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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

versão impressa ISSN 1657-8953

Civilizar vol.15 no.29 Bogotá jul./dez. 2015

 


Claudio Calabrese (2014). Heidegger.
Desde la experiencia del pensar. Debajo y a través de los altos abetos
*

Tamara Saeteros**

* Editorial: Vórtice. Ciudad: Buenos Aires, páginas: 94.

** Doctora en Filosofía Contemporánea y Estudios Clásicos por la Universidad de Barcelona. Docente investigadora en la Fundación Universitaria Cervantina San Agustín, Bogotá-Colombia.
Correo electrónico: tamara.saeteros@gmail.com

Recibido: 05 de mayo de 2015 / Revisado: 18 de agosto de 2015 / Aceptado: 02 de septiembre de 2015

Para citar esta reseña use: Saeteros, T. (2015). Reseña: Claudio Calabrese (2014). Heidegger. Desde la experiencia del pensar. Debajo y a través de los altos abetos. Revista Civilizar Ciencias Sociales y Humanas, 15(29), 227-230.


He interpretado el llamado heideggeriano a
"dejar que el ser se manifieste" como un intento
de que el conocimiento, en el sentido más amplio
que pueda dársele, no quede prisionero de la
medida humana

(Calabrese, 2014, p. 86).

Con estas palabras Claudio Calabrese declara hasta qué punto ha logrado sintonizar, en su tarea de traductor y comentador del escueto escrito heideggeriano, con el sentir del propio autor en su conocido afán por atajar el "olvido del ser" y permitirle su completa manifestación, sin la traba de la mediación humana.

Conviene remarcar que, con su comentario, el destacado filólogo argentino hace gala de su pericia en el dominio del alemán al emprender la traducción de tan difícil lenguaje como es el de Martin Heidegger. Pero, aunado al interés filológico e histórico contextual, se ha de destacar también su acierto como filósofo que interpreta el sentir escondido en las palabras de un pensador que, como bien presenta Calabrese, prefiere no definir nunca sus alcances sino que "gira en su entorno para ampliar los círculos concéntricos que va creando" (p. 37).

De ahí que, a nuestrojuicio, uno de los grandes méritos de Calabrese haya sido recorrer junto a Heidegger sus propios círculos concéntricos para intentar reconstruir los significados que ha pretendido desvelar y/o descubrir al lector, el cual puede comprobar con satisfacción cómo ante él se abre un nuevo horizonte de sentido que le permite comprender algo de la "experiencia del pensar". Para Calabrese: "Comentar es uno de los sentidos posibles de interpretar, de realizar una determinada hermenéutica, que se define como un método de explicación y exposición interpretativa de textos y que se propone rescatar la vitalidad de la letra" (p. 22).

En consecuencia con esta expresión, Calabrese interpreta a Heidegger comentando línea por línea las pocas palabras con que describe un paisaje inusitado que relaciona el pensar y sus batallas históricas con la manifestación de la naturaleza que vive y palpita. Consideramos que el comentador logra sobradamente su objetivo de rescatar la vitalidad del texto escrito, al transportar al lector a ese escenario natural que evoca Heidegger y al saber desentrañar su intrínseca relación, a primera vista inexistente, con la dramática descripción de la experiencia del pensar.

Nos detendremos en algunos puntos que el comentador ha clarificado prolijamente a partir del texto que tradujo. Para introducir el comentario, Calabrese señala como núcleo de la obra la invitación heideggeriana a pensar el ámbito previo a toda cuestión (cf. p. 28). En este sentido, volver a lo impensado, no es volver a dar a luz a la filosofía, pues no se trata de una deconstrucción de la misma, ni de una refundación como pediría Descartes. De hecho, Heidegger piensa que estas acciones ya se han intentado en la historia de la filosofía y lo único que han conseguido es no volver a hallar el fundamento perdido y buscado, recorriendo en innumerables ocasiones los senderos ya transitados. Por su parte, lo impensado sí que es nuevo, pues es lo que aún no se ha obrado, lo que no se ha considerado, lo que se ha olvidado y es allí hacia donde ha de volverse para hallar el punto de partida del auténtico camino del pensar (cf. pp. 64-65).

Sin embargo, para poder llegar hasta lo impensado, es imprescindible la actitud esencial por la que se despertó el pensar en Grecia: thaumaston, definida por el comentador como la "interrelación entre la concatenación lógica de los sucesos y lo inesperado con que justamente acontecen" (p. 29), y el estado psicológico que produce que es el asombro ante los fenómenos.

No obstante, puntualiza Calabrese, el asombro no se queda paralizado ante lo enigmático, sino que "pone en movimiento el grado primero y fundamental del saber: la pregunta" (p. 29). Y añade que este retorno a la experiencia filosófica fundamental, aunque no implique necesariamente una reflexión sobre el lenguaje, para Heidegger, surgirá precisamente de aquella reflexión, por la cual se descubre la "confluencia originaria del ser en el lenguaje que constituye nuestro ser específicamente humano" (p. 30). Aunque el encontrarse con los límites del lenguaje hace patente la imposibilidad de fundar una theoria, lo que conduce a Heidegger a la reflexión sobre la poesía, lugar en el que el lenguaje deviene auténticamente la "casa del ser" y el "lugar donde el ser se dice" (p. 31).

Una vez que el filólogo argentino esclarece el sentido del comentario que ha emprendido, dedica el extenso capítulo III a la explicación, línea por línea, de la obra de Heidegger. Interesa de modo particular cuando, en el segundo apartado de este capítulo III, establece cuál será la estructura de la obra, organizada en tres tramos: proemio, momentos de la physis y epílogo.

A partir del proemio, Heidegger propondrá "caminar nuevamente la senda que ha quedado oculta por la práctica de la teorización" (p. 34). De modo atinado, indica Calabrese que esto no implica un vuelco hacia la irracionalización del pensamiento sino "un intento por retomar los fundamentos de la razón" (p. 34). El sendero que se propone es la poesía, en tanto "tronco vecino" que diría Hõlderlin... vecino al de la filosofía porque no se opone a ella, sino porque puede tener, junto a ella, un recorrido común (p. 36).

Llegados a este punto, el autor del comentario realiza una excelente referencia al pensamiento clásico, cuyo acierto consiste en mostrar, con palabras aristotélicas, la naturalidad por la que el sendero del pensar se encuentra siempre con la presencia del misterio. Citamos in extenso:

Esta disyuntiva enlaza perfectamente con un pasaje de la Metafísica (993b) de Aristóteles: respecto de la verdad no es posible que la alcance completamente alguien ni que yerren todos, sino que cada uno contribuya poco o nada. La dificultad queda implícita en el hecho de alcanzarla en su conjunto, sin ser capaces de llegar, con claridad, a una parte de ella.

Y luego el bello remate de Aristóteles: "La causa de esto no está en las cosas, sino en nosotros mismos. En efecto, como los ojos del murciélago respecto de la luz del día así se comporta el entendimiento de nuestra alma respecto de las cosas que, por naturaleza, son las más evidentes de todas" (p. 36).

Consideramos que cuando el autor titula su comentario así: "Martin Heidegger y los ojos del murciélago", está justificando de alguna manera el enigmático proceder del filósofo e incidiendo en la primordial intención de todo su pensamiento que se cifra en el proyecto de pensar lo impensado. Si a nuestros ojos y a nuestro pensamiento le puede parecer esto demasiado oscuro, es lo más natural si se tiene en cuenta que se trata de un camino olvidado, poco transitado y que se desmarca de aquel que, durante siglos, ha recorrido el pensar occidental. Concorde con el sentir aristotélico, Calabrese afirma que la causa de esto "no está en las cosas, sino en nosotros mismos" (p. 37), puesto que es preciso salir de un paradigma inveterado para lograr el "recuerdo" del ser.

En el tercer apartado del capítulo central que venimos glosando, parece que los "ojos del murciélago" alcanzan a vislumbrar algo de la claridad del día, pues el comentador "traduce" para nosotros, no solo el alemán del autor, sino su propia mente. Al explicar los momentos de la physis, escribe:

Cada uno de estos momentos, diez en total, se encuentran distribuidos de la siguiente manera: en la página izquierda hay un breve texto en prosa de alto contenido poético; se trata, en todos los casos, de una subordinada temporal, es decir, la expresión de una circunstancia determinada: distintos momentos de un día se encuentran allí concentrados.

En la página enfrentada a ésta, Heidegger despliega una serie de aforismos o, más bien, sentencias, vertebradas a partir de aquella subordinada temporal, que menciono en el párrafo precedente y que sigue los distintos estadios de un día. Dado que esta subordinada no se encuentra referida a una oración principal, su sentido se va compenetrando con estas sentencias, manteniéndose como su horizonte de inteligibilidad (p. 38).

En efecto, Calabrese logra hacer inteligibles cada uno de los aforismos al ponerlos en relación con una subordinada temporal que, para un lector desprevenido, parecería más bien un desliz poético de Heidegger sin ningún vínculo con el texto que se enfrentaba a dicha subordinada.

A partir de ese instante los distintos momentos del día, desde el primer rayo de sol que se abre paso entre las nubes hasta la luz del ocaso, se van alumbrando con mayor o menor intensidad las etapas del sendero del pensar. Y a lo largo de la explicación es posible comprobar también el profundo conocimiento del autor sobre el contexto biográfico de Heidegger y los núcleos fundamentales de su filosofía a partir de su obra principal: Sein und zeit. Dicho conocimiento le permite valorar el desarrollo intelectual del propio Heidegger, y cómo, en cierta cautelosa medida, puede hablarse de evolución y maduración de su pensamiento, sobre todo teniendo en cuenta que Desde la experiencia del pensar es posterior a Sein und zeit, y pueden comprobarse en ella algunas claves que manifiestan el sentido de lo expresado en su obra magna, ya sea por ampliación de su horizonte de sentido o por la matización de algunos de sus postulados. Casi al término del comentario, Calabrese nos ofrece la definitiva síntesis que ha conseguido elaborar de la obra de Heidegger aquí traducida.

Das ungedachte caracteriza en general, el proyecto de Heidegger y, en especial, la obra que aquí se presenta. El acceso a lo que ha permanecido impensado, en efecto, se cifra y sustenta en un "regreso al origen" del pensar occidental; si bien aquí no se entiende "regreso" en los términos de una repetición, el camino de los presocráticos ha abierto senderos ya practicados, por lo que ahora sería necesario estar presente en otros senderos, entendidos estos como lo impensado (das ungedachte).

Lo que se diga en ese recorrido será el fundamento de una nueva experiencia del pensar; esto es algo abismalmente distinto de la pretensión que, de Descartes en adelante, ha recorrido la filosofía, es decir, dar a luz de nuevo la filosofía (pp. 64-65).

En estas reflexiones, se puede apreciar que Desde la experiencia... representa una clara maduración con respecto a Sein und zeit, pues "se observa cómo el horizonte de esta indagación se reordena en el horizonte de un variado juego de superposiciones filosóficas, que busca conducir el problema de la vida humana a la cuestión del ser" (p. 65).

Y es por este motivo, que la propuesta heideggeriana consiste en un pensar nuevo, en una nueva experiencia del pensar, que vaya realmente más allá de los altos abetos que suponen el preguntar y su teorización. Suscribimos totalmente la conclusión que obtiene Calabrese al decir que "por esta razón, tanto esta obra, cuanto el sendero que abre, están puestos como futuro y como camino por recorrer" (p. 79).

Puede añadirse a su favor una valoración muy positiva que es la que supone la elección de Heidegger como vía de acceso a la estructura espiritual de "un occidente largamente en crisis" (p. 85). Calabrese escoge a Heidegger con la finalidad de considerar una propuesta que abre un sendero intransitado en el pensar como una vía posible de hallar significados nuevos al pensamiento ya construido y que siempre estimula a la reflexión crítica del entorno conceptual que nuestro lenguaje ha forjado.

Ciertamente se podría sugerir al autor la posibilidad de enriquecer su comentario, en futuras ediciones del mismo. Particularmente, considerar la viabilidad de acentuar aún más los aportes concretos que su interpretación avanza con respecto a otras traducciones de Desde la experiencia del pensar... Asimismo, sería conveniente corregir algunas erratas aparecidas en la presente edición. Con todo, decididamente, recomendamos la lectura de su traducción y comentario, tan perfectamente logrados, pues pone al alcance del lector la comprensión de un lenguaje al que no siempre es fácil acceder.

De un modo especial, la comunidad filosófica internacional debería prestar atención al llamado que hace Claudio Calabrese respecto de apostar por un "humanismo del futuro". Con sus palabras:

Este "humanismo del futuro" debe comenzar por recorrer en su integridad todas las configuraciones posibles del hombre. El hombre ya no es base ni origen, pues está esencialmente abierto al ser. De algún modo se pone fin a la ilusión del cogito cartesiano, que ha creado el espejismo de que el sujeto puede disponer libremente de sí (p. 88).

El pensamiento cientificista que solo "calcula" y la voluntad de poder que no contempla sino que "echa mano de las cosas" estarán, para Heidegger, siempre referidos a los entes, olvidando por tanto, la manifestación del ser. Volver a pensar lo impensado es el camino de este nuevo humanismo.


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