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Colombia Médica
On-line version ISSN 1657-9534
Colomb. Med. vol.51 no.2 Cali Apr./June 2020 Epub May 11, 2020
https://doi.org/10.25100/cm.v51i2.4334
Editorial
Covid-19: necesidad de independencia tecnológica
1 Instituto Nacional de Salud. Bogotá D.C. Colombia
Entre tantos verbos que se han puesto de moda en estos tiempos de pandemia -infectar, contagiar, propagar, analizar, aislar, cuidar-, hay uno que, a primera vista, parece ajeno a la ocasión: desnudar.
Ahí está el verbo, en sentido figurado, repetido en cientos de discursos -“la covid-19 desnudó…”, “el coronavirus desnudó…”, “la pandemia desnudó…”-, recordándonos que una buena parte de esos progresos materiales y sociales que tanto nos enorgullecían se apoyaban en pies de barro.
La realidad es tozuda. El coronavirus, en efecto, no solo infectó nuestros organismos, sino que desnudó, en gran medida, nuestra dependencia tecnológica.
Es innegable que la globalización trajo innumerables beneficios. Nos permitió contar con bienes y servicios procedentes de cualquier lugar del mundo y ampliar nuestras fronteras del conocimiento. Pero nunca previmos que esa aldea global que estábamos construyendo volvería a parcelarse y cerrarse.
El Instituto Nacional de Salud de Colombia fue un gran productor de vacunas a lo largo del siglo XX. En sus laboratorios se elaboraban anualmente millones de dosis de vacunas contra la fiebre amarilla, contra la rabia, contra la difteria, contra el tétanos… La erradicación de la viruela en el año de 1979 se logró con productos que venían elaborándose localmente desde 1897. Incluso, el país exportaba los productos biológicos a más de 20 países de Centroamérica, Suramérica, el Caribe y África.
Esas capacidades se eclipsaron al terminar el siglo pasado. La crisis económica devino en la obsolescencia de los laboratorios, y esa obsolescencia, en la pérdida de los certificados de buenas prácticas de manufactura. La tecnología local no se puso al día y nos convertimos en importadores de vacunas.
En su momento no lo lamentamos. Las puertas estaban abiertas para traer productos de muy buena calidad. Y lo cierto es que aún tenemos coberturas de vacunación satisfactorias. ¿Pero tenemos la misma tranquilidad que antes? ¿Contaremos siempre con esas vacunas? No lo sabemos: la pandemia desnudó nuestra incertidumbre.
Las historias contrafactuales son antipáticas. Pero, sin duda, si nuestras políticas hubieran continuado estimulando la investigación y la manufactura de productos farmacéuticos, hoy tendríamos capacidad -o no estaríamos tan lejos de tenerla- para producir localmente los reactivos que hoy tanto escasean en el mercado internacional y tanto necesitamos para el diagnóstico del covid-19. No estaríamos preguntándonos qué lugar en la fila vamos a tener para recibir la vacuna o el tratamiento que finalmente nos saque de esta crisis.
No estaríamos tampoco oyendo discursos que insinúan que es solo un tema de “voluntad producir hoy”. Decir que con las capacidades actuales se puede producir tecnología farmacéutica o de laboratorio a nivel industrial es lo mismo que decir que se puede tener una empresa operadora de celulares utilizando las antiguas instalaciones y equipos de Telecom2.
La lección aprendida es contundente. Nunca más podemos volver a dar por sentado que siempre habrá un mercado global dispuesto a vendernos. Nos urge acabar con el lenguaje supuestamente realista, pero en la práctica derrotista, según el cual no tendremos nunca la infraestructura para la producción de insumos médicos de alta tecnología. Debemos comenzar a creer que Colombia puede ser cuna de científicos y de grandes emprendimientos farmacéuticos.
Ya no es una elección. Ya quedó al desnudo que es una cuestión de vida o muerte.