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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

versão impressa ISSN 1657-8953

Civilizar vol.16 no.30 Bogotá jan./jun. 2016

 


Carta del director

Ignacio Restrepo Abondano

Se está preparando un nuevo paro de Fecode. Si Colombia fuera un país serio, los sindicalistas seguramente estarían exigiendo una gran capacitación docente para cumplir cabalmente con su función. Estarían exigiendo mayor colaboración de los hogares con la educación en valores de los niños y jóvenes. Desearían extender la jornada escolar para que la juventud tenga menos oportunidades de ir a la calle del Bronx a ser seducida por todos los vicios. Pedirían al Ministerio de Educación Nacional la extensión de los medios modernos de educación y tecnología a las escuelas y colegios rurales como recurso para una educación más eficiente y no como reemplazo del esfuerzo personal en educarse. Expresarían su descontento con la mediocridad de la educación nacional en materias tales como las matemáticas, historia de Colombia, geografía y cívica.

Pero no. Irán a chantajear al Ministerio de Educación, como ya lo hicieron el año pasado para no declararse en paro indefinido. A pedir que sus salarios -solamente los suyos- superen los índices de inflación, a pesar de que el tratamiento salarial que se les otorga esté muy por encima del común del de los trabajadores colombianos comunes y las gabelas que ciertamente obtienen a cada paro sindical, que los hace un sindicato privilegiado.

El Ministerio de Educación Nacional no tiene cómo defenderse y defender los derechos de los educandos frente a las imposiciones de los maestros del país. Siempre ha sido así y más ahora cuando la mermelada es la única arma de la administración central para que los maestros retomen las clases, los parlamentarios voten todos los caprichos del Gobierno y los diarios no publiquen sino lo que al dueño de la mermelada le interesa.

Uno supone en sana lógica y razón "que la Colombia más educada" supondría un cambio de mentalidad en el sindicato de maestros pero si esta no se consigue, vanos son los esfuerzos presupuestales y propagandísticos que alaban las políticas públicas en materia de educación. Porque no hay y no se avizora la posibilidad de que exista una masa crítica entre los educadores que busque alta calidad en la educación más que gabelas y reivindicaciones que solo pretenden hacer del magisterio un sindicato privilegiado. Que tenga como meta, al menos a mediano plazo, convertir su función en verdadera misión en bien de unos colombianos más integrales, mejor formados, exitosos en el aula y fuera de ella, con valores éticos, cívicos, democráticos y, en una palabra, humanos. Porque, en primer lugar, Colombia necesita formar y tener personas con valores íntegramente humanos, para que el conocimiento haga de ellos hombres de ciencia útiles para el desarrollo de la sociedad y sobresalientes internacionalmente.

Pero de nada de esto se habla con seriedad ni en los círculos ministeriales o gubernamentales, ni mucho menos en el seno del sindicato de los así llamados educadores. Hoy niños y jóvenes, aun universitarios, difícilmente son seres pensantes sino autómatas al servicio de aparatos tecnológicos que no les permiten reflexionar, criticar, analizar ni tener criterio sobre nada. Y no existe nadie que los convenza de pensar en serio y profundamente, de sintetizar conocimientos, de analizar con criterio las situaciones críticas en las que se mueve nuestro país y las internacionales tan complejas desde todo punto de vista.

Al bla bla bla del Ministerio de Educación Nacional no corresponde renovación profunda alguna de la educación en Colombia. Y a la "Colombia más educada" le falta poner las bases filosóficas de una educación transformadora que logre objetivos reales y significativos.


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