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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

versão impressa ISSN 1657-8953

Civilizar vol.13 no.24 Bogotá jan./jun. 2013

 

Carta del Director

Ignacio Restrepo Abondano


Cuando se piensa en lo que significa "educar" se presentan numerosas reflexiones que conducen a un no disimulado pesimismo. Proveniente del verbo latino educere, tiene su más remota raíz en "extraer", lo que significa que de un niño y un joven, que son un "diamante en bruto", se extraen unas aristas y un brillo que los hacen valiosos dentro de la familia y dentro de la sociedad. En el niño y en el joven, lo mismo que en el adulto, existe una capacidad de perfección humana e intelectual que va saliendo a la luz mediante la educación que sobre él ejercen la familia, la escuela, la universidad y, en último término, la vida. Porque la vida nos pule con sus realidades y nos enseña día a día cosas nuevas que enriquecen nuestro carácter y nuestros conocimientos.

Y me refiero a pesimismo en la labor de educar, debido a dos factores, el uno estructural y el otro coyuntural. Nadie puede negar que las estructuras sociales en las cuales hoy se encuentra la niñez no son las más propicias para una educación que afecta fundamentalmente la personalidad mediante los valores. La familia se encuentra en crisis. No en vano se dio el resultado de una última encuesta según la cual en Colombia solo el 19% contrae matrimonio. Lo demás es el embarazo infantil con las delicadas consecuencias que de ahí seguirán para el niño; la unión libre, por su misma naturaleza inestable, que de hecho deja grandes porcentajes de infantes al cuidado de uno solo de sus progenitores (en el mejor de los casos), cuando no abandonados y engrosando el número de innominados del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, o en peores circunstancias aún. Y ahora las instituciones jurisdiccionales, ante la moda, se aprestan a aceptar la familia entre dos personas del mismo sexo, con el derecho a adoptar... En todas estas circunstancias, los traumas psicológicos y sociológicos de los niños van a hacer prácticamente imposible su educación por falta de un hogar del que carecieron, y en el caso de que de alguna manera tengan acceso a una institución educativa, y no queden al garete haciendo piruetas en las esquinas, mendigando por propia necesidad o al beneficio de algún explotador que los mantenga a sueldo de hambre, que los maltrate y que los convierta en delincuentes, con lo cual tarde o temprano irán a algún reformatorio o a la cárcel, la peor de todas las escuelas de Colombia.

En el campo de lo coyuntural, las drogas nuevas que aparecen cada día; las tecnologías que distraen la concentración mental del estudiante aun a nivel de posgrado, como personalmente lo he comprobado; los escándalos en los cuales se especializan la radio, la televisión y todos los medios modernos; el abuso de las escenas de sexo y de violencia, de cuya responsabilidad tratan inútilmente de escaparse los medios diciendo "los menores deben estar acompañados por un adulto", adulto que ni está presente y que de estarlo no se preocupa -sino en raros casos- por educar al niño o al joven frente a las barbaridades que se presentan; los sitios de pornografía de Internet, que ayer hizo crisis aun en un país tan liberal como la Gran Bretaña, donde las autoridades buscan cómo censurarla; las masacres diarias, el robo y en general la descomposición de la sociedad que están dejando al niño y al joven en una verdadera Vanomía de valores y de conocimientos para la vida.

Qué de extraño tiene entonces que profesionales graduados en las mejores universidades terminen en escándalos monumentales como vemos a diario. No son, ciertamente, la educación en valores y una verdadera ciencia las que los conducen a una cadena de corrupción, que parece no tener fin en Colombia.