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Anagramas -Rumbos y sentidos de la comunicación-

versão impressa ISSN 1692-2522versão On-line ISSN 2248-4086

anagramas rumbos sentidos comun. v.9 n.18 Medellín jan./jun. 2011

 

ARTÍCULOS

 

Plástica extrema: auge de la cultura de la cirugía estética

 

Extreme plastic: boom of aesthetic surgery culture

 

 

Anthony Elliott Ph.D.*; Traducción: Horacio Pérez-Henao M.A.**

* Flinders University (Australia). Obtuvo su doctorado en Cambridge University (Inglaterra). Es el jefe del Departamento de Sociología de Flinders University (Australia). Profesor visitante en Open University (Inglaterra). Sus publicaciones más recientes incluyen: Mobile Lives (Oxford, UK: Routledge, 2010); Contemporary Social Theory (Oxford, UK, New York: Routledge, 2009) y Making the Cut. How Cosmetic Surgery is Transforming our Lives (London, Reaktion Books, 2008). Correo electrónico: anthony.elliott@flinders.edu.au

** Sociólogo, comunicador social-periodista y licenciado en Literatura. Realizó estudios de Maestría en Literatura y Periodismo en la University of Nebraska-Lincoln (EE.UU.). Es autor de El cuerpo narrado en el reality show. Un estudio sobre Cambio extremo (Sello Editorial Universidad de Medellín, 2010). Se desempeña como docente-investigador en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín. Correo electrónico: hperez@udem.edu.co

 

Recibido: 26 de noviembre de 2010
Aprobado: 3 de febrero de 2011

 


Resumen

El mundo actual es testigo del crecimiento vertiginoso de la cirugía estética. En este artículo se demuestra cómo la globalización avanzada, la lógica de la nueva economía, el desarrollo de la alta tecnología y el deseo imperante de reinvención inmediata, han sido determinantes en la consolidación de unas prácticas sociales sobre el cuerpo que han dado lugar a la llamada cultura de la cirugía estética.

Palabras clave: cirugía estética, cuerpo, globalización, nueva economía, globalización avanzada.


Abstract

This article is based on one of the chapters of the book Making the Cut: How Cosmetic Surgery is Transforming our Lives written by Anthony Elliott© (Reaktion Books, 2008). Translation becomes very interesting for Spanish speakers who try to understand the aesthetic surgery phenomenon in contemporary societies, from a wider perspective. Communication media have undoubtedly performed an important role when promoting, legitimating, and establish surgical cosmetic interventions as an ordinary social practice by means of which triumph can be assured nowadays. However, exploration and analysis made by Elliott appropriately combines special features of the advanced globalization, logics of the new economy, high technology development, and prevailing desire for immediate reinvention. In this way, Elliott displays an overview over which the so called aesthetic surgery culture moves.

Through a narration, the author involves his experience as a sociology researcher with journalistic, scientific, and statistical reports, and he constructs a clear, accurate, and pleasant text for both new and expert readers.

Translation has been authorized by Reaktion Books and is registered as one of the products of a research entitled Cuerpo Narrado (Narrated Body). I have developed it with the support of Universidad de Medellin School of Communication and its Communication Research Center (CIC, for its initials in Spanish). The research belongs to the Audiovisual Narrative research line (from the Communication, Organization, and Politics group – Colciencias category A1) and the body as a narrative category on ''Cambio Extremo'' (Extreme Change) reality show has been studies. Elliott's text is then very important since it provides key elements which allow clarifying essential aspects of the aesthetic surgery culture as a media, economic, and social phenomenon.


 

Presentación

Este artículo corresponde a uno de los capítulos del libro Making the Cut: How Cosmetic Surgery is Transforming our Lives, de Anthony Elliott© (Reaktion Books, 2008). La traducción resulta de todo el interés para los hablantes de lengua hispana que intentan comprender, desde una perspectiva más amplia, el fenómeno de la cirugía estética en las sociedades contemporáneas. Sin lugar a dudas, los medios de comunicación han tenido un rol determinante en la promoción, legitimación e instauración de las intervenciones quirúrgicas de carácter cosmético como una práctica social simple, mediante la cual es posible asegurarse el triunfo en la época actual. No obstante, la exploración y análisis que hace Elliott vincula, de manera acertada, las particularidades de la globalización avanzada, la lógica de la nueva economía, el desarrollo de la alta tecnología y el deseo imperante de reinvención inmediata; y con ello logra presentar el panorama sobre el cual se mueve la llamada cultura de la cirugía estética.

Escrito a manera de relato, el autor consigue intercalar su experiencia de investigador como sociólogo con los informes periodísticos, científicos y estadísticos, y construye un texto claro, preciso y ameno para el lector novato o versado en el tema.

La traducción ha sido autorizada por Reakion Books y se inscribe como uno de los productos de la investigación Cuerpo narrado que he desarrollado con el apoyo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín y su Centro de Investigación en Comunicación, CIC. La investigación pertenece a la línea de Narrativas Audiovisuales (del grupo Comunicación, Organización y Política, categoría A1 de Colciencias), y en ella he estudiado, entre otras cosas, el cuerpo como categoría narrativa en el reality show Cambio extremo. De ahí la importancia del texto de Elliott, en tanto que ofrece elementos clave que permiten dilucidar aspectos esenciales de la cultura de la cirugía estética como fenómeno mediático, económico y social.

Salgo de mi casa en Bristol para tomar el tren a Londres. Hoy es mi primer día de entrevistas con cirujanos plásticos en las clínicas de la calle Harley. Meses después de estar analizando escritos de carácter popular y académico, voy al encuentro de un mundo en el que se mezclan privilegios económicos con tecnología avanzada; un mundo de auto-reinvención personal instantánea llevada a cabo a través de procesos de estiramiento de piel –como el Thermage– e intervenciones quirúrgicas –como la liposucción o la redistribución de grasas en el cuerpo–. Me imagino una resplandeciente bienvenida, una estilizada clínica, una obsesión narcisista por el estiramiento, limpieza y cuidado de la piel con propósitos de belleza divina. Sin embargo, cuando llego al consultorio de mi entrevistado, nada de lo anterior aparece. La sala de espera es gris, aburrida (no hay cuadros de famosos con su imagen transformada), y su secretaria no parece estar esperándome. Esto –me digo– no pinta bien.

El doctor Hargraves trabaja en el campo de la cirugía plástica reconstructiva y de rehabilitación. Después de confirmar la cita y de que alguien me conduce al despacho del cirujano, mi pensamiento inicial es que elegí a la persona equivocada para entrevistar. Una mirada a la sobria y serena oficina me hace intuir que el doctor Hargraves trabaja, principalmente, con el sector público, tratando pacientes que requieren procesos de reconstrucción y otras especialidades. A pesar de su importancia, esta área de la cirugía no está en mis propósitos investigativos. Lo que me inquieta es el dramático aumento en el número de occidentales preocupados e inseguros de su apariencia personal. En lo fundamental, deseo saber por qué, en la cultura de la cirugía estética, la gente se somete a cambios de imagen personal.

Llega David Hargraves. Tiene puesta una camisa de cuello abierto con una chaqueta azul marino y lleva un fajo de papeles; parece estar ensimismado. Un hombre más bien silencioso me da su mano algo nervioso, haciéndome un gesto para que me siente y dar inicio a la conversación. Dos cosas vienen a mi mente. La primera es que probablemente nunca ha sido entrevistado, y me da la impresión de que va a ser muy difícil hacerlo hablar. La segunda es que luce entrado en años, quizá más allá de los cincuenta, y claramente no hace uso de su propia cara como lugar para promocionar los milagros de la cirugía estética.

Intento alejarme de estos pensamientos y le pido describir su experiencia profesional. Me dice que por años laboró ampliamente en el Servicio Nacional de Salud como cirujano reconstructivo, la mayor parte de su trabajo dirigido a pacientes con quemaduras o afecciones relacionadas con éstas. Hacia finales de los 80 se dio cuenta de que crecía el número de pacientes particulares que solicitaban cirugía estética, una tendencia que se disparó durante los 90. Hoy la gran carga de su trabajo abarca, en esencia, cirugías estéticas. Le pregunto por qué decide cambiarse a pacientes –en general saludables– cuya principal motivación es mejorar sus apariencias. Su respuesta es honestamente directa: ''este trabajo'', afirma, ''es muchísimo más lucrativo''. Decido que las cosas mejoran para mi investigación.

La mayoría de sus clientes, me dice Hargraves, son mujeres. Pero también ha estado viendo un incremento en el número de hombres que buscan cirugía estética. ''¿Qué motiva a la gente por la cirugía plástica?'', le pregunto. ''Muchos factores'', comenta:

Tiene que ver con el mejoramiento de la vida, y especialmente para encontrar oportunidades en el mercado. Muchos de mis pacientes trabajan en ambientes de negocios altamente demandantes, en los cuales la apariencia es lo más importante. Esta es gente profesional que debe responder a exigencias bajo presión y que son juzgados por sus clientes en los primeros segundos de una cita. Una de las mayores preocupaciones que las personas tienen hoy es la de estar cansados de empleadores que los juzgan y los consideran no aptos para un trabajo.

Estas preocupaciones pueden, por su puesto, no figurar como uno de los problemas más urgentes para enfrentar en la sociedad actual. Existen asuntos más apremiantes que los surgidos por las patas de gallo, la piel dispareja en su color o las llantas en el estómago. No obstante, la gente se preocupa por ello y de forma creciente. Según Hargraves, las condiciones que han traído la posibilidad de alargar la vida en el ser humano (avances en medicina y nuevas tecnologías) han hecho posible, también, el auge de la cultura de la transformación corporal:

La cirugía estética y la demanda social hacia ella están directamente conectas con el bienestar de la economía. Cuando los tiempos son buenos y hay crecimiento en la prosperidad económica, presenciamos un aumento en la demanda en los estiramientos faciales.

Para Hargraves, la economía gobierna.

Consideremos ahora esta idea economicista de la cultura de la cirugía estética, basada en la prosperidad de la economía, con la siguiente historia de una mujer profesional –que llamaré Amanda Brown– como me fue transmitida por Hargraves. Hace unos años, Amanda Brown se sometió a un aumento de seno con mi entrevistado. Brown (alta, atractiva y en el inicio de sus treinta), manifestó en sus primeras consultas el deseo de hacerse implantes, pues había estado insatisfecha con la forma y el tamaño de sus senos. Solicitó, entonces, una talla de copa C, con lo cual Hargraves estuvo de acuerdo. Brown estuvo, en términos generales, complacida con sus implantes –no obstante le tomó, al igual que a muchas mujeres, un tiempo considerable adaptarse a su rediseñado cuerpo–.

Recientemente, como siempre sucede, Brown volvió al consultorio del doctor Hargraves. Regresó, me dice, para solicitar un jumbo implante –talla de copa DD. La justificación para pedir un segundo aumento de senos, o más que la justificación lo que dijo a la vez, fue que no había alcanzado completamente su potencial personal. Hargraves comenta que inicialmente estuvo muy sospechoso de las razones dadas, pero más tarde comprobó las motivaciones reales de Brown. La razón verdadera: su esposo. Hargraves me cuenta que el marido de su paciente es el presidente de una reconocida institución financiera en Londres. Para su marido era muy importante que su esposa llamara la atención de los demás cuando estuvieran en fiestas o reuniones sociales, lo cual era bueno para su imagen y para los negocios. Según Brown reconoce honestamente, su marido siempre ha estado pegado a su esbelto cuerpo y pequeña cintura –pero últimamente quería que su mujer rediseñara su cuerpo con senos más grandes-. En Resumen, la quería como una Barbie. Pero Amanda Brown, motivada por las demandas emocionales y sexuales de su esposo, está lejos de ser una Barbie.

Es obvio: el cuerpo reconstruido quirúrgicamente está en todo su furor. Al punto de que hoy, como dice Alex Kuczynski vemos ''tetas sobre baras'':

El seno ideal en sí es, sin rodeos, el de una adolescente: un globo firme y suave con una combinación perfecta entre cono y esfera, coronado por un pezón pequeño y rosado, uno que no ha sido estropeado ni ahoyado por los labios de ningún hijo amamantado. Por supuesto, es muy inusual para una mujer que es esbelta en la parte inferior de su cuerpo tener suficiente masa corporal para sostener unos senos grandes. Aunque muchas mujeres americanas eligen imitar este ideal (y muchos hombres parecen admirarlo), ello señala nuestro creciente encanto por lo artificial sobre lo orgánico1.

Es posible, desde luego, que Brown no logra entender que su amor por lo artificial sobre lo natural está en la raíz de su búsqueda por uno senos perfectos. Para el doctor Hargraves esto es claro, pues tiene sus dudas frente a un segundo aumento de senos. Pero sus dudas, dice él, son difíciles de sustentar. Si no realiza la operación –piensa– otro cirujano en Londres lo hará. Pero cualesquiera sean las ambigüedades éticas, lo que más me llama la atención de esta historia son sus conexiones con el sentido de la reinvención total del individuo en nuestros días. Si es un encanto con lo artificial sobre lo natural lo que influencia la decisión de Brown para rediseñar su cuerpo, es un encanto que va directamente al fondo de la fabricación de nuestra complejidad cultural y económica como sociedad. Si la belleza lograda artificialmente y los negocios son vecinos cercanos (y el doctor Hargraves realmente cree que Brown quiso los implantes para apaciguar a su esposo y sus ambiciones en los negocios), ello quiere decir que la reinvención instantánea del individuo encaja perfectamente con la flexibilidad, la circulación y el flujo, que marcan la sociedad actual.

Desde Londres hasta Nueva York, de Madrid a Melbourne, de Teherán a Singapur, el comercio de la cirugía estética se está disparando. Botox, rellenos de colágeno, implantes de senos, exfoliaciones de piel, micro rejuvenecimientos faciales o cambios extremos están en su furor. Frases como ''estilos de vida líquidos'' y ''futuros flexibles'' no sólo describen en nuestros días la estructura de la economía global que ha traído profundos cambios en las estructuras de las organizaciones contemporáneas, sino que también dan cuenta de la emergencia de una serie de temores y obsesiones que los individuos regularmente experimentan en su intento por alterar sus identidades, sus personalidades y sus cuerpos.

La cultura de la cirugía estética es de excesos, miedos, ansiedades y melancolía desechables. Téngase en cuenta, por ejemplo, el siguiente informe periodístico, en el cual se subraya el gran número de maneras en que las combinadas fuerzas de la globalización, la alta tecnología y la nueva economía están determinando las exigencias del individuo por una reinvención personal a través de la cirugía estética. Según las estadísticas oficiales del gobierno norteamericano, sigue creciendo el número de personas que busca la cirugía estética como forma de salir adelante en sus lugares de trabajo. En los Estados Unidos los procedimientos cosméticos para hombres se han más que duplicado en los años recientes, y los cirujanos han encontrado un dramático aumento en las cirugías en ejecutivos, abogados, funcionarios del Estado y pilotos, entre otros2.

''En el marco de una economía complicada, un creciente número de profesionales'', informa el periódico Boston Globe, ''consulta asesores de imagen e incluso cirujanos plásticos, a fin de sacar ventaja de los ascensos laborales y frente a competidores más jóvenes''. Marilyn V. Santiesteban, una ejecutiva que se sometió a un cambio de imagen, comenta: ''Creo que la imagen profesional debe ser actualizada tan frecuentemente como se hace con la hoja de vida''. Ejecutivos en busca de nuevas y más jóvenes apariencias están pidiendo citas para iniciar correcciones de nariz, liposucciones, aumento de pecho, levantamiento de párpados y estiramiento de piel. El doctor Joel Feldman, del Hospital General de Massachusetts, indica que la creciente demanda de cirugía estética se debe a que ''la gente piensa que serán más aceptados en sus trabajos y, a la vez, se sentirán mejor consigo mismos''3.

A comienzos de 2007 el Primer Banco Nacional del Líbano ofreció un nuevo producto, único en el Medio Oriente: préstamos para cirugías cosméticas. El lanzamiento del producto fue aplazado debido a la guerra de Israel contra el movimiento Hezbolá en el Líbano, pero cuando la campaña publicitaria de estos nuevos préstamos comenzó, había vallas por todo el país en las que aparecía una modelo joven y rubia. George Nasr, jefe del departamento de mercadeo del banco en mención, estima que la cantidad de procedimientos estéticos se han duplicado en el Líbano desde el año 2000, y datos recientes hablan de que esta industria estaría avaluada entre 25 y 30 millones de dólares.4

Un estudio reciente –llevado a cabo por la firma Prince and Associates (especializada en investigación en salud y localizada en Connecticut) afirma que el 81 por ciento de los americanos con un capital mayor a los diez millones de dólares planea, en los próximos años, someterse a alguna cirugía plástica5. Estos informes de prensa sobre las tendencias de la cirugía plástica son, en distintos aspectos, sociológicamente sugestivos acerca de los amplios contornos de la cultura moderna. Resulta pertinente contextualizar dicho cubrimiento periodístico a la luz de la discusión abierta que acompaña el auge de la cultura de la cirugía estética en las sociedades contemporáneas.

Desde cualquier punto de vista, la cultura de la cirugía estética es un negocio masivo global. Tan sólo en los Estados Unidos, se estima que esta industria genera entre 15 y 20 mil millones de dólares al año6. Mientras estas cifras pueden estar por debajo de otros negocios de belleza como los 25 mil millones anuales producidos por la industria de la cosmética, o los más de 30 mil millones anuales de la industria de las dietas, la cirugía plástica es hoy el negocio en belleza con más crecimiento en el mundo. A comienzos de 2007, por ejemplo, la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos anunció que en el último año se habían llevado a cabo más de once millones de cirugías plásticas, una cifra mayor en siete por ciento al año 2005. Ello contrasta significativamente con los dos millones de cirugías plásticas realizadas por los estadounidenses en 1988, lo cual indica que la cultura de la cirugía estética atraía al americano del común y no sólo a quienes tenían mayor interés en los asuntos de la moda.

Al mismo tiempo, el apetito por la cirugía estética ha crecido rápidamente, a tal punto que el retoque de las partes del cuerpo está, en los primeros años del siglo XXI, entre una de las mercancías más seductoras, en términos eróticos. Sin lugar a dudas, la cultura siempre ha estado interesada por el sexo, pero hoy tenemos una sociedad esclavizada al rejuvenecimiento plástico vaginal (en el cual la vagina es recortada y reconstruida), el aumento de pezones e implantes de nalgas. Nuestra obsesión cultural lo muestra en cifras. Según la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos, la cirugía plástica se incrementó, entre el 2005 y el 2006, así: aumento de senos, 13 por ciento; cirugías en la parte inferior del cuerpo, 19 por ciento; rejuvenecimiento vaginal, 30 por ciento e implante de pectorales, 50 por ciento. Adicionalmente, en 2006 los cirujanos de la Sociedad Americana realizaron más de nueve millones de procedimientos no invasivos, lo que indica un incremento del ocho por ciento con respecto a 2005. Entre los procedimientos menos invasivos estuvieron; Botox (4.1 millones), peeling químico (1.1 millones), remoción láser de pelo (887.000), micro tratamientos de piel (817.000) y rellenos con ácido hialurónico (778.000).

Quizá sin sorpresa alguna, las mujeres gastan más dinero que los hombres en cirugías estéticas. Digo ''quizá'' en este contexto porque las recientes décadas han mostrado los avances en la equidad de género en Occidente, además del despliegue de valores progresistas que, en general, rigen la política sexual. A pesar de que en el mundo contemporáneo muy poca gente refutaría la realidad del movimiento social de las jerarquías de género, muchas feministas –de hecho– ven la agitación de la globalización como un elemento central en la sensación de la pérdida de poder de la mujer en relaciones de género aún desiguales. Una prueba de la distorsión actual en nuestras políticas sexuales se concentra en el auge de la llamada ''cultura de la obscenidad'': la tendencia contemporánea hacia un estilo de porno suave en todo, desde chancletas hasta clases de baile erótico, camisetas de Playboy e implantes de silicona7. De cualquier modo, y sean cuales sean las causas de la gran diferencia entre los sexos en términos de consumismo cosmético, aproximadamente el 90 por ciento de las cirugías estéticas en los Estados Unidos corresponde a mujeres. Además, las estadounidenses están gastando, ahora, cerca de un 55 por ciento más en cirugías cosméticas de lo que gastaban en el año 2000. Dicho esto, es ciertamente evidente que el género masculino es atraído cada vez más a las estructuras dominantes de la cultura de la cirugía plástica. Existen, por su puesto, infinidad de informes de prensa que hablan sobre cómo los hombres se someten a procesos de mejoramiento de sus cuerpos con la intención de mejorar sus carreras en, por ejemplo, el modelaje, los deportes, el cine y la televisión. Pero una mejor explicación sobre este particular tiene que ver con los datos revelados por la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos y relacionados con un aumento en los siguientes procedimientos: desde el 2000, los estiramientos de piel registraron un incremento del 180 por ciento y las abdominoplastias un 165 por ciento. Los incrementos mayores en intervenciones estéticas, en el caso masculino, se dieron en varios procedimientos no invasivos que requieren menor convalecencia que una cirugía plástica y, por su puesto, menos tiempo por fuera del puesto de trabajo. En los Estados Unidos, Botox es el procedimiento menos invasivo con mayor demanda entre los hombres, y su uso ha crecido en un 200 por ciento desde el año 2000. Asimismo, los tratamientos de piel (peeling) han sido preferidos por los estadounidenses, y su uso ha registrado un aumento del 112 por ciento, también, desde el año 2000.

En los Estados Unidos la cultura de la cirugía estética es, no obstante, más compleja y diferente de lo que señalan los datos de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos. Ello toda vez que dicha Sociedad está constituida por unos seis mil miembros aproximadamente, lo que la convierte en la asociación de cirujanos estéticos más grande del mundo. Pero muchos pacientes acuden a cirujanos pertenecientes a otras organizaciones. A este respecto no existen estadísticas oficiales, sin embargo, algunas de las asociaciones importantes en este campo incluirían la Sociedad Americana de Cirugía Plástica y Estética, Cirugía Estética USA y la Academia Americana de Cirugía Estética. Estas instituciones se inscriben en diferentes protocolos y procedimientos profesionales, mientras que los médicos están tentados a recomendar o usar diversos productos, dependiendo de a qué asociación pertenezcan.

En Inglaterra las tendencias en cirugías estéticas son evidentemente similares. Al igual que la información señalada en el caso americano, en el Reino Unido los resultados sobre el estudio del auge de la cultura de la cirugía estética no son oficiales ni concluyentes. Aunque encajan dentro de las estadísticas de nuevos pacientes, las cifras publicadas por la Asociación Británica de Cirujanos Plásticos y Estéticos (BAAPS) muestran una moda más amplia en las ciudades más caras y refinadas de Occidente. La BAAPS indicó que sus cirujanos presenciaron un aumento del 50 por ciento, en el 2005, y un 35 por ciento, en el 2006, en el número de cirugías plásticas realizadas en Inglaterra. Cuando la prensa reveló estos datos, hubo un revuelo en el seno de la tradicional y amorosa sociedad inglesa. Al comprobarse tales informes, resultó que la cifra rebosó las cuarenta mil intervenciones quirúrgicas. Algunos analistas dijeron que los datos eran altos comparados con los sesenta millones de habitantes que tiene el Reino Unido. Otros, sin embargo, argumentaron que las cifras –leídas detenidamente– eran indicios del auge de la cirugía estética. La discrepancia se dio en tanto que la BAAPS representa tan sólo a 200 de los aproximadamente 700 cirujanos plásticos que trabajan en Inglaterra; lo que indica, además, que estas cifras serían la punta del iceberg de la cirugía plástica en ese país. Por otra parte se señaló que las estadísticas de la BAAPS no incluyeron la parte menos representativa del mercado, es decir, los procesos no invasivos con Botox y rellenos de colágeno, entre otros.

A pesar de ello, el furor por la cultura de la cirugía estética se refleja ciertamente en recientes estudios británicos. Investigaciones de mercado de 2006, por ejemplo, estiman que en Inglaterra la industria de las cirugías está valorada –al año– en más de 528 millones de libras esterlinas, un incremento de casi el 50 por ciento con respecto a 20058. Según el informe, en este mercado los factores socio-económicos son los mayores motivos para recurrir a la cirugía cosmética en el Reino Unido. No se trata, pues, de mera vanidad o narcisismo lo que impulsa a la gente a operarse; más bien, se trata de una inversión en el futuro de cada individuo. La baja tasa de desempleo, los ingresos disponibles y un más fácil acceso a los préstamos durante finales de los 90 y comienzos de la década del 2000 significaron que futuros pacientes tuvieran la posibilidad de realizar dicha ''inversión'' con cierta comodidad. Otro elemento identificado por estos investigadores de mercado en relación con el tema tiene que ver con la increíble velocidad de los cambios tecnológicos, particularmente los relacionados con procesos no invasivos. El incremento en la sofisticación de la tecnología láser es una fuerte tendencia en la combinación de tratamientos que involucran el uso de un número diverso de procesos de carácter no quirúrgico (inyecciones o peelings, además de la cosmética farmacéutica) es un factor importante en el auge de este mercado. En términos de intervenciones quirúrgicas, las cirugías de cara, en particular, rompen el récord por sus avances en técnicas de mínima invasión, lo cual está motivando a más mujeres a optar por las denominados sesiones rápidas de rejuvenecimiento. Los tiempos de recuperación son menores y la clientela puede, incluso, regresar a su trabajo después de intervenciones relativamente grandes9.

En términos más amplios, lo anterior hace referencia a la práctica cultural que hemos llamado auto-reinvención personal, y de la cual abordaremos algunas de sus implicaciones sociales. Tal como sucede en el Reino Unido, el apetito por lo quirúrgico es obvio en toda Europa. La revista Time, de marzo de 2006, publicó un artículo titulado ''La extraordinaria transformación de Europa'', el cual documentaba con cifras sin precedentes la demanda de cirugía estética opcional. Países como Francia, Alemania, España y Turquía aventajaban a Inglaterra en el consumo de cirugías plásticas. Es de resaltar que los más apasionados por la cultura de la cirugía plástica son las generaciones más jóvenes.

De las grandes regiones, Asia ha sido una de las que ha experimentado un florecimiento en la cultura de la cirugía estética. Esto ha ocurrido casi de la noche a la mañana. Por muchas décadas, Asia quedó rezagada de Occidente frente a la moda de la reinvención personal ofrecida por la cirugía plástica. En la actualidad, sin embargo, brillantes jóvenes asiáticos están atónitos frente a la posibilidad de permanecer jóvenes y mejorar sus apariencias mediante retoques quirúrgicos. Desde Seúl hasta Singapur, se recurre a la cirugía plástica como nunca antes. En Japón, los procedimientos no invasivos como el Botox y las inyecciones de colágeno reportan un valor anual de cien millones de dólares entre las mejores clínicas. En Taiwán, más de un millón de intervenciones de este tipo son realizadas anualmente, una cifra que se ha duplicado en menos de cinco años. En Corea del Sur, los cirujanos estiman que más de un adulto entre diez ha hecho algún tipo de mejora en la imagen corporal. Y en Tailandia, los paquetes turísticos con propósitos de cirugía plástica están de moda.

La reciente obsesión de Asia por la cultura de la cirugía estética ha sido inaugurada por las corrientes de la globalización, la nueva economía y los avances en las tecnologías de la información y los medios masivos de comunicación. El énfasis de primer plano en la transformación personal a través de cirugías de mejoramiento del cuerpo, más obvio en la televisión satelital y en la cultura de Hollywood, es diseminado día y noche en medios que muestran programas como Surgery Live y The Swan a países como Singapur, Tailandia e India. No cabe duda de que esta globalización de los medios masivos de comunicación ha demostrado una influencia central en la manera como Asia ha rediseñado el ideal de belleza en los últimos tiempos. Seducidos, cautivados y algunas veces adictos a las imágenes de la cultura de la cirugía plástica occidental, más y más orientales desean rehacerse en el molde del hombre blanco. Sin embargo, no es verdad que esta revolución global de la cirugía haya transformado las culturas asiáticas en una moda uniforme. Mientras la distribución de imágenes de la cirugía estética por toda Asia ha penetrado profundamente en la comprensión de las identidades de la gente, la aceptación de tales imágenes –y especialmente en el nivel de requerir cirugías estéticas– ha sido culturalmente particular. Así lo refleja un informe de la revista Time:

Los asiáticos solicitan a sus cirujanos operaciones para agrandar sus ojos, estirar sus narices y aumentar sus senos –rasgos no característicos de su raza–. En respuesta a tales demandas, los médicos de la región han tenido que inventar tecnologías únicas. El proceso número uno en Asia es una forma de blefaroplastia en la cual un pliegue es creado, con aguja o bisturí, por encima del ojo y luego suturado. En los Estados Unidos, la blefaroplastia está igualmente en los primeros lugares del ranking, pero allí consiste en la remoción de bolsas o grasa formada alrededor de los ojos. Asimismo, la gente en Occidente utiliza el Botox o la toxina botulínica para disminuir las arrugas, mientras en Corea, Japón y Taiwán, el Botox es inyectado en mejillas anchas a fin de que éstas se atrofien y se achiquen10.

El punto esencial aquí es que –si bien es cierto– Asia está crecientemente imbuida en la economía global y en sus principios ideológicos sobre la cirugía estética, las influencias de los medios son reprocesadas a través de nuevas tecnologías médicas que permiten encajar con las formas específicas de la cultura asiática.

Así como la cultura de la cirugía estética se ha tomado a Corea del Sur, Singapur, Tailandia y Malasia, ésta también ha penetrado la construcción de la sociedad china. De hecho, recientes estudios muestran que China está sobrepasando a Corea del Sur como el centro de la cirugía estética en Asia11. En contra del trasfondo de la austeridad del comunismo chino, estos datos son de algún modo muy sorprendentes, teniendo en cuenta que la cirugía cosmética fue prohibida por el gobierno por casi 20 años. No obstante, la cultura de la cirugía estética es –hoy– una de las industrias con más crecimiento en la economía de ese país. Según las cifras recientes del mismo gobierno, los ciudadanos chinos están gastando más de 2.4 billones de dólares al año en cirugías estéticas, con más de un millón de operaciones realizadas anualmente.

Que existe un desarrollo importante en la relación con el éxito laboral y unas actitudes más abiertas hacia la cirugía estética en China es advertido por el periódico Asian Times en un informe del 2005, en el cual se documenta el número de ciudadanos acomodados que visitan al cirujano. En el informe, la nueva cara de la cirugía plástica en China se presenta como individuos que ''invierten'' en ellos mismos –en sus carreras, estilos de vida y posibilidades futuras. El argumento se desarrolla así:

Ciertamente existen factores sociales y económicos que sugieren que la industria cosmética es una buena apuesta. En cualquier parte del mundo donde te encuentres, la buena apariencia, el individuo delgado y el alto pueden esperar ganar más que sus colegas gordos, bajos y desaliñados (y esto sucede en países desarrollados, a pesar de las estrictas leyes antidiscriminatorias). En China, donde los empleadores pueden manifestar abiertamente en una entrevista de trabajo sus preferencias por ciertas apariencias personales, la relación entre salarios y aspecto físico es, en ciertos campos, más obvia. La expresión clave ''pinmao duanzhuang'', traducida como ''apariencia apropiada'', es cada vez más un requisito importante para trabajos que involucran el contacto con los clientes12.

Los impactos de la liberación económica, los valores individualistas de Occidente y los comienzos de los cambios a gran escala en la rigidez sexual tradicional en la era del comunismo chino también sustentan las emergentes actitudes frente a la cirugía estética. ''Una rápida y expansiva competencia en los medios'', sugiere un artículo sobre la China de hoy en el periódico Asia Times, ''lleva el mensaje básico a una creciente y receptiva audiencia de que las buenas y jóvenes apariencias son fundamentales para la realización personal y la autoestima''. Sin embargo, las aspiraciones profesionales continúan siendo centrales en la tendencia de la cirugía estética en China. Tal como lo resume un cliente de la cirugía plástica en un informe del canal CBS News:

No es tan solo vanidad. A menudo, en esta sociedad, a la gente la seleccionan para un trabajo o un asenso dependiendo de su apariencia. Hay informes en los cuales se dice que la gente no es contratada porque fueron considerados muy feos o muy bajos de estatura13.

Otros países muestran tendencias similares. Por ejemplo, y aunque en el momento no existen estadísticas exhaustivas, el número de cirugías plásticas hechas en Australia en los años recientes se ha elevado dramáticamente. Esto es mucho más real en ciudades capitales como Sidney y Melbourne, pero un incremento en el número de australianos que solicitan transformaciones corporales es evidente en otras ciudades también. Por ejemplo, los Asociados en Cirugía Plástica de Adelaida reportaron un aumento del 50 por ciento en su clientela extranjera. La cirugía estética, entonces, parecería estar convirtiéndose en la más rápida y emergente exportación del Estado de Australia del Sur. Y las razones no serían difíciles de establecer. Por un estiramiento facial que costaría 70 mil dólares australianos en Londres y 25 mil en Sidney, en Adelaida vale sólo 10 mil.

Esta reducción en el precio de la cirugía estética no es, sin embargo, el aspecto más interesante de la historia. Lo nuevo en la oleada de conversos a Botox y adictos a la liposucción es la composición social de aquellos que visitan al cirujano. Cada vez más, profesionales de clase media se entregan a la cirugía plástica en un intento por retener, o algunas veces adquirir, apariencias jóvenes. La Asociación Británica de Cirujanos Plásticos, por ejemplo, señala que la gente profesional reemplazó a las celebridades como el grupo dominante que buscaba transformaciones corporales a través de la cirugía estética, una tendencia confirmada por recientes estudios académicos. Desde Yakarta a Singapur o Londres, distintos profesiones visitan Australia con el fin de realizarse una cirugía plástica, en tanto que logran armar paquetes en los que se tienen en cuenta los bajos precios de los tratamientos con vuelos de clase económica y días festivos.

El estudio académico de la cirugía plástica no ha sido notable por sus perspicacias o argumentos controversiales. Por muchos años, fue sinónimo del análisis o crítica de tratamientos en la nariz (rinoplastia) o estiramientos de piel facial (ritidectomía)14. En los 90 y a comienzos de la primera década del 2000, la cirugía estética, sin embargo, vino a incluir también la liposucción, el aumento de senos, la abdominoplastia, el implante de nalgas, la corrección de párpados, los implantes y el alargamiento de pene. La cultura de la cirugía estética –en revistas, libros, llamadas telefónicas a estaciones de radio y televisión– se extendía en la vida social. Pero había preocupaciones en la academia sobre qué procedimientos quirúrgicos deberían incluirse y cuáles excluirse en este campo de estudio. Surgió el conflicto sobre si las infiltraciones de grasa y colágeno o Botox constituían parte de la cirugía estética. Una confrontación más significativa apareció sobre los significados y diferencias entre la cirugía estética, referida como los procesos hechos a pacientes en general saludables, y cirugía plástica, la cual podría incluir reconstrucción facial por un accidente de automóvil o reconstrucción de un seno debido a una mastectomía. Ello fue un área de importante investigación académica, aunque el público en su mayoría logró intuitivamente captar bien sus diferencias. Entre tanto, hubo lánguidos y prolongados debates acerca de si, por ejemplo, las cirugías transexuales entraban o no dentro de la sombrilla de la cultura de la cirugía estética.

Cuando la academia finalmente logró enfrentarse a los asuntos sociológicos más sustantivos surgidos en este campo, lo hizo, sorpresivamente, de una manera muy Abstracta –primordialmente recurriendo a las teorías sociales y feministas europeas–. Fue sorpresivo, pues la teoría social europea, al menos en la tradición del pensamiento post-estructuralista y post-feminista, estaba ampliamente en conflicto con las imágenes de perfección plástica vehiculada por la cultura de la cirugía estética. Las explicaciones del poder social y de género en la teoría post estructural y post-feminista, con su alto lenguaje de abstracción y de intertextualidad, difícilmente encajan bien con la cultura de la cirugía estética ultra-visual (en la cual mujeres y hombres están metidos, bombardeados, moldeados y esculpidos). No obstante, el tipo de teoría social que empezó a surgir en los 90 en los trabajos de feministas y post-estructuralistas como Kathy Davis, Virginia L. Blum y Anne Balsamo, fue aquella de la adicción a la cirugía estética y la negociación de discursos, los cuerpos mutilados, las identidades vigiladas y las patologías intertextuales.

A pesar de lo poco promisorios de los puntos conceptuales de partida, la crítica ha buscado detallar una fórmula general completa que explique el auge de la cultura de la cirugía estética. En The Beauty Myth, Noami Wolf declara que la ''actual era de la cirugía es, como el sistema médico victoriano, impulsada por beneficios fáciles''. Argumenta que el capitalismo en su fase hiperconsumista, inaugurada por gigantescas multinacionales, hace su trabajo secretamente a espaldas de las mujeres y las erige como candidatas a las prácticas letales y sangrientas de la cirugía estética. Así, las mujeres están condenadas a la persecución fatal de la ''belleza'', concebida por un sistema de exceso demencial, en el que las intervenciones quirúrgicas se consideran necesarias para individuos sin problemas corporales. Y como concluye Wolf desde el Olimpo de la cumbre feminista:

Cualquiera que sea la amenaza del futuro, podemos estar bastante seguros de esto: las mujeres en nuestro ''crudo'' o natural estado continuaremos siendo desplazadas de la categoría de ''mujer'' a la categoría de ''fea'' y avergonzadas por una identidad física fabricada en serie15.

Al igual que Susan Bordo, en su influyente texto Unbearable Weight, el libro de Kathy Davis, Reshaping The Female Body: The Dilemma of Cosmetic Surgery, sostiene que las mujeres recurren a un repertorio de intersecciones de discursos culturales relacionados con el cuerpo y la apariencia, a fin de dar una sustancia narrativa a la decisión de someterse al bisturí del cirujano. Acudiendo a nociones sociológicas y feministas del poder, Davis intenta ''encontrar el camino para explorar la cirugía estética como una situación compleja y dilemática para las mujeres: problema y solución, opresión y liberación, todo a la vez''16. Para Davis, la cirugía estética inicia un nuevo orden en el discurso, en el cual las nociones de elección, toma de decisiones y sujeto llegan a ser fundamentales en la construcción y reconstrucción del cuerpo femenino. Esto refleja no solo el dolor y sufrimiento que las mujeres experimentan antes de tomar decisiones informadas sobre la cirugía estética, sino también su heroísmo para actuar y obtener una cirugía. Davis resume su caso así:

Mi análisis está situado en el filo de la navaja, entre una crítica feminista a la cirugía estética (acompañado de las ideologías de inferioridad femenina que las sustentan) y un deseo, igualmente feminista, por tratar a las mujeres como agentes que negocian sus cuerpos y sus vidas dentro de las limitaciones culturales y estructurales de un orden social basado en los géneros. Esto ha significado explorar la cirugía estética como una de las expresiones más perniciosas de la cultura de la belleza occidental, sin dejar de lado a las mujeres que consideran la cirugía estética como una ''droga cultural''. Ello ha implicado entender cómo la cirugía estética podría ser el mejor procedimiento para unas mujeres en particular, mientras, al mismo tiempo, problematiza las limitaciones situacionales que convierten la cirugía estética en una opción17.

En la búsqueda por apartarse del modelo opresión-liberación que presenta a las mujeres como ''idiotas culturales'', Davis desarrolla una aproximación que enfatiza la libertad y la autonomía femenina en relación con la cirugía estética. La autora habla de ''tomar la vida en nuestras propias manos'', ''llevar el control'' y ''tener la vida a la mano''. Cómo podría aplicarse esto al caso de una mujer en Nueva York que quería una liposucción en los dedos de sus pies, no es tan fácil de entender. Pero si Davis equipara sujeto con acción, en un intento por mostrar cómo la participación de la mujer en la industria de la belleza puede ser potencialmente liberadora o subversiva, corre, también, el riesgo de reproducir los peores clichés voluntaristas de la cultura de la cirugía estética. Por lo tanto, a veces, la interpretación del heroísmo de las mujeres que se practican cirugías cosméticas parece una sección de publicidad en la revista Cosmopolitan o Vogue.

Está también la pregunta de si la cirugía estética es siempre consumismo o influencia de las celebridades. En la actualidad, la cirugía estética es, cada vez más para mucha gente, equiparada con el auge de la cultura del consumidor; particularmente en lo que tiene que ver con la apariencia, la reconstrucción del cuerpo y, por supuesto, la vida en sí misma. Aún así, muchos aceptarían que mientras la cultura del consumo y de las celebridades puede ser una influencia poderosa en las actitudes hacia la cirugía estética, las actitudes sociales y las opiniones no son, finalmente, reducibles a estos dos aspectos. Es decir, la cirugía estética en la vida real involucra un amplio rango de asuntos que van desde las preocupaciones estéticas hasta las consideraciones del estilo de vida en los temas médicos y de salud.

A pesar de todo, para una gran cantidad de exponentes de la tesis sobre la cirugía estética como pura opresión (patriarcal), no puede haber mayor ingenuidad que confundir las industrias de la transformación corporal con las decisiones autónomas y auto reguladas de individuos libres. Para los partidarios de este punto de vista, la cultura de la cirugía estética está irrefrenablemente determinada por la interacción entre el consumismo, las celebridades y la cultura patriarcal. En Flesh Wounds: The Culture of Cosmetic Surgery, uno de los estudios recientes más sofisticados desde este ángulo sobre la cirugía estética, Virginia L. Blum considera fundacional –para la misma cultura de la cirugía estética– el consumo de imágenes de cuerpos atractivos y seductores. En este sentido escribe que:

La mayor popularidad y la normalización de la cirugía plástica como una práctica corporal en el cambio de milenio son el resultado de una población que se identifica con imágenes de dos dimensiones, como nuestra forma de ''valor'' más permanente18.

Mediante una embriagadora combinación de teoría feminista, psicoanálisis y estudios culturales, Blum cuestiona los procesos psíquicos y subjetivos que convierten a un individuo ''adicto a la cirugía''. El argumento, en tanto que involucra complejas lecturas y aplicaciones del psicoanálisis freudiano y lacaniano, parece señalar que una ambivalencia humana fundamental mantiene bajo control la cirugía estética –reproduciéndola, ampliándola y anulándola al mismo tiempo–. Inspirándose en la última noción de simulacro, acuñada por el sociólogo francés Jean Baudrillard, Blum concluye que:

La cirugía estética de muchos podría ser interpretada no sólo como el triunfo de las incursiones de la cultura de las celebridades sino, también, como su máximo fracaso... Así como la televisión nos mira, quizá ahora nosotros somos los modelos, o más bien, los modelos de los modelos, cuya profunda doble dimensión internalizada funciona como la base cada vez más lejana para el comportamiento ''humano''19.

La teoría radical feminista, aunque esta vez desde un filón foucaultiano más que lacaniano, también nutre Sugery Junkies, de Victoria Pitts-Taylor. Desde un abordaje Abstracto del tema, Pitts-Taylor alcanza la inusual hazaña de ''seguir las percepciones de la teoría social postmoderna y postestructuralista'', con el fin de ''enunciar la verdad sobre las subjetividades individuales'' que se someten a la cirugía estética; todo ello mientras muestra una total despreocupación por las experiencias reales de quienes se han hecho algún tipo de operación cosmética. Casi nada en su libro da pistas sobre la idea de que la cirugía estética tenga que ver, básicamente, con la aplicación de la tesis de ''las tecnologías del yo'' de Foucault. El análisis de esta autora depende, entonces, de un cambio: de la liposucción se pasó al lenguaje como el foco de atención. ''Veo los cuerpos de la cirugía estética'', escribe Pitts-Taylor en una elaborada retórica foucaultiana,

como lugares de visibilidad donde el yo es expuesto. El hecho de que hablemos mucho del yo y lo veamos en la superficie del cuerpo no es porque hayamos encontrado la verdad única de la cirugía estética, sino porque nos inclinamos a examinar y encontrar esta verdad de maneras históricamente específicas''20.

Lo anterior se ubica muy lejos de una respuesta simple a por qué la gente, digamos, anhela la liposucción. En todo el libro, el tono de Pitts-Taylor no es exactamente el de una guía filosófica, pero tampoco se aleja de ello. Sorpresivamente la autora da –hacia el final de Surgery Junkies– ''un informe autoednográfico'' de su propia cirugía estética. Durante la investigación para su libro, Pitts–Taylor tuvo una rinoplastia. Y si algún lector espera afianzarse en el tema de la cirugía cosmética, la decepción lo espera, tal es el estilo seco y academicista de la autora. Esto, quizá, está mejor ilustrado en su propia reflexión sobre lo que suscitó su decisión de someterse al bisturí:

Inicialmente estaba motivada por el deseo de ponerme –yo misma– en el lugar del paciente, pero estaba muy atraída por la idea de que podría ser más bella, a pesar de mi experiencia en la crítica a la heteronomía.21

Parecería claro que, en este aspecto, filosofía y cirugía estética no compaginaban.

Tal vez, incluso en niveles superiores de abstracción conceptual y oscurantismo político, otros críticos han buscado perseguir una definición completa o determinar la causa de la cultura de la cirugía estética. En Technologies of the Gendered Body, Anne Balsamo sostiene que la cirugía estética es una práctica a través de la cual ''las mujeres actúan para hacer que sus cuerpos signifiquen algo para ellas mismas y para los demás''22. Desde una muy elaborada semiótica, la autora afirma que ''la cirugía estética transforma literalmente el cuerpo material en un signo de la cultura''23. Pero ¿cuándo el cuerpo no es un signo de la cultura? Uno sólo puede preguntarse cómo es que el cuerpo normal ''pre-estético'' (cuerpo material, según Balsamo) está por fuera de la cultura. De manera similar, Suzanne Fraser define el campo así:

Como un ensamblaje mecánico, la cirugía estética combina discursos, gente (tanto pacientes como profesionales, médicos, abogados, psicólogos, agentes de publicidad y científicos), equipamiento, lugares (hospitales, clínicas, juzgados, etc.)24.

Desde este punto de vista no es fácil reconocer las diferencias entre el trabajo de un cirujano de cerebro y un especialista en prótesis dentales.

Luego, está la legión de ''guías secretas'' para la cirugía estética. En The Facelift Diaries, una guía involuntariamente chistosa y elaborada por dos psicoanalistas clínicos que se sometieron a intervenciones quirúrgicas, Jill Scharff y Jaedene Levy señalan:

Cuando una mujer se da cuenta de que has tenido una cirugía estética, se siente conectada contigo. Una vez lo sabe, reclama el derecho de examinar abiertamente tu cara y hacer comentarios. Una cirugía te expone al mundo y te exige mirarte a ti misma''25.

Este tipo de psicología popular nos dice muy poco; excepto que, para los autores, la cirugía estética nos ''expone'' de una manera aparentemente diferente, digamos, del método Pilatos, el buceo o el negocio del mercado de acciones. Es muy diciente que Scharff y Levy dediquen gran parte del libro a documentar sus propias dudas, ansiedades, sufrimiento corporal y la presión interpersonal con la familia, amigos y pacientes.

''Cuando éramos jóvenes'' escriben, estábamos seguros de que había algo maravilloso en ver la experiencia de la vida grabada en las líneas de la cara. A medida que envejecemos, coincidimos en que hay gente que envejece maravillosamente, pero nos damos cuenta de que no estábamos entre ellos. Nuestras caras estaban enviando el mensaje erróneo sobre nosotros mismos26.

Claramente, su profesión, el psicoanálisis, fue de muy poca ayuda para que estos dos autores hicieran las paces con el mensaje erróneo emitido por sus caras.

Por el contrario, Beautiful Junkies, de Alex Kuczynski, es un valioso encuentro con la cirugía estética, escrito por alguien que ha estado, en ocasiones fuera y en ocasiones dentro, de la cultura de la cirugía estética. El estatus, digamos, de conocedora interna le viene de su experiencia como periodista para el New York Times, donde escribió extensamente sobre la cultura de la cirugía estética y sus patologías. Incluso como paciente en recuperación de su adicción al Botox y a la belleza, Kuczynski desarrolla una crítica social punzante e irónica. La cautivante exploración que hace sobre la estética se expresa, fundamentalmente, por alegres anécdotas que incluyen un especialista en ''tratamiento estético de pies'' que ofrece descamación de dedos y pies, y el médico que provee remociones quirúrgicas de grasa a las newyorkinas en sus horas de almuerzo–. Los cambios corporales extremos son, para Kuczynski, parte esencial del estilo de vida americano.

''La idea de que podamos mejorar nuestro cuerpo'' dice, es estupendamente atractiva para americanos inseguros. Y, de hecho, están surgiendo más razones que contribuyen a la aversión hacia nosotros mismos: a cada minuto nos estamos poniendo más gordos, más viejos y menos saludables. Un montón de mini industrias y de actividades de placer han aparecido alrededor de la industria de la cirugía estética, dictando todo, desde qué leemos hasta qué miramos y cómo pensamos27.

El entrecruzamiento de la industria de la transformación corporal y la cultura de la cirugía estética es lo que interesa a Kuczinski, aunque la orientación periodística de su libro excluye análisis sobre la nueva interpretación de la estética y el mercado. Sin embargo, la autora entiende que la cultura de la cirugía estética es tóxica. Al reflexionar sobre su propio desastre con el gel inyectable Restylane, el cual la dejó temporalmente con unos labios de pesadilla, Kuczynski dice:

Intentar permanecer hermoso y mantener una apariencia joven es, paradójicamente, un juego de alguien joven. No importa la cantidad de vitaminas antioxidantes que tomemos o el Botox que usemos, vivimos en un estado de constante desintegración. En una era en la que aspiramos al mejoramiento permanente (mejoramos nuestras casas, esposas, carros, senos), habitamos máquinas físicas que, insistentemente, están llevándonos todo el tiempo a la decadencia28.

No es sorpresivo, pues, que el tema de la cirugía estética se haya estado debatiendo tanto de forma Abstracta como sensacionalista. Pero también ha habido discusiones muy técnicas y menos llamativas sobre sus consecuencias. En 2007, mientras hacía la investigación para esta publicación, asistí en el verano a la Universidad de Viena al encuentro de académicos, especialistas en bio-estética y legisladores de la Unión Europea. Mientras estaba en el Hotel Astoria, cerca de la conocida calle ''Karntnerstrasse'', a pocos pasos del famoso edificio de la Ópera Estatal de Viena, mi impresión inicial fue que la rica historia cultural de la ciudad no encajaba con los debates que los asistentes al encuentro entablarían sobre los retos de la bio-medicina y las nuevas tecnologías.

La conferencia se llamó ''Ingeniando los cuerpos europeos'', y fue parte de un proyecto más amplio de la UE sobre gobierno y bioética europeos. Erróneamente, como sucede, había asumido que la conferencia sería en gran parte un ejercicio crítico alrededor de las conexiones entre medicina, tecnología y sociedad. Había imaginado que los participantes buscarían la manera de poner la cirugía estética entre los cambios institucionales que han marcado nuestra época: nuevas tecnologías, globalización e individualismo acelerado. Pero estaba equivocado. Pocos asistentes parecían estar preocupados por las consecuencias políticas y sociales de la cultura de la cirugía estética. Más bien, este era un encuentro de técnicos especialistas y gomosos de las leyes inquietos por trazar el mapa de las normas y regulaciones gubernamentales en torno a las tecnologías biomédicas y las modificaciones de los cuerpos y las identidades en la Unión Europea. En efecto, la conferencia reflejó las exigencias instrumentales que han formado poderosamente la cultura de la cirugía cosmética por toda Europa. Con todo, lo que estaba en oferta era, en general, un análisis de cuerpos anémicos, identidades peculiarmente desprovistas de emociones. Estos especialistas y expertos en leyes no fueron a la conferencia para cuestionar y criticar la cultura de la cirugía estética; estaban allí para ver cómo la hacían funcionar de manera más eficiente. Mientras escuchaba ponencias con títulos como ''Llevando la experiencia al ensamble biomédico'', ''Trasladar la bioética más allá de la ética'' y ''De los retos transhumanistas a la ética de la virtud'', me di cuenta de que mis compañeros asistentes eran las últimas personas que consultaría para saber sobre los retos emocionales y personales que un individuo enfrenta cuando considera la posibilidad de una cirugía estética.

Uno de los conferencistas, que sí despertó mi curiosidad, sin embargo, fue Michael Zichy, de la Universidad Ludwig-Maximilian, de Munich. El interés de Zichy es la relación entre el mejoramiento corporal quirúrgico, la ética, la escultura corporal biotecnológica y los asuntos morales sobre la identidad. Según este expositor, el realce corporal a través de medios biotecnológicos motiva preguntas fundamentales de índole ética sobre quiénes somos y quiénes queremos ser. ''El término técnico ''mejoramiento'', dice Zichy, ''sirve como punto focal para los sueños humanos, esperanzas, promesas y miedos''29. Después de revisar discursos científicos, técnicos y públicos acerca del mejoramiento corporal quirúrgico a la luz de los valores europeos compartidos, Zichy concluye que hay –principalmente– cuatro aproximaciones, imágenes, suposiciones evidentes en todas las opiniones o declaraciones consultadas. Ellas consisten en (1) una ideología científica enfocada en el progreso que localiza el mejoramiento estético, de carácter quirúrgico, en términos de una necesidad moral por la transformación individual o corporal; (2) una aproximación liberal con una débil concepción de identidad, aquella que muestra el mejoramiento corporal en términos de opciones de vida; (3) un enfoque humanista que valora el mejoramiento corporal en la medida en que éste promueve la igualdad entre la gente; y (4) una propuesta esencialista que rechaza el mejoramiento estético quirúrgico sobre la base de que la ''naturaleza humana'' no debería ser interferida o alterada. Estos acercamientos podrían ser re-descritos, alternativamente, como el núcleo de ideologías que proscribe por qué uno debería, podría, no debería o ni podría someter el cuerpo a un mejoramiento estético quirúrgico.

Tales categorías analíticas podrían ser beneficiosamente desplegadas para comprender de manera más amplia el debate público sobre la cirugía estética en los últimos años. En la medida en que hemos presenciado la emergencia de dicho debate, y esto ha sido muy irregular en las sociedades contemporáneas, el argumento típico ha tendido a provocar la división entre aquellos pro-elección y aquellos que reclaman que la cirugía estética es extensiva a la creación de nuevas vulnerabilidades personales en el nivel social. Para quienes defienden la cirugía estética, especialmente cirujanos plásticos y asociaciones profesionales, la decisión del paciente (consumidor) es la particularmente valorada en este contexto, lo cual podría explicar por qué este argumento ha ganado tanta aceptación pública. La cirugía estética y las industrias de la transformación corporal involucradas con ella, se argumenta, brindan oportunidades a los individuos para que negocien o adquieran una identidad única basada en una decisión personal. Y en tanto que el cambio es considerado deseable en sí mismo (que lo es para este tipo de defensores profesionales de la plasticidad eterna), la cirugía estética, se dice, promueve avances en la autonomía personal, que en sí misma es un bien público. Este punto de vista pro-elección parecería estar reducido a una visión simplista, pues en la medida en que la gente haga la decisión correcta (desde el humectante usado en la mañana hasta los mejoramientos quirúrgicos a los que uno se someta de vez en cuando), todo en la vida saldrá bien. Desde este ángulo, e invocando el esquema de Zichy, una cirugía estética, ciertamente, podría llevarse a cabo y, en lo posible, debería hacerse. De otro lado, los críticos de la cultura de la cirugía estética han expresado preocupación por el verdadero costo emocional, como también por el potencial desajuste social, derivados de estos paquetes ofrecidos en remodelación corporal. Desde esta óptica, muy bien podría haber razones sólidas para ''personalizar'' la identidad en línea con el número abundante de estilos culturales que se ofrecen hoy en el mercado, pero rediseñar el cuerpo completamente es dar un paso demasiado lejos. Para dichos críticos, la cultura de la cirugía estética es atravesada por el narcisismo extremo, adolescente en esencia, que engendra nuevas vulnerabilidades y provoca una peligrosa adicción cultural. Es, con seguridad, una práctica que uno no debería realizarse (o al menos es lo que se deduce al leer tal crítica a la luz del esquema de Zichy).

Estos términos generales evaluativos a favor y en contra impregnan la mayoría de los aspectos de la discusión pública y académica sobre la cirugía estética. Pero una de las paradojas de este estrecho marco del debate es que –desde mi punto de vista– las fuerzas sociales e institucionales más profundas que gobiernan la producción de la cultura de la cirugía estética permanecen ampliamente ignoradas. Mi pelea con los académicos y los intelectuales públicos que hablan sobre lo que se gana o se pierde con la cirugía estética no es si ésta conlleva a la destrucción de la identidad o posibilita un mejor futuro. De hecho, las actitudes, orientaciones y creencias sobre la auto-reinvención personal han cambiado en tiempos recientes, y puede que no sea sociológicamente posible (o incluso deseable) intentar un análisis costo-beneficio de tales tendencias sociales. Mi argumento es que el nuevo individualismo del cambio instantáneo promovido por la cultura de la cirugía estética es configurado, y está siendo configurado, por cambios institucionales más amplios y asociados a la globalización. El propósito de esta publicación no es simplemente discutir de una manera muy seria un asunto social que es regularmente trivializado, sino que –más generalmente– buscamos preguntarnos por las fuerzas sociales que contribuyen a la escalada de la cultura de la cirugía estética.

¿Por qué estamos cada vez más, como sociedad, esclavizados de la cultura de la cirugía estética? Y ¿qué es lo que conduce a la gente a considerar una reinvención extrema corporal a través del bisturí? Frente a las dos preguntas existe una atractiva respuesta, usualmente dada por los medios de comunicación, pero también cada vez más por los académicos. Se reduce a esto: la cultura de las celebridades. La explosión de la cultura de los famosos en estos primeros años del siglo XXI, se argumenta de manera amplia, está íntimamente entretejida con la proliferación de nuevas tecnologías que permiten hacer de la vida privada un espectáculo. En tales circunstancias, la propagación de las nuevas tecnologías –desde los DVD y la televisión satelital, hasta los teléfonos celulares y las videocámaras– les ha dado a las audiencias oportunidades sin precedentes para ver, examinar y escrutar con mayor proximidad a sus famosos favoritos. Como las tecnologías de comunicación han aumentado su penetración en el tejido de la vida diaria, las celebridades han reaccionado, en consecuencia, mediante el cambio y actualización de su apariencia, transformando su imagen y, en particular, buscando realzar artificialmente su belleza.

Sin lugar a dudas, la cultura de las celebridades ayuda en la explicación de algunos aspectos del amplio interés en la cirugía estética. Ciertamente es el caso, por ejemplo, de que el escrutinio público y mediático de los cuerpos de los famosos sea hoy más intenso que nunca antes. Las rutinas de estilos de vida más triviales de los ricos y famosos –desde la rutina de belleza de una estrella hasta cuánto tiempo dedican al gimnasio– son reportados en detalle por los medios. El aislado estudio académico que sí tiene en cuenta la cultura mediática de hoy regularmente culpa a las celebridades de reestructurar las actitudes sobre identidad, auto reinvención personal y corporal. Pero esta explicación es extraordinariamente simplista, al asumir que la cultura de la fama está catapultada a nuestra vida diaria desde un lugar externo. Se asume que la vasta mayoría de gente imbuida en realzar de forma artificial su belleza lo hace simplemente como resultado de fuerzas ''externas'' (o sea, los medios), y en consecuencia subestima los factores emocionales y sociales más profundos que motivan a la gente a comprometerse más activamente con la auto reinvención personal y corporal. Esta desestimación de la restructuración de las relaciones entre la vida pública y privada es algo común. No obstante, las celebridades no sólo reflejan el poder tecnológico; ellos también encarnan, promulgan y representan la tecnología. En un mundo de permanentes medios globales, en el cual el mejoramiento artificial de la belleza es muy deseado, las experiencias de los famosos con la cirugía estética capturan los cambios asombrosos que ocurren en la sociedad, en lo que respecta en la relación sin límites entre identidad y cuerpo, además de la centralidad que ha tomado, como parte de la vida, la reinvención de uno mismo. Demi Moore, Pamela Anderson, Dannii Minogue, Melanie Griffith y Courtney Love son representantes de la revolución de la cirugía plástica liderada por los famosos.

Cualquier análisis del auge de la cirugía estética que ignore la cultura de la fama sería gravemente insuficiente, y por ello sería necesario señalar una serie de nuevas tendencias sociales que tienen que ver con la fama, los medios de comunicación y la auto reinvención personal y corporal. Dicho esto, existen buenas razones para suponer que lo que he llamado la cultura de las celebridades no puede explicar solamente los impactos que la cirugía estética y la industria de los cambios de imagen están teniendo hoy en nuestras vidas. Por una cosa: la idea de que todos estamos esclavizados por la cultura del Botox está seguramente fuera de lugar. Es cierto que revistas como People y Who Weekly, y programas como Entertainment Tonight y E News documentan las transformaciones quirúrgicas y las adicciones cosméticas de los famosos en el mundo, o al menos el ''mundo'' entendido en la cultura popular norteamericana. Pero esto no significa que todo el mundo quiera rehacerse con reinvenciones de rapidez como las de Posh and Beck, Madonna o Kylie MInogue.

Otra explicación muy popular se concentra en el consumismo. En mayor o menor grado, todos estamos atrapados –se argumenta– en el consumo o compra de identidades y cuerpos deseados y de estilos de vida construidos artificialmente. Devoramos imágenes de ''la buena vida''; optamos por uno de los estilos de vida disponibles en paquetes estandarizados de consumo; vivimos para el consumo de productos, servicios y estilos de vida nuevos. Mucho de lo que conocemos del mundo lo conocemos por lo que compramos. La vieja forma de comprar cosas cede el paso al consumo de nuestras emociones, nuestras experiencias y nuestros estilos de vida. La búsqueda de la autonomía personal o de la definición de lo que somos, por ejemplo, es prácticamente imposible sin el consumo de productos básicos de identidad –la cita con el terapista, la compra de libros de autoayuda, el viaje al gimnasio diariamente–.

La cultura de la cirugía estética es un área de la vida en la que la mercantilización del consumo juega un papel con tonos de venganza. Los publicistas buscan reordenar los patrones de comportamiento existentes alrededor de la adquisición del mejoramiento de las partes del cuerpo, desde el relleno dérmico hasta el aumento de senos. Esto implica un ascenso de la mentalidad del consumidor orientada al segundo poder; o sea, literalmente, la gente se está comprando a sí misma. En el 2007, la periodista Natasha Singer, del periódico New York Times, observó un dramático aumento en el número de personas que financiaban la cirugía estética con préstamos y tarjetas de crédito, una poderos señal del impacto del mercantilización en sí misma. La periodista conectaba cirugía estética y mercantilización así:

En el país, los médicos están observando una democratización de la medicina estética, una redefinición de ésta como un lujo deseado y hasta alcanzable, a la par con productos como bolsos Louis Vuitton o televisores extra planos. La industria médica ha respondido mediante el mercadeo de la cirugía estética como si fuera un aparato o cualquier otro producto de alto costo: una mercancía para ser financiada con una tarjeta de crédito o un préstamo... Una de las más vívidas ilustraciones de esta realidad económica es el auge de compañías financieras que ofrecen, a pacientes de clase media, fácil acceso a créditos para cubrir sus cirugías. Muchos encuentran en las salas de espera de sus médicos, folletos de reconocidas compañías de financiamiento como Capital One, CareCredit o GE Money con lemas como ''¡Consigue el proceso estético que quieres, ¡hoy!''30.

La mercantilización es, de alguna manera, más insidiosa de lo que muestra este informe de prensa. Porque no sólo la gente está cada vez más preparada para hacer préstamos que financien sus deseos de un abdomen más plano, senos más grandes y caras de apariencia más joven, sino que también muchos se están cambiando a planes de cuotas mensuales, con las cuales financian tales procedimientos corporales por unos pocos dólares al finalizar cada mes. La mercantilización del ''mejoramiento de las partes del cuerpo'' hace parte, hoy, de los gastos presupuestados semanal, mensual o diariamente.

Además de examinar algunas explicaciones que se centran en la cultura de las celebridades y el dramático auge del consumo de las industrias de la cirugía estética, las transformaciones en la nueva economía y la identidad personal son mezcladas cada vez más en las condiciones propias de la globalización avanzada. Los cambios en las dimensiones institucionales de la organización de la vida, especialmente en los sectores de las comunicaciones, las finanzas y la economía, están más y más atados a las transformaciones tanto en el trabajo como en la vida personal. En tales circunstancias, la rápida e irritante cultura de la globalización está desatando un nuevo paradigma de toma de decisiones en el cual se le exige a la gente defenderse por sí misma y ponerse en la tarea diaria de reinventar, reestructurar, remodelar y esculpir el yo. Este nuevo paradigma ha resultado en la locura de la reinvención radical en las sociedades contemporáneas (mejor dramatizada, como en ninguna otra parte, en la cultura de la cirugía estética). Este paradigma, utilizado por dirigentes empresariales, políticos, entrenadores personales y gurús en terapia, enfatiza que la reinvención constante y flexible es la única respuesta personal adecuada a la vida en un mundo globalizado. Es un paradigma que impregna la misión de los enunciados de un sinnúmero de proveedores de cambios de imagen corporal, entrenadores personales, spas, gimnasios, centros de control de peso y de desintoxicación, dentistas estéticos y cirujanos plásticos, todos tras el dinero que la gente gastará para alcanzar la transformación ideal.

Varios factores, en las condiciones de la globalización avanzada, influencian directamente las razones por las cuales la gente cae en ''la locura de reinventarse'', así como también, más específicamente, consideran someterse al bisturí del cirujano con el fin de obtener opciones profesionales. No sostengo que la cultura de la cirugía estética está totalmente conformada o determinada por los recientes cambios en la economía global. Pero la nueva economía ha introducido la existencia de cambios de enormes magnitudes, y en un mundo como este la gente está bajo una intensa presión para mantener el ritmo con la absoluta velocidad de los cambios. Aparentemente, los trabajos seguros son eliminados de la noche a la mañana; la tecnología tan pronto se renueva queda obsoleta; las multinacionales se movilizan de país en país buscando el mejor margen de ganancias; mujeres y hombres trepan frenéticamente para obtener nuevas habilidades o para ser tirados a la basura, y en esta nueva economía de contratos a corto plazo, interminables recortes de personal, entrega puntual de domicilios y carreras múltiples, una de las razones para la reinvención personal por medio de la cirugía estética es demostrar la disposición inmediata para el cambio, la flexibilidad y la adapatabilidad.

El paradigma de la manía por la reinvención personal va más allá del núcleo del ser al cuerpo, y se convierte en un distractor de la advertencia de la mortalidad en un mundo donde lo desechable ha sido elevado por encima de lo perdurable, la plasticidad sobre lo permanente. La cultura y la velocidad del corto placismo promovido por la economía global electrónica introducen ansiedades e inseguridades fundamentales que, cada vez más, son resueltas por los individuos al nivel cuerpo. En nuestros días, los cuerpos son bombeados, aporreados, desplumados, succionados, remendados, reducidos y aumentados quirúrgicamente a un ritmo asombroso. Mi argumento no es que el rediseño cosmético del cuerpo emerge debido a la aparición de ansiedades completamente nuevas. Las épocas pasadas han estado plagadas por ansiedades también, y las inseguridades frente al empleo y las expectativas profesionales son difícilmente nuevas31. Pero los métodos para enfrentarse y reaccionar a las ansiedades derivadas del nuevo paradigma de la reinvención personal son muy diferentes en nuestra era global, en comparación con épocas anteriores. En contraste con las certezas dadas por el trabajo acondicionado de las fábricas y las rigideces burocráticas del mundo laboral de antes, en el cual las inseguridades personales estaban amarradas al establecimiento organizacional de la vida económica, el nuevo corporativismo de hoy es un mundo en el que los individuos están cada vez más abandonados a su propia suerte en lo que tiene que ver con su vida laboral y sus esperanzas de futuro. Este es un cambio social que crea un ámbito de oportunidades personales, pero también implica, a su vez, estrés severo y costos emocionales. La fe actual en la flexibilidad, plasticidad y la constante reinvención personal a través del mundo corporativo significa que un empleado es juzgado cada vez menos por sus logros previos en su hoja de vida. Más bien, la gente es evaluada, y aún más, por su voluntad de abrazar el cambio, por su adaptabilidad al cambio de imagen personal. En tales circunstancias, la ansiedad llega a ser de libre flotación, separada de la vida organizacional. Por consiguiente, la ansiedad rebota sobre el individuo. De tal manera que muchos sienten un aumento en la presión para ser mejores, transformarse, alterar y reinventarse a sí mismos. Y la cultura de la cirugía estética emerge en este espacio social, en respuesta a tales temores que circulan en el ambiente.

 

Referencias bibliográficas

Making the Cut. How Cosmetic Surgery is Transforming our Lives. Reaktion Books, London, 2008. pp. 15-47. Copyright © Anthony Elliot, 2008.        [ Links ]

 

Notas

[1] Alex Kuczynski, Beauty Junkies: Inside our $15 Billion Obsession with Cosmetic Surgery (New York, 2006)

[2] ''Plastic Surgery Could Be the Key To Rejuvenating a Sagging Career'', Personnel Today (25 April 2006)

[3] David Bushnell, ''Personal Image as Business Strategy: Many Try To Gain an Edge by Fine-Tuning their Looks'', Boston Globe (21 March 2004), G1.

[4] Ferry Biedermann, ''Loans for Plastic Surgery Answers Lebanon's Yearning for Fresh Start'', Financial Times (8 May 2007).

[5] ''Too Much: An Online Weekly on Excess and Inequality, October 8, 2007'': www.cipa-apex.org/toomuch/Weeklies2007/Oct82007.html

[6] Kuczynski, Beauty Junkies, p. 8.

[7] Ariel Levy, Female Chauvinist Pigs (2006).

[8] Cosmetic Surgery Market Report, 2007, Key Note Publications, 2007, keyl1430689: www.Marketresearch.com/product/print/default.asp?g=1productid=1430689

[9] Ibíd.

[10] Lisa Takeuchi Cullen, ''Changing Faces'', Time (April 2006)

[11] ''China Likely to Become Asia's Plastic Suregery Centre'', Chinanews: www.womenofchina.cn/focus/economy/3871,hsp

[12] Fraser Newham, ''China Goes Under the Knife'', Asia Today (June 2005)

[13] Barry Peterson, ''China Puts on a New Face'', CBS Evening News (3 May 2005)

[14] La excepción aquí es el importante trabajo socio-histórico de Sander Gilman, quien ha rastreado las interconexiones entre medicina, modernidad, raza y el mejoramiento quirúrgico del cuerpo. Ver Sander L. Gilman, Making the Body Beautiful: A Cultural History of Aesthetic Surgery (Princeton, NJ, 1999).

[15] Noami Wolf, The Beauty Myth.

[16] Kathy Davis, Reshaping the Female Body: The Dilemma of Cosmetic Surgery

[17] Ibíd., p. 5.

[18] Virginia L. Blum, Flesh Wounds: The Culture of Cosmetic Surgery (Berkeley, CA, 2003)

[19] Ibíd., p.259

[20] Victoria Pitts-Taylor, Surgery Junkies: Wellness and Pathology in Cosmetic Culture (New Brunswick, NJ, 2007), p. 25.

[21] Ibíd., p. 165

[22] Anne Balsamo, Technologies of the Gendered Body (Durham, NC, 1996), p.78

[23] Ibíd., p. 58

[24] Suzanne Fraser, Cosmetic Surgery, Gender and Culture (London, 2003), p. 27.

[25] Jill Scharff and Jaedene Levy, The Facelift Diaries, p. 12

[26] Sin cita en el original.

[27] Kuczynski, Beauty Junkies, p. 7.

[28] Ibíd., p. 276.

[29] Michael Zichy, ''Images of Man in the Discourse on Biotechnological Enhancement'', paper presented at the conference Engineering European Bodies: When Biomedical Technologies Challenge European Governance, Bioethics and Identities. University of Vienna, 14-16 June 2007.

[30] Natasha Singer, ''Q: Who Is the Real Face of Plastic Surgery?'', New York Times (16, August 2007), Fashion and Style: 1.

[31] On this point, see Anthony Giddens, Modernity and Self-Identity (Cambridge, 1991).

 

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