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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

versão impressa ISSN 1657-8953

Civilizar vol.13 no.25 Bogotá jul./dez. 2013

 

Carta del director

Ignacio Restrepo Abondano

Nuestra educación, al menos la primaria y la secundaria, sigue en situación de inferioridad frente a la casi totalidad de los países de alto desarrollo y aún de países de desarrollo mediano semejantes al nuestro: la prueba Pisa del año pasado constituye un argumento definitivo al respecto.

El asunto es que si bien hemos mejorado levemente en lectura, en ciencias y en matemáticas, los otros países que entraron en comparación con Colombia crecen a un ritmo superior, lo cual significa un atraso relativo, que parece ir aumentado en cada nueva medición.

Preguntaba un periodista a la actual Ministra de Educación, sobre quién era el responsable de esta situación y la gran mayoría de respuestas, según la ministra, responsabilizaba directamente al Gobierno Nacional.

Es posible, pensamos nosotros, que indirectamente la culpa recaiga en el gobierno, por no haber manejado, de tiempo atrás, políticas públicas eficientes en materia de educación. Pero no podemos negar que unos profesores sindicalizados, que rechazan -incluso con huelgas y violencia callejera- cualquier evaluación, llevan la mayor responsabilidad en la deficiente preparación educativa de nuestra juventud.

No es necesario insistir en modelos pedagógicos inadecuados como el aprendizaje de memoria alejado de todo esfuerzo para la capacidad analítica. Ni en las condiciones materiales de algunas instituciones educativas, rurales y aún urbanas, que suponen ausencia de profesores, incomodidad física, falta de recursos económicos, etc.

Pero sí es necesario fijarnos en que debido a esas y otras circunstancias, la capacidad de comunicación oral y escrita, el razonamiento abstracto y la capacidad de análisis de los estudiantes, son una "rara avis" en nuestro medio educativo.

Es queja común de los profesores la falencia en conocimientos y destrezas intelectuales con que llegan nuestros bachilleres a la universidad. Con contadas excepciones, estos no saben leer, no quieren leer y si leen no entienden lo leído. No tienen ni idea de redactar y evitan, frecuentemente, enfrentarse a cursos que supongan el razonamiento matemático. Con razón se habla de añadir un año a los estudios secundarios, porque, de hecho, el primer año de la universidad se ha convertido en una especie de pregrado, útil para insistir en la lectura, en la escritura, en la matemática y en la orientación profesional. Y no es que el grado 12 de bachillerato vaya a corregir esos problemas, sino que puede ser un medio para llenar algunos vacíos que vienen desde el kínder.

Lo que la educación colombiana está pidiendo a gritos es un cambio de modelo casi que en su totalidad. Lo cual, tiene por comienzo, cambiar la mentalidad de algunos profesores que todavía aplican sistemas de enseñanza superados hace muchos años. Lo segundo es formar a estos docentes para preparar a los estudiantes que cada día, se ven sometidos a una mayor competencia, preparación y comparación. Esa parece ser, inexorablemente, una de las consecuencias de la globalización que nuestros docentes tradicionales aún no parecen saber en qué consiste.