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El Ágora U.S.B.

Print version ISSN 1657-8031

Ágora U.S.B. vol.22 no.1 Medellin Jan./June 2022  Epub Nov 01, 2022

https://doi.org/10.21500/16578031.4738 

Research articles derived

Diferencias de género en estudios experimentales de distribución de recursos con participación de niños

Gender Differences in Experimental Studies of Resource Allocation with Children’s Participation

Rafael Gonzalo Angarit-Cáceres1 

1. Profesor Titular adscrito a la Escuela de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander, Colombia. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-5628-6031Contacto: rgangari@uis.edu.co


Resumen

El artículo se encarga de mostrar que los trabajos experimentales que tienen por objeto examinar principios de justicia distributiva en niños pueden ser leídos desde su relación con la variable demográfica género. Al efectuar esta lectura crítica desde una revisión temática se hace posible observar que los estudios, en términos generales, muestran hallazgos en tres direcciones: inexistencia de diferencias de género; diferencias no significativas y diferencias significativas. Estos resultados, sin embargo, se hallan directamente relacionados tanto con las edades de los participantes como con especificidades metodológicas de la experimentación. Con el objeto de dar cuenta de estos aspectos, el texto se ha dividido en tres partes: estudios de primera persona, trabajos de tercera persona y comparaciones culturales.

Palabras clave: Principios de justicia distributiva; Niños; Diferencias de género; Estudios de primera y tercera persona; Comparaciones culturales

Abstract

The article shows that experimental studies that aim to examine principles of distributive justice in children can be read from their relationship with the demographic variable gender. By making this critical reading from a thematic review, it is possible to observe that the studies, in general terms, show findings in three directions: no gender differences; non-significant differences; and significant differences. These results, however, are directly related both to participants’ age and methodological specificities of the experimentation. In order to account for these aspects, the text is divided into three parts: first-person studies, third-person work, and cultural comparisons.

Keywords: Principles of Distributive Justice; Children; Gender Differences; Firstand Third-Person Studies; and Cultural Comparisons

Introducción

La ubicación del género en relación con la justicia distributiva constituye el centro de, por lo menos, dos debates. El primero puede ser ubicado tanto a nivel de teoría como de práctica política. Así, por ejemplo, Nancy Fraser hace un llamado a ir más allá de las reclamaciones económicas y transitar hacia una paridad participativa; mientras que, Alison Jaggar, por ejemplo, mantiene la reclamación en términos económicos (Holst, 2019). El otro debate tiene que ver con la afirmación de la pertenencia tanto en hombres como en mujeres de criterios o principios de justicia distributiva, configurados, analizados y criticados como estereotipos o, incluso, como prejuicios de género en la distribución de recursos (Gheaus, 2016).

Los estudios experimentales, por su parte, presentan una gran variedad de resultados cuando observan distribuciones de recursos de cara a diferencias de género con participantes adultos (Eckel & Grossman, 1998 y 2001). La diversidad de resultados puede comportar afirmaciones específicas, como que las mujeres tienden más a realizar comportamientos prosociales en presencia de algún juego económico específico (Andreoni & Vesterlund, 2001; Dickinson & Tiefenthaler, 2002; Dufwenberg & Muren, 2006, Knutsson et al, 2019 y Selten & Ockenfels, 1998) o a indicar, de manera general, que no se presentan diferencias genéricas tanto en sociedades WEIRD (Eckel & Grossman, 1998) como en sociedades de pequeña escala (Hill & Gurven, 2004); a presentar resultados que atenúan estos estereotipos, pero que, igualmente, consideran diferencias significativas entre hombres y mujeres en las distribuciones de recursos (Caleo, 2018); incluso, finalmente, a diferenciar los comportamientos altruistas de hombres y de mujeres, así, por ejemplo, Eagly & Crowley (1986), a partir de la consideración del rol de género y el altruismo, establecen que los hombres tienden más a la ayuda heroica y caballeresca, mientras que las mujeres tienden a efectuar comportamientos cercanos a la ayuda nutritiva y solidaria. Algunas de estas observaciones podrían comportar una gran crítica a las metodologías utilizadas para evaluar aspectos propios de la distribución, en la medida en que podrían estar expuestas a fallos de principio en los trabajos experimentales, como el falso negativo o el falso positivo.

En lo que tiene que ver con la relación entre la distribución y las diferencias de género en niños, los estudios pueden ser clasificados en dos grandes grupos: los que postulan a la distribución como una actividad de primera persona, es decir, la que implican interés propio del niño y las que no, es decir, aquellas distribuciones en las que el niño participa como un juez imparcial, las de tercera persona. Es necesario especificar que se habla de actividades de primera persona frente a la de tercera persona y no de actividad costosa frente a actividad no costosa, porque una actividad en la que el niño es objeto de la distribución (primera persona) puede ser no costosa, como en los casos en que se examina la prosocialidad (Fehr et al, 2008 y 2013; House et al, 2012; 2013a y 2013b).1 Además de estas dos grandes distinciones, se hace necesario atender a aspectos metodológicos que influyen de manera decisiva en los resultados presentados. A manera de ejemplo, se podría enunciar si los personajes beneficiarios de la distribución están presentes o ausentes; si han realizados actividades colaborativas entre ellos o con el participante; si son conocidos (familiares o amigos) o extraños (pertenecientes o no al grupo), los materiales objetos de la distribución y, finalmente, tanto el tipo de juego económico a que se enfrenta el participante como la manera en la que se le presenta. Aspectos procedimentales que resultan esenciales a la hora de explicar los resultados.

El presente texto pretende dar cuenta de la consideración de la variable demográfica género en ejercicios de distribución con participantes niños. El artículo se halla dividido en tres partes. La primera pretende dar cuenta de los estudios que se enfocan en experimentos de primera persona. La segunda observa la confección de trabajos experimentales desde la perspectiva de la tercera persona. La última, finalmente, observa ejercicios de distribución en los que se llevan a cabo comparaciones culturales.

Actividades de distribución en tareas de primera persona

En lo que tiene que ver con las actividades de distribución de primera persona, los estudios, generalmente, evalúan virtudes como el altruismo y principios de distribución como la igualdad. Al considerar estos trabajos de cara a la variable demográfica género, se hace posible encontrar, por lo menos, tres tipos de estudios. En primer lugar, aquellos que no dan cuenta de diferencias de género (Thompson et al, 1997 y Gruen et al, 2019). En segundo lugar, los que muestran, mediante el uso de determinados juegos económicos, que las niñas tienden a ser más igualitarias que los niños y un poco menos altruistas que ellos, aun cuando no logran encontrar diferencias significativas con relación al género (Fehr et al, 2008; Jennings, 2019; Harbaugh y Krause, 2000 y Samek et al, 2020). Y, finalmente, aquellos que establecen, gracias a la aplicación de algún juego económico, diferencias significativas con relación al género tanto en la aversión a la desigualdad como en lo que tiene que ver con el altruismo (Fehr et al, 2013 y Martinsson et al, 2011). En lo que sigue se realizará una muy breve mirada a cada una de estas indicaciones.

Inexistencia de diferencias de género

Al señalar este aspecto, se incluyeron dos referencias, una perteneciente al siglo XX (Thompson et al, 1997) y otra mucho más reciente (Gruen et al, 2019), con el muy general objetivo de mostrar la existencia de estudios que no se han preocupado por incluir la variable de género en las investigaciones que han acometido. En efecto, Thompson et al (1997) mediante el uso modificado del paradigma de la gratificación (Mischel, 1974) preguntan por la relación entre prudencia y altruismo en niños de edad preescolar en situaciones futuras. Los resultados indican una gran diferencia de estos atributos en relación con las situaciones presentes. Por otra parte, Gruen et al (2019) modificaron la clásica tarea del malvavisco (Mischel & Metzner, 1962 y Mischel, 1974) para indagar la posibilidad de que los niños en edad preescolar retrasaran una gratificación con el objeto de beneficiar a otro niño.

En los dos textos relacionados se hace posible observar algunas similitudes: se postulan a partir de los trabajos de Mishel; utilizan un mismo juego económico: el dictador; la pregunta central está dirigida a la relación prudencia-altruismo y, además, los participantes son occidentales de edad preescolar. No obstante lo consignado, también se hace posible registrar algunas diferencias capitales: los materiales (el grupo de Thompson utiliza pegatinas; mientras que el de Gruen usa comida); dados los adelantos de los estudios experimentales, el grupo de Gruen acude a cálculos previos para determinar el número de la muestra, con el objeto de dotar a su estudio de un poder estadístico que lo consolide como fiable; las metodologías: La agrupación de Thompson utiliza un intrasujetos con 4 tareas en tres grupos de edad; mientras que Gruen et al se valen de un entresujetos con tres condiciones; aun cuando se trata de niños occidentales, los participantes del experimento de Thompson et al son canadienses y los de Gruen, estadounidenses y, finalmente, las edades de los participantes también varían: los niños canadienses incluyen participantes de menor edad: 3 años.

Las diferencias relacionadas hacen que los estudios se postulen, muy a pesar de las similitudes, como inconmensurables. Pero, por sobre todo, la diferencia que más peso tiene a la hora de considerar la variación en los resultados es, sin duda, la metodología, el que un estudio se valga de un intrasujetos y el otro, entresujetos. Sin contar, además, que el grupo de Thompson dirige la relación entre prudencia y altruismo a la edad; mientras que Gruen et al se enfocaron en la relación sobre las tres condiciones, con independencia de la edad.

Este pequeño apartado ha tenido por objeto mostrar la existencia de estudios que tienen que ver con la distribución en niños que no incluyen la variable de género. Sin embargo, y por la temática de los estudios aportados, se hace necesario tener en cuenta que no todos los trabajos que buscan dar cuenta del altruismo, del principio de la igualdad o de las expectativas sobre recompensas futuras son ciegos a la variable de género. Así, se hace posible hallar trabajos dirigidos a estos aspectos que, además, relacionan la variable género, aun cuando informan que no encontraron resultados significativos (Kidd et al, 2013; Paulus & Moore, 2014).

Diferencias de género no signiflcativas

Además de los estudios que no se enfocan en las diferencias de género, conviene examinar aquellos que sí lo hacen, aun cuando no reportan resultados al nivel de significancia estadística. Al concentrarse en este aspecto, el apartado se une a un gran debate que se ha suscitado en torno a la noción de diferencia significativa. Benjamin et al (2018) proponen redefinir la categoría de la diferencia estadística en tres criterios: (P <0,005) que en la actualidad se considera como muy significativo pase a denominarse simplemente significativo; ( P <0,05) establecido hoy como significativo debería ser tenido en cuenta como un resultado sugerente y, finalmente, que ( P > 0.05) mantenga la categoría de no significativo. En una apuesta mucho más arriesgada, Amrhein et al, (2019) proponen ya no redefinir, sino eliminar la categoría de la significancia estadística, en la medida en que, consideran, la propuesta de Benjamin et al (2018) agrava los sesgos causados por las pruebas de significación. Posición que se mantiene y se reafirma en una solicitud firmada por más de 800 científicos (Amrhein et al, 2019).

Teniendo en cuenta este gran marco del debate, se incluyen estos textos con el objeto de observar cómo se explican tanto al interior de cada estudio (en las discusiones) como en la posible conjunción de los textos, las diferencias que surgen al aplicar la variable demográfica género en protocolos que tienen por objeto estudiar distribuciones en las que los niños actúan como beneficiarios de su propia decisión. Como se había indicado, en este subapartado se hará referencia a cuatro estudios: Harbaugh y Krause, (2000); Fehr et al, (2008); Jennings, 2019; y Samek et al, 2020. Las referencias, como se puede ver, corresponden a un pequeño muestreo de la investigación en los últimos 20 años. En lo que sigue se efectuará la exposición de estos estudios en el orden de su publicación.

El estudio propuesto por Harbaugh y Krause, (2000) investigó lo relativo al altruismo tanto en experimentos de bienes públicos como en el juego del dictador en niños entre los 6 y los 12 años de edad. Para estudiar los bienes públicos se hicieron dos sets de experimentos que variaron porque en el primero el niño no sabía el número de ensayos (entre 4 y 8) y en el segundo sí (10 ensayos). A cada niño (ubicado en grupos de 6 participantes) se le dio 5 fichas de póker blancas (con un valor de cambio de 10 centavos) y se les dijo que al final podían comprar útiles escolares y juguetes de una tienda que se había instalado en el lugar; estos objetos, además, les fueron mostrados. El procedimiento consistió en que frente a los participantes se les puso las cinco fichas; un tazón blanco en el que podían depositar sus ganancias y un sobre en el que depositaron sus donaciones. Luego de cada ensayo se juntaron las fichas donadas y se dividieron entre los miembros del grupo. El segundo experimento se basó en el diseño de Andreoni y Miller (1998): a cada participante se le dieron 11 hojas de papel en las que se inscribieron tres posibles transacciones: donar todo, una parte o nada a un compañero. Posteriormente se les suministró 11 pegatinas (una por cada hoja) para que señalaran la transacción que habían realizado.

Para incluir la variable género en los análisis, los autores citan el trabajo de Underwood y Moore, (1982), quienes indican que la variable género está conectada con la generosidad, la mayoría de las veces. Dato que faculta a los autores para su estudio en la experimentación propuesta. Al examinar los datos tanto para el primer ensayo como para la conjunción de todos en el experimento de bienes públicos se pudo determinar que la variable género no arrojó resultados significativos. El mismo resultado se pudo observar en el juego del dictador. Lo observado pone a los autores frente a dos conclusiones generales: en el trabajo con niños, a diferencia de lo observado en adultos (Andreoni y Vesterlund, 1998), no se observan diferencias significativas con relación al género, pero, en segundo lugar, identifican que el comportamiento altruista de los niños es muy similar al de los adultos.

Fehr et al 2008, proponen un juego del dictador con participantes de 3 a 8 años de edad. Los niños eligieron de entre dos opciones de cantidades de dulces para él y para un compañero ausente en tres actividades: prosocial (1,1) (1,0), envidia (1,1) (1-2) y compartir (1,1) (2,0).

Este estudio cifra la diferencia de género para el juego de la envidia en el examen del parroquialismo. Las niñas no diferencian si se trata de una persona perteneciente al grupo (in group) o no perteneciente al grupo (out group); los niños, por el contrario, sí lo hacen, deciden compartir más con las personas de su porpio grupo y menos con aquellos que les resultan extraños. Sin embargo, tanto las niñas como los niños tienden a ser más igualitarias en edades mayores. Los autores fundan la explicación en motivos evolutivos de la relación entre parroquialismo y guerra (Choi & Bowles, 2007). Sin embargo, en el texto de 2013, como se verá en el siguiente apartado, afirman que la distinción entre in group y out group emerge en la adolescencia.

Jennings (2019) presenta un estudio con el objeto dar cuenta de las teorías ingenuas de los niños de infancia media a la hora de realizar decisiones de asignaciones de recursos. Se propone un experimento intrasujetos de juego de dictador con dos actividades de distribución de recursos (dulces) enmarcadas en las redes sociales de los niños en el salón de clases. Las tareas se diferencian por el hecho de que una es anónima (anonymous condition) y la otra no (named condition), aquí aparece los extremos de las relaciones del participante, desde el más amigo hasta el que le resulta más lejano.

Los resultados sobre el género, postulado como variable independiente, se presentan por cada sección del experimento y en conjunción del estudio. Para las dos condiciones, por separado, no se reportan diferencias significativas con relación al género. Sin embargo, al hacer una conjunción de las variables edad y género en la condición con nombre se pudo determinar que los participantes, significativamente, optaron por compartir más dulces con el mejor amigo receptor que con los demás destinatarios. Pero el género, por sí solo, no fue un predictor para determinar si el niño compartía, por lo menos, un dulce. El autor se sorprende un tanto de este hallazgo y señala que no es consistente con la literatura que observa que las niñas comparten más de lo que lo hacen los niños y que, por otra parte, los niños, a diferencia de las niñas, tienen preferencias más fuertes hacia los propios niños cuando se trata de una persona del mismo grupo. Para sostener esta afirmación cita los trabajos de Fehr et al (2008 y 2013). La afirmación de la no correspondencia con la literatura debe ser matizada, pues los resultados de Fehr et al (2008 y 2013), aun cuando ofrecen resultados en una misma dirección, se diferencian en que en el estudio con niños de primera infancia y de principios de infancia media no hallan resultados significativos en la variable género, como se pudo notar hace un momento (Fehr et al, 2008); mientras que sí encuentran resultados en la magnitud de significancia para el final de la infancia media y para la adolescencia, como se verá en el siguiente sub apartado (Fehr et al, 2013).

El último de los cuatro estudios propuestos está constituido por la investigación de Samek et al (2020), quienes aplicaron un protocolo en los cinco continentes para dar cuenta del desarrollo de la prosocialidad y el impacto de los comportamientos sociales en las tareas de distribución de recursos. Este mega estudio evaluó 2335 niños (el 51.5% fueron mujeres) entre 3 y 12 años en 12 países: Argentina, Canadá, Chile, China, Colombia, Cuba, México, Noruega, Sur África, Taiwán, Turquía y Estados Unidos. En cada país se eligieron aproximadamente 200 niños provenientes de centros urbanos.

Se utilizó una metodología entre sujetos, los niños se asignaron, al azar, a uno de dos tratamientos: compartir poco y compartir mucho. El participante, en los dos tratamientos, distribuyó diez pegatinas (ganadas por asistir al estudio) entre él y un niño anónimo. En la primera condición se les dijo que un niño había realizado la misma actividad y donó una pegatina; en la otra condición, se le indicó al participante que el otro niño compartió 6 pegatinas.

En lo que tiene que ver con el género, los resultados se presentaron en tres aspectos: en su generalidad; la relación entre el género y el tratamiento y, finalmente, las medidas en cada uno de los países. En la generalidad del género no se observaron diferencias significativas en los resultados. En segundo lugar, se logró determinar que ninguna de las variables demográficas interactuó con los tratamientos. No obstante lo establecido, una prueba de significancia al 10% mostró evidencia sugestiva de que las niñas estaban más influenciadas por el tratamiento que los niños. Finalmente, no se encontraron diferencias significativas al interior de cada uno de los países ni por relación entre sociedades denominadas colectivistas frente a las catalogadas como individualistas.

Las reclamaciones de Amrhein et al, (2017 y 2019) obliga a realizar una explicación de las diferencias que no alcanzaron el estatus estadístico de significatividad en los estudios expuestos. Al igual que lo realizado con ocasión del subapartado anterior, se observarán algunas similitudes y diferencias de los estudios que permitan identificar, cuando menos, algunas líneas generales que podrían constituirse en atisbos que permitan articular líneas de respuesta y de explicación en camino a hacerse sólidas.

Las similitudes se constituyen por las edades de los niños evaluados, el juego económico utilizado y la evaluación de los niños. En efecto, una mirada en conjunto de los estudios muestra, en primer lugar, que los niños evaluados en estos estudios se ubicaron en rangos de edad que oscilaron entre la primera y la media infancia: 3 y 12 años. En segundo lugar, se puede constatar que todas las metodologías se construyeron a partir de variaciones de juegos del dictador. Finalmente, cada metodología hizo énfasis en una evaluación individual de los niños. A la luz del texto fundacional de Maccoby (1990) sobre las diferencias de género en los niños, este último aspecto podría constituirse en el factor determinante que explique la no comparecencia de significancia estadística en lo relativo al género. En efecto, para esta autora, las diferencias significativas de género solo pueden ser expresadas cuando se hace una evaluación de los niños en situaciones sociales y no de manera individual. Con todo, la anotación de Maccoby parece verse debilitada por estudios que reportan significancia estadística en presencia de exámenes individuales, tal y como se verá, por ejemplo, en el siguiente subapartado.

En las diferencias se hace posible identificar, la procedencia de los niños, los tratamientos, las clasificaciones de los participantes, las clases de distribuciones, la identidad del otro participante en la distribución, los materiales y la metodología. La procedencia de los participantes en los estudios es muy variada, hay estudios que se centran en niños de una sola sociedad; otros incorporan participantes de diferentes países y, también, se pueden identificar sujetos de los llamados primer y tercer mundo. Un segundo aspecto importante lo constituyen las clases de distribución. Aun cuando en todos los estudios presentados se hacen distribuciones en los que el participante es el agente (lo propio del juego del dictador), algunas distribuciones resultan costosas y otras no, incluso dentro de un mismo estudio (Fehr et al, 2008). En tercer lugar, se puede establecer que unos estudios contaron con receptores anónimos; mientras que también se pudo establecer, por lo menos en alguna parte del experimento, la identificación del receptor (Jennings, 2019). Los materiales, en cuarto término, también fueron diferentes, algunos implicaron comida y otros, pegatinas. Finalmente, el aspecto metodológico también varió, se pudieron encontrar estudios dirigidos a exámenes intra y entre sujetos.

El presente subapartado ha sido construido para mostrar la existencia de estudios que se propusieron encontrar diferencias de género, pero que no estuvieron al nivel de la significancia estadística. La exposición tanto de aspectos metodológicos como de los resultados, así como la indicación de las similitudes y diferencias de cada uno de ellos no permiten, todavía, responder una pregunta que se hace central y urgente: ¿por qué algunos estudios no reporten, como se propusieron en su construcción, diferencias significativas con relación al género? Tal respuesta deberá esperar, cuando menos, la exposición de trabajos en los que sí ha sido posible hallar diferencias significativas con relación al género en ejercicios de distribución de recursos con niños.

Diferencias signiflcativas de género

Se han seleccionado dos estudios que dan cuenta de diferencias significativas en la variable género cuando se llevan a cabo distribuciones (Fehr et al, 2013 y Martinsson et al, 2011). Fehr et al (2013) basan su diseño en Fehr et al (2008). No obstante lo indicado, la gran diferencia entre los dos textos está en la población examinada, en el más reciente, el análisis se extiende a población adolescente; mientras que en el de 2008 se estudiaron niños entre 3 y 8 años. De otra parte, los autores destacan aspectos propios de esta investigación como el estudio del parroquialismo, que los hacen diferentes a estudios similares (Almås et al, 2010). Martinsson et al (2011), por otra parte, basan el diseño metodológico en Charness y Rabin, (2002). No obstante, cifran su diferencia con este estudio en la población evaluada: el estudió base evaluó estudiantes universitarios; mientras que el grupo de Martinsson examinó niños desde los 10 hasta los 15 años de edad.

Se hace importante apuntar que Charness y Rabin, (2002) no preguntaron por diferencias de género y, por ello, tampoco reportaron datos sobre esta variable en los resultados ofrecidos. Por su parte, Fehr et al, (2008), como se vio en el anterior apartado, indican diferencias de género en el juego de la envidia (cuando el participante puede elegir entre 1-1 y 1-2): las niñas parecen no efectuar distinción alguna en su elección cuando el participante es ajeno al grupo de cuando pertenece a su mismo grupo; los niños, por el contrario, sí lo hacen. Por otra parte, el trabajo de Almås et al (2010), del que se esfuerzan por distinguirse Fehr et al (2013), ni se pregunta ni, por ello mismo, reporta diferencias de género en los resultados. Sin embargo, en la hoja de respuestas, acopian información demográfica que incluye el género.

Al examinar, exclusivamente, los dos textos, se hace posible hallar similitudes y diferencias en la elaboración. Las similitudes están dadas, además de por incluir diferencias significativas de la variable género (objeto de este apartado), por la fecha de la publicación, la procedencia de la población examinada, las edades de los participantes, el juego económico propuesto, los materiales y la metodología utilizada. Como se puede notar en las referencias, los dos artículos se publicaron en la segunda década del siglo XXI, con solo dos años de diferencia. Ambos estudios relacionaron niños europeos, en edades que van desde la infancia hasta la edad adolescente. Los dos estudios utilizan variables del juego del dictador en los que se decide sobre un mismo material: dinero real. Finalmente, en los experimentos se sigue la metodología intra-sujetos, los participantes responden a todos los tratamientos propuestos.

Entre las principales diferencias pueden ubicarse la continuidad de los trabajos de los propios investigadores, la adaptación de los estudios para las dos poblaciones examinadas, los grupos en los que se divide a los niños y la clasificación de los participantes de acuerdo a las elecciones realizadas, propuestas en las mediciones como variables dependientes. El grupo de Martinsson evalúa a niños desde los 10 a los 15 años; mientras que Fehr y sus colaboradores empiezan a trabajar con niños 2 años más jóvenes y 2 años más mayores, de 8 a 17 años. Aun cuando los dos textos proponen variaciones del juego del dictador, el trabajo de Martinsson propone 6 tareas; mientras que el otro grupo tan solo ubica la mitad: 3. Se apunta, finalmente, que, aun cuando se trabaja con un mismo material, las elecciones propuestas varían ostensiblemente. Así, Martinson et al, trabajan con elecciones bastante disímiles: (4,4) (7.5,4) en el primer juego; (4, 4) (7.5, 3.7) para el segundo; (0, 0) (8, 2) en el tercero; (7, 5) (3, 6) en el cuarto; (2, 7) (6, 6) en el quinto y, finalmente, (0, 8) (4, 4) en el último. El grupo de Fehr trabajó con elecciones mucho más bajas y sencillas: (1,1) (1,0) en el juego prosocial; (1,1) (1-2) en el juego de la envidia y, por último, (1,1) (2,0) en el juego de compartir, como lo hicieron con niños de edad menor (Fehr et al, 2008).

Cada uno de los trabajos se ha orientado de diferente manera, el grupo de Martinsson puso a prueba un modelo de estudio que, como se había indicado arriba, se concibió para estudiantes universitarios en los Estados Unidos (Universidad de Berkeley, California) y en España (Universidad Pompeu Fabra, Barcelona). Lo que quiere decir que los autores adaptaron los 29 juegos presentados a 6 juegos para una población más joven. Fehr et al, (2013), procedieron de la manera contraria: adoptaron un experimento que habían realizado en 2008 con niños de 3 a 8 años y lo extendieron a una población mayor: niños de 8 a 17 años. Ello explica, por un lado, que hayan cambiado los materiales, con niños mayores utilizaron dinero, mientras que, con los menores asignaron dulces y, en segundo lugar, que hayan mantenido los mismos tres juegos (prosocial, envidia y compartir) y la misma metodología. Al observar los textos desde este prisma, puede notarse, además de los caracteres descendente y ascendente con relación a la edad de los participantes junto con todo lo implicado, que el grupo de Fehr, a diferencia del de Martinsson, lleva a cabo una continuidad investigativa de su propio trabajo a otro nivel, en diferentes grupos de edad.

Se hace posible destacar, también, que los dos estudios proceden a clasificar a los participantes de diferentes maneras de acuerdo a las elecciones que han realizado en los experimentos. El grupo de Martinsson propone cuatro variables dependientes: aversión a la diferencia (quien prefiere pagos iguales), preferencias competitivas (cuando una persona quiere desempeñarse de la mejor manera en comparación con otra), preferencias por el bienestar social (altruismo) e interés propio. Para investigar estas cuatro variables se divide a los niños en 3 grupos de edad: 10/11; 12/13 y 14/15 años. El grupo de Fehr, por su parte, divide a los participantes en 5 diferentes opciones, de acuerdo a su comportamiento en las tres tareas propuestas: Fuertemente igualitarios (aquellos que optaron por la opción 1-1 en todos los juegos); débilmente igualitarios (los que eligen la opción igualitaria en todos los juegos, salvo en el tercero); fuertemente altruistas (quienes eligen siempre la opción que beneficia al socio) débilmente altruista: (las personas que optaron por la opción que benefició al socio, salvo en el tercer juego) y, finalmente, los rencorosos (aquellos que eligen la opción que maximiza su propio interés). Estas opciones se rastrearon en 5 grupos de edad: 8/9; 10/11; 12/13; 14/15 y 16/17 años.

Una vez descrito el panorama conviene indicar en qué variables y en qué edades se hallaron las diferencias significativas con relación al género. Martinsson et al, (2011) encontraron las diferencias significativas de género en las siguientes variables dependientes: preferencias de aversión a la diferencia y preferencias de bienestar social en dos de los tres grupos de edad: 10/11 y 14/15 años. Lo indicado quiere decir que para este estudio las mujeres tienden a mostrar mayor aversión a la diferencia, es decir, tienden a ser más igualitarias y se preocupan menos por el bienestar social, pues se muestran más envidiosas cuando su compañero obtiene más que ellas en las distribuciones. Al examinar los resultados, se hace algo extraño que la diferencia de género se muestre significativa en los dos extremos de los grupos, es decir, que aparezca en los dos últimos años de la infancia media, no esté en los dos primeros años de la adolescencia y que, finalmente, aparezca en el grupo de 14/15 años. Los autores son conscientes de la extrañeza del resultado y manifiestan que la tendencia se mantiene en este grupo de edad intermedio, aun cuando no es significativa.

Fehr et al (2013) ubican los resultados sobre diferencias de género en dos apartados: el comportamiento de los participantes en cada uno de los juegos y en la conjunción de las tres actividades. En la primera forma de presentar los resultados, los autores indican un modelo de detección de la edad exacta en años y meses que les permite hallar diferencias significativas en el juego de la envidia y en el juego de compartir. Al llevar los hallazgos a la tipología de resultados ofrecidas, se puede notar que las niñas están significativamente más cercanas a optar por la igualdad y más lejanas a adoptar comportamientos altruistas. Aun cuando, la investigación da cuenta de que, con la edad, tanto hombres como mujeres tienden a bajar; mientras que el altruismo tiende a aumentar con la edad. Finalmente, se informa que no se hallaron diferencias significativas con relación al género en lo que tiene que ver con variable de los rencorosos.

Como se vio, en términos generales, los dos textos muestran una conclusión similar para grupos de edades cercanos: las niñas, significativamente, tienden a ser más igualitarias y menos altruistas que los niños. Más allá de los resultados ofrecidos, no se encuentra, en los dos textos, una explicación conceptual. Es más, la explicación del desarrollo conjunto del parroquialismo y de la guerra (Choi & Bowles, 2007) que intentaron ofrecer Fehr et al, (2008) para justificar la diferencia en el comportamiento de los niños frente a personas del mismo grupo y de otro grupo, parece no tener cabida para el estudio de 2013, pues aquí se indica que el parroquialismo emerge en la edad adolescente.

Finalmente, se hace necesario tener presente que los estudios propuestos no son los únicos en mostrar resultados de este tipo. Así, McAuliffe et al, (2013) parecen apoyar estos resultados, por lo menos en lo que se trata de aversión a la inequidad desventajosa, pues indican diferencias significativas de género para niños que se ubican entre el final de la primera infancia y la infancia media. Meuwese et al (2014), por su parte, afirman la existencia de diferencias de género en la adolescencia tardía.

Distribuciones en tareas de tercera persona

Este apartado mostrará los hallazgos de estudios construidos sobre tareas en las que el participante actúa como juez imparcial en las distribuciones. Se han divido los estudios en tres posibilidades: los que no están interesados en estudiar diferencias de género: Kienbaum, et al, (2009) y Smith y Warneken, (2016); experimentos que, basados en una metodología ya aplicada, no buscan diferencias de género porque no las consideran significativas, según se estableció en la investigación previa (Liénard et al, 2013 y Chevallier et al, 2015) y, finalmente, se propone una pequeña comparación entre estudios que muestran diferencias no significativas de género (McGillicuddy-De Lisi et al, 1994) con los que establecen diferencias significativas de variable demográfica (Chernyak et al, 2016).

Estudios que no preguntan por diferencias de género

Al igual que lo realizado con ocasión del primer subapartado del acápite anterior, se proponen dos textos lejanos en el tiempo: uno perteneciente a la primera década del siglo XXI (Kienbaum y Wilkening, 2009) y el otro, a la segunda (Smith y Warneken, 2016). En lo que sigue se realizará, básicamente, una breve mención a aspectos metodológicos, por un lado, y a los resultados, por el otro de cada uno de los estudios.

Kienbaum y Wilkening, (2009) estudiaron juicios de justicia distributiva desde la psicología del desarrollo en niños y adolescentes suizos y alemanes en tres escenarios: necesidad, esfuerzo y suerte. La especificidad disciplinar les permitió preguntar si el desarrollo consiste en una serie de cambios cualitativos o si, por el contrario, se basa en cambios cuantitativos en la capacidad de integrar una determinada información, con independencia de los valores; además de indagar por el papel del contexto en juicios de justicia distributiva. Para investigar lo anterior se plantearon 2 experimentos con niños de infancia media. El primero evaluó 51 niños suizos de 7 y 9 años en contextos de suerte y de esfuerzo. El segundo evaluó 309 niños alemanes de 6, 9 y 15 años en contextos de suerte, esfuerzo y necesidad. El diseño metodológico implicó una conjunción de intra y entre sujetos. En cada condición, el participante juzgó sobre nueve historias, lo que las postula como un diseño intra-sujetos; mientras que la propia condición como la edad se presentaron bajo un modelo entre sujetos.

Los resultados indicaron que los niños, en determinadas edades, se centran, de manera privilegiada, en distintos contextos. Así, al principio de la infancia media la condición de necesidad es prevalente; mientras que al final de la infancia media y en la adolescencia, se opta por el esfuerzo. Además, se logró establecer que la integración de información, así como la distinción de diferentes contextos, para realizar los juicios de distribución, aumenta con la edad. Lo anterior muestra, de cara a la principal pregunta de investigación, que no resulta fiable centrarse, de manera exclusiva, en opciones cuantitativas o cualitativas para explicar los juicios de justicia distributiva en el desarrollo de los niños, desde la infancia media hasta la adolescencia.

Smith y Warneken, (2016) presentan un estudio que evalúa justicia distributiva en niños estadounidenses entre 4 y 10 años. Este texto presenta, además, una innovación: examina la justicia retributiva, junto con su relación con la distributiva. Adicionalmente, se lleva a cabo una comparación del comportamiento de niños y de adultos. La metodología, al igual que el estudio anterior, presentó una conjunción intra y entre sujetos. Intra sujetos para los diferentes ensayos de distribución al calificar la hipotética decisión de un maestro como justa o injusta (castigo individual, castigo colectivo, distribución individual y distribución colectiva); entre sujetos para efectuar las comparaciones por edad: 4/5; 6/7; 8/10 años y entre niños y adultos.

Los resultados principales de este trabajo demostraron, con respecto a la pregunta principal, una simetría en los dos tipos de justicia. Así, tanto en la justicia distributiva como en la retributiva, los participantes prestan especial atención a lo que cada personaje merece por su comportamiento en la historia (just deserts). Con respecto a la inclusión de lo colectivo, los niños pequeños fueron los más propensos a avalar castigos para el grupo por el comportamiento de una sola persona (40%) y recompensas colectivas por el comportamiento de una sola persona (80%). Esta indicación, según los autores, es explica debido a la preferencia de los niños por la igualdad. Con todo, las recompensas colectivas fueron vistas por todos los grupos de edad como más aceptables que los castigos colectivos.

Como se ha puesto de presente desde el inicio, ninguno de los dos textos examinados pregunta por el género en los ejercicios de distribución. Por otra parte, los estudios, en la indicación de los participantes, apuntan distinciones demográficas como el género. En línea con esta indicación, el estudio más actual plantea análisis preliminares en el que dan cuenta de la inexistencia de efectos de orden de presentación o de género que puedan contaminar los hallazgos del estudio Smith y Warneken, (2016).

Estudios que, por estar basados en protocolos anteriores, no buscan diferencias de género

Baumard et al (2012) proponen un trabajo con niños franceses de edad preescolar para evaluar el mérito. El estudio consistió en un entre sujetos con dos experimentos que comportaron una tarea de justicia distributiva que evaluó el comportamiento de dos personajes que colaboran de manera desigual en la realización de una actividad. No obstante lo apuntado, los experimentos se diferenciaron por la cantidad de productos a repartir: en el primero se distribuyeron unas fichas que representaron una galleta grande y una pequeña; en el segundo se usaron tres fichas que representaron tres galletas del mismo tamaño. Los investigadores predijeron que los niños favorecerían al gran contribuyente. El segundo experimento mostró que esta predilección se daba en la segunda fase de la distribución. En la primera fase, el participante optó por la igualdad, una galleta para cada personaje; en la segunda, se favoreció al personaje que más trabajó. El principal hallazgo de este estudio consiste en demostrar que los niños, a partir de los tres años, pueden dar cuenta del mérito cuando juzgan sobre las actividades de los personajes de una historia. Esta preferencia, sin embargo, parece ocultarse en una primera elección por la igualdad. Los resultados se explican en los tres aspectos centrales del mundo occidental propuestos por Henrich et al (2010): la integración del mercado, la religión mundial y las instituciones penales.

En atención a replicar este estudio en otras culturas que no cumplieran con las condiciones dadas por Henrich et al, (2010), el grupo de trabajo llevó a cabo el segundo de los experimentos con niños Turkana de Kenia, una sociedad de pequeña escala y, por ello mismo, aislada del modo de vida occidental (Liénard et al, 2013). Posteriormente, hicieron lo propio con niños asiáticos (Chevallier et al, 2015). En lo que sigue se observarán algunas indicaciones centrales de este protocolo puesto a prueba.

Los trabajos efectuados por Liénard et al (2013) y por Chevallier et al (2015) ejecutaron el segundo de los experimentos realizados por Baumard et al (2012), es decir, el que contempló la distribución de tres galletas entre dos personajes de una historia que trabajaron de manera desigual para obtener un producto conjunto. Liénard et al (2013) evaluaron 22 niños en edad prescolar del grupo Turkana de África, una sociedad de pequeña escala caracterizada por situarse al margen de los principales movimientos económicos, políticos y culturales de la sociedad occidental. En lo que tiene que ver con la principal pregunta de investigación (la consulta por el mérito), se obtuvieron resultados similares a los relacionados con niños franceses de la misma edad. Estos hallazgos les permitieron a los autores, en líneas generales, presentar evidencia en contra de Henrich et al (2010) sobre los tres aspectos que explicarían las distribuciones efectuadas por niños occidentales.

Esta evidencia resultó motivadora para adelantar el experimento con niños de edad preescolar de otro continente: Asia (Chevallier et al, 2015). Aun cuando se expresan hallazgos un tanto diferentes para las dos sociedades (China y Japón), el principal resultado se ubica en línea con lo establecido para niños franceses y africanos: los preescolares muestran una predilección por el mérito que puede hallarse escondida en una primera opción por la igualdad.

Para cada uno de los experimentos propuestos por Baumard et al, (2012) se puso a prueba la variable demográfica género, sin embargo, no se obtuvo resultados de significancia estadística a la hora de examinar las distribuciones. Este hallazgo hizo que el grupo de trabajo, en el examen de los niños africanos y asiáticos no se interesaran por establecer este tipo de diferencias; pues, a partir del primer estudio, se les podía considerar marginales.

El ejemplo de la saga de los estudios del grupo de Baumard puede dar algunas luces que permitan interpretar la gran cantidad de estudios en los que no se hace una búsqueda por diferencias de género en las distribuciones. Así, el hecho de que los estudios no se afanen por encontrar diferencias de género (como se pudo constatar en el primer subapartado tanto de este apartado como del anterior), quizá se base, más que en la propia pregunta de investigación, en el hecho de que el propio protocolo se basó en otro que falló en este intento.

Diferencias no signiflcativas de género vs diferencias signiflcativas de género

En este subapartado se han seleccionado dos textos que dan cuenta de cada una de las especificaciones señaladas en el título: McGillicuddy-De Lisi et al (1994) y Chernyak et al (2016). Aun cuando se trata de dos estudios lejanos en el tiempo, el grupo de McGillicuddy-De Lisi intentó actualizar sus resultados en la primera década del siglo XXI, McGillicuddy-De Lisi et al (2006). Sin embargo, los resultados para la prueba de diferencias de género en tareas de distribución en niños con relación al racismo volvieron a ser negativos. Además, trabajos más recientes, como el de Elenbaas y Killen (2016), reportan resultados estadísticamente no significativos para diferencias de género. Lo dicho, pone sobre la mesa una menor diferencia de tiempo entre los dos estudios. En lo que sigue se realizará una breve exposición de lo concerniente a las metodologías y a los resultados de los dos estudios con relación al género.

McGillicuddy-De Lisi et al (1994) presentaron un protocolo para dar cuenta de las preferencias de tres grupos de edad (preescolar, tercer grado y sexto grado) en tareas de distribución. El primer propósito del estudio consistió en indagar cuándo y cómo los juicios de justicia distributiva de los niños son afectados por las relaciones sociales que se establecen entre los personajes de la historia y los participantes. En segundo término, se propusieron observar diferencias de género en la distribución, toda vez que la bibliografía de referencia (Gilligan, 1982) sugería que las mujeres, a diferencia de los hombres, tienden a basar sus juicios de distribución en relaciones interpersonales. La predicción, sin embargo, situó las diferencias de género al final de la infancia media pero no alcanzó el nivel de significatividad estadística.

De este estudio se hace importante destacar que, no obstante al situarse en 1994, los resultados proceden a efectuar análisis preliminares para evaluar la inexistencia de efectos de orden y de género en los resultados presentados. Por otra parte, y contrario a lo esperado, no reportaron diferencias significativas para la variable género en los tres grupos de edad. Estos resultados, como se indicó arriba, fueron puestos a prueba 12 años después para estudiar la distribución en niños en contextos de racismo (McGillicuddy-De Lisi et al, 1994). Los autores basaron la inclusión de esta variable en hallazgos con población adulta (al igual que en el trabajo de 1994) y en los resultados ofrecidos por estudios dedicados a dar cuenta del racismo, de manera exclusiva, en niños (Killen et al, (2002) y McGlothlin et al, (2005)). No obstante lo apuntado, el análisis de las distribuciones volvió a dar negativo para diferencias de género al incluir la noción política.

Chernyak et al (2016) elaboran un protocolo para dar cuenta de los mecanismos cognitivos que subyacen a la equidad en las tareas de distribución con niños de primera infancia. Específicamente, la investigación se dirigió a establecer un puente entre la comprensión numérica de los niños y el comportamiento que expresan al distribuir recursos. El experimento consistió en un intra sujetos en el que el niño distribuyó 4 y 6 recursos entre dos títeres. Una vez se completó la tarea, y con el objeto de dar cuenta del análisis principal, se efectuaron tres tipos de preguntas: cualitativa (cuánto diste a cada títere), cuantitativa (a quién le diste más) y explicativa (por qué…).

En líneas generales, el estudio propone que la cognición numérica constituye un mecanismo que podría ayudar a explicar el comportamiento justo de los niños en las tareas de distribución en las que intervienen otras personas. Con relación al género, se establece que las niñas comparten significativamente de una manera más justa que los niños. De igual modo, y con relación a la pregunta principal de la investigación, se determinaron diferencias de género con relación al conocimiento numérico, es decir, las niñas de mayor conocimiento numérico comparten de manera más equitativa que los niños que tienen igual manejo del principio cardinal.

Los hallazgos relacionados con el género por Chernyak et al (2016) resultan sorprendentes por dos razones fundamentales. En primer lugar, se trata de resultados con niños de primera infancia, el promedio de edad de los participantes fue 3 años y 8 meses. En segundo término, se trata de tareas en las que el participante actúa como juez imparcial de una historia. Lo señalado resulta tan sorprendente, incluso, para los propios autores: parecen no encontrar bibliografía que de soporte a sus hallazgos. Quizá por ello derivan la cuestión hacia aversión a la inequidad y proponen como resultados más consistentes, en cuanto a la diferencia de género, el estudio de McAuliffe et al, (2013), un protocolo construido para tareas de primera persona. No obstante lo dicho, sobre la relación género y principios o criterios de la distribución, se debe hacer eco del llamado que hacen Chernyak et al, (2016): estudiar de modo exclusivo la variable género en las tareas distribución, un largo camino que hasta ahora empieza a transitarse y, también, a vislumbrarse.

El género en estudios con niños de diferentes culturas

En este apartado se relacionarán algunos estudios dedicados a estudiar aspectos de justicia distributiva en sociedades concebidas desde el pensamiento y la práctica de valores distintos a los individuales, comúnmente asociados a la sociedad occidental. Se tendrán en cuenta dos grandes clasificaciones: estudios que presentan diferencias de género al efectuar comparaciones entre diferentes tipos de sociedades sobre comportamiento de niños en distribuciones de recursos y aquellos protocolos que no lo hacen.

Comparaciones culturales con diferencias de género

Stewart y McBride-Chang (2000) presentan un estudio para dar cuenta de diferencias culturales entre niños americanos (64) y asiáticos (34) de segundo grado de escolaridad, niños que se ubican al inicio de la infancia media. El protocolo afirma, desde el principio las diferencias culturales de los grupos. Con relación al género, se estableció, como hipótesis, que, dado que en Asia son muy marcados los estereotipos de género, se verificaría un comportamiento diferente entre niñas y niños a la hora de efectuar la distribución de productos. Específicamente, se predijo que las niñas compartirían más en contextos de personas conocidas que de personas anónimas. Lo que las postularía, finalmente, como seres de niveles más elevados tanto de razonamiento moral como de empatía.

Los resultados, en lo que tiene que ver con la variable demográfica género, mostraron un total complimiento de la predicción: no hay diferencias de género en niños occidentales; pero se pudo constatar una diferencia significativa al evaluar el comportamiento de los participantes asiáticos frente a personas conocidas: las niñas compartieron más con los conocidos que los niños. No obstante lo contundente de esta indicación, los hallazgos de este estudio deben ser considerados de manera cuidadosa, pues la muestra que se aporta es relativamente pequeña para soportar los resultados a los que se llega, sobre todo en lo atinente al género. Debe tenerse en cuanta, además, que los niños occidentales pertenecían a cinco países y los asiáticos a cuatro.

Por su parte, Cowell et al (2016) realizan un protocolo que pretende dar cuenta del comportamiento de niños desde finales de la primera infancia hasta la infancia media de cinco culturas diferentes (Estados Unidos, Canadá, Turquía, Sudáfrica y China) en tareas de distribución. Los participantes (999 niños) completaron tres actividades: una tarea de sensibilidad moral, una tarea de empatía y un juego de compartir. En líneas generales, los autores preguntaron por los mecanismos que subyacen a la generosidad del desarrollo moral. Desde la formulación de la pregunta se indicó que el género constituye un factor relevante, pero no necesariamente significativo. Por ello, se le tuvo en cuenta a la hora de efectuar las mediciones. De acuerdo a lo esperado, la variable demográfica género no obtuvo diferencias en el rango de significancia estadística.

La exposición de estos dos textos permite indicar, más allá de todas las posibles diferencias, que el de Cowell et al (2016) muestra un mayor poder estadístico, en la medida en que su muestra es mucho más grande que la propuesta por Stewart y McBride-Chang (2000). Esta especificidad parece sugerir que se hace difícil hallar diferencias significativas de género al comparar el comportamiento de niños de diferentes culturas, tal y como se había demostrado, por ejemplo, en estudios anteriores al comparar niños de China y de los Estados Unidos (Cowell y Decety, 2015; Decety et al., 2012; Li et al., 2013; Michalska, Kinzler y Decety, 2013).

Comparaciones culturales sin diferencias de género

House et al (2013a) desarrollan un experimento con niños (de 3 a 14 años) y adultos para dar cuenta de diferencias en la cooperación en diversas sociedades en tres continentes. Básicamente, los autores quieren poner a prueba dos predicciones de la cooperación desde la perspectiva de la herencia dual: la variación en el comportamiento prosocial de los individuos es más pronunciado cuando tanto los costos como los incentivos de la cooperación son mayores y, por otra parte, la variación surge cuando los niños empiezan a adquirir las normas sociales de sus comunidades. Los resultados, por un lado, no hacen referencia a la variable género. Por otra parte, tampoco se hace referencia a las particularidades culturales de las sociedades de pequeña escala, más allá de la especificación de que se trata de grupos humanos regidos por normas sociales diferentes a las promovidas por la sociedad occidental.

Rochat et al, 2009 elaboran un protocolo consistente en un juego de dictadores que, en líneas generales, muestra un desarrollo universal sobre una participación igualitaria en niños de edad preescolar en 7 culturas. En términos generales, las culturas estudiadas pueden ser clasificadas en tres: sociedades WEIRD, sociedades urbanas de pequeñas escala y agrupaciones de individuos fundadas en valores tradicionales y colectivos. La predicción ante este tercer grupo se centra en indicar que los niños de estas sociedades, debido a su muy especial nicho ecológico, observarían un comportamiento más equitativo que los niños pertenecientes a las otras sociedades. Predicción construida, en gran medida, a partir de Rochat (2005).

Los resultados logran establecer diferencias de acuerdo a la predicción planteada, pero no se pregunta por diferencias de género ni se suministran alcances relativos a esta variable demográfica, aun cuando en la tabla 1 se hace énfasis en la distribución de los participantes por el género. De otra parte, se hace preciso destacar dos aspectos de la muestra que obligan a tomar con algo de reserva los resultados. En primer lugar, parece que contar con 200 participantes se hace un número bastante bajo para poner a prueba las preguntas de la investigación. En segundo lugar, la única sociedad enteramente rural, República de Fiyi, contó con un número de participantes inferior al promedio.

No obstante lo indicado con relación a la muestra, los autores logran establecer que los niños de culturas de pequeña escala tienen una menor tendencia a la maximización de sus beneficios. Esta afirmación obliga a plantear la siguiente pregunta: ¿qué es lo que causa tal comportamiento? Precisamente esta pregunta hace que el grupo de autores emprenda un trabajo con niños tibetanos (Robbins et al, 2015). Específicamente, los autores indican que hacia los tres años los niños tibetanos tendrán más tendencia a la maximización y a los 5 años hacia el igualitarismo. Lo que los pondría en la línea de los niños de Perú y de Fiji evaluados por Rochat et al (2009).

En el trabajo de 2015, a diferencia de lo realizado en 2009, se indicaron especificaciones culturales de los participantes en el estudio. Así, se señalaron particularidades de los tibetanos, en primer lugar, y de la la escuela de Dharamsala (un centro creado desde un sistema de educación propia budista), lugar en el que se llevó a cabo el experimento. En general, la escuela, mediante prácticas relacionadas con el yoga, hace énfasis en la virtud budista de la compasión. Los resultados, sin embargo, no demuestran la predicción. El hallazgo lleva a los autores a concluir que antes de los 5 años, las prácticas culturales parecen tener un impacto limitado en el desarrollo del sentido de la equidad en niños que viven en ambientes urbanos.

Este estudio, finalmente, hace un gran aporte que permite entrar a comprender la existencia de resultados tan dispares en la investigación de aspectos relacionados con la justicia distributiva en niños: las profundas diferencias en la metodología. En efecto, consideran que sus resultados son diferentes a los de House et al (2013a) debido al uso de metodologías diversas. House et al (2013a) utilizan una versión modificada del juego del dictador que enfrenta a los niños a una elección igualitaria y a otra que tiene costo. Con base en este procedimiento informan una disminución constante de las opciones prosociales entre 3 y 7 años en niños de seis poblaciones altamente contrastadas, y un aumento divergente para la mediana edad que depende de la cultura.

La manera de proceder de estos estudios con relación al género puede ser rastreado en otros. Así, Schäfer et al (2015) al examinar tres culturas en tres partes del mundo no observan diferencias de género; Blake et al (2015) tampoco reportan diferencias de género en las 7 sociedades que examinan, y, también, Corbit et al (2017) al examinar dos sociedades rurales en India, excluyen la variable género de los resultados porque no la incluyeron en las hipótesis.

Conclusiones

El recorrido propuesto ha mostrado ciertas referencias a diferencias de género en estudios que analizan diferentes casos de distribución en niños.

Teniendo en cuenta la variedad metodológica se decidió hacer una clasificación por tipos de distribución con referencia al participante. Básicamente, se reconocieron dos grandes clases de distribuciones: las que se hacen desde el papel de la primera persona y las que se hacen desde la tercera persona.

Este marco de división, sin embargo, como se ha podido considerar a lo largo del texto, está muy lejos de ser exhaustivo. Y no lo es, principalmente, porque dentro de cada una de esos tipos de investigación se pueden constatar la aplicación de diversas metodologías, caracterizadas por una variedad de juegos económicos, de modelos de medición, de recursos, de cantidades de participantes, de presencia o ausencia de análisis previos, de preguntas de investigación y de catalogación de los intervinientes en los experimentos (títeres, personas reales, personas ausentes…), entre otros aspectos.

En lo que tiene que ver con el tercer numeral, es decir, con los estudios que encaran ejercicios de distribución con poblaciones de pequeña escala, el desafío parece estar, además, en proporcionar datos específicos que expliquen las particularidades de vida de los grupos humanos con los que se estudia. Esta perspectiva obliga a los estudios experimentales a acudir a ciertas perspectivas y desafíos de la etnografía tanto para comprender el grupo humano con el que se elabora el estudio como para acercarse a estas personas y a su particular tipo de saber. Un procedimiento distinto al anterior restringe a los estudios a varias posibilidades: especificar que se trata de poblaciones alejadas del mundo occidental (Liénard et al, 2013); a indicar el carácter heterogéneo o contrastable de las comparaciones (House et al, 2013a; Rochat et al, 2009) o, finalmente, a incluir errores gravísimos en la consideración de los grupos humanos (Pilgrim y Rueda, 2002). Vale decir, a modo de aclaración, que el artículo “The importance of social context in cross-cultural comparisons: First graders in Columbia and the United States” (Pilgrim y Rueda, 2002), que presenta resultados sobre comparaciones interculturales: niños de Bucaramanga y de los Estados Unidos, hace afirmaciones, a juicio de esta investigación, erróneas: habla de culturas colectivistas en Bucaramanga y de la no separación entre iglesia y Estado en Colombia.

La diversidad metodológica constituye el principal obstáculo para elaborar estudios de las características de un metaanálisis, muy a pesar de la existencia de trabajos como los de Debove, Baumard y André (2017). Ante esta constatación, se abren dos posibilidades: construir, por un lado, artículos de revisión temática (Noh, 2019) o de opinión (Callaghan y Corbit, 2018 y Engelmann y Tomasello, 2019) o, por otra parte, adentrarse en la aventura de intentar efectuar un estudio de validación metodológica para tareas de distribución en las que intervienen niños, como se ha procedido frente a otros aspectos del juicio moral (Christensen et al, 2014).

Este camino se nutre de, aunque tímidas, centrales contribuciones, como las de Noh, D’Esterre y Killen (2019), quienes, si bien no evalúan el género en su investigación, efectuaron un diseño para dar cuenta de la distinción entre esfuerzo y resultado al evaluar el mérito. En este protocolo, con el objeto de ofrecer resultados más robustos, hace coincidir los géneros de los personajes de la historia con el de los participantes.

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1 Cuando el niño está frente a la opción de elegir entre un recurso para él y su compañero (1-1) y un recurso para él y ninguno para su compañero (1-0).

Recibido: 01 de Mayo de 2020; Revisado: 01 de Julio de 2020; Aprobado: 01 de Diciembre de 2020

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