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Universitas Psychologica

versão impressa ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. vol.12 no.3 Bogotá jul./set. 2013

 

Análisis psicosocial del consumo de alcohol en adolescentes mexicanos*

Psychosocial Analysis of Alcohol Consumption in Mexican Adolescents

María Elena Villarreal González**

Juan Carlos Sánchez Sosa***
Universidad Autónoma de Nuevo León, México

Gonzalo Musitu Ochoa****
Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España

*Naturaleza del Artículo: Investigación. Agradecimientos: Esta investigación se ha elaborado en el marco del Proyecto de Investigación PSI2012-33464: "La violencia escolar, de pareja y filioparental en la adolescencia desde la perspectiva ecológica", subvencionado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.
**Universidad Autónoma de Nuevo León, México. Facultad de Psicología. E-mail: maria.villarrealgl@uanl.edu.mx
***Universidad Autónoma de Nuevo León, México. Facultad de Psicología. E-mail: juan.sanchezss@uanl.edu.mx
****Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España. gmusoch@upo.es

Recibido: abril 17 de 2012 | Revisado: octubre 08 de 2012 | Aceptado: diciembre 26 de 2012


Para citar este artículo

Villarreal, M. E., Sánchez, J. C. & Musitu, G. (2013). Análisis psicosocial del consumo de alcohol en adolescentes mexicanos. Universitas Psychologica, 12(3), 857-873. doi:10.11144/Javeriana.UPSY12-3.apca


Resumen

El objetivo del presente estudio fue realizar un análisis psicosocial del consumo de alcohol en adolescentes mexicanos, considerando de forma simultánea las variables personales, familiares, escolares y sociales. Se realizó un estudio de tipo explicativo. La muestra estuvo conformada por 1.245 adolescentes de ambos sexos, procedentes de dos centros educativos de secundaria y dos de preparatoria, con edades comprendidas entre los 12 y los 17 años. Se realizó un modelo de ecuaciones estructurales que explicó el 66 % de la varianza y se exploró el efecto moderador del género. Los resultados se discuten en función de los estudios más relevantes en la temática de esta investigación.

Palabras clave autores: Análisis psicosocial, consumo de alcohol, adolescentes mexicanos.

Palabras clave descriptores: Adicción, psicología de la salud, Investigación cuantitativa.


Abstract

The objective of the present study was to analyze the psychosocial alcohol consumption in Mexican adolescents, taking into account simultaneously personal, family, school and social variables. The type of study is explanatory. The sample consisted of 1245 adolescents girls and boys form two secondary and preparatory schools, with ages between 12 and 17 years old. A structural equations model explained 66% of the variance and also it was explored the moderating effect of gender. The results are discussed in terms of the relevant studies on the subject of this investigation.

Key words authors: Psychosocial Analyze, Alcohol Consumption, Adolescents Mexican.

Key words plus: Addiction, Health Psychology, Quantitative Research.

doi:10.11144/Javeriana.UPSY12-3.apca


Introducción

La adolescencia es el período en el que más probablemente aparece el hábito social de consumo de alcohol (Giró, 2007; Laespada & Elzo, 2007). Es un período de transición entre la infancia y la adultez, en el cual el adolescente se siente miembro y partícipe de una "cultura de edad" caracterizada por sus propios comportamientos, valores, normas, argot, espacios y modas. Las normas de los grupos en los que el adolescente se integra, los compromisos que en ellos asume y los valores que por la interacción grupal interioriza van a contribuir a la construcción de su identidad personal (Woolfolk, 2008). En este contexto evolutivo, el consumo grupal de alcohol llega a ser parte de la cultura juvenil e implica, para los jóvenes, una concepción específica del espacio y del tiempo, un espacio simbólico, común y compartido, construido por ellos a través de la interacción, que refleja las normas y valores colectivos, en un marco histórico-cultural determinado.

Las bebidas alcohólicas se encuentran asociadas a altas tasas de morbilidad en las sociedades industrializadas (World Health Organization, 2010). En el caso de la adolescencia, el consumo abusivo de alcohol supone un problema de salud pública con características específicas que requieren medidas preventivas, debido a las formas que adopta este consumo en muchos grupos de jóvenes. Efectivamente, como afirman Villarreal, Sánchez-Sosa, Musitu y Varela (2010), el patrón juvenil de consumo alcohólico es de tipo episódico pero "explosivo", puesto que suele ocurrir en un momento concreto, normalmente, las noches de fin de semana, en muchos casos, con la ingesta de grandes cantidades. En México, se observa un patrón de consumo similar al nórdico y, recientemente, también al mediterráneo (Choquet, 2010; Elzo, 2010), caracterizado por una alta ingesta en un período corto de tiempo —al menos cinco copas por encuentro cada fin de semana y, en los casos graves, a diario—. La edad de inicio se sitúa entre los 13 y 14 años de edad, similar a la edad de inicio en Europa (Elzo, 2010; Hernández, 2009; Secretaría de Salud, 2008). La prevalencia en el consumo de alcohol en adolescentes, según la Encuesta Nacional de Adicciones-ENA (Secretaría de Salud, 2008), señala que en México se sitúa en un 26.6 % de consumo, y el estado de Nuevo León con un 29.7 % está por encima con un 3.1 % de consumo de alcohol, y lo más importante, y también alarmante, es el hecho de que el 64 % de los adolescentes cree que beber es normal.

En este punto, es de interés subrayar que el consumo de alcohol en México, al igual que en los países europeos, es ilegal para los menores de edad que aún no han cumplido los 18 años y, en consecuencia, está prohibida la venta y consumo por debajo de esta edad. Indudablemente, está siendo cada vez más frecuente entre los jóvenes de diferentes países una modalidad de consumo concentrado, caracterizada por la ingesta de cantidades elevadas de alcohol, realizada durante pocas horas, principalmente en momentos de ocio de fin de semana, manteniendo un cierto nivel de embriaguez y con algún grado de pérdida de control (Anderson & Baumberg, 2006; Bloomfield, Stockwell, Gmel & Rehn, 2003; Centers for Disease Control and Prevention, 2010; Cortés, Espejo, Martín & Gómez-Íñiguez, 2010; Choquet, 2010; Farke & Anderson, 2007; Gmel, Rehm & Kuntsche, 2003; Kuntsche, Rehm & Gmel, 2004; Walters & Baer, 2006). A este respecto, en el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2008) se menciona, que el consumo de alcohol constituye una amenaza para la salud pública, a pesar de disponer, cada vez más, de información respecto de las consecuencias negativas en la salud y los factores asociados con el abuso de alcohol, tales como: accidentes de tráfico, altercados con la policía, peleas, urgencias médicas, suicidio y bajo rendimiento escolar (Anderson & Baumberg, 2006; Brown & D'Amico, 2000; Elzo, 2010; Farke & Anderson, 2007; Fernández-Cruz & Marco, 2010; Ministerio de Sanidad, 2010; Navarrete, 2004; Observatorio Español sobre Drogas, 2009; O'Malley, Johnston & Bachman, 1998; Room, Babor & Rehm, 2005; Weschler, Davenport, Dowdall, Moeykens & Castillo, 1994; World Health Organization, 2007). Además, se ha mostrado claramente, tanto en población general como en población escolar, que este inicio temprano es un factor de riesgo importante para adentrarse en el consumo de otras drogas (Natera, Juárez, Medina-Mora & Tiburcio, 2007). El hecho de que los adolescentes consuman alcohol a edades tempranas conlleva un importante peligro tanto para la salud individual como para la salud pública, con el agravante de que, bajo ciertas condiciones, aumenta la probabilidad de que se mantenga o agudice este problema durante la vida adulta (Laespada, 2010; Villarreal, 2006).

Como será razonado a lo largo de este trabajo, el consumo de alcohol en la adolescencia es el reflejo de una manera de adaptarse a la sociedad. La dimensión psicosocial del beber abusivo alude a un nivel de análisis en el cual el comportamiento de los individuos adquiere sentido, necesariamente, desde los significados socioculturales. La explicación no puede reducirse a la manifestación de una patología o, en el mejor de los casos, una conducta individual sin referentes colectivos (Hansen & O'Malley, 1996). Por ello, la perspectiva ecológica (Bronfen-brenner, 1979) se presenta como una propuesta teórica altamente útil para analizar y comprender el consumo de sustancias entre los jóvenes. Es en esta perspectiva en la que se fundamenta este trabajo de investigación, siendo escasos los estudios que han analizado la influencia simultánea de las variables personales, familiares, escolares y sociales en el consumo de alcohol en adolescentes.

Así, el proponer un análisis psicosocial implica una concepción interactiva (Ovejero, 1999), la cual contempla que la adolescencia (etapa en donde se presentan y desarrollan una serie de conductas desadaptativas entre ellas el consumo de alcohol) es un producto contextual, construido a partir de materiales e interacciones de un contexto que define el marco de sus posibilidades y oportunidades (Funes, 2005); entendiendo este contexto como una multiplicidad de contextos como el cultural, familiar, escolar, comunitario y legal (Jiménez, 2006).

Teniendo en cuenta estos antecedentes, con el presente estudio ex post facto (Montero & León, 2007; Ramos, Moreno, Valdés & Catena, 2008) se planteó como objetivo general de esta investigación el realizar un análisis psicosocial del consumo de alcohol en adolescentes mexicanos en función de variables personales y contextuales, considerando las diferencias en cuanto al sexo. De este objetivo general se desprenden los siguientes objetivos específicos: 1) analizar las relaciones existentes entre el consumo de alcohol, las variables personales (autoestima académica, social, emocional, familiar y física) y las variables contextuales (familiares, escolares y comunitarias), así como las relaciones entre todas las variables utilizadas; 2) especificar y contrastar un modelo explicativo de consumo de alcohol en adolescentes mexicanos que integre variables personales y contextuales y 3) a partir del modelo explicativo, analizar el efecto moderador del sexo en el consumo de alcohol.

En función de los objetivos antes planteados, se contemplan las consideraciones teóricas que sustentan este trabajo, especificando el siguiente modelo hipotético (Figura 1), conformado por los siguientes factores: Factor 1: Apoyo social comunitario de las variables observadas, participación e integración comunitaria. Factor 2: Funcionamiento familiar: se compone de las variables observables de cohesión y adaptabilidad. Factor 3: Apoyo de amigos: el que se recibe de los amigos más cercanos. Factor 4: Apoyo familiar: el que se recibe de los padres y hermanos. Factor 5: Ajuste escolar de las variables observadas rendimiento académico e implicación escolar. Factor 6: Consumo familiar y de amigos compuesto de las variables observadas referidas a si sus padres, hermanos y amigos beben y se emborrachan. Factor 7: Autoestima escolar: está constituida de los ítems relativos a las aptitudes académicas que percibe el propio individuo. Factor 8: El consumo de alcohol: se compone de las variables observadas tocantes con la frecuencia y cantidad.

Método

En este estudio, de tipo es explicativo, se utilizó un diseño transversal.

Participantes

La muestra estuvo formada por 1.245 adolescentes escolarizados, con edades comprendidas entre los 12 y 17 años. Para la selección de los participantes se realizó un muestreo aleatorio estratificado, considerando la proporción de alumnos por semestre, grupos y turno. Utilizando el programa nQuery Advisor 6.0 (Elashoff, 2005), se estableció que el máximo de variables por contemplar para un modelo predictivo serían 20, con coeficiente de determinación de 0.05 y un poder de 0.9. En la Tabla 1 se muestran los datos sociodemográficos de la muestra.

Instrumentos

Escala de Evaluación Familiar (APGAR) (Smilkstein, Ashworth & Montano, 1982)

Este instrumento consta de cinco ítems tipo Likert con un rango de respuesta de 0 a 2 (casi nunca, a veces y casi siempre). Evalúa la cohesión y la adaptabilidad del funcionamiento familiar, por ejemplo: "Estás satisfecho (a) con el tiempo que tu familia y tú pasan juntos". Se establece como disfunción severa una puntuación de 0 a 3; disfunción moderada de 4 a 6 y como funcionalidad familiar de 7 a 10. El coeficiente de fiabilidad (a de Cronbach) obtenido fue de 0.8.

Escala de Ajuste Escolar (EBAE) (Moral, Sánchez & Villarreal, 2010)

Este instrumento consta de 10 ítems tipo Likert, con un rango de respuesta que oscila entre 1 (completamente en desacuerdo) y 6 (completamente de acuerdo). A mayor puntuación, mayor con la adaptación al medio escolar y las posibilidades de realizar una carrera universitaria. Este instrumento de medida consta de tres dimensiones: integración escolar (p. ej., "Creo que la escuela es aburrida"); rendimiento académico (p. ej., "Tengo buenas calificaciones") y expectativas académicas (p. ej., "Estoy interesado/a en continuar mis estudios"). El coeficiente de fiabilidad (a de Cronbach) fue de 0.85, 0.78 y 0.85, respectivamente.

Escala de Clima Social en el Aula (CES) (Moos, Moos & Trickett, 1984)

Adaptada por Fernández y Sierra (1984), esta escala consta de 30 ítems de carácter dicotómico que en el presente estudio se transformó en una escala tipo Likert con cinco opciones de respuesta (nunca, casi nunca, algunas veces, bastantes veces y muchas veces), con la finalidad de obtener un abanico mayor de posibilidades de respuesta y de potenciar la medida. Esta escala evalúa las relaciones con los compañeros y el profesorado, y consta de tres dimensiones: implicación escolar (p. ej., "Los alumnos/as ponen mucho interés en lo que hacen"); amistad y ayuda (p. ej., "A los alumnos/as les gusta ayudarse unos a otros para hacer sus tareas") y ayuda del profesor (p. ej., "Los profesores/as hacen más de lo que deben para ayudar a los alumnos/as"). El coeficiente de fiabilidad (a de Cronbach) fue de 0.82, 0.71 y 0.67, respectivamente.

Escala de Apoyo Social Comunitario (Gracia, Herrero & Musitu, 2002)

Este instrumento que consta de 20 ítems escala tipo Likert con cuatro opciones de respuesta (muy en desacuerdo, en desacuerdo, de acuerdo y muy de acuerdo), evalúa la participación de forma voluntaria en su barrio o colonia, en grupos deportivos, religiosos, con la finalidad de mejorar el bienestar de su comunidad. Consta de tres dimensiones: integración comunitaria (p. ej., "Me siento muy contento/a en mi colonia"); participación comunitaria (p. ej., "Colaboro solo, con mi familia, con amigos en asociaciones o en actividades que se llevan a cabo en mi colonia") y, apoyo de redes informales (p. ej., "En mi colonia hay personas que me ayudan a resolver mis problemas"). Los coeficientes de fiabilidad (a de Cronbach) obtenidos fueron de 0.88, 0.86 y 0.85, respectivamente.

Cuestionario de Evaluación de la Autoestima en Adolescentes (AFA 5) (García & Musitu, 1999)

Este instrumento que se compone de 30 ítems tipo Likert con cinco opciones de respuesta (nunca, pocas veces, algunas veces, muchas veces y siempre), evalúa el autoconcepto de los sujetos en cinco dimensiones: autoestima académica: se refiere a la opinión que tiene el propio individuo de sus aptitudes académicas (p. ej., "Mis profesores me consideran un buen estudiante"); autoestima social: hace referencia a la opinión que el propio individuo tiene de sus relaciones sociales (p. ej., "Hago fácilmente amigos"); autoestima emocional: alude a la opinión que posee el individuo sobre sus propias emociones (p. ej., "Muchas cosas me ponen nervioso"); autoestima familiar: relacionada con la valoración que el propio individuo tiene de sus relaciones familiares (p. ej., "Me siento feliz en casa") y, autoestima física: los ítems aluden a la opinión que tiene el sujeto de sus características físicas (p. ej., "Me gustan para realizar actividades deportivas"). A mayor puntuación en cada uno de los factores mencionados, corresponde mayor autoconcepto en dicho factor. Los coeficientes de fiabilidad obtenidos (a de Cronbach) fueron de 0.86, 0.78, 0.8, 0.78 y 0.75, respectivamente.

Escala de Consumo de Alcohol (AUDIT) (Saunders, Aasland, Babor, De La Fuente & Grant, 1993)

Validado en México por Rubio (1998), este instrumento se compone de 10 ítems tipo Likert. La pregunta 1 se refiere a la frecuencia del consumo de alcohol y la 2, a la cantidad de consumo. Una alta puntuación en estos dos ítems hace referencia a la frecuencia y cantidad que la persona, en este trabajo, el adolescente, hace del consumo de alcohol. La pregunta 3 es relativa tanto a la frecuencia como a la cantidad en el consumo abusivo; este ítem indica que el adolescente bebe más de seis bebidas en una sola ocasión, al menos una vez por semana o diariamente. Las preguntas de la 4 a la 6 indican si existe o no dependencia del consumo de alcohol, y la persona manifiesta alguno de los siguientes

síntomas: no poder parar de beber después de haber iniciado, dejar de hacer algo por beber, beber en la mañana siguiente después de haber bebido en exceso el día anterior o sentirse culpable o tener remordimientos por haber bebido. Finalmente, las preguntas desde la 7 a la 10 aluden al consumo dañino o perjudicial: el consumidor afirma que se siente culpable por haber bebido, olvidar algo cuando estuvo bebiendo, que se ha lastimado o que alguien ha resultado lesionado como consecuencia de su ingestión de alcohol, y que un amigo, familiar o personal de salud, se ha preocupado por la forma en que bebe. Cada pregunta tiene de tres a cinco posibles respuestas. El punto de corte es 0.8 y cada respuesta tiene un valor numérico que va desde cero hasta dos o cuatro puntos. La sumatoria de las puntuaciones da un puntaje total de 40 puntos como máximo. Los coeficientes de fiabilidad en el presente estudio para cada uno de los factores fueron de 0.88, 0.7 y 0.7, respectivamente, lo cual es considerado como aceptable.

Consumo de alcohol de la familia y amigos

Se evalúa con dos preguntas directas para conocer el patrón de consumo familiar y de amigos; la primera pregunta se formuló en los siguientes términos: "¿Tus padres y hermanos se emborrachan?"; y la siguiente pregunta hacía referencia al patrón de consumo de los amigos y se redactó de la siguiente manera: "¿Tus amigos se emborrachan?" Las opciones de respuesta iban desde 1, nunca; hasta 5, siempre. A mayor puntuación mayor consumo de alcohol de familia y amigos.

Apoyo de la familia y amigos

El apoyo familiar se evaluó con dos preguntas directas: La primera fue: "¿Tus padres te demuestran cariño y/o afecto?" y la segunda "¿Confías en tu familia para hablar de las cosas que te preocupan?" Y el apoyo de los amigos también se evaluó con dos preguntas directas: "¿Cuentas con algún amigo(a) con quien puedas platicar cuando lo necesitas?" y la segunda "¿Confías en algún amigo(a) para hablar de las cosas que te preocupan?" Las opciones de repuesta en una escala tipo Likert eran desde 1, nunca, hasta 5, siempre. A mayor puntuación mayor apoyo de la familia o amigos según corresponda.

Procedimiento

Se seleccionaron aleatoriamente cuatro centros educativos, dos de secundaria y dos de preparatoria, ubicados en dos municipios del área Monterrey Nuevo León, México. Una vez seleccionados, el equipo de investigación se reunió con la dirección y profesorado para solicitar los permisos correspondientes y explicarles los objetivos, procedimiento y alcance de la presente investigación. Posteriormente, se solicitó la colaboración voluntaria de los alumnos y se les garantizó la confidencialidad y el anonimato de las respuestas y la posibilidad de renunciar a cumplimentar los cuestionarios. No hubo ningún alumno que rehusara a participar. Para la aplicación de los instrumentos se capacitó a alumnos de la carrera de Psicología, quienes eran estudiantes de los últimos grados de licenciatura.

Resultados

Con la finalidad de dar cumplimiento a los objetivos planteados respecto a la relación de las variables contextuales y personales con el consumo de alcohol en adolescentes mexicanos, se realizaron una serie de análisis estadísticos que reportaron lo siguiente.

A fin de dar respuesta al primer objetivo planteado se presentan a continuación las correlaciones de Pearson de las variables objeto de estudio, en las que se reportan correlaciones estadísticamente significativas entre la mayoría de las variables. El consumo desmedido de alcohol se correlaciona de forma positiva con el consumo de la familia y amigos (r = 0.32; p < 0.01), y negativamente con las variables de funcionamiento familiar (r = -0.07; p < 0.05), ajuste escolar (r = -0.105; p < 0.01), autoestima escolar (r = -0.132; p < 0.01) y apoyo familiar (r = -0.011; p < 0.01).

Con relación al segundo objetivo para analizar la influencia directa e indirecta de los factores contextuales y personales con el consumo de alcohol de los adolescentes escolarizados, se procedió a contrastar el modelo estimado mediante la técnica de ecuaciones estructurales, utilizando el paquete estadístico EQS 6.1 (Bentler, 1995; Hu & Bentler, 1999).

Se utilizaron estimadores robustos, debido a la desviación de la normalidad de los datos. El modelo calculado se ajustó bien a los datos: CFI = 0.91, IFI = 0.91, GFI = 0.91, NNFI = 0.9 y RMSEA = 0.045. Este modelo explica 66 % de la varianza del modelo consumo de alcohol con un coeficiente de Mardia normalizado de 51.2. Los resultados muestran (Figura 2) que el consumo abusivo de alcohol se relaciona positivamente con el consumo de la familia y los amigos (x = 0.805, p < 0.001) y negativamente con la autoestima escolar (x = -0.096, p < 0.001). Asimismo, los resultados presentan relaciones indirectas estadísticamente significativas entre el funcionamiento familiar, el apoyo de la familia (x = 0.889, p < 0.001) y el ajuste escolar (X = 0.619, p < 0.001), además, este último se relaciona significativamente con la autoestima escolar (x = 0.744, p < 0.001); por su parte, el apoyo familiar se relaciona con el consumo de la familia y los amigos (λx= 0.553, p < 0.001). El contexto comunitario se relaciona indirectamente con el consumo de los adolescentes a través del funcionamiento familiar (x = 0.419, p < 0.001), del apoyo de amigos (λx= 0.362, p < 0.001) y del consumo de la familia y amigos (x = 0.247, p < 0.001).

Análisis multigrupo del efecto moderador del sexo

Se efectuó un análisis multigrupo para comprobar si las relaciones observadas entre las variables del modelo contrastado diferían en función del consumo abusivo o no de alcohol (Bentler & Wu, 2002). Para llevar a cabo este análisis se estimaron dos modelos. En el primero, las relaciones entre las variables fueron estimadas libremente para hombres y mujeres. En el segundo modelo restringido, las relaciones entre las variables eran fijadas como iguales para ambos grupos (consumo abusivo y no abusivo de alcohol).

La diferencia en el valor de x2 entre el modelo restringido y el no restringido fue significativa Δx2(15, N = 1242) = 173.4854, p < 0.001, lo que indica que el modelo no es equivalente en las relaciones observadas para el grupo de individuos que tienen un consumo abusivo de alcohol y el grupo de consumo no abusivo. Con el fin de determinar qué elementos del modelo generaban estas diferencias, se inspeccionaron los resultados del Test de los Multiplicadores de Lagrange (ML) proporcionado por el EQS. Esta prueba mostró que ambos grupos (consumo abusivo y no abusivo de alcohol) diferían en dos paths: en el primero, se observó una relación entre el factor consumo moderado y consumo abusivo de alcohol. En los hombres resultó positiva y mayor (ß = 0.246, p < 0.001) que en las mujeres (ß = 0.086, p < 0.001); y en el segundo path se observó una relación entre los factores consumo de alcohol del adolescente y el consumo que realiza la familia y amigos, y que, de nuevo, en los hombres resultó positiva y mayor (ß = 0.307, p < 0.001) que en las mujeres (ß = 0.173, p < 0.001). Al liberar estas dos restricciones, el modelo resultó estadísticamente equivalente para ambos grupos Δx2 (11, N = 1242) = 15.7 n. s.

En el caso de hombres y mujeres en la muestra de consumo abusivo de alcohol, la diferencia en el valor de x2 entre el modelo restringido y el no restringido fue significativa Δx2(13, N = 307) = 89.3947, p < 0.001, lo que indica que el modelo no es equivalente en las relaciones observadas para el grupo de hombres y mujeres. De nuevo, con el fin de determinar qué elementos del modelo generaban estas diferencias, se inspeccionaron los resultados del Test de los Multiplicadores de Lagrange (ML) proporcionado por el EQS. Esta prueba mostró que ambos grupos (hombres y mujeres) diferían en un path: la asociación entre el factor Ajuste Escolar y la variable observada autoestima académica, para los hombres resultó positiva (ß = 0.302, p < 0.001), mientras que en el caso de las mujeres resultó positiva y mayor que en los hombres (ß = 0.566, p < 0.001). Una vez liberada esta restricción, el modelo resultó ser no estadísticamente equivalente para ambos grupos Δx2 (12, N = 307) = 81.6501, p < 0.001.

Por último, en el caso de hombres y mujeres en la muestra de consumo no abusivo de alcohol, la diferencia en el valor de x2 entre el modelo restringido y el no restringido fue significativa Δx2(17, N = 912) = 2.1512 n. s., lo que indica que el modelo es equivalente en las relaciones observadas para el grupo de hombres y mujeres que tienen un consumo moderado. (n. s.: no significativo/a).

Conclusiones

En el presente estudio se ha encontrado que en el ámbito familiar, un funcionamiento familiar caracterizado por la vinculación emocional entre los miembros de la familia y la habilidad para adaptarse a diferentes situaciones y demandas de la dinámica familiar, se relacionan positivamente con el apoyo familiar. Estos resultados confirman lo encontrado por otros autores que destacan el vínculo existente entre unas relaciones positivas en el medio familiar y el apoyo social (Farrell & Barnes, 1993; Parke, 2004).

También, y más importante, se ha observado que el apoyo percibido de los miembros de la familia (padres, madres y hermanos/as) se relaciona con el consumo de alcohol en adolescentes. Estos resultados son convergentes con los obtenidos por López, Martín y Martín (1998), McGee, Williams, Poulton y Moffitt (2000), Musitu y Cava (2003).

Se podría pensar, a partir de estos resultados, que una parte importante del consumo de alcohol en adolescentes se da a partir de las relaciones familiares y con los iguales y, paralelamente, que este consumo está asociado, al igual que en las culturas mediterráneas, al ocio compartido con familia y amigos —festividades cívicas y religiosas, celebraciones familiares y reuniones de amigos— (Moral & Ovejero, 2010). El patrón de consumo es episódico y en ocasiones explosivo, y en la medida en que se observa con poca frecuencia pero con grandes cantidades consumidas, este patrón es muy similar al mediterráneo y nórdico (Elzo, 2010; Secretaría de Salud, 2008).

Esta forma abusiva de consumir alcohol se da más entre los hombres que entre las mujeres y, sobre todo, en varones jóvenes de entre 15 y 34 años. No obstante, también han aumentado las borracheras y los atracones de alcohol entre las mujeres en torno a dos puntos. El 25.9 % de las mujeres se ha emborrachado alguna vez en el último año y el 8.6 % se ha dado algún atracón de alcohol (5/6 copas en menos de dos horas) en algún momento en los últimos 30 días. Estas conductas se dan en el 44 % y 21 % de los hombres, respectivamente. En México, al igual que en España, el consumo de alcohol se concentra durante los fines de semana y la bebida más consumida es la cerveza (78.7 %), seguida del tabaco (42.8 %), el cannabis (10.6 %) y los hipnosedantes (7.1 %) (Ministerio de Sanidad, 2010; Secretaría de Salud, 2008; Villarreal, 2009).

Por otra parte, la socialización y aceptación social del consumo de alcohol entre la población adulta está tan arraigada en la cultura mexicana que parece difícil que padres y educadores transmitan a los adolescentes el mensaje de que el alcohol puede afectar seriamente su salud. De ahí que las intervenciones preventivas deben incluir necesariamente al contexto familiar y escolar a fin de incrementar su eficacia (Marina, 2010).

El problema de fondo estriba, a juicio de los autores del presente trabajo, en que en México como en Europa, y probablemente en todo el mundo con altos índices de productividad en bebidas alcohólicas, el consumo de esta droga en adolescentes representa un elevado costo para los gobiernos puesto que va acompañado de graves conflictos familiares, accidentes de tráfico, violencia, delincuencia, etc. (Natera, Borges, Solís & Tiburcio, 2001). En la cultura mexicana y en otros muchos países, fundamentalmente latinoamericanos y mediterráneos, su consumo tiene lugar en contextos de normalidad social lo cual hace que la alarma y responsabilidad social sea menor que en otros tipos de drogas, e incluso inexistente, lo que podría explicar también la poca efectividad de los programas de prevención. Esta tolerancia hacia el consumo de alcohol en la mayor parte de las culturas contribuye a una menor percepción del riesgo que implica su consumo (Pascual, 2002).

Hay que tener también presente que en la adolescencia, un período de tránsito y experimentación, se explora y experimenta con gran parte de lo que el adolescente se encuentra en su medio y, naturalmente, con el consumo de alcohol al que tienen un fácil acceso y una amplia aceptación (Jiménez, Musitu & Murgui 2008; Moffitt, 1993; Musitu, Jiménez & Murgui, 2007), por lo que se considera pertinente precisar que este estudio se realizó con adolescentes menores de 18 años de edad para quienes en México existe una prohibición legal tanto en su consumo y venta.

Como ya se ha comentado anteriormente, se ha observado en esta investigación una relación directa del consumo familiar y de los amigos con el consumo de los adolescentes, es decir, tener familiares y amigos que beben es un factor de riesgo importante para el consumo. Estos resultados son coincidentes con los obtenidos por diversos autores que concluyen de sus trabajos que cuando padres y madres beben hay una mayor probabilidad de consumo en los hijos adolescentes (Buelga & Pons, 2004; Fromme & Ruela, 1994). Los hábitos de consumo de los familiares y personas cercanas como los amigos influyen como modelos en el consumo de alcohol en los adolescentes, tanto en su inicio como en su frecuencia e intensidad (Carballo et al., 2004; Ciariano, Bo, Jackson & Van Mameren, 2002; De la Villa, Rodríguez & Sirvent, 2006; Espada, Pereira & García-Fernández,

2008; López & Rodríguez, 2010; Martínez & Robles, 2001; McNamara & Wentzel 2006; Musitu & Cava, 2003). No obstante, es interesante resaltar que el consumo de alcohol está relacionado con el funcionamiento familiar, el apoyo de familiares y amigos y con el ajuste escolar. La cuestión es que se ha observado que una gran parte de las familias de adolescentes que consumen alcohol, normalmente de forma esporádica, funcionan adecuadamente (Becoña, 2002; Espada & Méndez, 2002; Musitu & Pons, 2010; Pons & Buelga, 2011).

Para entender estas ideas, aparentemente contradictorias, que en absoluto creen los autores de este estudio que lo sean, se podría acudir a las dos rutas en el tránsito de la adolescencia: la transitoria y la persistente (Moffitt, 1993). Estas dos trayectorias se consideran dos importantes marcos interpretativos de las conductas no deseables en la adolescencia (delincuencia, consumo de alcohol y drogas). En el marco de la trayectoria transitoria, se describe la adolescencia como un período de experimentación y, como tal, es un momento en que los adolescentes exploran distintas alternativas (de ocio, de relaciones sociales y amorosas, etc.) entre las que se encuentran las conductas de riesgo. Representa, además, una etapa que pone a prueba la capacidad de toda la organización familiar para adaptarse a los cambios que demandan los hijos adolescentes.

Eccles, Midgley, Wigfield, Buchanan y Reuman (1993) encontraron que un clima inadecuado en la familia o en la escuela puede explicar que los adolescentes se impliquen en más conductas de riesgo. Su investigación revela que conforme aumenta la edad y el nivel educativo, el adolescente desea más participación en la toma de decisiones en los entornos familiar y escolar, un deseo que choca con los muros que rodean los mundos "exclusivos" de los adultos. De hecho, Moffitt (1993) señala que existe un vacío o laguna entre la madurez biológica y la madurez social de los adolescentes, acentuada en los últimos tiempos por un inicio cada vez más precoz de la pubertad y un mayor retraso en su proceso de autonomía y asunción de responsabilidades. En otras palabras, el adolescente es ya físicamente capaz, por ejemplo, de mantener relaciones sexuales o de conducir un coche y, sin embargo, al mismo tiempo se le impide participar en la mayor parte de los aspectos más valorados de la autonomía adulta.

En esta situación, un comportamiento desviado puede tener su origen en un fracaso de la familia, de la escuela o de ambos en asumir las necesidades crecientes de autonomía, control y participación del adolescente. Entonces, las conductas de riesgo representan para el adolescente un tipo de conducta social que le permite el acceso a ciertos contextos en los que se siente protagonista y que se relacionan con el estatus de adulto (beber alcohol, conducir vehículos sin carné, conductas sexuales de riesgo, etc.). Moffitt señala tres procesos en el desarrollo de este tipo de conducta transitoria: la motivación, provocada por el tránsito hacia la madurez; la imitación social, que tiene lugar, fundamentalmente, en el grupo de iguales; y el refuerzo de la conducta, por el acceso a esos privilegios que simbolizan la madurez.

Como consecuencia, es posible observar a adolescentes de ambos sexos bien ajustados que comienzan a beber alcohol en esta etapa del ciclo vital, hasta el punto de que investigaciones recientes nos indican que en este período este tipo de conducta es común y prevalente, más en los hombres que en las mujeres, y que puede describirse incluso como normativa (Jiménez, Musitu & Murgui, 2008). Obviamente, si un adolescente ha vivido durante años en un medio en el que observa como "normal" que sus padres, hermanos y amigos beban, entenderá como adecuado que él mismo pueda hacerlo cuando llegue a la adolescencia y este es, justamente, el marco en el que se ha desarrollado esta investigación. No se trataría de que la familia anule su consumo de bebidas alcohólicas ante sus hijos, sino más bien ofrecer modelos de no consumo o, en su ausencia, de consumo controlado. En nuestro días, es común entre los profesionales encaminar sus esfuerzos hacia la reducción de daños y de riesgos, más que a la prohibición, que hasta la fecha ha tenido muy poco efecto en el consumo adolescente (Comas, 2007).

Lo importante es que para la mayoría de los adolescentes tanto el consumo de alcohol como la implicación en conductas transgresoras disminuye de forma importante al coincidir con la adquisición de roles sociales adultos en el transcurso de la adultez emergente, una vez superadas la fase de reafirmación personal y conformación de la identidad. Moffitt (1993) plantea que, para muchos adolescentes, la disrupción no es solamente normativa, sino que también es "adaptativa", en el sentido de que sirve como expresión y afianzamiento de la autonomía del adolescente. Sin embargo, la frecuencia y aparente normalidad de estas conductas no debe ocultar su gravedad. Estas conductas a menudo son graves y pueden tener consecuencias negativas para el propio adolescente, su entorno y la sociedad y, por tanto, deben estudiarse profundamente con el fin de prevenirlas.

En el marco de la trayectoria persistente, sin embargo, otros adolescentes, de nuevo más los hombres que las mujeres, presentan ya conductas graves en un momento más temprano de la vida, normalmente en la primera infancia, agravándose estas conductas en la adolescencia y en la edad adulta a las que acompaña normalmente el consumo de alcohol y substancias. Una situación tal estaría indicando una trayectoria persistente del consumo de alcohol, drogas y conducta delictiva. Este modelo se centra en los factores biológicos (por ejemplo, déficits neurofisiológicos), psicológicos (temperamento difícil, déficits cognitivos), sociales (ambiente familiar negativo) y educativos (problemas de ajuste en la escuela) que influyen de forma temprana en el desarrollo de una personalidad o estilo conductual agresivo y antisocial en la adolescencia. Estas conductas, una vez que forman parte del repertorio conductual se tornan reiterativas con el consecuente deterioro del ajuste personal e interpersonal. Además, existe un consenso entre los investigadores sociales preocupados por los problemas juveniles en la idea de que la raíz de estas conductas se encuentra, fundamentalmente, en los entornos más cercanos a la persona: familia, pares y escuela escenarios en los que se ha desarrollado esta investigación.

Se ha encontrado en este trabajo que el funcionamiento familiar se relaciona de forma directa con el ajuste escolar y este con la autoestima académica, es decir, aquellos adolecentes con calificaciones y con más implicación en la escuela, presentan una autoestima escolar más alta y consumen menos alcohol. Se podría afirmar que la competencia académica, percibida por el adolescente, parece ser un factor protector relevante en la implicación en consumo de alcohol y drogas. Esta idea ha sido igualmente sugerida en otras investigaciones (Andreou, 2000; Estévez, Herrero & Musitu, 2005; Martín, Martínez, López, Martín & Martín, 1997; O'Moore & Kirkham, 2001).

Ahora bien, en este estudio se partió del supuesto de que existían diferencias de género en el modelo estructural general. El análisis del efecto moderador del sexo desveló la existencia de diferencias significativas en el consumo abusivo y no abusivo en hombres y mujeres, y se constataron diferencias en dos paths. En el primero, se hacía referencia a la asociación entre el consumo moderado de alcohol con el consumo abusivo (seis o más bebidas en una sola ocasión) de hombres y mujeres y se observó que en ambos era positivo, pero mayor en hombres que en mujeres; en el segundo path se constató una relación entre el consumo de alcohol que hacen la familia y los amigos, con el consumo de alcohol en los adolescentes en ambos sexos e, igualmente que en el path anterior, mayor en los hombres que en las mujeres.

Estos resultados convergen con los encontrados por diversos autores que afirman que el consumo familiar ejerce una influencia directa en el consumo de alcohol entre los hijos e hijas adolescentes, y mayor en los hombres que las mujeres. Se podría afirmar, en consecuencia, que existe una mayor probabilidad de consumo abusivo en los hijos que en las hijas adolescentes conforme aumenta la frecuencia de consumo alcohólico en sus padres (Buelga & Pons, 2004; Buelga, Ravenna, Musitu & Lila, 2006; Espada et al., 2008; Fromme & Ruela, 1994; Villarreal et al., 2010). Es decir, que el consumo abusivo de alcohol de los padres influye tanto en hijos como en las hijas, pero mayor en los primeros que en las segundas. En general, el consumo de los padres predispone en los hijos a una actitud favorable hacia esta conducta, incluso cuando los padres emiten mensajes verbales explícitos en contra de su uso (Varlinskaya, Spear & Spear, 2001). El modelado de los padres es, por consiguiente, trascendental: un factor importantísimo para entender el comportamiento de consumo de hijos e hijas adolescentes (Bandura, 1999; Musitu, Buelga, Lila & Cava, 2001).

De igual manera, los iguales son un referente social relevante para la ingesta de alcohol, en la medida en que el consumo de los amigos se incrementa cuando se está en grupo. Se podría afirmar, junto con numerosos autores, que el contacto con los amigos estimula a beber compulsivamente con mucha más frecuencia que cuando se está solo (Henry, Slater & Oetting, 2005; Talbott et al., 2008; Villarreal & Landero, 2008; Villarreal et al., 2010).

Es de interés resaltar de este estudio que en el grupo de consumidores abusivos, hombres y mujeres, solamente se encontró un path que, a juicio de esta investigación, fue realmente importante y significativo. Es el que hace referencia a la relación entre el ajuste escolar y la autoestima académica que fue positiva y mayor en las mujeres que en los hombres. Existen diversos estudios que avalan que las mujeres responden mejor y se desenvuelven de manera más funcional en ambientes estructurados, organizan mejor sus actividades escolares, se muestran más interesadas y motivadas en los estudios, muestran mayor habilidad para fijar metas personales y profesionales, asumen y respetan mas las reglas de convivencia establecidas desde una figura de autoridad y son más competentes académicamente. Lo realmente importante de estos resultados, es que estos aspectos relacionados con el ajuste escolar y la autoestima académica son factores de protección en la implicación o no en el consumo abusivo de alcohol (Andreou, 2000; Musitu & Herrero, 2003; O'Moore & Kirkman, 2001; Sorvoll & Wichstrom, 2003; Wigfield & Tonks, 2002). Es decir, esta dimensión es por sí sola lo suficientemente importante y significativa como para continuar investigando y profundizando en esas relaciones, considerando si estas mismas variables diferencian con tanta claridad a los consumidores abusivos y no abusivos y en función del sexo, en la misma medida en que discriminan a los consumidores abusivos en función del sexo. Se considera también, que si estas relaciones se siguen obteniendo en posteriores estudios, podrían ser una excelente ayuda y riqueza para quienes elaboran las políticas públicas y programas de intervención, en la medida en que subrayan la importancia de la escuela, la autoestima académica y del ajuste escolar.

Por último, en el grupo de consumo no abusivo en hombres y mujeres, no se encontraron diferencias, lo que hace suponer que los que no consumen alcohol o lo hacen de manera moderada, en comparación con los consumidores abusivos, se caracterizan por una mayor interiorización de los estándares culturales de convivencia y comportamiento consensuados por el grupo de referencia, por la misma interiorización de la disciplina y el autocontrol como formas de adaptación a las exigencias de la vida social, así como por la configuración de una motivación autotrascendente concretada en el interés por las condiciones relacionales y socioculturales que favorecen el bienestar colectivo (Kubicka, Matrjjcek, Dytrych & Roth, 2001; Merenäkk et al., 2003; Pons & Berjano, 1999). Otros estudios han encontrado una relación entre la interiorización de las creencias tradicionales sobre masculinidad y roles de género y el consumo de alcohol en varones jóvenes (Capraro, 2000). Este es a nuestro juicio otra línea de trabajo en la que se debe seguir investigando, puesto que son muy pocos los estudios que se han realizado en este ámbito especifico.

Regresando a la formulación teórica de Moffit (1993) y Eclces et al. (1993), de las rutas transitoria y persistente, se considera importante hacer la observación de que el consumo de alcohol tiene un particular protagonismo en el mundo social y consecuentemente en nuestras familias, hasta el punto de que adolescentes que participan en fiestas y beben en ocasiones de forma compulsiva son excelentes alumnos e hijos (Elzo, 2010). Si se tienen en cuenta estas dos reflexiones teóricas, se debe asumir que las conductas transgresoras en la adolescencia son o bien parte integrante de la búsqueda de consolidación de la identidad y autonomía del adolescente, o bien el resultado de un proceso previo, centrado, fundamentalmente, en las relaciones negativas con los otros significativos como padres y educadores, aspectos que en esta investigación se ha intentado subrayar y en los que se debe seguir investigando. También, se considera que estas dos orientaciones, la trayectoria transitoria y la persistente, presentan puntos comunes en la explicación de las conductas de riesgo en la adolescencia (importancia del entorno familiar, escolar y de iguales, por ejemplo), por lo que no debieran tenerse como opuestas, sino más bien como complementarias en el ámbito de la investigación de factores explicativos y, obviamente, en la prevención e intervención. De ahí que la propuesta es que las futuras investigaciones en el ámbito del consumo de alcohol y otras conductas de riesgo en la adolescencia, se fundamenten en estas interesantes líneas teóricas.

Finalmente, este trabajo proporciona observaciones sugerentes y relevantes sobre ciertas variables psicosociales que intervienen en el consumo abusivo de alcohol en los adolescentes. Sin embargo, es importante reseñar que los resultados expuestos aquí deben interpretarse con cautela, debido a la naturaleza transversal y correlacional de los datos que, como es bien sabido, no permite establecer relaciones causales entre las variables. Un estudio longitudinal con medidas en distintos tiempos ayudaría a la clarificación de las relaciones aquí observadas. Pese a estas limitaciones, creemos que este trabajo puede efectivamente orientar a quienes diseñan programas de prevención e intervención en el ámbito de la adolescencia y, concretamente, en el consumo de alcohol y otras sustancias.


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