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Apuntes: Revista de Estudios sobre Patrimonio Cultural - Journal of Cultural Heritage Studies

versión impresa ISSN 1657-9763

Apuntes vol.25 no.1 Bogotá ene./jun. 2012

 

Jongovito (Pasto, Colombia) y la Fiesta de San Pedro y San Pablo: sincretismo andino y católico

Jongovito (Pasto, Colombia) and the Feast of Saints Peter and Paul: Andean and Catholic syncretism

Jongovito (Pasto, Colômbia) e a Festa de São Pedro e São Paulo: sincretismo andino e católico

William Pasuy Arciniegas

wpasuy@gmail.com
Universidad de La Salle
Arquitecto, Magíster en Patrimonio Cultural y Territorio, Especialista en Pedagogía de la Creatividad y Diplomado en Gestión Cultural. Profesor de Planta del Programa de Arquitectura en la Facultad de Ciencias del Hábitat de la Universidad de la Salle y profesor de cátedra de la Maestría en Patrimonio Cultural y Territorio de la Pontificia Universidad Javeriana, en Bogotá. Profesor fundador de programas de Arquitectura en la Institución Universitaria cesmag (1997) y Universidad de Nariño (2003) en Pasto; también en las Universidades Cooperativa y Piloto de Colombia (1997-2009). Investigador desde 1995 en temas de patrimonio cultural colombiano. Conferencista nacional e internacional desde 1996. Experiencia en formulación y ejecución de procesos proyectuales arquitectónicos y del patrimonio cultural.

Artículo de reflexión. El artículo es producto del trabajo de grado "Formulación del Plan de Salvaguardia y Conservación de la Fiesta Patronal de San Pedro y San Pablo del corregimiento de Jongovito, municipio de Pasto", en el espacio académico "Taller de Escalas de Análisis iv" de la Maestría en Patrimonio Cultural y Territorio de la Pontificia Universidad Javeriana (julio de 2007 a junio de 2009).

Recepción: 28 de octubre de 2011 Aceptación: 5 de marzo de 2012


Cómo citar este artículo.

Pasuy, W. (2012). Jongovito (Pasto, Colombia) y la fiesta de San Pedro y San Pablo: sincretismo andino y católico. En Apuntes 25 (1):140-151.


Resumen

Las fiestas patronales junto con sus espacios ceremoniales son un patrimonio cultural, muestra legítima de herencias en un territorio, y están presentes en los corregimientos localizados alrededor de la ciudad de San Juan de Pasto en el Valle de Atriz (Nariño, Colombia). A través del análisis de documentación, trabajo de campo e inclusión comunitaria, se logró construir una metodología participativa que permitió reconocer fiestas con fuertes valores religiosos y andinos en los poblados adyacentes al volcán Galeras, por el sincretismo entre memorias prehispánicas andinas y herencias españolas de sus manifestaciones religiosas. Se toma como caso de estudio y reflexión la Fiesta Patronal de San Pedro y San Pablo en el corregimiento de Jongovito, fundamentada en celebraciones fiesteras religiosas, populares, agrarias y andinas que trasforman transitoriamente el territorio en un espacio ceremonial, donde los santos patronos y las guaguas de pan son protagonistas en una actitud de fervor y agradecimiento comunitarios, vinculando costumbres, saberes y tradiciones que otorgan un sello especial a su cultura. Estas herencias abren nuevos espacios y líneas de investigación en torno a la cultura fiestera andina y a las tradiciones religiosas presentes en el sur del país.

Palabras clave: fiesta patronal, espacio ceremonial, sincretismo, santos, guaguas de pan.

Descriptores: patrimonio cultural, festividades religiosas, Día de San Pedro, vida social y costumbres -Pasto (Colombia).


Abstract

The patronal feast with their ceremonial spaces are a cultural heritage, a legitimate display of inheritance in a territory and presented in villages (corregimientos) located around the city of San Juan de Pasto in the Valley of Atriz (Nariño, Colombia). Through the analysis of documents, fieldwork and community inclusion, a participatory methodology was built which allowed the recognition of festivities with strong religious and Andean values in the villages adjacent to the Galeras volcano, by syncretism among Andean pre-Hispanic memories and Spanish inheritances of religious manifestations. It is taken as a case of study and reflection, the Patronal feast of St. Peter and St. Paul in the Corregimiento of Jongovito, based on Andean agricultural religious and popular celebrations, temporarily transforming the territory into a ceremonial space, where the patrons Saints and the Guaguas de Pan are main characters in an attitude of fervor and community thankfulness, linking customs, knowledge and traditions which provide a special stamp to their culture. These inheritances open new spaces and lines of research into the Andean festivity culture and religious traditions present in the South of the country.

Key words: patronal feast, ceremonial spaces, syncretism, saints, guaguas de pan.

Keywords plus: Cultural heritage, Fasts and feasts, Saint Peter's day, Social life and customs - Pasto (Colombia).


Resumo

As festas dos padroeiros, juntamente com seus espaços cerimoniais, são um patrimônio cultural, mostra legítima de heranças em um território e presentes nos distritos localizados ao redor da cidade de San Juan de Pasto no Vale de Atriz (Nariño, Colômbia). Através da análise de documentação, trabalho de campo e inclusão comunitária, conseguiu-se construir uma metodologia participativa que permitiu reconhecer festas com fortes valores religiosos e andinos nos povoados adjacentes ao Vulcão Galeras, pelo sincretismo entre minorias pré-hispânicas andinas e heranças espanholas das suas manifestações religiosas. Toma-se como caso de estudo e reflexão a Festa Padroeira de São Pedro e São Paulo, no Distrito de Jongovito, fundamentada em celebrações festivas religiosas, populares, agrárias e andinas, transformando transitoriamente o território num espaço cerimonial, em que os Santos Padroeiros e as Guaguas de Pan são os protagonistas de uma atitude de fervor e agradecimento comunitário, vinculando costumes, saberes e tradições que outorgam um selo especial a sua cultura. Estas heranças abrem novos espaços e linhas de investigação em torno à cultura festiva andina e às tradições religiosas presentes no sul do país.

Palavras-chave: Festa dos Padroeiros, espaço cerimonial, sincretismo, santos, guaguas de pan.

Palavras-chave descritores: patrimônio cultural, feriados religiosos, Dia de São Pedro, vida social e os costumes - Pasto (Colômbia).

* Los descriptores y key words plus están normalizados por la Biblioteca General de la Pontificia Universidad Javeriana.


Introducción

Jongovito es una pequeña población rural de carácter corregimental, localizada en el Valle de Atriz sobre el borde occidental de la ciudad de Pasto -capital del departamento de Nariño, Colombia-, donde se lleva a cabo una particular fiesta patronal a finales del mes de junio, evocando la religiosidad de los pobladores a través de herencias andinas y católicas en un interesante sincretismo cultural, asociado además con la potencia de su entorno natural. Los protagonistas actuales son los patronos San Pedro y San Pablo, a quienes se integra una serie de tributos y expresiones andinas tradicionales, como son las guaguas de pan, el compadrazgo, la gastronomía local, entre otros, como expresiones de gratitud y dedicación a su territorio. Por lo tanto, esta fiesta patronal y sus diversos espacios ceremoniales son el reflejo de la expresión de los pobladores, herencia y creencia que caracteriza a esta comunidad en su hábitat, ligando aspectos de índole mítico-religiosa -inmaterial- y físico-espacial -material-, y convirtiéndola en un verdadero patrimonio cultural. Las fiestas patronales abren espacios para reconocer y divulgar genuinas expresiones de fe, y en el caso de la región sur del país, su contexto natural y cultural caracterizan varias poblaciones rurales. Este es un aporte y recurso muy importante para el estudio, reconocimiento y manejo del valioso patrimonio cultural de Nariño.

Concepto de fiesta patronal

La presencia de elementos simbólicos en el Valle de Atriz ha sido una constante, donde la religiosidad ha permeado a sus pobladores como proceso continuo y colectivo, lleno de creencias expresadas a través de prácticas identitarias en una construcción sincrética de una sociedad, procedente de experiencias contextuales naturales y socioculturales referenciadas en torno a lo sagrado y lo popular, colectivo o profano, es decir, de lo católico y lo andino... la fiesta subyace en el espacio ceremonial (Figura 1).

Por lo tanto, la Fiesta Patronal puede ser considerada como un patrimonio cultural inmaterial, manifestación sincrética, colectiva, mixta, participativa y evolutiva, referida a diversos aspectos simbólicos y físicos presentes en el territorio, conjugados con las formas de asumir devocionalmente los agentes sagrados -andinos o católicos- que inspiran a los pobladores en determinada época del año, transformando transitoriamente la cotidianidad del lugar (Figura 2).

La fiesta también está ligada a la dualidad del tiempo-espacio, donde solo se la puede reconocer durante el período de su desarrollo y, de manera indirecta, en el tiempo que transcurre entre la terminación de ella y el inicio de la próxima, siendo vigente no sólo para un tiempo específico, sino durante todo el año (Figura 3).

Concepto de espacio ceremonial

El Valle de Atriz se caracteriza por conservar con fuerza la presencia religiosa expresada a través del clero diocesano, las comunidades religiosas y los feligreses, herencias que aún se ven representadas en elementos materiales -templos, conventos y capillas- e inmateriales -devoción, procesiones, Semana Santa, fiestas patronales, etc.-, que se destacan en el paisaje urbano y rural como territorio íntegro. La práctica simbólica que abarca lo divino, lo sagrado, lo popular y lo profano, se apropia de las múltiples formas materialmente visibles, vivificando y potencializando la topografía, caminos, tramas, inmuebles y espacio público en el marco de un gran entorno natural con identidades específicas; es entonces cuando un lugar adopta múltiples lecturas, sublime y con acreditación sagrada... pareciese que cambiara de significado, y efectivamente lo logra (Figura 4).

En este orden de ideas, el espacio ceremonial no es otra cosa que el lugar donde se desarrolla, vivifica, comparte y experimenta una realidad posible denominada fiesta patronal, escenificación considerada como un patrimonio cultural material, donde el lugar y los objetos tienden a cambiar de significación; su uso unitario se convierte en múltiple, los hitos y los nodos cambian de jerarquía con los que comúnmente no registraban importancia alguna, y la inversión de valores es un hecho.

Ingresando al territorio

El Valle de Atriz, a una altura de 2500 msnm, está jerarquizado en el occidente por el volcán Galeras -4272 msnm-, georreferente natural y símbolo cultural desde épocas prehispánicas (Figura 6); está bordeado por un cordón verde montañoso que circunda la ciudad como límite natural y varios poblados que conforman el límite entre lo urbano y lo rural. Sobre el pie de montaña se albergaban los quillacingas, pobladores prehispánicos cuya organización espacial fue dispersa. La Pacha Mama o Madre Tierra, espacio de hábitat y ceremonia, estaba integrada por el valle o pampa y las montañas o urcus; se destaca en su paisaje la presencia del Urcunina, montaña de fuego o volcán Galeras. Los pobladores basaron su actividad en la agricultura, aprovechando numerosas fuentes de agua y la calidad del suelo (Figura 7). Sus manifestaciones culturales ligadas al cultivo se caracterizaban por su convivencia armónica, dualidad del pensamiento andino y mimesis entre lo natural y lo cultural como fundamento cosmogónico.

A inicios del siglo XVI, se destaca la incursión española en ascenso desde Cuzco, Perú, doblegando comunidades indígenas, implantando nuevas costumbres y gestando diversas organizaciones espaciales que llevaron a la fundación de nuevas villas y a la refundación de asentamientos indígenas que conducirían a establecer puntos de encuentro y divergencia ideológica, sagrada y religiosa entre tradiciones andinas y adoctrinamiento católico. Esta mímesis transformaría el valle y el mestizaje entre los pobladores. Hacia mediados de ese siglo llegan cinco comunidades religiosas -agustinos, franciscanos, mercedarios, dominicos y conceptas- que administran el territorio en torno a la doctrina, la educación, la producción y la arquitectura (Figura 8) a la par con las diócesis de Cuzco, Quito y Popayán, generando procesos de evolución urbana y la reorganización de los poblados indígenas rurales hasta el siglo XIX.

En 1859 se crea la Diócesis de Pasto, incidiendo de manera directa entre las comunidades religiosas y la administración del territorio, y vinculando aspectos de carácter urbano y rural. A finales de este período y durante el siglo XX, se instalan nuevas comunidades religiosas donde el territorio posee una potente caracterización religiosa, y San Juan de Pasto es denominada "Ciudad Teológica de Colombia" (Mejía, 1961, p. 54). Se consolidan centros poblados campesinos en los que los aspectos culturales toman camino en torno al sincretismo o mestizaje de tradiciones y creencias, incidiendo en la forma de expresar sus manifestaciones fiesteras religiosas con advocaciones religiosas de la Virgen María, Jesucristo y los santos, en conjugación directa con tradiciones andinas de la Pacha Mama y el Taita Galeras (Figura 9). Esta simbiosis es aplicada hasta nuestros días en aspectos toponímicos, evidencia de la significación andina y católica, con la fusión de nombres de santos y nombres de origen indígena, como es el caso de la misma ciudad de San Juan de Pasto, San Antonio de Juanoy, San Juan de Anganoy, entre otros. Al respecto, Justino Cástulo Mejía y Mejía (como se cita en Moreno, 1987), acota: "(...) los indios emigrantes se llevaban un cántaro de agua, lo derramaban en el lugar de su nuevo asentamiento y le daban a éste el nombre del sitio de su procedencia" (p. 12).

El punto de encuentro: desde la fiesta patronal al espacio ceremonial en Jongovito

Actualmente la ciudad de San Juan de Pasto posee una gran jerarquía en el territorio. Sin embargo, los poblados rurales tienen características identitarias que generan lecturas opuestas: los de abajo -ciudadanos urbanos-y los de arriba -pobladores campesinos-. en la ruralidad, el tiempo y el espacio se viven diferente. Hoy, algunos poblados conservan su religiosidad desde el sincretismo andino y católico, como es el caso de Jongovito -denominación andina cuyo origen etimológico no está definido-, poblado al suroccidente del valle sobre las faldas del volcán Galeras, cuya vocación es agrícola y productiva -ladrillo cocido-. En este lugar, la idea de fiesta posee una doble lectura: desde el tributo a símbolos naturales -la tierra y el volcán-, hasta la devoción a sus santos patronos -san Pedro y san Pablo-, donde la fiesta patronal toma jerarquía desde lo católico complementado por lo andino; lo inmaterial se refleja en lo material desde el territorio, como escenario de la religiosidad a manera de espacio ceremonial.

La tradición andina, por origen y tiempo, es primaria por cosmovisión, fruto de una organización social prehispánica, dual y complementaria en un continuo proceso de ir y venir, de entrar y salir, del arriba y el abajo. Los Andes, como columna vertebral, jerarquizan el territorio (Figura 10) como referente social ycultural con valor simbólico y mítico-religioso que fundamenta la vida social, política y económica, integrando pisos térmicos, asentamientos humanos y religiosidad, generando una geografía de lo sagrado y evidenciando la dualidad del pensamiento andino como opuesto complementario. Jongovito es muestra de dicha integración a través de la interacción entre lo natural y lo cultural como fenómeno de psicología colectiva.

Pero lo andino se sometió a procesos de adoctrinamiento católico español y la llegada de las comunidades religiosas al Valle de Atriz fue contundente. En principio, la ocupación del territorio se dio en una especie de cuadrantes -nororiente, suroriente, suroccidente y noroccidente-, donde el fundamento católico estuvo acompañado por la doctrina como manifestación inmaterial (Figura 11) y por la consolidación de espacios para el culto en capillas doctrineras con cruces atriales, convirtiéndose en hitos en cada centro poblado. Es en este período cuando cada comunidad religiosa adelanta y consolida su proceso adoctrinador, y fundamenta el sello espiritual característico a cada microterritorio a través de advocaciones religiosas. En Jongovito, san Pedro y san Pablo se convierten en los santos protagonistas de la fiesta patronal que rigió la devoción de sus pobladores desde una fecha de origen aún sin determinar y que ahora es el epicentro del fervor religioso a finales del mes de junio.

Hoy, desde el punto coyuntural de múltiples visiones teológicas y antropológicas, la Fiesta Patronal de San Pedro y San Pablo se equilibra desde su representatividad católica y sus manifestaciones andinas, pero también desde la espacialidad de su representación, donde el epicentro no sólo es la eucaristía en la capilla, sino también la novena, las vísperas, la procesión, el recorrido de los santos que salen al territorio que cambia de actividad, transformando lo público en escenario sagrado y lo privado en espacio participativo donde la música, la danza y las ofrendas ingresan a la capilla. Es así como la fiesta patronal y el espacio ceremonial son manifestación y bien cultural a la vez, cuyos contenidos se complementan e identifican como un espacio participativo comunitario, dual y sagrado.

Vida y esencia de la fiesta patronal y del espacio ceremonial en Jongovito

El tiempo que antecede a cada fiesta patronal se extiende a partir de la culminación de la última, es decir, durante un año en un continuo devenir. En este imperceptible tiempo, la comunidad organiza su fiesta en el pueblo para que la tradición permanezca y se transmita generacionalmente.

Una de las primeras acciones es la consolidación del comité fiestero, órgano encargado de planear y organizar la fiesta patronal. Su estructura fue reconocida mediante un trabajo de campo (Pasuy, 2008) y de acuerdo con los textos de Ortega (s. f.). Los fiesteros son una delegación elegida por la comunidad, integrada por el sacerdote de la parroquia de Nuestra Señora Reina de la Paz, el síndico y la sacristana,

quienes son los responsables de organizar los actos litúrgicos y culturales, y gestionan los recursos o patrocinios para los actos exclusivamente de carácter religioso. Los castilleros son los encargados de elaborar y construir los "castillos de guaguas de pan", así como de asumir los costos de alimentación del personal que apoya esta actividad y de la comparsa. Los pendoneros, por lo general, son dos mujeres y dos hombres encargados de rendir tributo durante la solemne eucaristía a través de la donación al sacerdote de los mejores productos agrícolas tomados de la propia tierra y de los castillos. Los capitanes de comparsas corresponden a la delegación que se encarga de gestionar recursos para el desarrollo de las comparsas y la elaboración de dos guaguas de pan principales, denominadas capitán y capitana.

Este comité es el encargado de organizar los preparativos y desarrollo de la fiesta patronal y la transformación del espacio, proceso en el cual se define el recorrido de la procesión -por lo general a extramuros del centro poblado rural-, el arreglo de caminos a través de mingas o trabajos comunitarios de sus pobladores -que siguen estando sin pavimento-, la instalación de arcos de flores en el ingreso al centro poblado y el cambio de uso de su parque central en espacio dual para el encuentro religioso y popular (Figura 12).

De manera previa a la fiesta, se adelanta una novena a los santos patronos como preparación a este tiempo sagrado, no sólo elevando peticiones individuales, sino rogando por el buen desarrollo de la fiesta como actividad colectiva. Las vísperas llevadas a cabo en día sábado son las responsables del llamado al rompimiento de la cotidianidad, evocado a través de dos recursos particulares que tienen un mismo objetivo: la pólvora y las campanas, las cuales simbólicamente se encargan de romper el tiempo para el ingreso a lo sagrado, desde lo católico a lo fiestero popular. Aquí el sonido divide el día y llama a la noche; es el grito de invitación al cambio, a la transición y la reflexión. Cuando el frío llega al límite en conjunción con la presentación de grupos musicales y verbenas populares en el parque principal, la pólvora nuevamente llama la atención a través de "castillos" y "vaca loca", tradicionales juegos pirotécnicos que cierran la víspera y proyectan el siguiente día, donde pequeños y grandes participan de la diversión, a veces en excesos debidos al licor, con visible alegría en medio del fervor recóndito.

Llegado el domingo, día de la fiesta, la celebración se inicia desde muy temprano con una alborada musical y dancística a manera de solemne procesión a extramuros del centro poblado. San Pedro y san Pablo salen desde sus retablos al exterior para recorrer el entorno territorial y reivindicar el encuentro y la presencia entre los pobladores en sus espacios. Es aquí donde las carreteras, las calles y los espacios públicos se abarrotan de feligreses y curiosos para invertir ahora la alegría en fervor y convertirse en un gran espacio ceremonial... las vías no son para movilizarse, sino para la contemplación; pasan del tránsito al modo estático.

Los santos patronos son ahora encaramados y amarrados con sogas -por seguridad- en sendos tractores de labrar la tierra -primer indicio sagrado del ofrecimiento andino de la tierra a lo católico- que se convierten en el transporte de lujo que los retornará a su lugar de origen. Después de un recorrido rural, ingresan al centro poblado, llegan al parque y, ad portas de su ingreso a la capilla, los grupos musicales y dancísticos dan rienda suelta a la creatividad para honrar a sus patronos, quienes ingresan ovacionados por los feligreses en medio de una calle de honor donde se entremezclan campesinos, artistas, danzantes y turistas, no en actitud sumisa, sino por el contrario, en condición participativa, múltiple y de contacto con los santos y los pobladores (Figura 13).

Pero antes de llegar al punto máximo de la fiesta católica, que es la Eucaristía, se planea y se reconoce un tributo de gran significación andina: la construcción temporal en el parque del pueblo -que ahora es espacio ceremonial-, frente a la capilla, de los tradicionales castillos de guaguas de pan o entramados en madera a manera de andamios, cada uno con el nombre de su santo patrón, para instalar diversos elementos como ofrendas de agradecimiento a los santos y a la Madre Tierra. En ellos se instalan las guaguas de pan o panes en forma de niños y niñas de diferente tamaño y significación -afortunadamente su elaboración ha retornado a la población- (Figura 14). También se instalan ahí diversos productos agrícolas propios de sus pisos térmicos, y de otros que se llevan desde diferentes corregimientos, además de pequeños corrales que albergan cuyes, conejos y gallinas, entre otros. Este espacio vital cobrará jerarquía y significación el día de cierre de las actividades, pero evidencia, previos a la Misa, un tributo, un agradecimiento y una jerarquía de tradición andina (Figura 15).

Llega el momento de la Eucaristía y la capilla siempre queda a reventar. El sacerdote convoca a la reflexión, al encuentro y a la convivencia a través de la Fiesta de San Pedro y San Pablo. Las imágenes devocionales, que terminan su procesión, aún no están en sus retablos, sino en el presbiterio, en el lugar de honor que les permite contacto cercano, directo y físico con los feligreses. El desarrollo de la celebración eucarística es de absoluta solemnidad. En un punto de ella se fusiona lo más profundo del pensamiento católico y el simbolismo de las tradiciones andinas, cuando los pendoneros entregan al sacerdote los mejores productos de la Madre Tierra, llevándolos hasta el altar para donarlos a los santos patronos, en actitud de ofrenda y agradecimiento de lo andino a lo católico, en medio de una pequeña procesión de danzantes y artistas locales (Figura 16).

Una vez culminada la Eucaristía, los feligreses se acercan a los santos patronos para entrar en contacto directo con su poder, es decir, tocan sus pies, manos, vestuario, rostro. lo que quede a su alcance, a fin de obtener una transmisión del potencial divino que caracteriza a las imágenes de los santos que proyectan acompañamiento, protección y devoción, brindando seguridad y tranquilidad a sus piadosos creyentes. He aquí otra pequeña procesión dentro de la capilla que otorgará su recompensa, al menos hasta el próximo año de la fiesta.

Es en este momento cuando se reactivan los recursos asociados a la fiesta patronal a través de la visita y exposición de los castillos de guaguas de pan que simbolizan ahora ofrendas a san Pedro y san Pablo -cuyo origen y significación muchos desconocen-, de las actividades deportivas y culturales, y para rematar, de las verbenas populares, preludios que indican que la fiesta está próxima a su cierre. La expresión de lo sagrado se traslada del interior de la capilla a su exterior, donde la fiesta popular hace eco a la fiesta patronal. Propios y turistas disfrutan de la particularidad de estos actos fiesteros, ya sea desde la contemplación de los santos y los castillos, o desde uno de sus más preciados deleites: la amplia gastronomía local, en la cual tienen la oportunidad de degustar el delicioso cuy y el conejo asado, la gallina campesina, el sancocho, el frito pastuso, las empanadas de añejo y harina, el maíz tostado, el choclo con queso y dulces de mora, cuajada con miel, chilacuán; incluso se venden guaguas de pan en tamaño pequeño, no sólo para disfrutar su sabor, sino como un particular suvenir. El espacio ceremonial brinda su informalidad para reconocer lo sagrado desde la espacialidad contemplativa y hasta degustativa.

La culminación de la fiesta patronal es el día lunes, que coincide por lo general con un día festivo, cuando cobran vida las manifestaciones andinas y populares para el cierre de la fiesta patronal en sus espacios ceremoniales, en honor de los íconos católicos. Los protagonistas son los castillos de san Pedro y san Pablo, donde hacen gala los productos instalados en ellos con un sentido de tributo y agradecimiento, cuyo fin es que personas previamente seleccionadas por el comité organizador puedan tomar uno o varios productos de manera gratuita, convirtiéndose automáticamente en "compadres" o "comadres" de Jongovito. Pero aquí no termina todo; es también un acto sagrado la toma de productos de los castillos de los santos, ya que el compromiso no sólo es llevarse lo seleccionado, sino retornar el doble de la cantidad tomada en la próxima fiesta el año siguiente; si el nuevo compadre no cumple lo estipulado, se argumenta que los santos no acudirán a cumplirle con lo que solicitó en medio de la fiesta patronal y que será castigado también en doble cantidad, según la tradición (Figura 17).

La fiesta se cierra con el desmonte de lo que queda de los castillos y con el retorno a la cotidianidad, no sin antes iniciar un nuevo camino para el alistamiento de la siguiente fiesta patronal un año después, por lo cual se suele dejar nombrado el nuevo comité organizador. El espacio ceremonial llega a su fin y el lugar también retoma su normalidad. Sus vigilantes santos patronos y tradiciones andinas seguirán presentes hasta una nueva vivificación de sus presencias.

Conclusión propositiva. La apuesta al desarrollo rural a partir del patrimonio cultural, la fiesta patronal y el espacio ceremonial en Jongovito

La religiosidad penetra y trasciende de lo cotidiano a lo sagrado en Jongovito a través de su fiesta patronal; esta es una fuerza vital y característica que lo identifica y particulariza en todo el Valle de Atriz. Pero de manera indirecta, existe otro aspecto que no sólo está presente durante el desarrollo de la fiesta patronal, sino en la cotidianidad de sus pobladores y su espacialidad durante el resto del año, y es la forma de habitar el territorio.

Se afirmó que este corregimiento tiene una vocación agrícola y de trabajo del ladrillo, actividades que van de la mano con las acciones productivas asociadas a su vivienda, permitiendo reconocer y destacar una tipología de hábitat productivo que, a su vez, tiene una connotación ceremonial (Figura 18). Estas actividades permitieron la consolidación del centro poblado, donde la zona productiva se encuentra en la parte posterior de las viviendas; a medida que estas se separan del centro poblado, el área productiva se incrementa para la producción agrícola y la vivienda se consolida como un hábitat vernáculo en cada predio. Si bien esta circunstancia pasa inadvertida, más aun ocurre que la fiesta patronal y su espacio ceremonial tienen que ver con la organización espacial individual y colectiva, teniendo en cuenta que las actividades agrícolas son la base de su economía y que, a su vez, la significación cultural está referida a la religiosidad frente a los santos patronos y a símbolos andinos como la tierra, el agua o el volcán en cuanto a fertilidad se refiere. En consecuencia, todo es asociativo, todo responde al continuo ir y devenir de las manifestaciones presentes en el territorio, generadas y particularizadas por los pobladores de generación en generación, donde la tradición los aferra y mantiene vivas las expresiones de carácter sincrético, a veces sin saberlo (Figura 19).

En este orden de ideas y con el ánimo de generar una reflexión que apunte a una conclusión propositiva del estudio de los territorios, es pertinente afirmar que el patrimonio cultural es un componente esencial en el reconocimiento de las comunidades en sus espacios, que genera una apuesta al desarrollo planificado como estrategia para implementar en los Planes de Ordenamiento Territorial, contando de manera incluyente con aspectos que propendan por una correcta intervención de los centros poblados rurales, como el abordado en este caso de estudio con el corregimiento de Jongovito.

A continuación y para culminar este viaje por la memoria, se correlacionan de manera breve los aspectos que deberían ser reconocidos a través del estudio in situ y de las praxis investigativas, y que destaquen la importancia de incluir el patrimonio cultural inmaterial de la fiesta patronal y el material del espacio ceremonial, como manifestaciones y bienes esenciales de los territorios por intervenir:

- Zona de conservación: porción del territorio que contiene las diversas manifestaciones fiesteras asociadas a espacios ceremoniales, como ejes, rutas, caminos y sitios patrimoniales que articulan los centros poblados donde se desarrolla la fiesta patronal.

- Zona de influencia: espacio que alberga el entorno de las zonas de conservación a manera de espacio contextual, y que permite asociar socioculturalmente los sitios patrimoniales con el resto del centro poblado.

- Zona de transición o amortiguamiento: espacio que rodea la zona de influencia con entornos que no están asociados directamente con las manifestaciones y bienes culturales patrimoniales. Por lo general, se destaca el cambio de uso del suelo o actividad productiva.

- Tipos de intervención: acciones que se han de tomar frente a las manifestaciones y bienes culturales, como salvaguardar las fiestas patronales y conservar los espacios ceremoniales, teniendo en cuenta el patrimonio natural y cultural asociado como contexto y sustento, y el fortalecimiento de los procesos de participación comunitaria incluyente (Figura 20).


Referencias

Mejía, J. C., Pbro. (1961). Geografía pastusa de la fe. Bogotá         [ Links ].

Moreno, L., Sac. (1987). Quechuismos del habla popular nariñense y toponimias. Pasto: Tipografía y librería Javier.         [ Links ]

Ortega, M. (s. f.). Fiestas patronales, corregimientos y algunas veredas del Municipio de Pasto. Pasto: Alcaldía Municipal de Pasto.         [ Links ]