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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

versão impressa ISSN 1657-8953versão On-line ISSN 2619-189X

Civilizar v.8 n.14 Bogotá jan./jun. 2008

 


Lawrence Dewan y el redescubrimiento de la
centralidad de la forma en metafísica*

Liliana Beatriz Irizar**

Universidad Sergio Arboleda

* Artículo resultado de investigación dentro del proyecto: El tomismo de Lawrence Dewan. Financiado y avalado por la Universidad Sergio Arboleda Agradecimientos al profesor Lawrence Dewan, con cuya generosa y sabia orientación se ha contando desde el inicio del proyecto, al estudiante de la Escuela de Filosofía, Jefferson Wiles Linares

** Ph.D. en Filosofía Universidad de Barcelona. Docente investigadora Escuela de Filosofía y Humanidades. Universidad Sergio Arboleda. Directora Grupo LUMEN -reconocido por Colciencias 2006. Correo electrónico: liliana.irizar@usa.edu.co

Recibido: marzo 3 de 2008 - Aceptado: junio 16 de 2008



Resumen

Lawrence Dewan ofrece un enfoque sobre la metafísica de Santo Tomás que difiere de los análisis del tomismo tradicional bajo algunos aspectos relevantes. En este artículo se intenta poner de manifiesto la principal contribución realizada en este sentido por Lawrence Dewan y que consiste en haber redescubierto el papel central de la forma en Metafísica. Esta interpretación del filósofo canadiense es importante con miras a esclarecer el vínculo que une la forma con el ser. Consiguientemente, lo es también para abordar la metafísica y la teología del Aquinate de manera correcta.

Palabras clave: Forma; ser; ente; causalidad divina; Filosofía del ser; Metafísica; Lawrence Dewan; Tomás de Aquino.



Lawrence Dewan and the rediscovery
of the centrality of form in metaphysics

Abstract

Lawrence Dewan's approach of Saint Thomas's Metaphysics differs from the traditional Thomistic analysis in some relevant aspects. In this paper I intend to show Dewan's main contribution, which is to have re-discovered the centrality of form in Metaphysics. This Canadian philosopher's interpretation is important in order to clarify the kinship between form and being and, consequently, to focus on Aquinas's Metaphysics and Theology correctly.

Key words: Form; being; entity; divine causality; Philosophy of Being; Metaphysics; Lawrence Dewan; Thomas Aquinas.



Problema de investigación y método

¿En qué radica la novedad del planteamiento de Lawrence Dewan1 respecto de la doctrina del ser en Tomás de Aquino? ¿Su enfoque del ser presenta diferencias esenciales con los tomistas más destacados de los siglos XX y XXI? En su caso, ¿en qué consisten dichas diferencias?

Con el fin de responder a dichos interrogantes se ha utilizado el método expositivo analítico y se ha recurrido para el desarrollo argumentativo, especialmente al pensamiento metafísico de Lawrence Dewan, también al de Aristóteles y Tomás de Aquino.

Tomando como punto de partida una bibliografía específica, recomendada por el propio autor, se ha procedido, en primer lugar, a analizar el planteamiento fundamental realizado por el filósofo y teólogo canadiense Lawrence Dewan. En un segundo momento, se han expuesto de manera sistemática las ideas nucleares que condensan la interpretación de la metafísica de Tomás de Aquino realizada por el profesor Dewan. El presente informe recoge precisamente dichas ideas que quedan articuladas y acompasadas siguiendo el rigor de la argumentación propia del discurso filosófico.


Introducción

A través del presente trabajo se pretende dar a conocer de modo claro, sucinto y sistemático el núcleo del pensamiento metafísico de Lawrence Dewan.

El interés en poner de relieve los análisis realizados por el profesor Dewan en torno a la metafísica de Santo Tomás de Aquino obedece, al menos, a dos razones fundamentales. Una de ellas es la novedosa lectura que el autor realiza respecto de la relación existente entre la forma y el acto de ser. Es necesario remarcar, por otra parte, que dicha interpretación incide de modo decisivo en la consiguiente lectura que se haga de la filosofía y de la teología del Aquinate.

La otra razón relevante se puede identificar con un motivo de justicia intelectual. La profundidad, riqueza, novedad y rigor de los planteamientos ofrecidos por Lawrence Dewan en su muy vasta obra, desarrollada a lo largo de más de cincuenta años de intensa vida académica (Kwasniweski, 2007) exigen una mayor atención y consiguiente difusión. Porque si bien el profesor de Ottawa goza de un merecido prestigio entre los más destacados círculos del pensamiento filosófico mundial, no ocurre lo mismo a nivel de Latinoamérica, ni siquiera en países hispano parlantes en general.

En esta primera presentación se quiere destacar lo que constituye el núcleo del análisis realizado por el profesor Dewan. Tal como queda anotado en el título del presente ensayo, se trata de su preocupación en mostrar con mayor realce y nitidez el papel central jugado por la forma en la metafísica de Tomás de Aquino (Dewan, 2006). Esta centralidad de la forma conduce, por su parte, a otro aspecto del pensamiento de L. Dewan que se distingue por su originalidad con relación a la doctrina del ser y de la creación, el autor defiende una mayor continuidad y comunidad de pensamiento entre Aristóteles y Tomás de Aquino, oponiéndose, así, a la opinión que ha prevalecido al respecto dentro de la tradición tomista (Dewan, 2000; 2006). Dicho con palabras del mismo autor, quien se reconoce ciertamente deudor en muchos aspectos de dos de sus más celebres maestros, Etienne Gilson y Joseph Owens:

En general, yo estoy mucho más inclinado que ellos lo estaban a remarcar la continuidad de pensamiento entre Aristóteles y Tomás de Aquino, incluso en cuanto a la doctrina del acto de ser. También intenté poner de manifiesto la necesidad de una más plena apreciación del rol de la esencia o forma que la que, creo, encontré en mis maestros. (Dewan, 2006, xii)2

Con todo, y no obstante la riqueza y variedad de matices y acentos que encontramos en las reflexiones de L. Dewan, la finalidad de estas páginas se orienta fundamentalmente a poner de relieve el redescubrimiento de la centralidad de la forma llevada a cabo por el autor. Ahora bien, los estudios tomísticos siempre han enfatizado que los temas nucleares de la metafísica de Santo Tomás se enrolan primordialmente en tomo a la doctrina del acto de ser (esse), doctrina cuya explicitación y sistematización definitiva, es preciso reconocer, ha sido obra del genio filosófico del Aquinate. Sin embargo, cabe preguntarse si acaso haber prestigiado preponderantemente el esse no pudo haber conducido insensiblemente a desplazar la forma del núcleo del pensamiento metafísico de Tomás de Aquino. Si esto así, la novedad del planteamiento de Dewan radica fundamentalmente en haber devuelto a la forma el lugar genuino que le corresponde en metafísica.

Al mismo tiempo y en sentido contrario, quizá alguien podría cuestionar si Lawrence Dewan en su pretensión de resaltar el papel de la forma no haya relegado, o más aún, confundido (¿o fundido?) el esse con la forma. En orden a despejar cualquier equívoco desde el comienzo, se puede traer aquí la afirmación de uno de sus más relevantes discípulos, Stephen Brock, quien ha advertido que el interés manifestado por Dewan hacia la forma se encuentra siempre orientado al esse (Brock, 2008). Tan es así que según el mismo autor: "Un rasgo sobresaliente del estilo metafísico de Dewan no es precisamente pensar 'sobre' el ser. Es también, y más fundamentalmente, ver las cosas 'desde el punto de vista' del ser." (Brock, 2008). Pero ¿qué significa que la forma está orientada al esse? En un primer acercamiento se puede dejar anotado que tanto Aristóteles como Tomás de Aquino desarrollan su metafísica a partir de la sustancia real, esto es, sustancia primera o sujeto individual sometido a generación y corrupción. La forma sustancial, como principio de la generación, despliega en los entes naturales, precisamente por medio de dicha generación, la actualidad del ser.

Se trata de la esencia real que está íntima e inseparablemente unida al esse en una relación existencial de índole acto-potencial reiteradamente sostenida por el Aquinate y que Dewan pone de relieve con un acento marcadamente característico de su metafísica. El filósofo canadiense le da, así, pleno peso a la descripción tomasiana del esse como acto de la esencia (Dewan, 1978).

Cabe adelantar, asimismo, otra dimensión de su pensamiento que es preciso retener con miras a apreciar cabalmente la relación forma-ser tal como ha sido desvelada por Dewan. Se trata del ineludible lugar ocupado por la causalidad divina a la hora de entender el vínculo existente entre forma y ser. En efecto, la forma es principio del ser y lo es a través de la causalidad divina que participa el ser por medio de la forma: forma dat esse. Esta causalidad de la forma presupone la agencia divina. Dios es la causa eficiente que da poder a la forma, que si bien es potencia receptiva, en virtud de la intervención del agente divino resulta capaz de ser, a su vez, activa. Forma y esencia son causales, con relación al esse de la cosa, en tanto que instrumentos del primer principio, que es la primera causa del ser. La causa final, hacia la cual se encuentran orientadas la esencia y la forma, es el esse creado. Bajo la perspectiva de la causalidad divina, se constata una vez más qué debe entenderse cuando se afirma que la forma está orientada al ser. (Dewan, 2007)

Retornando a la pregunta que dio lugar a la explicación precedente, a la luz de los planteamientos de Dewan, ¿se confunden o no, forma y ser? ¿Son lo mismo? Para responder a este interrogante es necesario tener en cuenta que la respuesta del filósofo canadiense se mueve siempre en dos planos. En el ámbito de las cosas causadas, es decir, de las cosas producidas por una causa eficiente, forma y ser son realmente distintos. En cambio, en el nivel de la causa primera no existe tal distinción puesto que en Dios forma y ser se identifican. De ahí, que en la medida en que un ser es más semejante a Dios, esto es, más perfecto, en dicho ser la forma y el esse tienden más a confundirse (Dewan, 2006d).

En suma, de todo lo dicho se puede extraer una primera conclusión. Tal como enseña de manera insistente Lawrence Dewan, al ser le corresponde, de suyo, la simplicidad: "Nada es más formal y más simple que el esse " (Tomás de Aquino, trad. 1953, 1.23; Dewan, 2002).

En principio, no es necesario, pues, distinguirlo de la esencia; sólo cuando la naturaleza de la cosa es vista como causada, y por tanto, dependiente de una esencia más alta y más noble, es que debemos concebir una distinción dentro de la cosa causada entre su esencia y su acto de ser (Dewan, 2000). Esto implica ver las cosas desde el punto de vista del ser, es decir, de un modo más existencial y, por lo mismo, unitario. De acuerdo con tal enfoque, forma y ser tienden a confundirse porque existencialmente son lo mismo: señalan el esse concreto, esto es, fusionado con la naturaleza o esencia. (Dewan, 1978)

En palabras del propio autor: "Mi punto de vista es que una sana concepción de la forma debería tender a confundir ésta con el acto de ser; y esto en virtud de la íntima relación que he estado remarcando..." (Dewan, 2006, xi).

Tal vez, se pueda resumir el eje del planteamiento de Dewan manteniendo, como él mismo lo hace con habitual insistencia, que la comprensión de "estos dos blancos de la atención metafísica" (Dewan, 2006d, p. 188) exige el esfuerzo sostenido en procurar desvelar el particular tipo de relación tan íntima que une forma y esse.


Forma y ser: la indisociabilidad de dos principios reales y distintos en las cosas

Con miras a comprender el carácter indisociable del vínculo que enlaza forma y ser es preciso partir desde una perspectiva siempre existencial, esto es, desde un enfoque unitario que concibe la forma en función del esse, y entiende, a su vez, el esse a la luz de la naturaleza propia de la forma.

Por un lado, la forma posee una naturaleza más próxima al ser que la materia. Su relación con el ser es más estrecha debido a que la forma es el vehículo a través del cual el ente tiene ser. De hecho, una doctrina constante en Tomás de Aquino es el principio forma dat esse materiae (Tomás de Aquino, trad. 2001a). Porque,

La materia, de suyo puede participar en el ser. Es potencialmente un ser. De este modo, la materia tiene un vínculo con el ser, pero no tan fuerte como la forma. La forma es el factor a través del cual la materia llega a participar en el ser. Ella es, así, muy cercana en naturaleza (o carácter ontológico) a lo que llamamos 'esse' Es más, forma y ser son indisociables; el ser sigue o necesariamente acompaña a la forma, precisamente por razón del tipo de cosa que es la forma. (Dewan, 2006d, p. 198)

La constitutiva orientación al esse por parte de la forma es afirmada por Tomás de Aquino (trad. 1953, 2.55 y 2.43) como una condición propia de toda forma entendida como una naturaleza a la cual le pertenece ser (Dewan, 2006c). En este sentido escribe el profesor Dewan (1982) que,

...el ens es aprehendido con la aprehensión de la forma sustancial (...) nosotros entendemos que esta naturaleza no depende, en su propia naturaleza, de la materia, incluso antes que hayamos demostrado la existencia de alguna forma separada (...) La forma es conocida desde el comienzo como ontologicamente autosuficiente. Cuando, de modo subsiguiente, descubrimos en los seres que primero conocemos, que en ellos la forma es necesariamente inherente a la materia, esta condición de la forma exige una explicación (en la medida en que 'se aleja del primer principio'), (p. 32)

De modo que la incorruptibilidad constituye un atributo de la forma como tal y no algo privativo de las formas simples o inmateriales.

Esto es lo que significa que la forma está orientada al ser:

Comenzando con la Summa Contra Gentiles, la incorruptibilidad procederá de la misma naturaleza de la forma como forma: el ser se sigue de la forma como forma, y así lo que es esencialmente forma está enteramente orientado hacia el ser, es decir, que es incorruptible. (Dewan, 1982, p. 24)

En efecto, la índole ontológica de la forma por la cual aparece tan cercana al esse obedece a la proximidad en que se encuentra respecto de la primera causa porque "...ser una forma es tener una semejanza con la primera causa: necesitar la materia para existir es, de alguna manera, manifestar su insuficiencia en cuanto forma" (Dewan, 2006c, p. 181). En Dios, que es per essentiam sua forma (Tomás de Aquino, trad. 1954-1960, 1.3.2), forma y ser se identifican. De ahí que la esencia de la causa primera sea más auténticamente esencia (Tomás de Aquino, trad. 2001a), primo et per se forma:

Deberíamos recordar la enseñanza de Tomás de Aquino en su De ente et essentia, según la cual la esencia se encuentra más verdaderamente en las sustancias simples, del mismo modo que el esse se encuentra más verdaderamente en ellas. Esto se puede apreciar especialmente en el caso de Dios quien es causa de todo. Esto es, la esencia es más verdaderamente esencia en Dios. (Dewan, 2003, p. 124; Dewan 1999)

Sólo a luz del agente divino se comprende más cabalmente, entonces, qué significa que pertenezca al carácter ontológico de la forma el estar orientada al ser hasta el punto de que sea propio de ella fundirse con el esse. Se advierte, así, que en la medida que un ente en razón de su menor perfección se sitúa a mayor distancia del primer principio, en esa misma proporción su forma o esencia se revela más distante del ser y menos autosuficiente, por lo mismo, desde el punto de vista ontológico.

Por consiguiente, la forma, de suyo, no supone "limitación o finitud" (Dewan, 2006d, p. 202) sino que, por el contrario, implica perfección precisamente por su ordenación al esse al cual le confiere "identidad" (Dewan, 2006d, p. 202). El carácter limitado y potencial de la esencia es, así, una propiedad de las esencias causadas que no son idénticas con su esse:

Por tanto, la esencia como tal es una perfección, y el hecho de que en las criaturas la esencia sea potencial con respecto al acto de ser es algo que le ocurre a la esencia en la medida que es tal esencia (Dewan, 2003, p. 123).

Por su parte, el esse, una noción simplísima, cobra nitidez abordándolo desde la forma que es su principio; un principio ciertamente real en las cosas:

Mi tesis es, entonces, que la 'esencia' en el enfoque aristotélico está muy lejos de ser un dominio de mera necesidad lógica. Más bien es un principio de la substancia real, la sustancia aprehendida como aquello en lo cual termina la generación natural. Tales sustancias son seres reales los cuales son seres per se. (Dewan, 1978, p. 181)

En efecto, tanto en Aristóteles como en Tomás de Aquino, la esencia real, consiguientemente en unión con el esse, son concebidos en el teatro de la generación: allí los agentes naturales son traídos constantemente a la existencia desde la potencia de la materia. Allí, a su vez, las cosas, en tanto que tales cosas, están sometidas a la generación y es precisamente su forma específica, como principio de la generación, la que, a través de ésta, despliega la actualidad del ser. (Dewan, 1978)

Esta exploración de la esencia real armoniza con la descripción del esse que hace Santo Tomás al denominarlo el acto de la esencia (Tomás de Aquino, 2000-2007b, 5.4, ad 3). Pone, así, de manifiesto la íntima conexión entre ambos puesto que '"acto de la esencia' es una cuasi-definición del esse" (Dewan, 1978, p. 183). Se confirma por este camino que considerar el esse a través de la esencia es el punto de vista apropiado para concebir el esse porque "Enfocar el esse a través de la esencia es abordarlo a través de la materia o sujeto propio" (Dewan, 1978, p. 183).

A la luz de las consideraciones precedentes resulta más nítida la afirmación de Dewan según la cual esta concepción de la forma, orientada al ser y causa del mismo, es más existencial (Dewan, 2007a). En este sentido, puede ser oportuno traer aquí un comentario de Stephen Brock (2007), quien permite confirmar el característico enfoque existencial con que es abordada la relación forma-ser por Lawrence Dewan:

...el actus essendi es siempre "extramental". Está siempre vinculado a la esencia, y una esencia es siempre extramental -está siempre en la res de la cual es esencia (S.T., 1.59.2). Es lo que la cosa es "en sí misma" (...) Aunque la mente comprende perfectamente una esencia, e incluso si es la mente la que produce la esencia, lo que está en la mente no es la esencia misma, sino sólo su ratio (De Pot, 3.5. ad.2). Pero resulta innecesario insistir sobre esto aquí. Cualquier estudiante del Padre Dewan lo sabe muy bien." (p. 39)

Con todo, existe siempre el riesgo latente de abordar la forma desde un punto de vista meramente conceptual y abstracto precisamente porque nuestro entendimiento, para entender el ente, necesita abstraer la forma y concebirla como distinta del esse:

Debería decir que sólo vemos la distinción entre forma y esse cuando consideramos una cosa precisamente como causada por otra. De otro modo, la visión de la forma y la visión del esse es una y la misma. El peligro es que concebiremos la forma como evidentemente distinta del esse. Esto produce el efecto de trasladar la forma a una zona de cuasi-matemática abstracción, de modo que ya no es siquiera el principio del esse. Es lo que se puede observar en la obra de Gilson. Así, en un artículo publicado en 1964, sobre la virtud del ser (virtus essendi), él entendió la virtud del ser de las cosas como el ser mismo. No pudo ver que Tomás de Aquino estaba hablando de la forma como distinta y como principio del acto de ser. Había tomado aisladamente el orden de la esencia y el orden del ser en acto. (Dewan, 2000, p. 15)

La imposibilidad ontológica de separar forma y ser se evidencia sin dificultad al advertir que es a través de la forma que un ente queda revestido de identidad constituyéndose como tal ente. Efectivamente, el ser o la entidad de una cosa es el resultado de poseer el orden transmitido por la forma. Una cosa se convierte en un ente determinado (hoc aliquid) gracias a la forma. Al hilo de esta explicación se advierte con mayor claridad el alcance de la fórmula tomasiana, esse per se consequitur formam (Tomás de Aquino, trad. 1954-60,1.90.ad 2.1), que ha inspirado precisamente el original planteamiento del profesor Dewan (2008 a)3 quien suele valerse de un ejemplo que expresa de manera gráfica y sencilla una realidad tan profunda:

Tomás de Aquino enseña (...) que la forma da el ser; la forma es el principio del ser. 'Cada cosa en la medida en que es en acto, en esa misma medida tiene forma'. Se puede ilustrar esto, tal como yo lo hago (cita), con tres letras pertenecientes a palabras traídas del inglés. Tomemos A, C, y T. Si se ordenan como CAT, tenemos una palabra, y si se ordenan como ACT, tenemos otra palabra. Las letras tomadas individualmente son la materia, y cuando se le da un orden, esto es, la forma, a la materia, es realmente una palabra, o tiene ser (cita). Considerada así la situación uno podría denominar a la forma misma el' ser: de la cosa resultante (Dewan, 2007, p. 28).

La forma, subraya Dewan (2007), "es lo que hace a la cosa considerada como un todo, ser absolutamente 'una'" (p. 15). El carácter completo y acabado de cada cosa es, pues, obra de la forma: "Cuando vemos que algo tiene forma, vemos que está 'todo allí', un producto terminado. Ver la forma es ver la totalidad, lo completo, algo semejante a la plenitud de un círculo (nada se le puede añadir ni quitar sin estropearlo [ST 1.76.8] (Dewan, 2006d,p. 198)." Más aún, percibir el acabamiento o perfección del ente va unido necesariamente a la captación de la operación que le es propia y de la cual la forma o naturaleza constituye su principio (Tomás de Aquino, trad. 2001a). En efecto, cuando se detecta la función específica de un ente se posee la convicción de que tal cosa "está toda allí" (Dewan, 2006d, p. 199).

En plena consonancia con esta consideración existencial de la forma, Dewan remarca otro aspecto fundamental de la misma en su relación con el esse. La forma es "algo que satisface la mente" (Dewan, 2006d, p. 198); la cara luminosa del ente que lo pone al alcance de la inteligencia.


La forma es la visibilidad del esse

Cabe recalcar que si bien la formas hacen de los entes "luces brillantes" (Dewan, 2007, p. 28), no obstante, la necesidad de contar con una vía o ruta (la forma) para concebir el esse corresponde a la condición de un intelecto creado, "el cual primero conoce el esse sólo en concreto, es decir, fusionado con la naturaleza o esencia [S.T., 1.12.4..ad3] (Dewan, 1978, pp. 183-184; 2006 a). Sin embargo, tal como se apuntó precedentemente, la inteligencia, para entender el ente, necesita abstraer la forma, esto es, concebirla como distinta del esse lo cual obedece, por una parte, a que "nuestro intelecto guarda conformidad con un modo de ser más bajo que, por ejemplo, el intelecto divino [cf. ST. 1.12.4]" (Dewan, 2008 b).

En efecto, la noción de esse es demasiado simple como para ser conocida de entrada por nuestro entendimiento. En cambio la noción de forma, incluso ya abstraída de la materia, no es una noción totalmente simple, sino que es actualmente no dividida, pero potencialmente divisible en partes. De ahí que posea una indivisibilidad menor y más acorde, por tanto, con el objeto de nuestro intelecto (Dewan, 2006a). Un intelecto para el cual conocer, enseña nuestro filósofo, "es un resplandor de la luz del ens que penetra hasta el progresivamente oscuro abismo de la materia y de la potencialidad." (Dewan, 2006a, p. 44).

En cualquier caso, resulta completamente natural el que Santo Tomás asocie estrechamente nuestro conocimiento del esse con nuestro conocimiento de la forma. En efecto, "Todo ser es considerado a través de alguna forma", enseña el Aquinate (trad. 1954-1960,1.2.85.4), porque ella "precisamente como forma o acto es el principio del esse [ST 1-2.85.6:118 lb6-11]" (Dewan, 2006a, p. 43). Es la forma lo que hace que el ser de un ente sea su ser; le confiere, por lo mismo, inteligibilidad (es su ratio), constituye el lado gnoseológico del ser. En suma, enseña nuestro autor, "la forma es la visibilidad del esse" (Dewan, 2000, p. 15). De ahí que, explicita Dewan, "...la originaria aprehensión de la sustancia o ens es una aprehensión de la forma como tal... " (Dewan, 1982, p. 15).


Forma dot esse: la forma como algo divino en las cosas

Tal como el autor ha puesto de relieve, comparando algunos textos de Tomás de Aquino se podría pensar que existe alguna ambigüedad en los mismos a propósito de la relación forma-ser. En efecto, apunta Dewan.

La dificultad que yo había visto era que, por un lado, hay una gran insistencia en cuanto a la forma como principio del ser (lo cual hace que ésta parezca representar un papel mayor que el esse (...) [In De Cáelo 1.6(62[5])] (...) Por otro lado, sabemos que el esse es la actualidad de todos los actos, incluso de las formas mismas [ST 1.4.1 ad 3]. De este modo, las formas de las cosas creadas son potenciales con relación al esse [ST1.3.4] de una manera que las hace sirvientes [subservient] de él. (Dewan, 2008 b)

Pues bien, el profesor Dewan evidenciará que en el Aquinate queda despejado todo equívoco a partir de algunos luminosos pasajes en los que presenta la forma como causa del ser bajo el influjo de la causalidad divina. El ser es, en efecto, acto de todos los actos, también de la forma, pero Dios confiere dicha actualidad a los entes causados, por medio de la forma que es el principio del ente natural (Dewan, 2007). Se comprende, así, que si bien la forma es potencia receptiva del esse, es al mismo tiempo causa porque Dios da origen al ser creado a través de una forma que se convierte, entonces, en el principio del acto de ser de la cosa bajo la eficacia divina (Dewan, 2007):

Todo este cuadro [se refiere al que surge de los pasajes correspondientes a In de Cáelo 1.6; ST 1.4.1, 1.3.4 y ST 2-2.23.2.ad 3 y De Potentia 7.2. ad 10] teniendo a Dios como causa eficiente que confiere poder a la forma, explica por qué, si bien la potencia de la forma es una potencia receptiva [ST 1.104.4 ad 2], no obstante puede ser activa (...) El esse sigue a la forma, pero esto presupone la agencia divina; ST 1.104.1 ad 1: "... el ser, de suyo, se sigue de la forma de la criatura, supuesto, sin embargo, el influjo de Dios, tal como la luz sigue a la diafanidad del aire, supuesto el influjo del sol". (Dewan, 2008)

El ser es la disposición y el acto de una cosa (Dewan, 2002). La forma es aquello en lo que el ser es recibido, es potencia para ese acto. Pero la forma es, asimismo, perfección, y lo es a través de la perfección de todas las perfecciones: el esse.

La forma es principio del ser y lo es a través de la causalidad divina que participa el ser por medio de la forma: forma dat esse. Esta causalidad de la forma presupone la agencia divina. Forma y esencia son, consiguientemente, causales, con relación al esse de la cosa, en tanto que instrumentos del primer principio, que es la primera causa del ser. La causa final, hacia la cual se encuentran orientadas la esencia y la forma, es el esse creado. Mientras que la la forma es principio del ser; el esse más que principio es disposición y el acto de una cosa. Esto confiere más nobleza al ser que es simplísimo.

Ahora bien, precisamente bajo la perspectiva de la causalidad divina es cómo se está en condiciones de captar con mayor profundidad el fundamento de la distinción real entre forma y esse en las cosas causadas. Tal como enseña Dewan (2007), Dios no es simplemente causa del devenir, sino del ser lo cual pone de manifiesto la superioridad de la naturaleza divina puesto que cuando una cosa es causa del ser de otra, la causa debe tener una naturaleza superior a la del efecto (Tomás de Aquino, trad. 2000-2007c, 12.5.1). A su vez, la exigencia de esta superioridad de la forma propia de la causa agente obedece, precisamente, a que para ser causa del ser es preciso ser causa de la forma como tal (Tomás de Aquino, trad. 1953, 2.43.8). De modo que, la superioridad de la naturaleza de la causa eficiente vuelve visible la diferencia entre la forma del efecto y su acto de ser. Efectivamente:

El esse, esto es, el ser actualmente, de la cosa causada (o inferior) pertenece a la participación de la cosa causada en la perfección propia de la naturaleza de la cosa superior, es decir, la naturaleza de la causa eficiente como tal. Por otro lado, la forma de la cosa más baja pertenece a la naturaleza propia de dicha cosa. Al ser diferentes las dos naturalezas, así también el esse y la forma de la cosa causada deben ser diferentes uno del otro, siendo incluso el esse la actualidad de la forma. (Dewan, 2006d, p.201)

Sin duda, una de las más notables aportaciones de Lawrence Dewan la constituye este punto de vista de la agencia divina como vía para entender la distinción y, al mismo tiempo, indisociabilidad que une a la forma con el esse. En efecto, como él mismo remarca (Dewan, 2007), mientras la forma del ente causado es propia de él, el esse, en cambio, pertenece a la naturaleza propia de la causa eficiente (en quien se identifica con su esencia). Es por esta razón que, si bien la forma y el esse de las cosas creadas, son efectivamente inseparables, no obstante son inteligiblemente distintos. Con todo, no debe entenderse, por eso, que la forma causada sea extraña al agente, sino que por el contrario pertenece a la riqueza del ser del agente y constituye el medio a través del cual participa el acto de ser (Tomás de Aquino, 2000-2007a, 7.2 ad 10). Se está una vez más frente al papel causal atribuido a la forma por Tomás de Aquino (Dewan, 2007).


El esse como lo más formal de todo

Con miras a cerrar esta primera presentación del planteamiento metafísico de Lawrence Dewan, resulta de suma importancia poner de relieve otra de sus más señaladas contribuciones respecto del pensamiento del Aquinate. Se trata del énfasis puesto por Dewan en un aspecto del esse, tal vez, no suficientemente resaltado por el tomismo en general y que representa una pieza de interpretación clave a la hora de entender lo que implica recuperar la centralidad de la forma en metafísica, lo cual comporta, a su vez, abordar toda la metafísica desde la perspectiva del ser.

Ciertamente, el profesor canadiense "ha tomado en serio" (Dewan, 2006d, p. 195, nota 28) la fórmula del Aquinate (trad. 1954-1960) según la cual el esse es "lo más formal de todo" (1.7.1). Cabe remarcar que tal dimensión del esse, redescubierta también por Dewan, sirve para iluminar no sólo la comprensión del acto de ser, sino asimismo, y de modo especial, para entender el significado central que ejerce la forma en la metafísica de Tomás de Aquino. Este enfoque redunda igualmente en el esclarecimiento del tipo de nexo que une la forma con el esse.

De acuerdo con este enfoque, el esse, en tanto que acto de todos los actos o perfección de todas las perfecciones (Tomás de Aquino, Trad. 1954-1960, 1.4.1. ad. 3) se puede identificar como una auténtica forma o naturaleza universal -natura entitatis (Tomás de Aquino, 2000-2007a, 2.1.1.1; Dewan, 1999). En efecto, mientras cada ente creado posee alguna forma (perfección) propia, todos coinciden en una actualidad común -aunque analógica o graduada y jerárquica (Dewan, 1999; 2006d)- la que corresponde al esse. Resulta manifiesto, a partir de algunos pasajes del Aquinate, que él trata el acto de ser, ipsum esse, como una naturaleza o forma:

...es la doctrina de la Suma Teológica 1.4.3: toda semejanza se da a través de la posesión de una forma. La forma de la Tomás de Aquino habla en ese artículo como común a Dios y a las criaturas "tal como el ser mismo, es común a todas las cosas" ["sicut ipsum esse est commune omnibus"]. Santo Tomás está considerando el esse como formal: es "lo más formal de todo" (1.7.1); él es la actualidad de todas las cosas, incluso, de las mismas formas, y es formal con respecto a cada cosa, incluidas las formas particulares (1.4.1 .ad 3). - Tal comunidad no es unívoca, sino analógica, esto es, de acuerdo a una prioridad y posterioridad. En In Sent. 2.1.1.1, que cito cerca del comienzo de "Being as a Nature", Tomás llama al acto de ser "naturaleza de la entidad" ["natura entitatis"].

Esto expresa algo importante acerca de la perfección de la forma como tal:

Se afirma con alguna facilidad que 'cierta forma' [quelibet forma] es determinativa del esse, queriendo significar por 'determinativa' que particulariza, limita al esse a una especie. Ahora bien, esto es no es verdad de la forma en tanto que forma (...) el 'ser' significa algo que todos (los entes) tienen en común, y así las 'formas especiales' (advertir bien esta expresión) no se pueden identificar con el ser. El esse, a pesar de la expresión 'quelibet forma ', aparece realmente (...) como un tipo de forma universal. (Dewan, 2006d, p. 195)

A la luz de estos planteamientos es posible observar que, si designar al esse como una forma o naturaleza implica enfatizar el carácter de máxima actualidad o perfección ontológica que le corresponde, supone al mismo tiempo remarcar la excelencia de la forma:

... existe una infinitud que pertenece a la forma como tal, una infinitud que se sitúa del lado de la perfección, en contraste con la infinitud propia de la materia y de la imperfección. La forma así significada es, entonces, el familiar punto de contraste con la materia. Esto se encuentra en continuidad argumentativa directa con la presentación del esse como lo más formal de todo, y Dios, como esse subsistens, entendido definitivamente como infinito y perfecto (ST 1.7.1). (Dewan, 2007, p. 35; 1999, p. 126).

En este sentido advierte nuestro filósofo (Dewan, 2006d) que la denominación del esse como forma universal explica el que Tomás de Aquino pueda afirmar que Dios -el ipsum esse subsistens- es "per essentiam suam forma" (Tomás de Aquino, trad. 1954-1960, 1.3.2), esto es, su propia esencia y primo et per se forma o lo que tiene primacía en el reino de la forma (1.3.2).

Cabría preguntarse, no obstante, si acaso estos análisis de Dewan puedan conducir a confundir forma y esse, hasta el punto de que el esse no signifique más que un aspecto de la esencia de las cosas (Dewan, 2007). El mismo autor se encarga de remover esta inquietud al afirmar que, bajo esta perspectiva, "más bien somos invitados a ver que las formas especiales pertenecen, de un modo disminuido, al dominio de la existencia" (Dewan, 2007, p. 37). En efecto, los textos aludidos del Aquinate no hacen más que confirmar la insistencia del profesor Dewan (2007, p. 9) en remarcar el carácter eminentemente existencial de la forma, esto es, de la forma entendida como "principio de ser y perfección" (Tomás de Aquino, trad. 1954-1960, 1-2.85.6) y, consiguientemente, principio de perpetuidad en el ser en la medida en que esto es posible (Tomás de Aquino, trad. 1954-1960, 1-2.85.6; Dewan, 2006d).

De hecho, continúa enfatizando el profesor Dewan (2007), la solidaridad existencial entre forma y ser por él subrayada queda confirmada una y otra vez en los escritos del Aquinate, de modo particular, cuando enseña que la forma es lo que penetra, permea y caracteriza intrínsecamente al ente. Por otro lado, al sostener que el acto de ser, que presenta como lo más formal de todo, es lo "más 'íntimo' del ente (Tomás de Aquino, trad. 1954-1960, 1.8.1).


Conclusión

La fecundidad de la filosofía del ser, del Aquinate, no sin razón denominada philosophia perennis, continúa a través de los siglos invitando a pensar y repensar la realidad sin desfallecer.

La filosofía del ser se caracteriza por su complejidad, riqueza, gradación e inagotabilidad, al igual que la realidad misma de la que es un reflejo y a la cual procura alcanzar en un empeño nunca definitivamente culminado. De ahí que, un discípulo fiel de Tomás de Aquino, jamás no ambicione presentar su filosofía en estado sólido, sencillamente porque sobre esa pretensión perdería su condición de filosofía del ser.

El propósito de estas páginas ha sido poner de relieve que Lawrence Dewan ha respondido magníficamente a esa llamada, hoy más que nunca apremiante, a repensar verdades perennes. Se puede decir que el profesor Dewan representa uno de los muy excepcionales discípulos directos de Tomás de Aquino, con quien, en palabras del propio autor, ha vivido su aprendizaje (2006, p xiii), ciertamente, el aprendizaje de la sabiduría. Sin duda, la lección central del magisterio del Aquinate la ha captado Dewan con finura intelectual poco usual. Porque el filósofo canadiense ha asumido el reto de repensar categorías metafísicas que, en alguna medida, han llegado a desdibujarse a fuerza de ser repetidas, tal vez, no tan de cara a la existencia. De ahí la novedad y originariedad de su reflexión filosófica. De la mano de su maestro, Dewan ha declarado una vez más la prioridad de lo real. Una preeminencia ésta, que no oculta, por cierto, sus riesgos y dificultades, pero previene contra la abstracción y la vanidad de una filosofía que se autosatisface en sus construcciones y esquemas conceptuales.

Lawrence Dewan, con su sugerente propuesta de devolver a la forma el lugar central que le corresponde en Metafísica, ha evidenciado que no está permitido al filósofo, al menos al realista, aspirar a poseer la última palabra sobre lo existente.



Notas

1 Lawrence Dewan. O.P., filósofo y teólogo canadiense, es uno de los más prestigiosos representantes del tomismo actual. Posee una fecunda producción literaria, más de cien artículos sobre Metafísica y Etica. En la actualidad se desempeña como profesor de Filosofía y Teología en el Colegio Universitario Dominicano, en Ottawa y profesor adjunto del Departamento de Filosofía de la Universidad de Ottawa y miembro de la Facultad de Estudios de Postgrado y Postdoctorales en dicha Universidad. Ha sido presidente de la American Catholic Philosophical Association y de la Canadian Maritain Association. Desde 1999 es miembro de la Academia Pontificia Santo Tomás de Aquino. En 1998 recibió de la Orden Dominicana el título honorario de Maestro en Sagrada Teología que es el más alto galardón en Teología conferido por dicha Orden.

2 Las traducciones del inglés al español de los textos de L. Dewan y de otros citados, y las del latín al español del Corpus Thomisticum son de la autora.

3 "Mi interés ha estado desde el comienzo muy inspirado por la enseñanza de Santo Tomás según la cual esse per se consequitur ad formam.'' (Comunicación personal vía e-mail, 9-01-08)



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