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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

Print version ISSN 1657-8953On-line version ISSN 2619-189X

Civilizar vol.19 no.37 Bogotá July/Dec. 2019

 

Cartas del Director

Cartas del Director

Ignacio Restrepo Abondano1 

1Decano Universidad Sergio Arboleda. Bogotá- Colombia.


En Colombia, la divergencia política nos ha llevado a una confrontación continua que en nada favorece el desarrollo económico, social y cultural. Todo esto, debido a una perversa utilización del sistema demo crático desde ya hace algún tiempo; resulta que en la democracia se produce un enfrentamiento político cuando las mayorías oprimen a las minorías.

Las reglas de juego de un sistema democrático equilibrado deben ser estrictamente cumplidas para no llevarlo a extremos peligrosos y garantizar la subsistencia del mismo. Preocupa que, durante los 8 años pasados, hubo políticas que desconocieron las reglas básicas del juego democrático.

Normalmente, en las democracias se debe votar por una persona que presida el poder ejecutivo y a la vez represente un programa. El presidente elegido en 2010 dijo estar comprometido con una política de Seguridad democrática, por la cual nada hizo durante su gobierno. Por otro lado, su búsqueda de la paz dentro de los términos que la concebía no hizo parte del programa por el que votamos los colombianos. Haber orientado la política por esos caminos produjo una ruptura en la democracia que ha tenido consecuencias nefastas; unas que todavía sufrimos.

Más grave aún, fue haber utilizado las mayorías parlamentarias para tomar medidas arbitrarias. Con cebir un plebiscito como el que se concibió, en los términos que se propuso, violentaba las cláusulas de la democracia, aunque se hubieran tenido las mayorías parlamentarias para su aprobación. Así se descono ció un principio fundamental de la democracia, a saber, no todo lo legal es legítimo. Lo mismo sucedió con el llamado Fast track.

Tanto peor: si el plebiscito tuvo las mayorías no pensadas por sus instigadores, entonces ahí, y pre cisamente ahí, una mayoría, si se quiere circunstancial, fue desconocida por la minoría que resultó del escrutinio. Esto constituyó una razón fundamental de ruptura política. Y el Acuerdo de la Habana, con todas las circunstancias que estamos contemplando, ciertamente no constituye un lazo para unir a la sociedad política colombiana.

Ahora bien, todas esas situaciones y muchas otras que hoy ocurren, enfrentan a los miembros de la sociedad colombiana y la mantienen en función de la política por encima de otras preocupaciones básicas para el bienestar general. La búsqueda de un consenso se ha vuelto algo impensable y, precisamente, este ―al menos sobre lo fundamental, como diría Álvaro Gómez― es algo necesario para el progreso econó mico, social y cultural del país.

Hoy en día, la confrontación es la rutina diaria. Los medios sociales, los diarios, la televisión y la radio viven dando cuenta de todas las rupturas, reales o aparentes, dentro de las cuales se desarrolla nuestro quehacer ciudadano. Todo el mundo desconfía del vecino; todos, explícita o implícitamente, nos enfren tamos día a día con los “molinos de viento”. Todos, en fin, desconfiamos de los demás, lo cual ciertamente nos conduce al caos político y social.

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