SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.13 número26Beyond the Format. A Virtual Multimedia Library as a Cultural Entrepreneurship Proposal for Emerging CreatorsConstruction of Reality through Media: Islamic Terrorism, Geopolitical interests and Crime Rate at the Parana Tri-Border Area índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Anagramas -Rumbos y sentidos de la comunicación-

versão impressa ISSN 1692-2522

anagramas rumbos sentidos comun. vol.13 no.26 Medellín jan./jun. 2015

 

ARTÍCULOS

 

Medios de comunicación, violencia delictiva y estigma territorial en Venezuela*

 

Mass Media, Criminal Violence, and Territorial Stigma in Venezuela

 

 

Nairbis Sibrian**

 

** Licenciada en Comunicación Social, Universidad de los Andes, Venezuela. Magíster en Comunicación y Políticas Públicas, Universidad Arcis, Chile. Doctorando en Sociología, Universidad Alberto Hurtado, Chile. Correo electrónico: nairbiss@gmail.com

 

Recibido: 2014–11–26
Aceptado: 2015–02–01

 


Resumen

A través de la categoría estigma territorial se estudió la posible convergencia que se encuentra en medios de comunicación de Venezuela cuando se informa sobre violencia delictiva y políticas públicas de seguridad ciudadana. Para ello, se consideró a los medios Correo del Orinoco (público) y El Universal (privado), dado que presentan líneas editoriales aparentemente antagónicas en este tema.

Palabras clave: estigma territorial, violencia delictiva, medios de comunicación, Venezuela, políticas públicas.


Abstract

Through category territorial stigma the possible convergence in Venezuela media when reporting on criminal violence and public policies on citizen security was studied. To do this, Correo del Orinoco (public) and El Universal (private) newspapers were considered because they have apparently antagonistic editorial lines on this issue.

Key words: Territorial stigma, criminal violence, mass media, Venezuela, public policy.


 

 

Introducción

Cuando el lenguaje se entrecruza con el espacio, según Foucault, el decir elabora un cuadro que "permite al pensamiento llevar a cabo un ordenamiento de los seres, una repartición en clases, un agrupamiento nominal por el cual se designan sus semejanzas y sus diferencias" (2008a: 11). Este cuadro, en otras palabras, establece el "límite de lo pensable" (2008a: 9) configurando a través de "códigos ordenadores" (2008a: 14) una forma concreta de pensar, ver y decir. Bajo esta lógica el discurso contribuiría a ordenar espacios, delimitar territorios y otorgar significados a los mismos, donde tal significado podría alcanzar a quienes los habitan y cuyo resultado puede ser una imagen de una sociedad específica.

Investigaciones acerca del contenido mediático constatan que existen sectores de la población que son señalados (más que otros) como peligrosos y violentos haciendo converger territorio y habitantes. Medios de comunicación suelen mencionar e imponer en un imaginario delictivo (Rey, 2005) como peligrosos a jóvenes con cierta vestimenta, a inmigrantes con sus costumbres, entre otros, que generalmente habitan zonas fronterizas, periféricas y marginales. De este modo, los medios se atribuyen la función de declarar culpabilidades vinculando ineluctablemente hechos con espacios. Lo crucial es que esto lo hacen mediante someros "procesos" de investigación que escenifican prejuicios de parte del periodista (Cerbino, 2006: 61).

De este modo, se constituyen estigmas como mecanismo de clasificación en los que subyace la división de normal/anormal, asociada mayoritariamente a condiciones de clase que se vinculan a nociones de virtud, sanidad, bondad y "caridad" (Ponce de León, 2011) para clases altas, y suciedad, envilecimiento, para clases bajas. La relación del estigma con esta dualidad de clasificaciones conduce a las siguientes preguntas: ¿será que un medio periodístico, al dejar de comunicar sobre hechos delictivos para pasar a informar ahora sobre políticas públicas de seguridad ciudadana ha subvertido esta lógica estigmatizadora? Este es el problema que funda la relación hechos delictivos y medios en Venezuela: medios privados informan día a día una gran cantidad de hechos delictivos en barrios marginales, mientras que medios públicos, al menos los de mayor circulación, solo informan sobre políticas públicas de seguridad ciudadana.

La propuesta metodológica es cercana al enfoque multidisciplinario de análisis crítico del discurso de Van Dijk (1990, 1998, 2005), pues se presta atención a la evidencia lingüística y su "componente contextual" identificando, además, estrategias de legitimación y deslegitimación para cruzarlas posteriormente con categorías analíticas vinculadas a la estigmatización que realiza Goffman (2008) y aportes sobre el estigma territorial de Wacquant (2009).

El artículo presenta, para ello, el siguiente movimiento: primero, se hace una revisión teórica en torno al término estigma y estigma territorial; luego se indaga acerca de la relación violencia y medios de comunicación para, posteriormente, presentar el caso de dos periódicos venezolanos (Correo del Orinoco y El Universal, respectivamente) con interés en su forma de referirse al problema de la violencia y la alusión a los lugares donde ella se presenta. Por último, se realiza un análisis de lo expuesto desde las categorías teóricas presentadas previamente.

 

Estigma y estigma territorial

El término estigma, afirma Goffman, proviene de los griegos, quienes lo usaban para referirse a "signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el estatus moral de quien los presentaba" (2008: 13). Los signos consistían en cortes o quemaduras que indicaban que el portador era un esclavo, criminal o traidor, es decir, una persona corrupta o deshonrada. Aunque en la actualidad el uso es similar, Goffman señala que ya no se refiere solo a las manifestaciones corporales de algo malo sino al mal en sí mismo (2008: 13). En este sentido, el estigma, aunque supera el carácter de marca corporal visible se transforma en una relación que se materializa en él de manera constante.

La estigmatización de un individuo se encuentra vinculada con las expectativas normativas que condicionan la percepción en la sociedad, es decir, generalmente a este individuo se le formula una serie de demandas. El estigma se refiere, de esta manera, a una relación que se establece con un atributo desacreditador que puede provocar distancias entre el conjunto de personas que se consideran "normales" y aquellos que quedan fuera del estereotipo demandado, pero que "no es ni honroso ni ignominioso en sí mismo" (Goffman, 2008:15). Por tanto, puede ser en ocasiones una diferencia, motivo de vergüenza, y en otras, una diferencia, motivo de beneficio.

Estrictamente, un estigma es "una clase especial de relación entre atributo y estereotipo" (Goffman, 2008: 16), pero que dada la cantidad de importantes atributos desacreditados en la sociedad no puede entenderse solo de este modo. Se trata de una relación que depende de múltiples condiciones, en principio, por una doble perspectiva del individuo estigmatizado quien en ocasiones se encuentra en una posición de desacreditado (en caso que el estigma sea evidente) o en una posición desacreditable (en el caso que el estigma sea desconocido o imperceptible). Esta doble perspectiva hace que el portador del estigma en ocasiones lo esconda y en otras lo utilice; lo mismo sucede con aquellos que se relacionan con la persona que lo tiene: en algunos casos lo descartan y en otros lo perciben de manera exaltada.

Goffman divide, así, en tres clases los tipos de estigma: a) las abominaciones del cuerpo o deformidades físicas, b) los defectos del carácter del individuo percibidos como falta de voluntad o producto de pasiones tiránicas antinaturales –entre ellos se encuentran el alcoholismo y las adicciones–, y c) los estigmas tribales asociados a la raza, nación o religión que pueden ser transmitidos como herencia o caer sobre los miembros de una familia (2008: 16). En los tres casos se trata de un individuo que podía haber sido socialmente aceptado pero que a causa de un rasgo "que puede imponerse por la fuerza" a la atención se produce la omisión de sus restantes atributos por considerar que se aparta de las expectativas. Es decir, "posee un estigma, una indeseable diferencia que no habíamos previsto" (Goffman, 2008: 17).

Explica Goffman que es así como se advierte un mecanismo, denominado por él como estigma, que explica cierta determinación de quienes quedan dentro de la categoría de normales y quienes quedan fuera de ella. Frente a este último grupo (los anormales) se suelen adoptar actitudes que, en síntesis, responden a la consideración de "que la persona que tiene un estigma no es totalmente humana" (Goffman, 2008: 17).

Wacquant (2009) señala al respecto, sin embargo, que Goffman no menciona el lugar de residencia entre las "discapacidades" que pueden "descalificar al individuo" y quitarle la plena aceptación por los demás, pues en ocasiones este es un rasgo sumamente relevante en la constitución o degradación de la identidad. Para Wacquant "una mancha de lugar se sobrepone a los estigmas ya operantes" (2009: 17) comúnmente vinculados con la pobreza y la pertenencia étnica o con el estatus del inmigrante poscolonial. En este sentido, la infamia territorial presenta propiedades análogas a las de los estigmas corporales, morales, tribales y plantea dilemas de gestión de la información de identidad y relaciones sociales muy similares, aun cuando también presenta propiedades distintivas.

De los tres tipos de estigmas presentados por Goffman (2008), Wacquant afirma que el estigma territorial es similar a las marcas de raza, de nación y de religión ya que "puede ser transmitido por vía del linaje y contagiar por igual a todos los miembros de la familia" (2009: 17), pero a diferencia de estas otras marcas de deshonra, puede ser disimulado y atenuado (inclusive anulado) con bastante facilidad por medio de la movilidad geográfica. Esto conlleva a "dualizar" (Wacquant, 2009: 17) territorios y la ciudad en sí: por un lado, espacios conocidos y reconocidos como infiernos urbanos que son la "encarnación nacional de todos los males y peligros" (Wacquant, 2009: 17) y territorios pacíficos que encarnan la civilización, sobriedad, el buen vivir urbano.

La relación entre espacio y representación es capaz de producir o anular un estigma asociado al territorio que, a su vez, se relaciona con las jerarquías sociales, con el hecho de que la imagen que se tiene de algunos territorios es casi siempre la imagen que funda el lenguaje dominante de las clases dominantes (Bourdieu, 2002) donde la valoración negativa de barrios de clases bajas suele traducirse en una patologización de sus espacios (Bayón, 2012: 134): escuelas, plazas, hospitales. Por tanto, mediante la producción de imágenes de estos lugares emergen estigmas sobre los mismos y por los "tipos de gente" (Bayón, 2012: 134)1 que los habitan.

La producción de estas formas de estigmatización está asociada a la construcción de identidades y percepción del "otro" (Charles, 2008). De manera que la configuración de estigmas territoriales implica la construcción de "identidades deterioradas de carácter colectivo que se imponen sobre ciertos barrios de la ciudad, considerados reductos de delincuencia y pobreza" (Cornejo, 2012: 177) que pueden o no corresponder con su realidad, pero que independientemente de ello generan una condición de desacreditación en sus habitantes.

Goffman señala que es muy común experimentar la contradicción que existe entre "la identidad social real y la virtual de un individuo antes de entrar en contacto con él" (2008: 56). Sin embargo, cuando la diferencia no se revela de inmediato, entonces se trata de una persona desacreditable cuya estigmatización depende de la información social. De este modo, en el estudio del estigma la información más relevante es casi siempre "información acerca de un individuo" que también puede encarnar colectividades: se refiere a sus características más o menos permanentes, "contrapuestas a sus sentimientos, estados de ánimo e intenciones" (Goffman, 2008: 57). Tal información, al igual que el signo que la transmite, es reflexiva y corporeizada, por tanto, transmitida por la misma persona a la cual se refiere a través de la expresión corporal u otros rasgos, pero son los significados otorgados a estos los que terminan por completar la estigmatización.

De esta manera, se puede señalar que el estigma y lo desacreditable de una persona o un territorio ordenan el mundo social en el sentido que la información transmitida por cualquier símbolo particular confirma lo que otros signos dicen ya acerca del individuo, grupo o territorio completando o confirmando la imagen que se tiene ya de él de manera redundante y segura.

Así, en resumen, si bien Goffman ofrece ejemplos de rasgos que atestiguan la pertenencia a grupos o estratos sociales, también existen otros rasgos no necesariamente visibles pero que, sin embargo, forman parte de la historia de vida de las personas (como el lugar de residencia) que constituye un reclamo especial de prestigio y honor, y que pueden ser parte de lo que él denomina "discapacidades" que convierten en desacreditable a ese sujeto o colectivo.

 

Medios de comunicación y el estigma territorial de la violencia2

Explica Agamben, a partir de Debord, que "los periodistas y los mediócratas son el nuevo clero de la alienación de la naturaleza lingüística del hombre" (2001: 72), pues tienden a establecer separaciones, juicios y prejuicios sobre los seres, donde "el lenguaje no solo se constituye en una esfera autónoma sino que ya no puede revelar nada" (2001: 72).

Así, el discurso mediático podría convertirse en un mecanismo que paradojalmente obstaculice la relación entre las personas: los hombres quedarían "separados por lo que los une" (Agamben, 2001:72) o, mejor dicho, por aquello que creen que los une, pues en ocasiones podrían terminar distanciados en una comunicación que solo es capaz de juzgar, excluir, estigmatizar, sacrificar o desaparecer. En este sentido, las personas ya no se relacionarían con los "sentimientos, estados de ánimo o intenciones" (Goffman, 2008: 57) de otras personas sino con su estereotipo construido a partir de una serie de atributos desacreditables o no, y de la significación que han recibido socialmente.

Un ejemplo de este tipo de ejercicio lo constituye la información que se entrega en torno a los lugares, espacios, territorios donde ocurren hechos de "delincuencia amateur" (Kessler, 2004) en medios de comunicación masivos. Al respecto, explica Wacquant que poco importa si estos lugares están arruinados o son peligrosos, si su población está o no compuesta esencialmente de pobres, de minorías o de extranjeros, pues "la creencia prejuiciada de que así es basta para desencadenar consecuencias socialmente dañinas" coincidiendo, además, con "la imagen envilecida" (2009: 17) que de estos lugares proporcionan los medios e incluso ciertos discursos políticos o científicos.

Así, se establecen pautas jerárquicas de "lo que hay que pensar" como "problemas de la sociedad" (Bourdieu, 1997: 66), donde la violencia en y de los barrios marginales emerge en los noticieros de manera aislada como el gran mal que aqueja a la sociedad. El peligro que acarrea este ejercicio es que "exime del esfuerzo que hay que hacer para comprender fenómenos" y "confirma cosas ya sabidas [dejando] intactas las estructuras mentales" (Bourdieu, 1997: 65).

Cuando la información clasifica algunos referentes como peligrosos y violentos, mediante atributos desacreditables o asociaciones que promueven la desacreditación, se puede contribuir a un recorte de la realidad que visibiliza y señala a solo un tipo de violencia y solo a un sector o clase social como violento, perdiendo así la correspondencia entre la acción real, su contexto y vinculación, y la información sobre tales hechos. Con ello, se colabora a reafirmar sistemas de pensamientos que a priori contienen clasificaciones diferenciadas como barrio–bajo/violencia y barrio–alto/seguridad.

Se comprende, así, la comunicación mediática como dispositivo cuya capacidad de narrar la vida hace circular imágenes que reafirman espacios desacreditables. En este ejercicio de representación, el lugar de la violencia es asignado de manera autómata por medios de comunicación, percibiéndose un efecto de correspondencia entre lo que el medio señala y, como diría Bourdieu, "sobre" aquello que es preciso pensar.

Ante ello, surge la interrogante para el caso de Venezuela ¿cómo se puede entender esta problemática cuando existen medios de comunicación que auguran un trato diferente a hechos delictivos? La razón de esta interrogante se debe a que medios con influencia gubernamental configurados como política pública en materia de comunicación (a partir de la disputa entre medios públicos y privados por controlar la opinión pública)3 trazan nuevas estrategias de información referente a la seguridad ciudadana bajo el argumento de no estigmatización de sectores populares ni la promoción de estereotipos violentos4; sin embargo, esta nueva lógica produce cierta sospecha sobre la posibilidad de que logren su propósito, informando ya no sobre hechos delictivos sino solo sobre la presencia de cuerpos policiales en los mismos territorios como política de pacificación.

 

Violencia y barrios marginales en dos medios de comunicación venezolanos: El Universal y Correo del Orinoco

Se ha optado por revisar dos periódicos venezolanos para analizar el tratamiento de la información sobre violencia en determinadas áreas geográficas y su vínculo con formas de estigmatización, los cuales son: El Universal y Correo del Orinoco. Se escogen estos rotativos debido a que en el caso de El Universal es uno de los medios privados que dedica mayor espacio a las noticias de sucesos (Sibrian, 2012) con distribución a todo el país, y El Correo del Orinoco porque es el único impreso público de carácter nacional e internacional con énfasis en políticas públicas, entre ellas las de seguridad. Las noticias a reseñar corresponden a la semana del 15 al 21 de julio del 2013, seleccionada debido a que es un período en el cual se intensificó un programa de seguridad que incluía la militarización de barrios5 o espacios priorizados con el objeto de reducir la inseguridad ciudadana.

Durante ese período, en El Universal se contabilizaron 58 noticias6 referentes a hechos delictivos. En 23 notas se hizo referencia a lugares específicos donde ocurrieron los hechos. Se escogen 7 noticias para analizar, las cuales presentan mención de lugares vinculados directa o indirectamente a los victimarios.

 

Por el lado del diario Correo del Orinoco, no se encontraron noticias sobre delitos como homicidios, robos, secuestro. No obstante, sí se halló información orientada a la promoción de políticas públicas de seguridad ciudadana. En total, fueron 16 noticias7 en este ámbito. Se escoge una noticia por día durante la semana que alude a espacios específicos e intervención policial o militar. A continuación se presentan por día cada una de ellas:

 

A partir de estos datos, es posible advertir evidentes diferencias entre ambos medios respecto a la clasificación y tipo de información que ofrecen sobre hechos delictivos tanto en cantidad de noticias (58 en el medio privado frente 16 en el medio público) como en la descripción de los hechos referidos por cada medio: mientras que en el medio privado destaca la prolijidad para describir cada hecho delictivo, en el medio público sucede lo mismo pero conforme a políticas públicas aplicadas para mitigar los delitos, lo que advierte que en ambos casos la diferencia sustancial de tratamiento periodístico se encuentra asociada a perspectivas políticas10.

Lo interesante de esta sistematización es la mención recurrente de lugares catalogados como peligrosos, en uno, e intervenidos para su pacificación, y en el otro, referenciados como zonas indomables. Esta reiteración de lugares de alta peligrosidad junto a cierta asociación de palabras y sentidos, que posteriormente se mostrarán detalladamente, es lo que permite presentar una relación geoespacial del estigma de la violencia en la ciudad de Caracas (según parroquias mencionadas) entre ambos periódicos.

 

El resultado es la existencia de lugares mencionados en ambos medios que quizá se presenten bajo el estigma de la violencia. De ocho (8) parroquias mencionadas en total, ambos medios coinciden en cinco (5) de ellas como espacios donde ocurren hechos violentos, tal es el caso de las parroquias El Valle, Sucre, Antímano y San Agustín. En el medio privado se advierte que estos son territorios donde ocurren delitos, mientras que en el medio público se señala que son barrios que se han militarizado bajo el propósito de reducir la violencia.

Con este antecedente relacional de ambos medios y lo que implica la convergencia de un estigma territorial en tanto se trata de espacios asumidos como violentos, en el siguiente acápite se reforzará esta hipótesis de la estigmatización a partir de un breve análisis discursivo y exposición de algunos datos.

 

Estigmatizaciones explícitas e implícitas en el discurso de los medios analizados

Pese a que el estigma no es un ejercicio que solo se remita a una evidencia lingüística, durante la investigación fue pertinente tener herramientas más precisas como las ofrecidas por Teún Van Dijk (1998) respecto al discurso y su relación con los esquemas de percepción.

En términos de principio este autor propone lo que denomina "cuadrado ideológico" (Van Dijk, 1998: 333), el cual constituye una estrategia de comunicación que refleja posicionamiento y relaciones de legitimación y deslegitimación contenida en los siguientes movimientos: a) expresar/enfatizar información positiva sobre Nosotros; b) expresar/ enfatizar información negativa sobre Ellos; c) suprimir/enfatizar información positiva sobre Ellos, y d) suprimir/enfatizar información negativa sobre Nosotros.

Tales modalidades son núcleos enunciativos que se pueden identificar al analizar cualquier discurso que proporciona información sobre quien las emite (sí mismos) o sobre aquellos a quienes se refiere (los otros). De este modo, se tiene que en el caso de las noticias recogidas de El Universal hay ciertas asociaciones en el lenguaje que son legitimadoras y deslegitimadoras de determinada perspectiva de los hechos (bien sea o no esta su intención) tales como: "recibió (...) tiro en la espalda" junto a "urbanización Las Adjuntas, sector Macarao" (Noticia, lunes 15); "tiro en la espalda en la calle 18 de los Jardines de El Valle, sector Negro Primero" (Noticia, martes 16); "llegó la mañana del domingo (...) a casa de un familiar en Catia (...) y ese mismo día en la tarde lo secuestraron y lo mataron" (Noticia del miércoles 17); "Impactos de bala recibió" (...) "dentro de su camioneta" (...) "en la avenida principal de El Algodonal, adyacente al hospital, en Antímano" (Noticia, jueves 18); "varios allanamientos (...) los detenidos estaban en varias viviendas ubicadas en el sector El Tamarindo de Guarenas (...) buscados por el asesinato de un adolescente" (Noticia, viernes 19); "cuerpos de dos jóvenes sin vida (...) en el interior de un vehículo en la comunidad Macarena Sur, de la capital de Miranda" (Noticia, sábado 20); "el enfrentamiento se inició (...) cuando una patrulla de la policía pasó por el sector Los Pinos de la Av. Morán y fue atacado a tiros por unos sujetos que se internaron en el barrio La Quebradita" (Noticia, domingo 21).

Este recorte de frases constata que la mayoría de las noticias se encuentra narrada desde el punto de vista de una víctima, lo que vendría a construir un Nosotros a través de los verbos "recibió" o las construcciones "de un tiro en la espalda" y "atacados", mientras otras frases se refieren a un victimario que vendría a erigirse como los Otros mediante enunciados como "lo secuestraron y lo mataron", "sujetos que estaban siendo buscados", "sujetos que se internaron en el barrio La Quebradita".

Estas conexiones, pese a ser descriptivas y lógicas, producen una imagen de quiénes son las víctimas y quiénes son los victimarios, que asociadas a lugares les endosa a los segundos (victimarios) su ubicación territorial.

Ahora bien, en el caso de Correo del Orinoco la estrategia de construcción de sentido es mucho más compleja, pues las notas refieren nociones o conceptos que de por sí implican una construcción de antagonismos, tales como "militarización", "despliegue de efectivos", "resultados positivos en las calles", "más policías", "municipios priorizados", que de manera indirecta construyen imágenes opuestas o valorativas, en términos de buenos y malos tales como: barrios peligrosos, disminución del delito, menos delincuentes, más seguridad; las cuales, además, legitiman acciones frente a ciertas amenazas asociadas a lugares, completando así el cuadro deslegitimador.

Sin embargo, cabe preguntarse cómo es que estas estrategias de legitimación y deslegitimación se convierten en estigma territorial; una vía de explicación conduce al hecho de que los medios analizados remiten a solo un tipo de violencia que ocurre en lugares específicos y no a otras formas de violencia, a especificar seguidamente, que ocurrirían en toda Caracas.

Aunque para corroborar esta hipótesis habría sido ideal poder tener los índices de violencia clasificados por sectores en la capital venezolana, no obstante, esta información no está disponible y sobre el número exacto de delitos u homicidios anual en Venezuela existe controversia11. Por tanto, para constatar una lógica estigmatizadora en el tratamiento informativo se recurrirá a la clasificación de las formas de la violencia en Caracas que realiza Roberto Briceño–León (2007), quien distingue: la violencia delincuencial, la violencia de las bandas juveniles, la violencia política y la violencia como respuesta a la violencia.

En violencia delincuencial este autor ubica los delitos contra la propiedad, los secuestros, los asaltos en el transporte público en autopistas que atraviesan toda la ciudad y la violencia carcelaria; mientras en violencia de bandas juveniles, señala que se trata de "jóvenes, tanto víctima como victimario, agrupados en bandas que se forman en los barrios donde hay una escasa presencia policial y también del Estado de derecho" (Briceño–León, 2007: 564). Por último, refiere a la violencia política, relacionada con la polarización y enfrentamiento entre grupos militantes que se produce mayoritariamente en concentraciones en el centro de la ciudad y a la violencia como respuesta a la violencia; esta última resulta particularmente interesante puesto que señala que no solo la violencia se encuentra en grupos específicos sino que la sociedad caraqueña de manera general se torna violenta; un ejemplo de ello es que no solo se ha incrementado la posesión de armas sino que según una encuesta realizada en el 2004, el 47.8 % de los entrevistados manifestaba deseo de tener una (Briceño–León, 2007: 565). Asimismo, y sobre la opinión que tiene la ciudadanía sobre la acción de la policía una encuesta aplicada en 1996 reveló que el 32 % de los consultados consideró que los efectivos de seguridad tienen derecho a matar a los delincuentes. Tal encuesta se repitió el año 2004 y esa cifra había remontado a 38 % (Briceño–León, Camardiel y Ávila, 2006).

Al revisar las noticias seleccionadas y triangularlas con los datos sobre formas de violencia en Caracas, se puede constatar que la mayoría de los hechos narrados refiere a delitos que cometen hombres jóvenes en zonas pobres, es decir, a la violencia de bandas juveniles que señala Briceño–León (2007), donde predomina el homicidio y que ciertamente ocurre en barrios y espacios precarizados. Sin embargo, esto significa que existe un tipo de violencia que está siendo resaltada (la que ocurre en los barrios) y otras violencias omitidas (política, delincuencial en zonas de clase alta y la violencia como respuesta a la violencia), provocando la idea de que los únicos violentos son los habitantes de los barrios populares de Caracas.

Por otro lado, es importante señalar que la única manera en que tales lugares aparecen en estos medios es en referencia a su violencia, en unos casos debido a los sucesos que en ellas se producen o porque son objeto de intervención del Estado. Ninguno de los dos medios revisados tiene secciones dedicadas a actividades culturales o recreativas en estas zonas, y en el caso de aparecer alguna en Correo del Orinoco esta está vinculada a políticas públicas de intervención. Solo un medio público pero de circulación local (Ciudad Caracas) realiza este ejercicio de mostrar a las comunidades y barrios como espacios de organización y autogestión; sin embargo, este medio circula únicamente en el área metropolitana de Caracas, financiado por la Alcaldía del Municipio Libertador, es decir, no llega a todos los puntos de la ciudad pero, además, omite cualquier referencia a la violencia delictiva (que quizá deberían girar en torno a la explicación de causas y consecuencias estructurales), constituyendo nuevamente un desequilibrio informativo.

 

Estigma territorial y violencia: el lugar común en los medios

Según Wacquant (2009), la mayoría de los ordenamientos urbanos en el mundo moderno se han configurado bajo la relegación de lo que él llama "marginalidad avanzada", esto es, en territorios aislados y delimitados; sin embargo, cuando estos espacios son –o amenazan con volverse– componentes permanentes del paisaje urbano, es decir, que ya no corresponden solo a la periferia, los discursos para descalificar se cierran alrededor de ellos tanto "desde abajo", en las interacciones ordinarias de la vida cotidiana, como "desde arriba", en los campos periodístico, político y burocrático (y a veces científico) (Wacquant, 2009: 17)

Así, quizá los aportes de Wacquant permiten explicar aquello que comparten los medios de comunicación revisados, esto es: un común espacio asignado a la violencia. De manera que, en la relación entre violencia y medios de comunicación en Venezuela lo interesante está en cómo el lugar aparece bajo el mismo símbolo de estigma tanto en un medio público como en uno privado, tratándose, de esta manera, de un estigma territorial que relaciona discursos señalados entre sí como antagónicos. En ese momento, la extrañeza del encuentro se hace evidente "sobre el fondo", diría Foucault (2008a: 10) respecto a la relación entre palabras y cosas que no pudieran estar coherentemente juntas. El fondo se establece entonces como lugar común, como aquello que permite vincular extremos que se creen distantes.

En este caso el fondo no es otra cosa que la noción del espacio compartida por ambos medios que conduce a la atribución naturalizada de la violencia a ciertos lugares, la ausencia de una explicación de ella, causas y consecuencias estructurales, y la omisión de otros tipos de violencias posiblemente vinculadas (política, económica). El discurso en torno a este tipo de violencia (su ubicación, portadores y respuestas) se transforma en aquello que permite una proximidad entre ambos discursos. Con esta relación cobra sentido aquella paradoja que refiere Foucault al señalar que a veces en la imposible vecindad de aquello distante, existe un "sitio mismo en el que podrían ser vecinas" (2008a:10).

Esta vecindad de ambos medios la confirma el hecho de que mientras el medio privado señala a los barrios como lugares violentos, el público enfatiza la presencia policial y militar en los mismos como política pública de supuesta prevención. El barrio, de este modo, se transforma en el espacio común designado como violento por discursos aparentemente distantes convirtiéndose en el símbolo territorial de la violencia, en un estigma.

Posiblemente este estigma territorial se transfiere a las personas que habitan aquellos espacios desacreditados, transformándose ahora en personas desacreditables según la información social transmitida por medios tanto públicos como privados, es decir, esta información funciona también como símbolo estigmatizador. Al respecto, Goffman explica que signos no permanentes, esto es, que no son congénitos ni marcas corporales explícitas, empleados solo para transmitir una información social, pueden o no utilizarse contra la voluntad del informante y convertirse en estigma.

Los discursos analizados, las relaciones de forma explícita e implícita que contienen constatan que el manejo del estigma es un vástago de algo básico en la sociedad: "la estereotipia o el recorte de nuestras expectativas normativas referentes a la conducta y el carácter" (Goffman, 2008: 67). Quiere decir esto que la relación vía estigma siempre refiere a un otro extraño, desconocido y distante cuya información respecto a él es mediada por una serie de estereotipos. Así, los barrios, sus formas de relacionarse, su estética, lógica y ordenamiento corresponden a la imagen de un "otro" configurada por el discurso hegemónico a partir de lo que se considera aceptable o deseable socialmente, donde el discurso mediático sería apenas un actor en el complejo de relaciones que lo fundan.

Sin embargo, el estigma generalizado, perpetuado, naturalizado y vinculado a la información social convertida en estereotipos –aspecto en el que los medios de comunicación juegan un rol fundamental debido a la capacidad de administrar tal información– tiene consecuencias políticas, éticas y estéticas trascendentales "susceptibles de despertar sentimiento intensos, a menudo negativos, como el racismo, la xenofobia, el temor–odio al extranjero" (Bourdieu, 1997: 28).

Por tanto, es preciso interrogar la lógica del estigma de la violencia en medios de comunicación sobre los barrios de Caracas que pese a ser aparentemente combatida por la mediática pública frente a su profusión en la mediática comercial–privada, reaparece como normalidad y respuesta gubernamental estigmatizando con la intervención–militarización de los mismos barrios, así como la omisión de otras formas de violencia que podrían explicar de cierto modo los sucesos referidos, y permitirían pensar el problema de la violencia de forma más compleja. En esta lógica mediática tanto pública como privada prevalece un orden social donde lo peligroso para la sociedad se halla en los espacios específicos.

En este sentido, la violencia delictiva, bien sea mediante la abundancia de noticias sobre hechos delictivos o de políticas públicas de seguridad ciudadana, produce el mismo resultado, a saber, la estigmatización de barrios populares a través de la presentación de estos lugares con un atributo desacreditable.

Significa también que el espacio de la violencia anunciado constantemente por ambos medios (los barrios populares) permanece sin ser cuestionado, y su origen o razón sin ser explicada. Al respecto, Wacquant (2010) señala que quizá este no cuestionamiento esté vinculado a una transformación moderna, y es que pese a que la criminalidad no ha cambiado, lo que sí ha sufrido transformaciones es más bien la visión que se tiene de ella, traduciéndose en expectativas respecto de dónde debe producirse y dónde debe estar ubicada para la tranquilidad de la sociedad en general.

La prueba de ello está en que, frente a la producción de un discurso estigmatizador a través de la noticia sobre hechos delictivos, al parecer la única contraparte es la misma estrategia a partir de la comunicación de intervenciones militarizadas del mismo espacio, correspondiéndose una misma visión sobre las poblaciones desposeídas y el lugar que estas ocupan en la ciudad. Es decir, lo que acusa una estigmatización por parte de ambos medios respecto a ciertos atributos y lugares desacreditables es la reiteración de la ubicación geográfica de la violencia como rasgo relevante en una noticia asociadas a la construcción de una víctima y un victimario, el uso de frases como "militarización" o "pacificación" de municipios priorizados –que si bien no son fundadas por los medios reproducen cierta lógica estigmatizadora–, así como la no explicación de la misma (la violencia) y la omisión de otras formas de violencia que se producen en la ciudad y que podrían ser causa de la violencia delictiva, como también otras actividades alejadas de la violencia, de organización y autogestión, que se dan en las comunidades.

 

Consideraciones finales

El recorrido transitado trata de confirmar un hecho político relevante en el mercado informacional en Venezuela: en ambos casos, lo común se da en la naturalidad de la peligrosidad de ciertas zonas que necesitan vigilancia militar12; el medio privado contribuye a construir la idea de que se necesita la intervención militar de zonas periféricas y populares a modo de crítica al Gobierno por la delincuencia en Venezuela, mientras que el medio público informa sobre las políticas públicas de militarización de los mismos lugares (barrios de clases bajas) considerados peligrosos como forma exitosa de reducción de la violencia.

Así, y en lo que respecta a ambos medios, la lucha contra el delito, como explica Wacquant, se convierte en un "teatro burocrático periodístico titilante que simultáneamente reprime y alimenta las fantasías del orden del electorado" (2010: 15). Allí, la estrategia informativa de ambos medios analizados –quizá como una reproducción de formas de estigmatización que se originan en la esfera política, académica u otra– reafirma y contribuye a señalar aquellos lugares y espacios que amenazan la sociedad con una desproporción que completa el ciclo reproductor de la violencia en general.

Por ello, durante el recorrido realizado en este artículo, se constata que, pese a que haya discursos disímiles, existe una misma lógica de sentido en torno a la violencia delictiva en los medios de comunicación venezolanos analizados, lo que da cuenta de cierta hegemonía respecto a la clasificación y calificación que estos hacen de algunos lugares. Es, hasta cierto punto, un ejercicio cercano a lo que Agamben cataloga como la "forma estado" (2001: 72) en el pensamiento, esto es, un triunfo en todos los ámbitos de la vida cotidiana del ordenamiento basado en la lógica policial.

La soberanía que el sentido de la información ejerce sobre los lugares radica en la capacidad de determinar lo que está dentro y fuera de orden desde un lugar que está más allá de la ley, no negando que en muchos casos se trata de la reproducción de la estigmatización que tiene su origen en condiciones económicas, políticas y sociales. Sin embargo, el carácter soberano en los medios de comunicación estriba en la medida de no explicar el problema de la violencia, ni reflejar otras formas de violencia que resultan, de igual modo, lacerantes para la sociedad, dando por única verdad la peligrosidad de ciertos espacios, del estigma que los constituye. Así, la violencia y los violentos parecieran estar desacreditados por lo desacreditado de sus territorios.

 


Notas:

* Este artículo es una reflexión que surge tras la culminación de una investigación sobre el tratamiento de la información en materia de sucesos en Venezuela (Sibrian, 2012), en la que no se pudieron abordar aspectos que aquí se presentan.

1 Ver también Reay (2004), Silbey (1995), Watt (2006).

2 Existen diversas perspectivas respecto a si los medios de comunicación pueden o no influir (o en qué medida lo hacen) en el comportamiento social. Estas, se pueden resumir en tres grandes posiciones teóricas tal como lo señala Dammert (2006: 54): a) aquella que plantea que los medios alteran el comportamiento del individuo como sugieren Katz y Lazarsfeld (1995); b) aquellos que proponen que son virtualmente incapaces de producir efectos independientes (Klapper, 1960), y) quienes consideran la influencia mediática estrechamente relacionada con contextos simbólicos, pero lejos de relaciones causales como Bourdieu (1997) y Barbero (2002).

3 Para comprender mejor este conflicto, se recomienda ver Herrera (2005) y Cañizález (2003).

4 El diario El Nacional, día 14 de mayo de 2012, tituló lo siguiente: "incorporarán noticias de sucesos en VTV con un ángulo positivo". El canal de televisión VTV (Venezolana de Televisión) es la principal emisora gubernamental de noticias a nivel nacional y esto significó una promoción de las políticas públicas de seguridad ciudadana.

5 La Gran Misión A Toda Vida Venezuela es una política pública de seguridad a nivel nacional con especial atención en 79 municipios con mayor incidencia delictiva en país, la cual incluía la ocupación por fuerzas policiales y militares. Ver: http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/presidente–nicolas–maduro–lanza–plan–patria–segura/

6 Todas las noticias de El Universal pueden ser consultadas en su versión impresa en formato electrónico en: www.eluniversal.com/edicion–impresa/

7 Todas las noticias de Correo del Orinoco pueden ser consultadas en su versión impresa en formato electrónico en: http://www.correodelorinoco.gob.ve/edicion–impresa/

8 El listado de los 79 municipios priorizados por la Misión a Toda Vida Venezuela están disponibles en: http://static.eluniversal.com/2012/06/20/misiontodavida.pdf.

9 La versión de los días viernes del diario Correo del Orinoco es presentada en inglés.

10 Las diferencias en el tratamiento de la violencia en Venezuela en los medios, han sido señaladas por varios autores como una clara disputa política. Por ejemplo, Rey (2005) advierte que el enfoque periodístico de la noticia de sucesos y en general la relación violencia y medios se ve determinada por fines políticos, pues la información sirve como termómetro para medir la aplicación de políticas públicas. Por otro lado, Aguillón y Franco (2008), en un estudio donde relacionan ideología y poder en el discurso noticioso de sucesos, consideran que en éste subyace una estrategia de significación ideológica que favorece la cultura de la muerte y el uso del lenguaje refleja la intención de deslegitimar las políticas de seguridad del Estado venezolano. Estos estudios, sin embargo y como la mayoría que relacionan medios y violencia, hacen referencia solo al tratamiento informativo respecto a hechos delictivos en medios privados o donde existe el apartado de sucesos, quedando, prácticamente, un vacío analítico para aquellos medios que excluyen esta información y la cambian por políticas públicas de seguridad ciudadana como es el caso de Correo del Orinoco en Venezuela.

11 Datos de la Misión a Toda Vida Venezuela señalan que para el 2012 la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes fue de 54 y en el 2013 de 39. No obstante, según Briceño–León "a partir del 2004 se prohibió hacer pública la información oficial a investigadores y periodistas" (2007: 559), y las cifras que se publican, denuncia este autor, se refieren solo a homicidios reconocidos como tales por las autoridades, es decir, no incluyen ni los muertos por resistencia a la autoridad, ni los casos que se encuentran en averiguaciones que sumarían entre dos mil y cuatro mil casos por año. Para comprender la controversia entre datos oficiales y no oficiales revisar trabajo especial de Noticias24 "una mirada al índice de homicidios en Venezuela durante los últimos 6 años disponible en: http://www.noticias24.com/venezuela/noticia/143999/exclusiva–n24–una–mirada–al–indice–de–homicidios–en–venezuela–durante–los–ultimos–cinco–anos/

12 Quizá, con ello, "ahora la lucha contra la delincuencia callejera sirva como pantalla y contrapartida de la nueva cuestión social, es decir, de la generación del trabajo inseguro y de su impacto en los territorios y las estrategias de vida del proletariado urbano" (Wacquant, 2010: 43, cursivas en el original).


 

Bibliografía

Agamben, G. (2001). Medios sin fin. Notas sobre la política. Valencia: Pre–textos        [ Links ]

Aguillón, P. y Franco, A. (2008). "Ideología y poder desde el discurso noticioso de sucesos en la prensa venezolana". Quórum Académico, Vol. 5, N.° 2: 11–40. Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttextpid=S0188–252X2010000100004 Consultado 24 de septiembre, 2013         [ Links ]

Barbero, M. (2002). "La ciudad que median los medios". Moraña, Mabel (ed.). Espacio urbano, comunicación y violencia en América Latina. Pitts–burg: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.         [ Links ]

Bayón, M. (2012). "El lugar de los pobres: espacio, representaciones sociales y estigmas en la ciudad de México". Revista Mexicana de Sociología. V. 74 (1): 133– 166.         [ Links ]

Bourdieu, P. (1997). Sobre la televisión. Barcelona: Anagrama Bourdieu,         [ Links ] P. (2002). La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Barcelona: Taurus         [ Links ]

Briceño–León, R. (2007). "Violencia, ciudadanía y miedo en Caracas". Foro Internacional N.° 189: 551–576.         [ Links ]

Briceño–León, R; Camardiel, A y Ávila, O (2006). "Attitudes toward the Right to Kill in Latin American Culture", Journal of Contemporary Criminal Justice, vol. 22, N.° 4: 303 – 323.         [ Links ]

Cañizález, A. (2003). "De mediadores a protagonistas. Crisis política, medios y comunicación en Venezuela". Iconos, N.° 16: 30–36. Disponible en: http://www.flacso.org.ec/docs/i16_canizalez.pdf Consultado 16 de agosto, 2013         [ Links ]

Cerbino, M. (2013). "La mayor parte de las pandillas nace en los colegios". Página 12, Diálogos, 20 de mayo de 2013. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21–220397–2013–05–20.html Consultado 5 de julio, 2013         [ Links ]

Charles, M. (2008). "Culture and inequality. Identity, ideology and difference in Postascriptive society". The Annals of the American Academy of Political and Social Science, 619: 41–58.         [ Links ]

Cornejo, C. (2012). "Estigma territorial como forma de violencia barrial". Revista Invi. V. 27 (76): 177–200. Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718–83582012000300006script=sci_arttext Consultado 13 de agosto, 2013         [ Links ]

Dammert, L. (2006) "Violencia, miedos y medios de comunicación: desafíos y oportunidades. Cerbino, Mauro (ed.). La violencia en los medios de comunicación, generación noticiosa y percepción ciudadana, pp. 51–72. Quito: FLACSO Disponible en: http://www.flacso.org.ec/docs/vio_medios.pdf Consultado 10 de agosto de 2013         [ Links ]

Debord, G. (1999). La sociedad del espectáculo. Valencia: Pre–textos. Incorporarán noticias de sucesos en VTV con un ángulo positivo (24 de mayo, 2012). El Nacional. Disponible en: http://espectaculos.eluniversal.com/sucesos/120524/incorporaran–noticias–desucesos–en–vtv–con–un–angulo–positivo Consultado 08 de agosto de 2012         [ Links ]

Foucault, M. (2000). Defender la sociedad. Curso en el Collége de France (1975–1976). Buenos Aires: Fondo de Cultura de Económica         [ Links ]

Foucault, M. (2008a). Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. 2da ed. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores         [ Links ]

Foucault, M. (2008b). El pensamiento del afuera. Valencia: Pre–textos Goffman,         [ Links ] E. (2008) Estigma, la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.         [ Links ]

Herrera, E. (2005). El extravío de los medios. Caracas: Ministerio para el Poder Popular para la Comunicación y la Información de Venezuela.         [ Links ]

Katz, E. y Lazarsfeld, P. (1995). Personal influence: the part played by people in the flow of Mass Communications. New York: Free Press         [ Links ]

Kessler, G. (2004). Sociología del delito amateur. Buenos Aires: Paidós         [ Links ]

Klapper, J. (1960). The Effects of Mass Communication. New York: Free Press         [ Links ]

Ponce de León, M. (2011). Gobernar la pobreza. Prácticas de caridad y beneficencia en la ciudad de Santiago, 1930–1890. Santiago de Chile: Editorial Universitaria         [ Links ]

Reay, D. (2004). "Mostly roughs and toughs: Social class, race, and representations in inner city schooling". Sociology, 38. 5: 1005–1023.         [ Links ]

Rey, G. (2005). El cuerpo del delito. Representación y narrativas mediáticas de la (in)seguridad ciudadana. Bogotá: Centro de competencias en comunicación para América Latina. Disponible en: http://library.fes.de/pdf–files/bueros/c3–comunicacion/07327.pdf Consultado 07 de julio, 2013         [ Links ]

Sibrian, N. (2012). La producción discursiva de la violencia. Análisis de discurso y tratamiento de la información de medios venezolanos en materia de sucesos. Caracas: Universidad Nacional Experimental de la Seguridad.         [ Links ]

Silbey, D. (1995). Geographies of Exclusion. Londres: Routledge.         [ Links ]

Wacquant, L. (2009). "La estigmatización territorial en la edad de la marginalidad avanzada". Renglones, N.° 60: 16–22. Disponible en: http://rei.iteso.mx/bitstream/handle/11117/249/loic_wacquant.pdf?sequence=2 Consultado 22 de Agosto, 2013         [ Links ]

Wacquant, L. (2010). Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social. Barcelona: Editorial Gedisa.         [ Links ]

Watt, P. (2006). "Respectability, roughnessand race: Neighborhood place images and the making of working–class distinctions in London". International Journal of Urban and Regional Research, V. 30 (4): 776–797.         [ Links ]

Venezuela registró 16.000 homicidios en 2012, según Reverol. (01 de marzo, 2012). Últimas Noticias. Disponible en: http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/sucesos/venezuela–registro–16–000–homicidios–en–2012–segun.aspx Consultado 01 de agosto, 2013         [ Links ]

73 de cada 100 habitantes fueron asesinados, según OVV (28 de agosto, 2012). Últimas Noticias. Disponible en: http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/sucesos/73–de–cada–100–mil–habitantes–fueron–asesinados–se.aspx Consultado 01 de agosto, 2013         [ Links ]

Van Dijk, T. (1990). La noticia como discurso. Barcelona: Paidós.         [ Links ]

Van Dijk, T. (1998). Ideología, una aproximación multidisciplinaria. Barcelona: Gedisa.         [ Links ]

Van Dijk, T. (2005). El discurso como interacción social. Barcelona: Paidós.         [ Links ]

 

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons