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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

Print version ISSN 1657-8953

Civilizar vol.17 no.33 Bogotá July/Dec. 2017

 

Cartas del Director

Cartas del Director

Ignacio Restrepo Abondano1 

1Decano. Universidad Sergio Arboleda. Bogotá - Colombia.


¿Cómo terminan las democracias?

No me refiero explícitamente al libro clásico de Revel, aunque evidentemente la preocupación es la misma. En septiembre del año pasado, firmados los pactos de la Habana, se llevó a cabo la “Décima conferencia de las Farc-Ep”, en los llanos del Yarí. Como fruto de esa conferencia se escribió un larguísimo manifiesto titulado “La solución política como parte de nuestra historia”. No es posible, en este breve escrito, referirme a todo el contenido del manifiesto, pero sí a dos o tres párrafos que -a mi parecer-, sintetizan el pensamiento de la dirigencia de esa guerrilla que azoló al país durante más de 50 años y que al parecer, pretende seguir asolándola.

El la tesis 25 del manifiesto sobre la “continuidad de la lucha a través de la acción política legal”, se afirma: “nos seguiremos orientando por un ideario inspirado en el marxismo, el leninismo, el pensamiento emancipador bolivariano, y en general, por las fuentes del pensamiento crítico y revolucionario de los pueblos”. Y en la tesis 26, referente a la “Batalla por la implementación del acuerdo final”, añaden: “se avecina un ciclo reformista que, en las condiciones del régimen de dominación de clase existente en el país, debe ser como revolucionario”.

Es claro que dada la precariedad de las democracias latinoamericanas y para el caso la nuestra, permitir el ingreso de este “Caballo de Troya” por contrato, dentro de nuestro medio, es prácticamente un suicidio anunciado. La desigualdad social y económica, la debilidad institucional, que si bien lo ha sido siempre, con más veras se ha evidenciado bajo el gobierno Santos; la corrupción que de años atrás carcome nuestro sistema, pero que ha mostrado toda su crudeza a partir de fenómeno Odebrech; la mentira como verdad oficial que debilita la opinión pública y el bajo aprecio que ésta muestra por las instituciones, evidenciada a lo largo de mil encuestas. Y la falta definitiva de una sólida cultura democrática en el país, no presagian sino una catástrofe para nuestro defectuoso, pero al fin y al cabo sistema democrático colombiano.

Porque es claro que ni el marxismo, ni el leninismo, ni el pensamiento liberador bolivariano como lo entiende el chavismo, ni las fuentes revolucionarias de los pueblos, ni el socialismo del siglo XXI como lo quieren los guerrilleros -hoy vestidos de civiles- son compatibles con un sistema democrático. Sin embargo, los medios de comunicación, los partidos de la coalición y muchas gentes de bien, creen que aquí es imposible que se repita la tragedia que vive Venezuela, ya declarada la defunción del remanente sistema democrático, si alguno había.

Y es que la democracia no es para siempre: demócrata fue la Atenas de siglo V a.C. pero pereció. Demócrata fue la República de Weimar, pero fue llevada a la ruina por la multiplicidad de partidos y por la falta de líderes visionarios demócratas. Cuba, alguna vez fue demócrata. Turquía era una democracia y hoy es una dictadura opresora. Venezuela tuvo una breve democracia, defectuosa si se quiere, pero con mucho, preferible al horror del presente.

Ningún sistema democrático está libre de los enemigos que lo acechan por doquier: las divisiones internas; la tentación totalitaria (Revel) como es el caso presente de Turquía; los líderes populistas, como el caso de Perón en Argentina que dejo una herida incurable en la democracia de ese país; el pacifismo a ultranza, como es nuestro caso, cuando nos da vergüenza utilizar las defensas propias de la democracia para su autodefensa; el falaz aprovechamiento de la pobreza y de la desigualdad para líderes que en vez de solucionarlas las empeoran como lo está demostrando el “socialismo del siglo XXI”.

Estamos próximos a contemplar el nacimiento del partido de las Farc-Ep que ha recibido todas las contemplaciones de Santos y sus aliados, gracias al “logro” de una paz que más que paz es un irenismo. La paz para las Farc y su hoy apariencia democrática, no es más que otra de las “formas de lucha” para conseguir su objetivo perenne, a saber, destruir la democracia colombiana.

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