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Universitas Psychologica

versão impressa ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. vol.14 no.1 Bogotá jan./mar. 2015

https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy14-1.pvop 

Psicopatología y victimización ocasional entre pares en una muestra de estudiantes chilenos*

Psychopathology and Occasional Victimization in a Sample of Chilean Students

Rodrigo Rojas Andrade**
Loreto Leiva Bahamondes***
Universidad de Chile, Santiago, Chile

*Artículo original resultado de investigación.
**Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales.
***Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales. Correo electrónico: loretoleivab@u.uchile.cl

Recibido: 24 de septiembre de 2012 | Revisado: 19 de agosto de 2014 | Aceptado: 17 de octubre de 2014


Para citar este artículo

Leiva, L. (2015). Psicopatología y victimización ocasional entre pares en una muestra de estudiantes chilenos. Universitas Psychologica, 14(1), 165-176. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.upsy14-1.pvop


Resumen

El propósito de esta investigación fue establecer la incidencia de victimización ocasional, en un colegio particular subvencionado de enseñanza básica y media de la ciudad de Calama (Chile), y comparar la presencia de síntomas psicopatológicos en víctimas ocasionales y no víctimas. Para ello, se realizó un estudio descriptivo-correlacional de corte transversal, en una muestra intencionada de 773 estudiantes de ambos sexos, entre 11 y 18 años. Se realizaron análisis de chi cuadrado y pruebas t para muestras independientes. Los resultados mostraron que la victimización ocasional entre pares afecta al 30 % de los jóvenes, y que es estable a través de las distintas edades evaluadas. También se encontró que las víctimas ocasionales muestran una mayor presencia, pero de moderada magnitud, de sintomatología depresiva, ansiosa y conductual, así como un menor comportamiento prosocial respecto al grupo no victimizado. Se discute si la victimización ocasional entre pares podría generar problemas psicopatológicos asociados a procesos de ajuste psicosocial, en un grupo que utilizaría la violencia como modo naturalizado de relación.

Palabras clave: psicopatología; violencia emergente; adolescencia


Abstract

The objective of this research was to establish the incidence of casual victimization and compare the psychopathological symptoms present in occasional victims and non-victims. A descriptive correlational cross-sectional study was conducted on a sample of 773 from a private school subsidized primary and secondary education in the city of Calama, of both sexes, between 11 and 18 years. Chisquare analysis and t tests for independent samples were performed. The results showed that occasional peer victimization affects 30% of young people and is stable across different ages evaluated. It was found that occasional victims exhibit more depressive, anxious and behavioral symptoms, and also have a lower prosocial behavior compared to the group not victimized. The association between victimization and casual psychopathological problems are discussed.

Keywords: psychopatology; peer victimization; adolescence


La victimización escolar entre pares es la experiencia de un niño o adolescente de ser objeto de conductas agresivas por parte de sus compañeros (Hawker & Boulton, 2000). Esta es capaz de ocasionar profundos y negativos efectos en aquellos que la sufren (Newman-Carlson & Horne, 2004; Reyes, Abufhele, Montt, & Zamosa, 2011; Whitted & Dupper, 2005); sin embargo, muchas veces este fenómeno no es percibido, pues se considera un comportamiento habitual en la edad escolar y solo cobra importancia cuando sus consecuencias ya se han vuelto graves e incluso mortales (Espelage, 2003; Trautmann, 2008).

Se ha estimado que aproximadamente uno de cada dos estudiantes puede ser victimizado por sus pares durante un año escolar (Eslea et al., 2003; Flemming & Jacobsen, 2009; Stadler, Feifel, Rohrmann, Vermeiren, & Poustka, 2010), aunque las cifras varían de acuerdo a la severidad, frecuencia y saliencia (Kochenderfer-Ladd & Wardrop, 2001).

Una de las formas de victimización escolar más estudiadas ha sido la victimización escolar sistemática, derivada del denominado bullying o acoso escolar. Esta corresponde a la violencia entre pares ejercida de forma persistente y crónica (Cerezo, 2009; Hoover & Oliver, 1996; Olweus, 1997), y donde las víctimas aparecen como los actores más vulnerables (Avilés, 2009; Díaz & Bartolomé, 2010; Kumpulainen & Rásánen, 2000). La victimización sistemática entre pares afectaría entre el 3 y el 7 % de los escolares (Avilés, 2005; Cerezo, 2009; Romera, Del Rey, & Ortega, 2011).

Igualmente, existe otro tipo de victimización escolar denominado victimización ocasional. Esta se caracteriza por ocurrir de manera ocasional o esporádica, e incluye fenómenos tales como los actos de maltrato o la intimidación aislada (Díaz & Bartolomé, 2010; Kochenderfer-Ladd, & Wardrop, 2001). La victimización escolar ocasional fluctuaría entre 20 % y 44 % (Avilés, 2005; Cerezo, 2009; Díaz & Bartolomé, 2010; Guerra et al., 2011; López & Orpinas, 2012; Reyes, Abufhele, & Zamosa, 2011), siendo necesario diferenciarla de la violencia escolar sistemática o bullying, a fin de profundizar el conocimiento sobre los efectos que ocasiona la victimización entre pares en sus distintos tipos.

En términos generales, los estudiantes victimizados constituyen un grupo de riesgo caracterizado por potenciales desajustes psicosociales (Berger, 2012; Godleski, Kamper, Ostrov, Hart, & Blakely-McClure, 2014; Kochnederfer-Ladd & Wardrop, 2001; Smithyman, Fireman, & Asher, 2014), como el descenso de la asistencia a clases, la disminución del rendimiento (Ayenibiowo & Akinbode, 2011; Junsheng, Bullock & Coplan, 2014), la percepción del colegio como inseguro y la evitación de ambientes amenazantes (Kochnederfer-Ladd & Wardrop, 2001; Fleming & Jacobsen, 2009).

Por otra parte, se ha demostrado que la victimización se relaciona con patologías internalizantes como la depresión y los intentos de suicidio (Dempey & Storch, 2008; Fleming & Jacobsen, 2009; Hawker & Boulton, 2000; Klomek et al., 2011; Vassallo, Edwards, Renda, & Olsson, 2014; Zwierzynska, Wolke, & Lereya, 2013), así como con trastornos ansiosos (Dempey & Storch, 2008; Hawker & Boulton, 2000), problemas somáticos (Stickley et al., 2013), síntomas psicóticos (Kumpulainen & Räsänen, 2000; Kelleher et al., 2008), problemas físicos (Smithyman, Fireman, & Asher, 2014) y problemas externalizantes tales como el consumo de alcohol y drogas, las experiencias sexuales tempranas, la fuga de clases y la participación en peleas (Fleming & Jacobsen, 2009; Stadler et al., 2010; Tfofi, Bowes, Farrington, & Lösel, 2014).

El riesgo de padecer estos problemas y trastornos psicopatológicos se incrementa si el acoso es severo, prolongado y la víctima carece de un apoyo social adecuado (Ayenibiowo & Akinbode, 2011; Fleming & Jacobsen, 2009; Menesini, Modena, & Tani, 2009; Rigby & Griffiths, 2011; Stadler et al., 2010). La mayoría de las investigaciones suponen que el factor mediador entre la psicopatología y la victimización es la estabilidad (Stadler et al., 2010), explicando los efectos perjudiciales a través de los modelos de estrés y afrontamiento, por lo que individuos con baja autoestima y altos niveles de depresión y ansiedad son más propensos a convertirse en víctima, incrementando con esto el sufrimiento psicológico, que a su vez mantiene o refuerza la psicopatología (Matsui, Kakuyama, Tsuzuki, & Onglatco, 1996; Menesini et al., 2009; Reijntjes, Kamphuis, Prinzie, & Telch, 2010).

Respecto a efectos psicopatológicos característicos de la victimización ocasional, el conocimiento es reducido (Espinoza, González, & Fuligni, 2013; Kochenderfer-Ladd & Wardrop, 2001). Algunos investigadores han observado consecuencias psicopatológicas similares en víctimas ocasionales y sistemáticas (Avilés, 2009; Berger, 2012; Bogart et al., 2014), mostrando que las experiencias de victimización independientemente de su frecuencia tienen implicancias negativas en distintos niveles (Espinoza et al., 2013). Las víctimas ocasionales minimizarían las conductas agresivas y poseerían un afrontamiento de tipo reactivo, constituyendo un grupo que no ha sido lo suficientemente estudiado (Avilés, 2009).

Se menciona que si bien la asociación entre victimización entre pares y conducta psicopatológica ha sido ampliamente estudiada, no está exenta de inconsistencias (Menesini et al., 2009); especialmente, en lo referido a la medición e identificación de las víctimas (Guerra et al., 2011; López & Orpias, 2012). La mayoría de los estudios de corte transversal miden la victimización y los problemas psicopatológicos a través de escalas ordinales (Hower & Boulton, 2000), con lo que se desconocen los efectos discriminantes de los subtipos sistemáticos y ocasional, suponiendo con esto que a mayor frecuencia de los episodios mayores son los efectos psicopatológicos, sin considerar la intensidad de este tipo de problemas en víctimas ocasionales. Al respecto, los estudios longitudinales han mostrado que la estabilidad de los episodios de victimización es alta (Menesini et al., 2009; Stadler et al., 2010) y señalan que tanto la victimización escolar sistemática como la ocasional están asociadas a un incremento del desajuste social (Kochenderfer-Ladd & Wardrop, 2001) y a un peor estado de salud (Bogart et al., 2014).

En este contexto, determinar los efectos psicopatológicos de la violencia ocasional contribuye a la comprensión de las consecuencias de estilos relacionales que generan daños silenciosos por considerarse normales en la edad escolar (Guerra et al., 2011; Harwood & Copfer, 2011; Lozano, 2010; Pérez, 2011). De hecho, la violencia ocasional por lo general pasa inadvertida para los adultos y la preocupación surge principalmente cuando el estudiante consulta, lo cual ocurre generalmente en el momento en que la sintomatología se vuelve persistente y crónica y probablemente asociada a una estabilidad del maltrato (Guterman, Hahm, & Cameron, 2002; Olweus, 1997). La violencia ocasional puede desencadenar sintomatologías reactivas y originar, al igual que la violencia sistemática, efectos perjudiciales sobre el adolescente y su entorno, incluso un año después de transcurrido el último episodio de maltrato.

Debido probablemente al desconocimiento de los efectos negativos de este tipo de victimización, el interés por conocer sus consecuencias ha sido escaso (Díaz & Bartolomé, 2010; Kochenderfer-Ladd & Wardrop, 2001). En efecto, existen escasas investigaciones que den cuenta de la violencia escolar ocasional, de sus características e implicancias, pues el interés ha estado centrado en la violencia escolar sistemática.

Dado lo anterior, el propósito de esta investigación es establecer la incidencia de victimización ocasional, en un colegio particular subvencionado de enseñanza básica y media de la ciudad de Calama, y comparar la presencia síntomas psicopatológicos en víctimas ocasionales y no víctimas. Se hipotetiza que la presencia de la víctimas ocasionales se encontrará en el rango reportado en la literatura, y que los problemas psicopatológicos tendrán una mayor frecuencia en estudiantes que se autoperciben como víctimas ocasionales respecto de quienes no se consideran víctimas.

Método

Se realizó un estudio descriptivo-correlacional de corte transversal, a fin de indagar la relación existente entre psicopatología y violencia escolar ocasional.

Participantes

Se seleccionaron 816 estudiantes, entre sexto año de Enseñanza Básica y cuarto año de Enseñanza Media de un colegio particular subvencionado de la ciudad de Calama (Chile), quienes debían cumplir el criterio de no ser víctimas sistemáticas de violencia escolar. De la totalidad, solo 773 fueron considerados en este estudio. El resto (n = 43, 5.2 %) fueron identificados como víctimas sistemáticas, por ende no cumplían con el criterio de inclusión y no fueron considerados en esta investigación. Cabe mencionar que el porcentaje de adolescentes identificados como víctimas sistemáticas es consistente con otros estudios internacionales (Avilés, 2005; Cerezo, 2009; García & Madriaza, 2006; Romera et al., 2011).

Los sujetos escogidos para el análisis se distribuyeron en forma homogénea en los distintos niveles educacionales, siendo Primero Medio el que agrupó la mayor cantidad de ellos (17.3 %; n = 134), mientras que Sexto Básico la menor cantidad (12.8 %; n = 99). Respecto al sexo de los participantes, tanto los hombres (47.2 %; n = 365) como las mujeres (52.8 %; n = 408) fueron representados de forma similar en la muestra, lo que refleja una adecuada distribución por sexo de los estudiantes en el colegio analizado.

La edad de los sujetos encuestados osciló entre 12 y 18 años, siendo 14.21 años su media de edad (DE = 2.07). Las edades de los sujetos también se distribuyeron en forma regular, siendo los estudiantes de 18 años los que tenían la menor representación (4.5 %; n = 35). De esta forma, los diversos grupos se repartieron de forma homogénea, permitiendo realizar comparaciones y reduciendo con ello el error de medición que se podría generar debido a la cantidad de sujetos en cada una de las submuestras observadas.

Instrumentos

Para detectar el perfil de víctima ocasional, se utilizó una pregunta clave del Olweus Anonymous Questionnaire, el que ha demostrado altos indicadores de validez (Kyriakides, Kaloyirou, & Lindsay, 2006; Lee & Cornell, 2009). Esta pregunta ha permanecido inalterable, a pesar de las muchas adaptaciones que se han realizado al cuestionario original en diversos países e idiomas (Lecannelier et al, 2011; Ortega, Mora-Merchán, & Mora, 1995).

Este ítem se ha considerado como una medida válida y confiable para seleccionar víctimas y no víctimas, utilizándose de prevalencia en los estudios, permitiendo hacer comparaciones internacionales respecto al fenómeno (Avilés, 2005; Díaz & Bartolomé, 2010; Menesini et al., 2009). La pregunta clave es: "¿Cuántas veces has sido intimidado por tus compañeros desde el principio de la escuela?". Antes de responder, a los estudiantes se les presentan ilustraciones de intimidación y los aplicadores dedican un tiempo a informar respecto al término. Las alternativas de respuesta son: nunca, a veces, muchas veces, casi todos los días, casi siempre, siendo estas dos últimas opciones, las que identifican a las víctimas sistemáticas. De esta forma, se establece un criterio discriminatorio que permite clasificar a los sujetos respecto al nivel de victimización. Las víctimas ocasionales serían entonces, quienes seleccionan respuestas a veces y las no víctimas, la alternativa nunca.

Para la medición de síndromes psicopatológicos se utilizó el cuestionario Youth Self Report (YSR/11-18) (Achenbach, 1991), empleado en Chile por Cova, Maganto y Melipillán (2005) y validado por Rojas y Leiva (2012). La escala tiene 112 ítems y permite medir 8 escalas primarias de comportamientos desadaptativos: depresión/ansiedad, conducta agresiva, conducta delictiva, problemas de pensamiento, quejas somáticas, problemas sociales, problemas de atención y retraimiento social, además incluye una escala de conductas prosociales que permite establecer los recursos socioemocionales que poseen los individuos evaluados.

Los múltiples estudios internacionales de validez y confiabilidad de este instrumento (Lemos, Vallejo, & Sandoval, 2002), entre los que se incluye Chile (Rojas & Leiva, 2012), han permitido que se establezca como una medida adecuada para la medición de psicopatología infanto-adolescente a través de taxonomías empíricas (Ebesutani et al., 2011; Verhulst et al., 2003) en distintos países (Ivanova et al., 2007). Específicamente, para este estudio, se reportan los índices de fiabilidad, encontrándose valores medios de alpha de Cronbach superiores a 0.7, a excepción de la escala de Problemas sociales, en la que se obtuvo una confiabilidad moderada. Los valores para este estudio se reportan en la Tabla 1.

Procedimiento

La recolección de información se realizó mediante un autoinforme en el aula, recopilando la información en cuadernillos independientes y anónimos, con instrucciones. Un encuestador miembro del equipo de investigación era responsable de pasar los cuadernillos y responder las inquietudes de los encuestados, mientras que un coordinador se encargó de controlar el proceso general. En promedio, los estudiantes demoraron dos horas pedagógicas, aproximadamente 90 minutos en responder a la batería de instrumentos administrados.

Análisis de datos

Los análisis estadísticos fueron llevados a cabo utilizando el programa SPSS (versión 20 para Windows). Se utilizaron pruebas chi-cuadrado para analizar las diferencias entre los grupos respecto al sexo y edad, dado el carácter cualitativo de estas variables, y pruebas t para muestras independientes en el caso de los problemas psicopatológicos, los que fueron medidos a través de una escala cuantitativa. Para determinar el tamaño del efecto se utilizó el índice V de Cramér y la d de Cohen, respectivamente.

Aspectos éticos

Previamente a la administración de los instrumentos, se obtuvo la autorización del establecimiento educacional y de los profesores, en cuyas clases se efectúo la recogida de información. Igualmente, se obtuvo el consentimiento informado de cada uno de los padres de los jóvenes que participaron en el estudio, asegurando el anonimato, la voluntariedad y la confidencialidad de la información proporcionada. Asimismo, se contó con el asentimiento de cada uno de los jóvenes participantes del estudio.

Resultados

Victimización Ocasional (VO)

El 30.7 % de los sujetos reconoce que a veces es victimizado por sus pares, lo que permite indicar que al menos uno de cada tres jóvenes es víctima ocasional de violencia. Se realizaron análisis de chi-cuadrado para establecer si la proporción víctimas ocasionales hombres y mujeres difería significativamente en la muestra. Los resultados evidencian que ambos grupos son victimizados de igual forma (X2(1) = 0.91, p > 0.05; V = 0.034).

Por otra parte, se buscó determinar si el grupo de edad al que pertenecían los sujetos victimizados influía en la proporción de victimización ocasional, encontrándose que la distribución de víctimas ocasionales se mantenía constante en todos los grupos de edad (x2(7) = 12.91, p > 0.05; V = 0.13) (Tabla 2).

Psicopatología y victimización ocasional

Se encontró que no existen diferencias significativas entre el estatus de victimización, cuando se miden de forma global los problemas psicopatológicos (t(264) = -0.21; p > 0.05; d = -0.023). No obstante, al analizar cada una de las dimensiones se evidencia que las víctimas ocasionales presentan índices significativamente mayores y de moderada magnitud de sintomatología ansioso-depresiva (t(338) = -2.79; p < 0.05; d = -0.303) y de problemas sociales (t(325)) = -3; p < 0.05; d =-0.333), mientras que los que no padecen de victimización presentan mayor índice de conductas prosociales (t(364) = 2.24; p < 0.05; d = 0.238) (Tabla 3).

El mismo análisis se realizó en los diversos grupos de etarios, mostrando la presencia de efectos diferenciales de moderada magnitud del estatus de victimización en las distintas dimensiones psicopatológicas estudiadas de acuerdo a la edad de los sujetos. En el grupo de 11 años de edad, los problemas sociales son mayores en las víctimas ocasionales (t(51) = -2.31; p < 0.05; d = -0.65), a diferencia de lo que ocurre en el grupo de 12 años en el que la conducta prosocial parece ser más frecuente (t(79) = -2.04; p < 0.05; d = 0.46).

En el grupo de 13 años, en las víctimas ocasionales, se observan mayores puntuaciones de moderada magnitud en la escala de depresión, respecto a aquellos que no lo son (t(101) = -3.41; p < 0.05; d = -0.678), así como también en la escala de conducta delictiva (t(101) = -2.57; p < 0.05; d = -0.51). Los problemas sociales siguen estando presentes en las víctimas ocasionales de este grupo de edad (t(101) = -2.109; p < 0.05; d = -0.42). En el grupo de 14 años, la depresión deja de ser distintiva de las víctimas ocasionales, siendo las conductas agresivas (t(109) = -3.2; p < 0.05; d = -0.61) y los problemas sociales (t(102) = -2.55; p < 0.05; d = -0.5) los que presentan mayores puntajes. Destaca en este grupo que la dimensión total de conductas problema es mayor en las víctimas ocasionales que en las no víctimas (t(79) = -2.13; p < 0.05; d = -0.48). En el grupo de 15 años, las víctimas ocasionales obtienen menores puntajes en la dimensión de retraimiento social respecto a los sujetos que no la presentan (t(102) = 2.18; p < 0.05; d = 0.43), mostrando una nivelación respecto a las restantes dimensiones psicopatológicas estudiadas, así como la de conductas prosociales. En el grupo de 16 y 17 años, no se observan diferencias significativas, evidenciando una homogeneidad en los puntajes tanto de víctimas ocasionales como de no víctimas.

No se realizó el análisis para el grupo de 18 años, puesto que se consideró que su reducido tamaño podría afectar las conclusiones, lo que se sumaba a la posibilidad que este grupo estuviera conformado por estudiantes repitentes, lo que podría estar encubriendo elementos no considerados en este estudio. La Tabla 4 muestra el resumen de los resultados hallados, pudiendo observarse la predominancia de los problemas sociales en todos los grupos estudiados y la concentración de problemas psicopatológicos en el grupo de 13 y 14 años.

Discusión

Los resultados obtenidos muestran que al menos uno de cada tres estudiantes es victimizado de forma ocasional y esporádica permitiendo comprobar la primera hipótesis planteada en este estudio. Este valor es consistente con lo señalado por otros investigadores (Avilés, 2005; Cerezo, 2009; Díaz & Bartolomé, 2010; López & Orpinas, 2012; Reyes et al., 2011), y particularmente similar a los estudios chilenos que sitúan la victimización ocasional entre pares como una forma frecuente de violencia en las escuelas (García & Madriaza, 2006; Guerra et al., 2011).

La heterogeneidad en la medición de la victimización escolar impide generar comparaciones precisas sobre el fenómeno, dado que la mayoría de los autores no establece distinciones respecto a la estabilidad de la victimización, aun cuando esta es uno de los rasgos fundamentales para discriminar la violencia sistemática de la ocasional (Cerezo, 2009; Hoover & Oliver, 1996; Olweus, 1997). Sin embargo, los resultados de este estudio muestran que cuando se establecen comparaciones en el nivel de sistematización de la victimización, se logra dimensionar de mejor forma el fenómeno de la violencia escolar, disminuyendo con esto la percepción que es solo la victimización sistemática (derivada del bullying) el problema, llevando la discusión a las formas naturalizadas de violencia que ocurren al interior de las escuelas.

La incidencia de violencia escolar ocasional no presentó diferencias significativas en ninguno de los grupos de estudiantes con distintas edades —de hecho se mantuvo estable—, lo que es inconsistente con los estudios de victimización sistemática derivada del bullying que indican que esta tiende a disminuir con el paso de los años, mostrando su mayor frecuencia en la adolescencia intermedia (Espelage et al., 2003). Este resultado apoya la importancia de centrar los esfuerzos en disminuir cualquier tipo de victimización, independientemente de su sistematicidad, con el objeto de desnaturalizar el fenómeno en las escuelas.

La naturalización de la violencia es lo que podría explicar la poca alerta que tienen los actores educativos respecto a la violencia ocasional (Gómez, 2005; Guerra et al., 2011; Harwood & Copfer, 2011; Lozano, 2010); lo mismo sucede en la violencia de género donde el problema aparece como algo invisible y minimizado a nivel social. Alberdi y Rojas (2005) refieren que la violencia está tan arraigada y presente en la sociedad que cuesta identificarla, y puesto que tiene un carácter relacional y adaptativo, se significa como una manera de posicionarse socialmente, lograr estatus y popularidad (Potocnjak, Berger, & Tomic, 2011).

En este sentido, Pérez (2011) reporta que los profesores tienden a intervenir cuando el maltrato es físico, puesto que solo cuando la conducta violenta es altamente visible se percibe como grave. Sin embargo, la gravedad del problema debe estar asociada a los impactos que genera y no solo por la visibilidad que tiene el hecho. Esto último ha permitido que la victimización derivada del bullying, solapada y sistemática, asociada a serios problemas psicopatológicos, se considere. Sin embargo, se han subsumido los efectos que una victimización no solapada y no sistemática como la victimización ocasional, también podría tener.

Los resultados de esta investigación permiten comprobar parcialmente la segunda hipótesis planteada, mostrando que las víctimas ocasionales tienen mayor sintomatología ansiosa-depresiva y problemas sociales que aquellos que no son víctimas, lo que coincide con los estudios en víctimas sistemáticas derivadas del bullying, que señalan que este tipo de víctimas sufren de mayores síndromes de internalización (Dempey & Storch, 2008; Fleming & Jacobsen, 2009; Hawker & Boulton, 2000; Klomek et al., 2011; Vasallo et al., 2014; Zwierzynska et al., 2013). Lo anterior no resta relevancia a los hallazgos encontrados respecto a la estabilidad de los episodios de violencia y su incidencia en el desarrollo, en el mantenimiento y en la gravedad de psicopatología internalizante (Ayenibiowo & Akinbode, 2011; Fleming & Jacobsen, 2009; Menesini et al., 2009; Rigby & Griffiths, 2001; Stadler et al., 2010), sino todo lo contrario, permiten demostrar que la violencia en sí misma tiene un poderoso efecto sobre las víctimas.

Un resultado controversial es la sintomatología externalizante en víctimas ocasionales de 13 y 14 años, puesto que la literatura revisada apunta a que este tipo de conducta problema se presenta con mayor frecuencia en agresores y en víctimas/ agresoras. Una posible explicación a este hallazgo es que las víctimas ocasionales, aún no son totalmente excluidas del grupo social, por lo que tienden a buscar mecanismos adaptativos y funcionales para integrarse a él (Camodeca, Goossens, Meerum, & Schuengel, 2002). Las conductas agresivas y delictivas pueden aparecer como una forma de ceder ante la presión del grupo, permitiéndoles contar un espacio identitario y de protección (Potocnjak et al., 2011).

Los problemas sociales aparecen como una de las dimensiones psicopatológicas más persistentes en los distintos grupos estudiados; si bien la consistencia interna de esta escala en el presente estudio fue baja, permite describir las dificultades sociales con las que se encuentran las víctimas ocasionales. En el grupo de 12 años, la conducta prosocial aparece como la única diferencia entre víctimas ocasionales y no víctimas, lo que también podría mostrar los intentos de integrarse al grupo a través de conductas positivas, estrategia que cambiaría en los grupos de 13 y 14 años, en donde la agresión y la conducta delictiva toman el protagonismo. Esto es especialmente relevante cuando se considera que los procesos de naturalización de la violencia operan para los jóvenes como una forma de estructuración social y como un modo de creación cultural (García & Madriaza, 2005), por lo que las dificultades sociales pueden ser el corolario de una búsqueda de ajuste psicosocial.

Asimismo, se considera importante destacar que en el grupo de estudiantes de 15 años, la única dimensión que distingue a las víctimas es el retraimiento social, lo que es consistente con los hallazgos de Mora-Merchán (2006), quien indica que una de las estrategias más valoradas contra la violencia es la evitación, aunque esta evitación podría ser una forma de las víctimas ocasionales para enfrentar activamente el proceso de ajuste psicosocial durante la adolescencia. La violencia escolar ocasional puede generar problemas psicopatológicos que, si bien pueden ser considerados menores en comparación con los sufridos por víctimas sistemáticas, podrían asociarse a un proceso de ajuste psicosocial a un grupo que utiliza la violencia como modo naturalizado de relación.

Los resultados muestran que en los escolares de mayor edad no existe diferencia en la sintomatología entre víctimas ocasional y no víctimas, lo que sería un resultado exitoso de una estrategia adaptativa para hacer frente a las exigencias de una sociedad adulta violenta y competitiva; situación contraria a las víctimas sistemáticas, en quienes se incrementan los problemas psicopatológicos conforme aumenta la edad.

Una de las limitaciones del presente estudio es su diseño transversal que impide desarrollar conclusiones sobre la evolución de la sintomatología a lo largo del periodo de escolarización. Sin embargo, fue posible identificar en cada grupo una configuración sintomatológica particular que permitió establecer transversalmente contribuciones a la descripción de los posibles procesos de socialización. De esta forma, se cree necesario iniciar proyectos de investigación que permitan monitorear longitudinalmente en víctimas escolares ocasionales no solo el desarrollo de psicopatología, sino también las distintas estrategias de adaptación al grupo de pares.


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