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Pensamiento Psicológico

Print version ISSN 1657-8961

Pensam. psicol. vol.12 no.2 Cali July/Dec. 2014

 

Reseña del libro: Frederic Munné (2014). Perfecto e imperfecto. completo. Estudios sobre la complejidad. Bogotá. California-Edit, 224 p.

Oscar Ordoñez Morales1

Universidad del Valle, Cali (Colombia)

1Magister en Psicología, Centro de Investigaciones en Psicología, Cognición y Cultura, Universidad del Valle (Colombia). Ciudad Universitaria Melendez, Edif. 385, 4° piso, Oficina 4003. Cali, Colombia. Correo de correspondencia: oscar.ordonez@correounivalle.edu.co

Recibido: 16/04/2014 Aceptado: 07/08/2014


El aforismo que da título a este libro digital fue escrito por el poeta Juan Ramón Jiménez y ofrece al psicólogo español Frederic Munné —Profesor Emérito de la Universidad de Barcelona— un pretexto para plantear una aproximación al paradigma de la complejidad. El libro reúne varios textos que Munné escribió en forma de artículos, capítulos, conferencias y lecciones presentados en un solo volumen con algunas reelaboraciones y actualizaciones. No sin cierto oportunismo, me pareció que el libro es una entrada a temas para lectores que, como yo, no están familiarizados o no tienen un conocimiento de las particularidades de las teorías de la complejidad. Puede ser de interés, incluso, para quienes siendo ya expertos en ese paradigma no conocen los trabajos previos de Munné sobre el campo. El lector debe saber también que, a pesar de ser una compilación de textos desarrollados durante poco más de veinte años, la mayoría de ideas, reflexiones y argumentos guardan cierto orden, consistencia y unidad de pensamiento respecto al problema que aborda, ya se trate del posmodernismo, los procesos sociales, la cultura, la cognición humana o la realidad física.

El libro tiene trece capítulos, organizados en cuatro partes. Desde el prólogo queda claro que la perspectiva de Munné es la de un psicólogo social interesado en aquellas "teorías [de la complejidad] surgidas en el ámbito de las ciencias de la naturaleza, como la física, la química y la biología, con el apoyo de ciencias formales como la matemática y la lógica" para tratar de modo similar el conocimiento de la realidad social. En cierta forma Munné plantea la inevitabilidad del paradigma de la complejidad en la reflexión sobre la realidad "nosotros mismos como seres humanos". El interés manifiesto por reflexionar sobre la Psicología, a partir de un paradigma que ha sido visitado cada vez con más frecuencia por las Ciencias Naturales y por otras Ciencias Sociales y Humanas, resulta sugerente y oportuno ahora que las teorías y modelos tradicionales sobre el ser humano, su desarrollo y sobre su papel en la sociedad y la cultura parecen estar en crisis.

La primera parte consta de un solo capítulo, "Más allá del postmodernismo", una crítica a esa perspectiva teórica desde el punto de vista de las teorías de la complejidad. Para entender lo que el autor plantea, habría que tener en cuenta la advertencia de Michael Crotty (2003) de que el posmodernismo significa cosas distintas para diferentes personas, pues en el caso de Munné significa una moda intelectual y también la insinuación de un nuevo modo de pensar. Se analiza la tensión del posmodernismo sometido a esos dos extremos: por un lado al "simulacro de la novedad" que le supone su pelea a la contra y, por el otro, al desafío que conlleva su llamado a un compromiso con una epistemología no objetivista en la "que se encuentran indicios sobre la complejidad de la realidad". El más allá, en el subtítulo, sugiere precisamente una suerte de sucesión lógica en la que la complejidad ocuparía el lugar del posmodernismo, algo asícomo un pos-posmodernismo.

Munné destaca varios temas claves del posmodernismo, especialmente la fragmentación del mundo, el énfasis en el conocimiento local, la ambigüedad o disolución categorial, el tratamiento no lineal de conceptos pertinentes para la Psicología, como la imprevisibilidad y la auto-organización que él vincula con teorías constructivistas y construccionistas en ámbitos del desarrollo psicológico, el aprendizaje y la educación. Entiende esos conceptos como indicadores de una sensibilidad del posmodernismo por diferentes aspectos de la complejidad; aunque, según Munné, estos solo pueden entenderse y ser explicables a través de esta última. Por ejemplo, considera que el posmodernismo no visibiliza completamente la fragmentación ni el conocimiento local y sugiere que, dado su carácter fractal, esas dos características se vuelven inteligibles solo cuando se los observa como una manifestación inherente a la complejidad. Para él, esa naturaleza fractal es recurrente en la descripción fragmentada de la realidad que hacen tanto el postmodernismo como el posestructuralismo en su concepción y tratamiento del texto.

¿Por qué en lugar de ofrecer una introducción general al paradigma de la complejidad, el autor inicia el libro con crítica al posmodernismo? Quizá porque la condición postmoderna y la perspectiva teórica en sí mismas plantean muy bien el problema y el Zeitgeist de la Psicología en la actualidad: una situación de incertidumbre creciente en la que el estudio del ser humano, la sociedad y la cultura no son lo que parecían ser en los enfoques científicos ni culturales convencionales. Pero ante todo, porque las respuestas que se plantean desde la Filosofía (incluido el postmodernismo) y las ciencias sociales no terminan de ser provisionales y, en cierta forma, inciertas. Por esa razón, los capítulos de la segunda parte se concentran en lo que el autor denomina una psicología compleja.

El segundo capítulo, "Caos, fractales y otras complejidades del comportamiento humano", es por sí solo una contribución importante, especialmente, para aquellos lectores interesados en conocer una panorámica general del paradigma de la complejidad. Munné caracteriza y discute la teoría del caos, la teoría de los fractales, la teoría de las catástrofes y la teoría de los conjuntos borrosos. Cuatro concepciones de la complejidad, cada una alojando diversos modelos, énfasis u orientaciones, como una maraña de alternativas o trayectorias conceptuales disponibles. Nada menos de lo que cabría esperar, pues si todo se redujera a una sola de esas teorías tal simplicidad no estaría a la altura de un abordaje que se refiere precisamente a lo complejo. Adicionalmente, Munné previene de considerarlas como la misma cosa y procura mostrar a cada una de ellas con una personalidad propia que aporta carácter aun campo en sí mismo diverso y polifacético. A continuación, describe las características centrales de cada teoría, su origen, campo de aplicación original y principales teóricos involucrados en su desarrollo. Aunque es claro que esas teorías emergieron en el campo de las Ciencias Físicas y Naturales, Munné trata de vincularlas a temas y problemas propios de las Ciencias Sociales y analiza sus posibles implicaciones para la comprensión y explicación de fenómenos sociales y culturales.

La teoría del caos es, según él, la más fructífera, dado su énfasis en la naturaleza dinámica y no determinista de los sistemas caóticos, su impredecibilidad e incertidumbre. Munné concibe como sistemas caóticos algunos procesos corporales como el funcionamiento del corazón y el sueño; algunos procesos sensoperceptivos como el olfato, o cognitivos como la memoria; también las actitudes, el pensamiento estratégico en las organizaciones, el desarrollo afectivo, la comunicación y la interacción grupai. Considera que la adopción de una perspectiva del caos resulta fructífera por las implicaciones que tiene para el ámbito psicosocial, pues, vistas desde esa perspectiva, la intervención e investigación psicológicas, y sobre todo la solución de problemas relativos a esos sistemas, adquieren un nuevo significado; uno que recupera la "libertad, espontaneidad y naturalidad" de la significación humana. Si la intervención concebida tradicionalmente (es decir, no compleja) implica prever y predecir con certitud; desde el caos, la previsibilidad cede el paso a la posibilidad y a la reorganización del sentido. En esa misma vía, piénsese también en el potencial que esa teoría tiene para explicar otros sistemas en los que Munné no se detiene, tales como los procesos de acceso al conocimiento, el descubrimiento científico, la creatividad e innovación o el desarrollo de la inteligencia; todos ellos fundamentales para entender, pero sobre todo para favorecer la implementación de soluciones originales a los problemas de la sociedad. Visto desde la perspectiva caótica, el desarrollo cognitivo — un proceso o conjuntos de procesos no lineales caracterizados por su sensibilidad a las condiciones iniciales — aparece radicalmente distinto a lo que la psicología tradicional (y la educación) ha conocido e intentado. Por ejemplo, tendría consecuencias interesantes en el abordaje de problemas que, como el desarrollo temprano del niño o la atención a la primera infancia, son cruciales para generar cambios sociales viables y duraderos.

Otra teoría, la de los fractales, es considerada por el autor como "la más sorprendente". Vista fractalmente, afirma, la realidad es irregular y está llena de formas auto-semejantes, lo que pone de manifiesto el papel que tienen las iteraciones y repeticiones en la emergencia de la variación, la diferenciación y la innovación. Munné destaca aquí algunos fenómenos psicológicos y sociales que según él tienen propiedades fractales: la imitación, los procesos de enculturación y de socialización, la organización formal de las empresas, la propagación de rumores, los efectos de los medios masivos. Aplicado a mi tema de estudio, creo que la conceptualización del desarrollo de la cognición científica podría beneficiarse de la noción de fractalidad en el sentido que siendo un fenómeno que permanece semejante (aunque no idéntico) a lo largo del tiempo de vida de una persona en una escala temporal yen virtud de la llamada invariância de escala, sería posible rastrear la continuidad de procesos y funcionamientos desde la infancia a la adultez. Incluso, nos podría ofrecer una versión más realista y aproximada de las maneras como los seres humanos accedemos al conocimiento y razonamos acerca de la realidad a lo largo del desarrollo, pero no como una mera sucesión lineal, en escalera, como la que nos han ofrecido las teorías del desarrollo tradicionales.

En este capítulo también se describen la teoría de las catástrofes, la más discutida de las cuatro teorías según Munné, y la teoría de los conjuntos borrosos, una visión con la capacidad de subvertir los fundamentos mismos de lo que tradicionalmente se ha considera el entramado conceptual de las disciplinas. Respecto de la teoría de las catástrofes, Munné afirma que podría contribuir a un esclarecimiento de procesos o situaciones de inestabilidad interna, tales como la toma de decisiones y de los cambios bruscos de opinión en el campo de la Psicología Social, dado que esta teoría se concentra en explicar la naturaleza de los cambios súbitos y el ciclo continuidad-discontinuidad-estabilidad.

En relación con la teoría de los conjuntos borrosos, Munné explora algunas implicaciones respecto de la lógica tradicional (mayormente aristotélica) a partir de I a cual se definen los conceptos en las ciencias. En lugar de circunscribir el uso de conceptos a límites determinados, precisos y claros, el compromiso epistemológico de la perspectiva de la complejidad está puesto sobre lo impreciso, lo difuso, lo indeterminado y fundamentalmente sobre lo posible. Dice Munné, "esto significa que una cosa puede pertenecer y no pertenecer, a la vez, a un mismo conjunto, simplemente porque los criterios de pertenencia no son nítidos". Esta es, sin duda, una carga de profundidad lanzada con la pretensión de cuestionar la prevalência de las definiciones operacionales que caracterizan el diseño y el control experimental, algo que el autor considera una típica estrategia reduccionista de la investigación científica en Psicología. Munné sostiene además, y no sin razón, que la teoría de los conjuntos borrosos "epistemológicamente, afecta al modo de razonar y de clasificar" y "ayuda a comprender algunos procesos complejos, como la creatividad" o el pensamiento científico.

Al final del segundo capítulo, queda cierta sensación de vértigo. El resultado de la mirada compleja sobre el ser humano, la sociedad y la cultura nos muestra un retrato poco convencional: no linealidad, caos, iteraciones, fluctuaciones, turbulencias, catástrofes, bifurcaciones, borrosidad. Este es a mi modo de ver uno de los capítulo más provocadores de todo el libro porque para un lector abierto a las posibilidades llega como un torrente de sugerencias e incluso — qué le vamos hacer — serios cuestionamientos a sus propias convicciones.

El tercer capítulo invita a cuestionarse ¿qué es la complejidad? Algo difícil de responder considerando que el mismo autor reconoce que hay muchas definiciones del concepto (más de cuarenta y cinco, según un autor citado en el libro). La primera definición que intenta y la más básica es que la complejidad es el mundo que nos rodea, el mundo natural, el sociocultural, el cotidiano. Apela a la intuición que un observador cualquiera puede llegar a tener del mundo circundante en contravíade lo que dice la ciencia empírica reduccionista, la cual enfatiza en la simplicidad de las cosas y fenómenos. También traza el largo recorrido realizado, desde finales del siglo XIX, por distintas disciplinas que a la postre han logrado poner en la agenda de la investigación científica el asunto de la complejidad. El resultado es una revisión general de distintas respuestas que complementa muy bien el panorama del segundo capítulo y en el que aparecen todas las teorías importantes además de las teorías del caos, la fractalidad, las catástrofes y los conjuntos borrosos. A saber: la teoría general de sistemas de Von Bertalanffy, la teoría de la autoorganización de von Foerster, el enfoque computacional de la teoría algorítmica de la información de Gregory Chaitin, la teoría de las estructuras disipativas de Prigogine, la autopoiesis de Maturana y Varela, la hipótesis de los equilibrios interrumpidos en la teoría evolutiva de Eldredge y Stephen Jay Could, la sociología funcional-estructural de Niklas Luhmann referida a los sistemas sociales y, finalmente, las ciencias de la complejidad de Edgar Morin. Ciertamente, la complejidad es polimorfa y quizás por eso mismo tampoco escapa a la borrosidad como concepto, tal como anota Munné al final del capítulo.

El cuarto capítulo del libro, se dedica a discutir algunos contraargumentos al enfoque de la complejidad. Por supuesto, un tratamiento formal de estos esun complemento no solo deseable, sino que necesario en el libro. Sin embargo, aunque Munné aborda algunos "prejuicios" (incluso algunos "prejuicios serios"), mitologías y sesgos ideológicos, la verdad es que no los trata como argumentos y, por esa razón, el capítulo es irregular. A pesar de que hay diferencias entre las distintas posturas y argumentos, al tratarlos como prejuicios pareciera que no se siente con la necesidad de discutir ningún tipo de evidencia y por eso procede con poco rigor. El tono conversacional es más evidente y algunos de sus propios sesgos se imponen en su análisis de las críticas y debates planteados a la complejidad, como cuando afirma que la ciencia dominante "rinde culto" a la simplicidad y olvida que, estrictamente hablando, la ciencia no le "rinde culto" a nada. Además, el soporte bibliográfico es escaso, pues a diferencia de otros capítulos aquí las referencias se reducen únicamente a dos, dejando que el lector se las arregle por sí solo respecto de la solidez de las críticas a las teorías de la complejidad. No obstante, toca un tema que es transversal en todo el libro: la diferencia entre lo complejo y lo simple y entre este último y la simplificación. Afirma que mientras lo complejo no excluye lo simple, sino que más bien lo asume, la simplificación es "la simplicidad desprendida de la complejidad". Para Munné, tanto la fragmentación, la deconstrucción y el análisis del discurso de la filosofía posmoderna como el abordaje empírico-analítico característico del positivismo y el pos-positivismo son ejemplos de simplificación porque prescinden de la complejidad del mundo y de la realidad, y, portanto, deben ser el objetivo del ataque cuando se trata de restituirei estatus de lo complejo.

En el capítulo cinco, Munné sitúa la explicación del comportamiento humano entre lo más simple posible o lo más complejo, y se pregunta ¿cómo abordar el estudio de los seres humanos? Munné nos pone frente a dos posiciones: una reduccionista y otra anti-reduccionista. Asumiendo que el ser humano es complejo y que lo simple no implica simplificación, la posición reduccionista sigue la ruta de la simplicidad por la vía de prescindir de cuanto no es esencial. Por el contrario, la postura anti-reduccionista insiste en que, precisamente por su carácter complejo, el estudio del hombre debe preservar la complejidad al máximo para no terminar como en el caso de la rana diseccionada que, además de muerta, deja de ser un sistema complejo, nomás se la empieza a estudiar como un simple agregado de componentes u órganos. Más que ofrecer una caracterización superficial del enfoque de la simplicidad, Munné escarba críticamente en la historia de la ciencia para mostrar cómo la explicación a partir de lo más simple ha estado muy arraigada desde la Edad Media iniciándose con el filósofo Guillermo de Ockham, continuando con Descartes y Leibniz y consolidándose en los siglos siguientes como parte de las prácticas de investigación científica convencionales.

Munné discute esas posturas con argumentos que a mi modo de ver son sólidos y convincentes. Su punto de vista es que los científicos sociales y en especial los psicólogos deben construir explicaciones lo más complejas posibles. A la triada de obsesiones reduccionista predecir-regular-controlar, él opone una triada alternativa desde la complejidad: prevenir-orientar-promover. Desde un punto de vista metodológico, esta triada tiene mucho sentido. Por ejemplo, podríamos tomar por caso las implicaciones de esa triada para pensar algunos procesos psicológicos, que Munné no menciona, como la solución de problemas en las personas. Si como él afirma la previsión se basa en las posibilidades de la causalidad no lineal, entonces prever enfatizaria más en las tendencias que en las leyes que buscan hacer predicciones exactas. Piénsese en la relevancia que esto tiene en el diseño de pruebas psicológicas y tareas cognitivas, que en lugar de ser cerradas, verificadoras o confirmatorias de la presencia o no de una capacidad, podrían prever y detectar trayectorias de pensamiento y conocimiento. Esto es, visto desde la complejidad, la previsión —más que la predicción indefectible— permitiría detectar la aparición de capacidades no anticipadas en la teoría, así como acciones, conductas o respuestas posibles en función del significado que un sujeto podría atribuir en el espacio de un problema dado. Así, la previsión llevaría, metodológicamente hablando, a construir herramientas de medición, situaciones de resolución de problemas o escenarios de observación más abiertos o integrados que creen las condiciones para evocar o elicitar respuestas complejas, y no solo respuestas dicotômicas y estandarizadas como las que convencionalmente ha promovido la psicología tradicional, basada en la idea de pruebas predictivas y la opción múltiple con única respuesta. En esa misma dirección, opera la idea de orientar: en lugar de reglas o regulaciones, se ofrecen alternativas, nuevas rutas para que el sujeto encuentre un terreno apropiado por el que hacer transitar sus trayectorias de pensamiento y desarrollo de su mente. Y consecuentemente promover en lugar de controlar. No dejo de pensar en las implicaciones que esto tendría en una concepción de la adquisición del conocimiento, el desarrollo de la mente, de la inteligencia y la creatividad como marco de la enseñanza escolar. En efecto, si en lugar de controlar el pensamiento se promueve su despliegue y posibilidades, entonces es factible que lo que emerja sea la variabilidad de ese pensamiento; no un pensamiento único sino un pensamiento complejo, una ventana más prometedora para acceder a la realidad y sus secretos.

En el sexto capítulo el autor aborda conceptos como el 'desorden social' y la 'anormalidad', lo que desde una perspectiva del caos (i. e., otro tipo de orden) ya no son considerados anomalías, sino que partes constitutivas de la organización de la realidad, y en parte como consecuencia de la trinidad prevenir-orientar-promover, mencionada en el capítulo anterior. De nuevo, desde ese punto de vista, algunos conceptos psicológicos como 'desorden del comportamiento', 'problema de aprendizaje' e incluso 'discapacidad' pueden concebirse de una manera completamente distinta a como usualmente se han abordado en la Psicología y otras ciencias del comportamiento. No como resultado de anomalías de algún tipo, sino como consecuencia de procesos de auto-organización no lineal, "algo que siempre y en todos sus aspectos es complejo".

La tercera parte del libro incluye capítulos con análisis sobre problemas vinculados con o derivados de un marco de la complejidad, y en los que se reflexiona sobre las implicaciones de las teorías expuestas en los capítulos previos respecto de la complejidad de los grupos sociales.

En el capítulo siete Munné vuelve y profundiza en una crítica, lo que él denomina la "razón simplificadora". Organiza el capítulo como si se tratara de un círculo: de partida asume la complejidad como el enfoque original del pensamiento y rastrea la adopción progresiva de la simplicidad en la filosofía antigua que constituyó el germen de la ciencia actual; analiza el paso de lo natural a la abstracción conceptual de la naturaleza, el sometimiento de la naturaleza al imperativo de la razón y, en consecuencia, el abandono de la complejidad. Luego, muestra cómo ese modo de razonamiento lineal dejó por fuera ciertos problemas no lineales que, a pesar del auge del pensamiento reduccionista, no han cesado de manifestarse: nuevos datos empíricos que sugieren una realidad a la vez caótica y ordenada, no lineal y lineal, irregular y regular, continua y discontinua, ramificada, borrosa, no predecible en su totalidad; para finalmente proponer un retorno a la complejidad, especialmente en las Ciencias Sociales y la Psicología.

Una consecuencia de no retornar a la complejidad sería no entender los grupos sociales. Por eso, en el capítulo ocho Munné afirma que el grupo humano es fundamentalmente un sistema complejo de acción que emerge de las interacciones entre las personas que lo constituyen. El capítulo se concentra en un tema propio de las investigaciones en Psicología Social que es de donde Munné extrae mayor provecho del marco de la complejidad para la Psicología. Encuentra un fundamento conceptual en las teorías del caos — "sin caos, no hay grupo", afirma — porque especialmente Prigogine y los atractores pueden dar cuenta del sistema a partir del "comportamiento interactivo de sus miembros" caracterizado permanentemente por equilibrios y desequilibrios. Los análisis de Munné de la actividad grupai son elaborados con un nivel de detalle en el nivel descriptivo que resultarán interesantes para quienes se enfocan en ese campo de estudios.

El noveno capítulo proviene de una lección inaugural en la Universidad de Barcelona y no había sido publicado con anterioridad. Aquí Munné hace una revisión de enfoques en Psicología Social, referentes a la psicología de los grupos, y se concentra en identificar sus limitaciones basadas en las aproximaciones uni-, inter- y multidisciplinares que usualmente plantean una "falsa unidad". Se trata de un planteamiento interesante en que lo transdisciplinar se concibe como la única manera de trascender la compartimentación, de preservar la complejidad y donde se puede encontrar la unidad orgánica de un saber científico sobre los grupos humanos. Y eso sigue siendo así, incluso a pesar de lo manifiesta que resulta cierta añoranza de Munné del análisis científico convencional que ha criticado en capítulos previos respecto de la obsesión de la simplicidad. En un apartado, que bien podría considerarse como un lapsus, Munné se refiere a la pertinencia del estudios de los grupos para validar modelos de la Física y elabora un paralelo entre las cuatro fuerzas presentes en la naturaleza (la gravedad, el electromagnetismo, la nuclear débil y la nuclear fuerte) y las interacciones grupales, que no resulta ni siquiera consistente con su esfuerzo en otros capítulos por mostrar la especificidad del fenómeno humano. Creo incluso que Munné no solo intuye la debilidad de su comparación, sino que anticipa la reacción de los críticos, pues haciendo referencia a las Imposturas intelectuales de Sokal y Bricmont inicia el apartado del ejemplo diciendo: "se puede pensar que al referirme, en lo que sigue, a un concepto matemático y a la ciencia física, acudo a la autoridad que se autoconcede la ciencia dura".

La cuarta, y última parte del I ibro, incluye cuatro capítulos con reflexiones sobre la complejidad de la persona, la identidad y nuestra mente, especialmente frente a los desafíos que plantea el mundo globalizado en el que nos encontramos inmersos. En ese contexto, el décimo capítulo se refiere a las paradojas de la identidad personal, "una vieja cuestión no resuelta". Como cabría esperar desde un análisis de la complejidad, Munné trata de mostrar cómo un concepto tan escurridizo y borroso ha tratado de ser aprehendido sobre las bases firmes, rígidas, claras, predecibles, regulares y simplificadas de las Ciencias Sociales y la Psicología, y el consecuente fracaso de esa empresa. Desde su punto de vista, la simplicidad asocia la identidad a conceptos o ideas consecuentes con una lógica reduccionista: continuidad, permanencia, organización, igualdad, equilibrio, estabilidad, control, seguridad, armonía y coherencia. Todas ellas en franco conflicto con las manifestaciones reales de la identidad en lo que podríamos llamar el crisol de la vida cotidiana, en la que cada uno de los términos anteriores encuentra su contrario: discontinuidad, mutabilidad, autoorganización, desigualdad, desequilibrio, inestabilidad, caos, emergencia, inseguridad, impredecibilidad e indeterminación. Esta conjugación de estados en un solo concepto es, si se quiere, lo que expresa la imagen sugerida en el aforismo que da título al libro: perfecto e imperfecto = completo; o más bien: perfecto + imperfecto = complejo, una visión más dinámica y realista de un concepto escurridizo por definición.

El capítulo once repite planteamientos previos, aunque esta vez con más prefijos que dificultan el seguimiento de la argumentación. En líneas generales, Munné expone lo que él considera la única salida posible a las paradojas descritas en el capítulo anterior. Esto es, de la misma manera que lo plantea para la fragmentación posmodernista y para el abordaje de los grupos en la Psicología Social tradicional, Munné considera que un abordaje desde la complejidad es lo único que hace inteligible la identidad, que no depende únicamente de nosotros mismos — o de la mismidad en los cuatro ángulos según lo entienden los enfoques reduccionistas en las ciencias sociales —, sino que también de los otros, de modo que "la auto-referencia es paradójicamente, hetero-referencia, y viceversa."

El capítulo doce proviene de una conferencia no publicada previamente. Como lo sugiere el subtítulo, "Entre la libertad y el determinismo", Munné sitúa al sujeto desde una perspectiva compleja, en la que ambos conceptos se despojan de su sentido absoluto tradicional y se realimentan mutuamente. Para ilustrarlo recurre a una analogía con la regulación del tráfico y la movilidad en un entorno urbano típico. Aplica la teoría de los atractores para analizar el papel de la configuración de las glorietas o rotondas — entendidas aquí como atractor extraño — y su lugar en la dinámica del sistema regulador como un todo. Por ejemplo, compara el papel del semáforo, el agente de tránsito y la rotonda como tres modos de regulación del tráfico que representan tres maneras de entender la relación entre la completa restricción y la libertad. Para Munné, el semáforo es una solución determinista porque ejerce un control externo; el agente es una solución controlada externamente pero con ajustes progresivos que introduce variables fluctuantes como la densidad y velocidad del tráfico; mientras que la rotonda representa una solución no lineal, compleja, en la que todo depende de la autoorganización y autoregulación de varios factores: justamente el camino intermedio entre la regulación determinista prefijada y la toma de decisiones en condiciones reales en tiempo y espacio. Ese un ejemplo útil en la medida en que el autor logra introducir los elementos centrales que cualquier análisis de un sistema dinámico como ese debe tener en cuenta. Cosa bien distinta es cuando Munné aplica conceptos de las teorías de la complejidad (por ejemplo, el movimiento cuántico de partículas atómicas) a fenómenos como la libertad: un ejercicio intelectual sin duda interesante pero que carece de fundamentos empíricos razonables.

El último capítulo del l¡bro"Delaglobal¡zac¡ón del mundo a la globalización de la mente" es una larga reflexión sobre el fenómeno de la globalización, que analiza desde una perspectiva de la complejidad debido a los problemas de orden epistemológico y psicológico que plantea. Como cabría esperar, Munné pasa revista a las versiones reduccionistas — Fukuyama, Huntington, Stiglitz — más conocidas de ese fenómeno en laactualidad; así como también destaca los tres análisis sociológicos — Giddens, Castells, Bauman — quienes intentan enfocarlo desde una mirada más compleja a partir de nociones como incertidumbre, conocimiento local, flexibilidad, adaptación, autonomía, emergencia, virtualidad e instantaneidad.

Munné insiste en que por tratarse del "sistema social más complejo hasta hoy conocido", un análisis de la globalización no debe centrarse únicamente en los aspectos tradicionalmente destacados como la economía y la política exterior, sino que también en el papel decisivo del poder de la información y el enfoque epistemológico del cual dependen en buen grado las cuestiones disciplinares y metodológicas al tratar de entender el fenómeno. En ese sentido, visto desde una mirada compleja "el proceso de globalización no puede ser entendido si se le limita a una sucesión lineal de causas y efectos", sino que se requiere una mirada dinámica que prevenga a las sociedades y culturas de caer en una ideología del pensamiento único y enredarse en los peligros de la unificación acarreados por las herramientas de la globalización. El tono crítico de esta última parte es muy interesante, y lleva a Munné a destacar el papel de la psicología latinoamericana en el esfuerzo por definir un camino en la investigación científica que no se limite a aceptar la agenda y los derroteros planteados por la psicología norteamericana y anglosajona. Su apuesta es por una concepción universalista de la globalización, referida al ámbito del conocimiento, de los derechos humanos, de la democracia y de la cultura.

En términos generales, es un libro lleno de sugerencias que un lector propenso a una concepción dinámica de la Psicología encontrará provechosas, interesantes y sugerentes. Aunque por estar escrito con un marcado tono conversacional, a menudo le permite al autor incurrir en repeticiones innecesarias, uso de uno que otro oxímoron — por ejemplo, "matemática cualitativa" —, una carga fuerte de neologismos que no siempre se definen o explican, largas digresiones (lo que parecieran ser una propensión característica de los teóricos de la complejidad y el caos); y, definitivamente, también muchas adjetivaciones y sustantivaciones que acentúan el carácter desinhibido o desenvuelto de su exposición. Lo anterior no necesariamente esun problema, pues algunas conexiones y sugerencias a veces sutiles, a veces directas, pueden resultar provechosas para explorar ideas y conceptos.

En todo caso cumple con el propósito de todo buen libro: empujar al lector a ir por más. A mí me animó respecto de mi campo de trabajo como psicólogo e investigador en el área del desarrollo cognitivo y específicamente los procesos de cambio en el pensamiento de los niños, dos temas que no se mencionan en el libro. Me pregunto si un pensador de la complejidad mirara al campo del desarrollo del pensamiento temprano ¿qué vería? La investigación psicológica de ese pensamiento ha demostrado ser difícil, y lo ha sido más por la falta de métodos apropiados. Aunque no es que se trate de una mera cuestión de estrategias, porque incluso con las metodologías más apropiadas cualquier aproximación resultaría ineficaz si el objeto de estudio no se plantea o representa apropiadamente. Ese es para mí el gran desafío que le plantea la complejidad a ese vasto campo de estudio que es el desarrollo cognitivo. Por supuesto, ese tema no tiene que ser del interés de Frederic Munné, tratándose como es de un psicólogo social, pero es particularmente interesante, dada su insistencia en las implicaciones epistemológicas del paradigma de la complejidad y considerando que precisamente los procesos de adquisición de conocimiento, la emergencia de la novedad, la construcción de visiones alternativas originales sobre la realidad, la creatividad y el desarrollo del pensamiento parecen estar en el corazón de esas teorías. Sin duda, ese es un terreno donde la complejidad se manifiesta esplendorosa y podría ser un terreno empírico fundamental para que ese paradigma encuentre otro nicho empírico dentro de las Ciencias Sociales y Humanas y resuelva muchos de sus interrogantes sobre los seres humanos. El desarrollo cognitivo del niño, si se me permite usar una analogía, equivale a lo que los 'esquistos de Burgess' representan para la investigación paleontológica: un escenario complejo para rastrear proceso de construcción de conocimiento a identificar trayectorias no lineales, saltos cualitativos, continuidades y discontinuidades, y una enorme variabilidad en las manifestaciones de la cognición humana. Así pues, finalizo con una breve paráfrasis del comienzo del libro de Munné: no es que entender el desarrollo y el pensamiento de los niños sea complicado, es que se trata de algo complejo.


Referencia

Crotty, M. (2003). The Foundations of Social Research: Meaning and Perspective in The Research Process. London: Sage.         [ Links ]