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Anagramas -Rumbos y sentidos de la comunicación-

Print version ISSN 1692-2522

anagramas rumbos sentidos comun. vol.11 no.22 Medellín Jan./June 2013

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Manuel Chaves Nogales, periodista*

 

Manuel Chaves Nogales, Journalist

 

 

Álvaro Pérez Álvarez**

 

** Licenciado en Filosofía y Periodismo por la Universidad de Navarra, en la que también realiza la tesis doctoral e imparte clases de Redacción Periodística y Comunicación e Información Escrita. Su investigación se sitúa en el ámbito del Periodismo Literario. En concreto, estudia la biografía en las revistas gráficas de la II República Estampa y Crónica, así como la figura del periodista Manuel Chaves Nogales. Como periodista, ha trabajado como becario en el diario ABC y ha colaborado como freelance en diferentes medios de comunicación. Es fundador de la web cultural vagon293.es. Email: apalvarez@alumni.unav.es.

 

Recibido: 15 noviembre de 2012

Aceptado: 23 de enero de 2013

 

 


RESUMEN

El objetivo principal de este artículo es describir la investigación llevada a cabo en la tesis de la maestría del proyecto: Digital Medellín-las comunidades de práctica y la tecnología de información y comunicación para el desarrollo de la organización. Esto se hace dando una descripción de los antecedentes, área del problema, el método y las teorías como la etnografía, el punto de vista socio-cultural y el concepto de comunidades de práctica. Dos estudios de caso son presentados y discutidos. Los resultados de la investigación se presentan en forma de tres conclusiones principales.

PALABRAS CLAVE

Chaves Nogales; II República; biografía; periodista.


ABSTRACT

This article shows Manuel Chaves Nogales's key ideas (Sevilla, 1897 – Londres, 1944) about journalism. With this purpose, texts about the profession written by Chaves Nogales were collected. He was one of the most outstanding journalists of the II Spanish Republic , sub-director of moderate journal ''Ahora,'' the most successful journal of that epoch; he had to exile first in Paris, due to the civil war and then to London after the entrance of Nazi German to France. His measured character, democratic and republican, far from the extremes of Nazism and Communism, character of a ''little liberal middle-class person,'' as he defined himself, propitiated that he was forgotten for several years. Only in the last times, his works- an example of modern journalism-has been reedited in Spain with ah great success of the critic and readers as well.

KEY WORDS

Chaves Nogales; II Republic; biography; journalism.


 

 

Introducción

Manuel Chaves Nogales nació en Sevilla, el 7 de agosto de 1897. Hijo y sobrino de periodistas, su padre, Manuel Chaves Rey, fue cronista de Sevilla y el biógrafo del mítico periodista español Mariano José de Larra. Su tío era el director de El Liberal, diario donde también trabajaba su padre. Por eso Chaves Nogales ya frecuentaba aquella redacción con solo 14 años. Su relación con la profesión es, por tanto, muy temprana y, a la vez, duradera, pues la ejerció en su tierra natal, en Madrid, en el exilio de París y hasta el momento de su muerte en 1944, en Londres. Incluso sus reportajes y biografías de más éxito que fueron publicados como libros (La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja, Lo que ha quedado del imperio de los zares, El maestro Juan Martínez que estaba allí y Juan Belmonte, matador de toros) aparecieron primero en prensa de forma seriada con los condicionantes propios del medio: un espacio reducido, la necesidad de mantener el interés en cada entrega, etc.

Chaves Nogales alcanzó su mejor momento profesional en Madrid, ciudad a la que se trasladó en 1922, con 25 años, y en la que ejerció el periodismo hasta el comienzo de la Guerra Civil. En esa época, pensadores como José Ortega y Gasset, escritores como Pío Baroja o Miguel de Unamuno y científicos humanistas como Gregorio Marañón mostraban su parecer sobre los temas de la actualidad nacional en las columnas de los diarios. Con ello, las páginas de los diarios y revistas de la época ganaron en contenido y calidad. Como explica Cintas (2001a), ''esta presencia de escritores y pensadores en las páginas de los periódicos debió de suponer un estímulo para los periodistas y una elevación de nivel medio en las colaboraciones'' (p. X). De Josep Pla a González-Ruano pasando por Gaziel o Julio Camba, la categoría de los periodistas fue, efectivamente, de una elevada calidad. Y, entre aquellos grandes periodistas, se encuentra Manuel Chaves Nogales.

 

Metodología

Este artículo surge en el contexto de una tesis doctoral en curso, titulada ''La biografía en las revistas gráficas de la II República Estampa y Crónica. El caso de Juan Belmonte, matador de toros de Manuel Chaves Nogales'' y se centra en la opinión que tenía Chaves Nogales del periodismo. Para ello, se han recopilado y analizado los artículos y entrevistas en los que Chaves Nogales dio su opinión sobre la profesión y, por tanto, se centra en el análisis discursivo y textual de esos pasajes con el fin de detectar las ideas clave del periodista andaluz sobre lo que significa ser periodista. No en vano, Chaves Nogales fue un apasionado de su profesión, la cual no abandonó ni tan siquiera durante sus dos exilios; ejerció de reportero, directivo e incluso empresario (fundó una agencia de noticias en Londres), por lo que conoció la profesión desde todos los puntos de vista posibles; y en cada uno de esos frentes, trató de dignificar y engrandecer la profesión. Asimismo, se ha recurrido a pasajes de otros autores que hablan sobre la manera de trabajar de Manuel Chaves Nogales pues permiten completar la visión del periodismo del autor estudiado.

 

Sobre periodismo

González-Ruano (2004) se refirió en sus Memorias a Chaves Nogales, junto a Gerardo Ribas y Carlos Sampelayo como periodistas que ''no sabían nada de nada, pero lo hacían todo admirablemente bien'' y ''en los que todo era genio intuitivo y una como gracia que nada tenía que ver con la cultura ni el trabajo'' (p. 163). Se puede discutir a González-Ruano que Chaves Nogales no supiese de nada. Quizá Chaves no contase con la cultura humanista de González-Ruano, pero tampoco era ningún iletrado. Lo que es seguro es que fue un trabajador incansable, dedicó su vida al periodismo y en todo momento permaneció en el lugar de la noticia, de Sevilla y Madrid a París y Rusia, pasando por la Alemania nazi, la Asturias de la revolución del 34, o el Marruecos colonial. El periodismo que Chaves Nogales practicaba era ''moderno, en la línea de Maetzu, deseosos ambos de incorporar a España a los patrones culturales europeos'' (Mañá, 1997, p. 410).

Lo mejor que Chaves Nogales puede enseñar sobre el periodismo está en sus textos. No escribió demasiado sobre el periodismo como disciplina, posiblemente por la propia concepción que él mismo tenía de la profesión. Para él, el periodista debía ser un testigo de su tiempo, por eso se dedicó a dar ejemplo con sus textos y, cuando escribía, trataba de hacer periodismo puro: reportajes, crónicas, entrevistas... Cintas (2001a) explica que ''cuidó la forma, el estilo, el lenguaje, la estructura: nada hay en su producción que dé la impresión de descuido debida a la rapidez. Pero lo hace con una gran sencillez, sin ampulosidades ni circunloquios. Es directo, claro, expeditivo, docente'' (p. CLXXXII). Estamos ante un periodista especial. Como bien explica Cintas, Chaves Nogales entendía que el lector debía estar informado; el periodismo debía ser, sobre todo, información. Desde ella, buscó hacer reflexionar a los lectores. Y lo hizo postulando una moderación democrática y liberal (Cintas, 2001b).

En el moderado diario Ahora alcanzó su máximo estatus profesional. El propietario del periódico, Luis Montiel, le nombró subdirector aunque, de hecho, era el director en funciones y las cuestiones periodísticas dependían de su gestión, pese a que en la mancheta figurase como director el ya citado Montiel. Chaves se encargó de mejorar las condiciones de los trabajadores, y el diario madrileño era uno de los que mejor pagaba a sus colaboradores y periodistas. Este hecho ayudó a hacer del periódico uno de los más vendidos durante la etapa republicana, ya a que su espíritu moderno sumó ''la colaboración de escritores de prestigio como Baroja, Maetzu, Zamacois o Unamuno'' (Mañá, 1997, p. 410).

Su obra de más recorrido la escribió en 1935. La biografía seriada del torero Juan Belmonte (Juan Belmonte, matador de toros) aparecida en la revista Estampa entre el 24 de junio y el 14 de diciembre, y publicada en formato libro antes de acabar el año debido a la buena acogida de la que gozó el texto, está considerada como una de las mejores biografías escritas en castellano. Chaves relata la vida de un hombre definido por su profesión, por su arte. Ya no se necesitan héroes fantásticos, ahora los héroes son humanos, y como tal, se alegran, sueñan, sufren, luchan, dudan, se enamoran, apuestan... pero al mismo tiempo son únicos. El mito Belmonte se convierte en leyenda y trasciende las fronteras de España. Tanto es así que el libro se publicó también en Estados Unidos el año 1937 como material para aprender español con el título Juan Belmonte: Killer of Bulls. The Autobiography of a Matador. As told to Manuel Chaves Nogales. Nuevamente su periodismo, el que consiste en andar y contar, se proclama como literatura de calidad, aun sin pretenderlo explícitamente, en una suerte de Nuevo Periodismo a la española, cincuenta años antes que Capote. Porque, como asegura Cintas (1993), ''ni siquiera cuando escribe una novela larga (una biografía novelada), Chaves deja de ser periodista'' (p. LXXIII).

Otra de sus obras de mayor valor es A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de la Guerra Civil, un libro de relatos en el que se denuncian atrocidades de falangistas y anarquistas por igual, de lo mejor que se ha escrito nunca sobre la Guerra Civil, sobre todo si se tiene en cuenta que Chaves la publicó en 1937, en plena contienda. En palabras de Trapiello (2010), ''los relatos de Chaves son, desde la literatura, el esfuerzo más grande y lúcido por entender aquella guerra, en un viaje a las guaridas del miedo tanto como a las escalinatas del ideal... Desde luego, no los habría podido publicar ni en la zona republicana ni en la zona nacional'' (p. 185).

La primera edición de A sangre y fuego se publicó en Chile (en la editorial Ercilla), pero también se editó en inglés, en Nueva York, en la editorial DFC Harding, Doubleday, Doran & Co., el mismo año 1937 con el título Heroes and Beasts of Spain; un año después, apareció una edición en Londres en la editorial Heinemann con el título del primer relato: And it Distance a Light...? Ambas versiones en inglés contaron con el prólogo del propio Chaves Nogales.

Eso sí, si bien es cierto que el mayor legado que nos dejó Chaves Nogales sobre lo que significa ser periodista está en sus escritos, también publicó unos pocos textos de opinión que dan luz sobre su visión de la profesión y dejó su visión sobre la profesión en alguna entrevista, en los actos públicos a los que asistió y en el prólogo de su obra A sangre y fuego, una suerte de declaración de intenciones vitales y profesionales, dos vertientes inseparables en su camino.

El primer texto conocido sobre el asunto lo escribió en Sevilla en 1918. Tras leer un periódico de hacía entonces veinticinco años, en el que ninguna noticia resistía el paso del tiempo, hace algunas consideraciones sobre el oficio del periodista. Chaves (1918) se refiere a este como una ''labor personalísima, de un personalismo condicionado por la voluntad de todos los lectores''. Se deja entrever aquí una necesidad, la de pensar en el lector. Sin renunciar a uno mismo, es clave tener presente que los periodistas no escriben para sí mismos. Chaves lo sabe, por ello considera que deben elaborarse textos que el lector pueda seguir y comprender cómodamente. Eso sí, Chaves Nogales (1918) entiende la labor periodística como ''una maquinaria en la que cada ruedecita, para ser eficaz, ha de girar con la gracia de la más omnímoda libertad, aunque realmente sujete sus revoluciones a todas las demás piezas''. Es decir, el lector ha de influir en el periodista, pero no como condicionante, sino como estímulo. La libertad del redactor, desde el punto de vista de Chaves, es esencial. Por eso Chaves (2001) cuenta lo que cree que tiene que contar, explicando lo que ve, aunque dude del efecto que pueda tener en ciertos lectores:

Uno de los más fuertes apoyos de Hitler son las mujeres, a las que precisamente Hitler ha metido en la cocina de un manotazo. ''Se acabaron los derechos políticos de las mujeres -dijo el Führer-; no tienen nada que hace en política; el nacionalsocialismo donde necesita a las mujeres es en el fogón o criando a los hijos'' [...]

En cualquier parte, esta desconsiderada actitud del Führer para con las mujeres bastaría para que se alzase un clamor universal de condenación. ''¡Qué bárbaro!'' -diría la gente-. Pero aquí, en España, tengo el temor de que al contrario estoy haciendo, sin quererlo, muchos prosélitos para el hitlerismo. Y no es lo malo que estos prosélitos salga de entre los filofascistas españoles, sino que van a salir también de entre los más puros demócratas y los más fervorosos republicanos (p. 469).

Para Chaves (1918), ''el periodismo es una profesión dinámica; una sucesión casi cinematográfica'', por ello ''el periódico requiere a sus hombres de una manera muy absorbente, y se lucha por la vida de la publicación como si en realidad fuese nuestra propia vida, o por lo menos fuese una vida creada por nosotros y para nosotros''. Chaves alude a la necesidad de saber cuándo dejar la profesión, pues el oficio requiere buena salud. En este sentido, Rafael Marquina se refirió a Chaves Nogales, tal y como recogía el Heraldo de Madrid, como ''periodista de raza; gran periodista en el que coinciden las mejores virtudes profesionales: un gran talento literario, un conocimiento profundo de la técnica periodística, ingenio, entusiasmo, decisión... ¡Hasta el ímpetu físico, que en ciertos trances es la suprema cualidad de un reportero!'' (Sin firma, 1927). Sus continuos viajes y sus colecciones de reportajes realizados por Europa (La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja; Lo que ha quedado del imperio de los zares; Cómo se vive en los países de régimen fascista, entre otros) así lo prueban.

Años más tarde, Chaves (1925) pone de manifiesto la necesidad de independencia para ejercer el periodismo. ''La representación del periodismo actual debe confiarse exclusivamente a quienes de un modo genuino ejercen la profesión por sí. Aunque ha sido bastante difícil y doloroso, se ha llegado ya a una época en la que el periodismo es una profesión independiente''. Ya pasó la época del arribismo político y personal a través de la prensa. Chaves (1925) lo tiene claro ''el periodismo, que alguna vez fue sostén de trepadores, es hoy un título profesional''. Esto, que quizá hoy nos parezca algo obvio, debe entenderse en el contexto de una época en la que el periodismo comenzaba a convertirse en un oficio separado de las inquietudes políticas del redactor. Por eso Chaves se define como periodista (entendido en un sentido moderno, opuesto al periodismo del XIX) y enfatiza el valor del oficio.

Desde este punto de vista, debe recordarse que Chaves dignificó la profesión no solo como redactor. Como explica Cintas (2001), ''su trabajo firmado no fue más que la punta de iceberg de su profesión. La organización del periódico; la colaboración en trabajos sin firma, como los editoriales; los continuos viajes y los frecuentes contactos con los acontecimientos fueron la causa de que aparezcan espacios temporales vacíos en esta recopilación. Vivió por y para el periodismo'' (p. CLXXXC). Así, como gestor, consiguió que los periodistas ganasen una suma de dinero que les permitía vivir bien. Los sueldos del diario Ahora, que de algún modo sugería Chaves Nogales como subdirector y promotor del periódico madrileño, eran más que dignos y de los mejores de la época (De Juana López, 1981, p. 41).

Su insistencia en proclamarse periodista quedó plasmada en sus palabras y en sus textos:

Lo cierto es que la condición de periodista de Chaves -y su dedicación real, ya que pasó por todos los estratos de la profesión, desde gacetillero a director, prevaleció siempre en sus incursiones literarias. Un prurito de veracidad, una repulsión instintiva a inventar -y, como soporte ideológico implícito, la convicción de que la literatura no puede apartarse de la realidad- son factores suficientes para lograr que, incluso en las obras más aparentemente desligadas de toda intención cronista, se halle presente una cuidadosa atención a los elementos informativos situados en el marco del relato (Senabre, 1994).

En esta misma línea, Cintas (2009) considera que Chaves''concibe la labor periodística como un trabajo de repuesta a interrogantes que subyacen a la noticia, como un servicio de explicación de la realidad con aportación de elementos interpretativos y clarificadores; si, además, puede ser un texto ameno y bien escrito, mejor'' (p. 10).

Así, Chaves (1934) era capaz, en un mismo artículo, como uno de los que realizó durante la ocupación de Ifni por parte del Ejército español, de analizar políticamente una situación: ''Pero no hay opción para la República española, por muy pacifista que quiera ser. Tarde o temprano tendrá que ocupar el Sáhara, gobierne quien gobierne, Lerroux, Azaña, Gil Robles o los mismos socialistas''; de dar cuenta de las últimas novedades en el lugar: ''Mientras los oficiales realizan el desarme de los poblados, los zapadores han levantado las fortificaciones de la alcazaba'', y de describir con emoción el izado de la bandera republicana y su significado: ''Sé únicamente que izándola hemos levantado aquí un pabellón de paz y hemos creado una ilusión de bienestar entre estos pobres campesinos hambrientos de Ifni''. Y todo ello siempre manteniendo un mismo foco: el del periodismo informativo.

En una entrevista, tras ganar el premio Mariano de Cavia, otorgado por el diario ABC, el mismo Chaves confirma sus aspiraciones:

Yo no he pretendido ganar el premio Cavia como literato, sino como periodista. He hecho obra de periodista. Esto de obra periodística, al no profesional se le alcanza difícilmente. Para la gente hay solo el literato que escribe en los periódicos, al que se le respeta (se entiende por respetar el no leer), y el antiliterato, es decir, el repórter, una especie de agente iletrado que acarrea noticias. Esta es opinión no sólo del vulgo, sino de hombres como Baroja, que no hace mucho establecía aquella injusta división de los periodistas en periodistas de mesa y periodistas de patas. Esto acaso fue cierto en el periodismo de hace unos veinte años, cuando en las redacciones había unos tipos de literatoides o politicoides que querían ser académicos o directores generales sin fuerzas para ello, y navegaban en el periódico asistidos por unos poco pobres diablos menesterosos que se llenaban las hojas arrancando noticias redactadas con una prosa auténticamente vil, que se retribuía con quince duros de sueldos al mes. El periodismo ya no es esto (Sin firma, 1928, p.17).

Chaves defiende el valor del periodista, siempre entendido, según Cintas (2001), como sinónimo de reportero o repórter en terminología de la época. Ahora bien, pese a que los periódicos no debían ser meros altavoces políticos, tenían todos el derecho a contar con una línea editorial marcada. Chaves (1929) entendía que los debían ser claros en cuanto a su credo político y religioso. ''Lo que me parece superfluo -decía- es que cada uno de los colaboradores, redactores y reporteros del periódico estén reiterando todo el día su fe liberal, conservadora, socialista o comunista, para desesperación de sus lectores. Esto equivaldría a convertir los periódicos en censos de los partidos políticos''. Así, a juicio de Chaves, el periodismo no consiste en hablar u opinar sobre todo sin distinción:

No se ha fijado bien la atención en lo incorrecto, lo incivil y antieuropeo que es el articulista clásico que todas las mañanas ponía el paño al púlpito y discurseaba a su albedrío. ¿Por qué? El nivel de la cultura media del lector de periódicos es el mismo del señor que hace los artículos. Imagínese lo grotesco que sería un tipo que por las mañanas se introdujese en nuestro despacho y sin título alguno para ello se pusieses a hablarnos, ex cathedra, hoy del concepto del protectorado civil, mañana del problema de las deudas, pasado mañana del moderno arte ruso (Sin firma, 1928, p. 17).

Quizá más de un contertulio político debería preguntarse si se puede pasar de hablar de terrorismo a comentar la contención del gasto público con toda la naturalidad. En este sentido, Chaves sostenía:

Hoy, para ponerse a escribir ante el público, hay que disculparse previamente, por la petulancia que esto supone, y la única disculpa válida es la de contar, relatar, reseñar. Contar y andar es la función del periodista. Araquistáin, en su reciente viaje a las repúblicas americanas, Luis Bello, en su visita a la escuelas de España, Álvarez del Vayo y algunos otros son el ejemplo de este periodismo nuevo, discreto y civilizado que no reclama la atención del lector si no es con un motivo: contarle algo, informarle de algo. Los literatos, a la novela o el Teatro; los ensayistas, al folleto o la revista; los reporteros iletrados, a las agencias de policía particular (Sin firma, 1928, p. 17).

Con esta premisa, la del respeto al lector, Chaves no quiere imponer su opinión, ''su objetivo era mover a la reflexión al lector para que fuera capaz de discernir en medio de los acontecimientos'' (Cintas, 2001b, p. 31). El andaluz no se tenía por el poseedor de la verdad absoluta, pero trató siempre de ser razonable y contar lo que observaba a su alrededor. Como aseguró Chaves (2009) en su ya mencionado prólogo a su colección de relatos sobre la Guerra Civil, A sangre y fuego:

En realidad, y prescindiendo de toda prosopopeya, mi única y humilde verdad, la cosa mínima que yo pretendía sacar adelante, merced a mi artesanía y a través de la anécdota de mis relatos vividos o imaginados, mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mí existe, el pecado contra la inteligencia, el pecado contra el Espíritu Santo (p. 26).

Y esa humilde verdad, en su caso, se basaba en el sentido común, el que le hizo detectar el apoyo del alemán medio a la política hitleriana contra los judíos, que obligaba a los alemanes en comprar en las tiendas arias: ''Todo consumidor alemán debe comprar en esas tiendas que tienen el talismán de la svástica en el escaparate. De momento, el ario puro está encantado. ¿Puede alguien dudar de que todo el hombre que tiene una tiendecita en Alemania y no es judío adora a Hitler?'' (Chaves Nogales, 1933). O la terrible advertencia que le hacen los propios alemanes cuando presencia un cortejo de nazis desfilando con parafernalia militar. Chaves (1933) ya se temía lo peor, y se los contó a sus lectores:

– ¿Adónde van estos hombres? ¿Qué va a hacer Alemania? –he preguntado.

– La guerra; Alemania va a hacer la guerra –me han contestado unánimemente.

La batalla de la actualidad no le impidió estar al margen de otras cuestiones. Su defensa de un periodismo moderno, con categoría profesional e independiente, le llevó a polemizar con un colaborador de otro diario, Mariano Benlliure y Tuero. ''Creo que el periodista moderno solo puede reclamar la atención del lector para contar, relatar y reseñar''; y añadía: ''Me complazco en contar con todos sus detalles cómo vive la tía de Paulino Uzcudun, lo que come Raquel Meller y la ropa interior que usa Juan Belmonte'' (Chaves Nogales, 1929). Porque lo que le interesaba a Chaves era la inmediatez, la realidad que le rodeaba, que no era otra que la de España y su papel en el mundo (Cintas, 1993). Por eso en alguno casos, su periodismo podría tener rasgos sensacionalistas o de entretenimiento:

La fiebre popular es siempre cosa momentánea, por unos instantes en los que el pueblo está absorbido por las heroicidades. Es preciso aprovechar esos momentos, porque la multitud es olvidadiza. Dentro de unos días, la proeza del Plus Ultra nos parecerá una cosa remota, histórica. Fue una cosa vital; unos días, unas horas acaso.

Debemos aprovechar mejor esa actitud para honrar a los héroes (Chaves Nogales, 1926)

En cualquier caso, la perspectiva del tiempo ha dado la razón a Chaves al mantener aquella postura, al menos si nos fijamos en la viveza de sus textos, en su capacidad de perdurar en el tiempo. Lo explicó así Antonio Camacho, en el Aula de Cultura de ABC: ''Creo que hoy los redactores jefe de muchos periódicos echarían para atrás artículos de Pemán o Ruano: los encontrarían cursis. Quien menos ha envejecido es Chaves Nogales, diría que al contrario'' (Álvarez, 2009). En la misma línea, Benítez Reyes (2009) asegura que la obra del periodista sevillano, ''basada en la actualidad, en lo volandero y mudable, parece confirmar aquella paradoja difícil de Quevedo, según la cual solo lo fugitivo permaneces y dura'' (p. XVI). Y así lo demuestra la reedición actual de algunas de sus obras, sean relatos (A sangre y fuego), ensayos (La agonía de Francia), series de reportajes (Lo que ha quedado del imperio de los zares), reportajes novelados (El maestro Juan Martínez que estaba allí) o biografías (Juan Belmonte, matador de toros).

Y, como Chaves (2009) quería limitarse a reseñar, se lamenta de haber opinado, en ocasiones, demasiado: ''Desgraciadamente, la conciencia me acusa de haber opinado demasiado sobre todo. Al repasar ahora, recogidos en un volumen, mis reportajes sobre la vuelta a Europa en avión, me avergüenzo un poco de haber opinado y definido tanto''. Sin embargo, muchas de esas opiniones eran más bien advertencias necesarias. Así, explicó a los trabajadores que la revolución soviética no hace milagros, al menos materiales:

El obrero vive en Rusia tan mal como como en cualquier país capitalista, y muchas veces peor. Pero la superioridad moral, los privilegios de índole espiritual, están indudablemente en su mano. Un obrero de Bakú trabaja más horas al día que uno del Ruhr o de Riotinto; se alimenta acaso peor, está más derrotado, si cabe; pero tiene la convicción de que el mundo está en sus manos, de que es él quien gobierna, y de que no hay más obstáculo a su voluntad que la resistencia de la Naturaleza a ser dominada por el hombre (Chaves Nogales, 1993, p. 529).

Chaves Nogales (1929) consideraba sin ningún interés los artículos en el que las opiniones políticas o religiosas eran estrictamente personales y sin fundamento. Pero, en ocasiones, la realidad se imponía y se mezclaba con su profesión. ''Cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera'' (Chaves Nogales, 2009, p. 31). Porque en eso consistía su periodismo y toda su obra, en explicar la realidad desde la realidad misma. Y por ello no tenía inconveniente en aparecer en sus artículos relatando aquellas experiencias que podían clarificar la situación: ''Yo no sé si este anarquista de Tarrasa es un iluso, como dicen los líderes de los demás partidos obreristas. Lo único que sé, después de oírle, es que este hombre no cambiará ni de táctica ni de ideas. Se morirá así'' (Chaves Nogales, 2001, p. 668).

En cualquier caso, Chaves no debería preocuparse por haber opinado demasiado. Porque, como explica Trapiello (2009):

Jamás se le habrá visto a Chaves recrearse en la suerte, como suele decirse, ni desde luego pulsar los trémolos sentimentales. Al contrario, su manera de contar los hechos tiene algo de austeridad senequista, condición indispensable para exorcizar el único demonio que debiera temer cualquiera que se ponga a escribir: la retórica. En este sentido Chaves es uno de los pocos stendhalianos que ha dado nuestro país: no le veremos escribir jamás corcel por caballo.

Buen ejemplo de ello son las descripciones y apreciaciones de Chaves (2007), como en El maestro Juan Martínez que estaba allí al hablar del ambiente en la Rusia revolucionaria:

El viaje resultaba difícil porque ya el servicio de trenes estaba desmilitarizado. Nada tan difícil en Rusia durante la revolución como el viajar, y nosotros teníamos que bajar constantemente. A vuelta de muchas penalidades, conseguimos llegar a Moscú, donde actuamos unos días en el Odeón, y, siguiendo nuestro designio de ponernos al socaire de la revolución en la Rusia Blanca, obtuve un contrato para Kiev, y allá nos fuimos a mediados de julio. Moscú y Petrogrado olían ya a algo que yo entonces no sabía a qué era: olían a bolchevique (p. 65).

Siempre con el periodismo al fondo, Chaves Nogales (2009) se consideraba a sí mismo

Eso que los sociólogos llaman un 'pequeñoburgués liberal', ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio – como dicen los marxistas –, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionado periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo (p. 25).

Pero Chaves Nogales fue mucho más. Fue un pionero. Pese a que, como explica Cañil (2009), ''cuando se buscan los precedentes de lo que tres décadas después se denominará 'nuevo periodismo' (Capote, Mailer, Wolfe...), pocos se acuerdan del español Chaves Nogales, lo que manifiesta ignorancia y muestra el estatus periférico de nuestro país y su historia: ninguno de esos valores le sirvió para evitar el ostracismo y el olvido al que estuvieron sometidas su figura y su obra durante más de medio siglo'' (p. 10), al fin ha llegado el reconocimiento.

Pero esa intuición sobre la escritura de Chaves y el Nuevo Periodismo apuntada por tantos, ¿en qué se concreta? Si bien esta cuestión se abordará en un futuro artículo, conviene apuntar aquí algunas claves que ayudan a entender el tipo de periodismo que realizaba Chaves. Según Tom Wolfe (1977), los cuatro rasgos característicos del Nuevo Periodismo son: la construcción del relato escena por escena; registrar los diálogos en su totalidad; el llamado ''punto de vista en tercera persona'', es decir, el recurso de contar cada escena desde el punto de vista de un determinado personaje; y, por último, el aportar ciertos detalles del entorno del personaje que nos hablan de cómo es -su forma de vestir, la decoración de su casa, cómo se comporta con los que les rodean, etc.-. Chaves usó todos estos recursos, con o sin intención, pero desde luego varias décadas antes de que lo hicieran en Estados Unidos de forma ''oficial'' o generacional.

Así, El maestro Juan Martínez que estaba allí o Juan Belmonte, matador de toros, relatan dos vidas a través de escenas del pasado de los personajes. Cada hecho se relata reconstruyendo una situación, metiendo al lector en la acción y poniéndose en la piel del protagonista:

Los clientes del Alpinaskaia Rosa huyeron como conejos, y en un santiamén el saloncito quedó desierto. Hubo quién ser tiró por una ventana. Tanto fue el pánico. No se oían más que gritos angustiados de ''¡Que vienen! ¡Que vienen!'', y lo curioso es que nadie sabía quiénes venían. Los tiros, eso sí, sonaban demasiado cerca. El cabaret tenía una puerta de comunicación con el hotel Savoy, y por ella escapamos los artistas dejándonos allí nuestras músicas y nuestros trajes. Yo me encontré en medio de la calle vestido de corto, con chaquetilla de terciopelo y almares. Un traje a propósito para una revolución. No tuve tiempo más que para echarme un abrigo encima (Chaves Nogales, 2007, p.73).

Chaves (2009) también recurrió a los diálogos en sus historias de no ficción, como en Juan Belmonte, matador de toros para explicar las supersticiones taurinas:

– Quítame estas vendas sucias y tráeme unas limpias -le dije.

Antoñito, el mozo de espadas, me replicó:

– Tú, cállate y déjame a mí. Yo sé lo que me hago. Estas vendas estarán algo sucias, pero traen la buena suerte. Estoy convencido.

Cuando uno está vistiéndose para salir a la plaza de toros no se tienen ánimos para llevar la contraria a ningún supersticioso y, encogiéndome de hombros, le dejé hacer a su antojo.

Se celebró la corrida, obtuve aquel gran triunfo y, por la noche, Antoñito, al desnudarse, decía, loco de alegría:

–¿Lo ves? ¡Las vendas! ¡Son las vendas de la buena suerte! (pp. 206-207)

El recurso del punto de vista en tercera persona alcanza su mayor expresión en la biografía del torero Belmonte. En ella, desde el mismo momento en el que niño Belmonte comienza a ir a la escuela y alcanza el uso de razón -al menos es el momento en el que empieza a tener recuerdos propios- Chaves Nogales (2009) le cede la voz: ''Me mandaron a la escuela, como castigo. Era, de verdad, un castigo aquel caserón triste, con aquellas cuadras húmedas y y penumbrosas y aquellos maestros malhumorados, en los que no suponíamos ningún sentimiento'' (p. 12); Chaves (2009) desaparece del relato y la obra se convierte en una falsa autobiografía, en que la que es el propio torero quien relata en primera persona su vida, haciendo al lector empatizar con sus sentimientos: ''Eso fue lo que yo sentí cuando se murió mi madre, siendo yo un chavalillo'' (p. 14).

Por último, muchos son los detalles que rodean a los personajes que nos hablan de ellos. No en vano, como ya se ha dicho, las descripciones de los lugares donde se encuentran los personajes de sus reportajes nunca son casuales. Un buen ejemplo más es el relato que hace Chaves (1993) de los gestos del exiliado comunista Casanellas y la descripción del cuarto en el que vivía en la Rusia soviética:

Se incorpora rápido, se despereza ampliamente para sacudirse la morriña y se pone a cruzar la habitación a grandes trancos, de punta a punta. En las paredes, llenas de desconchados y de manchas de humedad, hay unos cuantos retratos de camaradas españoles y de camaradas rusos. Éstos, con ese aire imponente de actores bien caracterizados que tienen todos los rusos; los nuestros, con ese tipillo alegre y simpático de horteras endomingados que van de merienda el Primero de Mayo a la Dehesa de la Villa o al Parque de Montjuich. Casanellas se queda mirando uno de estos retratos y vuelve a pasear furiosamente. Tengo la impresión de que, para este pequeño español, la inmensidad de Rusia con sus ciento treinta millones de habitantes, no es más grande ni más divertida que la estrecha celda de un penal. Pero, en fin, más holgada que una caja de palo en el cementerio, ya es (p. 513).

Por todos estos motivos, quizá de haberlo conocido Wolfe (1977) hubiese añadido a Chaves Nogales entre el grupo de personas que utilizó los recursos del Nuevo Periodismo mucho antes que Mailer o Capote (de Boswell a Hemingway, pasando por Chejov o Dickens).

Pero, en definitiva, y sea o no un precursor lejano del denominado Nuevo Periodismo, Chaves fue un periodista innovador que, además, unió a su prosa una virtud escasa en el mundo periodístico: la capacidad de análisis en los momentos críticos. Donde otros no veían más allá, Chaves mostró una clarividencia que el tiempo ha corroborado, desde su análisis del nazismo alemán y el comunismo ruso, hasta su contemplación del derribe de la democracia francesa durante la II Guerra Mundial, pasando por la denuncia de los extremismos propios de la guerra, en concreto de la Guerra Civil española. Un diagnóstico emitido en la crudeza del momento presente y expresada en público, aunque le costase más de un exilio. Raras virtudes (la oportunidad, la clarividencia, la valentía) que comparte, como apunta Pericay (2010), con otros autores como George Orwell o Albert Camus: todos ellos periodistas.

 

Conclusiones

1° Chaves Nogales defendía un periodismo de carácter profesional, moderno en cuanto a sus condiciones laborales y sus objetivos, frente a las penurias económicas y el carácter interesado políticamente propio periodismo del siglo XIX.

2° Quiso engrandecer la profesión, defendiendo los textos genuinamente periodísticos y lo hizo, sobre todo, a través del ejemplo de sus escritos. Entendía la labor periodística como un servicio al lector, por ello el periodismo debía ser informativo antes que valorativo. Así, ensalzó el valor de lo periodístico y fue, sobre todo,un periodista.

3° La información, para Chaves Nogales no está reñida con la libertad del periodista a la hora de informar. El reportero está en su derecho de prestar atención a lo que considera más importante, debe aportar su particular visión.

4° Los viajes, el reporterismo y la búsqueda de la noticia fueron una constante en su actividad profesional allá donde estuvo: de Sevilla a Madrid, desde Madrid a Rusia, Alemania y media Europa, después en París y, por último, en Londres.

5° Sus textos, formalmente y en cuanto a contenidos, se aproximan a los del Nuevo Periodismo estadounidense.

 


Notas:

* Este artículo ha sido realizado con el apoyo económico de la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra, quien concede una beca al autor para que realice sus tesis doctoral sobre ''La biografía en las revistas gráficas de la II República Estampa y Crónica. El caso de Juan Belmonte, matador de toros de Manuel Chaves Nogales'' en el Departamento de Proyectos Periodísticos de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, dentro de la línea de investigación sobre los ''géneros periodísticos''. Este artículo se desprende de la mencionada tesis doctoral.


 

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