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Encuentros

versión impresa ISSN 1692-5858

Encuentros vol.14 no.1 Barranquilla ene./jun. 2016

 

Variables que evidencian el bullying en un contexto universitario

Variables that show bullying in a university context

Dimensdes significativas no estudo do bullying em contexto universitário

José Jesús Trujillo1
Kelly Romero-Acosta2

1 Corporación Universitaria del Caribe (CECAR) Jose.trujillo@cecar.edu.co
2 Corporación Universitaria del Caribe (CECAR) kelly.romero@cecar.edu.co

Cómo referenciar este artículo: Trujillo, J. J.; Romero-Acosta, K. (2016) Variables que evidencian el bullying en un contexto universitario. Revista Encuentros, Universidad Autónoma del Caribe, 14 (01), pp.41- 54. DOI: http://dx.doi.org/10.15665/re.v14i1.668

DOI: http://dx.doi.org/10.15665/re.v14i1.668

Recibido: 30 de noviembre de 2015 / Aceptado: 5 de enero de 2016

En las sociedades actuales existe una mayor conciencia acerca de la necesidad de prevenir la violencia en escenarios que hasta tiempos recientes eran considerados cerrados y con sus propias microculturas, tales como el familiar y el escolar. (Valdés, Martínez y Torres, 2012, p. 617).


RESUMEN

En este estudio descriptivo, de enfoque cuantitativo, se analiza una serie de variables que evidencian el bullying en un contexto universitario. Para ello se ha utilizado el Cuestionario de Conducta y experiencias sociales en clase, que tiene como objetivo identificar a los estudiantes en situación de riesgo para conductas agresivas o de victimización con el fin de prevenir situaciones de bullying. Este instrumento fue administrado a estudiantes de cuatro grupos de psicología, tres de tercer semestre y uno de quinto semestre. En la investigación se halló que los grupos con altos niveles de prosocialidad presentaron bajos niveles de agresividad y victimización. También, se halló que la mayoría de los estudiantes víctimas, también fueron agresores. Estos hallazgos pueden interesar a la práctica psicoeducativa.

Palabras clave: bullying, agresividad, victimización, prosocialidad, universidad.


ABSTRACT

In the current study a number of dimensions that determine the coexistence between peers, in a university context, are analyzed. In order to do this, we used the Conduct and Social Experiences in Class Questionnaire, which aims to identify students at risk for aggressive behavior or victimization so as to prevent bullying situations. This instrument was administered to four groups of psychology students, three groups from third semester and one group from fifth semester. The research found that groups with high level of prosocial behavior showed low levels of aggression and victimization. It was also found that most students who were victims were perpetrator too. These findings may interest to psycho-educational practice.

Key words: Bullying, aggression, victimization, prosociality, university


RESUMO

Neste estudo sao analisadas várias dimensSes que determinam a convivencia entre iguais , em um contexto universitàrio . Para isso, use a Pesquisa de Conduta e experiencias sociais em sala de aula , que visa identificar os alunos em risco de comportamento agressivo ou vitimizagào , a fim de evitar situagoes de bullying. Este instrumento foi aplicado em quatro grupos de estudantes de psicologia , tres e um terceiro semestre do quinto semestre . A investigando descobriu que os grupos com elevados níveis de pró-social tinham baixos níveis de agressao e vitimizagao. Constatou-se também que a maioria das vítimas eram estudantes também perpetradores. Estes resultados podem ser de interesse para a prática psico-educacional.

Palavras-chave: intimidando, agressao, vitimizagao, prosociality universidade


1. Introducción

En un marco contextual a nivel mundial donde existen innumerables situaciones de violencia, secundadas por los gobiernos de aquellos países que ostentan un mayor poder sobre otros que poseen materias primas, cuyo dominio es ansiado por la grandes multinacionales que dirimen en muchos casos el devenir de los mismos y que de una u otra manera apoyan a los primeros en dichas acciones con el fin último de poder gestionar la explotación y el mercado de dichas materias primas, a fin de maximizar sus beneficios en detrimento del desarrollo de quienes habitan aquellos países portadores de las mismas, resulta difícil construir una cultura de convivencia que verdaderamente sea potenciadora de un cambio, que permita a los pueblos del mundo poder cohabitar de manera pacífica en igualdad de condiciones y sin ningún tipo de menoscabo. Estos conflictos legitimados a nivel mundial, por diferentes entidades públicas y privadas, no son exclusivos de estos ámbitos, de los que se ha hablado anteriormente, sino que de una u otra manera, a menor escala, se ven reflejados, diariamente, en ámbitos como: el comunitario, el escolar, el universitario o el familiar (entre otros).

Este estudio se centrará en el ámbito universitario, para analizar un fenómeno que normalmente es más estudiado y conocido en el ámbito escolar, el bullying, el cual no por poco estudiado deja de ser interesante, a la par que controvertido. Como fenómeno sistèmico que es, no se puede obviar, ni olvidar que tras el bullying existen multitud de factores que lo desencadenan, por ejemplo, las diferencias en capacidades académicas (mixed ability), cursos elegidos, grupo de pares, estudiantes con necesidades adicionales, lo cual los hace blanco para ser intimidados, etcetera. (McDougall, 1999).

De los innumerables estudios realizados sobre bullying (Delgado, 2010; Musitu, Suárez y Del Moral, 2013... por citar algunos ejemplos), existen pocos llevados a cabo en el ámbito universitario (Hoyos, Llanos y Valega, 2011), con lo cual supone un reto importante poder propiciar un precedente científico que sea objeto de futuras consultas investigativas.

Las conductas dañinas hacia uno mismo o hacia otras personas, no son propias de ninguna etapa psicoevolutiva, pero en no pocas ocasiones se tiende a estigmatizar a esta etapa como convulsa y desproporcionada, atendiendo más a prejuicios y estereotipos sociales que a otros tipos de análisis fundamentados en criterios menos sesgados (Trujillo, 2013).

En este contexto universitario, puede resultar más complejo diagnosticar y tratar este fenómeno, ya que se trata, en muchos casos, de preadultos, que tienen que asumir que están siendo objeto de burlas, chantajes, vejaciones, etcétera, por parte de sus iguales, con el componente de vergüenza que esto les puede acarrear. Tampoco ayuda el hecho de que muchos profesores universitarios den por supuesto que su labor solo y exclusivamente debe limitarse a formar a sus alumnos, ni el elevado número de alumnos por clase, o el hecho de que las familias (generalmente) no estén en contacto directo con lo que ocurre en la vida académica y personal de sus hijos como en etapas anteriores, todo ello conforma un caldo de cultivo que hace que el fenómeno del bullying presente unos condicionantes específicos y diferenciados de otros contextos, como pudieran ser el escolar.

El bullying se hace patente a través de factores sociales, culturales, familiares, personales, etcétera. Y aunque los implicados en dicho fenómeno son conscientes, de que la violencia está mal vista socialmente, de alguna manera el propio proceso invita a una continua retroalimentación entre agresor, víctima y aquellos que observan, ya sea de manera pasiva o activa, que legitiman el uso y la continuidad del proceso violento. Salmivalli (1999), resalta que el acoso escolar ocurre generalmente en situaciones donde muchos miembros del grupo de iguales están presentes, y por ello incide en la importancia que tienen los espectadores (para el reforzamiento de dicho proceso violento), quienes tomarán un rol u otro en función de factores personales y contextuales, como por ejemplo, el estatus social que presentan en el grupo: rechazado, ignorado, promedio, popular y controvertido (Salmivalli, Lagerspetz, Björkqvist, Österman, Kaukiainen, 1996).

Aun así, unos y otros tratan de justificar su manera de actuar frente a esta situación y en muchas ocasiones estas argumentaciones se orientan a actitudes de tolerancia hacia dicho comportamiento: le restan importancia, minimizan sus acciones, las relativizan, etcetera. (Echeburúa, Fernández-Montalvo y Amor, 2002).

El bullying es un fenómeno de grupo donde una persona es acosada de manera repetitiva de forma física y psicológica. Esta experiencia puede llegar a ser devastadora para las víctimas. Collel y Escudé (2006a) señalan que el maltrato entre los estudiantes ha cobrado una gran importancia en el ámbito educativo. Este fenómeno se caracteriza por producir intimidación y violencia que tiende a ser aceptada socialmente y afecta, de esta manera, a todo el grupo.

En efecto, la intimidación ejercida en la situación de acoso escolar se basa en el poder y en la dominación de individuos vulnerables que son toleradas y aceptadas por los grupos (Craig y Pepler, 2007). Esto quiere decir que el bullying está asociado a las conductas agresivas manifiestas hacia una persona vulnerable.

Olweus (1983), uno de los autores que más ha estudiado el fenómeno del bulliyng, lo define como una agresión (física/psicológica) que realiza un estudiante contra otro de manera reiterativa. Esta situación puede producir efectos negativos en la víctima, tales como, baja autoestima, depresión y/o estados de ansiedad.

Por otro lado, Avilés (2009) dice que la conducta hostil y maltratadora de estos individuos que practican el acoso escolar, se debe a un retraimiento del comportamiento agresivo y a un pobre control de los impulsos. Todo parece indicar que uno de los motivos principales del acoso escolar es obtener como recompensa la manipulación de la víctima. En 2006, este mismo autor indica que los perfiles principales de la situación de acoso escolar son: agresores(as), víctimas, testigos, o perfiles que son mixtos (agresores que han sido o que son agredidos y víctimas agresoras). Otros perfiles secundarios pueden ser: los ayudantes del agresor(ra), defensores de la víctima y adultos(as).

Como antecedentes previos a la temática de estudio, se encuentra la investigación de Hoyos, Llanos, y Valega (2012), que se llevó a cabo en la ciudad de Barranquilla y tuvo como objetivo caracterizar el fenómeno del bullying en una muestra de estudiantes universitarios de diferentes universidades privadas. Hoyos y sus colegas (2012) hallaron que el 87% de los estudiantes se identifica como testigo, un 12% como agresor y el 10.6% como víctima de bullying. Las modalidades más frecuentes de maltratos son el maltrato verbal, la exclusión social y, en menor proporción, el maltrato físico directo y/o indirecto. En contraste, las menos frecuentes son las formas de acoso sexual, intimidación y amenaza con armas. En esta investigación las chicas se caracterizaron por ser agresoras, principalmente en las modalidades de ignorar y hablar mal del otro. Los chicos, en cambio, se identificaron más con poner apodos e insultar.

Por su parte, Vásquez, Ávila, Márques, Martínez, Mercado y colaboradores (2010), estudiaron la inteligencia emocional y el índice de bullying en estudiantes de psicología de una universidad privada de Barranquilla. Los resultaron indicaron una adecuada inteligencia emocional para los estudiantes que presentaban bajo índice de bullying.

Con base en todo lo descrito, resulta conveniente plantearse una serie de preguntas como: ¿qué se encuentra antes de desencadenarse el acoso escolar en las universidades? ¿Cuál es el punto de inicio de estas conductas? ¿Cuáles son sus principales protagonistas? ¿Cuál es la diferencia entre grupos que no tienen este tipo de problemáticas y grupos que sí las presentan? Entre los estudios que se hallaron a nivel nacional ninguno se ha interesado por estudiar los diferentes protagonistas que participan en los casos de acoso escolar a partir del test de conductas y experiencias sociales en clase (CESC) de Colell & Escudé (2006b). Tampoco, según la búsqueda bibliográfica realizada, se ha llegado a comparar grupos con y sin problemas interpersonales utilizando dicho instrumento. Este test es utilizado en escuelas y colegios de secundaria de España para detectar a los estudiantes en situación de riesgo para conductas agresivas o de victimización, con el fin de actuar preventivamente. Es capaz de señalar el momento evolutivo del grupo antes, durante y después del acoso escolar.

En el test CESC, se entiende por agresividad: pegar, dar empujones, dar patadas, estirar el pelo, romper o esconder los objetos personales, insultar, burlarse, nombrar con apodos, hablar mal o hacer correr rumores sobre otros etc. Por victimización se entiende: aquellos estudiantes a quienes les dan golpes, ridiculizan y no dejan participar. El estudiante prosocial es aquel que ayuda y da ánimo a sus compañeros.

A partir del cuestionamiento anterior, y con base en el instrumento que se acaba de mencionar, este trabajo pretende comparar varios grupos de universitarios con diferentes niveles de problemas interpersonales, a fin de detectar quiénes poseen perfil de agresor, perfil de víctimas, perfil prosocial, y las conductas llevadas a cabo por los miembros de cada uno de los grupo-clase, que refuerzan en una u otra medida este fenómeno multicausal.

Conductas agresivas, victimización y prosocialidad
La violencia es un producto cultural. El ser humano, como cualquier otro animal, posee características biológicas que le inducen a la agresividad. Es por ello que todas las personas experimentan diversas emociones (miedo, agresividad, ira, tristeza, entre otras) ante las diferentes situaciones que se les plantean en la vida cotidiana y estas emociones les llevan a "agredir" o enfrentarse con aquello que las produjo (Sanmartín, 2000).

Las emociones desempeñan así, una función adaptativa, proporcionando las conductas necesarias para la supervivencia de la persona en un momento determinado. Pero la agresividad puede pasar de ser un instinto útil, al servicio de nuestra supervivencia, a ser una conducta dañina para otro ser humano, por razones muy diferentes a la propia eficacia biológica. De modo que, es la cultura la que hipertrofia la agresividad convirtiéndola en violencia (Sanmartín, 2000; Trujillo, 2013).

De este modo, se puede afirmar que todos son agresivos por naturaleza, entendiendo la agresividad como un comportamiento instintivo de cara a la supervivencia (actuar de forma agresiva con nosotros o con otros para salvar la vida), sin embargo considerar que la agresividad es innata en el ser humano no conlleva reconocer que, para el ser humano, es inevitable comportarse agresivamente (Sanmartín, 2000). Con lo cual, el bullying es un fenómeno donde se desatan conductas agresivas que desembocan en violencia, que se puede entender como toda acción u omisión intencional que pueda causar o cause un daño (Centro Reina Sofía, 2008).

Se debe establecer una correlación entre agresividad y violencia, ya que según Abeijón (2011), la violencia se entiende como:

aquel tipo de agresividad de gran intensidad e ímpetu, que se sale de los patrones considerados tolerables y necesarios para que el individuo domine el mundo que le rodea y se adapte a la relación con el otro; violencia como intensidad e ímpetu que provocan daño, es decir, que dejan una huella dolorosa. Agresividad y violencia comparten espacio relacional, separándose en medidas de intensidad y en capacidad de daño. (Abeijón, 2011, p. 24)

Si se entiende el bullying como una forma de violencia entre iguales, donde se desatan una serie de conductas de agresión, se debe también tener en cuenta que esto lleva consigo un proceso de victimización. En la literatura científica, en general, se diferencian dos tipos de víctimas, como producto de dos maneras distintas de reaccionar frente al acoso y agresión de sus compañeros: por una parte, la víctima puede interpretar la victimización como una experiencia crítica muy traumática que, junto con su tendencia al retraimiento, mine su autoconcepto y esto desemboque en síntomas depresivos y sentimientos de soledad (víctima pasiva o sumisa) (Ramos, 2008). Y por otro lado, es posible que la víctima desarrolle actitudes tan negativas hacia sus iguales que, junto con su tendencia a la impulsividad, desencadenen una reacción agresiva hacia sus propios agresores; ésta sería la víctima provocativa o agresiva (Crick, Grotpeter y Rockhill, 1999).

En cualquier caso, la victimización viene influenciada por una posición de indefensión de manera que suele extenderse al conjunto del grupo de iguales, lo que potencia el desarrollo de ansiedad en las víctimas. Mientras tanto, el agresor va afianzando su conducta antisocial (Cerezo, 2006).

Más allá de estos factores, cabe señalar que, igualmente, existen conductas prosociales entre iguales, que abogan por una convivencia pacífica y armoniosa. Eisenberg y Fabes (1998) definen la conducta prosocial como: "[...] voluntaria y con intención de beneficiar a otros. [...] determinada por múltiples causas, incluido egoísmo, orientación hacia los otros e intereses concretos. Especial importancia para entender el razonamiento moral es el subgrupo de conductas prosociales denominadas altruismo". (P.702)

Es por ello por lo que en este estudio se analizan dichas conductas como mediadoras o de prevención de situaciones de bullying en el contexto universitario. Conductas como ser capaz de ayudar a los compañeros o animarlos a ser mejores. En línea con esto, Hoffman (2000) define la prosocialidad como la respuesta afectiva más congruente con la situación de otra persona que con la propia, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del otro.

El objeto de este estudio no es otro que analizar la convivencia que existe entre estudiantes de diferentes grupos, cuya manera de relacionarse es distinta y en algunas ocasiones favorece situaciones conflictivas, que no siempre son gestionadas de la manera propicia para una convivencia pacífica entre iguales. Todo ello a consecuencia de las quejas presentadas por diferentes profesionales que trabajan con estos grupos (en este centro universitario) y que hacen hincapié en que existen problemáticas de convivencia (más evidenciadas en unos grupos que en otros). Por lo tanto, este estudio pretender analizar algunas variables que evidencian el bullying en un contexto universitario a partir de la identificación de estudiantes en situación de riesgo para conductas agresivas o de victimización, con el fin de prevenir situaciones de Bullying.

2. Metodología

Esta investigación es de un enfoque cuantitativo (Hernández, Fernández, & Baptista, 2010). En el momento de entregar el cuestionario se les entregaba a los estudiantes el consentimiento informado en el que podían rehusar a participar de la investigación. Tres estudiantes del grupo se negaron a participar de la actividad.

Se les explicó verbalmente a los participantes la manera correcta de responder el cuestionario. Esto es, tenían que colocar tres nombres y apellidos de los compañeros en cada una de las opciones. No todas las opciones fueron rellenadas en todos los ítems. No obstante, se consideró válido siempre y cuando el estudiante colocará al menos un nombre en nueve de los 12 ítems de la lista.

El cuestionario utilizado es gratuito y se puede conseguir en la página web de los autores (Colell & Escudé, 2006ab). Trae consigo una opción de calificarlo ya preparada en formato Excel. También, se puede descargar para ser respondido desde el aula Moodle.

Participantes:
En el estudio participaron 64 (85.3%) mujeres, 15 (93.7%) en el grupo uno, 16 (84.2%) en el grupo dos, 13 (92.8%) en el tres, y 20 (77%) en el cuarto. Participaron en la investigación cuatro grupos de psicología, tres de tercer semestre y uno de quinto semestre (n=74). Los tres grupos de tercer semestre, según criterio de los profesores, presentaban problemas interpersonales. Según los docentes, los problemas interpersonales iban en orden descendente en los grupos así: grupo 3, grupo 2, grupo 1 y grupo 4. Es decir, el grupo tres era el grupo con más problemas interpersonales. El grupo de quinto semestre (grupo 4), no presentaba problemas interpersonales y se caracterizaba por ser un grupo unido.

Instrumentos
Cuestionario de Conducta y experiencias sociales en clase (CESC, Colell & Escudé, 2006ab; CESC, Colell & Escudé, 2006c). El CESC es un cuestionario que tiene como objetivo detectar los estudiantes en situación de riesgo para conductas agresivas o de victimización con el fin de actuar preventivamente. Es capaz de reflejar un momento evolutivo puntual del grupo de estudiantes y tiene una aplicación muy concreta: recoger información de los propios estudiantes sobre las conductas de maltrato y las experiencias de victimización que se puedan dar en su grupo-clase para intervenir y ponerles fin antes de que se consoliden.

Antes de administrar el cuestionario a los participantes, éste fue respondido por un grupo piloto de cinco estudiantes de psicología de noveno semestre. Esto con el fin de asegurarnos que los ítems se entendieran correctamente, puesto que el cuestionario fue diseñado por españoles para españoles. Se les pidió que indicaran los ítems que a su parecer no eran entendibles. Solo consideraron que era necesario cambiar el ítem doce. En el cuestionario original el ítem dice así: tus amigos y amigas, en el cuestionario que se usó en esta investigación se ha cambiado a: En la clase, ¿Quiénes son tus amigos(as)? La tabla 1 contiene las preguntas del cuestionario tal y como las respondieron los estudiantes.

El cuestionario permite determinar, según los compañeros y compañeras de clase, los siguientes perfiles:

  • Los estudiantes que presentan conductas de agresión de tipo física, verbal o relacional
  • Los estudiantes que presentan conductas prosociales
  • Los estudiantes que son nombrados como víctimas de agresión física, verbal o exclusión social.

TABLA 1

Los ítems que evalúan la variable de victimización son el 9, el 10 y el 11. El 4 y el 7 evalúan la prosocialidad, y los ítems 5, 8, 3 y 6, evalúan la agresividad. Por agresividad física se considera: pegar, dar empujones, dar patadas, estirar el pelo, romper o esconder los objetos personales, etc; por agresividad verbal: insultar, burlarse, nombrar con apodos, hablar mal o hacer correr rumores sobre otros etc.

Cuestionario socio-demográfico: Este instrumento de evaluación fue preparado por los autores. Contiene preguntas sobre la edad, el género y el lugar del nacimiento. Para conocer el estatus socio-económico (SES) se preguntó el nivel educativo de los padres y la ocupación (Hollingshead, 2011).

3. Resultados

Prosocialidad
El grupo con más tendencias prosociales era el que menos problemas interpersonales tenía a nivel de grupo. Esta información se encuentra más detallada en el gráfico 1. Vale la pena señalar que las barras en los gráficos se refieren al nivel de prosocialidad, agresividad, y victimización de los compañeros elegidos por los participantes. En este sentido, no se encuentran todos los participantes reflejados en los gráficos puesto que la consigna para responder el cuestionario solo requería que los estudiantes escogieran al menos un compañero como opción en cada uno de los ítems, a muchos compañeros no se les identificó en ninguno de los perfiles. En el gráfico 1 se puede observar que el grupo 4 es el grupo con más personas prosociales.

El gráfico 2 presenta las tendencias agresivas por grupos. En el grupo uno, 10 (27%) personas aplican algún tipo de agresividad (verbal, física y/o relacional); en el grupo dos, 2 (7.1%) personas, en el grupo tres, 7 (29%) estudiantes y en el cuatro, 8. Las conductas agresivas más prevalentes fueron aquellas referidas a maltrato verbal. En el gráfico 2 se puede observar como el grupo 1 tiene más personas identificadas como agresivas. En todos los grupos se identificaron perfiles mixtos que incluían ser víctima y agresor al mismo tiempo. El grupo uno contó con 7 individuos con perfil mixto, el grupo dos con 2 individuos, el tres con 5 individuos y el cuatro con 2. En total, 28% de los estudiantes se perfilaron como testigos, un 36% como agresores y un 25% como víctimas.

Victimización
En total diez personas del grupo uno presentan altos niveles de victimización ya sea verbal, física y relacional. En el grupo dos hay 2 personas, en el grupo tres, 5 personas y en el grupo cuatro, 4. En el gráfico 3 se puede observar que hay más personas identificadas como víctimas, en comparación con los demás grupos.

4. Discusión

Según Collel y Escudé, (2006a) el estudio del maltrato entre estudiantes ha cobrado gran importancia en el ámbito educativo. Sin embargo, no hay muchos estudios a nivel universitario. El maltrato entre estudiantes o bullying se podría definir como la intimidación y la violencia que se produce de manera repetitiva de un estudiante (agresor) a otro (víctima) en un salón de clases y que es aceptada por el grupo.

Paredes y colaboradores (2010), señalaron que el bullying es una realidad en las universidades colombianas. Si bien en este estudio no se puede afirmar que en efecto hay situaciones de bullying propiamente dichas, se han señalado algunas variables que podrían estar en relación con las conductas de bullying entre estudiantes universitarios y que podrían aparecer antes del desarrollo del fenómeno de bullying en el aula de clases. El cuestionario CESC en lugar de diagnosticar la conducta de bullying lo que hace es tratar de identificar a los actores del posible conflicto y así prevenir que se convierta en un problema mayor o que se desarrolle totalmente, con sus consabidas consecuencias.

Paredes y sus colegas (2010) también hallaron que la intimidación por humillación y de tipo verbal son las características de bullying más prevalentes. Estas variables se pueden apreciar en los ítems que hacen parte de la conducta agresiva, tales como: insulta, hace correr rumores, no deja participar. También, Hoyos et al., (2010), encontraron que las modalidades más frecuentes de maltratos son el maltrato verbal, la exclusión social y, en menor proporción, el maltrato físico directo y/o indirecto. En el presente estudio la agresividad de tipo verbal también fue más prevalente que la de tipo física. Hubo más personas que se destacaban por insultar que por dar golpes. Esto podría explicarse por el hecho de que en la universidad los estudiantes suelen ser preadultos, que ya no se muestran tan impulsivos en lo que a descontrol físico se refiere. En el bachillerato puede ser más común la presencia de estas conductas por la impulsividad propia que lleva consigo el período adolescente.

Coincidiendo con Cerezo (2006), los alumnos inmersos en un proceso de agresión-victimización, frecuentemente manifiestan distorsiones en esta apreciación, y son generalmente poco reconocidos, rechazados o incluso aislados. Igualmente, el propio grupo, al encubrir las situaciones de abuso y mostrar poca preocupación por las víctimas, genera un clima social negativo entre el grupo de iguales (Cerezo, 1997; Gifford-Smith y Brownell, 2003; Sheridan, Buhs y Warnes, 2003).

Significa que los resultados de este estudio son más altos que los hallados por Hoyos y sus colaboradores (2012). Este grupo de investigación encontró que el 87% de los estudiantes se identifica como testigo, el 12% como agresor y el 10.6% como víctima de bullying. En el presente trabajo se halló que un 28% de los estudiantes se perfilaron como testigos, un 36% como agresores y un 25% como víctimas. Sin embargo, la investigación de Hoyos no tuvo en cuenta aquellos que son víctimas y agresores al mismo tiempo. En la presente investigación un 72% fue considerado agresor/víctima por los compañeros del grupo. Este dato es, en cierto sentido, muy interesante debido a que se suele hablar del agresor como muy distante de la víctima y, en general, tal y como Avilés (2009) señala, es muy común que en la situación de acoso aparezcan perfiles mixtos, es decir, agresores que han sido o que son agredidos y víctimas agresoras o que agreden.

En el 2010, Vásquez y colaboradores, hallaron que una adecuada inteligencia emocional es un factor protector para los estudiantes presentes en una situación de bullying. En esta investigación, no se tuvo en cuenta la inteligencia emocional, sin embargo, los resultados arrojan que a más prevalencia de prosocialidad, menos manifestaciones de acoso escolar. Los comportamientos prosociales son aquellos que no buscan recompensas materiales y que favorecen a los otros (Roche, 1992). Esto quiere decir que si los estudiantes de un salón de clase están más dirigidos a pensar en el grupo como una unidad, sin pensar de manera individualista, menos conductas agresivas y victimizantes existirán dentro del grupo. Este dato es muy importante cuando se quieran diseñar estrategias de prevención de bullying, y puede ser un tema muy interesante para desarrollar en investigaciones futuras, ¿Si se dan herramientas para que un grupo sea prosocial, se podría evitar la situación de bullying?

El trabajo de la conducta prosocial está intrínsecamente vinculado con las competencias sociales, y con la mejora de la convivencia en el aula: "la conducta prosocial debe ser considerada como una dimensión de la competencia social y que juega un papel importante en el desarrollo de las relaciones con los iguales" (Zahn-Waxler y Smith, 1992, p.230).

En esta investigación se han hallado perfiles de agresividad y de victimización en cuatro grupos de psicología de una universidad de Sincelejo (Sucre-Colombia) con diferentes niveles de problemas interpersonales. El grupo con más personas prosociales presentó menos niveles de agresividad y victimización. Se necesita más investigación relacionada con el bullying a nivel universitario. En el país, según los datos arrojados en la búsqueda bibliográfica, solo se encuentran tres investigaciones publicadas. Es importante aunar esfuerzos para evitar que se sigan dando situaciones de este tipo en la universidad. Definitivamente el bullying sigue siendo una realidad más, alejada del mito y bastante más compleja de lo que en un principio pudiera parecer.

Finalmente, cabe destacar que los resultados de este estudio se deben tomar con cautela por el carácter transversal del mismo, lo que no es indicativo de que los resultados obtenidos, en el presente estudio, no aporten algunas ideas que pueden ser de interés para la práctica psicoeducativa e igualmente pueden resultar interesantes para tener en cuenta en los diferentes programas de intervención en la problemática.

5. Conclusiones

Aunque los sujetos objeto de estudio dieron a conocer hechos conflictivos que acontecen en clase y describen a ciertos compañeros(as) como potenciales víctimas o agresores, no se podría concretar que en los grupos estudiados existan situaciones de bullying, pero si condiciones (agresión-victimización) que pueden favorecer la aparición de dicho fenómeno. Ya que aunque la mayoría de los sujetos valoran a los compañeros y se sienten valorados dentro de su grupo/clase, los alumnos que se encuentran inmersos en situaciones de agresión-victimización suelen sentirse poco reconocidos, rechazados o aislados (Cerezo, 2001).

Independientemente de que se hable de un contexto de Educación Primaria, Secundaria o Universitario, es en estos primeros estadios, de conflictividad, donde se deberían poner en juego medidas de prevención que hagan que estos hechos conflictivos, no deparen en procesos arraigados de violencia entre iguales. Conviene pues, como profesores, trabajar para que en las aulas puedan detectarse y erradicarse las situaciones de aislamiento y exclusión que incrementan el riesgo de victimización (Díaz-Aguado, 2006). Y por otra parte, generar estrategias para evitar la agresión, fomentando las conductas prosociales de los estudiantes: a través del establecimiento de límites, la normativización negociada para una pacífica convivencia, el fomento de habilidades sociales como la empatía o la asertividad, la enseñanza de conductas alternativas a la violencia, el trabajo cooperativo entre los estudiantes de un determinado grupo/clase, entre otras.


Notas

Este proyecto hace parte de una convocatoria interna de la Corporación Universitaria del Caribe -CECAR-. También, forma parte del grupo de investigación Dimensiones Humanas de la facultad de Humanidades y Educación de dicha corporación.


Referencias

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