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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

versão impressa ISSN 1657-8953

Civilizar vol.12 no.22 Bogotá jan./jun. 2012

 


Formación ciudadana, clave de la consolidación
democrática
*

Roberto Mardones Arévalo**

* Artículo original, avance proyecto de tesis doctoral elaborado en el marco del programa de doctorado en ciencias sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.

** Doctorando en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Cuyo; magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile; profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica, Universidad Austral de Chile; académico del departamento de Sociología y Ciencia Política de la Universidad Católica de Temuco, Chile. Correo electrónico: rmardones@uct.cl

Recibido: 12 de enero de 2012 - Revisado: 16 de enero de 2012 - Aceptado: 03 de marzo de 2012



Resumen

Asumiendo la importancia que tiene para Chile el profundizar y mejorar su sistema democrático, el presente documento tiene dos objetivos. El primero, reconocer la situación de progresivo distanciamiento ciudadano de los asuntos políticos, sobre todo en el segmento más joven, a partir de datos proporcionados por distintas encuestas y estudios para el periodo 1990-2010. La constatación de la situación mencionada nos lleva a plantear que generar compromiso ciudadano está correlacionado con establecer una vinculación con el ámbito de lo político, que el ciudadano comprenda la importancia de la participación política, en lo cual desempeña un rol fundamental la educación. Relativo a esto último, el segundo objetivo es comprender el papel que ha cumplido el sistema educativo chileno que, no obstante el proceso de reforma educativa puesto en marcha a partir de 1997, no ha dado, por lo visto, con la fórmula que implique generar un ciudadano comprometido con su entorno y con las complejidades propias del contexto de sociedades abiertas y permeables en un contexto global.

Palabras clave: Formación ciudadana, democracia, sistema educativo, participación política.



Civic education, key to democratic consolidation

Abstract

Assuming the importance for Chile to deepen and improve its democratic system, this article aims first to recognize the status of citizen progressive distancing of political affairs, especially in the youngest segment, based on data provided by various surveys and studies for the period 1990 to 2010. The realization of the above situation leads us to propose that generate citizen involvement is correlated to the field of politics, that citizens understand the importance of political participation, which is made from the educational base. From our perspective, the problem lies in citizenship education, which would be deficient or misguided. Thus, the second objective of this study is to understand the role that has met the Chilean educational system, however the education reform process launched since 1997 has not, apparently, with the formula that involves the creation of citizenship committed to their surroundings and with the complexities of the context of open societies and permeable in a global context.

Key words: Civic education, democracy, education system, political participation.



La formation citoyenne comme clé de la consolidation démocratique

Résumé

Si l'on part du principe qu'il est important pour le Chili d'approfondir et d'améliorer son système démocratique, cet article présente deux objectifs. Le premier étant celui d'admettre la situation de l'éloignement progressif des citoyens par rapport aux affaires politiques, en particulier pour le segment des jeunes, d'après les données fournies par diverses enquêtes et études menés pendant la période 1990-2010. La réalisation de cette situation nous amène à proposer que l'engagement des citoyens est corrélé avec l'établissement d'un lien avec le domaine politique, ainsi l'éducation joue un rôle clé pour rendre le citoyen conscient de l'importance de la participation politique. Sur ce dernier point, le second objectif est celui de comprendre le rôle rempli jusque-là par le système éducatif chilien, car malgré le processus de réforme de l'éducation lancé depuis 1997, il n'a pas apparemment réussi à trouver la formule pour forger des citoyens engagés avec leur environnement et avec la complexité du contexte des sociétés ouvertes et perméables dans un contexte global.

Mots-clés : Éducation civique, démocratie, système éducatif, participation politique.



Formação cidadã chave da consolidação democrática

Resumo

Assumindo a importância que tem para o Chile aprofundar e melhorar o sistema democrático, o presente documento tem dois objetivos. O primeiro, reconhecer a situação do progressivo distanciamento por parte do cidadão respeito aos assuntos políticos, sobretudo no segmento mais jovem, a partir de dados proporcionados pelos distintos questionários e estudos do período 1990-2010. A constatação da situação referida leva-nos a pensar que criar compromisso cidadão está correlacionado com estabelecer uma vinculação com o âmbito do político, que o cidadão entenda a importância da participação política, a qual desempenha um papel fundamental na educação. Respeito a este último, o segundo objetivo é compreender o papel que desempenhou o sistema educativo chileno que, não obstante o processo da reforma educativa posta em marcha desde 1997, não deu, pelos vistos, com a fórmula que implica criar um cidadão comprometido com o seu entorno e com as complexidades próprias do contexto de sociedades abertas e permeáveis num contexto global.

Palavras Chave : Formação cidadã, democracia, sistema educativo, participação política.



Introducción

El progresivo distanciamiento y disminución del interés por los asuntos políticos entre la población chilena ha marcado el devenir de la democracia y ha sido tema recurrente, tanto para la clase política como para el mundo académico, en los últimos 15 años. Muchos estudios aportan datos que ponen en evidencia la situación. Por ejemplo, la encuesta mundial de valores nos indica que, para el caso de Chile, desde mediados de los noventa hasta nuestros días, la política, dentro de lo cotidiano, es el aspecto que tiene menos importancia "deja de ser relevante para los chilenos en su vida diaria y pasa a ser un tema exclusivo de las élites" (Consultora Mori, 2006). Esta situación queda refrendada en el estudio nacional de opinión pública, realizado entre septiembre y octubre de 2010, en el cual ante la pregunta ¿cuán interesado está usted en la política?, el 45% de los encuestados respondió "nada interesado". En el caso de los jóvenes1 la situación no es distinta, el grado de importancia que estos le asignan a la política, tomando a esta en su tridimensionalidad, es ínfima, de hecho los datos que nos proporciona la sexta encuesta nacional de juventud2 (Injuv 2009) indican que el interés por participar, por ejemplo, en campañas políticas o en acciones de protesta es casi nula, ya que el 80% de los encuestados responde que no participa de ellas, quizás es por esto mismo que los jóvenes que fueron parte del estudio mayoritariamente "creen que debería mejorar la calidad de la educación cívica impartida en el sistema educativo del país" (Injuv 2009). La pregunta es cómo se llegó a este estado de cosas, por lo visto hay una demanda sentida que no ha sido satisfecha.

En función de lo anterior, hay dos preguntas que nos orientan. Por una parte está el cómo llegamos a esta situación de desmotivación, desinterés o alienación respecto de la política; por otra parte, está el qué ha hecho el sistema educativo para proporcionar respuestas a la situación mencionada. Al respecto, nuestra respuesta tentativa es que la desmotivación por los asuntos de índole política entre el segmento joven tiene que ver con una débil formación ciudadana que deviene tanto de un proceso de continuo desbaratamiento de aquellos temas durante el régimen militar como, posteriormente, de la incapacidad del régimen democrático de reponerlos en la sociedad a través del sistema educativo, el cual, por lo visto hasta ahora, no está respondiendo cabalmente a los desafíos que le impone el entorno, lo cual va en detrimento de la cultura política de nuestra juventud.

En términos metodológicos haremos un análisis bibliográfico y de datos secundarios proporcionados por distintos barómetros y encuestas. Este es un trabajo cuya pertinencia y relevancia radica en que el tema subyacente es la calidad de la democracia y su legitimidad. De ahí que el estudio de este tema sea relevante tanto en términos teóricos como prácticos en vista de poder definir el fenómeno y observarlo con mayor claridad.

En el desarrollo del trabajo tocamos tres temas que nos parecen fundamentales. En primer lugar, el estado de la democracia chilena, partiendo de la base que históricamente se ha dicho que el mencionado país tiene una larga tradición republicana y democrática; posteriormente, nos centramos en la educación cívica, optamos por una definición y luego hacemos una descripción de la situación en Chile; finalmente, nos referimos a los jóvenes y la situación de estos respecto a la política.


Chile y la democracia: estado de la cuestión

Muy insistentemente se ha sostenido que Chile tiene una larga tradición republicana y democrática, la cual se vio mermada por el largo periodo de dictadura militar (1973-1990) que se instaló sustentada en la denominada doctrina de seguridad nacional3 que cercenó la actividad política. Pero no solo aquella actividad, sino que además, para generar adoctrinamiento, se eliminó de los planes y programas educacionales el debate ciudadano, lo cual significó, en la práctica, que la educación cívica se transformara en algo orientado a sentar las bases del nuevo régimen establecido a partir de la Constitución de 1980. Esta situación no va a cambiar sino hasta finales de los noventa, cuando se comenzó a producir la "reforma educacional", lo que no quiere decir que el ítem formación ciudadana sea algo claramente definido.

Así el retorno a la democracia no significó, por ejemplo, el fortalecimiento de aquellas organizaciones que fueron eje de la lucha en los ochenta, como sindicatos y federaciones de estudiantes4, de hecho ocurrió el fenómeno contrario, se vieron diezmadas paulatinamente junto con los niveles de participación política convencional y no convencional. Se inició un proceso de alejamiento, paulatino y sostenido en el tiempo, de la política. La identificación con dicho ámbito se hizo cada vez más débil y "apenas doce años después de recuperar el régimen democrático, los ciudadanos exhiben un notorio distanciamiento de la política" (PNUD, 2002, p. 108), se debilita el lazo de la comunidad política en una sociedad que se torna más individualista y consumista.

Por tanto, y relativo a lo anterior, podríamos decir que este es un fenómeno generalizado, no es privativo del segmento joven, que además se presenta con un alza progresiva, en democracia. Otra cuestión para destacar es que el fenómeno no solamente se da en las democracias de la tercera ola como la chilena, que están cumpliendo 30 años, sino también en democracias consolidadas como las europeas. La problemática radica en que los efectos de dicho fenómeno son distintos, es en las democracias instaladas o reinstaladas, dependiendo del caso, donde se presenta en forma más preocupante, toda vez que la presencia del fenómeno ha dificultado consolidar y mejorar dicho régimen.

Tal como lo afirmáramos anteriormente, se da una suerte de cansancio prematuro con la democracia, algo que se ve reflejado en el apoyo a esta como sistema a defender y perfeccionar; pero todo esto indica que no está internalizado entre los chilenos.

Según los datos de Latinobarómetro 2010, en una mirada que va desde 1995 al 2010, el ítem apoyo a la democracia presenta altibajos, partiendo en el 52% (1995) hasta llegar a su punto más alto en la última entrega con el 63%, pasando por momentos muy bajos en 2001 y 2007, con 45% y 46% respectivamente. A esto se debe agregar que quienes opinan que un gobierno autoritario es una alternativa, siempre se han mantenido por sobre el 10% durante el periodo antes mencionado, opción que tuvo su punto más alto en 2007 cuando el 21% la consideraba viable. También es considerable el hecho de que a quienes les da lo mismo el tipo de régimen, en este mismo periodo, siempre han estado por sobre el 20% e inclusive sobre el 30%.

Si bien esto es algo preocupante, más complejo es el escenario que nos presentaba el Estudio Nacional de Opinión Pública 2010 donde la proporción entre quienes apoyan la democracia ante cualquier forma de gobierno versus aquellos que les da lo mismo más los que piensan que en algunas circunstancias un gobierno autoritario es preferible, es de 58% contra 35%, respectivamente. Esto resulta ser llamativo para un país que vivió bajo los designios de un régimen militar durante 17 años. No obstante, también podría no serlo si lo vemos bajo la óptica de que las instituciones en que más confía el ciudadano chileno son los carabineros y las fuerzas armadas, con 61% y 60% respectivamente, según el estudio citado.

Lo anterior contrasta con la percepción respecto del otro. La tendencia aquí es a pensar que la democracia en Chile funciona mejor que la de los países vecinos, pero al mismo tiempo el chileno "tiene una visión muy crítica de su propia democracia, con altas demandas" (Corporación Latinobarómetro, 2008, p. 103), lo cual podría ser bueno si hubiera proactividad y ganas de hacer cosas nuevas, sin dejar que la institucionalidad pase por sobre la ciudadanía. La realidad indica lo contrario, la ciudadanía es reactiva se reúne en jornadas de protesta un par de veces en el año y cada cierto tiempo. Respecto a los sectores movilizados, salvo excepciones como ambientalistas y minorías sexuales o étnicas, son los mismos (estudiantes, profesores, empleados fiscales, etcétera) y las demandas tampoco han cambiado mucho en los últimos 20 años.

Chile ha sido tomado como ejemplo a seguir sobre todo en cuanto a su éxito en términos económicos, las políticas en este ámbito han sido aplaudidas lo cual ha permitido que el mencionado país firme tratados de libre comercio o ser invitado a formar parte de la organización para la cooperación y el desarrollo económico, OCDE)5. Ahora bien, el éxito económico no va de la mano con el apoyo a la democracia, por ende "...la indiferencia y el autoritarismo no están ligados a la coyuntura económica ni a la política, sino más bien parecen ser culturales y valóricas" (Corporación Latinobarómetro, 2007, p. 79). No obstante esto y la claridad que los datos aportan, la clase política chilena basa su discurso en los logros macroeconómicos, en el desarrollo y crecimiento del país, pero no ha podido terminar con la desigualdad, la cual se acrecienta a medida que pasa el tiempo.

La situación descrita hace necesario reforzar una serie de actitudes y prácticas frente al sistema político, particularmente las de mantenerse informado y generarse una opinión del acontecer no solo político, sino también económico y social. Es necesario asumir que "una sociedad bien informada tiene mayor capacidad de aprovechar sus recursos materiales y es menos permeable al engaño que una sociedad ignorante" (Cortina, 2003, p. 3), esto teniendo en cuenta la situación en que nos encontramos en la actualidad, donde pareciera que existe un exceso de información producto del acceso que tienen particularmente los jóvenes a Internet y a las denominadas "redes sociales" que se encuentran disponibles en ella. Probablemente sea necesario enseñar a filtrar la información y asumir que es una herramienta, un medio para lograr ciertos objetivos. Todo esto da cuenta de que la relación Estado-sociedad cambió radicalmente tras la vuelta a la democracia.

Podemos colegir, por tanto, que hay un sinnúmero de cuestiones que resultan nuevas para una gran parte de la población, jóvenes en su mayoría a los cuales se los ha tildado de apáticos, desinteresados, desafectos, etcétera, lo cual es cuestionable toda vez que, desde nuestra perspectiva, no se les ha instruido, no se les ha socializado con el ámbito de la discusión pública, difícilmente se sentirán representados en términos políticos si no tienen opinión formada en torno al tema.

Probablemente, en el actual estado de cosas, se deba cambiar o ajustar el paradigma de democracia representativa vigente en el entendido que los ciudadanos ya no solamente quieren ser representados, quieren tener un acceso más directo, respuestas más rápidas y concretas, algo así como "aquí y ahora", situación que va a contrapelo con la dinámica política, más vinculada a procesos. Quizás podríamos estar frente a la situación que describe Rosanvallon (2009) cuando apunta a que el ciudadano no estaría conforme solo con votar y elegir representantes, sino que estaría demandando mayor información de parte de la clase dirigente, mayor interacción con los gobiernos "obligando al poder a que se explique y a que justifique su acción, poniéndolo a prueba" (Rosanvallon, 2009, p. 299). de hecho habla de una democracia interactiva.

Claro, Chile, tras la vuelta a la democracia, se ve envuelto en un sistema global que lo empuja a adaptarse a una serie de situaciones nuevas que requieren de un proceso de acomodo no exento de problemas. Esto, toda vez que se ha ejercido presión sobre cuestiones consideradas fundamentales, elementos simbólicos internalizados e institucionalizados tales como los valores que a su vez influyen sobre la configuración de los intereses individuales. En cuanto a lo primero, el estudio mundial de valores del año 2006 nos indicaba que en Chile se estaba produciendo una serie de cambios en términos sociopolíticos, relativos a la importancia que se les atribuye a ciertos temas, que podemos observar en la siguiente tabla:

La familia y el tiempo libre son los únicos temas que en el periodo en cuestión han aumentado su importancia para los chilenos. Esto, según el estudio, tiene relación con que al aumentar el bienestar de las sociedades, asociado a un aumento del ingreso, se tiende a pensar, por una parte, en la familia como la concreción de un ideal; por otra, a pasar más tiempo en actividades de esparcimiento que en el trabajo, lo que de alguna forma explicaría la baja de este último en cuanto a su importancia. Al transformarse en una sociedad más abierta, diversa y librepensadora, surgen nuevos temas y, por ende, nuevas preocupaciones lo cual podría ser una explicación plausible para la baja tanto en lo relativo a la religión, como en lo que concierne a la política.

Estos cambios se producen en forma paulatina, por tanto, todavía no alcanzan el nivel que permita situar a los chilenos dentro de lo que Inglehart y Welzel (2006) denominan "valores de autoexpresión", propios de las sociedades posmodernas desarrolladas en las cuales se ha logrado un nivel de seguridad socioeconómica tal que les permite enfocar su preocupación en cuestiones que tienen que ver con aspiraciones humanas universales, donde se facilita la autorregulación y la autonomía individual. Estos valores de autoexpresión fomentan el capital social vinculante por sobre el aglutinante, "tienden al humanismo y van en contra de la discriminación, hecho que les confiere un carácter procívico" (Inglehart y Welzel, 2006, p. 192).

De lo anterior, se desprende la necesidad de educar en valores cívicos tales como "la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respecto activo y el diálogo" (Cortina, 1997), cuestiones que están cotidianamente presentes en las relaciones interpersonales pero que probablemente no estén afianzadas en el Chile actual. Esto en tanto lo que se ha resaltado es el logro individual en una sociedad de consumo, lo cual ha conducido a relacionar el bienestar con lo material, coincidiendo con altos niveles de inseguridad y desconfianza hacia el otro. De alguna manera esto explicaría el retrotraimiento, el encierro que vive el ciudadano chileno promedio que pone rejas, cámaras y alarmas en sus casas para protegerse, se ha abandonado el espacio público, conocer al otro, dialogar, ser solidario, etcétera, son cuestiones que no se estiman necesarias, solo cuando son funcionales a alguna necesidad.

A partir de lo anterior, cabe preguntarse ¿hasta qué punto es positivo/negativo el individualismo? Si nos basamos en la teoría de la elección racional, cada quien intentará sacar mayores beneficios con el menor costo, ¿será efectivamente así? Claro, estamos insertos en un proceso de individuación constante y profundo que conduce a un debilitamiento de los vínculos sociales y una menor disposición espontánea a las lealtades. Esto se expresa en un menor grado de involucramiento de las personas respecto a la vida ciudadana, "la vida con otros, en una palabra, tiende a ser concebida más bajo el paradigma del contrato que del encuentro en el mundo de la vida" (Ministerio de Educación, 2004, p. 20), lo cual es propio de sociedades en las cuales prima el paradigma liberal de ciudadanía, donde el individuo es el eje, el aparato y los temas públicos solo son tenidos en cuenta desde un punto de vista funcional más que de participación, se tiende hacia el paradigma de la representación, hay un cierto grado de desimplicación ciudadana.

Por otra parte, esta visión contrasta con la idea de la autonomía individual como base para el desarrollo de los temas cívicos. Para Inglehart y Welzel no es real que el individualismo sea igual a egoísmo o actitudes anticívicas, de hecho, según los autores, la "individualización proporciona independencia social a las personas" (2006, p. 190), lo cual permite avanzar en la autonomía respecto a la elección humana. No obstante, creemos que, efectivamente, esta percepción de un individuo imbricado con los temas públicos y las problemáticas que le rodean no corresponde al Chile actual, no se han alcanzado los valores de autoexpresión.

¿Estamos a la deriva? ¿Cómo enfrentamos estos cambios? Hay mayor bienestar económico, hay cambios en costumbres y valores, hay mayor acceso a la información, pero no tenemos ciudadanos más involucrados, críticos y propositivos ¿qué hacer? Hay que asumir los cambios desde la base, la decisión acerca de cómo hacerlo debe necesariamente involucrar a los distintos actores, debe ser una decisión vinculante, una política pública de largo plazo, flexible y dinámica que permita su acomodo a los distintos contextos y realidades, que apunte tanto a temas de identidad, que permitan que el ciudadano se sienta parte de algo, como también a cuestiones relativas a la sociedad cosmopolita y globalizada.

Desde este punto de vista creemos que es el sistema educativo el que debe implementar una ideología como esta. Si asumimos que toda política pública implica un cambio social, una política educativa aún más, y en este caso se trata de formar ciudadanos para los nuevos tiempos que exigen nuevas competencias y capacidades.


¿Y nuestra educación cívica?

Así, una pregunta que surge es ¿qué entenderemos por educación cívica? Respecto a esto, nos parece interesante entenderla como "el conjunto de prácticas educativas que conducen al aprendizaje de la ciudadanía democrática" (Pedro, 2003, p. 239), porque efectivamente es importante para un país que vivió una dictadura militar aprender a vivir en democracia. Esto, desde nuestra perspectiva, tiene su fundamento en que, por una parte, quienes vivieron el régimen anterior a la instalación de la dictadura militar tenían ciertas expectativas en cuanto a la recuperación de la democracia, por ende, deben fortalecer los vínculos que se perdieron y comprender el nuevo contexto; por otra parte, están aquellos que nacieron en el esquema de democracia pactada con los militares a partir de 1990. En este segmento se encuentran los jóvenes de los cuales el sistema tenía que hacerse cargo en términos de su socialización con la vida en democracia, enseñarles el valor de la misma, la importancia de la participación política, la heterogeneidad del entorno, etcétera, todo indica que esto no se ha hecho del todo bien.

Claramente se han hecho esfuerzos por identificar falencias y dar respuestas, el tema es cuán efectivo ha sido esto. Entre los años 1999 y 2000, Chile fue parte de un estudio internacional de educación cívica llevado a cabo por la International Association for the Evaluation of Educational Achievement (en adelante IEA). En este estudio, la dimensión más importante, denominada "conocimiento cívico", situó a los estudiantes chilenos en la parte más baja de la tabla. Según el PNUD (2002, p. 131), citando el estudio antes mencionado, "los resultados fueron significativamente inferiores al promedio internacional (tabla 2) comparados con aquellos países de desarrollo medio y alto".

Una posible explicación radica en que, tal como dijéramos en párrafos anteriores, los planes y programas vigentes para los estudiantes primarios y secundarios eran los legados del régimen militar (a partir de mayo de 1980), en ellos "aparecían muy poco destacados algunos temas claves como la democracia y sus instituciones prácticas" (PNUD, 2002, p. 132). En la práctica educativa, esto implicó que la temática fuera tomada como una asignatura aislada, presente en el penúltimo año de la educación secundaria (tercer grado medio), con solo dos horas pedagógicas a la semana, quedando claro que "el énfasis de esta asignatura no era, obviamente, el desarrollo de conocimiento o competencias democráticas" (Reimers, 2007, p. 8), más bien correspondía a una introducción a las pautas del régimen que se intentaba imponer a través de una nueva carta constitucional.

El nuevo currículo, que se comenzó a aplicar el año 1997 en forma gradual, "contiene una importante cantidad de objetivos y contenidos relacionados con la educación ciudadana y la cultura cívica" (PNUD, 2002, p. 132), tanto para la educación primaria como para la secundaria, que es transversal; no obstante, está centrado en un sector y concentrado en un curso específico del currículo. La tabla 3 nos muestra en qué niveles están presentes los temas relacionados con la educación cívica.

Elaboración propia con base en planes y programas vigentes para el sistema educativo chileno que, si bien ha sufrido modificaciones, estas solo han sido formales, como mover de un nivel a otro los contenidos.

Efectivamente, si bien los temas de formación ciudadana tienen un carácter transversal y en el papel se prepara al educando para la sociedad democrática, en lo concreto los contenidos están presentes en tres sectores. Entonces, por una parte, si bien en la asignatura de Lenguaje y comunicación, a partir del quinto año básico y hasta el cuarto grado de secundaria; Filosofía y psicología, en tercer y cuarto grado de secundaria, y Orientación y consejo de curso, desde quinto de primaria hasta cuarto de secundaria "contienen objetivos y contenidos referidos a formación ciudadana en términos de conocimientos, habilidades o actitudes que la fundan y desarrollan" (Ministerio de Educación, 2004, p. 36), donde más claramente están explicitados es en octavo de primaria y en primero de secundaria, en aquellos temas que hemos marcado con negrita.

Por otra parte, lo que nos muestra el cuadro anterior son tres sectores distintos (Comprensión del medio natural y social, Estudio y comprensión de la sociedad e Historia y ciencias sociales), pero en realidad es la nomenclatura que se dio, con la reforma, a la clásica asignatura de Historia y geografía (universal y de Chile), presente de primero de primaria a cuarto de secundaria, por tanto, salvo en los primeros niveles de educación primaria, la materia es desarrollada por profesores de Historia y Geografía.

Ahora bien, podemos considerar suficiente la explicación para los resultados obtenidos en el estudio del IEA 2000, Chile estaba pasando por un proceso de acomodo. Una década después, 2010, fueron puestos a disposición del público los resultados del 'Estudio internacional sobre educación cívica y formación ciudadana', que para el caso de Chile fue aplicado entre los meses de octubre de 2008 y junio de 2009 a niños de octavo grado (último nivel de la educación básica) cuya edad es 14 años, por tanto, nacieron en democracia y su currículo corresponde íntegramente al de la reforma educacional implementada a partir de 1997.

El resultado del estudio indica que la ubicación de Chile está significativamente por debajo del promedio internacional, el promedio es 500 puntos y obtuvo 483, situándose en el lugar número 24 de 36. En la comparación de los datos del 2010 con los del 2000, se mantiene en la misma posición, es decir, tras una década, con reforma de por medio, Chile no se ha superado.

Respecto a lo anterior, el análisis que el gobierno de Chile hace por intermedio del Ministerio de Educación acerca de los datos, apunta a compararse con los otros cinco países latinoamericanos que participaron del estudio y no hace mención de los resultados respecto de países de la OCDE. Afirma que "Chile obtuvo mejor desempeño que los otros países latinoamericanos participantes: Colombia, Guatemala, México, Paraguay y República Dominicana" (IEA, 2010, p. 17). Dice, en relación con este último, que tiene "un rendimiento muy superior". No está de más apuntar que ninguno de los países mencionados pertenece a la OCDE, por ende, creemos que la comparación no es la correcta.

En líneas generales, podríamos decir que es un informe autocomplaciente y poco crítico, se limita a exponer datos, hacer comparaciones o constatar cuestiones de dominio público como que "en Chile hay diferencias en el rendimiento de los estudiantes de acuerdo con su nivel socioeconómico. A medida que aumenta el puntaje en el índice de nivel socioeconómico, aumenta el puntaje en la escala de conocimiento cívico" (IEA, 2010, p. 19) sin pronunciarse acerca de cómo salir de la situación.

Difícil es identificar con claridad donde está la falla. El gobierno, por intermedio del Ministerio de Educación, declara sus mejores intenciones sobre el tema, los planes y programas educativos, los cuales, supuestamente, proporcionan los contenidos suficientes para orientar la labor docente. Los profesores, por su parte, asumen que están preparados para enfrentar la situación en el aula, los datos indican otra cosa.

Múltiples preguntas surgen a partir de lo anterior, ¿cómo se refleja en la práctica docente la concreción de esos contenidos? ¿Cómo son tocados y traspasados por los docentes encargados? (los manejan, se sienten preparados, han sido familiarizados con los temas, etcétera); por otra, ¿cómo son puestos en práctica?, es decir, solo nos quedamos en el nivel teórico o pasamos a la praxis de los contenidos, ¿cómo se puede tener un discurso democrático si la práctica docente es autoritaria? Respecto de esto, el estudio "recogió información sobre cómo efectivamente se imparte la formación ciudadana en cada establecimiento y también sobre cómo idealmente debería impartirse" (IEA, 2010, p. 30), desde nuestra perspectiva la información que nos proporciona el estudio es paradojal. Según este, "los educadores chilenos se sienten más seguros que el promedio de profesores a nivel internacional al enseñar temas relacionados con la educación cívica y la formación ciudadana" (IEA, 2010, p. 32), lo cual contrasta con la percepción que tienen los jóvenes en cuanto a que la educación cívica que se imparte debería mejorar.

Esto nos pone en una encrucijada, a simple vista hay una inconsistencia entre los alumnos y los profesores, en tanto los resultados de los primeros en el estudio, más la percepción de los jóvenes involucrados en la sexta Encuesta de Juventud a la cual hemos aludido, no concuerda con la seguridad que expresan los docentes para enseñar ciudadanía. Además surge una duda razonable, si están capacitados y se sienten seguros, entonces ¿por qué tan mal resultado? Una respuesta tentativa podría ser que los temas no son los adecuados al contexto, es decir, podría haber una falla en planes y programas de estudio, algo que podría ser válido toda vez que, de la lectura de estos, una preocupación que surge es la opción que toman las autoridades respecto a la formación ciudadana.

Relativo a lo anterior, la elección que se ha hecho, en primer lugar, destaca la dimensión de la ciudadanía como estatus legal, una ciudadanía pasiva, es decir, al cumplir con la mayoría de edad se adquiere el estatus de ciudadano y, por ende, todos los derechos vinculados a él. En segundo lugar, y ligado a lo anterior, se nota muy poco la dimensión de los deberes, cuestión de suma importancia para el sistema democrático en tanto permite que el individuo asuma sus responsabilidades para con el entorno, no solo debe saber reclamar lo que le corresponde, sino también lo que le compete como parte integrante involucrada en el desarrollo y perfeccionamiento del sistema. Esto concuerda con que, según el IEA 2010, "el tema que los profesores chilenos se sienten más seguros de enseñar es Derechos y responsabilidades de los ciudadanos".

Claro está que quienes elaboran planes y programas educativos eligen un determinado camino, no es algo dejado al azar, por tanto, debemos colegir que quienes están encargados de la mencionada labor tienen identificadas, por ejemplo, situaciones dicotómicas importantes para tener en cuenta al momento de tomar decisiones, por ejemplo "unidad versus diversidad" o "dependencia versus conexión", cuestiones a las cuales nos enfrentamos cotidianamente. Desde nuestra perspectiva, un currículo que apunte al nuevo contexto debería contemplar que los estudiantes aprendieran "acerca de las complejas relaciones entre unidad y diversidad en sus comunidades locales, la nación y el mundo" (0sler y Starkey, 2004, p. 10) y la forma en que las "personas en su comunidad, nación y región son cada vez más dependientes de otras personas alrededor del mundo y están conectadas con los cambios económicos, políticos, culturales, ambientales y tecnológicos que están teniendo lugar a lo largo del planeta" (0sler y Starkey, 2004, p. 10).

Ahora bien, lo que el IEA 2010 nos deja respecto de esto, es que los profesores, dentro de los objetivos que les proponen como relevantes para la educación cívica y formación ciudadana6, no les dan tanta relevancia a cuestiones como "promover el respeto y protección del medio ambiente", "promover la participación de los estudiantes en la comunidad" y "apoyar el desarrollo de estrategias efectivas para la lucha contra el racismo y la xenofobia", cuestiones que están en directa relación con temáticas emergentes relativas al entorno, la diversidad y el rescate de la vida en comunidad.

Una cuestión relevante para mencionar, aunque no desarrollaremos en esta oportunidad, es lo relativo a la educación superior. La pregunta que surge es cómo se está preparando a las futuras generaciones de profesores primarios y secundarios, tanto en el plano teórico, es decir, los contenidos que tienen las mallas curriculares de las carreras de pedagogía involucradas tanto directa como indirectamente en el proceso de formación ciudadana, como en el práctico, es decir, las técnicas educativas de acuerdo con los nuevos tiempos y de lo que se pretende se entregue. Un vistazo somero a los trayectos de algunas carreras de pedagogía, como la de Historia y Ciencias Sociales, nos permite concluir que no se están haciendo cargo del tema de la formación ciudadana en forma explícita, quizás hace parte implícitamente, pero a simple vista no se ven los elementos teóricos que permitan a los futuros docentes hacerse cargo de los hoy denominados temas emergentes o de introducir a los jóvenes en lo que significa la vida en una sociedad democrática, abierta y pluralista.


Jóvenes y política: necesidad de una formación ciudadana

Desde mediados de los noventa toma importancia el tema relativo al no interés de los jóvenes por la política. Tanto desde el ámbito académico como del político se comenzó a analizar la situación, sobre todo desde la perspectiva institucional, es decir, cómo afectaba la no inscripción de los jóvenes en los registros electorales al sistema político. Se comenzó a hablar de la desafección de ellos en relación con la política, la cual fue vinculada con apatía, falta de interés, alienación política, entre otros. La pregunta que surge es ¿podrá estar desafecto un joven? Es pertinente si entendemos que esto implica una fase previa, manifestar cierta afección, en este caso por la democracia. En este sentido, ciertamente quienes están vinculados a generaciones previas al quiebre democrático podrían sentir esta desafección toda vez que tienen un punto de comparación, la edad de quienes pertenecen a esas generaciones superan los 50 años. Los jóvenes, que pertenecen al tramo etario que va de 15 a 29 años, no tienen ese punto de comparación, además, vinculado a lo expuesto en el punto anterior, el sistema educativo no les ha brindado una educación que permita formarlos cívicamente, por tanto, no han tenido un referente claro de lo que implica la vida en democracia, no tienen internalizado el principio.

Desde este punto de vista, los datos que nos aportan las encuestas de juventud refuerzan nuestra percepción. El gráfico 1 nos muestra cómo ha evolucionado la posición de los jóvenes frente a la democracia como sistema de gobierno.

La década del 2000 nos muestra un fenómeno interesante. Los jóvenes que piensan que la democracia es preferible a cualquier otro tipo de gobierno tiene altibajos y la última entrega es preocupante, solo el 43% la prefiere. Si esto lo complementamos con el gráfico 2, la situación se revela un poco más compleja.

Desde nuestra perspectiva, lo que nos muestran los datos es una pérdida de legitimidad del sistema democrático entre el segmento joven. Que en 2009 el 38,6% de los jóvenes encuestados se manifiesten indiferentes y asuman como alternativa un gobierno autoritario nos debe dar que pensar. Lo anterior en el entendido que, por una parte, el rango de 15-18 años, es decir, jóvenes que cursaron la enseñanza secundaria tanto para la entrega de 2006 como de 2009 de la encuesta, tiene dos características importantes, nacieron en democracia y en ambos momentos ya habían pasado por el currículo con reforma, entonces ¿por qué hay una baja?, ¿no debería ser más sólido el apoyo? Por otra parte, en el caso del rango de 18-29 años, si tomamos como ejemplo la inscripción en los registros electorales, dentro la batería de alternativas vinculadas al por qué no está registrado, la que concita mayor porcentaje es "porque no me interesa la política", con el 34,7%, el resto de las alternativas que tienen que ver con lo político como "porque pienso que la política no soluciona los problemas", "porque no me siento representado por ningún sector político", "porque desconfío de la clase política", suman 28,6%, en cuanto a la participación en partidos políticos, al 89% de los encuestados no les interesa.

A partir de lo anterior, asumimos que, para superar este estado de cosas, es necesario contar con ciudadanos comprometidos, "los buenos ciudadanos muestran un sentido de lealtad al estado y un sentido de la responsabilidad a la hora de atender sus obligaciones; por tanto es necesario que cuenten con la preparación necesaria para este tipo de participación cívica" (Heater, 2007, p. 13). Por tanto, para lograr dicho objetivo, debemos brindarles una buena formación cívica, de hecho "la calidad de la vida cívica depende, en una medida muy importante, de la educación que la comunidad política sea capaz de brindar a sus nuevos miembros mediante la escuela" (Ministerio de Educación, 2004, p. 9) que, claramente, es una parte dentro del complejo proceso de socialización política y desde este punto de vista, no solo la escuela se preocupa de ella, sino más bien es una labor integral que parte de lazos primarios como la familia.

Por ende, para superar los altos niveles de apatía y desinterés por los asuntos públicos, es necesario contar con "una educación cívica que incorpore la complejidad actual del ejercicio de la ciudadanía debe ser multidisciplinaria, participativa, interactiva, relacionada con la vida, llevada a cabo en un ambiente no autoritario, enterada de los desafíos de la diversidad social y con la colaboración de los padres y la comunidad, además de la escuela" (PNUD, 2002, p. 134), si esto fuera posible, tendríamos ciudadanos comprometidos, en términos individuales, con su comunidad y para con el sistema; por ende, cabría la posibilidad, por ejemplo, de aumentar la confianza interpersonal7. Esto último es una carencia que ha mermado el capital social vinculante, lo cual "podría estar originando no solo los problemas de la democracia en la región, sino también los del desarrollo, retroalimentando a su vez los problemas de consolidación de la democracia" (Nohlen, 2002, p. 146).

Lo anterior es coherente con la confianza que demuestran los jóvenes hacia las instituciones políticas y quienes las representan. Congreso y parlamentarios, partidos y políticos se ubican al fondo de la tabla, al igual que poder judicial y jueces y municipios y alcaldes. Es decir, las instituciones y quienes las encarnan no son percibidas como entes confiables, lo cual podría explicar el discurso de los jóvenes que apunta a que en Chile no hay democracia. Cabría preguntarse si esto último obedece a una consigna o a algo que creen, ya que si bien concordamos en que la democracia chilena es imperfecta y que, básicamente, cumple parámetros formales, distinto es decir que no existe.

Esto podría ser un llamado de atención en términos de educación para la democracia, toda vez que habría que analizar qué es lo que se entiende por democracia, qué se espera de ella y cuánto colabora el ciudadano en consolidarla. De ahí lo importante que sea preparar ciudadanos enterados de sus deberes y derechos, que tienen opinión informada acerca de política, que comprenden, por ejemplo, que el desarrollo económico no es más importante que la democracia y que existen diferencias entre el desempeño de los gobiernos de turno y el funcionamiento general del sistema.

Así, el reconquistar la democracia también implicaba recuperar la ciudadanía. Respecto de esta, si bien con la vuelta a la democracia se recobraron los derechos civiles y políticos y se han extendido los derechos culturales, y, en general, se nota una sensibilidad mayor para con ciertos temas como los derechos humanos, tolerancia, diversidad entre otros, simultáneamente "se degradaron los derechos sociales y económicos, aumentando de manera inédita el desempleo, la pobreza, la desigualdad y la exclusión" (Iriarte et al., 2003, p. 4). Particularmente para el caso de Chile una cuestión que no ha tenido solución es la distribución del ingreso, esta se ha agudizado en casi dos décadas, muy pocos se están llevando mucho y muchos se llevan poco, una paradoja en un país que dice tener muy buenos indicadores macroeconómicos.

Pero además, el concepto de ciudadanía ha mutado. Tras la vuelta a la democracia nos encontramos con un escenario distinto, la identificación de antaño, entre ciudadano y Estado-Nación, traducida en una fuerte sensación de pertenencia que se vio respaldada, en el curso del tiempo, "por el desarrollo, o más bien la conquista, de los derechos sociales", queda trastocada con el proceso de globalización que vive el mundo, "este proceso tiende a debilitar la importancia de la referencia territorial y, por lo tanto, a socavar los fundamentos de la ciudadanía tradicional" (Assies, 2002, p. 65), de alguna manera la aldea global mina las raíces de la estructura ciudadana clásica vinculada al Estado de bienestar y a los partidos políticos de masas que articulaban a las clases trabajadoras, que coordinaban los intereses colectivos, los ordenaban y presentaban como demanda al Estado. Esto ya no está y el ciudadano queda a la deriva en el nuevo orden.

Es necesario, por ende, reeducar a la población para el escenario democrático, sobre todo pensando en las generaciones futuras. Son los jóvenes quienes más pierden sino tienen claro hacia dónde va el sistema; desde este punto de vista, la formación ciudadana debe ser considerada como un "proceso de transmisión del conocimiento público, de los valores y de las prácticas relativas a la cohesión política y social de una generación a otra" (Ministerio de Educación, 2003, p. 14), no se debe perder el hilo conductor que permite fortalecer el sistema y mejorarlo.

El distanciamiento de la política es notorio en los jóvenes, no ven los espacios para manifestarse, no sienten que al mundo de la política le interesen sus temas y, por ende, no se sienten identificados. Así, desde este punto de vista, la formación cívica debe ser entendida como un "proceso a través del cual los valores y las identificaciones con los grupos cobran un sentido personal y particular" (Ministerio de Educación, 2003, p. 14), es decir, tenemos dos procesos, uno a nivel de sociedad y otro a nivel individual que es necesario de concretar.

Todo indica que el apoyo irrestricto al régimen democrático en Chile no es, como tal, algo preocupante y contradictorio si se considera que ha tenido resultados favorables respecto al desarrollo económico, apareciendo como un país estable en comparación con el resto de los países latinoamericanos y, por tanto, ejemplo a seguir. Pero lo económico no es todo, los datos que nos aportan los distintos estudios de opinión y encuestas nos revelan que actualmente en Chile hay un claro déficit en cuanto a ciudadanía activa se refiere. ¿Qué queda para las generaciones futuras? ¿Cómo enfrentamos el escenario de carencias cívicas y distanciamiento de la política? ¿Cómo mejoramos nuestra democracia? Son preguntas difíciles de responder en este momento, están abiertas.


Se puede concluir

Creemos que, a la luz de los datos expuestos y las lecturas realizadas, existe una correlación positiva entre educación cívica y formación ciudadana acerca del distanciamiento de la política. Desde este punto de vista, la falencia se evidencia en el sistema educativo chileno al analizar la situación de planes y programas, que si bien incluyen teóricamente y en forma de objetivo fundamental transversal el tema de la educación cívica, la práctica educativa parece estar indicando que no se está llevando a cabo en forma efectiva, lo cual queda refrendado en los datos que nos muestran los estudios internacionales y las encuestas nacionales que hemos tomado como referencia.

Luego de más de una década de aplicación progresiva del nuevo currículo y con varios cambios de por medio, el balance es poco auspicioso toda vez que estamos en la misma posición que hace diez años en cuanto a la prueba internacional de educación cívica, lo cual es consecuente con los niveles de apego a la política y la participación en todo lo que tenga que ver con ella.

Complejo es constatar que los indicadores parciales recogidos de las encuestas de jóvenes aplicadas por el Instituto Nacional de la Juventud y en distintos barómetros nos muestren que la situación no es del todo satisfactoria respecto del apoyo a la democracia como sistema a consolidar, al igual que la importancia de la política, los partidos políticos y la participación en organizaciones de toda índole. No se visualiza ningún tipo de reacción al orden establecido y lo que es más preocupante aún, todo el entramado institucional base de la democracia está en entredicho con la ciudadanía y, además, se estaría produciendo una desafección política no democrática.

Desde este punto de vista, nos hace mucho sentido la afirmación que apunta a que la educación cívica se habría transformado "en uno de los elementos capitales de cualquier proclama acerca de lo que se espera de una buena educación y, sobre todo, de una buena educación escolar y, al mismo tiempo, se ha erigido en la panacea contra la desafección política" (Pedro, 2003, p. 235), pero, para que se transforme en un remedio efectivo, la enfermedad tiene que estar bien identificada. Desde este punto de vista, hay que definirla y, por sobre todo, la clase política debe querer mejorar la situación, de otra forma esta no cambiará.

Es por lo dicho en el párrafo precedente que el problema debe ser visto desde un punto vista político ya que a lo que nos estamos refiriendo es a la implementación de políticas educativas. Esto quiere decir que se requiere una acción decidida por educar a las generaciones futuras, enseñarles la importancia de tener opinión, de participar e involucrarse con el entorno, para lo cual es necesario establecer relaciones vinculantes y ocupar los espacios públicos. Lo anterior implica, por ejemplo, fomentar la asociatividad desde un punto de vista democrático, que sea aporte para el desarrollo personal, comunitario y del sistema en general. Esto es importante ya que la asociatividad per se no es el remedio porque, tal como lo afirma Cefai (2003, p. 95), "la adquisición de competencias para recoger información, entender mecanismos gubernamentales, organizar energías militantes o dominar el arte de la retórica puede también utilizarse para fines antidemocráticos", lo cual se ha visto en la proliferación de grupos como por ejemplo las denominadas "barras bravas" vinculadas con el fútbol, que no tienen que ver mucho con el mejoramiento del sistema democrático.

Todo esto se aprende desde la base, pero también tiene que ver con esclarecer lo que se va a entender por democracia. En esto cumple un rol importante la clase política, el derrotero lo deben marcar y dar el ejemplo, es decir, resulta una paradoja que el discurso político este plagado de llamados a la democracia, no obstante que los partidos políticos sean profundamente antidemocráticos al elegir sus directivas o nombrar candidatos a las elecciones de cualquier tipo. Es necesaria la coherencia y no producir disonancia, esto solo confunde al ciudadano que necesita un discurso claro, tener dónde asirse y así poder tomar sus propias decisiones.



Notas

1 Siguiendo las encuestas nacionales de juventud, asumiremos al segmento joven como aquellos individuos cuyas edades fluctúan entre los 15 y 29 años.

2 Las encuestas de juventud se hacen cada tres años desde 1994, el responsable es el departamento de estudios y evaluación del Instituto Nacional de la Juventud, Injuv, (http://www.injuv.gob.cl), este último vinculado al Ministerio de Planificación. Para este trabajo se han utilizado los datos de la tercera (2000), cuarta (2003), quinta (2006) y sexta (2009) Encuesta Nacional de Juventud.

3 Esta implicaba el exterminio del denominado enemigo interno, el marxismo, por tanto se da paso a la persecución ideológica, prohibición de la actividad partidista, control de los medios de comunicación, entre otras medidas.

4 Según la sexta Encuesta Nacional de Juventud (2009), la participación en organizaciones de índole política en general es baja, la que tiene mayor adhesión es el "centro de alumnos", 7%; seguido por "movimientos organizados por cuestiones coyunturales", 5,9%; al fondo de la tabla, sindicatos u organizaciones profesionales, 2,8% y partidos políticos, 1,4%

5 A partir de enero de 2010 es el miembro número 31 de la organización y el primer país suramericano en ser aceptado.

6 Se les propone una lista de 10 objetivos posibles y se les pide identificar los tres que les parecen más importantes.

7 En este ítem, Chile se encuentra, respecto de Latinoamérica, en posiciones intermedias, aproximadamente a 10 puntos porcentuales de aquellos países con mayor nivel de confianza interpersonal, Costa Rica y Honduras. Ver Luna, J. y Seligson, M., óp. cit., p. 174.



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