SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.6 issue1The redefinition of the link youth-politics in Argentina: A study based on political representations and political practices of Middleand High-School youthsImplementation of public policy on sexual and reproductive health (SRH) in the Colombian Coffee Axis: The case of adolescent pregnancy author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715XOn-line version ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.6 no.1 Manizales Jan./June 2008

 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

Infancia y flexibilidad laboral en la agricultura de exportación mexicana*

 

Infância e flexibilidade no trabalho na agricultura mexicana de exportação

 

Childhood and work flexibility in Mexican export agriculture

 

 

Itzel Adriana Becerra Pedraza1, Verónica Vázquez García2, Emma Zapata Martelo3, Laura Elena Garza Bueno4

 

1 Encargada de importaciones y logística en la empresa NaanDan México S.A de C.V desde enero 2007.
Egresada de la Licenciatura en Comercio Internacional de Productos Agropecuarios de la Universidad Autónoma Chapingo, Maestra en Ciencias en Estudios del Desarrollo Rural del Colegio de Postgraduados, México. Correo electrónico: itzeladris@yahoo.com.mx

2 Profesora Investigadora Titular del Colegio de Postgraduados en Ciencias Agrícolas, México.
Socióloga de la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestra y Doctora en Sociología por la Universidad de Carleton (Canadá). Correo electrónico: verovazgar@yahoo.com.mx

3 Socióloga de la Universidad de Texas en Austin, Maestra y Doctora en Sociología por la misma universidad. Correo electrónico: emzapata@colpos.mx

4 y Profesora por Asignatura en la División de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.
Licenciada en Economía por el Instituto Politécnico Nacional, México, y Doctora por la Universidad Estatal de Moscú "M. V. Lomonosov". Correo electrónico: garzabueno@yahoo.com

 

 

Primera versión recibida enero 18 de 2008; versión final aceptada mayo 22 de 2008 (Eds.)


 

Resumen:

Desde mediados de los ochenta del siglo pasado, la reducción del gasto público destinado al campo y la eliminación de barreras comerciales pusieron en juego la competitividad del sector agrícola mexicano.

Las empresas adoptaron cambios tecnológicos y de organización laboral a partir de una combinación de mano de obra calificada con fuerza de trabajo desvalorizada por razones de género, edad o etnia; esta última opera en condiciones de amplia flexibilidad laboral. El presente artículo analiza las formas de inserción del trabajo infantil migrante en la agricultura de exportación mexicana. Los datos fueron levantados en un campo de jornaleros de una de las empresas más importantes del ramo. Se aplicó una encuesta a 66 familias y se hicieron 41 entrevistas semi-estructuradas, 3 talleres con infantes y una matriz de riesgos laborales. El 94% de los niños y niñas trabajan en el corte de pepino y jitomate y el 6% restante (chicas mayores de 14 años) en labores de empaque. Las niñas presentan una doble jornada de trabajo debido a sus responsabilidades domésticas. El ingreso promedio diario es de 97 pesos mexicanos (alrededor de $9.40 dólares de los EE. UU.), que contribuye a cerca de la mitad del ingreso global de la familia. Se concluye que el derecho a la educación y a la salud de la población infantil jornalera son los más afectados, ya que dos tercios de los niños y niñas encuestados no asisten a la escuela y sus condiciones de trabajo conllevan considerables riesgos para la salud.

Palabras clave: Trabajo infantil migrante, agricultura de exportación, flexibilidad laboral, México.

 


Resumo:

Da meados da década de oitenta do século passado, a redução do gasto público destinado à região campestre e a eliminação das barreiras comerciais puseram em ação a competitividade do setor agrícola mexicano. As empresas adotaram mudanças tecnológicas e da organização no trabalho a partir duma combinação de mão-de-obra qualificada com mão-de-obra desvalorizada com base no gênero, idade e o grupo étnico; este último aspecto funciona em condições de flexibilidade ampla no trabalho. Este artigo analisa as maneiras de inserção do trabalho migrante das crianças na agricultura de exportação do México. Os dados foram obtidos num campo de trabalhadores duma das empresas mais importantes do ramo. Aplicou-se um questionário a 66 famílias e 41 entrevistas semi-estruturadas, três workshops com crianças e uma matriz de riscos no trabalho foram aplicados. Noventa e quatro per cento dos meninos e das meninas trabalham na colheita do pimentão e do tomate e o seis per cento restante (meninas maiores de 14 anos) trabalham nas tarefas de embalagem. As meninas apresentam uma jornada de trabalho dupla devido as suas responsabilidades domésticas. A renda média diária é de 97 pesos que corresponde aproximadamente à metade da renda total da família. Conclue-se além disso que o direito à educação e à saúde da população infantil trabalhadora é o mais afetado e que dois terços dos meninos e das meninas questionadas não assistem as aulas, como também que as suas condições de trabalho são um risco muito sério para a saúde.

Palavras chave: trabalho infantil migrante, agricultura de exportação, flexibilidade no trabalho, México.

 


Abstract:

Since the mid-1980's, the decrease in public spending targeted to rural areas and the elimination of trade barriers challenged the competitiveness of the Mexican agrarian sector. Enterprises adopted technological and work-organizational changes, combining qualified manpower with other labor forces devalued by reasons of gender, age or ethnicity; the latter labor forces operate now under conditions of strong work flexibility. This paper analyzes forms of insertion of migrant child labor in the Mexican export agriculture. The data collection for this research was done in a dayworkers' camp belonging to one of the chief enterprises in this sector. Data were gathered through a survey of 66 families, 41 semi-structured interviews, 3 workshops with children, and a labor-risk matrix. It was found that 94% of children work in picking cucumber and tomato crops, and the remaining 6% (girls 14 years of age and older) in packing chores. Girls endure a double work day, due to their domestic duties. Average daily income is 97 Mexican pesos (about $9.40 US-dollars), which amounts to nearly one-half of the global family income. The conclusion is that the right to education and the right to health of the child work-force are the most affected, given the fact that twothirds of the children surveyed do not go to school, and their labor conditions expose them to considerable health risks.

Keywords: Migrant child labor, export agriculture, work flexibility, México.

 


 

1. Introducción

Las políticas neoliberales implementadas en México condujeron a la reducción del gasto público, al desmantelamiento de instituciones que prestaban servicio al sector rural y a la eliminación de subsidios, aranceles y medidas de protección al empleo. La apertura comercial irrestricta a raíz de la firma de tratados comerciales, entre los que se destaca el TLCAN, provocó la disminución de actividades de la pequeña y mediana industria y la caída de la producción agrícola (Rubio, 1999). Los cambios en el entorno obligaron a las empresas con posibilidades de mantenerse en el mercado a realizar una serie de transformaciones en dos áreas principales: la innovación tecnológica y la organización laboral (Durán, 1999; CEPAL, 2002). La reestructuración productiva trató de asegurar la competitividad a partir de la flexibilidad laboral que combina la mano de obra calificada con la fuerza de trabajo desvalorizada por razones de género, edad o etnia, dentro de la cual se encuentra la mano de obra infantil.

Se calcula que 3.3 millones de niños y niñas mexicanos de entre seis y catorce años de edad trabajan para generar ingresos, la mitad (48 por ciento) en el sector agropecuario (Chávez & Gálvez, 2006). Es probable que la cantidad sea más alta puesto que en el ámbito rural se encuentran mayores índices de pobreza y mayor número de integrantes por familia (CEPAL, 1995). El trabajo infantil agrícola asalariado se da principalmente en dos formas: 1) en regiones agrícolas de residencia permanente; 2) como parte de un proceso de migración temporal o permanente hacia otras regiones del país en donde hay campos agrícolas con mayor complejidad productiva agrícola y una fuerte demanda de mano de obra (López, 1999). La incorporación de niños y niñas al trabajo infantil es producto de la crisis del campo que ha ocasionado que tanto adultos como niños y niñas recurran al empleo con empresas agroexportadoras para sobrevivir.

El objetivo de este artículo es analizar la manera en que el trabajo infantil contribuye al aprovechamiento, por parte de la empresa, de la flexibilidad laboral, situación que, a su vez, refuerza el círculo vicioso de la pobreza en que se encuentran obligados a trabajar los niños y las niñas. Para ello, se estudió una de las empresas más importantes del ramo que opera en el noroeste de México 1. La agricultura es intensiva respecto al trabajo humano y a las innovaciones tecnológicas, con condiciones específicas: flexibilidad laboral, empleo y sub-empleo de mano de obra infantil, y obtención de productos para un nicho del mercado internacional.

La búsqueda de la competitividad lleva a las agroempresas a utilizar estrategias de flexibilidad cuantitativa y cualitativa. En este trabajo abordaremos la primera (eventualidad en el empleo; forma de contratación y de pago; tipo y duración de jornada laboral; riesgos para la salud). La flexibilidad cualitativa (exigencias de calificación, especialización, organización en equipos y estímulos a la productividad) ha sido abordada en otro trabajo (Becerra et al, 2007).

 

2. Diseño metodológico

El estado del país donde opera la empresa seleccionada es uno de los líderes nacionales en la producción de vegetales, frutas y granos, con el 32% de la producción agrícola de México (Sagarpa, 2005). Es el Estado con mayor extensión de tierras de riego en México, el productor más grande de hortalizas en el país y el principal exportador de éstas. Un millón trescientas mil hectáreas de su superficie se destinan cada año al uso agrícola; entre ellas más de 50% producen bajo el sistema de riego (INEGI citado por Sedesol, 2005). Para la temporada 2004-2005, dicho Estado disponía de 820.000 hectáreas de riego y 657. 000 de temporal, con un volumen de 10 millones 756 mil toneladas (Caades y Fundación Produce, 2006). La tecnología utilizada es intensiva en mano de obra. Por ejemplo, la plasticultura y ferti-irrigación incrementan la utilización de la mano de obra por hectárea y además mantienen actividades meramente manuales como la producción de plántula en invernadero, la colocación de estacas, las labores culturales del cultivo, de la cosecha y de la selección del producto en empaque. La demanda laboral anual es de más de 200.000 trabajadores y trabajadoras para procesos agrícolas y de empaque.

La empresa seleccionada opera desde 1965. Cuenta con 2.500 hectáreas irrigadas de jitomate, chile pimiento, pepino, calabaza, melón, berenjena y fresa, además de 1.000 hectáreas de fríjol, maíz, soya y arroz. Su demanda de mano de obra temporal fluctúa entre 5.000 y 5.500 trabajadores y trabajadoras al año. La empresa comparte con otras de la región la relevancia de la fuerza de trabajo en los procesos productivos agrícolas, el destino de su producción al extranjero y la contratación de mano de obra infantil.

El trabajo de campo se realizó durante la temporada alta de empleo (enero a febrero de 2006) en uno de los ocho campos de la empresa donde trabajan familias completas de migrantes. Se utilizaron tanto técnicas cuantitativas como cualitativas para obtener información. Con las primeras se parte de que la realidad social es cognoscible mediante la cuantificación, mientras que con las segundas se privilegia el estudio del significado que dicha realidad tiene para individuos concretos. Ambas son importantes porque "ahí donde el investigador se interesa por significados suele haber también un contexto con dimensiones numéricas... y a la inversa, ahí donde el investigador se interesa por asociaciones entre variables suele haber individuos que atribuyen significados propios a cada una de las preguntas que les formula el entrevistador" (Castro, 1996, p. 83). Al combinar ambas propuestas es posible establecer tendencias mediante números y porcentajes y, al mismo tiempo, comprender su significado desde la visión de los propios actores.

Las técnicas utilizadas para el levantamiento de datos fueron cuatro: encuesta, entrevista semi-estructurada, taller participativo y matriz de riesgos. Para aplicar la primera (referida de aquí en adelante como E.T.I.J. -Encuesta sobre Trabajo Infantil Jornalero-) se utilizó un cuestionario para conocer las características socioeconómicas de los niños y niñas que trabajan para la empresa. Con ayuda de dos informantes clave (la trabajadora social y el "campero" -persona encargada de cuidar las instalaciones-) se determinó el número total de familias que anualmente acuden al campo, es decir, el universo de estudio: 329 familias. Se aplicaron 66 cuestionarios (veinte por ciento del total) a una muestra no probabilística tomando como único criterio el que en las familias encuestadas hubiera niños o niñas jornaleros. La encuesta recogió información de 165 casos (79 niñas y 86 niños) en lo referente a su origen, edad, sexo, nivel educativo, razones para migrar, labores realizadas en el campo, duración de la jornada e ingresos.

Posterior a la encuesta se realizaron 41 entrevistas semi-estructuradas (15 padres; 15 madres; 5 niños; 6 niñas) con el fin de profundizar en sus experiencias como jornaleros y jornaleras. Las personas entrevistadas fueron seleccionadas al azar, tomando como universo las 66 familias que participaron en la encuesta. El único requisito fue que tuvieran la disposición de compartir sus experiencias. En las entrevistas se profundizó sobre los motivos para migrar; el trabajo de niños y niñas; sus posibilidades y perspectivas educativas; su estado de salud; el uso de su dinero; y sus tiempos de descanso.

También se hicieron tres talleres con niños y niñas de distintos rangos de edad (desde los 3 hasta los 18 años), los cuales, a través de imágenes y dibujos, describieron y discutieron entre sí las características de su trabajo, sus actividades más importantes, y su uso del tiempo. Participaron 16 niños y 16 niñas en total. El objetivo de los talleres era no sólo obtener información útil para la investigación sino, en la medida de lo posible, crear un espacio para que los niños y las niñas externaran y compartieran sus preocupaciones, de acuerdo con los principios de la investigación participativa (Durston & Miranda, 2002).

Finalmente, se elaboró una matriz de riesgos para identificar, a partir de la observación en campo, los principales peligros según el tipo de trabajo, el equipo y las condiciones laborales. La matriz se adaptó a partir de la diseñada por la Organización Mundial del Trabajo (OIT, 2003) para el estudio específico de las condiciones y el ambiente del trabajo infantil en la agricultura.

 

3. Marco conceptual: flexibilidad laboral y trabajo infantil

La flexibilidad del trabajo contenida en los nuevos modelos de organización laboral se refiere, según la OIT (citada por Barrón, 1993), a que la fuerza de trabajo ocupada pueda fácilmente entrar y salir del mercado, adaptarse rápidamente a los cambios en los procesos de trabajo, trabajar a tiempo completo o parcial. Para otros autores y autoras, dicha flexibilidad incluye los siguientes elementos: disminución del salario base y aumento del salario variable; aumento de la jornada de trabajo; reemplazo de trabajadores y trabajadoras antiguos por jóvenes y más baratos; amplias posibilidades de despido por parte de las empresas, y trabajo polivalente, entre otros (Caputo, 2001).

La reestructuración productiva y, por ende, la flexibilidad laboral, han ido asumiendo, a lo largo del tiempo, distintas modalidades que se traducen en varias formas de explotación laboral. O, como dice De la Garza (citado por Lara, 1998, p.21) "... la reestructuración genera 'flexibilidades realmente existentes' en las cuales se reúnen distintos métodos de producción y de organización del trabajo que no resultan, en sí, excluyentes ni contradictorios". Tal es el caso de la agricultura, que genera mercados de trabajo a manera de segmentos por género, etnia y edad, provocando variadas situaciones de exclusión y minorización, lo que a su vez dificulta la unidad de los trabajadores y de las trabajadoras. Al interior de cada empresa coexiste la fuerza de trabajo calificada, regularmente compuesta por hombres adultos, de residencia local con empleo fijo y sueldos más altos; y la fuerza de trabajo no calificada constituida por mujeres, migrantes, indígenas, niños, niñas y jóvenes, quienes detentan los puestos más inestables, precarios y concentrados en ciertas temporadas del año (Lara, 1998).

La definición de trabajo infantil involucra una serie de debates, empezando por el concepto de infancia. Algunos autores y autoras señalan que se trata de un período de la vida que requiere de cuidados especiales y de alguien que los prodigue (Ariès citado en Veerman, 1992). Otros señalan que esta visión es paternalista y que trae consigo un ejercicio restringido de derechos y una dependencia absoluta para con los adultos (DeMause y Polock citados en Veerman, 1992; Bonfil, 2002). Actualmente se coincide en señalar que la infancia es una construcción social cuya manifestación varía históricamente, por lo que el trabajo infantil puede ser formativo o nocivo para el desarrollo de quienes lo realizan. En este tenor, El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, 2005) propone ocho criterios para determinar qué es el trabajo infantil: 1) trabajo de tiempo completo en una edad precoz; 2) demasiadas horas dedicadas al trabajo (más de 20 a la semana); 3) labores que tienen efectos físicos, sociales y psicológicos excesivos; 4) sueldos insuficientes; 5) imposición de una responsabilidad excesiva; 6) empleo que impide la asistencia a la escuela; 7) trabajo que atenta contra la dignidad y el respeto hacia niños y niñas; 8) trabajo que inhibe su desenvolvimiento social y psicológico.

Evidentemente, establecer la edad en la que se es o se deja de ser niño o niña es otro tema a discutir. El Convenio Nº 138 de la OIT, adoptado en 1973 (que no ha sido firmado por México) establece los 15 años como la edad en la que se puede trabajar, aunque es posible ser aprendiz o llevar formación profesional a menor edad (14 años). Para efectos de la presente investigación, se adoptará como parámetro la edad a partir de la cual el gobierno mexicano permite realizar trabajo peligroso, entendido como aquel que, debido a su índole o a las características físicas, químicas o biológicas del lugar donde se lleva a cabo, o a la composición de los materiales utilizados, puede afectar la vida, el desarrollo y la salud física y mental de los menores y las menores de edad. Esta edad es la de 18 años (OIT, 2000).

Desde la perspectiva de género, el concepto de trabajo también ha sido sujeto de debate. Tradicionalmente, el trabajo se entiende como una actividad material o intelectual realizada en la producción de bienes o servicios para obtener recursos económicos. Teóricas feministas han señalado que las labores realizadas en el hogar son invisibilizadas en esta definición, a pesar de que contribuyen a la reproducción familiar y también generan riqueza (Benería & Roldán, 1987; Benería, 1997). Nuestra definición de trabajo infantil comprende actividades realizadas por niños y niñas, ya sea que estén dirigidas a la esfera de la producción de bienes y servicios para el mercado o que se realicen con fines de reproducción de la fuerza laboral. El trabajo que realizan muchas niñas en el ámbito doméstico (preparación de alimentos, cuidado de hermanos, hermanas, enfermos y enfermas o personas de la tercera edad, limpieza del hogar) suelen realizarse en conjunto con actividades económicamente remuneradas, constituyendo una doble jornada de trabajo.

 

4. Flexibilidad laboral y trabajo infantil jornalero

La información recabada mediante la encuesta incluye a 165 menores de 18 años, 79 niñas y 86 niños, de los cuales sólo 132 (80 por ciento) reciben remuneración económica. Los 33 restantes realizan diversas actividades no remuneradas: ayudan en el corte a sus padres, madres o hermanos y hermanas; cuidan a otros y a otras más pequeños; lavan trastes. No perciben ingresos y por lo tanto no son considerados ni consideradas como trabajadores y trabajadoras.

En lo que queda del artículo analizamos la flexibilidad laboral cuantitativa en el campo de jornaleros donde se levantaron los datos, expresada a través de los siguientes indicadores: eventualidad en el empleo, tipo y duración de la jornada laboral, forma de contratación y de pago, y riesgos para la salud. Ubicamos la investigación en el contexto de pobreza del sector rural, especialmente en zonas de subsistencia, así como en la necesidad de las agroindustrias de competir en el mercado.

 

4.1. Eventualidad en el empleo

El trabajo para la población jornalera es temporal, definido por su condición de migrantes. Las familias se trasladan hacia las zonas de cultivos algunos meses al año (entre tres y cinco). Para sus integrantes adultos o adultas es difícil incorporarse a otros mercados de trabajo. La encuesta refleja que el analfabetismo de padres y madres es alto: cuatro de cada diez son analfabetos y dos de cada tres personas que no saben leer son mujeres. El promedio de escolaridad adulta es de dos años (segundo año de primaria), situación que condiciona el tipo de trabajo al que se puede acceder. El trabajo físico exige pocos de los conocimientos adquiridos en el sistema escolarizado.

Un alto porcentaje de las familias encuestadas (89.4 por ciento) procedían del Estado de Oaxaca; otras de Guerrero (9.1 por ciento); y sólo 1.5% del Estado de Nayarit. Estos datos coinciden con los proporcionados por la Sedesol (1997), que sostiene que a partir de los sesenta empezó a incrementarse la incorporación de fuerza de trabajo indígena en la agricultura de exportación. Actualmente, Oaxaca y Guerrero son los principales Estados que aportan jornaleras y jornaleros para las labores agrícolas del Estado receptor.

Aproximadamente la mitad (treinta y ocho por ciento) de las familias encuestadas son de origen indígena, proporción que concuerda con otros estudios. La participación de la población indígena en flujos migratorios rural-rural se ha incrementado de manera considerable. Se calcula que de 1994 a 1999, el porcentaje de jornaleros y jornaleras agrícolas indígenas que incursionaron en los principales mercados de trabajo agrícola, prioritariamente en las zonas hortícola y cañeras del país, pasó de 35.30% a 40.48% del total de población jornalera (Arroyo, 2003).

Pobreza y falta de trabajo representan el 71.2% de las razones por las cuales las familias salen de sus comunidades para emplearse en la agricultura. Al hacerlo pierden garantías de subsistencia (tierras de cultivo, apoyo social de familia y comunidad) y quedan a merced de las fuerzas del mercado laboral dictadas por grandes empresas (Bonfil & Del Pont, 1999), con alta vulnerabilidad y sujetos a la flexibilidad del trabajo, omisión de prestaciones sociales de ley y contrataciones ilegales como las de los niños y las niñas. El Cuadro 1 indica las principales causas para desempeñarse en el trabajo migrante jornalero, según las personas encuestadas.

 

 

En función de los patrones migratorios se distinguen dos tipos de familias: aquellas que se desplazan al inicio y término de la temporada agrícola (setenta y ocho por ciento); las que tienen más de tres años fuera de la comunidad y viven permanentemente en el campo agrícola (veintidós por ciento). La mitad (cuarenta y nueve por ciento) están compuestas por ambos cónyuges, hijos e hijas; 34% contienen, además, otros parientes o conocidos. El resto son monoparentales.

Más de la mitad (cincuenta y nueve por ciento) de los niños y niñas habían trabajado como jornaleros o jornaleras durante el año anterior a la investigación. Leticia describe el caso de su hija:

    Mi hija trabaja desde que tenía ocho años y mi hijo desde que tenía diez. Entraron a trabajar en el mismo año. En donde trabajaron por primera vez a los niños los ponían a desyerbar. Eran los que se encargaban de quitar las malezas de los surcos...agachaditos. Sólo la gente adulta cortaba pero los niños, aun desyerbando, ganaban lo mismo que la gente grande (Leticia, 38 años, 2006).

Del total de niños y niñas que trabajaron durante el año anterior a la investigación, el 97% lo hizo en cultivo hortícola (pepino, chile pimiento morrón, jitomate, brócoli y cebollín) y el 3% en frutales (fresa, uva y manzana). Esto conlleva la adquisición de habilidades para el trabajo y calificación para puestos que no se valorizan en el mercado porque cuando hay nuevas contrataciones se ignora la experiencia y capacidad adquirida con los años, y en el caso de niños y niñas se invisibilizan sus capacidades a conveniencia de las empresas. La flexibilidad laboral permite que sean empleados o empleadas temporalmente en condiciones precarias durante varios ciclos agrícolas con el argumento de que no están calificados o calificadas por su corta edad.

 

4. 2. Jornada laboral

La mayor parte de los niños y niñas (noventa y cuatro por ciento de los 132 que reciben remuneración económica) realizan actividades de corte de pepino y jitomate. El trabajo en el campo agrícola comienza a las siete de la mañana y termina a las cuatro de la tarde. El tiempo está marcado por "tantos" o períodos fijos que permiten descansar sin perder el ritmo ni los rendimientos que les demanda la empresa. En la mañana los tantos son de 30 a 40 baldes. Es decir, se corta y se llenan con fruto 40 baldes que se acarrean hasta un punto determinado. A esta tarea le sigue un breve descanso de cinco a diez minutos para continuar con el llenado. La población infantil hace tantos de 30-20-20 baldes por la mañana, con dos descansos matutinos, y de 20-20 ó 20-15 por la tarde. El almuerzo se realiza en el campo antes del corte de la tarde, instalándose pequeñas fogatas donde se calienta café.

La población infantil tiene rendimientos iguales a los de la población adulta, pero requiere de mayores pausas para descansar, porque se cansan con mayor rapidez. De acuerdo con la encuesta, el 97% de las niñas y niños tiene descansos durante su jornada de trabajo. La empresa controla el rendimiento del trabajo infantil estableciendo márgenes mínimos de productividad y reservándose la libertad de despedir a sus empleados y empleadas. Así lo relata Carolina:

    Mi día de trabajo inicia a las seis menos diez minutos. Me visto y trabajo. En el trabajo en la mañana hago sesenta baldes y en la tarde hago treinta [...] Cuando me canso me siento un rato pero luego sigo cortando para acabar mi tanto (Carolina, 10 años, 2006).

Seis por ciento de la población infantil trabaja en el empaque, todas ellas mujeres. Su jornada comienza a las ocho de la mañana y puede extenderse hasta la noche ya que los horarios de trabajo son irregulares y varían de acuerdo con la temporada. Se les brinda una hora por la tarde para comer. La empresa opera bajo el supuesto de que todas las personas que laboren en dichos puestos tienen que adaptarse y afrontar las situaciones en que se requiera trabajar horas extras (las cuales se remuneran a destajo). En estos casos la flexibilidad laboral permite a la empresa hacer uso ilimitado del tiempo jornalero, obligando a soportar largas jornadas de trabajo a ritmos intensos. Las labores de empaque pueden llegar a durar hasta diez horas y tienden a ser realizadas por chicas de entre 13 y 18 años, quienes trabajan casi una hora más que los niños y niñas de 7 y 12 años.

El trabajo doméstico representa una doble jornada para mujeres y niñas, ya que hay que levantarse muy temprano para hacer la comida que se llevará al campo; al volver hay que lavar ropa en los escasos lavaderos disponibles, preparar la cena y dormir "cuando ya está oscuro":

    Después de lavar pongo mi fuego para tortear y cenar. La torteada me lleva casi dos horas y acabo cuando ya está oscuro. Como acabo cansada me duermo rápido. Y al día siguiente lo mismo. Un día a la semana no voy a trabajar porque se me junta mucha ropa de mis hijos y, me quedo a lavar y limpiar (Ruth, 34 años, 2006).

    Cuando regreso del corte me toca lavar mi ropa mientras mi mamá hace la comida, luego le dejo el lavadero y voy a comer, me baño y me cambio. Luego hago mis trastes, los meto en una cubeta y me voy a los lavaderos para poder hacerlos bien. De regreso me toca ayudarle a hacer tortillas y ayudar a que se duerma mi hermanito (Carolina, 10 años, 2006).

Como ya se dijo arriba, hay además 33 niños y niñas (veinte por ciento de la muestra total de 165) que por su corta edad (5 años en promedio) no reciben remuneración económica, pero trabajan de diversas maneras. Acompañan a sus familiares a los campos agrícolas, donde cargan a sus hermanos o hermanas, les dan el biberón, cortan e intentan acarrear baldes, alternando juego y plática. Esto hace difícil estimar exactamente el tiempo que dedican a labores agrícolas o domésticas, ya que muchas no son consideradas trabajo y se hacen simultáneamente, pero a partir de nuestras observaciones podemos decir que estos niños y niñas trabajan un promedio de 2.7 horas diarias en labores domésticas.

El tiempo libre de los niños y niñas es reducido si se habla de jornadas de trabajo que duran entre ocho y trece horas diarias para quienes reciben remuneración económica y/o realizan trabajo doméstico; y de hasta cinco horas para quienes trabajan como ayudantes o en el ámbito doméstico exclusivamente. No es de sorprender que, en estas condiciones, la asistencia a la escuela sea irregular: 68% de toda la población infantil encuestada no asiste. Sólo dos niñas de los 165 niños y niñas que conforman la muestra reportaron haber terminado la secundaria. Los padres y madres entrevistados dieron las siguientes razones para que sus hijos e hijas no estudiara: la escuela del campo no es de calidad; los niños y niñas llegan cansados de trabajar; la discontinuidad en sus estudios al volver a casa. Cabe destacar que la doble jornada de trabajo que realizan las niñas las coloca en una situación de desventaja mayor, porque deben realizar labores domésticas además de ir a la escuela.

 

4. 3. Forma de contratación y pago

Ningún trabajador o trabajadora (sea niño, niña o persona adulta) cuenta con contrato laboral o algún documento legal donde se especifiquen las obligaciones y responsabilidades del empleador. El único comprobante es la credencial de empleado o empleada, donde aparece la fotografía de la persona, el nombre completo, el lugar de procedencia y la fecha de nacimiento. Todas las credenciales de niños y niñas que fueron observadas indicaban 14 años, aunque la edad real no coincidiera. La credencial no especifica el cultivo en el que trabajan ni el puesto ocupado. Para los niños y niñas esto supone incertidumbre respecto al tipo de labores exigidas. La empresa tiene la libertad de trasladarlos o trasladarlas a diferentes áreas productivas o puestos dependiendo de sus requerimientos.

El pago se realiza los sábados después del trabajo, es decir, entre cuatro y siete de la tarde. Para cobrar hay que presentarse físicamente con la credencial de empleado o empleada. El pago se recibe en efectivo, siendo el promedio del salario diario $97.00 (cerca de nueve dólares estadounidenses, puesto que el dólar equivale a 11 pesos mexicanos aproximadamente). El cálculo de lo que cada persona debe recibir se hace a partir de los rendimientos reportados por la persona que apunta en la cuadrilla o por quien supervisa en el empaque. No se pagan días de descanso o enfermedad; únicamente los días trabajados. El salario más alto se obtiene en empaque (126 pesos diarios) y el más bajo en corte (90 pesos). En el empaque trabajan únicamente mujeres de 14 años y más, que comprenden sólo el 6% del total de la muestra.

Niños y niñas entregan el dinero al papá o a la mamá, quienes acopian el ingreso de los miembros asalariados de la familia. Dos de cada tres niños y niñas reciben dinero para sus gastos, en una cantidad que fluctúa entre 5 y 35 pesos. El monto es determinado por los padres y las madres, según el tipo de trabajo, edad y sexo de los niños y las niñas. El dinero es utilizado para comprar alimentos que no se consumen cotidianamente:

    A mi hijo y mi hija les doy casi siempre 20 pesos para gastar, pero como mi hija trabaja en el empaque... por más tiempo pues le doy más dinero (Francisco, 48 años, 2006).

    Principalmente a las que les quitan el dinero es a las niñas porque los niños lo agarran o se los dan a su papá a que se lo cuide y les están pidiendo nada más (Inés, profesora de primer grado de primaria, 18 años, 2006).

    Cuando rayo [cobro], ese día me dan $5 pesos para gastar y me compro pura chuchería como dulces y Sabritas® [bolsa de papas fritas] (Carolina, 10 años, 2006).

Los niños mayores de 10 años van a las máquinas de videojuegos, se compran ropa o accesorios como relojes y gorras. Las máquinas de videojuegos y tiendas están ubicadas en el campo y son propiedad de la empresa; en ellas, los productos suelen venderse a un precio más alto que en el exterior. De esta manera, la población infantil jornalera subsidia a la empresa no sólo a través de su trabajo, sino también mediante el consumo. Algunos incluso acumulan deudas que cubren el día de pago. Dice Susana de su hija:

    Desde que empezó a trabajar mi hija acostumbra pedir fiado un pan de dulce o un tamal todos los días. Y cuando le llega el día sábado ya debe entre 100 y 150 pesos (Susana, 45 años, 2006).

Los ingresos de niños y niñas son fundamentales para la supervivencia familiar. En las familias de menos de cuatro miembros el ingreso de la mano de obra infantil sobrepasa el de los adultos; en las de cinco a ocho miembros los niños y las niñas generan la mitad del ingreso familiar; sólo en familias con nueve miembros o más los adultos perciben una proporción mayor a la de los niños y niñas. Estos permite resistir económicamente durante los meses en los que no hay empleo remunerado (Cuadro 2).

 

Cuadro Nº 2. Importancia económica del trabajo infantil por tipo de familia 2

 

La importancia del ingreso infantil permite cuestionar la idea de que son los mayores sueldos en los polos agroindustriales así como la seguridad de trabajo diario durante la temporada agrícola lo que hace atractiva la migración de familias pobres al norte de México. La realidad es que emplear a niños y niñas en estos mercados de trabajo se convierte en una ventaja estratégica para las empresas, que obtienen ganancias de su trabajo, y para las familias que no tienen otras alternativas de supervivencia. Los bajos salarios y los ajustes presupuestados en el sector rural impiden que los campesinos y campesinas satisfagan las necesidades básicas familiares únicamente con trabajo adulto. Las familias emplean al máximo posible la fuerza de trabajo disponible a través del trabajo asalariado y doméstico, incrementando considerablemente el tiempo laboral de sus integrantes. De ahí que la viabilidad económica de las familias jornaleras no sólo dependa de los mayores sueldos a los que tienen acceso en los mercados de trabajo agrícola del noroeste del país, sino también de la oportunidad de incorporar al empleo remunerado la fuerza de trabajo infantil con la que cuentan.

 

4. 4. Riesgos para la salud

En el ambiente en donde se desarrolla la actividad laboral hay riesgos que pueden provocar efectos negativos en la salud de niños y niñas, exponiéndolos a lesiones y enfermedades. Como el trabajo es principalmente manual y físico, el desarrollo de la actividad está estrechamente relacionado con la capacidad de trabajo (Becerra, 2004). Las diferencias en términos de desarrollo fisiológico respecto de la población adulta los hace más vulnerables a ciertos riesgos. En el Cuadro 3 se indican éstos y el efecto adverso en niños y niñas en los cultivos de jitomate y pepino, que compete al 94% de los niños y niñas encuestados.

 

 

Las fumigaciones se hacen con avioneta mientras las cuadrillas trabajan los surcos. No hay interrupción formal de las tareas; muchas familias corren a las orillas del campo para protegerse de agroquímicos. Algunos padres y madres llevan a sus hijos e hijas a los límites del terreno tapándoles el rostro con chamarras o playeras y esperan a que la avioneta fumigue -pasando más de tres o cuatro veces por el mismo lugar- para poder continuar la labor. No todas las personas lo hacen y mucho menos por iniciativa propia; antes que protegerse prefieren no perder el ritmo de trabajo. Según Bequele y Boyden (1998), toda actividad que provoque el aumento del ritmo respiratorio o la permeabilidad del tejido cutáneo y las membranas aumenta el riesgo de absorción de los plaguicidas.

En el campo agrícola la ingesta de alimentos se hace generalmente sin lavarse las manos, lo que expone a intoxicaciones, ya que muchas personas trabajan sin guantes y las manos están en contacto directo con las plantas fumigadas. Las personas que usan guantes tampoco se las lavan, como si con sólo quitárselos fuese suficiente para iniciar la comida.

Los problemas de salud y los accidentes de trabajo se deben en gran medida a la exposición a los riesgos de trabajo mencionados anteriormente. Los malestares físicos son comunes por las cargas de trabajo y duración de la jornada. Los más recurrentes son dolores de piernas, brazos, espalda, cuello y cabeza. Los principales accidentes identificados se asocian a los ritmos de trabajo y a las herramientas con las que éste se realiza:

    Cuando termino de trabajar de lo que termino más cansada es de la cintura y los brazos (Cintia, 13 años, 2006).

    A mí me gusta cortar jitomate pero pepino no porque tiene mucho aguate y como los guantes me quedan grandes me lastima mucho las manos (Javier, 12 años, 2006).

    De lo que más me enfermo es de tos y dolor de cabeza (...) Cuando trabajaba de cortador nunca tuve accidentes con la trucha (cuchillo). Cuando me dan truchas o algo para cortar siempre trato de cuidarme las manos. Otras personas sí se lastiman porque le echan muchas ganas y quieren cortar muy rápido (Genaro, 14 años, 2006).

    Cuando trabajé en invernadero tenía que cuidarme mucho. Es peligroso porque si uno no pone bien su banco o si está entretenida viendo las matas se cae (Aranza, 14 años, 2006).

    Llego cansada del pescuezo, los pies y la cabeza. El otro día me corté la mano y en otro la vena del pie (...) Me he vuelto más peleonera porque mi primo quiere que le cargue sus cosas. También ya no platico tanto (...) Cuando regreso del trabajo hay muchos muchachos que me molestan y me hacen sentir incómoda (América, 12 años, 2006).

Los niños y niñas que trabajan como ayudantes tienen menor protección en caso de accidentes:

    Un día me llevé a mi hijo cuando estaba pequeño a la labor y me dijeron que si había un accidente, yo sí tendría derecho a seguro pero mi hijo no. Por eso ya no me lo llevé (Rosa, 36 años, 2006).

En síntesis, la gran demanda de trabajo por parte de los contingentes de población rural, empujados por la pobreza, desempleo e inequidad en el acceso a servicios públicos, es aprovechada por la empresa para establecer patrones de flexibilidad laboral. Las niñas y niños constituyen casi la mitad de la fuerza de trabajo jornalera de la empresa, permitiéndole a ésta última reforzar las estrategias flexibles de trabajo para maximizar sus ganancias y mantener costos de producción competitivos. Esto se manifiesta a través de jornadas de trabajo intensas, horarios variables, ausencia de contratación formal y exposición a riesgos de salud y accidentes. Condiciones que adquieren tamices específicos en la población infantil debido a su desarrollo físico y psicológico, a la forma en la que se incorpora al trabajo jornalero y a las condiciones en las que se desenvuelve.

 

5. Conclusiones

Los ajustes derivados de la globalización y el modelo neoliberal tuvieron efectos importantes en la organización de la fuerza de trabajo de las familias. Como resultado se reacomodó paulatinamente la participación de todos sus integrantes en actividades productivas y reproductivas; en muchos casos apoyándose en la doble jornada de trabajo de mujeres y niñas así como en el trabajo infantil asalariado.

Las grandes empresas agroexportadoras adaptaron estos reacomodos a favor de sus intereses. De ahí que el funcionamiento del mercado de trabajo agrícola se apoye en dos condiciones: la primera es el aprovechamiento de la situación (pobreza, carencia de servicios, recursos productivos, educación y oportunidades) de la población; la segunda, valerse de la posición específica de cada persona (género, etnia, edad y estatus migratorio). Ambas condiciones contribuyen a mantener flexible la organización de la fuerza laboral de tal forma que el gremio agroindustrial pueda cumplir con las exigencias del mercado internacional. El trabajo infantil se institucionaliza como un componente flexible de la fuerza laboral de la empresa. Le es rentable porque los niños y las niñas desempeñan actividades equivalentes a las de las personas adultas, carecen de prestaciones y se relegan a las actividades que desgastan.

La condición de alta vulnerabilidad de padres y madres (migrante, indígena -treinta y ocho por ciento-, segundo año de primaria como nivel de estudios promedio, con ingresos marginales y frecuentes periodos de desempleo), contribuye a que los niños y las niñas se incorporen al mercado laboral en condiciones precarias de trabajo. Difícilmente las familias podrán prescindir del trabajo infantil, porque la contribución salarial es crucial para su supervivencia. El aporte económico al ingreso total es de 43.3% (en familias de nueve y más miembros), 50.2% (en familias de cinco a ocho personas) y 58.2% (en familias de uno a cuatro integrantes). De ahí que la viabilidad económica de las familias jornaleras no sólo depende de los mayores sueldos a los que tienen acceso en los mercados de trabajo agrícola del noroeste del país, sino también de la oportunidad de incorporar la fuerza de trabajo infantil que les permite incrementar el ingreso familiar.

La mayoría de los niños y niñas realizan labores de corte y reciben los ingresos más bajos. Un pequeño porcentaje de niñas mayores de 14 años trabajan en labores de empaque. Aunque sus percepciones son mayores, sus jornadas de trabajo también son más largas. Estos puestos, considerados como no calificados, implican esfuerzo físico importante y jornadas de trabajo intensas que mediante mecanismos de flexibilidad laboral precarizan sus modos de vida.

Consideramos que los derechos de los niños y las niñas que más se vulneran mediante su participación en este mercado de trabajo son el derecho a la educación y a la salud. Dos tercios de los niños y niñas encuestados no asisten a la escuela y sólo dos niñas de toda la muestra dijeron haber completado la secundaria. Es difícil pensar que niños y niñas con jornadas de trabajo de ocho o más horas de trabajo puedan tener un desempeño escolar adecuado, asumiendo que la escuela del campo representa una buena opción educativa. Al suprimirse las posibilidades de movilidad social mediante la educación se reproduce el ciclo perverso de la reproducción de la pobreza, donde los niños y niñas jornaleros de hoy serán los jornaleros adultos del futuro.

Con respecto a la salud, el trabajo que realizan los niños y las niñas los expone a diferentes riesgos. Entre los principales malestares se encuentran la exposición directa a agroquímicos, ritmos intensos con navajas o cuchillos, fatiga física, lesiones, torceduras, calambres, dolores (en espalda, cuello, hombros y brazos), manejo de cargas pesadas y estrés. Las enfermedades más frecuentes son respiratorias ligadas a la exposición al calor, humedad o frío. Estos riesgos vulneran de forma determinante su presente y futura calidad de vida.

En futuras investigaciones será necesario conocer las comunidades de origen de los migrantes así como las circunstancias que enfrentan en su trayectoria migratoria, para profundizar en las causas y persistencias del trabajo infantil. Estudios médicos que relacionen el tipo de trabajo, la intensidad de cada actividad, los requerimientos nutricionales y la alimentación de los niños y niñas jornaleros son muy necesarios, ya que existen grandes vacíos sobre su estado de salud. También es necesario penetrar de manera más incisiva en su subjetividad mediante entrevistas a profundidad u otras técnicas adecuadas para al trabajo con niños y niñas, por ejemplo el dibujo. Nuestro estudio constituye apenas un primer vistazo al mundo de los niños y las niñas cuyas experiencias de vida son dramáticamente distintas de lo socialmente establecido.

En el ámbito de las políticas públicas, queda de manifiesto la amplia labor para propiciar las condiciones que les permitan a las niñas y a los niños desarrollarse plenamente, así como la promoción del respeto a sus derechos y la mayor cobertura de los mismos en su vida cotidiana. Aunque México ha ratificado varios convenios internacionales y posee un marco legal al respecto, falta reforzar las acciones dirigidas a su implementación efectiva.

 


Notas

* Este artículo presenta parte de los resultados de la tesis de maestría de la primera autora, quien levantó los datos de campo en enero y febrero de 2006. El resto de las autoras contribuyó al análisis de éstos; ubicó la problemática tratada dentro de un cuerpo de literatura; y colaboró en la revisión de documentos para interpretar los resultados desde un punto de vista teórico. El proyecto fue apoyado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, con el número de registro 193231 en el periodo comprendido del 1ro de enero de 2005 al 30 de diciembre de 2006.

1 Por razones de confidencialidad, el nombre de la empresa y su ubicación han
sido reservados.

2 La muestra incluye sólo a los 132 niños y niñas que reciben remuneración económica.

 


 

Bibliografía

Arroyo, R. (2003). Migración y apropiación productiva entre los jornaleros agrícolas indígenas. México Indígena, 2 (6), pp. 64-66.        [ Links ]

Barrón, M. A. (1993). Los mercados de trabajo rurales, el caso de las hortalizas en México. Tesis para optar por el título de doctorado, Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México (Tesis no publicada).        [ Links ]

Becerra, I. A., Vázquez, V. & Zapata, E. (2007). Género, etnia y edad en el trabajo agrícola infantil. Un estudio de caso. La Ventana, 4 (26), pp. 101-124.        [ Links ]

Becerra, I. A. (2004). Estudio comparativo del trabajo infantil en el comercio exterior agroalimentario de Brasil, Costa Rica, Guatemala y México. Tesis para optar al título de licenciatura, Universidad Autónoma Chapingo, México (Tesis no publicada).        [ Links ]

Benería, L. (1997). Accounting for women's work. The progress of two decades. En N. Visvanathan (Coord.), The Women, Gender and Development Reader (pp. 112-118). Londres: Zed Books.        [ Links ]

Benería, L. & Roldán, M. (1987). The crossroads of class and gender. Estados Unidos: The University of Chicago Press.        [ Links ]

Bequele, A. & Boyden, J. (1998). Combating Child Labor. Ginebra: OIT.        [ Links ]

Bonfil, P. (2002). Niñas indígenas: la esperanza amenazada. México: Gimtrap-Unicef.        [ Links ]

Bonfil, P. & Del Pont Lalli, R. M. (1999). Las mujeres indígenas al final del milenio. México: Comisión Nacional de la Mujer y Secretaría de Gobernación.        [ Links ]

Castro, R. (1996). En busca del significado: supuestos alcances y limitaciones del análisis cualitativo. En I. Szasz & S. Lerner (Coords.), Para comprender la subjetividad. México: El Colegio de México.        [ Links ]

Confederación de Asociaciones Agrícolas & Fundación Produce (2006, enero). Concentración de cadenas de valor y agronegocios. Ponencia presentada en Expo Agro, Sinaloa, México.        [ Links ]

Caputo, L. O. (2001). La economía mundial actual y la ciencia económica. Algunas reflexiones para la discusión. En J. Estay, A. Girón & O. Martínez, (Coords.), La globalización de la economía mundial. Principales dimensiones en el umbral del siglo XXI. México: Editorial Miguel Ángel Porrúa.        [ Links ]

Cepal. (2002, abril). Globalización y desarrollo. Documento preparado para el vigésimo noveno periodo de sesiones, realizado del 6 al 10 de mayo de 2002 en Brasilia, Brasil. LC/G.2157(SES.29/3).        [ Links ]

Cepal. (1995). Panorama social de América Latina. Santiago de Chile: Cepal.        [ Links ]

Chávez, M. R. & Gálvez, M. (2006). El fenómeno del trabajo infantil de los empaquetadores (cerrillos) en la zona metropolitana de Guadalajara. En M. G. Vega & G. J. González, (Coords.), Infancia, sociedad y salud. Guadalajara, México: Universidad de Guadalajara y Organización Panamericana de la Salud.        [ Links ]

Durán, A. (1999). El proceso de globalización de la economía mundial. Una mirada latinoamericana. Revista de Fomento Social, 54 (215), pp. 34-359.        [ Links ]

Durston, J. & Miranda, F. (2002). Experiencias y metodología de la investigación participativa. Chile: CEPAL.        [ Links ]

Lara, S. M. (1998). Nuevas experiencias productivas y nuevas formas de organización flexible del trabajo en la agricultura mexicana. México: Procuraduría Agraria & Juan Pablos Editores.        [ Links ]

López, G. (1999). El trabajo infantil en la globalización y la agricultura de exportación: niñas y niños jornaleros agrícolas del Valle de Mexicali. En A. Brizzio (Coord.), El Trabajo Infantil en México. México: Universidad Veracruzana, Unicef y OIT.        [ Links ]

Organización Mundial del Trabajo (OIT). (2003). Metodología de investigación sobre condiciones y medio ambiente de trabajo infantil en la agricultura. San José, Costa Rica: OIT.        [ Links ]

Organización Mundial del Trabajo (OIT) (2000). El trabajo infantil: lo intolerable en el punto de la mira. México: Alfaomega.        [ Links ]

Rubio, B. (1999). Reestructuración productiva en la agricultura latinoamericana: las nuevas tendencias hacia la globalización. En H. C. de Grammont, (Coord.), Empresas, reestructuración productiva y empleo en la agricultura mexicana. México: Plaza y Valdés Editores & Universidad Nacional Autónoma de México.        [ Links ]

México, Sedesol (2005). Panorámica de la horticultura en Sinaloa. Diagnóstico 2005 del Programa Nacional de Jornaleros Agrícolas (PRONAJ). México: Coordinación Estatal de Sinaloa.        [ Links ]

México, Sedesol (1997). Diagnóstico estadístico de jornaleros migrantes en campos agrícolas de Sinaloa: temporadas 93-94, 94-95 y 95-96 del Programa Nacional con Jornaleros Agrícolas (PRONAJ). México: Coordinación Estatal de Sinaloa.        [ Links ]

Unicef (2005). Hacia una política de erradicación de trabajo infantil en México [Versión electrónica] Consultado el 30 de 08 del 05 en el URL http://www.unicef.org/mexico/spanish/index.html        [ Links ]

Veerman, P. E. (1992). The rights of the child and the changing image of the childhood in human rights. Holanda: Martines Nijhoff Publishers, International Studies in Human Rights.        [ Links ]

 


Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License