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Universitas Psychologica

versão impressa ISSN 1657-9267

Univ. Psychol. vol.15 no.1 Bogotá jan./mar. 2016

https://doi.org/10.11144/Javeriana.upsy15-1.eaie 

Estrategias de aculturación e identidad étnica: un estudio en migrantes sursur en el norte de Chile*

Acculturation strategies & ethnic identity: a south-south immigrants study in the north of Chile

Pablo Arenas**
Alfonso Urzúa M.***
Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile

*Artículo de investigación científica. Este manuscrito es parte del proyecto FONDECYT 1140843.
**Línea de Investigación en Salud, Bienestar y Calidad de Vida, Escuela de Psicología. Correo electrónico: pabloarenasrodriguez@gmail.com
***Línea de Investigación en Salud, Bienestar y Calidad de Vida, Escuela de Psicología. Correo electrónico: alurzua@ucn.cl

Recibido: 22 de diciembre de 2014 | Aceptado: 17 de septiembre de 2015


Para citar este artículo

Arenas, P., & Urzúa, A. (2016). Estrategias de aculturación e identidad étnica: un estudio en migrantes sur-sur en el norte de Chile. Universitas Psychologica, 15(1), 117-128. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.upsy15-1.eaie


Abstract

Under a not experimental, analytical cross-sectional desing, this study describes the relation between the acculturation strategies introduced by Berry, integration, assimilation, separation and marginalization, with the ethnic identity. Data was collected from 431 peruvians and colombians immigrants in the city of Antofagasta, Chile, using the acculturation scale developed by Basabe, Zlobina and Páez, (2004) and the spanish version of the Multigroup Ethnic Identity Measure (MEIM). The results concludes that biculturality was the most used acculturation strategy for both groups although differences were found for sex. For ethnic identity, differences were statistically significant for both groups only between nationalities. Analysing the existent relation between the variables, the tests concludes in favor for theoretical assumptions that people who choose for a "loyalty to ingroup" acculturation strategy (biculturals and separated) has a higher positive orientation to his/her own ethnic group, instead people who use a "individualistic" strategy (assimilated and marginated)

Keywords: Immigration, acculturation, ethnic identity


Resumen

Bajo un diseño no experimental, analítico y transversal, el estudio describe la relación existente entre las estrategias de aculturación propuestas por Berry, de integración, asimilación, separación y marginalización, con la identidad étnica. Se recogieron datos de 431 inmigrantes peruanos y colombianos en la ciudad de Antofagasta, Chile, a través de la escala de aculturación desarrollada por Basabe, Zlobina, y Páez, (2004) y la Escala de Identidad Étnica Multigrupo (EIEM) en su versión en español. Los resultados arrojaron que la estrategia de aculturación mayormente utilizada por ambos grupos fue la biculturalidad aunque existen diferencias por sexo. En cuanto a la identidad étnica, las diferencias fueron estadísticamente significativas para ambos grupos solo entre nacionalidades. Al analizar la relación existente entre las variables, las pruebas lograron ser concluyentes apoyando los supuestos teóricos de que quienes optan por una estrategia de aculturación de "lealtad al endogrupo" (biculturales y separados) tienen una mayor orientación positiva hacia su grupo étnico, a diferencia de quienes utilizan una estrategia de corte "individualista" (asimilados y marginados).

Palabras clave: inmigración; aculturación; identidad étnica


Introducción

Las migraciones han estado presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad, constituyéndose hacia finales del siglo XX, en un fenómeno que requiere especial atención, dado que han transformado tanto las necesidades como las responsabilidades de las naciones receptoras en todo tipo de materias.

En este proceso, Chile no ha sido excepción. Para el año 2012, residían aproximadamente 339.536 personas nacidas en el extranjero (2.04% de la población total). El grupo más importante corresponde a inmigrantes sudamericanos: peruanos (30.52%), argentinos (16.79%), colombianos (8.07%) y bolivianos (7.41%) (Instituto Nacional de Estadísticas, INE, 2012).

Entre los factores que configuran las dinámicas migratorias se encuentran el crecimiento económico que se produjo en Chile y la estabilidad política tras el fin de la dictadura militar y el retorno a la democracia en el año 1990; las crisis económicas, niveles de pobreza e informalidad en el mercado laboral en los países de origen; el endurecimiento que experimentan las políticas migratorias en los países de la Unión Europea y en Estados Unidos, economías de mayor desarrollo vistas antes como principal destino de la migración; y, la cercanía y el menor costo de viaje que supone Chile en el contexto de una inmigración regional y las redes sociales que se han desarrollado a través de los años y que permiten y/o facilitan la llegada de familiares, amigos y conocidos de inmigrantes ya radicados en el país.

En rasgos generales, el perfil del inmigrante que llega a Chile se caracteriza por una fuerte concentración en la edad laboral (35-59 años), el cual se integra principalmente en el sector servicios, así como por una creciente feminización de la migración (para el año 2010 el 53% de los extranjeros residentes en Chile eran mujeres) (Stefoni, 2011).

Si bien la migración como fenómeno social ha ocurrido desde siempre, esta ha experimentado cambios en los últimos años, llegando a transformar registros históricos en menos de una década y generando nuevos espacios de discusión. De esta forma, se espera que este trabajo pueda contribuir al entendimiento de un fenómeno psicosocial contingente y complejo, y hasta el momento escasamente desarrollado si se tiene en cuenta que en Sudamérica tienen lugar gran parte de los procesos migratorios y existen pocos estudios sobre la aculturación de una población latina a otra población latina (Berry, 2007; Castro-Solano, 2011; Turra, Garrido, Pérez, Llanquinao, & Merino, 2014), es decir, preguntarse por cómo aquellos que deciden dejar su país de origen lidian diariamente con todo lo que significa estar en un país ajeno al propio y el consecuente choque cultural.

Para entender los procesos de cambio que experimentan los inmigrantes cuando entran en contacto directo con miembros de la cultura de acogida, debemos centrarnos en el papel de la aculturación, entendida como aquellos fenómenos que resultan cuando grupos de individuos que tienen diferentes culturas entran en continuo contacto de primera mano, lo que genera cambios posteriores en los patrones psicológicos y culturales originales de uno o ambos grupos (Berry, 1997, 2008).

Los primeros en estudiar la aculturación fueron sociólogos y antropólogos a principios del siglo XX quienes se interesaron en los cambios posteriores a la migración, a nivel de grupo. Destacan los trabajos de Park (1914), quien estudió qué sucedía con las personas de diversas culturas y lenguas cuando entraban en contacto las unas con las otras; y Redfield et al. (1936), quienes pusieron énfasis en la importancia del continuo contacto cara a cara como ingrediente esencial en la aculturación y los subsecuentes cambios en los patrones culturales originales de los grupos. En 1964, Gordon propone un modelo de aculturación unidimensional en el cual el proceso de cambio siempre es en dirección hacia la cultura de acogida. A nivel individual la velocidad del proceso puede diferir pero el resultado invariablemente sería la adaptación a la cultura dominante en desmedro de la cultura de origen. Tres años más tarde, Graves (1967) hace la distinción entre aculturación como fenómeno colectivo o a nivel de grupo, y la aculturación psicológica. La primera sería el cambio en la cultura del grupo, mientras que la segunda comprende el cambio en la psicología del individuo. Si bien los cambios generales pueden ser profundos en el grupo, no todas las personas participan igualmente en los cambios que atraviesa su comunidad (Berry, 1997; Padilla & Pérez, 2003; Van de Vijver & Phalet, 2004).

En la práctica, la aculturación tiende a inducir más cambios en el grupo no dominante (inmigrantes, minorías étnicas, religiosas, etc.) que en el grupo dominante (mayoría social), y puede ser reactiva (gatillar la resistencia al cambio en uno o ambos grupos), creativa (estimulando nuevas formas culturales que no se encuentran presentes en ninguna de las culturas en contacto), y retardada (iniciar cambios que se visualizan plenamente, años más tarde). En las décadas recientes, el modelo unidimensional de Gordon ha sido puesto bajo escrutinio debido a que cada vez más los inmigrantes prefieren otras opciones que buscar el completo ajuste a la sociedad de acogida, como, por ejemplo, el desarrollo de una identidad bicultural o el mantenimiento de su cultura de origen sin necesariamente adaptarse a la nueva sociedad. Esta nueva tendencia global se ve probablemente avivada por dos factores: la verdadera magnitud de la migración a nivel mundial hacia finales del siglo XX. Y en segundo lugar, el clima intelectual de la globalización que ha dado paso a que cada vez se acepte más que los inmigrantes retengan su cultura de origen (Van de Vijver & Phalet, 2004).

En 1997, Berry concluye su modelo bidimensional de aculturación el cual propone que en toda situación intercultural los grupos y personas deben hacer frente a la cuestión de cómo aculturarse en sus encuentros diarios unos con otros, para ello deben lidiar con dos dimensiones: 1) el mantenimiento cultural, qué tan importantes consideran su identidad cultural, sus costumbres y las relaciones con personas de su mismo origen como para mantenerlas en la sociedad de acogida; y 2) el contacto y la participación, qué tan valiosas se consideran las relaciones con otras personas o grupos como para buscarlas y fomentarlas (Berry, 1997; 2001; Castro-Solano, 2011). En este marco, cuando ambas dimensiones se cruzan dan origen a un espacio de aculturación el cual tiene como resultado cuatro posibles estrategias de aculturación, que tienen que ver con hasta qué punto las personas desean tener contacto o evitar a otros fuera de su grupo, y en qué medida desean mantener o relegar sus atributos culturales. Las cuatro estrategias de aculturación son: Integración: es el interés por mantener la cultura de origen y por interactuar con la cultura de acogida. Asimilación: las personas no desean mantener su identidad cultural mientras que sí buscan la interacción diaria con otras culturas. Separación: las personas valoran aferrarse a su cultura de origen y al mismo tiempo desean evitar la interacción con los demás. Y Marginalización: cuando existe poco interés o posibilidad de mantener la cultura de origen y de relacionarse con otros (a menudo de forma forzosa).

Con base en las diferentes fuentes de normas culturales (étnicas vs. dominantes), las personas negocian entre ambos contextos y emergen con sus propias interpretaciones de valores culturales, costumbres y prácticas. La aculturación hace referencia a la aprehensión de una determinada cultura y supone el conocimiento, la interiorización, valoración, identificación y manejo dinámico de los valores culturales propios y de las demás culturas en contacto. En consecuencia, en cualquier situación intercultural un grupo puede penetrar o ignorar al otro, y los grupos pueden permanecer culturalmente distintos o fusionarse uno(s) con otro(s) (Berry, 2001; Berry, Phinney, Sam, & Vedder, 2006; Sobral, Gómez-Fraguela, Luengo, Romero & Villar, 2010; Retortillo & Rodríguez, 2008).

El resultado del proceso de aculturación es el grado de adaptación a la sociedad de acogida, y existen dos formas distintas de adaptación, la primera se denomina adaptación psicológica y se refiere al bienestar personal y la buena salud mental como resultado de contacto cultural, mientras que la segunda, la adaptación sociocultural, hace referencia a la competencia social de las personas en la gestión de su vida cotidiana en el contexto intercultural. Investigaciones previas proponen que para todos los grupos culturales, predictores robustos de ajuste psicológico son: altos niveles de apoyo social, baja incidencia de cambios en la vida, y un locus de control interno. Por otra parte, la adaptación sociocultural exitosa se asocia con el tiempo de residencia, el conocimiento y la distancia cultural, el grado de contacto con la cultura de acogida, actitudes favorables hacia la interculturalidad, estabilidad emocional y extraversión, y la discriminación percibida (Berry et al., 2006; Padilla & Perez, 2003; Van de Vijver & Phalet, 2004).

La literatura propone que las personas que adoptan la estrategia de integración (biculturales) presentan un mayor grado de adaptación tanto psicológica como sociocultural a la sociedad de acogida, ya que esta implica la aceptación de la diversidad cultural y la participación equitativa de todos los grupos de la sociedad en general. Continuando con esta lógica, la estrategia de marginalización sería la menos adaptativa mientras que las dos estrategias restantes (asimilación y separación) calificarían como intermedias. Las principales razones son que la estrategia de integración incorpora muchos de los factores protectores: una voluntad de adaptación mutua (es decir, la presencia de actitudes positivas mutuas, y la ausencia de prejuicios y discriminación); participación en dos comunidades culturales (es decir, tener dos sistemas de apoyo social); y ser flexible en cuanto a personalidad. En agudo contraste, la marginación implica el rechazo por la sociedad dominante, combinada con la pérdida de la propia cultura; esto significa la presencia de hostilidad y apoyo social reducido (Berry, 1997; 2001; Berry et al., 2006; Castro-Solano, 2011; Shahim, 2007; Van de Vijver & Phalet, 2004).

A pesar de que el modelo de aculturación asume que los grupos étnicos y sus miembros tienen la libertad de elegir cómo quieren participar en las relaciones interculturales, este no siempre es el caso. En ciertos escenarios la sociedad de acogida refuerza solo algunos tipos de relaciones o restringe las opciones de los inmigrantes. De esta forma, la integración solo puede ser buscada y escogida dentro de sociedades con una mirada abierta y una orientación inclusiva hacia la diversidad cultural. La integración requiere de una acomodación mutua en donde ambos grupos acepten el derecho a vivir como personas culturalmente diferentes dentro de la misma sociedad. Esta estrategia requiere que los inmigrantes adopten los valores básicos de la sociedad receptora, y al mismo tiempo la sociedad de acogida debe estar preparada para adaptar las instituciones nacionales (educación, salud, justicia, trabajo, etc.) para responder mejor a las necesidades de todos los grupos que ahora viven juntos en una sociedad plural más grande (Berry, 1997, 2001, 2008; Van de Vijver & Phalet, 2004).

Una variable involucrada en el proceso de acul-turación, dada la tensión existente entre la incorporación de la nueva cultura y la conservación de la propia es la identidad étnica, definida como el sentimiento de vinculación con un determinado grupo étnico, así como las actitudes y conductas asociadas a este sentimiento (Phinney & Alipuria, 1990; Phinney & Ong, 2007, en Guitart, 2010).

El denominado grupo étnico no es más que el grupo de referencia para las personas que comparten una historia y cultura similar, personas que se reconocen por rasgos físicos y/o valores comunes, y que a través de un proceso de identificación establecen lazos entre ellas reconociéndose como miembros de un mismo grupo (Falomir, 1991; J. Smith, 1991). Los criterios que permite delimitar la composición del grupo étnico es que sus miembros 1) comparten un origen cultural común, 2) comparten algunos patrones de conducta normativa, y 3) forman parte de una población mayor, interactuando con personas de otras comunidades (otros grupos étnicos) dentro del marco de un sistema social. Finalmente, entre las funciones de los grupos étnicos se encuentran el permitir a los diversos grupos interactuar socialmente; ser un principio de organización (es decir, marcar pautas y ordenar la interacción social); servir de punto de comparación para evaluar el propio estatus o autoimagen; definir qué deseos individuales son los que se deben perseguir y alcanzar; y servir de perspectiva para los puntos de anclaje o marcos de referencia social que estructuran el campo perceptual de la persona que es miembro (Falomir, 1991; J. Smith, 1991).

La identidad étnica ha sido estudiada ampliamente desde mediados del siglo pasado por la antropología y arqueología. En 1950 Erikson propuso que el proceso de identidad étnica está ubicado tanto dentro del individuo como en su cultura comunal, y que era el encargado de otorgar el equilibro tanto psicológico como social. Diez años más tarde, Breton y Pinard (1960) plantearon que las personas no pertenecerían a un grupo étnico por opción, sino que más bien nacen dentro de un determinado grupo y se relacionan con él a través de lazos emocionales y simbólicos. Posteriormente, Tajfel (1981) define la identidad étnica como "esa parte del autoconcep-to del individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social (o grupos sociales) junto con la valoración y el significado emocional adjunto a esa afiliación" (p. 291), lo interesante de esta contribución es que la identidad étnica pasa a ser una de las muchas facetas de la identidad social individual (no existirían marcadores universales para distinguir la etnicidad de otras formas de identidad) y conllevaría importantes implicaciones en el mundo real para las relaciones intergrupales. Entre las décadas de 1980-90 numerosos estudios de infancia de corte piagetano (Clark, Hocevar, & Dembo, 1980; Aboud, 1984; Bernal et al., 1990, en Pnevmatikos, Geka, & Divane, 2010) expusieron que a partir de los cuatro años los niños ya son capaces de reconocer a miembros de distintos grupos y que sus rasgos étnicos individuales aparecen como constantes y estables en el tiempo. Concluyeron que las actitudes étnicas de los niños son principalmente el resultado de su desarrollo cognitivo. También en 1990, Phinney retorna a la definición de Tajfel agregando elementos como lenguaje, comportamiento, valores, conocimiento de la historia del grupo étnico, involucramiento étnico, participación social en prácticas culturales, etc. que otorgan al ya complejo fenómeno multidimensional de la identidad étnica la capacidad de formarse y transformarse en contextos específicos de interacción, planteada aquí como un constructo cambiante y dinámico, construido y reconstruido permanentemente. Finalmente, al ser la identidad étnica un constructo que varía enormemente incluso entre los miembros de un mismo grupo, Phinney descarta el marco piagetano en el cual la regresión a un estado anterior sería imposible, no así la identidad étnica que podría tomar un carácter regresivo según el caso (J. Smith, 1991; Pnevmatikos et al., 2010; Salazar, Niemeyer, Horta, Figueroa, & Manríquez, 2014; Turra et al., 2014).

En resumen, la identidad étnica engloba la estructura familiar, los tipos de roles familiares que asumen hombres y mujeres, los sistemas de creencias a los que están suscritos, la orientación valórica con que son criados, el área de residencia, el lenguaje, los signos y símbolos étnicos, su vestimenta, las referencias y perspectivas grupales para compartir con los otros, etc. Siendo más que solamente el componente racial. De la misma forma, la identidad étnica no es un término político (no se debe confundir con nacionalidad), no es una característica positiva de los grupos, y se construye tanto en la autoadscripción a un grupo étnico como también en la adscripción efectuada por quienes no pertenecen a él (autocategorización vs. heterocate-gorización) (Grebe, 1997-1998; Hobsbawm, 1994; Pnevmatikos et al., 2010).

Phinney (1992) identifica cuatro componentes principales de la identidad étnica: 1) la autoidenti-ficación, que es la autocategorización del individuo y está basada en la nacionalidad, idioma hablado, color de piel, cultura, entre otros factores. Cabe destacar que el identificarse a uno mismo como parte de un grupo no es indicativo de las actitudes propias sobre el grupo o de qué tanto la afiliación a ese grupo influye en la percepción propia de las experiencias de vida. 2) prácticas y comportamiento étnico, se centran en qué tan involucrada está la persona con las actividades sociales étnicas y prácticas culturales (e.g., música, comida). 3) afirmación y pertenencia al grupo étnico, tienen que ver con los sentimientos de orgullo y apego que tiene la persona con su grupo. Tener una alta afirmación étnica y pertenencia también sugiere que uno tiene sentimientos positivos acerca de la afiliación étnica. 4) logro de la identidad étnica, o sentimientos de seguridad acerca de la pertenencia al grupo, lo cual significa que la persona tiene un claro sentido de la importancia de su background étnico. El individuo tiene un grado de certeza sobre cómo su vida es afectada por el hecho de pertenecer al grupo y el rol que juega la etnicidad en la interacción con los demás (O'Dougherty & Nguyen, 2002). De esta forma, Phiney plantea que la identidad étnica puede ser medida en el grado en el que el grupo de una persona es su referencia, por ejemplo, observando cómo esa persona usa los signos, símbolos y el lenguaje de la cultura asociada al grupo al que pertenece (afirmación étnica), además del grado en que la persona se interesa o está dispuesta a interactuar con miembros fuera del grupo étnico (exploración étnica).

El desarrollo de la identidad étnica ha sido propuesto como una serie de tres etapas o niveles que van desde una identidad étnica no explorada (o preferencia por el exogrupo) y/o falta de conciencia de las diferencias étnicas, hacia un período de exploración y búsqueda del entendimiento del significado de la propia etnicidad (identificación étnica parcial), para llegar finalmente a un alto nivel de compromiso con el propio grupo étnico y el logro de la identidad étnica. La identidad étnica se ve afectada y moldeada por el contacto intergrupo, y el proceso básico que dirige su desarrollo son las situaciones de contacto étnico tanto positivas como negativas que causan que las personas amplíen, estrechen o cristalicen sus límites en las situaciones de contacto (J. Smith, 1991; W. McNeill, 2001; Verkuyten, 2002).

En la literatura revisada, una identidad étnica positiva estaría asociada con mayores niveles de autoestima, autoconcepto, mayor ajuste psicológico, y mayor resiliencia, además de ser un factor protector frente al consumo de drogas. En cuanto a la relación entre identidad étnica y discriminación percibida, los resultados no han sido esclarecedores pues frente a una situación de discriminación las personas pueden reaccionar incrementando su identificación con su grupo étnico, a la vez que una fuerte identidad étnica se ha asociado a una mayor sensibilidad y vulnerabilidad frente a la discriminación, es necesario continuar investigando y profundizar en este punto. Finalmente, la identidad étnica junto a los niveles de aculturación son el componente central de la evaluación del funcionamiento psicológico en las minorías étnicas-raciales (J. Smith, 1991; Marsiglia, Kulis, Hecht, & Sills, 2004; Verkuyten, 2002; McNeill, 2001).

Bajo estos parámetros, la investigación tuvo por objetivo analizar la relación existente entre las estrategias de aculturación y la identidad étnica. Dado que las estrategias de aculturación evalúan cambios en los comportamientos y los valores de las personas fuertemente relacionados con su identidad étnica y que la exploración y afirmación de la identidad étnica representan una dimensión subjetiva de la aculturación, así como el colectivismo y la interdependencia representan índices de retención de la herencia cultural, se espera que aquellos participantes que califican dentro de las estrategias denominadas de lealtad al endogrupo y contacto intenso con él (biculturales y separados) puntúen más alto en estos índices que los participantes clasificados en las estrategias individualistas (asimilados y marginados) (Berry et al, 2006; V. Smith, 2002; Schwartz & Zamboanga, 2008; Zlobina, Basabe, & Páez, 2008).

Método

Esta investigación fue de corte cuantitativo, tuvo un diseño de tipo no experimental, analítico y transversal.

Participantes

Se decidió encuestar a inmigrantes peruanos y colombianos, dado que en Antofagasta, hasta el 31 de agosto de 2013, según el catastro realizado por la Sección de Investigación Policial (S.I.P) de la provincia, los registros de visación mostraron que de los inmigrantes registrados, la primera mayoría correspondía a ciudadanos peruanos (35.46%), secundados por los ciudadanos colombianos (27.17%). A partir del año 2010 los ciudadanos colombianos pasaron a posicionarse como la segunda mayoría extranjera residente en la región de Antofagasta, puesto ocupado históricamente por inmigrantes bolivianos; incluso llegó a instaurarse un consulado colombiano en la ciudad para poder suplir la demanda de aquel grupo. Este aumento en la migración colombiana estaría asociado, además de lo expuesto en la introducción, con las condiciones de violencia que ha enfrentado ese país en los últimos años y que ha generado un número de desplazados y refugiados sin precedentes, a nivel latinoamericano (Stefoni, 2011).

Para esta investigación se recogieron datos de hombres y mujeres mayores de 18 años, todos ellos residentes por lo menos durante 6 meses en la ciudad de Antofagasta. Los participantes fueron encuesta-dos principalmente en instituciones públicas: Instituto Católico Chileno de Migración (INCAMI), Ciudadano Global-Servicio Jesuitas a Migrantes, Departamento de Extranjería y Migración, Consulado de Colombia y Perú, centros de salud, entre otros.

Instrumentos

Para evaluar las estrategias de aculturación propuestas por Berry (1997) y que eran utilizadas por los participantes se utilizó un cuestionario de 4 ítems desarrollado por Basabe, Zlobina, y Páez, (2004) en el país Vasco. Dicho instrumento incluye dos preguntas para el país de origen y dos para el país de acogida: "¿Cree importante mantener las costumbres y tradiciones de su país de origen vs. de acogida?" y "¿Cree importante buscar y mantener relaciones con la gente de su país/de aquí?", cuyo formato de respuesta oscila entre 0 (nada) y 10 (mucho). Con base en la combinación de respuestas a los 4 ítems anteriores se crea la tipología de estrategias de aculturación: biculturalidad/integración, asimilación, separación y marginalización.

La variable identidad étnica fue abordada a través de la Escala de Identidad Étnica Multigru-po (EIEM) desarrollada por Phinney (1992), en su adaptación para poblaciones de habla hispana en países iberoamericanos llevada a cabo por V. Smith (2002) en Costa Rica. El instrumento mide, con índices satisfactorios de consistencia interna, las dos dimensiones de la identidad étnica: afirmación e identidad étnica, que refleja la importancia, el significado afectivo y la connotación valorativa de pertenecer a un grupo (e.g., "Soy consciente de mis 'raíces étnicas' y lo que estas significan para mí", "Estoy muy orgulloso(a) de mi grupo étnico"); y exploración étnica, que incorpora la participación en las prácticas culturales del grupo étnico de referencia, implicando una "inmersión" activa en la propia cultura que permite evaluar, acoger o rechazar los ofrecimientos culturales (e.g., "Asisto a grupos y organizaciones que están compuestas, en su mayoría, por personas de mi grupo étnico", "Participo activamente de las tradiciones de mi grupo étnico como por ejemplo de su música, comida, idioma"). La escala está compuesta de 12 ítems con una opción de respuesta tipo Likert de cuatro puntos, en donde las altas puntuaciones reflejan una orientación fuerte y positiva hacia el grupo étnico de referencia (Guitart, 2010; V. Smith, 2002).

Procedimientos

Previa ejecución, la investigación fue aprobada por los comités de Ética Científica de la Universidad Católica del Norte y por el de la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología — CONICYT. Dada la dificultad de acceder a la totalidad del universo muestral, los participantes fueron reclutados mediante el método de "bola de nieve" el cual consiste en seleccionar nuevas personas a entrevistar en las redes sociales de los encuestados iniciales (Cárdenas & Yañez, 2012). La aplicación del instrumento requirió 2 horas aproximadamente, previa firma de un consentimiento informado por parte de los encuestados. La tasa de participación en el estudio fue de un 90%. Los datos fueron ingresados en una base construida con el software SPSS 22.0. Se calcularon en primer lugar estadísticos descriptivos tanto de frecuencia como de dispersión para las variables estudiadas para posteriormente estudiar la correlación existente entre estas.

Resultados

Participantes

Se recogieron datos de 431 inmigrantes con edades entre los 18 y los 65 años. El tiempo de residencia en Chile fue en promedio de 4 años (DE= 3.07 años). La distribución de los encuestados por sexo y edad pueden ser vistas en la tabla 1.

Estrategias de aculturación

En la muestra total, la estrategia de aculturación más frecuentemente utilizada fue la de biculturali-dad, seguida por la de asimilación. Sin embargo, al estratificar el análisis por sexo, en las mujeres, las principales estrategias son la asimilación, seguida por la separación, en tanto que en los hombres se mantiene la biculturalidad como la estrategia más utilizada (tabla 2).

Al analizar por país (tabla 3), los colombianos encuestados utilizan con mayor frecuencia las estrategia de separación y biculturalidad (predominantemente biculturalidad hombres y separación mujeres), en tanto que en los peruanos es la asimilación (predominantemente en mujeres), seguida por la biculturalidad (predominantemente en hombres).

Identidad étnica

Tal como se muestra en la tabla 4, la media del puntaje de la población colombiana es mayor que la de la población peruana y la de las mujeres, superior a la de los hombres, sin embargo, el análisis univariado indica que estas diferencias solamente son significativas entre nacionalidades (F(j)= 11.37; p=0.00). Ni el sexo, ni la interacción nacionalidad*sexo son significativos.

Identidad étnica y estrategias de aculturación

La tabla 5 muestra las medias obtenidas en identidad cultural en cada categoría de estrategia de aculturación. A nivel de la muestra total, la diferencia de medias entre estas categorías es estadísticamente significativa (F(3.411)=9.115; p=0.000), donde los biculturales tienen una media mayor que los asimilados (p=0.001) y que los marginados (p=0.009) al igual que los separados, que igualmente tienen una media mayor que los asimilados (p=0.000) y los marginados (p=0.004).

En la población colombiana igualmente es significativa la diferencia de la media de identidad en las distintas estrategias utilizadas (F3.218)=5.469; p=0.001), donde la media de los que utilizan la estrategia de separación es significativamente más alta que la de aquellos que utilizan la de asimilación (p=0.015) y la de marginación (p=0.026).

La diferencia de medias en la población peruana encuestada igualmente fue significativa (F(3.189)=3.054; p=0.030), donde aquellos que utilizan preferentemente la biculturalidad tienen una media mayor que aquellos que utilizan la asimilación (p=0.019) y la marginación (p=0.019).

Discusión

En términos generales, la estrategia de aculturación más utilizada por ambos grupos fue la biculturalidad/integración, lo que daría cuenta de un buen ajuste general por parte de los ciudadanos peruanos y colombianos a la sociedad receptora, situación que se facilitaría debido a la cercanía regional entre los países y el idioma en común. Al dividir a los participantes por sexo se hallaron diferencias en las estrategias utilizadas, hombres de ambas nacionalidades optaron por la biculturalidad mientras que en el caso de las mujeres, la estrategia fue la asimilación para las peruanas y la separación para las colombianas. Las diferencias individuales pueden ser explicadas en términos de los roles de clase y género, pues existe evidencia de que durante el proceso de aculturación las mujeres tendrían mayor riesgo de problemas que los hombres dependiendo de la situación y el tratamiento diferencial relativo hacia las mujeres en ambas culturas. Especialmente, considerando que podrían tener un conflicto potencial por la oposición entre su cultura de herencia y sus intentos por asumir nuevas funciones disponibles en la sociedad de acogida; sin embargo, es necesario profundizar en las diferencias individuales y en las características de personalidad que facilitan o retardan la aculturación (e.g., sociabilidad, asertividad, extraversión, control del ego, simpatía, tolerancia a ansiedad, riesgo tomado) (Berry, 1997; Padilla & Pérez, 1993).

En cuanto a la variable identidad étnica, los resultados muestran que existen diferencias estadísticamente significativas para las medias de dichas poblaciones. Lo cual puede explicarse debido a que la inmigración peruana, por una parte, ha estado fuertemente presente en Chile desde los primeros registros históricos: desde los intercambios comerciales debido a la cercanía de ambas fronteras, pasando por el auge de la minería del salitre en el norte chileno durante el siglo XIX, hasta las dificultades económicas del vecino país que condujo la migración de sus habitantes hacia distintas regiones de Chile durante el siglo XX. Por su parte, la presencia de inmigrantes colombianos es un fenómeno nuevo en la región tomando notoriedad durante la segunda década del siglo XXI, más concretamente hace unos 5 años; en consecuencia, hablamos de inmigrantes de primera generación que aun estarían acomodándose al nuevo contexto.

Al relacionar ambas variables, las pruebas lograron ser concluyentes. Apoyan los supuestos teóricos de que una adecuada afirmación étnica e involucramiento con las prácticas culturales del grupo de referencia muestran correlaciones positivas con mediciones de las tendencias a la lealtad al endogrupo (biculturales y separados) y correlaciones negativas con mediciones de tendencias individualistas (asimilados y marginados), como ya ha sido propuesto en estudios anteriores (Berry et al, 2006; V. Smith, 2002; Schwartz & Zamboanga, 2008).

A modo de conclusión, es importante destacar que aún es necesario seguir trabajando en la temática de inmigración y profundizar en la comprensión de este complejo fenómeno psicosocial, así como hacer una revisión urgente a nuestras políticas públicas (leyes migratorias, educación, salud, trabajo, etc.) y la necesidad de contar con información actualizada a nivel nacional y posible de ser desagregada para la sofisticación de futuros análisis, con la finalidad de intentar abarcar las nuevas tendencias que se van desarrollando, las problemáticas asociadas a la migración y evaluar permanentemente lo que está aconteciendo en esta materia.


Referencias

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