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Civilizar Ciencias Sociales y Humanas

Print version ISSN 1657-8953On-line version ISSN 2619-189X

Civilizar vol.19 no.37 Bogotá July/Dec. 2019

https://doi.org/10.22518/usergioa/jour/ccsh/2019.2/a02 

Artículos

El sujeto zapatista y su proyecto político Un análisis desde documentos fundamentales*

The Zapatista Subject and His Political Project. An Analysis from Core Documents

1 Doctor en Ciencias Sociales, especialidad relaciones de poder y cultura política, por la UAM-Xochimilco (México); maestro en Estudios Latinoamericanos por la UNAM (México) y licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la FCPyS-UNAM (México). Docente e investigador en Ciencias Políticas en la Universidad del Cauca, Popayán, Colombia. Investigador SNI (CONACYT-México) e investigador Junior de Colciencias (Colombia).Correo electrónico: avilaodin@gmail.com


Resumen

El propósito de este artículo fue analizar la producción intelectual y científica más importante sobre la propuesta de sujeto político postulada por el zapatismo en los espacios académicos de América Latina. Este análisis se apoyó metodológicamente en revisión documental y cartografía conceptual dado que permiten contrastar el discurso ideológico de los zapatistas tanto con los hechos y procesos político-sociales de México como con los estudios elaborados al respecto sobre este fenómeno. Los resultados de esta investigación muestran que el sujeto político zapatista es una formulación intelectual e ideológica que busca ser materializada por quienes integran y apoyan la propia movilización de los rebeldes del sureste chiapaneco.

Palabras clave: político zapatista; movimiento indígena; proyecto político; Chiapas

Abstract

The purpose of this article is to analyze the most important intellectual and scientific production that has been written about the discussion of the proposed political subject postulated by Zapatismo in the academic spaces of Latin America. This analysis is supported methodologically in the documentary review and conceptual cartography that allows contrasting the ideological discourse of the Zapatistas both with the political-social facts and processes of Mexico and with the studies elaborated on this phenomenon. The results of this investigation show that the Zapatista political subject is an intellectual and ideological formulation that seeks to be materialized by those who integrate and support the own mobilization of the rebels of southeastern Chiapas.

Keywords: Zapatista political subject; indigenous movement; political project; Chiapas

Introducción

Chiapas es uno de los estados de la República mexicana con mayor índice de pobreza y desigualdad a lo largo de la historia de esta nación (Gilly, 1997; González-Casanova, 2000; Hernández-Navarro y Vera-Herrera, 1998; Le Bot, 2013). Según estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con una población total de 4 293 459 personas, este estado presenta el índice de desarrollo humano más bajo del país (PNUD, 2014). Además, las condiciones de miseria, desigualdad e injusticia, junto con la imposición de relaciones de poder racistas, sexistas y clasistas sobre las poblaciones indígenas de la región, han obstaculizado, históricamente, que estos pueblos se constituyan autónomamente como sujetos políticos. Esta ha sido la razón del surgimiento de movimientos indígenas, como el zapatismo contemporáneo1, los cuales representan experiencias de lucha por constituir al indígena como sujeto político con su propio proyecto político.

Desde el campo de las ciencias sociales y políticas, este fenómeno, como centralidad política, hace referencia a la capacidad que tienen los individuos para liberar su consciencia de aquellos elementos ideológicos que no les permiten asumir un papel histórico de manera autónoma como constructores de su propio proyecto político. Carlos Marx y Federico Engels fueron los primeros en identificar la dificultad que enfrentan los individuos para convertirse en sujetos políticos. En el Manifiesto del Partido Comunista(2017), publicado en 1848, estos autores definieron la centralidad a partir de la posición que ocupa el oprimido en las relaciones de producción económica en el capitalismo. Para ellos, la situación de la clase obrera es el detonante que permitiría al individuo, en términos colectivos, liberar su consciencia, cambiar sus condiciones de explotación, despojo y opresión por unas que produzcan igualdad, justicia, inclusión y plenitud humana y social.

Precisamente, los zapatistas, mediante su experiencia de lucha, han retomado el debate de la centralidad política del oprimido y plantea que esta debe ser plural y permitir que los pueblos indígenas se constituyan también como sujetos autónomos; no únicamente a través de una estrategia de clase social, como postula el pensamiento de Marx y Engels. En este sentido, la centralidad política del movimiento zapatista surgió de la alianza entre las comunidades indígenas rebeldes del sureste chiapaneco y la izquierda mestiza que contaba con una lógica organizativa indigenista (Aquino 2013; Ceceña, 2008; Cerda-García, 2011; Díaz-Polanco, 2003; Estrada Saavedra, 2007).

Ahora bien, ese indigenismo se ha expresado como estrategia ideológica y corriente política que define al indígena desde otro sujeto que no es él. El indigenismo de izquierda, que contribuyó a la formación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y a su propuesta de sujeto autónomo sin separarse de la sociedad mestiza, consistió en combinar los elementos de autogobierno y autonomía -por los cuales luchan las comunidades- con otras demandas de la izquierda mestiza. Estas incluyen el reconocimiento y el ejercicio de la pluralidad democrática, sin la cual los pueblos indígenas difícilmente podrían llegar a materializar su propio proyecto. Por eso, el movimiento zapatista, a diferencia de otros ejemplos de lucha por la centralidad -como la propuesta de descolonización radical del proyecto del indianismo en Bolivia-, busca generar autonomía en los pueblos indígenas mediante la alianza de estos con los diferentes sectores, clases y colectividades que integran el Estado y la sociedad en México.

Esta propuesta ha sido interpretada como un proyecto de reconocimiento y reivindicación de la pluralidad cultural, étnica y social por parte de diversos intelectuales, académicos y líderes de opinión pública, tanto en el ámbito nacional como internacional (Fernández-Christlieb, 2014). El sociólogo francés Ybon Lebot (1997), por ejemplo, se encargó de obtener información relacionada con la historia y organización del EZLN al conversar con los dirigentes que integran el Comité Clandestino Revolucionario del EZLN, entre los que destacan el Subcomandante Marcos (hoy Galeano), Mayor Moisés y el Comandante Tacho. Mientras la mexicana Laura Castellanos (2008) se enfocó en la trayectoria de Marcos y su experiencia de lucha.

El impacto del EZLN se debe, en gran parte, a que este movimiento, a diferencia de otros casos de protesta social ocurridos a finales del siglo XX y en las décadas transcurridas del siglo XXI, ha postulado un sujeto indígena que resiste al capitalismo neoliberal (Holloway, 2006) y ha insistido en la construcción de una autonomía y un autogobierno propios. El EZLN ha persistido en alcanzar esos objetivos desde la Primera declaración de la Selva Lacandona hasta la Sexta declaración de la Selva Lacandona. Muestra de ello fueron las iniciativas colectivas de apoyo a la primera candidata independiente indígena náhuatl María de Jesús Patricio Martínez (MaryChuy) en la disputa por la presidencia de México en el 2018 (Matamoros-Ponce, 2017).

La idea de autonomía y autogobierno del sujeto zapatista responde a la persistencia y reproducción de la colonialidad del poder (Quijano, 2008), la expansión mundial del mercado desde el siglo XVI y la colonización del poder económico financiero neoliberal, que autores como Immanuel Wallerstein (2010) llaman el sistema-mundo capitalista. Los planteamientos de EZLN parten de indicar que la reproducción y expansión del capitalismo en regiones como el sureste mexicano, además de ir acompañadas de una continua presencia paramilitar (Galindo de Pablo, 2015), corresponden a estrategias de despojo por parte de transnacionales y de reconfiguración del espacio social y político de los territorios indígenas. Debido a la cantidad significativa de minerales y recursos en estos territorios, empresas trasnacionales perciben en su extracción una fuente de riqueza y ganancia, mientras las comunidades locales no reciben ningún tipo de beneficio o utilidad ni son consultadas sobre el destino de estos (Ojeda, 2016; Frey, 2016).

Es por ello por lo que, en el presente documento, se analizó la centralidad política del zapatismo con base en la estrategia metodológica de análisis documental2, la cual consiste en revisar textos de intelectuales y especialistas que relacionan la constitución autónoma del sujeto político con el zapatismo. Los criterios de revisión documental considerados fueron: 1) bibliografía de autores representativos de los debates sobre el tema publicada entre 1994 y el año 2000; 2) documentos políticos emitidos por el EZLN, como son las seis declaraciones de la Selva Lacandona; 3) artículos publicados en la base de datos del Sistema de Información Científica Redalyc —Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal—, y 4) la red de datos universitarios SciELO —Scientific Electronic Library Online—.

Metodología

El proceso metodológico del análisis documental desarrollado en esta investigación comprendió tres elementos. En primer lugar, la creación de una síntesis de los contenidos de los textos revisados, con el fin de recuperar el contenido de una amplia gama de fuentes documentales. En segundo lugar, la categorización de las ideas y palabras claves contenidas en la información investigada para la elaboración de la cartografía conceptual, la cual es una estrategia tanto didáctica como de aprendizaje que permite analizar la complejidad conceptual de la investigación. Finalmente, el ordenamiento de las categorías con base en la información documental y la idea de centralidad política (Hernández, Guerrero y Tobón, 2015).

El análisis se realizó sobre un total de 48 documentos académicos y políticos. Entre ellos, se incluyeron 5 documentos políticos básicos emitidos por el EZLN; 2 artículos y 2 libros centrados en metodología; 13 artículos y libros producidos por diversos autores latinoamericanos y de otras regiones, y 26 textos enfocados en la contextualización y de apoyo a los debates relacionados con la centralidad política de los pueblos indígenas.

Después de haber revisado, organizado y seleccionado las fuentes, el texto se estructuró con base en las siguientes categorías de análisis contenidas en los debates de los textos estudiados: el sujeto político zapatista y el proyecto zapatista anticapitalista y de izquierda. Ambas categorías se emplearon como eje para desarrollar este artículo.

El sujeto político zapatista

Desde la publicación de la Primera declaración de la Selva Lacandona, en 1994, hasta el pronunciamiento de la Sexta declaración, en el 2005, el EZLN ha planteado la constitución autónoma de un sujeto político producto de la articulación de los pueblos indígenas con la población mestiza para democratizar México, como uno de los ejes principales de su proyecto. Así lo han expresado los zapatistas en la Sexta declaración (2005) cuando declararon:

Invitamos a los indígenas, obreros, campesinos, maestros, estudiantes, amas de casa, colonos, pequeños propietarios, pequeños comerciantes, micro empresarios, jubilados, discapacitados, religiosos y religiosas, científicos, artistas, intelectuales, jóvenes, mujeres, ancianos, homosexuales y lesbianas, niños y niñas, para que, de manera individual o colectiva participen directamente con los zapatistas en esta campaña nacional para la construcción de otra forma de hacer política, de un programa de lucha nacional y de izquierda, y por una nueva Constitución. (p. 19).

En una sociedad mexicana que tiene poca o nula consciencia de la compleja racialización de las relaciones sociales, mediante la mención de clase y sectores y de acuerdo con las diversas profesiones, ocupaciones y edades, los zapatistas convocan también a la población mestiza cuando invitan a los indígenas y al resto de la población mexicana. Para María Elena Pombo (2002), investigadora mexicana, “el levantamiento zapatista de 1994 … desmitificó la idea de unidad y homogeneidad nacional basada en la identidad mestiza, y abrieron así una fuerte polémica sobre la construcción de un Estado pluriétnico y plurinacional en América Latina” (p. 309).

Por ello, a partir de la Primera declaración de la Selva Lacandona y su definición en la formulación de la Sexta declaración de la Selva Lacandona, el tipo de sujeto que han postulado los rebeldes del sureste chiapaneco es uno que busca su constitución política mediante la reconstrucción de una identidad y un proyecto nacional en el que los pueblos indígenas no se subordinen a la visión de nación de las élites mestizas. Históricamente, esta última ha reproducido el colonialismo y ha excluido al indio, como sujeto político, del proceso de construcción nacional (Gómez-Izquierdo y Sánchez-Díaz, 2012). Así pues, en la Primera declaración de la Selva, los zapatistas denuncian que los pueblos indígenas son “producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud … después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista” (CCR-EZLN, 2000a, p. 1).

Aunque los zapatistas cuestionan la repro ducción de la dominación colonial por parte de las élites mestizas, también consideran que el resto de la población resultado del mestizaje se subalternizó y, por consiguiente, ha compartido con los pueblos indígenas las consecuencias del despojo, la explotación, el racismo y el clasismo. La persistencia y reproducción del colonialismo en países como México, Bolivia y el resto de América Latina, como teoriza Aníbal Quijano (2008), se debe a la existencia de patrones y mecanismos que se reproducen a partir de la imposición de un nuevo modo de producción y del control de la subjetividad con base en la vinculación de la idea de raza con la expansión del capitalismo y su colonialidad. Según Quijano (2008), la racialización es un tipo de relación política y social que se reproduce en el neoliberalismo y se usa como principal mecanismo de dominación sobre las sociedades conquistadas. Esta existe en beneficio del capitalismo en tanto sirve a sus propósitos, en especial, en lo relacionado con los procesos de despojo, explotación y opresión de los pueblos colonizados.

Los zapatistas, a partir de su irrupción pública, suscitaron la discusión del papel y el lugar que ocupan los indígenas en el Estado y la política nacional como pueblos históricamente colonizados. Durante la declaración de la Selva Lacandona, el grupo declaró que, como “producto de 500 años de luchas, … el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, … hombres pobres a los que se [les negó] la preparación más elemental para así poder utilizar[los] como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria” (CCR-EZLN, 2000a, p. 1), sin siquiera considerar si estaban hambrientos y padeciendo de enfermedades curables.

En este sentido, la postura de los rebeldes del sureste en Chiapas consiste, en primer lugar, en denunciar la exclusión y negación histórica en la que han estado los indígenas frente a los espacios e instituciones de representación y participación política en países como México y, en segundo lugar, en revelar que la colonización despojó al indígena de su posibilidad para ser constituido como sujeto autónomo con un proyecto político propio. La centralidad que discuten los zapatistas tiene su antecedente en intelectuales estrechamente vinculados con las luchas sociales y los procesos de liberación de los pueblos negros e indígenas en América Latina. Entre ellos se encuentran José Carlos Mariátegui, en Perú; Franz Fanon, en la Martinica (colonia francesa); y Fausto Reinaga, en Bolivia.

Estos tres autores plantearon que la centralidad política del colonizado responde a la necesidad que tienen los indígenas y afrodescendientes para liberar su consciencia de las estructuras, patrones, mecanismos, instituciones y sistemas de dominación que impiden su constitución política e ideológica de manera autónoma. Mariátegui (2002) expone que el indígena solo asume y define su centralidad política como sujeto que busca llevar a cabo el proyecto socialista desde la comunidad indígena. Según el marxista peruano, el indígena, en términos culturales y civilizatorios, es afín al proyecto del socialismo.

Por su lado, Reinaga (2015), intelectual autodenominado indio y fundador del indianismo, recupera el planteamiento de Mariátegui y lo usa para reformular la centralidad política. Este autor, a diferencia del autor peruano, concluye que el indio es el único que puede definir su propio proyecto político anticolonial de autogobierno; es decir, ni el socialismo, ni ningún indigenismo de izquierda puede llegar a ser considerado como base para que el indio logre su liberación anticolonial y se constituya como sujeto político.

Al igual que Reinaga, y prácticamente de forma paralela, Fanon (2010), en la década de los sesenta, postula que la centralidad política del colonizado debe ser liberada por su consciencia. Reinaga encuentra una profunda identificación con el pensamiento de Fanon. Para los dos autores, la liberación de la consciencia es la clave de la centralidad política de los pueblos colonizados. Sin embargo, para Fanon son los pueblos negros quienes deben definir su centralidad, mientras para Reinaga son los indios los sujetos de su propio proyecto de autogobierno. A diferencia de este último, quien se concentra solamente en la revolución del indio, Fanon (2016) piensa que la centralidad debe ser un proceso de lucha compartido entre los pueblos y sociedades que han sido víctimas de la colonización.

La discusión de Fanon, Reinaga y Mariátegui sobre la centralidad del sujeto es recuperada de cierta manera, como ya fue mencionado, tanto en la Primera declaración de la Selva Lacandona como en otros documentos del EZLN, como la Tercera declaración. En ella, los zapatistas exponen que:

La cuestión indígena no tendrá solución si no hay una transformación radical del pacto nacional. La única forma de incorporar con justicia y dignidad a los indígenas a la Nación, (sic) es reconociendo las características propias en su organización social, cultural y política. Las autonomías no son separación, son integración de las minorías más humilladas y olvidadas en el México contemporáneo. Así lo ha entendido el EZLN desde su formación, y así lo han mandado las bases indígenas que forman la dirección de [la] organización. (CCR-EZLN, 2000c, p. 2).

Así pues, los zapatistas actualizan el debate que han planteado posturas como la del indigenismo y el indianismo en América Latina. La primera posición cree que el indígena se define políticamente en las organizaciones y espacios de representación y participación de la sociedad mestiza La segunda postura sostiene que el indio solo puede lograr centralidad política si tiene como base un proyecto político de autogobierno propio. Ello, mediante la reapropiación de su identidad, la interpretación histórica anticolonial y la recuperación de un capital cultural e ideológico sustentado en sus resistencias contra los colonizadores. Los zapatistas responden a esta discusión al plantear que los pueblos indios no necesitan renunciar a los espacios políticos y organizaciones de la izquierda mestiza para luchar por su autonomía.

El movimiento zapatista insiste en que hay una pugna del indio por constituirse como sujeto no solo frente al Estado y el neoliberalismo, sino también hacia las diversas corrientes de las izquierdas mexicanas y de América Latina que, en mayor o menor medida, reproducen patrones coloniales y elementos indigenistas. Según Francisco López Bárcenas (2008), el indigenismo “asumió muchos rostros, pero todos pueden agruparse en dos etapas de su instrumentalización: la etapa de la integración y la de participación” (p. 22). En este sentido, los zapatistas corresponderían a una suerte radicalizada de indigenismo que busca la participación democrática en una dimensión nacional.

Sin embargo, el propio zapatismo no aborda completamente la concepción indigenista que, como explican Favre (1998) y Bengoa (2016), ha persistido en la historia de los pueblos indígenas. Este movimiento ha causado controversia por su estrategia de constitución de los pueblos indígenas como sujetos políticos, puesto que, por una parte, recupera el autogobierno y cuestiona el colonialismo, como lo hace el indianismo, y, por otra, es un movimiento que a través de los años se ha definido con base en un capital intelectual, ideológico e incluso moral que no pertenece, precisamente, a los pueblos colonizados, sino que, más bien, corresponde a una izquierda crítica del indigenismo estatal y del multiculturalismo, en sus versiones más neoliberales.

En este sentido, y a diferencia del indianismo planteado por ideólogos como Reinaga, el zapatismo no excluye al mestizo del proyecto de autogobierno y autonomía, ni tampoco identifica a toda la sociedad mestiza como los herederos de la culpa de la colonización. Para el caso de América Latina, Guillermo Bonfil Batalla (1999) explica que las sociedades están conformadas por los conceptos de clase subalterna y pueblos colonizados. Las dos nociones trazan a la sociedad mexicana. Según el antropólogo mexicano, la clase subalterna hace referencia a una clase dominada que pertenece a un mismo sistema social y cultural, mientras que los pueblos colonizados son aquellos que poseen una cultura y un sistema social diferentes a los que posee la sociedad colonizadora.

Por ello, si se considera la tesis de Bonfil Batalla, la población mestiza también se encuentra subalternizada, al igual que los pueblos indígenas. No obstante, el mestizaje se ha expresado, cada vez más, tanto en el indígena como en el mestizo. Así pues, resulta desacertado afirmar que los pueblos indígenas son una raza pura o que la sociedad mestiza no tiene ningún vínculo genético con lo indio. Ahora bien, en el ámbito de la política, lo indio representa un proyecto histórico y lo mestizo hace referencia a otro tipo de proyecto de organización de nación, de Estado y de definición de la sociedad mexicana en su conjunto.

El zapatismo formula un sujeto producto de la alianza entre las clases subalternas mestizas y las comunidades indianizadas del país. Este sujeto llega a ser una propuesta basada en la articulación de un proyecto de una izquierda indigenista, mestiza y anticapitalista y una idea nacida de grupos indígenas comunitarios. La propuesta es también una mezcla entre la recuperación de un capital intelectual mestizo de izquierda progresista-marxista e ingredientes ideológicos indianizados, como el autogobierno. En consecuencia, el sujeto zapatista no es plenamente indianista, como sí lo afirma Armando Bartra (2010). Este autor usa el término indianismo para referirse a, prácticamente, toda expresión de lucha indígena y campesina, sin considerar que algunos proyectos indios no buscan en sus objetivos políticos la alianza con el movimiento campesino mestizo para materializar su idea de autogobierno y de organización política anticolonial.

El proyecto zapatista anticapitalista y de izquierda

Antes de analizar el carácter anticapitalista y de izquierda del proyecto zapatista, es necesario precisar cómo este movimiento entiende el anticapitalismo y la izquierda. El primero hace referencia a “una postura contra el neoliberalimo y con un compromiso de defensa conjunta y coordinada de la soberanía nacional, con la oposición intransigente a los intentos de privatización de la energía eléctrica, el petróleo, el agua y los recursos naturales” (CCR-EZLN, 2005, p. 19).

El anticapitalismo de los zapatistas se encuentra estrechamente vinculado con dos problemas fundamentales: el despojo y el ascenso de grupos financieros como los principales tomadores de decisiones en la economía del neoliberalismo (Harvey, 2007). Los procesos de despojo son una acumulación del capital por desposesión que, en tiempos neoliberales, se extiende a espacios urbanos que anteriormente no eran parte de la lógica de la expansión del capitalismo. Actualmente, no solo hay desposesión territorial, espacial y de recursos naturales, también existe una estrategia cada más centrada en el debilitamiento de la soberanía por medio de la desposesión tanto de la función social del Estado como de los recursos que acompañan a esta (Fontes, 2017). A lo largo de la historia, las comunidades indígenas de Chiapas han experimentado sistemáticamente y de manera recurrente la violencia de gobiernos locales, estatales y federales para desposeerlos de sus tierras y forma de vida comunitaria. El despojo, además de la explotación, se convierte, entonces, en un elemento neurálgico en los planteamientos zapatistas.

Los zapatistas relacionan estrechamente el valor de la tierra con el trabajo y la forma indígena de concebir la vida comunitaria; es decir, desde la cosmovisión (formulación ideológica y forma de interpretar el cosmos desde una realidad concreta). Para Antonio Paoli (2003), Carlos Lenkersdorf (2005), Martín de la Cruz López Moya (2010) y Javier Paredes (2015) , las bases del movimiento zapatista tienen, en su imaginario, una recuperación de la cosmovisión de pueblos ancestrales como los mayas: antecesores de los indígenas que habitan el sureste mexicano actualmente.

La cosmovisión indígena que hace parte del EZLN es uno de los elementos ideológicos que, combinado con la defensa de la tierra y la lucha anticapitalista, hace que el zapatismo defina el anticapitalismo como una postura que, además de ser una estrategia política, denuncia la imposición de una forma de vida que deshumaniza y determina las relaciones sociales con base en el intercambio monetario y el poder financiero. El anticapitalismo zapatista identifica la expansión del capital como uno de los problemas que más han debilitado las estructuras comunitarias indígenas tanto en México como en América Latina.

Sin embargo, esta postura anticapitalista, planteada como una coordenada de estrategia de lucha y constitución de su sujeto político, se ha enfrentado a una compleja realidad social y económica que difícilmente permite que la sociedad moderna mexicana tenga la posibilidad de optar por una posición antisistémica (Wallerstein, 2008); es decir, fuera del capitalismo y desligada absolutamente del campo de disputa estatal. En este sentido, es pertinente distinguir entre el anticapitalismo en términos ideológicos enunciado por los zapatistas y las condiciones capitalistas y profundamente neoliberales reales y materiales que no han permitido, incluso dentro del entramado comunitario rebelde, una liberación total de la lógica del capital.

Uno de los postulados de Carlos Marx (1848/2014) sobre el capitalismo consiste en que el capital se asume como una relación social; es decir, ningún individuo, colectividad o sujeto se encuentra exento de las relaciones, dinámicas y estructuras inherentes a los procesos capitalistas. Por lo tanto, la postura anticapitalista de los zapatistas intenta influir sobre los contenidos programáticos e ideológicos de la lucha social; sin que eso signifique que las comunidades y la izquierda antisistémica estén aisladas o logren una autonomía absoluta, pues hasta las luchas sociales y resistencias políticas más radicalizadas, marginales y subalternizadas necesitan capital monetario para funcionar y hacer efectivas sus exigencias de demandas y derechos.

Por ello, es de subrayar el papel de la base material en la constitución de las organizaciones, movimientos e izquierdas como sujetos políticos con autonomía. Sin una base económica, administrativa y gestionaría, incluso en términos de capital social y fuerza política, que se traduzca en un número importante de militantes, activistas o simplemente simpatizantes, dichas organizaciones difícilmente se constituyen como sujetos políticos. En este sentido, la carencia de recursos económicos y materiales ha sido usada, en su mayoría, por el Estado para coartar las luchas populares y organizaciones de la izquierda en México. Incluso, las condiciones de ausencia o debilitamiento de la base material en la protesta social contribuyen a la neutralización de la acción política de las movilizaciones sociales. Por ejemplo, la pobreza es una de las principales razones que fragmentan e impiden la cohesión comunitaria zapatista.

Aunque no solo la miseria impide la constitución de las comunidades indígenas zapatistas como sujetos anticapitalistas, las condiciones precarias de las ciudades y sus periferias, en una dimensión nacional y global, han hecho que la propuesta zapatista sea vista de manera distante, ajena o poco asimilada por la gente que allí habita, cuya preocupación se centra en una lucha individual por conseguir o mantener sus empleos, más que en tener una postura crítica sobre las causas estructurales de su situación económica y social. A pesar de las condiciones económicas adversas que los zapatistas enfrentan, estos continúan luchando por constituirse como sujetos políticos autónomos en los espacios comunitarios indígenas y buscando que su estrategia de centralidad política influya sobre otros sujetos con los que comparten la condición de imposibilidad para organizar y materializar su propio proyecto político.

En relación con el concepto de izquierda, cuando los zapatistas irrumpieron públicamente en 1994, estos no tenían claridad sobre su posición frente a los debates de las izquierdas mexicanas; sin embargo, sí tenían claro que no querían reproducir algunas prácticas verticales de las izquierdas tradicionales, como la toma de decisiones exclusivamente desde una cúpula y sin considerar a la mayoría de los integrantes de las organizaciones y los movimientos. El objetivo del EZLN desde la Primera declaración fue plantear una organización de izquierda que no se limitara a la interpretación tradicional del socialismo.

Desde sus primeros discursos públicos, los zapatistas recuperaron una serie de figuras y experiencias de luchas históricas, como la dirigida por Emiliano Zapata, las distintas luchas campesinas por la tierra en el transcurso del siglo XX e incluso la revolución de independencia de inicios del siglo XIX. Estas luchas, en conjunto, juegan un papel muy importante en el imaginario social y político del mexicano debido a que estos hechos y personajes, en mayor o menor grado, se han convertido en elementos de identificación nacional para desde el siglo pasado. Por ello, los hijos de Votan Zapata integraron en su proyecto político, como estandarte ideológico y estrategia política, una identidad que mostrara el cúmulo de luchas indígenas campesinas y de defensa de la soberanía contra los agravios que históricamente han afectado a la sociedad mexicana.

Luego, entre la Segunda declaración (2000b) y la Cuarta declaración (2000d), esta postura zapatista sobre la izquierda adquirió nuevos elementos de significado político e ideológico, como la democratización, la reivindicación de formas participativas y plurales con mecanismos directos de toma de decisiones y la recuperación de prácticas comunitarias indígenas que, históricamente, han estado presentes en el interior organizativo de los pueblos ancestrales mexicanos. Por tanto, es un error, por más, recurrente, afirmar que el zapatismo inventó el mandar-obedeciendo y la lógica comunitaria indígena. Una revisión histórica de las luchas campesinas y resistencias indias del país demuestra que dicha lógica comunal se encuentra presente como una constante, en mayor o menor medida, al interior de cada uno de los casos de las movilizaciones indígenas a lo largo y ancho de México.

La idea de una izquierda democrática, plural, proindígena y comunitaria, relacionada continuamente con el anticapitalismo y la denuncia sobre las consecuencias de la deshumanización, desigualdad, injusticia, pobreza, racismo y clasismo provocadas por la estructura y relaciones de la economía capitalista, adquirió cada vez mayor relevancia y significado en términos ideológicos para los zapatistas. En 1998, el movimiento planteó la necesidad de reivindicar una izquierda no solo cuestionadora del neoliberalismo, sino también capaz de denunciar el institucionalismo y la cooptación de la que la izquierda partidista, representada principalmente en los noventa por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), había llegado a ser objeto.

Más adelante, en el transcurso de las primeras dos décadas del siglo XXI, los rebeldes del sureste chiapaneco insistirán en esta crítica y la aplicarán, también, para identificar el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) como una organización reproductora de los métodos tradicionales de la izquierda, la cual juega con las mismas reglas, dinámicas y lógicas de la dimensión más vertical e institucionalizada del poder y el sistema político mexicano. Esta izquierda institucionalizada, frente al neo-zapatismo, ha llegado a tener mayor fuerza política y aceptación en colonias, barrios y espacios urbanos en la periferia y en el centro de ciudades como la de Ciudad de México. En cambio, el proyecto zapatista es una propuesta identificada con una historia y memoria colectiva más cercana a la lucha y defensa de la tierra, y a la reivindicación de caudillos como Emiliano Zapata y otros dirigentes revolucionarios campesinos y representantes de los movimientos indígenas en las zonas rurales de los distintos estados de la República mexicana.

Después de 1998, los zapatistas replantearon su estrategia política con relación a su postura de izquierda y concluyeron que esta debía de tener dos elementos o coordenadas ideológicas claves: el anticapitalismo antisistémico y las luchas por la democratización real del pueblo mexicano en la construcción del poder político. En la Sexta declaración de la Selva Lacandona (2005), los zapatistas manifiestan que su proyecto se dirige a lograr una estrategia mediante “un acuerdo con personas y organizaciones mero de izquierda, porque [piensan] que es en la izquierda política donde mero está la idea de resistirse contra la globalización neoliberal, y de hacer un país donde haya, para todos, justicia, democracia y libertad” (CCR-EZLN, 2005, p. 15).

Así pues, los zapatistas plantean que ellos no pretenden fundar una organización de izquierda que reproduzca los mismos errores de las izquierdas que fueron cooptadas e institucionalizadas históricamente por los partidos políticos y otras instituciones de representación y participación del Estado mexicano. También, esta posición zapatista, por lo menos en términos discursivos, implica una convocatoria hacia la población mexicana que no está organizada, para generar un movimiento nacional capaz de producir una mayor fuerza política e influir en la articulación de las diversas luchas sociales del país. Por ello, la consigna enunciada por ellos mismos para hacer referencia a este proceso es la famosa frase “construir desde abajo y por abajo” (CCR-EZLN, 2005, p. 19).

Por último, la izquierda actual de los zapatistas se caracteriza por una postura antisistémica con la que buscan constituir un sujeto político nacional mestizo e indígena, pero no desde un proyecto elitista que excluya a las clases populares y a los pueblos ancestrales del país. La clave de la centralidad de este sujeto radica en la articulación de lo mestizo subalternizado con lo indígena, que representa la opresión y el racismo del que han sido objeto los pueblos ancestrales y que suceden dentro la propia sociedad mestiza. En este sentido, el sujeto zapatista -el que propone el EZLN- debe ser un producto de la lucha de una sociedad mexicana que cobre consciencia de su condición de clase subalternizada y de pueblo históricamente oprimido y colonizado.

Conclusión

La literatura sobre la lucha de los zapatistas y sus intentos por materializar su idea de centralidad política en su proyecto político, dentro del complejo contexto del despojo, la explotación, la violencia regional y el paramilitarismo en Chiapas, es bastante extensa. Los zapatistas han hecho un esfuerzo por tratar de llevar a cabo su propuesta de proyecto político a un nivel nacional. Aunque no han tenido el éxito esperado, los postulados del movimiento han logrado tener un impacto internacional: redes de organizaciones y luchas sociales en diferentes partes del mundo los han estudiado y adoptado. Además, después de más de 25 años desde su irrupción pública en 1994, los zapatistas siguen estando presentes en espacios académicos, en la agenda de investigadores sociales latinoamericanos, en revistas indexadas y en libros especializados, con una importante difusión nacional e internacional.

Por lo tanto, el análisis realizado sobre la centralidad política de los zapatistas conduce finalmente a pensar que dicha idea no fue dada de forma predeterminada. La centralidad política es un proceso que implica la confrontación y tensión entre diversas estrategias ideológicas, mediante las cuales, las clases y pueblos en una condición subalternizada y de opresión buscan materializar su proyecto y hacer efectiva su participación como fuerza política en el campo real de disputa por definir el Estado. Por eso, intelectuales que conforman e impulsan el proyecto del movimiento mestizo-indígena han formulado una visión de sujeto zapatista caracterizado por diversas expresiones.

Esta idea contrasta con la afirmación proveniente de militantes del movimiento, para quienes el sujeto zapatista fue creado por generación espontánea desde su irrupción pública en 1994. Sin embargo, el punto de partida histórico propuesto en este artículo fue considerar que, a lo largo de las seis declaraciones y otros documentos políticos e ideológicos firmados por el EZLN, se han realizado distintos esfuerzos para que, precisamente, dicho sujeto se constituya libremente y de manera consciente no solamente fuera de los patrones de dominación de la persistencia colonial y el neoliberalismo en México. La centralidad hace referencia a que el sujeto oprimido debe luchar incluso por su libertad ideológica frente a la manera de pensar progresista de organizaciones, intelectuales y dirigentes de izquierdas. Paradójicamente, estos últimos, aunque apoyan la liberación de los rebeldes del sureste chiapaneco, les imponen contenidos programáticos y elementos ideológicos.

Por consiguiente, los zapatistas insisten en que ellos buscan definir su propio proyecto político de resistencia, sin que la izquierda los trate con una actitud indigenista. Sin embargo, muchos simpatizantes de izquierda e incluso del movimiento zapatista identifican a los pueblos indígenas como menores de edad y no como sujetos políticos capaces de definir su proyecto político. Por lo tanto, el problema de la centralidad de los zapatistas como sujetos políticos es una cuestión continuamente vinculada con la lucha por el poder político, aunque su disputa por este sea planteada desde los márgenes estatales y subsuelos de la política nacional.

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* Este artículo de investigación es resultado del proyecto Construcción de paz y tramitación de conflictos Cauca 2018: una mirada territorial y con enfoque diferencial (ID4973) del Grupo de Investigación de Actores, Procesos e Instituciones Políticas (Giaprip) y del Departamento de Ciencia Política de la Universidad del Cauca.

1También ha sido rebautizado como neozapatismo e incluso referido bajo la denominación de hijos de Votan Zapata, como lo hizo Guillermo Michel (2003). Votan es la versión castellanizada del dios padre de los pueblos que descienden de la matriz civilizatoria de los mayas y Zapata hace referencia a la interpretación de la lucha zapatista de 1910, desde una postura ideológica que mitifica dicha experiencia histórica. Por lo tanto, el Votan Zapata es la articulación de dos figuras míticas que, como representaciones históricas, políticas e ideológicas, simbolizan la versión del EZLN sobre los pueblos indígenas en el sureste de Chiapas.

2Esta metodología tiene su antecedente en Coblans (1965) y García-Gutiérrez (1984).

Cómo citar: Ávila-Rojas, O. (2019). El Sujeto Zapatista y su Proyecto Político. Civilizar: Ciencias Sociales y Humanas, 19(37), 83-94.

Recibido: 17 de Octubre de 2018; Revisado: 05 de Noviembre de 2019; Aprobado: 12 de Noviembre de 2019

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