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Universitas Psychologica

versão impressa ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. vol.11 no.2 Bogotá jun./dez. 2012

 

La red de apoyo en mujeres víctimas de violencia contra la pareja en el estado de Jalisco (México)*

Support networks of women victims of partner violence in Jalisco (Mexico)

Cristina Estrada Pineda **

Universidad de Guadalajara, Jalisco, México

Juan Herrero Olaizola ***

Francisco Javier Rodríguez Díaz

Universidad de Oviedo, Asturias, España

* Agradecimientos. Este estudio es una parte del proyecto de investigación financiado por Ayudas para Proyectos Conjuntos de Investigación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, otorgada al Proyecto No. A/3852/05 y titulado Estudio transcultural de las mujeres maltratadas por su pareja masculina: análisis psicosocial de necesidades y recursos en diferentes contextos de habla hispana.

** Sistema Nacional de Investigadores, Universidad de Guadalajara, México. Guanajuato 1047, S.H., México. E-mail: cestraudg@hotmail.com Research-erlD: Estrada, C. F-3306-2012.

*** Universidad de Oviedo, Plaza Feijoo s/n, Oviedo, España. E-mails: olaizola@uniovi.es y gallego@uniovi.es ResearcherID: Rodríguez, F. F-3361-2012.

Recibido: mayo 2 de 2010 | Revisado: diciembre 20 de 2010 | Aceptado: julio 21 de 2011


Para citar este artículo.

Estrada, C., Herrero, J. & Rodríguez, F. J. (2012). La red de apoyo en mujeres víctimas de violencia contra la pareja en el estado de Jalisco (México). Universitas Psychologica, 11(2), 523-534.


Resumen

El objetivo de este trabajo es identificar las características del apoyo social informal otorgado a la mujer maltratada por su pareja íntima, quiénes lo aportan, así como el tipo de apoyo percibido por las entrevistadas. Es un estudio cuantitativo realizado en Guadalajara, Jalisco, en el que se aplicó el Cuestionario de Apoyo Social Percibido de las Fuentes de Apoyo (Gracia & Herrero, 2004) a 204 mujeres maltratadas por su pareja. Los resultados del análisis de cluster mostraron que el tipo más frecuente de red de apoyo presentaba a los amigos como principal fuente de apoyo. Otros tipos de red de apoyo encontradas en este estudio fueron: familia de origen, compuesta principalmente por padre, madre y hermanos(as) y pareja e hijos (que incluía en algunas mujeres al agresor como fuente de apoyo).

Palabras clave autores: Apoyo social, maltrato a la pareja, mujer, familia.

Palabras clave descriptores: Investigación cuantitativa, psicología social, análisis cluster.


Abstract

The main goal of the present research is to identify the support networks of women victims of partner violence paying attention to both sources and type of support provided. Information about network support from 204 participants living in Guadalajara (Jalisco, México) was obtained using the Relationship-specific Perceived Social Support (Gracia & Herrero, 2004). Cluster analysis revealed that the most frequent type of support network included friends as the main source of social support. Two other types of network support were found in this study: family of origin support (mother and sisters, mainly) and partner and offspring's support (in some cases the batterer was also included in this support network).

Key words authors: Social Support, intimate partner violence, woman, family.

Key words plus: Quantitative research, social psychology, cluster analysis.


El concepto de apoyo social estructurado por Lin (1986) alude a las provisiones de tipo instrumental o expresivo que la comunidad, las redes sociales y las personas con las que se establecen vínculos cercanos y de confianza proporcionan a los individuos de su comunidad. Este concepto ha inspirado la investigación sobre las redes de relaciones de personas en circunstancias vitales difíciles; en igual medida, ha generado un debate al respecto, por considerarlo integrador de diversas variables difíciles de evaluar en conjunto. En la historia del desarrollo de los estudios del apoyo social, su acepción se ha utilizado indistintamente con la noción de red social, que es considerada como las personas tomadas en forma individual o como conjunto de individuos asociados entre sí con un objetivo común (Trujillo, Mañas & González-Cabrera, 2010), a quienes se tiene como los proveedores naturales del apoyo. Se coincide en que el apoyo social es un elemento indispensable para superar problemas, no solo de salud (Cheng & Chan, 2006; Feldman et al., 2008; Herrero & Gracia, 2005; Mohr, Classen & Barrera, 2004; Nollen, Catley, Davies, Hall & Ahluwalia, 2005; Okamoto & Tanaka, 2004; Peek & Lin, 1999), sino también para superar situaciones de violencia (Coker, Wa-tkis, Smith & Brandt, 2003; Hage, 2006; Juárez, Valdez & Hernández-Rosete, 2005; Matud, Aguilera, Morrero, Moraza & Caballeira, 2003; Matud, Caballeira, López, Morrero & Ibáñez, 2002).

A partir de la propuesta de Lin (1986) se han incorporado otros modelos teóricos, entre ellos el ecológico, para explicar la importancia de las redes en el logro del bienestar individual. Desde el modelo ecológico, Gracia, Herrero y Musitu (2002) distinguen dos tipos de apoyo social: el formal, otorgado por instituciones gubernamentales o no gubernamentales especialmente dirigidas a prestar servicios, y el apoyo informal, procedente de la red familiar, del conjunto de pares o el otorgado por algunos miembros de la comunidad. Dentro de estos tipos de apoyo se han diferenciado (Gracia et al., 2002; Matud et al., 2003): a) el apoyo emocional, que refiere el sentimiento de cuidado y preocupación compartido con las personas cercanas, que proporcionará la seguridad de sentirse valorado y reconocido por ellas, considerado en la literatura como el elemento principal dentro del apoyo social porque provee al individuo reconocimiento y valoración, puntos nodales en la autoestima (Herrero, 2010); b) el apoyo de información, centrado en la orientación dirigida a la necesidad de conocer más sobre el problema que aqueja a la persona solicitante de apoyo, proporcionando una guía de la identificación de a quién o a dónde se puede recurrir para resolver la dificultad y c) el apoyo instrumental, en tanto ayuda concreta con aporte de recursos materiales que resuelven o disminuyen la crisis del solicitante de apoyo.

Estos fundamentos teóricos son la base del presente estudio, donde se asume la importancia del apoyo informal en las situaciones de violencia dirigida a la mujer por su pareja íntima, debido a las características sistémicas de sus relaciones que ponderan la búsqueda de ayuda en las relaciones íntimas y de confianza. Dicha asistencia puede ser limitada por las consecuencias paradójicas resultantes de la interacción en la triada violencia-depresión-apoyo social, señalada por algunos autores (Calvete, Estévez & Corral, 2007; Patró, Corbalán & Limiñana, 2007). La experiencia de vivir violencia intensa aumenta significativamente los estresores en la mujer, y con ello sobreviene la disminución del nivel de percepción de los recursos disponibles a su alcance, entre los que se encuentra el apoyo social que podría obtener de su red (Gracia, Herrero, Lila & Fuente, 2009).

Es importante considerar, por tanto, dos aspectos presentes en el contexto de estudio que pueden incidir en la petición o recepción de apoyo. En primer lugar, el número de miembros integrantes de la familia —amplitud de la red—, como potenciales proveedores de apoyo. En América Latina la estructura de las familias se ha modificado notablemente en las últimas dos décadas; se ha señalado la notable disminución en el promedio de hijos, sin embargo, las familias latinas siguen siendo numerosas. En México, las parejas tienen en promedio 2.8 hijos (Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática [INEGI], 2009). De acuerdo a datos difundidos por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe ([CEPAL], 2005), en la última década la tasa de fecundidad en otros países de América ha bajado de 5 a un rango de 2.0 a 2.5 hijos por familia en Argentina, Colombia, Brasil y Chile, y superior en el rango de 3.3 a 4.6 en países como Nicaragua, Haití, Bolivia y Guatemala (Cerrutti & Binstock, 2009). A pesar de la disminución en el número de miembros y de los roles asumidos en las familias latinas, la función de protección y apoyo continúa estando en manos de la red familiar (Demenech, Donovick & Crowley, 2009; López et al., 2009; Palomar & Cienfuegos, 2007) no solo en Latinoamérica, sino en diferentes culturas. En segundo lugar, con respecto a la aceptación de la violencia, las cifras del INEGI (2000) indican que en México las mujeres con instrucción educativa de secundaria y mayor justifican que un hombre le pegue en un 26 %, así como más del 30 % de los hombres lo aprueban; esta realidad ofrece unos niveles de aceptación mayores, es decir, 41 % y 44 % respectivamente, cuando es menor el nivel educativo. En América Latina, específicamente en Bolivia, se reporta violencia dirigida a las mujeres por su pareja desde temprana edad (28.8 % de mujeres de 15 a 19 años han relatado ser sometidas a violencia física). En el año 2005, en Colombia, 37.9 % de mujeres ente 15 y 19 años han reportado haber sufrido violencia de su pareja íntima, aumentando la frecuencia en el rango de 30 a 39 años (41.4 %). Haití, Perú y República Dominicana registran también porcentajes superiores al 20 % de violencia dirigida a la mujer por su pareja, en todas las etapas de su vida (CEPAL, 2008).

La complejidad de las relaciones observadas entre la problemática de la violencia hacia la mujer por parte de su pareja íntima y el apoyo social, ha llevado a recurrir al modelo ecológico de Bronfen-brenner (1987), cuya propuesta de análisis asume cuatro sistemas. Por su importancia, se destaca el microsistema, que se define como un patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en un entorno determinado, con características físicas y materiales particulares, donde se puede ubicar la presencia de la familia y de los amigos. La familia, núcleo de las relaciones íntimas y de confianza, se entendería como parte del microsistema del individuo (Gracia & Herrero, 2006; Gracia et al., 2009; Patró & Limiñana, 2005; Rodríguez & Moral-Jiménez, 2005), cuyas relaciones interiores se potencian con los diversos contactos en relación con el mesosistema. Esta gama de relaciones y situaciones, de acuerdo a Patró y Limiñana (2005), hace a la familia potencialmente conflictiva y que albergue, en su estructura, efectos directos sobre el riesgo de violencia, incluso, influyendo más en su generación que otras características de la misma (Lauritsen & Schauman, 2004).

Se asume, por tanto, que el apoyo de la familia se encontraría mediado por la dinámica de las relaciones familiares, entre ellas, la tipificación sexual (Del Barrio, 1998), entendiendo esta no solo como un proceso de transmisión de valores y creencias (Ramírez, 2002; Sánchez, Sánchez & Dresch, 2009; Smith, Noll & Beber, 1999) en torno a las relaciones de género de forma intergeneracional, sino, también, como parte importante e indiscutible de las relaciones entre los miembros de las familias, que delimita de forma rígida roles entre los géneros, situación que, en no pocas ocasiones, además de constituirse como problema en el funcionamiento en las relaciones familiares (Herrera, 2000), desempeñará un papel importante en la validación de la violencia (Lichter & McCloskey, 2004).

Cotidianamente, frente a la idea de familia como fuente de socialización, aparece como contraparte aquella que ha observado que en su interior no siempre se logra el ajuste psicosocial de las personas (Whaley, 2001), por tanto, se ha propuesto no olvidar el lado oscuro de esta entidad de socialización, relevante en la explicación de las familias generadoras de violencia (Gracia & Musitu, 2000; Hyman, Gold & Cott, 2003). Esto rompe con la concepción de la familia sostenida en los años setenta del siglo XX, como el lugar más seguro para sus integrantes (Echeburúa & Corral, 1998; Pico, 2005). Esta dualidad en las relaciones existentes al interior de las familias es referida por Gracia (2002) como dos imágenes contrapuestas. Esta ironía de la vida familiar se podría ilustrar así: la familia, un oasis íntimo (donde se puede encontrar un respiro de las tensiones cotidianas) y la familia, un íntimo campo de batalla.

El cuestionamiento de la familia como fuente de apoyo incondicional de sus miembros, surge a raíz del cambio de concepción de las relaciones establecidas entre la pareja en sí y la forma de actuar en relación con sus hijos, modificando la concepción de que la violencia dirigida tanto a niños como a las mujeres es parte de las relaciones "normales" en el interior de la familia. Sin embargo, Gracia y Musitu (2000) señalan que, no obstante que se vive en esta complejidad de cambios rápidos, tanto de concepciones como de relaciones observadas en el interior de las familias en los últimos años, se sigue considerando a esta institución de socialización como la principal red de apoyo para sus miembros, a pesar de que algunos estudios han señalado la relevancia de los pares de edad en el otorgamiento de apoyo, por considerarlo más neutral en situaciones de violencia (Coker et al., 2003; Yoshioka, Gilbert, El-Bassel & Baig-Amin, 2003) y porque los amigos suelen aumentar su soporte cuando por alguna razón la familia está ausente (Herrero & Gracia, 2005).

Sobre la base de estos planteamientos, se definió como objetivo del presente estudio la identificación de las características del apoyo social otorgado por el grupo inmediato de la familia de la mujer maltratada por su pareja íntima, determinando cuál o cuáles de sus miembros son los que ofrecen soporte, y el tipo de apoyo percibido por las mujeres víctimas de maltrato entrevistadas en la zona metropolitana de Guadalajara (Jalisco, México).

Método

Muestra

La muestra estuvo integrada por 204 mujeres víctimas de maltrato por su pareja íntima, usuarias de los servicios asistenciales que tienen unidades de atención a la violencia de género, de servicios de urgencias médicas y de salud de la zona metropolitana de Guadalajara (Jalisco, México), que asistieron a las instituciones participantes a solicitar atención por violencia física, psicológica o sexual, excluyendo a todas aquellas que asistieron por otros problemas. La media de edad de las participantes fue de 32 años, siendo, en su mayoría, mujeres de extracción urbana (86.3 %); en cuanto al nivel educativo, los porcentajes más altos se encontraron en los estudios de primaria (33.3 %) y en secundaria (34.3 %). Así mismo, la muestra ha solicitado apoyo, tanto formal como informal, en más de un 70 %, refiriendo que lo ha hecho a su familia (en casi un 50 %) y a los amigos (un 20 %).

Procedimiento

El estudio que conforma la investigación es cuantitativo, de corte transversal. En el mes de diciembre de 2004, antes de iniciar la recolección de los datos, se establecieron contactos, en los municipios de Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tonalá, con diversas instituciones que dan atención a las mujeres maltratadas por su pareja íntima, iniciando formalmente la aplicación de los instrumentos en el año 2005 en las instituciones que aceptaron participar en la investigación. Se organizó un calendario para la recolección acorde al tiempo pactado de recolección en cada institución y a las posibilidades de desplazamiento del equipo investigador integrado por dos investigadores y dos becarios para el trabajo de campo.

En primer término, se identificaron los requisitos solicitados por la institución para la aplicación. Se encontró que algunas instituciones solo permitirían que su personal hiciera el contacto con la mujer usuaria del servicio para solicitarle su participación en el estudio, y le entregara o realizara la entrevista. Por ello, se procedió a capacitar al personal institucional en el conocimiento de los instrumentos y los objetivos de la investigación. Por otra parte, en las instituciones que permitían la participación, se integró a un miembro del equipo de investigación y/o a becarios —uno de licenciatura y otro de maestría, previamente capacitados—.

En primer lugar, se pidió a todos los aplicadores que leyeran una carta de consentimiento informado a cada una de las mujeres usuarias de la institución que consintieran la aplicación, y se les instó a que adoptaran absoluto respeto a la dinámica interna de la institución y a las características personales de las víctimas (por ejemplo, en el caso de analfabetismo, se le ofrecería a la entrevistada la participación de los aplicadores para el llenado de los instrumentos).

Por último, se dieron instrucciones de no intentar retener a la entrevistada cuando se interrumpía la entrevista por requerimientos del Ministerio Público o de su tratamiento. Cuando se presentaran situaciones de esa índole, era preferible eliminar el instrumento antes que presionar a la entrevistada a quedarse o a que regresar, se le debía dejar en total libertad, todo ello con el objetivo de no entorpecer el proceso judicial o terapéutico que seguían en la institución.

La recolección de los datos fue lenta por la compleja dinámica de las instituciones participantes y del personal que labora en ellas. En las instituciones en las que aplicaban los integrantes del equipo técnico de la institución, entre ellos psicólogos o trabajadores sociales, no existía compromiso de entrevistar a todas las mujeres solicitantes; se limitaban a entregar uno o dos cuestionarios por semana o quincena, argumentando exceso de trabajo, a pesar de que el promedio de llenado de los instrumentos era de 60 a 90 minutos, dependiendo básicamente de las características emocionales y educativas de cada entrevistada. En los centros de atención en los que el equipo de investigación participaba, no siempre se concluía un instrumento por los requerimientos del proceso mismo de la entrevistada en los trámites jurídicos y el tratamiento, e incluso por la deserción y abandono del servicio. Quedaron 48 instrumentos en espera de ser completados y 15 fueron eliminados por no tener la información necesaria. Se concluyó la integración de los datos en julio de 2006.

Instrumentos y procesamiento de datos

El instrumento utilizado para la obtención de los datos sobre la percepción de apoyo social fue el Cuestionario de Apoyo Social Percibido de las Fuentes de Apoyo (Gracia & Herrero, 2004), que ha demostrado adecuada validez discriminativa y un alfa de Cronbach de 0.99. Este cuestionario identifica la red informal de apoyo percibido por la mujer, explorando: el apoyo emocional, el consejo, el apoyo instrumental y la reciprocidad emocional, que son los aspectos a revisar en la realidad de violencia de las mujeres que han sido violentadas por

la pareja íntima; a su vez, refiere de forma detallada las relaciones de apoyo y la calidad de las mismas, al mismo tiempo que puede adaptarse a una entrevista individual, indicada en caso de problemas de formación o de necesidad de generar un buen clima durante la aplicación.

Los datos fueron procesados en el software SPSS 17.0 para Windows, siguiendo tres procedimientos: en primer lugar, se realizó una distribución de frecuencias de la petición de apoyo, tipo de apoyo y a quiénes se les solicitó; posteriormente, se hizo un análisis de conglomerados en dos fases, que permite descubrir de forma inicial la estructura de un conjunto de datos, en términos de su agrupación, esto es, en la primera fase, el análisis proporciona el número óptimo de grupos o clusters que mejor definen la estructura de los datos y en la segunda, se procede a una clasificación de cada sujeto en cada uno de los grupos, empleando un algoritmo similar al análisis de cluster tradicional ( k-means); por último, y para confirmar los resultados obtenidos, se realizó un análisis de correspondencias.

Resultados

Los resultados de este estudio se pueden dividir en tres apartados. En primer lugar, se identificaron las frecuencias del apoyo percibido por la red, tanto de la familia de origen y de procreación como de los amigos; un segundo apartado integrado por el tipo de apoyo que las entrevistadas han obtenido de cada uno de los proveedores y, por último, se realiza un análisis de la estructura de conglomerados resultantes de la agrupación de la frecuencia de percepción de los diferentes miembros de la red informal.

La exploración de la distribución de frecuencias del apoyo percibido por las mujeres de la muestra, identifica una red informal enfocada a su familia, observándose una distribución regular de grupos definidos en el apoyo (Tabla 1). El primero es el constituido por la familia de origen, donde las figuras masculinas tienden a ser percibidas por las entrevistadas como menos participativas en la relación de apoyo; el padre de quien, por el papel socialmente designado, se esperaría una actitud de protección, cuidado y apoyo, la víctima lo percibe con una escasa participación en lo que a apoyo se refiere —para el 84.8 % no es parte de su red—. Esta realidad contrasta con la percepción de una participación más activa de la figura de la madre, que se refleja en el aumento de soporte, aunque dista mucho de ser lo esperado —no supera la mitad de la muestra (45.6 %)—. El número de hermanos que son percibidos como apoyo para las entrevistadas es menor respecto al percibido de las hermanas (solo el 17.6 % piensa que algún hermano es parte de su red de apoyo), pero aun así, se percibe una escasa participación, toda vez que solo el 38.2 % de las integrantes de la muestra las consideran parte de su red de apoyo.

Tradicionalmente, la familia extensa se ha considerado una parte esencial del grupo de relaciones cercanas en el contexto vital de las relaciones interpersonales en las familias latinoamericanas, en México, en oposición a esta idea, en los resultados se observa que solo el 15.2 % de las mujeres víctimas de maltrato por su pareja íntima refieren que perciben como apoyo a algún pariente. Frente a este grupo, el constituido por los integrantes de la familia de procreación, es el que registra una percepción más baja de apoyo otorgado y, por tanto, las frecuencias más bajas. Solamente, el 3.4 % de las mujeres perciben a su pareja íntima actual como apoyo, mientras que las entrevistadas que perciben al agresor como un apoyo para ellas constituyen un 1.5 %. Respecto a los hijos, que son los que registran la frecuencia más alta en este agrupamiento, se observa que solo el 10.3 % de las víctimas los considera parte de su red de apoyo.

Por otra parte, de los integrantes de la red informal que no son de la familia, es decir, los amigos, el 43.6 % de las entrevistadas los consideran parte de su red de apoyo. Por último, las referencias a integrantes de las instituciones o red formal de apoyo, al ser de 1 %, no resultan relevantes.

Los resultados de la Tabla 2 refieren el tipo de apoyo integrado en grupos diferenciados de relaciones; se presentan las medias percibidas por las entrevistadas -amplitud de rango de 0 a 5-. El apoyo de tipo instrumental otorgado es el que registra las medias más altas: por la madre (1.93), por el padre (0.58), por los hermanos (0.71) y por los parientes (0.60); respecto a la percepción del apoyo emitido a través del consejo, se observa que este es otorgado en mayor medida por las hermanas (1.62). En el grupo de apoyo denominado familia de procreación, integrado por los que constituye la mujer con su pareja e hijos, las medias en general son bajas; la más alta corresponde al apoyo emocional otorgado por los hijos (0.42). Por último, en la categoría de no familiares destaca, en primer lugar, el apoyo otorgado por los amigos, siendo el apoyo emocional (1.79) el que registra la media más alta; en segundo lugar, se refiere la baja percepción de apoyo de la categoría Otros, donde se incluye a los prestadores de servicio asistenciales.

Posteriormente al análisis de la red familiar de apoyo según medias, se procedió a realizar una exploración de la red de apoyo informal mediante el procedimiento de análisis de conglomerados, con el fin de detectar grupos de casos relativamente homogéneos. Los resultados obtenidos integrados en tres grupos claramente definidos son los siguientes: el primer grupo resultante se definió como Amigos, el cual agrupa al 54.4 % de las respuestas en torno a la red de la población entrevistada; el segundo tipo hace referencia a la Familia de Origen (con un 40.2 % de respuestas) y el tercer grupo, menos frecuente, hace referencia a la pareja y a los hijos (5.4 % de respuestas).

La distribución de los conglomerados, realizada por tipo de integrantes con los más altos niveles de apoyo encontrados, en el grupo de no familiares (registrado en la Tabla 3) constata que predomina el apoyo proveniente del grupo de amigos, donde además las figuras masculinas, como es el caso del padre, la pareja y el agresor no registran ninguna participación, y los hermanos e hijos mantienen su participación en un nivel bajo. El tipo 2 de apoyo, con el 40.2 %, se configura en torno a la familia de origen de la víctima (padre, madre, hermanas y hermanos); en este grupo las parejas de la víctima pierden presencia —ya sea el agresor u otra pareja— y tienden a no tener ninguna representación. El tercer grupo integra a la familia de procreación con niveles altos de apoyo y representa al 5.4 % de la muestra, sobresaliendo además las figuras masculinas ausentes en los otros grupos, con niveles medios de apoyo (padre y hermanos).

Con el objetivo de confirmar los perfiles obtenidos en la red de apoyo con el análisis de conglomerados, se realizó un análisis en un estudio de correspondencias (Figura 1). Los resultados refieren una distribución regular en la familia de origen que incluye la relación con el padre, hermanos, hermanas, madre y parientes. En cuanto a la familia de procreación, se observa la cercanía de la pareja, los hijos y el agresor. Por último, se encuentra el grupo de los no familiares, donde se ubica y se destaca la presencia de los amigos.

Discusión y conclusiones

Asumiendo la importancia que se ha reconocido al apoyo social en la salud, no solo física sino también psicológica de los individuos (Gracia et al., 2002), resulta contradictorio que el estudio del apoyo social, como elemento fundamental para la movilidad, sea un tema poco estudiado —tanto en el caso del apoyo formal como del informal— en los casos de las mujeres que han sido violentadas por su pareja, aún más tratándose del apoyo informal que es el más valorado, por provenir de las denominadas redes naturales de apoyo como es la familia. Es usual en el contexto mexicano que se asuma el apoyo entre los miembros de la familia (Demenech et al., 2009; Gracia et al., 2009; López et al., 2009; Palomar & Cienfuegos, 2007), tanto en la vida cotidiana como en situaciones de adversidad. En este trabajo, se ha analizado la configuración de la red de apoyo cuando ya se ha hecho visible una situación de violencia dirigida a la mujer por su pareja íntima.

Al iniciar el análisis del apoyo percibido de su familia de origen, por parte de las entrevistadas, se observan variaciones y contradicciones de las anteriores premisas en el otorgamiento de apoyo. Igualmente, se advierten diferencias importantes en relación con el género de los integrantes de este sistema: de las figuras masculinas se tiende a percibir una escasa presencia de apoyo, solo el 15.2 % consideran apoyo a la figura paterna y el 17.6 %, a los hermanos; esta percepción cambia respecto a las figuras femeninas, ya que a la madre la refirieron como apoyo el 45.6 % y a las hermanas el 38.2 %. Estos resultados confirman la definición de los roles de género trazados desde la infancia, que aún permanecen presentes no solo en las familias mexicanas, sino en la comunidad latinoamericana (Demenech et al., 2009; Herrera, 2000; Whaley, 2001) y, por otra parte, lo señalado por Del Barrio (1998) que hace referencia al género como mediador del apoyo. Estos roles tienden a ser rígidos en la distribución de las tareas del hogar: las figuras masculinas son las proveedoras de lo económico, en tanto que el cuidado y el apoyo son señalados como una función más propia de la mujer.

Otro aspecto importante de la familia de origen observado en esta investigación, es que a pesar de que las familias mexicanas tienden a fomentar el mantenimiento de los lazos y la cooperación entre la familia de origen aun en tercera generación (Palomar & Cienfuegos, 2007), el apoyo percibido por esta muestra es mínimo (solo el 15.2 % consideran haber sido apoyadas por algún miembro de este sistema). Esta notable contradicción genera varios interrogantes, en particular, la importancia de comprender la percepción de apoyo en las familias, que alienta a conservar los vínculos familiares, aunque parece no estar presente en situaciones de violencia, posiblemente por considerarlas asuntos que pertenecen a la privacidad de la pareja.

De la percepción que la mujer refiere de la familia de procreación en cuanto al apoyo masculino, se puede apreciar que el 3.4 % considera a su pareja como apoyo y el 1.5 %, a su agresor. De este último, es relevante mencionar el hecho de que la mujer continúe manteniendo la relación, a pesar de haber sido maltratada y no recibir apoyo alguno de su pareja. Por último, de manera congruente con los anteriores resultados, al analizar el apoyo de los hijos, parte importante en la estructura de las familias, únicamente el 10 % ofrece apoyo a la madre.

La poca afluencia de apoyo no se constata solamente en la cantidad cuantificada del mismo, es sobresaliente también en la calidad. En el análisis de los tipos de apoyo otorgado por los miembros de la red, se constata que el apoyo instrumental es el que registra las medias más altas en tres figuras de la familia: el padre, la madre y los hermanos, en general. Este tipo de soporte es importante porque refiere a las provisiones concretas sobre alguna petición o necesidad material; sin embargo, en la literatura, al apoyo emocional se le confiere una mayor relevancia por su impacto en la salud psicosocial y en la autoestima, entendiendo que este tipo de soporte comprende el sentimiento de cuidado y preocupación compartido con las personas cercanas y confiere a los individuos seguridad, protección y el sentirse valorado y reconocido (Gracia et al., 2009; Matud et al., 2003). En el caso de las mujeres que han sido maltratadas por su pareja íntima, las personas que tienden a conferir mayor soporte de tipo emocional son las que se pueden ubicar en el terreno de los pares de edad, entre ellos, los amigos y las hermanas, expresando, además, consejo a las mujeres entrevistadas. En suma, el apoyo emocional en la presente investigación resalta por obtener los índices más bajos percibidos.

Para concluir y ver de forma más clara el tipo de relación analizada a la hora de establecer la petición de apoyo para afrontar la violencia, se procedió a realizar una agrupación de conglomerados. Esta agrupación ha permitido identificar tres tipos o sistemas diferenciados de apoyo en las relaciones interpersonales de las mujeres violentas por la pareja íntima. El de No Familiares identifica una red de apoyo con mayor presencia de los amigos, que son los únicos del grupo que registran un alto nivel de apoyo, en tanto que las figuras masculinas (el padre, la pareja, el agresor y otros) no tienen ninguna presencia en él. Ello puede estar relacionado, por una parte, con lo señalado por Herrero y Gracia (2005), que refieren en sus investigaciones el aumento del apoyo de los amigos cuando existe un menor apoyo de parte de la familia —se ha señalado que se recurre a los amigos en caso de que los familiares no provean el apoyo necesario, el ingreso de los amigos al sistema de apoyo podría ser un equilibrio en ausencia o disminución del apoyo de la familia de origen— y, por otra, podría significar que las mujeres que tienen este sistema de apoyo han emprendido la búsqueda de un soporte de mayor apertura a la expresión del problema de violencia experimentada y de mayor sostén emocional, es decir, han cruzado el umbral de mantener como privado el tema de la violencia en la pareja. El hecho de que este tipo de red sea el más frecuente entre los participantes del estudio, lleva a pensar en el importante rol que en ocasiones pueden ejercer las relaciones sociales horizontales (las amistades) en situaciones que afectan directamente a las relaciones familiares, si bien por la vía de la violencia por parte de la pareja. Gran parte de estas mujeres parecen haber reconfigurado su red de apoyo hacia las personas ajenas a la familia (bien sea de origen o la que han creado).

En su estructura, el grupo de la Familia de Origen presenta niveles altos de apoyo de sus integrantes; participan activamente tanto los miembros de la familia nuclear de origen como de la familia extensa, donde se incluyen tíos, primos, abuelos, entre otros, tanto del género femenino como masculino; se destaca, además, la presencia de los hijos y los amigos con un nivel medio de apoyo. En este grupo se registran niveles altos de apoyo de padre, madre, hermanos y parientes, con un registro medio de los hijos y amigos. En el futuro, sería importante analizar más detenidamente el funcionamiento de la familia de origen como proveedora de apoyo, por la importancia y riesgo de potenciar la violencia, hecho ya señalado por otros autores (Lauritsen & Schauman, 2004; Lichter & McCloskey, 2004; Patró & Limiñana, 2005).

El último grupo o sistema de apoyo es el menos frecuente y presenta niveles altos de apoyo de pareja e hijos (y en ocasiones del agresor, con el que algunas participantes aún convivían en el momento del estudio). Los niveles más altos los ostentan en mayor medida los varones: la pareja, el agresor y los hijos, y se observa una participación media de padre y hermanos. Se considera que este es un grupo en transición que terminará agrupándose en cualquiera de los dos anteriores.

Como conclusión final, se puede señalar que estos tres sistemas de apoyo muestran la forma como se agrupan los sistemas de apoyo de las mujeres que están siendo maltratadas por su pareja; además, los resultados reflejan una realidad de la conformación de las relaciones de apoyo de las familias, lo cual, a su vez, evidencia el sistema de socialización de género, en el que se transmiten las creencias tradicionales de roles diferenciados (Lichter & McCloskey, 2004) y donde las figuras femeninas son las proveedoras más activas en el apoyo. Además, el tipo de soporte otorgado índica una menor intromisión en el área de lo considerado como propio de la pareja, ofreciendo en mayor medida apoyos instrumentales y un menor acercamiento en lo emocional. Es por ello que se considera que es probable que las entrevistadas que participan en el sistema de apoyo no familiar, hayan dado un paso en su esfuerzo por hacer visible la situación de maltrato, más allá del estricto ámbito de la familia, auxiliándose de amigos de los que reciben el apoyo emocional requerido; ellos, los amigos, son las figuras que empiezan a sobresalir en la realidad de la mujer de enfrentar el maltrato de su pareja. Se entiende que la violencia no es un problema unicausal y, por otra parte, que el apoyo social es un proceso dinámico, recursivo y complejo (Morh et al., 2004). No se debe ver a la víctima y al victimario aislados de la influencia del contexto social y de la definición social de los problemas; frente a ello, se los debe ver como un conjunto de relaciones y definiciones sobre un problema actual, desconectados entre sí, toda vez que ni los actores del problema (mujer y agresor), ni los integrantes de la red social (familia, comunidad, instituciones de apoyo) pueden ser excluidos de la responsabilidad de la construcción y mantenimiento de la situación imperante alrededor de la violencia. Por ello, cada vez de manera más notoria, surge la importancia del trabajo integral para el cambio —que en este caso apunta a un cambio cognitivo y estructural— en todos los sistemas implicados en la red de apoyo social, para que esta contenga en sí misma una red de cambio social con un objetivo común de dirección de sus esfuerzos a la misma meta. Así pues, una línea de trabajo futuro deberá orientarse al análisis del rol de los amigos como equilibrio y enfrentamiento a los roles de género que propician y sostienen las acciones u omisiones que apuntalan la violencia.


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