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Apuntes: Revista de Estudios sobre Patrimonio Cultural - Journal of Cultural Heritage Studies

versión impresa ISSN 1657-9763

Apuntes vol.26 no.2 Bogotá jul./dic. 2013

 

Las fábricas de luz como modelos arquitectónicos y urbanos en peligro en la región de Murcia (España)

Light Factories as architectural and urban models at risk in the region of Murcia (Spain)

As fábricas de luz como modelos arquitetônicos e urbanos em perigo na região de Murcia (Espanha)

María Griñán Montealegre*
María Dolores Palazón Botella**

*mariagri@um.es Profesora Titular de la Universidad de Murcia. Directora del Departamento de Historia del Arte.
**mpb19116@um.es Profesora Sustituta de la Universidad de Murcia.

Recepción: 30 de marzo de 2013 Aceptación: 20 de abril de 2013 Disponible en línea: 20 de diciembre de 2013


Cómo citar este artículo

Griñán, M. y Palazón, M. (2013). Las fábricas de luz como modelos arquitectónicos y urbanos en peligro en la región de Murcia (España). Apuntes, 26(2), 90-101. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.APC26-2.flma


Resumen

La región de Murcia, situada en el sureste de la Península Ibérica, atesora un importante número de fábricas de luz, muchas de ellas construidas entre las últimas décadas del siglo XIX y los comienzos del XX. Aunque casi todos los ejemplos que se conservan en el curso del río Segura, independientemente de su ubicación en la ciudad o en el medio natural, son edificaciones industriales con elementos comunes que siguen los modelos tradicionales de la arquitectura de fin del siglo XIX, en algunos casos incorporan elementos singulares dignos de ser destacados, sin olvidar el interés que supone que algunas de ellas conservan su maquinaria original que actualmente siguen en uso. Con este artículo pretendemos, no solo hacer un análisis arquitectónico y patrimonial, sino incidir en la situación actual de estos espacios del patrimonio industrial, algunos de los cuales se encuentran en riesgo y, por ello, realizamos propuestas concretas para la puesta en valor de las mismas.

Palabras clave: fábricas de luz; patrimonio industrial; paisaje cultural; gestión del patrimonio; usos turísticos


Abstract

The region of Murcia, located in the southeast of the Iberian Peninsula, boasts a large number of light factories, many of them built between the late nineteenth century and early twentieth century. Although most surviving examples located in the course of the river Segura, regardless of location in the city or in the wild, are industrial buildings with common elements that follow traditional models of the architecture of the end of the nineteenth century, in some cases they incorporate unique elements worth mentioning, without forgetting the interest they have because of the fact that some of them retain their original machinery still in use today. With this article we aim to not only make architectural and heritage analysis, but affect the current status of these areas of industrial heritage, some of which are at risk and therefore we make concrete proposals for their enhancement.

Keywords: light factories; industrial heritage; cultural landscape; heritage management; tourism uses


Resumo

A região de Murcia, localizada no sudeste da Península Ibérica, entesoura importante número de fábricas de luz, muitas delas construídas entre as últimas décadas do século XIX e começos do XX. Embora quase todos os exemplos que são conservados no curso do rio Segura, independentemente da sua ubiquação na cidade ou no meio natural, são edificações industriais com elementos comuns que seguem os modelos tradicionais da arquitetura de finais do século XIX, em alguns casos incorporam elementos singulares dignos de ser destacados, sem esquecer o interesse que supõe que algumas delas conservam sua maquinaria original que atualmente segue em uso. Com este artigo pretendemos, não apenas fazer análise arquitetônica e patrimonial, mas incidir na situação atual destes espaços do patrimônio industrial, alguns dos quais acham-se em risco e, por isso, realizamos propostas concretas para valorizar as mesmas.

Palavras-chave: fábricas de luz; patrimônio industrial; paisagem cultural; gestão do patrimônio; usos turísticos


Generar electricidad se convirtió desde mediados del siglo XIX en una de las producciones más habituales ligadas al proceso industrial y la modernización de las ciudades. Inicialmente se aprovechaba la energía cinética de los saltos de agua en los cauces de ríos y las acequias que la transformaba en energía eléctrica mediante el uso de molinos o ruedas, pero desde finales del XIX y comienzos del XX, la ampliación en sus posibilidades de uso promovió el interés de las empresas y de particulares con la construcción de un gran número de las primeras centrales hidroeléctricas, conocidas también como "fábricas de luz". Así, la obtención de electricidad se convirtió en un negocio que ponía su producción al servicio de las industrias y de muchos ayuntamientos que querían lograr el tan ansiado alumbrado público, especialmente en las ciudades medias y los pueblos a los que el alumbrado de gas no había llegado.

En las grandes cuencas hidrográficas, especialmente las del norte y nordeste de España, el desarrollo industrial fue mucho más amplio y las óptimas condiciones naturales de los caudales fluviales permitieron una explotación a gran escala, con empresas hidroeléctricas que tuvieron una evolución económica y territorial rápida, salpicadas de conflictos empresariales, cambios de escala en la producción de la electricidad, etc., hasta llegar a constituirse en "piezas imprescindibles para la articulación del sistema eléctrico" (Arroyo, 2012, p. 2). Sin embargo, en el caso de la cuenca del Segura las dificultades técnicas, y sobre todo, la falta de control en los cauces de agua en este río marcado por las escorrentías intercaladas con largos períodos de sequía, hacía aún más complicado el proceso de producción masiva de electricidad, por lo que, junto a los molinos que seguían activos, las fábricas de luz y los motores se pretendían ofrecer como imprescindibles para abastecer a una sociedad y una industria con cada vez mayor demanda (Montes, 1999). Habría que esperar a la postguerra para que otras fuentes energéticas fueran sustituyendo, no sin importantes restricciones iniciales, a las obsoletas fábricas de luz. Estamos hablando de los derivados del petróleo en el foco de Cartagena-Escombreras, y la energía térmica (Martínez, 2002).

En la actualidad, los complejos fabriles que se conservan en la región de Murcia, construidos en su mayoría en los comienzos del siglo pasado, se encuentran en serio peligro en cuanto a su conservación, e incluso hay amenaza de desaparición, situación que está unida a factores como su localización urbana y los intereses económicos que han promovido sus niveles de uso o la propiedad, privada o pública, que los gestiona.

Modelos de fábricas de luz

El origen y ubicación territorial de las 14 fábricas de luz catalogadas por el proyecto de investigación de patrimonio industrial realizado para esta comunidad autónoma han sido diversos, así, frente a las construidas en los focos urbanos medios, como Cartagena, Caravaca y Lorca, centros importantes de la industrialización, y desde sus orígenes creadas para asegurar el abastecimiento del alumbrado público, constatamos un alto número de las pequeñas factorías eléctricas situadas en el curso alto-medio del río Segura, entre los municipios que constituyen la comarca histórica del Valle de Ricote hasta los municipios de Calasparra y Cieza, donde, desde las últimas décadas del siglo XIX, además del alumbrado público, estos pequeños edificios generadores de electricidad se utilizaban en molinos hidráulicos para moler cereal, pimentón y pólvora, a la vez que abastecían de energía, o al menos lo intentaban, a la incipiente industria conservera. Su función era parar, elevar, acopiar, conducir o derivar el agua a través de azudes, presas, acequias, canales, sifones o acueductos.

Con el nuevo siglo el sector evolucionó puesto que, aunque, como dijimos, seguían teniendo entre sus cometidos facilitar el alumbrado público, su concepción cambió y estos no se limitaban en el aprovechamiento del agua para la obtención de luz sino que se buscaron otros medios técnicos, sobre todo a través de la ubicación de calderas de vapor, para generar a mayor escala la tan ansiada electricidad. El ejemplo que sirve como referente de esta evolución es la Fábrica Luz Hispania, que se construyó en la ciudad portuaria de Cartagena en 1900. Los restos conservados hoy solo constituyen una parte representativa del complejo original ubicado en la salida histórica hacia la capital, "el camino real de Murcia", desde donde arrancaba la alameda de San Antonio Abad en pleno ensanche de la ciudad, hoy llamada alameda de San Antón. El complejo fabril fue proyectado y realizado por el arquitecto modernista Francisco de Paula Oliver Rolandi, formado en Barcelona, quien desde Mazarrón se trasladó, en 1912, a Cartagena, para ocupar el puesto de arquitecto municipal. Como haría en algunas de las viviendas modernistas que construyó para familias enriquecidas por la industria y el comercio, el caso del edificio Serón, en 1912, u otros edificios comerciales como Almacenes la Torre, en 1900, en el edificio de la fábrica de luz también impuso algunos rasgos del estilo que promovía y que aplicó a la funcionalidad de la arquitectura industrial.

Inicialmente la fábrica tenía varias dependencias, entre las que destacaba la que se ha conservado hoy: un cuerpo principal de nave longitudinal cuyas ventanas, en dos cuerpos superpuestos, uno simple y otro pareado, abrían hacia la alameda. Realizada en ladrillo rojizo, contaba con numerosas molduras que remataban sus vanos y servían para remarcar visualmente su entrada a través de una fachada pantalla. Su tejado, de doble vertiente, contó hasta con tres lucernarios en su parte superior destinados también a iluminar profusamente el interior, además de facilitar la purificación del fondo del complejo. Aquí estaba la sala de máquinas, con hasta seis máquinas de vapor de 5.000 cv. Y adosada a ella, en una nave de idénticas proporciones pero con techumbre plana, estaba la sala de calderas. Tras ella se encontraban las dos chimeneas que extraían los gases y restos que emanaban de su maquinaria. Por último, a su lado se encontraba la sala de generadores. En sus alrededores, otras instalaciones completaban el complejo, especialmente las destinadas al almacenaje de componentes. El edificio de Oliver Rolandi acabó siendo una fastuosa construcción cuyos condicionantes estéticos, impregnados de modernismo, le dieron cierto protagonismo a la zona. De hecho es uno de los pocos edificios industriales que ha conservado la ciudad de Cartagena, aunque solo haya quedado el cuerpo completo de sus dos edificios principales, vacío de contenido industrial y sin ningún tipo de patrimonio mueble que sirva para explicar el significado del edificio. En este sentido, se da la paradoja de que para sobrevivir tuvo que ceder parte de sus espacios a las nuevas construcciones del lugar, entre ellas un centro comercial que ha acabado por ser su referente, cuando debería de ser al contario.

En la ciudad de Lorca, recientemente castigada por un terremoto, se encuentra la Fábrica Electra, ejemplo menos conocido y difundido que el anterior y uno de los bienes del patrimonio industrial que en los últimos años ha sufrido el peligro continuo de derribo que permitiría el aprovechamiento urbano de sus espacios. Sus inicios estuvieron marcados por el interés que el consistorio municipal manifestó por sustituir, en 1886, el alumbrado de gas por el eléctrico, que dio como resultado la construcción, hacia 1906, de una fábrica de luz en Sutullena, justo frente a la actual estación de ferrocarril Lorca-Sutullena. El lugar escogido para su ubicación compartía algunos de los referentes vistos en Cartagena, pues, como en aquella, se eligió una zona del ensanche de la ciudad, frente a la estación de ferrocarril, que en pocos años acabaría siendo un área industrial de la ciudad.

La fábrica contaba con dos naves industriales adosadas de idéntica superficie, cubiertas con tejado a dos aguas, cuya cercha de madera tenía al exterior una cubierta en teja plana. Ambas naves reproducían el patrón de la de Rolandi en Cartagena: una nave destinada a calderas y la otra a sala de máquinas, ya que la eléctrica incluyó inicialmente tres motores de vapor con una potencia de tres dinamos de 100 kilovatios cada uno, que quedaron escasas para satisfacer la demanda energética de la industria de la ciudad. Los edificios eran iguales, y fueron realizados en mampostería y ladrillo, con varios elementos decorativos, acordes con el momento de eclecticismo arquitectónico que se estaba viviendo. Una vez más, las ventanas centraban parte de esa atención decorativa con cornisas que las enmarcaban, separadas por pilastras de ladrillo que sobresalían del muro creando un juego de ritmos de luces y sombras. Se cree que posteriormente, en 1914, se erigió la chimenea circular con base cuadrada de ladrillo que completó el complejo.

La propiedad de la eléctrica cambió de promotores privados en varias ocasiones hasta que en 1954 fue adquirida por la Sociedad Hidroeléctrica El Chorro, que la administró hasta 1959, cuando volvió a manos privadas al ser adquirida por el empresario Francisco Martínez Ponce, quien modificó considerablemente la finca y su entorno puesto que construyó nuevas naves industriales dedicadas a las tradicionales industrias de esparto y maderas.

La historia de la eléctrica siguió vinculada a la propia historia de la localidad lorquina hasta que, en 1972, su último propietario creó la entidad benéfica Fundación Poncemar, cuya sede ocupó la antigua fábrica de luz, aunque una parte del complejo de la hidroeléctrica está siendo utilizado por el ayuntamiento de la ciudad lo que ha obligado a reformar y adaptar algunos de los espacios, cambiando su configuración con el fin hacerlos aptos para los nuevos usos1.

En los últimos años, este lugar y los espacios que alrededor de ella han quedado libres por el abandono de las actividades industriales allí ubicadas, han sido motivo de controversia entre las administraciones y los vecinos pues la localidad ha apostado por su reconversión urbana como la mejor salida para recuperar un lugar que se encuentra "degradado" y que supone una ruptura con el resto del entramado de la ciudad. De este modo, el 24 de enero de 2010 se aprobó un "Plan Especial de Protección y Reforma Interior", por el cual su suelo, cifrado en 9.000 m2, puede ser trasformado por el propio patronato en una zona residencial. El único referente de la presencia industrial, como suele ser la práctica patrimonial habitual, es su chimenea. Por el momento, el proyecto, que consta de un aparcamiento subterráneo de cinco plantas con capacidad para 1.300 vehículos, 150 viviendas y la plaza más grande de la localidad, ha quedado a la espera para su aprobación definitiva.

En Caravaca se encuentran restos de otras dos centrales hidroeléctricas abandonadas, las cuales conservan parcialmente parte de sus estructuras. Son las conocidas como fábrica de luz de Las Oicas, en la pedanía de Archivel, y la fábrica de luz sobre el río Quípar, ambas protegidas según el Catálogo de Bienes del Plan General de Ordenación Urbana (PCOU, 1998) de Caravaca. La de Las Oicas se servía de la estructura hidráulica de la que se abastecía el Molino Las Oicas, lo que indica que estaría en funcionamiento no antes de 1911. En la actualidad conserva el canal, excavado en agua, y el acueducto de manipostería, con arcos de medio punto y contrafuertes en talud que conducían el agua hasta el tubo de hierro que llevaba el agua a la turbina; mientras que la de Quípar estuvo promovida por una sociedad privada, denominada La Luz del Quípar, que agrupaba a empresarios y personalidades de Caravaca y Cehegín. Su construcción, obra del ingeniero Casto Rodríguez del Valle, entró en funcionamiento en 1911. El complejo, de pequeñas dimensiones, tenía la forma de una nave industrial, aunque disponía de un edificio para habitáculo de sus obreros. Hoy solo quedan los muros de sus edificios y la red de canales que le daban servicio2.

Estas instalaciones, surgidas en los ensanches urbanos que se irían consolidando de su mano, convivieron en el tiempo con otros referentes. En este caso nos referimos a las centrales hidroeléctricas que fueron surgiendo en las inmediaciones del río Segura, sobre todo en la zona del Valle de Ricote, en donde todavía se mantienen, y en algunos casos en activo, una profusión de modelos eléctricos de este tipo.

El Valle de Ricote se encuentra ubicado en el interior de la región y conforma una estribación geográfica propia que alberga, a lo largo de su extensión, el curso medio del río Segura, lo que ha acabado por configurar un valle abundante en zonas agrícolas y ha creado un paisaje propio donde la naturaleza ha adquirido las más variadas formas. Reducto de la población morisca, alberga en su interior los municipios de Abarán, Archena, Blanca, Ojós, Ricote, Ulea y Villanueva del Río Segura. Siete municipios en donde se encuentran otras tantas centrales eléctricas en uso y en desuso, en buen estado o en total ruina, que se han servido y se sirven del agua del río, y de las antiguas turbinas Kaplan y Francis para generar electricidad hasta que llegaron las energías renovables que se ha implantado en los últimos tiempos.

Todas ellas fueron activadas por iniciativa privada, aunque con el paso del tiempo tuvieron que vender sus instalaciones a grupos industriales, dedicados, en muchos casos, exclusivamente al sector de la electricidad. Pasaron así a manos de empresas regionales como Eléctrica del Segura e Hidroeléctrica del Chorro, después a Sevillana de Electricidad, Hidroeléctrica Española y más tarde a la compañía Iberdrola, dentro de su sección de renovables.

Por otra parte, hay que remarcar la importancia que la gestión de las aguas ha tenido históricamente en el sureste peninsular, de manera que el uso, aprovechamiento y disfrute del cauce del río en la región de Murcia no ha sido, ni es, una cuestión fácil. Pensemos que tradicionalmente se antepuso el riego de los campos y el abastecimiento humano a la actividad industrial y, por supuesto, a la producción de electricidad. En la actualidad las confederaciones hidrográficas son los organismos encargados de gestionar los caudales de los ríos y sus afluentes, en este caso es la Confederación Hidrográfica del Segura, de manera que las compañías que gestionan estas centrales deben dar cuenta ante ellos del caudal de agua que precisan y del uso que hacen del mismo. De tal modo que todo está perfectamente regulado para beneficiar al máximo a la comunidad, sin repercutir en un mal uso de un elemento tan escaso y protegido como es el agua en la vertiente mediterránea de nuestro país.

Metodológicamente la investigación sobre estas fábricas de luz no ha sido fácil, como ocurre con otros testimonios industriales, debido a la escasez de documentos de archivo; a lo que hay que sumar que un número importante de información esté todavía en archivos de la administración y no puedan ser consultados fácilmente al tratarse de complejos en activos, y, por lo tanto, parte de los documentos no son accesibles a los investigadores. Por ello, no han sido localizados en algunos casos los planos de ejecución o no se dispone de los datos de sus constructores y promotores. Así, nos hemos visto obligados a realizar un análisis de estos centros de producción energética centrada, por una parte, en el estudio de las tipologías arquitectónicas conservadas que se ha apoyado en los pocos referentes documentales y otras fuentes archivísticas, estos nos han aportado las noticias relacionadas con su propiedad y puesta en funcionamiento3.

Ya fuera un edificio o complejo fabril, su tipología arquitectónica atendía a un edificio de pequeñas dimensiones de forma regular que podría ser descrita como una pequeña nave industrial, con cubiertas, bien, a doble vertiente, o techumbres de cuatro aguas. Llama la atención, como en los casos ya analizados, la profusión de ventanas dispuestas en diferentes alturas, cuya función era iluminar con luz natural todos los espacios y, también, remarcar la horizontalidad de las edificaciones. Pero el gran elemento protagonista de las fábricas era el agua, ya que todas estaban situadas en las inmediaciones del río Segura, y algunas directamente sobre él. Esta situación contrasta con las de Cartagena y Lorca, pero se debía a las diferencias de sus modelos productivos. Disponían de una cámara subterránea por la que accedía el agua hasta sus turbinas, donde se generaba la fuerza que sería la esencia de la producción de electricidad.

En una aproximación más detallada de cada una de estas mini-centrales, que es como actualmente se las denomina, se aprecian también sus diferencias, tal como se describen a continuación:

La de Abarán, en la cabecera del Valle de Ricote, se remonta a 1919, cuando Rafael González Díaz solicitó instalar una fábrica de luz en el paraje conocido como del Soto de Damián, en la actualidad denominado El Pinar, donde con un salto de agua de 4,75 m de altura se podían aprovechar 20.000 l/s del río Segura para transformarlos en energía eléctrica. La autorización fue aprobada en 1920 y un año después fue adquirida por el industrial de la localidad, ligado a la industria conservera, Nicolás Gómez Tornero. Se tienen noticias de unas obras de ampliación en 1952, realizadas por Antonio Ballester, para aumentar el caudal hasta 24 m3/s. Tras la muerte de Gómez y su esposa, en 1971 la instalación pasó a ser propiedad de sus hijos, quienes un año después la vendieron a la compañía de ámbito regional Hidroeléctrica Española, y más tarde la compró Iberdrola. El edificio se estructura actualmente en dos cuerpos, el principal, como es habitual, es una nave de pequeñas dimensiones realizada en mampostería y ladrillo, cubierta por techumbre a dos aguas con teja plana. La entrada principal del complejo se ubica en uno de sus lados menores, y cada uno de sus frentes mayores se articula en torno a dos secciones, una con tres de ventanas y otra con cuatro, que han sido tapiadas en su mayor parte. Adosado a este cuerpo, en su lado menor, opuesto a la entrada, se encuentra el segundo referente, una estructura de dos plantas que se opone a la horizontalidad de la primera con su verticalidad. En cada una de sus partes sendas ventanas transfieren el exterior a su interior.

Más abajo, siguiendo el curso del río, se encuentra la central eléctrica de Blanca, instalada en las inmediaciones de su casco urbano, pero en la propia ribera del río que transcurre por ella desde el siglo XX. En 1910 se adquirió una turbina Francis a la casa alemana J. M. Voith. Aunque nada se dice de su promotor o promotores, la documentación indica que sus primeros tiempos estuvieron ligados a la Compañía Anónima de Industria y Comercio, que en 1947 delegó sus instalaciones a Eléctrica del Segura, la cual a su vez se fusionó con Hidroeléctrica del Chorro en 1961. En 1965 una avería en el distribuidor de la turbina le causó una fractura que no se logró superar; pese a ello, en 1967 pasó a manos de Sevillana de Electricidad y de esta, dos años más tarde, a Hidroeléctrica Española.

Fuera de uso y sin expectativas de ser productiva de nuevo para generar luz, el ayuntamiento solicitó su cesión y ubicó en ella, a principios de los años noventa, el Centro de Interpretación del Agua y la Luz, donde no solo se muestra la vieja turbina que le daba sentido, sino que se recoge la proyección de Antonio Molina Cano sobre la cultura del agua y los elementos hidráulicos. Esta musealización del espacio, hecha por la administración local, es una de las prácticas más habituales en las trasformación de instalaciones industriales, aunque hasta la fecha es, también, muy poco efectiva puesto que en la mayoría de los casos su influencia se reduce a un ámbito localista, sin visibilidad en las redes museológicas y con un programa o discurso expositivo poco acorde con el elemento y el continente utilizado.

Tras someterse a una profunda restauración, el edificio ha mantenido su estructura principal de bloque cuadrado cubierto con un tejado de cuatro aguas, del cual se ha eliminado la madera para ser sustituida por una cercha metálica que la recrea. Sus paredes eran translúcidas, puesto que ventanas de grandes dimensiones horadaban cada uno de sus muros en un ejercicio común en este tipo de instalaciones.

En Ojós también se instaló una fábrica de luz llamada de El Solvente, nombre del salto sobre el que se ubicó. Su historia apenas se diferencia de las anteriores; se remonta a 1903 cuando José Gómez Navarro solicitó su instalación concediéndole un caudal de 12.000 l/s hasta 1912 que pasó a la compañía Eléctrica del Segura. En apenas diez años cambió de dueño en tres ocasiones, proceso que fue común a muchas de ellas. Así, en 1963 pasó a Hidroeléctrica del Chorro, y poco después, en 1967, a Sevillana de Electricidad, que la vendió a Hidroeléctrica Española en 1969. Situada sobre un extremo de la antigua carretera que va de Ojós a Blanca la central pasa casi desapercibida al encontrase a un nivel inferior de la vía. Solo sus tonos blancos hacen que se repare en ella y tras una verja se encuentra un complejo industrial cuya parte principal es un fastuoso edificio, fiel a la tipología de la nave industrial cubierta con madera, la única que conserva este tipo de cubrición, mientras que al exterior presenta un tejado clásico en teja plana. Se destacan, una vez más, los cuerpos de ventanas en sus muros.

A continuación, en Ulea se encuentran dos fábricas de luz conocidas como Vieja y Nueva. La Vieja -no podía ser de otro modo-, es la más antigua y fue promovida, en 1917, por Joaquín Moreno Ramírez y proyectada por el ingeniero Gustavo Abizando respondiendo al clásico edificio de nave industrial que venimos describiendo; como aquellas, pasó por varias manos hasta que en 1954 se hizo con ella Molinos del Segura, que la explotó hasta que en 1964 pasó a manos de Hidroeléctrica Española. A finales de los años ochenta dejó de usarse y su maquinaria fue desmantelada, mientras que su edificio quedó totalmente desprotegido hasta llegar a un estado próximo a la ruina.

Próxima está la fábrica Nueva. Un edificio que responde a la arquitectura racionalista de los años sesenta de nuestro país, no en vano parte de su maquinaria lleva impresa en sus placas el año 1958. En este caso se trata de un edificio rectangular y vertical que, aunque sigue fiel a algunas referencias tradicionales de estas construcciones industriales al ubicar un cuerpo de ventanales en el muro de la zona de acceso, y poseer además una cubierta plana, aquí se pierde el modelo tipológico que predomina en el resto de instalaciones del lugar, de pequeña nave industrial, pues ya estamos ante otro tipo de referente pensado para adaptarse a las novedades de una maquinaria moderna que marcado por las nuevas necesidades técnicas busca innovar su patrón constructivo.

Archena es el último municipio del Valle que también atesora un importante legado patrimonial relacionado con su vinculación al sector conservero vegetal, y cuenta con dos fábricas de luz; una, ubicada a la entrada de la ciudad, próxima al puente de hierro que conduce hasta su interior, y otra, una de las más interesantes arquitectónicamente, en su pedanía de La Algaida.

En lo que respecta a la primera, la documentación recoge que en el Inventario de Propiedades de Molinos del Segura se encontraba una instalación ubicada en Archena en el año 1845. Algo más de un siglo después, en 1964, la instalación pasó a Hidroeléctrica Española. Se compone de diversos espacios arquitectónicos, realizados en varias fases tratando de atender las necesidades que el complejo ha ido teniendo a lo largo de su historia. El edificio más antiguo es el que alberga las turbinas, ubicado a la izquierda de su entrada y que sobresale del conjunto por su mayor altura, aunque, como el resto, se trata de un espacio de un solo piso; frente a él se encuentra un segundo edificio, de dos alturas, que en algún momento albergó las viviendas de los operarios encargados de su mantenimiento, así como de las del resto del lugar, al ser el municipio de entidad administrativa más importante del Valle, función que mantiene en la actualidad ya que aquí están las oficinas de la compañía.

Frente a su ubicación "urbana" está la fábrica La Algaida, pedanía de Archena, llamada "Río Muerto"4, se encuentra inmersa en un paisaje natural en donde no solo es reseñable la edificación sino el propio canal construido ex profeso, una verdadera obra de ingeniería para hacer llegar hasta ella las aguas. Su arquitectura es diferente a cualquiera de los ejemplos analizados, pues más que un edificio industrial y su tradicional plano, podría confundirse con una arquitectura residencial, un hotel o palacio, como queramos llamarle, con su estructura horizontal flanqueada por dos torres en los extremos, y con una decoración en su exterior en mampostería y ladrillo con determinados referentes en las ventanas y las torres; también se encuentra una hornacina que en tiempos tuvo su propia imagen religiosa. Ese edificio cuenta con dos plantas, una de ellas subterránea, apenas visible desde el exterior, y con cubierta de cuatro vertientes.

En los años ochenta se hizo un informe para analizar y valorar el estado real de la instalación y sus posibles usos, los resultados fueron muy positivos puesto que según se indicaba sus bienes muebles conservados, especialmente sus turbinas, requerían de un mantenimiento mínimo, centrado en limpiar y secar una de ellas, mientras que en el inmueble se debían realizar ligeras reformas arquitectónicas5. Sin embargo, la falta de uso ha derivado en abandono y, por tanto, en un alto grado de degradación del edificio y su entorno, lo que ha hecho que en pocos años la cuantía económica requerida para su puesta en valor haya aumentado considerablemente.

Para terminar, fuera del Valle de Ricote, aunque vinculadas al curso del río, se encuentran otras instalaciones construidas para obtener electricidad, en uso desde mediados del siglo XX, son las de Cañaverosa y Almadenes, con las que se pretendía mitigar en parte la desastrosa situación energética que se venía arrastrando tras la guerra. La de Cañaverosa, situada en el municipio de Calasparra, fue construida en 1954 como una edificación más moderna a las realizadas en el Valle de Ricote, aunque con bastantes elementos comunes a la fábrica Nueva de Ulea, pues se trata de un edificio de planta rectangular con cubierta plana y ventanales cubiertos con persianas. También destaca su pasarela de entrada, pues es la única a través de la cual se podía acceder directamente al complejo ya que estaba construido sobre el río.

Cieza contó con dos fábricas de luz, la más antigua es la de El Menjú, que toma su nombre del paraje ribereño donde se construyó. Está inactiva desde hace varias décadas, abandonada y en un estado cercano a la declaración de ruina hasta el punto de que se está barajando la idea de su posible derribo. De ella solo queda su esqueleto arquitectónico, pero unas fotografías antiguas indican que se trataba de un edificio de grandes dimensiones e imponente perfil, que cumplía con todos los rasgo de la arquitectura industrial de comienzos del siglo. Construida en mampostería y ladrillo, su planta es cuadrangular y su cubierta asimétrica a dos aguas; en su parte inferior proliferan grandes ventanales rectos y óculos en la zona abuhardillada, como peculiaridad cuenta con una torre cilíndrica, adosada al edificio principal, cuyo remate, sobreelevado del resto del conjunto, se utilizaba como mirador6.

Desde 1955 contó con una nueva, más moderna y actualizada factoría, en la línea de la de Calasparra, llamada de Almadenes -por el lugar del río donde la corriente y los desniveles orográficos permitieron la utilización del agua para su transformación energética-, y servida por el Salto del Progreso. Su complejo sobresale entre la naturaleza, junto con el salto y el embalse que le da servicio; es una instalación que cuenta con dos edificaciones principales en donde la dependencia que aloja las turbinas sigue la disposición tradicional de pequeña nave industrial con profusión de ventanas en sus paredes.

Como conclusiones: algunas propuestas de actuación

En los apenas 30 años, especialmente en los países donde lo industrial se asentó de forma tardía y con procesos heterogéneos, como son los países del sur de Europa y del continente sudamericano, la disciplina del patrimonio industrial ha evolucionado, no solo en su consolidación a través de estudios, proyectos y publicaciones dedicados a ámbitos territoriales o elementos locales diversos (Sobrino, 1996) sino en lo que a su gestión y consideración por parte de las administraciones públicas y privadas de los bienes se refiere, como prueban desde la creación en 1978 del Ticcih (Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial) y la firma de la Carta de Nizhny Taguil en su Asamblea de 2003 hasta la puesta en marcha, desde 2001, por el Instituto de Patrimonio del Ministerio de Cultura español, del Plan Nacional del Patrimonio (su revisión de 2011)7 o la creación de redes de expertos y de las administraciones implicadas, donde lo industrial es el objeto y el producto en torno a los cuales giran sus trabajos. En Portugal se ha creado recientemente la "Rede Indústria, História, Património" y en España la retí (Red Española de Turismo Industrial), cuyos objetivos son el desarrollo, la difusión y la promoción del turismo industrial, siguiendo la estela la xatíc (Red de Turismo Industrial de Cataluña). Este paso de bien cultural a producto turístico cultural ha incentivado importantes políticas de rehabilitación y conservación de muchos de sus bienes, sin embargo, en general, no se han caracterizado por una planificación a gran escala y, a menudo, no han contado con propuestas específicas.

También es importante señalar cómo la población, al adquirir un mayor grado de sensibilización, ha incorporado lo industrial no solo a los circuitos del turismo cultural y natural (Jiménez y Fuentes, 2010), sino que tras la identificación y la vivencia que permite su proximidad histórica, lo considera un valor digno de ser tenido en cuenta, sin olvidar su inclusión en el turismo científico técnico. A la visita a los restos industriales, muy extendida en los primeros momentos hasta mediados de los años ochenta en el norte de Europa y en EE.UU., se fueron incorporando, lentamente, los recorridos por la industria viva, esto es, la industria en uso donde la historia se une con progreso, y la identidad del objeto es un nexo de unión entre pasado y presente. Sin olvidar, desde luego, que el patrimonio industrial viene utilizándose en varios métodos didácticos, no solo como referencias al patrimonio cultural, sino como método eficaz del proceso de enseñanza aprendizaje en disciplinas tan dispares como la historia, las ciencias y la tecnología en los diferentes niveles y espacios didácticos.

Las fábricas de luz son elementos del patrimonio industrial que además de convertirse en productos turísticos, también son elementos de enseñanza por ser descubiertos, pero, sobre todo, son en un medio para que su protección no se limite a la mera rehabilitación sino que se puedan reunir todos los objetivos anteriores. Hay que abandonar definitivamente las políticas museísticas repetitivas, donde la cultura industrial está más tratada desde el ámbito etnográfico que industrial y técnico, que en muchos casos desvirtúan al lugar, y apostar por la diversificación y métodos más eficaces de visibilidad en los mercados regionales, nacionales e internacionales.

Por otro lado, del análisis individualizado de los complejos fabriles generadores de electricidad se desprende, por una parte, la identificación de un grupo de edificaciones urbanas que debido a su ubicación en lugares bien situados de la ciudad han sido desmantelados, trasformados y vaciados de maquinaria, historia y vivencias para sus habitantes, perdiendo así su carácter de autenticidad en la línea marcada por la Carta de Nara. Dentro del proceso urbano encontramos, además, diversas situaciones que desembocarán finalmente en el derribo integral del conjunto, como ha sido habitual en los cambios de las ciudades españolas de la última década (es el caso que hemos señalado de la fábrica de Lorca, cuya ejecución del plan parcial podría trasformar su antiguo plano fabril en una urbanización de lujo; y desde luego, también es el caso de la fábrica Hispania, de Cartagena, donde el testigo que ha quedado a la ciudad es el pabellón de entrada, abierto a una plaza pensada más para dar una mejor visibilidad a la entrada principal de los grandes almacenes que para revalorizar las dimensiones y funciones de la antigua fábrica de luz).

Llegamos así a otra debilidad, que no es exclusiva del patrimonio industrial, sino que se presenta en la mayoría del patrimonio cultural trasformado en producto turístico. La falta de información explicativa de los bienes a través de cartelas y señalización que por una parte remarque la individualidad del bien, y por otra, lo introduzca en rutas e itinerarios conjuntos. Caso para el cual volvemos al ejemplo de Cartagena, cuya trasformación económica, cultural y urbana de la última década ha tenido como uno de sus motores fundamentales al patrimonio arqueológico, seguido del cultural y natural, pero que adolece de unos buenos sistemas de señalización de los bienes culturales de la ciudad. Más significativo nos parece que, aún contando con una ruta modernista en la ciudad que también forma parte de la ruta modernista europea8, solo se incluyan en ella fundamentalmente edificios, residenciales, comerciales y públicos, mientras que se olvida por completo su relación con la industria y el comercio, verdaderos artífices de la aparición de esta arquitectura ecléctica y modernista en la ciudad. Así, siguiendo las recomendaciones del Consejo de Europa, sería importante también hacerse valer de una "serie de elementos patrimoniales, tangibles e intangibles, en los cuales se supere la mera función turística para dar paso al siguiente estadio cultural el de la identidad global a través del conocimiento locales" (Suárez, 2005, p. 1077). En la fábrica de luz podemos identificar tanto los valores tangibles de la arquitectura modernista aplicada a la funcionalidad de lo industrial, como los valores intangibles, los modelos energéticos que permitieron, en gran medida, desarrollar unos modelos de producción y una nueva ciudad de la que somos herederos.

En cuanto a las fábricas situadas para aprovechar los cauces de los ríos, constituyen el modelo más numeroso, no solo en este territorio sino son los habituales de estas arquitecturas en España, esto ha permitido que junto a la vertiente cultural, sea su inclusión en itinerarios de senderismo o en otras actividades de la naturaleza las que hasta ahora hayan sido sus principales atractivos. Aunque actualmente las obras hidráulicas tienen su propia ruta en, por ejemplo, en la zona del Valle de Ricote, en la que se van mostrando desde los sistemas ancestrales de riego en la huerta murciana, las fábricas de luz apenas tienen cabida. Por ello, y como hemos analizado, se cuenta con una serie de edificaciones que podrían ser visitadas, unas por su originalidad, o porque están ubicadas en parajes de gran belleza (caso de la del Menjú en Cieza o la de Cañaverosa en Calasparra), o porque son industrias vivas, en uso, como las de Abarán o Archena. Todas ellas son especialmente sorprendentes por constituir verdaderos oasis de población, cultivos y arquitecturas ligadas a la cultura del agua como valor con el que se identifica hoy la mayoría de la población del sur y el sureste español.


Pie de página

1Archivo Municipal de Lorca, España. Informe Electra redactado por Barnés, P. y Déniz, A.
2Archivo Municipal de Caravaca, España. Catálogo de Bienes Protegidos del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Caravaca. Fichas 27 y 28.
3ahí, Alcántara, España. Centrales Murcia. ahí, Alcántara, España. Instalaciones Eléctrica del Segura. Memoria y valoraciones.
4ahí, Alcántara, España. Hidroeléctrica Española-Central Hidráulica de Río Muerto.
5ahí, Alcántara, España. Hidroeléctrica Española S. A. Central Hidráulica de Río Muerto.
6ahí, Alcántara, España. Instalaciones Eléctrica del Segura, pp. 8-9.
7Puede consultarse en http://ipce.mcu.es/conservacion/planesna-cionales/patrimonio.html.
8El sitio web de la Ruta Europea del Modernismo, www.coupDefouet.eu, es donde se puede encontrar la información más completa sobre el patrimonio modernista de Europa y el mundo. Como en ella se indica la web está organizada en torno a las ciudades y las instituciones miembros. Para Cartagena véase http://www.guiasturisticos-cartagena.es/index.php/visitas-guiadas-cartagena.


Referencias

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