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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.21 no.2 Medellin July/Dec. 2021  Epub June 10, 2021

https://doi.org/10.21500/16578031.4749 

Artículos derivados de investigación

¿Memoria oficial o literatura testimonial? El libro “Comuna 13 de Medellín, El Drama del Conflicto Armado” del policía Yoni Alexander Rendón Rendón

Is it Official Memory or Testimonial Literature? The book “Comuna 13 de Medellín. El Drama del Conflicto Armado” by the policeman Yoni Alexander Rendón Rendón

Jorge Eduardo Suárez-Gómez1 

Juan Pablo Agudelo-Tamayo2 

1. Politólogo. Profesor del departamento de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia. Coordinador del semillero Memoria, Crítica y Política en América Latina adscrito al Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanas del -CISH-. Investigador del grupo de investigación Cultura, Política y Desarrollo Social de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2491-8484 Scholar: https://scholar.google.com/ citations?hl=en&user=fk19HxQAAAAJ Contacto: jorge.suarez@udea.edu.co

2. Trabajador Social. Investigador del semillero Memoria, Crítica y Política en América Latina adscrito al Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanas -CISHy al grupo de investigación Cultura, Política y Desarrollo Social de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia, Colombia. Contacto: juan.agudelo38@udea. edu.co


Resumen:

El artículo analiza el libro “Comuna 13 de Medellín. El Drama del Conflicto Armado” publicado por Yoni Alexander Rendón Rendón, en 2007 cuando el autor era patrullero de la Policía Nacional, en una las zonas más violentas de Colombia: los barrios populares de Medellín. El libro se analizó en sus dimensiones textuales y extratextuales lo que permitió clasificarlo en el género testimonial y en algunos de los universos discursivos sobre el conflicto urbano, lo que explica su inserción exitosa en las disputas sobre la verdad de lo ocurrido en la Comuna 13 en octubre de 2002 en la operación Orión.

Palabras clave: Comuna 13 de Medellín; memoria del pasado violento; literatura testimonial; Policía Nacional de Colombia; Operación Orión.

Abstract

The article analyzes the book “Comuna 13 de Medellín. El Drama del Conflicto Armado” published by Yoni Alexander Rendón Rendón Rendón, in 2007 when the author was a patrolman of the National Police, in one of the most violent areas of Colombia: the popular neighborhoods of Medellín. The book was analyzed in its textual and extratextual dimensions, which allowed it to be classified in the testimonial genre and in some of the discursive universes on the urban conflict, which explains its successful insertion in the disputes about the truth of what happened in Comuna 13 in October 2002 in the Orion Operation.

Keyword: Comuna 13 de Medellín (Commune 13 in Medellin); Memory of the Violent Past; Testimonial Literature; National Police of Colombia; and Orion Operation.

El autor, el libro y sus predecesores:

La primera edición de “El drama del Conflicto Armado” salió al mercado en el año 2007 publicada por Hombre Nuevo Editores, editorial independiente de Medellín.

El de Yoni Rendón, junto con el del periodista Ricardo Aricapa titulado “Comuna 13: crónica de una guerra urbana”, editado por la Universidad de Antioquia en 2005, fueron los primeros libros que rescataron la memoria de los protagonistas de esos hechos dramáticos sucedidos en esa zona de la ciudad.

El de Aricapa es, de acuerdo con el periodista Robinson Úsuga, “el primer libro con crónicas de esa barbarie. [Relata] con magníficos detalles los acontecimientos y pequeñas tragedias que hay detrás de una guerra urbana. […] retrata parte de la historia del sector, desde las invasiones y luchas por el territorio, hasta la aparición de las milicias populares y el progresivo surgimiento de la guerra”. (Úsuga, 2019). Como está consignado en el título, el libro de Aricapa es claramente una crónica en la medida en que fue escrito por un periodista reconocido, con experiencia en los más importantes medios de comunicación regionales (impresos y radiales) y con varios libros de crónicas a cuestas (algunos premiados). El autor es el que estructura la narración de principio a fin en tercera persona, dándole voz a los protagonistas organizadamente, sin perder nunca su lugar de enunciación. En este caso aplica lo que dice Theodosíadis de la crónica cuando afirma que esta se caracteriza por que el sujeto de la enunciación “pretende reconocimiento de autoridad”. (1996, p. 69).

El libro de Rendón, empezado a trabajar en 2006 tiene de acuerdo con Úsuga, características testimoniales: “Como el título lo indica, El drama del conflicto armado privilegia las situaciones dramáticas de la guerra en la Comuna 13, y se destaca por presentar magníficos testimonios, tanto de las víctimas que padecieron la violencia armada, hasta de algunos victimarios, entre ellos policías y paramilitares.” (Usuga, 2019).

Los libros de Aricapa y Rendón se diferencian en las diversas posiciones de sujeto y temporalidades frente al “sujeto del enunciado”. Aricapa era un reconocido periodista y fue Secretario de Comunicaciones de la Alcaldía mientras ocurrían los hechos. Rendón era policía comunitario en los años posteriores a los hechos trágicos y era completamente ajeno al mundo periodístico y literario tal como lo cuenta Úsuga (2019):

Él jamás había sentido inclinación hacia la escritura, pero se fue de casa en casa, improvisando funciones de periodista, hasta recopilar interesantes testimonios cargados de drama e intriga. Luego, en el escritorio de su casa, se encontró ante la difícil tarea de escribir y de darle una estructura a todo aquello que quería decir. Ese fue quizá su momento más crítico.

Ambos en tanto narradores y testigos, pretenden sacar a la luz la experiencia de los guerreros enfrentados y principalmente de sus víctimas civiles, sin embargo, a partir de su lugar de su enunciación producen textos distintos: el de Aricapa una crónica y el de Rendón literatura testimonial.

Los textos de corte más académico desde las ciencias sociales sobre los hechos trágicos de la Comuna Trece se publicarían después, contenidos posiblemente por la cercanía de la serie de acontecimientos cuyo punto cumbre fue la conocida operación Orión (octubre de 2002), que dio la victoria a las fuerzas contrainsurgentes (al tiempo que cierta hegemonía discursiva) y que permitió cierto dominio de la zona a un sector ilegal de que hizo parte de la alianza vencedora.

Antes de los mencionados libros de Aricapa y Rendón, la narrativa más común era de corte político como los pronunciamientos oficiales contenidos en los medios de comunicación o las publicaciones de organizaciones de derechos humanos que aspiraban narrar una historia “alternativa” frente a aquella perspectiva oficial de victoria del Estado de Derecho frente a la “amenaza terrorista”. La publicación más representativa en esta última perspectiva fue “Comuna 13, la otra versión” (2004), informe publicado por las organizaciones de defensoras de derechos humanos CINEP y Justicia y Paz, quienes para esa época desarrollaban un proyecto del llamado BANCO DE DATOS DE DERECHOS HUMANOS Y VIOLENCIA POLÍTICA, el cual pretendía documentar desde la sociedad civil las violaciones a los humanos acaecidas en el marco del conflicto armado, enfocándose en la violencia y los crímenes de Estado.

“Comuna 13, la otra versión”, constituiría el segundo informe o “CASO TIPO” # 2. Tiene en la portada una icónica foto de Jesús Abad Colorado en la que una niña de la Comuna Trece observa desde el interior de su casa a través de un orificio dejado en su ventana por una bala, después de enfrentamientos entre actores armados. En las carátulas de los libros de Aricapa y Rendón las fotografías utilizadas no retratan a ninguna persona, sino que incluyen estampas de los barrios de la Comuna y su arquitectura irregular propia de los procesos de invasión de las laderas de la ciudad de Medellín.

En la introducción de “La otra versión”, se sintetiza la visión de lo sucedido en la Comuna Trece a principios de siglo XXI: “la presentación oficial del Gobierno colombiano, difundida y apoyada por los grandes medios de comunicación y la interpretación de algunos analistas […] coinciden en señalar que los hechos sucedidos, durante el 2002 en la Comuna 13 […] corresponden a una situación de escalamiento de la guerra. [Para nosotros] fue la aplicación de un modelo de agresión criminal contra la comunidad.” ( CINEP/Justicia y Paz , 2004, p. 9).

En esta presentación, las mencionadas organizaciones sociales se separan del enfoque que comparten Rendón y Aricapa según el cual la guerra en la Comuna 13 fue entre actores armados con la comunidad en medio. “La Otra Versión” sostiene que el antagonismo central fue entre el Estado y la comunidad, en el que ésta fue objeto de una agresión constante por parte de aquel.

Perspectivas como la de Aricapa y el CINEP/Justicia y Paz, han sido muy influyentes y conocidas en diversos momentos y sectores de opinión en torno a la discusión de lo ocurrido en la Comuna Trece en 2002. Ellas representan algunos de los discursos más difundidos y son de manera implícita y explicita, textos con los que dialoga Rendón. En este trabajo analizaremos las características discursivas de “El drama del Conflicto Armado” y la forma en que se relaciona con sus antecesores y con las visiones del pasado que ellos representan, constatando en qué medida el autor construye una visión propia y qué tanto es tributario de otras perspectivas.

“El Drama del Conflicto Armado” como obra testimonial Los elementos paratextuales y la autoría-medición

Para el análisis de las obras testimoniales como la de Rendón es importante interpretar todos los elementos que acompañan al texto, lo que incluye elementos verbales y no verbales con distintas ubicaciones. De acuerdo con Theodosíadis (1996) quien sigue a Genette, estos elementos con respecto al texto, “lo rodean y lo prolongan precisamente para presentarlo, en el habitual sentido del verbo, y también en su sentido más profundo: para hacerlo ´presente´, para asegurar su presencia en el mundo”. (p. 69). Este “aparato paratextual” incluye elementos como el nombre del autor, el título, los subtítulos, la portada, la contraportada, las viñetas, las fotografías, las solapas, el prefacio, las advertencias, dedicatorias agradecimientos, epígrafes, ilustraciones, etc. Desde la portada y el título, el paratexto ubica al lector haciéndolo identificar con situaciones socio geográficas, permitiendo además identificar el tipo de autoría y el nivel de mediación que tiene el testimonio. (p. 43).

Carátula, contra carátula

En la portada de la segunda edición del 2009 publicada por la editorial Mundo Libro (analizada en este trabajo) se utiliza una familiar fotografía de Henry Agudelo, quien era reportero gráfico del periódico El Colombiano, quien cubrió los hechos del 2002. En ella se ve al fondo, una empinada colina de la Comuna Trece en la que se concentran decenas de casas en forma de colmena, siguiendo el tipo de poblamiento “autogestionario” de muchas de las populosas laderas de Medellín (lo que le da la familiaridad a la foto) , donde los habitantes fueron haciendo sus casas como podían a medida que iban consiguiendo pedazos de tierra a través de compraventas informales o de ocupaciones “piratas”, que después eran legalizadas por las propias instituciones estatales.

En primer plano de la carátula hay una cruz católica transparente que cubre todo el barrio, dándole un matiz funerario, coherente con el tono dramático del título: “Comuna Trece. El Drama del Conflicto Armado”. Título y caratula son similares en la medida en que en ninguno de los dos hay enunciado ningún actor social concreto, excepto de la zona en general y su “drama” en medio del conflicto armado. El color rojo del subtítulo refuerza esta narrativa sangrienta. El # 13 que le da identidad a la zona, aparece mucho más grande y en una grafía mucho más informal, rompiendo la estética religiosa que da la cruz, e imprimiéndole un tono de producto cultural contemporáneo, casi “grafitero”, elemento que será cada vez más dominante en las ediciones posteriores del libro que siguió editándose y vendiéndose en los circuitos tradicionales del mercado editorial (librerías y ferias del libro), pero también por canales más heterodoxos y globalizados.

La contra carátula de esta edición de 2009, sin imagen de fondo, conserva la misma estética en los caracteres que la carátula e incluye una reseña editorial del texto a partir de la cual se puede identificar la narrativa sobre el conflicto armado con la que se identifica el autor y los otros intelectuales que participan en el libro:

“Este libro está basado en el drama humano de las miles de personas en las que el conflicto armado de la Comuna 13 […] dejó una huella imborrable.

Es un testimonio de revelador de una de las mayores confrontaciones armadas que se ha presentado en la segunda ciudad más importante del país, que tuvo como contendientes a todas las agrupaciones militares legales e ilegales, y cuya principal víctima fue la población civil. La Comuna 13 de Medellín es un sector habitado, en su mayor parte por personas humildes que cada día se esmeran por afrontar sus necesidades […]. Son personas que quedaron en medio de los grupos armados y fueron víctimas de diversos hechos violentos. Este libro es, sobre todo, un homenaje a ellos, personas que han sufrido mucho, y que directa o indirectamente estuvieron expuesta a la difícil situación allí vivida.” (Rendón Rendón, 2007).

En cada uno de los cuatro párrafos de la reseña se menciona el que, de acuerdo con los editores, es el sujeto del discurso: la población civil que sufrió un “drama humano”, que fue “la principal víctima” por quedar “en medio de los grupos armados”, estando “expuesta a la difícil situación allí vivida”. Este será el sujeto desde el cual se teje la intencionalidad del testimonio, como bien se evidencia en el resto de los elementos paratextuales y en el texto mismo.

En el aparato paratextual no hay una fotografía del autor.

Las siguientes ediciones

En el año 2011 la editorial Mundo Libro publicó nuevamente “El Drama del Conflicto Armado”, haciéndole unos pequeños cambios de forma y agregándole algunas ilustraciones. Aun así, los elementos paratextuales anteriormente descritos y el texto básicamente continuaron igual.

En el año 2017 se publicaron otras dos ediciones, esta vez con la editorial Pulso y Letra. La tercera edición tuvo grandes cambios en sus elementos paratextuales en la medida en que se modificó completamente el diseño de la carátula y contra carátula.

La fotografía de una colina de la Comuna 13 -sin personas-, sigue siendo el fondo o el escenario de “El Drama”. Sin embargo, el sector retratado cambia y ahora no podría ser cualquiera de las empinadas zonas del barrio, sino que es uno en especial: el sector que fue intervenido por parte de la alcaldía de la ciudad para la instalación de unas escaleras eléctricas reemplazado 350 de concreto, lo que permitió el acceso de los habitante a zonas las que no llegaban vías1 y que devinieron además de solución de movilidad y espacio público para los habitantes; sitio turístico por excelencia en la ciudad para colombianos y extranjeros. Las escaleras eléctricas se inauguraron durante el gobierno del periodista Alonso Salazar en diciembre de 2011.

En la carátula, la foto de fondo ya no está marcada por el símbolo fúnebre-cristiano de la cruz, como en la edición anterior. En esta tercera, el barrio en tanto sujeto del enunciado está protegido por un cristal que tiene un orificio de bala, haciendo alusión posiblemente a la icónica foto de Jesús Abad Colorado que se mencionó antes. Sobre esa ventana agujereada y relacionado con esa condición de agresión, está el número trece que en las ediciones anteriores estaba integrado al título. Sin embargo, el 13 ahora domina más de la mitad de la portada y aparece derramando sangre, sin ningún tipo de evocación cristiana como en las ediciones anteriores. Aquí hay una semántica más dramática y más contemporánea. Se mantiene la ausencia de personas en las fotos de la carátula y contra carátula (la cual sigue manteniendo la misma reseña de las ediciones anteriores y su correspondencia con la estética de la carátula).

En el mismo 2017, Pulso y Letra publicó el libro en inglés, conservando los exactamente los mismos parámetros paratextuales de la edición en español. Lo llamaron “DISTRIC 13 of Medellín. The Drama of the Armed Conflic”.

En recorridos etnográficos realizados en noviembre de 2018 y agosto de 2019 por la Comuna 13 en general y por las Independencias I, encontramos que “The Drama of the Armed Conflic” era el único souvenir literario que se ofrecía en el recorrido turístico de las “Escaleras Eléctricas”, que hasta principios de 2020 era uno de los más visitados en Medellín por los millones de turistas colombianos y extranjeros que llegaban a la ciudad en el marco de un proceso de internacionalización de la ciudad impulsado precisamente

El libro es uno de los más comercializados en la ciudad en su feria del libro sobre el tema del conflicto armado urbano y se distribuye en algunas librerías de carácter nacional. Su edición digital puede adquirirse por medio de redes sociales y en tiendas especializadas como Amazon. Consultado el sitio del libro en esta página web, encontramos que tiene únicamente un comentario de un usuario (osborntownroad) que fue hecho desde EEUU el 21 de septiembre de 2018: “Interesting but sad read. Went to Medellin and they sell it there too.” (osborntownroad, 2020).

La solapa, los agradecimientos el prólogo y la autoría-mediación

La edición del 2009 incluye una reseña biográfica ubicada en la solapa después de la carátula, realizada por Alirio Antonio Machado quien afirma que Yoni Alexander Rendón nació en Medellín en 1982 y había realizado su trabajo como uniformado en comunidades que han sufrido el flagelo de la violencia, como las comunas 13 y 3 [...]. Allí ha liderado procesos sociales y actividades de integración con los habitantes. Ha realizado capacitaciones sobre prevención y consumo de drogas, y talleres sobre

´No violencia’ con niños y jóvenes. Además, ha participado en campañas preventivas de seguridad ciudadana [...]. También ha sido mediador en conflictos interpersonales en forma pacífica, utilizando el diálogo como su principal alternativa […]. Este trabajo le ha merecido reconocimientos por parte de las comunidades, los mandos institucionales y las autoridades civiles. (Rendón Rendón, 2007).

La citada reseña está dedicada íntegramente a presentar al autor como un funcionario público dedicado a la resolución de conflictos, en oposición a la labor policíaca tradicional que se podría esperar en un contexto tan violento como en el que experimentó. Machado, quien de acuerdo con Salazar (Prólogo, 2009, p. 11) también hace parte de la Policía Comunitaria, no aporta ningún dato biográfico previo del autor excepto su fecha de nacimiento. Otros datos importantes de Rendón son presentados por Robinson Úsuga, quien aparece en la página legal como el encargado de la revisión del texto y también es reconocido en los agradecimientos. Úsuga es un joven periodista y habitante de la Comuna Trece que se dio a conocer por una serie de crónicas relacionadas con el conflicto armado, a las que llamó inicialmente Muerte Bajo la Lluvia de Orión, aludiendo a la “lluvia de balas” que había caído en la zona especialmente en el año 2002, culminado con la conocida operación Orión. En la sección de recomendados de su página auspiciada por el programa presupuesto participativo de la Alcaldía de Medellín mientras Alonso Salazar la ocupaba, Úsuga reseñó el libro de Rendón de la siguiente forma:

Cuando en el año 2006 Yoni Rendón llegó a la Comuna 13 para prestar servicios a la comunidad como policía cívico, quedó tan conmovido e impresionado por los testimonios de los habitantes del sector (que sentían vívida aún la experiencia de la guerra), que se sintió con el deber de escribir un libro. Él jamás había sentido inclinación hacia la escritura, pero se fue de casa en casa, improvisando funciones de periodista, hasta recopilar interesantes testimonios cargados de drama e intriga. Luego, en el escritorio de su casa, se encontró ante la difícil tarea de escribir y de darle una estructura a todo aquello que quería decir. Ese fue quizá su momento más crítico. Pero con la persistencia de la pasión, Yoni Rendón pudo sacar a la luz su primer libro. (Usuga, 2019).

De acuerdo con las anteriores reseñas, fue la experiencia del autor en la Policía Cívica en la Comuna 13 y cierta inclinación social del autor, lo que lo llevó a la escritura en la medida en que se sintió “conmovido e impresionado” por los dramáticos testimonios de los habitantes.

En las 194 páginas del libro no hay muchas intervenciones explícitas del autor que permitan desentrañar su trayectoria previa a la experiencia como policía comunitario. Los protagonistas hablan en primera persona, a veces durante varias páginas, lo que implica la cesión de la voz omnipresente del narrador para poner en su lugar la de los testigos directos que construyen un relato verdaderamente polifónico en el que aparecen, desde las voces de las víctimas del secuestro hasta integrantes de la misión médica, pasando por jóvenes integrantes de los grupos armado de izquierda o derecha, policías que estuvieron en los operativos y niños víctimas de balas perdidas; llegando hasta el alcalde del momento de la edición del libro (2009) y el del momento de la operación Orión (2002).

“El Drama del Conflicto Armado” no es un testimonio directo en la medida en que Rendón es el mediador, sin embargo, como es propio en las obras testimoniales el mediador se despoja de su individualidad y adquiere la de la colectividad que el testigo representa. Va más allá de la mera compilación y establece lazos de afectividad, como lo explicó Úsuga cuando afirma que lo que llevó a Rendón a la escritura fue que se sintió “conmovido e impresionado” por los dramáticos testimonios de los habitantes. Esta mediación casi siempre surge debido a que los testigos son “excluidos” y por ende “sin voz”, por el eso el mediador cede un poco su autoría. (Suárez Gómez, 2016a). Se cumplen los elementos de la definición de Beverley de testimonio, donde el narrador puede ser un “testigo de los sucesos relatados, y [la obra tiene una] unidad narrativa es por lo general una ‘vida’ o una experiencia significativa de (situación laboral, militancia política, encarcelamiento, etc.)” (Beverley, 2010, p. 22).

Los agradecimientos y dedicatorias

Después de la página legal están la dedicatoria y los agradecimientos en los que hay decenas de personas. Solo a las dos primeras personas que evidentemente hacen parte de la vida privada de Rendón (2007), les dedica algunas palabras: “Dedicado a mi madre por su apoyo en las buenas y en las malas. Agradezco en especial a Luis Carlos Pérez Villa, por su apoyo en momentos decisivos de la vida.” (p. 7). La dedicatoria a la madre es un poco inusual entre los habitantes de la “ciudad letrada” al igual que las decenas de agradecimientos, pero sí propia de un autor testigo. De acuerdo con Úsuga (quien está entre los primeros 20 mencionados), Rendón después de recopilar los testimonios puerta a puerta, ya sentado en el escritorio de su casa, “se encontró ante la difícil tarea de escribir y de darle una estructura a todo aquello que quería decir. Ese fue quizá su momento más crítico.” (Usuga, 2019). Este trazo biográfico evidencia que Rendón no hacía parte del mundo de las letras, aunque su libro llegó para quedarse como lo evidencia las 4 ediciones al respecto. (No se le conoce otra publicación hasta el momento de escribirse esto).

Los primeros en la larga lista de agradecimientos son el periodista y político Alonso Salazar Jaramillo y su sobrina Carolina Gómez Salazar, quien fue secuestrada el 15 de octubre de 2002 por milicias de las FARC2 y llevada a la Comuna 13. Después continúa Alirio Antonio Machado (autor de la reseña en la solapa). Una decena de nombres después aparece Robinson Úsuga de quien ya hemos hablado y otras dos decenas después, aparece Luis Pérez Gutiérrez alcalde de Medellín (2001/2003) y gobernador de Antioquia (2016/2019).

La intencionalidad del testimonio

Después de recoger el testimonio del sufrimiento de las víctimas y sobrevivientes de la cruenta guerra de 2002, Rendón da otro paso y le presenta su manuscrito al periodista Alonso Salazar que para la época de la primera edición era secretario de gobierno en la administración Sergio Fajardo (2004/2007), y para la de la segunda edición era alcalde (2008/2011).

Este acercamiento lo narra Salazar (2009) en el segundo párrafo del prólogo: “Yoni Alexander es un joven policía comunitario. […] hace unos meses al saber sobre mi parentesco con Carolina4, me buscó para que leyera su manuscrito.” (p. 11). Salazar no aporta ningún dato biográfico extra del autor excepto la experiencia en la Policía Comunitaria y el sentido social de algunos de sus integrantes, que llevó a Rincón a la escritura de “El Drama”.

Salazar fue uno de los pioneros un par de lustros atrás, en la narración de las desventuras de los habitantes de los barrios populosos de Medellín marcados por la violencia y las necesidades básicas insatisfechas. En el prólogo, delinea su visión del autor, del libro y de la historia de las “comunas de Medellín”, especialmente de la 13, que para ese momento vivía una situación especial que lo tocaba a él directamente: “La operación orión polémica y cuestionada por algunos sectores, se registra en la memoria de Carolina y en la de los habitantes de la comuna 13 como una redención. Yoni Rendón se ha propuesto que esta historia no pase al olvido.” (Salazar Jaramillo, 2009, p. 13).

La importancia de Salazar es evidente en el texto y en el momento histórico de la publicación de las primeras dos ediciones. Él es el primero en los agradecimientos después del circulo “intimo”. Eso puede explicar la distribución de los testimonios en el texto, la característica de los ejes argumentativos y en alguna medida permite dilucidar algunas de las intencionalidades del testimonio. Hablar de intencionalidad del testimonio, de acuerdo con Theodosíadis implica entender que este siempre “se dirige como una respuesta a otra versión, con una clara intención de desenmascarar, de rescatar del silencio y el olvido una situación”. (1996, p. 44).

Este intento de “rescate del silencio y del olvido” en tanto intencionalidad primigenia del testimonio se presenta en el autor de “El Drama del Conflicto Armado”, de acuerdo con Úsuga (2019), cuando afirma que en el año 2006, cuando “Yoni Rendón llegó a la Comuna 13 quedó tan conmovido[…] por los testimonios de los habitantes del sector (que sentían vívida aún la experiencia de la guerra), que se sintió con el deber de escribir un libro”. La escritura en la literatura testimonial es una necesidad, como afirma Theosíadis y no un asunto de voluntad individual. (1996, p. 28).

Salazar también reconoce este “deber de memoria” que interpeló al autor cuando afirma que “Yoni Rendón se ha propuesto que esta historia no pase al olvido”. (Salazar Jaramillo, 2009, p. 13).

Ese imperativo de sacar a luz esos hechos traumáticos del pasado configuraría una intencionalidad del testimonio como lo afirma Francisco Theodosíadis: “desde la misma producción del testimonio se está adelantando una intencionalidad política, se toma partido frente a una situación de polarización […] el hecho de tomarla es un acto político”. (1996, p. 45). De acuerdo con Beverley citado por el mismo Theodosíadis, “el testimonio aun cuando no tiene una intención política explícita, su naturaleza como género siempre implica un reto al status quo de la sociedad”. (1996, p. 45).

Intencionalidad explícita

Después del reconocimiento de esa intencionalidad abstracta, Salazar expresa más concretamente el contenido de lo que Rendón pretende no quede en el olvido:

Que los medellinenses tengamos presente que no hace mucho tiempo grandes sectores de nuestra ciudad estaban al albedrio de poderosas fuerzas ilegales. Que por muchos años se toleró con indolencia la situación porque la vivían los habitantes pobres de la ciudad, y que dicha situación tuvo que afectar […] a sectores medios y altos para que se convirtiera en un asunto importante. (Salazar Jaramillo, 2009, p. 13).

La toma de partido en un contexto polarizado (que caracteriza a todos los libros testimoniales) se dirige en el caso de “El Drama del Conflicto Armado” de acuerdo con Salazar, contra el abandono y la indolencia del que fueron objeto durante décadas sectores populares como la Comuna 13, dejando su territorio y población bajo el dominio “de poderosas fueras ilegales”. Este postulado que es uno de los principales ejes argumentativos, es coherente con la forma en que, en la segunda mitad del siglo XX, surgieron muchos barrios humildes en las laderas de la ciudad de Medellín, en donde los habitantes hicieron sus propias casas y barrios informal y/o ilegalmente, por lo que su territorio carecía de planeación, equipamiento urbano y seguridad pública. Este fue espacio propicio para que actores políticos de diferente cuño se tomaran atribuciones públicas e hicieran sus propias ofertas de orden social que, con diferentes mezclas de coerción y consenso, fueron a veces exitosas como a finales de siglo XX en la Comuna 13.

Desde esta perspectiva, el status quo que reta Rendón con su obra testimonial es el del Estado ausente y la sociedad indolente que permitieron que los habitantes de muchos barrios populares de Medellín le otorgaran legitimidad política a otros, lo que no se convirtió en un problema sino hasta que esos proyectos políticos dejaron de ser endémicos de las barriadas y trasladaron sus acciones a los sectores donde habitan otras clases, como lo experimentó el mismo Salazar cuando su sobrina fue secuestrada por las guerrillas en un barrio “tradicional” de la ciudad de Medellín. Ese status quo cuestionado incluye de acuerdo con Salazar, cierto elitismo que le niega a los habitantes más humildes la seguridad que “le debe ser garantizada a todos [empezando] por los más golpeados por la violencia y la inseguridad.” (Salazar Jaramillo, 2009, p. 14).

Por eso Salazar valora positivamente lo sucedido en la Comuna 13 en la operación Orión, en la medida en que la maniobra estaba dirigida a no “permitir que fuerzas ilegales, cualquiera que sea su nombre, reemplacen la función del Estado.” (Salazar Jaramillo, 2009, p. 13). De acuerdo con el periodista y político, Orión fue para sus habitantes “una redención” y después de ella, la administración municipal que recibió la ciudad y en la él participó, implementó “un modelo de seguridad y convivencia que permitió que la tasa de homicidios y criminalidad disminuyera verticalmente.” (Salazar Jaramillo, 2009, p. 13). Aunque las causas de esa reducción pueden ser diversas, la afirmación concuerda con las cifras en la medida en que la tasa de homicidios en Medellín pasó de casi 180 por 100 mil habitantes en 2002, a menos de una cuarta parte en 2007. (Suárez Gómez, 2016b).

Esta intencionalidad política concreta que el prologuista afirma tiene el libro de Rendón, parte de un diagnóstico según el cual la situación antes de la operación Orión era de soberanía de los grupos armados sobre la población y el territorio, dominio que fue roto por las maniobras estatales. Este es postulado se vislumbra efectivamente en el desarrollo del texto de Rendón.

Después del prólogo que tiene un par de páginas, hay unos mapas y una pequeña reseña histórica de la Comuna Trece y su conflicto armado. A continuación, Rendón organiza los testimonios a través de 10 apartados, 7 de los cuales están dedicados a documentar desde la voz de las víctimas y testigos, la cadena de agravios cometidos contra la población en este contexto de “albedrío” de los ilegales (de izquierda y derecha), en una guerra entre ellos y contra las autoridades. Estos capítulos ocupan 165 de las 194 páginas que tiene el libro y detallan un amplio espectro de la dominación de los ilegales (milicias, guerrillas, paramilitares) no solo sobre la población, sino también sus enfrentamientos con las organizaciones sociales, la misión médica, los organismos de socorro y los integrantes de a la iglesia católica que hacían labor pastoral. En ellos hablan en primera persona víctimas de todo tipo de vejaciones: enfermeras, habitantes adultos y jóvenes, sacerdotes, psicólogos, líderes comunitarias, etc. Después de leerlos queda suficientemente documentado el postulado según el cual la comuna 13 se había convertido, a principios de siglo XXI en una zona de guerra abierta que se imponía sobre su población civil, en un país que se hallaba en democracia.

El secuestro

El dato con el que inicia este primer apartado es diciente de la importancia narrativa que tiene este delito: “en el año 2002 se presentaron en la ciudad 65 casos de secuestro, de los cuales 35 fueron en la Comuna Trece. La mayoría de estos plagios se realizaron en la modalidad de secuestro extorsivo y durante el tiempo en el que los grupos alzados en armas ejercía su hegemonía allí.” (Rendón Rendón, 2007, p. 25). Este tipo de secuestros cumplen con la condición que Salazar afirma, fue el detonante para que la sociedad fuera de la Comuna 13 se preocupara por lo que allí pasaba: victimizaba a sectores de afuera de la zona, que estaban más arriba en la pirámide social .

Según el autor los principales actores dedicados al secuestro extorsivo eran las milicias de izquierda llamadas Comandos Armados del Pueblo -CAPy los frentes urbanos de las guerrillas de las FARC-EP y el ELN5. Las víctimas de este delito eran principalmente personas que se movilizaban en vehículos por la Comuna 13 o por barrios cercanos. Sin embargo, estos grupos llegaron a secuestrar personas en el centro de la ciudad y en la Comuna 14 (El Poblado) y en un municipio aledaño a Medellín (Envigado), todos de alto nivel socioeconómico. (Rendón Rendón, 2007, p. 26).

Uno de esos secuestros cuyo fin era cobrar rescate (extorsivo) fue, como lo narra Salazar en el prólogo, el de su sobrina Carolina Gómez Salazar, quien fue raptada por un grupo insurgente en un barrio residencial de Medellín, llevada a la Comuna 13 y rescatada unos días después en el marco de operación Orión. Este suceso es determinante en el libro dado que aparece narrado desde el prólogo y es el primer testimonio en primera persona que hay en el libro y uno de los más extensos. Allí, la sobreviviente del secuestro cuenta durante 17 páginas su vibrante experiencia desde el rapto hasta su liberación, en medio de la cual se desarrolla uno los enfrentamientos bélicos urbanos más aparatosos del conflicto armado colombiano.

Carolina quien pasa desde la mañana del 15 de octubre hasta dos días después en manos de uno de los grupos guerrilleros, es testigo de excepción de cómo vivieron la operación Orión las fuerzas insurgentes, sus víctimas y la población en general. En un diálogo con sus captores, la mayoría de ellos jóvenes vulnerables de los mismos barrios, Gómez logra delinear una de las facetas del antagonismo existente:

“Le pregunté por qué pensaba de esa manera tan fría, que yo le quería enseñar cosas diferentes. A lo cual él contestó: ‘Usted no tiene nada que enseñarme, es que los de arriba no se dan cuenta de cómo vivimos los de abajo, pero eso es bueno, que se den cuenta cómo vivimos nosotros también’.” (Rendón Rendón, 2007, p. 29). Su testimonio da una clara idea de la forma en que, en este contexto de guerra abierta, se relacionaba la población con los grupos alzados en armas, a lo cuales el autor no llama terroristas aunque desarrollen actos de terror. Da también una idea de los contornos de la confrontación política y armada.

Además del secuestro extorsivo que sufrió C. Gómez, en la zona se presentaban otras modalidades, como el “secuestro exprés” y el “secuestro simple”. Uno de esos fue la retención de los integrantes de una misión médica que estaban haciendo su trabajo en la zona: “Nos sentaron en las escalas y al rato llegó otro hombre, éste llamó al odontólogo, le preguntó quién era el dueño del vehículo en el que nos movilizábamos y le exigió traer diez millones de pesos en tres horas.” (Rendón Rendón, 2007, p. 51). Este era otros de los tipos de secuestro.

La zona se convirtió en epicentro del secuestro de acuerdo con los testimonios que trae Rendón, en la medida en que no estaba dominada por la fuerza pública. Un miliciano del ELN entrevistado para el libro lo explica de la siguiente forma:

La fuerza pública no entraba en la Comuna 13. Entonces la zona se volvió importante, porque si en el Catatumbo, por ejemplo, habían herido a alguien de la guerrilla, lo mandaban para la Comuna y ahí estaba protegido. Lo mismo ocurría con los que tenían orden de captura. Si secuestraban a alguien, allá iba a dar. Si había que hacer un negocio de armamento, allá también se hacía. Por eso era importante la zona. (Rendón Rendón, 2007, p. 168).

Otros actos de barbarie

Después de las más de 35 páginas dedicadas a la documentación de los casos de secuestro, empieza un segundo apartado de aproximadamente 20 páginas en el que se condensan crímenes de guerra y agresiones contra la vida, la libertad y la propiedad. Dividido en 4, en el primero de ellos explica lo que el autor denomina los “métodos terroristas” consistente en el uso regular de petardos (explosivos artesanales con metralla) para repeler la Policía, los carros bomba (como un bus instalado con dinamita en el barrio El Salado que iba a estallar al paso de la Policía y fue desactivado antes) y los cadáveres bomba (testimonio de un sargento de la Policía a quien le explotó un cadáver que hallaron en un operativo). (Rendón Rendón, 2007, p. 64). Estos “actos de barbarie” que de acuerdo a lo narrado consistían en el uso indiscriminado de explosivos por parte de los insurgentes, podrían encajar más fácilmente la tipología de “crímenes de guerra” en la medida en que son procedimientos irregulares de combate en los que no se observa el principio de proporcionalidad y distinción y en los que la población civil puede salir afectada como se demuestra en el texto, a partir de trágicos testimonios de habitantes que perdieron niños a los que les explotaron petardos cerca.

Después de “los otros actos de barbarie”, en los tres siguientes apartados, en 9 páginas se narran agresiones contra la población que tuvieron un amplio desarrollo en la Comuna 13 como el homicidio, la desaparición y el desplazamiento forzados. Las 2 páginas dedicadas a los “crímenes contra la vida” empiezan con una dramática cita tomada de un informe del Centro de Investigaciones Criminológicas de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá con fecha del 17 de septiembre de 2003: “En el año 2001se presentaron 317 asesinatos dentro de la Comuna 13. Entre el 1º de enero y el 16 de octubre de 2002, al inicio de la operación Orión, ya se registraban 437 homicidios en la zona, resaltando un incremento desmesurado del 80% de las muertes violentas […] los cuales eran perpetrados directamente por las estructuras subversivas (FARC, ELN, CAP y grupos de autodefensas ilegales), ya que la injerencia de estos grupos armados ilegales, no permitían el accionar de la delincuencia común y organizada.” (Rendón Rendón, 2007, p. 67). Un par de párrafos más adelante citando un artículo de prensa, se afirma que “un alto porcentaje de las víctimas integra los grupos en conflicto. Los miembros de los organismos de seguridad […] también hace parte de los acribillados.” (Rendón Rendón, 2007, p. 68).

754 asesinados en 1 año y 10 meses, en un territorio de 7 km cuadrados en el que viven 135 mil habitantes, es una cifra de dimensiones trágicas. Si se comparan con las cifras de secuestro (35 en 2002 en la Comuna 13), los homicidios son muy superiores. Que en “El Drama” no tengan la importancia narrativa que tiene el secuestro, obedece a la estratificación del dolor que Salazar anunciaba en el prólogo.

Esa falta de peso narrativo del homicidio pese a sus cifras también puede afirmarse de la desaparición y el desplazamiento forzados. Con respecto a las desapariciones, el autor afirma que las víctimas de eran personas que un bando acusaba de pertenecer al otro. A diferencia del secuestro o los “otros actos de barbarie” en los que se especifica un grupo en especial como presunto responsable, para este flagelo el autor usa el término genérico de “grupo armado” (Rendón Rendón, 2007, p. 71). Aun así, cita literalmente un reporte del periódico El Colombiano del 3 de agosto de 2003, en el que se cuenta que entre agosto y noviembre de 2003 fueron encontradas 4 fosas comunes con 16 cuerpos en total, algunos de los cuales eran de personas que habían sido reportadas como desaparecidas en la Comuna 13 y que fueron llevados por grupos de Autodefensa hacia un sector semirrural conocido como “La Loma”, en las afueras de la Comuna 13. (Rendón Rendón, 2007, p. 73). En otros estudios que hemos realizado sobre este fenómeno, encontramos que para 2016 aún quedaban por encontrar 92 personas que fueron desaparecidas en la Comuna 13, en los años 2002 y 2003. (Suárez Gómez, 2016b). A 2020 no tenemos noticias que se hubiese encontrado alguno.

El desplazamiento forzado, es narrado en 4 páginas y sufre la misma liviandad y asimetría narrativa, sobre todo si se tiene en cuenta el enorme desarrollo que tuvo este flagelo en la Comuna 13. Sin embargo, el episodio más importante de este tipo, que fue el sucedido el 4 de julio de 2002 “en horas de la madrugada, en el sector seis del barrio El Salado parte alta, cuando un escuadrón paramilitar llegó, asesinó a tres pobladores y obligó a desalojar a 60 familias, que sumaban más de cuatrocientas personas. Luego incendiaron nueve de las viviendas (construidas en madera). (Rendón Rendón, 2007, p. 74). Después le da voz a una las mujeres desplazadas por esta incursión paramilitar en esta zona de “invasión”, episodio que se hará célebre porque será el que permitirá un extenso desarrollo jurisprudencial y normativo en torno al fenómeno del desplazamiento forzado.

Infancia, adolescencia, juventud, mujeres y líderes comunitarios vulnerados

Los 5 apartados siguientes comparten una misma línea narrativa: exponer la victimización a la que fueron sometidos diversos sectores de la población en la Comuna 13, sobre todo los más vulnerables. El primero de ellos se dedica a la infancia y la adolescencia que fueron “vulneradas” por las “balas perdidas” en medio del “fuego cruzado”. Rendón muestra como las trayectorias vitales de muchos niñas, niños y adolescentes se trastocaron por una guerra que dejó algunos huérfanos, otros mutilados y les impuso las realidades bélicas que irrumpieron hasta en sus aulas de clase. Rendón no escatima en aportar suficientes testimonios en este sentido, lo que evidencia sensibilidad por esta problemática que fue central en la guerra de la Comuna Trece, en la medida en que algunas de esos menores llegaron a integrar los grupos armados y muchos fueron también víctimas de ellos, como bien lo evidencia el apartado dedicado a las mujeres.

De las 4 imágenes que se incluyen en estos apartados, la mayoría tomadas de la prensa local, dos ellas hacen alusión a estas infancias vulneradas. La primera es una ilustración tomada del periódico universitario De la Urbe de su edición No 15, en la que un bebe en pañales, porta un fusil y un casco. (Rendón Rendón, 2007, p. 90). La siguiente es una foto de Donaldo Zuluaga quien trabajaba para el periódico El Colombiano y que retrata a un grupo de niños que limpian su salón de clase mientras que observan los hoyos que dejaron en las paredes los enfrentamientos, (2007, p. 99) que en ocasiones se tomaron las propias instalaciones escolares, como bien se narra en el texto.

Después de leer este apartado queda una sensación que este sector de la comunidad tan vulnerable se encontraba completamente sometido a las dinámicas de la guerra. La misma sensación surge después de terminar el siguiente capítulo: “Juventud vulnerada”. Allí el cerco de la guerra es presentado desde la experiencia de jóvenes sobresalientes en su comunidad que cursaban estudios universitarios, para quienes cumplir con sus deberes académicos se convirtió en una epopeya peligrosa. También se describe allí la forma dolorosa en que esta creciente situación bélica se fue derramando por los barrios vecinos de clase media, llegando a vulnerar a jóvenes universitarios que hacían sus deberes tranquilamente en su cuarto y que perdieron su vida sin saber de dónde provenían las balas. Terminando este capítulo se refuerza la hipótesis que la invasión del mundo de la vida de universitarios de la Comuna 13, se iba extendiendo al resto de la juventud de la ciudad, lo que se refuerza desde el principio de “El Drama” cuando se lee el valiente y esclarecedor testimonio de Carolina Gómez Salazar.

Esta visión de interrupción y trastocamiento de una juventud sana y normal se confirma en el último de estos capítulos cuando se entrevista a uno de los psicólogos de una reconocida organización social internacional que desde esa época y hasta nuestros días, acompaña a la juventud de la Comuna Trece; la Asociación Cristiana de Jóvenes -ACJ-. Ellos tenían un amplio grupo de muchachos que participaban en sus proyectos y a medida que se recrudecían los enfrentamientos armados, los profesionales identificaron que esa población sufría de una compleja y dañina patología: estrés postraumático. (Rendón Rendón, 2007, p. 128).

La experiencia de las mujeres

Esta perspectiva de dominio las dinámicas bélicas sobre las trayectorias vitales de la comunidad, se hace mucho más dramática cuando Rendón narra la experiencia de las mujeres. Inicia ese capítulo con un fragmento de una nota de prensa el 18 de mayo de 2002, publicada a los pocos días de una de las operaciones previas a Orión (Mariscal): “La lucha entre los grupos armados (bandas, guerrillas y autodefensas) [ha dejado a las mujeres] en medio del fuego y no importa si son combatientes o no para ser perseguidas.”. (2007, p. 129). Aunque en el capítulo se destaca el papel de las mujeres cabeza de hogar y las implicaciones que tuvo para ellas la guerra en términos de aumento de su precariedad, los testimonios que dominan son los de las jóvenes que por diversos motivos ingresaron voluntariamente a los grupos insurgentes: “Muchas mujeres sirvieron a los grupos armados en actividades de inteligencia, de vigilancia, o para transportar armas de fuego desde o hacia la Comuna 13, debido a que por ser mujeres levantaban menos sospechas. (Rendón Rendón, 2007, p. 134). Los dos testimonios que trae el autor en este apartado, uno de una miliciana de los CAP y otra del ELN, terminan con ambas en la cárcel e inmersas en un círculo trágico de retaliaciones debido a su participación en la confrontación. La visión de las testigos es ejemplarizante sobre la tragedia de la opción bélica y acentúa aún más la visión del dominio de los actores armados sobre el proyecto de vida de los habitantes de la Comuna 13, en la medida en no solo los hombres (los que históricamente han integrado estos grupos) sino también las mujeres se habían vuelto combatientes.

Rendón también muestra como las dinámicas bélicas se les impusieron no solo a los habitantes de la zona, sino también a las líderes comunitarias, a los integrantes de la misión médica y los organismos de socorro y hasta a los sacerdotes, algunos de los cuales se habían convertido en mediadores de los crecientes conflictos y en soporte de la comunidad. Todos estos sectores sociales con funciones públicas tuvieron dificultades que les impedían su labor, sufriendo a veces a tentados contra su integridad que devinieron a veces en asesinatos, como en el caso del sacerdote José Luis Arroyave de 48 años quien mediaba entre los actores armados buscando el afianzamiento de una cultura de paz y denunciaba la pobreza de los habitantes de la Comuna 13: “Vivo y muero, doy mi vida por la Comuna 13”, dijo el sacerdote en un foro días antes de ser asesinado el 20 de septiembre de 2002. (Rendón Rendón, 2007, p. 163).

De acuerdo con expertos y líderes consultados por el autor, esta exposición de la población a enfrentamientos tan permanentes y sangrientos, junto con el férreo control del territorio por parte de los actores en pugna, hizo que a los habitantes desarrollaran una adaptación que era catalogada de insensibilidad y resignación o doblegamiento hacia los grupos armados. Como ejemplo el autor trae el testimonio de un funcionario del INPEC (Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario) que pasaba por la Comuna 13 y fue retenido por un grupo insurgente: “Lo que más me impresionaba era ver cómo la gente del sector nos miraba desde los balcones o fuera de las casas. Pero nadie se atrevía a decir nada. La gente nos veía pasar con resignación.” (Rendón Rendón, 2007, p. 56).

Lo mismo sucedió durante la retención por parte de los izquierdistas CAP, a un equipo de salud: “Mientras estábamos allí esperando, de una casa salió una habitante del sector, y cuando pasó cerca de nosotros nos dijo: ‘Dios quiera que salgan bien librados de esto’, y se marchó. Allí reinaba la ley del silencio, nadie se atrevía a decir nada. (Rendón Rendón, 2007, p. 51).

Rendón cita otros testimonios que apoyan esa tesis de “indolencia comunitaria” y que refuerza la idea del copamiento de los armados del espacio comunitario. Un sacerdote del barrio Blanquizal llegó a afirmar que “el conflicto se convirtió en folclor. Mucha gente se tornaba insensible al sufrimiento de otros. Se había vuelto muy común el hecho que asesinaran a alguien”. (Rendón Rendón, 2007, p. 161).

Conclusión: Los actores y el balance del conflicto después de Orión y la redención de la Comuna 13

Los restantes 3 capítulos que ocupan las últimas 65 páginas se dedican a hacer un balance de lo ocurrido teniendo la Operación Orión como colofón, desde la perspectiva de los guerreros, las víctimas y los políticos involucrados en la guerra de la Comuna 13. También se le da voz a funcionarios, académicos y líderes en torno a cuáles son los pasos que siguieron y deben seguir las instituciones para afianzar el camino hacia la paz, reparar el tejido social e incluir en la ciudad a una población que hasta antes del conflicto era considerada periférica.

Hemos analizado la obra testimonial que teje el policía Yoni Alexander Rendón Rendón, cuyos ejes discursivos y elementos paratextuales están en consonancia con una de las narrativas más compartidas y desarrolladas para definir a la Medellín de hoy: el tránsito de la tragedia a la resurrección, o de la guerra a la paz, o de la competencia armada a la soberanía del estado de derecho. Las estadísticas más sensibles como la tasa de homicidios y secuestros y el número de desmovilizados, entre otras, puede respaldar esa versión. Esa visión es la que contiene y comunica exitosamente “El Drama del Conflicto Armado”, uno de los libros que más circulan en el país y en el exterior sobre el tema.

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Osborntownroad. (24 de Mayo de 2020). District 13: The Drama of the Armed Conflict in Medellin, Colombia (English Edition). Obtenido de Amazon: https://www.amazon.es/District-13-Conflict-Medellin-Colombia-ebook/dp/B077XPYB1K/ref=cm_cr_arp_d_bdcrb_top?ie=UTF8Links ]

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1La zona fotografiada es el barrio Las Independencias I.

2 Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia de Colombia -FARCfue una guerrilla colombiana de izquierda, fundada en 1964 y desmovilizada en 2016, cuya accionar, aunque básicamente rural, pretendió a principios de siglo XXI trasladarse a las ciudades, logrando hacer presencia en zonas como la Comuna 13 de Medellín. Después del acuerdo de paz de 2016 perviven aun unas disidencias minoritarias que usan el nombre FARC.

3 Ambas administraciones representaban una visión política alternativa (centroizquierda) para Medellín y sus históricos problemas de violencia en los barrios populares; frente a las administraciones municipales y nacionales que desarrollaron la operación Orión (Luis Pérez y Álvaro Uribe). A la visión más “clásica” de estos últimos sobre esos temas, Fajardo y Salazar respondieron con una presencia del Estado a través de obras públicas a la que llamaron “urbanismo social”, de la que surgieron proyectos como las escaleras eléctricas en las Independencias I.

4 Sobrina de Salazar y estudiante universitaria que fue secuestrada en Medellín en octubre de 2002 por las milicias de la hoy desmovilizada guerrilla de las FARC y llevada a la Comuna 13 y rescatada en la operación Orión.

5 El Ejército de Liberación Nacional -ELNes una guerrilla de izquierda colombiana que para la época tenía presencia en zonas populosas de la ciudad Medellín como la Comuna 13, la cual perdió en el marco de confrontación a partir de la operación Orión.

Recibido: Mayo de 2020; Revisado: Junio de 2020; Aprobado: Octubre de 2020

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