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Universitas Psychologica

Print version ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. vol.8 no.3 Bogotá Sept./Dec. 2009

 

La naturaleza polifónica de la opinión y la emergencia del nos-otros que construye lo público*

The Polyphonic Nature of Opinion and the Emergence of the Us-Them that Builds the Public

 

ADIRA AMAYA URQUIJO**
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia

MARIA CAROLINA NENSTHIEL-ORJUELA
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia

* Artículo de reflexión. Parte de las ideas planteadas han surgido en el proceso de formación-investigación- acción de la práctica por proyecto Opinión pública y sentido del Área social de la Facultad de Psicología en su fase más reciente (julio del 2007), desde la cual se viene formando a un grupo de estudiantes de quinto año para que acompañen y construyan espacios de encuentro comunitarios o colectivos en torno a problemáticas cotidianas que preocupan a algunas comunidades de la ciudad, buscando traducir preocupaciones "privadas" en temas "públicos". Han sido muy valiosos los aportes de las y los estudiantes: Paola Restrepo Cardona, Cynthia Bueno Torres, Alejandro Córdoba Parrado, Natalia Cruz Repizo, Natalia Pinilla Mojica, Diana Soto Vargas, Melina Mojica Santaella, Karina Zakzuk Torres, Diego Pieschacón Gómez, María Fernanda Ariza Beltrán, Claudia Marcela Gómez Barrero, Felipe González Rivero, Andrés Hernando Novoa Serrano, Carlos Andrés Ossa Gómez y María Camila Restrepo Cortés.

** Facultad de Psicología. Pontificia Universidad Javeriana. Carrera 5 # 39-00 piso 2. Bogotá, Colombia. Correos electrónicos: aamaya@javeriana.edu.co; marianensthiel@gmail.com

Recibido: noviembre 29 de 2008 | Revisado: marzo 14 de 2009 | Aceptado: marzo 20 de 2009


RESUMEN

Se ofrece un panorama general alrededor de algunos planteamientos teóricos derivados del acompañamiento a comunidades de sectores urbano-marginales de la ciudad de Bogotá en la construcción de espacios públicos de opinión desde conversaciones polifónicas. Sin duda la figura de la opinión mantiene vigencia en el desarrollo de la sociedad civil, sobre todo a la hora de definir políticamente lo que nos es común desde una auténtica democracia participativa en una sociedad que pretende atemperar la injusticia y la exclusión. Estos planteamientos han surgido en la relación permanente entre teoría y práctica que desafían los "Encuentros comunitarios de voces", lo cual no es casual: la estrechez de espacios para el encuentro cara a cara y el intercambio dialógico entre "extraños", abre posibilidades para articular una "voz" que potencia los propios recursos sociales.

Palabras clave autores Construcción de sentido social, conversaciones dialógicas, esfera pública, opinión.

Palabras clave descriptores Desarrollo de la comunidad urbana, espacio público, opinión pública.


ABSTRACT

The article offers a general panoramic view of some theoretical statements derived from the accompaniment to urban marginal communities in Bogota, especially regarding the building of public opinion spaces from polyphonic conversations. Opinion as a concept is indeed important in the development of a civilian society, especially when defining our commonalities from a political standpoint in an authentic democratic participative in a society that intends to control injustice and exclusion. These statements have emerged in the permanent relationship between theory and practice, defied by "Community Voice Encounters", which is not casual: the narrowness of spaces for face to face encounters enables the possibility for a "voice" that moves social resources

Key words authors Social Sense Construction; Dialogical Conversations; Public Opinion Space.

Key words plus Community Development, Urbans, Public Space, Public Opinión.


...Nuestras vidas están privadas de los placeres y de la ayuda que significa el intercambio ciudadano... El extraño es un ser amenazador... El silencio y la observación han devenido los únicos modos de experimentar la vida pública.

Richard Sennet, El declive del hombre público

Tomando en consideración las diferentes posturas epistemológicas y abordajes teóricos sobre lo social, especialmente la que comprende la sociedad a partir de un paradigma de construcción permanente, lo "social" está íntima y necesariamente relacionado con el lenguaje, la cultura y la comunicación. En esta perspectiva, se asume que lo social se encuentra vinculado a la dimensión simbólica y a la construcción y circulación de significados y, por lo tanto, no radica en las personas ni tampoco fuera de ellas, sino que se ubica precisamente entre las personas; y lo que hay entre ellas es la interacción o la relación interpersonal. Por lo anterior, la Psicología Social se encuentra conminada a prestar atención preferencial al lenguaje y a la comunicación como instancias privilegiadas en la construcción y funcionamiento de la realidad social, sin separarlas de su propia historia de constitución en un contexto particular, y sin eludir su carácter procesual (Ibáñez, 1994).

Desde hace un poco más dos décadas, las condiciones cambiantes de nuestras sociedades reabrieron discusiones, para el conjunto de las ciencias sociales y humanas, sobre las claves de pensamiento acerca de lo humano. Desde entonces, la nueva malla que atraviesa la ciencia y la cultura contiene en sus elementos el lenguaje, el mundo social, la interacción, las redes sociales, la reflexividad y la postura feminista entre otras, y en ella la comunicación ha quedado en primer plano y además ha entrado a compartir un "término" de gran envergadura: la relación social; pero no vista solamente como flujo o intercambio, sino como construcción de sentido. Es aquí donde la comunicación desde los nuevos paradigmas en diálogo con la perspectiva crítica de la psicología social construccionista, e inclusive con el "paisaje" postconstruccionista, ocupa hoy un lugar privilegiado en las claves del pensamiento social de la Psicología.

También se ha reconocido desde esta misma postura "epistemológica" que el ser humano construye su propia naturaleza social, es decir, no nace sino que se hace y anticipa los efectos de sentido que produce en los demás. Inclusive se ha mostrado cómo la realidad humana primordial son "las personas en conversación" que no se construyen en el espacio sin tiempo, sino en instancias específicas (Harré, 1984).

En estas perspectivas se ha señalado, especialmente con Harré, que nuestros yoes están constituidos por características tomadas de nuestros mundos sociales: conciencia, agencia e identidad. La conciencia consiste en percibirnos a nosotros mismos como ubicados dentro del mundo social, es decir, teniendo una posición de primera persona dentro de nuestra experiencia; percibirnos a nosotros mismos como agentes significa aceptar la responsabilidad de ciertos aspectos de nuestra experiencia como resultados de nuestras propias elecciones; y nuestra identidad consiste en una multiplicidad de relatos, es decir, en la organización de nuestra experiencia en historias acerca de quiénes somos (Harré, 1984).Dentro este marco, se quiere evidenciar que si bien los paradigmas postestructurales nos permiten asumir que los seres humanos construyen las realidades de las que hacen parte, durante este proceso de organización también objetivizan dichas construcciones, de tal forma que consiguen invisibilizar su participación en ella. En ultimas, al "separarse" o "asumirse" en dicha construcción, el ser humano está dotando de sentido las realidades en las que vive.

El sentido es la conciencia que tenemos de las conexiones que existen entre varias de nuestras experiencias actuales, pasadas y otras más distantes; determinada experiencia será entendida en relación con otras experiencias a partir de los conocimientos locales de los contextos de relación en los que se configuran. Recíprocamente el sentido va conformando planes de acción. La vida diaria está llena de secuencias de acción social configuradas de esta manera y la misma acción social comparte esta estructura de sentido, inclusive las identidades se constituyen en dicho proceso. Berger & Luckmann (1995) observaron que, como resultado general, se va constituyendo la estructura histórica específica de depósitos sociales de sentido, los cuales emergen como formas de conocimiento general dando lugar a núcleos de sentido común, cotidianos, mediante los cuales tanto el individuo como el colectivo hacen frente a su contexto. El individuo puede hacer complicadas conexiones lógicas e iniciar y controlar diferentes secuencias de acción, sólo si es capaz de hacer uso de ese acervo de experiencia disponible en su contexto social.

Los depósitos sociales de sentido tienen en la base un sistema de valores que son de aplicación general, y desde niños nos situamos en relación con estas reservas y formamos nuestras identidades conforme a los patrones que éstas van constituyendo. Todos nacemos y nos criamos dentro de comunidades de vida, que además son comunidades de sentido compartidas por sus miembros que orientan la acción; las personas involucradas en ellas confían en la perdurabilidad de su comunidad de sentido, pues cumplen también con la función de certidumbre, de anclaje y de posibilidades de acción "efectiva" frente a la realidad social.

Sin embargo, la sociedad actual dibuja tiempos caracterizados por la incertidumbre que amenaza con desanclar las reservas sociales de sentido con la consecuente "dificultad" para poder moverse en ella significativa o "efectivamente": una realidad social actual atravesada por la nueva interdependencia mundial y la globalización económica que es la reina de todos los escenarios, por Estados que han sufrido políticas de desmantelamiento, especialmente aquellos en vías de desarrollo, unas estructuras de poder político que tienden a desvalorizarse, una ciencia al servicio del predominio de la racionalidad tecnológica, de la saturación de información, de la pobreza masificada y una generalizada exclusión social. Sus "inciertas" repercusiones en los ámbitos interpersonales, familiares, laborales y comunitarios, aumentan la complejidad de estas transformaciones y configuran una realidad que se hace cada día no sólo más incierta sino mas difícil de descifrar, quebrando así el sentido espacial y temporal de los lazos sociales, destruyendo o produciendo el vaciamiento de los viejos universos de sentido y con ello nuestras certezas asociadas a ellos. El mundo social se ha hecho tan complejo que las reservas de sentido social han perdido gran parte de su función. La presión del presente y el temor al futuro se traducen, por un lado, en un quiebre profundo entre la realidad "objetiva" del mundo social y los universos o reservas de sentido social disponibles para hacerle frente; y, por otro lado, dan cuenta de una gran dificultad para "organizar" esa realidad desde la experiencia personal y compartida, o para vivir en esa contradicción llegando inclusive a la disolución de los vínculos entre las elecciones individuales y los proyectos y las acciones colectivas, arrojándonos a una crisis que revela que no es solamente la pérdida de valores lo que amenaza a la comunidad humana, sino precisamente la pérdida del sentido de la realidad (Vizer, 2003).

Historizar este proceso de quiebre del sentido social excede los alcances de estas notas, pero en pocas palabras como lo ha planteando Bauman (2006), la sociedad moderna temprana desarraigaba para luego poder rearraigar; el desarraigo era el destino socialmente aprobado, y el rearraigo era impuesto al individuo como una tarea. La diferencia es que ahora no existen esas anclas donde rearraigar ya que se desvanecen en el momento en que comienza nuevamente el proceso.

En casi todas las sociedades han existido instituciones que intentan resolver dicha crisis de sentido: "compiten" y controlan su producción, circulación y apropiación. Por ejemplo, actualmente, la hegemonía de las recetas neoliberales y su ampliación en las industrias culturales viene instituyendo universos de sentido en torno al logro económico como garante de una "realidad efectiva" para "operar" en la vida social, en las relaciones interpersonales y frente a sí mismos. Desde allí, nos enfrentamos a la "dificultad" de tener que elegir el sentido más apropiado entre la supuesta oferta de sentidos disponibles; pero parece que el mayor problema, para muchos, es tener que desechar algunas opciones, así muy buena parte de los sentidos "ofertados" sean discordantes con el particular proceso específico de construcción de la experiencia humana.

Frente a este panorama, la esfera pública sigue siendo un recurso para abordar esta crisis de sentido y no, como viene sucediendo, el mercado. Por su origen, la vida pública ofrecía constituirse en espacio privilegiado, para compartir y negociar tanto las causas comunes como el bien común. Sin embargo, hoy día, es un espacio colmado de preocupaciones "individualizadas" que antes de convocar a la acción colectiva, alimentan una gran cantidad de ofertas de "interconexión", para compartir recetas para hacerles frente. Y de ella han surgido, como dice Sennet (2002), comunidades frágiles y efímeras que cambian de objeto sin dirección y andan a la deriva en la búsqueda infructuosa de un puerto seguro. Entonces, el interés por la vida pública ha quedado limitado a la curiosidad por la intimidad de figuras públicas y la exhibición de confesiones y sentimientos, pues los "temas públicos políticos" que se resisten a esta reducción se transforman en algo incomprensible.

Se mantiene limitada la posibilidad de construir "una" esfera pública que mantenga el tránsito constante entre lo público y lo privado, como lo hacía el ágora en la Antigua Grecia que los vinculaba en esta tercera esfera intermedia, pero en los tiempos actuales con mayor capacidad de procesar democráticamente las demandas sociales y de asegurar su expresión en la Opinión Pública. Sin embargo, este ideal se ve también limitado con la emergencia y visibilidad de microordenaciones particulares que, a pesar de la homogenización promovida por la mundialización de la cultura, muestra los límites de la constitución de "una" sola esfera pública.

En todo caso sigue siendo necesaria la construcción o fortalecimiento del ámbito público como ese ámbito intermedio que sirve como centro articulador de la vida social para procesar la incertidumbre y construir anclajes que faciliten entretejer la realidad "objetiva" con el proceso de construcción del propio sentido de realidad y así "procesar" la incertidumbre. Y es en este marco que resulta oportuno generar "nuevas" condiciones conversacionales para comunicar la multiplicidad de voces silenciadas desde las comunidades, más allá de su formalización en la opinión pública convocada en sondeos, los procesos electorales o productos mediáticos de las industrias culturales En todo caso, ideas asociadas a lo público, al "nosotros" como colectivo, a la política como representación o participación en la definición del bien común, a la equidad, a la justicia y al espacio público, pocas veces tienen cabida en las expectativas cotidianas de la gente. Pero la esfera pública concebida como el centro articulador de la vida social comunitaria, como ágora, sigue teniendo relevancia no sólo para transitar por la compleja realidad, sino para recuperar el poder de incidencia en la propia realidad relacional, y la opinión logra ser construida reflexivamente visibilizando las voces silenciadas y tejidas con otras voces de las particularidades de la experiencia humana.

En estas épocas de crisis, se hace más evidente la pérdida de confianza en el poder personal y colectivo para cambiar las circunstancias sociales, y mucho más cuando se convoca la esfera pública que funciona con base en una mirada unívoca, racional-monológica que, en el mejor de los casos, exige condiciones para negociar intereses mediante la argumentación y la acción deliberativa.

Desde este marco sale al paso el siguiente interrogante: ¿En tiempos de incertidumbre como los actuales, cómo construimos esferas públicas de opinión que fortalezcan las relaciones comunitarias en tiempos de desafíoo como los actuales? Al respecto, mantendremos tres convicciones: la primera es que la esfera pública de opinión no se reduce a medios, encuestas, ni procesos electorales. Desde un horizonte de la opinión situado en la comunicación y la cultura y desde una perspectiva dialógica de las relaciones, esta dimensión de la vida social no se reduce a las propiedades de "un" espacio público, sino que se amplía y se recrea en todos los encuentros en los que se hace posible quebrar la exclusividad de una sola voz para privilegiar las múltiples voces. Por tanto, es posible -y necesario -reconocer y potenciar múltiples esferas públicas de opinión con múltiples lógicas, donde la pretensión de un encuentro conversacional que pone a circular la palabra de manera pública no consiste siempre en llegar a acuerdos o consensos, sino saber como estar juntos y escuchar las diferencias.

La segunda convicción es que la vinculación de la realidad social y el sentido no se logra solamente mediante los referentes que ofrece la sociedad de consumo, sino también convocando voces particulares en las que habita la experiencia, mediante genuinos intercambios conversacionales. La tercera convicción es que los seres humanos forjamos la esfera pública cuando nos ponemos en relación con el otro -distinto, extraño, testigo - y hacemos cosas juntos. Precisamente, la condición de humanidad que constituye lo público, implica reconocer y validar las múltiples voces que nos habitan como individuos en relación con otros, en contexto y en lenguaje.

Las ideas aquí planteadas tienen como propósito compartir algunas señales que se han ido identificando en el ir y venir entre teoría y práctica, que han permitido esbozar un marco reflexivo para acompañara personas de sectores urbano-marginales en Bogotá, que acuden a servicios de justicia o apoyo psicológico institucional, especialmente en las Casas de Igualdad de Oportunidades para la Equidad de las Mujeres. Precisamente, por decirlo de alguna manera, en su pedido de ayuda se pueden encontrar muchas voces atrapadas o silenciadas en las problemáticas de la vida cotidiana que deben mantenerse en el ámbito privado.

El contexto en que surge este hilo reflexivo hace parte de un dispositivo pedagógico que orienta la formación, investigación e intervención de psicólogos sociales y que se nutre del diálogo académico con unas realidades actuales inquietantes en la Ciudad de Bogotá, con una condición de país y de mundo que nos reta a construir conocimientos locales, pertinentes a las demandas de las comunidades. Da cuenta de la interpelación de la experiencia frente los discursos académicos que nos habitan y nos cuestionan, para crear nuevas compresiones que inspiran acciones transformadoras desde las realidades en las que participamos.

La naturaleza polifónica de la opinión

No se puede dudar de la incidencia que tienen hoy día los medios informativos en la constitución de la esfera pública de la opinión, ni de la existencia estadística que le han dado las encuestas, sondeos y consultas electorales a la voz de la sociedad civil. Pero la lógica y códigos que guía este quehacer muchas veces impide que estas instancias puedan asumirse efectivamente como "la voz" de la sociedad, o como mediadoras del diálogo justo entre la sociedad civil, el Estado y, hoy día, el mercado, y mucho menos que ésta deba ser considerada como la única esfera pública política.

Antes de que la opinión pública termine totalmente convertida en simulacro en los medios y en los dispositivos que la miden, resulta necesario recuperarla en su sentido originario; pues la opinión pública nació primero asociada a la sociedad civil y, como lo plantea Martín-Barbero (2001), sigue siendo la figura comunicacional de lo público; es decir, una esfera de actividad dialógica propiamente tal, que pone en juego encuentros que implican todo un proceso de orientación hacia el "otro" y de comprensión social para generar sentido frente a lo vivido y configurar horizontes comunes para la acción colectiva. Y cuando este espacio se teje con palabras desde el contexto cultural de las propias comunidades de sentido y se materializa en el diálogo y no necesariamente en el modelo formal de atención psicológica y jurídica o en el debate o la confrontación de razones, abre posibilidades a la interpretación común del mundo y a la solidaridad moral y social; es decir, da lugar a una "nuevoa" esfera pública.

Vale la pena recordar que la opinión pública fue asumida, inicialmente, con un alto sentido político, como la acción que se oponía a la práctica del secreto del Estado absolutista. Posteriormente, quedó ligada a la sociedad burguesa como instancia política, principio de la crítica y derecho del público a debatir las decisiones políticas, es decir, como punto de contacto entre la sociedad política y la sociedad civil (Gramsci, 1967). Más tarde, con la entrada en escena de las masas urbanas y la desprivatización de la esfera pública burguesa, da cuenta de la transformación de las creencias de la muchedumbre en opinión política, dando lugar al desarrollo de la prensa donde ésta encuentra lugar para expresarse.

Desde sus inicios los medios masivos de información sirvieron de apoyo material a la circulación de opiniones; sin embargo, al quedar en manos de dueños privados y comerciales, la opinión pública de la sociedad civil en los medios fue transitando como mercancía a la sociedad de masas, pero quedando tutelada bajo la dirección de los pocos grupos dominantes de lo político y lo económico. Pero, por otro lado, las lógicas de desigualdad y exclusión social ya limitaban el acceso a los procesos deliberativos en la esfera pública a buena parte de los diversos sectores de la población como las mujeres, los jóvenes, trabajadores, etc.; tanto que, con los medios de información en estas condiciones, la opinión pública dejó de ser una figura política de la sociedad civil, para convertirse en la expresión de un grupo de poder determinado.

La fuerza de la opinión política de la sociedad quedó reducida a una doble condición: por un lado, se terminó imponiendo una única esfera pública o una única lógica para su funcionamiento y, por otro, se redujo también al papel que asumieron los medios informativos, que en muchas ocasiones ya pertenecían a los mismos grupos dominantes de la sociedad. Así, los grupos poblacionales, diferentes a los sectores dominantes, se quedaron sin un terreno para la deliberación entre sí, para discutir colectivamente sobre sus prioridades, objetivos y estrategias por fuera de la supervisión de los grupos dominantes (Fraser, 1997), y se redujeron sus posibilidades para articular y defender sus intereses dentro del ámbito público dominante.

De todas maneras la esfera pública política sigue siendo el lugar donde la sociedad es potencial o materialmente capaz de generar nuevos pactos de poder mediante intercambios de sus producciones de sentido alrededor de un tipo de orden social" (Bonilla & García, 1995). Como orden simbólico relacional, la esfera pública común contribuye con la afirmación de identidades políticas y propicia el intercambio de significados que da sentido y dirección a las acciones colectivas (Fleury, 2004). Hombres y mujeres adquieren la condición humana participando también en la vida de la comunidad (Acuña, González-Bombal, Landi, Quevedo, Smulovitz & Vacchieri, 1996). Y siguiendo a Arendt (2003), las mujeres y los hombres adquieren la condición de ser "seres humanos en el mundo" participando en la esfera pública y no sólo en el campo de la política pública formal.

Sin embargo, algunas importantes limitaciones que se han denunciado frente al carácter asumido por esta esfera pública, vienen de la crítica feminista. Fraser (1997) insiste en que este espacio aún no es accesible para todos, pues en él existen unas condiciones de participación expresadas en un conjunto de normas y diseños institucionales que pautan las interacciones que deben mantenerse, y que, en cierta medida, no sólo determinan el resultado, sino lo cierran a ciertos agentes y experiencias culturales. Los cuestionamientos que la socióloga estadounidense hace a esta esfera pública, se refieren también a la desigualdad social que reproduce la segmentación y subordinación de unos actores frente a otros, la estrechez de los temas de las agendas e, inclusive, ciertas dinámicas que van despojando de su fuerza práctica a la opinión de la sociedad civil.

...Las esferas públicas no son solamente terrenos para la formación de la opinión discursiva; son además terrenos para la formación y representación de las identidades sociales. Esto quiere decir que participar no es simplemente asunto de ser capaz de manifestar contenidos propositivos que sean neutrales respecto de la forma de expresión. La participación implica poder hablar con "la propia voz", de manera que se construya y exprese simultáneamente la propia identidad cultural... (Fraser, 1997, p. 118)

Bauman (2006) señala otros cuestionamientos a la esfera pública, evidenciando la dificultad para traducir las preocupaciones "privadas" en temas públicos. El sociólogo polaco denuncia la inexistencia de puentes de comunicación entre ambas costas (la privada y la pública) y señala que inclusive todavía la vida privada y la pública tienen reglas y formas de vida radicalmente opuestas. "Los puentes entre la vida pública y la vida privada están desmantelados o ni siquiera han sido construidos, en ausencia de puentes fuertes y permanentes entre lo privado y lo público, los problemas y los agravios privados no llegan a constituirse en causas colectivas" (Bauman, 2006, p. 10). Sin embargo, Camps (1998) devuelve la esperanza en este espacio político y anuncia que cuando los valores de "lo diferente" y los valores privados irrumpan en el ámbito de lo público, se humanizará la arena política y la democracia revelará su sentido.

En acuerdo con Martín-Barbero (2001) el carácter de la superposición o emborronamiento en el que se encuentra actualmente la inicial dicotomía público-privado, no es simple designación caprichosa, sino una construcción social para establecer jerarquías, reproducir exclusiones, y también para limitar el poder de la palabra y las posibilidades de acción. De todas maneras, si hay un ámbito de éstos donde todavía la palabra adquiere muchísima más fuerza y posibilidades de realización y donde logra mucha mayor incidencia, sigue siendo lo público frente a lo privado.

Pero reconocemos con Luna (2007) que en el mundo de lo cotidiano y la "esfera privada" se experiencian posicionamientos que están en la base de la actuación en lo público. Sin pretender idealizar el ámbito privado, vale la pena resaltar algunas cualidades que ofrece a la hora de pensar en nuevos esquemas de actuación en "la esfera pública". En términos generales, esta esfera "privada" es un universo orientado por los significados que allí circulan: en él aceptamos el mundo como dado por nosotros mismos y por los otros significativos para nosotros. En este ámbito asumimos que la vivencia y la experiencia pueden tener un sentido común para quienes estamos allí. Difícilmente hay lugar para la duda y para la actitud crítica, pues casi nadie pondrá en discusión los significados que nos son comunes. Allí los lenguajes no son formalizados ni sometidos necesariamente a criterios de validez, y las personas se mueven con naturalidad, inclusive las acciones que han realizado y que les han resultado exitosas constituyen un esquema de acción que puede seguirse reproduciendo.

El ámbito privado ocupa de manera natural un lugar significativo en la vida de las personas, pues en lo privado nuestra existencia parece tener más sentido. Allí es propicio actuar políticamnete, tal vez porque en un mundo así, que se siente propio, se puede construir la propia voz. Y este ámbito puede contribuir con la ampliación de la esfera pública sobre todo cuando se dinamiza la propia experiencia vivida en ese ámbito por un movimiento conversacional que permite saber "quien estoy siendo en la relación con otros y quienes están siendo los otros para mí". En últimas, a diferencia de lo artificial o paralizante que resulta vaciar en la esfera pública un conglomerado de preocupaciones y problemas privados junto a los temas tradicionalmente públicos, limitando la "asistencia" pública a "un caso de la vida real que le puede pasar a cualquiera".

En una sociedad fragmentada y desigual como la nuestra, situarse en la opinión que se constituye en la esfera pública desde un ejercicio no sólo deliberativo y argumentativo de ideas sino también reflexivo a partir del intercambio sobre lo vivido junto con otros, abre la puerta a un complejo espacio social en el que ciudadanas y ciudadanos se encuentran, crean y circulan opiniones, emiten juicios y plantean sus demandas, así algunas de ellas hayan sido fabricadas por la industria cultural, o así no queden registradas en las grandes encuestas o no resulten representadas en los órganos de información. Desde esta perspectiva, más que de emisión de la voz, de intercambio reflexivo, la esfera pública de la opinión empieza a revelar su condición polifónica.

Tarde (1994) planteaba que la conversación es el factor de opinión más universal y de mayor continuidad y que la fuente de la conversación emana de todas partes y en todo momento en ondas irregulares. Aunque ya existen actividades conversacionales desordenadas que podrían reconocerse o ampliar las esferas públicas, la misma teoría social, los discursos disciplinarios y los promovidos por las industrias culturales las han marginado. Pero a pesar del mínimo reconocimiento, aún existen significativos espacios o intersticios en la vida social desde donde también toma impulso la voz a partir de hechos derivados del ancho mundo de las luchas cotidianas; se trata del conjunto de interacciones simples, que se organizan espontáneamente y que se nutren de experiencias provenientes de la vida en común.

Por tal razón, la "nueva" esfera pública de la opinión de la sociedad civil se configura en espacios de encuentros que dibujan centros, hechos de conversación polifónica. Es decir, donde se encuentran "hablando" el mayor número de voces posibles y de perspectivas axiológicas que se pueden escuchar, como diría Bajtin (2005), en un gran espacio de "carnaval", donde sucede la vida misma y no simplemente donde se representa, sino que es vivida en la duración misma del carnaval. Entonces el carácter polifónico de la opinión no separa "lo público" y "lo privado"; por el contrario, constituye un lugar de inclusiones en el que no sólo todos pueden tener "voz" sino expresar la multiplicidad de voces que los habitan, tal como en el mundo de Bajtin, la polifonía permite que quienes participen en ella puedan desempeñar un papel protagónico en la construcción de sus vidas de acuerdo a lo que Pearce (1994) describiría como la fuerza implicativa que impone un cambio contextual reestructurante.

La naturaleza polifónica de esta esfera pública de opinión también está basada en el ideal de universalismo descrito por Bauman (2006), que se refiere a:

La capacidad común de lograr una comunicación eficaz sin recurrir a significados compartidos e interpretaciones predeterminadas. La universalidad no es enemiga de la diferencia; no requiere "homogeneidad cultural", ni necesita "pureza cultural", ni ninguna de las prácticas a las que alude el término de tipo ideológico. La búsqueda de universalismo no implica la destrucción de la polivalencia cultural ni la presión por lograr un consenso cultural. La universalidad implica, nada más y nada menos, que la capacidad de comunicarse entre especie y de llegar a un mutuo entendimiento, en el sentido, repito, de "saber cómo seguir", pero también cómo seguir ante otros que pueden seguir, y que tienen el derecho de hacerlo, de manera diferente. (Bauman, 2006, p. 211)

Así ocurre en las actuaciones que tienen lugar en la ejecución de una polifonía musical, que es justamente donde se origina este concepto, donde se apela a la colaboración que sucede entre un gran número de músicos que hacen cosas diversas y de diverso valor expresivo, para seguir tocando juntos.

La vinculación entre realidad y sentido social

Aunque habitamos en universos comunes de sentido que han sido preconstruidos por quienes nos precedieron en relación con sus propios contextos de significación, nos ubicamos en el centro de esos dominios y, desde allí, tomamos posiciones en las cuales nos reconocemos a nosotros mismos y a los otros como cohabitantes de la misma realidad. Sin embargo, son cada vez más difíciles las posibilidades para vincular el sentido e interpretar la realidad social, y reducir la elevada complejidad del mundo contemporáneo para apropiarnos de lo "real" y abrir camino a la acción personal y colectiva. Sin embargo, el espacio de intercambio social dialógico, como el que se ha venido describiendo, que representa la opinión pública ubicada en el horizonte de la comunicación y la cultura, ofrece posibilidades para vincular realidad compleja y sentido.

La comunicación desde la cultura (y no como "emisión"), es decir, como acción conjunta, como praxis, abre posibilidades a nuevos lugares del sentido. Comunicación y cultura se influencian recíprocamente, pues la primera es un proceso de naturaleza histórica, social y simbólica que da origen a diferentes dominios de realidad, y, por su parte, la cultura instituye los imaginarios de la sociedad y genera los recursos simbólicos de interpretación de la realidad que pueden ayudar a crear puentes entre las "leyes" y las "estructuras" de esa realidad social con los procesos de formación de sentido que tejen los actores en su vida cotidiana.

En la esfera de la opinión situada en este horizonte de la comunicación-cultura, tal y como lo precisa Bajtin (2005, p. 393), "todo sentido tendrá su fiesta de resurrección". Y a partir de una historia, de una argumentación, o de una idea que se comparte derivada del mundo dentro del cual vivimos, se crea un centro o núcleo de interpretación que se llena con palabras mediante la conversación desde donde se hace posible la continuidad o congruencia entre realidad y sentido social.

En acuerdo con Bajtin (1984) la vida es dialógica desde su propia naturaleza. Vivir significa participar en el diálogo: hacer preguntas, atender, responder, estar o no de acuerdo. Y conversar es uno de los aspectos más importantes de la vida, mantenemos conversaciones constantes con los otros y con nosotros mismos (monólogos); a través de la conversación formamos y reformamos nuestras experiencias vitales, creamos y recreamos nuestra manera de dar sentido y de entender; construimos y reconstruimos nuestras realidades (Echeverría, 2001).

Una conversación dialógica se caracteriza, según Anderson (1997), por una indagación compartida. Ésta se refiere al continuo intercambio y discusión de ideas, opiniones, preferencias, recuerdos, observaciones, sensaciones, emociones, etc. La indagación compartida es un proceso de participación conjunta, de ida y vuelta, de dar y recibir. A través de la cual es posible tejer el sentido de la realidad junto con otros (conocidos y/o extraños) en tanto la conversación misma con otros interesados genuinamente en la persona que cuenta una historia, constituye una oportunidad, en palabras de White (1993), de narrar y re -narrar la experiencia vivida, de tal modo que el contexto de relación que permite el escenario público, en efecto, redimensiona y amplia el horizonte de sentido social de quienes participan en este tipo de conversaciones.

En palabras de Anderson (1997), la indagación compartida es una conversación donde uno habla con el otro, más que al otro. Los participantes no suponen que saben lo que la otra persona dice, quiere decir o quiere; sino que, cada participante se compromete a aprender sobre el otro y a tratar de entenderlo, buscando significaciones por medio del lenguaje.

Se considera que el camino por el cual se llega a conversar de esta manera, implica un ejercicio de reflexividad en el que conseguimos escuchar nuestros diálogos "internos" o monólogos, y en esa conversación ver nuestros propios prejuicios y seleccionar de nuestro mundo "interno" lo que podría ser útil para el otro. Tal como lo señala Voloshinov (1973), las palabras que aparecen en el discurso son el proceso de la vida verbal "interna" y "externa", lo cual es un proceso perpetuo. Cuando Voloshinov hace referencia a esta vida verbal "interna" y "externa" se está refiriendo a un mundo lingüístico no a una vida intrapsíquica.

Para Bajtin (1984), las palabras que emergen en un discurso son como una isla flotante de la profundidad del océano interno de nuestras voces. Nuestras conversaciones internas y externas son una cadena de impresiones unidas unas a otras que permiten resaltar las líneas alternas de un dialogo. Bajtin (1984) utiliza estos conceptos de conversación interna y externa haciendo referencia a los campos de la literatura y el teatro, así: la dimensión del discurso está determinada por la situación particular de la palabra y su audiencia". Existe una complejidad de voces internas, voces discrepantes -que nos habitan desde la multiplicidad de relaciones de las que hacemos parte - , palabras desordenadas de diferentes posiciones y con diversos grados de autoridad, escogidas finalmente de acuerdo con el contexto y la situación (Bakhtin, 1984 citado por Rober, 2005). En consecuencia elegimos las palabras para conversar de acuerdo al contexto relacional en el que conversamos.

Entonces, abrir espacios de conversación dialógica genera condiciones favorables para que emerjan otras esferas públicas distintas a las hegemónicas, más cercanas a las experiencias de las personas, en donde las voces internas (las de la cultura que nos habita) puedan convertirse en diálogos; esto implica, de acuerdo con Shotter (1993), la creación de un espacio donde las personas puedan comunicar cómo es ser ellos mismos y cómo viven su mundo idiosincrático. Se trata de construir un espacio público de conversación para la escucha y el aprendizaje mutuo, donde las personas puedan expresar quiénes están siendo, quiénes quieren llegar a ser y, a través de la indagación compartida, cuestionar y reflexionar juntos sobre las implicaciones que tienen nuestros diálogos internos (las voces de la cultura) en las realidades que construimos.

La potencia de aquello que se construye conversando desde la colectividad y a la luz de esta postura, reside no solamente en lo esperanzador de lo que se comunica y que se hace posible en la vida personal de quienes participan en este espacio, sino que alcanza el valor de facilitar la emergencia de lo público al narrarse con otros como testigos significativos de la experiencia vivida, coartífices de distintas maneras de ver la realidad, coautores del surgimiento de nuevos sentidos sociales, compañeros de este encuentro vinculante de lo privado y lo público.

El nos-otros que construye lo público

El "yo" es una multiplicidad de voces y papeles, pero también es instancia reflexiva, armonizadora de la multiplicidad de sentidos y de planos de experiencia. Todorov (1991) plantea que Bajtin reconoció en la alteridad la condición de posibilidad para la existencia forjadora del "yo", y en una línea similar Bubnova (1995) refiriéndose al proyecto ético de Bajtin, observó que el Otro representa un papel decisivo desde una arquitectura del mundo cuyo principio se basa en las siguientes relaciones: yo-para-mí, otro-para-mí, yo-para- otro. Y afirmó que con estos "modelos" de relación, Bajtin colocó los cimientos para dar cabida al ser humano ubicado en un tiempo y en un lugar concretos, desde donde logró explicitar y comprender, en su interacción con el otro, la relación con la cultura mediante el acto estético de las producciones verbales que daban como resultado la interacción entre dos sujetos radicalmente distintos, pero con valor propio y autonomía equivalente. De esta forma para el filósofo ruso somos seres inacabados, incompletos y heteróclitos; es decir, que no seguimos solamente las reglas de nuestra morfología, sino que nos requerimos mutuamente para otorgarle sentido social a nuestras vidas.

Planteadas estas grandes líneas, el "sujeto", solo, no es ya el foco central del sentido; lo es, en diálogo, realizado ahora por "personalidades inconclusas" y divididas, siempre penetradas por las voces de los otros. Desde esta perspectiva la esfera pública polifónica se constituye en una serie de relaciones de mutua interdependencia que se favorece cuando los "yoes" existentes en "mí" deben entremezclarse inevitablemente con los "tú" de muchos "otros"; es decir, con la entrada al diálogo, donde se integra al ser a una unidad más amplia en relación con el otro, subjetivándose en la orientación hacia una otredad y objetivándose como parte del mismo proceso.

Lo público en esta perspectiva de emergencia del "nosotros" se constituye en "lugar" para potenciar los recursos y posibilidades de las personas asumiendo, de acuerdo con Bauman (2006), que somos seres epistémicos que se validan unos a otros como traductores de la cultura. Y la traducción está inextricablemente unida a la textura de la vida que practicamos a diario, pues la traducción está presente en cada encuentro comunicativo, en cada diálogo (Bauman, 2006).

Generando en lo cotidiano esferas públicas de opinión: Encuentros de Voces

Los contextos en los que se trabaja la práctica por proyecto, marcados por la exclusión social y las violencias cotidianas especialmente contra las mujeres y las personas del sector lgbt (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales), interpelan las prácticas psicológicas tradicionales y retan a inventar otras maneras de hacer Psicología, porque el tipo de intervenciones psicológicas tradicionales (individualizantes y patologizantes) contribuyen a mantener a las personas sujetas a conceptos culturales dominantes, que no tienen que ver necesariamente con las propias condiciones y contextos en los que viven. Como afirmó Bourdieu (1988), la situación que ocupa una persona en una estructura social tiene mayor incidencia en la posición que toma frente a su propia vida.

Los Encuentros de Voces que se acompañan en las comunidades, son espacios que convocan a sus participantes a emprender conversaciones dialógicas orientadas a redimensionar problemas que han quedado reducidos a la "vida privada", haciendo públicos con Otros aquellos monólogos (o diálogos "internos") sobre situaciones de interés particular y colectivo. En ellos participan desde 5 personas hasta 100 o más, que no necesariamente se conocen entre sí, estructuradas en un ritual que sucede en varios momentos: encuadre inicial de las voces, condiciones de confianza, apertura de la polifonía de voces, cierre de la polifonía y emergencia del nosotros que valida o moviliza la construcción de sentido social; se genera, así, un proceso de reflexión conjunta en el que las personas puedan escucharse generosamente y cargarse de la fuerza de la colectividad, que permite evidenciar los recursos, las fortalezas y las habilidades construyendo historias más ricas acerca de su experiencia vivida. El rol de quien facilita estas conversaciones, que en este caso son las y los estudiantes de Psicología Social, es crear las condiciones que permitan a los participantes, narrarse y re-narrarse con otros como testigos de la experiencia vivida, facilitando el surgimiento de relaciones colaborativas, en un contexto de escucha colectiva que no es ni académico, ni clínico, sino resonante con la cultura local.

Conclusiones

A pesar de las nuevas formas de "conexión", especialmente facilitadas por tecnologías informáticas, hacemos parte de una sociedad compleja en la que estamos actuando a escala local, pero al mismo tiempo ahora tenemos que anticipar y reaccionar con base en el proceso que también se está desarrollando en el mundo global. En este escenario, las identidades se configuran en contextos de desigualdad, fragmentación, ruptura de vínculos, y en la coexistencia individual animada por logros personales, que alejan las condiciones básicas para la construcción de relaciones democráticas de inclusión social.

El actual orden social, regulado por dispositivos de poder ligados al capitalismo contemporáneo, cierra posibilidades para encuentros favorables a la acción colectiva y la incidencia pública, que "habiliten" dominios de realidad, mediante el diálogo entre las diferencias, sin pretender necesariamente llegar a acuerdos. Pero, por otro lado, la estrechez de espacios para el intercambio social entre las diferencias, facilitan que cualquier oportunidad de encuentro con la diferencia se convierta en una posibilidad para compartir la propia vida con otros, en el acto narrativo.

En el espacio público se ha legitimado una lógica de abordar las diferencias mediante la confrontación, el debate y la competencia; y de pulsar esas diferencias mediante la fuerza de argumentos o razones, que requieren la eliminación de las ideas de los unos para imponer las de los otros. Estas formas de relación cierran posibilidades para tejer esferas públicas democráticamente incluyentes. En todo caso, la apuesta no es necesariamente cambiar la esfera pública, sino contribuir con la transformación de la manera en la que conversamos en ella.

La conversación dialógica constituida a partir de la lingüística, la filosofía, la comunicación, la antropología, y las terapias post-estructurales, constituye, para la Psicología Social, una oportunidad para el intercambio social desde la cual se empiezan a generar nuevos lugares de sentido, para la experiencia vivida.

La configuración de espacios genuinos para la escucha, potenciadores y esperanzadores, en contextos de relación no clínicos, abre puertas a la innovación y constitución de "otra" esfera pública que emerge en la conexión de la colectividad a partir de la visibilización de los recursos propios, la validación de los saberes, y el reconocimiento de las habilidades particulares; así se empieza a de-construir y a cuestionar la solidez de los discursos dominantes totalizantes sobre la propia vida, que nos habitan y nos impiden ver o elegir caminos diferentes para la acción colectiva.

Por ultimo, surge el cuestionamiento por los espacios públicos que construyen otras culturas desde otros contextos y la manera en que podrían resonar con formas conversacionales distintas. Se asume también que el espacio de los Encuentros de Voces no es el único escenario conversacional en el que emerge el nos-otros y, en consecuencia, queda abierto el interrogante sobre la existencia de otros contextos de conversación cotidiana que estarían reuniendo condiciones para la posibilidad de emergencia de esferas públicas más incluyentes.

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