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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

versão impressa ISSN 1657-8953versão On-line ISSN 2619-189X

Civilizar v.8 n.14 Bogotá jan./jun. 2008

 


La Comprensión desde el marco de la Hermenéutica y
su aproximación en la Filosofía de D. Davidson*

Marta E. Bayarres Delio**

Instituto de profesores ARTIGAS, Uruguay

* Investigación financiada por el Instituto de profesores ARTIGAS Uruguay

** Doctorada de la Universidad de Paris 8. Magíster en Filosofía Contemporánea de la Universidad de La Republica oriental Del Uruguay UDELAR Profesora Asociada de la Facultad de Medicina del Centro Latinoamericano de Economía Humana CLAEH Correo electrónico: mbayarres@hotmail.com; mbayarres@montevideo.com.uy

Recibido: abril 16 de 2008 - Aceptado: junio 3 de 2008



Resumen

En el presente artículo se propone analizar la posición de D. Davidson con respecto a la relación entre un hablante y un intérprete y su aproximación a la posición de Gadamer, desde una posición aparentemente tan distante como es la Hermenéutica. A pesar de las diferencias de sus posiciones, es posible encontrar puntos en común. Los mismos son los que se consideran como conceptos claves incluidos en el artículo.

Palabras clave: Comprensión, interpretación, fusión de horizontes, significado



Comprehension from the Hermeneutical
approach in D. Davidson's Philosophy

Abstract

The present article intends to analyze Davidson's position regarding the relationship between a speaker and an interpreter and his approach to Gadamer's position, from such a seemingly distant position as Hermeneutics. Despite differences in their positions, it is possible to find points in common. Those are the ones considered as key concepts included in the article.

Key Words: Comprehension, interpretation, fusion of horizons, meaning



Introducción

Gadamer (1999) define "comprender" como "entenderse unos con otros"; por su parte. Davidson (1980) sostiene que "es la comprensión lo que da la vida al significado, y no al revés". Estas afirmaciones serán la base para analizar los puntos de contacto entre ambos filósofos. Pensar en la comprensión lleva, como la primera definición planteada lo indica, a la relación intersubjetiva. Dicha relación debe producirse en torno a algo acerca de lo cual unos y otros nos ponemos de acuerdo y para que el acuerdo se genere es imprescindible el lenguaje. Se abre la posibilidad de acordar con los demás en la medida en que los demás expresen sus opiniones, temores, deseos, esperanzas y convicciones acerca de algo.

Esto significa que todo acuerdo implica al menos tres vértices: el sujeto que expresa su opinión, deseo, temor, esperanza; el otro que tratará de entenderlo y el objeto, situación, suceso que ambos supuestamente comparten.

Cuando Davidson afirma que es la comprensión la que da vida al significado y no al revés, hace alusión al hecho de que solamente es posible referirse al significado, si la comprensión es considerada como posibilitadora del mismo. En otras palabras, no tendría sentido que nos referir al significado si no fuera en el contexto de la relación intersubjetiva que se da en el proceso de interpretación. Las preferencias significan algo para alguien que interpreta a quien las emite. Por eso es razonable considerar que es la comprensión la que da vida al significado, ya que, de lo contrario, en el contexto de la interpretación, el significado no tiene razón de ser.

Tanto en Gadamer como en Davidson está presente la idea de que la interpretación es posible gracias a que quienes forman parte de una comunidad tratan de superar los desacuerdos.

Gadamer opina a este respecto que los desacuerdos que se producen debido a la falta de comprensión, suelen resolverse porque quien está tratando de comprender al otro, rehace el camino hacia el objeto sobre el cual trata la opinión del interlocutor. Según Gadamer, el verdadero problema de la comprensión aparece cuando en el esfuerzo por comprender un contenido, se plantea la pregunta reflexiva de cómo ha llegado el otro a su opinión, pues es evidente que un planteamiento como éste anuncia una forma de alienidad muy distinta, y significa en último extremo la renuncia a un sentido compartido.


Fusión de horizontes

Plantear la pregunta reflexiva supone una especie de sordera que no permite la interpretación. Gadamer utiliza la metáfora fusión de horizontes para referirse a la relación dialógica o hermenéutica en la cual el intérprete alcanza la comprensión cuando no solamente logra ese efecto de fusionar su horizonte con el del otro, sino que trasciende, mediante la comprensión, a enriquecer lo interpretado descubriendo nuevos sentidos.

Tal vez sea más conveniente hablar de sentido compartido que de nuevos sentidos, para seguir fielmente a Gadamer. Pero es que el sentido compartido posee siempre algo nuevo, que es resultado de la comprensión.

Renunciar al sentido compartido es sinónimo de alienidad. Es renunciar al intento por lograr la comprensión. Pero es no solamente una enajenación con respecto al otro, a los otros, es una enajenación del mundo. La relación del hombre con el mundo solamente es posible a través del lenguaje, la esencia del lenguaje es la comprensión. Si el hombre renuncia a la comprensión, en una palabra, renuncia al mundo. Enajenarse es renunciar al rol clave que le toca al hombre en el mundo. Tal como Gadamer concibe la Hermenéutica -no como una simple propedéutica, ni como una hermenéutica metodológica ni epistemológica-, es el sentido de la vida humana.

El círculo hermenéutico no consiste en una práctica metódica que tenga como fin un saber objetivo. El círculo hermenéutico adopta la característica de condición existenciaria. Esta condición existenciaria en Gadamer implica encontrarse en el círculo hermenéutico, formando parte del devenir histórico y como responsable del desenvolvimiento del mismo. La referencia al concepto heideggeriano no es desacertada pues es uno de los aspectos que Gadamer toma de su maestro. Es por eso que renunciar a la comprensión es renunciar al status de humano y, como tal, mundano.

Resulta, por lo tanto, importante señalar que los malentendidos y los obstáculos en la comprensión, no necesariamente deben conducir a la renuncia de la misma. Negar la posibilidad de malentendidos, de discrepancias, de distorsiones en la comunicación sería absurdo. En este sentido, sería un error creer que los malentendidos no juegan un papel positivo en el proceso de la comprensión, por el contrario, cuando un sujeto no logra comprender a otro, es forzoso que no renuncie a la comprensión. La imposibilidad de comprensión en un momento dado puede ser generadora de un conflicto productivo.

Conviene desarrollar más detalladamente este punto. Desde el momento en que un sujeto se dispone a interpretar a otro, inevitablemente parte de determinados preconceptos e incluso prejuicios. Cuando en el proceso de interpretación sus preconceptos interfieren obstaculizando la comprensión, el sujeto se torna muchas veces crítico y reflexivo. Somete a revisión sus preconceptos, realiza una deconstrucción que, en el lenguaje de Gadamer, conduce a la fusión de horizontes. Este proceso forma parte de la tarea hermenéutica. Es posible realizar aquí la comparación con las teorías de las que nos habla Davidson (1986) en A nice darangement of Epitaphs.

En el mencionado artículo Davidson establece la distinción entre lo que denomina "primer significado", que caracteriza como "el primero en el orden de la interpretación". Sin embargo en el caso de los "barbarismos ", parecería que el "primer significado" no funcionaría como primero. Tal como Davidson lo da a entender, hay casos en que en primer lugar se logra adivinar la imagen, y luego recién descubrir ese primer significado.

Sugiere que el descubrimiento del primer significado en muchas ocasiones es accesible si recurrimos a la consideración de otros elementos que forman parte del contexto en el que se producen las preferencias. Tal podría ser el caso del descubrimiento del primer significado en el lenguaje poético. Allí es frecuente que tengamos que considerar la situación en la que se encuentra el hablante, las intenciones que persigue, para que podamos arribar al primer significado.

Lo mismo parecería suceder con expresiones que ocultan una intención distinta de la que las palabras originalmente podrían tener. En esos casos el primer significado no parece ser el que habitualmente se maneja sino más parecería ser aquel que se relaciona directamente con las intenciones que persigue el hablante en su discurso de doble sentido. Lo que significa que el significado inicial no siempre es el primero en el orden de importancia en el proceso de interpretación. En el caso de determinadas preferencias, tales como: los discursos con doble sentido, las expresiones tendenciosas, el discurso poético, entre otras, el primer significado no parecería ser el que realmente importa para lograr la comprensión. En todos esos casos, interpretar implica descubrir la intención del hablante al emitir sus preferencias. En ellos, la comunicación es exitosa si el intérprete logra reconocer la intención que tuvo al utilizar determinadas expresiones.

No hay duda de que el manejo compartido del primer significado entre hablante y oyente es determinante para que pueda establecerse la comunicación. En lo que respecta al primer significado hablante e intérprete manejan competentemente sus convenciones ya que estas fueron igualmente aprendidas. Sin embargo, tal como el mismo Davidson lo aclara en el artículo que venimos citando, las convenciones compartidas presentan dificultades.

Sin embargo, aunque las características verbales y otras, del contexto de emisión con frecuencia determinan la interpretación correcta, no es fácil o quizás no es posible especificar reglas claras para la desambiguación. Hay muchas más cuestiones sobre lo que se le exige al intérprete competente. No parece verosímil que haya una regla estricta que fije las ocasiones en las que deberíamos dar significado al orden en la conjunción de las oraciones conjuntadas... (Davidson, 1986, p. 4).

Davidson destaca la tarea de Grice al realizar la distinción entre el significado literal, o lo que él denomina primer significado, y lo que está implícito en las palabras, es decir la intención con que un sujeto las emplea. Si bien Grice considera que para que esta labor de distinción sea posible, es necesario que el intérprete maneje un conjunto de reglas, Davidson apela al sentido común que parecería ser indispensable en la competencia interpretativa. En otros de sus artículos, Davidson ha planteado que la competencia interpretativa parecería estar garantizada toda vez que un intérprete cuente con una teoría de la verdad con una base finita de vocabulario y con un repertorio finito de modos de composición.1 Sin embargo, en el caso de los barbarismos, disponer de una teoría previa no parecería solucionar el problema de la interpretación. No es claro que el intérprete pueda ser competente por poseer dicha teoría.

Davidson (1980, p.6) hace referencia a la objeción hecha por Alfred MacKay a Donnellan donde le señala que comparte la teoría del significado de Humty Dumty: "... Cuando yo uso una palabra (...) significa justo lo que yo decido que significa".

Davidson comparte con Donnellan la distinción entre usos y descripciones, aunque marca un matiz y es el siguiente: si bien es cierto que no se puede cambiar el significado de las palabras porque si, sí es posible, y sucede comúnmente cuando se cree conveniente en función del propósito perseguido en el empleo de las mismas. Es más, parecería que dichos cambios demuestran que al hablar no solamente se pretende expresar las creencias, sino que hay un objetivo que da sentido a la comunicación y es tener en cuenta al otro. Si no fuera así carecería de sentido el lenguaje. Toda vez que emito preferencias, estoy considerando que quienes me oyen van a disponer de claves, de mecanismos para realmente interpretarlas, de lo contrario no las emitiría.

El hablar se realiza con determinadas intenciones. Entre otras, y tal vez la más importante, es la posibilidad de ser interpretado por los demás. Pero, pese a ello, muchas veces se profiere desde un marco teórico que no siempre es el que usa quien trata de interpretar en primera instancia. Por otra parte, al hablar no suele aportarse a quien escucha la teoría en la cual se apoya al emitir las preferencias. Sin embargo, en la mayor parte de los casos quienes escuchan logran interpretarlas.

... Desde el punto de vista de una explicación última del modo en que se adquieren los nuevos conceptos, aprender a interpretar una palabra que expresa un concepto que todavía no tenemos es un fenómeno mucho más profundo e interesante que explicar la habilidad de usar una palabra nueva para nosotros para un concepto viejo. Pero ambas requieren un cambio en el modo que tenemos de interpretar el habla de otro, o en hablar a alguien que tiene el uso de la palabra. (Davidson, p. 8, 1980)

La competencia lingüística no se asienta solamente en la posesión de una teoría previa. Ser intérprete competente requiere además de otros elementos que intervienen en el proceso de la comprensión. Entre estos elementos se encuentran los que surgen del contexto de la comunicación: la situación en que se encuentra el hablante, su rol, sexo, y similares. Pero, por otra parte, si bien dichas evidencias son importantes para el intérprete, no son suficientes. Es preciso que en el intérprete exista la disposición para la comprensión.


La disposición para la comprensión

La disposición para la comprensión designa una especial actitud de apertura, de flexibilidad hacia el hablante. Un intérprete competente es aquel que está dispuesto a sacrificar su teoría previa para ajustaría a la del hablante. En ese sentido el proceso de interpretación requiere de una especial consideración del otro, una cierta empatia.

Ahora bien, surgen al respecto preguntas necesarias de responder ¿cómo debe proceder el intérprete para ajustar su teoría previa a la teoría del hablante con el fin de hacer efectiva la interpretación?, ¿cuál es la actitud que ha de asumir el hablante si pretende ser interpretado?

Quien emite una preferencia pretende ser entendido. Suponerlo contrario parece absurdo. Entonces, también para el caso del hablante, la consideración del otro y de sus posibilidades de interpretación constituyen condiciones indispensables para que la comunicación sea efectiva. Se trata de una relación de interdependencia en la cual las barreras entre el hablante y el intérprete se diluyen. Parecería ser verdaderamente lo que Gadamer conceptualiza como fusión de horizontes. En esta fusión aparece algo nuevo, un elemento que resulta de las disposiciones que hablante e intérprete adoptan en el proceso de comunicación. Este elemento nuevo es la comprensión.

Comprender en un sentido amplio implica ubicarse en el lugar del otro. Ser comprendido, a su vez, implica darse cuenta de que el otro ha logrado ponerse en mi lugar. De este modo no hay ya un lugar que pueda denominar mi lugar, ni otro que pueda considerarse su lugar. Hay un lugar común, una nueva gestalt resultado de la comunicación.

Ahora conviene analizar de qué modo se produce en la teoría de Davidson (1986) este proceso. A esos efectos es necesario detallar el funcionamiento de las que él denomina teorías al paso. Cuando la Sra. Malaprop se refiere a "una linda confusión de epitafios" (Davidson, 1986) el intérprete debe abandonar su teoría previa para emprender la tarea de la interpretación. Evidentemente no basta con el abandono de la teoría previa sino que es necesario además que el intérprete construya otra, que sustituya a la primera. Pero para que este pasaje de la teoría previa a la teoría sustitutiva sea posible, es necesario que el intérprete pueda tener un marco de referencia desde el cual se tome posible dicha sustitución. Si el intérprete puede realizar esta sustitución de teorías es porque su interpretación es holística. Al considerar el conjunto de las preferencias de la Sra. Malaprop, el intérprete puede reconocer que ella denomina "una linda confusión de epitafios", a lo que debería denominar "una linda sucesión de epítetos". Cuando el intérprete logra descubrir el significado de la preferencia de la Sra. Malaprop, alcanza la comprensión. De este modo el intérprete llegará a la conclusión de que la Sra. Malaprop comparte con él un determinado conjunto de creencias y que el desacuerdo generado en primera instancia y luego superado se debió simplemente al incorrecto modo de hablar. El intérprete ha sido competente en la medida en que estuvo dispuesto a sacrificar su teoría previa y remplazaría por una teoría al paso para de ese modo poder interpretar.


Conclusión

Los sujetos comparten las condiciones de verdad de las preferencias en la medida en que comparten el mundo. Sólo de ese modo es que es posible interpretar a los demás.

Las condiciones de verdad son los eventos del mundo que afectan a los sujetos. Pero según Davidson un mismo evento admite distintas descripciones. Por lo tanto, el evento que produce la creencia en el hablante que lo lleva a emitir su preferencia y que al mismo tiempo produce la creencia en el intérprete que le permite interpretarla, podría admitir distintas descripciones en hablante e intérprete. Si ambas descripciones son descripciones posibles del mismo evento, no pueden por cierto ser contradictorias y deben ser complementarias. Si este es el caso para que el intérprete pueda comprender al hablante, es preciso que reconozca que la descripción que el hablante hace, aún cuando pueda ser diferente da la suya, es también correcta. De este modo el intérprete enriquece su conocimiento del mundo en tanto que admite una nueva descripción para el mismo evento.

Gadamer plantea que existen diferentes horizontes desde los cuales se interpreta el mundo. Esos horizontes diferentes podrían homologarse con las distintas perspectivas sobre el mismo evento que dan lugar a distintas descripciones. La comprensión es el resultado de la aproximación de dichos horizontes; es decir la admisión y aceptación de una descripción alternativa del mismo evento. Hay comprensión del otro cuando se torna posible fusionar el horizonte propio con el ajeno. Dicha fusión es posible a partir de la interpretación.

En Gadamer la comprensión es el resultado del lenguaje. Lo que puede comprenderse es lenguaje:

El lenguaje no es sólo una de las dotaciones de que está pertrechado el hombre en el mundo, sino que en él se basa y se representa el que los hombres simplemente tengan mundo. Para el hombre el mundo está ahí como mundo, en una forma bajo la cual no tiene existencia para ningún otro ser vivo puesto en él. Y esta existencia del mundo está constituida lingüísticamente. (Gadamer, 1999, p. 531).

Mundo y lenguaje en Gadamer están estrechamente unidos. No hay mundo sin lenguaje. Por eso no hay mundo para otro ser vivo que no sea el hombre. Para los demás seres vivos existe el entorno, no el mundo, por carecer de lenguaje. La posibilidad de comprensión entre los hombres está dada por el lenguaje. Los demás seres vivos pueden entenderse entre sí, pero no pueden entenderse acerca de sucesos objetivos el mundo. Gadamer (1999) cita la famosa sentencia de la política de Aristóteles que distingue la distinta finalidad entre la comunicación animal, de grito, y la comunicación humana, lingüística; la una conduce siempre a una determinada conducta, la otra a descubrir el ser de las cosas.2

En el lenguaje se hace manifiesto el mundo para Gadamer. De igual manera en las preferencias de un hablante se hace manifiesto el mundo. Las condiciones de verdad de las preferencias son los eventos del mundo. Por eso, lo que sea el mundo para Davidson, se manifiesta también en el lenguaje.

Por otra parte, tanto Gadamer como Davidson admiten diferentes descripciones de los eventos del mundo. Ambos admiten que los factores culturales influyen en dichas descripciones. Sin embargo, el mundo es el mismo. Se trata de un mundo abierto a distintas descripciones que son accesibles a otros. Puede concluirse que la interpretación radical de Davidson y la fusión de horizontes de Gadamer constituyen las vías de acceso hermenéuticas a las diversas interpretaciones del mundo, y a la comprensión intersubjetiva de dichas interpretaciones.



Notas

1 A nice derangement of epitaphs.

2 Política, 1253a.



Referencias

Caorsi, C. (1999). Ensayos sobre Davidson. Montevideo: F.CU.        [ Links ]

Caorsi, C. (2000) De una teoría del lenguaje a una teoría de la acción intencional. Una introducción a la filosofía de Donald Davidson; Factotum. León, España.        [ Links ]

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Davidson, D. (1986). A nice derangement of epitaphs- In Grandy, R. and. Warmer, R. (Eds.), philosophical grounds of rationality. Oxford University Press.        [ Links ]

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