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Pensamiento Psicológico

versão impressa ISSN 1657-8961

Pensam. psicol. vol.15 no.2 Cali jul./dez. 2017

https://doi.org/10.11144/Javerianacali.PPSI15-2.fsav 

Factores sociodemográficos asociados a la victimización delictiva en estudiantes universitarios de tres ciudades mexicanas1

Sociodemographic Factors Associated with Criminal Victimization in University Students in Three Mexican Cities

Fatores sócio-demográficos associados à vitimização delitiva em estudantes universitários de três cidades mexicanas

Elsy Claudia Chan-Gamboa2
Luz Anyela Morales-Quintero3
José Ignacio Ruiz-Pérez4
Jesús Vaca-Cortés5

Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México)
Universidad Autónoma de Puebla, Puebla (México)
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá (Colombia)
Claustro Universitario de Chihuahua, Chihuahua (México)

1El presente artículo es producto del proyecto de investigación "Democracia, Cultura Ciudadana y Tejido Social" desarrollado por la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Guadalajara, el Claustro Universitario de Chihuahua y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
2Doctora en Psicología, Cooperación e Intervención Social. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Centro Universitario de Ciencias de la Salud, Universidad de Guadalajara. Sierra Nevada 950, Colonia Independencia, Guadalajara, Jalisco, México. Teléfono: (52) 3339424400, extensión: 53794. Correo de correspondencia: claudia.chan@cucs.udg.mx, cchan54@hotmail.com
3Doctora en Psicología Social
4Doctor en Psicología
5Magíster en Psicología Social

Recibido: 06/09/2016 Aceptado: 15/05/2017


Para citar este artículo / To cite this article / Para citar este artigo

Chan-Gamboa, E. C., Morales-Quintero, L. A., Ruiz-Pérez, J. I. y Vaca-Cortés, J. (2017). Factores sociodemográficos asociados a la victimización delictiva en estudiantes universitarios de tres ciudades mexicanas. Pensamiento Psicológico, 15(2), 93-107. doi:10.11144/Javerianacali.PPSI15-2.fsav


Resumen

Objetivo. Evaluar la prevalência de las experiencias de victimización criminal y los factores sociodemográficos asociados en estudiantes universitarios de tres ciudades mexicanas: Chihuahua, Guadalajara y Puebla. Método. En una muestra no aleatoria participaron 2532 estudiantes de diferentes carreras a través de un estudio descriptivo y correlacional. Se aplicó la batería Encuesta sobre Democracia, Tejido Social y Seguridad Humana, vía electrónica, que contempla 16 formas de victimización, ocurridas en los últimos seis meses. Resultados. Se encontraron diferencias de victimización entre ciudades y por sexo. De destacar, en mujeres, un menor nivel socioeconómico se asoció con más victimización sexual, acoso y persecución. En hombres, a mayor nivel socioeconómico, menos experiencias familiares de suicidio o desapariciones, de lesiones en accidentes viales y de pago por trámites públicos. Más experiencias de victimización se asociaron con mayor disposición a cambiar de lugar de residencia o trabajo, sobre todo para las mujeres. Discusión. Una mayor victimización criminal se asocia con menor disposición a permanecer en la ciudad actual de residencia. El nivel socioeconómico aparece como un factor de protección (alto nivel) o de riesgo (bajo nivel) en relación con la victimización.

Palabras clave: Victimización, delito, estudiantes universitarios, percepción del crimen, percepción de seguridad.


Abstract

Objective. To evaluate the prevalence of criminal victimization experiences and associated sociodemographic factors among university students from three Mexican cities: Chihuahua, Guadalajara and Puebla. Method. A non-random sample involved 2532 students from different majors through a descriptive and correlational study. The battery of the Survey on Democracy, Social Tissue and Human Security was applied electronically, which considers 16 forms of victimization that occurred in the last six months. Results. Differences of victimization were found between cities and by sex. Notably, in women, a lower socioeconomic level was associated with more sexual victimization, harassment and persecution. In men at a higher socioeconomic level, less family experiences of suicide or disappearances, injuries in road accidents and payment for public procedures. More experiences of victimization were associated with greater willingness to change places of residence or work, especially for women. Conclusion. Greater criminal victimization is associated with less willingness to stay in the current city of residence. The socioeconomic level appears as a protection factor (high level) or risk (low level) in relation to victimization.

Keywords: Victimization, crime, university students, perception of crime, perception of security.


Resumo

Escopo. Avaliar a prevalência das experiências devitimização criminal eos fatores sócio-demográficos associados em estudantes universitários de três cidades mexicanas, Chihuahua, Guadalajara e Puebla. Metodologia. Numa amostra aleatória participaram 2532 estudantes de diferentes carreiras a través de um estudo descritivo e co-relacional. Foi aplicada a bateria de Votação sobre Democracia, Tecido Social e Seguridade Humana, via eletrônica, que contempla 16 formas de vitimização, acontecidos nos últimos 6 meses. Resultados. Foram encontradas diferenças de vitimização entre cidades e segundo o sexo. Destaca, em mulheres, que um menor nível socioeconômico foi associado com mais vitimização sexual, acosso e persecução. Em homens, com maior nível socioeconómico, menos experiência familiares de suicídio ou desaparições, de lesões em acidentes rodoviários e de pago por trâmites de serviços públicos. Mais experiências de vitimização foram associadas com maior disposição para mudar de lugar de residência ou trabalho, especialmente para as mulheres. Discussão. Uma maior vitimização criminal é associada com menor disposição para permanecer na cidade atual de residência. O nível socioeconómico aparece como um fator de proteção (alto nível) ou de risco (baixo nível) em relação com a vitimização.

Palavras-chave: Vitimização, delito, estudantes universitários, percepção do crime, percepção de seguridade.


Introducción

La delincuencia y la violencia son unos de los mayores retos que enfrentan en la actualidad las naciones para su estabilidad y su desarrollo, no solo por los altos costos económicos que implican la prevención, la resolución y las pérdidas que sufren las víctimas, sino que también por su impacto negativo en la inversión privada (González, 2014). Se estima que el costo económico que representan la inseguridad y el delito en México asciende a 226.7 millones de pesos mexicanos (12.3 millones de dólares) (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [Inegi], 2015a). Además, vulneran diversos aspectos de los ciudadanos, como su integridad física, patrimonio, salud emocional y, en ocasiones, su supervivencia, lo que impacta en su calidad de vida (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos [OCDE], 2014). Estas agresiones al bienestar integral de las personas llevan a considerar la violencia ejercida en actos delictivos como un problema de salud, al haber implicaciones físicas, como heridas que pueden llegar a necesitar de rehabilitación, e implicaciones en la salud mental, como trastornos afectivos, estrés postraumático, que pueden generar disminución de la capacidad productiva, entre otras dificultades (Organización Panamericana de la Salud [OPS], citada en Cruz, 1999).

Ser víctima de un delito vulnera al individuo independientemente del daño físico o económico que se le genere, y se manifiesta con miedo, insatisfacción, dolor, angustia, sufrimiento, estrés postraumático y ansiedad, además de pérdida de confianza, alteración de comportamientos habituales, disminución de la tranquilidad personal y el subsecuente temor de ser victimizado nuevamente (González, 2014). Es por ello que la seguridad individual representa un factor determinante en el bienestar de los individuos (OCDE, 2014).

Se entiende por victimización delictiva el proceso que experimenta una persona al ser víctima de la comisión de un delito y, por ende, sufrir por los daños ocasionados. En México, el 12.8% de los ciudadanos informaron haber sido víctimas de un robo durante 2014, un porcentaje mayor a lo que reportaron el resto de naciones que integran la OCDE (3.9%). La tasa promedio de homicidios a nivel mundial es del 4%, mientras que en México se eleva al 23.4%. En general, los hombres son más victimizados que las mujeres, aunque son las mujeres las que desarrollan un mayor sentimiento de inseguridad, pues suelen ser víctimas con más frecuencia de delitos sexuales (Cruz, 1999; Fetchenhauer, Buunk y Buunk, 2005; Loinaz, Echeburúa e Irureta, 2011; May, Rader y Goodrum, 2010; Medina, 2003; OCDE, 2014; Ramos, Fuertes y De la Orden, 2006; Schafer, Huebneer y Bynum, 2006). Esta sensación de inseguridad o miedo al delito puede representar un problema más severo que la propia delincuencia, ya que se extiende a un número mayor de personas que la afectada por el delito y genera una ruptura de las redes, aislamiento, modificación de hábitos y alienación (Medina, 2003).

De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe; Inegi, 2015a), la tasa de prevalencia de delitos en México fue de 28200 casos por cada 100.000 habitantes en población mayor de 18 años. Específicamente, en Jalisco fue de 31375 casos, en Puebla de 23741 y en Chihuahua de 22395. En las tres ciudades la extorsión es el delito más frecuente, seguido del robo o del asalto en la calle y del robo parcial de vehículo. El 73.2% de la población mexicana de 18 años y más considera que vivir en su estado es inseguro.

En Chihuahua se mantiene la misma tendencia (73.6% de la población), mientras que Jalisco y Puebla registran porcentajes por debajo de la media nacional (69.6% y 67.4%, respectivamente). La percepción de inseguridad por parte de la población registra niveles superiores a la media nacional en Chihuahua (75.7%) y más bajos en Guadalajara (64.9%) y en Puebla (62.6%). De acuerdo con la misma encuesta, la percepción de inseguridad ha llevado a que se modifiquen los estilos de vida de sus habitantes. Por ejemplo, los padres de familia han restringido la salida de casa de sus hijos menores de edad, han dejado de usar joyas, han disminuido sus salidas nocturnas, han imposibilitado que llevan dinero en efectivo y han dejado de salir a caminar o trasladarse en taxi.

La delincuencia y la inseguridad son las principales preocupaciones del 58% de la población mayor de 18 años en México (Inegi, 2015a). Pese a ello, alrededor del 92.8% de delitos no se denuncian (González 2014; Inegi, 2015a), debido a que se considera una pérdida de tiempo o porque existe desconfianza en la autoridad. Esta situación puede variar en función de la condición social, pues se ha identificado que a mayor escolaridad y mejores ingresos económicos menor es el riesgo de victimización y mayor la sensación de seguridad (OCDE, 2014). Del mismo modo, las habilidades sociales también se han encontrado asociadas a la victimización, constituyendo factores protectores para la misma (Valdés, Madrid, Carlos y Martínez, 2016).

En estudiantes universitarios se mantienen tendencias similares a la población general, aunque la investigación sobre victimización en este sector es incipiente. En Europa, el estudio de Barberet, Fisher, Farrell y Taylor (2004), con 405 estudiantes de nueve universidades de Inglaterra y Gales, identificó que el 33% fueron víctimas de un delito durante el último año y, de ellos, la tercera parte fue víctima más de una vez. El mismo estudio reveló que es mayor el número de hombres que de mujeres víctimas de violencia y asalto, siendo los estudiantes mayores de 22 años quienes reportaron ser víctimas de robo con más frecuencia. Sin embargo, el 62% de las victimizaciones nunca se reportaron a las autoridades. Además, las mujeres presentaron mayor miedo a ser víctimas que los hombres, especialmente frente a la agresión sexual. En general, los estudiantes dijeron que tomaron precauciones para evitar ser víctimas, como cerrar puertas y ventanas de sus casas. Entre las estrategias de prevención del crimen que se identificaron en las universidades públicas en las que se realizó el estudio, destacó la disponibilidad de ayuda telefónica y la estandarización de estadísticas delictivas.

En Hispanoamérica, Ruiz (2014) identificó en estudiantes universitarios de cinco países que el hurto es la experiencia de victimización más frecuente, reflejado en el 17.5% de los sujetos españoles, el 32.6% de los argentinos y el 12.7% de los mexicanos, en datos recolectados en 2009. A la vez, la victimización no convencional (que no se suele incluir en las encuestas de este tipo) alcanzó tasas importantes. Por ejemplo, el acoso callejero se presentó en el 18.3% de los colombianos y en el 30.8% de los salvadoreños; las llamadas telefónicas con contenido obsceno presentaron un promedio de 16% para el conjunto de muestras evaluadas, con excepción del 6.3% de los argentinos. No obstante, estos datos deben tomarse con cautela, especialmente la comparación entre países, ciudades o regiones, debido al grado de representatividad que pueden tener las muestras y los factores ecológicos y de tejido social que las caracterizan, tales como el tamaño de la ciudad, la organización espacial, los equipamientos económicos, culturales, sanitarios y de ocio, la densidad poblacional, la cohesión ciudadana y la eficacia colectiva, que pueden actuar como fuerzas centrípetas o centrífugas del crimen (San Juan, 2014).

En síntesis, esta investigación se planteó como objetivo evaluar la prevalencia de las experiencias de victimización y los factores de riesgo asociados con estas en estudiantes universitarios de tres ciudades de México.

Método

Diseño

Se empleó un diseño descriptivo y correlacional en el que se analizó la prevalencia de varias formas de victimización criminal en la muestra total, por ciudades y por sexos, y se estudiaron las coocurrencias entre las diversas formas de victimización criminal y las variables sociodemográficas recolectadas en el estudio.

Participantes

La muestra fue no aleatoria, ya que se basó en la participación voluntaria de los sujetos en la batería electrónica Encuesta sobre Democracia, Tejido Social y Seguridad Humana (EDTSHU). En el estudio participaron 2532 estudiantes de tres universidades mexicanas: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (n = 1006), Universidad de Guadalajara (n = 985) y Centro Universitario de Chihuahua (n = 541).

El rango de edad del 90% de los sujetos estaba entre los 18 y los 23 años, con un rango entre 15 y 45 (M = 19.67, DT = 0.89); de los cuales el 63.5% eran mujeres. Referente al estado civil, el 93.9% se declararon solteros y el 4.7% en unión libre. En cuanto a la ocupación, el 95% eran estudiantes y el 2.6% estudiaban y trabajaban. El 86.2% de los sujetos pertenecían al nivel socioeconómico medio, el 11.5% al bajo y solo el 2.3% al alto.

Respecto a la carrera que cursaban se encontraron las siguientes: Criminología (22.3%), Derecho (17.7%), Psicología (24.9%), Medicina (6.9%), Enfermería (6.2%), Relaciones Internacionales (4.5%), Ciencias Políticas (4.4%) y Psicopedagogía (4.1%). La mayoría de los sujetos estaban en el primer o segundo semestre de su formación (68.6%) y entre el tercero y el sexto (23.7%), mientras el resto se ubicaron entre el séptimo y el décimo (7.7%).

Las muestras de las tres ciudades fueron igualadas en proporción en cuanto al sexo (ver tabla 1), pero no así en otros aspectos sociodemográficos como la edad. Por ejemplo, el promedio de edad en Chihuahua fue mayor, lo que explica que también en esa ciudad haya una mayor proporción de sujetos viviendo en unión libre, y que el semestre cursado sea superior al de las otras dos ciudades. También en Chihuahua es menor el número de sujetos que definen su entorno de residencia como de nivel socioeconómico bajo y prevalecen los que se definen como de nivel socioeconómico medio (91.2%). Las diferencias respecto a las carreras cursadas por los estudiantes se deben a la unidad académica que en cada universidad lideró la aplicación de la encuesta.

Instrumentos

Se empleó una batería de escalas e ítems, de entre las cuales, para efectos de este trabajo, se eligieron tres. En primer lugar, la lista de Victimización Criminal (Ruiz, 2014), que considera 16 formas de criminalidad, con respuesta dicotômica, afirmativa o negativa, para su presencia en los últimos seis meses. Esta lista incluye formas de victimización como robo, amenazas, agresión sexual, secuestro, extorsión, lesiones personales, lesiones por accidentes viales, ser perseguido en la calle, acoso en el lugar de trabajo o de estudio, recibir llamadas obscenas y tener que pagar por trámites públicos que son gratuitos; también muerte de un familiar por homicidio, accidente vial o suicidio. Debido a que cada evento de victimización es independiente, no se consideró apropiado calcular la fiabilidad interna del instrumento. Sin embargo, se ha encontrado una asociación entre la prevalencia de victimización criminal medida con esta escala y el contexto socioeconómico y de calidad de vida. A propósito de esta relación, un estudio previo reveló que en España la victimización criminal es menor que en algunos países latinoamericanos de inferior calidad de vida (Ruiz y Turcios, 2009), como suelen mostrar cifras oficiales.

El segundo instrumento fue el Indice de Disposición a Cambiar de Lugar de Residencia y Trabajo. Esta es una medida con un único ítem en la que el sujeto debe escoger entre tres opciones frente a la pregunta de cuál lugar prefiere para trabajar y vivir, ya sea el municipio o el estado actual, otro estado del país u otro país. Un menor puntaje indica mayor disposición a cambiar de lugar.

El tercer instrumento fue el de Indicadores Sociodemográficos, con el que se recolectó información sobre la edad, el sexo, la universidad a la que asistían los participantes, la carrera que estudiaban, el semestre que cursaban, su ocupación, el nivel socioeconómico del lugar de residencia y su estado civil.

Procedimiento

En primer lugar, la Lista de Victimización Criminal original (García, Sotelo y Ruiz, 2012) fue revisada para su aplicación a población mexicana, aunque ya había sido empleada en muestras de diferentes países latinoamericanos (Ruiz y Turcios, 2009). La validación se realizó para los usos lingüísticos y el contenido de acuerdo con la muestra en la que iba a ser aplicada. Seguidamente, se adaptó para su aplicación virtual, con el uso del software Surveymonkey, el cual protege de forma adecuada la base de datos.

La encuesta electrónica se llevó a cabo en un laboratorio de cómputo. Cada computador tenía en pantalla el enlace para acceder a la encuesta, que iniciaba con el consentimiento informado y las garantías de confidencialidad, indicando la voluntariedad de la participación de los estudiantes. Los criterios de inclusión básicos fueron ser estudiante de cualquiera de las universidades participantes, cursar cualquiera de los semestres y en carreras a las que tuvieran acceso los profesores participantes y los colaboradores de esta investigación.

Análisis de datos

Los datos fueron analizados con SPSS-21. Se realizó una descripción de la muestra mediante procedimientos de obtención de frecuencias y porcentajes, así como de comparación de Anova y de Chi2. Luego, con el fin de precisar qué variables se asociaban con los indicadores de criminalidad, se llevó a cabo un análisis de correlaciones entre estos indicadores con la edad, el sexo, el nivel socioeconómico y la disposición a cambiar de lugar de residencia/trabajo. Tras ello, y para conocer las relaciones entre las diferentes formas de victimización, se procedió a un análisis de clasificación jerárquica, con el objetivo de reducir los 16 indicadores de victimización a un número más manejable de tipologías delictivas. A partir de este análisis se construyeron tres indicadores agregados de victimización: (a) secuestro y muertes violentas (por accidente vial, homicidio, suicidio o desaparición); (b) robo y persecución en la calle; y (c) extorsión, llamadas obscenas, agresión sexual y acoso. Con el propósito de construir estos indicadores para cada participante, se sumó la ocurrencia de cada tipo simple de victimización. Por ejemplo, para el indicador de muertes violentas y secuestro, se sumó el puntaje (0 o 1) de muerte por accidente vial, suicidio, homicidio o desaparición forzada. Para los indicadores de robo y persecución en la calle, y para el de extorsión y llamadas obscenas, se realizó un procedimiento análogo. Además, se construyó un indicador total de victimización, sumando para cada sujeto sus respuestas a cada una de las 16 formas de victimización.

Finalmente, cada una de estas tipologías fue tomada como variable criterio en nuevos análisis de regresión para establecer las asociaciones más fuertes con las variables sociodemográficas. Ello no implicó tomar dichos indicadores de edad, sexo, ciudad, semestre o nivel socioeconómico como variables causales de cada tipología delictiva, sino como factores de riesgo en el sentido de que son características que pueden hacerse llamativas para los delincuentes, además de la posibilidad de una menor capacidad de resistirse a la victimización. Por ello, autores como Miethe y McCorkle (2001) establecen tipologías delictivas combinando el tipo de delito, las características de los autores y las características de las víctimas.

Consideraciones éticas

Los aspectos éticos del trabajo siguieron los lineamientos ofrecidos en las normas de la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial (1964/2013) y la Sociedad Mexicana de Psicología (2007), así como aquellas propias de la investigación por medios virtuales (Hoerger y Currell, 2012). De esta manera, se explicó a los participantes la naturaleza y objetivo del estudio, y se integró un ítem específico de consentimiento informado en el que respondían si aceptaban contestar el instrumento. En caso de no obtener respuesta afirmativa, se anulaba su participación. Previamente, se les garantizó a todos los participantes la confidencialidad y el anonimato de sus datos, cuyo análisis se hizo en grupo, con fines académicos e investigativos. La participación en el estudio fue voluntaria y no recibieron ningún tipo de compensación por su participación.

En Colombia, país en el que el tercer autor del este estudio desarrolló el instrumento de acuerdo con los lineamientos del Colegio Colombiano de Psicólogos, no se recogió la firma de los sujetos en el consentimiento, precisamente para respetar el derecho al anonimato en caso de participar en la encuesta. Ahora bien, la aceptación de participar se hizo válida al picar sobre el enlace que así lo detallaba para iniciar la encuesta (dado que era vía electrónica). La formulación de la encuesta y su aplicación respondieron a los principios básicos de justicia, autonomía, búsqueda de beneficencia y no maleficencia, propios de los procedimientos no invasivos que constituyen las encuestas sociales y psicosociales.

Resultados

En primer lugar, se calcularon los porcentajes de víctimas para cada delito, para el total de la muestra y por cada sexo (ver tabla 2). También se calculó un índice de victimización criminal sumando todos los delitos de los que fue víctima cada sujeto. Se obtuvo así que alrededor de una cuarta parte de los sujetos indicaron no haber sido víctima de ningún delito en los últimos seis meses (25.6%), mientras que el 32.4% registraron una o dos victimizaciones; el 25.4%, de tres a cinco; y el 16.7%, seis o más. Según este índice hombres y mujeres no se diferencian en el nivel promedio de victimizaciones, aunque hay más heterogeneidad de respuestas en los hombres.

Al cotejar las tasas de prevalencia de las 16 formas de victimización recogidas en la encuesta, de acuerdo a la ciudad, los datos muestran un patrón consistente de mayor victimización reportada por los estudiantes de la muestra de Chihuahua, seguida de la de Puebla, en 15 de los 16 indicadores. De hecho, las tasas de algunos sucesos, como la agresión sexual y el acoso en la muestra de Chihuahua, duplican, triplican o quintuplican las de las otras ciudades, en las que prevalece el secuestro, el homicidio, la desaparición forzada y el suicidio (ver tabla 3). También, la muestra de Chihuahua presenta una media de victimizaciones en total superior a las otras dos muestras, con una amplia heterogeneidad.

Dimensiones de la victimización criminal

Para responder a la cuestión de cuáles delitos o victimizaciones tienden a presentarse simultáneamente, se realizó por cada sexo un análisis de clasificación jerárquica de variables binarias con la lista de victimizaciones, empleando como método de clasificación la distancia euclidiana al cuadrado. Los dendrogramas obtenidos se presentan en la figura 1.

Los análisis por sexo coinciden en agrupar en un mismo bloque los hechos que implican consecuencias más dramáticas, como las muertes (homicidio, suicidio, desaparición o muerte de un familiar en un accidente vial). El secuestro aparece para ambos sexos, destacando para las mujeres su enlace con el bloque de muertes.

Otras coincidencias son la proximidad entre la agresión sexual y las situaciones de acoso, las lesiones propias y de familiares en accidentes de tránsito, la relación proximal entre extorsión y llamadas obscenas y la proximidad entre las experiencias de robo o hurto y ser perseguido en la vía pública.

Por otro lado, se observan también algunas diferencias entre los sexos. Por ejemplo, en hombres, la agresión sexual se asoció con el secuestro, mientras que en las mujeres con la agresión física. Para los hombres, la agresión física también estuvo asociada con amenazas, mientras que en las mujeres las amenazas acompañan a la extorsión. En los hombres la extorsión se relaciona con el tener que pagar por trámites públicos que son gratuitos, mientras que esta forma de corrupción estuvo asociada con el acoso en el caso de las mujeres.

Variables sociodemográficas y disposición al cambio de lugar de residencia y trabajo: correlaciones con los indicadores de victimización

En primer lugar, se analizó la relación entre la experiencia de cada forma de victimización con la disposición a abandonar o permanecer en el lugar actual de residencia y estudio, con la edad, el nivel sociodemográfico y el semestre cursado. Para las mujeres, 13 de las 16 formas de victimización se asociaron con una mayor disposición a abandonar el estado o el país de residencia, sobre todo las experiencias de agresión sexual, de acoso, de pagos indebidos por trámites y el total de victimizaciones sufridas. En segundo lugar, una mayor edad se asoció positivamente con siete tipos de victimización y con el total de victimización, mientras que un estrato socioeconómico más alto se asoció con menos victimización en cuatro áreas y con menos victimización total. Por otro lado, cursar semestres más avanzados se asoció con mayor prevalencia de homicidios, de desapariciones forzadas, de muertes y lesiones propias en accidentes viales y con más suicidios de familiares (ver tabla 4).

En el caso de los hombres, una mayor disposición a cambiar de lugar de residencia se asoció directamente con el total de victimización y con siete formas específicas de ello, especialmente con amenazas, extorsión, pagos indebidos por trámites y con desaparición forzada. También se encontró que, a mayor edad, más amenazas, extorsión, pagos indebidos, lesiones propias por accidente vial y mayor victimización total. Por otro lado, un mayor nivel socioeconómico se asoció con menos experiencias de victimización en siete áreas, sobre todo pagos indebidos, desaparición y suicidio de un familiar.

En cuanto a la educación, un mayor avance en los estudios se asoció con más denuncias de secuestros, homicidios, desapariciones, suicidios, muertes de familiares en accidente vial y mayor victimización total (ver tabla 4).

Variables asociadas con la victimización criminal como variable criterio

Para el conjunto de la muestra, y vistos los resultados anteriores, se trató de discriminar el efecto que podrían tener la edad, el nivel socioeconómico, el semestre y la ciudad de procedencia, como factores de riesgo de la victimización criminal. Para ello se realizó un análisis de regresión paso a paso, hombres y mujeres por separado, tomando como variable dependiente el indicador de victimización total. La ciudad de procedencia se transformó en variable ficticia, considerando el valor 0 no ser de Chihuahua y el valor 1 ser de Chihuahua. Se encuentra que en ambos sexos la victimización total se asocia con pertenecer a Chihuahua (beta estandarizado para mujeres de 0.28; para hombres de 0.32) y con un menor nivel socioeconómico (beta estandarizado para mujeres de -0.07; para hombres de -0.09), explicando estas dos variables el 5.4% de su varianza total para las mujeres (F (1, 1541) = 44.86, p < 0.001) y el 10.3% para los hombres (F (1, 878) = 7.68, p < 0.01).

Por último, se realizó una aproximación para conocer si diferentes variables explicativas se asociarían con distintas formas de victimización. Para ello se construyeron a partir de la asociación de formas de criminalidad expuestas en la figura 1, los siguientes indicadores: secuestro y muertes violentas (por accidente vial, homicidio, suicidio o desaparición); robo y persecución en la calle, extorsión y llamadas obscenas y agresión sexual y acoso. Para cada análisis de regresión se introdujeron como variables predictoras el resto de formas de victimización, también la edad, el nivel socioeconómico, el sexo, el semestre y residir o no en Chihuahua. En general, cada forma de victimización es explicada por el resto de victimizaciones; además, pertenecer a Chihuahua explica el 3% de las muertes violentas y secuestros, el 0.5% de las lesiones por accidentes viales y se asocia en el 0.2% con menos robos y persecuciones. Por su lado, las mujeres tienden a presentar un mayor riesgo de agresiones sexuales y los hombres de lesiones en accidentes viales (tabla 5).

Discusión

Para el conjunto de la muestra, las experiencias de victimización más frecuentes son ser perseguido en la calle (39.3%), robo o hurto (31.8%), llamadas obscenas, amenazas y extorsión (26%). Los hechos menos frecuentes son suicidio u homicidio y la desaparición forzada de un familiar. Combinando todas las formas de victimización medidas en el presente trabajo, se identificó que el 75% de la muestra ha sido víctima de uno o más delitos (hasta seis), lo que ha influido en la modificación de los hábitos cotidianos de las personas, como dejar de salir a la calle, precisamente como una medida de seguridad (Inegi, 2015a). En esta investigación se incluyen conductas que no necesariamente están tipificadas como delitos, como es el caso de ser perseguido por la calle, categoría que no se considera en encuestas nacionales como la Envipe. Los resultados del estudio son comparables con otros realizados en población universitaria en los que se encuentra que el delito del que son víctimas con mayor frecuencia es el robo, con una importante proporción que reporta haber sido perseguido (Barberet et al., 2004). También, estos resultados coinciden con lo encontrado en estudios previos en estudiantes universitarios latinoamericanos, como el robo y el hurto, que fueron las formas de victimización más frecuentes en el conjunto de seis países, incluyendo México (Ruiz, 2014). Ahora, la muestra mexicana de aquel estudio era de una región y una época diferentes de las cubiertas en el presente trabajo. Pese a ello, victimizaciones como el ser perseguido en la calle y el acoso telefónico (llamadas obscenas) son tanto o más frecuentes en el presente y en anteriores trabajos que otras experiencias, y su impacto psicológico puede ser muy importante en sus víctimas (Cruz, 1999; Fetchenhauer et al., 2005; Loinaz et al., 2011; May et al., 2010; Medina, 2003; OCDE, 2014; Ramos et al., 2006; Schafer et al., 2006).

Entre los hallazgos más significativos de este trabajo se tiene que una mayor cantidad de hombres son víctimas de delitos como amenazas, agresiones físicas y ser forzados a pagar por trámites gratuitos; mientras que en las mujeres prevalece ser víctimas de ser perseguidas en la calle y agresión sexual. Sin embargo, al realizar esta comparación entre sexos por cada ciudad, algunos de los resultados anteriores se matizan. Si bien es cierto que es evidente que en cada una de las tres ciudades los hombres reportan más robos, amenazas y agresiones físicas, la mayor prevalencia de agresiones sexuales y de persecución en la calle en mujeres solo se mantiene estadísticamente significativa en la muestra de Puebla, y solo en esta ciudad se da una mayor proporción estadística de hombres sobre mujeres que pagaron por trámites. Esta mayor exposición de la mujer, especialmente cuando es de bajo nivel socioeconómico, a diversas formas de acoso en el espacio público, de trabajo o de estudio, puede generar un sentimiento de inseguridad y miedo en ellas, y probablemente contribuye a hacerlas más vulnerables (Barberet et al., 2004; Fetchenhauer et al., 2005; Schafer et al., 2006). Por otro lado, en la muestra total no hay diferencias entre sexos en los casos de suicidio de familiares, pero en Chihuahua y Guadalajara los hombres reportan más que las mujeres este tipo de casos.

La disposición a permanecer o cambiar su lugar de residencia está muy pareja entre vivir en otro país (43.6%) y vivir en el mismo estado o municipio (42.6%). En los resultados obtenidos, una mayor victimización criminal se asocia con menor disposición a permanecer en la ciudad actual de residencia. En concreto, para las mujeres, la disposición a cambiar de residencia se relaciona directamente con 13 formas de victimización, mientras que en el caso de los hombres con siete. Sin embargo, con respecto al análisis de regresión, no se halló una relación significativa entre esta variable y las tipologías de victimización.

En cuanto al nivel socioeconómico, este aparece como un factor de protección (alto nivel) o de riesgo (bajo nivel) en relación con la victimización criminal (OCDE, 2014). En mujeres, a mayor nivel socioeconómico, menos frecuentes son las experiencias de delitos sexuales (agresión sexual, llamadas obscenas) y de acoso (en la calle, en el trabajo), y es menor el índice de victimización total. Para los hombres, también un nivel socioeconómico más elevado se asocia con menos victimización en otras tipologías como amenazas, agresión física, acoso, pago por trámites gratuitos; pero también con mayor victimización en desaparición forzada, suicidio de un familiar y lesiones por accidentes viales. Se aprecian entonces unas relaciones complejas entre el sexo y el nivel socioeconómico con relación a la victimización criminal.

Por otro lado, el semestre cursado se presenta asociado con mayor victimización, de tal forma que entre más avanzado sea el semestre, mayor será el nivel de victimización tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, dado que se encontró que los estudiantes de Chihuahua cursan en promedio un semestre más elevado que los sujetos de las otras dos ciudades, se calcularon de nuevo las correlaciones entre el semestre y los indicadores de victimización, controlando el efecto de la ciudad. De esta manera, las relaciones entre los indicadores de semestre y criminalidad dejaron de ser significativas, constatando que el efecto del semestre es en realidad el de la ciudad. Tal como se muestra en la tabla 3, el municipio de Chihuahua presenta las tasas más altas de víctimas. El factor de ciudad de residencia, con Chihuahua a la cabeza, contribuye a la ecuación de regresión de tres tipologías de victimización, aunque de forma modesta, si se atiende al porcentaje de varianza que los análisis atribuyen a este factor.

Por último, los análisis de regresión muestran que las prevalencias de victimización criminal se explican esencialmente por factores criminológicos (unas tipologías de criminalidad actuarían o generarían otras formas de victimización, como se muestra en lafigura 1 y en la tabla 5) y socioambientales relacionados con las ciudades. Las razones por las que en una ciudad la criminalidad es mayor que en otras, van más allá del objetivo y el espacio que ocupa el presente trabajo, pero podrían ser abordadas en futuras investigaciones que estudien aspectos históricos, económicos o de análisis de dinámicas y evolución del crimen. Los resultados de esta investigación coinciden con los informes que señalan a Chihuahua como una de las ciudades más violentas de México (Mendoza, 2015), al menos por encima de Puebla y Guadalajara.

En síntesis, los hallazgos guardan relación con el incremento en la violencia criminal que experimenta México en los últimos años, y refiere una sobreexposición de la juventud, no solo mexicana sino latinoamericana, a la delincuencia (Ruiz, 2014); lo cual puede tener efectos en los hábitos de vida cotidianos (Ruiz, 2016) y en la salud de este grupo poblacional. Establecer estos efectos, así como confirmar las victimizaciones por sexo y su interacción con factores como la edad o el nivel socioeconómico, pueden ser los objetivos de futuras investigaciones que incluyan población no universitaria con un espectro más amplio de edades.

En cuanto a la participación de estudiantes en esta investigación, es bueno decir que si bien son pocos los esfuerzos documentados sobre la prevención de la victimización delictiva en estudiantes universitarios mexicanos (Cares, 2012), los resultados del estudio respecto a la prevalencia de este tipo de experiencias evidencian la necesidad de atender este sector de la población. Conocer e identificar su prevalência y los factores sociodemográficos asociados constituye el primer paso para la creación de programas de bienestar estudiantil en los tres niveles de prevención, lo cual implica el diseño, la gestión, la aplicación y la evaluación de dichos programas.


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