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Pensamiento Psicológico

versión impresa ISSN 1657-8961

Pensam. psicol. vol.11 no.2 Cali jul./dic. 2013

 

Una aproximación al desarrollo psicosexual desde la perspectiva de la metapsicología freudiana

An Approach on to the Psychosexual Development from the Freudian Metapsychology Perspective

Uma aproximação ao desenvolvimento psicossexual desde la perspectiva da metapsicologia freudiana

Sergio Guillermo Castellanos Urrego1

Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia)

1Psicólogo-psicoanalista. Pontificia Universidad Javeriana - Bogotá. Facultad de Psicología, Pontificia Universidad Javeriana, Cra. 5 No 39-00, Bogotá, Colombia. Correo: scastellanos@javeriana.edu.co

Recibido: 24/04/2013 Aceptado: 20/07/2013


Para citar este artículo/ to cite this article/ para citar este artigo

Castellanos Urrego, S. G. (2013). Una aproximación al desarrollo psicosexual desde la perspectiva de la metapsicología freudiana. Pensamiento Psicológico, 11(2), 157-175.


Resumen

Este trabajo es una reflexión y revisión teórica sobre la concepción del desarrollo psicosexual desde la perspectiva psicoanalítica particular de la metapsicología freudiana, a la cual se integran algunos desarrollos propuestos por Arcila Arango. En este sentido, el presente artículo tiene como objetivo principal describir de manera sintética tanto el concepto de desarrollo psicosexual, desde el Psicoanálisis freudiano, como los elementos fundamentales de dicho proceso, incluidas las vicisitudes inevitables de la represión, para finalizar con la presentación de un acercamiento al Psicoanálisis freudiano como intervención para destrabar el desarrollo y avanzar hacia la sexualidad genital adulta. También, se plantea la posibilidad de observar los efectos de intervenciones psicoterapéuticas a través de cuatro elementos claves que se desarrollan en la sexualidad humana. Esta tarea, a su vez acoge un interés fundamental por evidenciar que, si bien existe una magnitud respetable de investigaciones en torno al concepto de desarrollo psicosexual, existen del mismo modo muy pocas destinadas a evidenciar descriptivamente el concepto de desarrollo psicosexual desde el paradigma científico que propone el sistema freudiano.

Palabras clave: Desarrollo psicosexual, sexualidad, psicoanálisis, represión.


Abstract

This paper is a review and theoretical reflection of the conception of psychosexual development from a personal psychoanalytical perspective that is Freudian metapsychology, which also includes some developments proposed by Arcila Arango. It synthesizes and describes psychosexual development from the viewpoint of Freudian psychoanalysis, such as the fundamental elements of the process, including the inevitable vicissitudes of repression, finishing with the presentation of an approach to Freudian psychoanalysis as an intervention for 'unlocking' development and moving towards adult genital sexuality. Also proposed is the possibility of observing the effects of psychotherapeutic interventions by means of four key elements that occur in human sexuality. At the same time this work covers a fundamental interest by showing that, although there is a considerable amount of research into psychosexual development, there is very little that gives a descriptive account of the concept of psychosexual development from the very heart of what the Freudian system proposes.

Key words: Psychosexual development, sexuality, Psychoanalysis, repression.


Resumo

Este trabalho é uma reflexão e revisão teórica sobre a conceição do desenvolvimento psicossexual desde a perspectiva psicanalítica particular da metapsicologia freudiana, na que se integram alguns desenvolvimento propostos por Arcila Arango. Neste sentido, o presente artigo tem como escopo principal descrever de jeito sintético tanto no conceito do desenvolvimento psicossexual, desde o psicanálise freudiana, como os elementos fundamentais de dito processo, incluídas as vicissitudes inevitáveis da repressão, para finalizar com a apresentação de uma aproximação a psicanálise freudiana como intervenção para destravar o desenvolvimento e avançar para a sexualidade genital adulta. Também, foi planteada a possibilidade de observar os efeitos de intervenções psicoterapêuticas com quatro elementos chaves que foram desenvolvidos na sexualidade humana. Esta tarefa, a sua vez, tem um interesse fundamental por evidenciar que, bem existe uma magnitude respeitável de pesquisas sobre o conceito de desenvolvimento psicossexual, existem do mesmo modo muitas poucas destinada a evidenciar descritivamente o conceito de desenvolvimento psicossexual desde o paradigma científico que propõe o sistema freudiano.

Palavras chave: Desenvolvimento psicossexual, sexualidade, psicanálises, repressão.


Introducción

La psicología del desarrollo asiste actualmente a un movimiento de acercamiento entre las diferentes tendencias teóricas existentes. Esto implica proponer un modelo en el que "los niveles biológico, psicológico y social, se incluyen en un sistema integrado que abarca esos diversos niveles o subsistemas" (Lenzi, Borzi y Tau, 2010, p. 140) y que a su vez interactúan, aunque con características propias, indisociablemente entre sí. Así pues, en este momento se ha propendido por un enfoque sistémico - elacional, que se opone a la tendencia de más de dos siglos de la psicología a enfocar los problemas en términos de pares dicotómicos (interior o exterior, individuo o sociedad, cambio o permanencia), cuya consecuencia inevitable es la escisión de "elementos de una totalidad que solo con fines metodológicos puede ser recortada" (Lenzi et al., 2010, p. 17).

En este sentido, y aunque no se lo reconoce como tal, es pertinente destacar que el precursor más claro de este enfoque es Freud (1979h), quien propuso el concepto de series complementarias para establecer la mutua interacción y complementariedad de los factores constitucionales, así como las vicisitudes emergentes del desarrollo individual, en la etiología de los fenómenos psíquicos. Desde este planteamiento y desde su modelo de aparato psíquico2 es posible afirmar entonces que el Psicoanálisis freudiano destaca la hipercomplejidad y la sobredeterminación de los acontecimientos psíquicos como características esenciales de la psique (Cruz, 2006), con lo cual se opone claramente a la causalidad lineal clásica en tanto establece que "la causalidad psíquica es plurívoca y relativamente indeterminada" (Cruz, 2006, p. 53). Así, desde este modelo, todos los acontecimientos psíquicos inconscientes se afectan mutua y constantemente al interior de un sistema complejo en el que lo pasado puede afectar lo futuro, pero lo futuro afecta en cada momento lo pasado y lo presente (Cruz, 2006).

Tal como lo plantea Zamanian (2011), la postura freudiana de la sexualidad infantil es un modelo psicosomático vigente que determina la constitución del psiquismo individual, y elabora las transformaciones y plasticidades de la sensualidad y el deseo. Este último se encuentra representado en zonas de fantasías modales que conectan los efectos de la excitación corporal. En este orden de ideas, la sexualidad vendría a estar esencialmente ligada a la fantasía, viniendo a situarse en la intersección entre el cuerpo y la mente.

De esta manera, el presente artículo emerge desde la convicción de que omitir estos aspectos en un estudio del desarrollo, más allá de las divergencias teóricas y metodológicas intradisciplinarias, representa un estancamiento de la ciencia y el conocimiento científico, no solo dentro de la psicología, sino también dentro del psicoanálisis. Se propone, entonces, abrirse paso en la indagación del vacío teórico actual existente en lo concerniente al desarrollo psicosexual, así como en sus implicaciones psicológicas. En este sentido, se centrará en el estudio y comprensión de la sexualidad infantil y su desarrollo tal como lo propuso Freud (1979a).

La intención, anteriormente sugerida, tiene como fin ofrecer una comprensión del desarrollo psicosexual desde el interior de un paradigma o sistema epistemológico, dentro del cual dicho concepto tuvo y aún tiene una preeminencia fundamental. Si bien es cierto que actualmente proliferan investigaciones en torno a esta cuestión, también es suficientemente evidente que no existen de manera significativa investigaciones en torno a dicho constructo, que partan del lugar mismo en que éste empezó a tener trascendencia con los demás conceptos que constituían el Psicoanálisis freudiano.

Para quienes construyen su propio sistema de conocimientos basados en un paradigma como el freudiano, así como para aquellos investigadores que se centran en conocer la naturaleza y complejidad de ciertos conceptos psicológicos, es de gran importancia el poder hacerlo desde los lugares o paradigmas mismos en los que dichos conceptos dieron sus primeras luces. Bien sea por eso que señalaría Kant (2006), en su libro Crítica de la razón pura, que la ciencia propiamente dicha se ha de construir desde adentro. Así, se sugiere que todo aquello que se quiera hacer suficientemente comprensible debe intentar ser comprendido desde sus propias condiciones de posibilidad, que para este caso, no son otras que las propias estructuras científicas particulares. Tales estructuras no serían otra cosa que aquellos cimientos en torno a los cuales Freud fue construyendo su ciencia, su sistema de principios epistemológicos para explorar la psique humana con suficiente rigurosidad. Es por ello mismo, que el presente escrito tiene como uno de sus objetivos fundamentales ofrecer una descripción sintética del concepto de desarrollo psicosexual desde el lugar mismo en que dicho concepto empieza a gestarse en relación con el devenir psíquico de todo sujeto, el Psicoanálisis freudiano.

Una de las maneras clásicas de referirse al Psicoanálisis es como un "método creado [...] para investigar y curar las enfermedades mentales mediante el análisis de los conflictos sexuales inconscientes originados en la niñez" (Real Academia Española [RAE], 2001, pp. 1685-1686). Con cierta ligereza se puede asemejar el acceso a lo inconsciente, como el acceso a un baúl lleno de recuerdos y experiencias que, si bien no se pueden recordar, continúan obrando en el psiquismo del sujeto. Contrario a lo que es, pareciera que el psicoanálisis se redujera simplemente a un asunto de poder recordar.

Por ejemplo, en la clínica psicoanalítica, desde la experiencia tanto de psicoanalizarse como de psicoanalizar, es posible observar que uno de los resultados del proceso psicoanalítico consiste en poder tener vivencias que se consideran novedosas. Desde el psicoanálisis no habría tal cosa como algo nuevo; lo que se experimenta son desarrollos que se relacionan con la vida instintiva primaria del sujeto. Esto hace pertinente que se despliegue toda una indagación en torno a los resultados provenientes del ejercicio de psicoanalizar. Así, al enfatizar en el desarrollo psicosexual se puede decir que el psicoanálisis lo que pretende es que, a partir del conocimiento del funcionamiento dinámico del actual aparato psíquico, anclado en el psiquismo infantil, y con el levantamiento paulatino de la represión, se puedan alcanzar niveles más adultos de desarrollo, y con ello, tender hacia una sexualidad genital adulta.

Teniendo en cuenta las anteriores pormenorizaciones, se plantea como objetivo fundamental, llevar a cabo una descripción sintética del desarrollo psíquico desde sus inicios, a la vez que se realiza una introducción a los conceptos de represión primaria y secundaria, para ubicar ahí, el psicoanalizarse como camino para destrabar el desarrollo y avanzar hacia la sexualidad genital adulta. Siguiendo estos lineamientos, se propone recorrer los siguientes pasos: (a) mencionar de qué desarrollo psíquico se habla desde el psicoanálisis y cuáles son los elementos básicos de lo que ocurre en términos de proceso, para poder ubicar la reflexión en el tema del aparato psíquico del infante; (b) plantear una aproximación al problema de la represión como factor que vuelve permanente lo dinámico y unas ciertas maneras infantiles de obtener placer y relacionarse con los objetos, que debieron ser un paso hacia la adultez, pero que se volvieron permanentes; (c) esbozar unas categorías que permitan la comprensión de la sexualidad humana y que, por ende, sean útiles para observar y analizar algunos derivados de la represión primaria, así como los avances que puedan haber en el desarrollo psicosexual; (d) por último, plantear algunas problemáticas psicoanalíticas relacionadas, cuya comprensión pudiera beneficiarse con la claridad aquí lograda, pero que requieren una mayor profundización que desbordaría los límites y objetivos mismos del presente trabajo.

Aparato psíquico y desarrollo psicosexual

Los hallazgos psicoanalíticos acerca del funcionamiento psíquico, realizados por Freud, tuvieron como metodología el psicoanálisis de adultos. De la observación directa de niños se pueden citar dos casos, el de su propio nieto en el llamado juego del "fort - da" presentado en su escrito Más allá del principio del placer (Freud, 1973a). La otra intervención, centrada más en una observación indirecta de Freud con un niño, es el caso de Juanito o el pequeño Hans, publicada en 1909. Metapsicológicamente, se sabe que el aparato psíquico adulto es dinámico, en tanto está buscando permanentemente atender diferentes mociones que son, principalmente, inconscientes, reprimidas y de naturaleza sexual infantil. Con esto se pretende evidenciar cómo la comprensión del desarrollo psíquico, que por supuesto implica acercarse a entender cómo opera el incipiente psiquismo de un bebé es una tarea a posteriori, en tanto que se construye a partir del psicoanálisis de adultos neuróticos. El Psicoanálisis freudiano, como herramienta de intervención e investigación, se apoya en el análisis de las repeticiones y no de los recuerdos para lograr su cometido. Por ello, si bien se sabe que los fenómenos menos claros corresponden a los primeros años de vida, no por ello es necesario retroceder hasta ellos para psicoanalizar a un neurótico. Tampoco es pertinente recurrir a la observación directa de bebés:

Resulta cada vez más difícil aprehender las reacciones psíquicas a medida que se profundiza más en los periodos en que todavía no existe el lenguaje, y en que muchas funciones que más tarde aparecen separadas aún permanecen indiferenciadas entre sí. Las tentativas que se hacen para superar estos obstáculos mediante la observación directa de los niños, resultan difíciles antes de la aparición del lenguaje, ya que los datos que se obtienen por esa vía se prestan a diferentes interpretaciones psicológicas (Fenichel, 1968, p. 49).

Por tales razones, es coherente plantear que la manera idónea de observar estos procesos de desarrollo es a partir de un método que a posteriori deconstruya y analice hipotéticamente cada uno de los elementos y procesos que constituyeron todo ese devenir psíquico que se observa como una especie de resultado en la adultez.

Con la precisión anterior es posible dar comienzo a la siguiente reflexión, respondiendo psicoanalíticamente a la pregunta: ¿de qué se vale el psiquismo temprano, por ejemplo, en un bebé recién nacido, para buscar la supervivencia? Se vale, fundamentalmente, de un aparato sensoperceptual, los instintos y el principio de placer/displacer.

Este aparato sensoperceptual básico, del que se habla en las líneas anteriores, se corresponde con el que ilustra Freud en la figura 1, del capítulo VII de La interpretación de los sueños (Freud, 1973b). Esto es, un aparato de reflejos en el que los estímulos entran por un extremo y la reacción ante ellos sale por otro. Ello quiere decir que dicho aparato se encuentra constituido por varios sistemas que son recorridos en una secuencia temporal determinada. Inicialmente, se habla entonces del polo perceptual y del polo motor. Pero, ¿qué otros sistemas median entre los dos polos y orientan la reacción? Si bien se va a precisar y aclarar qué sistemas son los que aquí median, se puede recurrir, como fundamento de ellos, al principio de placer/displacer. Este principio orienta la reacción dependiendo de si la cualidad de lo percibido corresponde con el displacer o con el placer, de modo que funciona evitando las sensaciones displacenteras y buscando las placenteras. El principio del placer/displacer se fundamenta en el principio de inercia, primera ley del movimiento universal, "según la que todo objeto que es estimulado tiende a volver al estado anterior al estímulo" (Valls, 2008, p. 462). De este modo, cualquier estímulo que se traduzca en una sensación es ya una perturbación para el psiquismo que en respuesta se ocupará de buscar restablecer el estado anterior.

Para ganar en claridad sobre el papel de este principio en el psiquismo es necesario introducir el concepto de los instintos y sus manifestaciones, o sea las pulsiones propiamente dichas. Freud (1979b) en Pulsión y destinos de pulsión precisa el concepto de pulsión diferenciándolo claramente del concepto de estímulo. En consonancia con ello, señala que un estímulo aportado al organismo desde afuera es descargado también hacia afuera mediante una acción. Esta acción (reacción frente al estímulo) sustrae al órgano estimulado de la influencia del estímulo, alejándolo con ello del radio de acción en que dicho estímulo opera. Esto es lo que se conoce como reacción de evitación o huida. Pues bien, esta es la reacción ante lo externo, pero cuando la fuente de la sensación es interna, esta reacción no es posible y no se logra cancelar de esta manera la sensación; así el sujeto lo intente, no es imposible huirle a lo interno. Por ello mismo, conviene distinguir aquello que se podría llamar un estímulo interno (pulsión), que realmente es la manifestación de un instinto, de aquel otro externo que constituye la acción de un elemento externo al sujeto sobre el sujeto mismo. Los instintos como tal están arraigados en el organismo; operan de manera constante para lograr su principal función, que es la de garantizar la supervivencia del sujeto, así como manifestarse a través de sensaciones, pulsiones. Bien por ello señalará Freud (1979b) que a estas sensaciones o estímulos internos conviene llamarlos necesidades. Una sensación originada en un instinto es una moción pulsional o una necesidad instintiva y se cancela a través de su satisfacción. Por este motivo afirmará Freud que:

las necesidades plantean exigencias mucho más elevadas al sistema nervioso y lo mueven a actividades complejas, encadenadas entre sí, que modifican el mundo exterior lo suficiente para que satisfaga a la fuente interior del estímulo. Entonces, se puede inferir que ellas, las pulsiones, y no los estímulos exteriores, son los genuinos motores de los progresos que han llevado al sistema nervioso (cuya productividad es infinita) a su actual nivel de desarrollo. [...] Desde luego, nada impide esta conjetura: las pulsiones mismas, al menos en parte, son decantaciones de la acción de estímulos exteriores que en el curso de la filogénesis influyeron sobre la sustancia viva, modificándola. [...] Y si después se halla que la actividad del aparato psíquico, aun del más desarrollado, está sometida al principio de placer, es decir, es regulada de manera automática por sensaciones de la serie placer-displacer, difícilmente se puede rechazar otra premisa, a saber, que esas sensaciones reflejan el modo en que se cumple el dominio de los estímulos. El sentimiento de displacer tiene que ver con un i ncremento del estímu lo, y el de placer con su disminución (Freud, 1979b, p. 116).

En la anterior cita, Freud deja claro que el desarrollo del aparato psíquico, a nivel tanto ontogenético como filogenético, se sustenta en la continua búsqueda de satisfacción de las pulsiones como camino para lograr la supervivencia del individuo y, por ende, de la especie. La pulsión es, además, un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático; "[e]s un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal" (Freud, 1979b, p. 117).

A partir de esta sucinta exposición de los elementos fundamentales con los que cuenta el psiquismo temprano, es posible entrever que lo psíquico es como una cara de una moneda, en la que la otra cara es lo orgánico o fisiológico, de modo tal, que un aspecto no puede existir sin el otro. Sin embargo, al intentar precisar, de la mano de los planteamientos de Freud, qué es aquello que caracteriza lo psíquico y permite comprender su desarrollo, parece que el punto fundamental está en la posibilidad de que queden registros de lo percibido, además de que dichos registros se puedan evocar y hacer operaciones con y entre ellos. En últimas, de lo que se estaría hablando es que de la capacidad de representar sobre la cual es menester decir unas cuantas palabras de manera subsiguiente.

Como bien señala Valls (2008), el término representar proviene de paradigmas propiamente filosóficos y psicológicos previos y ajenos al psicoanálisis, que luego serían adoptados por Freud quien le adjudicó a dicho término nuevos significados propios. Desde la perspectiva de Freud, la representación vendría a ser uno de los dos componentes insignes del psiquismo junto con el afecto. Según señala Valls (2008), desde la perspectiva de Freud las representaciones vendrían a ser, entonces, una especie de células psíquicas que, como todo proceso de formación celular, se van produciendo de manera compleja. Tales representaciones tienen su punto de origen en los procesos de percepción, y fundamentalmente, en las huellas que dejan las percepciones en el psiquismo del sujeto. En este sentido, la representación vendría a ser aquello que otorga una cualidad representacional o psíquica a las cantidades de excitación que entran en el aparato psíquico en busca de cualidades perceptuales (Valls, 2008).

Estas cualidades perceptuales no son otra cosa que aquello que fue quedando en el psiquismo de aquellas percepciones primarias que finalmente se fueron convirtiendo en verdaderas huellas mnémicas. Tales huellas, luego de ser elaboradas a través del proceso secundario, se convierten en representaciones "del deseo de repetir aquella vivencia (siempre que esta haya sido satisfactoria, se supone, y en principio)" (Valls, 2008, p. 530).

Este tipo de representaciones de las que aquí se habla son las que Freud denominó representaciones - cosa, en tanto son, como señala Valls (2008), representaciones de las cosas o de las sensaciones sentidas con las cosas" (p. 530), con aquellos primeros objetos, así como de las acciones realizadas en relación y con dichos objetos. Según señala Valls (2008), "la representación de la cosa no lo es de la cosa en sí [...] Es por lo pronto, representación de lo que le pasó al sujeto con la cosa durante el momento de la vivencia [...]" (p.530).

Con la emergencia de la represión primaria, estas representaciones - cosa pasan a ser parte del sistema inconsciente, pues constituyen registros mnémicos de vivencias particulares con los objetos que, con la llegada de ciertas experiencias que abren paso a la represión, se convierten en incestuosas y prohibidas, de modo que se sepultan en el inconsciente. Dichas vivencias, si bien quedan relegadas al inconsciente, no dejan de tener sus ecos en la vida del sujeto en forma de neurosis de diversos tipos, y aun si no logran hacerse sentir por ningún medio, se traducen en un psiquismo ciertamente empobrecido en términos de capacidades cognitivas (Valls, 2008). En tanto las representaciones - cosa se encuentran en el sistema inconsciente, vienen a operar según las leyes del proceso primario.

Existe a su vez otro tipo de representación a saber, la representación - palabra. Como su nombre lo indica, se trata de representaciones formadas por sustratos lingüísticos, que solo pueden emerger en la medida en que ya se haya establecido en el sujeto un nivel lingüístico suficiente como para comunicarse con los otros. En últimas, las representaciones - palabra no son más que la palabra misma, que el lenguaje en el sentido literal del término, y no constituyen otra cosa que mecanismos cognitivos por medio de los cuales el sujeto se refiere u otorga un significado a las representaciones - cosa, sin nunca poder llenar con ellas el lugar de las representaciones - cosa. Estas representaciones -palabra pertenecen al sistema preconsciente y en tanto constituyen los significantes, a veces muy deformados, de las representaciones - cosa, el psicoanálisis se ha dedicado, según afirma Valls (2008), "a buscar la relación perdida entre [esas] representaciones - cosa de la sexualidad infantil [y esas] las representaciones - palabra pertenecientes al Prec., fruto de la represión" (pp. 532-533).

El aparato psíquico humano tiene como una de sus principales funciones la de tramitar las sensaciones. Para ello, se vale de comparaciones con registros previos de sensaciones anteriores, es decir, compara sensaciones actuales con representaciones de sensaciones pasadas. Valga añadir que la naturaleza de dichas sensaciones, a diferencia de la de los estímulos externos, es fundamentalmente instintiva. Sin embargo, para entender a plenitud el concepto de instinto es pertinente recordar la distinción de dos tipos de instintos. Freud (1979b) en Pulsiones y destinos de pulsión explica que los instintos de conservación o supervivencia tienen como fin la satisfacción de una necesidad cuyo aplazamiento puede amenazar la supervivencia. Por su parte, los instintos sexuales tienen como fin la consecución del placer, y solo a partir de la pubertad, con su madurez, estarán ligados con el fin reproductivo. Sin embargo, Freud (1979a) plantea que "el quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la conservación de la vida y solo más tarde se independiza de ella" (p. 165). Entonces, el placer (sexual) experimentado al satisfacer una necesidad de supervivencia está derivado de la estimulación de una zona erógena allí implicada. Esta satisfacción simultánea de los dos tipos de instintos se debe al fenómeno del apuntalamiento o acaballamiento de los instintos sexuales sobre los instintos de conservación. Este asunto del apuntalamiento inicial y la independencia posterior de los instintos será importante, posteriormente, para entender otros fenómenos del desarrollo derivados de allí.

En segundo lugar, es conveniente recordar que lo sexual no es restrictivo a la reproducción. Claramente, en los primeros niveles del desarrollo psicosexual, la sexualidad no está aún al servicio de la reproducción, sino al servicio de la consecución de sensaciones placenteras, que se encuentran ligadas a ciertos órganos o zonas, sin que, inicialmente, ni las sensaciones (placer de órgano) ni los órganos estén conectados entre sí. El predominio de una de estas zonas sobre las demás, sin que estén conectadas aún entre sí, es lo que Freud denominó desarrollo de la organización sexual.

Hasta ahora hemos destacado los siguientes caracteres de la vida sexual infantil: es esencialmente autoerótica y sus pulsiones parciales singulares aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta, enteramente desconectadas entre sí. El punto de llegada del desarrollo lo constituye la vida sexual del adulto, llamada normal; en ella, la consecución del placer se ha puesto al servicio de la función de reproducción, y las pulsiones parciales, bajo el primado de una única zona erógena, han formado una organización sólida para el logro de la meta sexual en un objeto ajeno (Freud, 1979a, p. 179).

Hay diferentes organizaciones pregenitales antes de llegar a la organización genital infantil. Esta última se denomina infantil puesto que es significativamente diferente en la infancia, en tanto no ha alcanzado aún la madurez del instinto sexual de la organización genital que se puede alcanzar con el interjuego entre la madurez fisiológica y la psíquica en la vida adulta. La clasificación clásica de Freud (1973c) de estas organizaciones dice así:

como primer estadio de organización (pregenital) puede discernirse al estadio oral, en el cual, de acuerdo con el principal interés del lactante, la zona de la boca desempeña el papel cardinal. Le sigue la organización sádico-anal, en la cual la pulsión parcial del sadismo y la zona del ano se destacan particularmente; [...] El tercer estadio de organización, y el definitivo, es la conjugación de la mayoría de las pulsiones parciales bajo el primado de las zonas genitales (Freud, 1973c, pp. 2667-2668).

La pertencia de mncionar dichas organizaciones responde a la necesidad de poner en evidencia la importancia de hablar del desarrollo en términos de desarrollo psicosexual. Esto, porque en la vida del bebé son, inicialmente, las experiencias sensoriales percibidas en términos de placer o displacer con todos los diferentes matices posibles (por esto son entonces experiencias sexuales infantiles) las que debe procesar el incipiente aparato psíquico. A partir de los resultados finales de cada experiencia se construyen nuevos caminos para futuras experiencias. Entendido así, el desarrollo será simultáneamente psicológico y sexual, es decir, psicosexual.

Se integra ahora la ilustración que trae Freud como figura 2, en el capítulo VII de La interpretación de los sueños (Freud, 1973b), complementada con los desarrollos del trabajo La pizarra mágica (Freud, 1979c). En este aparato psíquico aquí presentado por Freud, para que el polo perceptual pueda llevar a cabo su tarea de percibir se necesita que siempre esté dispuesto a ello. Sin embargo, para que esto ocurra el psiquismo debe ofrecer otro sistema que pueda llevar a cabo la función de la memoria, de forma independientes, pero claramente relacionados. De lo percibido debe quedar un registro permanente que no afecte la posibilidad de seguir percibiendo. Debe quedar, entonces, una huella permanente de memoria.

El asunto de las huellas mnémicas y las representaciones trae consigo muchos elementos que necesitan ser precisados. Antes de entrar a ese asunto, conviene detenerse a entender algo más del principio del placer/displacer, cuya manera de funcionar agrupará Freud bajo el denominativo de proceso primario, con el objeto de diferenciarlo del proceso secundario. Dice Freud (1911/1973) textualmente en Los dos principios del funcionamiento mental:

[en] la psicología basada en el psicoanálisis nos hemos acostumbrado a tomar como punto de partida los procesos anímicos inconscientes, cuyas particularidades nos ha revelado el análisis, y en los que vemos procesos primarios residuos de una fase evolutiva en la que eran únicos. No es difícil reconocer la tendencia a que estos procesos primarios obedecen, tendencia a la cual hemos dado el nombre de principio del placer. Tienden a la consecución de placer, y la actividad psíquica se retrae de aquellos actos susceptibles de engendrar displacer (represión). Nuestros sueños nocturnos y nuestra tendencia general a sustraernos a las impresiones penosas son residuos del régimen de este principio y pruebas de su poder. [.] En la interpretación de los sueños expusimos ya nuestra hipótesis de que el estado de reposo psíquico era perturbado al principio por las exigencias imperiosas de las necesidades internas. En estos casos, lo pensado (lo deseado) quedaba simplemente representado en una alucinación, como hoy sucede con nuestras ideas oníricas. La decepción ante la ausencia de la satisfacción esperada motivó luego el abandono de esta tentativa de satisfacción por medio de alucinaciones, y para sustituirla tuvo que decidirse el aparato psíquico a representar las circunstancias reales del mundo exterior y tender a su modificación real. Con ello quedó introducido un nuevo principio de la actividad psíquica. No se representaba ya lo agradable, sino lo real, aunque fuese desagradable. Esta introducción del principio de la realidad trajo consigo consecuencias importantísimas (Freud, 1911/1973, p. 1638).

Entonces, cuando el psiquismo se rige por el proceso primario, al percibir una necesidad, sin mayor mediación o espera, se alucina, representándose así su satisfacción. Sin embargo, esto tiene un presupuesto fundamental que conviene explicitar, y es que para poder representar o alucinar una satisfacción, ésta, o alguna asociada a ella, tiene que haber efectivamente ocurrido. Es decir, el proceso primario opera si el aparato psíquico tiene en su haber, registros de experiencias de satisfacción.

Ferenczi (1916/1959) plantea que al inicio de la vida, en el útero materno, se encuentra el bebé en un estado de satisfacción total, dado que sus necesidades se encuentran satisfechas, y por consiguiente, experimenta también una sensación ilusoria de que sus deseos y necesidades, para ser satisfechas, tan solo precisan ser anheladas. Como bien menciona el propio Ferenczi (1916/1959) haciendo alusión a esta idea, [en el] periodo de la vida que se desarrolla en el útero [...] el ser humano vive como un parásito del cuerpo de la madre. Para el ser naciente, "el mundo externo" solo existe en un grado muy limitado; todas sus necesidades de protección, calor y alimentación le son aseguradas por la madre. Más aún, ni siquiera tiene el trabajo de tomar el oxígeno ni el alimento, ya que ha sido previsto que estos materiales mediante arreglos adecuados le lleguen directamente a los vasos sanguíneos. Comparándolo con un gusano intestinal, por ejemplo, este último tiene que llevar a cabo bastante trabajo, "modificar el mundo externo" para poder mantenerse. Sin embargo, todo cuidado para la continuación del feto es transferido a la madre. Por lo tanto, si el ser humano posee una vida mental cuando se halla en el útero, aunque solo inconsciente -y sería tonto creer que la mente solo comienza a funcionar en el momento del nacimiento-, debe obtener de esta existencia la impresión de que de hecho es omnipotente. ¿Qué es omnipotencia? el sentimiento de que uno tiene todo lo que desea y que no hay nada más que uno pueda desear (p.141).

Ahora, al nacer, el bebé experimenta una inmensa insatisfacción propiciada por su encuentro con el mundo real y empieza a fantasear con aquello que anteriormente le producía tanta satisfacción. Este fenómeno transporta al niño a un periodo de omnipotencia mágica, alucinatoria, propia del proceso primario, que se caracteriza, precisamente, por ese mismo punto de vista subjetivo del niño, que apenas necesita aferrarse a sus fines de deseo alucinatoriamente (imaginados) para conseguir la satisfacción de los mismos. En palabras de Freud, "el proceso primario aspira a la derivación de la excitación para crear, con la cantidad de excitación así acumulada, una identidad de percepción" (Freud, 1973b, p. 710).

La identidad de percepción se buscará con la representación con la que cuente un determinado psiquismo, en tanto que tales representaciones se construyen y relacionan entre sí, fundamentalmente, a partir de las vivencias de satisfacción, aunque también de dolor, en relación con un objeto,

en las que el accionar del objeto será determinante, dada la inermidad inicial del ser humano y su absoluta dependencia de su madre (o de quien haga las veces de ella). [...] Una vez delineadas éstas, lo que era biológico, por medio de lo social (el contacto con el objeto con su lenguaje y su acción), devino en psíquico (Valls, 2008, p. 478).

De este modo, una cantidad de excitación proveniente del propio cuerpo, es decir, originada a partir de los instintos, cuando es suficiente para ser percibida, penetra en el aparato psíquico y es investida como bien señala Valls (2008), por una

[...] representación - cosa, o sea Inc. [inconsciente], luego, si quiere llegar a la consciencia del yo y ser pensada, necesita de una representación - palabra. Al ligarse la cantidad de excitación con representación se transforma en deseo de algo que ahora posee una meta (dejó de ser una alteración inespecífica); por lo tanto, toma cualidad representacional. Si el deseo es sexual se llamará también líbido; si está relacionado con la autoconservación, interés (p. 112).

Esta cantidad de excitación investida es un deseo inconsciente y, por ende, desde el funcionamiento del proceso primario se buscará una identidad de percepción que se logra inmediatamente a través de la alucinación de la representación a la que se ha ligado.

Es en aras de la supervivencia que necesita la satisfacción real. Por su parte, la alucinación no produce ninguna alteración en la fuente de la necesidad, es más, mientras se alucina el monto de excitación aumenta en lugar de cancelarse. Esto es lo que se denomina frustración. Ahora, el proceso primario se irá complementando paulatinamente por el proceso secundario, que permitirá la representación de lo real con lo que efectivamente se cuenta, para así orientar la descarga. El proceso secundario no busca ya una identidad de percepción con lo deseado, sino una identidad de pensamiento, que permite transacciones y modificaciones entre lo deseado y lo posible.

En este punto, es pertinente volver a traer una de las inquietudes que han orientado este trabajo: cómo explicar la sensación de novedad, aquella sensación de que algo no se había podido hacer nunca antes "de este manera", o nunca antes se había podido pensar así. La respuesta a este asunto radica en el hecho de que la represión y, por ende, las fijaciones, han detenido el desarrollo en puntos en los que efectivamente predomina más el proceso primario que el secundario; lo novedoso es que a partir del levantamiento de la represión y de la continuación del desarrollo, se logra que predomine el proceso secundario y se experimenten sensaciones "como nuevas".

Es así, cómo una cantidad de excitación, al ligarse o ser investida con una cualidad representacional, deviene en deseo, pero deseo inconsciente, y desde el inconsciente, es tramitada. Para pasar a un nivel más complejo y alto del funcionamiento psíquico, estas representaciones inconscientes, o representaciones - cosa, deben ser sobreinvestidas con representaciones - palabra, y estas últimas, a su vez, deben ser sobreinvestidas con atención desde la consciencia para poder ser pensadas, cada vez, con una energía más fija o de débil desplazamiento, propia del proceso secundario y ausente en el proceso primario. En tanto cada nivel es más complejo, en términos representacionales, requiere de una mayor investidura, de mayor energía, y también se deben coadyuvar y sobreponer investiduras libidinales con investiduras de interés y viceversa. Cuando la represión no permite, tanto en términos económicos como en términos dinámicos (fijaciones), acceder a estos niveles de complejidad representacional será nuevamente el levantamiento de la represión el camino para acceder a ellos y experimentarlos como experiencias nuevas.

Para concluir, la descripción de cómo es el aparato psíquico del que se partió para hacer el recorrido del desarrollo psicosexual, es pertinente retomar los asuntos que desarrolla Freud (1973b) en las figura 2 y 3 del capítulo VII de La interpretación de los sueños, es decir, el asunto de que los registros de memoria, a través de los cuales se tramitará una cantidad de excitación, son de carácter inconscientes y, por ende, las relaciones que se establecen entre ellos se rigen por las leyes de la asociación, lo cual facilitará un cierto recorrido de la excitación y otro será más resistido o difícil de recorrer. "Esta [ley] consistirá entonces en que, siguiendo la menor resistencia, se propagará la excitación preferentemente de un primer elemento Hm [huella mnémica] a un segundo elemento, en lugar de saltar a otro tercero" (Freud, 1973b, p. 673). Más adelante, en el mismo texto, Freud introduce la idea de que la única posibilidad de que el sistema inconsciente se comunique con la consciencia, por ende, con la motilidad voluntaria, es "a través de lo preconsciente, sistema que impone al proceso de excitación, a manera de peaje, determinadas transformaciones" (Freud, 1973b, p. 675).

Desarrollo psicosexual y represión

El funcionamiento psíquico del infante es, como todos los procesos psíquicos humanos, fundamentalmente inconsciente, pero no solo en términos descriptivos, sino especialmente en términos metapsicológicos. No solo no se tiene consciencia de los procesos psíquicos, sino que su funcionamiento es el del sistema inconsciente. Aquí vienen nuevamente algunas inquietudes: teniendo en cuenta que la capacidad de consciencia o la nitidez de ésta parece estar ligada con la capacidad y complejidad de los niveles representacionales, ¿cómo es la capacidad de consciencia del infante cuando se consolida la represión propiamente dicha en el complejo de Edipo?

Para dar respuesta a este asunto parece imprescindible traer a escena a Piaget y sus hallazgos en torno al desarrollo cognoscitivo y ponerlo en diálogo con Freud y su teoría sobre el desarrollo psicosexual. Dicha relación ya parece estar sustancialmente evidenciada por Basch (1977), quien en su texto titulado Developmental Psychology and Explanatory Theory in Psychoanalysis, expone de modo claro y sintético cómo los aspectos propiamente cognitivos y perceptivos de la teoría piagetiana del desarrollo y la teoría freudiana sobre el desarrollo psicosexual parecen complementarse y enriquecerse cuando se ponen en diálogo.

Apelando pues a dicho texto para responder al interrogante anteriormente planteado, se podría empezar por señalar, siguiendo la división que hace Piaget del desarrollo en estadios determinados, que si bien se encuentran interconectados tienen cada uno sus propias leyes y dinámicas categoriales, que en el momento en que se instaura la represión propiamente dicha en el complejo de Edipo, la capacidad cognoscitiva del infante se encuentra en lo que se denomina un periodo preoperacional en el sentido piagetiano del término (Basch, 1977). Esto quiere decir que el infante se encuentra en un periodo en el que la imaginación se instaura como un factor ciertamente significativo en la vida mental y psíquica del individuo. Esta capacidad imaginativa es la que permite al infante poder representar o fantasear con experiencias pasadas en ausencia de cualquier estímulo externo (Basch, 1977). Tal capacidad para representar de manera independiente a la presencia o ausencia del estímulo externo es lo que permite que la vida mental del sujeto se independice del ambiente (Basch, 1977).

Esta capacidad representacional, sin embargo, no equivale a la adquisición de la capacidad de pensar propiamente dicha, sino que se traduce en un momento previo en el que si bien el sujeto es capaz de imitar simbólicamente por medio de su capacidad representativa una experiencia pretérita con un estímulo externo, no es capaz de transformar dicha experiencia cognitivamente hablando. En este sentido, la capacidad de representar, propia de este periodo de la vida, hace posible la interiorización de ciertas facultades aprendidas, lo cual se constituye como un periodo preparatorio para que dichas interiorizaciones se conviertan en pensamiento (Basch, 1977).

Puesto que en este periodo el infante, por medio de su emergente capacidad simbólica, logra independizarse del ambiente, dicho estadio también constituye el momento en el que el yo se empieza a delimitar como objeto separado de los otros que como consecuencia deriva en la emergencia del concepto de yo (Basch, 1977).

Complementado esto con los elementos propios de la metapsicología freudiana, Basch (1977) señala que dicho periodo preoperacional coincide con un momento de la vida en el que también comienza a operar el proceso primario, y con él, la primera fase del desarrollo simbólico. Asimismo, Basch (1977) mostrará a través del ejercicio de poner en diálogo a Freud y a Piaget, que si pensamos en la instauración de la represión y su relación con el desarrollo cognoscitivo, la barrera de la represión vendría a coincidir con la división que existe entre el periodo preoperacional y el operacional, entendido este último como el momento en que el infante ya cuenta con la capacidad de transformar el mundo por medio de su cognición, es decir, que cuenta con la capacidad de pensar.

Lo que se sigue de esto es la idea de que la instauración de la represión configura aquella experiencia psíquica que hace que todos aquellos contenidos específicos que queden reprimidos tengan una expresión o representación simbólica, es decir, que tengan una naturaleza preoperacional, pero no puedan ser pensados en el sentido de ser manipulados y transformados a través del pensamiento (revisar las nociones de reversibilidad y conservación en Piaget). Este hecho, francamente sustentado a través de múltiples hallazgos desde el psicoanálisis y la psicología del desarrollo, se vienen a traducir en la evidencia de que si bien el pensamiento humano se ha desarrollado a unos niveles sorprendentes en relación con otros animales, es aún precario en relación con las posibilidades en los humanos, lo cual quiere decir que la capacidad y cualidad de la consciencia y del pensamiento también quedan comprometidas con la represión.

La premisa anterior se puede ver ilustrada al considerar la permeabilidad del proceso primario sobre el proceso secundario. Cuando a partir de la frustración el psiquismo debe recurrir a la inhibición de la alucinación como camino para lograr una identidad de percepción, como intento de descarga de una necesidad, el aparato psíquico se obliga, a partir de ese momento, a contar con la información sensoperceptual de lo que hay en la realidad; en el exterior; debe ubicar representaciones asociadas que orienten el camino de la excitación hacia la acción. Esto es lo que Freud (1973b) denomina identidad de pensamiento. Este pensamiento, en un principio, implica operaciones entre las representaciones - cosa con las que se cuenta, para luego ser complementado con operaciones entre las representaciones - palabra, y de allí seguirá evolucionando hasta niveles representacionales y de pensamiento muy altos y complejos.

Si bien la represión es fundamentalmente una defensa psíquica ante el displacer intolerable, en tanto que el displacer tolerable corresponde con lo que llamamos frustración y orienta el psiquismo a transformar la realidad de maneras más efectivas, de modo tal, que es asociado directamente con el desarrollo y con el pensamiento; la represión, por su parte, conlleva a una detención o estancamiento del desarrollo. Parte del interés de lo presentado hasta ahora, es buscar claridad acerca de cuál es el aparato psíquico infantil en el que el sujeto, en algunos aspectos del desarrollo, fundamentalmente en los sexuales, queda detenido o trabado. De esta manera, es necesario revisar algunos elementos de cómo ocurre esta detención, para poder atender luego a la tarea de "destrabarlo", lo que constituye el fundamento y condición de posibilidad última para posteriores sensaciones de novedad.

Integración de los aportes de Guillermo Arcila Arango al concepto de desarrollo psicosexual

La represión primaria es una defensa contra el displacer producido cuando el monto de excitación erógena genital infantil es tal que el psiquismo no encuentra representaciones previas a las cuales ligar tal excitación. El aporte más significativo de Arcila (1969/1990) está en que permitió comprender que este displacer se debe a la inmadurez intrínseca del impulso sexual genital infantil, que hace que todo intento de satisfacción o consecución del fin produzca displacer en lugar de placer. Además, Arcila (1969/1990) ayuda a aclarar que en las organizaciones pregenitales de la líbido, también se suelen producir cantidades de excitación erógena que activan tempranamente la conexión con lo genital, antes de que se tenga la madurez adecuada, y por ende, se producirá la excitación de la zona sexual genital infantil. Esto tiene como efecto que el psiquismo se defienda también de estas excitaciones genitales infantiles, con el mismo mecanismo de la contrainvestidura.

Dicho de otra manera, en el adulto, en términos psicosexuales se tiende a que los genitales en sí, como fruto de la madurez fisiológica, sean la zona organizadora de los placeres y los instintos parciales, que ahora estarán al servicio del placer genital adulto, con la posibilidad del coito y el orgasmo, y con la posibilidad de la reproducción a través de la fecundación y el parto, y con la posibilidad de la satisfacción total de la pulsión sexual total. Así, dejan de ser instintos parciales, desconectados entre sí, para poderse sintetizar como instinto sexual total que los conecta y organiza. Sin embargo, en el momento de la organización libidinal genital infantil, esto no es posible ni psíquica ni fisiológicamente. La inmadurez intrínseca del impulso sexual genital infantil hace que todo intento de satisfacción o consecución del fin produzca displacer en lugar de placer.

La represión primaria será, en últimas, la suma de estas múltiples contrainvestiduras ante las excitaciones displacenteras de lo sexual genital infantil, ocurridas tanto durante las organizaciones libidinales pregenitales como durante la organización genital infantil. Esto se consolida definitivamente con la represión del denominado complejo de Edipo y con el establecimiento del superyó.

Hay varias fuentes adicionales de displacer que coadyuvan a la represión en la organización genital infantil. La primera fuente de displacer y angustia se sustenta en la imposibilidad de la organización genital infantil, que sí fue permitida en las anteriores organizaciones libidinales, de apuntalar la búsqueda del placer sexual genital infantil (inmaduro y, por tanto, fuente de displacer intolerable) con el instinto de conservación (reproducción aún no posible). Antes, se estimulaban placenteramente los labios al mismo tiempo que se comía. Ahora, es posible la masturbación, pero no la reproducción. La manera en que por el apuntalamiento se han de coadyuvar los dos tipos de instintos aún no es posible en esta organización. Otras fuentes de displacer son el proceso del hallazgo del objeto, la diferenciación con él, la imposición de la realidad de la diferenciación anatómica y psíquica de los sexos y la autoridad del padre, entre otros.

La contrainvestidura es una forma de investidura contraria en sus atributos a los de la cantidad de excitación, logrando así que la pulsión parcial sea repelida al inconsciente. Según la época y la manera en que ocurran estas experiencias displacenteras que usarán como defensa la represión, se generarán diferentes fijaciones en una u otra organización libidinal. Por eso es que se puede afirmar que una fijación es un estancamiento en la evolución de la libido, una fijación tanto en la manera de la organización libidinal para atender a las aspiraciones sexuales parciales de la pulsión sexual, como a las representaciones de objeto infantiles. Ahora, ante una frustración, el aparato psíquico se regresará a estos puntos de fijación, como defensa ante la angustia actual: "[el] sujeto actúa, siente, vive sus vínculos de objeto, su falta de ellos, sus angustias, sus satisfacciones, como en aquella época en que predominaba la zona erógena a que está fijado. Por ejemplo: la regresión sádico-anal en la neurosis obsesiva" (Valls, 2008, p. 269-270).

En esta misma línea, Arcila (1983) señala cómo:

el pasado, el presente y el futuro son los territorios temporales de la realidad. Hay una realidad presente, una realidad pasada y una realidad futura. La realidad presente la conocemos por nuestras percepciones, la realidad pasada por nuestros recuerdos y la futura por nuestras previsiones (p. 190).

Sin embargo, un efecto de la represión es que fija al individuo en lo pasado, y a través de la repetición mantiene en el presente lo pasado, con la limitación de no poderlo recordar. Como bien menciona Arcila (1983), haciendo referencia directa a este asunto,

[el] concepto de fijación implica el concepto del pasado, pero se trata entonces de la perseveración del pasado o de la perduración de lo transitorio o de que lo transitorio ha dejado de ser transitorio para volverse de alguna manera permanente. [...] La teoría de la represión explica no solo la fijación de lo reprimido, sino su pertenencia al sistema inconsciente. Los derivados de estas fijaciones aparecen como repeticiones sin conexión con el pasado: se repite en lugar de recordar (repetir es la forma de recordar transferencial) (p. 189).

Es a partir del empleo del método psicoanalítico que se hace posible el paulatino levantamiento de la represión, cobrando así, como consecuencia de tal levantamiento, mayor sentido las vivencias de parecer estar experimentando algo que no se había sentido así antes, pues se había perdido su conexión consciente con el pasado, con la infancia. Esta experiencia, efectivamente, permite evidenciar el modo cómo la represión y sus respectivas fijaciones detienen el desarrollo en algunos aspectos y limitaron, por tanto, la capacidad de sentir y de percibir. Esto último permite esclarecer lo dicho por Freud (1979c):

Esto coincide con una representación que me he formado hace mucho tiempo acerca del modo de funcionamiento del aparato anímico de la percepción, pero que me he reservado hasta ahora. He supuesto que inervaciones de investidura son enviadas y vueltas a recoger en golpes periódicos rápidos desde el interior hasta el sistema P - Cc [preconsciente -consciente], que es completamente permeable. Mientras el sistema permanece investido de ese modo, recibe las percepciones acompañadas de conciencia y trasmite la excitación hacia los sistemas mnémicos inconscientes; tan pronto la investidura es retirada, se extingue la conciencia, y la operación del sistema se suspende. Sería como si el inconsciente, por medio del sistema P - Cc, extendiera al encuentro del mundo exterior unas antenas que retirara rápidamente después que éstas tomaron muestras de sus excitaciones (p .246).

Lo que viene a sugerir aquí Freud, es que de manera inconsciente el psiquismo humano está tomando muestras de lo que hay en el mundo externo que puedan servir para atender las mociones pulsionales, incluso, antes de que éstas se presenten nuevamente. Esto hace parte de la atemporalidad del inconsciente. Pero a partir de la represión primaria y su mecanismo de la contrainvestidura, el sistema no solo ya no estará atento a buscar lo necesario para atender dicha moción pulsional, sino que, además, desatenderá la percepción de lo relacionado u asociado con ella. Levantar la represión es lo necesario y suficiente para volver a recuperar este mecanismo.

La represión primaria es un mecanismo de defensa ante el displacer, que no cuenta, como la represión secundaria, con el apoyo de otras fuerzas para cumplir su fin. Con esto se quiere resaltar la hipótesis de que la magnitud o intensidad del displacer, efectivamente experimentado, ha debido ser mayor que el experimentado en situaciones posteriores, tanto por la inmadurez intrínseca del instinto como por la inmadurez o precariedad del aparato psíquico en desarrollo. En la adultez, el instinto sexual se podrá satisfacer si las condiciones psíquicas así lo permiten, pero además, el psiquismo contará ya con otras herramientas para defenderse. Freud (1973c), al explicar los hallazgos frente a la significación etiológica de la vida sexual, comenta cómo éstos:

tomaron un carácter unitario, y, por último, tuvimos que rendirnos a la evidencia y reconocer que en la raíz de toda producción de síntomas existían impresiones traumáticas procedentes de la vida sexual más temprana. El trauma sexual sustituyó así al trauma trivial, y este último debía su significación etiológica a su relación simbólica o asociativa con el primero y precedente (p. 2666).

Un sujeto adulto está en capacidad física y psíqu ica de tramitar experiencias más displacenteras que las vividas en la infancia, pero si éstas entran en conexión asociativa con lo primariamente reprimido, su trámite será inconsciente, independientemente de su capacidad. Igual ocurre con asuntos más triviales a los que también se les impide, por defensa, antes que por el monto de displacer, el trámite consciente.

En tanto lo reprimido es una moción pulsional, el psiquismo debe protegerse permanentemente de ella manteniendo la contrainvestidura. Esto implica un gasto permanente de energía que empobrece el aparato psíquico y altera sus funciones. Por otra parte, se sabe que lo reprimido puede procurarse una descarga y una satisfacción su stitutiva por medio de ciertos rodeos haciendo fracasar la represión. Este es el retorno de lo reprimido, que se tramitará a través de una formación sustitutiva, y tendrá como consecuencia la formación de síntomas. El mantenimiento de la represión se observa en el ejercicio del psicoanálisis a través de las resistencias, las cuales están llamadas a ejercer el rol de contrainvestiduras. En el desarrollo psicosexual, al pasar al predominio de una nueva zona erógena, es posible observar las contrainvestiduras propias de la represión de la zona erógena anterior. Por ello mismo, Valls (2008) enfatizará en esta idea freudiana que establece que,

[en] el pasaje del periodo oral al anal, los niños suelen sentir rechazo a la leche o a la nata de la leche. Las heces, antes tan valoradas, tan ligadas con el placer y el amor del bebé, pasan a ser el prototipo de lo asqueroso y repugnante. También al exhibicionismo y al voyeurismo infantil se les pone el dique de la vergüenza, y al sadismo y al masoquismo se les impide su reconocimiento por el yo como algo propio (p. 541).

Por su parte, el mismo Freud nos trae múltiples ejemplos alrededor de su obra. He aquí un pasaje ilustrativo:

En la neurosis obsesiva es palpable una contrainvestidura así. Se manifiesta como alteración del yo, como formación reactiva en el interior del yo, por refuerzo de la actitud opuesta a la orientación pulsional que ha de reprimirse (compasión, escrupulosidad de la conciencia moral, limpieza). Estas formaciones reactivas de la neurosis obsesiva son, por entero, exageraciones de rasgos de carácter normales, desarrollados en el curso del período de latencia. Más difícil resulta pesquisar la contrainvestidura en la histeria, donde, según nuestra expectativa teórica, es igualmente indispensable. También en ella es inequívoca la presencia de cierto grado de alteración del yo por formación reactiva, y en muchas circunstancias es tan notable que se impone a la atención como el síntoma principal del cuadro. De ese modo se resuelve, verbigracia, el conflicto de ambivalencia de la histeria: el odio hacia una persona amada es sofrenado por una hiperternura hacia ella y un desmedido temor por su suerte. Empero, como diferencia respecto de la neurosis obsesiva debe destacarse que tales formaciones reactivas no muestran la naturaleza general de rasgos de carácter, sino que se limitan a relaciones muy especiales. Por ejemplo, la histérica que trata con excesiva ternura al hijo a quien en el fondo odia, no por ello será en el conjunto más amorosa que otras mujeres, ni siquiera más tierna con otros niños. La formación reactiva de la histeria retiene con firmeza un objeto determinado y no se eleva al carácter de una predisposición universal del yo. En cambio, lo característico de la neurosis obsesiva es justamente esta generalización, el aflojamiento de los vínculos de objeto, la facilidad para el desplazamiento en la elección de objeto (Freud, 1979d, p. 147).

Derivados del inconsciente y levantamiento de la represión

Los ejemplos anteriores ilustran cómo es posible observar clínicamente los derivados de lo reprimido a través de la contrainvestidura, particularmente, en los casos de las formaciones reactivas, tan evidentes en la neurosis obsesiva. Precisando un poco más, lo primariamente reprimido, que solo cuenta con investiduras del inconsciente, siempre estará activo y va a buscar, por su carácter pulsional, irrumpir en la consciencia a través de representaciones con las que se conecta asociativamente.

Esta formación sustitutiva conserva características de la representación original reprimida y será sometida, por ello, a nuevos mecanismos de defensa y a una represión secundaria. Las conexiones de los derivados de lo inconsciente con sus representaciones en la consciencia pueden ser más o menos lejanas. Por ello, que se suele hablar de una cadena o ramificaciones de conexiones asociativas, dado que desde la metapsicología el psiquismo humano tiene profundidad. Un caso en el que se puede observar una de estas cadenas de conexiones o ramificaciones, lo presenta Freud (1979e) en el caso de Juanito, cuando al estar rastreando la fobia del niño observa cómo fue desplazando sus ansiedades de castración, que son ya un derivado de su deseo incestuoso hacia su madre, de un temor al padre, a un temor a objetos asociados a él como lo eran los caballos.

De esta manera, se puede evidenciar cómo los contenidos más profundos están en el inconsciente; para que esto acceda a la superficie de la consciencia debe pasar por diferentes instancias o sistemas, superando diferentes censuras. Este hecho lo desarrolla ampliamente Arcila (1983) en su trabajo Observaciones en el análisis de la resistencia. Allí explica que el analizando, frente al cumplimiento de la regla fundamental, atraviesa por cuatro censuras o resistencias: (a) censura de la represión entre lo inconsciente reprimido y lo preconsciente represor; (b) censura de tener pensamientos, del paso del preconsciente a la consciencia; (c) censura del pensar consciente; y (d) censura del hablar.

En el capítulo II de El Yo y el Ello, Freud (1973d) plantea el interrogante sobre "qué quiere decir hacer consciente algo" (p. 2705). Bueno, pues se trata de traerlo a la superficie psíquica, a la superficie perceptora. Ahora bien, si es algo que alguna vez fue consciente, se entiende que ha recibido investiduras preconscientes que dependiendo del momento del desarrollo psíquico en el que ocurrieron, pudieron ser representaciones - palabra. Por tanto, hacer consciente lo inconsciente reprimido es restablecer su enlace con las representaciones verbales correspondientes o con sus huellas mnémicas, entendidas éstas como registros de lo percibido sensorialmente (auditivo, visual, etc.). Precisa Freud (1973d) que el proceso sería más bien el de hacer preconsciente lo inconsciente: "[h]acemos (pre) consciente lo reprimido, interpolando, por medio de la labor analítica, miembros intermedios preconscientes. Por tanto, ni la conciencia abandona su lugar ni tampoco lo Inc. [inconsciente] se eleva hasta lo Cc [consciente]" (p. 2706). El proceso consiste más bien en reestablecer las conexiones asociativas que permitan tener consciencia o hacer perceptible el camino que recorren las excitaciones.

La dificultad o resistencia para reconocer conexiones asociativas y permitir el tránsito de las excitaciones, se traduce en una disminución de la posibilidad de percibir conscientemente. Para entender mejor este fenómeno, valdría la pena, en un futuro trabajo, abordar la percepción también como un asunto metapsicológico, pues, la percepción es fundamentalmente preconsciente y, dependiendo de las facilitaciones o resistencias de los caminos asociativos posibles, se podrá prestar atención consciente a lo percibido preconscientemente, o por el contrario no le será permitida la investidura atencional y tomará entonces caminos inconscientes asociados con lo reprimido.

Propuesta categorial para el análisis de los procesos del desarrollo psicosexual

Si bien la represión conlleva a una cierta detención en el desarrollo psicosexual, el levantamiento de la represión debe conllevar también a una cierta liberación psíquica para continuar con dicho desarrollo. Ahora bien, si lo inconsciente reprimido se conoce a partir de sus derivados, también se pueden observar las consecuencias del levantamiento de la represión a través de ciertos cambios en estos derivados. Arcila (1984a) plantea que el levantamiento de la represión se logra también a través del análisis de la transferencia, especialmente, por el descubrimiento de pasiones que desentonan:

En la relación pasional psicoanalítica, desentonan en una relación entre adultos, aunque la fijación las hace actuales y aunque no podamos definir clara y distintamente lo que es adulto. [...] El amor y el odio que van descubriéndose en la relación del paciente y el psicoanalista van desentonando pues cada vez más en la melodía de la relación de amor y de odio, en el sentido de que no pueden articularse dinámicamente en este presente, pasado y futuro de la relación en el tiempo entre adultos. Tal es el efecto inmediato que aparece al hacer consciente las fijaciones o la repetición por fijación o la repetición transferencial. Desentonar así es empezar a descongelarse la fijación. La acción del viento del deshielo es la consciencia de una experiencia: experimentar las pasiones fijadas en la relación del paciente y el analista es ubicar contenidos sensibles en el espacio y en el tiempo y es desentonar en la praxis (Arcila, 1984a, p. 61).

Por otra parte, la naturaleza fundamental de lo reprimido es de tipo sexual infantil. Entonces, si se dispone de ciertas categorías suficientemente amplias que nos permitan observar lo sexual humano, tanto en la infancia como en la adultez, tal vez se podría contar con una herramienta adicional para observar y analizar el desarrollo psicosexual. Por esto mismo, valdría la pena considerar más ampliamente, tanto teóricamente como en términos investigativos, cuatro categorías que menciona Freud (1 979f) en su XX conferencia titulada La vida sexual humana, de las lecciones introductorias al Psicoanálisis. Tales categorías, si bien pueden no abarcar totalmente la noción de sexualidad humana, sí permiten delimitarla. Se refiere así, respectivamente, "a la oposición entre los sexos, a la ganancia de placer, a la función de la reproducción y al carácter de lo indecoroso que ha de mantenerse en secreto" (Freud, 1979g, p. 278). La última de ellas se le ha interpretado como la intimidad en los adultos.

Frente a la oposición de los sexos, se puede decir que esto se presenta a medida que se va dando el desarrollo, ya que inicialmente el bebé ni siquiera reconoce la existencia de otro, es decir, del objeto; es una fase centrada en el autoerotismo, donde el otro no existe ni es necesario. Sin embargo, con la constancia en la satisfacción de necesidades, por parte del objeto madre, el pequeño empieza por reconocerla a ella y así va dando el primer paso hacia el hallazgo del objeto. Ahora bien, dicho reconocimiento de la madre en la infancia funciona con características egocéntricas, es decir, se reconoce la existencia de los objetos pero como si estos fueran iguales a él. De este modo, al crecer y, paralelamente, desarrollar su aparato psíquico, el infante sensoperceptualmente vivenciará experiencias de la realidad que le muestran que no es así, sino que de hecho existen diferencias con otros seres humanos, las cuales son evidenciadas a través de cada uno de los sentidos, pues tanto las experiencias visuales como las olfativas, táctiles y auditivas le van permitiendo comprobar que hombres y mujeres se ven, huelen, sienten y suenan de manera distinta. Empero, debido a su narcisismo, el sujeto se empeñará en negar tal diferencia. Es así como toda dificultad adulta para aceptar diferencias se podrá considerar como un derivado de esta situación infantil.

En cuanto a la consecución del placer, ésta también se encuentra presente tanto en la infancia como en la adultez, pero tiene un desarrollo psicosexual que está relacionado con las zonas erógenas, entendiendo las mismas como aquellas zonas corporales cuya estimulación produce sensaciones placenteras o displacenteras. Cabe aclarar que el placer está ligado con lo sensoperceptual y, como consecuencia, en la infancia todo aquello que no pueda ser traducido en una sensación o vivencia, no tendrá acceso al psiquismo. Esto quiere decir que el psiquismo infantil es claramente concreto. Por otra parte, la presencia de zonas erógenas va a permitir una tendencia a la organización en el desarrollo, que comienza en la etapa oral, pasa por la anal y la genital infantil, para llegar, finalmente, después de la espera llamada latencia, a la genital adulta. La ganancia del placer orienta al ser humano en el desarrollo a pasar de las satisfacciones parciales a las satisfacciones del instinto total, a través del coito y del orgasmo. Como dice Freud, con esa tendencia organizadora de la infancia, vendría a ser polimorfo perverso puesto que las zonas erógenas funcionan en este momento de manera independiente de las otras y, por ello, el niño se satisface de muchas maneras a través de placeres parciales. Esto lo hace parecer perverso, pero propiamente hablando no lo es; lo que se observa realmente es a un pequeño en pleno proceso de maduración. De este modo cuando un placer parcial no conduce intensamente a la excitación genital, a la búsqueda del coito y del orgasmo, sino que este resulta simplemente placentero, o por lo menos, una distracción gratificante, podemos pensar que tal experiencia particular constituye un derivado de lo primariamente reprimido.

Frente a la categoría concerniente a la función procreadora, se podría empezar por decir que el instinto sexual que busca dicha función se encuentra presente desde la infancia, aunque es intrínsecamente inmaduro. Las consecuencias de esto se suman al dolor narcisista de que en la reproducción se garantiza la supervivencia de tan solo el 50% de los propios genes, es decir, no de un sujeto idéntico, sino de uno que comparte el 50% de sus genes con el 50% de los genes de la pareja. Por ende, la reproducción es una cuestión sobre compartir genéticamente lo de uno y lo del otro, de modo que lo que va a activarse es la necesidad de una elección de pareja para este fin. Así, el niño se da cuenta de que la reproducción tiene que ver con la relación de pareja, pero esa elección de pareja, en términos psicológicos, es también inmadura en el sentido de que no hay aceptación de la diferencia, y que el objeto elegido es aquél que más genes parecidos a los propios puede aportar, es decir, la madre o el padre.

Con lo anterior, se puede entrever que para que la elección de objeto sea adecuada se requiere de una cierta madurez en términos psicológicos. Esta se va desarrollando, incluso, toma más tiempo que la maduración sexual; esto se observa en el hecho de que poder procrear no significa que, perse, se elija un objeto distinto a sí mismo, que se acepte su diferencia y su carga genética particular. Es así cómo uno de los derivados de la sexualidad infantil reprimida más clásicos de observar a través de esta categoría serán las maneras y dificultades propias del sujeto en lo que concierne a formalizar las relaciones de pareja, incluidas las sexuales, así como su relación con fines reproductivos, así éstos sean pospuestos en el tiempo.

Para finalizar la descripción de estas categorías y con respecto a la intimidad, Freud (1979f) habla de aquello que se considera como indecoroso e inadecuado en la sexualidad. Esta noción también implica una evolución, en la medida en que en la infancia no hay intimidad, ya que psíquicamente y de acuerdo con su proceso de maduración, el niño no logra establecer que lo indecoroso no necesariamente lo es cuando es llevado a cabo en la intimidad. Es decir, el infante no diferencia lo privado de lo público ni las diferencias que se permiten en cada contexto. Lo anterior, se debe a que no hay una estructura psíquica que haya atravesado por un proceso represivo, concerniente al desalojo de la conciencia del instinto sexual y todo lo que tiene que ver con la sexualidad infantil. Además, tampoco se han erigido las resistencias que se presentan como diques para contener todo lo relacionado con la sexualidad, como lo son el asco, el pudor y vergüenza.

Otras problemáticas psicoanalíticas metapsi-cológicas relacionadas

A lo largo del presente trabajo se han mencionado algunos asuntos que podrían ayudar a dar mayor claridad a lo aquí planteado. Su desarrollo serviría para seguir fortaleciendo el Psicoanálisis freudiano y su metapsicología desde adentro, lo cual resulta esencial por lo que respecta a los objetivos mismos del presente texto. Por ejemplo, se ha podido ampliar la comprensión del apuntalamiento inicial y la independencia posterior de los instintos sexuales sobre los instintos de conservación, de modo que el apuntalamiento permite que de manera simultánea se satisfagan las mociones pulsionales ligadas con la conservación y se experimente placer. Por la naturaleza de los órganos implicados, será casi imposible satisfacer una necesidad derivada de un instinto de conservación sin sentir placer, pero lo mismo no ocurre en el sentido contrario: se puede sentir placer sin estar atendiendo una moción pulsional de conservación. Parece entonces que la represión y su mecanismo de la contrainvestidura se valieran de esto para permitir descargas parciales del instinto sexual, ya que solo se permitirían aquellas descargas parciales que estén apuntaladas sobre los instintos de conservación. Si se experimenta placer sexual sin la simultaneidad de la satisfacción de un instinto de conservación la defensa será generar angustia, aun cuando los dos tipos de instintos sean independientes.

Otro asunto pendiente, derivado del anterior, es la relación entre libido e interés. Ambos se han distinguido como las energías psíquicas correspondientes a los dos tipos de instintos, anteriormente mencionados, y así, como se acaba de mencionar, estas energías también se pueden sumar y apoyar en la consecución de sus fines o, por el contrario, interferir la una con la otra. A manera de contrainvestiduras, es posible observar la pérdida del interés en asuntos de la realidad que podrían ser fuente de placer en la vida de los individuos. Arcila (1994/1999), en su texto Sinopsis de la teoría psicoanalítica de instintos sexuales e instintos del yo, dice: "volviendo a las relaciones entre interés y libido, nos limitaremos aquí a enumerar la coexistencia, la mezcla, la combinación, la fusión, la aposición, etc., entre el interés y la libido" (p. 196). Con esto deja claro que éste es un asunto del que Freud no se ocupó y sobre el cual el propio Arcila solo plantea un bosquejo especulativo.

No menos relacionado con los asuntos anteriores, valdría la pena abordar el tema de la atención, también como un asunto metapsicológico, en el cual el interés juega un papel determinante. La percepción es fundamentalmente preconsciente y dependiendo de las facilitaciones o resistencias de los caminos asociativos posibles, el sujeto podrá prestar atención consciente a lo percibido preconscientemente, o por el contrario, no le será permitida la investidura atencional y tomará entonces caminos inconscientes asociados con lo reprimido. Lo que surge de esta afirmación es el interrogante en torno a cuál sería entonces la relación entre el tipo de investidura atencional (consciente o inconsciente) y la pérdida del interés por asuntos propios y del mundo externo. ¿Sería ésta una manera de operar, propia de la contrainvestidura?, ¿cuál será la relación de esto con la pérdida del interés por asuntos propios y del mundo externo? Parece que una de las posibles contrainvestiduras con las que opera la represión es inhibiendo el interés y presentándolo ante la consciencia como desinterés, incluso como aburrimiento. Algunos desarrollos de esto son presentados por Arcila (1984b) en Introducción al psicoanálisis del aburrimiento.

Conclusiones

Si se lleva a cabo una lectura atenta del presente artículo, es posible percatarse que a través de este se ha ido delimitando el concepto de desarrollo psicosexual desde los propios horizontes de comprensión que dicho concepto adquiere cuando es visto a la luz de una epistemología como la freudiana y dentro de las comprensiones propias de ésta. En la medida en que dicho concepto, definido como es definido en este texto, se encuentra inmerso en un paradigma particular, es de esperar que se rija por las leyes propias de dicho paradigma, de modo que de manera esencial se caracteriza por ser, al igual que lo es la epistemología freudiana, un concepto de naturaleza dinámica, determinado por múltiples variables que se solapan o integran unas con otras para, finalmente, dar a dicho concepto y proceso de desarrollo un carácter singular en cada caso, que de suyo otorga la esencial singularidad a cada sujeto. Así es como es posible encontrarse con un concepto de desarrollo psicosexual como una especie de constructo en el que se sintetizan, de manera un tanto dialéctica, las vicisitudes propias de los aconteceres físicos y psíquicos de cada sujeto, hecho que conlleva la posibilidad de hablar de un proceso que si bien deriva de las experiencias sensoriales de placer y displacer, tales experiencias a su vez se traducen en rastros experienciales, en huellas mnémicas que modifican y determinan el acontecer psíquico mismo. Sin embargo, en el recorrido de ese desarrollo psicosexual que se encuentra constituido en razón de variables psíquicas que se entretejen unas con otras, entra a cobrar un papel fundamental la represión, asunto que conlleva a que el proceso del desarrollo psicosexual adquiera en cada sujeto un carácter particular, pues la represión, como efecto de situaciones traumáticas por las que todos los seres humanos necesariamente pasan, en tanto se derivan de la inmadurez intrínseca del instinto sexual, es la que finalmente determina que la energía libidinal se quede estancada en mayor o menor medida en ciertos puntos del desarrollo de cada sujeto, de modo que la singularidad de cada sujeto estaría mayormente determinada por la manera como operó la represión para que su libido se organizara y distribuyera a lo largo de su proceso particular.

En la medida en que la instauración de la represión conlleva a que la energía libidinal se quede fijada en ciertas etapas del desarrollo, es menester concluir que la represión constituye una suma de eventos que de alguna u otra manera impiden que los procesos de desarrol lo no se puedan desplegar de manera absoluta, pues la energía que debería estar al servicio de los procesos de desarrollo se encuentra ahora al servicio de las fijaciones y la represión. Dicho de otro modo, se encuentra represada. Solo a partir del empleo del método psicoanalítico, será factible ir haciendo un paulatino levantamiento de la represión, que en últimas permitirá que en el sujeto se vayan renovando y potencializando ciertos trayectos de su desarrollo que quedaron estancados con el advenimiento de la represión, a la vez que se empieza a disfrutar de mayor energía psíquica como efecto de esa liberación de energía que gasta el psiquismo, tratando de mantener la represión y satisficiendo fijaciones muy intensas. Finalmente, el levantamiento de la represión permite que el individuo sienta estar experimentando continuamente experiencias de vivencias novedosas, que se traducen en un disfrute más amplio del propio ser y de la propia vida.

Cuando se realiza una intervención psicológica, la cual no emplea el método psicoanalítico, es muy conveniente poder hacer uso de ciertas categorías de observación ciertamente amplias que permitan ir analizando aspectos relacionados con el desarrollo psicosexual de un sujeto particular. Se ha planteado que tales categorías se refieren a la aproximación hacia los procesos de diferenciación sexual, a los mecanismos por medio de los cuales el sujeto gana placer, al lugar de la reproducción sexual dentro del desarrollo psíquico y, finalmente, al lugar y significancia que tienen lo prohibido en el psiquismo particular de alguien, teniendo en cuenta que esto último constituye uno de los causales determinantes de la represión.

En este sentido, la presente reflexión no solamente se dirige a recorrer el concepto de desarrollo psicosexual desde los lineamientos del psicoanálisis freudiano, sino que a su vez responde a una necesidad metapsicológica implícita, en tanto se lleva a cabo una especie de metaanálisis, a través del cual se propone una manera particular de abordar este elemento psicosexual que, analizado cuidadosamente, puede potencializar el devenir psíquico del sujeto que se psicoanaliza.


Pie de página

2"Aparato psíquico" según señala Valls en su Diccionario freudiano (2008), es la "palabra que usa Freud para referirse al modelo construido por el psicoanálisis para representar el funcionamiento psíquico. Su descripción corresponde a la metapsicología freudiana; por lo tanto tiene un sentido sistémico, uno tópico, uno dinámico y uno económico" (p. 78).


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