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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

versión impresa ISSN 1692-715Xversión On-line ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv v.6 n.1 Manizales ene./jun. 2008

 

Primera Sección: Teoría y metateoría

 

La naturaleza de las representaciones sociales*

 

Natureza das representações socias

 

The nature of social representations

 

 

María del Carmen Vergara Quintero

Investigadora del Grupo de Investigación Cuerpo Movimiento y del Grupo Salud Pública de la Universidad Autónoma de Manizales, e investigadora del Observatorio de Juventud de Caldas. Odontóloga, Magíster en Administración en salud, Doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, CINDE - Universidad de Manizales. Correo electrónico: mvergaraquintero@gmail.com

 

 

Primera versión recibida febrero 12 de 2007; versión final aceptada diciembre 21 de 2007 (Eds.)


Resumen:

Las representaciones sociales se consideran como guía de acción y marco de lectura de la realidad. Partiendo de este presupuesto, las representaciones sociales tienen alta relevancia para el abordaje de los problemas de la sociedad, ya sea usándolas como enfoque investigativo o como estrategia metodológica. Las representaciones sociales permiten interpretar el curso de los acontecimientos y las actuaciones sociales; expresan las relaciones que las personas mantienen con el mundo y con los otros, por lo que se puede comprender cuáles son los nodos centrales y los sistemas periféricos que construyen las personas alrededor de las diferentes realidades sociales. Dado que se manifiestan en el lenguaje y en las prácticas, en razón de su función simbólica y de los marcos que proporcionan para codificar y categorizar el mundo de la vida, la aproximación a las representaciones sociales se constituye en un aparato teórico heurístico para profundizar en el conocimiento de las concepciones y prácticas que orientan la experiencia de vida de los diferentes grupos poblacionales.

Palabras clave: Representaciones sociales, construcción social de la realidad, enfoques de investigación, estrategias metodológicas, mundo de la vida.


Resumo:

As representações sócias são uma diretriz de ação e uma armação para ler a realidade. É assim que partindo desta hipótese, as representações sócias têm relevância seja como perspectiva do enfoque investigativo ou como estratégia metodológica para abordar os problemas da sociedade.

As representações sócias permitem interpretar o curso dos acontecimentos e os atuares sociais. Elas expressam as relações que as pessoas têm com o mundo e com os outros porque se pode compreender assim quais são os nodos centrais e os sistemas periféricos que são construídos pelas pessoas em redor de realidades sociais diferentes.

É por isto que a aproximação às representações sociais constitui-se num aparelho teórico-heurístico de utilidade no aprofundamento do conhecimento já que estas representações manifestam-se na linguagem e nas práticas, como conseqüência da sua função simbólica e das armações que podem ser utilizadas para codificar e classificar o mundo da vida. Neste sentido, podemos pensar que as representações sociais favorecem a aproximação às conceições e às práticas que orientam a experiência da vida dos diferentes grupos de populações.

Palavras chave: representações sociais, construção social da realidade, estratégias e enfoques de pesquisa.


Abstract:

Social representations are considered as a guide to action and as a framework for reality reading. From this assumption, social representations are highly relevant for the study of social problems, either as a research approach or as a methodological strategy. Social representations allow interpretations of the course of events and of social activities; they express those relationships people hold with the world and with each other; from these, it is possible to understand what the central nodes and what the peripheral systems are that people construct about different social realities. Given their manifestations in language and practices, their symbolic function and the frameworks they furnish to codify and categorize the life-world, the approach through social representations becomes a theoretical-heuristic apparatus to deepen the knowledge of conceptions and practices that orient the life experience of different population groups.

Keywords: Social representations, social construction of reality, research approaches, methodological strategies, life-world.


 

1. Introducción

 

"...ver la ciencia con la óptica del artista, y el arte, con la de la vida..."
Friedrich Nietzsche, 1997

 

En esta revisión intento describir la naturaleza híbrida de las representaciones sociales abordadas por la psicología social, reconociendo algunas de las distinciones fundamentales que existen dentro de la disciplina. Una de estas distinciones concierne a la diferencia entre una orientación sociológica y una orientación psicológica.

Hay diferencias marcadas entre las aproximaciones europeas y americanas (Farr, 1996 y Fraumann, 1996, citados por Deaux & Philogéne, 2001, p. 3). En la psicología social americana, los estudios de las representaciones sociales han estado encaminados a establecer un estándar de investigación empírica, prefiriendo la experimentación a otros tipos de metodología, y se han dirigido a la búsqueda de la universalidad y el individualismo, sin darle mayor importancia a la fuerza del contexto y la cultura, por lo que en ocasiones han sido criticados por su poca apertura a los enfoques cualitativos.

Por su parte, muchos investigadores e investigadoras provenientes de la psicología social europea se han preocupado por el fenómeno intergrupal y social. Esta línea de trabajo europea ha optado por un amplio rango de metodologías, a menudo usando tanto técnicas cualitativas como cuantitativas en su investigación.

Estas divisiones están dadas por variados elementos, pues existe un complejo entramado de posiciones y posturas entre cada una de ellas. Los grupos de Europa han creado diferentes formas de comprender el tema de las representaciones a partir de la psicología social, muchas de las cuales permanecen inexploradas debido a las barreras lingüísticas y culturales (Moscovici, 2001).

En Estados Unidos, los métodos cualitativos de investigación se han ido posicionando como lo muestran los estudios de Denzin y Lincol, 2000 (citados por Deaux & Philogéne, 2001, p. 4).

En todo caso, ambas orientaciones psicológicas y sociológicas han permanecido conectadas, pues, como dice Maffesoli (2005), no existe nada en lo que el estar-juntos no sea más importante, tanto que se vuelve sagrado en el momento que parece ser menos perceptible. El problema que se encuentra tanto en el continente americano como en el europeo es que el sistema político-social fundado a partir del advenimiento de un mundo perfecto, hace ilegible la sociedad en sus diferencias.

El desafío está en encontrar una reconstrucción que permita hacer la integración de ambos trabajos, al reconectar dos importantes pero a menudo divergentes visiones de la psicología social: una de Francia donde la disciplina fue formalmente introducida por Emile Durkheim y posteriormente por Serge Moscovici, y la otra de Estados Unidos donde floreció con vida propia (Clémence, 2002).

De todas maneras, independientemente de la vertiente de origen, se les ha reconocido a los estudios sobre las representaciones su capacidad para explicar el fenómeno sociocultural, lo que ha permitido el uso de estrategias y metodologías que a menudo combinan una variedad de técnicas empíricas. Esta rica conexión entre teorías y aplicaciones empíricas, cuantitativas y cualitativas, ha hecho a la teoría de las representaciones sociales particularmente efectiva en el estudio de la sociedad moderna, incluyendo por supuesto sus fenómenos sociales.

Es a través de las representaciones sociales -colectivamente elaboradas- como adquirimos sentido del mundo y nos comunicamos ese sentido unos a otros. Como prueba de nuestra existencia social, las representaciones sociales se originan en la vida diaria en forma espontánea, en el curso de la comunicación interindividual. Nos permiten construir un marco de referencias que facilita nuestras interpretaciones de la realidad y guían nuestras relaciones con el mundo, por lo que llegan a estar profundamente embebidas en nuestro tejido cultural.

El estudio de las representaciones sociales involucra el estudio de la sociedad en todas sus expresiones dinámicas. Se enfoca en la naturaleza del pensamiento y en las formas como las personas cambian la sociedad, y en este intercambio constante entre los mecanismos subjetivos y el mundo social se logra la comunicación intersubjetiva.

Es por esto que intento introducir la relación entre lo individual y lo social, con base en la investigación de donde surge esta revisión. Parto del hecho de que las personas no construyen sus pensamientos en aislamiento, sino que se influyen unas a otras sobre la base de las verificaciones colectivamente compartidas, referidas a los objetos que conforman su realidad. En nuestro caso, observamos las representaciones relacionadas con la salud en grupos de jóvenes de la ciudad de Manizales. Las representaciones sociales dan sentido a nuestras creencias, ideas, mitos y opiniones para invadir de significado a las cosas y nos ayudan a comprendernos unos a otros, con base en las operaciones de las sociedades en las cuales vivimos con énfasis en los procesos de comunicación.

En este documento hago especial énfasis en la teoría de Serge Moscovici, fundador de esta perspectiva teórica, y en quien me apoyo para intentar encontrar por qué las representaciones sociales sirven para estudiar fenómenos de la sociedad como la salud, la enfermedad, el riesgo, los derechos humanos, la juventud, la pobreza y otros fenómenos que encontramos en la literatura nacional e internacional, tratando de mostrar rutas que nos abren espacio para comprender los grandes entramados sociales y posibles soluciones a nuestros grandes problemas.

Es importante retomar nuevas perspectivas de análisis culturales, como la propuesta por Maffesoli (2005), con el derrotero de buscar un reencuentro con lo cotidiano y lo banal que muestra la emergencia de múltiples voces y sentidos alrededor de la cohesión y el surgimiento de múltiples identificaciones de lo colectivo, que se armonizan de forma sinérgica. Para comprender bien una época, es útil poner la mirada en lo informal y en el innegable ethos que cada época construye.

De acuerdo con Gallardo, Gómez, Muñoz & otros (2006), las representaciones sociales son una construcción sociocultural cuyos contenidos son influidos por procesos emergentes en la sociedad, influyendo a su vez la realidad, y se refieren a imágenes y modelos que explican algún fenómeno relevante para un grupo social determinado.

 

2. Representaciones sociales

 

Es ya un lugar común que, para el pensamiento griego, había una distancia entre la doxa y la filosofía, entre el sentido común y el saber verdadero. La verdad tenía que ver con el valor de la demostración lógica que producía lo apodíctico, la construcción necesaria de concatenaciones de ideas, que permitían abrigar confianza en una afirmación. La doxa, en cambio, se movía en el mundo de lo asertórico, es decir, en las afirmaciones gratuitas, que no eran demostradas mediante la lógica. Los criterios de verdad se transformaron y se multiplicaron hacia el siglo XIV, cuando Galileo, asomado a un telescopio, quiso demostrar mediante la observación, el sistema racional de Copérnico. De esta manera, los tribunales de demostración de lo apodíctico variaron y la doxa ya no fue desmentida por falta de lógica sino porque provenía del pueblo. Entonces, las verdades populares, el sentido común, la vieja doxa, fueron consideradas como el pensamiento ingenuo, sin la consistencia de la demostración, de la razón o de la ciencia. La verdad se confinó en los claustros de la academia que cerró sus ojos y sus oídos al decir popular, a sus representaciones, y a sus mitos.

Sólo hasta mediados del siglo pasado, con el interés de la antropología y la etnología por las culturas remotas, se empezó a dar crédito a verdades que no provenían de la lógica formal y se descubrieron migraciones de conceptos que invadían, en avalanchas temerarias, el mundo aséptico de la ciencia y la razón. Y desde entonces, al menos como objeto de estudio, las representaciones sociales -ese mundo inasible, inestable e imponderable del saber construido sin método- interesaron a diferentes disciplinas.

De esta manera, mi propósito es despertar el interés por encontrar la articulación entre lo cualitativo y lo cuantitativo, entre el saber científico y el saber popular, pues como dice de Sousa Santos Boaventura (2006), cuando ambos caminos son divergentes alguno de los dos pierde, y por eso ninguna cultura es auto-contenible, sus límites nunca coinciden con los del Estado, ninguna cultura es indiscriminadamente abierta, todas tienen aperturas específicas, prolongaciones, interpenetraciones, inter-recorridos propios que, a la postre, son lo más auténtico que hay en ellas. La cultura de un determinado grupo social no es nunca una esencia: es una autocreación, una negociación de sentidos que ocurre entre lo individual y lo colectivo, entre lo local y lo mundial y que no es comprensible sin el análisis de la trayectoria histórica y de la posición de ese grupo en el sistema social.

Las representaciones sociales se enfocan en el conocimiento social, y por eso los procesos de memoria, percepción, obtención de información y de disonancia trabajan juntos para proporcionar el conocimiento real dentro de un contexto social. Sin embargo, este proceso va más allá de estos límites y comprende valores, historias, mitos, convenciones y símbolos, que se adquieren a través de la experiencia directa, principalmente de las relaciones con el grupo de amigos y amigas, los padres y madres, la escuela, las organizaciones, los grupos religiosos, las iglesias, los medios de comunicación y, según encontré en mis estudios recientes, la calle (Vergara, Velez, Vidarte & otros, 2007) (Vergara, 2006).

En el conocimiento que compartimos existe un elemento potente que es la confianza (Moscovici, 2001, p.8), que se halla en el origen y en el límite del conocimiento social y permite apropiarse de la información científica como parte del saber cultural.

Y aquí surge la pregunta de las diferentes disciplinas por el conocimiento social que, desde el advenimiento de la ciencia y la sociedad industrial, se han empeñado en pasar de la filosofía a la ciencia moderna, de las creencias religiosas a la racionalidad secular. Cada ciencia reformula el problema en sus propios términos: la antropología lo ve como el paso del pensamiento primitivo al pensamiento civilizado, de la magia a la ciencia; la sociología como el paso de la ideología a la ciencia, del conocimiento no racional al conocimiento racional; la psicología y la psicología infantil como el desarrollo de la no relación a lo relacional (Moscovici, 2001).

Son estas versiones del problema fundamental de nuestra epistemología actual: cómo transformar el sentido común en ciencia, cómo se da la transición de la ciencia preparadigmática a la ciencia paradigmática y cómo pasar de lo cuantitativo a lo cualitativo o más bien cómo ponerlas a funcionar armónicamente.

Lo que nunca estudiamos, y que puede ser un verdadero problema, es cómo la ciencia, en su difusión en la sociedad, se transforma en conocimiento común o conocimiento banal, o más bien, cómo la ciencia llega a ser parte de nuestra herencia cultural, de nuestro pensamiento, de nuestro lenguaje y logra condicionar nuestras prácticas diarias. En nuestro caso, por qué tantas ideas de salud, enfermedad, pobreza, educación, conflicto, cuerpo, ciudadanía, subjetividad, llegan a ser ideas aceptadas, sin referencia a los laboratorios y a las publicaciones de una pequeña comunidad científica (Jodelet, 2000).

Es allí donde el estudio de las representaciones sociales tiene importancia para ayudar a comprender por qué aceptamos ciertas teorías y otras no, qué hace que el núcleo central de la representación de los grupos sociales se mantenga por encima de las condiciones periféricas que adoptan individualmente sus integrantes, o bien por qué las personas forman y fortalecen los nodos centrales con sus experiencias grupales.

Mi interés en abordar el tema de las representaciones sociales se relaciona con el convencimiento de que son guía de acción y marco de lectura de la realidad. Son significaciones que permiten interpretar el curso de los acontecimientos y las actuaciones sociales. Expresan las relaciones que las personas mantienen con el mundo y con los otros. Relaciones que son forjadas en la interacción y el contacto con los discursos que circulan en el espacio público. Son programas de percepción, construcciones con estatus de teoría. Y en este sentido no son un saber apodíctico, pero contienen un saber válido.

Es por esto que la aproximación a las representaciones sociales se constituye en un aparato teórico heurístico para profundizar en el conocimiento de la realidad social. Es preciso abrir los ojos y los oídos a un diálogo de saber múltiple que no pretende lograr el estatus de saber científico. Las representaciones se manifiestan en el lenguaje y en las prácticas, en razón de su función simbólica y de los marcos que proporcionan para codificar y categorizar el mundo de la vida. En este sentido, podemos pensar que las representaciones sociales hacen posible abordar las concepciones y prácticas que orientan la experiencia de vida de los diferentes grupos poblacionales.

Desde el punto de vista metodológico, existen dos grandes vertientes en el estudio de las representaciones: la vertiente procesual y la vertiente estructural. La vertiente procesual o cualitativa de las representaciones, en proximidad con las reflexiones de Jodelet (1986) y de Banchs (2000), se desarrolla en estrecha cercanía con la propuesta original de Moscovici. Esta vertiente es cercana al interaccionismo simbólico procesual de la escuela de Chicago, interesada más en el aspecto constituyente de las representaciones que en el aspecto constituido. Se centra en los procesos cognitivos o mentales de carácter individual y en los procesos de interacción en un contexto social. En este sentido, las representaciones van más allá del interaccionismo simbólico, hacia una postura socioconstruccionista de donde se destacan autores como Gergen.

De acuerdo con Bravo (2002), Gergen asume que el construccionismo aborda las representaciones sociales desde la perspectiva del "discurso de las experiencias", donde ésta no se muestra sólo como la capacidad de reflejar la realidad vivida, sino más bien en su capacidad de llevar a cabo relaciones, ya que hablar de experiencia es participar de una de las prácticas culturales más importantes, a saber, establecer pautas de relación, compartir, confirmar; y por lo tanto el construccionismo las entiende como una expresión de la autonarratividad de la práctica relacional. De la misma forma -aclara Gergen-, el socioconstruccionismo no parte de descripciones fundacionales de lo que hay, sino que se centra en los procesos de intercambio social de narraciones de realidad definidos histórica y culturalmente. Gergen dice que el construccionismo social trata de establecer que el conocimiento es construido a partir de las prácticas socio-culturales, a diferencia del conocimiento construido por el individuo, visión que está actualmente en crisis.

El enfoque procesual pone su atención en el examen de la actividad de reinterpretación continua que emerge del proceso de elaboración de las representaciones, y considera el espacio de interacción como su objeto de estudio. En esta definición, el proceso de elaboración está en el devenir social más que en los mecanismos cognitivos. Desde el punto de vista epistemológico, ontológico y metodológico, el enfoque procesual se caracteriza por considerar que, para acceder al conocimiento de las representaciones sociales, se debe partir de un abordaje hermenéutico, entendiendo al ser humano como productor de sentidos, y focalizándose en el análisis de las producciones simbólicas, de los significados y del lenguaje, a través de los cuales los seres humanos construimos el mundo.

De otro lado, la vertiente estructural pretende la cuantificación de los sentidos y del sentir de los actores a través del nodo central, teoría que propone Jean Claude Abric (2001). En todo caso, en esta vertiente encuentro una posibilidad enorme de poder evaluar de forma cualitativa y cuantitativa algunos aspectos de las representaciones sociales, dado que existe la posibilidad de comprender el aporte de cada persona a la construcción del nodo central y a su vez encontrar cuáles son sus representaciones en el sistema individual que hacen parte de su sistema periférico. Esta comprensión nos permite evaluar el arraigo de las personas a los grupos sociales, qué tan convencidos y qué tanta confianza admite la cohesión de los grupos como para prever ciertos comportamientos.

 

2.1. Formación de las representaciones sociales

 

Las representaciones sociales se presentan bajo formas variadas, más o menos complejas; nos permiten interpretar lo que nos sucede, y aún dar sentido a lo inesperado. Son categorías que sirven para clasificar las circunstancias, los fenómenos y las personas con quienes tenemos algo que ver. Son teorías que permiten diseñar la actuación cotidiana. Y a menudo, cuando se les comprende dentro de la realidad concreta de la vida social, las representaciones sociales son todo esto junto (Moscovici, 1986, p. 472).

Las fuentes de este conocimiento son nuestras experiencias, y también las informaciones, los conocimientos y los modelos de pensamiento que recibimos y transmitimos a través de la tradición, la educación y, de una manera abrumadora en nuestro mundo globalizado, la comunicación social y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación -tic-. De este modo, este conocimiento es en muchos aspectos socialmente elaborado y compartido.

Con sus múltiples aspectos, este tipo de conocimiento intenta dominar nuestro entorno, comprender y explicar los hechos e ideas que pueblan nuestro universo o que surgen en él, actuar con otras personas o sobre ellas, situarnos respecto a ellas, responder a las preguntas que nos plantea el mundo, saber lo que significan los descubrimientos de la ciencia y el devenir histórico para nuestras vidas.

En otros términos, Berger y Luckman (1991) señalan cómo se trata de un conocimiento práctico que da sentido, dentro de un incesante movimiento social, a acontecimientos que terminan por sernos habituales. Este conocimiento forja las evidencias de nuestra realidad consensual; participa en la construcción social de nuestra realidad, para emplear una expresión de quienes lo han elevado a la dignidad de objeto de una nueva sociología del conocimiento.

Las representaciones sociales albergan un gran volumen de informaciones, imágenes, opiniones, actitudes, ritos, técnicas, costumbres, modas, sentimientos, creencias, miedos, entre tantas y tan diversas cosas que nos permiten vivir. Este contenido se relaciona con un objeto, un trabajo, un acontecimiento económico o un personaje social. Puede ser también la representación social de un sujeto (individuo, familia, grupo, clase, etc.), en relación con otro sujeto. En esta forma, la representación es tributaria de la posición que ocupan los sujetos en la sociedad, la economía y la cultura.

Las características fundamentales de las representaciones sociales se pueden citar de manera esquemática, afirmando que siempre son la representación de un objeto o de una persona; tienen un carácter de imagen y la propiedad de intercambiar lo sensible y la idea, la percepción y el concepto; tienen un carácter simbólico y significante, un carácter constructivo y, finalmente, un carácter autónomo y creativo.

 

2.2. Condiciones para la formación de una representación social

 

De acuerdo con Moscovici (1986), las representaciones sociales no se generan sobre cualquier fenómeno, tema u objeto, sino que se requiere una serie de condiciones que afecten tanto al fenómeno social como al grupo. En lo que se refiere al objeto, éste debe tener un carácter social, es decir, debe establecer relaciones entre dicho objeto y las personas, ya que los grupos sociales no elaboran un pensamiento compartido más que a propósito de los objetos que son significativos para ellos, y este proceso debe cumplir con alguna de estas características (Páez, 1987 y Elejabarrieta, 1995, citados por Ruiz, 2001):

Suponer un cambio importante en la concepción del mundo y del ser humano; por ejemplo, desarrollos tecnológicos que tienen impacto social como la telefonía celular.

Desarrollar fenómenos o procesos que modifiquen las condiciones de vida de una sociedad de tal modo que se produzcan cambios en las concepciones de los objetos sociales.

Estar relacionado el proceso con acontecimientos dramáticos normalmente dolorosos que afecten a una sociedad, tales como el SIDA.

Partir de fenómenos o procesos que estén presentes de forma importante en la vida social de las personas y afecten los procesos básicos de comunicación, de interacción social o de la visión del mundo, de sí mismo y de los demás.

De acuerdo con Torres, (2004), para el estudio de las representaciones sociales desde la mirada estructuralista, es importante tener en cuenta que una representación social sólo se crea y funciona en un grupo de carácter reflexivo, es decir, aquel donde sus miembros reconocen su pertenencia y disponen de criterios para saber quiénes pertenecen al grupo y quiénes no, a diferencia del grupo nominal que se caracteriza porque sólo existe desde el punto de vista del observador externo. Estos grupos nominales pueden tener en común una actitud o un esquema cognoscitivo, pero no tienen identidad social. En los grupos reflexivos, el conocimiento implícito en las representaciones sociales debe ser público, circular libremente en el grupo e insertarse en el discurso cotidiano de las personas, para que las representaciones sociales puedan cumplir sus funciones de permitir una compresión de la realidad y de orientar las prácticas cotidianas. El grupo reflexivo se caracteriza por tener pensamiento grupal. Lo anterior con el fin de poder determinar el nodo central y el sistema periférico.

Lo que caracteriza a las representaciones sociales es que se refieren a un objeto socialmente relevante para un grupo y que se generan a través de procesos comunicativos particulares como la objetivación y el anclaje (Jodelet, 1986).

1. La objetivación es la transformación de conceptos abstractos o extraños en experiencias y materializaciones concretas. Por ejemplo, el SIDA se materializa en la homosexualidad, los locos en el manicomio y la salud en la clínica. Es así como Foucault (1978, 1979, 2000) muestra cómo la base de su investigación sobre la locura y la aparición de una psicología, sobre la enfermedad y el nacimiento de una medicina clínica, sobre las ciencias de la vida, del lenguaje y de la economía, ha sido la puesta en escena de una reconstrucción histórica y antropológica que le ha permitido mostrar la aparición de algunos fenómenos sociales.

La objetivación comprende la transformación icónica y la naturalización.

La transformación icónica consiste en sintetizar las informaciones que se tienen sobre el objeto social en un esquema icónico, similar en sus características al esquema figurativo propuesto por Moscovici (1986). Esta transformación opera mediante una selección y descontextualización de las informaciones sobre el objeto. La selección se produce porque, dada la imposibilidad de tener acceso a todos los datos del objeto socialmente relevante, los integrantes del grupo se centran en uno de ellos y descartan otros. Además, la representación para ser funcional debe limitarse a algunos elementos accesibles a la memoria. Y la descontextualización surge de la transformación de las ideas científicas en conocimiento cotidiano: las informaciones deben ser separadas (descontextualizadas) de la fuente que las ha generado inicialmente.

De esta manera surge el esquema figurativo, que consiste en una materialización del objeto social abstracto en una imagen nuclear, centrada, de forma gráfica y coherente, que capta la esencia del concepto, la teoría o la idea que se trata de objetivar, y permite comprender de una manera más simple, e interactuar con las cosas, con los otros y con nosotras y nosotros mismos. La naturalización es la tendencia a dotar de realidad el esquema figurativo y sus elementos, de tal manera que las imágenes reemplacen la realidad.

2. El anclaje es la integración cognoscitiva del objeto, representado dentro del sistema de pensamiento grupal preexistente. Implica la incorporación de lo desconocido en un sistema de categorías y especificaciones conocidas. El anclaje permite la inserción del objeto de representación en un cuadro de referencia ya dominado e instrumenta el objeto representado.

El anclaje tiene cuatro dimensiones: la primera consiste en la inserción en un cuadro de referencia conocido y preexistente; se trata de amortiguar el impacto de lo nuevo, insertándolo en lo conocido. Una segunda dimensión del anclaje es la instrumentalización social del objeto representado; es decir, la representación social sirve a unos fines ya que se vuelve instrumento de comunicación y de comprensión mutua, que permite a los miembros de un grupo disponer de un mismo lenguaje para comprender los eventos, las personas y los otros grupos. Tercero, la representación social guarda relación con las funciones de clasificación y de discriminación, que permiten ordenar el entorno en unidades significativas y facilitar así su comprensión. Cuarto, la representación social guarda relación con los procesos de categorización social, es decir, con la autoidentificación como miembro de un grupo y, a la inversa, identifica quiénes no son miembros del grupo.

Jodelet (1986) resume las funciones del anclaje de la siguiente forma: función de interpretación de la realidad, función de integración de la novedad en un sistema preexistente de pensamiento grupal, función de orientación de las conductas y relaciones sociales: al comprender el objeto social desde una perspectiva particular del grupo, sus miembros saben cómo hay que actuar respecto a él.

Estos procesos de objetivación y anclaje no son meras degradaciones cognoscitivas de informaciones, sino procesos de conocimiento dirigidos por un metasistema cognoscitivo o sistema socio-cognoscitivo en el que se insertan los sujetos. En este sentido, los procesos cognoscitivos de percepción, clasificación, codificación, inferencia, memoria, entre otros, son realizados de acuerdo con unos principios organizadores que determinan la dirección y resultados de aquéllos. Cuando obtenemos datos sobre una representación social mediante una tarea de asociación libre de palabras, los contenidos que se obtienen son de naturaleza variada. Dichos contenidos pueden ser clasificados en tres modos: semántico, lexical y cognoscitivo-procesual.

El modo semántico se aplica a los textos, mediante un ejercicio de asociación libre de palabras, en el que se logra obtener un material referido a objetos, sucesos, emociones y sentimientos, y donde ocasionalmente se mencionan personajes-fenómeno de la personificación en la representación social. El modo lexical considera sustantivos, verbos, adverbios, adjetivos, proposiciones, y todas las expresiones gramaticales. En principio, este material léxico puede ser sometido a análisis para extraer índices léxico-métricos como la frecuencia absoluta de las palabras, la tasa adjetivos/verbos, la tasa verbos/total de palabras, etc. Mientras que en el modo cognoscitivoprocesual, la representación social observa creencias, atribuciones de causalidad, estereotipos, actitudes-evaluaciones y tendencias de conducta.

 

2.3. Organización de la representación social

 

Toda representación social se establece alrededor de un nodo central y de un sistema periférico.

El nodo central es el sistema que da significado a la representación social y está constituido por aquellos elementos que son importantes no sólo cuantitativamente, sino cualitativamente. Está ligado a los eventos históricos, sociológicos e ideológicos del grupo; se caracteriza por su estabilidad, rigidez y continuidad, lo que permite la permanencia de la representación.

El sistema periférico se caracteriza porque está determinado por la historia individual de las personas, por sus experiencias particulares. Esto hace que los elementos sean más influidos por el contexto social inmediato en el que los sujetos se desenvuelven y han de expresarse, y actúan en relación con el objeto de la representación. Por esto, los elementos del sistema periférico son más dúctiles e inestables, más vulnerables a las presiones de elementos extraños a la representación.

Una de las funciones del nodo central es garantizar la estabilidad de la representación, mientras el sistema periférico se encarga, entre otras cosas, de proteger el nodo central de las amenazas que lo cuestionan, mediante incorporación y asimilación de nuevas informaciones.

Jean Claude Abric citado por Philogéne (2001a, p. 39) elaboró la teoría del núcleo central que da estructura a la representación y enriquece su significado. Circundando el núcleo central está una constelación organizada de elementos periféricos que juegan un rol importante en concretar el significado de la representación. Están en la interfase entre el núcleo central y la situación concreta dentro de la cual la representación es elaborada y opera. Este doble sistema, que comprende el núcleo central y los elementos periféricos en interacción unos con otros, permite comprender algunas características clave de las representaciones sociales. Estas representaciones son a la vez estables y rígidas, debido a que son determinadas por el núcleo central, profundamente cristalizado en el sistema de valores compartidos por los miembros de un grupo. Al mismo tiempo, son dinámicos y fluidos, debido a que integran una amplia variedad de experiencias individuales con las condiciones sociales que marcan la evolución de individuos a grupos.

En esta variante particular de la teoría de la representación social, la noción de núcleo central proporciona una interesante respuesta a la cuestión epistemológica clave respecto al vínculo entre representaciones individuales y realidad social. El núcleo central es el principio organizador que hace estable la representación social, y esta estabilidad resulta de su objetivación. Ese proceso crea un eje figurativo, un núcleo de imágenes que descontextualiza los principales elementos de una representación al punto donde cobran vida por sí mismos como parte de un contexto social que conforma las mentes individuales.

De acuerdo con Abric (1996) y Elejabarrieta (1995), citados por Ruiz, (2001), el resultado de la transformación de la representación social dependerá de dos dimensiones: del grado de oposición entre prácticas antiguas y nuevas, y del grado de reversibilidad de la situación que dio lugar a la aparición de las nuevas prácticas. Para la primera dimensión, la transformación no será tan brutal si las prácticas nuevas no están en total contradicción con las anteriores (ya sea porque son en ciertos aspectos comunes o porque son diferentes, no opuestas). Por otra parte, la transformación será permanente cuando la situación que da lugar a las prácticas nuevas se percibe como irreversible. La importancia de estas dos dimensiones para la transformación obliga a considerar que la forma actual o antigua es consecuencia de factores históricos y grupales que le dan su contenido y su estructura.

Cuando las personas perciben como reversibles los cambios en las circunstancias que afectan las prácticas, se mantiene la antigua representación social por el principio de economía cognoscitiva. Las personas prefieren soportar las contradicciones entre sus prácticas actuales y su representación social antes que modificar ésta totalmente, ya que al cesar las circunstancias que motivaron las nuevas prácticas, la representación social antigua resulta más confiable. De acuerdo con lo anterior, los tipos de transformación que puede tener una representación social son tres:

Transformación resistente: Ocurre cuando las prácticas nuevas y contradictorias con la representación pueden ser integradas por el sistema periférico y tratadas mediante interpretaciones, justificaciones, racionalizaciones o referencias a normas externas a la representación. Aparecen elementos extraños en el sistema periférico, sin afectar en un principio al nodo central, que sólo sería afectado si los elementos extraños se multiplican de manera persistente.

Transformación progresiva: Ocurre cuando las nuevas prácticas no son totalmente contradictorias a la representación, por lo cual ésta transforma sin cuestionamiento esencial el nodo central, aunque al enriquecerse y fusionarse éste con los nuevos elementos genera un nuevo nodo central, es decir, una representación social distinta de la anterior.

Transformación brutal: Tiene lugar cuando las nuevas prácticas, percibidas como permanentes e irreversibles, actúan directamente sobre el nodo central, sin dar posibilidad de actuar a los mecanismos de defensa, por lo que producen el cambio radical en la representación. Este caso es hipotético, pues la investigación aplicada no ha encontrado aún algún caso que lo muestre.

 

2.4. Construcción social de la realidad

 

Lahlou (2001, p. 131) señala cómo ha surgido la preocupación por el estudio de los objetos sociales como creación y no como construcciones estáticas. Y en ese sentido, bosqueja los límites del campo de excelencia de la teoría de las representaciones sociales, al encontrar que esta teoría es más que una intersección científica entre lo social e individual, por una parte, y el pensamiento y la acción, por otra. Las representaciones son un aporte a la solución del problema de la dicotomía entre lo social y lo científico. Los grupos sociales se unen para lograr resultados sorprendentes cuando coordinan su acción, sobrepasando el desempeño individual.

Las representaciones sociales son construidas socialmente porque nacen de los acuerdos sobre saberes sancionados por el grupo, de acuerdo con quienes más saben, pero son usadas de manera individual en las decisiones vitales sobre los temas cruciales de cada persona. Por otra parte, las representaciones sociales tienen una función adaptativa, como se ha visto, y por eso mismo se modifican desde la periferia de su estructrura hacia su núcleo significante, de modo que son versátiles y cambiantes, de acuerdo con las exigencias de un entorno que ofrece gran variabilidad en la dinámica histórica.

Las representaciones sociales son órganos culturales cincelados por la evolución social. Tienen una función pragmática de soporte de la cooperación del grupo en busca de una mejor supervivencia. Son estructuras mediadoras que facilitan la coordinación de la actividad entre los seres humanos, y entre éstos y las cosas. Los individuos heredan estos órganos de su grupo y los usan en la vida cotidiana. Cuando hablamos, hallamos una representación social de algo (de la salud, por ejemplo) construida por un grupo; tenemos ante nosotros la estructura mediadora para la coordinación de la acción entre los miembros del grupo, que permite la construcción o el enfrentamiento con el fenómeno al que se refiere (Lahlou, 2001, p. 134).

La investigación sobre las representaciones sociales, como rama de la psicología social, enfatiza dos aspectos: la articulación entre el individuo y el grupo en la construcción de los objetos sociales, y la articulación entre el individuo y el grupo en el uso de los objetos sociales, por lo cual es importante considerar cómo se articulan los sujetos a la vida cotidiana y cómo establecen las redes de comunicación que rigen sus prácticas.

La construcción social y la comunicación son las principales preocupaciones para la teoría de las representaciones sociales. La figura clave es el triángulo psicosocial de Moscovici (citado por Lahlou): Ego, Alter, object: ningún objeto puede ser percibido sin la perspectiva social, a la vista del otro, el socio Alter; a la inversa, las relaciones con el socio son mediadas por los objetos. El triángulo psicosocial proporciona un marco para el análisis de los fenómenos reubicando objects en su marco social (mirar el socio), y también recordando al investigador o investigadora que existen objetos en la relación.

En la coordinación eficiente dentro de un grupo social, los miembros tratan de actuar en conjunto con una intención común. Esta cooperación tiene dos aspectos: el primero es el pragmático: "qué hacemos": los individuos deben usar un sistema de referencia que contenga los objetos que perciben (el contexto) o intentan construir (las intenciones). El segundo aspecto de la cooperación es lo social: quiénes somos: el hecho de que el grupo exista hace que los miembros compartan marcos generales, y deseen cooperar. Este es un prerrequisito trivial pero esencial para la acción colectiva (Lahlou, 2001, p. 135).

El aspecto pragmático cubre la coordinación técnica y la distribución de labores; incluye marcos generales tales como tiempo, espacio y taxonomías de los objetos, y también sistemas simbólicos (los diferentes lenguajes) que pueden describir posibles asociaciones de objetos en esos marcos y especificar acciones. Este aspecto pragmático vincula la información y la acción. De otro lado, el aspecto social alude a la existencia misma del grupo, puesto que vincula los individuos al grupo. En este sentido, son constituyentes, es decir, son la mecánica misma de la construcción del grupo. Involucran nociones tales como confianza, motivación, identidad, e interés individual. Orienta el nivel de convocatoria del grupo, el encuentro o el desencuentro.

El aspecto pragmático individual y el aspecto social no son independientes. Su interacción durante la historia construye grupos y objetos como entidades culturales, y les da forma a las interacciones entre ellos. Empíricamente, el grupo llega a ser definido por la posibilidad de comunicación entre sus miembros y por la acción concertada con base en su división interna de la labor social. Es la paradoja del huevo y la gallina. Las personas que cooperan a menudo llegan a ser un grupo, y es más fácil para un grupo cooperar. Este vínculo entre acción e identidad está bien expresado por la noción subjetiva de "participación", que abarca ambos aspectos. Pero, dentro del grupo, y hacia el objeto, las personas ocupan diferentes posiciones. La cooperación puede incluir negociación o conflicto.

Jovchelovitch (2001, p. 165) argumenta que la construcción de la teoría de las representaciones sociales está directamente relacionada con la función simbólica de las representaciones, puesto que es a través de una cuidadosa valoración del registro simbólico como se puede entender mejor el constructivismo de las representaciones sociales. Paradójicamente para algunos y algunas indica cómo los conocimientos simbólicos, tales como las representaciones, son sociales, culturales e históricos y estos no pueden construir la realidad completamente.

Tanto para Moscovici como para Durkheim, la génesis del conocimiento social y de las representaciones debe buscarse en un contexto social. La obra de Moscovici es un intento de proveer una respuesta a la apropiación establecida por el trabajo de Durkheim y de sus seguidores que le llevan a afirmar de manera tajante que cuando las condiciones sociales cambian, también cambia el conocimiento social. Esta afirmación es crucial en la construcción de la teoría de las representaciones sociales y en las tradiciones de pensamiento en psicología, sociología y antropología. La conexión de contexto y conocimiento revela un profundo influjo de las tradiciones fenomenológicas, que permiten relacionar el conocimiento científico y el sentido común en un contexto social de producción.

El conocimiento es histórico; se debe observar cómo éste cambia con el paso del tiempo. El conocimiento es cultural; para entender esto se debe valorar cómo se compara a través de los contextos. El conocimiento es público; se necesita mirar cómo éste cambia en relación con los diferentes intereses y proyectos (Jovchelovitch, 2001, p. 178). De acuerdo con Markus y Plaut (2001, p. 183), las representaciones sociales han sido definidas como un tipo de conocimiento socialmente construido y compartido, sobre un objetivo pragmático, como contribución al proceso de edificar una realidad compartida por la comunidad. La cognición y la creación del conocimiento tienen una función social práctica que está mediada por la vida social.

Las representaciones sociales hacen más que reflejar el mundo, crear y mantener un mundo social; éstas también están involucradas en la construcción del mundo social. Las teorías de las representaciones sociales sostienen la promesa de entender las distintas relaciones que pueden existir entre lo sociocultural y lo individual, y también de analizar a la persona como un participante cultural que es simultáneamente una construcción social y un constructor social de experiencia.

No se puede olvidar que la representación social y la comunicación son aliadas, en tanto, desde una perspectiva semiológica; la comunicación es un proceso de interacción simbólica, en el cual la posibilidad de transferir mensajes ocurre sobre la base de signos, de acuerdo con reglas culturales socialmente compartidas, y mediante códigos convencionalmente definidos sobre la base del uso de criterios previamente seleccionados (Crespi, 1996, p. 209). Es curioso que en esta definición, que quiere ser más compleja, pervivan los elementos de la teoría matemática de Shannon, en relación con la transferencia de mensajes y las características de los códigos, que aluden al funcionamiento de instantes del proceso y no al proceso mismo. Sin embargo, el contexto cultural que define reglas y criterios le otorga una complejidad útil a la definición.

El proceso comunicativo así descrito es inherente a la teoría de las representaciones sociales. A partir de allí, Jodelet (1991, citada por Markus & Plaut, 2001, p. 184) describe las relaciones entre las representaciones y las comunicaciones sociales como "... formas de pensamiento social usadas para comunicar, comprender y dominar el ambiente social, material e intelectual. Como tales, son analizadas como productos y procesos de actividad mental que son marcados socialmente". Estas marcas sociales se refieren a las condiciones y contextos donde las representaciones emergen, a los circuitos por los cuales circulan, y a las funciones que sirven. Esta forma de conocimiento es construida en el curso de la interacción social y la comunicación. Lleva la marca de la inserción social del sujeto - colectivamente compartida-, y contribuye a la construcción de una versión de la realidad que es común y específica para una entidad social o cultural. Esta forma de conocimiento tiene objetivos prácticos y funciones sociales. Opera como un sistema de interpretación de la realidad, que sirve como guía en nuestra relación con el mundo. Así orienta y organiza nuestro comportamiento y nuestra comunicación.

En otras palabras, el proceso de comunicación se encuentra en la génesis y en las funciones de las representaciones sociales y, desde luego, en su transmisión y difusión. Son mutuamente interdependientes, al punto en que cualquier consideración de las representaciones sociales también significa una consideración de la comunicación. Las representaciones sociales se originan en la comunicación, se manifiestan en ella y le confieren su influjo.

Desde luego, para comprender este proceso de comunicación en relación con los sistemas de representación social, es preciso tomar en cuenta los diferentes circuitos y niveles donde se realizan, desde la conversación, pasando por los medios masivos hasta llegar a las formas más deslocalizadas y globales. De alguna manera, las representaciones del espacio se modifican a partir de procesos comunicativos transterritoriales, y las representaciones temporales también se modifican con la simultaneidad de los procesos y la reducción de los tiempos de transmisión, lo que se percibe cuando se dice que hay un tiempo multimedia, o un tiempo multisistema o multigénero. Naturalmente, todo esto complica lo que era relativamente simple hasta ahora.

Extrañamente la publicidad, cuya importancia continúa creciendo, es un género de comunicación olvidado en la psicología social y en el estudio de las representaciones sociales en particular. Una razón de este olvido puede ser la falta de interés por los símbolos icónicos, imágenes, y símbolos lingüísticos. Los modelos tienden a enfocarse en las acciones unilaterales de comunicación sobre las representaciones sociales, o las representaciones sociales en la forma de mensajes o contenido sobre la comunicación.

De allí que en los trabajos que pretendan ser abordados a través de las representaciones sociales deben tenerse en cuenta las fuentes de información que sirven para la construcción de las representaciones, asumiendo los sistemas de comunicación como un modelo interactivo de producción o construcción mutual de los mensajes o contenidos. Esta interdependencia entre lo comunicado y quien lo comunica es primordial en la publicidad y se vuelve aquí importante para estudiar por tanto los fenómenos sociales.

Las dimensiones socioculturales, como sistemas de representación de los referenciales comunes, como el objetivo y la fuente, involucran el objetivo y la fuente, en la construcción activa, la reconstrucción, la interpretación y la simbolización del mensaje. Este proceso comunicativo dialógico ocurre dentro de una esfera social que ya está organizada. Esta es la razón para tomar en cuenta, siempre que sea posible, este proceso de comunicación (Doise, 2001).

Hasta ahora se ha abordado el tema de las representaciones sociales, pero veamos qué tan cercanas o distantes están de los imaginarios sociales:

En el marco de los imaginarios sociales desde la lectura de Castoriadis (2003), el sujeto sólo puede referirse a sí mismo, pues es imposible el planteamiento de una distinción entre él y la sociedad. Para Baeza (2000, p. 22), el imaginario, antes que social es esencialmente un fenómeno individual; "el imaginario se presenta no como una gramática ordenada de inteligibilidad del universo, sino como una composición relativamente libre e irrefutable, en la medida en que no ha de rendir cuentas a ningún tipo de racionalidad", y citando a Castoriadis (1995), afirma que los imaginarios radicales individuales pasan a ser sociales porque, simplemente el ser humano establece relaciones sociales en su existencia, de allí que se hable en las ciencias sociales de un ser social.

Ahora bien, Pintos, 1995 (citado por Baeza, 2000, p. 34), refiere que "los imaginarios sociales serían aquellos esquemas construidos socialmente que nos permiten percibir, explicar e intervenir en lo que cada sistema social se considere como realidad"; de la misma forma, Pintos alude a que los imaginarios sociales rigen los sistemas de identificación y de integración social, y que hacen visible la invisibilidad social. Así pues, bajo una realidad objetiva siempre subyace una realidad subjetiva, en mayor o menor grado compartida por los actores sociales.

De otro lado Shotter (2002) considera que los imaginarios tienen un carácter dinámico, incompleto y móvil; tienen además la capacidad de tener atributos "reales" a pesar de que no son localizables ni en el espacio, ni en el tiempo. Considera que la importancia de la acción conjunta reside en que puede originar realidades sociales parcialmente estructuradas creadas por las actividades pasadas de las personas y que funcionan como un conjunto de posibilidades/ imposibilidades de cara a su acción; además asegura que muchos de esos aspectos de la realidad son imaginarios, de allí la necesidad de indagar las prácticas de la gente, los intersticios, brechas, zonas y límites donde lo imaginario existe, y el papel que en el discurso de las personas puede desempeñar.

En términos generales puedo concluir que las expresiones imaginarios y representaciones en múltiples contextos se usan de forma indiferenciada para dar cuenta de diversas formas culturales, como es evidente en el siguiente texto de Bisbal (s.f.), citado por Castillo (2006), donde se ejemplifica la forma, en ocasiones peyorativa, con que se suele hacer referencia a estas nociones:

"Hoy nuestras representaciones sociales, eso que llaman los imaginarios colectivos son producto, en gran parte, de la representación mediática. Vivimos entonces en un mundo de realidad virtual, pero real".

De nuevo retomando a Castillo (2006), se pueden analizar ciertas diferencias entre ambas, que si bien son sutiles para algunos autores y autoras y abismales para otros y otras, cito algunas: "en primer lugar, los niveles de realidad en que se desenvuelven cada uno, y que puede referirse a lo virtual y a lo real; en segundo lugar, a los abordajes metodológicos con que participan en la configuración del pensamiento en los sujetos, unos actúan en el ámbito de lo general y las otras en lo particular; en tercer lugar, los momentos que el uno tiene frente al otro, como antecedente y consecuente en la construcción de los horizontes culturales; en cuarto lugar, es posible encontrar diferencias en relación con la permanencia en el tiempo, en términos de estabilidad y transitoriedad; y, en quinto lugar, pueden encontrarse diferencias con respecto de la cobertura, pensada en función de su alcance, en relación con la universalidad y particularidad".

Para terminar diría entonces que tanto las representaciones sociales como los imaginarios son guía de acción y sirven de marco para la lectura y comprensión de la realidad social.

 

3. Conclusiones

 

Como he intentado mostrar, las representaciones sociales son marco de acción y guía para la práctica, lo que hace que puedan ser tenidas en cuenta como una estrategia metodológica o como enfoque de comprensión de la realidad social y por tanto de articulación de la realidad.

Las representaciones sociales no pueden ser usadas deliberadamente para distinguir los fenómenos sociales de los llamados fenómenos objetivos, biológicos o económicos, dado que ellas por sí mismas representan la relación del individuo con el contexto en general, pues son atravesadas cotidianamente por las externalidades de la vida misma, como son las relaciones de poder que se comparten entre los sujetos; así como también del saber científico que comparten y sus experiencias base para el accionar, por lo que expresan una identidad colectiva merecedora de estudio para comprender los fenómenos de la realidad social.

Las representaciones, por ser formas de comprenderse y de ofrecerse a sí mismos y a los demás, son la clave de la comprensión de la cultura y de las identidades grupales y sociales. De allí que sean parte fundamental en la comprensión de la sociedad y de la historia. Es de resaltar la importancia que en la actualidad se da desde el construccionismo social a los procesos de intercambio social de narraciones de la realidad definida histórica y culturalmente, y no desde la mirada de construcción individual, y esto es lo que se hace consecuente con la comprensión y estudio de los grupos sociales desde el nodo central y el sistema periférico, pues permite comprender tanto al sujeto como a la sociedad o grupo en el cual está inmerso, dado que el conocimiento es construido a partir de las prácticas socio-culturales en relación con el otro.

 


NOTAS

* Este artículo es una síntesis de la investigación denominada Representaciones sociales en salud que orientan la experiencia de vida de algunos grupos de jóvenes de la ciudad de Manizales, presentada por la autora para optar al título de Doctora en Ciencias Sociales. Niñez y Juventud, CINDE - Universidad de Manizales, MENCIÓN CUM LAUDE. Con el apoyo financiero de COLCIENCIAS y La Universidad Autónoma de Manizales. Número de foliación 010214-47. Realizada entre junio de 2002 y noviembre de 2006.

 


 

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