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Pensamiento Psicológico

Print version ISSN 1657-8961

Pensam. psicol. vol.15 no.1 Cali Jan./June 2017

https://doi.org/10.11144/Javerianacali.PPSI15-1.RPCP 

Retos de la psicología en la construcción de paz en Colombia: ¿fatalismo o ingenuidad?1

Challenges for Psychology in Peace Building in Colombia: ¿Fatalism or Naivety?

Retos da Psicologia na construção de paz na Colômbia: fatalismo ou ingenuidade?

Nelson Molina Valencia2

Universidad del Valle, Cali (Colombia)

1El texto de este artículo se deriva de la Lección Inaugural del Semestre Académico 2016-2 del programa de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, el 30 de agosto de 2016. Algunos argumentos presentados provienen del proyecto de investigación "Actitudes y Posicionamiento de la Población Vallecaucana respecto al proceso de paz", financiado por la Universidad del Valle y registrado en su Vicerrectoría de Investigaciones con código 5275.
2Doctor en Psicología Social. Universidad del Valle. Instituto de Psicología, Calle 13 No. 100-00 edificio 388, 4°. piso, Cali (Colombia). Teléfono: (57) 2 3212 354. Correo de correspondencia: nelson.molina@correounivalle.edu.co

Recibido: 01/09/2016 Aceptado: 01/11/2016


Para citar este artículo / to cite this article / para citar este artigo

Molina-Valencia, N. (2017). Retos de la psicología en la construcción de paz en Colombia: ¿fatalismo o ingenuidad? Pensamiento Psicológico, 15(1), 115-126. doi:10.11144/Javerianacali.PPSI15-1.RPCP


Resumen

El artículo se propone reflexionar acerca del papel de la psicología en un escenario posacuerdo derivado de las negociaciones con las guerrillas en Colombia. Para ello se tienen en cuenta las condiciones teóricas provenientes de una visión de la guerra y el conflicto, que son analizadas considerando los escenarios epistemológico, teórico, profesional y metodológico. Se concluye con el análisis de la situación del posacuerdo, a partir de seis categorías desde la psicología social, que el trabajo que haga la psicología o bien puede ratificar el fatalismo de la experiencia de la guerra o proponer escenarios generativos para la consolidación de la convivencia en Colombia.

Palabras clave: Psicología Social, construccionismo, posacuerdo, convivencia, trauma psicosocial.


Abstract

The article aims to analyze the role of psychology in a post agreement scenario resulting from the negotiations between the guerrillas and the Colombian government. Theoretical conditions stemming from war and conflict comprehension have been taken into account, and were analyzed from epistemological, theoretical, professional and methodological scenarios. The analysis demonstrated that the post agreement situation may be addressed from six categories of social psychology. The work of psychology in post agreement conditions can validate the fatalism of the experience of war or propose generative conditions for the consolidation of peaceful coexistence in Colombia.

Keywords: Social Psychology, constructionism, post agreement, living together, psychosocial trauma.


Resumo

O artigo se propõe reflexionar sobre o papel da Psicologia num cenário post-acordo derivado das negociações com as guerrilhas na Colômbia. Para isto, se levam em conta as condições teóricas que são derivadas de uma visão da guerra e o conflito, que são analisadas a partir dos cenários epistemológico, teórico, profissional e metodológico. Com a análise se conclui que a situação do post acordo pode ser feita a partir de seis categorias desde a psicologia social. O trabalho que faz a psicologia pode ratificar o fatalismo da experiência da guerra ou propor cenários generativos para a consolidação da convivência na Colômbia.

Palavras-chave: Psicologia social, construccionismo, post acordo, convivência, trauma psicossocial


Introducción

Los procesos de paz en Colombia han activado un amplio conjunto de reflexiones. La psicología colombiana forma parte del debate y se propone cada día un número más amplio de ejercicios reflexivos y prácticos, con el objetivo de aportar a la construcción de paz en un país que ha naturalizado la violencia en la cotidianidad y ha especializado su actuar para mitigar las consecuencias. El año 2017 parece ser el momento para nuevas formas de relación, de comprensión de la convivencia y de subjetivación, que toman distancia de formas violentas. Si bien no es posible que los efectos de la confrontación armada terminen por completo, ni evitar que la violencia se extienda a otros escenarios, sí lo es que la terminación de hostilidades armadas por las guerrillas exija comprensiones pertinentes y acciones innovadoras por parte de todos y cada uno de los actores sociales, políticos y académicos del país en un contexto continental y mundial.

En 1987, Ignacio Martín-Baró presentó una conferencia en la Pontificia Universidad Javeriana Bogotá durante la conmemoración de los 25 años de la Facultad de Psicología en esa institución. Los contenidos de la psicología de la liberación fueron el centro de la disertación y, como no podría ser de otra manera, Martín-Baró hizo un llamado al compromiso social y político de la psicología latinoamericana para contribuir a la transformación de las condiciones de exclusión y de violencia que se vivían en Latinoamérica. Solo dos años después, en noviembre, fue asesinado en el propio campus de la Universidad Centroamericana. Desde entonces, ese llamado reiterativo del psicólogo social ha sido un referente para la construcción de escenarios de transformación, y Colombia no ha sido la excepción.

La Psicología Social y algunas de sus áreas afines, como la Psicología Comunitaria y la Psicología Política, son las que mayor visibilidad han tenido en Colombia, de cara a la atención y la transformación de las condiciones de violencia política y social que ha enfrentado el país. Sin embargo, en los últimos años, otras áreas de la psicología, como la clínica, la jurídica, la organizacional y del trabajo e incluso la educativa, han dado muestras claras de su compromiso político con el entorno en el cual desarrollan sus trabajos profesionales y académicos. De esta manera, el reto para la construcción de paz desde la psicología es para todas las áreas teóricas y aplicadas de la disciplina, como ha sido en los últimos tiempos, motivo por el cual es importante iniciar reflexiones que fortalezcan los aprendizajes actuales y que proyecten estrategias y análisis para comprender la tan esquiva paz a través de la convivencia.

Psicología, guerra y posacuerdo en Colombia

Cualquier consideración acerca de lo porvenir para la psicología en la construcción de paz, debe tener en cuenta algunas de las condiciones actuales de la disciplina, del país y de los aportes de otras áreas de conocimiento.

La psicología, en su condición de disciplina y de profesión, debe establecer mayores puentes comunicantes entre sus dos comprensiones. Si bien la formación profesional se deriva de la comprensión académica, se debe asegurar cada vez más que la práctica profesional se siga nutriendo de las conceptualizaciones académicas, al tiempo que los desarrollos académicos respondan a necesidades propias del ejercicio profesional. Solo de este modo se podría garantizar su calidad permanente y la pertinencia académica de los trabajos investigativos. Se trata de un diálogo que de forma dialéctica responda de manera creciente a las necesidades del contexto sin perder de vista el diálogo con otros saberes y otros contextos geográficos regionales y mundiales.

Los debates entre escuelas de pensamiento no pueden perderse porque son el referente más claro de modelos de sociedad, de ser humano, de relaciones, de comprensiones, en una sola palabra: de ética. Lo que en la actualidad se juega en los debates entre escuelas de pensamiento ya no es la verdad del conocimiento de un objeto, sino la definición de un modelo de ser humano que tiene implicaciones directas en su explicación, desarrollo, intervención y transformación (cualquiera que sea la valencia del cambio). Por estas consideraciones, aún generales, las escuelas de pensamiento en psicología constituyen modelos éticos para la explicación de lo humano, a partir de los cuales se derivan acciones específicas con efectos igualmente específicos. En un escenario de construcción de paz, este conjunto de consideraciones resulta relevante no solo al momento de pensar desde dónde se piensa y se interviene, sino también para prever los efectos de los análisis y las intervenciones. De esta manera, un debate acerca de las escuelas de pensamiento en la psicología complementa la relación permanente, ya citada, que debe establecerse entre teoría y práctica para atender las condiciones tangibles del contexto en sus múltiples dimensiones.

La guerra, la confrontación armada, ha sido en Colombia por más de cinco décadas una de las condiciones de contexto y relacionales que más ha afectado la configuración de subjetividades y, por consiguiente, las formas de construcción de la realidad. ¿Es acaso la guerra una condición inevitable y fatalista que debe ser recreada permanentemente mediante nuevos actores y formas de expresión? La guerra no es una condición inevitable ni perenne. No se trata de una condición fatal de la que sea imposible escapar, porque el problema no es la guerra sino aquello que la causa y que la sostiene. Desde la teoría de la gestión de conflictos (Molina, 2006), la violencia en cualquiera de sus expresiones es la manifestación de una disputa; por ende, el conflicto en Colombia no es la guerra, ni la violencia que la describe, sino alguna situación social o relacional que debe ser atendida. A partir de estas consideraciones, el papel de la psicología al menos es doble. En primer lugar, debe fortalecer las investigaciones e intervenciones que promuevan formas proactivas para la transformación de conflictos y, en segundo lugar, cuestionar las aproximaciones que ha hecho en relación con el conflicto, en cualquiera de sus expresiones, específicamente la armada.

Las negociaciones que ha promovido el Gobierno colombiano con los grupos guerrilleros (FARC-EP y ELN), así como sus resultados, están construyendo un escenario relacional en el que la violencia política tiende a desaparecer, al menos en la forma como estos grupos la han expresado y como el Estado la ha enfrentado. La violencia armada entre guerrillas, Ejército en nombre del Estado y población civil no armada de por medio es, en consecuencia con lo explicado, el síntoma más doloroso de un conflicto social. La exclusión política es el mayor conflicto expresado a través de la vía armada y que en su expresión actual tiene su origen en el Frente Nacional, pactado entre liberales y conservadores en los años 1957 y 1958, en las ciudades mediterráneas de Sitges y Benidorm, por los líderes de dichos partidos políticos. Sin embargo, la comprensión de la exclusión política se completa con la pregunta: ¿qué es aquello que queda excluido? Ya no se trata solo de la exclusión política, sino del qué y de quiénes han sido dejados por fuera. Si solo liberales y conservadores, que habían librado una dura confrontación en las décadas anteriores, podían acceder al poder del Estado durante los siguientes 16 años desde 1958, los otros grupos políticos y sus intereses quedaban por fuera de la administración pública. La lucha armada se convirtió así en la estrategia para reivindicar la participación política y visibilizar agendas que no eran consideradas por los partidos del Frente Nacional (Molina, 2004).

Al tiempo que la Guerra Fría se consolidaba, el Frente Nacional crecía de la mano con la aparición de grupos guerrilleros. Un conflicto social se tramitaría con el uso de las armas, sin que nada justificara la estrategia guerrerista de destrucción, dolor, muerte y miedo, conocida desde entonces y cada día menos vigente. Por consiguiente, la finalización de la guerra no supone la eliminación del conflicto, sino su gestión a través de otros medios. La participación política de algunos de los miembros de las guerrillas en instancias del Estado es apenas una lógica consecuencia de la desmovilización de estos grupos armados, si se tienen en cuenta las causas de su surgimiento. La participación de excombatientes en escenarios políticos no es otra cosa que una cualidad del sistema político democrático, que acoge en su dinámica diferentes expresiones ideológicas para que mediante el debate puedan o no convertirse en políticas públicas. Dicho de otra manera, la negociación entre las guerrillas y el Estado colombiano no ha de conducir a un escenario de posconflicto, sino a un escenario de posacuerdo; porque los conflictos sociales no van a desaparecer, sino que van a ser gestionados por medios no violentos. Ningún sistema social y político del mundo carece de conflictos, puesto que son sistemas relacionales, por lo tanto, un asunto a atender en Colombia es el escenario posacuerdo con las guerrillas para que participen en los ámbitos políticos que tramitan los conflictos de la nación. En síntesis, es más conveniente hablar de un posacuerdo que de un posconflicto, porque el conflicto siempre tendrá expresiones y contenidos diversos, pero lo que se debe evitar, por todos los medios, desde ahora es que el conflicto social se gestione a través de la violencia.

Llama la atención que la población colombiana, y específicamente la vallecaucana, reconozca minoritariamente que las FARC-EP podrían participar en política una vez se firmen y operacionalicen los acuerdos con el Gobierno colombiano (véase tabla 1). Este es uno de los resultados de un estudio longitudinal de opinión pública con más de 5000 encuestas en ocho ciudades del país, realizado en 20163. Los datos inquietan, teniendo en cuenta que el origen del conflicto fue la exclusión política y que una de las maneras de transformarla, luego de las negociaciones, es mediante la participación de los grupos desmovilizados en escenarios políticos del país.

Este resultado crea uno de los retos para el escenario de posacuerdo: la pedagogía de la inclusión a través de la memoria del Frente Nacional y sus acuerdos. ¿Qué significa para diferentes sectores del país el reconocimiento de la diversidad política? ¿Qué condiciones deben recrearse para establecer amplios diálogos sociales que eviten nuevas formas de exclusión? ¿Qué condiciones deben recrearse para entablar amplios diálogos sociales que promuevan la palabra como medio de gestión cotidiana y el derecho a la diferencia como sustento de la convivencia?

Escenarios para la psicología en el posacuerdo

Tomás Ibáñez, en una conferencia en el año 2000, indicó que el mundo sin o con psicología social sería el mismo. ¿Acaso cabe la misma pregunta y la misma respuesta para la totalidad de la psicología? o ¿esta debe ser la pregunta y la respuesta frente al papel que juega la psicología en una Colombia con posacuerdo? Sin lugar a dudas la respuesta no sería tan general como la propuesta por Ibáñez (2001); debe ser lo suficientemente específica para reconocer los aportes de la psicología al escenario analizado. Hasta la fecha, el papel de la psicología colombiana ha sido relevante en atención a personas afectadas por la violencia política, a personas desmovilizadas y a comunidades diversas que han sido afectadas por el fenómeno. No obstante, el reto aún es grande y requiere de una atención cada vez más responsable, capaz de dar cuenta de sus procedimientos y sus resultados.

El devenir de los acontecimientos de la negociación con las FARC-EP, desde el 2012, pone de presente un conjunto de condiciones psicológicas y relacionales que deben ser pensadas más allá de la anécdota lejana del campo disciplinar propio. Los colombianos han vivido años marcados por la incertidumbre política, la construcción inestable de confianza entre los sectores de la negociación y su público, la transformación de roles y funciones de diferentes actores sociales, la sorpresa de anuncios oficiales acerca de avances o retrocesos del proceso de paz, la aleatoriedad de la guerra de guerrillas sobre población civil, la mutación de la violencia en los diversos grupos armados y la asimetría gubernamental en relación con los contenidos y los efectos de sus políticas públicas, entre otros asuntos. Quizá este sea el devenir constante del país, pero en el contexto de las negociaciones de paz parece ser que adquieren mayor visibilidad y deben ser analizadas con recursos propios.

Se proponen, al menos, cuatro escenarios para llevar adelante este análisis. El primero es el epistemológico. En el recuento descrito, el movimiento y la transformación constantes de las condiciones de relación enmarcan el proceso de paz. Es así que la predicción o la anticipación de los acontecimientos ha sido la condición menos evidente, dado que cualquier situación política, económica, militar e incluso cultural podría afectar el curso de la negociación y sus derivaciones. Llama la atención cómo sectores de la población colombiana, entre quienes se cuentan profesionales de la psicología, demandaban respuestas efectivas, resultados directos y fechas ciertas para conocer acerca del proceso. También resulta llamativo, en contraste, el escenario de formación en Ciencias Sociales de los últimos años, donde los modelos hermenéuticos y de la complejidad paulatinamente han tenido mayor presencia. Es de destacar el predominio del funcionalismo social aún con la evidencia de que el desarrollo de los acontecimientos se explica desde otras condiciones teóricas de las que cada vez se conocen más referentes y aplicaciones. Sin embargo, no se puede perder de vista la tesis de Habermas (1974), en la que explicita que los intereses personales son la fuente de elección de los intereses teóricos, pero no deja de inquietar por qué, ante la evidencia de lo contrario que se profesa, cuesta tanto el cambio de posición, de interés o de modelo explicativo.

El escenario epistemológico está centrado en el reconocimiento explícito de los principios que han ingresado a la psicología a través de la investigación cualitativa, la psicología discursiva, la psicología narrativa y la psicología crítica, y guardan relación con la hermenéutica, la complejidad, el principio de incertidumbre o las teorías del caos, por citar los campos quizá más reconocidos (Ibáñez e Iniguez, 1997). Poco servicio prestan los psicólogos formados con diferentes intensidades en estos modelos, si se sigue leyendo el contexto desde el funcionalismo. Peor aún, poco servicio prestan los psicólogos si no forman a quienes atienden, para una lectura de constante transformación y difícil anticipación de las relaciones sociales. Los ejercicios derivados de la teoría estarán limitados si no tienen en cuenta la escasa duración del fenómeno que atienden, así como la determinación múltiple que los origina, ante lo cual apenas resulta posible anticipar solo algunas de sus condiciones.

Bien señalaba, una vez más, Tomás Ibáñez cuando comparaba el trabajo del psicólogo con el paciente y amoroso tejido de Penélope, quien en espera de su ser amado (entiéndase como meta profesional en este contexto) deshacía y reiniciaba su labor cuantas veces fuera necesario. Ante la incertidumbre de la situación ha sido necesario comenzar de nuevo las interpretaciones y las explicaciones en varias oportunidades; por ejemplo, con los resultados del plebiscito que refrendaría el Acuerdo de La Habana, lo cual no es necesariamente indicador de la calidad del profesional, sino de la determinación múltiple e inconmensurable de la realidad.

El segundo escenario es el teórico. La investigación en psicología en Colombia debe seguir caminando hacia la construcción de modelos conceptuales que de forma específica den cuenta de sus acontecimientos. Si bien con esto no se quiere promover el desarrollo de teorías independientes de cualquier sistema conceptual existente o distante de ámbitos geográficos no tan próximos, sí existe la necesidad de avanzar hacia una investigación que trascienda la sistematización organizada de datos, hacia una investigación con capacidad interpretativa y productiva. Es decir, una investigación capaz de inferir afirmaciones teóricas y que trascienda la descripción de datos, cualquiera que sea su naturaleza. Una vez más se hace presente la necesidad del acompañamiento permanente entre teoría, práctica y modelos teóricos.

La inferencia teórica que se desprende de los datos de investigación debe tener al menos dos condiciones. La primera es la relación o diferenciación con sistemas teóricos disponibles; la segunda es la referencia con otras disciplinas que se interesen por los mismos fenómenos de los que se está dando cuenta. En esta conjunción de condiciones, el escenario teórico se verá enriquecido y tendrá desarrollos específicos que expliquen esos fenómenos. Es importante señalar que las dos condiciones expuestas no suponen un modelo falsacionista o hipotético deductivo. De lo que se trata es de trascender cada vez con mayor ahínco y responsabilidad académica, en los diferentes niveles de formación y acción, las prácticas investigativas sofisticadas capaces de organizar información, pero de alcance teórico variable al momento de construir modelos conceptuales. La claridad teórica supondrá mayor precisión al momento de pensar estrategias pertinentes de intervención profesional, ante lo cual se configura el tercer escenario, el profesional.

La calidad profesional deberá correlacionar positivamente con la calidad de los recursos teóricos disponibles. Dichos recursos deben provenir no solo de las construcciones de conocimiento desarrolladas en el contexto, sino de la formación profesional recibida en las universidades. Así, se esperaría que el ejercicio profesional de la psicología en el posacuerdo sea una responsabilidad compartida por todas las áreas temáticas y campos disciplinares. Cabe mencionar que en Colombia se está ampliando la reflexión acerca de la política de la psicología y es frecuente encontrar a más colegas con interés en atender demandas que antes ni siquiera se pensarían. Es decir, el interés por atender posibles causas y consecuencias de la violencia política en Colombia ya no es exclusivo de la Psicología Social, ahora los psicólogos clínicos, organizacionales, educativos y del desarrollo atienden con mayor frecuencia este tema.

Sin embargo, el aumento de psicólogos trabajando los temas derivados del conflicto y del posacuerdo debe ser objeto de atención. Los programas de atención psicosocial son un buen ejemplo a través del cual se evidencia uno de los retos de la psicología. A pesar de la ingente cantidad de recursos que se han invertido en atención a población afectada por la violencia, a personas desmovilizadas y desvinculadas del conflicto, y a comunidades afectadas, aún no es posible conocer con precisión el impacto sobre el bienestar de quienes han sido atendidos. Uno de los motivos es que la categoría psicosocial es tan diversa en su contenido que resulta imposible definir indicadores de impacto claros que permitan conocer si las intervenciones desarrolladas tienen o no el resultado esperado. Actualmente, el Programa de Atención Psicosocial a Víctimas del Conflicto (PAPSIVI) hace un esfuerzo por concretar estrategias e indicadores, pero sigue existiendo dispersión en algunas regiones del país en relación con la aplicación del modelo y su comprensión teórica. La responsabilidad profesional debe establecer desde dónde se plantea una intervención, cuáles son las estrategias pertinentes para esa intervención y cuáles son los efectos esperados a los que deben conducir las estrategias de la intervención. La desvinculación entre estos elementos genera intervenciones poco efectivas que solo contribuyen a disminuir las tasas de desempleo de los psicólogos, pero poco a la transformación efectiva de las condiciones intervenidas.

El escenario profesional de la psicología en el posacuerdo debe considerar la simetría como principio rector. Una simetría en responsabilidad y formación en cada uno de los campos aplicados de la disciplina, por lo que no se puede considerar que un campo tenga mayor relevancia o requiera mayor formación que otro. Una simetría en relación con la responsabilidad de otras profesiones, cuyos resultados son indicadores de la calidad profesional. Si bien los principios de incertidumbre harían de esta condición simétrica una situación poco realizable, sí es posible definir argumentos y criterios que otorguen unidad a la intervención desde el diseño, la aplicación y la evaluación. En este contexto, es muy importante la definición de indicadores de seguimiento para conocer el ámbito y el espectro de impacto que ha tenido una intervención en un escenario de determinación múltiple. La simetría debe ser un criterio ético que acompañe el desarrollo profesional.

El cuarto escenario es el metodológico y da continuidad a la reflexión acerca de la política de la psicología. Partiendo de que la sociología del conocimiento considera la actividad académica y científica una actividad social como cualquier otra (Domènech y Tirado, 1998), es pertinente preguntarse constantemente por las implicaciones políticas de los métodos de investigación, siempre en relación con los modelos teóricos. El ejercicio de la psicología en un país en tránsito hacia la normalización de la convivencia y la gestión no violenta de los conflictos, debe estar conectado con el análisis de las implicaciones de la forma en que procede tanto en lo profesional como en lo investigativo. Con respecto a lo investigativo, vale la pena considerar la pertinencia y la vigencia de la relación entre los denominados métodos cualitativos o cuantitativos y las perspectivas epistemológicas específicas. Esta relación directa, por ejemplo, cuantitativo-funcionalismo, cualitativo-hermenéutica, es errada y políticamente riesgosa por las divisiones que genera. Aunque sea necesario interpelar la función y el efecto político de las metodologías, la manera como se ha enunciado conduce a equívocos. No hay duda de que las metodologías tienen efectos políticos a través de la forma en que se construye el conocimiento y el alcance que se proponen, al tiempo que se sustentan en perspectivas epistemológicas específicas. Sin embargo, es un error considerar que la naturaleza de los datos define el enfoque de la investigación.

Los aportes de la sociología del conocimiento y los métodos mixtos de investigación (Creswell, 2003) sugieren que las metodologías de investigación definen propósitos específicos y estos se traducen a través de los datos que recogen, organizan, procesan, analizan e interpretan. No es la naturaleza cuantitativa o cualitativa de los datos la que determina el modelo de investigación; datos en formato de textos o números son solo recursos que el investigador traduce de acuerdo con los propósitos definidos en su investigación. Si bien la tradición da cuenta de una tendencia mayoritaria en una dirección u otra que asimila un modelo de investigación con naturaleza de los datos, es posible desarticularla para aumentar la flexibilidad y la creatividad en la pesquisa. De cara a un escenario posacuerdo, es preciso desnaturalizar más de una relación dada por sentada, cuyos efectos limitan o estereotipan el curso de una acción.

Los cuatro escenarios descritos se refieren a la construcción de una psicología para el posacuerdo colombiano, aunque no se trate de condiciones exclusivas para este contexto. Gracias a la transformación del conflicto político armado del país se generan demandas para proponer alternativas capaces de enriquecer un contexto deseado, en el que el concurso de la psicología no debe ser menor. Entonces se reconoce un conjunto de retos que a partir del momento de la disciplina en el mundo y en la región, y de las demás áreas del saber social, es posible enunciar y proponer. A partir de estas consideraciones ha de atenderse no solo a personas afectadas por la violencia política, sino a la integralidad de una comunidad que debe aprender, por irónico que parezca, a vivir sin la intempestiva presencia de los fusiles, las balas, los uniformes camuflados y los reportes diarios de guerra en los medios de comunicación. La psicología se debe preparar para construir una nueva forma de sociedad, mano a mano con los demás actores sociales y a partir de su propio ejercicio reflexivo lo conseguirá de forma más responsable.

Lo que la psicología puede explicar

El contexto de posacuerdo define condiciones de transición entre la violencia y el desarrollo de la convivencia no violenta. Es en este escenario transicional que la acción de la psicología se hace posible, deseable y necesaria. Para ello es factible proponer seis categorías que pueden contribuir a este proceso: (a) posicionamiento e información, (b) autoridad y autoritarismo, (c) perdón y reconciliación, (d) maximalismo discursivo, (e) repertorios generativos versus repertorios deficitarios y (f) transformación del trauma psicosocial.

Posicionamiento e información.

El posicionamiento que las personas tienen frente a los temas depende en buena medida de la información de la que dispone y de la manera en que recibe y transmite dicha información (Harre y Langenhove, 1999). El proceso de paz constituye un objeto de conocimiento y de posicionamiento que se construye con información de diversos temas, entre los que se cuentan justicia, reconciliación, participación política o acciones no violentas, entre otros. Hovland y Weiss (1951) indicaron que la información y la fuente que la produce determinan su condición de verdad, incluso con independencia de la verificabilidad. Esta premisa es particularmente importante cuando la población debe posicionarse a favor o en contra de algunas condiciones del proceso de paz con los grupos alzados en armas. Llama la atención que exista un amplio desconocimiento acerca de los efectos de procesos previos en la reconciliación, así como del contenido de los acuerdos alcanzados con las FARC-EP en La Habana (véanse tabla 2 y figura 1). Por consiguiente, tener conocimiento de la información de la que dispone la población constituye la base para el desarrollo de programas de intervención, pedagogía para la paz y transformación de posicionamientos no contrastables.

En consecuencia, el trabajo de la psicología, como disciplina académica y profesional, debe orientarse a la producción, transmisión y traducción de la información relativa a las condiciones del proceso de paz y del posacuerdo, para cualificar el posicionamiento de las personas con quienes trabajan. Asumir este compromiso supone participar de la construcción de condiciones no violentas en las relaciones cotidianas. Posiblemente se parezca al retorno hacia un ideal platónico de un Estado centrado en la razón, en el que las emociones se mantengan controladas. Sin embargo, es mucho más que eso, porque no se pretende negar las emociones presentes en cualquier posicionamiento, sino cualificarlas a partir de información contrastable y con un criterio ético de bienestar colectivo.

Autoridad y autoritarismo.

Las conclusiones de los estudios acerca de la autoridad de Milgram (1973), Zimbardo y Ebbesen (1970) y Adorno (1950) generan indicios analíticos que, actualizados, contribuyen con la transformación de las condiciones de violencia en el escenario de posacuerdo. Una pregunta constante es sobre el perfil psicológico de los combatientes de los grupos armados y, a partir de ella, se alza una amplia cantidad de hipótesis. Desde la psicología, y en particular la Psicología Social, los trabajos concernientes a la obediencia a la autoridad son un referente importante en la comprensión de una parte de este fenómeno. Los líderes de los grupos armados legales o ilegales constituyen una fuente de autoridad a la cual se enseña a obedecer, en muchas ocasiones sin límites ni cuestionamientos y en condiciones de presión. Esta condición configura una hipótesis que explica y diferencia no solo el comportamiento del combatiente, sino el rol y la responsabilidad de este frente a la fuente de autoridad. No todos los participantes en los grupos armados lo hacen de forma voluntaria y su proceder sigue órdenes difícilmente cuestionables. De esta manera, la condición del guerrero es aún más extrema que la condición experimental de Milgram en sus estudios sobre la obediencia a la autoridad; sin embargo, la cercanía con los trabajos de Zimbardo y Ebbesen es asombrosa y otorga al contexto, más que a la persona, condiciones explicativas de la conducta obediente y violenta.

El trabajo de Adorno sobre personalidad autoritaria da cuenta de un perfil de comportamiento (no es el momento de discutir su estabilidad o inmanencia en una estructura de personalidad) del líder autoritario a quienes otros siguen. No se puede olvidar que su inspiración fue lo acontecido en el holocausto nazi. La línea de análisis que propone esta teoría considera los liderazgos carismáticos alrededor de los cuales se niegan los argumentos, se impone la fuerza, se destaca la obediencia y sobresale una imagen única, quizá redentora, a la cual se sigue. Los líderes de grupos armados cumplen esta función con un perfil que podría corresponder con estas características, pero también la cumplen líderes políticos y sociales que mediante modulaciones emocionales condicionan los posicionamientos ciudadanos, distanciándolos del debate y la proximidad a información contrastable. Así, la obediencia a la autoridad por parte de los combatientes, como el perfil autoritario de instigadores de la violencia y líderes sociales amplían las condiciones de análisis para el abordaje de aquellos que se han alzado en armas, o que se constituyen como líderes de opinión que modulan el debate público.

Perdón y reconciliación.

La psicología debe atender las condiciones que trabajen por el perdón y la reconciliación de manera diferencial, dado que suponen metas complementarias en lo ético e independientes en la experiencia. Walker y Gorsuch (2004) diferencian las dos categorías mediante un metaanálisis de investigaciones al respecto. Las diferencias más relevantes son dos: la primera es el carácter emotivo y personal que caracteriza el perdón. La persona afectada decide otorgar o no el perdón a quien la ofendió, pero esta no es una condición sine qua non para la reconciliación. El perdón depende de un trabajo emocional y reflexivo que llevan a cabo las personas y, por consiguiente, en el proceso de su construcción es importante el acompañamiento psicológico que permita a la persona otorgar o no el perdón, al tiempo que experimentar y elaborar el amplio conjunto de emociones vinculadas a él.

La segunda diferencia se refiere a la reconciliación, como proceso colectivo caracterizado por las renuncias particulares de repetir el círculo de violencia que han causado las afectaciones. La voluntad de reconciliación se expresa a través de la renuncia a la venganza directa y violenta y, por ende, a la repetición de las acciones que causaron daño. Reconciliarse supone crear un vínculo con el ofensor de manera que participe del conjunto de relaciones no violentas que él no respetó en otro momento. Reconciliarse es reconocer al ofensor como sujeto de derechos y deberes, con quien es posible no tener puntos en común, pero que su existencia debe ser respetada y posibilitada por las condiciones colectivas de reconocimiento y de convivencia que él mismo negó con su proceder pasado. La posibilidad de reconciliarse inicia con la expresión de buena voluntad por parte del ofensor para formar parte del proceso; de ahí en adelante se trata de aciertos que dan fuerza al proceso o desaciertos que lo debiliten. El trabajo de la psicología en pro de la reconciliación es grande no solo porque es parte del conjunto de saberes acerca del vínculo social, de la modulación de las emociones y de la resignificación de las experiencias previas, sino porque incluso es posible reconciliarse sin haber perdonado.

Maximalismo discursivo.

El maximalismo discursivo es otro de los asuntos que debe atender la psicología en un contexto posacuerdo, y particularmente la psicología construccionista. Al reconocer que la realidad es una construcción derivada en buena medida del lenguaje, se deben desarrollar, de una forma lo más permanente posible, capacidades reflexivas que den cuenta de los efectos que tienen las palabras. Ceballos y Molina (s.f.) informan que los medios de comunicación construyen la noticia acerca del conflicto armado con repertorios interpretativos maximalistas. Expresiones como "siempre, todas las veces, nunca, todos, ninguno, lo más grave, el más delicado, el terrible acontecimiento" son algunos ejemplos de los recursos lingüísticos con base en los cuales se describen y construyen los hechos. Potter (1997) reconoce en el maximalismo un recurso centrado en el acontecimiento que tiene como efecto potenciar el impacto de aquello que está siendo referido. El mismo argumento aplica cuando se trata de minimizaciones como, por ejemplo, "casi nadie, solo algunos casos, casi que no alcanza", entre otras.

La construcción de realidad acerca de los acontecimientos de la violencia política en Colombia, a partir de maximalismos, genera un efecto fatalista. Si todo se comporta de una forma extrema, no se generan condiciones para reconocer alternativas para la acción o la comprensión del asunto que está siendo referido. De igual manera, el maximalismo genera un impacto de fuerza en el acontecimiento que lo hace poco vulnerable a la transformación y agrega un componente trágico, rudo, inevitable a la versión. En consecuencia, es necesario potenciar las condiciones de reflexividad en las personas con quienes se trabaja, al tiempo que facilitar escenarios en los que sea posible acceder a diferentes fuentes de información para su contraste y equilibrio. Esta es una forma de superar, una vez más, el fatalismo de la guerra o la ingenuidad de la versión única que impone obediencia y sumisión en algunos casos.

Repertorios generativos versus repertorios deficitarios.

El mismo argumento reflexivo y construccionista se aplica para proponer la transformación de repertorios deficitarios por generativos. Fried (2015) propone que el punto de origen de los análisis no siempre es el problema, sino que también puede ser el reconocimiento de recursos y la pregunta acerca de qué es posible transformar con ellos. De esta manera, el asunto problema es atendido en segundo lugar y no como origen de la intervención. En las facultades de psicología suele ser común que los estudiantes sientan que solo cuando estudian psicopatología y psicología clínica han iniciado sus estudios profesionales. Este es un buen indicador del énfasis que culturalmente se tiene en los repertorios deficitarios y de la dificultad que tienen los profesores para transmitir una psicología generativa desde los repertorios de la cotidianidad (Hernández, Blanco y Molina, 2015; Molina, 2010).

En el proceso de transformación del posacuerdo es necesario desarrollar mayores cualidades generativas que deficitarias. Se trata de reconocer que una situación problema es apenas una de las posibilidades en medio de otras posibilidades de interacción que no se adjetivan de esta manera. No se trata del abandono de perspectivas deficitarias que también explican asuntos de la experiencia, sino de la incorporación de repertorios generativos que posicionan diferencialmente a los individuos y, por ende, las comprensiones que tienen de la realidad.

Transformación del trauma psicosocial.

Como una síntesis en la que se expresan las cinco consideraciones anteriores, la psicología en el posacuerdo debe atender prioritariamente, desde todos sus campos, los efectos del trauma psicosocial que ha dejado la guerra en Colombia. La deshumanización y la naturalización de la violencia son quizá las expresiones más destacadas de este fenómeno que describiera Martín-Baró (1990). El tránsito hacia condiciones de convivencia, de no violencia, supone el extrañamiento con lo que ahora es normal; la normalización de lo que antes era improbable.

En este sentido, actos violentos como los del 15 de abril de 2015, en el que una columna de las FARC-EP atacó un grupo de once policías que descansaba en un escenario deportivo en el municipio de Buenos Aires (departamento de Cauca en Colombia) como noticia generan un gran revuelo nacional, no solo por lo atroz de los hechos, sino porque hacía varios meses no se cometía este tipo de acciones. La extrañeza de la violencia comenzaba a aparecer al mismo tiempo que un repudio generalizado por su existencia, condición que no era frecuente ni esperada cuando a diario los noticieros radiales y televisivos abrían sus emisiones con acontecimientos de la guerra; y cuando estos no hacían presencia, el sentir común es que "nada había pasado".

El proceso de paz comienza a transformar el trauma psicosocial en condiciones para la convivencia y la no violencia. No obstante, es necesario ampliar el tipo de acciones que la guerra nos ha dejado como normales y por las cuales se desarrollan amplios debates a favor de la seguridad, de la protección o del individualismo que niega la empatía. Algunos ejemplos se encuentran en la valoración social del uniforme militar en cualquier escenario social, incluso cuando no se esté en servicio; la circulación de agentes de seguridad privada fuertemente armados y en actitud de ataque que alimentan cajeros electrónicos en horarios diurnos con niños y familias como testigos; o la ampliación de dispositivos de vigilancia en pro de una seguridad que no se alcanza. El cese al fuego por parte de los actores armados ha comenzado la transformación del trauma psicosocial, pero aún es necesario desactivar los demás posicionamientos que lo mantienen vivo en medio de diversas interacciones cotidianas.

Conclusión

La psicología tiene retos de largo alcance en la construcción y la sostenibilidad de la paz, una paz imperfecta, y corresponde a todos los campos de acción y áreas teóricas definir agendas o formas de trabajo contextualmente globales. Se trata de promover la convivencia no violenta en medio de un contexto transicional.

Existen otros retos inmediatos, orientados al desmonte del trauma psicosocial y capaces de transformar el miedo y la violencia cultural en oportunidades para una relación centrada en el cuidado de sí y de los otros. Es así que se debe aprovechar y desarrollar conceptualizaciones en la psicología y las Ciencias Sociales para dar cuenta de las situaciones inmediatas, y de esta manera contribuir a superar el fatalismo y la ingenuidad, movilizadores de la violencia. Pero también se deben promover el intercambio cultural para enriquecer los marcos de referencia, los repertorios interpretativos y las acciones disponibles, negando así el dogmatismo, y negar mediante los resultados profesionales el inevitable destino que teorías y costumbres han descargado sobre esta sociedad.

"Si nunca pedimos explicaciones para la guerra...
¿Por qué hoy las necesitamos para la paz?"
Cabeto Mejía Walker


Pie de página

3El estudio fue liderado por la Universidad del Valle. La aplicación de los instrumentos en las diferentes ciudades del país se distribuyó de la siguiente manera (en paréntesis las instituciones responsables): Valle del Cauca (Universidad del Valle), Medellín (Universidad CES), Área Metropolitana de Bucaramanga (Universidad Pontificia Bolivariana, seccional Bucaramanga), Área Metropolitana de Cúcuta (Universidad Francisco de Paula Santander), Pereira (Universidad Católica de Pereira), Bogotá, Barranquilla y Villavicencio (Colegio Colombiano de Psicólogos).


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