiene presente que, tanto docentes como discentes, son sujetos humanos en estado de aprendizaje, con capacidad reflexiva crítica, amigos del ejercicio de la autonomía, de la creatividad científica, con capacidad para interactuar con otros en medio de la diferencia y la diversidad cultural y de la búsqueda se sentido para trascender, tal como se aprecia en la reciente investigación titulada Caracterización de la dimensión interior-trascendente-religiosa y sus expresiones en los estudiantes de las universidades USB Medellín y la Fundación Universitaria Lasallista de Caldas, Antioquia (Sánchez, 2018).

Este perfil del concepto formación subraya y enfatiza la esencia del factor humano. Hegel, retomado por Gadamer, afirma que la persona, en su esencia íntima, es tarea inacabada, siempre está en estado de formación (Gadamer, La dialéctica de Hegel., 1981). Igualmente, el mismo Gadamer, expresa un parecer similar, cuando asegura que “la formación es un proceso en constante desarrollo y en progresión” (Gadamer, La razón en la época de la ciencia., 1981, p. 91).

El objeto de formar personas a partir de una pedagogía franciscana, consistiría entonces en esculpir sujetos amigables con la coherencia en su ser y quehacer; es decir capaces de visibilizar transparencia y concordancia entre sus pensamientos, su discurso, su voluntad y sus acciones, de tal forma que se proyecten socialmente e incidan en los procesos de transformación histórica, cultural, científica, ética y trascendente del pueblo.

Entendido así el concepto formación, en esta perspectiva pedagógica de corte franciscano, puede entonces concluirse lo siguiente:

  1. Formarse es un proceso de construcción desde sí mismo o construcción del yo como lo expresa la psicología general, con ayuda esencialmente de los otros. De este proceso surge el ser humano esculpido con identidad personal y social, es decir integral, incluso con valores, actitudes, conocimientos, habilidades y capacidades para proyectarse personal y socialmente.

  2. Formarse es el proceso de aprender a aprender, de aprender a ser, de aprender a hacer, de aprender a convivir civilizadamente y de aprender a trascender. En la pedagogía franciscana, tanto el sujeto como la comunidad académica está constantemente en estado de aprendizaje: “Y yo trabajaba y quiero trabajar con mis manos; y quiero flrmemente que todos los demás hermanos trabajen en algún oflcio compatible con la decencia. Los que no saben, que aprendan, no por la codicia de recibir la paga del trabajo, sino por el ejemplo y para combatir la ociosidad” (De Asís, 1989). En las fuentes franciscanas se enfatiza acerca de la necesidad de aprender para enriquecer la comunidad, la sociedad y, particularmente, para servir y engrandecer la presencia de los otros. Delors, ex primer ministro de educación francés, dirigió la educación de su país, teniendo en cuenta la articulación entre el ejercicio de aprender a ser y aprender a hacer para servir a la cultura y a la sociedad moderna (Delors, 1996).

  3. Formarse es igualmente, un proceso de constructos mentales y existenciales críticos, analíticos y de compromiso social, que se elaboran para colaborar en la propia construcción de sentido de vida (Alzate N. , 2018).

Formarse en la Universidad de San Buenaventura es posibilidad de aprender a reconocer dos posturas pedagógicas que en ella se extienden: la primera, obedece a la práctica y ejercicio de principios y valores identitarios que la constituyen como un ente humanístico y donde se tiene en cuenta el ejercicio hermenéutico que el pensamiento cristiano y la Iglesia Católica ha ejercido tradicionalmente en los pueblos de América Latina y del mundo latino. Esta primera postura pedagógica revela la comprensión antropológica, donde el sujeto humano es el referente principal y depositario de dignidad al ser considerado criatura de Dios. La segunda, hace referencia a la enseñanza de los saberes disciplinarios, prácticos que están a la vanguardia en el resto de universidades acreditadas por los propios ministerios de educación de cada país o región. En otras palabras, la Universidad de San Buenaventura asume una pedagogía que involucra el factor humano y el factor científico. De acuerdo con uno de los últimos estudios realizados en la Universidad de San Buenaventura, relacionados con los estereotipos de pedagogía percibidos al interior de la institución, se afirma lo siguiente: “Las acciones educativas y las prácticas pedagógicas en el marco Bonaventuriano se centran en la persona humana” (Martínez S. y., 2012).

Hacia la configuración de las directrices generales que otorgan identidad a una pedagogía específicamente franciscana

La pedagogía franciscana como forma y medio de educar y construir procesos epistemológicos, también es acto que garantiza posibilidad de enseñar una cosmovisión cristiana en estado dialógico que favorece el discurso entre ciencia y fe, diálogo que a lo largo de la historia de Occidente ha sido un caballito de batalla.

En este contexto dialógico, urge entonces precisar una pedagogía franciscana amigable con los presupuestos de la ciencia, asumiendo el proceso enseñanza-aprendizaje, en sintonía con los cambios globales, sean culturales o multiculturales, donde prime el respeto a la diferencia en las formas de concebir el conocimiento y los procesos epistemológicos; e igualmente, un compromiso ético que coadyuve a la construcción de un nuevo estereotipo de persona u hombre nuevo en sentido teológico, de una sociedad nueva, justa y solidaria; y de una cultura científica capaz de aunar esfuerzos para luchar por una sustentabilidad planetaria, pensamiento fuerte en la identidad institucional Bonaventuriana y Franciscana. La formación franciscana posee métodos y metodologías bien afianzadas desde los mismos inicios de las universidades, donde han sobresalido pensadores y científicos franciscanos como Guillermo de Ockam, Juan Duns Escoto, Roger Bacon, entre otros. Por tanto, si se habla de líneas formativas en contexto franciscano, también puede afirmarse que existe presencia pedagógica, un quehacer y una identidad pedagógica que se ocupa de desarrollar el proceso enseñanza-aprendizaje. En este contexto franciscano, hay entonces formas pedagógicas para impartir y construir saberes; y también, formas pedagógicas para ayudar a construir sentido, buscando formas de dar identidad digna al ser de los sujetos adscritos a la institución educativa.

Igualmente, la visión antropológica que identifica a la educación y formación franciscana, se transforma en pedagogía franciscana, en cuanto que considera la persona como criatura en estado relacional consigo misma, con los otros, con la dimensión trascendente y con la propia naturaleza.

Asumiendo la posibilidad de hablar entonces de pedagogía franciscana, puede afirmarse que ella tendría la función de enseñar; y lo que se enseña encierra siempre una Buena Nueva, sea que surja del ejercicio investigativo, sea que brote del ejercicio espiritual trascendente. Esta sería la misión de una pedagogía franciscana: “una misión realizada, a lo largo de la historia, a través de los más diversos medios, métodos y modalidades” (Orden de Frailes Menores, 2009, p. 7) que le apunten a la construcción de la verdad.

Aquí puede recordarse que, desde la universidad y desde la ciencia se anuncia la verdad, porque ella es encuentro digno que ilumina las crisis y los conflictos, ayudando a salir del error y de las estructuras que enajenan la condición humana y que, igualmente, atropellan los derechos fundamentales. Por tanto, la pedagogía franciscana pasa a convertirse en medio liberador y emancipador, orientando la formación de los individuos hacia el desarrollo de la autonomía, de la responsabilidad solidaria y del respeto a todas las criaturas.

Una pedagogía franciscana así entendida, se convierte en un ejercicio formativo, porque presta una serie de servicios universitarios, como la investigación, la docencia, la proyección social y la gran contribución al bienestar institucional, local, regional, nacional e internacional.

La ventaja de una pedagogía franciscana, estriba entonces en que se convierte en mediadora para establecer diálogos civilizados, como aquellos que se presentan entre la ciencia y la fe, entre las ciencias experimentales y las ciencias humanas, en los mismos encuentros interculturales e interreligiosos, entre las teologías y las ateologías y entre todos aquellos movimientos académicos que van surgiendo en esta era llamada posmoderna.

Otra ventaja de la presencia de una pedagogía franciscana, estriba en el ejercicio que realiza para desarrollar trabajos colaborativos, promoviendo la idea de fraternidad como capacidad de vivir juntos en medio de pensamientos diferentes, formas de actuar diferentes, formas de sentir diferentes y formas de creer en dimensiones espirituales o religiosas diferentes. Además, esta dimensión de fraternidad se extiende hacia las formas de relacionarnos con la naturaleza, intentando vivir con sumo cuidado, reconociendo que es imperante convivir en el mundo como si todos fuésemos hermanos y hermanas. A esto, el pensamiento franciscano lo denomina Fraternidad cósmica universal.

¿Cuáles serían entonces las directrices generales que otorgan identidad a una pedagogía específicamente franciscana?

Llama la atención el capítulo II del documento ID Y ENSEÑAD, dirigido por el Secretariado para la Evangelización (2009), citado anteriormente. Este capítulo tiene como título Visión Antropológica y Pedagógica Franciscana, lo que hace primordial ser analizado en la presente investigación.

¿Cuál es esta directriz antropológica?

Una construcción epistemológico-pedagógica fundamentada en el bio-antropo-eco-centrismo: ¿Qué significa esto?

De acuerdo con la evolución del pensamiento, las cosmovisiones, las antropovisiones y las teovisiones se ven obligadas a explicar sus objetos de estudio, teniendo en cuenta los cambios paradigmáticos hallados en los actos heurísticos que ofrece el ejercicio epistémico. Uno de los cambios obedece al ejercicio interdisciplinar, multidisciplinar y transdisciplinar al que las diferentes disciplinas se ven obligadas a asumir, con la finalidad de encontrar nuevos conocimientos mucho más precisos, en colaboración con el estamento científico.

En perspectiva franciscana, hoy el centro de atención en los procesos epistemológicos no es sólo y exclusivamente el hombre o lo que se conoció como antropocentrismo franciscano. Tampoco es el conocimiento de las cualidades de un único Dios verdadero, lo que se conoció como teocentrismo; y mucho menos el descubrimiento de los fenómenos que ocurren en el mundo o la naturaleza física, conocida como cosmocentrismo.

Como hoy se ha verificado que todo, absolutamente todo, está interconectado, el ejercicio pedagógico de la Universidad de San Buenaventura, tendría que apuntar a desarrollar un proceso de enseñanza-aprendizaje, basado en otorgar presupuestos que puedan ser capaces de mantener la necesaria sostenibilidad y sustentabilidad de la vida en el eco-sistema planetario; puesto que, escindir el conocimiento, fraccionarlo y separarlo, dificulta el acceso a la verdad y al conocimiento cierto; mientras que si se opta por elaborar conocimientos sistémica y complejamente, se puede ahorrar esfuerzos y ganar tiempo, obviando el error, la ceguera y las incertidumbres que opacan el verdadero conocimiento. En palabras de Edgar Morin, citado por Grinberg, se dice al respecto:

Para abordar esa transformación radical propone un nuevo paradigma, el de la complejidad. Cree que, en todas partes y en todas las tendencias del pensamiento posmoderno, el error, la ignorancia y la ceguera progresan al mismo tiempo que nuestras certidumbres. La causa profunda de semejante descomposición no surge de una falsa percepción ni de la incoherencia, sino del modo de organización de nuestro saber en sistemas de ideas (teorías, ideologías). Sostiene que los errores, ignorancias, cegueras y peligros imperantes tienen un carácter común que surge de un modo mutilador de organización del conocimiento, incapaz de reconocer y aprehender la complejidad de lo real. Expone un Método que se opone a los rituales del progreso ciego e incontrolado del saber humano (Grinberg, 2013, p. 2).

La pedagogía franciscana está siendo exhortada a asumir el proceso formativo complejamente. La vida y, básicamente toda vida, el hombre y su sentido de vida y el planeta con sus habitantes bióticos y abióticos, requieren ser estudiados compleja y sistémicamente. Los descubrimientos tecno-científicos, los inventos bio-tecnológicos y todos los avances que se hacen a partir del desarrollo epistemológico, deberían estar acompañados de una pedagogía que re-direccione la comunidad universitaria y particularmente, los estudiantes, hacia el desarrollo y progreso de los intereses de cada disciplina, teniendo en cuenta el equilibrio, la armonía, la sostenibilidad y la sustentabilidad planetaria.

Por tanto, no vale la pena hacer ciencia ciegamente y sin conciencia; no vale la pena hacer ciencia sacrificando el ecosistema; y no vale la pena hacer ciencia atropellando el sentido y el significado de la condición humana.

¿Cómo reconstruir entonces una pedagogía franciscana que tenga en cuenta los factores biológicos, antropológicos y ecológicos centrífugamente?

Pude responderse esta pregunta en seis momentos precisos, así:

En primer lugar, urge mantener equilibrio y solidez entre la tecno-ciencia y la ética que enfatiza el valor y la dignidad de la vida, según el carácter humanista que tiene la Universidad de San Buenaventura. El estatuto ético institucional no puede subsumirse ante la propuesta tecnológica, puesto que los descubrimientos científicos, la deconstrucción de los mismos o los avances e innovaciones que se hagan, no son correctos, válidos y buenos simplemente porque han jalonado la ciencia, sino que las novedades científicas pasan necesariamente por un filtro, sea ético o bioético en el ejercicio pedagógico.

Aquí es importante recordar que los resultados de los saberes superiores en la Universidad de San Buenaventura, buscan el bien común de toda vida, de la biota en general, incluyendo la sostenibilidad de los ecosistemas. Este bien común se ha venido ejecutando con ayuda de un valor socio-humanístico denominado fraternidad, concretado en los proyectos de equipo interdisciplinario. He ahí dos grandes fortalezas que subraya la Universidad de San Buenaventura al tener en cuenta el ejercicio de una pedagogía franciscana.

En segundo lugar, urge sostener el equilibrio unificador entre servicio-proyección social y servicio-producción de conocimiento o innovación del mismo; puesto que, al ser más rentable preparar personas netamente desde lo académico y cobrarles por el servicio educativo prestado, la Universidad de San Buenaventura prefiere optar por invertir en la construcción de sujetos éticos, transparentes y solidarios que puedan contribuir a las necesidades socio-culturales a las que se integrarán al finalizar sus estudios. He ahí la impronta humanista institucional.

En tercer lugar, urge mantener un equilibrio en la extensa comprensión antropológica, construida paulatinamente, desde el campo filosófico y teológico, donde se hallan los fundamentos y orígenes del pensamiento franciscano. Al respecto, la pedagogía franciscana tiene en cuenta al ser humano como persona íntegra e integral, como construcción sistémica y compleja y como sujeto social diferente y diverso, en estado de aprender a confraternizar en medio de las diferencias y la misma diversidad cultural. He ahí la capacidad institucional de aceptarse, no sólo como universidad, sino también como pluriversidad.

Puede anotarse que la cualidad de unidad universitaria, no hace énfasis en el concepto de uniformidad, sino en cuanto que es una institución de vitalidad integradora en estado de cohesión. Es así que la Universidad de San Buenaventura, llega al descubrimiento de verdades integradas en contextos interdisciplinarios, donde las ciencias, tanto naturales como socio-humanistas, construyen verdades sin escisión alguna entre las ramas del saber.

En cuarto lugar, hay que tener en cuenta el equilibrio que exige una teoría del conocimiento, capaz de colocar en orden prioritario los niveles del conocimiento, que permiten revelar la evolución epistémica de las diversas disciplinas ofertadas en la institución universitaria.

¿Cómo se logra fortalecer esta teoría del conocimiento? Ante todo, conociendo bien el objeto propio, material y formal, de cada disciplina. Esto se logra identificando a) el tema, b) el método y c) la esencia que hace diferente una disciplina de otra. A partir de estos tres aspectos se busca entonces la unificación o el acto sistémico en que se haya la verdad o el descubrimiento epistemológico hecho por una disciplina determinada.

El hecho de jerarquizar las disciplinas exige la aceptación de unos saberes superiores y otros inferiores; pero esta diferenciación no se hace para concebir que existen saberes superiores y saberes inferiores, sino simple y llanamente, que hay saberes distintos. Por tanto, las disciplinas se vinculan jerárquicamente, no para diferenciarlas y discriminarlas, sino para expresar que hay saberes distintos y, por tanto, válidos en el universo epistemológico.

En quinto lugar, es importante mantener un equilibrio en el método. En el caso de la Universidad de San Buenaventura, las diversas disciplinas confluyen fácilmente en el método analítico. Si hoy se encuentran saberes fragmentados, sin duda este fenómeno se produce a causa de la dificultad para emplear un método que pueda aplicarse en común a todas aquellas diferentes disciplinas que se enseñan en la misma institución. El método analítico permite hilvanar sistémicamente los saberes que brotan de disciplinas diferentes.

Una ventaja de la Universidad de San Buenaventura, para adoptar la propuesta aquí descrita, estriba en que la institución viene trabajando transversalmente con el eje humanista, subrayando la importancia del ethos antropológico y axiológico que la identifica. Los diplomados en formación e identidad institucional, favorecen la posibilidad de tener docentes que conocen la identidad ética y antropológica institucional.

De lo que se trata entonces es prácticamente no dejar sola la tecnología, huérfana del factor humanista y franciscano y, más bien acompañe los procesos epistemológicos, asegurando la construcción de conocimientos con conciencia para aportar al enaltecimiento y la dignidad de la vida, de la naturaleza y del cuidado planetario.

En sexto lugar, urge continuar apoyando el equilibrio entre la producción individual del maestro con el trabajo colaborativo, abriendo espacios interdisciplinarios. Se sabe que hay unas disciplinas superiores a otras; sin embargo, todas se requieren y se necesitan para trabajar mancomunadamente, ahorrando esfuerzo para llegar al encuentro de verdades y nuevas construcciones epistemológicas.

¿Cuál es la directriz ética que exige el mundo contemporáneo en la formación integral?

Si pudiese reducirse la respuesta, se expresaría de la siguiente manera: el cultivo de la transparencia. Sin embargo, puede señalarse a profundidad, que en el proceso enseñanza-aprendizaje, la Universidad de San Buenaventura, tiene presente sus fuentes de inspiración para formar sujetos humana y profesionalmente. El cultivo de la transparencia es una virtud tenida en cuenta en el proceso histórico institucional, que urge ser recuperada para continuar enseñándose, particularmente, en momentos históricos enmarcados por una crisis de valores y de la transparencia política, económica, religiosa y social.

En una breve carta que San Francisco escribe a sus fieles, recomienda la importancia de vivir en un constante estado de transparencia, si se desea vivir en coherencia y en comunión con Dios; y la mejor manera de demostrarlo consiste en pensar con transparencia, hablar con transparencia, expresar sentimientos con transparencia y obrar con transparencia.

La pequeña carta a todos sus fleles comienza diciendo:

A todos aquellos que aman al Señor con todo el corazón, con toda el alma y la mente y con todas sus fuerzas, y aman al prójimo como a sí mismos; y aborrecen los vicios y pecados; dichosos y benditos serán los hombres y mujeres que practicasen estas recomendaciones con transparencia” (San Francisco, Obras completas, 1986, p.1CtaF).

La transparencia es un valor institucional, además de ser un valor cristiano y franciscano. Para cultivar la transparencia en la comunidad educativa, se exige realizar el proceso pedagógico con un alto grado de respeto a la identidad católica y a los sujetos adheridos a ella; porque, según el pensamiento de San Francisco, quien se respeta y respeta al otro y los bienes del otro, expresa amor a Dios y amor a sus hermanos.

La transparencia es el valor que hoy avala la calidad humana, enaltece la dignidad, expresa otros dos valores como son la honestidad y la honradez, y especialmente, revela con claridad el estereotipo de formación que se ofrece a los individuos, delante de Dios y de la sociedad.

La transparencia es pura eticidad, es decir claridad en los pensamientos, claridad en las palabras o contratos, claridad en los sentimientos y claridad en el obrar humano. La persona transparente está siempre en sintonía para colaborar y ayudar al otro, no para aprovecharse del poder, de los cargos y de las ventajas que posea sobre los otros. Es por ello que la Universidad de San Buenaventura opta firmemente por cultivar sentido de transparencia en todas las dimensiones que atañen la persona.

La transparencia enaltece la dignidad y decora la persona como humana y como sujeto social. Para la institución educativa, sólo se llega a ser un excelente humano y profesional cuando el individuo es un sujeto transparente, buscando la verdad en forma transparente a partir de los procesos epistemológicos que utiliza para jalonar la ciencia, amando, respetando y haciendo el bien, desarrollando valores como la honestidad, la honradez, el respeto hacia el otro y la claridad en las relaciones humanas, administrativas y hasta en las mismas negociaciones que se le presentan a la propia persona o a la institución.

Existe un sinnúmero de clases de transparencia: la transparencia pública que se expresa cuando el servidor público deja medir su inversión en público; la transparencia económica dada cuando en los contratos ambas partes se benefician sin perjudicar a otros; la transparencia social que se expresa en las relaciones justas, equitativas y solidarias; la transparencia cultural basada en el respeto y la valoración positiva que se otorga a las diferencias en medio de la pluriculturalidad en que nos movilizamos; la transparencia educativa fundamentada en la formación de estudiantes íntegros e integrales y seres humanos tenidos en cuenta siempre como fines en sí mismos y no simplemente como un medio para alcanzar otros objetivos e intereses particulares; la transparencia comunicacional que busca expresar los acercamientos a la verdad, sea científica, teológica, tecnológica, entre otras, sin manipular la información; la transparencia Estatal que se expresa en el cuidado y la inversión del erario público, para beneficiar los intereses de la comunidad, del pueblo y de aquellos ciudadanos que son fácilmente vulnerados en sus derechos; la transparencia ontológica fundada en la búsqueda de la construcción de la identidad del ser sin que este sea manipulado por ideologías transhumanistas que, buscan generalmente, deteriorar el rostro de lo humano y su capacidad de trascender a partir del sentido y del significado de la existencia humana; y la transparencia epistemológica basada en la búsqueda del conocimiento y de la construcción de una ciencia con conciencia.

La corrupción es el mayor vicio y una de las más grandes estructuras de injusticia que se observa en el ethos colombiano a nivel político y que la formación franciscana y Bonaventuriana tiene la responsabilidad social de contrarrestar. San Francisco lo dice arriba en su carta “dichosos quienes aborrecen los vicios y pecados; y dichosos y benditos serán los hombres y mujeres que practicasen estas recomendaciones con transparencia”; es decir amar con transparencia, negociar con transparencia, respetar con transparencia, hablar con transparencia y vivir transparentemente.

Conclusiones

La Universidad de San Buenaventura está capacitada para trabajar interdisciplinariamente. Generalmente, se ha aceptado el estado de inter-conectividad en que el cosmos labora, evoluciona y se deja comprender. La persona también es un sujeto complejo que aprende sistémicamente.

El universo se expresa en términos de interconectividad; por tanto, se concluye que si la realidad cognitiva, la realidad antropológica y la realidad de la naturaleza planetaria actúa sistémicamente, entonces puede entenderse que las diferentes disciplinas científicas también interactúan y se expresan en forma sistémica y muchas veces no se alcanza el conocimiento, precisamente porque hay ausencia en el trabajo colaborativo entre los diferentes departamentos o unidades académicas.

Sólo puede ser concebible la Universidad de San Buenaventura en estado de sistémica compleja, cuando arribe a desarrollar un trabajo más colaborativo o como se denomina al interior de la misma, en estado de fraternidad, entendiendo por ello, no sólo la amistad y la admiración entre colegas, sino la acción y colaboración que se prestan los conocimientos entre sí.

La Universidad de San Buenaventura, requiere fortalecer las unidades académicas, para que posean oficinas interdisciplinarias, donde haya también participación de maestros amigables con el ejercicio interdisciplinario.

Se requiere asumir una cultura de la descentralización del conocimiento, aprendiendo a reconocer las capacidades investigativas y los esfuerzos que se pueden hacer desde cada disciplina, sin menguar los intereses, por parte de estamentos que se consideran más importantes. Al respecto, no se trata de abrir oficinas relacionadas con la gestión del conocimiento en cada unidad o facultad, sino de integrar disciplinas de acuerdo con la cercanía de su objeto material, de su temática y de sus distinciones.

En cuanto a la manera de interpretar la formación para la trascendencia, la Universidad de San Buenaventura presente una forma supremamente aterrizada para lograr la comprensión del fenómeno de la trascendencia como tal. Es por ello que, en la relación del hombre con el misterio espiritual expresado en Dios, en el apartado correspondiente, se está afirmando que dicha búsqueda, se va otorgando en el aquí y en el ahora, es decir en el sentido y significado que el ser humano va encontrando en su propia historia, hasta ir alcanzando su punto de realización humana. La trascendencia no es a-histórica, ella se expresa en las esperanzas logradas en aquellas situaciones existenciales desesperantes y en todo el acto dialéctico que se le presenta a la persona y a la sociedad en su cotidianidad vivida.

En cuanto a la opción de formar personas en el desarrollo de la capacidad de la transparencia, la Universidad de San Buenaventura ha dilucidado que sin ella no puede haber ciencia con conciencia; y por ello se opta por enseñar que la transparencia es pura eticidad, es decir claridad en los pensamientos, claridad en las palabras o contratos, claridad en los sentimientos y claridad en el obrar humano. La persona transparente está siempre en sintonía para colaborar y ayudar al otro, no para aprovecharse del poder, de los cargos y de las ventajas que posea sobre los otros.

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Recibido: Febrero de 2020; Aprobado: Marzo de 2020; Aprobado: Julio de 2020

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