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El Ágora U.S.B.

versión impresa ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.22 no.1 Medellin ene./jun. 2022  Epub 01-Nov-2022

https://doi.org/10.21500/16578031.6090 

Research articles derived

Dialéctica del estallido social en Colombia 2021: ecosistema de la contienda política-económica inherente al capitalismo-imperialismo. Contribución al análisis de la coyuntura generada por la movilización popular entre abril y julio de 2021 en Colombia (Segunda parte: actores 1)1

Dialectics of the Social Outburst in Colombia in 2021: Ecosystem of the Political-Economic Contest Inherent to Capitalism-Imperialism. Contribution to the Analysis of the Conjuncture Generated by the Popular Mobilization between April and July 2021 in Colombia (Second part: actors 1)

Wilmar Lince-Bohórquez1 

1. Docente Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, Colombia. Grupo de Investigación Redes y Actores Sociales. Línea de investigación y Semillero Problemas Rurales y Ruralidades; Grupo de Estudio y Semillero Método Marxista y Teoría Crítica Radical. Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5895-9722 Email: wilmar.lince@udea.edu.co


Resumen

El texto que se presenta a continuación es la segunda entrega del análisis de la coyuntura estallido social 2021. Recuérdese que el primero se centró en los detonantes del estallido. El segundo artículo abordará algunos de los actores-sujetos más destacados de las movilizaciones: Comité Nacional de Paro, estudiantado universitario, profesorado universitario, campesinado, comunidades indígenas, organizaciones afrodescendientes, primeras líneas y gobierno. Se trata de diseccionar este conjunto de actores desplegando el método dialéctico materialista en perspectiva del análisis de coyuntura político-económico. Previo a la disección, se elabora una breve disertación acerca de la noción actor en perspectiva sociológica, con el ánimo de mostrar que, desde esta disciplina científica, la acción del sujeto está imbricada a la estructura. Este principio aplica para los actores del estallido social y, por tanto, se entiende que aun cuando diseccionados, lo estructural les atraviesa y subsume. En la reconstrucción analítica de cada actor predomina una lectura crítica que reconoce las proezas y fuerzas de sus luchas y, al tiempo, pondera sus limitantes y delimitaciones políticas y teóricas.

Palabras clave: Análisis de coyuntura; Actores-sujetos; Estallido social; Crítica a la decolonialidad

Abstract

installment of the analysis of the conjuncture social explosion 2021. It should be recalled that the first focused on the triggers of the outbreak. The second article will address some of the most prominent actors-subjects of the mobilizations: National Strike Committee, university student body, university faculty, peasantry, indigenous communities, Afro-descendant organizations, front lines and government. The aim is to dissect this group of actors, by deploying the dialectical materialist method in the perspective of the analysis of the political-economic situation. Prior to the dissection, a brief dissertation is elaborated on the notion of actor in sociological perspective, with the aim of showing that, from this scientific discipline, the action of the subject is intertwined with the structure. This principle applies to the actors of the social outburst and, therefore, it is understood that, even when dissected, the structural traverses and subsumes them. In the analytical reconstruction of each actor, a critical reading predominates, which recognizes the prowess and strengths of their struggles and, at the same time, weighs their political and theoretical limitations and delimitations.

Keyword: Conjuncture Analysis; Actors-Subjects; Social Outburst; and Critique of Decoloniality

En todos los maníacos el corazón es semejante a esas cajas con muchos compartimientos donde se guardan las especias; el suum cuique tribuere (a cada quien lo que es suyo) es su divisa y miden la dosis para cada deber. Hay fllántropos que no se apiadan más que de los errores de los condenados. La vanidad es ciertamente la base de la fllantropía; en el joven provenzal era cálculo, hipocresía liberal y democrática, representada con la perfección de que un actor no sería capaz. Él no atacaba a los ricos: se limitaba a no comprenderlos, los admitía; cada uno, decía, debe gozar de sus obras. Había sido ferviente discípulo de Saint-Simon; pero esta falta, aflrmaba, había que atribuirla a su extrema juventud: la sociedad moderna no puede tener otra base que la herencia.

Los pequeños burgueses, Honore de Balzac.

Introducción: más apuntes sobre el análisis de coyuntura en clave marxista

Para efectos de dimensionar la propedéutica empleada por el autor en el análisis que ha venido haciendo respecto al estallido social 2021, es necesario precisar el contenido global del escrito y las partes que lo componen. El primer trabajo abordó los detonantes del estallido social dividido en dos aspectos: acontecimiento y tiempos (larga, mediana y corta duración). Se había planteado, en esa primera entrega, que se escribirían dos artículos más: uno que describiera el papel y la trayectoria de los actores más destacados que habían participado del estallido, y otro que reconstruyera con criterios teóricoconceptuales toda la reflexión.

Sin embargo, al empezar a describir los actores, la cantidad de los mismos y el volumen de la información era tanta (en especial, de aquellos estamentos ligados a lo rural que son objeto directo de investigaciones pretéritas) que no fue posible condensarlos en un solo texto. Por tal motivo, el artículo que trata los actores del estallido social -incluyendo la respuesta del gobierno Duque- se divide, a su vez, en dos partes. En una de ellas, Actores 1 (la que se lee en este momento), se detallan: Comité Nacional de Paro, estudiantado universitario, profesorado universitario y las primeras líneas. En la otra, Actores 2, se desglosan: campesinado, comunidades indígenas, organizaciones afrodescendientes y la respuesta del gobierno.

De este modo, en lugar de los tres artículos previstos al comenzar esta gesta, terminarán siendo cuatro. El primero de los artículos vio la luz en la revista Kavilando, volumen 13, número 1. Los dos textos que abordan los actores del estallido se publican en la presente edición de la revista El Ágora. El cuarto artículo, el que reconstruye con ejes teórico-conceptuales todo lo expuesto, aún no ha sido publicado y en su momento se conocerá.

Siendo así, el contenido pleno del análisis de la coyuntura del estallido social 2021 quedaría de este modo:

Un análisis de coyuntura política, que obliga detenerse en la ebullición de un momento concreto, implica, además, considerar el movimiento de mayor trayectoria que lo atraviesa y que subsume el espacio-tiempo específico del acontecimiento, en este caso, Colombia 2021. Esto significa que no es posible hacer tal análisis sin seguirle el curso a determinaciones y fenómenos de mayor trayectoria. Tanto más se les haya hecho seguimiento a las principales contradicciones de la historia reciente asociadas a la coyuntura, tanta más preparación se tiene para hacer análisis de un acontecimiento que estalla de forma antagónica. Aun así, no haberle hecho seguimiento al decurso de la historia no inhabilita para realizar análisis de coyuntura: exige estudiar con más ahínco y celeridad para detectar el entrelazamiento de los hechos que, a la postre, dan origen al acontecimiento antagónico.

En el caso de quien escribe, la enseñanza, el estudio y la investigación de la estructura socioeconómica rural, inicialmente entendida como estructura agraria2, ha permitido estar muy cerca de la sociología del Estado colombiano y sus gobiernos desde mediados del siglo XX, las violencias que se han desatado en todo el territorio nacional como resultado de la confrontación entre diversos actores (insurgencias, paramilitares, ejércitos del Estado, civiles, narcotraficantes, terratenientes, comerciantes, campesinado), la lucha por la tierra y los territorios rurales (eje de las guerras civiles y confrontaciones armadas del país), partidos políticos, movimientos sociales, así como las políticas y determinaciones normativas claves en las contradicciones y el entrelazamiento a cuatro escalas (micro espacio rural, regional, nacional y macro sistema mundo imperialista) de la cuestión agro-rural con el capitalismo global.

Asimismo, el estudio, la enseñanza e investigación del marxismo permite tener pertrechos teóricos, conceptuales, epistemológicos y metódicos, para dimensionar el carácter totalizante del capitalismo como formación histórica-social (con sus trazos económicos, políticos y cultural-ideológicos) cuyas leyes-tendencia (Osorio, 2016; De la Garza, 2018) se constituyen en la médula espinal que atraviesa, por la condición maciza inherente a la larga duración, contradicciones concretas como el estallido social en Colombia 2021.

En suma, la coyuntura política que se desató a partir del intento de reforma tributaria requiere conocer tanto los entresijos políticos del Estado, como los ejes del capitalismo en su fase imperialista contemporánea, dado que,

Con el capitalismo y a medida que este se desarrolla, no se puede hablar de historia simplemente nacional, porque con su aparición los acontecimientos de significación en cada pueblo tienen sus causas en circunstancias internas -propias de la determinada sociedad- y en hechos externos producidos más allá de sus fronteras. Y si esto puede predicarse de las potencias colonialistas (que fueron influidas por las peculiaridades de las colonias que conquistaron), en mayor grado puede decirse de los países sometidos, que fueron modelados según las necesidades de la metrópoli (Tirado, 2019, p. 3).

Estructura capitalista y coyunturas nacionales -con sus respectivos Estados- hacen parte de un mismo movimiento: el capital, en cuya base está la conversión del trabajo y la naturaleza en fuentes de valor (Marx, 1975), funciona con el Estado como piñón de transmisión superestructural, es decir, como el fuelle que desde sus designios jurídicos facilita el modus operandi del capital y las grandes burguesías (locales y mundiales), garantizando las condiciones necesarias para la generación de ganancia y plusvalía (Marx, 1980; Lenin, 2009). Lo fundamental entonces en esta dialéctica es el capital, las leyes inmanentes a él (producir socialmente y apropiarse privadamente la riqueza, trabajo asalariado como valor, carácter anárquico en la producción, desarrollo incesante de las fuerzas productivas técnicas para aumentar el volumen de la producción de valores de uso, entre muchas otras), que rigen la vida en sociedad y, con ello, el modo de producción y reproducción de la vida material y espiritual en el mundo.

La clave reside, entonces, en el desentrañamiento de la relación coyuntura-estructura, en este caso del estallido social nacional con las dinámicas contemporáneas del capitalismo a escala imperialista. Tal como se escribió en el primer artículo, la puerta de entrada para analizar la coyuntura es el fenómeno mismo, los aspectos más importantes del estallido social, para lo cual se tomó como fuente de información la prensa digital y todo tipo de materiales audiovisuales que se encontraron en la web con el propósito de soportar los planteamientos. Es un análisis concreto de la situación concreta, en la estela del legado del método dialéctico desplegado por Lenin, pero entendiendo que “lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso” (Marx, 2007, p. 22).

Lo “concreto de la situación” es un nivel preliminar de lo empírico y se constituye en el aspecto fenoménico de la coyuntura: lo concreto representado; el “análisis de lo concreto” implica reconstrucción en el pensamiento, esto es, que la representación de lo concreto dé un salto cualitativo hacia el pensamiento analítico, algo que De la Garza (2018), denomina “lo concreto pensado”. Lo concreto es entonces la síntesis dialéctica de determinaciones históricas y naturales, al tiempo que se constituye en nodo para reconstruir en el pensamiento (lógico, científico, racional), la realidad objetiva, la superación de la falsa conciencia y de la pseudoconcreción (Kosik, 1967) que normalmente se nos revela bajo su aspecto fenoménico. Así, el fenómeno o estallido que se constituye en la puerta de entrada al problema a tratar es, al tiempo, una representación que no revela en su superficie la esencia, la estructura, la totalidad.

Ya se dijo, en el primer artículo, que el estallido social 2021 tiene todas las características de coyuntura política y económica. Es una situación concreta de agudización de las contradicciones propias del capital a escala mundo, que se desató y tuvo como escenario la escala local-nacional. Esta segunda entrega del análisis de la coyuntura estallido social 2021, se detiene en detalles del carácter particular de lo concreto, específicamente, los actores más destacados de la contradicción. Tendrá un carácter predominantemente descriptivo. Lo analítico sociológico se presenta más como crítica a ciertos postulados y premisas políticas de algunos de estos actores-sujetos.

1. Actores-sujetos del estallido social en la coyuntura

Además del acontecimiento y la mirada de larga duración ya tratadas en la primera entrega, otro de los componentes del análisis de coyuntura como método sociológico es la disección de actores partícipes del antagonismo. Los actores del estallido social fueron tantos, tan diversos y tan enmarañados que la tarea puede resultar dispendiosa (de escribir y de leer, hay que reconocerlo), a lo que se suma cierta reiteración en la descripción, en cuanto algunos actores-sujetos comparten líneas de acción e ideologías (sean o no conscientes de ello). Sin embargo, es ineludible esta tarea si se pretende la reconstrucción analítica de la coyuntura pero, además, si se trata de elaborar un análisis crítico y propositivo, pensando en futuros levantamientos de masas. Ello implica hacer lectura de las consignas políticas, ideológicas y prácticas que se levantaron durante el estallido por parte de los actores en contienda y su relación con el eje estructural que se viene incorporando en el presente análisis.

Hace ya mucho rato que la sociología quebrantó el falso dilema acción-estructura y actor-agencia, aquellos presupuestos que le otorgaban, per sé, mayor peso a la uno o a lo otro, lejos de la vida concreta donde el actor toma decisiones que pueden gambetear las leyes sociales o, a la inversa, situaciones donde la estructura se impone a los actores sin importar sus voluntades. Actor y estructura son dos momentos de un mismo movimiento:

(…) ni Durkheim puede ser rotulado de holista absoluto, ni Weber de individualista total. El hecho de que exista un largo antecedente en las obras de estos autores clásicos, no supone afirmar que el problema de la acción y la estructura renace siempre de la misma manera. La teoría social contemporánea ha explorado, enriqueciéndola, esta antinomia clásica, de manera tal que se ha apartado de esta falsa disyuntiva [subrayado añadido], y se ha ocupado de superar este escollo, formulando soluciones tentativas de continuidad entre el actor y la estructura a través de propuestas teóricas integradoras que incorporen en forma consistente la dimensión analítica de los actores sociales sin perder de vista su dimensión histórica y estructural (Beltrán, 2005, p. 253)

Asimismo, el actor para la sociología aparece, al tiempo, como individuo, como red de interacciones o sociabilidad, colectivo, grupo o comunidad (Parsons, 1971); es sujeto, ciudadano, ser político (Lutz, 2007); el marxismo y su método dialéctico nunca pierden de vista el movimiento relacional entre el actor-sujeto y la estructura del capital. El capital como conjunto de relaciones sociales, punto galvanoquímico de la interacción humana, es la estructura (base y eje) del mundo moderno. El actor-sujeto es racional e irracional, alienado y subversivo, reaccionario y revolucionario, expresa su condición de clase; es ello y al mismo tiempo otro. Tal estructura, como lo demuestra el materialismo histórico, aunque maciza y duradera, no es ni eterna ni infinita: es una hechura humana-social susceptible de transformarse por la misma especie que la creó. De este modo se analiza la actuación de esa masa de actores-sujetos partícipes del estallido social 2021.

Pues bien, el 28 de abril de 2021, el Comité Nacional de Paro liderado por las principales centrales obreras, convocó a paro nacional para oponerse a la reforma tributaria del gobierno Duque (Sindicatos reafirman paro por reforma fiscal, 2021). A partir de ese momento, empezaron a converger diferentes expresiones y organizaciones que, además del rechazo a la reforma, tenían otro tipo de reivindicaciones: matrícula cero para universidades públicas, renta básica, oportunidades de empleo para jóvenes, reforma a la policía, desarme del Escuadrón Móvil Antidisturbio (ESMAD), defensa de la producción nacional (agropecuaria, industrial, artesanal, campesina), subsidio a las Pymes, no discriminación de género, respeto a la diversidad sexual y étnica, freno a la erradicación forzada y aspersión aérea con glifosato, entre algunos otros (CNN Español, 2021).

Desde el 28 de abril y hasta el cierre de ese año, las marchas, movilizaciones, plantones y mítines estuvieron al orden día, aunque entre julio y noviembre se redujeron y se hicieron con intermitencia. Este estallido social logró, en muy corto tiempo, derogar la mencionada reforma tributaria y forzó la renuncia de este “prócer” de la economía colombiana, el entonces ministro Alberto Carrasquilla3, autor intelectual de la propuesta. Sin embargo, las movilizaciones sociales no se detuvieron y, como ya se mencionó, se ha generado una cascada de expresiones políticas de diversa índole, destacándose las de tipo artístico: performance, orquestas, comparsas, grafitis, murales, entre otros (Expresiones artísticas en las marchas durante el Paro Nacional en Colombia, 2021).

Ahora, si bien es cierto que la marcha del 28 de abril generó un estallido con estertores que aun rezumban, la prolongación de las movilizaciones y manifestaciones políticas han sido una muestra local de lucha espontánea de masas (en el tercer artículo se volverá sobre esta cuestión de suma importancia para evaluar esta coyuntura). ¿Cuáles son los actores, organizaciones y expresiones más destacados de esta movilización? Es preciso describirlas una a una, previo a una reconstrucción global donde se problematicen algunas de las intersecciones que se presentan entre ellas y los nodos que los integran4.

Una breve anotación en esta introducción amerita el sector etario más numeroso del estallido social: las juventudes. Jóvenes de diversas etnias, sectores económicos, nivel escolar, creencias y adhesiones políticas se constituyeron en el actor-sujeto determinante del acontecimiento5. Ocurrió, con esta realidad, que la mayor parte de análisis e interpretaciones de tipo académicas acerca de la participación juvenil en el paro, cayó en una suerte de deificación de la juventud, como si, por el hecho de tener esta característica, la lectura tuviera que conducir a su veneración6. Pero también se vio, del otro lado, la satanización de la expresión juvenil del estallido a través de epítetos y denominaciones macartizantes: vándalos.

Al respecto, dos precisiones. En primer lugar, las juventudes no son ni dioses ni vándalos: son sujetos de esta época que, en tanto y por cuanto, fetichizan, se rebelan, racionalizan, odian, luchan, creen en la democracia liberal, son antisistema, es decir, esta población polisémica, de ningún modo homogénea. En segundo lugar, la población juvenil participó en el estallido social como afro, inserto en el campesinado, indígena, representante de gremios, profes, estudiantes. No se desconoce, en absoluto, la fuerza que tuvo la población juvenil en el estallido social 2021, pero ni se le esencializa (que termina reificándola) ni se le adjetiva “vandálicamente”. Entendido así, la descripción de la masa de actores-sujetos de este análisis de coyuntura asume lo etario inserto en los estamentos o sectores de clase aquí diseccionado.

1.1 Comité Nacional de Paro (CNP)

Conformado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Confederación Nacional del Trabajo (CGT), Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), Confederación de Pensionados de Colombia (CPC), Confederación Democrática de los Pensionados (CDP), Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (FECODE), Dignidad Agropecuaria y Cruzada Camionera. Al avanzar la movilización y crear canales de concertación con el Gobierno, se sumaron: Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles (ACREES), Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (UNEES) y el Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric) (Valencia, 2021). Tiene el mérito este Comité de haber hecho el llamamiento a la movilización y conseguir que ese universo plural y diverso de expresiones individuales y colectivas se juntara a partir de ese 28 de abril. Después del primer día de paro, el CNP no volvió a tener control o dirección plena sobre las movilizaciones cotidianas. Por redes sociales, medios alternativos o a través de la comunicación voz a voz, las masas se convocaron, congregaron y marcharon en parques, barrios y calles con múltiples mandos: nunca más hubo un mando unificado.

El CNP era, como puede deducirse, una amalgama diversa y sumamente amplia de intereses y vocaciones políticas y económicas que, en teoría, recogía el sentir y el pensar de un grueso de la población. Acudieron representaciones étnicas definidas, dueños de medios de producción (campesinado y camioneros) a escala media y pequeña, trabajadores intelectuales (docentes y profesionales), centrales obreras y estudiantes. Un sector amplio de clases y facciones de clases oprimidas, una clara agrupación de representación de las masas.

A pesar de la beligerancia de la movilización social desde las primeras semanas, no había transcurrido un mes de movilizaciones cuando el CNP estaba sentado en una mesa de negociación con el gobierno Duque: el 16 de mayo, con la mediación de la Conferencia Episcopal y la Oficina de Naciones Unidas, empezaron conversaciones delegados del Gobierno y el CNP (Ministerio del Trabajo, 2021). Al CNP Se le puede tildar de vendido, de tradicionalista en la figura de representación, de oportunista electorero, de apaciguador de los ímpetus de las masas, pero jamás se le puede señalar de que no tuvo espíritu de negociación y conciliación con el Gobierno. Después de derogado el proyecto de reforma tributaria, el CNP construyó un pliego de exigencias que recogía los distintos intereses de las organizaciones que la integraban, sentándose a manteles con los delegados de Duque:

El Comité Nacional de Paro manifiesta su decisión y orientación de seguir en el paro y la movilización nacional levantando como objetivos centrales para este momento: garantías y libertades democráticas, garantías constitucionales a la movilización y la protesta, desmilitarización de las ciudades, cese de las masacres y castigo a los responsables. Y, así mismo, el desmonte del ESMAD. Negociación con el Comité Nacional de Paro del Pliego de emergencia así resumido: 1. Retiro del proyecto de ley 010 de salud y fortalecimiento de una masiva vacunación. 2. Renta básica de por lo menos un salario mínimo legal mensual. 3. Defensa de la producción nacional (agropecuaria, industrial, artesanal, campesina). Subsidios a las MiPymes y empleo con derecho y una política que defienda la soberanía y seguridad alimentaria. 4. Matrícula cero y no a la alternancia educativa. 5. No discriminación de género, diversidad sexual y étnica. 6. No privatizaciones y derogatoria del decreto 1174. 7. Detener erradicaciones forzadas de cultivos de uso ilícito y aspersiones aéreas con glifosato7 (Comité Nacional de Paro, 2021, p. 1).

Con este pliego en firme, un gobierno debilitado (o al menos deslegitimado) y las calles hirviendo, el CNP arrancaba las negociaciones con una aparente ventaja al llegar con la fuerza contraria a la ilegitimidad de Duque y su corte. Las negociaciones en medio de las movilizaciones sociales masivas, no solo han servido para ir desgastando las luchas, sino para establecer acuerdos que los gobiernos nunca cumplen, más que por falta de voluntad política, por la imposibilidad de romper, desde el Estado, con las leyes del capital: hay compromisos que por la naturaleza del Estado burgués engranado a las lógicas del capitalismo imperialista, jamás podrá cumplir; por ejemplo, no puede eliminar la pobreza, ni limitar la acumulación, ni contener la explotación del trabajo, ni frenar la destrucción de la naturaleza. Sin pobreza, sin acumulación, sin explotación del trabajo, sin destrucción de la naturaleza, el capitalismo fenece, no sería la era del capital, tal como la nombró Hobsbawm (2010).

¿Qué tan transgresoras eran las exigencias del CNP? Leídas con detenimiento, la médula de las exigencias era de corte reformista y liberal: retirar proyecto de ley, otorgar ingreso mínimo a las familias empobrecidas, garantizar subsidio a la pequeña producción, liberar al estudiantado del pago de semestres y frenar la fumigación de cultivos ilícitos. Son cuestiones mínimas de derecho, libertades negadas y atropellos por parte de los sucesivos gobiernos que se empotran en el Estado; eran propuestas pura y estrechamente reformistas, no había allí nada radical, algo que pusiera a tambalear el Gobierno actual y muchos menos que cuestionara la estructura del capital y su reproducción a escala nacional en relación con el imperialismo8. El pliego de peticiones fue, ni más ni menos, un reconocimiento tácito de la incapacidad de establecer rupturas con las leyes del modo de producción dominante.

El corolario más diciente respecto a los intereses y perspectiva política del CNP queda retratado en la opción electoralista de dos de sus principales miembros: Jennifer Pedraza y Nelson Alarcón. Pedraza, que fungió como vocera de estudiantes, se inscribió en la lista de candidatas a la Cámara de Representantes por Bogotá con el amparo del denominado movimiento Coalición Centro Esperanza (Pedraza, 2021), agrupación que lideran Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo, todos rancios en distintas instancias del Estado y que sueñan llegar al poder en las elecciones presidenciales de 2022. Alarcón, curtido en el sindicalismo desde su condición docente, venía ventilando sus intenciones en el fragor mismo del paro, arengando, en un mitin ante maestros: “esto es de largo aliento…con miras al 2022…para derrotar la ultraderecha y llegar al poder en el 2022…” (Revista Semana, 2021a, 0m41s). En efecto, Alarcón se inscribió a la lista del Senado por el Partido Alianza Verde (Alianza Verde, 2022), dividida a raíz de no unificar criterios para aliarse a una sola de las coaliciones que aspiran al solio de Bolívar en 2022, y terminar aceptando que una parte de su militancia apoye el denominado Pacto Histórico y otra al ya mencionado Centro Esperanza.

A decir verdad, Pedraza y Alarcón son consecuentes con las aspiraciones reformistas del CNP: el Estado y la democracia parlamentarista son el escenario ideal para impulsar reformas como las detalladas en el pliego de exigencias. Representaban un ideario cuyo vehículo conducía al proselitismo y al electoralismo. Vale agregar que con honestidad reconocieron que no representaban todas las expresiones políticas del paro, aunque sí hablaron en nombre de los gremios y estamentos a los cuales pertenecían.

1.2 Estudiantado universitario

Dentro de la masa juvenil que se movilizó, un buen número era universitario con predominio de instituciones públicas (estudiantes de pregrados y posgrados, a los que se sumaron profesionales). Como se sabe, el grueso de las marchas tuvo ese fermento juvenil que llenó de colorido, sonidos, arte y consignas el estallido social 2021, con la herencia directa de las luchas estudiantiles universitarias de 2011. En oposición a la reforma a la ley 30, cuyo objetivo central era la empresarización y mercantilización abierta de la educación superior colombiana, el estudiantado de aquel año consiguió hacer estallar las calles de las principales ciudades y conformar una organización a escala nacional: la Mesa Ampliada Nacional de Estudiantes- MANE9. A partir de esta xplataforma y liderazgos políticos de larga trayectoria, sumada a colectivos y militancias que se han gestado en los campus universitarios a lo largo del presente siglo, el estudiantado ha sido agente fulgurante de la movilización social en el país. No fue diferente durante la coyuntura objeto de este análisis. El estudiantado universitario participó, desde el primer momento, en las marchas programadas por el Comité de Paro y todas las que se fueron convocando por cualquier organización o incluso las que se dieron de forma espontánea (Rojas, 2021).

En términos políticos, ¿qué papel jugó el estudiantado en esta coyuntura? La conciencia política10 del estamento estudiantil universitario pareciera estar en un ascenso continuo desde la última década, lo que se refleja en paros, movilizaciones y luchas, reivindicando derechos asociados a la educación de calidad; el libre desarrollo de la personalidad; las prácticas patriarcales, machistas y sexistas en la educación superior; el respeto e impulso por la diversidad étnica y cultural, la desfinanciación y privatización tácita de las universidades públicas (Cruz, 2013; Restrepo, 2019), entre otras.

En esta ocasión, más que marchar como un conglomerado, el grueso del estamento estudiantil se movilizó dentro de colectivos y organizaciones a las que pertenecen y, desde estas barricadas ideológicas, sus voces y consignas fueron ruidosas, contagiosas, similares a las que emergieron en 2019, es decir, tendientes a la gratuidad de la educación superior, la ampliación de cupos, la flexibilización en créditos para pago de semestres, la equidad de género y la violencia contra la mujer, la defensa de la universidad pública; también se sumaron a las consignas que aupaban la caída de la reforma tributaria, el desmonte del ESMAD, el mejoramiento de las condiciones de vida para el campesinado, la democratización del Estado y la economía, etc. En síntesis, supieron enlazar sus luchas directas con los detonantes del estallido Paro nacional: más de 15 delegaciones de estudiantes universitarios se reúnen en el Externado para buscar soluciones ante la situación del país, 2021; (Vivir, 2021).

Pero ¿cuáles son los alcances de estas luchas y consignas? Ya se dejó claro que el grueso del pliego de exigencias de CNP fue de corte reformista y se sabe dónde terminaron dos de sus líderes, incluyendo quien representaba una facción del estudiantado universitario. El hecho de que adhirieran a los principios del paro, podría hacer pensar que el estudiantado también recayó en ideales reformistas.

Evalúese, para ser justos, las consignas de sus propias luchas. Aquellas de carácter predominantemente económicas (desfinanciación, gratuidad) pasan por la “benevolencia” o buena voluntad de los gobiernos de turno para inyectar más recursos de lo establecido a las universidades, y que de este modo funcionen adecuadamente; aquellas de carácter predominantemente políticas y culturales (violencia contra las mujeres, diversidades étnicas, defensa de la condición pública de las universidades, inclusión) requieren desmontar prácticas e ideas de larga duración directamente asociadas al modo capitalista de producción a escala mundial. No obstante, ni la toma del poder del Estado ni la destrucción plena de la médula del capital están en el horizonte de lucha del estudiantado (entiéndase, como estamento). Luego, es claro que individualmente, como colectivos o como militantes, individuos del estamento estudiantil sí hacen parte de organizaciones que se disputan el Estado y la destrucción del capitalismo.

El estudiantado, especialmente en sus más recientes luchas, se ha enfocado en disputas de corte democráticas en el marco de la sociedad burguesa (es decir, de principios democráticos elementales y liberales en sociedades modernas) e identitarias, justas, sin duda, pero no radicales (sobre esta noción conceptual volveremos en el tercer artículo) (Portafolio, 2018). Puede decirse que, en el último tiempo, este estamento ha respondido a consignas y movilizaciones reformistas-liberales, contestatarias y resistentes respecto a diversas cuestiones del sistema, pero no anti-estructura capitalista: predominan consignas e ideologías pacifistas o, de otro modo, de violencias espontáneas (tropeles, enfrentamiento al ESMAD, pintas en calles y universidades, entre otras); hay una tendencia a ser renuentes a la conformación y articulación a un partido revolucionario por aquello de “la verticalidad que este implica” cuando hoy, según se dice, toda forma de organización política tiene que ser “horizontal”, sin liderazgos definidos; o so pretexto de que es el momento de las “nuevas ciudadanías” con “capacidad” de sustituir “idearios caducos o vetustos” todavía “enfrascados” en la forja de un sujeto histórico revolucionario; o que ya no hay lugar para vanguardias, dada la polifonía y diversidad de las luchas; que afirman que la cuestión de clase y la lucha de clases no lleva implícitas el género y el sexo; de hecho, se dan expresiones estudiantiles críticas al sistema (patriarcal, capitalista, racista…) pero anticomunistas y, en otros casos, anticientíficas, que niegan o reniegan de la ciencia porque ella representa y se ha dado desde “occidente”.

En síntesis, como en todas las luchas y movilizaciones sociales de este siglo, el estudiantado se tomó las calles y apoyó a las masas; nunca reculó. En distintos momentos convocó y orientó la lucha, promovió foros en los barrios con presencia de docentes universitarios, activistas de las comunidades, y articuló procesos barriales con las luchas más amplias. La expresión estudiantil del estallido social fue masiva, colorida, intrépida, creativa, pero, al igual que el CNP, sucumbió al reformismo, se dejó seducir por la ilusión de la ampliación y “radicalización” de la democracia, cayó en el fetichismo de la mera manifestación cotidiana que, en su espontaneidad y carencia de proyectos radicales, no trascendieron más allá del estallido, de la coyuntura misma.

1.3 Profesorado universitario

Se debe empezar diciendo que en este estamento se encuentra el autor de este artículo y se constituye en una autocrítica, especialmente por la poca capacidad de incidencia que tiene en el movimiento profesoral, la perspectiva científica y política que se está empleando en este análisis de coyuntura. A decir verdad, el profesorado de las universidades ha estado, durante el presente siglo (quizás un poco más atrás), a la zaga de las protestas estudiantiles y sociales. No obstante, el profesorado universitario se ha articulado a varias de las grandes manifestaciones del presente siglo, entre otras razones, porque muchas de las motivaciones de las mismas le han afectado o atentado directamente contra sus propios intereses. En la presente coyuntura, el profesorado marchó, en algunas ocasiones, en bloque con consignas en apoyo al retiro de la reforma tributaria y, al tiempo, en defensa de la educación pública. Asimismo, generó diferentes espacios académicos y de reflexión política, casi todos virtuales, pero también tuvo encuentros en los barrios de ciudades con las comunidades; creó frentes de apoyo a marchantes (una especie de primera línea profesoral) a través de los cuales se discutía con transeúntes y la “ciudadanía de a pie” los temas de la actual coyuntura; además, dispuso de personal para acompañar jurídicamente a jóvenes marchantes y defenderles del abuso policial.

No obstante, el profesorado no dejó de estar en la cola de la lucha; no es, en la actualidad, un estamento con capacidad de ponerse al frente o dar línea a la protesta social; tampoco se le ve con interés de asumir liderazgo en las confrontaciones directas, entre otras razones, porque no se quiere “suplantar” los liderazgos del pueblo. Aquí, al igual que le ocurre al grueso del estudiantado en sentido político, también hay un predominio reformista y socialdemócrata, en cuyos ideales se encuentran instalados los lineamientos de la democracia burguesa en cualesquiera de sus vertientes. Se suma, además, que al interior de las universidades públicas, hay un auge de ideologías posmodernas refinadamente academicistas, con máscara progresista y, de hecho, con militancias en distintas facciones identitaristas (indigenistas, afros, feministas, campesinistas, ecologicistas, pacifistas, antiespecistas, entre otros).

En efecto, las universidades públicas son el nicho actual de “la razón decolonial” en el país; es allí donde convergen estas ideologías contemporáneas con “epistemes” posmodernas, sin que, necesariamente, se reconozcan como tales: es un posmodernismo indefinido que, con una celeridad asombrosa, ha conformado grupos de investigación, grupos de trabajo y semilleros, dando línea de acción y orientación política, tanto al interior de las instituciones universitarias, como en las comunidades donde hacen trabajos de campo. Es de amplio conocimiento que esta concepción de mundo se va lanza en ristre (muy precariamente, a decir verdad) contra el pensamiento crítico radical y, especialmente, contra el marxismo, pero también contra la ciencia y el proceder científico, la epistemología como corpus teórico-metódico para dar cuenta de la realidad, y ataca (o al menos lo intentan) las nociones conceptuales de razón, totalidad y revolución, cayendo en una especie de “posmodernismo anti-posmoderno”. De lo anterior dan cuenta Gaya Makaran y Pierre Gaussens (2020), quienes en una reciente obra que compila perspectivas críticas a las teorías decoloniales titulada Piel blanca máscaras negras, se atreven, con valentía y fundamentos científicos, no solo a confrontar sino a denunciar el modus operandi de lo que denominan impostura intelectual, con el mismo enfoque de lo denunciado en su momento por Sokal y Bricmont:

Es en este punto donde los autores decoloniales -desde los campos universitarios que buscan colonizar- organizan espacios institucionales que ellos convierten en auténticos think tanks encargados de una labor de contrainsurgencia intelectual contra el legado del pensamiento crítico latinoamericano. Es lo que demuestra la sabia argumentación desplegada por Martín Cortés en su capítulo: “Una pobre ontología del origen y la pureza. Sobre Marx, marxismos y crítica decolonial”, en el que denuncia la operación de borramiento que orquestan los estudios decoloniales, que niega la riqueza de los múltiples legados del pensamiento crítico, con el fin no declarado de sustituir al marxismo en el lugar que este último perdió como vanguardia intelectual de América Latina. Con este proceder, “un siglo y medio de luchas políticas y reflexiones críticas latinoamericanas caen en la desgracia de reificar el discurso eurocéntrico: nos quedamos sin tradiciones, y apenas podemos aspirar a enlazarnos, vía pensamientos fronterizos y giros decoloniales, con el origen esquivo de la región” (subrayado añadido, p. 115).

Las universidades en Colombia, en especial las públicas, se han convertido en plaza fuerte de la decolonialidad, incorporando a su proceder académico una terminología acorde al espíritu reformista, pero con antifaz alternativo y de izquierda:

Tampoco es casualidad que los estudios decoloniales remplacen al capitalismo por la modernidad, la acumulación por el desarrollo, la plusvalía por el racismo, la clase por la raza, el capital por Europa, la burguesía por Occidente, la subalternidad por la otredad, la conciencia por la identidad, el imperialismo por el eurocentrismo y el internacionalismo por la interculturalidad (…) En esta empresa de contrainsurgencia intelectual resulta importante la invención de un lenguaje que permita dar la apariencia de una nueva alternativa. Es así como los estudios decoloniales destacan por sus neologismos y galimatías: “pluri-versalismo transmoderno” (Grosfoguel), “shift epistémico” (Mignolo), “ego conquiro” (Dussel), “diferencia trans-ontológica” o “escepticismo misantrópico maniqueo” (Maldonado-Torres); desarrollando declinaciones rimadas de taxonomías sobre el sufijo de la modernidad y su colonialidad: “alteridad como identidad en la exterioridad” (Dussel), racionalidad, heterogeneidad, otredad, globalidad, “europeidad” [sic], intersubjetividad, “unilinealidad”, “etno-racialidad”, “corporeidad”, “coetaneidad”, “pluri-versalidad”, interculturalidad, “mismidad” [sic], entre otras; mientras que, de manera concomitante, los vocablos de clase social o de capital brillan por su ausencia, por ser perentoriamente revocados con el pretexto de su obsolescencia presumida (Makaran y Gaussens, 2020, p. 27-28).

Esta jerga decolonial y su pretendido giro, que asomomó durante el estallido social 2021 y que ha venido “iluminando” cierto discurso universitario desde sus instancias administrativas centrales11 hasta las facultades (en especial, de ciencias sociales y educación), tiene efectos más allá del mundo puramente académico y allí reside su verdadero peligro:

Sus efectos de realidad son tan fuertes y perniciosos como la impostura a la que se prestan los defensores de la llamada “revolución posmoderna”, quienes, bajo el falso postulado posmaterialista, pretenden revisitar el mundo haciendo tabula rasa del legado de dos siglos de lucha clasista, descrita por ellos como un arcaísmo. Una vez más, tampoco es casualidad que los estudios decoloniales, más allá de sus críticas formales al posmodernismo, no dejen de construirse en relación con este último (…) con el fin de “repensar la tradición de la teoría crítica a la luz de la teorización posmoderna” (Castro- Gómez, 2000: 95) y así estructurar el “giro decolonial” en torno a los tópicos típicamente posmodernos “de las percepciones cognitivas, de los modos de producir u otorgar sentido a los resultados de la experiencia intersubjetiva, del imaginario, del universo de relaciones intersubjetivas del mundo, de la cultura en suma” (Quijano, 2014: 788). De esta manera, los estudios decoloniales vuelven a incurrir en una inversión estéril, suerte de “posmodernismo anti-posmoderno” que sólo revela las posiciones sociales dominantes desde las que son enunciados” (Makaran y Gaussens, 2020, p. 28-29).

Amerita un debate más amplio y profundo -a estas alturas necesario, dado al auge y tendencia hegemonizante al interior de las universidades de esta vertiente- el lugar que ocupan las teorías decoloniales y las performances posmodernas (conscientes o inconscientes, abiertas o veladas) en general, en las academias y, propiamente, en el profesorado. Por ahora, se trata de entender que estas vertientes ya instaladas en el seno profesoral, a su modo y con sus limitaciones, supieron insertarse en la actual coyuntura, criticando al gobierno y sus políticas, identificándose con algunas expresiones de resistencia que asumieron prácticas violentas (como la de los pueblos indígenas que derrumbaron estatuas de colonos y conquistadores) pero, al final del día, llamando siempre a la concertación y a la solución pacífica y resiliente al conflicto. Su pretendido “giro”, a la larga, es de 360 grados, para situarse en las mismas coordenadas ideológicas que pregonan quienes dominan este mundo:

Es el sueño de todas las burguesías el que se encuentra realizado: estar libre de proletariado, pues desde el momento en que sólo existen grupos étnicos y culturales, ricos y pobres juntos, las cosas se simplifican... al menos para los ricos (Makaran y Gaussens, 2020, p.34).

Otras vertientes profesorales siguen situadas en la tradición sindical, y desde allí lanzan sus arengas y se apertrechan. Lo que ha ocurrido, en especial en el actual paro, es que las expresiones juveniles de las manifestaciones señalaron de vetusto y caduco todo lo que no salga de ellas; incluso el sindicalismo docente, también suele ser visto como anacrónico y de otros tiempos por las nuevas generaciones profesorales. Por tanto, este sindicalismo profesoral -como todos los sindicalismos-, fue demeritado y señalado como un “mal adorno”, poco aportante y retardatario ante la furia juvenil.

Pero ¿está vetusto y obsoleto el movimiento profesoral agremiado de las universidades públicas? Sí es cierto que una nueva generación de docentes, distinta a la que llevaba el sello de una izquierda definida, ha empezado a copar los escenarios de intervención política que otrora ocupara la docencia de corte tradeunionista. Esta naciente generación de profes es la que promomovió, por ejemplo, en la Universidad de Antioquia, “pedagogía a las calles”, socializando perspectivas de la protesta social y armando bloque para defender de la brutalidad policial a quienes marchaban (Editora Antioquia, 2021). El nuevo cuerpo profesoral activista no tiene en sus presupuestos la lucha contra el imperialismo, la burguesía, o el capital; no está en sus preceptos conceptuales la lucha de clases o la destrucción del Estado (planteamientos que entre los años 70 y hasta los albores del siglo XXI, mal que bien, se debatían y hacían parte de la organización profesoral), lo cual se corresponde a lo teorizado por Makaran y Gaussens (2020) cuando afirman que, con esa ideología, se hace tabula rasa de las luchas de sociales de clase.

Ni los de antes, ni los de hoy, a decir verdad, tienen en sus horizontes de posibilidades ni en sus discursos políticos, nada que esté cercano a la revolución, menos a la revolución proletaria y aún menos a la revolución comunista a escala global. De hecho, muchos docentes que apoyaron y acompañaron las protestas lanzaban y continúan lanzando consignas que ensalzan el voto, la mecánica electoral, las elecciones burguesas, organizaciones partidistas que aspiran al parlamento y/o a la presidencia de la república, a candidaturas que prometen “una Colombia distinta”; en resumidas cuentas, que el 2022 es un año de cambios a través de “buenas decisiones” en las urnas.

1.4. Primeras líneas

Fue, quizás, una de las expresiones más destacadas y de mayor resonancia durante el estallido social 2021. En ese universo juvenil que masivamente se tomó las calles, las primeras líneas ocuparon lugares de vanguardia en la práctica y en los medios de comunicación. Las primeras líneas, inspiradas en la experiencia chilena, afloraron en las principales ciudades del país en el paro de 2019 y se consolidaron plenamente en el estallido social 2021. Según se interpretó

no es una organización, sino un concepto. En el caso específico de Bogotá, en la mayoría de localidades en las que ha habido enfrentamientos con el Esmad se han conformado estos grupos, que se identifican por los escudos, sus caras tapadas y por portar gafas, cascos y guantes. En esencia, todos se guían bajo la misma base: salen a las calles a hacer resistencia y a defender a quienes se encuentran en medio de las confrontaciones. No obstante, han surgido en medio de procesos diferentes, por lo que sus acciones y peticiones pueden ser varias, y de allí que no se pueda hablar de un grupo en la ciudad (Rivera, 2021, párr. 2).

En efecto, lo que pudo verse como primera línea era una especie de movimiento dentro del movimiento, sin unidad de mando, con perspectivas político-ideológicas difusas y sin cohesión entre ciudades. Respondían y encaraban los ataques del escuadrón antidisturbios y, como reza su nombre, se ponían al frente de la confrontación; detrás de ellos quedaba el resto de la masa que se manifestaba.

En Bogotá,

hay procesos de base que se han venido articulando en los barrios y ahora pertenecen a la Primera Línea, como ocurre en Fontibón, donde resisten con labores sociales y apropiación del territorio; en las Américas, por su parte, hay un proceso de resistencia más fuerte, pero más disperso, mientras que en el norte la línea es más dada a incidir en los medios y en generar acciones de protestas diferentes a la movilización. En otros, como en Suba, también se ven fortalezas en temas puntuales como el ambiental”, señala Amok, uno de los integrantes de los escudos azules, que también es parte de las primeras líneas (Rivera, 2021, párr. 5).

A lo preexistente desde 2019, se fueron sumando colectivos, “otras primeras líneas”, organizaciones juveniles barriales que, con las ínfulas de la protesta social y la represión policial, optaron por este concepto (Velásquez, 2021).

En Cali, las primeras líneas acompañaron las mingas indígenas, se plantaron en los puntos de resistencia y, literalmente, tomaron el control de algunos barrios. Un mediador y garante en Derechos Humanos reconoció que “(…) esto surgió de manera espontánea, están saliendo con palos y rocas cuando ellos tienen gases, pistolas, tanquetas…entonces ha surgido una consciencia que la organización popular puede ganarle a cualquier forma de organización estatal” (France 24 Español, 2021, 0m20s). En la Portada al Mar (punto de acceso entre Cali y el Pacífico), confluyeron desde estudiantes con formación política hasta “aquellos que viven el día a día”, reclamando “igualdad, salud, educación, trabajo” (France 24 Español, 2021, 1m01s). En las barricadas instaladas establecieron puestos de atención médica para habitantes de la zona, promovieron espacios de expresión artística-cultural y ollas comunitarias lideradas por madres de la juventud encapuchada en la primera línea: para muchos, esta olla comunitaria era la garantía de alimentación cotidiana, certeza que jamás habían tenido.

No es tarea sencilla caracterizar y sentar posturas analíticas respecto a la primera línea por sus características difusas en cuanto a individuos que las conforman y sus ideologías. Se puede, a pesar de ello, puntear algunas características gruesas:

  • Sus reclamos, de plano, fueron elementales: salud, trabajo, educación y derecho a la protesta.

  • No constituyeron un movimiento político, aun cuando sí una expresión política sin mando unificado.

  • No plantearon un proyecto de poder claro, autónomo, que les caracterizara por principios. Se ligaron a las consignas generales de la protesta, aun sin sentirse representadas por el CNP.

  • Son portadoras de una valentía y arrojo propio de quien no tiene nada que perder. Esto es un arma de doble filo. Con una dirección correcta, pueden ser aliados en una lucha más radical que la vivida durante el estallido social y apoyar el derrocamiento de cualquier régimen burgués; sin dirección, con reclamaciones cortoplacistas y el predominio de la espontaneidad, puede desatar confrontaciones entre las mismas masas.

Consideraciones finales (parciales)

En el tercer artículo se expondrán las consideraciones finales con un balance de los principales actores del estallido social, recogiendo con mayor amplitud los descritos en este texto y sumando otros tantos. Para esta entrega parcial, vale la pena anticipar que el profesorado y el estudiantado, que tienen en común el ambiente universitario, han sido partícipes de las protestas sociales con mayor impacto de este siglo. Ambos actores, con sus manifestaciones, vienen logrando algunas mejoras para sus gremios como la gratuidad en las matriculas o la incorporación de enfoques diferenciales a sus esquemas administrativos y curriculares. Asimismo, coinciden en que el CNP reivindicó sus luchas, es decir, que este órgano se asumió representante de ciertos sectores estudiantiles y profesorales y, por tanto, sus propuestas se ventilaron en las negociaciones fallidas con el gobierno Duque.

El estudiantado y las primeras líneas tienen en común la juventud: hacen parte de ese grupo poblacional nutrido que más se hizo sentir durante las protestas. La información levantada sobre las primeras líneas indica que, en su mayoría, son jóvenes que viven al día, no estudian, no tienen empleo definido, como se dice en Colombia, se la rebuscan en trabajos informales, en lo que resulte. La población juvenil que fue la más combativa durante el estallido social 2021, también fue la más aporreada por el gobierno, tal como se mostrará en el siguiente escrito.

¿Cuáles fueron esos otros actores que junto a docentes, estudiantes y primeras líneas se lanzaron a las calles entre abril y junio de 2021? Véase entonces el tercer artículo de este análisis de coyuntura.

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1 Este artículo es el cruce entre dos investigaciones que se han venido adelantando en las líneas de trabajo que coordino. De un lado el proyecto de investigación Afectaciones a la estructura agraria en regiones de Antioquia: actores y factores. Aportes para la elaboración de un mapa digital de problemas rurales, CODI 2016-12976, Universidad de Antioquia y, de otro, Dialéctica del Estallido Social 2021: Ecosistema de la contienda política-económica inherente Al capitalismo-imperialismo. Varios de los actores aquí descritos han sido estudiados en la primera investigación señalada como sujetos rurales; de ahí la ventaja relativa al analizarlos como actores en el marco de la coyuntura estallido social.

2A través de los cursos de sociología rural y seminarios de especialidad rural, más las investigaciones que se vienen realizando desde la línea de investigación Problemas Rurales y Ruralidades del Grupo Redes y Actores Sociales (RAS), sobre la tenencia y el uso de la tierra, los sistemas de producción rural, el entronque entre el mundo rural y el capital global.

3No es un sujeto que deba desestimarse en el análisis de esta coyuntura. Carrasquilla es economista de la Universidad de Los Andes con posgrados en la Universidad de Illinois. Desde los años 90 ha estado inmiscuido en el Estado, primero como gerente técnico del Banco de la República y luego como asesor de la Contraloría General. En el año 2002 fue vinculado al gobierno de Uribe como viceministro de Hacienda y en 2003 fue nombrado ministro de Hacienda hasta 2007, año en el que emprendió vuelo como negociante de los tristemente célebres “Bonos Carrasquilla” a través de la Empresa Konfigura Capital. “Como ministro, Carrasquilla impulsó la base jurídica para que, tras su salida del Gobierno, éste sacara adelante una Ley y armara el programa de bonos, que tenía como finalidad que los municipios pudieran conseguir recursos para hacer obras necesarias” (Cinco preguntas que deja el caso de los “bonos Carrasquilla”, 2018). Ha sido asesor y consultor del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Desarrollo de América Latina, principales entidades con las cuales el Estado colombiano adquiere deudas. Pues bien, esta eminencia de la burocracia y la economía neoclásica, retornó al Ministerio de Hacienda nombrado por Iván Duque en el año 2018 hasta que dimitió, forzosamente, dado el fracaso de su reforma tributaria en el Congreso de la República y, en especial, por la presión de las movilizaciones sociales (Ministerio de Hacienda y Crédito Público, 2020). Carrasquilla ha sido uno de los coautores “intelectuales” más importantes de las tesis y políticas de desarrollo económico que han dejado en ruinas las arcas del Estado y empobrecido al país durante el tiempo que analiza este ensayo. Después de unas semanas sabáticas luego de su renuncia forzosa del Ministerio de Hacienda, el Gobierno Duque lo nombró miembro con dedicación exclusiva de la Junta Directiva del Banco de la República (Ministerio de Hacienda y Crédito Público, 2021). Es, a todas luces, una vaca sagrada, venerada por todos los gobiernos de este siglo.

4No habría forma de describir todos los actores-sujetos del estallido social. Se quedan por fuera, por ejemplo, los medios alternativos que jugaron un importante papel en cuanto difusión y denuncia; asimismo, la Asamblea Nacional Popular que se conformó como alternativa al Comité Nacional de Paro. No es un descuido, sino una limitación de tiempo y posibilidades para incluir estas y otras expresiones. Con esto, se hace la salvedad que lo presentado son actores importantes y destacados, no los únicos.

5Para hacer una idea del predominio juvenil durante el estallido social, véase: (Amnistía internacional, 2021; Delgado, 2021)

6Son voluminosas las posibles referencias. Solo por ejemplificar, véase: Sarmiento, Giraldo y Torres (2021); CONNECTAS (2021).

7Más adelante se hará un balance de lo logrado y no logrado de este pliego, con el propósito de analizar los alcances.

8Podría pensarse que la defensa de la producción nacional y el requerimiento de una política en pro de la seguridad y la soberanía alimentaria, contradicen la afirmación de que el pliego era reformista-liberal. Analícese en su cabal dimensión: la defensa de la producción nacional es la querencia de poner a salvo determinadas leyes del capital a escala global (oferta y demanda, tratados internacionales, sobreprodución, anarquía en la producción, competencia desigual…) a un sector de propietarios y comerciantes nacionales pequeños y medianos. ¿Es posible ser soberano sin romper los lazos vinculantes de la actual formación económica social? La soberanía de las naciones en la era moderna pasa por la autodeterminación de los pueblos, la no injerencia de Estados y/o transnacionales sobre la vida en sociedad y en comunidad; esto incluye, por supuesto, la producción de alimentos. Mientras no se constituya un Estado que sea, de verás, la representación política del pueblo, de las masas oprimidas, en especial de la clase obrera (en sus distintas variables) y campesina (en sus diversas expresiones) que se enfrente al imperialismo, la soberanía no será más que una idea etérea, una ilusión echa humo en la envoltura de una bandera tricolor, un escudo con cuernos de oro o un himno avivando a un pueblo grita “el rey no es soberano” al tiempo que evoca la comprensión de las palabras del que murió en la cruz (es decir, el símbolo sagrado de la ideología que respaldaba al rey supuestamente que ya no era soberano).

9Para ampliar la referencia a este momento histórico, véase: Archila, Neira & otros (2020). La MANE yel movimiento estudiantil en Colombia: Agendas,luchas y desafíos.Bogotá: Universidad Javeriana. Véase también: Cruz, Edwin (2012). La MANE y el paro nacional universitario de 2011 en Colombia. En: Ciencia Política Nº 14 julio-diciembre 2012. págs. 140-193

10La consciencia es un problema de largo debate en las llamadas ciencias sociales y, particularmente, en la tradición marxista, dado el papel que se le otorga a la misma para la constitución del sujeto histórico: el proletariado como clase para sí o su equivalente, el partido comunista revolucionario autoemancipador. Ahora bien, a la variable política de la consciencia, el marxismo le agrega dos componentes más: a) la constitución del órgano biológico que posibilita la consciencia, el cerebro, el mismo que fue evolucionando de la mano del desarrollo de las fuerzas productivas (destreza-técnica, ciencia-tecnología, proceso de producción-cooperación, medios de producción-naturaleza); b) a partir de lo anterior, el reconocimiento de la cualidad gradual o propedéutica de la consciencia, es decir, que esta no aparece de una vez y para siempre, sino que se corresponde con el desarrollo de las fuerzas productivas y las capacidades y posibilidades humanas (individuales y colectivas) para asimilar y desplegarlas de uno u otro modo.

11La influencia del impacto de la razón decolonial a escala administrativa en universidades públicas es explícita en la Universidad de Antioquia en su Plan de Desarrollo 2017-2027 (carta de navegación para el quehacer académico, científico, docente, administrativo y docente) expone los siguientes puntos a propósito del llamado giro decolonial: “El intelectual decolonial argentino Walter Mignolo habla de las posibilidades pluriversales de identidades locales y comunitarias de vivir en armonía en vez de en un estado de competencia. A diferencia del desarrollismo que tiene como fln cambiar las realidades de los demás, se trata de la coexistencia de varios mundos” (p. 79). O, “Hay que comenzar a imaginar, concebir, diseñar y construir pluriversidades, es decir, instituciones que a la hora de enseñar, investigar y valorar no estén orientadas hacia lo Uno, sino hacia lo plural. Las actividades pluriversitarias que hay que impulsar no tendrán como objetivo último la reducción de la multiplicidad a unidad, como en las universidades de raigambre escolástica, sino que fomentarán la investigación de las diferencias, de los matices, de la diversidad, de la variedad y de la pluralidad (…) La actual crisis de las universidades tiene mucho que ver con su anclaje en la universalidad como valor epistémico dominante, lo cual también ha marcado a la fllosofía, y negativamente ” (pp. 91-92). Una más de muchas: “Este enfoque retoma, del giro ontológico, el atributo político como imperativo de lo relacional. Por ello, se enfatiza en la voz de la heterogeneidad universitaria hacia la pluriversalidad” (p. 34).

Recibido: 01 de Noviembre de 2021; Revisado: 01 de Enero de 2022; Aprobado: 01 de Abril de 2022

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