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Apuntes: Revista de Estudios sobre Patrimonio Cultural - Journal of Cultural Heritage Studies

Print version ISSN 1657-9763

Apuntes vol.24 no.2 Bogotá June/Dec. 2011

 

La experiencia cualitativa en el paisaje y el patrimonio construido*

Francisco Javier Fuentes Farías

fuentes88@hotmail.com
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Profesor en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo desde 1997, realizó sus estudios de Maestría en Arquitectura, Investigación y Restauración de Sitios y Monumentos en el posgrado de la Facultad de Arquitectura de la umsnh obteniendo el grado con la tesis "El Colegio de la Compañía de Jesús de Valladolid 1578-1773: Diseño ambiental e instalaciones" en 2002. Profesionalmente ha trabajado en el área de construcción, restauración e investigación en empresas privadas y con el Gobierno del Estado de Michoacán. Obtuvo el grado de Doctor en Arquitectura por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México en el año 2008 con la tesis "Paisajes e itinerarios culturales en Michoacán: Conservación y Desarrollo". Actualmente es profesor investigador en la Facultad y en la Maestría de Arquitectura; recientemente presentó su trabajo en la Universidad de Massachusetts, Amherst, en el evento Why past does matter?

Artículo de reflexión. El articulo parte de la investigación sobre paisaje cultural y patrimonio inmaterial inicia en el año 2006, a partir de los estudios de Doctorado en Arquitectura realizados en la Universidad Nacional Autónoma de México, tomando como caso de estudio la cuenca lacustre de Pátzcuaro en el estado de Michoacán, a partir de la aplicación de metodologías integrativas de origen multidisciplinario, transdisciplinario y sistémico con el propósito de establecer una dialogía que nos aproxime a la perspectiva de los habitantes de lugares con alto contenido patrimonial, como es el caso de estudio.

Recepción: 1 de agosto de 2011 - Aceptación: 12 de octubre de 2011


Resumen

La manera en que los habitantes de un paisaje cultural perciben su entorno no está suficientemente definida como objeto de estudio. Ya que los procesos constructivos implican el uso de esquemas mentales, sistemas de escalamiento, reglas y representaciones colectivas, ¿qué papel juega en ello el lenguaje y los sistemas de signos, y cuál es la información necesaria para diseñar el espacio y construir lugares para vivir? ¿Son esquemas y categorías conceptuales, o sistemas de reglas y representaciones que organizan el mundo? ¿Dónde se encuentran y cómo se transmiten culturalmente? La pregunta es por el significado de tales categorías desde el punto de vista de los actores culturales.

En esta colaboración usamos un enfoque desde la complejidad, con elementos de las ciencias sociales, neurociencias, filosofía del lenguaje y de la mente, para demostrar que el paisaje y el espacio construido son resultado de la transmisión de información cultural por medio de categorías conceptuales, gramaticales y ontológicas. Hace falta explicar si dichas categorías existen en las mentes, en la lengua o en las acciones de los actores culturales, y si se aprenden o se nace con ellas.

Palabras clave: patrimonio, percepción, categorías, cognición, significado.

Descriptores: Patrimonio cultural, Percepción social, Paisaje cultural, Simbolismo, Cognición y cultura, Comunicación y cultura.


Qualitative experience in the landscape and built heritage

Abstract

The way in which the inhabitants of a cultural landscape perceive their environment is not sufficiently defined as an object of study. That constructive processes involve the use of mental schemes, scaling systems, rules and collective representations, which role plays in this language and systems of signs, and what is the information needed to design space and build places to live? Are these just schemes and conceptual categories, or systems of rules and representations that organize the world? Where they are, and how are culturally transmitted? The question is about the meaning of such categories, from the point of view of the cultural actors.

We use an approach from the complexity, with elements of social science, neuroscience, philosophy of language and mind, to demonstrate that the landscape and built space are the result of transmission of cultural information through conceptual, grammatical, and ontological categories. We need to explain if these categories do exist in the minds, the language, or in the actions of the cultural actors, and too in what way this rules and categories are innate or learned.

Key words: heritage, meaning, categories, cognition and perception.

Keywords plus: Cultural heritage, Social perception, Cultural landscapes, Symbolism, Cognition and culture, Communication and culture.


A experiência qualitativa, a paisagem e o património edificado

Resumo

a maneira em que os habitantes de um paisagem cultural percebem seu ambiente não é suficientemente definida como um objeto de estudo. Que processos construtivos envolvem o uso de esquemas mentais, dimensionamento de sistemas, regras e representações coletivas, qual o papel que desempenha nesta linguagem e sistemas de sinais, e o que é a informação necessária para criar espaço e criar lugares para viver? Estes são os regimes e categorias conceptuais ou sistemas de regras e representações que organizam o mundo? Onde eles estão e como culturalmente transmitidas? A pergunta é sobre o significado de tais categorias, do ponto de vista dos actores culturais. Esta colaboração, usamos uma abordagem da complexidade, com elementos de Ciências sociais, neurociência, filosofia da linguagem e da mente, para demonstrar que a paisagem e o espaço construído são o resultado da transmissão de informações culturais, por meio de categorias conceituais, gramaticais e ontológica. Temos de explicar se estas categorias existem na mente, a língua, ou nas ações de agentes culturais, e se eles aprendem ou nascidos com eles.

Palavras-chave: património, categorias, cognição, percepção, significado.

Palavras-chave descritores: Patrimônio cultural, Percepção social, Paisagem cultural, Simbolismo, Cognição e cultura, Comunicação e cultura.

* Los descriptores y key words plus están normalizados por la Biblioteca General de la Pontificia Universidad Javeriana.

Código SICI: 1657-9763(201112)24:2<166:LECPPC>2.3.TX;2-F


Introducción

Dado que los procesos de construcción de lugares para vivir se desarrollan en el tiempo, tanto en la arquitectura vernácula como en el paisaje cultural intervienen factores sociales y culturales, así que una explicación completa del tema resulta difícil desde un único enfoque metodológico. En primer lugar, el marco teórico de los enfoques científicos es insuficiente para explicar lo concerniente a las experiencias de los propios sujetos involucrados en los procesos referidos. El punto de vista de quienes viven allí, su universo de significados, sean sujetos individuales o colectivos, culturas locales, o bien, sociedades que comparten sistemas de reglas y estructuras, ha sido por mucho tiempo motivo de discrepancia en términos de la epistemología o filosofía de las ciencias, y de los modelos teóricos de las distintas disciplinas que pretenden ser científicas.

Por ejemplo, términos ampliamente usados en ciencias sociales, tales como identidad, cultura, representaciones mentales, sistemas de reglas sociales, categorías ontológicas o esquemas de percepción y acción socialmente aprendidos, tienen para nosotros una doble lectura, pues por un lado se refieren a factores relacionados con experiencias subjetivas y estados de consciencia.

Una manera de adquirir conocimiento acerca de los estados de conciencia ya es planteada en la fenomenología de Husserl (cfr. Ramírez, 2005), quien mediante el método de la reducción fenomenológica y la epoché, ofrecía un conocimiento descriptivo y no explicativo de los fenómenos (p. 282 y ss.; también Beuchot, 2010, p. 12). Así, esta es una línea seguida por distintos investigadores sociales y del espacio construido que se mencionan a lo largo de este texto; en esa perspectiva, es necesario aclarar qué sentido vamos a dar a conceptos como percepción y cognición, pues se hallan en la base de un marco fenomenológico.

Nagel (1998, p. 27)1 se refiere al punto de vista de otros como un dato irreductible al conocimiento apriorístico lógico y científico. Así, la fenomenología es ampliamente retomada por la arquitectura, además de la hermenéutica, la semiótica y otros enfoques filosóficos que serán considerados en esta colaboración para comprender y explicar este punto de vista.

Por otro lado, ya que cada disciplina requiere fundamentar su marco teórico a partir de un deslinde conceptual acerca de aquello que se da por verdadero, a partir de lo cual se elaboran esquemas de acción y de investigación, entonces nos referimos a un problema filosófico, y sobre todo ontológico. Las categorías importan tanto para el investigador como para el investigado, pues les permiten organizar lo que existe en 'su' mundo.

Al preguntarnos por qué y cómo construir lugares para vivir, la respuesta parece obvia, pero veremos que si se toma en cuenta lo que el paisaje y el espacio construido significan para sus propios habitantes, como parte de nuestro objeto de estudio y como factores cambiantes y procesos dinámicos, es necesario rebasar el dualismo cartesiano y el punto de vista fisicalista de la realidad.

Como expondremos aquí, la pregunta científica acerca de las experiencias subjetivas descritas como identidad, representaciones mentales, etc., no se puede "abordar inteligentemente si las cuestiones filosóficas no están claras" (Searle, 2009, p. 75). Esto ha hecho necesaria una crítica de los métodos y conceptos usados por diversas disciplinas que estudian ya sea el territorio, la sociedad o los sujetos culturales, lo que ha llevado a utilizar una metodología integrativa2, misma que puntualizamos más adelante. Tenemos así como objeto de estudio, por un lado, las experiencias subjetivas de quienes viven en los lugares habitados, mismas que en este trabajo veremos desde un punto de vista ontológico. Por otro lado, aplicamos un punto de vista científico fundamentado en las llamadas neurociencias para explicar los procesos cognitivos involucrados en el diseño y construcción de lugares habitados, respecto de lo cual se han encontrado coincidencias con nuevos enfoques en geografía cultural, antropología cognitiva, psicología evolucionista y ciencias sociales y ambientales, entre otros que ahora consideramos integrativos o transdisciplinarios.

Sin duda, nada de esto es ajeno a la necesidad de modificar el espacio con fines de sobrevivencia. Por ello, debemos estudiar primero el problema metodológico y conceptual, que es un problema filosófico puesto que rebasa los modelos y fronteras disciplinares. El dualismo cartesiano es uno de ellos; separar mente y cuerpo, sujeto y objeto, o naturaleza y cultura, ha impedido observar problemas emergentes como la globalización y el multiculturalismo, por lo cual en diversos ámbitos se ha planteado una 'fusión de horizontes'3 para interpretar, comprender y explicar fenómenos complejos, como la cultura, el lenguaje o el conocimiento mismo.

El espacio visto como resultado de la interacción cultura-naturaleza es usado en modelos teóricos de distinto tenor, y resulta interesante el enfoque planteado por Descola y Pálsson (2001, p. 12 y ss.), que cuestiona el dualismo cartesiano y la separación entre cultura y naturaleza, mente y cuerpo, etc. Ya que para entender el surgimiento de los lugares construidos, debe comprenderse el contexto sociocultural del cual surgen los significados, conviene recordar los diversos términos que distintas corrientes de estudios han usado para responder a la cuestión del dualismo cartesiano en relación con el espacio visto como un producto cultural. Como ejemplos tenemos el estructuralismo, la fenomenología o la semiótica, como enfoques multidisciplinarios en torno a fenómenos de la comunicación, el lenguaje y la comprensión de sentido (Descola y Pálsson, 2001, p. 30; Beuchot, 2008, pp. 10-11; Giddens, 2006, pp. 18, 80; Bourdieu, 2007, p. 13, etc.). Estos marcos teóricos asumen el concepto de sistema para referirse a estructuras de sentido, ya sea una lengua, una cosmovisión, una sociedad o el espacio construido, donde los significados, o la totalidad de sentido, se observan como un sistema estructurado en el cual el orden de cada elemento o parte depende de su relación con los demás, y donde esa totalidad es más que la suma de las partes.

Para exponer esta crítica conceptual vamos a centrarnos en el problema del diseño del espacio habitado, que en términos de largo plazo tiene como resultado un paisaje cultural (Rapoport, 2008, p. 36), sólo que en este caso el diseño es realizado por una sucesión de generaciones de habitantes del lugar. Si no hay un diseñador, como en el caso del diseño arquitectónico propiamente dicho, ¿qué reglas gobiernan el curso de la modificación del lugar y cómo deciden sus habitantes las acciones de apropiación y uso del espacio?

Términos como patrimonio construido y paisajes culturales son un tema tan extenso que algunos conceptos aún parecen vagos, razón por la cual existe reticencia para incorporarlos en los respectivos marcos de los círculos académicos en su acepción tradicional.

Entre otros resultados de esta crítica conceptual, vemos que los diversos métodos y disciplinas han tenido que referirse al lenguaje desde distintas perspectivas, y en este punto tenemos dos grandes áreas disciplinares que divergen en su enfoque4. Recordemos que se puede hablar de un conocimiento a priori y otro a posteriori, y que esta categorización nos remite a los enfoques analítico y sintético, y, por último, al concepto de 'giro lingüístico' (Rorty, 2008, pp. 33-34), según el cual todo conocimiento depende del uso que se haga del lenguaje: uno para 'abrir' mundos y otro para explicar el mundo.

Siendo tan extenso este tema, solo observaremos aquí otro ángulo sobre lo innato y lo aprendido, un debate hoy rebasado mediante la idea de que existe una herencia doble en el ser humano (Cavalli-Sforza, 2000), cultural y biológica, y el reto actual es observar esta memoria como un todo.

Sin embargo, no está claro si nuestras mentes son una tabula rasa al nacer y cómo podría ser ello, o por el contrario, se nace con una especie de "programa", una especie de gramática, o bien, se trata de un cerebro modular, con áreas específicas para diversas funciones como el lenguaje, la imaginación que hace posible el diseño de lugares para vivir, o la percepción de objetos en el espacio. ¿Cómo se articulan la percepción y el aprendizaje de los hechos culturales, sociales y ambientales inherentes al espacio construido en general? El concepto de paisaje cultural, al incluir el entorno físico, el simbólico y el social, permite definir con mayor claridad cómo elabora el ser humano espacios construidos (cfr. Rapoport, 2008), y también ofrece una síntesis entre distintas escalas o velocidades de desarrollo de diferentes lugares, en determinados periodos de tiempo, usando el concepto de auto-organización de sistemas complejos. Este enfoque también es aplicable a procesos culturales y sociales, por ejemplo, el desarrollo cognitivo que permite a los individuos el aprendizaje y la interacción social y comunicativa.

Todo esto no puede ser explicado si no comprendemos antes cómo evolucionó el sistema nervioso como estructura cognitiva en constante retroalimentación con el entorno; bajo este punto de vista, una estrategia evolutiva ha sido el desarrollo heterocrónico del sistema nervioso, en un proceso que permite la endoculturación y el aprendizaje durante los primeros años de vida, traducido a patrones de apropiación del espacio, esquemas cognitivos socialmente aprendidos y categorías ontológicas para organizar lo percibido en el entorno. Así, distintas escalas de desarrollo -hetero-cronías-, en lo social, lo territorial y lo cultural, se yuxtaponen mediante retroalimentación haciendo posible el surgimiento de lugares construidos y paisajes culturales.

Materiales y Métodos

Luego de comparar distintos enfoques disciplinares, tanto científicos como filosóficos, que tienen como materia de estudio la cultura, el espacio, el lenguaje, la mente o la capacidad de percepción y conceptualización del entorno, observamos que quizá ninguno por sí mismo logra abarcar la totalidad de lo que sucede en torno a la relación cultura-naturaleza vista a través del espacio habitado.

Nuestra investigación muestra que el problema que no se ha resuelto es metodológico5, lo cual resulta evidente si pensamos que la construcción de vivienda involucra distintos procesos que, en resumen, atañen a lo social, lo cultural y lo territorial.

Como respuesta a un problema científico, vamos a sostener la tesis de que construir lugares habitados se debe a la actividad cognitiva del cerebro humano como interfase entre el propio individuo y su entorno. Esta actividad consiste en organizar la información procedente de dicho entorno mediante categorías conceptuales o lingüísticas. Pensemos en el frío y calor; la razón de que otros organismos construyan vivienda consiste en dejar la mayor descendencia posible; pero esto, que parece tan básico, ha generado en la especie humana sociedades complejas y otros fenómenos emergentes, como el lenguaje y el espacio habitado.

Dicho esto sin pretender agotar un estado de arte que cada día se hace más complejo, enseguida se resumen los argumentos a favor de una integración disciplinaria en la cual se hace una revisión de las bases conceptuales de otros enfoques relacionados con el espacio construido y el patrimonio cultural inmaterial, con el propósito de delimitar dos puntos de vista:

Explicativo o científico, acerca de los procesos cognitivos que caracterizan la actividad del sistema nervioso humano en permanente interacción recursiva con el entorno. En tal sentido, se asume la actividad cerebral como un proceso de ordenamiento de 'lo que hay en el mundo'6 mediante categorías lógicas, ontológicas y gramaticales, lo que fortalece un marco cultural al que, según este trabajo, se ha llamado identidad, herencia cultural, territorialidad o sistemas de reglas y de representaciones colectivas. A su vez, estos sistemas de reglas y categorías ontológicas permiten a los actores culturales elaborar mapas cognitivos (Rapoport, 2008, p. 40), esquemas de organización (Descola y Pálsson, 2001, p. 106), o de acción y de percepción (Bourdieu, 2007, p. 25 y ss.).

El otro punto de vista, es decir, ontológico y filosófico, permite responder a los problemas conceptuales que surgen del enfoque cartesiano, y también a la consolidación de paradigmas emergentes, como en los estudios de la complejidad, que permiten estudiar diversos niveles de realidad que interaccionan dialógicamente como sistemas que se autoorganizan. En nuestro caso, tenemos representados estos sistemas en el territorio y el espacio construido, en la acción y la estructura social, y en las experiencias subjetivas o representaciones mentales de los sujetos culturales estudiados.

Así, tanto los sistemas de representaciones, de reglas sociales o de esquemas cognitivos, son vistos aquí con el término 'compromiso ontológico'. Este 'compromiso ontológico' consiste en estructuras de sentido y funciona mediante la aplicación de reglas o sistemas de ellas. Los sistemas de reglas gramaticales y los sistemas constructivos, por dar un ejemplo, producen estructuras de sentido, sean ideas o vivienda vernácula.

El uso de algunos conceptos transdisciplinarios ilustra nuevos aspectos para explicar o describir estos procesos espaciales, ya sean sociales, culturales o cognitivos, que se desarrollan a partir de sistemas de reglas para constituir sentido.

La experiencia fenoménica (Lo cualitativo de la experiencia mental)

El punto de vista de quienes construyen y habitan el espacio es un problema metodológico y conceptual, y no parece haber respuestas únicas, dependiendo de si para conocer dicho punto de vista se ofrece una explicación científica o bien, una descripción e interpretación fenomenológica o de otra índole.

Comprensión y explicación; Filosofía y ciencias

La cuestión es si podemos tratar como experiencias mentales dicho punto de vista, es decir, si podemos emplear el término usado por Norberg-Schulz (1998), 'carácter del lugar' -o genius loci-, como el "carácter irreductiblemente subjetivo de los procesos mentales conscientes" (Nagel, 2003, p. 47; 1998, p. 17). Si planteamos que la identidad, la cultura interiorizada, o los esquemas cognitivos y sistemas de reglas, son otras maneras de explicar el carácter de los lugares, entonces dicho carácter se observa como constituido por experiencias mentales de sujetos particulares. Tales experiencias se relacionan con lugares físicos y poseen significados que involucran esos lugares. A través del tiempo, estas experiencias mentales y esos significados participan en el desarrollo de conocimientos locales de los que resulta el espacio construido.

Por ello, proponemos dirigir la atención a sistemas que se auto organizan y pensar en reglas o sistemas de ellas, como proceso de producción de sentido, es decir, de auto-organización. Incluimos aquí por ejemplo los sistemas de reglas sociales, los sistemas de representaciones, de percepción y acción, los sistemas constructivos y los sistemas de reglas gramaticales.

Vemos el problema de definir un estatus epistemológico para estos procesos de producción de sentido, ya que se refieren a la actividad consciente y a las experiencias mentales de otros. Para unos autores, referidos en este trabajo, los esquemas, mapas cognitivos o significados, entre otras experiencias subjetivas, existen en las mentes de los individuos, mientras que para otros, consisten en acciones o en procesos sociales y culturales.

Los enfoques revisados aquí coinciden en que el problema principal consiste en explicar qué son los estados mentales a los que hacen referencia conceptos como identidad, patrimonio cultural intangible, territorialidad o acción comunicativa. Además, no obstante que es indudable la existencia de un lenguaje de patrones y de formas en la construcción de lugares habitados, esta sigue siendo, científicamente hablando, la 'pregunta difícil', y no queda claro dónde está y qué es, cognitivamente hablando, dicho lenguaje.

Así, observando la arquitectura más allá de su estrecho discurso tradicional, llama la atención acerca de que uno de los aspectos de la arquitectura teórica, el conceptual, debe ser tratado de modo filosófico. Durante el siglo pasado la arquitectura acudió a la filosofía con el fin de explicar cuestiones alusivas al diseño arquitectónico y al factor humano en el espacio construido. En este caso tenemos el problema del significado que tienen los lugares construidos para sus habitantes, así como las experiencias mentales que constituyen la identidad cultural, experiencias hechas de recuerdos, sueños, añoranzas, emociones y otros sucesos difíciles de conceptualizar, y que los filósofos llaman 'qualia'7.

Para Searle (2007, p. 98; 2009, p. 65), la consciencia es cualitativa en el sentido de que para cualquier estado de consciencia existe cierto carácter fenoménico, cierto aspecto de 'lo que se siente', por ejemplo, al beber agua o escuchar música. Esa experiencia de 'lo que se siente' es subjetiva en sentido ontológico, pues solo existe como experimentada por una persona o animal. A causa de su carácter cualitativo y subjetivo, dichos estados mentales han sido llamados 'qualia', pero este concepto no abandona el dualismo cartesiano, pues sugiere que los qualia son 'cosas', y por lo visto una manera de superar falsos problemas -mente-cuerpo, sujeto-objeto, etc.- nos remite a lo que Searle (2007, p. 101) llama una aplicación de la filosofía de la mente wittgensteiniana a la neurociencia contemporánea. Esto quiere decir que se observan las experiencias mentales como un juego de lenguaje, donde el significado depende de la práctica y del contexto (cfr. Nagel, 2003, p. 152).

El problema aquí ha sido el enfoque cartesiano -sujeto-objeto- que pretende que los estados físicos del cerebro son algo distinto a las experiencias mentales o conscientes. Si bien los procesos en el cerebro causan estados conscientes, estos no son una sustancia separada sino "... una característica de nivel superior del cerebro" (Searle, 2009, p. 62).

Tenemos, pues, que las experiencias subjetivas son irreductibles al enfoque científico, pero ¿qué tipo de conocimiento se puede tener acerca de las experiencias de otros? Volviendo a la dialéctica cartesiana, resulta que algunos conceptos -y los conceptos en general- manejados por Norberg-Schulz, por ejemplo, intención, carácter, signo y medio simbólico, no son entidades físicas y por lo tanto son inaccesibles o irreductibles al enfoque científico. Así, el problema principal se refiere a la terminología que este autor veía "incoherente, contradictoria y subjetiva" (1998, p. 137), ejemplificando el caso con la palabra espacio, otro término con gran variedad de interpretaciones.

Si este autor reconoce que la arquitectura no solo tiene un propósito instrumental, sino una función psicológica (ibíd., p. 16), y plantea como una línea de trabajo el investigar "cómo percibimos realmente" el mundo circundante, reconoce en la fenomenología esta posibilidad de responder, pero mientras los objetos físicos son 'más fácilmente accesibles al análisis científico, la información que necesitamos para aproximarnos al medio simbólico está disponible solo en parte' (ibíd., p. 134).

Carácter del lugar y categorías ontológicas

Suponiendo que existe una correlación entre los procesos perceptuales y cognitivos que el cerebro realiza para interactuar con el mundo exterior, las experiencias subjetivas y cualitativas de 'lo que se siente' en determinados lugares, como para diseñar y construir una vivienda, ¿se encuentran en esa correlación la identidad, la cosmovisión, los patrones de organización del espacio o los sistemas de reglas que gobiernan una sociedad? ¿En qué momento de su historia evolutiva el ser humano aprende a construir lugares para vivir, y qué relación tiene esto con el surgimiento de la cultura y el lenguaje? ¿Cómo comprender las intenciones y el significado atribuidos a la construcción de lugares habitados y a los lugares mismos, más allá de la simple explicación de que se trata de asuntos culturales, mentales o subjetivos? Por último, ¿cómo, a través de los estudios del paisaje y la arquitectura vernácula, podemos comprender otras culturas? Digamos, ¿cuál sería la experiencia fenomenológica de ellos, tal que tengamos un conocimiento científico de dicha experiencia? Es decir, ¿hasta dónde se puede conocer de manera objetiva lo cualitativo del mundo de vida de los actores culturales, y qué otro modo de conocer se tiene de ello? Lo que no ha quedado claro es el deslinde entre lo científico y lo filosófico, y es algo a lo cual se pretende abonar en este trabajo.

La respuesta requiere esta integración disciplinar entre filosofía y ciencias. Entre otras posibles respuestas, la filosófica recurre a la ontología, la fenomenología y la semiótica para relacionar ciertos conceptos, como el de intencionalidad, clave en el enfoque fenomenológico, así como el de 'mundo de vida', que refieren experiencias cualitativas de los sujetos culturales y los actores del espacio habitado, con investigaciones empíricas basadas en las neurociencias. El punto de vista de quienes habitan y construyen tales lugares ha sido el problema por tratar. Entre las propuestas citadas aquí, observamos diversas maneras de acudir a la ontología, como señalamos en seguida.

Recordemos que la ontología, en el sentido que damos aquí al término como el estudio de 'lo que existe', debe explicar cuestiones como los límites y relaciones entre los objetos que se asumen como existentes, y esto es precisamente lo que realizan los actores culturales recurriendo a categorías ontológicas, a esquemas o pautas de acción y representación, y a sistemas de reglas para constituir sentido. Y es la aplicación de estas pautas, sistemas de reglas y esquemas de acción y representación, lo que ha permitido al ser humano controlar las variables ambientales mediante la construcción de vivienda y espacios habitables. Por ello se ha querido ver en este trabajo el punto de vista de los actores culturales como un compromiso ontológico que echa mano de categorías gramaticales y conceptuales para organizar lo que existe, y de ese modo diseñar y modificar el espacio habitado.

Tomemos la aseveración de la antropología cognoscitiva, que se enfoca en modelos gramaticales que representan 'categorías puras de pensamiento' en el sentido de esquemas que son representaciones de hechos, elementos y relaciones en "la mente" de los actores (Descola y Pálsson, ob. cit., p. 106).

¿En qué sentido interviene el lenguaje en ese ordenamiento? Algunos teóricos recurren a la psicología evolucionista, a la filosofía del lenguaje, de la consciencia y de la percepción para descifrar la relación entre categorías lógicas o de uso del espacio, categorías ontológicas y categorías gramaticales.

Una referencia importante es la hipótesis de Edward Sapir y Benjamin Lee Whorf acerca de la relación entre las categorías gramaticales y la forma de percibir el mundo; al respecto, Lowe (ob. cit., p. 165) encuentra un correlato entre las categorías ontológicas de la metafísica occidental y las categorías gramaticales de las lenguas indoeuropeas. Pero mientras dichas categorías hacen referencia a substancias -sustantivos: perro, mesa, árbol, etc.- y propiedades -adjetivos: rojo, pesado, frondoso-, otras lenguas "no operan con una ontología de substancias", sigue Lowe. Así, Sapir y Whorf mostraron que una lengua impone ciertas restricciones al esquema conceptual que muestran sus hablantes (ídem). Sin embargo, mientras algunos suponen que la hipótesis Sapir-Whorf plantea el papel del lenguaje en el 'moldeamiento del mundo perceptual', otros observan este proceso al contrario, es decir, en cómo la percepción determina el uso de 'metáforas cognitivas' -término atribuido a George Lakoff- y de las categorías gramaticales correspondientes.

Comparar la estructura gramatical de los actores culturales y las categorías que ellos mismos reconocen como significativas, es lo que varios enfoques aludidos aquí consideran como científico. Según esto, las categorías conceptuales de tipo 'etic' (Harris, 1996, p. 497) son proposiciones para referirse a que un suceso dado ha ocurrido, las cuales dependen de distinciones fenoménicas consideradas adecuadas por la comunidad de observadores científicos. Estas proposiciones "quedan verificadas cuando varios observadores independientes, usando operaciones similares, están de acuerdo en que un acontecimiento dado ha ocurrido".

Otra cosa son las categorías que los actores culturales consideran significativas, es decir, categorías de tipo 'emic'8. Recordemos la 'doble hermenéutica', mencionada atrás, mediante la cual Giddens resolvía el problema del significado (ob. cit., p. 23) y la intencionalidad de las mentes de los actores, problema que, en términos generales, desembocó en el giro cualitativo en las ciencias sociales9.

La metodología cualitativa se observa no solo en ciencias sociales; al respecto, resumiremos con la idea del significado y el papel de la semiótica como elementos de un rebasamiento conceptual visible en los estudios de la complejidad. Aquí vamos a proponer que las experiencias subjetivas de los actores del espacio habitado, desde un punto de vista emic, pueden estudiarse de manera objetiva como categorías gramaticales, lógicas y ontológicas: ¿qué existe en el mundo para ellos y cómo lo organizan? Ellos organizan su mundo por medio de categorías, mismas que pueden ser observadas desde distintos puntos de vista, como vemos aquí. Pero una cosa son las categorías y otra el acto de categorizar, el cual es un acto de organización de lo que se percibe. Smith usa el término partición10 para referirse a categorías cultural y socialmente establecidas que, de ese modo, pueden entenderse como categorías universales. Si bien las categorizaciones de lo que existe no deben ser reducidas a meras clasificaciones taxonómicas, se puede hablar de un tipo de ordenamiento que, a diferencia de la clasificación taxonómica, se basa en una lógica de relaciones11.

Por otra parte, aunque se piense que el estructuralismo es cosa del pasado, "sigue vigente en varios de los análisis que se hacen hoy en día" (Beuchot, 2008, p. 158). La idea de estructura es análoga a la de sistema, vistos como entidades complejas hechas a partir de unidades básicas, donde el sentido depende de la relación entre esas unidades o partes, y donde el todo es más que la suma de las partes.

Estas referencias las damos en el sentido de poner atención a modelos teóricos, tanto científicos como filosóficos, que mantienen de algún modo la idea de estructura como un principio de orden que depende de la relación entre las partes -el orden gramatical, por ejemplo-; pero se trata de un orden dinámico, como proceso más que como objeto, y de ese modo justificamos nuestro enfoque comparativo entre estructuras y categorías gramaticales, lógicas y ontológicas, como herramientas y procedimientos para organizar 'lo que hay en el mundo'. Las categorías importan tanto para el investigador como para el investigado, pues les permiten organizar lo que existe en 'su' mundo.

Sistemas de reglas

Otro modo de saber algo acerca de las experiencias cualitativas inherentes al patrimonio construido es observando los sistemas de reglas en general y comparándolos con los sistemas constructivos. Comprender un sistema constructivo es comprender un sistema de reglas; al mismo tiempo, "saber o comprender un significado quiere decir saber o comprender una regla" (Ramírez, 2005, p. 150); y este saber una regla quiere decir usarla. Comprender el significado de una expresión se debe a una realidad "entera y básicamente social" (ídem).

Según Ramírez, al comprender las reglas sociales, al entender significados y aprehender símbolos, se pertenece a la sociedad; si en cada elemento que constituye la sociedad y la cultura, y en la totalidad misma, se encuentran "expresadas" las significaciones, "la manera de acercarnos a ella va a ser mediante procesos hermenéuticos, mediante actos de re-imaginación, interpretación y comprensión, que son a la vez procesos de concreción y actualización, de aplicación pragmática del sentido de aquellas significaciones" (íbid., p. 152). Así, los actores culturales disponen de ciertos procedimientos para organizar lo que existe, a manera de reglas de constitución de sentido. Los sistemas de reglas constituyen nuestros hábitos, como una objetivación de nuestro hábitus lingüístico (Bourdieu, ob. cit., p. 173).

En esta línea se establece el término 'lenguaje del pensamiento', usado por Fodor para referirse a la capacidad de usar reglas gramaticales de modo innato, mediante representaciones (cfr. Lowe, ob. cit., p. 149).

Resultados

Un marco teórico no dualista, como en los estudios de la complejidad, implica dejar claro el sentido de algunos conceptos básicos; por ejemplo, el de las experiencias cualitativas de 'la mente de otros'. No es tan simple proponer los hechos culturales como explicación del surgimiento de los paisajes y lugares construidos, y llamar a esto habitabilidad, territorialidad, identidad u otro término parecido. Existen varios modelos teóricos enfocados a lo que Cavalli-Sforza (2000, p. 172) llama 'herencia doble' en el ser humano, como diversos problemas por resolver, entre ellos, los más recurrentes tienen que ver con el dualismo cartesiano, al tratar de entender la relación entre lo genético y lo cultural. Este problema está enfocado en el lenguaje y el significado principalmente, y se resume en la pregunta de si la capacidad del habla y de la significación es innata o aprendida. Y es que, insistimos aquí, este es el aspecto medular en toda explicación del espacio construido, y en una teoría de la arquitectura en general, la cual debe contemplar en su objeto de estudio la herencia biológica, pues en ese sentido ya es común hablar de cultura y de construcción de lugares para vivir en otras especies de animales (cfr. Cavalli-Sforza, ob. cit.; Descola y Pálsson, ob. cit., p. 25).

Pero una afirmación como esta debe ser respaldada examinando los aparatos críticos de la filosofía del lenguaje y de la mente, la filosofía analítica, las neurociencias y la ontología, básicamente, para establecer de manera precisa de qué se habla al decir 'mente'. Si bien la mente de otros resulta inaccesible desde un punto de vista explicativo, es decir, científico, ya que no podemos penetrar en las mentes de otros para sentir lo cualitativo de sus experiencias fenoménicas (Nagel, véase p. 4 de este escrito), sino las nuestras y nada más, entonces, ¿qué marco teórico es más conveniente utilizar para entender lo que significa el espacio habitado para sus ocupantes12?

Un problema al que otros enfoques explicativos han llegado es el del significado, el cual vemos que rebasa las fronteras de las ciencias sociales, de la geografía y de la arquitectura. El patrimonio construido posee no solo cualidades materiales objetivas o científicamente explicables, toda vez que los elementos que lo configuran tienen significados propios para sus habitantes; es el caso de los materiales empleados en la elaboración de la arquitectura vernácula y del proceso que implica su adquisición, como recurso de la naturaleza, así como su tratamiento y aplicación. El significado se halla en cada una de las acciones y dimensiones del actor cultural, y el enfoque científico depende de los resultados en los estudios acerca de cómo percibimos, categorizamos y conocemos el mundo exterior, que es la forma de explicar las intenciones de quienes construyen lugares para vivir.

Regresando a las preguntas anteriores, podría pensarse que solo importa responder científicamente a ellas, pero la filosofía es algo tan complicado que el propio Nagel (2000, p. 19) se pregunta qué sentido tiene hacerla si no se es suficientemente bueno en ello. En tal caso, es comprensible suponer que los trabajos en teoría de la arquitectura podrían ser una mera "barnizada filosófica" para salir de atolladeros como el de la cultura, la cognición y percepción, el lenguaje, los sistemas de signos y el significado, por decir algo, presentes como factores del espacio construido. Veamos por qué.

Aquí consideramos más apropiado concluir que al mencionar la identidad, la cultura interiorizada o la experiencia cualitativa de los lugares habitados -el carácter del lugar-, estamos hablando de experiencias mentales y de la consciencia, y que en ese sentido existen posibles respuestas científicas que aportan las neurociencias y las ciencias cognitivas. Pero es un error suponer que solo este tipo de respuestas es posible, pues la mayoría de científicos dan por sentada una serie específica de supuestos filosóficos, como el de que los estados mentales son algo que sucede 'en la mente' o en la cabeza, "como si la única alternativa al supuesto cartesiano de que aquello que piensa y siente en nosotros es inmaterial, fuera el supuesto de que aquello que piensa y siente en nuestro interior es una parte del cuerpo" (Noë, 2010, p. 23). Otros autores, como el propio Noë, piensan distinto; en esa línea, la consciencia o la mente no son entidades, sino algo que sucede, algo que, como la cultura, todos hacemos. Así, consciencia es experiencia, es pensamiento, sentimiento y "el hecho de que, mediante la percepción, se nos 'aparece' un mundo" (Noë, ibíd. ).

El problema del significado, de las experiencias fenoménicas o cualitativas, como un problema de la consciencia, es entender el hecho de que pensamos, sentimos y el mundo se nos aparece, y que de ese modo se requiere "una operación conjunta entre el cerebro, los órganos de la percepción y el mundo" (ibíd., p. 27).

Discusión

Para entender y explicar los problemas filosófico y científico de las experiencias cualitativas relacionadas con el paisaje y la construcción de lugares para vivir, ha sido necesaria la crítica del dualismo cartesiano, es decir, del sujeto cartesiano como substancia (Beuchot, 2010, p. 70; Descola y Pálsson, ob. cit., p. 23). En tal sentido, una ontología de procesos significa observar el cambio, la retroalimentación de tres grandes subsistemas que constituyen la experiencia humana, y la modificación del espacio por procesos culturales. El espacio habitado es resultado de estos procesos, pero estos suceden en una sociedad determinada por ciertas reglas, reglas que, supongamos por ahora, 'existen' en los cerebros de los actores culturales. Pero la experiencia mental también se puede observar no como entidad abstracta, sino como comportamiento, como acción comunicativa o como interacción social, y finalmente como resultado de la actividad de ordenamiento y categorización.

En lo que Searle llama 'la explicación difícil' de los estados de conciencia, falta mucho para saber qué tipo de eventos físicos son causantes de qué emociones específicas, o de los archivos de recuerdos, sueños y patrones o esquemas de apropiación del espacio culturalmente transmitidos. Pero, en nuestro punto de vista, podemos establecer buenos resultados en una comparación entre categorías gramaticales, ontológicas y conceptuales, acudiendo a un reciente punto de vista que fusiona ontología y neurolingüística.

El compromiso ontológico, como el punto de vista de los actores culturales, mismo que vemos reflejado en la vivienda vernácula y el paisaje cultural, es una estructura de sentido en permanente auto organización y dinamismo, del mismo modo que las lenguas humanas que, mediante reglas gramaticales, establecen principios de orden para organizar lo existente y de ese modo existen como categorías ontológicas y entidades abstractas. Por ejemplo, la identidad, como estructura de sentido, como compromiso ontológico, es algo que está sucediendo, que se valida mediante los sistemas de reglas socialmente aprendidos, mediante la acción social y los patrones de comportamiento aceptados por la colectividad.

Por otro lado, lo que puede ser explicado es el proceso cognitivo que lleva al cerebro humano a jerarquizar y categorizar la información recibida del exterior para elaborar esquemas de acción y apropiación del espacio. De ese modo, el enfoque ontológico-cognitivo integra disciplinas científicas y filosóficas que tradicionalmente se han visto como contrarias respecto a la noción misma de conocimiento. Porque hemos visto que también es posible un conocimiento subjetivo, en primera persona, ontológico, acerca de la experiencia cualitativa consistente en diversos estados mentales, por ejemplo el sentido de la pertenencia a los lugares.

Conclusión

La respuesta filosófica al problema del patrimonio cultural intangible y la información cultural implica una doble lectura: el objeto de estudio es un proceso dinámico, un sistema que se auto organiza; los estudios de la complejidad nos permiten asumir una ontología de procesos y relaciones, y abandonar una de objetos y sustancias inmutables, como algún día se entendió la cultura o la identidad.

Así, vemos la recursividad entre distintos subsistemas de un todo al que nos referimos como paisaje cultural o patrimonio construido, ya que observamos acciones y comportamiento que obedecen a información tanto exterior como interior al individuo; acciones y comportamiento basados en sistemas de reglas y en estructuras de sentido socialmente aprendidas. A su vez, esta información existe en "las mentes" de los sujetos culturales, en términos de un compromiso ontológico que les permite trazar esquemas de acción y tomar decisiones que respondan al contexto, ya sea de la sociedad o de la naturaleza y la explotación de sus recursos.

Un principio de orden suficientemente validado es el de auto-organización, que es un concepto clave en los estudios de la complejidad; digamos que la regla aquí está relacionada con las leyes de la termodinámica y, en tal sentido, nada más ilustrativo que la arquitectura vernácula, ya que manifiesta un alto grado de control de fluctuaciones y variables ambientales, como la temperatura.

La experiencia cualitativa, que puede ser estudiada a partir del habla, de los textos o narrativa, mitos y/o trabajo etnográfico, etc., es, pues, al mismo tiempo, una experiencia ontológica, conceptual y lingüística de ordenamiento del mundo de vida; las categorías universales y sistemas de clasificación de lo que existe en el mundo pueden estudiarse como algo objetivo en el sentido en que permiten a los propios actores culturales adaptarse a su entorno mediante la construcción de lugares para vivir. Sin embargo, como dice Lowe (ob. cit., p. 170), no se puede sostener que la lengua de un hablante le constriñe a determinado esquema conceptual, y que ello "imponga al mundo del hablante una estructura ontológica particular".


Pie de Página

1El criterio reduccionista, ya sea desde el conductismo o el funcionalismo, es el criterio epistemológico de realidad, que afirma que solo existe lo que se puede entender de cierta manera (ídem, 2000, p. 128)
2Algo que Giddens (2006, p. 396) había asentado en el término 'hermenéutica doble' como "la intersección de dos marcos de sentido": lo social, provisto de sentido tal como lo constituyen los actores, y "los metalenguajes" inventados por los científicos sociales.
3Hemos visto distintas interpretaciones del término ideado por Gadamer; en este trabajo se recurre a Giddens -cita anterior-, pero sobre todo a la propuesta, encabezada por Searle y otros, entre filosofía y neurociencias. Otros enfoques al respecto son: 'giro lingüístico', y en ciencias sociales, el problema de las "dos culturas" y de los enfoques emic-etic, y agencia-estructura, citados a lo largo de este texto. Cfr. Rorty, 2006; Wallerstein, 2002; Giddens, 2006, etc.
4Esto se refiere a la distinción entre verdades basadas en hechos y aquellas basadas en estructuras lógicas, independientemente del contexto fáctico. Así, hablamos de un conocimiento nomotético, es decir, que busca verdades y leyes universales del mundo físico, y otro conocimiento ideográfico, que proviene de la experiencia y la acción (cfr. Wallerstein, 2002, p. 140).
5Véase por ejemplo, el debate en torno a la metodología de tipo emic y etic en estudios etnográficos, y la propuesta llamada etnociencia o etnolingüística, o también el de los estudios cuantitativos y cualitativos en las ciencias sociales, a partir de la disyunción conceptual estructura-agencia, así como el problema de la demarcación entre conocimiento científico y el que no lo es. Véase: Wallerstein, 2002, p. 235, y 2007, p. 80; Bourdieu, 2008, p. 57 y ss.; Giddens, 2006, pp. 21 y 22; Rorty, 2008, p. 123
6Aquí usamos el concepto 'ontología' como el estudio de lo que una teoría, persona o cultura consideran como existente. La ontología, en cuanto rama de la filosofía, es la ciencia de lo que es, de las clases y estructuras de los objetos, las propiedades, los sucesos, los procesos y las relaciones en cada área de la realidad (Smith, 2007, p. 47). Asumir que algo existe en el mundo, por lo cual este es así, o sea, decidir aquello que existe o no, ya sea para un filósofo, un científico o alguien cualquiera, es un 'compromiso ontológico' (p. 66).
7Para un amplio panorama acerca de las experiencias fenoménicas o 'qualia', véase: Ezcurdia y Hansberg, 2003. Además: Lowe, ob. cit., p. 54.
8El punto de vista emic, como se sabe, es el punto de vista en primera persona; según Harris (1996, p. 493), "la estructura emic tiene que corresponder a la 'intención' del actor en la acción observada. Es decir, una descripción emic tiene que ser el producto de un conjunto de procedimentos lógico-empíricos a través de los cuales se llega a conocer la intención y el sentido de los actores" -detectar la presencia y, hasta cierto punto, la naturaleza y el sentido de la intención, cita Harris a Pike-. Respecto del punto de vista en primera y tercera persona, véase Searle (2009, p. 76).
9Otro tanto sucedió con Geertz y su obra La interpretación de las culturas. Cfr. Descola y Pálsson, ob. cit., p. 22.
10Véase Smith, 2006, p. 54; "las particiones son actos mediante los cuales hacemos referencia a objetos de la realidad". Cada partición es compatible con un rango de perspectivas posibles, en lo que respecta a los constituyentes últimos de los objetos considerados.
11Recordemos que la Mereología, en tanto rama de la Ontología, estudia las relaciones entre las partes y el todo, y entre ellas mismas (Smith, 2007, p. 67).
12Por ejemplo, en el caso específico del paisaje cultural, o sea, el espacio habitado en general, se tiene la necesidad de explicar tres grandes temas: sociedad, cultura interiorizada y espacio o territorio.


Referencias

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* Cómo citar este artículo: Fuentes, FJ. (2011). La experiencia cualitativa en el paisaje y el patrimonio construido. En: Apuntes 24 (2): 166-177.

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